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RESEÑA

CUETO, Marcos. El regreso de las epidemias. Salud y sociedad en el Perú del siglo
XX (2ª. ed.). Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2020, pp. 278

Yudio Cruz Mendoza

Universidad Nacional del Altiplano

Capítulo 3. Tifus, viruela e indigenismo: Manuel Núñez Butrón y la medicina rural


en Puno

Marcos Cueto es un reconocido historiador de la medicina y la salud pública en el Perú.


Entre los libros de su autoría figura El regreso de las epidemias, que reúne un conjunto
de investigaciones publicadas inicialmente en revistas nacionales y del extranjero. La
obra, cuya primera edición data de 1997, se enfoca en las diversas epidemias que afrontó
nuestro país a lo largo del siglo XX. Cueto, quien se desempeña como profesor de historia
de la salud internacional en la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Brasil, también es
coautor del libro Historia del Perú contemporáneo (1999).

El capítulo 3 de El regreso de las epidemias se ocupa de Manuel Núñez Butrón,


médico puneño que en la década de 1930 hizo frente al tifus y la viruela en su región
natal. El trabajo de Núñez Butrón tuvo dos pilares: la organización de brigadas sanitarias
integradas por pobladores nativos y la publicación de una revista popular, Runa Soncco.
Cueto subraya que el galeno altiplánico no descartó la medicina indígena sino que la
articuló con la medicina occidental.

Núñez Butrón nació en 1899 en el poblado de Samán, de la provincia de Azángaro.


Durante su formación escolar, en las ciudades de Juliaca y Puno, sufrió discriminación
por su procedencia rural. La figura se repitió en su etapa universitaria: en Arequipa y
Lima sus compañeros lo tildaban de indio. Pero fue en Barcelona donde experimentó el
racismo en su máxima expresión. El joven puneño permaneció en la ciudad española entre
1921 y 1925, estudiando medicina. Recién allí comenzó a valorar sus raíces indígenas.
Cuando retornó al Perú, decidió ejercer su profesión en la zona rural de Puno.

Según Cueto, la obra sanitaria de Núñez Butrón fue favorecida por tres factores.
En primer lugar, Puno gozaba de una paz relativa, ya que los enfrentamientos entre
comuneros y hacendados habían amainado. Ahora existía un clima de cooperación entre
diferentes grupos. En segundo lugar, la campaña del adventismo a favor de la higiene y
contra el consumo del alcohol y la coca había calado entre los indígenas. Varios de ellos
se incorporaron a las brigadas sanitarias organizadas por el médico puneño. Finalmente,
entre los intelectuales provincianos se difundió el indigenismo, corriente que reivindicaba
al indio y su cultura. La medicina también recibió la influencia de este movimiento.

Cuando Núñez Butrón inició su obra sanitaria, en la década de 1930, la viruela y


el tifus exantemático se habían tornado males endémicos en Puno, producto de la miseria
y el abandono del Estado. Los pobladores atribuían orígenes sobrenaturales a estas
enfermedades y las aceptaban con estoicismo. En realidad, el tifus era transmitido por los
piojos y la única forma de controlarlo era la higiene personal, mientras que la viruela se
diseminaba mediante gotas de saliva y había que hacerle frente con la vacunación
antivariólica. El Estado no promovía la higiene y tampoco podía vencer la resistencia
indígena a las vacunas. Núñez Butrón fue en busca de los enfermos en caballo, moto y
auto, pero pronto se dio cuenta de que necesitaba colaboradores.

El médico puneño creó la primera brigada en Isla, una comunidad cercana a


Juliaca. La bautizó como rijchary, que en quechua significa “despierta”. A tono con el
indigenismo, el objetivo era despertar a la raza indígena. Pronto surgieron nuevas
brigadas en Rancho, Chacas y Callana. Sus principales miembros eran adventistas,
exsoldados y curanderos. De esta manera, Núñez Butrón se alió con los líderes naturales
de las comunidades. La tarea fundamental de la brigada consistía en la vacunación
antivariólica y la promoción de la higiene. Esta labor se vio reforzada con la publicación
de la revista Runa Soncco, que en quechua significa “corazón de indio”. El periódico, que
era leído en voz alta en las comunidades, difundía artículos sobre el tifus y la viruela, pero
también se ocupaba de enfermedades como la sífilis y la tuberculosis. Asimismo,
cuestionaba ciertos hábitos de los indígenas, si bien sin ridiculizarlos.

El vocero de la brigada sanitaria no tardó en publicar artículos de crítica social, lo


que alarmó a los grupos regionales de poder. Producto de las presiones, Núñez Butrón
fue trasladado a Ucayali. El director de Runa Soncco decidió incursionar en política y
lanzó su candidatura a la Cámara de Diputados; sin embargo, perdió las elecciones ante
el candidato del Apra. En la campaña se le vinculó con el comunismo, lo que desprestigió
a la brigada. Esta empezó a declinar en la década de 1940. Dos factores explican este
declive: el desplazamiento del indigenismo por las ideologías de la modernización y la
pérdida de vitalidad de Núñez Butrón. Finalmente, el médico puneño murió en 1952 en
la ciudad de Juliaca. Los rijcharis se esfumaron pocos años después.

Cueto atribuye esta extinción al paternalismo de Núñez Butrón. La brigada


dependía a tal punto del caudillo que no pudo sobrevivirle. Por otro lado, el autor de El
regreso de las epidemias resalta que el galeno altiplánico y los rijcharis consiguieron
integrar la medicina occidental y la cultura indígena, aunque no de manera completa.
Agrega que, hoy por hoy, este objetivo sigue siendo difícil, pero no imposible si se tiene
en cuenta el ejemplo del médico puneño.

El estudio que Marcos Cueto dedica a Núñez Butrón y su obra constituye un


valioso aporte a la historia de la medicina y la salud pública en el Perú. A inicios de la
década de 1990, cuando se publicó la primera versión del trabajo, no abundaban las
investigaciones académicas sobre el rijcharismo. El libro más asequible era Jatun
rijchari: Manuel Núñez Butrón, precursor de la medicina rural (1981), biografía escrita
por el médico puneño David Frisancho Pineda. También se podía encontrar algunas
referencias en la Historia social e indigenismo en el altiplano (1982), del historiador
cusqueño José Tamayo Herrera, quien dedica un apartado a la medicina indigenista de
Puno. El texto de Cueto se basa en una rigurosa investigación documental. Por ejemplo,
tuvo acceso a sendas colecciones de papeles de Núñez Butrón conservadas por dos hijas
suyas en Arequipa y Lima. El autor no solo reconstruye la biografía del galeno altiplánico
sino también el contexto político y social en el que desarrolló su obra sanitaria.
Finalmente, es necesario hacer una observación. Cueto señala que en Runa Soncco
se criticaba ciertos hábitos indígenas sin ridiculizarlos. La afirmación no es del todo
exacta. Una lectura minuciosa de la revista evidencia, más bien, que en ocasiones se
empleaba expresiones destempladas y hasta agraviantes. Por ejemplo, para promocionar
el aseo personal, un colaborador de Runa Soncco escribió estos versos: “Oye indio:/ ¿Por
qué andas así sucio, como un animal revuelto en su excremento?/ ¿No tienes vergüenza
de andar apestando como un zorrino?/ ¿No tienes asco de andar con las manos negras
como un palo de atizar fuego?”. El poema, firmado por “A. Molleapasa C.”, se publicó
no solo en castellano sino también en quechua. En el texto se percibe un eco del discurso
higienista adoptado por las élites peruanas a inicios del siglo XX.

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