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Es una realidad que la educación superior, que incluye los estudios universitarios y técnicos,
concierne directamente a casi un millón y medio de estudiantes peruanos. Se inscribe en un
entorno cada vez más complejo, por los enormes cambios generados por la hipercomunicación
digital, la globalización y la educación abierta, cuyo conjunto alimenta la sociedad del
conocimiento, en la cual nos desenvolvemos las universidades peruanas, y que obliga a una
gran creatividad. En este contexto, quienes estudian carreras universitarias o técnicas tienen la
esperanza de que, al culminar sus estudios, puedan encontrar fácilmente un empleo o puedan
utilizar sus conocimientos para distintos emprendimientos académicos, empresariales o
personales. Sin embargo, esto no siempre es posible porque existen dos problemas. El primero
es que las universidades e institutos no los preparan necesariamente para acometer estos
objetivos, tanto por la desigual calidad de la educación que imparten, como por el tipo de
carreras y especialidades que ofrecen. El segundo es que la economía y la sociedad no tienen
una demanda laboral suficiente para los egresados y, en buena parte, existe un subempleo de
las capacidades profesionales o técnicas adquiridas en universidades e institutos. Pero, por otro
lado, existe un fuerte consenso mundial en que el desarrollo humano y económico de los
países está estrechamente relacionado con los niveles educativos promedio alcanzados por su
población y, sobre todo, con la calidad educativa y de formación de los trabajadores, en todos
los niveles. Por ello, ampliar sostenidamente el acceso y elevar los niveles educativos es una
condición sine qua non para el progreso civilizado y democrático. En el Perú, la ecuación
educación desarrollo ha estado en la agenda del Estado y del gobierno actual. Precisamente, la
Ley 30220 ha ido en esta dirección al plantear metas de reordenamiento, de licenciamiento y
de acreditación para todas las universidades. También está en proceso de aprobación la ley de
institutos superiores y escuelas técnicas. Pero la nueva normatividad y las nuevas instituciones
que está creando la ley no son suficientes
OBJETIVOS
1. Misión
La misión de las universidades es solucionar los problemas que aquejan principalmente
a nuestra sociedad. A lo largo de la historia educativa, realmente mucho ha influido la
educación para un buen desarrollo de un país.
Japón, Corea y Taiwán hace pocos años se comparaba la realidad educativa con la
nuestra, pero ellos dieron mayor apoyo al sector educativo, en la actualidad demuestran
ser potencias mundiales gracias al apoyo enorme al sector educativo. Por ejemplo,
en Japón y Taiwán el ingreso de PBI por año es tres veces mayor que de los países
Latino Americanos. La productividad es uno de los motores de la economía. De ella
depende el uso eficiente de los insumos para la producción de bienes y servicios de
nuestro país. En un mercado mundial tan competitivo como el de hoy, debemos
incrementar la competitividad de nuestras empresas, para que estén en condiciones de
enfrentarse al resto del mundo.
¿Se puede lograr esto en el Perú? El Banco Mundial recomienda políticas públicas para
mejorar la calidad de la educación superior:
La idea principal de ese texto es que cualquier relación social, incluso las del amor y de
amistad, se basaba en un pacto tácito. Padres, hijos, esposos, enamorados, amigos, hermanos
llegan, sin explicitarlo, a acuerdos de conducta. Los hábitos establecen esos acuerdos sobre su
conducta. Si alguien el rompe el contrato establecido, si alguien se comporta de un modo
distinto a como lo había hecho hasta entonces, traiciona su promesa a la relación, es decir,
rompe el contrato. El Derecho está basado en las relaciones humanas.
Esta reflexión pertenece a Adrián Ormache, protagonista de La hora azul, novela escrita por
Alonso Cueto y que ganó, en el 2005, el Premio José Herralde. El personaje principal de este
libro –más allá del argumento de la novela- encarna el modelo de éxito más tradicional de
nuestra sociedad: un hombre casado, con dos hijas hermosas, un sueldo con varios ceros a
la derecha, y claro, el trabajo añorado por muchos: socio de un estudio de abogados.
Cuando uno está por terminar el colegio y llega el momento de realizar los test vocacionales –
si sabes leer y te interesa la historia o la política- muchos de tus familiares lanzarán la
frase: "Deberías estudiar Derecho. Paga bien esa carrera". Nos pasó a muchos que
terminamos la secundaria en el 2003 y a nuestros mayores. Quizás con palabras distintas pero
el mensaje era el mismo.
Ser abogado en el Perú genera un extraño efecto: admiración y desconfianza. Durante muchas
décadas se la consideró una carrera de prestigio. Para una familia tener un hijo abogado era
un orgullo casi equivalente al tener uno médico. Al mismo tiempo, hay palabras -alejadas
de la ética- que son asociadas a los abogados: engaño, corrupción, coima, etc.
Sobre este último punto no se puede soslayar el hecho que este descrédito viene de la política.
Como sabemos, hasta hace poco tiempo, la mayoría de nuestros políticos eran abogados. Hoy,
el panorama es distinto. Aunque para Rafael Rodríguez, abogado y magíster en Ciencias
Políticas por la Pontificia Universidad Católica (PUCP), ese descrédito no se reduce a nuestras
fronteras ni a nuestro tiempo.
"Creo que el desprestigio viene de la mano con el desprestigio de la política. Si uno revisa
la historia de la humanidad se podrá dar cuenta que el Derecho, y los letrados, han
estado presentes en los momentos y pasajes más importantes de la misma. Pues bien, el
pasivo y el activo de ese peso histórico constituye una factura que todos los vinculados a
esta hermosa carrera debemos cargar".
Existe otro aspecto fundamental sobre la mirada a los letrados: el Poder Judicial. Para nadie es
un secreto que este goza de una mayoritaria desaprobación. Para el imaginario peruano el
sistema judicial está poblado de seres mentirosos, inmorales, canallescos, casi una versión
contemporánea de los orcos de la Tierra Media creada por J.R.R. Tolkien.
Por supuesto, la construcción de esa imagen ha tenido factores externos. Los medios de
comunicación, especialmente la televisión, son bastantes ácidos al momento de reportar sobre
liberaciones de sospechosos de delitos. Frases tipo ‘¿Cómo es posible que se deje en libertad a
este personaje?’ o ‘¿En qué estaba pensando ese juez para liberar a ese delincuente?’ (aún
cuando esta persona no tenga una sentencia condenatoria) lo demuestran. En realidad lo que
un periodista debería preguntarse es lo siguiente: ¿Se ha aplicado correctamente la ley en
este caso? Pero, claro, esta interrogante no genera tanto rating como las dos primeras. Desde
luego, no vamos a construir una defensa cerrada del sistema judicial peruano ya que es
evidente que este pasa por una de sus peores crisis institucionales. Cada cierto tiempo aparece
un fallo cuestionable. Los últimos de ellos han tenido como protagonistas periodistas (los
casos de Rafo León y Fernando Valencia) que han visto afectada su práctica profesional por
denuncias que para muchos especialistas no tenían fundamento jurídico. Más grave fue lo
sucedido con los sospechosos de pertenecer a la banda conocida como ‘Los rápidos y furiosos’
que fueron puestos en libertad por un 'problema de coordinación' entre la Fiscalía y la Policía
Nacional.
Si bien es cierto que las cifras nos indican que hay un exceso de abogados, existe una arista
que debemos considerar: el Derecho es necesario para un Estado y una sociedad. Algunos
podrían decir que necesitamos personas que sean capaces de entenderlo y ejercerlo con
conocimiento y ética, lo cual es cierto, pero no basta ello. Quienes ofician esta profesión, pero
sobre todo quienes la estudian, deben recordar que esta carrera no solo tiene un enfoque
privado o individual sino también colectivo. Quizás ahí está una de las respuesta de la crisis
del sistema judicial.
Quienes empezamos nuestra vida universitaria en Estudios Generales, hace 15 años, fuimos
testigos de un fenómeno curioso: entre el 30% y 50% de tus amigos tenían como próximo
destino la facultad de Derecho, quizás la más importante del país. Si ampliamos la mirada,
hay que recordar que, por ese tiempo, la carrera de leyes era una opción bien considerada por
los jóvenes. Hoy, el panorama es distinto. Han aparecido nuevas carreras, producto de una
economía más demandante. Tan es así que Derecho no está considerada entre las diez carreras
mejores pagadas, según el sitio Ponteencarrera.
Volvamos al 2005 y al fundo Pando. Una de las características de un estudiante de Letras que
aspira a Derecho era su inclinación hacia el sector privado. Eran pocos los que estaban
tentados en desarrollar su carrera en entidades públicas o en el Poder Judicial.
Alan Sánchez, abogado y consultor de Naturaleza y Cultura Internacional, considera que este
fenómeno se debe a un tema de especialidades.
"La mayoría opta por especialidades como derecho civil, penal, tributario, mercantil,
entre otras, porque tienen mayor desarrollo y oportunidades de prácticas en el sector
privado”, a diferencia de muchos de sus compañeros, decidió, poco después de ingresar
a facultad, que se enfocaría en el derecho ambiental.
Desarrollo profesional también implica, como puede deducirse, buenos sueldos. Recordemos
que un abogado, titulado y con dos años de egresado puede ganar –en promedio- S/ 3000
en un estudio jurídico. Desde luego la cifra puede aumentar, dependiendo del prestigio del
bufete. Para hacer una simple comparación: un juez de paz letrado suplente gana
S/3505.5 (sueldo más bonificación jurisdiccional). Pero aquí viene el detalle: alguien que
desea ser juez debe pasar por varias filtros.
Entonces, ¿la solución está en aumentar los sueldos? No necesariamente. Como dijimos
anteriormente, se trata de poner sobre el tapete y en la cabeza de los universitarios el impacto
social que tiene el Derecho.
Este portal de noticias se pudo contactar con una extrabajadora del Poder Judicial que nos
pidió mantener su nombre en reserva. Ella consideró que uno de los aspectos para mejorar
nuestro sistema de justicia es el establecimiento de la obligatoriedad, para los estudiantes
de Derecho, de pasar por el Poder Judicial .
"Creo que esto es básico y, por ejemplo, en la PUCP, el Servicio Civil de Graduados [que
pueden prestan los estudiantes en su último año de estudios en entidades públicas] no era
ningún logro, ni ningún mérito. De hecho, muchos estudiantes ni lo conocen, ni les
interesa", apuntó.
Si ampliamos un poco más la mirada nos daremos cuenta que la tendencia a individualizar un
oficio o una profesión es un fenómeno global. Precisamente una de las críticas que se hace al
neoliberalismo es el 'privatización' de la educación, es decir, ver la enseñanza como un
cúmulo de herramientas para el desarrollo de la actividad privada (o empresarial) y no
de uno sostenible para la sociedad en su conjunto.
Para Rodríguez, quien se desempeña como profesor de Derecho Electoral e Historia de las
Ideas Políticas en la Universidad San Martín de Porres, existe un problema de excesivo
memorismo.
Uno de los logros de este Gobierno y del Congreso de la República ha sido la promulgación de
la Ley Universitaria, la cual establece que las Universidades de nuestro país se rigen por 17
principios, siendo uno de los más importantes, la ‘Ética Pública y Profesional’. A su vez,
la normativa adopta "el concepto de educación como derecho fundamental y servicio
público esencial".
Esto significa que las universidades no pueden ser meros centros de almacenamiento de
información sino actores activos en el desarrollo de la sociedad a través de la formación de
profesionales que conozcan la realidad peruana y que, sobre todo, sientan la necesidad de
generar un cambio transversal. en ella.
No se trata tampoco de que todos los egresados universitarios sean obligados a trabajar en el
Estado o en entidades públicas, sino de entender que el ejercicio de una carrera profesional
tiene un efecto real en la colectividad. Y si esa práctica no se asume con responsabilidad, los
efectos pueden ser nocivos ¿Por ejemplo? Que los habitantes de un país sientan que su Poder
Judicial solo favorece a los ricos y a los políticos corruptos.
En el caso del Derecho, hemos visto como el desinterés por la formación de sus profesionales
ha contribuido a la desconfianza de los peruanos en el sistema jurídico. Por supuesto, no es el
único factor. Nuestra poca vocación democrática y la elección de gobernantes y
parlamentarios incapaces o indiferentes para entender la realidad nacional y legislar a favor de
ella son aristas que no debemos perder de vista. No olvidemos tampoco nuestra tendencia
social a la corrupción y el poco apego a las leyes que contribuye al cultivo de jueces
alejados de la Ética.
De ahí la importancia de continuar con la reforma universitaria que se inició durante este
Gobierno y que ocasionó la resistencia de algunos actores que veían en la educación un mero
ejercicio lucrativo.
A propósito de ello, ¿recuerdan quiénes fueron los candidatos presidenciales que mostraron,
abiertamente, su desconfianza hacia la Superintendencia Nacional de Educación Superior
Universitaria (Sunedu)?
Para alcanzar este objetivo, por un lado, enseñan las diversas materias jurídicas y, por otro,
prevén una instrucción práctica mediante la colaboración de entidades privadas o públicas (por
ejemplo, práctica profesional en una oficina de abogados o en la sección legal de un ministerio
o de una empresa).
De esta manera, los estudios jurídicos culminan con la obtención del título de abogado. Si no
se logra obtenerlo, no se contará con el medio necesario para actuar, en general con previa
inscripción en un Colegio de Abogados, como jurista debidamente autorizado.
Si tomamos como ejemplo el caso del abogado litigante, podemos señalar que una Facultad de
derecho debería proporcionarle, primero, de manera adecuada los conocimientos referentes a
las ramas fundamentales del derecho, a la organización del sistema jurídico, a la
jurisprudencia, a la doctrina, a la metodología para interpreta y aplicar el derecho a las
situaciones concretas que se le planteen.
Todo esto lleva a plantearse la cuestión si las Facultades de derecho están capacitadas para
realizar esta labor y sobre lo qué es necesario hacer para que tengan éxito en alcanzar sus
objetivos. Para exponer los diversos aspectos de esta problemática presentaremos,
sucintamente, el caso peruano y el suizo que aunque muy diferentes tienen rasgos similares
debido a que sus raíces comunes son europeas continentales.
SITUACIÓN PERUANA Y SUIZA
Para efectuar esta somera confrontación es indispensable tener en cuenta el contexto nacional
de las instituciones que se van a comparar. Como las diferencias económicas y sociales entre
Perú y Suiza son las mismas que distinguen a los países subdesarrollados de los altamente
desarrollados, nos limitaremos a señalar que el auge económico suizo es una de las
condiciones de la estabilidad política y social, factor fundamental para que las instituciones
funcionen normalmente y en buenas condiciones tanto materiales como personales. Por el
contrario, la crisis económica profunda y las desigualdades marcadas de la sociedad peruana
constituyen obstáculos casi insuperables para el desenvolvimiento adecuado del sistema
político, social, educativo, judicial.
Esta preocupación se explica por el papel importante que desempeñan los abogados en la
formación y consolidación del Estado de derecho, mediante la manera como intervienen en la
vida pública y, en particular, en la administración de justicia. Esto es puesto en evidencia en la
Iniciativa del Gobierno Federal de México, cuando, al referirse a la reforma de profesiones y a
la defensoría pública, dice: "En nuestros días, el ejercicio profesional que desempeña el
abogado litigante se ha transformado profundamente. Por una parte, existe un segmento del
gremio postulante que, no obstante, contar con el título de abogado, carece de los
conocimientos técnicos suficientes para desempeñar de modo cabal la defensa penal de sus
clientes, o bien, incluso teniéndolos, no respetan ningún principio ético en su conducta
profesional, situación que ha generado en la sociedad gran desconfianza en los defensores y,
por la otra, se observa una clara "actividad penal" de los conocidos "coyotes", que no teniendo
título de licenciado en Derecho, usurpan la profesión".
Así mismo, en un informe sobre la enseñanza del derecho en el Perú, se afirma: "Como
probablemente en el Perú de hoy deba decirse respecto de otras carreras universitarias, es
preciso pensar en cambios radicales que permitan contar con profesionales idóneos. En el caso
de derecho, éste es un requisito insoslayable de la reforma de la administración de justicia". Y
de manera más precisa se sostiene que, en rigor, las Facultades de Derecho “deben hacer
posible el acceso del estudiante a la construcción conceptual básica e indispensable de
información sobre cada una de las disciplinas que conforman el Derecho, por cierto, sin
considerarlos compartimentos estancos, y [...] crear las competencias profesionales para que el
estudiante se procure, del inmenso universo que constituye la cultura jurídica, el método más
idóneo para acceder a lo mejor de ella; en otras palabras: enseñar a aprender”.
La cuestión es de determinar cómo lograr esta formación que se describe como la apropiada y
correcta del buen abogado tanto en su aspecto profesional como ético.
MARCO UNIVERSITARIO
Antes de ver cómo se imparte esta formación en el Perú y en Suiza, conviene señalar el marco
general en que se realiza. El Perú, con casi 28 millones de habitantes, en 2005, cuenta con 79
universidades, de las cuales 47 son particulares. Las mismas eran 52 en 1990, cuando la
población era de 26'700,000. Lo que significa que en 15 años se han creado 27 (más del 50 %
de las entonces existentes), en su gran mayoría particulares. En el año 2002, el número de
estudiantes de las universidades públicas era de 273 mil y el de las privadas era de 189 mil.
Cifras que hay que considerar teniendo en cuenta que, en el mismo año, los estudiantes
secundarios eran un poco más de dos millones. Lo que significa que la inmensa mayoría de
egresados de las escuelas secundarias quedaban fuera del sistema universitario, al cual están,
en principio, destinados (previo examen de ingreso).
En Suiza, con un bajo índice de natalidad, tenía, en 2004, un poco más de siete millones de
habitantes. El número de estudiantes universitarios alcanzó, el mismo año, el número de 109
mil, repartidos en diez universidades cantonales. El número de bachilleres federales, con
acceso directo a las universidades, en 2004, llegaba a 65 mil. Esto supone una selección que
no existe en nuestros países y que supone una formación especial para aquellos que hayan
satisfecho las exigencias para estudiar el bachillerato.
La Facultad de derecho de la Universidad de San Marcos cuenta con alrededor de 1,600
estudiantes y 127 docentes (comprendidas todas las categorías de profesores). La de la
Universidad Católica tiene 1,400 estudiantes y 133 docentes. Cabe señalar que son pocos los
profesores principales a tiempo completo (equivalente a los profesores ordinarios en Suiza).
En la Universidad de Friburgo, los estudiantes son casi 1,900 y los docentes 39 (28 ordinarios)
y en la de Ginebra, 1300 estudiantes y 35 docentes (29 ordinarios). Un aspecto esencial que
hay que destacar es el hecho que si bien, en el nivel formal, los profesores ordinarios pueden
ser equiparados a los profesores principales, la diferencia radica en que los primeros son,
realmente, profesores a dedicación exclusiva. Los mismos que asumen tanto carga académica
como carga administrativa (Decanato, Jefatura de departamento, presidencia de comisiones,
responsable de los exámenes, etc.).
PROGRAMAS DE ESTUDIO
Los métodos de enseñanza, tanto en cuanto a la materia como a la metodología, en las cuatro
Universidades son casi los mismos por su conformidad con la tradición europea continental.
Los conocimientos son transmitidos mediante cursos magistrales, complementados por cursos
prácticos. Si bien los primeros reúnen la totalidad de estudiantes del curso respectivo, para los
segundos éstos son divididos en grupos. Se denominan prácticos porque consisten en la
discusión de casos, breves y concretos, con la finalidad de esclarecer y aplicar la teoría
explicada en los cursos magistrales. El objetivo perseguido es dar a conocer el derecho
positivo, la doctrina y la jurisprudencia; así como familiarizar al estudiante con la
interpretación y argumentación jurídicas.
Los programas de cursos difieren en la medida en que en las universidades suizas la enseñanza
se centra en las materias fundamentales. Entre las de derecho positivo, figuran las de derecho
civil y de obligaciones, derecho penal, derecho constitucional, derecho administrativo, derecho
internacional privado y derecho internacional público. Las restantes son la de historia del
derecho y filosofía del derecho. Todo completado con un curso de introducción general. Se
trata, en principio, de cursos anuales y algunos de ellos, como el derecho civil y el derecho
penal, dictados en dos años. En las universidades peruanas, las materias enseñadas tratan de
cubrir casi todas las ramas del derecho y agotar su contenido. Por ejemplo, son varios los
cursos anuales de derecho constitucional, derecho civil y derecho penal. Así, se busca explicar
todas las disposiciones de la Constitución y de los códigos.
Esto explica la duración de los estudios de derecho. En Suiza, de acuerdo con la reforma
inspirada por las directivas de Bolonia, cuatro años. En el Perú, cinco, a los que hay que
agregar el año o los dos años dedicados a los denominados estudios generales. Los mismos
que son una preparación para los estudios profesionales. Estos estudios hayan su
compensación temporal, pero no académica, en los estudios de bachillerato suizo, previos e
indispensables al ingreso a la Universidad.
Los conocimientos teóricos son completados con cursos semestrales optativos y que tratan de
dominios específicos o aspectos particulares de las diversas ramas fundamentales. La finalidad
es dar la oportunidad a los estudiantes de iniciar una cierta especialización de acuerdo a sus
inclinaciones personales. Esto es notorio en el sistema de la Universidad Católica, pues,
después de los primeros años de formación básica, el estudiante debe adquirir créditos
aprobando un determinado número de cursos facultativos, los mismos que son establecidos
según criterios de especialización.
En Suiza, de conformidad con la última reforma inspirada en las directivas de Bolonia, los
estudios básicos de tres años culminan, una vez aprobados los exámenes, con el título de
bachiller en derecho. El mismo que permite efectuar un cuarto año de estudios para obtener la
maestría en derecho, la misma que es considerada equivalente de la anterior licencia de
derecho. La indicada reforma ha determinado que el contenido de las materias fundamentales
sea reducido, considerando que lo esencial no es la transmisión de conocimientos a los
estudiantes, sino más bien el de formarlos en la metodología de la interpretación y aplicación
del derecho positivo. Con este objeto, se ha impuesto la enseñanza activa mediante la
formación de pequeños grupos de estudiantes (no más de 40 en Friburgo), a cargo tanto del
mismo profesor como de lectores. En el cuarto año, se imparte enseñanza en derecho fiscal,
derecho social, derecho internacional público y europeo, así como materias electivas. Sin
embargo, el núcleo central está constituido por cuatro cursos intensivos, que el estudiante debe
escoger entre los que se proponen anualmente y que tratan de diversas materias. Cada uno
dura cinco semanas continuadas, participan no más de 40 estudiantes y no menos de 10, y
están constituidos por exposiciones a cargo del profesor o de especialistas invitados, trabajo en
equipos (cuando es factible por el número de participantes) y trabajo individual (preparación
para el trabajo colectivo). Así mismo, se ha previsto un curso sobre "competencias sociales",
dedicado a la retórica, comunicación y dirección de debates, ejercicios de oratoria judicial,
actitud personal, trabajo en equipo, etc. Con el objeto de ejercitar a los estudiantes en la
redacción, se prevé que, durante sus estudios, realicen un trabajo de seminario propedéutico
(como un pre-seminario alemán), dos trabajos de seminario y un trabajo de memoria (a
elaborarse durante quince días y sobre un tema atribuido por el profesor de la materia en la
que el estudiante ha escogido hacerlo).
En Suiza, las Universidades no atribuyen el título de abogado. Sólo forman juristas, muchos
de los cuales no escogerán devenir abogados. Según la reforma inspirada por Bolonia,
tampoco todos los bachilleres en derecho deberían hacer la maestría en derecho. Esto, tal vez,
en la idea de que los bachilleres cumplan con las expectativas del mercado laboral, es decir,
que, por ejemplo, la administración, el sistema financiero, las empresas, estimen que basta la
formación de bachiller para realizar las tareas efectuadas por los anteriores licenciados en
derecho. De modo que a este bachillerato en derecho se le atribuye un valor del que carece
completamente el bachillerato en derecho peruano. En el Perú, la exigencia para ejercer un
cargo en el ámbito jurídico es el título de abogado.
La coherencia del sistema suizo se da en el hecho que las Facultades de derecho no forman
abogados, sino juristas que sean capaces, luego de una formación práctica adicional y fuera de
la Universidad, de actuar como defensores, sobre todo en procesos judiciales, de los intereses
que le son confiados. La incoherencia del sistema peruano es que las Facultades de derecho,
sin proporcionar la formación técnica debida o sin controlar debidamente que ésta sea
adquirida, expiden títulos de abogados a todos los nuevos juristas, luego que hayan aprobado
los exámenes de fin de carrera y aprobado un nuevo examen de conocimientos. Es como si las
Facultades de medicina autorizaran a sus egresados a tratar y operar pacientes, sin que hayan
practicado como internos, en hospitales o clínicas, las técnicas y habilidades necesarias para
curar personas.
ASPECTOS MATERIALES
La deficiencia en la formación profesional de los abogados en el Perú también está
fuertemente condicionada por las insuficiencias materiales y personales de las Facultades de
Derecho. Las dos peruanas, a pesar de que figuran entre las mejor dotadas del país, adolecen,
en grados diferentes, de insuficiencias en el personal docente. Pequeño es el número de
profesores que están integralmente dedicados a la enseñanza y al funcionamiento de la
Facultad. La mayor parte de los cursos son dictados por profesores contratados con este único
objeto. De manera general, hay que señalar la deficiencia enorme de docentes en las
universidades particulares tanto de la Capital como del interior del país. Algunas de ellas sólo
funcionan los fines de semana, debido a que en esos días pueden venir a dictar clases los
profesores que laboran en la Capital. Lo que difiere radicalmente con lo que sucede en Suiza,
donde, como en casi todo el resto de Europa, el plantel de profesores es estable y exclusivo,
complementado por especialistas a quienes se les invita o encarga, en razón de sus particulares
conocimientos. Todos ellos, según su nivel, son escogidos mediante procesos selectivos
estrictos.
CONCLUSIÓN
En el Perú, no se forman abogados. Se transmiten, mal que bien, conocimientos sobre el
derecho y, de manera incipiente y deficiente, a aplicarlo. De manera que no debe sorprender
las deficiencias con la que los abogados, mal formados, ejercen la profesión, la ineficacia
como auxiliares de la administración de justicia y su propensión a métodos vedados y de
corrupción en sus actividades profesionales. Además, la buena formación no excluye la
venalidad en el ejercicio de la profesión.
¿Cómo enmendar esta situación? Una respuesta, como la propuesta en la iniciativa del
Gobierno federal y también planteada en el Perú, es la de aumentar las exigencias, en
conocimientos y ética, de los abogados. En México, la iniciativa está especialmente dirigida a
los abogados litigantes en materia penal. Pero, ¿quién va mejorar la formación intelectual de
los abogados, que ya han pasado años estudiando en las Facultades de Derecho? Se supone
que no serán éstas, pues, sus deficiencias están en el origen de la necesidad de perfeccionar a
sus egresados. ¿Cómo se va a realizar esta mejora? ¿Profundizando los conocimientos? La
respuesta a esta última pregunta será necesariamente negativa, pues, las insuficiencias radican,
sobre todo, en la falta de formación en las técnicas y habilidades propias a la profesión de
abogado. En cuanto a la práctica profesional, las Facultades de Derecho no son las
instituciones apropiadas para formar abogados, jueces, notarios y demás profesionales
jurídicos, por no contar ni con la organización ni con el personal idóneo para hacerlo.
Se impone, por tanto, una reforma radical que implique, por un lado, desarrollar más la
capacidad de aprender que la de transmitir simplemente conocimientos y, así mismo, la
habilidad de interpretar y la técnica de aplicar el derecho. Por otro, estatuir un verdadero
sistema de aprendizaje y de instrucción profesional, organizando un proceso de práctica
profesional previa, bajo la guía y el control de uno o diversos tutores. De modo a terminar con
la farsa de las atestaciones dadas, por ejemplo, por abogados o notarios, a los estudiantes de
derecho y que las Facultades aceptan, a sabiendas de su falsedad, para dar por satisfecha la
práctica profesional que exigen para librar el título de abogado.
Sin embargo, estas medidas sólo constituirán paliativos, pues, las causas de tan dramática
situación son estructurales. En este sentido, todo el sistema educativo y de formación laboral
del país debe ser cuestionado. Lo que nos permite terminar preguntándonos respecto al caso
peruano, muy similar a muchos otros latinoamericanos:
¿Por qué todos los estudiantes secundarios están orientados hacía la Universidad?
¿Por qué todos los estudiantes de las Facultades de Derecho están destinados a obtener el
título de abogado?
Las respuestas a estas preguntas sobrepasan los límites de esta breve exposición y requieren un
análisis profundo del contexto social, político y educativo en el que está enmarcada la
formación de los profesionales del derecho. La reforma seria y a fondo que debe realizarse
será obstaculizada por los intereses económicos e ideológicos que han propiciado la aparición
y promueven el mantenimiento del sistema actual.
La problemática universitaria actual y una propuesta de solución
Es por eso que la educación universitaria, en la realidad social, está conectada, relacionada
estrechamente con lo ecológico-geográfico, económico, social, cultural, étnico-lingüístico e
ideopolitico que constituyen una totalidad cuyas partes están relacionadas en forma
interdependiente. Por eso que aislar, abstraer a la universidad de esta totalidad es un
sinsentido, contrasentido.
La pregunta del millón es por qué no se deroga el decreto fujimorista. ¿Por qué los organismos
responsables no clausuraron, intervinieron, penalizaron a estos centros de negocios y de
enriquecimiento ilícito?¿En eso consiste la nefasta tesis de la educación como inversión y no
como servicio social?
En relación al asunto de la autonomía sostengo la tesis que lo que se ha dado en la práctica es
un uso y abuso de la misma. En primer lugar, no puede haber autonomía sin democracia
interna y externa. No se intento democratizar el funcionamiento interno de la universidad, en
el fondo se practico la vieja y clásica democracia representativa donde las autoridades y tercio
electo no cumplían con lo prometido en campaña y no daban verdaderas cuentas a sus
representados. Lo mismo sucede a nivel gubernamental, congresal y universitario, con la
infaltable corrupción monetaria. Quiero precisar que esta situación se ha dado en forma más
ostensiva desde el asalto neoliberal. Tiene que instaurarse los mecanismos de la democracia
interna como parte de una SEGUNDA REFORMA UNIVERSITARIA TOTAL NACIONAL
EN FUNCION Y PARA EL DESARROLLO SOCIOECONOMICO, CULTURAL Y
HUMANO del país y sus miembros como los estudiantes o educandos, teniendo en cuenta lo
Globo-Local. Se debe analizar el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad
Xochimilco de México y otros parecidos para tomarlos como referencia de cómo se da la
relación entre universidad y desarrollo socioeconómico y cultural.
La posición ideopolítica que debe predominar en las universidades sean públicas o privadas es
la que está dirigida a la transformación estructural e histórica del país en una dirección
teleológica socioeconómica, política- nacional y humana .No olvidar que el fin fundamental de
las instituciones universitarias es de carácter social y humana. Es hora que la universidad
contribuya a dicha transformación. Al poeta Vallejo con su imperativo de “hermanos hay
mucho que hacer” hay que contestarle “si hermano vamos a empezar a cambiar radicalmente
nuestro país y universidad tal como lo querías tu, también Arguedas y Mariátegui entre otros”.
En función de lo expuesto anteriormente hay que concebir el nuevo tipo de universidad que el
país necesita basada en una concepción social-comunitaria cuyo fin fundamental sea de
carácter sociopolítico direccionada hacia la transformación total y estructural e histórica del
país y de la persona humana en sus dimensiones inmanentes y trascendentes. Esta concepción,
que será explicitada y formulada más adelante y posteriormente deberá traducirse en un
conjunto de lineamientos de política educativa universitaria. Y también expresarse,
operativizarse en el Diseño curricular que sería por problemas o por ejes temáticos inter, multi
y transdisciplinarios. También el modelo de organización universitaria dejara de ser piramidal,
sin concentración de poder, más bien horizontal, democrática y con desconcentración y
descentralización del poder político es decir, de la toma de decisiones de política educativa
referentes a la formación integral de los educandos, futuros profesionales polivalentes y
multifuncionales en función de las necesidades diversas que tiene nuestro país-el de los zorros
de abajo. También de referente a la política de investigaciones científicas, tecnológicas y
humanistas. Y, por fin, el servicio social que debe cumplir la universidad a la sociedad a nivel
local, regional, nacional tomando como referente el contexto y la dinámica internacional.
Para que esta concepción universitaria sea viable y eficiente, en la práctica histórica se
necesita un tipo de Estado nuevo: plurinacional, pluriétnico que exprese la unidad respetando
la diversidad tal como lo exigió nuestro historiador Jorge Basadre. Un Estado democrático-
social, participativo que sea el instrumento político de la Asamblea Popular, lo cual se
replicara en el ámbito universitario. También exige otra segunda condición como es la
democratización socioeconómica, cultural que tome en cuenta la diversidad de culturas, etnias
y lenguas existentes: interculturalidad, pluriétnico y bilingüe o multilingüe. Este es el
verdadero y real país que tenemos, solo hay que tomarlo en cuenta, respetarlo y desarrollarlo
echando mano de todos los medios como la educación superior, la universitaria y la educación
en general. Y así y solo así lograremos nuestra identidad nacional respetando la pluri-identidad
existente que es nuestra fortaleza entre otras.
De acuerdo a este modelo educativo cabe hacerse la pregunta: para que superintendencia (en
minúscula).Ese no es el problema ni la solución. Y, por ende para que ese Proyecto-Ley de
Reforma Universitaria?, cuando no lo es, no toca, ni toma en cuenta los principales problemas
educativos reales y por lo tanto no puede ni da las alternativas reales e históricas de solución
de la problemática educativa de la educación superior y universitaria. Porque la tarea histórica
es realizar UNA SEGUNDA REFORMA UNIVERSITARIA ESTRUCTURAL E
HISTORICA, un cambio radical de todo el sistema educativo que responda a la real y
verdadera realidad socioeducativa y universitaria que cuente con la participación organizada
de todos los sujetos e instituciones socio-educativas y políticas- Esa es nuestra tarea histórica,
nuestro reto al cual tenemos la obligación histórica de darle la mejor solución.
Actualmente existen en el Perú 140 universidades, la gran mayoría (64%) privadas. Entre los
años 2010 y 2012 se crearon 37 nuevas, lo que explica que un alto 45% del total son
universidades en proceso de institucionalización. La población universitaria superó el millón
de estudiantes, el 70% de ellos perteneciente a una universidad privada. Los docentes son
cerca de 70 mil en total, en la universidad privada el 78% son contratados, la mayoría a tiempo
parcial. Las 10 carreras preferidas representan el 32% de la población universitaria. En medio
de todo esto entra en vigor la nueva Ley N° 30220, con el objetivo de mejorar su calidad,
proponiendo una serie de cambios.
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