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SIEMPRE TE CREÍSTE

LA VIRGINIA WOOLF

CLAUDIA APABLAZA

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CLAUDIA APABLAZA
© SIEMPRE TE CREÍSTE LA VIRGINIA WOOLF
Reg. Prop. Int.: Nº 209.691
I.S.B.N: 978-956-7117-70-3
Diseño de portada: Johnny Pacheco
Fotografía de portada: M. Montecinos
Ilustración del interior: Pablo Gallo
Derechos Reservados
Primera Edición
Libros La Calabaza del Diablo
www.lacalabazadeldiablo.com
Santiago de Chile, 2011

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A @lamujerrota, Virginia, María José 1, Josefina,
Marguerite, Alejandra, Julia, Andrea, ¿Carla?,
Pía, D.E., Patricia, Carola, Solange, Gabriela,
Monik, Carlita M., Karen, Leo, Carolina, Ana,
N., L., Paula, G., S., P., María José 2, Paz,
¿Isabel?, Marisol, Fernanda, Lorena, R.,
etc., etc., etc.

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6/siempre te creíste la virginia woolf
Hice nuevos amigos que charlaban sin parar
hablando de novelistas sudamericanos
que nunca tienen demasiado éxito.

Douglas Coupland

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POSEIDA

ELLA ESTÁ POSEÍDA por la diégesis. Es decir, un minuto


cualquiera, de un día cualquiera, de un año cualquiera,
ella entró en esa posesión en la que entran algunos
hombres ligados a las letras, también algunos
personajes, algunos enfermos mentales, algunas voces
narrativas, algunos soñantes. Pero ella es ninguna de
las anteriores, es una persona común y corriente que
no padece enfermedad alguna, sino más bien, es una
persona muy normal que está poseída por la diégesis.
Es así. Ella está poseída por la diégesis. No hay nada
que se lo impida. Ni lógicas cartesianas, ni menos la
flojera de las ficciones, ni menos que ella no sea literata.
Entonces, o, más bien, digo y repito: no hay
nada que me lo impida. Nada de nada. ¿O me
equivoco? (Si alguien se opone, que no siga leyendo. O
si quiere seguir leyendo, que lo haga. No voy a ser yo
quién, precisamente, se lo impida).
Estoy poseída por la diégesis. Mi nombre es
Claudia. Tengo algunos momentos de lucidez en que
la diégesis me abandona y puedo decir esto que relato.
De todas formas, advierto que de un minuto a otro
puedo ser poseída y ustedes ya no van a entender nada
de lo que digo, o más bien podrían entender lo que es
la diégesis o el concepto de diégesis en la literatura, en
su cabalidad e incluso ser poseídos por ella, o incluso
este cuento podría acabarse de golpe. Hacer ¡Plaf! ¡San
se acabó!: THE END, como en las películas de
Hollywood.

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Así es la vida, uno se puede poseer por cualquier
cosa, es decir, desde un discurso expresivo básico, como
una sílaba o un monosílabo, a estar poseída por las
capas superiores de la manifestación literaria. Así es la
manifestación de las letras. Todos nos comunicamos,
todos hablamos, todos podemos estar presos de esa
posesión, sin siquiera notarlo, pero también está sujeto
a nuestra decisión; es decir: es además una actitud sujeta
al ejercicio de la voluntad.
Una tarde cualquiera, yo estaba sentada en la
sala de clases de Veterinaria y entró un profesor de la
escuela de Filosofía y Humanidades, parece que de
Literatura y le dijo algo al oído al profesor de Huesos
Vacunos I, y el profesor de Huesos Vacunos I me agarró
de la mano y me sacó de la sala y me dijo: Ve con él.
El profesor de Literatura me tomó de la mano,
me dijo ven conmigo, yo te salvaré de esa realidad
vacuna y nos fuimos directo a su aula.
Me sentó en el primer asiento de la sala y
comenzó a hablar y hablar de mi salvación vacuna y
luego nos dijo: Ahora, para que nuestra invitada vacuna
comprenda de qué hablamos, repasaremos la diégesis.
Mejor dicho, les explicaré nuevamente a todos a qué
me refiero cuando hablo de la diégesis.
Y comenzó:
Queridos alumnos, la diégesis consiste más que
el texto narrativo mismo, en un corpus ideal y sabroso.
Está compuesto por niveles o capas que a su vez, son
sabrosas, deleitosas… Mmm, se me hace agua la boca.
Disculpen, pero es que amo la diégesis. La adoro. No

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podría vivir sin ella. No sería nada sin ese cuerpo que
se presenta extraño y me arrebata y me succiona, y
me da vueltas en lo alto, me busca. Me aprisiona a veces,
me ata, me amarra, y somos uno en el nivel más alto
del pensamiento, y compartimos alturas insondables,
que ni imaginan, mis queridos alumnos, que ni
imaginan. Si pudieran sentir el sabor de la diégesis,
ustedes serían otros. Personas renovadas, vivirían felices
en este mundo tan hostil, tan macabro, tan irreal.
Serían seres que les brilla la pupila, que entonan un
tango al salir de la ducha y luego brincan, bailan en la
espesura de los momentos vividos. De los instantes
reunidos en sus mejores y más preciados fotologs. Serían
dioses, semi-dioses, mis queridos niños. Serían unos
Orfeos, Galápagos, Minotauros. Serían sirenas que
entonan ese arrullo de los fondos marinos. Serían lo
más bello, mis queridos, lo más grande... Si conocieran
el sabor de la diégesis, serían como los ángeles que bajan
al infierno y nada los toca, nada los aprisiona, ni los
quema, serían unas bestias humanas, capaces de sentir
el Olimpo en cada poro, en cada latido, mis queridos
alumnos.
Fue en ese momento que comenzó mi amor a
la diégesis. Comencé a sentirme poseída por ese corpus.
Ese corpus que entra y sale de un cuerpo. Que incluso
penetra con desenfreno.
Y ese corpus, queridos alumnos, es un corpus
ideal y además ficticio. ¡Ay, ese corpus! Posee las
cualidades de las mejores caricias que nunca se les
hayan aplicado. Las caricias anales. Oh, disculpen, pero

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¿conocen las caricias anales? Oh, alumnos, sigamos,
perdón. Repito, es un corpus narrativo, pero no se
engañen, porque puede además ser un texto poético.
Podemos observarlo de la siguiente manera. Cierren
los ojos e imaginen una mesa de disección, es decir,
como si pusieran un pollo en una tabla para cocinar.
Una tabla de madera que debe tener mamá en casa.
Hay algunas tablas que tienen además algunas
aplicaciones de cerámica, que podrán encontrar en el
mercado persa o en la feria Santa Lucía. Algunas
abuelas se dedican a fabricar de estas tablas y les
quedan preciosas. Mi abuelita, incluso un día, me hizo
una formidable, pero lamentablemente se la llevó mi
exmujer cuando nos separamos. Además de llevarse a
los niños, ella se llevó nuestra tabla de cocinar que había
hecho mi abuelita. Había cocinado unos exquisitos
pescados, cortado algunas verduras en ella, cortado
carne en trocitos para hacer aquella sopa maravillosa
de fideos que tanto amo. Mi abuela murió y no me
alcanzó a hacer otra de esas tablitas... Oh, pero
volvamos, estimados alumnos. Para explicar lo que es
la diégesis puedo usar la metáfora de la disección de
un pollo crudo. Ustedes habrán visto a sus madres con
un pollo en una tabla de cocinar. ¿O no? O tal vez a
sus abuelas, a sus hermanas, a sus tías, a sus parejas.
En fin, a cualquier mujer. Incluso habrán visto a las
dependientas de supermercados, o incluso en las
películas. Esas estilo Jodorowsky, en que se insiste en
matar pollos, en destripar vísceras y luego ofrecerlas al
sol. ¿Lo han visto? Les digo que destripar un texto

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narrativo o poético es algo similar. Es al corpus, es decir
al pollo en su respectivo lugar en la metáfora, a lo que
llamamos diégesis. Es un ente vivo y goza de una
vigencia eterna. Es decir, de aquí al final de la
humanidad existirán tanto los pollos como diégesis en
todo el mundo.
Alumnos míos, ya tenemos entonces el corpus,
o sea el cuerpo textual que nos ofrece su vientre para
ser diseccionado a nuestro antojo. Lo vemos ahí, vivo,
que tiembla, que nos mira, que parece que nos fuera a
comer de un minuto a otro con sus colmillos alzados
cuál piraña de dientes recién afilados.
Y ahora le pasamos la voz a nuestra alumna
vacuna, queridos alumnos.
Y me pasaron la voz y comencé:
Ay, yo soy un pollo, una pata de pollo, una mujer
que un día entró a un aula y fue diseccionada por un
hombre que repetía frases abiertas y cerradas. Frases
que me hacía decir ay, ay, me poseo, y ya no soy un
pollo, sino el tuto del pollo y luego el ala, que posee
cartílagos sabrosos, y me como mi propia ala y la chupo
y le digo si yo-él-ella podemos chuparla y me dice que
las voces narrativas del pollo lo permiten todo. Entonces,
me digo a mí misma: No sufrir por las disecciones
narrativas. Y repito yo-tú-ella es la disección del pollo
de mi abuela. Esta es mi trama, esta es mi historia, mi
lector ideal, mi narrador. Y lo pollístico es también lo
narrativo. Y lo alístico es también lo que tiembla en la
pluma del lector. Y si parte uno un hueso de pollo, como
lo hacen las abuelas, o tal vez, como lo haría la abuela

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Yoyi, sería uno más feliz que antes, y también sería
más pollo que nunca, y más corpus y más texto, más
diégesis, más capas narrativas como cebollas, de esas
que uno ocupa para narrar, para echarle al caldo de
gallina, junto con las zanahorias y los pestos, los arroces
si se quiere, o también hay unos fideítos que se llaman
ojitos, son deliciosos y le dan otro sabor a la diégesis.
La vuelve más poética, como para chuparse los deditos.
Una diégesis que está en el menú de las mejores cartas
de los mejores restaurantes del mundo. Hacen y
deshacen los tiempos narrativos del pollo. Y se comen
los huesitos cuando van donde su abuelita, y me comen
las patitas cuando ponen un sufijo o un prefijo y la
morfosintaxis es adecuada, es también el tempo
narrativo y el lector ideal de patitas, saborea el caldo
cuando dice yo-yo-yo. Es así. Es así. Es así esta historia.
Yo quiero ser aquello, profesor. ¡Oh! Yo quiero
ser la diégesis de todo esto. Yo quiero ser ese pollo que
se va luego a la cacerola. Ser y ser y ser y ser. Ser el
pollo de la Yoyi. Es así. Estoy así y me siento en mi
casa dentro de lo narrativo. Es así como digo. Digo hola,
y el hola es una capa en la que hay que develar el
estado, el momento del narrador y ver, o más bien
definir, a qué distancia está del objeto narrado y de su
propio pollo se encuentra.
Usted se ha sacado un siete. Vaya, ya puede ser
escritora.
Y todos aplaudieron.

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ESTIMADA SEÑORA

HOY ME LLEGÓ una carta. Me invitan a una feria de


Guadalajara, después a una de Buenos Aires y tal vez
a una de Barcelona. Después a Madrid y Frankfurt. A
Bogotá también. Me dicen que me pagan los pasajes.
Que me quedo en un hotel seis estrellas. Que puedo ir
acompañada. Me dicen que debo hablar del tiempo.
¿Una carta para mí? Qué bien, me pongo feliz. ¿Pero
por qué hablar del tiempo? Bueno, el tiempo está muy
bien por estos lados, señores. Hace frío en las mañanas,
calor por las tardes. Está agradable el tiempo, señores,
aunque ayer me puse un chal por la tarde, como a las
ocho de la tarde, ya que casi llueve. Qué sé yo. No sé
qué más decirles del tiempo. Da igual. Qué bien, todo
da igual, soy feliz, feliz, eso es lo que importa ahora.
Me han invitado. Me siento en la terraza. Enciendo el
PC, luego un cigarrillo. Leo nuevamente desde el
principio. Estimada señora, ¿señora? Qué se creen de
llamarme señora. ¿Qué raro? Estos imbéciles se atreven
a llamarme señora. ¡Qué locos! ¿Señora? Jeje. Sí, soy
una señora sin hombre que la acompañe, que la folle.
Yo nunca he sido señora y nunca lo seré. No soy más
que ayudante de pedicuro y de depilación. Y bueno,
estoy en la etapa de aprender a sacar los pelos de la
papada. Pobres señoras que llegan con esas papadas
gigantes y me cuesta sacarles los pelos. Son unos rollitos
que se les forman debajo del cuello y yo los amaso y
ellas son felices con mis amasadas. Qué lindo. Qué bello

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el amasar de las papadas. Blandito. Y los pelitos que
les quedan se los tiro con una pinza fina traída de china
o de Japón, no sé. Traída de donde sea. Qué me importa.
Soy feliz. Y bueno, querida señora, nos complace
invitarla a las ferias ABC. Y queremos contar con una
exposición de sus libros y también una conferencia de
su oficio. Seguro, mi oficio, eso me complace, señores.
Pelito por pelito. Puntito rojo, sangre y sonrisa de
felicidad. Y a veces me excito cuando en la punta del
pelo queda la raíz del cuero cabelludo. Qué raro. Es
duro. A veces me lo como. Cuando tengo mucha
hambre. Son un poco desabridos. Debería revelar mi
secreto: les pongo mayonesa o algo picante. Una salsita
mexicana o algo de mostaza brasilera. Son ricos los
pelitos de la papada. Pelito uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis: ¡señora feliz! Y me miran agradecidas. Y que
profundice en su arte, estimada señora. Sí, eso. Quiero
profundizar en mi arte. Enterrar más y más la pinza.
Más y más adentro, comer más y más pelitos con
kétchup. Más y más. Una ensalada de pelitos. Más y
más adentro para ver pelitos encarnados, pelitos negros
y gruesos que se han quedado muy debajo de la
primera capa cutánea. Ver sangre, por favor. Ver sangre
ajena. Y que nos demuestre cómo se siente usted en su
oficio. Sí, sí. Eso también. Me siento una mujer plena y
realizada. Voy directo a la sangre. Para qué voy a
mentirles. Creo que he tenido en mis manos las
papadas más gigantes del universo y me he complacido
en comer parte de ellas en mis ensaladas. Las papadas
más gordas. Las más abultadas. Ésas. Se los prometo.

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Me siento feliz de ser esa mujer que las saborea. De
haber tenido esa suerte que no todos tienen. Sé que he
sido yo. Incluso he sido unas de las afortunadas de tener
papadas vírgenes. Vírgenes y extremadamente blancas.
Vírgenes de pedicuras o aprendices. Papadas de niñas
obesas de tanto comer aceite y chatarra. Y de paso que
enseñe sus obra. Oh, no, por favor, mis obras no aún.
No exageremos. Grandes obras no tengo. Grandes no.
Para nada, señores. Asumo con modestia que soy una
aprendiz aún. Y que nos dicte una clase magistral. Oh,
oh no. Magistral. Dios mío. Papada a la vista. Oh, no,
mejor: la gran y única papada. No. Pelo a la vista. Pelo
que crece solo entre unas carnes y lo saboreo con salsa
mexicana. Pelito sabroso en salsa chic. Oh, qué
felicidad. Clase magistral. Y tal vez evaluaremos una
traducción de su obra con un agente. Oh, ¡por favor!
Una traducción de los pelos, qué bien. ¿O una
traducción de mí misma? ¿Traducción de las papadas
más gigantes? Y que nos ayude a elegir a sus sucesores.
Oh, por favor, no es para tanto. No es necesario. ¿A
mis sucesores? Por favor, no. Aún no quiero transmitir
por completo mi legado. Mejor me tomo una caña de
vino. Eso, me sirvo un vaso lleno. Una buena caña de
vino para celebrar. Uf. Qué delicia. Qué delicia, señores.
¡Qué dulce! Otra, al seco. Otra más. ¡Qué alegría! Y si
quiere puede dar entrevistas o no dar. Oh, no. Dar
entrevistas. ¿Ir a la radio, a la TV? ¿Mandar saludos a
mi abuelita? A mi familia que está en el sur. Qué bello.
Mami, saludos de tu chichi. Esperamos su pronta
respuesta. Oh, sí, sí. Voy, voy, seguro que voy a todas.

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Espérenme. Voy a todas, les hablo de mi oficio y si
quieren le llevo una modelo con la papada más gigante.
Más abultada y blanca y con pelos más gruesos. En
fin, estimada escritora, nos quedamos atentos a su
respuesta para comprar el pasaje. Atentamente,
Ediciones Felinas. Sí, sí, me encantan los felinos. Son
tan bellos. ¡Pero no! ¡No! ¿Por qué me llaman escritora?
¿Qué se creen? ¡Qué pena! Pobre animales. ¿Qué será
que les van a hacer? ¿Sacarles los pelitos uno a uno?
Pobres felinos. Qué triste. Qué triste. No iré. ¡No! No
estoy a favor de la violencia o matanza de animales.
Soy de Greenpeace, ¿no lo sabían? Eso sí que no. Seré
aprendiz de especialista en papadas y pelos gruesos,
pero ir a un país ajeno a sacarle pelos a los gatos no.
Eso sí que no. Soy ecológica, soy del Greenpeace, cuido
la flora y fauna. Haberme dicho antes que era para
eso. Inhumanos. ¡Desgraciados! Asquerosos
maltratadores. Maltratadores de animales. ¡Los
denunciaré! ¿Qué se creen que me voy a vender por
un simple pasaje en avión? ¿Por un hotel para que
después me encierren a sacarle los pelos a los gatos y
tal vez a los gatitos recién nacidos?

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SOY

HOY CAERÉ EN el amor. Es verano aún. Nadie va a morir.


Hay olor a flores. Hay mucho olor. Me llega a la nariz,
a las aletas. Quiero un amor exagerado. Un amor.
Quiero amar exageradamente. Hoy es mi día del amor.

Quiero amar.
Amar quiero.

Salgo de casa. Camino. Huelo. La felicidad está


en el patio, dice mi madre. Camino por Irarrázabal.
Iré a trotar. Camino. Camino. Corro. Corro. La felicidad
está en el patio, dice siempre mi madre. No sé por qué
lo dirá. Jamás se lo he preguntado. La llamaré cuando
llegue a casa. Corro. Irarrázabal, Holanda. Camino.
Corro. Campus Oriente de la PUC. Huelo las flores.
¡Ay!
Corro. Me topo con una fila. Me topo con una
fila. La fila es enorme, al parecer. El olor a flores es
maravilloso. Hoy encontraré el amor. No me interesa
la fila. Ya no me interesa nada. Hoy encontraré el amor.
Miro hacia el horizonte y sólo veo flores. Y la fila. Huele
a amor. La fila no tiene fin. Una fila extrañísima, una
fila rarísima. No sé que hacen aquí. No sé por qué están
aquí. Es raro. Es rarísimo. Quiero mis flores. El olor a
ellas. El amor. El amor. Comienzo a recorrer la fila.
Huele a bombones. La felicidad está en el patio, dice
siempre mi madre. No sé por qué lo dirá. Jamás se lo

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he preguntado. La llamaré cuando llegue a casa. Siento
un frío extraño cuando la recorro. No me permite
avanzar. Estoy estancada. No me deja dar ni un paso.
Ahora le temo a las flores. La felicidad no está en el
patio. La fila no me permite seguir trotando. Tendré
que caminarla completa. Por un lado de ella van autos.
Por el otro también. No me permite esquivarla. Tendré
que caminar junto a ella. No me permiten avanzar.
Me empujan hacia adentro de la fila. Que por
qué me he colado. Sudan. Sudamos. Tendré que
caminar junto a ella. No me permiten avanzar. Me
empujan. Todos gritan. Me empujan hacia un lado y
otro. Algunos sudan, rozo sus brazos y están sudados.
Están tensos. Camino. Me empujan hacia adentro de
la fila. Es una fila enorme. Que por qué me he colado.
Sudan. Sudamos. No sé cuánto me tardaré en
recorrerla. Sudo. Me empujan, nos empujamos, ellos y
nosotros. Sudan, sudamos. Estamos en la fila, ya no
podemos salir de ella. Estamos… No se puede recorrer.
Estamos aquí. Estamos en la fila, ya no podemos salir
de ella. Estamos. Es-ta-mos-en-la-fi-la, ya no podemos
salir de ella. Estamos. Somos la fila, estamos. Soy. Soy
enorme. Sudo. Cuarenta y dos minutos con treinta y
seis segundos. Tengo consciencia de mi totalidad. Tengo
consciencia de todo. Voy desde el Campus Oriente de
la PUC (Avenida Jaime Guzmán Errázuriz) hasta el
café Tavelli de Providencia. Tal vez unos tres kilómetros.
Estamos. Somos la fila, estamos y somos. Soy cuarenta
y dos minutos con treinta y seis segundos. Soy una
larga fila de escritores y poetas. Voy desde Campus
Oriente de la PUC (Avenida Jaime Guzmán Errázuriz)

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hasta el café Tavelli de Providencia. Sudan, sudamos.
Estamos en la fila, ya no podemos salir de ella. Estamos.
No se puede recorrer. Estamos aquí. Estamos en la fila,
ya no podemos salir de ella.
Estamos. Estamos en la fila, sudamos, ya no
podemos salir de ella. Estamos. Olemos a flores. Somos
la fila, estamos. Soy enorme. Sudo. Cuarenta y dos
minutos. Tengo consciencia de mi totalidad. Soy larga,
larguísima. Treinta y seis segundos. Voy desde el
Campus Oriente de la PUC hasta el Tavelli. Sudo. Soy
una fila. Una fila de poetas y escritores y críticos literarios
persiguiendo a un hombre. Estoy ansiosa. Estoy
aterrada. Este hombre me va a destruir, luego me va a
amar. Estoy ansiosa, feliz, desorientada, me late el
corazón a dos mil por hora. Me sudan las manos. Soy
una fila larguísima. Mis manos parecen fotocopias. Mis
manos son de impresora. De fanzine. Soy una fila de
poetas. Soy una fila de narradoras. Soy una fila de
académicas chupa medias. Soy una fila de aspirantes
a poetas. Soy una fila de narradores. Soy una fila de
pura onda intelectual. Soy una fila de onda crítica. De
onda críptica. Soy una fila vestida a lo intelectual. Soy
una fila moderna. Soy una fila postpost. Post Foucault.
Post Judith Butler. Postpostpost. Soy una fila post. Soy
minutos y segundos. Soy la fila que va de la academia
al cafecito de moda. Soy casi tres kilómetros. Soy calles,
avenidas, árboles, flores y primavera. Quise ser mi
madre y su felicidad en el patio. Quise ser la primavera,
el amor. Pero sólo soy la fila sudada y maloliente, la
fila que espera ver al gran crítico literario latinoame-
ricano dar la tremenda conferencia magistral.

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EL MEJOR

EL 20 DE DICIEMBRE de 2009 se quedaron de encontrar,


en un café de Nueva York, dos escritores latinoame-
ricanos, que habían sido catalogados por la crítica
especializada como el mejor escritor latinoamericano
contemporáneo. Ellos se sentían, cada uno el mejor
escritor latinoamericano contemporáneo y no querían
dejar de serlo por ningún motivo. El problema que se
les presentaba hoy es que, hace una semana, había
aparecido en la crítica local (digamos europea) otro
escritor latinoamericano contemporáneo que había sido
catalogado como el mejor escritor latinoamericano
contemporáneo. Y ante esto, ellos decidieron reunirse.
Desde hace poco, cada semana, estaba apareciendo en
las solapas de los libros de las trasnacionales un nuevo,
mejor y único escritor latinoamericano.
Supongamos que uno es el escritor latinoame-
ricano A, otro el B y el tercero el C. En fin, el escritor A
estuvo muchos días pensando si llamar al escritor
latinoamericano B. Era adicto a leer la prensa local,
sobre todo la crítica de libros de todos los medios, sean
éstos impresos o electrónicos. Últimamente había
estado pasando por una depresión muy fuerte y sólo
se dedicaba a leer compulsivamente. Se acababa de
separar de la mujer con la que había compartido los
últimos cinco años. Ella partió sin más a casa de un
pintor portugués. Él encontró, un día cualquiera, una
nota en el velador de su dormitorio: “Amor, me marcho,

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lo nuestro no tiene ningún sentido. Me marcho a buscar
eso que llaman vida. Tú me has alejado de eso que
llaman vida”.
El mejor escritor latinoamericano A citó a B para
poder encontrar una solución ante esta tercera persona
que era nombrada con ese encabezado. En fin, quería
saber si era verdad que C era tan bueno como él. C citó
a B en un café de Nueva York.
Llegó el día de la cita. Se sentaron y comenzaron
a conversar.
A se presentó:
Yo soy Chanchito Olmos, se ha dicho de mí que
mi literatura es la más lograda y ambiciosa de toda
Latinoamérica. Que soy uno de los mejores escritores
latinoamericanos de mi generación. Que soy uno de
los mejores escritores latinoamericanos vivos menores
de treinta y cinco años.
B también se presentó:
Ok. Ahora me toca a mí. Yo soy Jirafita
Buenaventura. Se ha dicho de mí que mi literatura es
la más lograda y ambiciosa de toda Latinoamérica.
Que soy uno de los mejores escritores latinoamericanos
de mi generación. Que soy uno de los mejores escritores
latinoamericanos vivos menores de treinta y cuatro
años.
A presentó a C:
Ok. Él es Caballito Seguel, se ha dicho de él que
su literatura es la más lograda y ambiciosa de toda
Latinoamérica. Que es uno de los mejores escritores
latinoamericanos de su generación. Que es uno de los

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mejores escritores latinoamericanos vivos menores de
treinta y tres años.
B también presentó a C:
Ok. Yo también tengo algo que decir. Él es
Caballito Seguel, se ha dicho de él que su literatura es
la más lograda y ambiciosa de toda Latinoamérica.
Que es uno de los mejores escritores latinoamericanos
de su generación. Que es uno de los mejores escritores
latinoamericanos vivos.
¿Qué más podemos decir?, dijeron al unísono.
Nada más. Ya nos hemos explayado dema-
siado. No hay mucho que agregar a esta conversación.
Ya está todo dicho. ¡Somos los mejores! Ese punto en
que ya no se puede pensar más a fondo. Ese punto que
por su exactitud se asimila al estado Zen. Ese punto en
que se es todo, en el que uno abarca todo el universo
imaginado. Es todo y no hay espacios para que entren
más divagaciones ni flatulencias siquiera. Es el estado
de la totalidad universal. Vamos a esa fiesta de escritores
latinoamericanos que hay en la 42nd street. Ok. Seguro
estará ahí vanagloriándose de su nueva nominación.
Exacto. Seguro que estará ahí vanagloriándose de su
nueva nominación y nosotros ni nos enteramos. Vamos
tras él. ¡Vamos! ¡Vamos directo hacia allá y no nos
perdamos en el camino! Sí, has dicho algo crucial: ¡No
nos perdamos en el camino! Además creo que estará
lleno de agentes literarios, periodistas de cultura que
nos sacarán fotos, de editores y de traductores franceses
e ingleses. ¡Oh!, vamos, por favor. Oh, sí, vamos tras
esos agentes y editores y ensayamos nuestros mejores

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pasos de baile. Sí, estará además el New York Times.
¡Oh no! Ok, ¡vamos! Y recuerda, no nos perdamos en
el camino y ensayemos nuestras mejores posturas de
las bocas y hagamos muy redonda la O. Oh, sí, eso,
hagamos muy redonda la O. ¡Vamos!

Tomaron el metro (como dato anexo: no lo


pagaron, se pasaron por debajo de las barreras. Muchos
latinoamericanos lo hacen. En fin, es un país caro para
los latinos, se entiende). Fueron a la línea verde.
A le dijo a B:
¿Qué te parece si yo me pongo A y tú te
pones B?
¿Para qué?, preguntó B.
Bueno, para no confundirnos.
No le encuentro ninguna lógica, lo siento. Ni
siquiera me hace gracia alguna. Incluso lo encuentro
aburrido y medio estúpido para un escritor como yo.
Bueno, imagina que en la fiesta hayan más
escritores latinoamericanos nominados como los
mejores... ¿Qué crees que sucederá? ¿Podrás reconocer
cuál es cuál? ¿Nos reconocerán los agentes, los grandes
editores, los periodistas de cultura del New York Times
y esos grandes traductores?
Mmmh, no lo sé. No sé si concuerdo con tu idea.
No tiene mucho sentido.
La tiene. Vuelve a imaginar la situación. Cierra
los ojos e imagina.
Bien, lo pensaré.
Pasaron treinta segundos y B le dijo a A:

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Ok. Me parece. Pero sólo es para resguardar mi
identidad. No es un pensamiento totalmente acabado.
Para llegar a decirte que estoy de realmente de acuerdo
contigo, debo pensar las cosas durante una semana,
por lo menos. Soy un escritor serio. ¿Do you know?
Esto sólo lo hago para asegurarme. Ok. Vamos,
entonces. Vamos.
Llegaron a la fiesta. Entraron. Se sacaron sus
abrigos. Adentro hacía un calor espantoso. Había
alrededor de cien escritores latinoamericanos. Todos
hablaban de lo mismo: cada uno de ellos había sido
catalogado por la crítica como el mejor escritor latino-
americano vivo. El mejor de los contemporáneos. El
mejor de veinte de años.
Se pusieron a bailar. Todos bailaban similar.
Todos bebían lo mismo. Todos eran unos x, pero con
variaciones de tamaño, color de la piel y tono de voz.
Todos hacían el mismo paso de baile. Todos levantaban
los brazos a la misma altura. Todos se cansaban en el
mismo momento. Todos repetían cada treinta minutos
o cuando se les daba la ocasión: ¿Sabías que en El País
me nombraron como el mejor escritor latinoame-
ricano? O, a mí también. El mejor escritor latino-
americano vivo. A mí también. Menos mal, ya no
limpiaré cañerías ni wáteres. Ay, yo también. ¿Sabías
que en El Mundo y en La Vanguardia me apuntaron
como el mejor escritor latinoamericano vivo? ¿Y en el
New York Times? Oh, sí, a mí también, a mí también,
ey, a mí también. Oh, a mí también, ey, ey, a mí también.
Oh, sí... Oh, sí, a mí también, a mí también, ey, a mí

26/siempre te creíste la virginia woolf


también. Oh, a mí también, ey, ey. Oh, sí, a mí también,
a mí también, ey, a mí también. Oh, a mí también, ey,
ey. Pum, pum…
La noche se fue entre bailes, besuqueos,
agarrones de culos y la mencionada frase que ya
dijimos. La frecuencia, complejidad y contenido de las
conversaciones no salía de esa línea.
Llegaron durante toda la noche personajes
destacadísimos, como Naty Ramírez. Nadie la
reconoció. Llegó Mario Sabio. Nadie lo reconoció. Llegó
Santiago Austero. Llegó Andrés Ganador. Nadie lo
reconoció. Llegó Pedro Arriba. Carlos Bela, Pedro
Racolirac. María Scholedad, entre otros. Fueron
llegando, durante toda la noche, los mejores escritores
latinoamericanos contemporáneos menores de veinte
años. Nadie los reconocía. A veces, ni ellos se reconocían
a sí mismos, la verdad es que nunca nadie reconoció a
nadie.
Terminó la fiesta. Se acabó el trago, la comida y
la música. Todos tenían que dejar el salón. Todos
estaban ebrios. No había ningún anfitrión. Todos eran
anfitriones e invitados a la vez. Comenzaron a
encaminarse a la puerta. Uno de ellos descubrió que la
puerta estaba trabada. ¡Oh!, se escuchó un grito. ¡La
puerta está trabada! ¡Oh, no! ¡Oh! ¡Ah! ¡Ah! ¡Oh noo!
¡Ah! ¡Nooooo! ¡Nooooooo! ¡La puerta está trabada!
Comenzó un mar de chillidos y lamentos.
Oh, no, gritó F. No puedo morir. Se ha dicho de
mí que mi literatura es la más lograda y ambiciosa de
toda Latinoamérica. Que soy uno de los mejores

siempre te creíste la virginia woolf /27


escritores latinoamericanos de mi generación. Que soy
uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos.
Oh, yo tampoco, dijo H. Se ha dicho de mí en
listas famosas que mi literatura es la más lograda y
ambiciosa de toda Latinoamérica.
Oh... no se ha dicho. Oh, dijo G. Oh, dijo U, se
ha dicho de mí. Latinoamericano, el mejor. Oh, se ha
dicho, dijo K, se ha dicho, el mejor, dijo N, se ha dicho,
se ha dicho, se ha dicho... Oh... Se ha dicho... de los
mejores escritores latinoamericanos vivos. Gritó L, M.
Ñ, G, B, C, Q, W, E, R, T, Y, U, I, O, P. Se ha dicho, el
mejor... se dice, se ha dicho. ¡No puedo morir! Oh, no.
Se dice, el mejor vivo. No puedo morir. Se ha dicho de
mí que mi literatura es la más lograda y ambiciosa de
toda Latinoamérica. Que soy uno de los mejores
escritores latinoamericanos de mi generación. Que soy
uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos.
Yo no puedo morir. Dijo A, M, L, G, J, la más lograda,
la más... B, S, contemporáneo vivo... Z, C. Se ha dicho
de mí que mi literatura es la más lograda y ambiciosa
de toda Latinoamérica. Que soy uno de los mejores
escritores latinoamericanos de mi generación. Que soy
uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos,
dijo A, S, D, F, F, G, H, dijo J, K, L, Ñ, Z, X, C, el mejor...
V, C, B, N, M, K, L. ¡Oh, se ha dicho!... ¡Se ha dicho!
¡Se ha dicho!

A la semana siguiente de la desaparición,


apareció la siguiente frase en las portadas de todos los
periódicos de Miami, Madrid, Santiago de Chile,

28/siempre te creíste la virginia woolf


Barcelona y New York: Desaparecen latinos ilegales
en una fiesta en un galpón de la calle 42nd street; todos
latinos sin papeles, por lo tanto, el gobierno no podrá
indemnizar a sus familias. Se realizan, sin embargo,
labores de búsqueda.

siempre te creíste la virginia woolf /29


SIEMPRE TE CREÍSTE LA VIRGINIA WOOLF

COMO TODAS LAS mujeres escritoras, siempre te creíste


la Virginia Woolf, pensabas que habías sido tocada por
ese don preciado y que serías mejor que ella. Siempre
yo te decía: nunca vas a negarme que te crees eso. Tú
siempre llorabas, de una forma patética y vergonzosa.
Antes de que te durmieras también te lo repetía:
Siempre te creíste la Virginia Woolf. Siempre.
¡Admítelo! Incluso cuando follábamos. Cuando
cabalgaba sobre ti, te gritaba: Virginia, Virginia criolla.
Morirás así, creyéndote eso. No me lo niegues. Es la
vida que elegiste, es la vida. Incluso cuando tú ya
estabas durmiendo y yo en mis insomnios, seguía
repitiéndotelo al oído: Siempre, siempre te creíste la
Virginia Woolf. Así es. A veces despertabas y me pegabas
un manotazo y me decías: Cállate. Cállate imbécil y
yo me ponía a llorar.
Un día escribiste un cuento bastante bueno, lo
enviaste a un concurso y saliste finalista. Entonces yo
te dije que podía ser que te parecieras a la Virginia
Woolf, pero que no estaba seguro. Tú te enojaste y me
dijiste que era un enfermo, que estabas aburrida, que
nunca te habías creído la Virginia, que ya te bastaba
con soportarme dos años. Abriste el clóset, sacaste toda
tu ropa, comenzaste a hacer la maleta; pusiste unos
libros, ropa interior, una libreta de apuntes, unos discos,
abriste la puerta del piso y te fuiste.

30/siempre te creíste la virginia woolf


Después de meses yo entendí que nunca debí
haberte dicho tamaña tontera. Que debí esperar a que
fueses realmente la Virginia criolla y luego amarte así,
como la Virginia criolla y latina, la Virginia local, la
Virginia sudaca, la real y nueva Virginia. ¿Qué hacer?,
me decía. Qué imbécil. ¿Qué hacer ahora que no tengo
a mi propia Virginia en casa para que me dé un beso
en la boca por las mañanas, me sirva el desayuno y
luego se ponga a meditar? ¿Cómo soportar mi vida sin
mi pequeña Virginia que me hacía Lasagnas de
verdura exquisitas?
Hace unos días conocí a otra mujer que escribe.
Me gusta. Es atractiva. Una de las primeras frases de
la noche fue decirme que ella era escritora. Estuve en
la cama con ella, le puse la Virginia 2 y la Virginia 1,
que eras tú, estuvo toda la noche en mi cabeza. Te
imaginé sobre mí, desnuda, y que gemías y chillabas
y me decías que nunca fuese a abandonarte. Y aparecía
tu rostro iluminado y me prometías en esa imagen
llegar a ser tan buena como la Virginia, o mejor que
ella, mucho mejor que ella. En fin, es lo que me dicen
todas las mujeres. Es raro. No entiendo a qué se debe
este síndrome tan lamentable. Una adicción por
caminar, llorar, estornudar como ella. Cada escritora
que se me acerca, que me habla, es la Virginia y aunque
no me lo digan yo sé que es así, que en sus meditaciones
más íntimas se lo creen y disfrutan de eso. Que sueñan
cada noche con eso. Que incluso antes de morir se ven
como eso. ¿Qué será? Tal vez una enfermedad delirante
que cogen las escritoras de todas las latitudes del

siempre te creíste la virginia woolf /31


mundo, de todos los puntos cardinales. Yo perfec-
tamente me podría creer Fogwill, como todos los
narradores; o Phillip Roth, Thomas Bernhard, Caballito
Seguel, Fernando Pessoa, Bukowski, Robert Walser,
Jirafita Buenaventura, José Donoso, Roberto Bolaño,
Chanchito Olmos 2). Y caminar, pensar, imitarlos,
bailar como ellos. Pero no necesito caer en eso, no
necesito estar jugando a eso, sufrir por eso, no necesito
escribir una Historia abreviada de la literatura portátil
2, ni tampoco una “Muchacha punk 2”, menos repetir
en cada entrevista la detestable teoría del iceberg ni la
del knock out; ni tampoco pedirle a una trasnacional
que me publique, que me llame por teléfono todos los
días para no sentirme tan solo, y luego viajar por el
mundo en muchos aviones, en un pedazo de papel, y
luego volver a Chile y decir que yo soy mejor que
Fogwill, que escribí la “Muchacha punk 3” y que
escribiré la “Muchacha punk 4” y la cinco y la seis y
la siete y seré muy famoso, que merezco respeto,
seguridad, salir en las revistas nacionales, inter-
nacionales como la nueva figura de la literatura
latinoamericana, como el representante número uno
de la nueva fauna y luego visitarte en los cementerios
de noche y buscarte y eyacular sobre tu tumba, como
Phillip Roth cuando eyaculaba sobre la tumba de su
amada y luego encerrarme en mi casa y describir mi
nuevo proceso creativo, y caminar como escritor, bailar
como escritor, fumar como escritor, cagar como escritor,
llorar como escritor y eructar como escritor. Pero no.
Creo que no. No lo necesito. Prefiero el oficio que tengo

32/siempre te creíste la virginia woolf


de limpia wáters. Es interesante también este oficio. Se
disfruta. Se sacan buenas conclusiones de la vida. Es
una labor espiritual. Uno es feliz limpiando la
inmundicia ajena, créemelo. Se es muy feliz. Se crece
como persona cuando uno friega con cloro aromatizado
de jazmín, con lejía pakistaní, con plumeros árabes y
una escoba china recién estrenada.
Hace dos semanas abrí el periódico, fui a las
páginas de fútbol y luego a las de cultura &
espectáculos. Salía una entrevista a página completa
del libro que acabas de publicar. (Lindo libro, te felicito).
Como titular el editor puso: Marieta Galarze, la joven
escritora que odia a Virginia Woolf. Marqué el número
de tu casa y Roberto, tu nueva pareja, ¿tienes pareja?
¿Es escritor, cierto? Seguro. ¿Por qué no me llamaste
para decírmelo, para advertírmelo, para decirme que
sales con un escritor? Eres cruel. Eres muy cruel
conmigo. Sí, lo sé… una mujer independiente,
feminista, una Virginia cualquiera. Él me dijo que no
estabas. Le dije que te dijera que bueno, que en fin,
que lo aceptaba, que si querías regresar a casa, podías
hacerlo, que te aceptaba tal como eras. Que te dijera
que prometía llamarte Virginia desde el minuto que
pisaras nuestro antiguo hogar. Que te lo dijera, por
favor, que ya lo medité y acepto sin problemas tu
condición de neo y post Virginia. Me dijo que no volviera
a llamarte, que ustedes eran una pareja feliz, y si acaso
yo era ese loco de remate, ese aspirante a escritor
misógino que me creía Fogwill un día y Carver al día
siguiente. Ese loco que se disfraza de Breat Easton Ellis

siempre te creíste la virginia woolf /33


para salir a la calle y que aparece en las fotos de reunión
familiar maquillado como Chuck Palahniuk o como
Thomas Pynchon. ¿Qué le estuviste contando de mí?
Eres cruel Virginita, muy cruel. Sabes que a mí nunca
me ha gustado demasiado la literatura, para nada. Lo
sabes muy bien. Que sólo intenté publicar unos
poemitas en una plaquette. Sabes perfectamente que
yo sólo soy adicto a la mugre, Virginita mía, no inventes
cosas de mí, por favor. Sabes que yo amo fregar los
suelos y eso me ha ayudado a ser una persona realizada.
En fin, le corté de inmediato a tu nueva
adquisición literaria y no te volví a llamar hasta hace
tres días. Marqué tu número y por fin me contestaste.
Me dijiste que lo sentías, que no podías hablar ahora,
que debías ir a tu trabajo, que estabas sola en tu nuevo
cuarto propio, qué horror, y que tu jefa estaba de viaje
de negocios y que no volviera a llamarte más.
Y bueno, lo que sucederá después de esa
llamada es una historia aburrida. Una historia de la
limpieza extrema, de la higiene completa y pulcra.
Primero obligarte a decirme que de verdad aún te crees
esa mujer, obligarte a reconocerlo. Que nunca has
dejado de creerte ella. Además de que ya pasaste de
criolla, de Virginia sudaca y latina, a Virginia moderna,
luego a Virginia en deriva. Virginia antiedípica,
Virginia anarquista, Virginita postmoderna, luego
Virginia afterpost, Virginia afterpop, Virginia queer y
Virginia posporno. Luego un montón de sangre,
virginias de mi libreta telefónica muertas; una tras otra;
wáteres, eyaculaciones en tumbas y diversas

34/siempre te creíste la virginia woolf


profanaciones sin sentido. Limpiar la sangre de mis
pobres ex-virginias sudacas con cloro, lejía y friega
pisos. Imitar una escena completa de American Psycho,
sólo para rendirles los honores literarios necesarios.
Limpiar la grasa de mi Virginia 2 y de una tercera que
conocí anoche en un bar de Montjuic.
Y así, ir coleccionando Virginitas hasta el infinito
en mi libreta de apuntes, para que no vuelvan a escribir
como ella, hasta que todas ustedes, imitadoras,
mediocres y lloronas, desaparezcan de mi carrera.

siempre te creíste la virginia woolf /35


YO ME PASEO

El mundo matinal que se extendía


ante mis ojos me parecía tan bello
como si lo viera por primera vez.

El Paseo, Walser

YO ME PASEO por la FIL, doctor. Vienen voces tan locas


desde el más allá. Yo me paseo por la FIL y vienen voces
tan estruendosas desde el más allá.

—Dígame, ¿qué hacía usted? ¿Por dónde dice


que se paseaba? ¿Le duele la cabeza?

Yo me paseo. Veo a tanto escritores. No me


acuerdo de ellos. Ellos no se acuerdan de mí. Nadie se
acuerda de nadie. Yo me paseo, me río, yo me paseo,
ahora me acuerdo de algunos, doy pasitos cortos. Ahora
sí, recuerdo sus rostros, ahora sí. Los veo a todos
caminar de allá para acá. Los veo, me alegro, me alegro
de esta hermosa tarde dominical. Este hermoso paseo
que me alumbra, me da luz, esperanza en mi vida
escritural. Yo me paseo, yo me siento tan dichosa en la
FIL. Voy muy lento, como en una caminata
presidencial. Soy la única, la mejor mujer de esta gran
fiesta cultural. Soy lo más. Veo mi futuro: daré una
charla algún día acerca de mi labor, de mi imaginario,

36/siempre te creíste la virginia woolf


de mi inspiración, ¡una charla magistral! Presentaré
libros de jóvenes escritores. Soy tan dichosa en este
lugar. Yo me paseo y vienen voces tan locas desde el
más acá.

—No la entiendo… Lo siento. Por favor, vuelva


a explicarme.

Yo me paseo. Voy con mi mejor traje. Fui a


comprar ropa al Drugstore antes de venir. Vitrinié por
los dos caracoles. Fui a las tiendas del barrio Lastarria,
al Apumanque con mi mamá y mi papá. Fui a Bershka,
a Zara, a Indesingn. Fui a la peluquería a hacer un
lavado, corte y planchado antes de venir. Me fui después
a una zapatería y a hacer la manicura. Yo llamé a todas
mis amigas. Yo me paseo. Yo voy con un libro bajo el
brazo. Veo a todos los grupos caminar. Vienen las
lumpéricas. Vienen los microeditores, los
macroeditores, los editores independientes, los
punkieditores. Yo me paseo al lado de ellos, aunque no
me conozcan. Yo me paseo cerca de los de la UDP. Yo
me paseo cerca de los de LUN. Cerca de los modernos,
de los afterpop. Yo me paseo con los grandes editores
de los primeros puestos. Yo me paseo cerca de
Chanchito Olmos. Yo me paseo entre los traductores y
senadores. Yo me paseo con los políticos. Yo me paseo
con los gestores culturales. Yo me paseo con los
independientes. Yo me paseo con los ciber-punk. Doy
pasitos lentos. Estoy sola. Yo me paseo por la FIL. ¡Amo
esta gran fiesta cultural!

siempre te creíste la virginia woolf /37


Yo me paseo. Llamé a todos mis amigos
escritores antes de venir. Les dije que fuésemos todos
juntos a la FIL. Ellos me dijeron que sí. Yo me paseo.
Ellos deben estar por aquí. Levanto la jeta. Los busco.
Los busco, yo no los veo llegar. No veo a mis amigos
escritores.

—¡Oiga! Le pregunté si es que me escuchaba y


por dónde se paseaba.

Me siento tan sola por un segundo, pero no. Yo


me paseo. Hay tanta gente interesante. Yo me sé pasear.
Hay tanto que mirar y vitrinear. Me voy hacia adelante
y hacia atrás. Yo me paseo. Doy un paso adelante y
uno atrás. No busco a nadie entre la gente. Miro de
reojo. Yo me paseo. Me siento la mejor. Yo me paseo
entre los editores, escritores y críticos que me miran
con curiosidad. ¿Quién será esta nueva adquisición?
¿Quién será esta gran escritora? ¿Será también de la
onda post? ¿O será una escritora queer? Pero no. No
hago caso. Yo me paseo. Yo me paseo. Yo me paseo
sola. Yo no hago caso. Yo soy yo. Yo soy yo misma. Yo
soy yo. ¡Yo me paseo! ¡Yo soy mi paseo! ¡El paseo soy
yo!
Yo me paseo. El paseo soy yo. Acabo de
encontrar a mis amigos en la FIL. Estoy tan tan feliz.
Ahora nos paseamos todos juntos, como grupo, como
grupo en la FIL. Como el gran y único grupo de la
FIL. Como el mejor de la FIL. Como el gran grupo.
Como el único deseado de la FIL. El amado, el buscado,

38/siempre te creíste la virginia woolf


el seguido, el interrogado, el entrevistado, el mejor.
Vamos todos tan felices. Luego buscaremos nuestros
nombres en el suplemento dominical. Somos todos un
gran grupo artístico cultural. El único, el mejor.
¡Nosotros también somos la FIL!

—¿Ah? ¿De qué habla?

Yo me paseo con ellos. Ellos se pasean conmigo.


Los miro a ellos, ellos me miran a mí. Todos nos miran
en los pasillos. Buscamos a quién más mirar. Buscamos
a los famosos. Nos ponemos en las filas de los
autógrafos. Vamos a todas las presentaciones, aunque
no podamos entrar. A todas las lecturas y
declamaciones. Escuchamos desde afuera o desde las
escaleras. Desde los pasillos. Aplaudimos. Vamos a
todas las mesas. A todos los café. Vamos a las filas que
regalan lápices, chapitas. Vamos a donde haya que ir.
Vienen voces oscuras desde el más allá, dice uno, vienen
voces oscuras desde el más acá, dice otro.

—Señorita…

Vamos a bailar en el hall de la FIL. Vamos a


desnudarnos, a hacer manifestaciones poéticas, a hacer
la mejor performance. Vamos. Vamos. Vamos a bailar,
amigos, vamos al paseo, vamos. Ahora. Vamos, vamos
ahora, ya. Yo me paseo, vienen voces desde el más allá.
Vamos a hacer performances políticas en la FIL,
amigos. Por favor, seamos los mejores, ¡dejemos la cagá!

siempre te creíste la virginia woolf /39


Vienen voces, vienen. No, no es nada, digo yo, no hay
voces, no hay más allá ni más acá. Hay escritores, hay
editores, hay políticos, modelos, todo pasando acá. Yo
me paseo, yo me paseo, corro a hacer la performance.
Corro, escucho voces, corro, ¡vamos amigos a hacer la
performance! Corro, corro, mis pies se enredan, me
tropiezo, me caigo, me caigo por la escalera, me pongo
a rodar. Caigo. Caigo, me golpeo. Yo me paseaba, yo
me paseaba por el más allá. Caigo. Caigo, estoy en el
más acá. Estoy en el suelo, me pego en la jeta, me pego
en la jeta, me salta sangre, se me sale un diente. Lloro.
Me duele la jeta. Vienen mis amigos. Yo me paseaba,
yo me paseaba en la FIL y me pegué en la jeta en el
más acá.

—Señorita… Dígame…

Yo me paseaba. Yo no me acuerdo de las voces


del más allá. Yo estoy en el suelo, no sé si en el más allá
o en el más acá. Me pegué en la jeta. Yo sangro. Yo
lloro y todos los escritores se ríen. Los críticos y los
reseñistas pati-punk. Yo me paseaba. Yo me paseaba
tan feliz en la FIL. Lloro. Luego todos lloran. Todos
son tan caritativos. Yo me paseaba. Ellos se paseaban.
Me caí y me pegué en la jeta. Los editores están tan
preocupados. Lloran más que yo. Lloran. Todos lloran
por mí. Los recuerdo a todos. Sé quiénes son. Son los
editores de Planeta, Alfaguara y Random-House que
están tan preocupados por mí. Todos corren y lloran.
Están desconsolados. Llaman a la ambulancia. Yo me

40/siempre te creíste la virginia woolf


paseaba. Todos se paseaban en la FIL. Todos lloran
ahora. Se preocupan porque no vuelva a escribir. La
editora de Alfaguara llora y me intenta consolar. Luego
todos lloran. Si ella llora, todos lloran en la FIL. Aunque
no sean mis amigos, lloran junto a mí. Yo me paseaba
por la FIL. Ellos también. Yo me paseaba por la FIL.

—¿De qué habla, señorita? ¿Me escucha? Le dije


que llamaré a sus padres. ¿Qué le parece? Tendrá que
tomar reposo. La veo agotada, no sé… Tal vez … Tiene
que descansar. Por lo menos tres semanas. Llamaré a
sus padres que están en la recepción.

Estoy en el suelo nuevamente. No me acuerdo


de nada. No me acuerdo de lo que pasó. No me acuerdo
de nada. Ahora me acuerdo. Ay, sí, me acuerdo y no
me acuerdo, doctor.
¡Sí que me acuerdo ahora! Yo me paseaba por
la FIL. Ahora sí, ahora sí que me acuerdo de todo, señor
doctor. Yo me paseaba por la mayor fiesta cultural. Era
tan feliz en la FIL, doctor. Pero me caí. No sé cómo me
caí al suelo. Y cuando estaba en el suelo, doctor, recordé
una gran escena que viví en casa hace unos meses
doctor. Recordé el tuit, tuit, tuit de la lavadora de casa,
doctor. Y que luego de escuchar ese tuit tuit, recordé
que me fui directo a la cocina y abrí el refrigerador.
Luego me comí una salchicha cruda y vomité de asco.

—Han llegado sus padres. Los haré pasar.


Tendrá que someterse a unos exámenes. No sé de lo
que habla. Lo siento. Se la llevarán a otra clínica.

siempre te creíste la virginia woolf /41


Oiga, doctor, escúcheme, es que sabe doctor,
sabe, yo no me he paseado realmente por ningún sitio.
Sabe, no sea ignorante, cómo se le ocurre que me voy
a andar paseando así, como idiota en una feria cultural
¿Qué cree que soy? ¿Me ve cara de tonta? Sólo le digo
que siempre he sido vegetariana, siempre lo fui, de ahí
la soltura de los huesos y las caídas. Desde niña. Luego
una mujer ecológica y seguidora del budismo Zen,
amante de libros de recetas de ensaladas y guisos de
verduras, doctor. Insomne y anémica además.

—¿Qué dice? No sé de qué habla. Explíquese


de una vez.

Eso le digo doctor, ¿entiende? Apuesto a que no


entiende nada. Pero lo digo por decir algo, por decir
cualquier cosa, algo como una definición de sí misma
o autoficción momentánea, doctor. Una definición de
mí misma mezclada con ciertas ideas. Una autoficción
imprecisa. Una autoficción in situ. Perdóneme doctor,
pero sólo le quiero preguntar esto: ¿es que acaso usted
no sabe que la autoficción está de moda este año, que
la lleva?

42/siempre te creíste la virginia woolf


PARECE QUE MI AGENTE LITERARIO ME ODIA

HACE TRES MESES que mi agente literario no me llama y


no sé por qué. Si yo he hecho todo lo que él me ha
dicho: le di el cincuenta por ciento de los derechos de
autor a la editorial que me ha editado, el cuarenta y
nueve por ciento restante a él y yo sólo me quedé con
el uno, y todo para poder salir editada en muchos sitios.
Lo llamaré ahora mismo. Es raro. Quisiera saber por
qué no me escribe ni me llama. Lo llamaré. Si incluso
me compré ropa linda como él me dijo, gasté todo mi
dinero en ropa carísima. Miles de dólares en Burberry,
Cartier, Chanel, Dior, Dolce & Gabbana, Geary’s,
Salvatore Ferragamo, Tiffany & Co., Valentino, Versace,
Yves Saint Laurent. Me endeudé con el banco. Me hice
una limpieza dental profunda y una liposucción. Me
sé su número de memoria. Me compré libros de
autoayuda y el manual de la escritora famosa. He ido
a todas las fiestas de moda. Me hice también una
limpieza de cutis, la manicura, el brushing. Tomé
cocktailes con muchos periodistas de cultura por las
noches, además que les pagué la cuenta y les llevé
bombones, vinos caros. Ay, no sé por qué me odia, si
me fui a pasear a todas las ferias internacionales,
participé en muchas antologías y dejé que me pusieran
en todas las listas: la mejor escritora del cono sur, la
mejor escritora liposuccionada, la mejor escritora del
universo paralelo, la mejor escritora después de Virginia.
No lo sé, de verdad que no tengo idea por qué me odias.

siempre te creíste la virginia woolf /43


Me levanto, iré a llamarte ahora mismo. Aunque tal
vez es porque una vez le dije por Skype que era un
desconsiderado ya que mientras él se tomaba los
mejores cocktailes en París, yo estaba acá, encerrada
en Sudamérica, tomándome una caja de vino tinto, a
veces un vino en tetra pack y si no van bien las cosas,
un vino de esos que venden en polvo y uno les pone
agua solamente. Pero no lo creo justo, no quiero que
estés enojado conmigo, por favor no, si te puedo invitar
a tomar vinito en caja, seguro que te puedo invitar. Te
llamaré ahora mismo, a ver si dejas de odiarme. No
me odies por favor. No me odies, te lo pido.
Camino hacia el teléfono. Seguro estará cortado.
No me odies. Te llamaré. El teléfono está en el suelo. La
verdad es que empeñé todos los muebles. No me odies,
por favor. Incluso te podría dar también ese uno por
ciento que me dejé de los porcentajes de derecho de
autor, además del último sobre de vino en polvo que
me queda para este semestre.
Te llamaré. Te diré que puedo ejercitar mi
voluntad al máximo, regalarte todo lo que tengo, mi
casa, mi perro y mi gato, mi auto y sí, te regalo ese uno
por ciento que me corresponde, pero no me odies, tenme
siempre en tu hermoso catálogo, trata de que me gane
todos los premios, aunque finalmente te quedes con
todo, pero no me odies, por favor no me dejes nunca
de representar, por favor no… ¿Aló? ¿Aló?... no suena
nada. No hay tono de marcado. Es que si tú me odias,
yo también te odio y si yo te odio, sería terrible, no
querría volver a verte… ¿Aló?... te diría que me

44/siempre te creíste la virginia woolf


devuelvas todo, mi perro, mi gato, mi auto y mi
cincuenta por ciento y no me haría más tratamientos
de belleza, ni iría a las fiestas apestosas… ¿Aló?... y no
escribiría más por encargo y no sería nada de lo que
esperas de mí porque no ganaría todos los concursos,
y tampoco tomaría vino en caja; si me odiaras
comenzaría a tomar del mejor whisky, del mejor vodka
y gin tonic, comenzaría a ir a las fiestas de mis amigos
que no te gustan para nada. ¿Sabes?, escribiría poesía
visual y sonora. ¿Aló?, contéstame por favor… Poesía
objetivista. Poesía lírica. Haría lo que quisiera con mi
vida. Y no esas novelitas románticas que me obligas o
esas de las grandes catedrales. Sería feliz. Me
compraría ropa en el bazar de la esquina y si quiero no
me compro más ropa y no me endeudo más con el
banco y sí en realidad mejor sí… ¡Eso! Ahora ha
marcado. Hola, ¿cómo estás? Ódiame, por favor.
Ódiame.

siempre te creíste la virginia woolf /45


YO NO TENGO EDITOR

YO NO TENGO editor. De todas formas hay que salir a


buscar uno, ¿o no? Me pongo mi mejor tenida. Me
perfumo. Esta noche sí que encuentro a uno. Me pongo
una camiseta ajustada, una falda hasta las rodillas,
botas y unas panties rojas. Delineo mis labios y luego
me aplico un rouge barato que traje del persa Bío-Bío.
Acá en Barcelona no debe ser demasiado difícil
encontrar a un editor. Mal que mal muchos lo han
encontrado y no han tenido que volver a repetir la frase:
Yo nunca encontré a un editor en Barcelona. Al
contrario. Llegan a sus países latinoamericanos y dicen:
Yo ya tengo mi editor en Barcelona y miran de reojo,
por sobre el hombro y ejecutan una sonrisita
entrecortada que los delata como perfectos sudacas.
Esta noche iré a buscar a mi editor. Pero antes
me perfumaré. Pero antes de perfumarme, me doy un
baño de espuma y me masturbo en la tina. Antes de
eso me saco la ropa. Antes voy a la cocina y me preparo
un plato de comida. Antes camino por Carrer de
Gigna´s directo al supermercado a comprar la materia
prima para mi plato de fideos con crema. Me detengo
en un semáforo. Está en verde para los peatones. De
todas formas miro para ambos lados. No viene ningún
automóvil. Voy lentamente cruzando la acera y veo
que se viene sobre mí un automóvil. Dobla en la esquina
a toda velocidad. Me golpea, me arrastra, me tira lejos.
Caigo. Pierdo la conciencia, pero antes, siento un sabor

46/siempre te creíste la virginia woolf


a saliva con sangre en la boca. Mucha saliva y nada
más. Como un vómito de sangre que se devuelve, que
me ahoga y me deja sin respirar. Pero antes de llegar a
esa esquina, paso por fuera de la casa de Alejandro y
recuerdo que hace unos meses me preguntó por qué
no me buscaba a un buen amante antes de andar
preocupada de encontrar a editores por la vida. Le dije
que encontrar a un amante es algo simple. Siempre
encuentras a uno, aunque sea de tu gusto o no, pero
siempre lo encuentras. Es deplorable, cariño, es
deplorable que siempre andes en busca de un editor.
¿Por qué no te dedicas a buscar un hombre que te
alimente?
Antes de pasar por la casa de Alejandro, me
pregunto una y otra vez por qué no tocarle el timbre y
decirle: Ok, quiero que seas mi amante, ya no necesito
editores en esta ciudad, sólo necesito un buen amante
como tú y terminar teniendo un hijo tuyo y tal vez dos
o tres, o tal vez ninguno, pero quisiera tenerlo y vivir
para siempre contigo. Pero antes camino por la plaza
San Jaume y paso por la casa de Martina y le pido un
consejo, le muestro mi situación actual. Le digo:
Martina, querida, sucede que estoy entre buscarme un
buen amante o editor. Me dice de lo absurda que es mi
problemática, que realmente no sabe por qué son
situaciones incompatibles, que puedo tener ambas a la
vez. Le digo que no puedo gastar mi energía en las dos
cosas, que por eso debo ir a perfumarme, a ponerme
mi mejor tenida y salir esta noche a los cafés de
Barcelona a buscar al mejor editor. En los bares de

siempre te creíste la virginia woolf /47


Barcelona sólo encuentras a lolitos que han venido de
sus países a echarse un buen polvo, sólo encontrarás a
un amante, o dos o tres si quieres, me dice. No lo creo,
le digo, pero antes, apenas llego a su casa, ella me recibe
con un abrazo y me dice que por qué traigo esa cara.
Y le digo que luego le contaré. Pero antes paso por la
casa de Manuel que vive en la Carrer de Avinyó y le
toco el timbre, y me dice pasa, pasa cariño. Y me dice
que me siente, que me verá el Tarot, que cierre los ojos,
que me concentre, que piense en mí y que me hará
una excelente tirada. Pero antes me da un beso en la
boca y toca mis pechos y me desabotona la blusa y
masajea mis pezones y luego con sus dientes me
muerde con fuerza y me hace una pequeña herida que
sangra, pero él la lame y me excito más y luego pasa
su mano por mis piernas y me desnuda y me dice que
vayamos a su dormitorio y nos echamos un polvo y
me toca, está adentro mío, pero antes le digo que se
ponga un preservativo con urgencia, pero antes lo
desnudo y tengo exactamente seis orgasmos seguidos
cuando me toca el clítoris, pero antes imagino que no
tendré ninguno, pero antes él me había dicho que hace
tiempo que no tenía sexo con alguien, pero antes yo le
digo que necesito irme rápido, que tengo poco tiempo,
que debo hacer muchas cosas. Pero antes de subir a su
piso estoy en la calle caminando, pero antes estoy
detenida en el umbral del edificio donde vivo esperando
el autobús, pero antes estoy en el ascensor y un chino
me habla en chino y le digo con señas que no le
entiendo chino, pero antes estoy en el salón de mi casa

48/siempre te creíste la virginia woolf


conversando con mi madre por teléfono y me dice que
por qué no la visito, y recuerdo el cuento de la A. Homes,
que va a visitar a sus padres, y le digo que no puedo,
que tengo que trabajar demasiado y pienso en que debo
salir a buscar con un urgencia a un editor. Pero antes
estuve revisando mi correo electrónico y aproveché de
buscar mi nombre en el Google y me encontré con un
blog en que se comentaba el primer libro que publiqué
en Chile y luego del post del bloguero venían varios
comentarios de anónimos y posteé yo también
anónimo, como siempre, pero antes estaba durmiendo
sola en mi cama una siesta y soñaba con unos animales
que querían comer mis vísceras, y antes soñaba con
una mujer que venía a decirme que de todas formas
moriría algún día, y antes de dormirme estaba leyendo
un artículo que ahora no recuerdo de qué trataba y
antes estuve unos días en París recorriendo como lo
hacen los sudacas, sacando fotografías, visitando
cementerios y tumbas y antes en Londres, en Roma y
sacando más fotografías a lugares que aparecen en las
guías turísticas y que dice: Tómele fotografías a. Y antes
estaba arriba de un avión, rumbo a Barcelona con más
de trescientas personas todas aburridas del viaje. Antes
estaba en el aeropuerto con mis padres y con Felipe,
mi novio de Chile. Y antes en mi casa en el barrio de
Ñuñoa, viviendo con mi hermana. Pero antes estaba
en el bario Lastarria viviendo sola y estudiando, y
escribiendo y trabajando, pero antes estaba en
Rancagua, en casa de mis padres viviendo y asistiendo
al colegio, y antes en un pequeño pueblo llamado San

siempre te creíste la virginia woolf /49


Francisco de Mostazal y no sabía que existían los
editores ni las vísceras de perro. Un pueblo en que las
calles son todas de tierra y no hay pavimento y sólo
viven unas diez mil personas y asistía todas las tardes
al colegio, pero antes iba por las mañanas al río que
quedaba cerca de mi casa a sacar sapos y a meterlos
en un frasco y a tirarlos por el patio de mi casa y a
jugar con ellos todas las mañanas, pero antes estaba
durmiendo en la cama de mis padres porque ellos ya
se habían ido a trabajar y a mí me gustaba acostarme
en la cama de ellos y sentir ese olor a padres que han
dormido en una cama y luego se levantan y dejan un
olor a padres que se han levantado, y antes estaba
durmiendo en mi cama sola, y soñaba con una mujer
que venía a buscarme y me golpeaba la ventana y me
decía: Huyamos de aquí al País de las Maravillas, pero
antes no recordaba los sueños o no sé si soñaba, aunque
sí balbuceaba palabras, como sílabas, que decían cosas
mínimas como papá, mamá, caca, pata, pero antes no
balbuceaba cosas mínimas, sólo emitía unos quejidos
y llantos para que me dieran comida, pero antes no sé
lo que emitía, sólo recuerdo un líquido alrededor que
me alimentaba y me chupaba los dedos y estaba todo
oscuro y mojado y una cordón tirante entre yo y mi
madre, y antes una sola sensación de estar tragando
mucha saliva, como después, como ahora, que es lo
mismo, que trago saliva y sangre, y digo papá, mamá,
y ya no emito más sílabas, sólo balbuceos y sigo
tragando y vomitando mucha sangre y saliva.

50/siempre te creíste la virginia woolf


CONSEJOS PARA UNA JOVEN CUENTISTA

EL 20 DE DICIEMBRE DE 2007 se quedaron de juntar, a las


21:00 hrs., en un bar del DF un grupo de aspirantes a
cuentistas y un escritor de renombre. Los jóvenes
cuentistas pertenecían a un grupo de escritores llamado
Matando a los Oulipo y resucitando a Hemingway
forever, que se pasaban el día conectados a sus twitters,
blogs, revistas digitales, se entrevistaban entre ellos, se
reseñaban entre ellos y se vanagloriaban de cuanto libro
“leían” o de cuanta película “veían”. Todos además
habían sido Premio Chanchito Olmos de narrativa
joven. Se repetían además, cada vez que podían, que
eran unos escritores transgresores y que su transgresión
los llevaría, a largo plazo, a ser escritores de culto. Las
mujeres que siempre iban con ellos pertenecían al grupo
Siempre te creíste la Virginia Woolf y no habían
obtenido ningún premio de relevancia, por lo mismo
ahora no habían invitado a ninguna.
El escritor de renombre era conocido por haber
publicado más de treinta libros, se saltaba de novelas
góticas a novelas de catedrales, best sellers, novelas
vanguardistas, microcuentos, novelas policiales, novelas
de vampiros, etc.; además por haber participado en
reuniones literarias con Mariana Callejas durante la
dictadura chilena. Los jóvenes cuentistas nunca
supieron quién era Mariana Callejas. Una vez uno de
ellos la googleó y dijo: Ah, es una vieja cuica que escribe
y tiene un taller.

siempre te creíste la virginia woolf /51


A las 21:00 hrs. en punto, se acercó a la puerta
del bar un hombre de unos cincuenta años, con una
camisa a rayas, un pantalón verde y un sombrero negro.
Los jóvenes cuentistas, que estaban ocultos tras un árbol,
lo reconocieron. Ya lo habían visto en los periódicos y
en las solapas de libros de editoriales trasnacionales.
Incluso uno de ellos se había sentido atraído por él cada
vez que veía en las librerías aquel rostro en la solapa de
esos libros carísimos. Más de una vez se masturbó con
esa solapa y su semen cayó sobre las finas hojas,
mientras de fondo ponía un tema de Radiohead o de
Massive Attack y se sentía un gran artista.
—¿Qué le diremos? –dijo el líder 1 tomando la
palabra.
—Debemos mostrarnos muy interesados por lo
que nos dirá, así lograremos lo que queremos –dijo el
líder 2.
—Se dará cuenta que sólo queremos sus…
–dijo el joven líder 3.
—¡No!, ni lo repitas, deja de decirlo en voz alta,
alguien puede escucharnos, sólo debemos sacarle
información y anotarla. No se dará cuenta de nada.
Nos admira como grupo, sabe que somos el futuro,
además de ser los únicos verdaderamente transgresores.
No debe darse cuenta de nuestras intenciones. Jamás
pensará eso de nosotros –dijo el líder 1.

Sentado en la mesa número cuatro se


encontraba el escritor de renombre esperando a los
aspirantes para darles sus consejos para escribir un buen

52/siempre te creíste la virginia woolf


cuento. Comenzó a ensayar lo que le diría a las jóvenes
promesas. Hablaba en voz alta, a veces sólo mur-
mullaba para sí:
—Invoco a Mariana Callejas para dar mejor
estos consejos. Yo te invoco, yo te invoco, yo te
invoco, Mariana mía. Ahora, escúchenme jóvenes
vanguardistas y arriesgados, hablaré en primera
persona para que cada uno de ustedes se sienta objeto
único de este discurso. Objeto privilegiado. Objeto de
esta revolución que son las letras. Primero usted debe
poner una letra. Pongamos la A, por ejemplo (sólo a
modo de ejemplo). Después usted debe poner otra letra
sobre la A. Ponga la C (también como ejemplo). Luego
otra letra y luego otra y otra y otra... En fin, debe partir
por formar una palabra. Por ejemplo: acápite, acabar,
acacia, acaso, acueducto, en fin, la que usted quiera.
Luego de poner la primera palabra debe pensar muy
bien si le gusta esa primera palabra. Supongamos que
sí le gusta. La deja y continúa con el siguiente paso.
Pero supongamos también que no le gusta, que puede
ser muy válido, por lo demás. Si no le gusta, pues debe
borrarla y olvidarse que iba a comenzar su cuento con
esa letra o con esa palabra que escogió. Entonces, debe,
primero, borrar de su computador esa letra A (con la
tecla enter, que está a mano derecha de su teclado y
que casi siempre es una flecha que indica la dirección
“izquierda”). Ay, ay, joven transgresor, espéreme un
segundo que escucho unos gritos y no sé de dónde
vienen.

siempre te creíste la virginia woolf /53


El escritor de renombre se levantó, fue a la barra
y pidió un vaso con agua. Se lo bebió al seco.
—¡En fin, ya estoy mejor! Le decía que debe
dejar la pantalla de su computador en blanco y pensar
en otra vocal o consonante para comenzar. Algunos
jóvenes acostumbran poner la primera letra en un
carácter o formato más alto. Puede usar cuerpo doce
para el texto y dieciséis en la primera letra que inaugura
el texto. Con solo este gesto algunos editores piensan
que el joven que les lleva su cuento para ser leído, es un
joven inteligente, distinguido y que posiblemente si lo
publican, será una excelente carta editorial, es decir, en
palabras vulgares, o mejor dicho, en palabras cotidianas
(si a usted así le acomoda), ganarán mucho dinero con
él y se creerán la raja por aquél inmenso logro. Pueden
incluso que se atribuyan la idea de que lo encontraron,
o lo descubrieron... y no sé, tal vez incluso digan que
son unos editores brillantes y, bueno... ya aprenderá
usted las lecciones a su debido tiempo. En fin, así son
los editores de cualquier lugar del mundo. No se
sorprenda si alguna vez está usted en la cima y luego
está en la sima, jajajajaja. Disculpe, es una broma que
me hace mucha gracia. Ay, Mariana mía, discúlpame
tú también.

En ese mismo momento los aspirantes seguían


afuera:
—Tú debes anotar todos los nombres que este
escritor de renombre mencione, ya sean de editores,
agentes, editoriales, traductores, periodistas, todo en
una libreta –dijo el líder 1 al líder 3.

54/siempre te creíste la virginia woolf


—Ok, aunque creo que me lo memorizaré e iré
al baño a anotarlo. Me da vergüenza que vea mis
apuntes.
—Bueno, hazlo así, pero no se te vaya a pasar
ni uno. Los anotas todos.

—¡Volvamos! Luego de poner la letra que estimó


conveniente, debe preguntarse, por última vez, si es
esa letra la que definitivamente debería dar inicio a su
cuento, o si acaso es otra. El convencimiento de la
primera letra lo llevará al cuestionamiento de la
segunda, que es, sin embargo, un ejercicio más difícil,
tanto de explicar como de llevar a cabo. ¿Entiende lo
que le digo? Escuche: La idea principal es que usted
siempre se cuestione por la primera letra de todo texto,
es crucial. Imagine que usted comienza un cuento con
la letra A, es muy diferente si la comienza con la letra
Z. Es decir, es diferente para los sentidos del lector (que
supongo es a quien usted quiere conquistar. ¿Sabe algo
del lector?) si lee la palabra árbol a si lee la palabra
zapato. Pero de todas formas ese ejemplo no es el más
idóneo. Nadie nunca ha comenzado una novela con la
palabra árbol, menos con la palabra zapato. En toda
la historia de la literatura universal no se ha dado esa
situación que enuncio como ejemplo, por lo tanto
tenemos que es un pésimo ejemplo. Me disculpo ante
usted, mi querido alumno. Los maestros también nos
equivocamos. Reconozco mi error. Si usted quiere
castigarme por ese error, hágalo ahora. Puede
escupirme.

siempre te creíste la virginia woolf /55


El escritor de renombre cerró los ojos y se puso
en acción de meditar. Los abrió a los diez segundos.

—¡Bien, joven! Ya me siento mejor. Vamos por


otro ejemplo. Imagine que comienza su cuento con la
letra H. Es una letra muda. Por ejemplo: había, habrá,
hubo, hubieron. Ve usted. Estamos frente al comienzo
de una letra muda. Una letra sin sonido. ¿Qué pensará
el lector? Imagínese al lector. Un hombre entendido en
la materia o a veces un perfecto ignorante que usted
debe conquistar con su bella palabrería. Por supuesto
que pensará que el autor es un hombre mudo, sin habla,
sin ganas de conquistarlo. Incluso puede llegar a pensar
que es un hombre sin alma, sin destino cierto, un
hombre sin ideales, sin un espíritu humanista, sin una
formación renacentista, sin una formación adecuada.
Supongo que usted no quiere comenzar así su carrera
literaria. Tampoco he conocido a algún joven que quiera
comenzar su carrera literaria con la letra H. Qué
terrible, imagine un hombre en la historia que
comienza su carrera literaria con la letra H, con una
letra muda. ¡Oh, no! Me vienen imágenes terribles a la
cabeza. Es el infierno. ¡Oh, no!, querido joven. ¡No! ¡No
me haga esto, por favor! Veo el infierno, me veo en él
junto a mi Mariana. ¡Oh no! Yo estoy arrepentido de
todo, querido joven. Estoy tan arrepentido.

—Tal vez deberíamos entrar –dijo el líder 2.


—Esperemos un rato –dijo el líder 1–. Falta uno.
Si no llega en cinco minutos, entramos. Y después no
le demos los datos. ¿Les parece?

56/siempre te creíste la virginia woolf


–Sí, yo también creo que es mejor que no llegue
–dijo el joven líder 2.

—¡Ok. Ya me siento mejor. Fue un desliz.


Sigamos, joven transgresor. Ay, pero los gritos, son
horribles, los gritos, joven. Son de terror. ¿Los escucha
usted? Ay, ay. Vienen unos gritos horribles y nosotros
tan felices acá hablando de este arte tan bello que es la
literatura. ¿Los escucha? Ay, es como el infierno, joven.
Ay, ay... Joven transgresor, ay. Ya… Deme un segundo.
Cerraré los ojos. Déjeme meditar y visualizar un prado
verde. Lo siento nuevamente. Le decía que veamos con
qué vocal han comenzado los grandes hombres de las
letras sus carreras literarias. En general, si usted recurre
a los grandes, verá que en su mayoría comienzan con
la letra M. ¿Le dice esto algo a usted? Bueno, por
supuesto. Lo remite a M de mamá. Ah, vio que esto
tiene un sentido. M de mamá. M de Mariana. Es la
primera sílaba que usted aprendió a escribir. Le cuento
que muchos grandes hombres de la humanidad usan
esa primera sílaba. Es un acierto. ¿No lo cree? También
puede ser un desacierto tremendo. Es decir, ¿cómo un
hombre se va a quedar pegado en la letra primigenia?
En fin, usted es el aspirante a cuentista y usted debe
resolver esta situación en su cabeza. Pero nótese, téngase
en cuenta que todos quieren triunfar, ver la fama, ver
las luces que los alumbran y casi los encandilan, pero
no los queman, sino que tan solo les producen una
cosquilla de placer en sus gargantas. Unas cosquillas
que luego les recorren el cuerpo y sienten la satisfacción

siempre te creíste la virginia woolf /57


en cada poro, aunque sea por minutos, segundos, van
sintiendo la satisfacción en cada espacio de su cuerpo
hasta que se transforma en una sensación duradera, es
decir, sin intervalos de tiempo ni de espacios finitos, y
por lo tanto los coge por entero y sienten lo que se llama,
vulgarmente, con la palabra fama.
El escritor de renombre encendió un cigarro. Eso
le ayuda en la concentración literaria.
¿Quiere uno, joven? –dijo–. Bueno, no se
preocupe, sé que usted es un aspirante y que aún no
aprende el arte de fumarse los cigarros de los demás,
tampoco habrá aprendido aún el de irse de un bar sin
pagar. Por cierto, ¿aprendió esa lección en que hay que
decir que Roberto Bolaño le escribió un email una vez
o que lo mencionó en una entrevista?
—¡Volvamos! Después usted debe elegir la
tercera letra, a no ser que su primera palabra sea un
monosílabo. Si se encuentra en esta última situación,
usted ya deberá pensar en la segunda palabra del texto.
Para esto le recomiendo que debe aprender a congelar
los estados emocionales y decirse a sí mismo: soy un
escritor, soy un escritor, soy un escritor y sé congelar
mis estados emocionales. Sé poner en un espacio físico
dos palabras juntas, es decir, sé convertir el tiempo real
en tiempo ficticio, y sé además convertir el tiempo de
la palabra en el tiempo de la novela; y decir en voz alta
durante sus ratos de ocio: sé lo que es la diégesis, el
dialogismo, la sintaxis, la prosa, la voz narrativa, la
elipsis, la fragmentación del discurso, la voz poética,
las metáforas, los palíndromos, los acueductos, las

58/siempre te creíste la virginia woolf


cañerías literarias, los espacios que hay entre letras, los
espacios que hay entre un acento y una letra, los
intestinos de las letras, etc.

Afuera, en la calle, los dos jóvenes seguían


hablando.
—No te preocupes demasiado –prosiguió el líder
1–, seguro nos va bien. Apuesto a que nos va a leer el
decálogo de Chanchito Olmos y listo, o los famosos
Consejos de un discípulo de Morrissey. Cuando esté
hablando concentrado le sacamos información como
podamos, es lo único que nos interesa.
—Ok, pero si fallamos y no nos da información,
¿qué haremos con nuestros libros? –dijo el joven
líder 2.
—Tal vez deberíamos intentar juntarnos con
Chanchito Olmos –dijo el joven líder 3.
–No, eso es imposible, su secretaria siempre lo
niega. Es un escritor profesional, ¿no lo sabías? Yo creo
que deberíamos enviar nuestros libros a alguna editorial
en Barcelona o a algún premio, tengo unas amigas que
viajarán este año a Barcelona y nos los pueden llevar.
En ese momento apareció por la esquina
nororiente otro de los jóvenes Matando a los Oulipo y
resucitando a Hemingway forever. Venía de la mano
de una chica de Siempre te creíste la Virginia Woolf.
Se acercaron a los dos jóvenes. El líder 1 se mostró
enojado, las chicas no estaban invitadas hoy. Trataría
de que se fueran lo antes posible.
—Hola –saludó el joven–. ¿Por qué discuten?

siempre te creíste la virginia woolf /59


—No discutimos, sólo vemos cómo hacer para
que el escritor de renombre no se dé cuenta de que sólo
queremos sacarle información.
–Deberíamos entrar ya –dijo la chica–. Ya me
hago pis.

—¡Además debes aprender a titular, joven


transgresor, decía en voz alta el escritor de renombre.
Es decir, después de que termines el cuento debes hacer
el siguiente ejercicio: Cierras los ojos. Pones tus manos
sobre el PC y sientes cómo el cuento comienza a entrar
por tus dedos y se traslada lentamente hacia tus manos,
tus brazos, tu pecho, tus órganos interiores, exteriores,
y luego sigue y sigue tu cuerpo como una serpiente
imaginaria, y te rodea, te ahoga, te suelta, te ata, te
suelta y ya te posee y ya puedes pensar en el nombre
del cuento. ¿Se entiende? Es una operación llamada:
titulación animal. Bueno, también puede ser al revés,
es decir, hay algunos escritores (digamos los más
mediocres o los que no van a trascender) que tienen
listas de títulos antes de escribir los cuentos o novelas;
eso quiere decir que trabajan con la idea del escritor
profesional, el escritor estrella, el escritor de libritos
ABC1 para los críticos ABC1 y no como los otros que
trabajan con el inconsciente y no sólo con lo consciente,
con los intestinos y todo el aparataje personal. Siempre
están en un espacio que no es la realidad. Es decir,
siempre conectados al espacio ficcional, al espacio de
las rarezas de la invención. Quiere decir además que la
ficción se los llevó una noche mientras ellos soñaban y

60/siempre te creíste la virginia woolf


tiene atada parte de la psiquis del escritor a una roca.
Pero esto es un peligro, joven. Es un peligro. Cuídese
usted.

—Mírenlo –dijo la chica–. Es bellísimo.


Demasiado mino, demasiado guapo. Se parece a
Brad Pitt.
—Cállate, no seas caliente –dijo el líder 1–. Si
no puedes contenerte y dejar de decir estupideces, es
mejor que te vayas.

—Además, y entre paréntesis, hay algunos


jóvenes que no se despegan de la idea de la página en
blanco en todo el día. En fin, hay distintos tipos de
jóvenes. Podríamos hacer listas infinitas con tipos de
jóvenes escritores, es decir, no es difícil pensar que cada
escritor es un pedazo de ficción que se reúne a otro
pedazo de ficción y que se reúne a otro y otro y en
conjunto llegan a crear el espacio ficcional de la juventud
escribiente. Y más adelante ese corpus que se ha creado
llega a derivar en un corpus menor o mayor de
escritores dependiendo de las posibilidades de la
impresión que nos entregue el mercado y de muchas
otras variables más. Pero volvamos, lo principal es que
aprendas a titular, y eso no es un arte menor. Muchas
veces es el camino que te abre las posibilidades más
inimaginadas. Las posibilidades de publicación en
todas las latitudes del mundo. Desde Asia hasta
América, desde Europa a Oceanía. Es decir, desde ese
rincón donde nació Tan Ami, hasta el rincón en que

siempre te creíste la virginia woolf /61


nació un tal Coloane. Verás con el tiempo que esto es
como una cama elástica. Pegas el primer salto, pero no
sabes cómo es la caída ni el segundo salto, ni siquiera
cuánto rato aguantarás en ese ritmo. Puedes caer y
quedar como un membrillo. A muchos les sucede.
Quedan realmente tarados, querido joven. ¿Se entiende
la metáfora del membrillo? Espero que sí. Podemos
también intentar otras metáforas. Por ejemplo, esto de
la escritura es como la manufactura de una tortilla. Es
decir, te esmeras en dar la mejor forma, en que los
huevos queden muy bien aliados a las verduras, que el
fuego no esté demasiado fuerte, que las verduras estén
suaves, el aceite caliente. Pero tiras todo en el sartén y
ya... no depende de ti. A veces quedan unas mazamorras
que parecen vómitos. A veces quedan círculos perfectos
envidiados por los grandes matemáticos o por
los programadores de complejos programas de
informática. Quién sabe. Las tortillas se parecen al
camino de los literatos. Es decir, siempre encontrarás
relaciones semánticas entre dos elementos existentes.
Quieras o no quieras. Sueñes o no sueñes. Vivas o no
vivas. Es así. Querido joven, es así.

—En fin, entremos –dijo el líder 1.


—Ok, pero tú lo saludas primero.
—No hay duda alguna de eso. Yo lo contacté.

—Luego de titular, debes hablarte a ti mismo y


preguntarte: ¿estoy conforme? O puedes hablarte en
tercera persona: ¿está él conforme con lo que lleva

62/siempre te creíste la virginia woolf


escrito? Y debes responderte esa pregunta con extrema
sinceridad. Por ejemplo: Sí, él está conforme con su
escritura, con su imaginación, con su creación, porque
calza a la perfección su imaginario con la letra inscrita.
Es decir, porque fue capaz de trasladar la radiografía
de su construcción interna a un pedazo de papel. Con
lujo de detalles, sin poner comas ni puntos demás, sin
poner respiraciones o exclamaciones sin sentido, sin
poner personajes o voces de personajes inadecuados,
es decir, debes creer en la traslación que ejecuta tu
mano. De no ser así, debes tomar el texto, marcarlo
completo y poner eliminar. No existe en el computador
una función para eliminar todo de una vez. Esto lo
debes saber de antemano, pero sí se utiliza la tecla enter
sobre el espacio marcado para limpiar la página.
Aprende desde ya estas pequeñeces, porque luego,
cuando estés trasladando la geografía de los interiores,
tu proyecto podría fracasar si es que estas funciones no
están incluidas al ciento por ciento en tu anatomía. Es
simple. Es como aprender a manejar. Apunta: geografía
interior.
De la geografía interior es que nacen todo tipo
de novelas: novelas para premios, novelas de catedrales,
novelas góticas, novelas vanguardistas, lo que tú
quieras, querido joven.

Los jóvenes aspirantes caminaron hacia el bar.


Iban ansiosos de todos los datos que les podía dar este
escritor de renombre. Llegaron a la puerta de entrada.
Se miraron y entraron apresurados. No fuera a ser que
el escritor de renombre se enfadara por el retraso.

siempre te creíste la virginia woolf /63


—Uno de los pasos siguientes es buscar la forma
de construir un volumen de cuentos que te permita
acercarte a las editoriales. A las trasnacionales y a las
nacionales. A las marginales y las independientes. A las
existentes y a las inexistentes. O también podrías elegir
un buen agente literario. Bien, hagamos una pausa.
Espérame, que iré a orinar y a eliminar algunos gases.

La chica que necesitaba orinar urgente fue


directo al baño unisex. No golpeó la puerta, llegó y
entró. Encontró al escritor de renombre subiéndose el
cierre. La chica se excitó de inmediato. Se abalanzó
sobre el escritor de renombre. Se bajó los pantalones,
luego las bragas. Él también se bajó los pantalones y
los calzoncillos. Tirados en el suelo del baño, sobre el
wáter, sobre el lavamanos, de pie, apoyados en la
muralla repleta de letras de amor. Ella gimió: ¡Siempre
me creí! ¡Siempre te creíste la Marianita!, le gritó él sin
conocerla. ¡Siempre me creí!, repitió ella. ¡Siempre me
creí la Virginia Woolf!
Él, como en el final de una película porno, le
tiró el semen en la cara. Ella se lo tragó.
—¡Eres una gran escritora! –le gritó él–. ¡Eres la
única! ¡Oh, eres tan guapa como ella! ¡Oh, eres su
reencarnación!
Se vistieron. Salieron del baño tomados de la
mano. Fueron directo hacia la puerta de salida. No
miraron a los jóvenes que estaban concentrados
pensando en la forma de sacarle información. Se
subieron a un taxi. Se fueron a ciento veinte kilómetros
por hora.

64/siempre te creíste la virginia woolf


HAPPY BIRTHDAY TO ME

AMO COCINAR. Camino hacia la cocina. Hoy cocinaré


un pavo. Hoy es el día más bello de mi vida. Me he
doctorado en la Universidad de Berkley. Además que
estoy de cumpleaños. ¿Do you know? (Es decir, ¿sabes?,
¿cachai?). Miro por la ventana y veo caminar a jóvenes
hacia la universidad con sus mochilas coloridas y se
ríen. También está el gringo pelao del frente. Siempre
me mira. ¿Do you know? The First World. Ese primer
mundo, como dicen mis otros amigos. Fui al
supermercado y compré un pavo enorme. Algunas
manzanas. Mis amigos de acá me celebrarán con una
cena esta noche. Hablaremos de Latinoamérica y de
sus conflictos. ¡Qué lástima! Qué pena, ellos que están
en una situación tan desfavorable. Pero esa es la idea
que estemos algunos acá. Estas investigaciones que
hacemos acá en estas lindas universidades son todas
para que ellos superen ese estado. Y la verdad es que
siento que he sido muy útil en este proceso. Incluso ya
no escribo en castellano. Ná qué ver escribir en
castellano.
Busco el pavo. No sé dónde lo habré puesto. Tal
vez se me quedó en el auto. Ay, qué pena, hay tanta
pobreza en América Latina, que lástima, tanto desorden
social y político. Nunca volvería. Esta es una ciudad
para quedarse, una nación para vivir, para criar a los
niños. Glup, glup. Qué rico está este vino. Viejo pelao
sapo. Tan cosmopolita todo esto (aunque la verdad es

siempre te creíste la virginia woolf /65


que no me gustan mucho los gringos, son bien
indecentes, no se bañan todos los días. Pasados a axila.
¿O esos son los europeos? Ya, da igual).
Qué grato está acá afuera. Abro la maletera y
¡sí!, acá está mi pavo. Menos mal. Pensé que me lo
podrían haber robado, esos que se vienen a los países
desarrollados a robar. Qué vergüenza. Todo eso me da
mucha vergüenza. En cambio yo acá, una mujer que
se ha superado en la vida gracias a las maravillosas
becas del estado, les enseño a los latinos que vienen
para acá a decir el ¿Do you know? El único problema
es que después no sabemos cómo explicárselos. ¿Do
you know? Es el problema del ser o no ser, ¿cachai? Es
tan complejo como el Do, pero finalmente les digo: Hay
que decirlo sí o sí y ya. ¿Do you know?
La gente acá vive bien. Qué duras están las
manzanas. Glup, glup. Perdón por el flato. Jeje, me lo
digo para mí misma. Le pondré pedacitos adentro al
pavo. También unas nueces. Mi vecino sigue
mirándome desde la ventana del frente. Viejo sapo.
Siempre me mira. Seguro quiere venir a comerse mi
pavo. Vive solo y nadie le cocina. Ay, y esa mujer
comunista de la Bachelet, qué tristeza como dejó la
ciudad de Santiago. Si iba tan bien encaminada hacia
el progreso. No ha podido solucionar el tema de la
pobreza. Me bebo un vaso de whisky. Está agradable
este whisky, de doce años mínimo. Lo compré en el
duty free, chi, qué te creí.
¿Y si le pongo un poco de mostaza? ¡Eso! Una
vez lo vi en la revista Woman. Qué bello se ve el prado

66/siempre te creíste la virginia woolf


tan verde desde la ventana de la cocina. Mi exmarido
está feliz porque con los niños podremos seguir
observando este prado verde verde y muy bien
recortado. No importa que cuando entremos a Estados
Unidos nos obliguen a sacarnos los zapatos, si nunca
ando con calcetines rotos ni hediondos. Whisky de doce
años. Glup, glup. Le pongo también una pisca de
pimienta. Qué rico. Glup. Gotitas de limón. Oh, perdón
por la flatulencia innecesaria, es que las hamburguesas
me tienen llena de flatulencias, me como ocho al día.
Son exquisitas. Harto kétchup, pero deben ser dobles.
Sal y orégano. Tengo el culo con hoyitos como queso
gruyere aspirante a roquefort. Piel de naranja, dicen
algunos. Es genial, no hay que moverse del escritorio y
un joven cubano te las trae y te da una sonrisa. Por
supuesto que intento hablarle en mi mejor inglés, no
quiero que se dé cuenta de que soy latina, igual que
ellos. ¿Do you know? Enciendo el horno. Debe estar
caliente antes de poner el pavo. Hay que tener cuidado
acá, porque dicen que matan a veces a los latinos. No
sé quiénes son los que matan, pero sucede mucho. Glup,
glup. Yo creo que es la gente resentida, no ma´. Ésos
que no han tenido oportunidades. Pero no, yo ya no
soy latina. Para nada. Mis hijos son muy rubios, el
padre se llama Georges, algunos escriben George sin
“s”, no saben, qué pena; y aunque me dejó apenas nos
casamos, el divorcio me ha favorecido. ¡Uf!, me quemo
un dedo con el palo del fósforo. Lo parto y me lo meto
en los dientes. Busco restos de comida. Glup. Él me da
unos dos mil dólares por cada niño, aunque uno de

siempre te creíste la virginia woolf /67


ellos tenga el pelo un poquito más oscuro, pero le pongo
blondon. Un poquito. No sé cómo lo va a hacer cuando
crezca, yo creo se va a tener que poner en los vellos
también. Bueno, él verá. ¿Do you know? ¿Do you
know?
Suena el teléfono. Corro. Tengo las manos
asquerosas con pavo crudo, me las chupo. ¡Ay!, qué
mal, deja de sonar. Serán ellos para decirme a qué hora
llegan. Suena mi móvil ahora. Oh, sí, por supuesto,
acepto, cómo no voy a aceptar ir a dar una charla a la
universidad de California y luego a la de Miami, seguro.
¿Cuánto pagan por cada charla? Oh, sí, seguro,
deposítame en Wachovia Bank. Puedo darles una
conferencia de una hora solamente porque eso dice mi
agente. No es que eso dice mi agente. Sí, sí, iré a la
Feria del libro de Miami y hablaré de lo marginal. ¿Do
you know?, glup, glup.
Sí, sí, es así, estoy postulando a una plaza en
New York, quisiera quedarme a vivir en este país. Sí,
seguro que puedo optar a esa plaza, sería ideal. ¿Cómo
se postula? Ah, de Literatura Latinoamericana. Genial.
I know. I know.
Le pongo un poco de vino blanco y listo. Al
horno. El viejo parece que tiene los ojos azules. No es
feo, pero es muy sapo. Bueno y cuando llegué fue fácil,
sólo que antes de venir a estudiar estuvieron mirando
a mi familia y a mis amigos un par de meses. No
querían dejarme venir a estudiar. ¿Do you know? No
les gustan los latinoamericanos. Sobre todo que yo
tengo la piel media tostadita y soy pequeña y

68/siempre te creíste la virginia woolf


rechoncha. Los sapos visitaban nuestra casa y decían
en los informes que olía a cebolla y a sobaco por estar
al lado baño, pieza y cocina. El pelao va hacia el
refrigerador y abre una cerveza. A veces me da miedo.
Igual de repente es un pelao bueno pa´ la cama. Algunos
locos matan a los latinos acá y ¡bum bum! A toda la
familia de una vez. Dicen que los pelaos son más
peligrosos. ¿O mirará tanto porque querrá venir a
comer pavo? Pero después de dos años me aprobaron
la visa de estudiante con una beca para estudiar este
doctorado, cuando la presidenta me dio la beca
Presidente de la República.
Me lavo las manos. Me cepillo las uñas con una
escobilla. El viejo me mira todo el rato. Pareciera que
fuera a sacar una pistola y matarme de una. Viejo pelao
sapo, anda a sapear a tu abuela. If you believe, you
can you good luck. Ay, qué miedo, parece esos viejos
pelaos de los aeropuertos. Esos que te meten el palo en
el culo. A mí me da igual que me hagan sacarme los
zapatos en los aeropuertos, incluso una vez me olieron
los calzones. Da igual. Me quedé a poto pelado. Me
dio igual. Una mujer me metió un palo por el culo para
ver si tenía alguna sustancia. Me dio igual, son cosas
de rutina. Una vez me detuvieron en otro aeropuerto y
me llevaron a una sala que me pasaron una máquina
por mi estómago. Llamaré al viejo. Tengo su número,
lo llamaré y le diré qué es lo que mira. Me decían que
tal vez podría traer algo en mi estómago. Ya, negrita,
me dijo el guardia y me pegó una palmada en el culo.
La verdad es que me da igual. Suena el teléfono. Bueno,

siempre te creíste la virginia woolf /69


ah, sí, bueno, sí, sí, no te preocupes, John, entiendo que
no puedas venir, si a mí también me salen cenas a
última hora. Les diré a los chicos que no pudiste. ¿Do
you know? Ah, y Kathya tampoco va a venir, bueno,
no importa, y Georges, ¿Perec? ¿Quién es ése? Ah, jaja,
sabía que era una broma. Qué lástima, se fue de paseo
a Palm Beach. Ah, llevó a los niños a Disneyworld.
Genial. Ah, ¿crees que le podrá pedir un autógrafo al
Pato Donald? Me gusta tanto el Pato Donald.
Glup. Glup. Uf, qué hediondo el flato. Pasado a
pollo refrito. Aunque es tan rico ese pollito rostizado
que me preparé ayer. Me da igual que me dejen con la
cena, si uno la prepara en un dos por tres, va al
supermercado más cerca, hay en todos los barrios. Es
diferente a Latinoamérica. Acá ya no hay de esos
boliches de pueblo. No, señor. ¿Y si invito al pelao y
me lo como enterito? Supermercados gigantes, con
gimnasio, solárium, tiendas de ropa, guarderías, patios
de comida, cines, librerías, ventas de autos último
modelo, las mejores tiendas, eso sí. Bueno, uno va y lo
compra todo preparado. ¿Do you know? No sé, para
mí esto es ideal, no pienso volver a mi país jamás.
Mmmm, qué rico está mi pastel de papas. Mmm. Me
chupo los deditos y me lo como todo. Todito. Mmmh
comí mucho. Voy al baño. Me meto los dedos en la
boca, prefiero vomitar para no amanecer mañana con
la panza grande. Wua, bluawg. Bluwg.
Vuelvo a la cocina. El viejo desapareció. Lo
llamaré. Chuta, ¿no se habrá venido a meter a mi casa
por la puerta de atrás, como las películas de Hollywood?

70/siempre te creíste la virginia woolf


Ay, no creo. Habrá salido a tomar por ahí. Lo llamaré
a ver si quiere venir a cenar conmigo. Me tomo el último
vaso de whisky. Estaré sola en mi cumpleaños. No
estarán mis amigos ni los niños. Qué pena, pero si igual
acá es tan lindo todo, tan verde y la gente es tan linda
que da los mismo. Me cantaré a mí misma. Happy
Birthday, Happy Birthday, glup, glup. Qué lindo día.
¡Feliz cumpleaños! Happy Birthday! To you! El pavo
va a tardarse. Happy Birthday, Happy Birthday, glup,
glup. ¡Qué lindo! ¡Qué felicidad todo esto! ¡Me siento
una afortunada! Happy Birthday, Feliz, Feliz. Feliz, soy
una doctorada, una PHD. Glup, glup. Los prados, los
viejos pelaos. Wua, bluawg. Bluwg. Glup, Glup. Wua,
bluawg. Bluwg. Qué asco el vómito. Suena nuevamente
el teléfono. Happy… Pero na´ que ver, si parece que
tendré que celebrar mi Happy Birthday sola. Abro el
horno. Happy Birthday, Happy Birthday, glup, glup.
Qué asco el flato con olor a pollo rostizado. Ay, ¿Qué
haces aquí? Viejo pelao, ¡Sal de mi casa ahora! Ay, viejo,
Happy Birthday to me, to you, no sé… ¿Qué haces?
¡Cuidado! ¿Do you know? Glup. ¡Cuidado! Saca tus
manos de mi cuello, que me ahogo. ¿Do you know?
¡Viejo pelao! Glup.

siempre te creíste la virginia woolf /71


CREO QUE TE INVENTÉ EN MI MENTE

IRÉ A BENIDORM esta vez. Ordeno mi bolso, salgo de casa.


Llego a la estación. Cuando agarro el tren para ir a
Benidorm, me arrepiento de no haber tomado un avión
para venir a esta ciudad horrible, y como dicen, uno
de los mejores atractivos del mediterráneo. Primero
debo llegar a Valencia, luego tomar un bus interurbano
que me llevará al pueblito en que Sylvia Plath y Ted
Hughes fueron a pasar su luna de miel, luego de que
pasaran por París y Madrid, todo antes de que ella se
suicidara.
Dicen que estaban enamorados. Dicen que se
amaban. Leí las cartas de Sylvia a Ted. Se decían cosas
lindas. Cosas de amor.
Estuvieron un mes en ese sitio escribiendo sus
textos, leyendo y asombrándose de la ruralidad de
entonces; imagino que, por lo demás, en ese entonces
no existía lo que hoy se llama el gran sueño americano
o el enorme y patético sueño del pibe.
Al llegar a Valencia me bajo del tren y entro en
un bar para tomar un café con leche, me fumo un
cigarrillo y observo los cuadros colgados en las
murallas, cuadros horribles, cuadros pintados para
estimular, seguramente, el patético sueño del pibe y
olvidarse del suicidio de Sylvia.
Saco mi libreta para dibujar y me dedico a hacer
un retrato de mi compañero de asiento, que se me ha
quedado pegado en la retina. Mi compañero de asiento

72/siempre te creíste la virginia woolf


era un joven muy guapo, que ya hubiese querido yo
raptármelo y llevármelo al baño. Sentí que lo amaba,
quería besarlo allí y luego dejarlo abandonado en el
primer pueblo fantasma por el que pasáramos; luego
venir a visitarlo cada tanto, tal vez una vez al mes, y
decirle que me fuera fiel por siempre. Pero no, no me
interesa, debe ser un turista más dedicado a agarrarse
a chicas lindas y bronceadas de estas ciudades europeas.
Tal vez hubiese sido bueno conseguir su
dirección y escribirle poemas de amor baratos y cursis
y enviárselos por correo postal. Lamentablemente en
el segundo pueblo que pasamos, se subió una mujer y
se sentó con él, le dio un beso en la boca que me dio
asco por el exceso de saliva que se salpicó en sus mejillas.
Ambos se bajaron antes de llegar a Valencia. Cortaron
así toda mi fantasía romántica de tener uno de esos
antiguos amantes en pueblos fantasmas perdidos en
España, que visitas cada tanto y no te exige más que
besos y regalos, chocolates, bombones, viajes y saliva
salpicada, todo a cambio de nada.
Independiente de todo aquello, dibujo a mi
compañero de asiento. Al lado del dibujo pongo un
poema de amor, e imagino que se lo daré a cualquier
hombre que vea en la calle, para así no quedarme con
ese deseo espantoso de lo no correspondido; deseo
espantoso y asqueroso. Doloroso y triste si pienso
nuevamente en el suicidio de Sylvia.
De Valencia me voy a Gandía y de allí a
Benidorm. Gandía, tal como dice en la Wikipedia: “…es
una ciudad de la Comunidad Valenciana y se encuentra

siempre te creíste la virginia woolf /73


situada en el sureste de la provincia de Valencia. Es la
capital de la comarca de La Safor. Uno de los prin-
cipales destinos turísticos españoles, por lo que en
verano la ciudad triplica su población hasta llegar, en
agosto, a los trecientos cincuenta y mil habitantes”.
El bus va repleto de unos turistas con playeras
de colores y floreadas. Comen bocadillos de patata en
el bus y dejan todo de un aroma que a ratos me agrada,
pero a ratos se me vuelve espantoso. Sale un olor a
patata frita. Me dan arcadas. Bebo un poco de agua.
Me pongo mis gafas oscuras y recuerdo que he venido
a Benidorm, más que para observar todo este horrible
panorama, para huir del sentimiento del amor. El amor
a un turista español, a un turista que me dejó prendada
de un estúpido y mal llevado mal de amores.
En principio, debo confesar que no quería venir
a Benidorm. Yo no quería subirme a este bus con aroma
a patata y sentir arcadas. Yo no quería enamorarme
del turista español ése. Tampoco ver cómo la saliva de
un baboso se salpicaba en la boca de su novia. Yo no
quería llegar a esta ciudad a la que acabamos de llegar.
Es la ciudad más horrible que he visto en mi vida, hay
carteles que dicen la California de España y en la
Wikipedia ponían incluso: “… Aqualandia, la California
de España, se trata de uno de los destinos turísticos más
importantes y conocidos de todo el Mediterráneo
gracias a sus playas y su vida nocturna”.
Leí en un periódico que era el sitio en que habían
veraneado Sylvia Plath y Ted, y más que veraneado,
pasado su dichosa luna de miel. Por eso me conformo

74/siempre te creíste la virginia woolf


y sé que aunque sea la ciudad más turística del mundo
y más horrible a la vez, tal vez me podría encontrar
aquí con mi turista; junto con visitar donde vivieron
Sylvia y Ted, aunque de paso tenga que sentir el
asqueroso olor a patata y a baba.
Me bajo del bus, los turistas aplauden haber
llegado a Benidorm. Miro con una mueca de burla a
una de las mujeres que aplaude desaforada. Ella se
parece a mi turista. Luego deja de aplaudir y se pone a
llorar. Me voy rápido caminando, no quiero volver a
verla en mi vida. No quiero volver a pensar en el turista
perverso que ha destruido un año de mi vida, no quiero,
no quiero; y a eso vine, eso, a eso vine, a buscarlo y a
olvidarlo. A buscarlo y a olvidarlo en este pueblo perdido
del Mediterráneo. Qué idiota.
Saco el mapa que compré en la estación de
Valencia. Lo abro, lo pongo en el suelo y me siento tan
mal como la mujer que hacía muecas hace un rato.
Desde hace meses que me siento mal, muy mal por eso
del turista, me siento arruinada por eso del turista, me
siento un desastre, una bolsa desechable y plástica, de
esas verdes del Bon Preu.
Era un turista que conocí en un paseo a lo más
alto de Barcelona, una vez que agarré el tren y el
autobús y ese teleférico que te lleva a lo más alto de la
ciudad. Ahí estaba, estaba sentado a los pies de la iglesia,
era guapo, muy guapo. Primero conversamos,
hablamos, discutimos, huimos, bebimos, bajamos en
el teleférico, luego el bus, el tren, mi casa, cenamos,
follamos y a dormir.

siempre te creíste la virginia woolf /75


Pongo el mapa en el suelo. No debería hacer
esto en el suelo, me van a confundir con una turista
desquiciada; pensarán que también vengo a hacer esas
cosas como jugar paletas en la playa, conmoverme,
broncearme, buscar chicos aburridos por el día, tomar
cubatas, irme de cena con un grupo que no conozco
nada, ir de noche a bares a buscar chicos que me hablen
de automóviles, fútbol y mujeres, para finalmente,
llevarme a la cama uno o dos por noche. Luego regresar
de las vacaciones y contarles a mis amigas oficinistas a
cuántos chicos me he agarrado este verano. Contarles
con lujos de detalles todo lo que él me enseñó en la
cama, todo lo que yo le enseñé.
No quiero que me confundan con una turista
aburrida que hace listas de hombres y pone al lado
números para calificarlos.
Me levanto rápidamente del suelo. No quiero
ser confundida con una de esas chicas, con un chico
como mi estúpido hombre que vine a olvidar en este
paseo. Paseo esta ciudad que dicen es apta para olvidar
a amores locos y sin sentido, pero yo no sé, no sé si lo
olvidaré, lo veo difícil, extremadamente difícil, pero lo
intentaré y lo seguiré buscando por las callejuelas de
esta ciudad espantosa.
Miro el mapa con detención, recuerdo el artículo
que leí antes de agarrar el bus para acá. Leo el poema
de Sylvia Plath que venía leyendo en el bus:

76/siempre te creíste la virginia woolf


Canción de amor de la joven loca

Cierro los ojos y el mundo muere;


Levanto los párpados y nace todo nuevamente.
Creo que te inventé en mi mente).

Las estrellas salen valseando en azul y rojo,


Sin sentir galopa la negrura:

Cierro los ojos y el mundo muere.

Es uno de los mejores poemas que he leído en


mi vida. Se lo enviaré por SMS a mi turista. Lo escribo.
Un SMS. Segundo SMS. Tercer SMS: ¡Se fueron!
Espero su respuesta.
Recuerdo a Sylvia. Ella se escribía con su madre.
Apuntó en su diario, o en las cartas a su madre el año
1956, años en que pasó por esta ciudad con Ted: “Tan
pronto como divisé aquel pueblecito... después de una
hora de viajar en autobús a través de montes desiertos
de arena roja, huertos de olivos y matorrales, todo tan
típico, y vi aquel mar azul centelleante, la limpia curva
de sus playas, sus inmaculadas casas y calles –todo,
con una pequeña y relumbrante ciudad de ensueño–,
sentí instintivamente, igual que Ted, que ése era nuestro
lugar...”.
Ted seguro estaba afuera mirando a las chicas
mientras ella escribía sus textos; miraba a cada chica
que pasaban mientras Sylvia se dedicaba a escribir, a

siempre te creíste la virginia woolf /77


leer, a decirle cosas bellas a su madre. A veces me siento
como Sylvia, como Alejandra Pizarnik, como Simone
de Beauvoir, como cualquiera que ha sido engañada
por un turista que se las da de escritor de renombre.
Escondo el mapa, lo guardo, me da terror
parecer por un segundo uno de ellos, no deberíamos
parecer ni por un segundo a nada, es también la forma
de olvidarlo, de olvidar esa noche y las otras, todas las
noches; aparte de que no es bueno para el sí mismo, el
sí mismo se desorganiza, se aleja de la unidad a la que
debiéramos todos aspirar, se estremece, se desarticula,
se va a la mierda. Lo sé por experiencia propia, desde
niña siento que tengo dividida mi inteligencia de mis
emociones, busco reunirlas en una, pero mis estados
afectivos son tan potentes, que a veces destruyen todo
lo que soy capaz de construir con el intelecto y ¡plaf!
También la conciencia de sí la tengo alterada,
sólo me siento una especie de punto negro idiota y
malformado. Cuando logro algo que buscaba hace
tiempo, me digo a mí misma que es una ilusión, que
no es una situación real, que es una ilusión, que es el
simulacro de ese logro, su lado B, su impostura.
Camino. Busco la calle Tomás de Ortuño, es ahí
donde se quedaron ambos. Intento no preguntar a
nadie, no quiero ser confundida. Camino quince
minutos, no encuentro la calle Tomás de Ortuño, es al
parecer una de las arterias de este infierno. Calle que
antes estaba en las afueras de la ciudad. Sylvia se pudo
dedicar a escribir y leer con tranquilidad mientras Ted
debe haber salido a dar sus paseos de galán de pueblo,

78/siempre te creíste la virginia woolf


a buscarse unas mujeres, alemanas, francesas y lo que
viniera. T de Turista, T de tarados, T de tontera, T de
Ted.
Doy con la calle. Es realmente la calle más
bulliciosa de la ciudad. “Por la calle empinada suben
del pueblo los últimos carros tirados por burros, familias
que vuelven a sus hogares en las montañas”, escribía
Sylvia en las cartas a su madre cuando describió la
ciudad. Pero ahora no es así. Ahora es la California de
España; chicas en tanga se pasean y chicos con
músculos las siguen a las heladerías o a buscar una
cerveza. Sé que acá mi turista estaría encantado,
mientras yo odio esta ciudad, la odio con toda mi alma,
la aborrezco; él sí se sentiría encantado, yo no, yo no
me siento así, yo odio a esta ciudad y a ese hombre, a
esa especie de payaso que me llevó a lo más alto de
Barcelona, luego a mi cama y luego desapareció, se
hizo una bola de humo.
Me detengo frente a la calle de Ortuño, recuerdo
que hay un escritor mexicano que también lleva ese
apellido, lo intentaré leer, tal vez encuentre en él las
claves para entender a Ted, para olvidar al turista y
para olvidarme de una vez de los sufrimientos de Sylvia.
Sigo caminando y me detengo frente a la supuesta casa
en que pasaron su luna de miel Ted y Sylvia.
Miro hacia todos lados. Es un sitio horrible. Ni
siquiera podría llegar a decir cosas cuerdas acerca de
él. No sé por qué ellos vinieron a este sitio, no me lo
explico. No tengo la menor idea de esa decisión. Es de
los peores sitios que he pisado en mi vida. Hay una

siempre te creíste la virginia woolf /79


avenida para patinar e ir de pantalón corto. Las mujeres
llegan acá con el cabello teñido y una especie de
camiseta que se les ve el ombligo. Todas van igual en la
costa mediterránea. En fin, no sé para qué intentan
estar bronceadas y mostrar el ombligo, asunto de cada
uno, yo jamás estaría bronceada, jamás intentaría
mostrar mi ombligo. Eso no es problema mayor. Eso
no es mi problema, el punto es que vine a buscar el
sitio en que se alojó Sylvia Plath y Ted Hughes y no
doy con él. Vine a pisar tierra de turistas para olvidar
en ese gesto a mi affaire desesperado, el abandono que
vino luego de ello. Vine a matarlo desde el fondo, a
matar el amor que me negó el supuesto cielo que él
anunciaba.
Recibo un mensaje de texto: “¿Para qué me
escribes eso?”.
Lo ignoro. Camino. Recuerdo la dulzura de
Sylvia.
No veo ahora los paisajes de Sylvia. No los veo,
no veo a las vacas y a las mujeres que llevaban
cacharros con leche. Dónde estará el sitio. Camino.
Escondo el mapa. Camino. Me arrepiento de haber
venido, me produce una gran repulsión y un gran asco.
No sé cómo Sylvia Plath pudo estar aquí. Ni siquiera
lo creo. Ted Hughes sí, ya que era igual a mi turista.
De eso me he dado cuenta al llegar a esta ciudad
horrible, que Ted Hughes es igual a mi turista, hacía
los mismos gestos de ver desfilar a mujeres por avenidas
y patios, y por lo tanto quiero sepultarlos a ambos, tal
vez agarrarlos a ambos, ir a dejarlos a un pueblo
fantasma.

80/siempre te creíste la virginia woolf


Camino. Todo es espantoso. No quiero morir
por un hombre, por un turista que va de espectáculo
en espectáculo y no tiene segundos para la intimidad.
No quiero. Quiero estar tranquila. Quiero dejar de
pensar en esta ciudad horrible, en esta ciudad que huele
a USA, en esta ciudad que quiero dinamitar porque
hombres como Ted, hombres como el turista lo han
arruinado todo. Han dejado todo en el suelo.
T de Ted,
T de turista.
T de Tonto,
de tontera,
t de turbio,
t de tara, de tú, tacón, tarima, tacaño, tasa, tao
te King, terruño, tuyo, toldo, tilde, Tetuán, Tse Tse,
todos, tantos, timos, tierra, terra, tieso, tentar.
Unos turistas me hablan en inglés, me
preguntan por una calle, les digo que no sé en español,
otros me hablan en francés y suena el ritmo de las
guayaberas, de una música horrible, espantosa, suena
una música infernal que viene de los autos que pasan a
toda velocidad, pasan chicas con el ombligo afuera,
todos pasan cerca de todo, hay roces, y recuerdo
cuando conocí al turista el día que llegué a España; día
del que no he podido desligarme, situación que se
repite, situación de tener a este hombre que es una
especie de representante de otro hombre, que de seguro
lo fue de otro y así, hasta lograr una gran cadena de
desastrosos amores vencidos por una situación y otra
y otra, hasta pensar que llegará ese día en que podré

siempre te creíste la virginia woolf /81


decir: ¡basta ya de representaciones! ¡Quiero
algo real ya!
He llegado a la calle. Camino mirando los
números. Camino. Miro. Miro los números: uno, tres,
cinco, siete, nueve, etc. He llegado al número. Es este el
sitio. Lo sé. Toco el timbre de la casa para ver si alguien
vive acá aún; no me abre nadie, vuelvo a tocar y nadie,
tal vez se han ido a la playa a buscarse unos turistas
para traerlos a casa, tal vez viven algunas chicas de
ombligos afuera que buscan a chicos y se los traerán
para pasar la tarde y beber cubatas. Forcejeo con la
puerta, está dura, difícil de abrir, no abre, saco un alicate
que llevo en el bolso, golpeo la cerradura, la golpeo, la
golpeo, la rompo, le doy nuevamente, le doy fuerte,
termino de romperla, cae al suelo, abro la puerta, entro,
¿aló?, ¿aló?, digo, no hay nadie al parecer, no, no hay
nadie, entro, voy mirando en las habitaciones, miro en
una, en otra, voy entrando en cada una de ellas, al
parecer acá no vive nadie, es una casa abandonada, es
raro, parece que es una casa y no vive nadie en ella,
¿aló?, hay algunas fotografías, recortes antiguos, hay
algunos cuadernos, hay algunos escritos en el suelo.
¿Aló?, ¿aló?, hay alguien aquí, ¿aló?; parece que no
hay nadie en este sitio, aunque hay un olor a ropa vieja,
¿aló?, al parecer hace años que esto no se abría, ¿aló?,
¿aló?, no hay nadie, creo que nadie ha entrado a este
sitio en años, hay telas de arañas, hay mucho polvo,
papeles en el suelo, está hecho un asco, qué asco, hay
mucho polvo, estornudo; tal vez debía haberme
quedado en casa o haber llamado al turista una vez

82/siempre te creíste la virginia woolf


más, recibir un “no puedo” una vez más, vestirme de
hombre y pasar desapercibida, seguirlo por los bares
que sé que frecuenta, seguro que nadie se daría cuenta
de que yo estaba allí y podría haberle seguido luego
hasta su casa para saber con quién iba a dormir, y luego
huir si es que llegaba a ver a ese hombre que lo seguía,
o dispararle como lo hizo la Bombal y María Carolina
Geel, por lo que me ha ido haciendo estos meses, un
cierto delirio, una persecución que no lleva a nada, sólo
a intentar transformarse en un ídolo de lolitas jóvenes,
tal como Ted, sé que Ted buscaba a eso, pero yo no
quisiera suicidarme como Sylvia, ¿aló?, camino e
inspecciono el lugar. T de Ted, T de turista, T de Te quiero
matar.
¿Aló? Creo que mi voluntad y el temor son
mucho más potentes. ¿Aló?, creo que jamás voy a
matarme por el turista ése, creo que jamás; sigo
caminando, ¿aló?, ¿aló?, hay alguien aquí, la verdad
es que se ve extrañísimo este sitio, tal vez no lo abrían
desde que ella murió a los treinta y un años; ¿aló?, ¿aló?,
yo voy a cumplir treinta y un años el mes que viene y
no quiero morir como Sylvia, siempre he tenido miedo
de correr la misma suerte que algunas escritoras, ¿aló?,
y que después el turista dijera que él me amó mucho
mientras yo vivía y se quede con todos mis manuscritos
inéditos y los venda a agentes y editores, ¿aló?, hola,
hay alguien en casa, la verdad es que no creo que me
suceda, si el turista apenas me conoce, no estamos
casados como Sylvia y Ted, apenas lo he visto siete veces
en mi vida, pero no sé, uno nunca sabe, ¿hay alguien

siempre te creíste la virginia woolf /83


en casa?; sólo sé que quiero que me deje de perseguir
su imagen; no soporto tener su imagen en mi cabeza,
es como una especie de demonio, tal vez debería
quedarme en esta habitación a dormir algunos días;
¿aló?, ¿aló?; es una habitación cálida al fin y al cabo,
no es nada de ruidosa, podría terminar de escribir la
novela que debo entregarle a mi agente la semana que
viene, tal vez aquí, ¿aló?, ¿aló?, con este silencio sí que
me inspiraría del todo y podría definitivamente acabar
de escribir todo lo que me falta por escribir, esas novelas
que he venido dibujando en mi cabeza hace años, ¿aló?,
¿aló? Siento unos ruidos, risas, son turistas, sí, son
turistas, hablan en otro idioma, hablan en inglés,
hablan en francés, hablan, hablan, ¿aló?, ¿aló?, hola,
Thanks you; ¿está Sylvia aquí? Qué raro, parece que
son turistas, qué raro, qué extraño que ahora haya
turistas en este sitio, hablan, hablan, ríen. Me siento en
la cama. Si me preguntan algo, les diré que esta es mi
casa, que se vayan inmediatamente de aquí, que este
es un sitio privado. ¿Aló?
Me encerraré en una habitación y pondré una
cama como refuerzo; me quedaré aquí unos días, lo
necesito. Terminaré mi novela. Ahora que me falta poco
para cumplir mis treinta y un años, quisiera estar cerca
de Sylvia, de la casa en que vivió, para así olvidar al
turista que me escribe insistentemente unos correos que
no entiendo, ese hombre que dividió mi cabeza entre
mundo posible y mundo olvidado, o entre mundo
posible y mundo ficcionado.

84/siempre te creíste la virginia woolf


No sé si fue buena opción venir acá. Me siento
rara, alterada, el corazón se me ha acelerado. Tal vez
debí quedarme en Barcelona. Lo del mundo posible y
del mundo ficcionado me tiene un poco alterada. Me
siento débil. Me siento sin deseos de seguir, creo que no
lo tolero. No me la puedo, no puedo más, no alcanzo a
procesar todo eso de ambos mundos. No sé cómo es
que se procesa. T de Ted. T de tú. Me pondré a rezar un
poco, siempre rezar me alivia la ansiedad, el miedo.
Rezar quita el miedo, el temor a estos paseos que no sé
por qué doy. No tengo claridad de por qué estoy aquí
aparte de sentir que quería venir a la tierra en donde
estuvo Sylvia Plath con Ted Hughes para ver si se me
pasaba el miedo al turista. Para ver si lo olvidaba. La
mente la tengo dividida entre el mundo real y el mundo
ficcionado, entre el mundo de mis emociones y el de
mi intelecto. Hay una barrera entre ambos mundos
que no sé reunirla, ¿aló?, he venido acá a intentar hacer
esa reunión, pero no sé si me resulta, no sé si me siento
bien haciéndolo, ¿aló?, ¡salga! Tal vez debería intentar
olvidarte de una vez, pero para eso tuve que venir a
este sitio en que ellos estuvieron. Tal vez recién así
comience de lleno el maldito proceso del olvido.
Me acuesto en la cama que debe de haber sido
de ella. Seguro que éste era su despacho. Se parece a lo
que ella me ha dicho que es su despacho. Es igual, es
exactamente lo mismo. Pero yo sólo quiero olvidar a
mi turista. Permíteme olvidarlo, por favor, permíteme,
lo necesito, quiero dejar de pensar en él, por favor, en

siempre te creíste la virginia woolf /85


esta casa tal vez podría hacerlo; T de tú, T de Todo, T
de Ted, Te de Turista. ¿Aló?
Sé que debo razonar. Entender que estoy en una
situación horrible, espantosa. No debí venir a Benidorm.
Cuánto extraño mi casa en Barcelona, cuánto extraño
mis cosas. Mi cueva. Twittear en mi cueva. Luego cerrar
los ojos y descansar. Creo que te inventé en mi mente.
Cuando estaba sola en casa pensaba que él podía llegar.
A veces el timbre sonaba y pensaba que era él. En fin.
De todas formas, extrañar no es lo mismo que querer
estar. Cierro los ojos y creo que lo inventé en mi mente.
¡Salga, hemos dicho! Eso lo tuve que aprender a pulso
de soledades. Extraño, quiero estar en Barcelona.
Abro los ojos y veo un espejo enorme en el techo.
Veo mi imagen en ese espejo. Aprendí a extrañar desde
lejos, ¿aló? ¡Entraremos! Extrañar sin tener a ese otro y
pasé así la frontera que divide todo esto de las
necesidades y los cuerpos reales; la posibilidad de tener
algo y la necesidad de tenerlo. Todo lo material, ya sean
cuerpos, dinero, comida que quiero, no la obtengo; sólo
esa necesidad se queda suspendida en una especie de
diario mural y la observo, a veces se me acerca y me
lleva a cometer actos como el de pedir algo para que
esa necesidad se cumpla, desde solicitudes a santos,
como a personas de carne y hueso; como el turista, como
a mi jefa, o llamadas telefónicas para ganar algo de
dinero, reuniones fallidas; pero y siempre quedo con la
necesidad intacta, allí está, me mira como si la vida no
fuese nada, el suceder del tiempo, mis dolores reales,
allí está y al final de todo siempre se queda impávida
como una estatua, como una necesidad tan sólo. ¿Aló?

86/siempre te creíste la virginia woolf


Es cuando siento que las acciones y la voluntad
sólo pesan como actos simbólicos, palabras, el cuerpo
tal vez no me pertenece, el cuerpo tal vez me fue dado
para disimular el daño que cargo, el cuerpo tal vez es
un sombra, una línea que me ha sido dada para llegar
al gran simulacro, a la gran representación, ¿aló?, a la
gran idea, el cuerpo me está vedado y me debo quedar
en esta gran idea de todo, por más que he intentado
años llegar a comer y amar. ¿Aló?
No me veo en el espejo. ¿Dónde estoy?
Ok. Ok, ok, grito, grito, hay un eco espantoso.
¡Ok! ¡Vine a Benidorm, lo acepto! ¡Vine, vine aquí, estoy
aquí, vine a buscar esto de Sylvia Plath! ¡Vine a mirar
si era posible que esta ciudad existiera independiente
de mi voluntad, de mi cuerpo, porque mi cuerpo ya
sólo existe en relación a la idea esa de sujeto, y al llegar
acá me di cuenta de que Benidorm sí existía, sí es un
algo real, sí es, sí lo es, pero no es lo que en su momento
fue para ellos!
Dejo de gritar. Me canso. Me tiro al suelo. Saco
mi cuaderno.
Esta ciudad es horrible. Siento nuevamente asco.
Es ahora el balneario más parecido a California de
USA. Antes era un pueblecillo rural en que dos
escritores pasaban su luna de miel y se extasiaban de
la sencillez, apunto en mi cuaderno, del pueblo y de
las mujeres que bajaban por agua. ¡Ok! Lamento no
poder disfrutar de eso ahora, sólo de este grupete de
turistas que se han entrometido en este mi espacio
sagrado, fuera de ese mundo apestado de hombres que

siempre te creíste la virginia woolf /87


logran la fusión entre necesidad y satisfacción de ella
de forma instantánea. ¡Es terrible haber perdido todo
referente e identidad!
¿Aló?, ¿aló? Hay alguien dentro. Tal vez quieren
matarme. Qué horror, no debí venir acá. Han forcejeado
con la puerta, escucho. ¿Dónde está?, dice un hombre.
Salga de ahí, gritan. Yo quiero que a algunos les pueda
parecer una mierda, quiero hacer lo siguiente en esta
casa en que habitó Sylvia Plath: establecer la regla entre
la necesidad y la obtención de ella, con su excepción
también. ¡Salga! ¡Salga o disparamos!
A mayor brecha entre objeto necesitado y
satisfacción de ese objeto, mayor nobleza de alma y
espíritu. ¡Salga, hemos dicho! Al parecer lleva un arma,
gritan. Salga o disparamos. Ahora bien, la excepción
a esto, es mi padre. Ni más ni menos. Mi padre es el
hombre más noble del universo, pero, al ser médico,
tiene completamente satisfecha su necesidad de comer
y amar. ¡Entregue el arma!
No va a salir. Vuelve a sonar de forma espantosa
la puerta, vuelvo a sentir de forma estrepitosa la puerta,
no sé si tengo puerta, no sé si escucho, creo que te
inventé en mi mente, creo que te inventé en mi mente,
pero igual sigo pensando en ti, maldito turista de
turista, maldición, mejor morir si no te olvido, como en
las películas, qué horror, qué patético; no va a salir, tiene
un arma. Espero que no vuelvas a aparecer en mi
cabeza, en mis emails, en mis plataformas todas y ésas
que siempre apareces, sin decirme nada y sin yo decirte
algo, algo simple, aunque sea algo sencillo, inútil, sin

88/siempre te creíste la virginia woolf


sentido, algunos no entienden esto, pero yo no debí venir
a este sitio a estar como Sylvia esperando a que un
hombre de cualquier tipo me amara; déjala que no ha
hecho nada, ¡salga!, intenta robarnos todo lo que
tenemos, es una delincuente. Se ha metido en nuestra
casa, está en nuestra habitación, estará robando. Y yo
que quería que me dijera cosas bellas y gratas, y que
estuviese al fin. Ha sido por decirlo de una forma algo
complejo, triste. ¡Salga! No, no dispares, tal vez es sólo
una indigente. Salga. Lo siento, dispararé, no me fío,
debe tener un arma. Salga. T de Turista, T de Ted, T de
tú. Tú abres la puerta y yo disparo. ¡Ahora! Creo que
te inventé en mi mente. T de Ted, T de turista, T de T
amo, de T odio, ¿qué haces? Ten cuidado, ¿qué haces?
¿Qué haces tú en nuestro hogar? Este no es tu hogar.
Vete. Es mi sitio. Es el mío. Hay un hombre que siempre
me ha engañado. Hay un hombre que siempre me
buscó para engañarme. Y el arma se va a disparar. Lo
sé. Déjala. Va a dispararse. Lo sé. Se dispara. Se dispara.
Se ha disparado. Escucho de lejos la detonación. Lo
siento. Corro. Salgo a la calle. Corro. Uno de ellos tal
vez ha muerto.
Creo que te inventé en mi mente. Corro. Corro.
Cruzo Benidorm corriendo. Llego a la estación. Sudo.
Agarro el bus hasta Gandía. Creo que te inventé en mi
mente. Luego hasta Valencia. Barcelona. Estación de
Sants. Me bajo. Me compro la T-10. Me subo al metro.
Una sola parada. Metro Universitat. Toco el timbre de
tu casa. Nadie me abre. Subo. Hace tiempo que tengo
llaves de tu casa. Abro. Hola, hola. ¿Hay alguien aquí?

siempre te creíste la virginia woolf /89


Hola, hola. Creo que te inventé en mi mente. Me
desnudo, me pongo tu traje. Me desnudo. Me pongo
tu pijama. Uso tu cepillo de dientes. Tu After Shave. Tu
perfume. Me perfumo mucho. Me fumo el cigarrillo
que dejaste en la mesa de noche. Me tomo un vaso de
tu whisky. Me acuesto en tu cama. Me duermo,
despierto. Comienzo a prepararme el desayuno. Creo
que te inventé en mi mente. Una tostada y aceite de
oliva. Café negro y cargado. Saco la cafetera. Está
caliente. Me quemo un poco. El café está demasiado
caliente. Me gusta frío. Me llega un SMS. Nuevamente
será ella que me llama para fastidiarme. Es un SMS
vacío. Maldita mujer. Horrible mujer. Desgraciada
mujer. La odio. La aborrezco. Incluso cuando
follábamos me daban deseos de matarla. Siempre se
creyó escritora. Siempre escritora y maldita. Yo
intentaba ponerla en su sitio. En su espacio. En su lugar.
Mujer que odiaba este país. ¿Por qué? Porque era una
maldita inmigrante, una maldita extranjera.

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92/siempre te creíste la virginia woolf
ÍNDICE

Poseída 9
Estimada señora: 15
Soy 21
El mejor 22
Siempre te creíste la Virginia Woolf 30
Yo me paseo 36
Parece que mi agente literario me odia 43
Yo no tengo editor 46
Consejos para una joven cuentista 51
Happy Birthday to me 65
Creo que te inventé en mi mente 72

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