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Es importante reconocerse como miembro de una comunidad, de una nación,
de una patria, donde se comparte mucho más que un territorio.
La historia y las costumbres de tu país forman parte de tu identidad, porque
te diferencian de los niños de otros pueblos, de otras naciones.
Todos tenemos un lugar en el mundo: formamos parte de una nación, de
una patria. No sólo por haber nacido en un territorio, sino también por compartir
costumbres, gustos, tipos de vestimentas, formas de hablar, personajes, héroes,
una historia y símbolos que nos identifican.
Aunque no conozcamos a todos nuestros compatriotas, lo cierto es que nos
unen a ellos vínculos afectivos.
Es común ver a gente que no se conoce abrazarse emocionada ante un gol
de su seleccionado nacional y hasta agitar banderas a modo de saludo, o besar
con orgullo la camiseta con los colores patrios.
También hay personas que se emocionan al escuchar canciones que nombran
a su país, o se ponen muy contentas al saborear una comida típica cuando se
encuentran en tierras extranjeras.