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Ridiculizando A Rubén Darío - Jesús Laínz - Club de Libertad Digital
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Jesús Laínz
Continuemos con el escarnecimiento de los pobres modernistas. Pues hasta uno de los suyos, el
inalcanzable Valle-Inclán, los caricaturizó en el extravagante coro de Luces de bohemia, esperpento en el
que incluyó como personaje al propio Rubén Darío.
Tanto él como sus seguidores fueron acusados de neogongorinos, siempre en busca de la palabra más
retorcida e incluso sospechosos de compartir con Góngora su arterioesclerosis y su amnesia. Unamuno,
en otra de sus andanadas contra los modernistas, confesó detestar a Góngora y proclamó que no valía la
pena gastar energías en descifrarlo. Además, consideró que el esteticismo modernista estaba
empezando a corroer las Letras españolas al difundir por ellas "un soplo de erotismo blandengue
y baboso, de mozos impúberes o de viejos decrépitos". Y no les regateó epítetos, entre ellos el de falsos,
pues consideró que sus alegrías, sus tristezas, sus arrebatos y sus sensualidades no eran más que poses
juveniles de las que se curaron al entrar en la treintena.
Otros fueron más crueles. Ése fue el caso del cubano Emilio Bobadilla, alias Fray Candil, escritor
naturalista que no dudó en sacar a pasear la espada para defender los frutos de su pluma, como en la
ocasión en la que cosió a estocadas a un incauto Clarín. Bobadilla dictaminó que Darío tenía enfermo el
cerebro y que los modernistas eran "unos locos melenudos y abracadabrantes que suelen oler
mal".
El poeta y dramaturgo Vicente Colorado, poco antes de morir en 1904, dedicó este malvado soneto a la
tropa modernista:
Ramiro de Maeztu hasta lo sistematizó. En primer lugar, el paganismo (ninfos, faunos, satiresas). A ello
había que añadir las repeticiones ("lánguido, lánguido, lánguido"), aunque ese método "recordara
demasiado al de nuestras nodrizas cuando nos contaban que el coco era muy grande, muy grande, muy
grande, muy grande y que comía mucho, mucho, mucho, mucho…"; los nombres exóticos; las metáforas
atrevidas; las mayúsculas donde no debiera haberlas (no en vano Unamuno había dedicado a los
modernistas el título de "melenudos mayusculizadores"); y los "vocablos lindos" tan característicos,
como glauco y opalescente. Agitando la mezcla, hasta el propio Maeztu se veía capaz de pasar por
modernista.
Emilio Ferrari fue más ambicioso, ya que hizo lo propio en su soneto "Receta para un nuevo arte":
En Madrid Cómico publicaron sus versos satíricos autores como Vicente Fernández Alonso y Carlos
Miranda. De este último es el poema "La dolora del dolor (Género modernista)":
Y Fernández Alonso publicó "Las ninfas del lago y el poeta (Crepúsculo modernista)", en el que un poeta
invoca a las ninfas, ondinas y hadas. Pero de las aguas…
En cuanto al no menos conocido "Por donde quiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la
justicia burlé", vínole al pelo a Parellada para ridiculizar el neolenguaje modernista:
Y para terminar, Ángel Torres del Álamo y Antonio Asenjo caricaturizaron así la "Sonatina" de Darío,
aquel poema que todos los escolares antediluvianos tuvimos que recitar sobre la triste princesa de la boca
de fresa:
En cuanto al caballero, con la espada en el cinto y en la mano el azor, que llega para encender los labios
de la princesa con un beso de amor: