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Contrarreforma a la vista

Perú tiene una limitada productividad laboral. Es cinco veces menor a la


productividad laboral de Estado Unidos y, sin ir muy lejos, es menor que la de
sus pares regionales como Chile, Colombia y México. Según el World Economic
Forum, en 2019 Perú se situaba en el puesto 102 de 141 países en términos de
salarios y productividad, por debajo de Chile, Colombia y México (puestos 43,
94 y 82, respectivamente).

Esta baja productividad se asocia, en parte, a la calidad del capital humano. Y


esta, a su vez está ligada a la baja calidad de educación. En este punto, los datos
van de mal a peor. Es altamente conocido que nos situamos entre los peores
países en la prueba Pisa (Programa para la Evaluación Internacional de
Estudiantes). En 2018, Perú ocupó el puesto 64 de 77 países; los resultados en
comprensión lectora, matemática y ciencia se ubican por debajo de Chile,
Argentina, México, Colombia y Brasil.

La educacion superior sigue el mismo patrón, a pesar de que se conoce que una
educación superior de calidad es un requisito indispensable para generar
desarrollo en un país. Un estudio de la Universidad del Pacífico encuentra que
los trabajadores egresados de universidades de mayor calidad tienen ingresos
salariales que, en promedio, son 80% mayores a los de sus contrapartes que
asistieron a instituciones de menor calidad. Asimismo, antes de la pandemia, el
subempleo profesional afectaba a cuatro de cada diez egresados universitarios,
y 47% de las empresas tenían vacantes difíciles de llenar. De estas, el 76% se
explicaba por falta de habilidades de los candidatos.

Queda claro que existe un problema en la calidad de la educación superior. En


ese contexto es que, con la Ley Universitaria (Ley 30220), se creó la
Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu),
organismo responsable del licenciamiento para ofrecer el servicio educativo
superior universitario. En concreto, la Sunedu busca asegurar las condiciones
basicas de calidad, un conjunto de estándares mínimos con los que las
universidades deben contar para obtener el licenciamiento.

Estas condiciones abarcan desde la adecuada estructuración académica —oferta


educativa, infraestructura, líneas de investigación, personal docente calificado,
entre otros— hasta la existencia de mecanismos de inserción laboral, de manera
que operen como un mecanismo de protección para los estudiantes, sus
familias y la sociedad en su conjunto.

Bajo este enfoque de mejora en la calidad educativa, la Sunedu otorga licencias


a aquellas universidades que cumplen con las condiciones básicas de calidad. A
la fecha, se ha denegado el licenciamiento a 48 universidades y dos escuelas de
posgrado. De ellas, el 96% eran instituciones de gestión privada y el 38%
estaban en Lima.

La denegación de licenciamiento generó incentivos a algunos centros


educativos para mejorar la calidad de su educación. Ejemplo de ello es la
Universidad Nacional San Luis Gonzaga (Unica) que, aunque su primera solicitud
de licenciamiento institucional fue denegada, luego consiguió licenciarse tras
verificarse su cumplimiento de las condiciones básicas de calidad.

Un elemento fundamental para el éxito de la reforma fue la independencia del


Consejo Directivo de la Sunedu. No obstante, a inicios de mayo, el pleno del
Congreso aprobó la ley que propone “restablecer la autonomía y la
institucionalidad de las universidades peruanas”. Propone cambiar el Consejo
Directivo de la Sunedu, que pasaría de ser integrado por profesionales
independientes elegidos por concurso público, a tener tres representantes de
las universidades públicas y privadas del país. Esto desnaturaliza la
independencia que debe tener un organismo regulador con aquellas
instituciones a las que supervisa. Además, la Sunedu pierde la posibilidad de
actualizar las condiciones básicas de calidad hoy exigidas a las universidades.
Dadas la baja productividad y la latente necesidad de reformas que fomenten la
calidad de la educación en el país, es necesario cuestionar las políticas públicas
que no están relacionadas con uno de los objetivos fundamentales de la
educación: el crecimiento y desarrollo de los peruanos. Por el contrario, ponen
en riesgo la continuidad de políticas públicas que han demostrado ser exitosas.

Documento estrictamente para la Academia


Fuente: Diario Gestión
Profesor M. Romero

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