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En esta ponencia se expondrán los aspectos centrales del análisis que hace Miguel
Abensour sobre el totalitarismo y la necesidad de demostrar que este es la destrucción
de lo político, en su texto De una errónea interpretación del totalitarismo y sus
consecuencias. En este texto voy a sostener en la misma línea que Abensour que el
totalitarismo sí es la abolición de lo político, en cuanto lo político abre camino a la
pluralidad, añadiendo mi preocupación por situar al totalitarismo como algo más
profundo que un régimen político, como una forma de pensamiento que estamos
expuestos a adoptar voluntariamente. Para lograr tal objetivo voy a hacer un desarrollo
de lo político como exceso, lo político como defecto y dentro de este último a raíz de la
definición de Hannah Arendt del totalitarismo su naturaleza, principio de movimiento y
experiencia fundamental.
En esta ponencia quiero partir de dos interrogantes fundamentales para el autor ¿cuál
es la interpretación errónea del totalitarismo que propone Miguel Abensour? ¿cuáles
serían sus consecuencias? La interpretación del totalitarismo está marcada por una
paradoja, una aparente contradicción porque parece desarrollarse a la vez de una forma
compleja y banal. Compleja porque es una realidad sin precedentes en la historia que se
quiere conocer, ya que, describe una forma de dominación que hasta ahora no había
ocurrido; según Arendt no es tiranía, dominación de uno sobre muchos, tampoco
despotismo. El totalitarismo produjo la necesidad de pensar lo político porque “la
experiencia totalitaria habría abierto un abismo entre la tradición y nosotros”1.
Por otro lado, la banalización hace que no se piense este fenómeno como algo nuevo y
disruptivo sino como continuación de antiguas formas de dominación o como una
política más. Al irnos por el camino de la banalización surge la pregunta de la relación
del totalitarismo con la política y aquí se abren de nuevo dos posibilidades una por
exceso y otra por defecto. Por exceso lo político sería el responsable del mal totalitario,
en este sentido, la salida del totalitarismo sería la desinversión de lo político. Por
defecto, lo político sería destruido y en esta vía la salida del totalitarismo sería tratar de
instaurar de nuevo lo político, redescubriéndolo en sus dimensiones más profundas.
Ante estas dos opciones se da el fenómeno del apoliticismo, en el que si es por exceso
sería una reacción natural, normal, casi legítima a dicho exceso. Pero, si es por defecto
en este caso el apoliticismo sería la señal de una herida infringida a lo político. El punto
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interesante aquí es que, ya sea por exceso o por defecto el apoliticismo es una
consecuencia directa del totalitarismo.
Esta vía de interpretación del totalitarismo como un ‘todo político’ tiene un problema
central y es que confunde política con ideología, entonces estaríamos ante un escenario
no del ‘todo político’ sino del ‘todo ideológico’. Si todo es político ¿en dónde quedan los
demás asuntos humanos? Porque, en este sentido, todo debería ser visto bajo el tamiz
de la política, no obstante, cabe preguntar si esto es realmente posible, o es más
probable ver todos los asuntos humanos bajo la perspectiva de una ideología
totalizante. En consecuencia “la realización del todo político tendría por efecto
paradójico disolver lo político”3, lo cual estaría más cerca de una interpretación por
defecto que por exceso.
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tesis compartida por los dos autores, es que, ya hay una clara y fundamental
diferenciación de la política y la ideología.
La crítica que Arendt hace al totalitarismo parte de una teoría de los regímenes dada por
Montesquieu de la cual toma y reestructura dos de sus elementos y ella a su vez añade
otro. En primer lugar, toma la distinción entre la naturaleza de un régimen y su principio
de acción y, en segundo lugar, añade la experiencia fundamental como el tercer
elemento. En este análisis es importante señalar que la monarquía en cuanto a la
experiencia inherente a la condición humana distingue y diferencia a los hombres por
su nacimiento, en la república pasa algo similar al apoyarse en la condición humana pero
opuesto a la monarquía los hombres nacen iguales y su distinción será posterior debido
a su estatus social, esto abre paso a la igualdad de poder que se remite a la condición de
pluralidad, aspecto central en el pensamiento de Arendt para el desarrollo de la política.
Por otra parte, la tiranía, forma de gobierno más cercana al totalitarismo, tiene como
eje central el terror y se sustenta en la angustia que produce el aislamiento.
1. Naturaleza: el terror
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desarrolla un proceso en el que no cabe la diferencia, lo imprevisible, lo espontáneo. Se
produce una abolición del espacio-entre los hombres, en definitiva, una abolición de la
comunicación.
Arendt propone la teoría del terror como un ‘anillo de hierro’ o ‘círculo de fuego’8 que
busca reducir a cada individuo a una sola naturaleza, la naturaleza humana como si de
un solo hombre se tratase. Quita el espacio vital para la libertad de cada individuo. “No
se trata tanto de la destrucción de las libertades cuanto de la negación misma de la
libertad. […] El estado que instaura el terror es la negación de la sociedad y la negación
de la política”9.
Lejos de pensar que los estados totalitarios están basados en el poder, Arendt propone
novedosamente el concepto de poder bien diferenciado del de dominación, como esa
capacidad que tienen las personas para actuar concertadamente, es decir, el poder
reside en la comunidad, fundamento de la esfera política-pública, en este sentido, el
totalitarismo es la abolición del poder, pero no como poder sobre, pues “el poder es la
manifestación misma de la pluralidad humana”10, sino como negación del poder. Por
eso, el aislamiento propio del terror arruina la posibilidad de poder y da paso a la
voluntad de dominación del tirano.
Si los hombres son presa de la dominación, esto es, del anillo de hierro, entonces no
pueden actuar concertadamente, de manera que, están fuera de lo político, fuera del
don de la acción.
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Cuando en el totalitarismo por medio del terror se impone como principio el
movimiento, entonces se elimina todo lo que tenga que ver con la acción humana, ya
que, el movimiento es calculado, medido, previsible y prepara por medio de la ideología
a los individuos bien para que actúen como víctimas o bien para que actúen como
victimarios. La forma de demostrar que hay una abolición de la política en el
totalitarismo es identificar su principio de movimiento que tiene como esencia la
ideología que impide toda acción y pluralidad, esto es, toda política.
Arendt identifica que las masas se sienten atraídas por las ideologías totalitarias porque
esta ofrece una idea lógica, en forma de doctrina, como una especie de receta infalible
que explica todos los misterios humanos de la vida y del mundo. Sería casi como un
proceso matemático, hagamos de cuenta que funciona como una función en la que se
ingresan unos datos y previsiblemente salen otros de forma inequívoca, eso se
correspondería a una “única fórmula que remite a un único elemento determinante del
proceso natural o histórico”12.
El atractivo de las masas por la ideología es entonces, un atractivo lógico, el ABC del
proceso, porque las personas no quieren exponerse a la incertidumbre de lo
imprevisible o la ruptura que puede generar la pluralidad, es mejor tener presupuestos
y axiomas fijos que resuelven una vida en movimiento, pero sin novedad, por eso “lo
propio de la ideología es ordenar los hechos según un procedimiento absolutamente
lógico que parte de una premisa tenida por axioma y del que se deduce el conjunto del
proceso cuya lógica consecución se desarrolla a la manera de un alfabeto”13.
En este aspecto me quiero detener especialmente, para considerar esta idea que el
autor toca de pasada y que desde mi perspectiva es fundamental para el desarrollo del
totalitarismo y es, la idea de que cada individuo participa voluntariamente en su propia
dominación. Con frecuencia parece más fácil seguir un axioma, que pensar y peor aún
pensar por sí mismos. Las ideologías tienden a invadir todos los espacios de la vida,
ofrecen seguridad y no es necesario pensar porque lo fundamental es creer sin crítica
los postulados ideológicos. Esta actitud entraña el enorme peligro de continuar
socialmente el totalitarismo más allá del régimen gobernante y desde mi perspectiva el
aspecto más difícil de modificar o reestructurar.
Dice Arendt, la acción tiene como componente esencial el juicio. Esta capacidad de
juzgar guarda una relación directa con la capacidad de pensar poniéndose en el lugar de
otro ser humano, esto requiere del entendimiento y la imaginación, y hace posible el
pensamiento en concierto, es decir, que de ahí surge el poder. En contraposición la
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ideología genera un tipo de pensamiento cautivo, pasivo que exige obediencia y
sumisión a la ley interna del movimiento.
Arendt propone que para ejercer una ideología es necesario tener a los hombres
aislados por el miedo y la desolación, puesto que, “en el peligro del aislamiento y la
condición superflua, […] la falta de compañerismo propia de estos tres estados, la
ausencia de pares e iguales destruye toda posibilidad de poder – de poder con y de
poder entre, esa realidad esencial de la esfera política”14. Entonces, la ideología busca
la destrucción de toda vida privada que precede a la construcción de la comunidad
humana. También de lo público que engendra lo político, así la desolación definida como
ese ser abandonado, que experimenta una triple pérdida, del yo, del otro y del mundo
se convierte en un ser superfluo fácilmente influenciable.
El mundo como ese espacio en el que se desarrollan y ventilan los asuntos humanos,
como lo expresa Arendt, el mundo es ese espacio de aparición en el que aparezco para
los otros y los otros para mí. En este sentido, la condición de pluralidad es fundamental
para la construcción de mundo y este a su vez para que se dé lo político-público dentro
del cual, se genera la libertad. Es así como el sentido de la política es la libertad. Al negar
esa libertad, se niega con ella la posibilidad de expresar e intercambiar opiniones, así
como, la acción y el poder de plantear un nuevo comienzo, bajo estos presupuestos
surge el aislamiento como el principal aliado de la ideología.
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libertad, el problema está en atribuir erróneamente política a totalitarismo, pues este
es ideología de la dominación. La dominación es una diferenciación entre dominadores
y dominados y, la política es acción entre iguales orientados a la libertad, por eso “la
desolación obstaculiza, por una existencia que es negación de la pluralidad, la
constitución de todo vínculo político y la constitución de todo espacio entre los hombres
en el que pueda manifestarse su cualidad de ser para libertad y de ser para el
comienzo”18.
Bibliografía
Abensour Miguel. “De una errónea interpretación del totalitarismo y sus consecuencias”
en Para una filosofía política crítica. Ensayos. México: Anthropos. 2007.
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