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De tortillas estatales y otras huevadas

Jesús Laínz

Amurrio, provincia de Álava, hace unas semanas. Animada por las musas a aprender a tocar un
instrumento, una conocida nacionalista local, ya entradita en años y con carrera universitaria, se
presenta en la escuela municipal de música para informarse.

–¿Dais clases de guitarra estatal?

Hace algunos años alcanzó la inmortalidad el bar bilbaíno, ganador del XI Campeonato de España de
Tortilla de Patatas, que anunció así en su escaparate tan nutritivo galardón: "Primer premio [de]
tortilla estatal".

Un siglo atrás, en 1912, durante la Primera Guerra Balcánica, Joseph Conrad recogió la anécdota
sucedida en una cafetería de Sofía a un hombre que pidió un café turco.

–El señor sin duda ha querido decir café balcánico –respondió ceremonioso el camarero.

Pequeño prólogo del frenesí onomástico que iba a desatarse dos años después en toda Europa, sobre
todo entre los enemigos de Austria y Alemania. Pues en los países anglosajones la col agria, la
célebre Sauerkraut o Choucroute, fue rebautizada como Liberty cabbage (col de la libertad); las
hamburguesas, como Liberty steaks (filetes de la libertad); el café vienés, como café liegés; los
perros salchicha (Dachshunds) se transformaron en Liberty hounds (sabuesos de la libertad); el
pastor alemán vio su nombre sustituido por el de pastor alsaciano, con el que todavía se le conoce en
algunos países; y hasta la rubéola, llamada en inglés German measles (sarampión alemán) por haber
sido descrita por primera vez por médicos de dicha nacionalidad, pasó a ser Liberty measles
(sarampión de la libertad). En 2003, con motivo de la guerra de Irak, les tocó a las patatas fritas el
papel de víctimas inocentes debido a la oposición del Gobierno francés a la decisión de George Bush
II de invadir aquel país, pues la ola de francofobia convirtió las French fries en Freedom fries
durante un par de años. En España sucedió algo similar en los años de la posguerra, cuando la
ensaladilla rusa y el filete ruso pasaron a ser llamados, para evitar la referencia al odiado enemigo
comunista, ensalada nacional y filete imperial.
Pero, regresando a nuestros días, y sin necesidad de furores bélicos, portentosos son, sin duda, los
equilibrios que hacen nuestros separatistas patrios para no pronunciar la palabra maldita:
sección Estado en los periódicos, lloverá en el Estado, selección estatal de fútbol, elegida la nueva
Miss Estatal, etc. Además del Estado, también se emplean las expresiones "la península", "el
entorno" o "el contexto". Hace ya una década larga se denunció la manipulación informática en
Radio Euskadi consistente en hacer imposible teclear la palabra España en sus ordenadores
mediante su sustitución automática por una E y un punto. Y ERC vende cada Navidad
participaciones de lotería que mencionan que el sorteo se celebrará "en Madrid, capital del país
vecino". Algunos de los más recientes han sido los bochornosos regates lingüísticos en los que se
esforzaron los periodistas de TV3 y la prensa catalanista para no mencionar que los medallistas
españoles en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro eran españoles. Pues Marc López y Nadal
fueron descritos como pareja catalanobalear y pareja catalanoparlante. ¡Ahora resulta que los
equipos que se enfrentan en los juegos olímpicos no representan a países sino a lenguas! Y más
espectacular aún fue el caso de la al parecer apátrida Mireia Belmonte, a la que se privó de
nacionalidad en unas tablas de clasificación en las que los nombres de las demás nadadoras sí
estaban acompañados por el de su país. También hemos podido disfrutar del Ministerio de Cultura
subvencionando el 49º Festival de Cine Fantástico de Sitges, en cuyo cartel se ha anunciado que
tendría lugar en Sitges, Barcelona, Cataluña, Tierra, Sistema Solar, Sector 001, Unión Federal de
Planetas, Cuadrante Alfa, Universo conocido. Todo tipo de datos, tanto reales como inventados,
menos el que llena el insignificante hueco entre Cataluña y la Tierra. Y hasta Bugs Bunny se nos ha
hecho separatista, pues en TV3 se emiten episodios como el titulado El conill descobridor,
ambientado en el descubrimiento de América, con la palabra España silenciada a pesar de que los
espectadores la vean en el texto que lee el narrador.

Sublimes mamarrachadas todas ellas que evidencian que la ideología de nuestros separatistas, de
cualquier región y condición, no está compuesta sólo por delirio histórico, ignorancia
voluntaria, tremenda mala fe y codicia disfrazada de patriotismo, sino también por un no
despreciable porcentaje de desquiciamiento neuronal.

Pero lo grave es que esta neurosis ha llegado a todas partes. Recuérdese, por ejemplo, la dificultad
que durante décadas ha sufrido la izquierda para pronunciar una palabra que, por sospechosa de
fascismo, debía ser empleada sólo como adjetivo acompañante del ubicuo Estado, cuando no
sustituida por "este país"o giros similares. La última encarnación, por el momento, es ese Pablo
Iglesias confesando: "Yo no puedo decir España".

En cuanto a la derecha, el eminente historiador Fernando García de Cortázar, cuando dirigió la serie
televisiva Memoria de España, tuvo que enfrentarse a la voluntad del Gobierno de José María
Aznar de titularla El hilo invisible para no pronunciar la palabra impronunciable. ¡Cómo va a incluir
la palabra España un programa sobre la historia de España! ¡Menuda provocación!

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