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CONCEPTO DE DIOS

E
l término mitología tiene su origen en el idioma griego,
que derivó en el latín mythologĭa. Se trata del acervo de
mitos de una comunidad (en este sentido, puede hablarse
de mitología griega, mitología andina, etc.) y del análisis de
estas narraciones.
Un mito es una historia o un relato que nació como una
expresión vinculada a lo sagrado y que, al pasar el tiempo se
secularizó y comenzó a tratarse como un contenido ficcional
vinculado a la creencia de una época.
Los mitos surgen para brindar una explicación sobre la
naturaleza, el nacimiento del universo y otros fenómenos
que no son fáciles de comprender. En el caso de la mitología
griega (una de las más fecundas y difundidas), los mitos no
sólo narran el origen del planeta, sino también las vivencias de
los héroes, los dioses y diversos seres fantásticos.
Dios es el ser supremo al que las religiones monoteístas consi-
deran como creador del universo. Se trata de una deidad a la que
diversas religiones rinden culto y alaban. La palabra proviene del
concepto latino deus y se escribe con mayúscula inicial cuando se
refiere a la mencionada idea de ser supremo para las religiones
como el cristianismo, el judaísmo y el Islam, entre otras.
El concepto teológico, filosófico y antropológico de Dios
hace referencia a una suprema deidad o Teofilia2, que indi-
ca que los dioses son buenos y merecen nuestra devoción. En
otros casos se considera que es un Malteísmo3: la evidencia
2 *Teofilia: amor a Dios.
3 ** El malteísmo es la creencia de que Dios es un ser cruel, arrogante, que no
merece ser venerado. El problema del mal no le demuestra a un malteísta
que Dios no existe, sino más bien que Dios no es congruente.

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En busca de Dios

contradice la noción de que los dioses son buenos, así que no son merece-
dores de nuestra devoción.
Dios es el nombre que se le da en español a un ser supremo omni-
potente y personal en religiones teístas* y deístas** (y otros sistemas de
creencias) es la única deidad en el monoteísmo o la deidad principal, en
algunas formas de politeísmo, como en el ***henoteísmo.
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* Teísta: Persona que cree en la existencia de un Dios, muchas veces personal y adecuado a
su pensamiento, pudiendo o no rendirle y demostrarle culto alguno.
** Deísta: Persona que considera la existencia de un Dios diferente al que “pintan” todas y
cada una de las religiones.
*** Henoteísmo o monolatría: existen varios dioses, pero sólo se adora a uno de ellos.
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Dios también puede significar un ser supremo no personal como en el panteís-


mo* y en algunas concepciones es una mera idea o razonamiento sin ninguna
realidad subsistente fuera de la mente, como en los sistemas materialistas.
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* Panteísmo: el universo está contenido en los dioses, pero éstos a su vez son más grandes
que el universo o es idéntico a los dioses y los dioses han creado el universo pero no inte-
ractúan con él porque el universo es ahora idéntico a los dioses.
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Se puede considerar que Aristóteles es quien, desde la filosofía grie-


ga, establece los fundamentos de lo que luego será la Teología*. Lo es en
la medida en que reflexiona sobre ciertos atributos de Dios aunque, cu-
riosamente, sin entrar a discutir nada respecto a los dioses que vienen
a ser “categoría aparte”. Como siglos después hará Sexto Empírico*, que
también reflexionará sobre un Dios como factor creador, sus pros y sus
contras, pero, expresamente, mantendrá a un lado del debate y fuera de él
a los dioses tradicionales.
Cabe decir que la formulación de Aristóteles es deísta, pues concibe a
su Dios como factor causal necesario de lo existente, pero al mismo tiem-
po, totalmente al margen de lo existente, de tal forma que sería literalmen-
te imposible que se percatase de aquello mismo que habría creado.
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*Teología.- El término teología tiene su origen en el latín theologia, la cual a su vez, proviene del concepto
griego formado por theos (“Dios”) y logos (“estudio”). La teología es, de esta forma, la ciencia que se encarga

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del estudio de las características y propiedades de la divinidad. Se trata de un grupo de técnicas propias de la
filosofía que pretenden generar conocimiento sobre Dios y el resto de las entidades calificadas como divinas.
Ernest F. Kevan la define como la ciencia de Dios que se ha revelado a través de su palabra.
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*Sexto Empírico Entre los sucesores de Enesidemo, además de Favorino, natural de Arlés, en la Galia,
cuyo escepticismo sólo es conocido por los títulos de sus obras y por indicaciones más o menos vagas
de Galeno se distinguieron Agripa y el médico Sexto, que recibió la denominación de Empírico a
causa de la escuela médica a que pertenecía y que floreció hacia fines del siglo II de la Iglesia.
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Por lo general, Dios es considerado como omnipresente (está en to-


das partes), omnipotente (puede hacer todo) y omnisciente (sabe todo). De
acuerdo a la religión, recibe distintos nombres, como Alá (Islam) o Yahvé
(judaísmo y cristianismo). Las religiones que creen en un único Dios son
las monoteístas, opuestas a las politeístas.
De las distintas religiones, los seres humanos esperan la respuesta a
los enigmas de su existencia: la naturaleza humana, el sentido y propósito
de su vida, el bien y el pecado, la causa y el fin del dolor, el camino a la
felicidad, la muerte y el misterio que envuelve su origen y su destino.
Son muchos los sistemas religiosos existentes, que se pueden clasificar
de muchas maneras y esta clasificación será de acuerdo a si se centra en
un único Dios o en varios; en la rama de las monoteístas se encuentran las
religiones proféticas; es decir, el islamismo, el judaísmo y el cristianismo y
en la rama de las politeístas destacan el hinduismo y el budismo.
El judaísmo, seguido del cristianismo, fueron las primeras religiones
en concebir a Dios como una especie de guardián que se encuentra por
fuera del mundo, al cual observa desde las alturas y con el que entabla
comunicación directa en ciertas ocasiones.
A partir de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el cristianismo reco-
noce que la existencia de Dios no puede comprobarse mediante el método
científico, sino que es tarea de la Metafísica o de la Teología, ciencia que se
encarga del estudio de las entidades divinas.
Existen diversas corrientes filosóficas que discuten acerca de la existen-
cia de un Dios, como el Deísmo que acepta la existencia de un ser supremo,
pero no la información supuestamente revelada a través de escrituras o
ciertas personas, como la Biblia o el Corán, el agnosticismo que desconoce
la existencia de un Dios o el ateísmo que niega la existencia de un Dios o
cree que no está demostrada.

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En busca de Dios

El miedo a no creer en Dios. En sociedades donde el cristianismo es la


religión oficial, es más común encontrar ateos, los cuales representan un
grupo muy interesante de personas que parecen tener miedo a tomar una
decisión que los posicione de una vez por todas a un lado de la línea que
divide a los creyentes de los no creyentes, escudándose en que aún no ha
llegado el momento de sus vidas para atender esta cuestión.
Resulta curioso que muchos ateos se esmeren en explicar que la religión
es una invención del ser humano, para no sentirse solo en los momentos
más críticos de su vida, y que por otro lado no descarten la posibilidad de
creer en Dios en un futuro. ¿Es respetable? Por supuesto, con dicha postura
no hacen daño a nadie y, por lo tanto, tienen derecho a tomarla. Sin embar-
go, parece existir un miedo generalizado a decir “no creo en Dios”, probable-
mente por no querer que nos dé la espalda, si algún día lo necesitamos para
pedirle ayuda en caso de una desgracia o una enfermedad terminal.
Claro que los religiosos no siempre dan el mejor ejemplo de respeto a
sus creencias; cada Domingo de Ramos, cuando comienza la Semana Santa,
multitudes de gente atoran las entradas de las iglesias para conseguir sus
ramas de olivo, como si se tratara de diplomas que acreditan la asistencia a
la misa. Sin embargo, durante la mayor parte del año, estos mismos templos
ven pasar a los dos o tres fieles de siempre; éstos a su vez, tampoco suelen ser
grandes conocedores de la religión cristiana y menos aún buenos cristianos.
En resumen, es posible decir que ateos y religiosos comparten el mie-
do a no creer en un Dios al cual jamás han visto, que han dejado enfermar
gravemente a sus amigos y familiares, y han permitido que millones de
personas murieran de las formas más terribles e injustas, que no reaccio-
nan frente a violaciones, mutilaciones, torturas, y exponen a los animales
y a las plantas a nuestros abusos y a nuestras decisiones, generalmente
destructivas para con la Tierra.
“No puedo imaginarme un Dios que premia y castiga a los objetos
de su creación, cuyos propósitos están modelados según los nuestros... un
Dios, por decirlo brevemente, que no es sino el reflejo de la fragilidad hu-
mana. Tampoco puedo creer en un individuo cuya vida sobrevive a su
cuerpo, a pesar de que almas débiles mantienen semejantes cosas por mie-
do o un egoísmo ridículo” Einstein.

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FILOSOFÍA ANTIGUA

E
l encuentro entre cristianismo y Filosofía puede conside-
rarse y tematizarse de dos maneras distintas. Puede, en
primer lugar, plantearse como confrontación entre dos ac-
titudes que cabe adoptar ante los problemas suscitados por el
ser del Hombre y del Mundo: a) la actitud que se basa funda-
mentalmente en la fe y b) la actitud que se basa en los logros de
la razón. Considerado de este modo, el encuentro entre cristia-
nismo y Filosofía, entre las exigencias de la fe y las imposiciones
de la razón, es inevitable y perenne en nuestra cultura, no ha
terminado ni terminará jamás mientras existan el uno y la otra.
Siempre la Filosofía interpelará al cristianismo y éste se verá
siempre obligado a definirse al contestar a la Filosofía.
Pero el encuentro entre cristianismo y Filosofía puede, en
segundo lugar, plantearse como un acontecimiento concreto de
primera magnitud que tuvo lugar durante el periodo histórico
correspondiente al Imperio Romano. En aquel entonces el cris-
tianismo se enfrentó con la filosofía griega. A menudo suele ex-
plicarse el triunfo del cristianismo como el resultado de ciertas
condiciones económicas y políticas del mundo antiguo. Estos
condicionamientos son ciertos, pero el triunfo del cristianismo
se debe también en gran medida a que una minoría de cristia-
nos cultos aceptó el reto de los filósofos y trató de estar a su
altura. La primera parte de esta exposición está dedicada a pre-
sentar las características y los resultados de esta confrontación
histórica entre el cristianismo y Filosofía griega, así como las
doctrinas filosóficas de la época con las cuales hubo de enfren-
tarse el cristianismo, y por último la formulación de un pensa-
miento cristiano, platónico en sus líneas fundamentales.

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En busca de Dios

El cristianismo trajo consigo doctrinas radicalmente nuevas, ajenas a


cuanto habían afirmado los filósofos griegos. Una de ellas es la doctrina
de la creación. Otra de las características que distinguen radicalmente al
cristianismo de todos los sistemas filosóficos es que el cristianismo pone a
Dios en relación con la historia.
Se puede afirmar de modo general que la filosofía griega había puesto
a Dios en relación con el cosmos, con el universo, bien como inteligencia
ordenadora (Anaxágoras, Platón), bien como Motor y Fin (Aristóteles). Si el
cristianismo se hubiera limitado a proponer una teoría en la cual Dios fue-
ra simplemente el origen del universo, seguramente se habría desdibujado
fundiéndose en otras corrientes del pensamiento antiguo.
El cristianismo pone a Dios en relación con la Historia en un doble
sentido. Primero en cuanto que Dios es providente y segundo que se ocupa
directamente de los asuntos humanos, de la marcha de la historia.
Pero el cristianismo anunciaba algo aún más sorprendente, no sola-
mente que Dios se ocupa providentemente de la historia humana, sino
que Dios había entrado en ella, Dios se había hecho hombre en un lugar y en un
momento bien determinado y preciso. Este hecho histórico constituye el
centro de la historia.
La noticia de que Dios se había hecho hombre y había muerto cruci-
ficado por los romanos nunca fue ni podía ser asimilada por la filosofía
griega. Tal anuncio resultaba incompatible con la inmutabilidad y perfec-
ción divina ¿cómo Dios podía encarnarse en un personaje insignificante
y oscuro?, además de que suponía en Dios una predilección por una raza,
por un lugar del mundo y un momento histórico concreto. El cristianismo
señalaba un momento histórico preciso, mientras que las historias y creen-
cias no cristianas situaban tales hechos en un tiempo mítico.
El cristianismo y la filosofía griega se han caracterizado por insistir en
los límites del conocimiento humano, rara vez algún filósofo pretendió ha-
ber alcanzado la verdad absoluta y total (tal vez el único caso sea el de *Par-
ménides). Esta convicción de la imposibilidad de un conocimiento absoluto
estaba muy extendida entre los filósofos en tiempos del Imperio Romano.
*Parménides, filósofo griego, nació en Elea, actual Italia, h. 540 a. C. 470 a.
C. Apenas se conocen datos fiables sobre su biografía; su doctrina, todavía objeto de
múltiples debates, se ha reconstruido a partir de los escasos fragmentos que se conser-
van de su única obra, un extenso poema didáctico titulado “Sobre la naturaleza”.
El cristianismo, al proclamar que poseía la verdad revelada por Dios
mismo, venía a chocar con la actitud moderada de estos filósofos.

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Pedro Ayala Ruiz

La filosofía en esta época se caracterizaba por aceptar la pluralidad


de escuelas filosóficas. En el Imperio Romano coexisten el platonismo, el
aristotelismo, el estoicismo y el epicureísmo, el diálogo entre las distintas
doctrinas solamente es posible cuando se acepta un doble supuesto: que
ninguna de ellas posee la verdad a secas, y que todas ellas se encuentran
en un plano de igualdad por lo que a sus fundamentos y criterios de justi-
ficación se refiere.
El cristianismo negaba los dos supuestos citados. La verdad cristiana
se presenta como la verdad a secas y, por tanto, situaba su fundamento y
criterio de justificación en un plano distinto y superior al de las doctrinas
filosóficas con que había de dialogar. Esta actitud desagradaba a los filó-
sofos y les parecía primitiva e insultante, acostumbrados como estaban a
considerar que una teoría es para discutirla serenamente y no para defen-
derla fanáticamente hasta morir mártir por ella.
Derivado de lo anterior, los cristianos aseguran que es increíble como
el hombre está en la búsqueda de la verdad absoluta, y una vez que Dios
se la revela, no la cree, y en el paso de los años, el saber y la filosofía han
probado su ineficacia en contra de los problemas mundiales a los que tanto
busca respuesta la sabiduría humana, y no quiere decir que están en con-
tra del saber, sólo que no es el saber lo que los hace ser seres racionales,
y ponen ejemplos de hombres con muy altos grados académicos, pero sin
sabiduría de Dios.
Aun cuando el cristianismo no sea una filosofía ni diálogo en pie de
igualdad con los sistemas filosóficos de la época, el contenido de la fe cris-
tiana incluía doctrinas que podían ofrecerse como respuestas a los pro-
blemas tradicionalmente afrontados por la filosofía. Ya desde las primeras
páginas de sus libros sagrados, comenzando por el Génesis, se ofrece una
narración del origen del mundo, una imagen de Dios y una descripción
de la naturaleza humana susceptibles de ser confrontadas con las teorías
filosóficas griegas entre las que encontramos:
El Monoteísmo. La filosofía griega no había alcanzado nunca el mono-
teísmo en sentido estricto. Es cierto que se había acercado de un modo no-
table a posturas monoteístas en Platón, Aristóteles y en el Neoplatonismo.
Frente al monoteísmo vacilante o el politeísmo manifiesto de los filósofos,
los cristianos defendieron siempre y de forma radical el monoteísmo.
El Creacionismo. La Biblia expresa que Dios creó el mundo de la nada.
La idea de creación es también una idea extraña a la filosofía griega. Desde

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En busca de Dios

Parménides, la imposibilidad de que surja algo de la nada absoluta fue


siempre considerada como un principio racional incuestionable.
La Omnipotencia. La idea de un Dios omnipotente está vinculada al
monoteísmo y al creacionismo: sólo si Dios es omnipotente puede ser crea-
dor y sólo si es único puede ser omnipotente. La idea de omnipotencia está
también vinculada a los milagros. En este punto el cristianismo choca de
nuevo con la filosofía griega, ya que para los filósofos griegos el orden del
universo se caracteriza por su necesidad: los acontecimientos suceden como
tienen que suceder y esto es precisamente lo que hace que el universo no sea
un caos sino un cosmos. La posibilidad de una intervención arbitraria de
Dios en el universo les parecía tentar contra el orden y la racionalidad.
La paternidad divina. Dios, que se había hecho hombre para salvar a
los hombres, es padre de acuerdo con la doctrina cristiana. Nunca la filo-
sofía griega había llegado a afirmar semejante aseveración. El único
filósofo griego que se acercó remotamente a esta idea es Platón, quien en
cierta ocasión califica al Demiurgo (En la filosofía platónica y gnóstica, artífice
o alma universal que es principio ordenador de los elementos preexistentes) como
“padre y hacedor de todo”.
El cristianismo y concepción del hombre. La concepción cristiana del
hombre incluía tres elementos fundamentales: que el hombre fue hecho
a imagen de Dios, que el alma es inmortal y que al final de los tiempos
los cuerpos resucitarán. Esta última afirmación resultaba especialmente
extraña para el pensamiento griego, ya que los griegos habían concebido
el acontecer universal como un proceso cíclico, según la teoría griega de
los ciclos la historia se repite; según el cristianismo la historia se acaba con
la resurrección final. El cristianismo concibe la historia como un proceso
lineal, abierto, en el cual Dios irrumpe dotándola de sentido; los griegos la
interpretaban como un proceso cerrado en el cual no es posible la irrup-
ción de ningún factor extra histórico que la dote de sentido.
La moral cristiana no es intelectualista. En el intelectualismo, el pe-
cado no es sino ignorancia; en el cristianismo, el pecado no es ignorancia
sino el resultado de dos factores: la maldad humana, que inclina al pecado
y la libertad del individuo que cede a tal inclinación. Aparecen por prime-
ra vez el sentimiento de culpa y arrepentimiento.
Sócrates (470-400 a. C.) Sócrates no escribió ningún libro, razón por la
cual es difícil interpretar lo que de él se escribió a raíz de su muerte. Fue
condenado a muerte, acusado de corromper a la juventud y de no creer en

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los dioses de la ciudad. Transcurrió un mes desde el momento de la senten-


cia hasta el día de la ejecución, y en ese tiempo sus amigos le propusieron
un plan para fugarse de la cárcel e ir a vivir lejos de Atenas. Respondió que
ese acto equivaldría a una injusticia contra las leyes de la ciudad, y que,
por tanto, prefería la muerte. Además, estaba convencido de que la muerte
era el inicio de una nueva vida, puramente espiritual, y por lo tanto, llena
de felicidad para aquellos que habían buscado la virtud en esta vida.
Podemos resaltar tres aspectos de la filosofía de Sócrates: su método,
su énfasis en lo moral y su empeño en llegar a términos definidos.
1. El Método Socrático. A base de preguntas que obligaban a sus discípu-
los a pensar por cuenta propia y encontrar la solución a los problemas, prin-
cipalmente de índole moral, Sócrates sostenía con sus amigos y conocidos un
diálogo lleno de ironía y de sana e inteligente intención pedagógica. Él mismo
llamó a su método, mayéutica, que significa “parto espiritual”, y se comparaba
con su madre, que era partera. En efecto, su labor pedagógica consistía, no
tanto en enseñar, sino en lograr que sus discípulos reflexionaran y extrajeran,
por sí mismos sus propias ideas, con la ayuda del maestro. Comenzaba afir-
mando “Sólo sé que no sé nada”, para luego burlarse irónicamente del inter-
locutor que presumía saberlo todo. Con sus preguntas lograba primero hacer
caer en contradicciones a su discípulo, y enseguida, de un modo positivo, lo
iba conduciendo, siempre a base de preguntas, por el camino de la verdad.
2. Énfasis de asuntos morales. Enfatizó asuntos morales tales como la
virtud, la excelencia, la castidad, etc. Dijo: “La vida que no se examina, no
vale la pena de ser vivida”. Así nos recuerda que debemos examinar nues-
tras vidas constantemente. “Conócete a ti mismo”, era el lema que Sócra-
tes acostumbraba repetir, para llamar la atención sobre la importancia del
conocimiento personal, en contraposición al conocimiento del mundo ex-
terno. Debido a esto Sócrates es considerado como el fundador de la Ética.
3. Términos definidos. Sócrates estaba empeñado en llegar a concep-
tos definidos, a lograr definiciones, por ejemplo, ¿Qué es un maestro? ¿Un
juez, un artista? Nosotros debiéramos preguntarnos: ¿Qué significa vivir
la vida cristiana? ¿Qué es un pastor? ¿Qué es teología reformada? A veces
parece que es cuestión de semántica, pero es un asunto de análisis concep-
tual, de investigar la realidad misma.
Platón o Aristocles (significa el de espalda ancha) (427 - 347 a. C.).
Aunque los escritos de Platón presentan muchas dificultades de inter-
pretación, es claro que él se oponía a seis creencias comunes en sus días:

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En busca de Dios

1. Ateísmo. El punto de vista de Platón acerca de Dios no es claro. En


algunos pasajes de sus diálogos se refiere a los “dioses” en otros escritos
sugieren un movimiento de su pensamiento hacia un monoteísmo ambi-
guo. Lo que es claro, sin embargo, es que Platón rechazaba el ateísmo.
2. Empirismo. Esta es la creencia de que el conocimiento humano pue-
de ser derivado exclusivamente a través de los sentidos corporales. Platón
se oponía al empirismo argumentando que es imposible que los sentidos
humanos puedan traer conocimiento al hombre. Sin embargo hoy día se ha
probado de la filosofía de Platón, que el hombre sí aprende por los sentidos.
3. Relativismo. Platón creía en la existencia de estándares absolutos e
inmutables que eliminan toda forma de relativismo moral y epistemológi-
co. Ni la verdad, ni la bondad o la belleza son relativos.
4. Hedonismo. Esta es la creencia de que bien y el placer son cosas
idénticas. Platón se oponía al hedonismo diciendo que puesto que los hom-
bres podían reconocer malos placeres, entonces, el placer y el bien no po-
dían ser idénticos.
5. Materialismo. Platón se opuso al materialismo argumentando que
existía un mundo ideal e inmaterial que existe independientemente del
mundo físico.
6. Naturalismo. Es la creencia de que el mundo natural y material pue-
de explicarse y bastarse por sí mismo. Todo lo que pasa dentro del uni-
verso natural ocurre de acuerdo con las leyes y los principios que operan
mecánicamente. El punto de vista de Platón era, en un sentido, teológico,
porque él creía que una inteligencia y propósito divino estaba operando
en el universo.
Una manera de entender la filosofía platónica es verla en términos de
un dualismo básico. El sistema platónico se caracteriza por tres tipos de
dualismo: metafísico, epistemológico y antropológico.
A. Dualismo Metafísico. Es visto en la distinción que Platón hacía entre
dos mundos o dos niveles de realidad. Platón creía que los seres humanos
participaban en dos mundos diferentes. Uno es este mundo físico que expe-
rimentamos con nuestros sentidos corporales. Es decir, las cosas particula-
res (árboles, rocas y animales, etc.), que son parte de este mundo que existe
en el tiempo y el espacio. El otro mundo en el que participamos es más di-
fícil de explicar. Este es el mundo de esencias inmateriales y eternas con las
que tenemos contacto por medio de nuestras mentes. El mundo de las ideas

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o mundo de las formas es en realidad más real que el mundo físico, ya que
las cosas particulares que existen en el mundo material son copias o imita-
ciones de los arquetipos y las formas. Para Platón una forma es una esencia
universal, eterna e inmutable. Él creía que lo que encontramos en el mundo
físico son ejemplos imperfectos de absolutos inmutables, entre los que conta-
ba el bien, la justicia, la verdad y la belleza, los cuales existen en un mundo
ideal y no-espacial. Estas esencias tienen existencia objetiva o extra mental.
Es decir, que existen independientemente de que alguien las conciba o no.
B. Dualismo Epistemológico. Como ya sabemos la epistemología es-
tudia el conocimiento humano. En Platón encontramos un dualismo epis-
temológico por su distinción radical entre la experiencia sensorial y la ra-
zón; además el agrega que la experiencia sensorial siempre fracasa en su
intento de producir conocimiento. El verdadero conocimiento se obtiene
sólo por medio de la razón. Ya hemos visto que para Platón existen dos
realidades distintas: el mundo de las cosas particulares y el mundo de las
formas. En correspondencia con estos dos tipos de realidad existen dos
estados epistemológicos distintos: opinión y conocimiento.
Para que una persona pueda obtener conocimiento genuino el objeto que
va a ser conocido debe ser inmutable. Uno sólo puede tener conocimiento de
aquello que es inmutable, sin embargo Platón creía que esa inmutabilidad es
una propiedad de las formas y no de las cosas particulares. Puesto que nues-
tros sentidos sólo nos informan de las cosas particulares del mundo físico,
se deduce que los sentidos nunca nos pueden dar verdadero conocimiento.
Lo más que podemos obtener de nuestros sentidos es opinión.
C. Dualismo Antropológico. Este dualismo es claro en su distinción
radical entre el cuerpo y el alma. Tal y como hay dos mundos (los parti-
culares y las formas) y dos maneras de aprehender esos dos mundos (la
sensación y la razón), así el hombre es una composición de dos partes (el
cuerpo y el alma). Para Platón, para obtener tanto conocimiento como vir-
tud depende de reducir el poder del cuerpo sobre el alma. La filosofía de
Platón adopta la creencia de que el cuerpo es la prisión del alma. El cuer-
po no simplemente es inferior al alma sino que perjudica al alma en sus
intentos de buscar la verdad y la virtud. Para Platón el cuerpo humano es
secundario e incidental para la humanidad. La persona real es el alma la
cual existe completa e inmortal en total aislamiento de su cuerpo corrupti-
ble. El filósofo no debe temer a la muerte, porque sólo muriendo el alma es
liberada de su prisión para poder obtener la verdad y la virtud.

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En busca de Dios

La formulación de un pensamiento cristiano platónico. El encuentro


del cristianismo con la filosofía griega permitió que aquél se formulara
en un cuerpo doctrinal cuyos conceptos fueron básicamente platónicos.
No podía ser de otro modo, por dos razones fundamentales: porque la
corriente platónica (propulsada por el neoplatonismo) era entonces la más
vigorosa y dominante y porque era la que ofrecía más puntos de contacto
con la doctrina cristiana.
Teología. Por lo que a la teología se refiere ,la filosofía platónica ofrecía
numerosas posibilidades para la formulación de las ideas cristianas: En
primer lugar la afirmación platónica de la existencia de otro mundo aparte
del mundo sensible, el mundo de las ideas.
Por otro lado la doctrina platónica de la participación, según la cual,
todo lo que de real hay en los seres sensibles es, en definitiva, participa-
do de la auténtica realidad que no es otra que las ideas. Al formular el
concepto de creación, los filósofos cristianos se servirán de esta idea de
participación para subrayar por medio de ella la contingencia de lo creado
(lo creado es, pero puede no ser: no posee el ser por sí mismo sino que lo
recibe, participa de él) y con la contingencia, la dependencia en cuanto a
su ser del creador.
Los cristianos creyeron encontrar la idea misma de creación prefigu-
rada en el Demiurgo de Platón, a pesar que el Demiurgo platónico no es
creador en sentido estricto sino solamente ordenador.
Finalmente, Platón al situar la idea de Bien por encima y más allá del
resto de las ideas, ofrecía fórmulas vigorosas que el pensamiento cristiano
supo aprovechar para expresar el monoteísmo. Por otro lado, en el campo
de la concepción del hombre era el platonismo la doctrina más afín a las
teorías cristianas.
Platón había defendido la inmortalidad del alma formulando diver-
sos argumentos a favor de la misma en su obra Fedón. Estos argumentos
serían acogidos y utilizados por los filósofos cristianos. Existía, eso sí, un
punto de discrepancia; para Platón, al igual que para todos los filósofos
griegos, todo lo que es inmortal (es decir, lo que no tiene fin) es también
inengendrado (es decir, no tiene comienzo). Las almas según Platón exis-
ten desde siempre y para siempre, sufriendo sucesivas reencarnaciones.
El cristianismo acepta la inmortalidad del alma, pero niega la teoría de la
preexistencia y las reencarnaciones; los cristianos afirman que las almas
son creadas directamente por Dios.

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Platón había insistido en que el verdadero lugar y destino del alma no


se encuentra en este mundo, sino en el mundo de las ideas, al cual pertene-
ce por su propia naturaleza y al cual se encuentra naturalmente atraída; la
vida no es sino un periodo de purificación y preparación para la existencia
posterior a la muerte. Esta concepción del alma era perfectamente asimila-
ble para el pensamiento cristiano.
Platón había expuesto a través de mitos que las almas son juzgadas
después de la muerte y son premiadas y castigadas de acuerdo con la con-
ducta observada a lo largo de la vida. Esto también lo retoma el cristianis-
mo, que además de establecer un juicio personal tras la muerte, habla de
un juicio universal al final de los tiempos.
La interpretación filosófica del alma por parte del pensamiento cris-
tiano es fundamentalmente platónica. Existe, sin embargo, un aspecto de
la concepción platónica del hombre que no parece fácilmente compatible
con el cristianismo: la relación del alma con el cuerpo. La incompatibilidad
con el platonismo procede de dos elementos de la doctrina cristiana: en
primer lugar, es el hombre entero y no solamente el alma lo que fue hecho
a imagen de Dios; en segundo lugar, la doctrina de la resurrección de los
cuerpos no permite afirmar que el estado natural y definitivo del alma sea
el de una existencia descarnada.
Aristóteles (384 -322 a. C.) La esencia de la filosofía de Aristóteles es un
rechazo a los dualismos radicales de Platón. Aristóteles rechazó la separa-
ción que Platón hizo del mundo de las formas del mundo físico. Además se
opuso al rechazo que Platón tenía hacia la experiencia sensorial, y también
tuvo un punto de vista unitario o holístico de los seres humanos.
1. Rechazo del dualismo Metafísico. Al igual que Platón, Aristóteles creía
que las formas o universales en verdad existían. También creía que las
formas eran el único objeto del conocimiento humano. Lo que hizo Aris-
tóteles, sin embargo, fue traer el mundo platónico de las formas abajo a la
tierra. Aristóteles unió los dos mundos que Platón separaba. Aunque las
formas existen, éstas existen en este mundo terrenal como parte de las
cosas particulares que constituyen este mundo.
Mientras que para Platón la realidad primaria era el mundo de las for-
mas, para Aristóteles era este mundo de las cosas particulares.
Aristóteles pensaba que en este mundo la realidad primaria es algo lla-
mado Substancia. Es decir, cualquier cosa que existe o tiene ser. Por lo tanto,
la silla en la que estás sentado, el papel que lees y la lámpara que te alumbra

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En busca de Dios

son substancias y éstas, con la excepción de Dios, están compuestas por dos
factores: Forma y Materia. La materia de cualquier substancia es de lo que
esté hecha. La materia de la silla en que estás sentado es madera. La forma de
cualquier substancia es el conjunto de propiedades esenciales que hacen que
esa cosa sea precisamente eso. Al igual que Platón, Aristóteles creía que las
formas son esencias inmutables, pero a diferencia de Platón, él creía que las
formas son partes esenciales de las substancias a las que pertenecen.
2. Rechazo del dualismo epistemológico. Aristóteles ciertamente recono-
ció la diferencia entre la razón y la experiencia sensorial. Pero mientras
que Platón denigró los sentidos sensoriales humanos y argumentó que
no pueden proporcionar conocimiento, Aristóteles sostuvo que el conoci-
miento humano es más complejo. Para Aristóteles el mundo de las formas
no estaba en otro mundo al que sólo se podía llegar por medio de la razón,
sino que las formas existían como partes esenciales de las cosas particu-
lares que nosotros aprendemos por medio de los sentidos. Así, Aristóteles
rechazó la separación extrema que Platón hizo de la razón y los sentidos,
tomándolos como partes integrales del proceso del conocimiento. El cono-
cimiento humano tiene dos componentes: el intelecto pasivo que recibe la
información de los sentidos, y el intelecto activo que efectúa la aprensión
de la forma de la cosa particular que se ha percibido con los sentidos.
3. Rechazo del dualismo antropológico. Aristóteles rechazó la separa-
ción radical del cuerpo y el alma. El enfatizó un punto de vista que consi-
dera al ser humano como un todo. Los seres humanos no son compuestos
de dos substancias diferentes, sino que son una unidad holística. Tanto el
cuerpo como el alma son aspectos esenciales de los seres humanos.

Las cuatro causas


En el mundo a nuestro alrededor observamos que las cosas cambian
constantemente. ¿Cómo podemos explicar estos cambios? Aristóteles su-
giere cuatro causas (o explicaciones) de todas las cosas.
1. La causa formal. Determina lo que es una cosa
2. La causa material. Determina de lo que está formada una cosa
3. La causa eficiente. Determina qué o quién produjo una cosa
4. La causa final. Determina el propósito para lo cual una cosa fue hecha.
Aristóteles creía en un ser supremo porque pensaba que había ciertas
cosas del universo que no podrían explicarse sin la existencia de un Dios

66
Pedro Ayala Ruiz

y que debía existir un ser no-causado e inmutable que es la causa supre-


ma de todo lo que existe. Si esta causa última cambiara o se moviera en
cualquier forma, entonces no podría ser la causa suprema porque nos ve-
ríamos forzados a preguntarnos por qué cambió o qué la cambió. Su Dios
entonces debe ser completamente inmaterial y es una inteligencia que sólo
piensa en sí misma. Cualquier otro objeto de pensamiento sería inadecua-
do para la perfección suprema. No conoce a ninguna otra cosa, por lo tanto
no conoce al hombre ni al mundo. En consecuencia, Dios no se ocupa del
universo, ni de los acontecimientos humanos.

Estoicismo
Zenón de Citio y Epicteto fueron los principales representantes de esta
escuela filosófica, cuyo nombre se deriva de una palabra griega que signi-
fica pórtico, porque Zenón enseñaba bajo uno.
Los estoicos negaban la posibilidad de la suerte o el libre albedrío,
todo ocurría necesariamente, para ellos la libertad es sólo una ilusión, no
hay nada que una persona pueda hacer por alterar su futuro; no hay ma-
nera de evadir tu destino.
Todos los hombres están determinados por el logos (fuerza o razón
universal impersonal). Todos los eventos están determinados por el orden
del universo, todo ocurre de acuerdo a lo planeado. Por lo tanto, para los
estoicos la palabra clave es la apatía (ausencia de pasiones o emociones). La
persona buena es aquella que sabe que no puede cambiar su destino y en
lugar de pelear contra él, lo acepta con tranquilidad, su propósito es vivir
de acuerdo con la naturaleza, aceptando la voluntad de su Dios imperso-
nal. La persona verdaderamente virtuosa elimina toda pasión y emoción
de su vida hasta que llega un punto en el que nada le afecta.
En resumen, un estoico es una persona que vive en un universo mate-
rialista controlado por una razón impersonal. Es un esclavo de su destino
que aprende el secreto de la única vida buena posible: eliminar las emocio-
nes de tu vida y aceptar lo que el destino de traiga.

Gnosticismo
La palabra Gnóstico viene de la palabra griega gnosis, que significa
conocimiento. Los gnósticos pretendían tener un conocimiento esotérico
o secreto especial que les ganaba la salvación. Podía llegar a tenerlo sola-

67
En busca de Dios

mente el segmento de la humanidad que era “pneumática” o espiritual.


Solamente ellos eran llevados de regreso inevitablemente al reino de la
luz del Dios supremo. Había una segunda clase de hombres, los que eran
solamente “psíquicos” y no podían ir más allá de la fe. Una tercera clase
representaba a la abrumadora masa de la especie humana. Ellos eran los
“hílicos” personas que estaban sujetos a la materia. Éste era uno de los
peores rasgos del gnosticismo, la elevación de un número limitado a una
clase especialmente privilegiada, y la consignación de la mayoría absoluta
de la humanidad a una destrucción de la cual no podía ser redimida.
Consideraban que la materia era mala y por lo tanto, Jesús no pudo
haber tenido en realidad un cuerpo, sino que sólo tuvo la apariencia de
tener un cuerpo (Docetismo). El Cristo histórico era sólo un hombre, pero
era poseído por el Cristo celestial que era el más brillante de todos los Eo-
nes (Enelgnosticismo, cada uno de los seres eternos, emanados de la unidad
divina, que colmaban el intervalo entre la materia y el espíritu, poniéndolos
en relación). Este Cristo celestial actuó en el hombre Jesús, pero nunca se
encarnó. El Cristo celestial regresó al cielo antes de la crucifixión, de tal
manera que fue solamente un hombre el que murió en la cruz.
Es curioso, pero el calvinismo, precisamente por su énfasis en la edu-
cación y el conocimiento, tiene una fuerte tendencia hacia el gnosticismo.
Algunas veces, parece que si no aprendes ya no puedes alcanzar la salva-
ción y ésta se vuelve propiedad de los intelectuales. Pero Pablo advierte
contra los peligros de pensar de esta manera, pues entiende que el Gnos-
ticismo está equivocado. Aunque nadie puede negar el hecho de que el
evangelio posee un contenido que debe ser entendido y aprendido, no es
por conocer que uno alcanza la salvación, sino por depositar su confianza
en la obra salvífica de Cristo efectuada en la cruz.

Hedonismo
Los hedonistas proponen el placer (en griego hedoné) como valor su-
premo y al cual se han de subordinar todos los demás. La regla práctica es
pues: “Procura el máximo de placer, con el mínimo de dolor”. Sus princi-
pales exponentes fueron Epicúreo y Lucrecio.
Los hedonistas proponían el placer con el estándar del bien, pero que
no todos los placeres tienen el mismo valor. Ellos distinguían entre los
placeres del cuerpo y de la mente. También diferenciaban los placeres de
acuerdo a su intensidad y duración; concluían que los placeres más inten-

68
Pedro Ayala Ruiz

sos eran transitorios y que generalmente los placeres del cuerpo a la larga
producen dolor. Aconsejaban buscar los placeres de la mente que no son
tan intensos pero son los más durables.
Aun cuando Epicúreo nunca proclamó el libertinaje, en la práctica, el
hedonismo es el modo de vida más corriente entre el común de la gente,
cuyo ideal consiste en gozar el máximo de placeres, apartándose del dolor.

Escepticismo
El escepticismo consiste en la duda acerca de todo. El escéptico prefiere
abstenerse de juzgar, oscila entre la afirmación y la negación. Un escéptico
no puede argumentar nada, pues con eso, automáticamente se traicionaría.
Argumentar significa proponer alguna verdad con razones, y eso es
justamente lo que rechaza el escéptico: que podamos alcanzar la verdad.
Los escépticos notaban que los hombres que buscan la verdad pueden
ser clasificados en tres grupos. Primero, aquellos que piensan que han encon-
trado la verdad (los dogmáticos); segundo, los que confiesan que no la han
encontrado y declaran que no puede ser hallada (también los consideraban
dogmáticos); finalmente, aquellos que se mantienen en la búsqueda de la ver-
dad (los escépticos). El escepticismo no es la negación de la posibilidad de
encontrar la verdad ni es la negación de los aspectos básicos de la experiencia
humana, sino es un proceso continuo de búsqueda en la que cada experiencia
es cuestionada. En resumen, el escéptico no puede estar seguro de nada.

Eclecticismo
Este consiste en conservar una postura abierta a todas las influencias,
de tal manera que, por principio, se evite la actitud cerrada ante ciertos
autores y corrientes filosóficas. El ecléctico sabe que la verdad puede ser
poseída por todo filósofo, y por lo tanto, analiza y escoge las tesis que
adoptará, entre los tantos pensadores estudiados.
Por otro lado, el ecléctico puede ser la persona que sin ninguna uni-
dad, estructuración, o espíritu crítico, se dedica a estudiar y a mezclar
cuantas corrientes diversas va encontrando en los libros. Al final se halla
en posesión de un cúmulo de teorías sin organización ni coherencia inter-
na. Históricamente se suele decir que Marco Tulio Cicerón (106- 43 a. C.)
fue un típico caso de eclecticismo. De él se comenta que “sería más filósofo
si hubiera leído menos, y meditado más”.

69
En busca de Dios

Escuela cirenaica
Fue fundada por Aristipo de Cirene (435–360 a. C.). Conoció a Sócrates
y enseñaba como sofista. Jenofonte lo llamaba “discípulo infiel”. Su doctri-
na es opuesta a los cínicos. La felicidad no está en la virtud sino en el placer
(hedoné) sensible; deben evitar el dolor y procurarse el placer corporal por
sobre todas las cosas. Patria, matrimonio y familia son convencionalismos
de los cuales el sabio no sabe procurarse. La religión es cosa que les atañe
a los dioses y no a los hombres.

70
LA FILOSOFÍA CRISTIANA

E
s importante destacar que se toma la religión cristiana
como el ejemplo para el tema “En busca de Dios”, por el
simple hecho de que el cristianismo es la religión filosófi-
ca deidista5 más conocida en nuestro país, no se trata de poner
a este pensamiento bajo la lupa, pues sería muy extenso tratar
de darle la misma cobertura y comparaciones a las demás co-
rrientes religiosas o de otros dioses ya que el objetivo es dar a
conocer un poco de los datos de este culto más visto en nues-
tras comunidades, no es con el fin de destacarlo o atacarlo, por-
que en este tema, seguramente muchos estarán de acuerdo y
otros tantos no, y finalmente a unos y otros seguramente algo
de reflexión y conocimiento se les puede aportar.
Debemos luchar para que todas las barreras entre la filoso-
fía, la ciencia y el público en general se rompan y, en sentido de
trabajo, elaborar una epistemología histórica que se desarrolle
en contacto directo con el medio científico. La tarea del filóso-
fo de hoy según Dominique Lecourt “no es la de acompañar
de bellas palabras el discurso del mundo”. El mundo va como
va. La filosofía no puede eludir la responsabilidad ética que es
justamente pensar en el mundo.
Hay que construir los medios para hacer escuchar esa otra
manera de crear filosofía, y después de encontrar los medios
utilizarlos al máximo para hacer del pensamiento una fiesta;
porque es una de las actividades humanas que provoca una fe-
licidad tal que el hombre nunca se arrepiente de haber pensado.
5 El deísmo es una corriente de la filosofía que admite, mediante el raciocinio y la
experiencia, la existencia de Dios como creador del mundo natural. La doctrina,
sin embargo, no acepta otros elementos característicos de las religiones en su rela-
ción con la divinidad, como la existencia de revelaciones o la práctica de cultos.

71
En busca de Dios

La filosofía así asumida se le debe dar una connotación cultural, por-


que en ella resplandece la verdad, va ayudar al hombre a plantear su exis-
tencia en una forma diferente, la va a instar a luchar por la autenticidad y
originalidad de su ser mismo. También le va a develar su misterio que no
es otro que el de ser hombre y del estar en el mundo.
La Filosofía se considera a sí misma como ciencia, puesto que existen
muchas otras (Física, Astronomía, Matemáticas...), se concibe como la cien-
cia primera, a la que le corresponde investigar las razones y causas últimas
del universo (origen, finalidad, existencia de Dios...) y del comportamiento
humano (normas de conducta, felicidad, etc.) y del sentido de la existencia
humana tanto individual como colectiva. El comportamiento humano es
estudiado por la psicología.
La Filosofía es una ciencia universal, ya que alcanza por ser última y
radical todas las áreas de la realidad; el resto de las ciencias son particula-
res, estudian un área concreta de lo existente.
El saber científico es usado como un medio para dominar la naturale-
za y ponerla al servicio del hombre; el rigor y la exactitud serán sus notas
dominantes gracias al método. Al aplicar su método a distintos campos de
la realidad y la conducta humana, las ciencias comienzan a multiplicarse.
La palabra Filosofía viene del griego filos y sofía. Filos es un derivado
del verbo filein, que significa amar. Sofía quiere decir sabiduría. Por tanto,
la Filosofía es el amor a la sabiduría. En la antigüedad griega se llamó fi-
lósofo a todo aquel que tenía afición o tendencia a los conocimientos más
profundos acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios.
La filosofía se preocupa por toda la realidad, su interés abarca todo
cuanto existe o puede existir. En cambio, las demás ciencias sólo se ocupan
de terrenos limitados, se refieren con exclusividad a cierto grupo de seres.
Debido a esto, son llamadas ciencias particulares.
La filosofía estudia todas las cosas, toda la realidad, todo ente (que
es todo lo que existe o puede llegar a existir), tanto lo material como lo
espiritual, orgánico e inorgánico, mental y extramental, los seres naturales
y los creados por el hombre (artefactos, cultura, etc.). A diferencia de las
ciencias particulares que estudian las explicaciones inmediatas o causas
directas de las cosas, la Filosofía sólo se interesa por las causas supremas
o explicaciones últimas y definitivas de la realidad.
La mayoría de los cristianos piensan que la Filosofía es sólo pensa-
miento secular y que, por consiguiente, no puede existir una filosofía cris-

72
Pedro Ayala Ruiz

tiana pues eso implicaría una contradicción, ya que lo secular no es cristia-


no. Esta aseveración nos lleva, por lógica, a la conclusión que toda filosofía
es contraria a la Biblia, estableciéndose de este modo una condición de
lucha entre la filosofía y la Biblia.
Pero, ¿en realidad es contraria la filosofía a lo que la Biblia nos enseña
acerca de la naturaleza de la realidad y las cosas? Antes de entrar más en
este asunto, considero útil echar una mirada a lo que nos dice Colosenses
2:8, “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutile-
zas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del
mundo, y no según Cristo”. En otra versión de la Biblia leemos: “Tengan
cuidado; no se dejen llevar por quienes los quieren engañar con teorías y
argumentos falsos, pues ellos no se apoyan en Cristo, sino en las tradicio-
nes de los hombres y en los poderes que dominan este mundo”.
También puede ser traducido este pasaje de la siguiente manera: “Mi-
rad que no os tomen cautivos por una filosofía hueca y engañosa, que de-
pende en tradición humana y los principios elementales de este mundo en
vez de en Cristo”.
Observemos en primer lugar que la Biblia dice: “No os tomen cautivos
por una filosofía hueca” (Col. 2:8), sino “sean cautivados por Cristo” (2 Cor.
10:5). Es claro que cuando habla de filosofía hueca está hablando de una
filosofía que no tiene substancia, que no ofrece consistencia, una filosofía
que no puede resistir ninguna clase de examen sin quedar expuesta. En
segundo lugar, encontramos “filosofía hueca... que depende en tradición
humana y los principios elementales de este mundo en vez de en Cristo”.
Esto nos aclara que no está en contra de toda filosofía, sino de aquella que
sigue la tradición humana en vez de a Cristo.
Entonces cuando hablamos de la filosofía cristiana nos estamos re-
firiendo a la actividad intelectual en la cual una persona cristiana está
dispuesta a pensar descriptivamente acerca de la realidad y sus causas
supremas en dependencia de la revelación divina. La filosofía cristiana
deshecha las respuestas falsas y declara que la única filosofía válida es
aquella que está de acuerdo a Cristo. La filosofía humana excluye a Dios y
a su revelación, y pone al hombre como el juez supremo. Pero para la filo-
sofía cristiana, Dios y su revelación son el fundamento de toda actividad
filosófica y el criterio supremo de toda verdad. Como podemos ver, la di-
ferencia básica entre filosofía humana y cristiana es su fundamento. Una
fomenta la independencia de Dios y la otra, la dependencia de él.

73
En busca de Dios

Qué es la felicidad
La felicidad es el estado emocional de una persona feliz, una sensación
de bienestar y satisfacción, una paz interior, que puede ocurrir por varias
razones. La felicidad es un momento duradero de satisfacción en el que el
individuo se siente completamente feliz y satisfecho, un tiempo donde no
hay ningún tipo de sufrimiento. El término felicidad proviene del latín
felicitas, que a su vez proviene de felix, que significa fértil, fecundo.
La felicidad se compone de diversas emociones y sentimientos, que
puede ser por un motivo específico, como un sueño hecho realidad, un de-
seo cumplido, la autorrealización, la autosuficiencia, o incluso hay perso-
nas que están siempre alegres y de buen humor, y no es necesario ningún
motivo para que estén en un estado de felicidad.
La felicidad es abordada por muchos filósofos, por la psicología y por
las religiones. Los filósofos asociaban a la felicidad con el placer, ya que
es difícil definir la felicidad como un todo de donde surge ésta, los sen-
timientos y las emociones involucradas. Los filósofos estudiaban el com-
portamiento y los estilos de vida que podrían llevar a los individuos a la
felicidad plena.
En la sociología, se analizan los factores sociales que determinan los ob-
jetivos que el sujeto se marca como meta para alcanzar estados de felicidad.
La Universidad de Oxford ha creado un cuestionario para medir, a
través de diversos métodos e instrumentos, el nivel de felicidad de las per-
sonas. Ellos creen que para medir la felicidad, tenemos que evaluar los
factores físicos y psicológicos, los ingresos, la edad, las preferencias reli-
giosas, la política, el estado civil, etc.
El psiquiatra Sigmund Freud* defendía que cada individuo es impulsa-
do por la búsqueda de la felicidad. Pero esta búsqueda sería algo utópico, ya
que para que la felicidad exista, no puede depender del mundo real, donde
la persona puede tener experiencias como el fracaso. Por lo que lo máximo
que el ser humano podría lograr sería una felicidad parcial. *(Fue un char-
latán del Psicoanálisis porque manipulaba los resultados drogando a sus pacientes.)
Varios filósofos estudiaron y analizaron la felicidad. Uno de ellos fue
el griego Aristóteles, quien en el siglo III a. C., argumentaba que la felici-
dad está relacionada con el sano equilibrio y la buena armonía, haciendo
el bien, siendo un ser humano en el más pleno sentido de la palabra. Para
otro griego, Epicuro, también en el siglo III a. C., la felicidad se produce a

74
Pedro Ayala Ruiz

través de la satisfacción de los deseos, del placer. Pirrón de Elis, que vivió
también en el siglo III a. C., creía que la felicidad llegaba por la tranqui-
lidad. Para el filósofo indio Mahavira, que vivió en el siglo VI a. C., la no
violencia era un aliado importante para lograr la felicidad plena.
Los filósofos chinos también han investigado sobre la felicidad. Para
Lao Tzu, que vivió en el siglo VI a. C., la felicidad se puede lograr teniendo
como modelo, la naturaleza. Confucio, pensador chino, en el siglo V a. C.,
creía que la felicidad venía a través de la armonía entre las personas.
Para las religiones teístas, la felicidad sólo se logra en la unión con
Dios, y no es posible ser feliz sin esta comunión.
La doctrina religiosa budista también ha examinado la felicidad, que
se convirtió en uno de sus temas centrales. El budismo cree que la felicidad
se produce a través de la liberación del sufrimiento y la superación del
deseo a través del entrenamiento mental.
La metafísica ha recibido en el siglo XX severas críticas. Las princi-
pales son las que provienen del positivismo lógico, para quien la meta-
física es un discurso sin significado porque sus enunciados son afirma-
ciones acerca de los cuales nunca se podrá tener una experiencia. No
obstante, debemos decir que los temas concernientes a la metafísica no
fueron dejados a un lado en el siglo XX, sino, por el contrario, las distin-
tas corrientes de pensamiento se ven remitidas a ellos con la necesidad
de formular maneras alternativas en su tratamiento.

75
Pedro Ayala Ruiz

los demás, quienes usan de pretexto el cristianismo para ser hipócritas y fal-
sos con los demás, quienes convierten el cristianísimo en un club social, etc. es
“hijo del diablo”, aunque se sepa la Biblia de memoria, asista a todos los cursos
bíblicos, o se autodenomine católico o cristiano. (1 Jn. 3:10.)
Conclusión: Satanás y los demonios existen, y son poderosos. Pero un
(verdadero) cristiano (sin hipocresías), en la Iglesia, es más poderoso que
todos los demonios juntos, siempre y cuando sea humilde, que es lo que
se ha perdido en los ritos de fe, sobre todo con los ministros de cultos reli-
giosos o pastores.

El Anticristo
Nuevo Diccionario Mundial de Webster’s define la palabra “anticristo” como
el gran antagonista de Cristo, que va a difundir maldades mundiales antes del
fin del mundo, pero finalmente será conquistado al regreso de Cristo.
El término “anticristo” es encontrado solamente en cuatro escrituras,
todas escritas por el Apóstol Juan: (I Juan 2:18, 22, 4:3) y (II Juan 7). Origi-
nalmente escrito en griego, significa “un adversario del Mesías” en otras
palabras, contra Cristo.
Juan le advirtió a los Cristianos, “Hijitos, ya es el último tiempo; y se-
gún vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos
anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo” (I Juan 2:18), dice,
muchos y no está limitado solamente a una persona.
El versículo 19 adicionalmente explica que ellos habían salido de aden-
tro de la Iglesia de Dios. “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros;
porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros;
pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”.
Juan escribió estos versículos casi al cierre del primer siglo y al final de
su ministerio de más de 60 años. De los doce apóstoles originales de Cristo,
él era el único que estaba vivo en ese tiempo. Él fue testigo del nacimiento
de la Iglesia de Dios en el día de Pentecostés, (cincuenta días) 31 años d. C.
El la vio crecer como el proverbio de la semilla de mostaza que se esparció
a través del Imperio Romano, y observó cómo fue atacada viciosamente
por los grandes engaños religiosos.
El Manual Bíblico de Halley’s, pág. 673, explica que anticristo “es co-
múnmente identificado con el Hombre de Pecado (II Tesa. 2), y la Bestia de
Apocalipsis 13. Pero la Biblia misma no hace la identificación. El lenguaje

287
En busca de Dios

insinúa que los lectores de Juan habían sido enseñados a esperar un an-
ticristo en conexión con los días finales de la última era Cristiana, por lo
tanto, Juan aplica la palabra, no sólo a una persona, sino a todo el grupo de
maestros anti-Cristianos (2:18; 4:3). La idea del Nuevo Testamento parece
ser que el espíritu de anticristo surgiría en el cristianismo, manifestándose
en muchas formas, ambos dentro de la Iglesia y afuera, finalmente culmi-
nándose en una persona, o una institución, o ambas”.
Estos anticristos existieron no solamente en el tiempo de Juan, sino
a través de la historia de la Iglesia hasta nuestro tiempo. Mientras que la
Biblia dice que hay muchos anticristos, también demuestra que la Bestia
y el falso profeta del Apocalipsis 16:13 serán los dos de los últimos y más
importantes anticristos.
Anticristos. Son Engañadores. En II Juan 7, Juan escribió: “porque mu-
chos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucris-
to ha venido en carne. Quien esto hace es un engañador y un anticristo”.
Como sesenta años antes, Cristo le había advertido a Juan y a los otros
discípulos, tengan cuidado de que ningún hombre os engañe. Porque mu-
chos vendrán en mi nombre, diciendo, yo soy Cristo pretendiendo en pre-
dicar o actuar por la autoridad de Cristo y engañarán a muchos, incluyen-
do a los verdaderos Cristianos. (Mt. 24:4-5.)
Años después, el Apóstol Pablo advirtió acerca de los falsos apósto-
les y obreros fraudulentos (II Cor. 11:13-15) disfrazados como ministros de
justicia, que fueron alrededor engañando a los Cristianos a creer en otro
evangelio. (Gal. 1:6-9; Hechos 20:28-31.)
Estos falsos maestros y falsos hermanos anticristos eran cizañas en-
tre el trigo (Mt. 13:24-30, 36-42). Ellos parecían sinceros parecían piadosos,
como muchos ministros de culto de hoy en día, pero estaban muy lejos de
ser verdaderos Cristianos. Estos falsos cristianos eran difíciles de distin-
guir de los verdaderos cristianos, lo cual se les hizo fácil para ellos a llegar
a posiciones de liderazgo. Desde ese entonces, ellos infectaron la Iglesia
con falsas doctrinas, engañando a la mayoría como también hoy ocurre.
Los Gnósticos. Entre estos engañadores estaban los Gnósticos. Ellos recla-
maban tener conocimiento especial (Gnosticismo se deriva de la palabra Grie-
ga que significa conocimiento), que ellos consideraban más importante que las
Sagradas Escrituras. Ellos usaban sus conocimientos especiales para arrastrar
a las personas a la lascivia licencia para pecar. Ellos engañaron a muchos, ense-
ñando que quebrantar las leyes de Dios no era irrelevante a la moral.

288
Pedro Ayala Ruiz

De acuerdo a La Biblia de Estudio MacArthur (Nueva Versión King Ja-


mes), Gnosticismo (el conocimiento) era la herejía más peligrosa que ame-
nazó a la Iglesia principiante durante los tres primeros siglos.
Una vez más, los anticristos son engañadores. Ellos engañan negando
a Cristo: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?
Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. (I Juan 2:22.)
Por supuesto, los anticristos en el tiempo de Juan, como los Gnósticos,
no andaban diciendo, yo niego a Cristo. Si lo hubieran hecho así, nunca se
hubieran podido mezclar con los verdaderos cristianos.
Los Gnósticos enseñaban que la materia (carne) es completamente
mala y que el espíritu es completamente bueno. Guiados por Cerinto, un
falso maestro en Efesos, este culto negaba que Dios, que es Espíritu, se
hizo carne literalmente.
En cambio, algunos creían que cuando Cristo vivió aquí en la tierra, Él
no tenía verdaderamente un cuerpo sino que solo “parecía” ser un cuerpo.
Ellos creían que Cristo era como una clase de fantasma. Otros creían que
Cristo el divino (espíritu) se unió con el Jesús humano (carne) en el bautis-
mo, y que se separó en el momento antes de morir. Entonces, como Cristo
no murió, ellos razonaron, El no tuvo que ser resucitado de los muertos.
Ambas ideas son falsas. Ellos niegan que Jesucristo era una vez un ser
humano de carne y sangre, tentado como todos los hombres y con la capa-
cidad de poder pecar, pero sin pecado. (Heb. 4:14-15.)
Aquí está el problema con sus razonamientos: Si Cristo no fue carne,
entonces él nunca tuvo tentación para pecar. Si Él nunca fue tentado, en-
tonces Él nunca tuvo la capacidad de pecar. Si Él no tenía la capacidad de
pecar, entonces El no venció el pecado y no pudo dejar el ejemplo para
nosotros para que hagamos lo mismo. (Apo. 3:21; I Pedro. 2:21.)
Pero Juan 1 dice que Cristo (que era Dios) fue hecho carne: En el principio
era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Este mismo estaba en
el principio con Dios…Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.
Mateo 4 describe a Cristo siendo tentado por el diablo: Entonces Je-
sús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo y
cuando vino a él, el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, ordena que estas
piedras se conviertan en pan. Si Cristo nunca fue carne, ¿cómo pudo El
entonces ser tentado? (Santiago 1:13) dice, Dios como espíritu (Juan 4:24) no
puede ser tentado con lo malo.

289
En busca de Dios

Pero en Hebreos 4:15 dice: Cristo fue tentado en todo según nuestra
semejanza. El punto es que toda la carne es propensa a la tentación.
Cristo dijo en Juan 16:33, yo he venido al mundo. ¿Cómo puede ser
esto verdad si Él nunca hubiera sido carne, nunca hubiera sido tentado ni
hubiera tenido la capacidad de pecar?
Como usted puede ver, (entender) la falsa doctrina de Cerinto y los
Gnósticos son basadas en razonamientos humanos. Estas desafían la pura
y simple verdad de las Escrituras.
La Doctrina de La Trinidad Niega a Cristo, los Gnósticos negaron que
Cristo viniera literalmente como un ser humano de carne y sangre. ¡Pero
hay otras formas de negar a Cristo!
Por ejemplo, la doctrina de la Trinidad fomenta la idea de que Dios
es “tres Personas y una naturaleza,” y que Cristo es “una Persona y dos
naturalezas”. Enseñan que de alguna manera, una “naturaleza” de Cristo
murió en la crucifixión, mientras que la otra continuó viviendo.
Pero, ¿cómo puede una mitad de un tercio de un ser morir? ¿Está usted
confundido? Debe de estarlo. Eso es confusión doctrinal y “Dios no es el
autor de la confusión,” sino de decencia y orden (II Cor. 14:33, 40).
Lea lo que la Nueva Enciclopedia Catolice dice con respecto a la Trini-
dad: uno no debe de hablar de Trinitarianismo en el Nuevo Testamento
si no se tiene una correcta capacidad, cuando hacemos referencia de un
Trinitarianismo sin calificaciones, nos hemos cambiado del periodo del
origen de los Cristianos, a decir por ejemplo, al último cuadrante del cuar-
to siglo. Fue en ese instante que lo que es llamado el dogma definitivo Tri-
nitario ‘un Dios en tres Personas’ llegó a ser reflexionado y completamente
asimilado hacia dentro de la vida Cristiana.

Los Cuatro jinetes del Apocalipsis


Son los cuatro caballeros que se describen en la primera parte del capí-
tulo sexto del Apocalipsis. El capítulo habla de un pergamino en la mano
derecha de Dios que está sellado con siete sellos, en ese escenario Jesús
abre los primeros cuatro sellos de los siete, liberando a estos jinetes que
montan en caballos blanco, rojo, negro y uno bayo. Según la exégesis* re-
presentan y son alegorías de la victoria, la guerra, el hambre y la muerte,
respectivamente, aunque sólo a este último se le designa por este nombre.
Apocalipsis 6:1-8

290
Pedro Ayala Ruiz

___________________
* El término exégesis corresponde a la palabra griega exegesis, que significa explicación,
interpretación, y deriva del verbo ex-egeomai, dirigir, sacar fuera; por extensión, explicar,
exponer, narrar.
___________________

Aunque los jinetes aparecen brevemente en el libro, su importancia


radica en la cantidad de representaciones artísticas y generalmente en la
influencia que tuvieron sobre la cultura occidental.
El primer jinete parece referirse al anticristo, a quien le será dada au-
toridad y conquistará a todos los que se opongan a él. El anticristo es el
falso imitador del verdadero Cristo, quien regresará en un caballo blanco
(Apocalipsis 19:11-16).
El segundo jinete se describe en Apocalipsis 6:4, “Y salió otro caballo,
bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz,
y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada”. El segundo
jinete se refiere a una terrible guerra que ocurrirá al final de los tiempos.
El tercer jinete es descrito en Apocalipsis 6,5-6 “he aquí un caballo negro;
y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio
de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario,
y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino”. El
tercer jinete se refiere a una gran hambruna que tendrá lugar, probablemente
como resultado de las guerras producidas por el segundo jinete. La comida
escaseará, pero los lujos tales como el vino y el aceite aún estarán disponibles.
El cuarto jinete es mencionado en Apocalipsis 6:8, “Miré, y he aquí un
caballo amarillo y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades
le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para ma-
tar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra”. El
cuarto jinete es el símbolo de la muerte y devastación. Parece ser una com-
binación de los jinetes previos. El cuarto jinete traerá más guerra y terri-
bles hambrunas junto con terribles plagas y enfermedades. Lo que es más
asombroso, o quizá terrorífico, es que los cuatro jinetes del Apocalipsis,
sólo son “precursores” de juicios aún peores que ocurrirán posteriormente
en la Tribulación (Apocalipsis capítulos 8-9 y 16).

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