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PSICOLOGÍA EDUCACIONAL
Una mirada histórica a la psicología de la educación muestra con claridad que estas
diferentes interpretaciones han jalonado su evolución a lo largo del siglo XX contribuyendo
de forma decisiva a su configuración actual. La psicología de la educación era el
resultado de la convergencia de dos dominios de discurso y dos tipos de
problemáticas: el estudio del desarrollo, del aprendizaje y de las diferencias individuales,
del dominio de la incipiente psicología científica; y el reformismo social y la preocupación
por el bienestar humano, del dominio de la política, la economía, la religión y la filosofía.
Sin embargo, estos planteamientos iniciales se abandonan en buena medida en los años
siguientes, en los que va afianzándose una fe inquebrantable en la ciencia psicológica y
en la potencialidad de las investigaciones de laboratorio para establecer las leyes
generales del aprendizaje. De este modo, muy pronto, desde las primeras décadas del
siglo XX, el discurso del reformismo social pierde relevancia y la psicología de la
educación adopta una orientación fundamentalmente académica dirigiendo sus
esfuerzos al establecimiento de «los parámetros fundamentales del aprendizaje», al
«refinamiento de sus elaboraciones teóricas» y a su promoción como «disciplina
ingenieril aplicada»
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la psicología científica para llegar a un conocimiento objetivo, unificado, empíricamente
contrastado y ampliamente aceptado; la toma de conciencia de la complejidad de la
educación como ámbito de aplicación del conocimiento psicológico y de la multitud de
factores y procesos heterogéneos presentes en cualquier actividad educativa; la aparición y
desarrollo de otras ciencias sociales y la evidencia del interés y la relevancia de sus
aportaciones para la educación y la enseñanza; etc. Lo que empieza a manifestarse en los
años sesenta es un resquebrajamiento de la fe en la capacidad de la psicología para
fundamentar científicamente la educación y la enseñanza, lo que conduce, a su vez, a
poner en causa la visión de la psicología de la educación como ingeniería psicológica
aplicada vigente, como disciplina encargada de trasladar los conocimientos
psicológicos a la educación y a la enseñanza con el fin de proporcionarles una
fundamentación y un carácter científico. Este cambio tendrá enormes repercusiones
para el desarrollo posterior de la psicología de la educación. Por una parte, va a suponer, a
medio plazo, la pérdida definitiva de su protagonismo absoluto en el campo de la educación.
la psicología de la educación, que entra en el siglo XX ocupando una posición dominante en
el panorama de la investigación educativa, lo finaliza compartiendo este espacio con otras
ciencias sociales y de la educación que son, a menudo, tanto o más valoradas que ella para
abordar los problemas educativos y mejorar la educación. Por otra parte, le obliga a
cuestionarse sus supuestos básicos, sus principios fundantes, su manera tradicional de
abordar las cuestiones y problemas educativos, su alcance y limitaciones para proporcionar
una base científica a la educación y la enseñanza, en suma, su misión como ámbito de
conocimiento claramente identificable, a la vez estrechamente relacionado con otros pero
distinto de ellos.
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2. Tensiones y alternativas en psicología de la educación: las relaciones entre el
conocimiento psicológico y la teoría y la práctica educativa
A lo largo de los años se ha producido un debate sustantivo sobre la relación entre la disciplina más
amplia de la psicología y la disciplina de la psicología de la educación. Algunos autores han
argumentado que la psicología de la educación representa una especialización en el seno de la
psicología, similar a la que representa la psicología cognitiva o la psicología social. Otros han
argumentado que la psicología de la educación es la disciplina encargada de aplicar la teoría y los
principios psicológicos a una clase particular de comportamientos, principalmente los relacionados
con la enseñanza y el aprendizaje, generalmente en entornos educativos formales. Y otros aún han
argumentado que la psicología de la educación es una disciplina con sus propias bases teóricas,
relacionada con la psicología pero independiente de ella (Scheurman y otros, 1993, pp. 111-112).
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• La psicología de la educación es la aplicación de los métodos y hechos conocidos por la
psicología a las cuestiones que surgen en pedagogía.
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La primera concibe estas relaciones como operando en una sola dirección —a one-way
street— que va desde la psicología hacia la educación, de manera que los psicólogos
deben ocuparse fundamentalmente de investigar los procesos de desarrollo y de
aprendizaje y de poner los resultados obtenidos al alcance de los educadores, siendo éstos
los responsables de aplicarlos a su actividad docente. La psicología de la educación
entendida como un campo de aplicación del conocimiento psicológico.
La tercera, por último, postula una relación bidireccional —a two-way street— entre la
psicología y la educación, de manera que los psicólogos deben ocuparse de estudiar
cómo las personas aprenden y se desarrollan en entornos educativos, definiendo los temas
de sus investigaciones a partir de las preocupaciones y retos de los educadores, mientras
que los segundos deben fundamentar sus decisiones instruccionales en las aportaciones de
la psicología sobre cómo aprenden y se desarrollan los alumnos en estos entornos. La
psicología de la educación entendida como una disciplina puente de naturaleza aplicada.
• El comportamiento humano responde a leyes universales que, una vez establecidas por la
investigación psicológica, pueden ser utilizadas para comprender y explicar el
comportamiento humano en cualquier entorno, incluidos los entornos educativos.
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psicológico, es decir, como psicología aplicada a la educación. Más allá de los matices
diferenciales estos planteamientos comparten los mismos principios y supuestos básicos en
cuanto a la forma de abordar las relaciones entre el conocimiento psicológico y la teoría y la
práctica educativa. En primer lugar, la creencia de que el conocimiento psicológico es el
único que permite abordar de una manera científica y racional las cuestiones educativas. En
segundo lugar, el postulado de que el comportamiento humano responde a una serie de
leyes generales que, una vez establecidas por la investigación psicológica, pueden ser
utilizadas para comprender y explicar cualquier ámbito de la actividad de las personas. En
tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, lo que caracteriza a la psicología de la
educación no es el tipo o la naturaleza del conocimiento que maneja —un conocimiento
relativo a las leyes generales que rigen el comportamiento humano, y por lo tanto
compartido con las restantes áreas o parcelas de la psicología—, sino el campo o ámbito de
aplicación en el que se pretende utilizar este conocimiento, es decir, la educación. En
cuarto lugar, el cometido de la psicología de la educación, así entendida, no es otro que
seleccionar, entre los conocimientos que brinda la psicología científica en un momento
histórico determinado, aquéllos que pueden tener una mayor utilidad para comprender y
explicar el comportamiento de las personas en situaciones educativas. Conviene advertir,
sin embargo, que estos planteamientos, pese a compartir los principios y supuestos
mencionados, están lejos de constituir una orientación homogénea y compacta en el
panorama actual de la psicología de la educación.
Es evidente que todos los planteamientos mencionados tienen un rasgo en común: no cabe
desde ellos considerar la psicología de la educación como una disciplina o subdisciplina
científica en sentido estricto, ya que no existe un objeto de estudio propio y, sobre todo, no
existe el propósito de producir conocimientos nuevos, sino tan sólo de aplicar conocimientos
ya existentes o producidos en otras áreas o parcelas de la investigación psicológica. A lo
sumo, el único tipo de conocimiento nuevo que la psicología aplicada a la educación puede
legítimamente aspirar a producir es el relativo a las estrategias o procedimientos de
aplicación.
Por otra parte, si bien es cierto que la estrategia de aplicación directa y unilateral facilita la
utilización potencial en educación de los avances producidos en todos los campos y
especialidades de la investigación psicológica, de forma curiosa y paradójica conduce a
ignorar, e incluso enmascarar, las contribuciones recíprocas que se han hecho y se siguen
haciendo desde la propia psicología de la educación al desarrollo de otros campos de la
psicología. Reduccionismo psicológico.
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3ERA FORMA (bi-direccional). La psicología de la educación entendida como una
disciplina puente entre la psicología y la educación
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mejorar la educación. Los educadores y los psicólogos empiezan a ser presa de un cierto
pesimismo respecto a la capacidad de la psicología para guiar, orientar y mejorar la
educación, de modo que los segundos tienden a refugiarse en los laboratorios,
concentrándose en contrastar los resultados de sus investigaciones y en refinar sus teorías
al margen de las preocupaciones de los educadores, mientras que los primeros se centran
en los problemas prácticos de su profesión buscando soluciones al margen de las teorías
psicológicas sobre el aprendizaje y el desarrollo. La psicología y la educación entran en
una fase de desconexión (segunda fase)
Finalmente, hacia la década de 1960 se inicia una tercera fase, en la que nos
encontraríamos aún instalados en la actualidad, en la que las relaciones entre la psicología
y la educación empiezan a plantearse en una doble dirección: los retos y problemas
educativos establecen la agenda de investigación de la psicología empujándola a elaborar
teorías y explicaciones del comportamiento de personas reales en entornos reales; y
recíprocamente, mediante el desarrollo de teorías útiles y relevantes desde el punto de vista
educativo, la psicología proporciona a la educación las bases necesarias para adoptar
decisiones fundamentadas en el campo de la práctica. Es la fase que corresponde a la
concepción de la psicología de la educación como disciplina puente
Sería sin embargo un error, a nuestro juicio, interpretar la pauta histórica propuesta por
Mayer como la simple substitución de una concepción por otra. Sigue habiendo en la
actualidad numerosos educadores, planificadores de la educación, responsables de
políticas educativas, pedagogos y psicólogos instalados en la segunda y, sobre todo, en la
primera. Como señalan Fenstermacher y Richarson (1994), la psicología de la educación
actual continúa estando marcada por la coexistencia de dos visiones claramente opuestas
de la disciplina: la primera —que podemos asimilar a grandes rasgos a la psicología
aplicada a la educación— responde a una orientación psicológica decididamente disciplinar
y entiende que su primera y más importante misión es contribuir al desarrollo del
conocimiento psicológico a través del estudio de la educación; la segunda —que podemos
asimilar, también a grandes rasgos, a la psicología de la educación como disciplina
puente— responde a una orientación decididamente educativa y se propone como misión
primera y más importante contribuir a una mejor comprensión de la educación y a su
mejora.
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b) La lógica de la interdependencia e interacción entre el conocimiento psicológico y la
teoría y la práctica educativa
Ambas concepciones comparten la idea de que la psicología de la educación tiene que ver
fundamentalmente con la utilización o aplicación del conocimiento psicológico para
enriquecer y mejorar la teoría y la práctica educativa, pero parten de esquemas
epistemológicos que responden a dos lógicas de aplicación radicalmente distintas.
(Explicación de cuadros pp 44-46)
1) contribuir a la elaboración de una teoría que permita comprender y explicar mejor estos
procesos;
Estas tres finalidades dan lugar a otras tantas dimensiones o vertientes —teórica o
explicativa, proyectiva o tecnológica, y práctica— en torno a las cuales se articulan los
contenidos de la psicología de la educación como disciplina puente de naturaleza aplicada.
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La psicología de la educación como disciplina puente de naturaleza aplicada: objeto
de estudio, contenidos y espacios profesionales
En primer lugar, esta definición se ajusta a las exigencias planteadas por una concepción
de la psicología de la educación como disciplina puente. Por una parte, su interés se dirige
al estudio de procesos de cambio que se producen en las personas, es decir, al estudio de
procesos psicológicos. Aquéllos que tienen su origen en, o que pueden relacionarse con, la
participación de las personas en actividades o situaciones educativas. Así pues, la
psicología de la educación es, de pleno derecho, una disciplina psicológica, ya que tiene el
estudio de procesos psicológicos como foco; pero es también, y al mismo tiempo, una
disciplina educativa, pues los procesos psicológicos a los que dirige su atención son
inseparables de las situaciones educativas que están en su origen, lo que significa que es
imprescindible tener en cuenta las características de éstas últimas para poder estudiar
cabalmente aquéllos.
En tercer lugar, la psicología de la educación está comprometida, junto con otras disciplinas
educativas y en estrecha coordinación con ellas, en la elaboración de una teoría educativa
de base científica y en la configuración de una práctica acorde con la misma. Este
compromiso confiere a la psicología de la educación el carácter de disciplina aplicada y la
induce a abordar su objeto de estudio con una triple finalidad, o en una triple dimensión,
como se ha señalado en el apartado precedente: una dimensión teórica o explicativa, que
persigue la elaboración de modelos interpretativos de los procesos de cambio estudiados;
una dimensión tecnológica o proyectiva, cuya meta es contribuir al diseño de situaciones o
actividades educativas capaces de inducir o provocar determinados tipos de cambio en
quienes participen en ellas; y una dimensión técnica o práctica, orientada a la intervención y
a la resolución de problemas concretos surgidos en la puesta a punto o en el desarrollo de
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actividades educativas. En cuarto y último lugar, esta caracterización del objeto de estudio
permite situar a la psicología de la educación escolar, también denominada en ocasiones
psicología de la instrucción, en el marco más amplio de la psicología de la educación 2 . En
la medida en que esta última se ocupa del estudio de los procesos de cambio que se
producen en las personas como consecuencia de su participación en diferentes tipos de
situaciones o actividades educativas, su campo de trabajo y de actuación es más vasto que
el de la psicología de la educación escolar, que se centra en los cambios relacionados con
situaciones o actividades escolares de enseñanza y aprendizaje. La psicología de la
educación ha orientado históricamente sus esfuerzos sobre todo al estudio de los procesos
de cambio relacionados con los procesos escolares de enseñanza y aprendizaje y, en
consecuencia, sus aportaciones se sitúan mayoritariamente en este campo. Esta tendencia,
sin embargo, ha ido corrigiéndose en el transcurso de las dos o tres últimas décadas, y la
psicología de la educación ha ido abriéndose progresivamente al estudio de otros tipos de
prácticas educativas no escolares como, por ejemplo, las que tienen lugar en entornos
familiares, laborales, de ocio, o aún las que utilizan los medios de comunicación de masas
(radio, televisión) o las tecnologías de la información y la comunicación como canal y como
apoyo .
1) Los relativos a los procesos de cambio que se producen en las personas como
resultado de su participación en situaciones y actividades educativas. La psicología
de la educación se ocupa fundamentalmente de cambios vinculados a los procesos
de aprendizaje, desarrollo y socialización. La naturaleza de estos procesos de cambio,
las teorías y modelos que los explican o tratan de explicarlos, y sobre todo las relaciones
que mantienen entre sí las diferentes dimensiones y aspectos implicados —cultura,
desarrollo, aprendizaje, educación, socialización, etc.—, configuran uno de los núcleos más
importantes de la psicología de la educación.
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Pineau (2001). ¿Por qué triunfó la escuela? o la modernidad dijo: “Esto es educación”, y
la escuela respondió: “Yo me ocupo” (pp. 306-317).
Un profundo cambio pedagógico y social acompañó el pasaje del siglo XIX al XX: la
expansión de la escuela como forma educativa hegemónica en todo el globo. Se
legisló la educación básica y se volvió obligatoria, lo que dio como resultado una notable
explosión matricular. La condición de no escolarizado pasó de ser un atributo común a
convertirse en un estigma degradante. La modernidad occidental avanzaba, y a su paso iba
dejando escuelas. La escuela se convirtió en un innegable símbolo de los tiempos, en una
metáfora del progreso, en una de las mayores construcciones de la modernidad. A partir
de entonces, todos los hechos sociales fueron explicados como sus triunfos o fracasos.
En síntesis, es muy difícil ver la escuela como un ente no fundido en el “paisaje” educativo,
lo que probablemente sea la mejor prueba de su construcción social como producto de
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la modernidad. Su condición de “naturalidad” es también una construcción
históricamente determinada que debe ser desarmada y desarticulada. Hay ese “plus” de
significación que encierra el triunfo de la escuela y que escapa a la enumeración de sus
finalidades.
Piezas que se fueron ensamblando para generar la escuela, y que dieron lugar a una
amalgama no exenta de contradicciones que reordenó el campo pedagógico e impuso
nuevas reglas de juego:
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escuela se ubica, por lo que determina un uso de los momentos de descanso o de trabajo
que no responde a prácticas locales como los períodos de siembra o el retiro de la siesta.
• Uso específico del espacio y el tiempo. Nos referimos aquí a la utilización escolar del
tiempo y del espacio material. La escuela diferencia muy marcadamente los espacios
destinados al trabajo y al juego, a los docentes y los alumnos, y define ciertos momentos,
días y épocas como más aptos para la enseñanza, los dosifica en el tiempo y les señala
ritmos y alternancias.
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debía ser un modelo aún fuera de la escuela, perdiendo así su vida privada, que quedó
convertida en pública y expuesta a sanciones laborales. Junto con esto se presentan
condiciones de trabajo deficientes —salariales, sobreexplotación, horas y jornadas laborales
no pagas, etcétera— y retribuciones “superiores” no materiales. Esta “vocación forzada”
condujo a la feminización de la profesión docente.
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• Ordenamiento de los contenidos. La escuela, como espacio determinado para enseñar,
recorta, selecciona y ordena los saberes que considera que debe impartir a sus alumnos por
medio del proceso de elaboración y concreción del currículo prescripto. El currículo, en tanto
conjunto de saberes básicos, es un espacio de lucha y negociación de tendencias
contradictorias, por lo que no se mantiene como un hecho, sino que toma formas sociales
particulares e incorpora ciertos intereses que son a su vez el producto de oposiciones y
negociaciones continuas entre los distintos grupos intervinientes. No es el resultado de un
proceso abstracto, ahistórico y objetivo, sino que es originado a partir de conflictos,
compromisos y alianzas de movimientos y grupos sociales, académicos, políticos,
institucionales, etcétera, determinados.
Los elementos presentados en el apartado anterior nos permiten plantear como hipótesis
que la constitución de la escuela no es un fenómeno que resulta de la evolución “lógica” y
“natural” de la educación, sino de una serie de rupturas y acomodaciones en su devenir.
Pero, a su vez, la escuela puede considerarse el punto cúlmine de la educación entendida
como empresa moderna, en tanto proceso sobre el que se apoya su “naturalización”. A lo
largo de la Edad Media fueron macerándose lentamente algunos de estos componentes,
entre los que se destaca la matriz eclesiástica. Pero con el inicio de la modernidad, hacia el
siglo XVI, el proceso se acelera, y ya en el siglo XVII decantan muchos de sus elementos.
Entre otros, se encuentra la constitución del campo pedagógico como saber de
“gubernamentabilidad” sobre la población, se verifican importantes avances de la
alfabetización por medios más o menos institucionalizados, se avanza en la segregación de
la infancia y se establecen los “saberes básicos”. El siglo XVIII teorizó principalmente sobre
estas cuestiones.
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Baquero, Cimolai y Toscano (2017). Debates actuales en Psicología Educacional sobre el
abordaje del “fracaso escolar” (pp. 16-34).
• Caída del mito del progreso teleológico, que sostenía la idea de una secuencia de avance
que ordenaría, en un sentido de superación creciente, tanto los procesos naturales como los
sociales e individuales con una confianza en el poder emancipatorio de la ciencia y la
tecnología. Surge entonces el problema de la definición de la dirección que tomarán los
procesos de desarrollo humano.
• Caída del mito del individuo, individuo como entidad natural, transhistorica y
transinstitucional, escindible de la naturaleza y los lazos sociales. Caen los supuestos sobre
los que se habían definido las unidades de análisis en la explicación psicológica del
desarrollo y el aprendizaje.
Unidad de análisis: recorte teórico que operamos para identificar los componentes de la
unidad sistémica/orgánica que explica un proceso u objeto dado.
Benansayag la figura de individuo no tiene que ver con la del sentido común habitual, sino
con una idea que es una construcción social, individuos relativamente aislables, escindibles
de la naturaleza y lazos sociales, es una forma de organización social propia de la
modernidad. Idea de unidad, vivencia como alguien o algo inconcluso, en proceso, opuesto
a un mundo natural o social que debe dominar para su libertad. ≠ Persona: pensada como
un pliegue de un continuo natural y social, no escindible; expresión de una multiplicidad que
puede ser contradictoria, que vive en un presente pleno y no en posición de espera. Esto
sirve para pensar-imaginar formas de subjetividad alternativas, ayudando a concretar sus
características.
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comprenderá los procesos naturales, pero a la vez, entenderá al conjunto del proceso de
desarrollo como analizable según parámetros de normalidad/anormalidad, sea en los ritmos,
grados o la dirección que tome en sus cursos efectivos.
La psicología evolutiva ha tenido como objeto, más que a un niño natural, a un niño
constituido, criado y escolarizado bajo parámetros que pueden extendiéndose y
consolidándose en la modernidad. Para comprenderlo hay que tener en cuenta las
características de las prácticas de escolarización del dispositivo moderno:
Infancia moderna:
Sin ignorar el componente “natural” que todo proceso de desarrollo humano implica, se
destaca la necesidad de un abordaje más amplio de desarrollo, donde lo biológico sea “un”
componente, dentro de una unidad de análisis que permita analizar y explicar el proceso de
desarrollo de una manera más amplia, dando lugar a poder explicar las variaciones
culturales existentes.
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No existe un modo natural de vivir la niñez, ya que las constituciones subjetivas siempre,
ineludiblemente se producirán dentro de prácticas culturales y educativas específicas.
Los autores mencionan como preocupantes algunos efectos, impensados, de las relaciones
entre psicología y educación, particularmente cuando se trata de la gestión de lo disruptivo
o lo problemático:
-La lectura prescriptiva con pretensión normativa de lo descripto por la psicología del
desarrollo o del aprendizaje, sin entender el efecto reductivo y que no explica la
complejidad de lo que acontece en las prácticas educativas.
•Escisionismo: intento por analizar en forma escindida los procesos individuales y sociales,
internos y externos, naturales y culturales. Ha propuesto un modelo causal o de factores en
la explicación, con criterios positivistas o aun relativista de la objetividad. El desafío resulta
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en cómo conservar la especificidad de los componentes de los procesos estudiados, sin
perder su carácter de unidad y su carácter sistémico en sentido amplio.
-Problemas de los criterios de progreso que se ponen en uso al valorar los cambios y
novedades.
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Fracaso escolar masivo, que afecta a gran parte de la población en términos de deserción,
repitencia o bajos rendimientos ≠ Caso clínico de dificultad singular y ocasional.
Diferentes posiciones:
Versión estándar de la educabilidad, que tiene las viejas resonancias de los modelos
patológicos-individuales o de las genéricas, múltiples y ubicuas hipótesis de déficit de los
sujetos. La educabilidad se trata de una capacidad de los sujetos para ser educados, la
capacidad de aprender propia de los individuos.
El fracaso masivo sería la sumatoria de fracasos individuales explicados por déficit que se
asumen como portados por los propios alumnos. Se reduce así, un problema de naturaleza
intrínsecamente social-educativo a uno del orden de lo individual.
Una variante, otorga a las condiciones de la vida familiar o social de un niño un papel
importante en la determinación de las condiciones sociales que terminan expresándose en
las competencias, o incompetencias, de los individuos.
Con la intención de denunciar las duras condiciones de vida de los estudiantes se desliza el
argumento a una suerte de sospechas sobre la educabilidad de los sujetos. La educabilidad
resulta así ser algo a conquistar y dependiente de la fragilidad presupuesta en la población
de sectores populares para criar a sus hijos y tornarlos “educables”. Esta posición
nuevamente se hace abstracción en general del dispositivo escolar y de las variables
pedagógicas que permiten explicar el problema.
Un giro en las unidades de análisis, del individuo al sujeto en situación, obliga a advertir que
la educabilidad resulta más una propiedad de las situaciones educativas que habita el
sujeto que una propiedad del sujeto a título individual. Porque la capacidad de aprender es
sólo ilusoriamente individual, ya que dependerá sensiblemente a los modos de presentación
de los objetos de conocimiento, las historias de aprendizaje, las propiedades de la situación
educativa, etc.
Los autores ubican la necesidad de un giro que permita pasar de la educabilidad como
atributo del individuo a una propiedad situacional. Lo que implica concebir la educabilidad
como el testimonio de que ninguna figura singular es jamás definitiva, entregarnos a la idea
de lo impredecible del desarrollo subjetivo sujeto a prácticas educativas.
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maquinaria de institucionalización de la infancia que fijó las coordenadas dentro de las
cuales los niños serían reconocidos como tales: las de la infancia moderna. Hoy, cuando
esas coordenadas tambalean, otros cuerpos se hacen visibles y la infancia emerge múltiple,
desconocida, desconcertante. Entonces comencemos por el principio y analicemos, aunque
más no sea sintéticamente, cuáles eran y cómo funcionaban algunas de esas certezas que
hoy parecen perdidas.
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vínculo más íntimo y más prolongado con los hijos, y la severidad, necesaria para asegurar
su protección y cuidado. Ambos sentimientos dan respuesta a las características que, en el
curso de este proceso, se le atribuyen a la naturaleza infantil; básicamente: heteronomía,
incompletud, falta de racionalidad y moral propias, maleabilidad, obediencia, docilidad.
Subsidiariamente, el niño será caracterizado como un ser dependiente (del cuidado, la
protección y la orientación de los adultos) e inocente, y la infancia como un tiempo de
espera, de preparación para la vida adulta.
De hecho, el desconcierto que hoy nos provocan los niños cuando en relación con algunos
asuntos saben más que nosotros, cuando revelan altos márgenes de autonomía para
sobrevivir sin la protección adulta o para acceder a conocimientos de alta complejidad sin
nuestra intervención, o cuando, por diversas razones, no nos provocan ternura sino temor,
sólo puede explicarse por su confrontación respecto del modo en que concebimos todavía
la naturaleza infantil: incompleta, carente de racionalidad y moral propias, dependiente,
ingenua, inocente, asexuada.
3) orienta las pautas de educación y crianza dirigidas a la infancia normal y las diferencias
de las estrategias institucionales dirigidas a tratar los desvíos.
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visible en la expansión del proceso de escolarización que se registra a partir de mediados
del siglo XIX. En efecto, en la medida en que el proyecto moderno supone la incorporación
de toda la población infantil a las escuelas bajo prácticas institucionales y pedagógicas
homogéneas, será necesario producir un saber sobre el niño que sostenga unos medios y
unas estrategias educativas reconocidas como válidas para todos. La edad será la principal
herramienta a través de la cual se articularán el saber sobre la naturaleza infantil, la
definición de los ritmos y la orientación del desarrollo normal que se derivan de él, y las
estrategias de distribución y organización de los niños en las escuelas. Para decirlo
esquemáticamente, en la medida en que la edad opera como un organizador de las
descripciones del desarrollo cognitivo, afectivo, físico, moral, etc., y en la medida también en
que estas descripciones se postulan universales, la edad se convierte en el principal
indicador de, entre otras cosas, lo que los niños (todos los niños) pueden y deben aprender
en cada momento y bajo ciertas condiciones. Entonces es suficiente con organizar la clase
escolar en grupos etáreos uniformes para postular condiciones de aprendizaje homogéneas
y, a partir de allí, sostener prácticas de enseñanza también homogéneas.
A pesar de que la naturaleza histórica y política del dispositivo escolar es evidente, la falta
de coincidencia entre edad, grado y aprendizajes previstos ha sido tradicionalmente
imputada al alumno (a su inteligencia y voluntad, primero, y a sus condiciones de clase,
familiares y culturales, más tarde) y no a las características del dispositivo que,
fundamentalmente en el nivel primario, tendió a identificar escuela común con escuela
homogénea (mismos contenidos, mismo formato escolar para todos). Esta estrategia de
escolarización materializa el argumento liberal por excelencia en torno de la igualdad
educativa: asegurar iguales oportunidades para todos a través de un modelo escolar único
permite calificar y clasificar a los alumnos exclusivamente a través del “mérito individual”,
introduciendo así criterios de diferenciación de la población infantil que mantienen intacta la
proclama de igualdad.
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reingresen al mundo de la infancia. “todo universal se funda en un acto de exclusión”,
entonces la preocupación por todos los niños y niñas debería llevarnos a abandonar las
definiciones universales acerca de lo que es adecuado, deseable y posible para todos.
El niño no es ni el cuerpo biológico ni, en sentido estricto, la infancia: es más bien un efecto
de la infancia, la superficie en la que la infancia, en tanto objeto discursivo, ha inscripto sus
operaciones.
Las hipótesis sobre el fin de la infancia (y, en general, los enfoques históricos sobre la
infancia) sostendrán entonces que a lo que hoy asistimos es al agotamiento del modo de
concebir la infancia y de actuar sobre el cuerpo infantil producido en la modernidad, que
tenía en la familia y en el Estado (principalmente a través de la escuela, pero también de las
instituciones de salud y de justicia) sus principales agentes de intervención. En su lugar,
estos estudios identifican hoy una multiplicidad de interpelaciones a la infancia que
desbordan estas instituciones y que sostienen otros modos de concebir lo que el niño es y
puede ser. En general, se destacan los medios de comunicación masivos, las tecnologías
de la información (particularmente Internet) y el mercado, como los espacios predominantes
en la producción de nuevas formas de subjetividad infantil. La extensión de los medios,
Finalmente, también la definición del niño como sujeto de derecho está introduciendo,
según algunos autores, modificaciones significativas en la concepción moderna de infancia.
Así, cuestiones como la ciudadanía infantil, la responsabilidad, el derecho a elegir, a ser
escuchado, etc., tensionan los atributos asignados por la modernidad a la infancia y
conmueven el lugar de los adultos, de las políticas de protección de la infancia y de las
instituciones que, muchas veces en nombre del respeto a los derechos del niño, instituyen
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simetrías, dejan lugares vacíos e invierten la distribución de responsabilidades que la
concepción moderna de infancia había fijado.
Éstos son sólo algunos ejemplos de los análisis que postulan en la actualidad el fin de la
infancia. Aun con sus diferencias, todos coinciden en que la multiplicación de las
interpelaciones sobre la infancia (como consumidores, como víctimas, como victimarios,
como sujetos autónomos, como sujetos de derecho, etc.), la expansión de medios de
“ingreso” al mundo que no requieren intervención adulta y que están disponibles aun dentro
del encierro familiar o escolar (la tele, la computadora), la existencia de ámbitos de
desarrollo de la experiencia infantil distintos de la familia y la escuela (la calle, el trabajo, las
instituciones comunitarias, los movimientos sociales, también, sin dudas, las pantallas, entre
otros), tienen efectos sobre la subjetividad infantil.
Otra infancia, es decir, otros modos de concebir e intervenir sobre el cuerpo infantil, está
dando lugar, en estas perspectivas, a la emergencia de otros niños, mientras que el niño
inocente, incompleto, maleable, heterónomo, necesitado de protección y cuidado, que debe
ser formado para ingresar al mundo adulto, está en declive. Como contracara de este
proceso, se señala también que está conmovido el lugar que la modernidad había
reservado a los adultos: el de la protección, la responsabilidad, la ternura, la orientación y la
educación de los niños. La cara y la contracara de este declive se expresarían en la pérdida
de la asimetría, la reducción de las distancias o el debilitamiento de la división entre el
mundo del niño y el mundo del adulto, cuestión ésta en la que muchos estudios también
coinciden y que nuestra experiencia cotidiana no hace sino confirmar.
Entonces, ¿qué hay ahora en el lugar del cuerpo infantil de la modernidad? Para algunos
(como Postman, por ejemplo), niños adultizados. Para otros (como Corea y Lewkowicz),
una pluralidad de cuerpos, una multiplicación de los tipos subjetivos de ser niño. Para
Narodowski, una fuga que paradigmáticamente se expresaría en dos polos: infancia
hiperrealizada (“la de la realidad virtual”) e infancia desrealizada (“la de la realidad real”),
entre los cuales se encuentran todavía –nos dice con precaución el autor– “la mayoría de
los chicos que nosotros conocemos”. Así, en estas perspectivas la pregunta no sería tanto
qué hay de nuevo en la infancia, sino más bien, qué queda de infancia (moderna) en lo
nuevo. En este punto cabe realizar dos advertencias. Una, que no podemos pensar estos
procesos en términos de reemplazo de una concepción de infancia por otra. Carli ha
mostrado que la diversidad de figuras de infancia que se multiplican en la actualidad incluye
retazos y figuras típicamente modernas (por ejemplo, la del escolar) que conviven y se
superponen con figuras nuevas.
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Desde nuestra perspectiva, el agotamiento de la concepción moderna de infancia no
es otra cosa que el agotamiento de los universales que describen lo que la infancia es
y debe ser. Y no se trata tanto del contenido de esa concepción, sino de la operación
a través de la cual se instala una definición homogénea y unívoca de lo que es ser
niño, que al mismo tiempo que funciona como un universal (toda vez que describe
algo del orden de lo “natural”), se pronuncia en singular: establece un modelo de
niño y un modelo de intervención sobre los niños válido para todos. No se trata
entonces de reemplazar una descripción universal por otra; no se trata de encontrar los
rasgos que, al fin, permitan caracterizar de una vez a los “nuevos niños”, que permitan
establecer –una vez más– quiénes tienen infancia y quiénes no. Se trata más bien de
reconocer que cuestionado el funcionamiento normativo de los universales lo que se
abre es el reconocimiento del plural, no sólo de los niños, sino también de las
infancias.
En cualquier caso, más allá de sus matices, más allá incluso de los acuerdos y desacuerdos
que las hipótesis que postulan el fin de la infancia concitan, interesa destacar que éstas, en
sí mismas, han producido y producen efectos en los modos en que pensamos la infancia y
nuestra responsabilidad sobre ella. Porque inquietan lo que sabemos, lo que podemos e
incluso lo que sentimos sobre los niños, y también porque obligan a deponer nuestros
parámetros acerca de lo que los niños deben ser para confrontar, sin moralismo ni nostalgia,
lo que los niños (y los adultos, claro) hoy son.
27
niños escolarizados. La mayoría de las veces estos servicios forman parte de instituciones
de tipo clínico o psiquiátrico y realizan tareas de diagnóstico y tratamiento.
La resolución de problemas (RP) es un proceso que se pone en marcha cuando los seres humanos
experimentan que no tienen lo que desean o (necesitan) ni tampoco un modo preciso de conseguirlo.
Si no hubiera discrepancia entre lo que se desea y lo que se tiene, no existiría el problema, y si
existiendo esta brecha tuviéramos preprogramada una respuesta satisfactoria para eliminarla,
tampoco. Justamente, porque hemos de crear una nueva respuesta, el proceso de RP ocasiona
algún tipo de aprendizaje sobre cómo actuar o cómo entender esas nuevas situaciones.
El proceso mental de resolución de problemas (RP) posee dos caras o dimensiones (García y
Pintrich, 1994): una cara fría, que supone comprender la situación problemática en la que estamos
inmersos y acometer su resolución (Novick y Bassolc 2005), y una parte cálida, que tiene que ver
con la resonancia emocional y motivacional que genera el problema en quien lo experimenta e
intenta resolverlo. Este componente cálido puede llevarnos a enfrentarnos al problema o a rehuirlo o
28
al menos posponerlo, y a persistir o no en su solución cuando las dificultades sean muy notorias
Finalmente, siempre estaremos atentos a valorar los logros alcanzados (lo frío) y a alimentar, tras esa
revisión, nuestra idea de nosotros mismos( lo cálido).
De manera más precisa, podemos descomponer el proceso de RP en tres fases (véase cua dro 2
en la página siguiente): comprensión-deliberación, resolución-volición y evaluación, cada una de
las cuales contiene las dos caras, fría y cálida, en permanente interacción.
Dada una situación problemática en el sentido anteriormente definido, la persona afectada intentará
comprenderla y definirla en términos resolubles, lo que dará como resultado una representación
mental con estos cuatro elementos:
1.Cuál es el punto de partida, con sus posibilidades y limitaciones (estado inicial: qué
es lo que tengo).
2.Qué estado futuro eliminaría el problema (estado final: qué aspiro a alcanzar).
lo que puedo).
Este modo de formalizar en qué consiste comprender un problema resultaría trivial si no supiéramos
que contemplar al mismo tiempo lo que tenemos y lo que buscamos no es muy común. Puede que,
por ejemplo, la urgencia por acceder al estado final deseado ciegue la visión del presente, por lo que
el interesado no podrá construir una definición del problema que oriente su acción. De igual manera,
podemos contemplar al mismo tiempo lo que tenemos y lo que deseamos, pero sin llegar a
vislumbrar un estado intermedio que resulte verosímil. Esto quiere decir, en otras palabras, que
alguien se ve inmerso en un verdadero proceso de RP siempre y cuando la comprensión de la
situación preceda y oriente la acción, si no fuera así, sería mejor hablar de ensayo y error, donde la
acción prescinde de o al menos precede a, la conciencia.
Desde el punto de vista frío, se entiende que la acción que emprendemos está orientada por el plan
de acción trazado según nuestra comprensión del problema. En algún caso, se trata de ir creando
nuevos procedimientos en un proceso inevitablemente laborioso e incierto; en otros casos, sin duda
menos exigentes, se trata de operar con alguna versión del mejor procedimiento que ya exista.
Consecuentemente, cuantos más protocolos o procedimientos consensuados posea un centro para
abordar distintos problemas (disciplinarios, de aprendizaje o de socialización), más fácil será el
proceso de resolución.
Desde el punto de vista cálido, la persona inmersa en la acción tendrá que proteger su compromiso
con la meta elegida. Hemos de pensar al respecto que, aunque un individuo haya encontrado
suficientes motivos para comprometerse con una meta e iniciado los pasos para intentar alcanzarla,
el resto del mundo nos seguirá bombardeando con nuevos estímulos que pueden engendrar nuevos
29
deseos, intenciones, etc. De hecho, todas las intenciones que se acaban de postergar en la fase
deliberativa pueden volver a emerger a poco que el entorno las suscite de nuevo.
En otras palabras, mientras una parte de nuestra mente se concentra en desarrollar el plan trazado
(frío), otra debe dedicarse a conservar (frente a intenciones y emociones competidoras) la meta
elegida (cálido)
Dado que el desarrollo del plan de acción dará lugar a unos resultados, es inevitable que éstos se
revisen teniendo en cuenta cual fue el punto de partida (estado inicial), la submeta definida (estado
intermedio) y el estado último que se busca alcanzar (estado final). Esta evaluación permitirá
imaginar otra submeta (estado intermedio) en el caso de que aún haya algún espacio que recorrer
antes de alcanzar el estado final. En eso consiste la cara fría de la evaluación. Al mismo tiempo, la
revisión de los logros nos empujará a valorarnos a nosotros mismos dándonos una explicación de
esos resultados en términos de nuestra implicación, talento o, quizá, del azar. Esa es justamente la
dimensión cálida de la evaluación.
Reparese en que la evaluación fría tiene que ver con una estimación de los resultados ¿que he
conseguido?, mientras que la calidad alude a cómo me explico a mi mismo el resultado alcanzado.
Las dos dimensiones no sólo van en paralelo, sino que también interactúan de modos diversos.
Una vez identificados como acabamos de hacer, los procesos implicados en la resolución de una
determinada situación problemática, es posible entender que dichos procesos pueden verse
facilitados por la ayuda intencional de alguien. En tal caso hablamos de un proceso de resolución
conjunto (RCP)
30
los factores subyacentes, no observables, que pueden explicar las acciones que
observamos. En la psicología cognitiva las observaciones se utilizan para generar
inferencias sobre factores tales como el pensamiento, el lenguaje, el significado y las
imágenes mentales.
Buena parte del siglo XX el mundo de la psicología en EEUU estuvo dominado por una
perspectiva teórica completamente diferente: el conductismo. Según esta perspectiva, el
aprendizaje supone la asociación entre un estímulo y una respuesta. El objetivo general era
obtener leyes elementales de la conducta y el aprendizaje. Las inferencias a partir de estas
leyes estaban estrechamente ligadas a la conducta observada.
El conductismo tiene su lugar en el marco teórico general del asociacionismo, que resaltaba
la naturaleza e intensidad de las asociaciones, principalmente entre estímulos y respuestas,
y su papel en el aprendizaje. La perspectiva asociacionista proporcionaba un puente natural
entre los psicólogos que estudiaban el aprendizaje animal y quienes se interesaban más por
el aprendizaje humano. La mayor parte de la investigación durante ese período se centró
sobre el aprendizaje literal, no significativo.
Entre los métodos de investigación podemos mencionar: el aprendizaje de listas seriales y
el aprendizaje de pares asociados. Estos métodos permitían el desarrollo de asociaciones
que podían estudiarse y predecirse con claridad.
se presentaba una dificultad fundamental: a medida que los psicólogos experimentales
realizaban distinciones cada vez más sutiles en su investigación de laboratorio sobre el
aprendizaje por ensayo y error de los animales y la memoria de los humanos, sus hallazgos
parecían tener cada vez menos aplicaciones (Mandler, 2002a) y resultaban cada vez menos
relevantes para la educación. La búsqueda de leyes generales del aprendizaje, aplicables a
todas las especies, estaba fracasando.
Se presentaba una dificultad fundamental: a medida que los psicólogos experimentales
realizaban distinciones cada vez más sutiles en su investigación de laboratorio sobre el
aprendizaje por ensayo y error de los animales y la memoria de los humanos, sus hallazgos
parecían tener cada vez menos aplicaciones y resultaban cada vez menos relevantes para
la educación. La búsqueda de leyes generales del aprendizaje, aplicables a todas las
especies, estaba fracasando.
Hacia el final del periodo conductista-asociacionista, los llamados conductistas radicales,
encabezados Skinner, tuvieron una poderosa influencia, tanto en la psicología como en la
educación. Las concepciones de Skinner eran intensamente ambientalistas. Se consideraba
que los alumnos se enfrentaban al aprendizaje en estado de tabula rasa, como hojas en
blanco, listas para ser condicionadas por su ambiente. Al igual que Watson, Skinner
rechazaba la idea de que el propósito de la psicología fuera estudiar la conciencia; afirmaba
que el objetivo de la psicología científica era predecir y controlar la conducta. Según
Skinner, lo que hacen los organismos es en gran medida consecuencia del ambiente en que
se encuentran y de su historia de aprendizaje.
La aplicación de los principios conductuales a la educación, con la aparición de tecnologías
como las de control del aula. Según afirmaba Skinner, las máquinas de enseñar podían
proporcionar los elementos clave del aprendizaje: la frecuencia de respuesta, el progreso
mediante pequeños pasos, el moldeamiento y el refuerzo positivo.
Aún hoy día, la educación refleja la influencia del conductismo. Por ejemplo, es reconocible
en procedimientos educativos tan comunes como el empleo de premios, los objetivos
instruccionales y los sistemas de registro en función del desempeño.
31
Al mismo tiempo, la comunidad se mostraba crecientemente insatisfecha con la capacidad
de establecer explicaciones adecuadas del pensamiento y la memoria humanas a partir de
las psicologías estrictamente asociacionistas.
Se sumaron las objeciones dirigidas a las explicaciones de base conductista sobre el
desarrollo del lenguaje. Según Skinner, el lenguaje se adquiere en gran medida mediante la
imitación, el moldeamiento y el refuerzo. Los lingüistas estaban en radical desacuerdo y
citaban avances de la teoría lingüística que mostraban diferencias cualitativas entre niños y
adultos en el habla y niveles de imitación menores de lo esperado en función de la teoría.
Sus persuasivos argumentos debilitaron al conductismo como teoría general aplicable al
desarrollo del lenguaje.
La era cognitiva.
No hay un único suceso que indique el final de la era conductual y el comienzo de la
cognitiva en la psicologia estadounidense. Al principio, la revolución cognitiva fue silenciosa.
La investigación de los lingüistas sobre la naturaleza del desarrollo lingüístico proporcionó
pruebas contra la perspectiva intensamente ambientalista de los conductistas. Otro de los
factores prominentes fue el surgimiento de los ordenadores, que proporcionaron tanto una
metáfora verosímil del procesamiento humano de la información, cuanto una herramienta
significativa para construir modelos y explorar los procesos cognitivos humanos.
Temas cognitivos para la educación.
1. El aprendizaje es un proceso constructivo, no receptivo. Es el resultado de la
interacción entre lo que los alumnos ya conocen, la información que se les presenta
y lo que hacen mientras aprenden. No es tanto la adquisición de conocimientos y
habilidades, como la construcción del significado por el alumno, esta búsqueda de
significado es lo que motiva el aprendizaje.
2. Las estructuras mentales organizan la memoria y orientan el pensamiento. Los
esquemas son estructuras mentales que utilizamos para organizar el conocimiento..
Dirigen la percepción y la atención, facilitan la comprensión y orientan el
pensamiento. Por ejemplo, la descripción de una casa desde la perspectiva de un
posible comprador o de un ladrón. Experimentos de este tipo desplazaron la
atención de las investigaciones hacia los propios alumnos, hacia sus conocimientos
previos y marcos de referencia; hacia las actividades que realizan y las estrategias
que emplean mientras aprenden y su papel en la creación de conocimientos nuevos.
Pronto los psicólogos cognitivos comenzaron a proponer enfoques instruccionales
basados en estas ideas.
3. La práctica frecuente es necesaria para desarrollar las habilidades cognitivas.
Los procesos automatizados en la atención, la percepción, la memoria y la solución
de problemas, nos permiten realizar tareas cognitivas complejas con poco esfuerzo,
con rapidez y sin prestar atención indebida a los detalles. Convertirse en un experto
es función de construir repertorios amplios de procesos cognitivos automatizados, y
requiere literalmente miles de horas de práctica.
4. El desarrollo de la autoconciencia y de la autorregulación son esenciales para
el desarrollo cognitivo. La necesidad de formar estudiantes autodirigidos,
estratégicos y reflexivos. Esta idea recibe apoyo de un amplio cuerpo de
investigación sobre la metacognición, que genéricamente hace referencia a dos
dimensiones del pensamiento: lo que los estudiantes conocen sobre su propio
pensamiento y su capacidad para utilizar esta conciencia para regular sus propios
procesos cognitivos. A medida que los alumnos progresan en la escolarización,
desarrollan normalmente ambas dimensiones. Aunque el conocimiento y las
32
habilidades son importantes, las estrategias de aprendizaje de los alumnos y su
capacidad para reflexionar sobre lo que han aprendido, para pensar críticamente,
podrían ser incluso más importantes. A menos que los alumnos supervisen y
orienten sus procesos cognitivos, no es probable que lleguen a ser aprendices
flexibles o eficaces, o a resolver problemas con efectividad.
5. La motivación y las creencias son una parte integral de la cognición. La
importancia de las metas, las creencias y las estrategias del alumno respecto a la
motivación y la regulación del aprendizaje. El éxito del aprendizaje no supone tan
solo comprender, sino también aprender a ser activo, motivado y autorregulado. La
actividad cognitiva tiene lugar en un marco en el que actúan las metas del alumno,
sus expectativas y creencias, las cuales tienen consecuencias importantes para
determinar lo que los alumnos elegirán hacer, qué persistentes son y cuánto éxito
obtendrán.
6. La interacción social es fundamental para el desarrollo cognitivo. La psicología
cognitiva nos ha ayudado a comprender que, igual que ocurre con otros rasgos, las
"formas de pensar" y las "formas de conocer" han de generarse en un contexto
social estimulante. La investigación cognitiva ha mostrado que las actividades
sociocognitivas, tales como el aprendizaje cooperativo bien supervisado y las
discusiones en el aula, estimulan a los alumnos a clarificar, elaborar, reorganizar y
reconceptualizar la información. La interacción con sus iguales proporciona a los
estudiantes la oportunidad de enfrentarse a ideas y percepciones que difieren de las
suyas; a partir de esos intercambios es posible construir conocimientos nuevos. El
esfuerzo colaborativo parece ofrecer un potencial especial para el desarrollo
cognitivo, proporcionando a los alumnos la oportunidad de observar a otros,
expresar ideas y obtener realimentación.
7. El conocimiento, las estrategias y la pericia son contextuales. La metáfora
dominante de la psicología cognitiva ha sido el ordenador. La información ingresa al
sistema humano de procesamiento, se procesa y almacena, y puede ser recordada.
En pocas palabras, la mente es como una máquina. No obstante, otra concepción ha
sido formulada con fuerza, el contextualismo. La perspectiva contextualista en
psicología cognitiva resalta la historia y la situación. Los sucesos son
inherentemente situacionales, tienen lugar en contextos que incluyen otros sucesos
y adquieren parte o todo su significado de esos contextos. La memoria no solo
recibe una intensa influencia de las manipulaciones experimentales, sino también del
conocimiento que el sujeto tenga sobre las relaciones y sucesos. Otros trabajos,
mostraron que la memoria recibe una intensa influencia de las acciones realizadas
por los alumnos cuando procuran codificar la información. El aprendizaje y la
memoria no son tanto el resultado de una entrada y una salida de información en
una máquina, como algo que los alumnos construyen en un contexto social a partir
de sus conocimientos previos y sus intenciones y las estrategias que emplean.
Hoy día, esta concepción tiende a destacar un fuerte interés por la instrucción en
estrategas cognitivas y el aprendizaje autorregulado. El objetivo es ayudar a los
estudiantes a controlar su propio aprendizaje. Para que los alumnos empleen con
éxito una estrategia y ejecuten los procesos de autorregulación, se requiere no solo
prestar atención a las propias estrategias, sino también al conocimiento
metacognitivo, el conocimiento sobre cómo, cuándo y por qué utilizar ciertas
estrategias. El uso eficaz de las estrategias y la autorregulación son manifiestamente
contextuales; han de ser utilizadas en el momento y lugar correctos, y deben estar
33
incardinadas en la comprensión que los estudiantes tienen de sí mismos y de su
mundo social.
8. El enfoque cognitivo de la enseñanza supone nuevos enfoques de la
evaluación. Aunque la evaluación de los conocimientos básicos no se ha dejado de
lado, muchas de las nuevas evaluaciones acentúan los procesos mentales
superiores, como la aplicación del conocimiento, la solución de problemas y el
pensamiento crítico. La psicología cognitiva también ha propuesto varias
dimensiones de evaluación nuevas. Por ejemplo, los nuevos procedimientos de
evaluación tienden a resaltar el conocimiento en su contexto, es decir, no solo a
determinar si los alumnos poseen la información clave, sino si saben cómo, cuándo
y dónde aplicarla. A medida que la psicología cognitiva se ha ampliado para incluir
las actitudes, las creencias, las metas y las motivaciones, los métodos de evaluación
se han extendido para incorporar cualidades tales como la autoeficacia (confianza
en la propia conducta), la orientación hacia metas y las creencias sobre la
inteligencia, dimensiones de la cognición cuya importancia para la enseñanza y el
aprendizaje ha sido demostrada por la investigación.
Los conceptos de la psicología cognitiva, no solo pueden ayudar a concebir las
metas educativas en términos cognitivos. sino que también pueden ayudar a
desarrollar alumnos competentes y muy motivados. Los conceptos y principios
cognitivos representan bien esta creencia: la noción de que los alumnos son seres
humanos en el sentido integral del término, la defensa de un aprendizaje activo, no
pasivo, y el valor que merece la diversidad.
34
La psicología piagetiana postula que el sujeto prolonga sus acciones en el objeto de
conocimiento y el objeto se resiste a sus hipótesis, es decir, ambos se constituyen en su
interacción.
se abordarán las transformaciones de algunos conceptos que han renovado al
constructivismo piagetiano situándolo en contextos específicos, lo cual implica la sustitución
del sujeto epistémico universal clásico por un sujeto social. En segundo lugar, se abordarán
las modificaciones que han tenido lugar en algunos conceptos clásicos de dicho programa
de investigación, para adecuarse específicamente a las demandas de la enseñanza de
contenidos curriculares.
El constructivismo situado.
Para el constructivismo piagetiano la construcción del conocimiento que tiene lugar en la
interacción entre el sujeto y el objeto de conocimiento, implica una aproximación asintótica e
inacabada a la realidad a diferencia del constructivismo radical o el construccionismo social.
Tal aproximación no implica que el conocimiento sea una representación de la realidad.
Además, desde la perspectiva renovada en la que se enmarca este capítulo, se considera
que la construcción individual de significados es inseparable del contexto de significaciones
producidas culturalmente que restringe la actividad cognoscitiva del sujeto. Esta última no
es interpretada como propia de un aparato cognitivo o una serie de procesos
independientes del contexto. Así, la cultura, interviene en la reconstrucción de los objetos de
conocimiento limitando, y a su vez posibilitando, las interacciones entre ellos y el sujeto
cognoscente.
El contexto no es pensado como exterior a dichas interacciones o como un factor que
simplemente interviene sobre ellas, por el contrario, hace posible su propia existencia. Se
plantea así una tensión esencial entre la actividad constructiva del sujeto y sus condiciones
restrictivas, dado que ambos no pueden ser concebidos independientemente en el proceso
de construcción del conocimiento.
La contribución más significativa en la modificación de la psicología constructivista es haber
desplazado el foco de análisis desde la díada sujeto-objeto, hacia la relación triádica entre
sujeto, objeto y otro, la cual exige que los procesos cognitivos, los sistemas de significados
y la cultura sean estudiadas en su conjunto. Si bien el foco de análisis aún recae en la
relación del sujeto con el objeto de conocimiento, se plantea que sus interacciones se
encuentran constitutivamente restringidas por el contexto en el que tienen lugar, que
estructura el modo en el que el objeto es presentado ante el sujeto. De esta manera, el
sujeto epistémico de la tradición clásica piagetiana, entendido como estructuras de
conocimiento formales, abstractas y universales, deja su lugar a un sujeto psicosocial,
cuyos sistemas de conocimiento se constituyen en función del contexto socio-cultural en el
que se desarrolla, al interior de grupos sociales particulares con una historia específica.
En las últimas décadas el conjunto de la psicología del desarrollo ha enfatizado la
especificidad conceptual de los objetos de conocimiento. Desde la perspectiva del
constructivismo situado, el conocimiento de dominio no se reduce a una especificación del
conocimiento estructural, sino que muestra su propio camino de desarrollo. Se plantea que
los dominios no derivan de representaciones básicas innatas ni provienen solamente de las
herramientas culturales, sino que se constituyen a partir de las interacciones que involucran
a los individuos en los diferentes campos de su experiencia.
Desde esta perspectiva, un dominio de conocimiento está caracterizado por la organización
conceptual y por el campo de fenómenos que cubre, y no está dado con independencia de
los procesos de conocimiento que lo constituyen para el sujeto.
Contribuciones del constructivismo situado al aprendizaje escolar.
35
Abordar los procesos de aprendizaje escolar implica referirse a situaciones
institucionalizadas de enseñanza-aprendizaje que tienen lugar en la escuela. Se trata, por lo
tanto, de situaciones en las que deliberadamente alguien quiere enseñar algún
conocimiento conceptual o procedimental a otro. En el caso de los procesos de aprendizaje
escolar, la actividad de construcción del conocimiento está estructurada por las prácticas
institucionales y su carácter intencional con respecto a los alumnos.
Entonces, el modo en el que los alumnos construyan su conocimiento sobre tales objetos
dependerá del modo en el docente plantee el proceso de enseñanza. De esta manera, en
los procesos de aprendizaje escolar el conocimiento tiene lugar, se estructura y especifica
en las condiciones propias del contexto didáctico.
La mayoría de los trabajos de la pedagogía constructivista, han tenido dificultades para
asumir este desafío. Por lo general, han formulado propuestas educativas sin examinar el
aprendizaje de los alumnos en la situación peculiar caracterizada por las interrelaciones
entre sus conocimientos previos, el saber a enseñar y el docente, reunidos en el marco de
un contrato didáctico. Han desconocido un hecho central: el conocimiento didáctico no
deriva de las investigaciones psicológicas, ya que involucra no solo el conocimiento del
niño, sino también la naturaleza del conocimiento que se comunica y la acción del maestro.
Al ingresar en la relación didáctica, las unidades de análisis de la investigación psicológica
se modifican: el niño se vuelve un alumno, el saber científico se transforma en saber a
enseñar y al adulto se convierte en maestro.
La historia de las relaciones entre la psicología piagetiana y la educación se han
caracterizado por la aplicación directa de las tesis psicológicas al análisis de las práctica
educativas. Por una parte, se asumió que las hipótesis piagetianas referidas a la secuencia
de estructuras de conocimiento permitían inferir directamente normativas para la
enseñanza. Por otra parte, se intentó que la escuela promoviera la actividad equilibradora
de los alumnos al margen de los contenidos disciplinares, una elaboración intelectual en el
vacío.
Por su parte, las teorías del cambio conceptual, que han sido influidas por la teoría
piagetiana, especialmente la versión clásica interpretan dicho cambio como una
acomodación de las ideas previas de los estudiantes ante el desafío de un conocimiento
nuevo más avanzado (científico), utilizando de un modo discutible algunas categorías de la
psicología genética. En general, la teoría del cambio conceptual ha sido utilizada en el
ámbito educativo para interpretar las dificultades en los procesos de aprendizaje escolar y
las ideas previas resultantes del desarrollo más o menos espontáneo de los alumnos,
anterior su la participación en una situación de enseñanza. Sin embargo, gran parte de los
esfuerzos por transformar las ideas previas de los alumnos no han logrado su objetivo, por
no hacer referencia en sus estudios al contexto escolar, es decir, no examinaron las
interacciones entre el docente, el saber a enseñar y las ideas que se intentaba transformar.
Las consecuencias de los hallazgos de la psicología constructivista a la educación escolar
resultan algo paradójicas ya que, no han dado lugar a éxitos significativos en las prácticas
educativas.
No obstante, uno de los aportes centrales del programa de investigación de la psicología
constructivista piagetiana para el abordaje de los procesos de aprendizaje escolar reside en
su explicación de los mecanismos cognitivos que intervienen en la construcción del
conocimiento. En cualquier dominio de conocimiento las interacciones del sujeto y el objeto
dan lugar a la formación de instrumentos (teorías, sistemas de operaciones) que pueden ser
entendidos como estados de equilibro relativo en un proceso de equilibración.
36
La acción cognitiva del sujeto sobre el mundo encuentra resistencia por las características
específicas de cada objeto de conocimiento. Las regulaciones cognitivas son un
componente de la actividad del sujeto que se pone en marcha cuándo la repetición de una
acción es modificada por el resultado obtenido. Cuándo la resistencia del objeto se puede
calificar como perturbación, se pone en primer plano el carácter cíclico de las interacciones
con el mundo, dado que para asimilarlo será necesario modificar los sistemas de
pensamiento.
Con respecto al aprendizaje escolar es esencial poder considerar la mediación de los
sistemas semióticos culturales en dicho proceso. Por ejemplo, en el caso de la adquisición
de los conocimientos matemáticos en la escuela, los niños enfrentan un sistema de lenguaje
convencional, proveniente de una historia asociada con su uso social. En las situaciones
didácticas este lenguaje les es propuesto a los alumnos indirectamente en los procesos de
contextualización y re-contextualización.
La aplicación de algunos rasgos de la teoría de la equilibración al análisis de los procesos
de aprendizaje ha enriquecido su interpretación y potencialidad para el cambio en la
actividad educativa.
Cabe añadir los estudios recientes en la psicología del desarrollo y la psicología social, que
si bien no han estudiado la actividad de enseñanza y aprendizaje, pueden ubicarse en la
misma dirección en lo referido al modo en el que piensan los procesos de construcción del
conocimiento. Tales estudios consideran al sujeto cognoscente desde la perspectiva del
constructivismo situado, y plantean que es necesario abandonar la idea de un desarrollo
general y lineal del conocimiento, entendido como un proceso que marcha de manera
incesante hacia estados de mayor consistencia. Por el contrario, se postula una relación de
adecuación entre las distintas situaciones sociales y los modos de pensamiento, sin que
medie necesariamente una línea evolutiva entre ellos. Incluso, conocimientos
contradictorios pueden coexistir, sin que esto resulte contradictorio para los individuos o se
emprenda algún proceso cognitivo para ganar coherencia en sus sistemas de pensamiento.
Conclusión.
La contribución de la psicología del desarrollo heredera del constructivismo piagetiano al
aprendizaje escolar no se limita a la descripción de las habilidades y competencias
intelectuales de los alumnos. Más aún, se destacaron los intentos que se han realizado con
el objetivo de extender este programa de investigación al estudio de los procesos de
adquisición de los saberes disciplinares que se transmiten en contextos didácticos, yendo
más allá de la aplicación de los resultados de investigaciones psicológicas a las prácticas
educativas.
El sujeto epistémico de las investigaciones psicológicas deviene en un alumno que
construye activamente sus conocimientos sobre los objetos en el marco de las situaciones
didácticas donde se le ofrecen los saberes a enseñar, posibilitando el desarrollo de un
proceso artificial de conocimiento. Este último es comparable, aunque no reductible, al que
ocurre fuera de la escuela. Dicho de otro, es posible establecer una continuidad entre los
mecanismos cognitivos (equilibración, generalizaciones, etc.) que intervienen en la génesis
de conocimientos fuera de la escuela y la génesis artificial que se lleva a cabo en las aulas.
Algunos investigadores, han sugerido que dichos mecanismos pueden adquirir rasgos
específicos, cuándo se trata de las elaboraciones en situaciones didácticas.
37
Enfoques, conceptos y tendencias emergentes en psicología de la educación
Sucede, sin embargo, que la separación entre los procesos de desarrollo y los procesos de
aprendizaje no es en absoluto tan nítida como estas dos posturas dan a entender.
Ciertamente, los procesos de desarrollo tienen una dinámica interna y responden a unas
pautas hasta cierto punto universales (trabajos piagetianos). No obstante, desde la
perspectiva sociocultural (trabajos vigotskyanos) la forma e incluso la orientación que
toma esta dinámica interna es inseparable del contexto cultural en el que está inmersa la
persona en desarrollo y de la adquisición de unos saberes culturales específicos. Se perfila
de este modo un esquema explicativo de conjunto en el que los conceptos de cultura,
desarrollo y aprendizaje aparecen estrechamente relacionados, y en el que la educación en
general y la educación escolar en particular son las piezas esenciales para comprender la
naturaleza de estas relaciones. De acuerdo con este esquema, los grupos humanos
promueven el desarrollo personal de sus miembros haciéndoles participar en diferentes
tipos de actividades educativas y facilitándoles, a través de dicha participación, el acceso a
una parte de la experiencia colectiva culturalmente organizada, es decir, al conocimiento
cuya apropiación por parte de las nuevas generaciones es considerado relevante y
necesario en un momento histórico determinado.
38
propuestas curriculares, pedagógicas y didácticas de carácter general o relativas a
contenidos escolares específicos —matemáticas, lectura, escritura, física, geografía,
historia, etc.— se ha convertido en un procedimiento habitual entre los profesionales de la
educación. El constructivismo en sus diferentes versiones impregna la psicología de la
educación en la actualidad y es una de las referencias teóricas fundamentales.
39
Tradicionalmente, la psicología de la educación ha abordado el estudio de la enseñanza y el
aprendizaje como si fueran dos entidades separadas, dando lugar a dos líneas de trabajo
con escasas vinculaciones entre sí. Sin embargo, en los contextos educativos, y muy
especialmente en los escolares, los procesos de enseñar y aprender están indisolublemente
relacionados, de tal manera que «pocos negarán que el aprendizaje (o algún concepto
estrechamente relacionado con el aprendizaje) es el primer propósito de la educación y que
la enseñanza (bajo una u otra forma) es el principal medio mediante el cual se alcanza este
propósito». Es imposible llegar a comprender y explicar cómo aprenden los alumnos si no
se tiene en cuenta al mismo tiempo cómo plantean y gestionan la enseñanza los profesores.
E inversamente, es imposible entender y valorar la enseñanza y la actividad educativa e
instruccional de los profesores al margen de su incidencia sobre los procesos de
aprendizaje de los alumnos.
40
acción de aprender: “adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o la
experiencias” y “grabar algo en la memoria”. Estas definiciones orientan algunos de los
supuestos implícitos que subyacen en nuestra concepción cultural del aprendizaje: se trata
de adquirir o incorporar algo que no teníamos. Pero esta idea de aprendizaje, la que
manejamos día a día y damos por supuesta, no se corresponde mucho con el concepto que
surge de la investigación recién en el marco de la nueva ciencia del aprendizaje.
Nuestra creencias intuitivas, de sentido común sobre la caída de cuerpos chocan con las
teorías científicas sobre esos mismos temas, que han sido costosamente elaboradas a
través de la experimentación y constre de modelos y teorías. Si fuera por nuestras teorías
implícitas los aviones no volarian, los objetos más pesados caerían más rápido, etc. Nuestra
psicología intuitiva del aprendizaje es también en muchos de sus supuestos y creencias
contraria a lo que hice la ciencia en este domino.
Frente a las definiciones que acabo de destacar , la psicología del aprendizaje asume una
visión más compleja y diversa de lo que es aprender, que se aleja en varios supuestos de
esas creencias de sentido común. Se trata de un concepto complejo en que hay muchas
variantes, pero para esta exposición partire de que el aprendizaje es un cambio
relativamente permanente y transferible en los conocimientos, habilidades, actitudes,
emociones, etc, de una persona como consecuencia de sus prácticas sociales mediadas
por ciertos dispositivos culturales. Hay cierta similitud superficial con las definiciones
anteriores de sentido común, voy a intentar mostrar 6 rasgos en que esta idea científica
sobre el aprendizaje se diferencia de esas concepciones populares.
Aprender es cambiar
El 1er rasgo es que frente a la idea de aprendizaje como adquisición o incorporación a la
mente de un conocimiento que no estaba en ella, la ciencia del aprendizaje asume hoy en
día que aprender es cambiar lo que ya somos. Aún pervive la idea de que la mente es una
tabula rasa.
No se trata, de llenar la mente sino de cambiar lo que en ella ya está inscrito, aunque a
veces con tinta invisible, y para ello tan importante como los nuevos conocimientos que se
quieren enseñar es saber lo que está ya en la mente del aprendiz, sus conocimientos
previos. Las recientes teorías de aprendizaje diferencian entre 2 formas de aprender. Gran
parte de esos conocimientos previos, de lo que somos y sentimos, lo hemos adquirido sin
ser consciente de ello, como el perro de Pavlov. La psicología habla en este de un
aprendizaje implícito, que se produce sin conciencia, esfuerzo. Hay un segundo tipo de
aprendizaje esforzado, consciente, que solo se produce de modo liberado y con intención,
se llama aprendizaje explícito.Cuándo intentamos aprender una segunda lengua debemos
cambiar nuestros conocimientos previos implícitos sobre nuestra propia lengua, ya que la
segunda se aprende desde la primera, de modo que la lengua materna interfieren en el
aprendizaje de la fonética , qué se tiñe sus pronunciaciones características de su
gramática,
41
cambios logrados sean duraderos , resistente al olvido, que produzcan un cambio
relativamente permanente en la memoria, en las conductas, etcétera.
Podemos pensar, que aprender es combatir el olvido. Nuestra psicología intuitiva, se sentido
común, asume que la memoria es un registro fiel de lo que nos ha sucedido, que solemos
recordar las cosas tal como sucedieron y que el buen aprendizaje debe ser una copia
exacta de los materiales presentados. Pero la psicología cognitiva ha demostrado que
aprender requiere olvidar.
Aprender es ante todo cambiar olvidando todo lo que no resulta relevante. relevante la
memoria no es nunca fiel, no solo porque olvida sino sobre todo porque distorsiona lo que
recuerda en función de nuevas experiencias.
Según la psicología del aprendizaje, eso es lo que nos sucede cuando aprendemos, las
nuevas experiencias cambian nuestra mente, al tiempo que nuestra mente también altera el
contenido de lo que estamos aprendiendo.Comprender es traducir algo a las propias
palabras. Y ya se sabe que traducir es alterar, traicionar la literalidad de lo escrito.
..y transferible
Para que haya aprendizaje debe haber un cambio duradero. Pero tampoco eso basta para
lograr un buen aprendizaje, que requiere además que lo aprendido pueda ser transferido o
usado en situaciones nuevas distintas aquellas en la que se aprendió.
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Parte de estos rasgos del aprendizaje, tal como las entiende la ciencia del aprendizaje en
contraposición con nuestro sentido común, vienen a cumplir con las demandas de la nueva
cultura del aprendizaje señaladas en el capítulo anterior.
¿Pero superar esa selectividad conlleva un verdadero aprendizaje? Y tomamos los rasgos
antes enunciados es dudoso que en términos generales produzca un cambio duradero y
transferible en una diversidad de resultados, que ayude a dialogar con el conocimiento y
que conduzca a esa capacidad de apropiarse los sistemas culturales de repetición. Nuestra
memoria está diseñada para olvidar todos aquellos conocimientos que no necesitamos.Y
eso lo hemos hecho todos con los que estudiamos para ingresar en la universidad. Suele
tratarse de aprendizaje con escasa posibilidad de transferencia a nuevos contextos que no
se parezcan mucho al propio examen. Además la selectividad, se centra sobre todo en el
conocimiento verbal o simbólico, junto a aprendizajes procedimentales.
Pozo (2018). En busca de nuevas metas educativas. ¿Por qué los alumnos no quieren
aprender lo que les queremos enseñar? (pp. 2-7).
43
¿Por qué el problema de la desmotivación es cada vez más frecuente y más profundo? Sin
duda son muchos los factores, las dolencias que afectan a una escuela, en mi opinión, cada
vez más desorientada.
Pero en el caso de la falta de motivación de alumnos (y también de profesores), para
desbrozar alguna de esas causas, hay que comprender primero por qué la motivación es
tan importante ¿Por qué se necesitan motivos para aprender?
Todo aprendizaje relevante, que merezca tal nombre, requiere práctica, esfuerzo. Nada
importante se aprende a la primera, ni a la segunda. Aprender requiere afrontar ilusiones,
pero también ansiedades, frustraciones, desafíos. Porque aprender implica, en esencia,
cambiar, reconstruirse.
Por tanto, aprender, en un sentido verdadero, implica dedicar muchos recursos mocionales,
cognitivos, sociales y por qué no materiales (tiempo, dinero, etc.). Nos esforzamos a cambio
de algo. Ese algo son los motivos, o en la jerga de los psicólogos, las metas del
aprendizaje, aquello que queremos conseguir a cambio de ese esfuerzo: la autoestima de
sentirnos capaces de algo, el placer de dominar la guitarra, el control y la satisfacción
emocional que supone mejorar las relaciones con nuestros hijos, pero también, en el caso
de los alumnos, aprobar ese examen de matemáticas, entender por qué los días son más
cortos en invierno que en verano o conseguir ser admitido en un grupo de juegos en el
recreo.
44
Además, la propia escuela, como institución social para la transmisión cultural –no sólo de
saberes y conocimientos, sino de valores, formas de comportarse y de pensar– ha perdido
buena parte de su sentido,de sus metas, ante el empuje de otros dispositivos culturales,
que, en el marco de la actual sociedad de la información, llegan más fácilmente a niños y
adolescentes para trasmitir esos saberes, valores y conductas. Incluso los alumnos
realmente interesados en aprender encuentran a través de las tecnologías de la información
y la comunicación, espacios mucho más flexibles y adaptados a sus intereses que los que
ofrece la escuela, con sus contenidos con frecuencia trasnochados y sus currículos rígidos y
desconectados de la realidad social.
45
En los años sesenta, con la generalización del paradigma proceso-producto y el interés por
la incidencia de las variables contextuales del aula sobre la enseñanza y el aprendizaje, el
lenguaje de profesores y alumnos —sobre todo de los primeros— y sus intercambios
comunicativos empieza a emerger como un foco prioritario de indagación. Esta tendencia se
ve reforzada por la irrupción de los enfoques cognitivos y cognitivo-constructivistas que, al
menos en algunas de sus versiones, atribuyen un papel destacado a los intercambios
comunicativos y a los aspectos conversacionales del aula como uno de los elementos
susceptibles de activar los procesos psicológicos encubiertos responsables del aprendizaje
escolar.Una síntesis de los resultados de estas investigaciones es presentada por Green
(1983) a modo de estado de la cuestión de un campo de estudio emergente, el de la
enseñanza como proceso lingüístico, que esta autora caracteriza en los términos siguientes:
La dinámica de los procesos de enseñanza y aprendizaje:
La revisión de Green de 1983 marca un hito importante en el estudio del discurso en el aula,
ya que supone un esfuerzo por buscar coincidencias y puntos de encuentro en los
planteamientos y en los resultados de investigaciones y trabajos realizados desde
aproximaciones disciplinares y enfoques teóricos y metodológicos muy distintos entre sí, al
tiempo que proporciona una visión de conjunto de los avances realizados hasta ese
momento. Una serie de conceptos, principios e ideas clave, agrupados en seis categorías
generales, constituyen, a juicio de Green, el armazón teórico compartido de esta nueva
disciplina emergente. Estos elementos pueden enunciarse brevemente como sigue:
— La interacción cara a cara que tiene lugar en el aula es un proceso gobernado por reglas:
Los intercambios comunicativos y las conversaciones entre profesores y alumnos siguen
unos patrones determinados, unas pautas recurrentes (por ejemplo, en el establecimiento
de turnos de palabra, en el establecimiento de un intercambio, en su finalización, en la
forma de acceder a una conversación en marcha, etc.)
— Las actividades que despliegan profesores y alumnos en el aula, así como las
interacciones que establecen en el transcurso de las mismas, son en buena medida el
resultado de un proceso de construcción o co-construcción entre los participantes.
46
— La comprensión y construcción de significados sobre los contenidos escolares comporta
la puesta en marcha de procesos cognitivos de naturaleza inferencial.
— Las aulas son entornos comunicativos con unas características propias.: Las reglas que
gobiernan la interacción y la comunicación entre profesores y alumnos y entre alumnos, las
exigencias y obligaciones que las estructuras de participación imponen a unos y otros, su
ubicación a medio camino entre los entornos ritualizados y predecibles y los entornos
totalmente abiertos e impredecibles, las características de los marcos de referencia que
permiten interpretar y negociar significados a partir de una multiplicidad de informaciones,
son, entre otros muchos, algunos rasgos que permiten diferenciar las aulas de otros
entornos comunicativos.
Son probablemente los trabajos de Sinclair y Coulthard (1975) los que más han contribuido
a llamar la atención sobre los rasgos distintivos del discurso educacional. A partir del
análisis de las producciones verbales de profesores y alumnos en un conjunto de aulas,
estos autores llegan a la conclusión de que la organización de las actividades escolares
está estrechamente relacionada con una estructuración del discurso de naturaleza
jerárquica —formada por una serie de niveles sucesivos encajados: las «lecciones», las
47
«transacciones», los «intercambios», los «movimientos» y los «actos»—, cuyo elemento
básico es la estructura de intercambio. Esta estructura, que caracteriza buena parte de los
intercambios comunicativos que tienen lugar en las situaciones formales y escolares de
enseñanza y aprendizaje, está formada por tres movimientos: el profesor inicia (I) el
intercambio, lo cual provoca una respuesta (R) por parte del alumno, a la que sigue una
retroalimentación o feedback (F) del profesor. Esta estructura básica, que aparece con
profusión en los registros de todas las clases observadas, constituye para los autores la
unidad mínima de análisis de la interacción y del discurso en el aula. Una tercera
aproximación a las características del discurso en el aula sobre la que conviene llamar la
atención es la realizada por Edwards y Mercer (1987), desde una perspectiva teórica
sensiblemente distinta a las anteriores, mediante el concepto de reglas básicas del discurso
educacional. Para estos autores, el aula es una situación comunicativa y el habla de
profesores y alumnos tiene muchos rasgos en común con el habla de los participantes en
otros tipos de situaciones comunicativas, aunque presenta también unos rasgos propios.
Para participar en los intercambios comunicativos, profesores y alumnos deben respetar,
compartir y aplicar una serie de reglas «pragmáticas» que aseguren la fluidez de la
conversación y que, en principio, son idénticas a las que respetan, aceptan y practican, casi
siempre de forma implícita, los participantes en las conversaciones que tienen lugar en otros
contextos sociales e institucionales.
Según Edwards y Mercer, lo que sucede es que, al principio de cooperación y las máximas
de conversación enunciadas por Grice, vienen a sumarse, en el caso del aula, una serie de
reglas específicas de este contexto.
Son, en expresión de los autores, las reglas básicas del discurso educacional, cuya
importancia reside en que:
a) son reglas de interpretación, que los participantes deben compartir y aplicar para poder
tomar parte en los intercambios conversacionales;
b) son implícitas más que explícitas, lo que significa que los participantes no son
necesariamente conscientes de que las están aplicando y compartiendo;
c) no son fijas e inmutables, sino que se construyen y evolucionan con las aportaciones de
los participantes;
d) están moduladas o influidas por diversos factores como la naturaleza de los contenidos,
las características de las tareas, la filosofía educativa y el pensamiento pedagógico de los
profesores, etc.;
e) son altamente sensibles a las tradiciones y exigencias disciplinares—diferentes
disciplinas como, por ejemplo, las matemáticas, las ciencias fisiconaturales, las ciencias
sociales, tienen sus propias reglas—;
f) forman parte de un conjunto de reglas de interpretación más amplias que constituyen la
«base de una participación lograda en el discurso educacional» y que son tanto de orden
lingüístico-pragmático (rigen los intercambios comunicativos), como de orden social (regulan
quién, cómo y cuando puede intervenir) e incluso académico (establecen cómo abordar los
contenidos).
48
intercambios comunicativos, en un proceso de construcción o co-construcción de
significados compartidos sobre los contenidos escolares.
49
segundas es « (...) difuminar la asimetría que se genera entre los docentes y los alumnos,
reduciendo la distancia social que separa a los participantes (...) y regulando la interacción
para fomentar la cooperación y el acuerdo entre los participantes.»
Los esfuerzos actuales por analizar y comprender las relaciones entre, por una parte, el
lenguaje que utilizan los alumnos mientras trabajan en pequeños grupos, y por otra, los
procesos y resultados de aprendizaje vinculados a este tipo de situaciones tienen uno de
sus antecedentes más destacados en los trabajos realizados por Barnes. A este autor
debemos la primera descripción de dos posibles usos del lenguaje en la interacción entre
alumnos con implicaciones radicalmente distintas desde el punto de vista del aprendizaje: el
habla de presentación —o de redacción final, en el caso de la escritura— y el habla
exploratoria.
En el habla de presentación, los alumnos utilizan el lenguaje para aportar sus puntos de
vista sobre el contenido o la tarea que les ocupa, de modo que las aportaciones se van
sucediendo y acumulando sin proceder en ningún momento a cotejarlas, confrontarlas o
revisarlas; el lenguaje se utiliza en este caso exclusivamente como un instrumento de
comunicación, pero no como un instrumento de aprendizaje. En el habla exploratoria, en
cambio, el lenguaje se utiliza para pensar en voz alta, hablar sobre los conocimientos
propios y ajenos, reflexionar sobre ellos y eventualmente re interpretarlos. El habla
exploratoria aparece a menudo marcada por titubeos, dudas, frases incompletas,
repeticiones y pausas, y es rica en expresiones hipotéticas del tipo «podría ser que ...»,
«deberíamos tal vez pensar en ...»,«es probable que ...», «podríamos considerar la
posibilidad de ...», etc. Desde el punto de vista de la función comunicativa del lenguaje, el
habla exploratoria presenta carencias y limitaciones, pero desde el punto de vista del
aprendizaje es el tipo de habla que, en expresión de Barnes, permite a los
participantes «aprender hablando».
Los análisis de Barnes muestran con claridad que, si bien el habla entre alumnos puede ser
una fuente poderosa de mecanismos de influencia educativa para promover la construcción
del conocimiento en el aula, no todas las formas de habla que aparecen en situaciones
cooperativas o colaborativas tienen el mismo valor educativo e instruccional.
Mercer ha enunciado las características del habla que favorecen especialmente la
comprensión de los contenidos y tareas ,así como las condiciones que favorecen y
promueven su aparición en la interacción entre alumnos. Según este autor se trata de
formas de conversación en las que los participantes utilizan el lenguaje para:
a) presentar, compartir y cotejar sus ideas y puntos de vista de una forma clara y explícita;
50
2. Debe responder, asimismo, a una forma de organización social de tipo cooperativo, y no
individualista o competitivo.
3. Los participantes deben compartir los propósitos y objetivos de la actividad que están
llevando a cabo.
4. Los participantes deben compartir y aplicar las «reglas básicas» del discurso educacional
que permiten el intercambio y la exploración libre y conjunta de las ideas (principios de
claridad, de justificación, de crítica constructiva, de buena disposición para las aportaciones
bien argumentadas, etc.).
Vemos pues que el habla exploratoria es también, para Mercer, la que favorece en mayor
medida la comprensión y la construcción del conocimiento en el aula, y en consecuencia la
que los profesores deberían promover y facilitar con sus intervenciones. No es, sin
embargo, el único tipo de habla que aparece en los registros de las conversaciones
analizadas por Mercer. Junto a ella, el autor identifica y describe otros dos tipos de habla, la
de discusión y la acumulativa, que constituyen otras tantas «formas sociales del
pensamiento», o lo que es lo mismo, otras tantas formas de «conversar y pensar», que
aparecen a menudo en la interacción entre alumnos y cuya incidencia sobre los procesos y
resultados del aprendizaje escolar difiere significativamente del habla exploratoria.
51
En ambos casos, por lo demás, el discurso —es decir, el uso que los participantes hacen
del lenguaje— es el instrumento por excelencia a través del cual se ejerce la influencia
educativa y los participantes pueden ajustar las ayudas —más bien asimétricas, en el caso
de la interacción y de los intercambios comunicativos entre el profesor y los alumnos; casi
siempre más simétricas y bidireccionales, en el caso de la interacción y de los intercambios
comunicativos entre alumnos— que unos y otros necesitan para seguir avanzando en la
construcción conjunta de significados compartidos.
52
En un texto no aparecen todos los elementos necesarios para su comprensión, de este
modo es necesario reponer información no presente, es decir acudir a la realización de
inferencias. Las cuales constituyen un proceso interpretativo que consiste en poner en
relación un enunciado explícito con otro omitido y construir un nuevo enunciado. Las
inferencias son importantes porque nos permiten conocer más allá de lo explícito y facilitan
la transmisión de un modo económico y atractivo, permite que lo implícito se torne explícito,
poniéndose en juego habilidades lingüísticas que posea el lector.
53
porque lo dicho por el docente puede llevar a los estudiantes a razonar e indagar sobre los
acontecimientos que aparecen.
En la enseñanza de la comprensión lectora se pueden diferenciar dos aproximaciones: la
primera está basada en la enseñanza directa de estrategias de comprensión lectora, el
docente les dice estrategias para utilizar y la segunda, de tipo dialógica, centrándose en la
construcción conjunta del significado y de la representación coherente del texto a partir de la
interacción lingüística en clase.
Retomando como se titula el apartado, podemos decir que los docentes ayudan a los
alumnos a comprender, cuando leen y conversan sobre lo leído en clase. La lectura
conjunta permite que los niños puedan aprender leyendo con otros lo que posibilita un éxito
que difícilmente se produciría en el trabajo individual.
Donato, Kurlat, Padín y Rusler (2014). Cap. 2. Estado de la cuestión y marco teórico (pp.
12-18; 22-32).
Tanto la declaración universal de los derechos humanos (ONU 1948) como la declaración
de los derechos del niño (ONU 1959) y la convención sobre los derechos del niño (ONU
1989) hacen referencia a la igualdad de todos los hombres en cuanto a sus derechos sin
distinciones de ningún tipo y el derecho de todos los niños de tener acceso a la educación.
Varios tratados de índole internacional y regional fueron relevantes para permitir una
educación inclusiva.
Las declaraciones de Jomtien, Salamanca y el marco de acción de Dakar aportaron las
bases conceptuales que dieron sustento a las nuevas ideas que impulsaron nuevas
prácticas: la integración escolar en sus múltiples configuraciones:
- La declaración mundial sobre educación para todos de Jomtien y su marco de
acción proclamó la necesidad de promocionar oportunidades básicas de aprendizaje
para todos los seres humanos.
- La declaración y marco de acción de Salamanca se centró en el principio de
integración de las personas que presentan necesidades educativas especiales.
- El marco de acción de Dakar declaró la necesidad de una educación básica que
repercutiera favorablemente en la calidad de vida individual y en la transformación
de la sociedad para todos en su condición de seres humanos.
En 2007 se aprueba la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad,
que es ratificada por Argentina en 2008 mediante la ley n° 26.378. La convención es una
norma universal y se constituye como tratado de derechos humanos el cual tiene como
objetivo asegurar que se garanticen los derechos de todas las personas con discapacidad.
Esta convención presenta un cambio cualitativo en la medida que define a la discapacidad a
partir de la interacción entre las condiciones individuales y las barreras de su entorno,
además reconoce el derecho a la educación de las personas con discapacidad y expresa la
necesidad de establecer una educación inclusiva a la que define como una adecuación de
los sistemas educativos para brindar educación para todos. De esta manera, las personas
con discapacidad no son quienes deben adaptarse sino que la escuela debe reorganizarse
54
para brindar enseñanza a todos.
La convención sobre los derechos del niño, los reconoce como sujetos de derecho y
establece que aquellos niños/ adolescentes que tengan discapacidad deben tener acceso
efectivo a la educación, permitiéndoles autonomía y participación.
También en la constitución nacional argentina (1994) se explicita que las personas con
discapacidad deben tener igualdad de oportunidades (Cap 4, art 75, inc 23).
La ley de educación n° 26.206 fue sancionada en el 2006, garantizando el derecho a la
educación a personas con discapacidad en todos los niveles y modalidades. Esta ley define
la educación especial como transversal a todo sistema educativo, como un lineamiento de
política educativa que ha ido sufriendo modificaciones muy significativas sobre todo en la
última década.
En el acuerdo marco para la educación especial (MEN 1998) ésta se definía como un
conjunto de servicios, técnicas, estrategias, conocimientos y recursos pedagógicos
destinados a asegurar un proceso educativo integral, flexible y dinámico a personas con
necesidades educativas especiales.
El ministerio de educación de la nación argentina va a reunir las definiciones elaboradas a
partir de los encuentros regionales y nacionales realizados por la modalidad especial, en la
cual proponen que la inclusión implica una transformación del sistema educativo para que
todos los niños y adolescentes aprendan juntos y desde una perspectiva transversal,
promoviendo el desarrollo de trayectorias educativas integrales de personas con
discapacidad.
La resolución del consejo federal de educación n° 155 (2011), establece que la educación
especial es la modalidad del sistema educativo destinada a asegurar el derecho a la
educación de las personas con discapacidades temporales o permanentes en todos los
niveles y modalidades del sistema educativo.
55
contradicciones con las ideas sobre educación inclusiva, porque se puede correr el riesgo
de centrarse en las dificultades de los alumnos etiquetados y no en todos los alumnos,
también esta cuestión de etiquetar puede generar expectativas bajas en relación a sus
posibilidades y también se refuerza en los docentes la creencia que la educación del
alumno con necesidades educativas especiales es responsabilidad de especialistas.
El término barreras para el aprendizaje y la participación se adopta en el lugar de
necesidades educativas especiales para hacer referencia a las dificultades que experimenta
cualquier alumno en relación al aprendizaje. Tales barreras surgen de la interacción de los
alumnos con su contexto, afectando así sus vidas impidiendo o limitando la participación en
la escuela.
Las barreras son mayormente culturales y se manifiestan en aspectos normativos, legales,
arquitectónicos, de acceso a bienes culturales por falta de apoyos (audiovisuales o
lenguajes alternativos por ej). Para que la sociedad y las escuelas sean inclusivas es
necesario la identificación y eliminación de obstáculos y barreras de acceso.
En el documento producido por Escola Da Gente (2012) se plantean 6 dimensiones de
accesibilidad: accesibilidad actitudinal (estar libre de preconceptos, estigmas), accesibilidad
comunicacional (que se da sin barreras en la comunicación interpersonal, escrita y digital),
accesibilidad instrumenta (no tiene que haber barreras en los instrumentos de aprendizaje),
accesibilidad metodológica (accesibilidad a los métodos de estudio, profesionales, de
participación), accesibilidad pragmática (barreras que resultan de políticas públicas en
general y estatutos y normas institucionales en particular) y por último la accesibilidad
tecnológica (no es una forma de accesibilidad específica, debe ser transversal a todas las
demás).
Al nombrar discapacidad y accesibilidad también debemos nombrar el concepto de ayudas
técnicas o productos de apoyo (nueva denominación), que refiere a cualquier producto
fabricado especialmente o disponible en el mercado para prevenir, compensar, controlar,
mitigar o neutralizar las limitaciones para posibilitar la realización de cualquier actividad de
la vida cotidiana.
56
se entiende como: un proceso, que implica una búsqueda permanente de la mejor manera
de responder a las diferencias, una posibilidad para identificar y remover barreras al
aprendizaje y participación y una transformación estructural de las instituciones educativas.
Desde esta perspectiva, la preocupación se centra en el contexto educativo y en cómo
mejorar las condiciones de enseñanza y aprendizaje para que los alumnos tengan una
educación de calidad, la cual es entendida como un concepto multidimensional que abarca
múltiples factores que lo determinan.
Introducción
57
Cuando se popularizó el concepto de discapacidad, las Naciones Unidas estableciendo el
decenio de las naciones unidas para los impedidos, en la cual desarrollaron una estrategia
internacional denominada “Hacia una sociedad para todos”, con el objetivo de fomentar la
inclusión social de las personas con discapacidad. En conjunto con las naciones unidas, la
organización internacional del trabajo, incluyó la discapacidad adoptando la defensa de un
tratamiento igualitario para trabajadores con discapacidad integrándolos en el mercado
laboral. Todas estas iniciativas, acciones, programas, planes y estrategias llevadas
a cabo por organizaciones internacionales han facilitado y fomentado el discurso sobre
discapacidad, dando lugar a nuevos modelos teóricos que tienen por objeto, no sólo la
definición del concepto, sino la mejora de políticas inclusivas que hagan definitiva la
integración de las personas con discapacidad en todos
los niveles de la vida social.
La discapacidad puede ser explicada de modo distinto dependiendo de factores tales como
el país de origen, el género, la edad, las ideologías políticas o creencias religiosas, o la
situación socio-económica.
Al pensar en discapacidad nos vienen a la cabeza palabras como ‘incapacidad’, ‘desventaja’
o ‘deficiencia’. Pensamos en un ‘impedimento’ que restringe para la realización de
actividades ‘normales’. Pensamos en algo que ‘imposibilita’. Desde un punto de vista
económico, la discapacidad es asociada a cierto estatus ligado a algún tipo de restricción
social o privación material. .
Modelos individualistas
58
defecto causado por un fallo moral o un pecado, por lo que la discapacidad se relaciona con
sentimientos de vergüenza. Toda la familia pasa vergüenza porque uno de sus miembros
tiene una discapacidad, de modo que las familias se ven forzadas a ocultar a la persona con
discapacidad, apartándola de la escuela y excluyéndola de cualquier posibilidad de
desempeñar un papel activo en la sociedad, siendo la propia persona con discapacidad
responsable de su discapacidad. Para las personas con discapacidad este modelo es
particularmente opresivo, generando ostracismo social y autodesprecio.
Este enfoque coincide con el marco teórico del modelo médico, rehabilitador o individual, el
cual ha mantenido la idea de que, con las personas con discapacidad había que ser
condescendientes, bendecirlas, dejarlas morir por su enfermedad,institucionalizarlas,
curarlas o rehabilitarlas.
59
Modelo social
1) Modelo social británico
60
A pesar de las críticas a las deficiencias metodológicas y teóricas de los modelos social y
minoritario, recientemente han resurgido argumentos que los actualizan al incluir derechos
humanos y legislativos. Los modelos social y minoritario han proporcionado la base para la
elaboración de CIF (OMS, 2001), y han sido incorporados en la Convención sobre
Discapacidad de las Naciones Unidas (UN, 2007).
61
Derechos Humanos son más que simples leyes antidiscriminatorias. Mientras el modelo
social se centraba en las políticas antidiscriminatorias y en las reformas de los derechos
civiles, el modelo de derechos humanos incluye además los derechos económicos, sociales
y culturales. 3. El impedimento debe ser reconocido como una variación humana. 4. Debe
reconocerse la discriminación múltiple y los diferentes
estratos de la diversidad. 5. Las políticas de prevención deben ser sensibles a los derechos
humanos. 6. Pobreza y discapacidad están interrelacionadas, pero el modelo de derechos
humanos puede guiar el cambio.
Como beneficios de este modelo teórico, podemos destacar el hecho de que la Convención
subraye la necesidad de tomar medidas para cambiar actitudes y comportamientos que
estigmatizan y marginalizan a las personas con discapacidad. Al subrayar la dignidad como
característica inherente al ser humano y el impedimento como parte de la diversidad
humana, el modelo de derechos humanos propone ajustar leyes y programas para superar
barreras y garantizar el ejercicio de los derechos civiles, culturales, económicos y
sociales de las personas con discapacidad.
6) Modelo cultural
62
El modelo de diversidad funcional se basa en el modelo minoritario norteamericano, pues
entiende la discapacidad como parte de la diversidad humana, diversidad que es entendida
como fuente de riqueza y propone desterrar el concepto de ‘capacidad’.
El modelo de diversidad funcional propone que el eje teórico de la capacidad sea sustituido
por el de la dignidad. Al igual que el modelo de derechos humanos, el modelo de diversidad
funcional garantiza la dignidad humana.
Uno de los aciertos del modelo de diversidad funcional es que la propuesta de la
nomenclatura parte del propio colectivo de personas con discapacidad y no de círculos
académicos, teóricos o políticos. Este colectivo decide una nomenclatura positiva
‘diversidad funcional’ para definir a un grupo de personas que es como el resto, no carece
de capacidades, sino que funciona de una manera que no es la habitual.
Conclusión
63
acoso entre estudiantes, factores de riesgo, tipologías relativas a formas de maltrato entre
estudiantes, perfiles, presencia por género, por antecedentes de diverso tipo, entre otros.
Otros trabajos retoman el sentido de convivencia como una visión colectiva que permite
enfatizar el reconocimiento del otro, la toma de perspectiva, así como la empatía y la
cooperación.
Se estudia como la alternativa para abordar tanto los problemas de violencia, como los de
exclusión en la escuela. Es decir, la convivencia se centra en atender tanto las distintas
manifestaciones de violencia directa como las raíces de las que se nutre.
64
La convivencia desplaza la discusión del plano ideológico implicado en las distintas
corrientes teóricas hacia una perspectiva colectiva y no individual, basada en valores
practicados y trayendo a la discusión, además, las dinámicas institucionalizadas como
objeto de revisión. Esto permite trascender la mirada sobre los sujetos como individuos
aislados, sus desempeños y sus déficits personales, en favor de una visión comprehensiva
sobre la vida escolar y el orden moral que promueve.
Las autoras enmarcan dichos abordajes en dos de los cuatro pilares del informe Delors:
aprender a ser y aprender a vivir juntos a partir de lo cual proponen un modelo educativo
65
para la “Convivencia Democrática y Cultura de Paz,” que vaya más allá del enfoque
centrado en la prevención de la violencia.
Recuperan tres dimensiones analíticas de la convivencia, las cuales pueden cumplir tanto
con fines diagnósticos como programáticos:
Ø Chávez propone una delimitación del concepto de convivencia desde una perspectiva
de derechos humanos y la enmarca en los mismos dos pilares de la educación que
destacan Hirmas y Carranza: aprender a ser y aprender a vivir juntos.
No presenta un modelo para analizar la convivencia escolar, sino que sitúa a la figura de la
autoridad como el eje del cual se desprenden las oportunidades para construir una relación
66
pedagógica no autoritaria, que promueva la resolución no violenta de conflictos y la
autonomía moral.
Desde este enfoque se prioriza una serie de principios: el buen trato, el respeto a la
diversidad, la igualdad de derechos, la equidad, la justicia, la convivencia solidaria y el
desarrollo de capacidades para la resolución no violenta de conflictos.
Retoma el modelo tridimensional de la justicia social de Fraser que contempla los siguientes
elementos:
(c) representación: esta dimensión política de la justicia social consiste en las oportunidades
que los individuos y grupos tienen para expresar sus propias voces y perspectivas.
De manera explícita o implícita, se alude a los pilares de la educación del siglo XXI
especialmente al de “aprender a vivir juntos” y en menor medida al de “aprender a ser”,
como referentes indispensables para desarrollar un concepto de convivencia.
Llama la atención que los otros dos pilares: “aprender a conocer” y “aprender a hacer” no
sean mencionados cuando se habla de convivencia escolar, siendo que la adquisición de
conocimientos y el desarrollo de competencias son dos de los principales objetivos de la
escuela.
67
Este sesgo puede explicar el por qué el análisis de las interacciones académicas ha tendido
a permanecer fuera del concepto de convivencia, asunto que Carbajal destaca en su
trabajo.
Tomando en cuenta:
68
Dimensión I: El ámbito pedagógico-curricular remite a las prácticas docentes tanto en su
manejo de aspectos didácticos como organizativos y relacionales, relativos a la planeación,
desarrollo curricular y prácticas de enseñanza orientadas a propiciar la construcción de
aprendizajes - tanto de orden disciplinar como formativos para la vida- por parte de los
estudiantes.
Kaplan y Arevalos (2021). Las emociones a flor de piel. Educar para la sensibilidad hacia
los demás (pp. 9-29).
Este breve ensayo aborda la educación de la sensibilidad hacia los demás; es decir, trata de
delinear la pregunta acerca de cómo la escuela puede promover vínculos de cooperación y
solidaridad para contrarrestar formas de desubjetivación propias de los tiempos que nos
toca vivir; donde las desigualdades de género, étnicas y de clase constituyen uno de los
mayores obstáculos en la construcción del (auto)respeto y de la (auto)estima social.
Ni los sentimientos pueden ser abordados sin tener en cuenta la dimensión estructural
material de lo social, ni esta última puede ser interpretada si no se pone en juego la
producción de intersubjetividad. Orden social y orden emotivo remiten a una organización
dialéctica tensionada por las lógicas relacionales del poder.
En las sociedades del capitalismo salvaje, donde prevalecen las relaciones sociales
efímeras, la falta de compromiso y estabilidad, la cooperación es más una excepción que la
69
regla. En virtud de esta constatación, resulta preciso reflexionar acerca de cómo construir
“la sensibilidad para con los demás”, como contrapeso ante la fragilidad de los vínculos
humanos. Esta necesidad, a nuestro entender, es un imperativo ético-pedagógico para
quienes adscribimos explícitamente a una educación de matriz crítica que permita
comprender e intervenir sobre los mecanismos sociosubjetivos de la desigualdad y la
injusticia.
Gran parte de la tarea que le toca a la escuela consiste en ampliar las oportunidades para
construir respeto, reconocimiento y cuidado de sí y hacia el otro. Ello equivale a sostener
que el orden escolar colabora en la producción de ciertas tramas y prácticas de afectividad.
La dificultad de poder construir el propio valor en la trama escolar, que se evidencia en la
sensación de no sentirnos queridos y queridas o respetados y respeta- das por los demás,
está en la base del sufrimiento que atraviesa a la condición estudiantil.
Es preciso advertir con fuerza que los individuos y grupos van construyendo una
autoimagen a partir de la mirada que los otros habilitan. De hecho, en la vida social y en la
vida escolar, si ese otro es tipificado como extraño, distante frente a ciertos estereotipos de
normalidad, suele estar estigmatizado y subalternizado, es decir, percibido y tratado como
de una naturaleza inferior. “Me hacen sentir menos”, “me rebajan con la mirada”, se suele
escuchar en las conversaciones escolares.
70
A partir de los supuestos elaborados por Kaplan como la noción de que la emoción no es
trasparente, la necesidad de observar al afecto como situado, Etc; estamos en condiciones
de afirmar que las emociones (en plural) están situadas y no son entidades que puedan
aislarse de los procesos de intersubjetividad ni de las condiciones de época ni de las
transformaciones estatales y de las costumbres. Incluso, un sentimiento individual (“me
siento”) necesita ser abordado en la construcción simbólica más general propia de la
producción del lazo social. La mirada social, la mirada del otro, es constitutiva de la
identidad individual y colectiva.
No es posible analizar a la emotividad por fuera de la cultura, más allá de que es importante
asumir que existe una relación dialéctica entre los procesos biológicos y los procesos
sociales. El orden sociopsíquico se amarra en la materialidad del mundo. Es decir, la
emotividad tiene un sustrato biológico y corporal que se significa en procesos
socioculturales e históricos.
Las emociones no residen ni en los sujetos ni en los objetos, sino que se construyen en las
tramas vinculares. El orden emotivo tiene lugar precisamente en las intersecciones del yo y
el nosotros.
Es una emoción que resulta significativa para pensar la cuestión de la producción del lazo
social en la sociodinámica de la experiencia escolar.
Siendo la trama escolar de naturaleza afectiva resulta preciso inscribir el trabajo pedagógico
a partir de las transformaciones actuales en las biografías escolares, específicamente en
tiempos de pandemia.
A fines del 2020, desde nuestro equipo de investigación, llevamos a cabo un estudio
experiencias emocionales de las y los jóvenes a partir de la aplicación de una encuesta a
2206 estudiantes de escuelas secundarias de la provincia de Buenos Aires. Los resultados
permitieron visibilizar las vivencias subjetivas en torno a la modalidad de escolarización no
presencial, donde los sentimientos de pérdida, miedo, soledad, vergüenza y tristeza
ocuparon un lugar preeminente.
El abordaje de las emociones en la trama escolar significa habilitar espacios para elaborar
las vivencias sociosubjetivas del dolor social ayudando a identificar y reconocer los propios
sentimientos y los de los semejantes, contemplando el hecho de que el otro está
atravesando una experiencia análoga a la de uno mismo.
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Nos afirmamos en la convicción ética pedagógica que, aun en las sociedades del
capitalismo salvaje, es posible generar desde la escuela la oportunidad de vivir juntos bajo
las formas de confianza, cuidado, y reconocimientos mutuos.
RESUMEN:
Este artículo pretende analizar el fenómeno del denominado Bullying en el contexto de los
discursos producidos en la investigación científica, en los sistemas educativos y en los
medios de comunicación y en las redes sociales.
En primer lugar, se explican los orígenes del concepto en el marco de la investigación
psiquiátrica escandinava para luego comprender las diferencias existentes entre el concepto
original y los usos que habitualmente se le dan a la palabra Bullying. Seguidamente, se
explica la diferencia cuantitativa entre el bullying “de la ciencia” como fenómeno restringido
a pocos y muy específicos casos patológicos y el bullying de las escuelas altamente
masificado y difundido por diversas vías. En segundo lugar se intenta comprender cuál es
la naturaleza de este nuevo fenómeno, construyendo un modelo teórico en el cual el
concepto de bullying viene a sustituir, en la actualidad del discurso pedagógico, al concepto
tradicional de indisciplina escolar. Finalmente, el estudio concluye ubicando al bullying como
un concepto de fuerte carácter performativo que da cuenta de la dilución de la autoridad
adulta en las instituciones escolares y la consecuente emergencia de nuevas prácticas
discursivas que proveen nuevas categorías para abordar los conflictos, sin recurrir a la
asimetría propia de la vieja autoridad docente.
¿Quien no sabe que es el bullying? Tanto docentes como padres, alumnos, políticos y
periodistas han incorporado este nuevo concepto en su diccionario pedagógico básico
acerca de las explicaciones sobre la vida cotidiana de los chicos, los adolescentes y de las
escuelas.
A Través de los distintos medios de comunicación, es posible ver como se muestran de
manera periódica los casos con más resonancias que en internet especialmente en redes
sociales, sus significados son reproducidos de manera viral. Al probar buscar el término en
el buscador de la red social Twitter, se podrá comprobar que la palabra es mencionada una
centena y hasta miles de veces por hora en todos los países del mundo.
¿Qué significa bullying específicamente? Según los medios de comunicación se trata de
situaciones identificadas como de “abuso”, “acoso” o “intimidación” que se dan en el ámbito
escolar especialmente, aunque no exclusivamente entre los mismos estudiantes debido a
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que algunos serán los objetos del acoso, quienes serán denigrados por parte de sus
colegas acosadores.
A partir de lo hallado en las investigaciones psiquiátricas originales , cuyo estudio pionero
fue el Olweus (1991), así como en muchos estudios desplegados a lo largo de los últimos
veinte años, los resultados demuestran que el bullying es un tipo de síntoma muy focalizado
en cuatro categorías rigurosamente establecidas y con una existencia más bien limitada a
una población escolar muy minoritaria.
A partir de los datos obtenidos en un estudio ilustrativo de Beaty y Alexeyev en países
escandinavos, las conclusiones demuestran que las poblaciones involucradas en casos de
bullying son muy bajos. Estos datos sorprenden por su pequeño alcance y contrastan
respecto al “auge” del concepto de bullying en los medios de comunicación y en las redes
sociales. Para resaltar esta divergencia también se podría tomar como referencia que en los
Estados Unidos por ejemplo, el 70 % de la población escolar cree haber estado envuelta en
un caso de bullying.
Esta divergencia en lo resultados obtenidos debido a los pocos casos de bullying hallados
tiene que ver con que lo que la investigación científica o académica en el campo psiquiátrico
o psicosocial denomina bullying, poco o nada tiene que ver con la denominación difundida
en el sistema educativo a través de los medios, ya que este concepto parece más ligado a
situaciones de la vida cotidiana y no parece constituir un caso de bullying.
Es necesario distinguir al bullying de la investigación en psicología social y de la psiquiatría ,
el que abrió paso al bullying que procesa la tv, la web incluyendo el bullying resignificado en
las escuelas, donde cualquier forma de violencia sobre estudiantes tiende a ser rotulado
como bullying. Asi tambien se incluyen como tal conductas referidas al “racismo”,
“clasismo”, “antisemitismo”, “sexismo”, discriminacion a personas con discapacidad, etc.
A través del estudio de Vaillancourt (2008) los autores se preguntan si los investigadores y
los chicos se refieren a lo mismo cuando hablan de bullying. Los datos obtenidos
demostraron que las definiciones varían notoriamente con la edad de los alumnos. Asi como
tambien se puedo dar cuenta que a los chicos a los que se les proveía de una definición de
bullying, tendian una tendencia a encontrar en sus entornos más casos de bullying que los
chicos a los que no se les proveía de tal definición.
¿Existe el bullying?
Ante la gran cantidad de evidencias entre las diferencias entre el diagnóstico de una parte
de la comunidad científica y el diagnóstico construido por parte de la opinión pública, así
como de los propios actores del bullying, se hace la pregunta sobre su existencia. A los
fines de poder dar cuenta si no se trata solo de una redenominación con un término
específico en inglés, referido a las prácticas escolares que tradicionalmente fueron
condenadas como “indisciplina escolar”. La investigación psicológica y psiquiátrica han
caracterizado un síntoma determinado y específico focalizado en ciertos tipos de agresiones
entre estudiantes.El bullying es objeto de estudio científico y posiblemente puede presentar
controversias epistemológicas y teóricas que interpretan la evidencia obtenida. Es posible
advertir ciertos sesgos ideológicos en algunas de las caracterizaciones académicas del
bullying. Más allá de las controversias teóricas que pueda presentar el término, el bullying
se identifica con situaciones muy acotadas, muy específicas y de abordaje clínico alejado a
la comprensión del lego en la materia.
Es evidente un uso más fuerte del término bullying por parte de la opinión pública. En
medios y redes sociales, así como en las escuelas, se denomina bullying a las conductas
que de acuerdo a la literatura académica no serían científicamente bullying, sin embargo
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debido a que es un término que se ubica en el universo conceptual de las escuelas y los
medios operando como un identificador de la mayoría de las acciones percibidas como
agresivas o violentas que acontecen en las escuelas entre estudiantes. Por lo que más allá
de la posible inconsistencia científica en la caracterización, el concepto de bullying presenta
una alta performatividad en términos comunicaciones y eso es lo que en definitiva importa.
como sea visto, es un concepto clave, cada vez más utilizado para aludir a la convivencia y
al conflicto en las escuelas.
Desde el punto de vista psiquiátrico podríamos decir que el bullying no existe como tal sin
embargo desde el interés de comprender a las escuelas, una inferencia de ese tipo no
guarda ningún interés. El bullying existe en todos los casos en los que se lo enuncia en
términos de una determinada construcción conceptual, muchas veces implícita, que permite
dar sentido a un conjunto de prácticas escolares.
Adultos se buscan
Hace tiempo que varios estudios vienen demostrando que muchas de las prácticas
culturales que daban sustento al ejercicio adulto han sido sustituidas. Por lo que es posible
sostener que la experiencia adulta viene perdiendo preponderancia. Podríamos afirmar que
la adultez y la vejez han pasado a segundo plano siendo sustituidos por lo juvenil y lo
infantil. Lo cual da cuenta de cambios en lo social. Son los niños y jóvenes quienes se han
convertido en los portadores de bienes culturales valiosos. Es lo que Mead denominó como
“culturas prefigurativas”. en tanto culturas de cambios abruptos que valora y reivindica las
infancias antes subestimadas. Quienes pertenecen a generaciones anteriores no tienen
más que ajustarse a lo nuevo.
La cultura denominada como posfigurativa del niño según Margaret Mead, en tanto
heterónomo y obediente es cuestionada por la ponderación del ser niño o adolescente ya
no implica carencia superable por la acción adulta sino que por el contrario son los adultos
los que intentan lograr la fisonomía , gustos, lenguaje tal como el de los más jóvenes. Esa
es su forma de seguir vigentes (Lipovetsky, 1991). Sumado a una fuerte tendencia a la
desjerarquización: horizontalización que implica lo opuesto a las relaciones asimétricas
entre niños y adultos. Es evidente que frente a la retirada del cuidado adulto del escenario
escolar, y con el subsecuente declive de la “disciplina escolar” como elemento ordenador de
la vida cotidiana tanto en las instituciones, crece el fantasma de la desprotección y la
inseguridad de alumnos que se sienten indefensos respecto de otros pares.
El concepto de bullying encaja justamente en un escenario de licuación posmoderna de la
autoridad adulta como un concepto multiuso que debido a su vaguedad se adapta a la
perfección con el sentido común de la época. El bullying no precisa siquiera de la agresión
física directa sino que basta con una insinuación de la intimidación o del acoso, es decir,
basta con que alguien se sienta intimidado o acosado para poder denunciar una conducta
de tipo bullie. La caracterización light que hace el bullying de las conductas ajenas se
engarza con los sentimientos de inseguridad propios de las grandes ciudades de nuestro
capitalismo. Por esto es que el bullying se ha extendido a dominios por fuera del campo de
las escuela.
El anti-bullying consiste en un trabajo conjunto y solidario que se propone combatirlo, se
intenta identificar a los agresores, prevenir las agresiones, ayudar a confrontar a las
víctimas y denunciar toda conducta que pueda perjudicar a otros. En Youtube es posible ver
cientos de videos de todas partes del mundo que muestran organizaciones y comunidades
anti bullying.
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Retomando importantes aportes de literatura científica, los docentes son los menos
advertidos respecto del procesos de bullying, siendo irónico que las distintas posibilidades
de combatir el bullying planteen como importancia la acción del docente.
Es curioso que el docente aparezca como al margen del bullying como si no fuese
responsable de su existencia y como alguien que no está dispuesto a luchar por su
mitigación. Y tal como se ha analizado, ya sea debido a la impericia o a la incapacidad de
un mal docente, en ambos casos el adulto es la pieza clave para el sostenimiento del orden
escolar.
El bullying expresa la caducidad del orden adulto, expresa la caducidad del accionar adulto
y representa la generalización de las conductas reprochables que emergen y se reproducen
frente a la incapacidad adulta de evitarlas o contrarrestarlas.
El bullying es un concepto bien fácil de manejar en un contexto en el que la autoridad adulta
no se ejerce ni se reclama. Un concepto flexible, amplio, liviano, que permite intentar
resolver conflictos sabiendo que el docente es tanto adulto ocupando un lugar de saber es
algo que no necesariamente habrá de ocurrir.
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