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Créditos
STAFF BOOK ESCAPE

Moderación y Traducción
Lvic15

Correctora
Neera

STAFF LOVE BOOKS

Correctora y Lectura Final


Jessibel

Diseño
Jessibel
Contenido
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo
Próximo en esta serie…
Sobre La Autora
Sinopsis
Era más que mi matón, era de lo que estaban hechas las
pesadillas vivientes...

—Te reto...

Comenzó como un juego infantil jugado entre dos amigos, que


terminó con un corazón roto.

Lo conocí una vez. Hace mucho tiempo. Puede que incluso nos
hubiera llamado amigos. Eso fue antes de que me mudara, antes de
que mi madre se casara con su padre, antes de que mi vida entera
se desmoronara.

Lo perdí todo, mis amigos, mi popularidad, mi futuro.

Se suponía que este iba a ser mi nuevo comienzo... mi última


oportunidad de...

Vance Preston solía ser un pobre chico con una dulce sonrisa y
ojos amables. Solía ser mi amigo. Ahora es un regalo de Dios para las
mujeres, asquerosamente guapo y asquerosamente rico.

Puede hacer lo que quiera, decir lo que quiera, y herir a quien


quiera.

Nadie puede detenerlo, y nadie se atreve también.

Bien podría ser un dios.

Y su nuevo objetivo: yo.

Me reta a desafiarlo.

Me desafía a luchar.

Promete que no se detendrá...

...no hasta que me haga daño, no hasta que me rompa.

Pero no tengo miedo, porque no se puede romper algo que ya


está roto.

Este es el segundo libro de la serie de North Woods University.


Puede ser leído como libro independiente y no contiene NINGÚN final
abierto, NINGÚN engaño, y contiene un Felices Para Siempre. Por favor,
ten en cuenta que esta serie contiene material no apto para todos los
lectores. Esta NO es una serie Jóvenes Adulto.
Prólogo
Hace Cinco Años

Ava
Corro por el patio trasero, persiguiendo a Vance. Siempre es más
rápido, y por supuesto llega a la casa del árbol antes que yo. La hierba
larga me hace cosquillas en las piernas y casi me tropiezo en un agujero,
esquivándolo por un pelo. Estoy demasiado ocupada prestando
atención a Vance corriendo delante de mí, que por dónde estoy
corriendo. Me mira por encima de su hombro, sus ojos brillan a la luz
de la luna, su pelo marrón parece que le vendría bien un buen corte, o
al menos eso es lo que dice mamá.

—Eres tan lenta, Ava. La Era de Hielo podría ganarte a la casa


del árbol —bromea, como siempre hace.

Mamá dice que es porque le gusto, pero no creo que le guste a


Vance, al menos no más que como amiga. No es que le vaya a besar.
Besar es asqueroso. Al llegar a la casa del árbol, me pongo las manos
en las caderas y estrecho mi mirada. Es difícil ver tan lejos de la casa
y un escalofrío me atraviesa mientras una fría ráfaga de viento sopla
sobre mi húmedo cabello.

—No todos nacimos con papá piernas largas, piernas.

Siendo el imbécil que es, ni siquiera responde. En su lugar, pone


un pie delante del otro y corre por los tablones de madera y dentro de
la casa del árbol, desapareciendo su cuerpo de la vista un segundo
después.

Sacudo mi cabeza y subo a los tablones de madera también. La


primera vez que subí a la casa del árbol, me temblaban las piernas y
me dolía el estómago como si alguien me hubiera golpeado. Ahora, subo
los escalones como si fuera algo natural. Asomo la cabeza por el recorte
cuadrado del suelo, encuentro a Vance sentado al estilo indio en su sitio
habitual. Está mirando por la ventana gigante que da al patio.

A esta altura, me gusta pensar que podemos ver todo, la ciudad


en la que vivimos, incluso la casa de mi mejor amiga Mallory. Pero no
podemos... ver todo, quiero decir. Subo y entro en el pequeño espacio y
me siento de manera similar.

En cuanto me siento, Vance me presta atención. Sus ojos verdes


son suaves y me recuerdan a un vasto bosque lleno de árboles altos
y orgullosos incluso en las peores circunstancias. Cuando sonríe, un
extraño cosquilleo me llena la barriga, y no entiendo por qué lo hace.
Sin embargo, sucede a menudo, casi cada vez que me sonríe.

Mis ojos se posan sobre él. Lleva un par de vaqueros andrajosos


y una camiseta de algodón. Mi padre dice que sus padres no tienen
mucho dinero porque el padre de Vance perdió su trabajo y que no puede
permitirse ropa nueva ahora mismo, así que no debería burlarme de él
ni ser mala, pero creo que su ropa está bien. Por eso su familia vive con
nosotros por unas semanas, hasta que su padre encuentre un nuevo
trabajo. De cualquier manera, me parece bien que se queden con
nosotros. No tengo hermanos, y me gusta tener a Vance aquí para pasar
el rato cuando no está siendo un imbécil, o ganándome en llegar hasta
la casa del árbol.

Con la luz de la luna brillando en la casa del árbol, es fácil ver la


cara de Vance. Se frota la mandíbula y junta las cejas, es una mirada
que he visto adornar su cara antes. Cada vez que se ve así, sé que está
pensando mucho, escarbando en lo profundo de su cabeza para tratar
de llegar a algo digno de un reto. Éste es un juego al que jugamos mucho,
y por mucho, me refiero a casi todos los días. Verdad o reto. O como
Vance siempre dice, verdad, ya que eso es lo que normalmente elijo.

Esta noche, sin embargo, elijo reto. No sé por qué lo hago.


Supongo que me siento aventurera. O podría ser porque estoy cansada
de que Vance siempre se burle de mí por elegir verdad.

Cuando una gran sonrisa se extiende por su cara, sé que ha


pensado en algo que le parece lo suficientemente bueno para el juego.
Me preocupa un poco lo que se le ocurre, y casi cambio de opinión,
diciéndole verdad en su lugar. Antes de que tenga la oportunidad, su
boca se está abriendo.

—Te reto a... colarte en el dormitorio de tus padres.

—¿El dormitorio de mis padres? ¡Me meteré en tantos problemas


si mi madre me atrapa! —susurro, casi grito.

Mi padre está en el trabajo, así que sólo es mi madre la que


duerme en su habitación. Pero es medianoche y se supone que debo
estar en la cama y dormir, pero en cambio estoy en mi casa del árbol con
Vance jugando a Verdad o Reto. Ambos estaremos en un gran problema
si nuestros padres se enteran de que estamos aquí en vez de en la cama.

—Oooh, ¿te estás acobardando? —se burla, un travieso brillo


aparece en sus ojos. Mis labios se ponen en una línea firme mientras el
calor se desliza por mis mejillas ante su declaración.

—No, por supuesto que no. —Levanto mi cabeza en alto, y mi


barbilla sobresale—. No sólo entraré en el dormitorio, sino que para
probar que lo hice, también sacaré algo del joyero de mi madre.

—Ooooh, hay mucho en juego. —Se frota las manos—. Te estaré


esperando aquí.

—No te preocupes, no tendrás que esperar mucho tiempo. Volveré


enseguida con el collar de perlas de mi madre.

Sonrío, con toda la confianza que puedo tener. Vance pone sus
ojos en blanco, obviamente sin creerme, lo que me hace querer
demostrarle que se equivoca más.

Hay un nudo en mi vientre mientras bajo la escalera de madera,


atravesando el patio y entrando en la casa de la que salí hace unos
minutos. Mi pulso se eleva y mi respiración se acelera mientras subo de
puntillas por las escaleras, evitando chirridos. No sé por qué estoy tan
nerviosa por esto. ¿Y qué pasa si mi madre se despierta?

Siempre puedo decirle que tuve una pesadilla o algo así y aunque
no me crea, ¿qué es lo peor que podría pasar? Me concentro en mis
pensamientos, no evito el último crujido en lo alto de la escalera, mi pie
presionando contra la tabla del piso que rechina, el sonido rebota en las
paredes y en el pasillo. Congelada, contengo la respiración, mis oídos
se levantan mientras mi corazón late tan fuerte dentro de mi pecho, que
me preocupa que pueda explotar.

El sonido de susurros llega a mis oídos un segundo después...

Hay dos voces, pero la única que puedo distinguir es la de mi


madre.

¿Por qué está susurrando? ¿Con quién está hablando? La madre


de Vance está en el hospital para su turno de noche como enfermera y
la habitación de su padre está abajo, no debería estar aquí.

Por un momento, considero dar la vuelta y arrastrarme a mi cama,


dejar a Vance y su estúpido reto solo por la noche, pero no puedo. Quiero
demostrarle que se equivoca, que no soy una gallina.

De puntillas por el pasillo, me acerco al dormitorio de mis padres.


Los susurros se hacen más fuertes, y mis ojos se abren cuando escucho
con quién habla mi madre. Las palabras que oigo son unas que nunca
podré olvidar. Unas que nunca podré dejar ir.

Ésta fue la noche que cambió mi vida para siempre.


Capítulo 1

Ava
Me seco el esmalte rosa de mis uñas y me pregunto cómo llegué
a este punto. Cómo me las arreglé para encontrar mi camino de
regreso a North Woods después de cinco largos años de ausencia.
Cinco años, ése es el tiempo que pasé lejos de mi ciudad natal. Un
lugar donde crecí, un lugar que extrañaba más y más cada día que
estaba lejos. No eran los amigos que había hecho o conocido toda mi
vida, o incluso la casa lo que echaba de menos, era el aspecto físico,
de conocer un lugar, de haber crecido en él. No tenía nada que temer
en esta ciudad. Era mi mundo.

Después de esa noche de Verdad o Reto con Vance, mi padre


echó a la familia de Vance, dejándolos sin hogar. Luego nos llevó a mi
madre y a mí y nos trasladó a través de las fronteras estatales. Nos
fuimos, ni siquiera pudimos coger todas nuestras cosas. Mis padres
vendieron la casa ni siquiera un mes después y supe que nunca
volveríamos. Lloré, rogué y supliqué a mi padre, pero no me sirvió de
nada. Aun así nos mudamos, toda mi vida giró al revés y todo por
un secreto. Aprieto los dientes, aparto el recuerdo y lo meto en las
cavidades más oscuras de mi mente.

Mis padres siguieron casados durante dos años después de eso,


aunque creo que sabían que sería mejor divorciarse. Esos dos años
fueron los que realmente no me importaría recordar. Llenos de peleas,
de ira y de culpa. Cada día veía crecer el odio que se tenían el uno
al otro. Entonces finalmente sucedió, se divorciaron y me quedé con
mi padre.

Mi madre se mudó poco después de que las cosas terminaran,


diciendo que no podía encontrar un trabajo como secretaria en el lugar
donde vivíamos y mi padre, por supuesto, no estaba dispuesto a
mudarse, ni yo tampoco. La secundaria ya era bastante difícil sin tener
que mudarme a una escuela nueva y no estaba a punto de empacar mi
vida de nuevo y empezar de nuevo donde demonios fuera que mi madre
quisiera mudarse. Eso, y porque una parte de mí seguía enfadada con
ella. Enfadada por arruinar mi vida, su vida, la vida de mi padre. Fue
por su egoísmo que nos fuimos en primer lugar.

Cuando se mudó de nuevo a North Woods, realmente no pensé


nada de eso. Eso fue hasta que me llamó la última Navidad.

—Hola cariño, ¿recibiste los regalos de Navidad por correo?

—Sí, mamá, gracias. La única cosa que lo hubiera hecho mejor


sería pasar el día contigo.

No hay nada como pasar la Navidad con tu familia... aunque no


lo sabría realmente ya que no he pasado las vacaciones con mi madre
desde que se fue. Éramos sólo papá y yo, e incluso entonces, a veces
era sólo yo.
—Lo sé, yo también.

Sus palabras no coinciden con su tono de voz.

—Si te parece bien, estaba pensando en ir unos días la semana


que viene, ya que todavía estoy de vacaciones. Podemos ver Elf y hacer
galletas de Navidad.

La sola idea de pasar tiempo con ella me hizo sentirme completa


de nuevo. Aunque estuviera enfadada con mi madre por no visitarme,
o por no hacer un esfuerzo, no significaba que no quisiera pasar tiempo
con ella, si se me daba la oportunidad.

—Sí... tal vez.

Hizo una pausa y no pude evitar el tono nervioso que sobrepasó


su voz. Sonaba como si fuera a decir algo que pensaba que no me iba
a gustar.

—Sabes, cariño, he querido decirte algo...

Hubo otra pausa, y agarré el teléfono con más fuerza en mi mano.


Cuando no dije nada, continuó un largo suspiro llenando el altavoz.

—He estado viendo a alguien... es... es... Henry.

Se me aflojó la mano del teléfono y casi se me cayó.

Mierda. No podía referirse a Henry de verdad...

Sacudo la cabeza, de alguna manera me las arreglo para


encontrar mi voz.

—¿Henry Preston? ¿El padre de Vance?

—Sí, nos volvimos a encontrar hace unos meses. Él y Tonya


también se divorciaron. Te juro que sólo buscábamos amistad, pero, a
veces el corazón tiene otros planes. De todas formas, empezamos a salir
y pensé que deberías saberlo. No quiero ocultarte nada.

¿Pensó que yo debería saberlo? Ja, eso es gracioso. Podía


perderse la Navidad conmigo y apenas cogía el teléfono para llamarme,
pero sentía que debía saber sobre su vida amorosa.

Alguien debería darle un premio.

Por ser la madre del año.

Hay un sabor agrio permanente que me cubre la boca cada vez


que pienso en esa llamada. No, lo retiro, en realidad es todo. Todo esto
deja un sabor amargo en mi boca.

Todo en mi vida está arruinado. Su mudanza. Mi padre


obligándome a quedarme con él, incluso después de que empezara
a beber. Mi madre nunca volvió a por mí, incluso cuando sabía que
la necesitaba. Su ausencia sólo hizo que el cuchillo de la traición se
clavara más profundamente en mi pecho.

Lo que me lleva a este momento. Una chica de dieciocho años


graduada de la escuela secundaria sin un solo centavo a su nombre
porque su padre bebió y apostó su fondo para la universidad. Era el
ejemplo perfectamente arruinado, yendo a ninguna parte muy rápido.
Mi madre insistió en que me fuera a vivir con ella, pero no hasta
después de enterarse de las fechorías de mi padre. La ira sangraba en
el borde de mi lengua. Quería preguntarle dónde estaba hace un par
de años, pero cuál era el punto.

Nada de lo que hiciera ahora podría cambiar el pasado. La única


cosa buena que vino de mudarme con ella fue su promesa de que
ella y Henry pagarían mi universidad y me darían un lugar para vivir
mientras asistía a la universidad local. Después del espectáculo de
mierda en el que me dejó mi madre, consideré seriamente decir que no.

Me enorgullecía de ser una chica inteligente y no iba a caer en


esa trampa otra vez. Me había decepcionado más de una vez en mi
vida... No tenía motivos para confiar en ella... pero, ¿qué otra cosa iba
a hacer con mi tiempo?

Con mi padre en un centro de rehabilitación de alto nivel en el


otro lado del país y la casa siendo embargada. Era sólo cuestión de
tiempo antes de que pudiera añadir el hecho de no tener casa y no
tener trabajo, a mi largo currículum de cagadas. Sabía cuál sería el
resultado si no aceptaba la oferta de mi madre. Y por muy terca que
quisiera ser, no podía renunciar a mi sueño de ir a la universidad.

Así que acepté la oferta. Era un lindo trato atado con un lazo
rojo, como esos estúpidos regalos que me había enviado el año pasado.
No podía dejarlo pasar, ni siquiera si todavía estaba enfadada con ella
por estar ausente durante casi toda mi adolescencia.

Miro la elaborada mansión que Henry le compró a mi madre e


intento no avergonzarme. Mampostería de piedra, un enorme garaje
para tres autos, en una zona aislada. La guinda del pastel, el cartel
de “Bienvenido a nuestra casa” siendo soplado por el viento.

Es como una bandera roja llamando a mi ira, y yo soy el toro,


listo para clavar mis cuernos en ella.

Hubo un momento en que los Preston no tenían dinero, ni


siquiera dos monedas de 25 centavos para frotar. Entonces, según mi
madre, Henry se hizo grande, asociándose con un ricachón.

Oh, cómo han cambiado los tiempos. Algo me decía que Henry
tenía más dinero que Dios si podía sacarse casas del trasero y tirarme
el dinero para sobornarme como si fueran trozos de confeti.

Que es lo que era esto... un soborno. Tal vez debería estar un


poco más agradecida, pero a quién demonios estaba engañando. No
quería estar aquí más de lo que estoy segura de que él quería que
estuviera, de lo que su hijo querrá que esté.

Vance Preston.

El nombre en sí mismo me hace temblar, y no por miedo. No


estoy amargada, no estoy totalmente amargada o enojada, o ninguna
de esas cosas. No es culpa de Vance que mi vida se desmoronase como
un mal juego de Jenga. Éramos sólo dos niños atrapados en el punto
de mira de una situación adulta.

Paso mi mano sobre mi cabello por última vez, miro mi ropa.


Vaqueros ajustados y una camisa de ACDC. Espero que no esperara
que apareciera con un vestido. Puede que se arrepientan de haberme
invitado después de todo.

La maleta pesa en mi húmeda mano mientras subo los


escalones delanteros, parando en la puerta del lugar que llamaré mi
nuevo hogar. Hogar no es realmente lo que yo llamaría a este lugar.
Es más bien una de esas casas que se ven en una revista.

Glamour, por encima de todo.

Lo único que falta es una fuente en el frente, pero dales un poco


de tiempo, tendrán una construida. El taxista ni siquiera se molestó
en ayudarme a entrar, en cambio se apresuró a darme el tiempo justo
para sacar mi bolso de la parte de atrás. Miro a la puerta, me doy un
par de segundos para recuperar la compostura. Uno. Dos. Tres. Exhalo
todo el aire de mis pulmones por la boca, dejo que el aire se filtre por
mis fosas nasales mientras alcanzo y presiono el pequeño botón del
timbre. Mientras espero, me obligo a sonreír.

La verdad es que mis sentimientos por mi madre son confusos.


Es una pendiente resbaladiza de odio y amor. Quiero verla más y pasar
tiempo con ella, mucho más de lo que me importa admitir incluso a
mí misma, pero de todas las veces para volver a su vida tenía que ser
el día de su boda... ¿Y casarse con Henry? Sí, estaba bastante segura
de que el universo me odiaba.

La puerta se abre un milisegundo más tarde y mi madre medio


vestida aparece en la puerta.

—Oh Ava, mi dulce niña. Estoy tan feliz de que hayas venido.

Me rodea con sus brazos, tira de mi hacia su pecho y me


envuelve en un abrazo mucho más fuerte de lo que una mujer tan
pequeña como ella podría dar. En el proceso de abrazarme, me hace
entrar en la casa también. Es casi como si temiera que me diera la
vuelta y huyera si no lo hace.

Respiro codiciosamente su aroma floral, el cual me lleva a una


época en la que mi madre era realmente mi madre, cuando no tomaba
decisiones egoístas, cuando dirigía mis baños y me decía que era la
chica más guapa del mundo entero. Parece que fue hace toda una vida
y de alguna manera, desearía poder volver atrás.

—No estropees tu maquillaje, Linda —regaña una señora desde


dentro de la casa.

Cuando el abrazo termina, me quedo con una sensación de frío.


Mi mamá toma mi mano en la suya y me lleva más adentro del
vestíbulo. Apenas logro pasar la maleta por el marco de la puerta antes
de que ella cierre la puerta detrás de nosotros. Dios mío... Mi mirada
recorre la habitación y la casa mientras mi madre me arrastra. No
se parece a nada que haya visto antes, mármol, molduras de corona,
techos altos. No me recuerda nada a la casa que compartimos cuando
éramos una familia y no piezas rotas en un marco.

Las paredes están pintadas de un beige claro que hace que la


habitación parezca ligera y aireada. Letreros con diferentes citas
adornan las paredes, junto con fotos que no me molesto en mirar.

Entramos en la sala de estar, que es básicamente una


habitación gigante. Hay una enorme sección de cuero, chimenea y un
televisor de pantalla plana. Las estanterías incorporadas están a un
lado de la habitación y me pican los dedos por deslizarlos por los lomos
de los libros.

La sala de estar se abre a la cocina, que es toda de mármol


blanco y electrodomésticos de acero inoxidable. Parece algo sacado de
un catálogo de Sears.

De hecho, toda esta casa parece un catálogo.

Como si un diseñador viniera y pusiera todo en su lugar


perfecto.

—Por favor, ven y siéntate conmigo mientras terminan de


peinarme y maquillarme. Tenemos tanto para ponernos al día, cariño.

Abro la boca para decir algo, pero ella sigue tirando de mí por
un pasillo que lleva a la cocina.

—Siento no haber podido recogerte en el aeropuerto. Lo habría


hecho, pero como puedes ver.

Agita una mano delante de ella, como si no pudiera verlo yo


misma.

—Está bien —miento.

El pasillo es largo y hay unas cuantas puertas, todas ellas


cerradas ocultando su contenido en el interior.

—Este lugar es enorme.

Las palabras se me escapan de los labios antes de que pueda


detenerlas. Quiero decirlas dentro de mi cabeza en vez de decirlas en
voz alta, pero obviamente mi boca tenía otros pensamientos.

—Créeme, lo sé. Me siento mal por las mujeres de la limpieza a


veces, no puedo ni imaginar la cantidad de tiempo que se tardan en
limpiar este lugar. Le dije a Henry que un simple apartamento sería
suficiente, pero él exigió lo mejor.

Me sonríe por encima del hombro, y luego se gira, llevándome a


una habitación que parece un estudio de maquillaje profesional.

Los espejos y los productos para el cabello y el maquillaje


ensucian todas las superficies. Hay tres damas de pie en la habitación,
con sonrisas en sus rostros, pero con impaciencia en sus ojos. Mi
madre se sienta y me obliga a tomar el que está a su lado.

No encajo aquí. De ninguna manera, de ningún modo.

Una vez sentada, me suelta la mano y aprovecho para limpiar


mi palma sudorosa contra la parte delantera de mis vaqueros. Mis ojos
vagan por la forma desaliñada de mi madre que de alguna manera no
noté cuando ella abrió la puerta. No la miraba realmente entonces,
sino que miraba a través de ella.

Una túnica rosa se envuelve alrededor de su delgada estructura,


y unas zapatillas que dicen La Novia en la parte delantera cubren
sus pies. Lleva unos enormes rulos sobre su pelo castaño, del mismo
tono que el mío, bien recogido. Parece que se está preparando para un
concurso de belleza, no para una boda.
—No tienes ni idea de lo feliz que estoy de tenerte aquí, cariño.
¿Cuánto ha pasado, tres años?

Bate sus largas pestañas y me sonríe. No dejo de notar la


falsedad de su tono, o el hecho de que me habla como si fuera una
de sus amigas de Stepford en vez de su hija. Me enferma, pero ¿qué
se supone que debo hacer?

—Sí, tres años, mamá —digo, mis palabras cortadas.

Mis intenciones al venir aquí no tenían nada que ver con hacer
que mi madre se sintiera como una mierda por no estar ahí para mí.
Tarde o temprano, se daría cuenta de lo que había hecho. En cambio,
me propuse mejorar mi vida. Quería ir a la universidad, quería
disfrutar de la vida, en lugar de preocuparme por la próxima factura
que íbamos a pagar.

Si pensaba que mi vida era dura después de mudarnos, se


convirtió en una tormenta de mierda después de que mi madre se fue.
Era mi única oportunidad de hacer algo por mí misma, e incluso si
tuviera que usar el dinero de Henry y tratar con mi falsa madre para
conseguirlo, lo haría. Había cosas peores que podría estar haciendo
con mi vida.

Una de las maquilladoras de mi madre eligió entonces aparecer


delante de ella, como un hada mágica rociando su cara, pintando en
su máscara. Por alguna razón, estaba incómoda. Me sentía como una
extraña, como si no perteneciera.

—Mira, lo siento, cariño. Será mejor que saquemos esto del


camino. Que yo me fuera no tiene nada que ver contigo. Sólo
necesitaba espacio y tiempo. Las cosas no estaban bien entre tu padre
y yo y no había trabajo en ese pueblo olvidado de la mano de Dios. —
Hace una pausa por un momento como si estuviera pensando en lo
que acaba de decir antes de continuar—. Sin embargo, el pasado está
atrás ahora. Ahora tenemos años y años por delante.

Imagínate que ella estaría feliz con esto, diciéndome que pase
de algo que no tuvo que soportar. El mundo estaba lleno de gente
diciéndote que superaras tus problemas, lo último que necesitaba era
que mi madre se uniera a la diversión.

—No he venido aquí para discutir el pasado. No se puede


cambiar. Voy a seguir adelante. Sólo quiero tener un final de verano
decente, inscribirme a las clases y disfrutar de tu boda.

La última parte era una mentira. Prefiero comer cristal que


sufrir su boda, pero es parte del acuerdo, y si hay algo que debes saber
de mí, es que siempre cumplo.

Ella se regocija con mis palabras.

—Por supuesto. Tengo tu vestido en una de las habitaciones de


invitados que he preparado para ti. Una vez que te hayas instalado,
puedes decorarlo como quieras. Vance y Henry están más que
emocionados por verte.

Muevo mis manos nerviosamente. Vance. Han pasado cinco


años desde la última vez que lo vi. En aquel entonces, éramos amigos,
estudiantes de secundaria con nada más que tiempo libre, ahora
seremos extraños que de alguna manera se conocieron en un
momento dado.

No mentiré y diré que no tengo curiosidad cuando se trata de


él. Me he preguntado por él a menudo a lo largo de los años. ¿Qué
estaba haciendo? ¿Si todavía comía sus sándwiches de mortadela con
kétchup y queso?

¡Yaq!

Puede que nunca nos pongamos de acuerdo en la elección de


los condimentos, pero aparte de eso, éramos amigos. Al desmoronarse
mi vida, perdí a alguien que consideraba mi mejor amigo.

Dios, la vida era cruel.

—Qué alegría. —Pongo los ojos en blanco—. Si te parece bien,


voy a ir a probarme ese vestido y a guardar algunas de mis cosas.

Mi madre sonríe mientras una de las señoras comprueba los


rulos de su pelo.

—Está bien. Tendrás que arreglarte el pelo y el maquillaje


después, así que no te vayas corriendo. Sube las escaleras y gira a la
derecha, tu habitación es la última a la izquierda. Estoy tan
emocionada de tenerte aquí. La vida va a ser mucho mejor, cariño,
ya verás.

Ja. Quiero decirle que su vida sería mejor si no la hubiera


arruinado, pero no lo hago. No valdría la pena. En vez de eso, me
levanto y salgo de la habitación, tirando de mi maleta imposiblemente
grande detrás de mí. Hogar dulce hogar.

Tengo la sensación de que vivir aquí va a ser cualquier cosa


menos dulce...
Capítulo 2

Vance
—Quiero tu pene —ronronea Sarah, sus grandes ojos marrones
me miran desde su posición en el suelo. Se arrodilla ante mí como
si yo fuera su rey y, extrañamente, supongo que lo soy. El rey de los
orgasmos. Tiro la estúpida corbata que mi padre me hizo llevar a su
maldita boda aún más estúpida, la alcanzo y pellizco la barbilla entre
dos dedos.

Es bastante bonita, con labios rojos y ojos marrones. Aunque


nunca será la única para mí.

—Y pronto tendrás mi pene en tu boca.

No siempre soy tan imbécil. Esta noche es diferente. Esta noche


estoy al límite, colgando del acantilado por las uñas, y todo por ella.

Mi sueño.

Mi pesadilla.

Uno habría pensado que cinco años serían suficientes para


dejar ir el dolor, la ira, la traición, pero verla de nuevo, sólo encendió
las apenas enfriadas brasas del odio en mi corazón. Tampoco ayudó
que la perra de su madre se casara con mi padre. Ese era otro cuchillo
en la espalda, y otro galón de gasolina derramado sobre mi ira.

Abro el botón de mis pantalones de vestir, mientras veo cómo


los ojos de Sarah se llenan de emoción. Voy a usar su garganta antes
de descartarla como hago con todas las otras chicas que van y vienen.
Tener sexo con ellas es divertido. Escucharlas quejarse y llorar
después, no tanto.

Empujo mis calzoncillos hacia abajo, saco mi duro miembro


como el diamante. Lo acaricio un par de veces, calentándolo. Las gotas
de pre-semen salen por la punta y un gemido de placer resuena a
través de mi pecho cuando la boca caliente de Sarah hace contacto con
la cabeza. La succiona dentro de su boca, pasando su lengua rosada
por la rendija de la parte superior antes de tomar más de mi longitud
dentro de su boca.

Demonios, es como una estrella del porno.

Cuando empieza a chupar, recuerdo por qué siempre la llamo


cuando quiero una buena mamada. Porque chupa como si fuera una
maldita aspiradora Hoover, por eso. Hace un sonido de náuseas
cuando mi miembro golpea la parte posterior de su garganta, el sonido
envía zumbidos de placer a través de mis pelotas. Por un momento
me olvido de mi padre, el hombre al que he admirado toda mi vida, de
Laura, mi nueva madrastra.

Mis pensamientos se fijan en Ava. Mi ex mejor amiga y mi nueva


hermanastra. Está preciosa esta noche, con el pelo rizado, parece un
maldito ángel, aunque no es eso. Es el diablo, una maldita mentirosa
envuelta en un pequeño lazo.

Y aunque no le metería mi miembro, me pregunto si me dejaría


usar su garganta como hace Sarah. Las imágenes de ella arrodillada
ante mí, mirándome con sus grandes ojos, castigándola con mi
miembro, sacando la verdad de su bonita boquita, invaden mis
pensamientos. Mis ojos se cierran y todo lo que veo es a ella.

Meto mis dedos en la masa de pelo rubio de Sarah, imaginando


que es el pelo marrón de Ava. Sostengo su cara justo donde quiero y me
deslizo por su garganta, escuchando sus arcadas y suaves maullidos.
Apuesto a que está empapada por mí, esperando a que mi miembro
la haga llegar al orgasmo, ¿Ava sería así? ¿Estaría empapada de
necesidad por mí? Apuesto a que sí, demonios. Es una maldita
mentirosa, pero ni siquiera ella puede ocultar la evidencia de la
excitación.

Por el momento, considero sacar mi miembro de la garganta de


Sarah y penetrar su sexo, pero no lo hago. Ya es bastante malo que
piense en mi hermanastra mentirosa mientras penetro su boca.

A la mierda, no esta noche. Esta noche tendrá que usar el


miembro de uno de mis amigo para conseguir un orgasmo.

Empujo mis caderas salvajemente, mi cabeza se inclina hacia


atrás y dejo que el placer eufórico me supere. Recuerdo sus ojos verdes
penetrantes y piel blanca y cremosa. Todo lo que veo es a Ava dentro
de mi cabeza. Con la cálida boca de Sarah envuelta alrededor de mi
miembro y los pensamientos prohibidos que me acosan, me
desmorono, rompiéndome en un millón de pedazos, rugiendo al
explotar en la parte posterior de su garganta. Ella hace otro sonido de
náuseas pero luego traga alrededor de mi miembro ya ablandándose.

Mierda, mierda, mierda.

Las olas de placer me bañan, y doy un paso atrás, mi miembro


cae de sus labios pintados de rojo. Mi corazón martillea en lo profundo
de mi pecho, confirmando que aún vive allí. Una vez que el placer se
desvanece en la oscuridad, lo meto de nuevo en mis calzoncillos y me
subo los pantalones de vestir. Ava ya me tiene agarrado y ni siquiera
ha dicho una maldita palabra todavía. Supongo que la buena noticia
es que la odio demasiado como para escuchar una palabra de lo que
tiene que decir. La mala noticia es que a mi miembro le gusta la imagen
de ella de rodillas.

Puedo sentir los ojos de Sarah sobre mí, quemando a través de


mi ropa y mi carne.

—¿Qué hay de mí? —dice y hace pucheros.

—¿Qué hay de ti? —cuestiono, volviendo a meterme la camisa


por dentro—. Ve a montar a Clark. Estoy seguro de que te hará pasar
un buen rato.

Mi respuesta no es la que quiere oír, y se empuja desde el suelo


limpiándose la boca con el dorso de la mano, con la ira hirviendo en
sus rasgos.
—¿Por qué siempre tienes que ser un imbécil? —gruñe,
metiendo una mano por la parte delantera de su vestido rosa de gasa.

Sarah es lo que llamarías una princesa. Le gustan las cosas que


brillan, y la gente que sabe que sus padres odiarían ver con ella, y
aunque no soy tan mal tipo, tampoco soy lo que llamarías honorable.
Su padre nunca estaría de acuerdo con que ella esté conmigo, no
importa cuánto me quiera.

Mis labios se inclinan hacia arriba en una sonrisa.

—No puedo evitarlo, cariño. Sólo soy un gran idiota. Ahora


lárgate de aquí, y no dejes que nadie te vea salir.

Pone los ojos en blanco ante mi petición pero hace lo que le digo,
saliendo a toda carrera de la habitación como si alguien le hubiera
prendido fuego bajo el trasero. La puerta se abre y se cierra con un
suave sonido y finalmente me dejo llevar por mis pensamientos.
Exhalo un aliento y paso una mano a través de mis mechones
marrones. Sarah es guapa, de hecho, todas las mujeres con las que
me he acostado son guapas, lo reconozco, pero no son ella.

Ava Wilder.

No puedo sacarla de mi mente. Está jodiendo mi cabeza, mis


pensamientos y mis sentimientos. Sólo su nombre se siente como si
me lloviera ácido encima. Me ha perseguido durante años, su recuerdo
clava sus garras en mi mente. Se suponía que el tiempo curaría las
heridas, pero sólo hizo que las mías se enconasen. Y al verla esta
noche, me abrió cada una de esas heridas. Llenas de odio, mientras
la sangre goteaba por mi pecho. El dolor de verla me enfureció tanto
que tuve que irme después de la ceremonia.

Me hacía querer hacerle daño, destruirla. Y aun así, hubo un


tiempo en el que hubiera hecho cualquier cosa por ella. No me miraba
como los otros niños de entonces, como si fuera un caso de caridad.
Quería ser mi amiga, o al menos eso es lo que yo pensaba. En ese
entonces, nunca la hubiera tocado, ni siquiera hubiera pensado en
lastimarla, pero ahora... los pensamientos de hacerlo me consumen.
Un recuerdo de cuando éramos niños aparece en mi cabeza y me hace
retroceder en el tiempo.

—Johnny dijo que besó a Sierra —anuncié mientras


caminábamos por la calle y hacia nuestra parada de autobús.

Ava se encogió de hombros como si no le importara.

—Así que, a quién le importa, besar es raro.

Era raro, pero quería hacerlo, más con Ava que con cualquiera de
las otras chicas de la escuela. No se reía de mí si la fastidiaba o hacía
algo estúpido. Éramos amigos, y ella estaba ahí para mí.

—¿Qué dirías si quisiera besarte?

Sus ojos verdes se abrieron de par en par, y se detuvo a mitad de


camino justo antes de empujarme en el hombro. Sus pequeños puños
estaban enroscados. Era linda cuando se enojaba.
—Te diría que te fueras porque besar es asqueroso y preferiría
masticar un chicle que fue masticado por otras tres personas antes que
besarte.

Sonreí y tiré de su cola de caballo.

—Bien, yo tampoco te besaría.

Sonrío débilmente ante el recuerdo. Eso fue antes de que fuera


una mentirosa, antes de que me quitara todo. No estaba seguro de qué
fue lo que más me dolió, su traición, las mentiras, o perderla como
amiga. Olvidé todo mi dolor egoísta cuando ella entró en la iglesia con
una sonrisa en su cara, actuando como si no hubiera hecho nada.

Como si no hubiera arruinado mi maldita vida. Ella no había


hecho nada más que destruir mi familia y forzarnos a un refugio para
indigentes. Su mentira nos destrozó. Terminó con el matrimonio de
mis padres. No merecía estar aquí, disfrutar de los malditos aperitivos
o beber el vino.

No, merece dolor, y espero como el infierno, que no planee


quedarse, porque si lo hace, voy a romperla, destruirla. La enviaré de
vuelta de donde jodidos viniera, llorando, y lo pensará dos veces antes
de volver a cruzarse conmigo.

Esta noche le daré una advertencia, la única vez que le mostraré


una onza de misericordia. Su madre puede haber entrado en la vida
de mi padre, pero no hay manera de que Ava vuelva a la mía.

Hermanastra o no, está muerta para mí.

Estaba muerta para mí la noche que le mintió sobre mí a su


padre.

Unos minutos después, dejo la trastienda del club y me


escabullo en la recepción sin que ninguno de los asistentes me mire.
Estoy seguro de que nadie se dio cuenta de que me había ido. Están
demasiado ocupados con Laura y su vestido de diseñador para
preocuparse por mí y mis exploraciones.

No es que importe, mi padre no me presta atención hoy de todos


modos, de hecho, desde que empezó a salir con Laura hace unos
meses, no me ha prestado ni una pizca de atención. Trato de no pensar
en ello. Ya no soy un niño que necesita el afecto de su padre a diestra
y siniestra. Es sólo que no quiero que Laura tenga nada de él.

Mi mirada recorre la habitación, parece que una revista de


novias tuvo un bebé con brillo rosa en la recepción. Hay una escultura
de un cisne tallado en hielo cerca del bar que está vomitando vino y no
puedo entender por qué mi padre gastaría dinero en toda esta mierda.

Mis ojos chocan con los de Clark. Mi mejor amigo y confidente.


Él ha estado allí a través de todo esto conmigo. Además de Ava, es
el único que me conoce. Un año después de que Ava se fue, apareció
con su padre después de perder a su madre por el cáncer. No nos
gustamos enseguida, pero compartimos un mutuo desdén por la vida.
La vida era cruel y estábamos soportando el peso de todas sus malas
acciones.

Cruzo la habitación y me detengo justo delante de él.


—Parece que te acabas de acostar con alguien.

—Nunca beso y cuento.

Le brindo una sonrisa pícara.

—No, sólo tienes sexo y cuentas, lo que significa que te han


chupado el pene.

—Me conoces tan bien.

Clark sacudió la cabeza.

—¿Una cerveza, amigo mío?

—Pensé que nunca lo preguntarías.

Sonrío, tomando la cerveza de su mano extendida. Nos falta


edad para beber, pero a nadie le importa una mierda y hemos hecho
cosas peores que los menores de edad bebiendo antes. Llevo la botella
a mis labios, tomo un largo trago de la cerveza y me doy la vuelta
observando la habitación. La cerveza fría enfría mi interior caliente.
No puedo dejar de buscarla. Es casi como si fuéramos imanes que se
atraen el uno al otro, el tirón es demasiado intenso para romperse.

—Ella es bonita —dice Clark despreocupadamente.

¿Bonita? Es preciosa, fuera de su alcance pero es como un


veneno, que te mata lentamente.

—No dejes que su cara bonita te engañe. También es una


maestra de la manipulación y el enemigo, el hecho de que tenga
genitales la hace aún más peligrosa. Te tomará si tiene que conseguir
lo que quiere, te lo garantizo. Así que, por favor, no vayas por ahí,
Clark.

Mis dedos se agarran a la botella de cerveza, apretando.

—Vaya, eso suena a celos, Van. ¿Estás celoso?

Su voz es burlona, ligera, y lo miro fulminantemente en


respuesta.

Está tratando de revolver la olla y por mucho que me gusten


sus payasadas, esta noche no es una buena noche para esa mierda.
No estoy celoso de que Clark se lie con Ava, de hecho, me importa
una mierda quién se acueste con ella. A la perra mentirosa le pueden
romper el corazón por lo que me importa. Pero eso es todo lo que dejaré
que sea una cogida rápida.

—Los celos no son lo que yo llamaría a lo que estoy sintiendo.


Es más bien una rabia ardiente. Quiero hacerle daño —murmuro,
volviendo mi atención hacia nuestros invitados.

Bebo a Ava como si fuera un vaso de agua y yo esté cerca de la


muerte por deshidratación. Es impresionante, su sedoso pelo marrón
cae en suaves rizos por su espalda, enmarcando su delicado rostro
en forma de corazón. Su piel es de color blanco cremoso sin una sola
mancha. Parece una verdadera princesa, delicada, frágil. Sus labios
carnosos están pintados de rojo sangre, pero sus ojos parecen
inocentes, lo cual es gracioso ya que es todo menos eso.
—¿Quizás tener sexo con ella ayudaría entonces? —sugiere
Clark, y mi cara se queda en blanco.

—¿Tener sexo? ¿En serio? —Levanto una ceja—. No creo que


tener sexo con ella ayude en absoluto. No quiero su mentiroso sexo
envuelto alrededor de mi pene. Quiero que llore, no que se retuerza
de placer, imbécil.

Clark se encoge de hombros, tomando un trago de su cerveza.

—Entonces no sé qué decirte. ¿Qué puedes hacer que no


implique lastimarla físicamente? Y además, quién sabe, ¿tal vez sólo
se presentó en la boda de su madre? ¿Quizás sus intenciones no son
tan malas como tú las haces ver?

Siempre es el tipo que da el beneficio de la duda. Clark no tiene


ni idea de lo que está hablando.

—Más vale que espere, por su propio bien, que eso sea todo por
lo que está aquí.

Aunque es dudoso. Estoy seguro de que oí a mi padre hablar con


Laura sobre invitar a Ava a quedarse con nosotros. Si es inteligente,
no aceptará la oferta. Correrá hacia las malditas colinas.

Como un pervertido, la miro fijamente, observando su sonrisa,


y como habla entre los invitados. Hay una oscuridad dentro de mí,
una ira que ha estado latente durante mucho tiempo, y está volviendo,
levantándose dentro de mí como la lava que sale de un maldito volcán
y cuando hago erupción, ella es la primera persona a por la que voy.

—Damas y caballeros, es hora del primer baile. Por favor, Henry


y Laura, vengan y déjennos ver esos dulces movimientos de baile.

Steve, la voz del padrino de mi padre, el padre de Clark, suena


por los altavoces.

La multitud se abre paso para mi padre y su nueva esposa.


Todos hacen silencio cuando la música comienza a sonar, todos los
ojos en ellos, incluyendo los míos. Bailan, mi padre la sostiene de
cerca, mientras se inclina para susurrarle dulces cosas al oído.

Sus sonrisas son deslumbrantes y llenas de amor, tanto amor


que es verdaderamente asqueroso. Tomo otro trago de mi cerveza para
soportar la imagen que tengo delante.

No hay manera de que me atreva a sentir ni una onza de felicidad


por ellos. Nunca sucederá, no importa cuánto Laura trate de acercarse
a mí. A mis ojos, siempre será la madre del enemigo. El resentimiento
se acumula en mi vientre mientras continúan bailando. Este estúpido
matrimonio fue tanto una bendición como una pesadilla.

Una pesadilla porque convirtió a Ava en mi hermanastra, y una


bendición porque la trajo de vuelta a mí, haciendo posible que me
vengue, algo que me había dicho un millón de veces que nunca
conseguiría.

Esa noche cuando nos fuimos sin nada más que unas pocas
pertenencias después de que mi padre me dijera lo que había hecho.
Juré vengarme de ella, y quizás no hubiera sido tan malo, quizás
hubiera podido dejarlo pasar, pero entonces mis padres se
divorciaron, y eso me clavó el cuchillo de la traición más
profundamente en el pecho. Canalizo todos mis sentimientos sobre
ello, también culpo a Ava, sabiendo que si alguna vez tenía la
oportunidad de volver a verla, si volvía a mostrar su cara en este
pueblo, la arruinaría. Y por suerte, su madre se enamoró de mi
asqueroso padre rico.

Trato de no pensar en Laura casada con mi padre, disfrutando


de sus riquezas mientras que mi madre no recibió nada después del
divorcio, ni un solo centavo. Le doy unos pocos cientos de dólares cada
mes de mi asignación para que se las arregle. Me importa una mierda
el dinero, le daría miles si pudiera.

Cuando la canción termina y su baile acaba, y gracias a Dios,


estuve a punto de vomitar, la voz de Steve retumba por la habitación de
nuevo causando que ponga los ojos en blanco. Ya basta de discursos
sentimentales y bromas cursi. Emborrachémonos y olvidemos que
esta pesadilla ha ocurrido.

—Ahora, a petición de los novios, me gustaría invitar a Vance y


Ava a la pista de baile para unirse a sus padres.

¿Qué demonios? No puede ser.

De. Ninguna. Maldita. Manera.

La botella de cerveza en mi mano casi se desliza al suelo. Una


ola de sorpresa susurra entre la multitud, y todo lo que puedo hacer
es quedarme ahí, con la boca abierta por la conmoción, incapaz de
creer las palabras que acabo de oír. De ninguna manera, de ninguna
maldita manera.

—Esta es tu oportunidad... —Clark me da un codazo en el


costado.

—No sean tímidos, ustedes dos. Vengan aquí y enséñenle a sus


padres cómo se hace.

Steve se ríe en el micrófono.

Mi mirada se dirige a mi padre que me da una mirada de no


hagas una escena. Me dijo que fuera amable y diera la bienvenida a
Ava a la familia, probablemente para complacer a su nueva esposa.
Pero nunca voy a darle la bienvenida a mi vida, nunca.

Rechino mis dientes tan duramente que creo que podría romper
uno, meto mi cerveza en el pecho de Clark y salgo a la pista de baile.

Ava corre por la pista de baile encontrándose conmigo en el


centro, no deja de mover sus manos, el nerviosismo parpadea en sus
ojos verdes. ¿Espera que la tranquilice, que le diga que todo va a salir
bien? Casi espero que se escape, ¿seguro que sabe que no la dejaré
quedarse aquí después de lo que hizo?

La he evitado con éxito toda la noche sabiendo que este


momento llegaría tarde o temprano. No pensé que tendríamos toda
la maldita lista de invitados mirándonos cuando lo hiciera. Eso hace
que decir lo que quiero sin que todos lo oigan o vean sea obsoleto,
y si lo hecho a perder, arruinando la boda de mi padre por ser un
imbécil, entonces me golpeará el trasero por diez. La siguiente canción
comienza, y doy un paso depredador hacia ella.
Corre. Corre tan rápido como puedas...

Obligo a mis puños enroscados a desenroscarse, la alcanzo,


agarrándola por la cadera, tirando de ella en mi pecho antes de ofrecer
mi otra mano como un completo caballero. Ella jadea suavemente a
través de sus labios separados al contacto y me complace saber que
puedo obtener incluso la más simple de las reacciones de ella.

Vacilante, como si ya supiera lo que le va a pasar, coloca su


mano mucho más pequeña en la mía y esta extraña corriente eléctrica
me atraviesa. Se siente como si hubiera metido el dedo en un enchufe
de luz, y quiero que desaparezca, pero para ello tendría que dejarla ir,
y no estoy listo para hacerlo, todavía no.

Por mucho que lo intente, no puedo evitar notar lo suave y cálida


que es su mano en el interior de la mía, el calor de su toque se filtra en
mis venas. ¿Cálida? ¿Suave? ¿Qué demonios, cuándo me ha crecido
genitales? ¿Por qué diablos estoy pensando en su mano, en lo pequeña
que es? No es nada, nada más que una maldita artista de la estafa.
Odio como me hace sentir, que pueda evocar sentimientos desde lo
más profundo de mi ser que no debería sentir por alguien como ella...
por nadie, para el caso.

Tan frágil, suave, cálida.

—Hola —susurra, su voz es como una brizna de aire que sopla


a través de los árboles, mientras empezamos a bailar.

¿Hola? Eso es lo que dice después de todo este tiempo. Después


de lo que me hizo... ¿Lo que le hizo a mi familia? ¿Hola? ¿Qué
demonios?

Debería estar llorando, rogándome que la perdone, no


divagando como si fuéramos mejores amigos o algo así. La sangre en
mis venas hierve, pero controlo mi ira. Cuando no respondo, sigue
hablando, como si los últimos cinco años no hubieran pasado.

—Entonces, ¿supongo que vamos a la misma universidad? —


pregunta, mirándome a través de las pestañas gruesas.

De cerca, se ve impresionante, lo que sólo hace que mi odio por


ella sea más profundo.

—¡No! —vocifero, a través de los dientes apretados—. No finjas


que somos amigos.

Todo su cuerpo se endurece ante mis palabras, y mi agarre de


su cadera se endurece. La sorpresa se apodera de sus rasgos y una vez
más, me desconcierta cuán ignorante está actuando en esta situación.

Es una actuación. Simple y llanamente.

Puede ser capaz de engañar a todos los demás, pero no puede


engañarme a mí. No me dejaré atrapar por su belleza. Quiero decir,
¿qué pensaba ella que iba a pasar? ¿Que podría volver aquí y yo
perdonaría y olvidaría que me arruinó?

Destrozó mi familia y mi vida, sólo para salvar su trasero. Fue


un simple reto, pero hizo pedazos todo mi mundo. Éramos sólo unos
niños, pero hubo consecuencias por sus acciones y mientras ella
seguía con su maldita vida perfecta yo sufrí.
Incapaz de detenerme, la acerco tanto que sus alegres pechos
casi tocan mi pecho. No puedo dejar de mirarlos. La última vez que
la vi, apenas era una mujer, y ahora ha crecido, su cuerpo finalmente
tomó forma, sus caderas ensanchadas, sus pechos llenos.

Su dulce aroma impregna el aire, llenando mis fosas nasales. Tal


vez si no la odiara tanto, la encontraría atractivo, pero en cambio, me
digo a mí mismo que es repugnante. Ignoro la forma en que se siente
contra mí, y el impulso de inhalarla, me inclino y mi boca presiona
su oreja.

—Este acto inocente que tienes, es lindo y todo eso, pero veo a
través de él. Puedo oler la mierda a kilómetros de distancia y hueles
como si te hubieras bañado en ella.

—¿Qu... qué?

Su cuerpo tiembla en mi mano y su aliento se agita en su


garganta como si estuviera asustada.

Asústate, llora, corre... aléjate de mí todo lo que puedas.

—Ésta es tu única advertencia. Vete, vuelve a donde demonios


sea que hayas venido... y me apiadaré de ti, sólo por esta vez.

Me lamo los labios, tirando hacia atrás, dejando que mis ojos
caigan en su delgado cuello. Puedo ver su pulso retumbando bajo la
piel, desvelando su miedo y no puedo detener la siniestra sonrisa que
aparece en mis labios. No debería ansiar su dolor, su miedo como lo
hago. Sé que es una mierda, pero yo no hice esto. Ella lo hizo.

Mi cuerpo siente un hormigueo, mi corazón golpea contra mi


pecho. Su miedo es como mi marca personal de heroína y haré todo
lo que pueda para conseguir más.

—Quédate y te haré desear no haberme conocido. De una forma


u otra, te enviaré de vuelta con tu padre. Te haré pagar...

La canción termina en ese momento, y la libero como si fuera


una serpiente venenosa que atacará en cualquier momento,
negándome a ceder a la necesidad que me quema, la necesidad de
hacerle daño, de que sienta mi dolor. Me doy la vuelta, salgo de la
pista de baile y vuelvo a donde Clark, quien sonríe como un maldito
imbécil. La odio, pero también la quiero.

Le quito mi cerveza y me la bebo entera de una vez. No quiero


volver a ver su cara. No puedo soportar verla jugar a ser una niña
inocente cuando sé muy bien que es una mentirosa. Una hermosa,
eso sí.
Capítulo 3

Ava
¿Qué demonios fue eso?

Todo mi cuerpo está temblando mientras veo a Vance alejarse.


No estoy segura de cómo esperaba que fuera nuestra primera
interacción, pero ciertamente no así. Mi mano aún está caliente donde
él la sostuvo y creo que me hizo un agujero en el vestido donde me
tocó en la cadera.

¿Por qué está tan enfadado conmigo?

Lo he estado observando desde lejos todo el día. Demasiado


asustada para hablar con él después de tanto tiempo. No me costó
nada más que una mirada saber que el chico que conocía de pequeño
ya no era un chico, sino un hombre.

Un hombre oscuro y melancólico que aparentemente me tenía


manía. Su advertencia sonó dentro de mi cabeza. El desdén goteaba
de sus palabras, había veneno en sus ojos y quería inyectarme con
él, pero ¿por qué?

No podía quitarle los ojos de encima, ni olvidar la forma en que


me miró durante el baile. La imagen quedará grabada para siempre
en mi mente, y no entiendo por qué. Es guapo como el pecado, su pelo
es del mismo marrón rojizo, pero más corto a los lados y más largo en
la parte superior. Su mandíbula es pronunciada, y sus pómulos altos.
Y esos ojos verdes suyos, parecen más oscuros ahora, guardando
secretos que planeo exponer. Obviamente el tiempo ha sido bueno con
él, parece que salió de la portada de una revista de GQ.

Sacudo mi cabeza y alejo las imágenes. Trato de olvidar cómo


se sintió cuando me tocó. Esas mariposas que tenía en mi estómago
hace tantos años, se sentía como si hubiera un zoológico entero de
ellas residiendo dentro de mí. Su repentino odio hacia mí no es más
que una confusión. Debería ser yo la enfadada, no él. Lo he perdido
todo, y él... lo tiene todo. Como Henry y mi madre, él consiguió todo
lo que quería.

El pobre chico que solía ser, el que no tenía nada, ahora lo tenía
todo, y los papeles se invirtieron. La chica que una vez lo tuvo todo,
no tenía nada.

La gente comienza a inundar la pista de baile, y me doy cuenta


de que sigo de pie en medio de la sala. Todo el mundo se une para
celebrar a la feliz pareja y obligo a mis labios a sonreír mientras meto
una mano nerviosa en la parte delantera de mi vestido.

Me siento mareada, borracha, y todo por un simple baile.

Me lleva un momento componerme y hacer que mis piernas


empiecen a moverse de nuevo, pero una vez que lo hacen, encuentro
mi camino fuera de la multitud, caminando hacia la mesa de la fiesta
nupcial. Miro a mi alrededor, tratando de encontrar a mi madre en
el mar de cuerpos, pero todo lo que veo son cientos de caras que no
conozco.

Todos mis miedos empiezan a filtrarse en mi mente. Se me forma


un nudo en la garganta. Nunca me he sentido tan fuera de lugar en
mi vida. Como una flor en un mar de malezas, sobresalgo, atrayendo
una atención no deseada.

Escuché a algunos de los invitados susurrando sobre mí, sobre


cómo mi madre sólo se casó por dinero, y cómo mi padre era un
borracho. Sus palabras picaron aunque no me las dijeran
directamente a mí. Casi me dolía más que las dijeran a mis espaldas.

Intento calmar el dolor en mi pecho, me recuerdo a mí misma


que no estoy aquí por nadie más, pero aun así la advertencia de Vance
no es algo de lo que pueda librarme. ¿Seguramente no quiso decir lo
que dijo? ¿Quizás estaba bromeando? Sí, no lo creo...

Vuelvo a mirar alrededor de la habitación, buscándolo en


silencio, pero no está a la vista. Y de repente recuerdo por qué nunca
debí haber aceptado venir aquí.

Todos los que me rodean parecen estar pasándolo como nunca,


bebiendo, bailando y cantando mientras yo estoy de pie en un rincón
de la habitación sola. No necesito que nadie me diga que aquí no es
donde pertenezco, que aquí no es donde debería estar. Vance y mi
madre ya lo han demostrado esta noche. Y aun así no tengo ningún
otro sitio al que ir, ningún otro sitio en el que estar. Y de alguna
manera, desearía que mi pasado fuera mi presente. Donde Vance y yo
fuéramos amigos de nuevo. Donde mis padres siguieran juntos, y yo
nunca hubiera descubierto el único secreto que destrozó mi mundo.

Después de la boda anoche me fui a la cama, con lágrimas en


los ojos mientras rezaba para que el día siguiente fuera mejor. Todos
los pensamientos de Vance fueron llevados a la parte de atrás de mi
cerebro, junto con su ira hacia mí. La universidad era en lo que
necesitaba concentrarme, hacer algo con mi vida de mierda. Todo lo
que podía hacer era seguir avanzando, recordando que las cosas
podían ser peores.

Al despertarme a la mañana siguiente, esperaba poder pasar


algo de tiempo con mi madre antes de que ella y Henry se fueran
de luna de miel, pero era obvio que eso no iba a suceder tan pronto
como me desperté. Apenas la había visto ayer y hoy estaba ausente,
en ninguna parte de esta enorme casa. De hecho, no había visto a
nadie excepto al equipo de limpieza.

La decepción se instaló en mis entrañas. ¿Cuándo aceptaré el


hecho de que mi madre está y siempre estará ausente de mi vida?
Hace cinco años, no sólo lo perdí todo, sino que también perdí a mi
madre. Encontrarla esa noche, verla...

Cierro mis ojos con fuerza, alejando el recuerdo. Presiono mis


puños contra el colchón Tempur-Pedic y exhalo por la boca. Después
de unos momentos, me siento más tranquila y abro los ojos.

Al menos no me he encontrado con Vance todavía, y después


de su críptica amenaza de anoche estoy más que agradecida por eso.
No estoy muy segura de qué hacer con él. Anoche me sorprendieron
demasiado sus palabras como para formar una sola frase. Quise
responder pero no pude, mis cuerdas vocales se negaron a funcionar.

La mayor parte de la mañana la paso escondida en mi


habitación, saliendo a hurtadillas para tomar el desayuno de la cocina
antes de retirarme de nuevo a su interior. Se siente raro estar aquí,
comiendo comida sin preguntar. Esto no se siente como un hogar para
mí... se siente como si fuera más bien un huésped... un huésped no
deseado. Cuando escucho voces que pasan por la casa, saco la cabeza
por la puerta de mi habitación y hacia el pasillo.

No veo a nadie, pero puedo oír las risas agudas de mi madre


y la profunda risa de Henry. Bajé las escaleras como un niño en la
mañana de Navidad, más allá de la emoción de ver a mi madre, y tal
vez tener la oportunidad de pasar algún tiempo con ella. Cuando llego
al último escalón, me encuentro con la decepción una vez más porque
sé que mi madre no se queda aquí. No con ellos sacando el equipaje
del armario del pasillo.

—Hola, cariño. Estamos a punto de ir al aeropuerto —me saluda


mi madre.

—Oh, está bien —digo, tratando de ocultar el dolor de mi voz.

¿No debería estar acostumbrada a que me decepcionen a estas


alturas? Me siento como uno de esos niños que esperan todo el día
a que sus padres los recojan, pero nunca vienen. Ésa es mi madre,
nunca aparece, nunca se preocupa.

—Siento que no estuviéramos aquí cuando despertaste,


teníamos que hacer unos recados de última hora —explica mientras
revisa su bolso de mano.

Ni siquiera me mira mientras habla, lo que me pone aún más


nerviosa. Soy su hija, no una basura, lo menos que podría hacer es
prestarme un poco de atención.

Henry empieza a sacar la primera maleta y es cuando veo a


alguien moviéndose detrás de él, atravesando la puerta.

Vance. El aire a mi alrededor se carga eléctricamente. Los finos


pelos de mis brazos sobresalen ante su entrada. Cuando éramos
niños, pensaba que era asqueroso. Quiero decir, pensaba que todos
los chicos lo eran. Pero ahora... ahora me he dado cuenta de que Vance
es cualquier cosa menos repugnante. Es un pecado bañado en
chocolate.

—Ahí está. Necesito hablar contigo antes de irnos —dice Henry,


apoyando la maleta contra la puerta.

—¿Qué es? Estoy ocupado —dice Vance, con la mirada puesta


en su teléfono en vez de en su padre.

Sus músculos se tensan y, como si sintiera mis ojos sobre él,


levanta los suyos hacia los míos, brindándome toda su atención.
Debería apartar la mirada, sería lo más inteligente, lo más seguro.
Pero, nunca he tomado el camino fácil y no es como si no supiera que
es asquerosamente guapo, atrayendo toda la atención y el aire de la
habitación.
Sólo estoy mirando las ventanas, mirar está bien. Además, él
me odia de todas formas, y no lo estoy mirando en absoluto. Observo
su apariencia, veo que lleva un par de vaqueros, Wrangler, creo, que
le cuelgan de las caderas, en lugar de un par de diseñador. Ha
combinado sus simples vaqueros con una camiseta de algodón y un
par de botas negras. Se parece más al chico de mi pasado que ayer
en su traje y corbata.

Trago y me imagino el cuerpo que está escondiendo bajo esa


camisa de algodón. ¿Tiene una tableta de chocolate? ¿Sus músculos
son de piedra y están tallados en roca? Dios, tengo que dejar de pensar
en él. De alguna manera me saco del trance en el que su presencia me
ha puesto y lamo mis secos labios. Con suerte, no estoy babeando. Lo
último que quiero es que sepa que me siento atraída por él.

Henry ignora la actitud de su hijo. Obviamente está


acostumbrado a ello.

—Ha habido algunos cambios... Sé que les he dicho a ambos


que podrían vivir en el campus después de que empiecen las clases,
pero Laura y yo decidimos que tendría más sentido si vivieran aquí
en vez de...

—Tienes que estar bromeando.

Vance interrumpe a su padre, su mirada se vuelve asesina.

—Es sólo un viaje de veinte minutos al campus, además de que


pueden ir juntos. Será bueno que pasen algún tiempo juntos. Que se
pongan al día —añade Henry.

Vance hace un ruido de resoplido, sus ojos giran tan lejos hacia
atrás en su cabeza que temo que se queden atascados ahí.

Mi madre sonríe nerviosa, su mirada se mueve sobre cada uno


de nosotros, como si tratara de evitar la confrontación. Típico de ella.
Siempre evitando las cosas importantes.

—Podemos hablar de esto más tarde, pero quiero dejarte claro


ahora mismo... —Henry está mirando a Vance y usando lo que yo
llamaría su autoritaria voz de padre—. Quiero que cuides de Ava.
Enséñale el lugar, trátala como a una amiga. ¿Recuerdas cuando
solían ser amigos? ¿Quizás puedan volver a serlo?

Se burla, pero nada de este escenario es divertido. Estoy


atrapada en una casa con un hombre que me odia sin razón aparente
y tiene un serio problema de ira que aparentemente sólo yo veo.

Hablando de un hombre enfadado, sus ojos duros me cortan.

—Es una chica grande. Puede cuidarse a sí misma. ¿No es así,


Ava?

No paso por alto la indirecta que me da, pero tampoco le doy la


satisfacción de responder. El tipo claramente tiene algunos problemas
mentales, y no hay manera de que me enrede en esa red de mierda.
Tengo mis propios problemas, no hay necesidad de añadir los suyos
a mi montón de mierda.

Henry suspira con impaciencia.


—Cuida de ella, Vance. Lo digo en serio. Si no lo haces, habrá
consecuencias.

La advertencia es clara como un letrero de neón colgado en la


ventana de un bar, si no cumple, su padre lo enterrará. En qué
sentido, no lo sé, pero tengo curiosidad. Vance no me parece un niño
que sólo aceptará su castigo y lo dejará pasar, además de que es un
adulto. ¿Qué puede hacer su padre para hacerle daño? ¿Quitarle su
fondo fiduciario? Casi me río de mi propia broma. El silencio se instala
sobre nosotros cuatro. Es incómodo y me hace querer retirarme a mi
habitación.

—Oh, cuidaré de ella... —dice Vance finalmente, su labio se


eleva y una sonrisa siniestra se forma en sus labios sensuales.

No puedo evitar tragarme la intensidad del odio en sus ojos. Mi


piel arde y mis mejillas se calientan sin permiso. Suena más como una
amenaza que como una obligación de protegerme realmente y prometo
no ponerme en una situación que requiera que lo necesite. No puedo
confiar en él, al igual que no puedo confiar en mi madre.

Antes de que nadie pueda decir nada más, se da la vuelta y sale


de la habitación. La tensión se aferra al aire, como la mantequilla de
cacahuete pegada en mi paladar y mis pulmones arden al liberar el
aliento que ni siquiera sabía que había estado aguantando, mi pecho
se hunde mientras lo hago.

Quiero preguntarle a dónde va, pero no es asunto mío y me digo


a mí misma que no me importa, aunque sí me importa un poco. Puede
hacer lo que quiera. Quiero decir, es mejor así de todos modos. Tal vez
si me mantengo fuera de su camino, él se mantendrá fuera del mío.
Sin conflicto no hay problemas. Esperemos que podamos llevarnos
bien, al menos hasta que nuestros padres vuelvan.

—Cuando regrese, podemos tener un día de spa, y tal vez hacer


algunas compras para tu dormitorio.

La voz cantarina de mi madre llega a mis oídos y distorsiono mi


expresión facial, brindándole una sonrisa de megavatios en vez de un
ceño fruncido de decepción.

—Por supuesto, eso suena genial.

Y lo hace, pero habría sonado mejor hace tres años. Dios,


necesito dejar ir mi decepción acerca de ella, del pasado. No hay una
mierda que se pueda hacer para cambiar lo que pasó. La vida es cruel
a veces, aguántate y sigue adelante, ¿verdad?

—Bien, bien. Bueno, te quiero, cariño. Tengo que tomar un


vuelo. Estoy segura de que todo irá bien con Vance. Es un poco
malhumorado a veces, pero no dejes que te deprima. Ya entrará en
razón.

Mi madre me da un abrazo y un beso en la mejilla antes de irse.

Henry sonríe ligeramente un momento después antes de seguir


a mi madre, con una lista de cosas saliendo de su boca. Me paro allí
en la entrada, mis pies se pegan al suelo por un largo momento.
Sola. Una vez más, estoy sola. Las lágrimas pican mis ojos, y
trato de tragarme las emociones pero al igual que el vómito, rehusando
ser sometido, las lágrimas siguen viniendo.

—Es triste, ¿no?

Su profunda voz suena contra mi oído un momento antes de que


su olor se encuentre con mi nariz. Cítricos y jabón. Limpio, picante.
Reacciono, limpiando las lágrimas de mis ojos.

¿De dónde ha salido?

—¿Qué es triste? —digo con voz entrecortada.

Esos ojos verdes suyos se entornan sobre mí y su cabeza se


inclina hacia un lado por diversión, o quizás por curiosidad. Es casi
como si estuviera tratando de leer mi alma, tratando de sacarme los
secretos. No. No, no le mostraré lo débil que soy. Lo rota que me siento
por dentro, que estoy a una cuerda de tirar para desenredarme
completamente.

Se acerca más, su pecho firme presiona contra el mío.


Enjaulándome. Es un músculo perfectamente esculpido y una
estúpida belleza y quiero arrancarme la mirada, pero no puedo. Estoy
bastante segura de que quiere intimidarme, y lo hace, fácilmente ya
que es quince centímetros más alto que yo y pesa al menos cincuenta
kilos más que yo, pero hay otro sentimiento, que se levanta, que se
asoma a través del temblor del miedo y es uno extraño, uno que
esparce calor a través de mi vientre.

Me veo obligada a estirar el cuello para mantener el contacto


visual con él. Respiro profundamente, succiono más de su intoxicante
aroma en mis fosas nasales y mi nariz se arruga con el aroma. No
sólo es estúpido y hermoso, sino que también huele como una maldito
supermodelo.

¿Quién demonios es este tipo?

—El hecho de que ella no se preocupe por ti. El hecho de que


estés aquí y que todavía no te quiera. ¿Por qué no afrontas los hechos,
Ava? Nadie te quiere. Nadie. Eres una mentirosa no amada.

Podría haberme abofeteado, y habría dolido menos que oírle


decir mis verdades. Doblo mi mano en un puño apretado, trato de
decirme a mí misma que no vale la pena golpearlo en su maldita cara,
porque en realidad, realmente quiero golpearlo en la cara.

No sabe cómo ha sido mi vida desde aquella noche de hace cinco


años, y supongo que una parte de mí debería culparle... si no me
hubiera desafiado...

Se inclina hacia mi cara, sus ojos parpadean sobre mis labios y


por un momento, creo que podría besarme y casi quiero que lo haga.
Quiero morderle el labio, sacarle sangre y hacerle sentir el dolor que
resuena en lo profundo de mi pecho cada vez que respiro. Pero tan
rápido como el pensamiento aparece en mi mente, desaparece con el
sonido de su voz grave.

—Si fueras inteligente, te irías ahora. Con nuestros dos padres


fuera, no habrá nadie que te proteja... nadie que te salve de mí.
No puede estar amenazándome de nuevo, y sin embargo así es
como suena, no, no es una amenaza. Es una promesa.

—No te tengo miedo, Vance. ¿Qué razón tendría para temerte?


¿Y por qué estás tan enfadado conmigo? No es mi culpa que nuestros
padres se casaran y que tú te quedaras conmigo como hermanastra
—me burlo, mientras la cercanía de su cuerpo al mío me marea.

Su cabeza se inclina hacia atrás y una risa amarga llena el


espacio.

—¿Crees que esto tiene que ver con que nuestros padres se
casen?

Mis cejas se fruncen con confusión. ¿De qué otra cosa podría
tratarse? No le he hecho nada, ni siquiera lo he visto en cinco años.
Debe estar mentalmente inestable, conjurando cosas dentro de su
cabeza.

Cuando no digo nada, comienza a sacudir su cabeza con


incredulidad, su cuerpo vibra con una rabia que me llega al interior
y se pega a mis huesos.

—Mentirosa. Eso es lo que eres. Una maldita mentirosa. Y


adivina qué, no puedes mentir para salir de esta, nada te salvará de
mí. He visto la verdad, la he escuchado de primera mano y me vengaré
de ti, Ava. Te lastimaré hasta que me ruegues que me detenga.

—Yo… —Las palabras se alojan en mi garganta—. No entiendo.

Pestañeo rápidamente, su cuerpo sigue cerniéndose sobre mí,


haciéndome sentir como si sólo midiera quince centímetros.

—Lo harás muy pronto, y si yo fuera tú, me cuidaría las


espaldas. Nunca se sabe cuándo alguien va a meter un cuchillo en ella.

Con una última mirada fría de sus ojos, me pasa por delante y
sale por la puerta principal. Sus palabras me dejan fría, y una astilla
de miedo me atraviesa.

¿Qué pasó con el chico de dulce mirada que nunca dejaba de


sonreír?
Capítulo 4

Vance
Las gotas de sudor se deslizan por mi cara, nublando mi visión.
Golpeo el saco de boxeo en el gimnasio hasta que mis nudillos me
gritan que pare y los músculos de mis brazos tiemblan de agotamiento.
La rabia dentro de mis venas se apaga a fuego lento. Esa pícara
mentirosa cree que puede volver a mi vida y hacerme pasar por un
maldito tonto. Bateando sus ojos hacia mí como si fuera una niña
inocente.

Que se joda.

—Jesús, amigo —exclama Clark a mi lado—. Cálmate, estás


mostrando tus habilidades de Hulk. Todo el mundo va a estar celoso.

Lo observo y veo preocupación genuina brillando en sus ojos,


aunque sus palabras sean juguetonas. Dejo de dar puñetazos y pongo
una mano en el saco de boxeo, apoyándome en él.

—Sólo estoy haciendo un buen ejercicio —medio miento.

Clark sabe muy bien lo de mi furia hirviente y mi necesidad de


venganza. Normalmente mi temperamento está mejor controlado, pero
con Ava cerca, estoy a una pizca de explotar.

—Está bien.

Clark pone los ojos en blanco, con una expresión crítica en su


cara. No tiene sentido mentir, sé que él sabe que esto es más que
un ejercicio para mí. Cuando algo me molesta, vengo al gimnasio y lo
dejo salir. Es mejor que meterse en peleas con otros chicos como solía
hacer. Sólo hay un número limitado de veces que un abogado puede
librarte de los cargos por asalto sin ir a la cárcel. Aunque, tal vez la
cárcel no sería tan mala ahora, al menos me alejaría de ella.

—Mira, sé que el hecho de que tu padre se vuelva a casar apesta,


sólo tienes que aguantar, amigo. Unos pocos años más, y habrás
terminado la universidad, y no lo necesitarás más... o a ella —me dice
Clark, dándome una botella de agua—. Hablando de tu nueva
hermanastra... está bastante buena —continúa.

Desenrosco la tapa de la botella y empiezo a beber agua, dejando


que el líquido frío me refresque la garganta.

—Sí, cualquier cabrón con pene se daría cuenta de eso, pero mi


odio por ella es demasiado profundo para tomarla. Eso, y que ella no
merece el placer que mi pene le traería. Mi pene sabe que es sexy, pero
mi cerebro sabe que es una zorra mentirosa.

—¿Y qué hay si tengo sexo con ella? ¿Estarías de acuerdo con
eso? —pregunta Clark, y una desagradable ola de celos me invade.
Lo odio, odio la forma en que me hace sentir, el poder que tiene
sobre mí. De alguna manera, y gracias a Dios, me las arreglo para
ocultar los celos.

—Puedes hacerlo todo lo que quieras, siempre y cuando sea lo


único que hagas con ella. No quiero que pase el rato con nosotros y
esa mierda. No a menos que quieras que la mate —bromeo.

Puede que hable mucho, pero nunca le pondría una mano


encima, al menos no una que no le diera placer.

—Por supuesto que es todo lo que quiero hacer con ella. Ya me


conoces.

Sonríe.

Sí, lo conozco. Es incluso peor que yo. Ser un idiota con las
chicas es lo suyo... bueno, también lo mío. La diferencia entre él y
yo, es que yo le digo a la chica de frente que el sexo es todo lo que
quiero. Soy un chico de lo que ves, es lo que tendrás. A Clark, por
otro lado, le importa una mierda. Le dirá a las chicas lo que quieran
oír, haciendo promesas que nunca cumplirá. Una vez que consigue lo
que quiere, bota a la chica más rápido de lo que bota el condón en la
basura después de un encuentro.

—Entonces ve por ella, es toda tuya.

Al escuchar mis palabras, una sonrisa siniestra se extiende por


su rostro.

—Voy a volver a casa y a darme una ducha. ¿Quieres salir más


tarde? Rem nos invitó a una fiesta, y me vendría bien un poco de sexo
y un poco de hierba —pregunto mientras salimos del gimnasio juntos.

—Claro, sólo ven a mi casa cuando termines.

Asiento y nos separamos en el estacionamiento. Me meto en


mi coche y arranco el motor. Normalmente estoy relajado después de
una sesión en el gimnasio, demasiado cansado con mi trabajo para
preocuparme por nada.

No es así hoy, hoy me siento tan nervioso como cuando entré


en el gimnasio. Todo gracias a la bruja que vive al final del pasillo.
El camino a casa es rápido y para cuando aparco el auto delante de
nuestra casa, estoy lo suficientemente calmado como para no golpear
a la primera persona que vea en la cara. Entro y subo las escaleras,
planeando ir directo a mi habitación y meterme en la ducha, pero a
pocos metros de su habitación, me detengo.

Hay algo en ella, algo que me molesta. Quiero volver a verla,


verla temblar mientras la amenazo. Estoy jodido, muy jodido, pero
no me importa. Estoy más allá del pensamiento racional en este
momento.

Me acerco a la puerta y escucho atentamente cualquier tipo de


ruido. Cuando no escucho nada, agarro el pomo de la puerta y lo giro,
sin molestarme en llamar. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de
que está cerrada, entonces llamo a la puerta. Sólo se puede cerrar la
puerta desde dentro, así que sé que está ahí. Probablemente
escondiéndose, para poder decir su próxima mentira.
La impaciencia me invade, y cuando no responde, vuelvo a
llamar. Debe estar en el baño, probablemente tomando un baño, o tal
vez esté durmiendo. Mi miembro se mueve en mis pantalones cortos
de gimnasio al pensar en su cuerpo desnudo detrás de esa pared. Casi
me doy la vuelta y me voy, pero luego recuerdo que tenemos una de
esas llaves de alambre, que puedes usar para abrir una puerta desde
el otro lado.

Camino por el pasillo hasta el baño de invitados y levanto mi


brazo, usando mi mano para tocar a lo largo del marco de la puerta.
Bingo. Con la llave en la mano, vuelvo a su puerta y la abro. Con una
sonrisa en mi cara, coloco la llave sobre el marco de su puerta para
usarla en el futuro.

Al pasar el umbral y entrar en su habitación vacía, me doy


cuenta de que está realmente vacía. No hay ni un solo objeto en su
interior que muestre que es de ella, ni toques personales, ni fotos, ni
siquiera baratijas. Lo único que delata su ocupación en la habitación
es su olor único, algún tipo de olor a flores. No puedo precisar el olor,
es sólo femenino y me hace la boca agua. Estoy acostumbrado a las
mujeres que usan un perfume abrumador y se maquillan la cara.
Claro que Ava no hace ninguna de esas cosas, lo que la hace diez veces
más atractiva para todos los que tienen pene y ojos.

Ahora que estoy en la habitación, mis oídos se levantan al oír el


sonido de la ducha que atraviesa la puerta cerrada del baño. Qué pena
que esté cerrada. No me importaría echar un vistazo. Supongo que
puedo esperar. Me tumbo en su cama sin quitarme los zapatos y cruzo
los brazos detrás de la cabeza, esperando con mucha impaciencia por
ella. Vigilo la puerta del baño, anticipando el momento en que ella la
atraviese... con suerte, desnuda.

Cuando la ducha finalmente se apaga, casi se me escapa la


posible imagen que estoy a punto de ver. La puerta se abre un
momento después y ella entra en su habitación con una toalla
envuelta alrededor de su delgado cuerpo.

¡Ahhh... mierda!

—Estoy decepcionado contigo. Realmente esperaba que


estuvieras desnuda.

Mis labios se giran en un mohín.

Los ojos de Ava se dirigen a los míos en un instante y sus labios


rosados y regordetes dejan escapar un fuerte chillido. Se agarra la
toalla al pecho como si tuviera el poder de salvarla de mí.

Es curioso, nada puede salvarla ahora. Mi mirada viaja por sus


cremosas piernas desnudas, apreciando al menos ese pequeño
vistazo. No son sus senos o su trasero, pero me quedo con lo que puedo
conseguir. Por otra parte, no he venido aquí para comprobarla... he
venido para mantenerla alerta, para recordarle quién tiene el control.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —me grita, su pecho


sube y baja rápidamente, mientras me llama la atención sobre sus
hinchados pechos.

—Sólo me aseguro de que estés incómoda, hermanastra.


Sus labios se fruncen como si hubiera comido algo agrio.

—Bueno, considéralo hecho. ¡Ahora sal de mi habitación!

Me froto la mandíbula.

—No, creo que preferiría ver cómo te cambias.

Sus ojos verdes se abren de par en par, el miedo parpadea en las


profundidades. Sí. Dame tu miedo, tus lágrimas, tu dolor de corazón.

—¿Qué te pasa? Sal de aquí. No hay manera de que me cambie


delante de ti.

De nuevo, de alguna manera se las arregla para parecer


seriamente sorprendida por mis acciones. ¿Cuándo va a dejar de
hacerse la víctima? Deja de actuar como si no supiera lo que hizo o
que no merece nada menos que mi odio. Su ignorancia acerca de la
pila de mierda que puso en mi vida me envía a un ataque de rabia
apenas contenida.

—Suelta la toalla —ordeno, ignorando su pregunta.

—¡No! Hay algo muy malo en ti. ¿Tienes un trastorno mental o


algo así? Puede que no estés acostumbrado a que las mujeres te digan
que no, así que déjame explicártelo. Sal. De. Aquí.

Su voz es temblorosa ahora.

Está tratando de parecer fuerte, como un faro erguido contra la


costa, pero lo que no sabe es que soy mucho más de lo que aparento
y ahora mismo soy un maldito huracán de categoría cinco que viene
directo hacia ella.

Sus nudillos se vuelven blancos al apretar la toalla. Un solo


trozo de tela nos separa, y que me aspen si voy a dejar que ella se
quede con ella.

Saco las piernas de la cama y me pongo de pie. Ante mi


movimiento repentino, da un paso atrás, chocando con la pared detrás
de ella.

Corre princesa, corre tan rápido como puedas...

Al acecho en la habitación, acorto la distancia entre nosotros


hasta que nada más que unos centímetros nos separan. Estoy a
centímetros de ella ahora y se está presionando contra la pared como
si esperara que se la trague.

No dejaré que se escape tan fácilmente.

—Deja. Caer. La. Toalla.

Enuncio cada palabra. Es tan bajita que tengo que inclinar la


cabeza para mirarla a la cara. Sus ojos se niegan a mirarme, ya sea
por desafío o por miedo, pero me inclino por lo segundo, por la forma
en que su pequeño y apretado cuerpo está temblando.

Sus ojos parpadean hacia la puerta y creo que está a punto de


salir corriendo. Antes de que se decida, tomo la toalla y se la quito
de la mano, tirándola detrás de mí. Sonrío, me divierto con su
comportamiento. Sus ojos se abren de par en par ante la pérdida de
la toalla y sus brazos se agitan mientras hace un débil intento de
cubrirse.

—No te escondas —gruño en su cara, mis dedos rodean sus


muñecas antes de clavarlas sobre su cabeza y contra la pared. Su
pecho se eleva y baja como si acabara de correr un triatlón.

—No —susurra, su voz no es más que una caricia en mi mejilla.

Mis fosas nasales se inflaman y vuelvo a inhalar su olor,


necesitando despejar mi cabeza antes de hacer algo estúpido, como
besarla.

Tomo sus dos delgadas muñecas en una mano y uso la otra


para tocarla. Se estremece al primer contacto como si fuera a usar
mis manos para cualquier cosa excepto darle placer, aunque ella no
necesita saber eso.

Mis dedos recorren su clavícula, su piel es tan suave que parece


cachemira y por un momento imagino que las cosas son diferentes,
que somos dos universitarios normales compartiendo un momento
íntimo, pero no lo somos, no realmente. No hay nada íntimo en
nosotros.

Esto es sobre el miedo, sobre el poder, sobre el control y voy


a mostrarle eso. Se contonea fuera de mi alcance, y mi atención cae
sobre sus pechos, sus pezones rosa claro están duros y ruegan por
estar en mi boca. Me muerdo el labio inferior ahogando un gemido
mientras mi mirada recorre más abajo su cuerpo, mis dedos se
deslizan contra su esternón a lo largo del camino.

Hay un ligero temblor en su cuerpo, los músculos de su suave


barriga se ondulan bajo mis dedos.

Es tan suave, tan jodidamente perfecta. Mi miembro duele, el


maldito desea estar en lo más profundo de ella. Enemigo. Enemigo.
Ella es el maldito enemigo. Me recuerdo a mí mismo una y otra vez
mientras mi mirada viaja más abajo, cayendo sobre la suave carne
entre sus muslos.

Maldición. Su sexo es suave como la seda, y está completamente


desnuda.

—Por favor... no.

Su voz encuentra mis oídos y me trago la excitación que se está


construyendo dentro de mí. Podría tenerla si la quisiera. Podría
tomarla hasta que no quedara nada que quitar, pero no lo haré. No
puedo. Quiero lastimarla, pero no quiero lastimarla así. La miro y noto
que sus labios tiemblan. Su miedo es real, y sólo hace que mi miembro
se ponga más duro.

—Nada me gustaría más que pasar mis manos por tu sexo,


meter mis dedos dentro y ver si está tan mojado como creo...

Hago una pausa, inclinándome hacia su cara, mientras mi


pulgar dibuja pequeños círculos directamente sobre su montículo.

—Pero no me acuesto con mentirosas, así que...

Sus mejillas se ponen rosadas y sus labios se separan.


—No me importa lo que te guste, y no te tomaría aunque fueras
la última persona del planeta, así que supongo que estamos de
acuerdo en una cosa.

Ella eleva su labio antes de arrancar sus muñecas de mi mano,


usando sus manos para empujar mi pecho. Su débil intento de
moverme me hace sonreír, y me mira con una furia que casi podría
rivalizar con la mía... casi.

Le toma otro segundo antes de finalmente moverse. Corre a un


lado para no tocarme y se dirige a su tocador. Me doy la vuelta y
veo su desnudo trasero moverse ligeramente con cada paso. Mi polla
está tan dura que la cabrona ha creado una tienda de campaña de
tamaño considerable en mis pantalones cortos, regalando mi deseo,
mi necesidad. Abre el primer cajón, le tiemblan las manos al arrancar
una camisa del interior y rápidamente se la pone sobre su cabeza.
Luego hace lo mismo con un par de mallas, mis ojos siguen la tela
por sus piernas.

—Sin ropa interior, ¿eh? —Levanto una ceja gruesa—. No es


que me esté quejando. Será más fácil para mí cuando venga por ti en
medio de la noche.

Maldición, ¿qué me pasa? Amenazándola. Asustarla.

Me está volviendo loco.

—¡Que te jodan! Tócame otra vez y te cortaré las pelotas —grita


antes de salir corriendo por la puerta.

¿Qué demonios nos pasa? Es como un intenso juego de tira y


afloja. Debería dejarla en paz, pero no puedo. Me quedo ahí un largo
momento, mi pecho sube y baja rápidamente.

La odio, pero no soy tan tonto como para negar el hecho de que
me atrae. Por un segundo, me permito preguntarme adónde iba, pero
luego dejo de lado esa mierda. Me importa un carajo lo que haga o
adónde vaya.

Con una barra de hierro entre las piernas, me dirijo a mi


habitación y luego al baño donde me quito la ropa antes de entrar en
la ducha.

Giro la perilla, el agua sale del cabezal de la ducha y en los


primeros segundos las gotas de agua se enfrían como granizo contra
mi piel.

Ni siquiera eso ayuda a mi doloroso y duro miembro.

Sin pensarlo, envuelvo una mano alrededor de la bestia y la


acaricio un par de veces. Estoy tan excitado y listo para derramarme
que sé que no me costará mucho liberarme. Las imágenes del cuerpo
desnudo de Ava temblando de necesidad bajo el mío se filtran por mi
cabeza, mis suaves movimientos se convierten en sacudidas
estranguladoras.

Otra imagen de sus ojos suplicando y su labio inferior


temblando. Maldición, quiero chupar ese labio, morderlo y lamerlo.
Pensar en esa boca suya me tiene conjurando todo tipo de cosas. Ava
de rodillas, sus labios separándose cuando le meto mi miembro en la
boca y por la garganta hasta que se atraganta. Me pregunto si alguna
vez la han penetrado, si alguna vez un hombre ha usado su garganta
como un su sexo.

Sigo acariciándome furiosamente mientras pienso en ella. La


injusticia de todo esto sólo aumenta mi lujuria. No me lleva mucho
tiempo antes de que mis bolas se presionen y un orgasmo me
atraviese. Echo la cabeza hacia atrás, cierro los ojos mientras los
chorros de esperma salen de mi polla y caen al suelo de la ducha.
Incluso si no quiero admitirlo, ella tiene algún tipo de control sobre
mí. Quiero ser dueño de su miedo, su odio y su ira.

Maldición.
Capítulo 5

Ava
Mis mejillas calientes se enfrían bajo la suave brisa cuando
salgo por la puerta trasera y entro al patio. No tengo ni idea de adónde
voy, sólo sé que necesito alejarme de él.

La hierba es suave bajo mis pies descalzos y la brisa se siente


bien contra mi piel mientras huyo sin rumbo de la casa, tratando de
encontrarle sentido a lo que acaba de pasar. Mis ojos se llenan de
lágrimas cuando la ira y la sorpresa son reemplazados por la confusión
y la vergüenza.

Confusión porque no entiendo por qué me hace esto y por qué


sigue llamándome mentirosa. Vergüenza porque a una parte de mí
le gustaba lo que hacía, le gustaba cómo me tocaba y me hablaba
groseramente. ¿Qué demonios me pasa? ¿Debe haber algo malo en mí
también si me gusta que me amenace de esa manera?

Cuando finalmente dejo de correr, mis pulmones queman, y


apenas puedo aspirar suficiente oxígeno para respirar normalmente.
Me apoyo en un árbol mientras recupero el aliento y dejo que mi
mirada recorra la propiedad. Es hermoso, espacioso, y me ayuda a
despejar mi cabeza.

Aún no estoy lista para volver, me siento detrás del árbol,


apoyándome en el tronco. Puede que sea infantil esconderse aquí
atrás, pero ahora mismo, no me importa lo que nadie piense de mí, y
mucho menos Vance. Mi cerebro se siente como si acabara de pasar
por una licuadora. Mis emociones están por todas partes. No tengo ni
idea de qué hacer.

¿Puedo vivir aquí a salvo? Recuerdo su amenaza de entrar en mi


habitación esta noche y un escalofrío recorre mi columna vertebral,
pero sólo en parte por el miedo real. No puedo evitar imaginarlo
viniendo a mí en medio de la noche, colándose en mi habitación a
través de la oscuridad.

Subiéndose a mi cama...

Aprieto mis muslos, sintiendo la humedad y el calor que se


acumulan allí pensando en él y en lo que me haría.

Sí, definitivamente hay algo mal en mí.

Durante mucho tiempo me siento allí, respirando el aire fresco


y preguntándome cómo sería mi vida si no hubiera jugado a Verdad
o Reto esa noche hace cinco años. Tal vez mi padre nunca se hubiera
enterado, nunca se hubiera convertido en un alcohólico, apenas
manteniendo la cordura. Quizás mis padres seguirían juntos,
seguiríamos viviendo en nuestra antigua casa, y seguiríamos siendo
una familia... y Vance seguiría siendo mi amigo, quizás incluso más.

Probablemente no me odiaría.
¿Y si...?

Sintiendo que debe ser seguro volver a entrar, cruzo el patio y


entro por la puerta trasera, cerrándola silenciosamente detrás de mí.
Toda la casa está tranquila, demasiado tranquila mientras paso de
puntillas por la cocina y el pasillo, pasando completamente
desapercibida. Eso es hasta que doblo la esquina para ir a la escalera y
mi cuerpo se estrella con otro. Asustada, me tambaleo hacia atrás, casi
tropezando con mis propios pies. Estoy a segundos de caerme contra
el pulido suelo cuando alguien me agarra del brazo y me estabiliza.

Mi boca se abre para gritarle que me quite las manos de encima.


Prefiero caer sobre mi trasero a que Vance me atrape, pero me doy
cuenta un segundo después de que no es Vance el que se aferra a mí,
es otro chico. Me resulta extrañamente familiar. Tiene pómulos altos,
pelo marrón chocolate con un corte de estilo, y un par de ojos color
avellana llenos de picardía.

—¿Estás bien? —pregunta, con voz amable y las cejas juntas


con preocupación.

—Sí, lo siento, yo...

Me disculpo y me suelta el brazo. Mi lengua se siente pesada


dentro de mi boca.

—Eres Ava, ¿verdad? Soy Clark —se presenta con una sonrisa
mostrando sus dientes blancos perfectamente rectos.

—Sí, soy Ava. Encantada de conocerte, Clark.

—En realidad te estaba buscando. Parece que me encontraste


primero —dice juguetonamente, con los ojos parpadeando.

—¿Lo estabas? —chillo, no estoy segura de por qué me buscaría.

Asiente.

—Sí. Me preguntaba si querías pasar el rato. Sé lo difícil que es


ser el nuevo, además Vance puede ser un dolor en el trasero, así que
pensé que tal vez podrías necesitar un amigo para pasar el rato.

Tengo la sensación de que no sale a menudo con chicas, no


sin tener su miembro dentro de ellas, y si es amigo de Vance, ya es
suficiente.

—Oh, eso es... bueno, es muy dulce de tu parte. Me gustaría eso.

La sonrisa de Clark se vuelve lobuna y sólo entonces recuerdo


mi falta de ropa interior y sostén. Por supuesto que me encontraría
como una magnífica diosa griega sin ninguno de los dos. Toda la
sangre dentro de mi cuerpo corre hacia mis mejillas, dando paso a
mi vergüenza.

—Si estás libre esta noche, podrías salir con nosotros...

La voz de Clark se desvanece.

—De ninguna manera. No va a salir con nosotros.

La voz de Vance retumba al bajar la escalera un momento antes


de aparecer en lo alto de la misma. Se ha cambiado y ahora está vestido
con un par de vaqueros oscuros y una camisa gris abotonada, luciendo
molesto y guapo como siempre.

Las cuentas de agua se aferran a las hebras de su pelo marrón


rojizo. Mis ojos se dirigen a sus labios rosados, e incluso después de
lo que me hizo antes, todavía lo deseo. Es estúpido, y está más allá
de toda medida, ya que no sólo es mi hermanastro, sino obviamente
el enemigo.

—¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que iría a tu casa —dice


Vance amargamente.

Me pregunto cómo mantiene a sus amigos cuando les habla así.

—Estaba cansado de esperar, imbécil. Tardaste una eternidad


y tengo cero paciencia, así que aquí estoy. Además, puede venir si
quiere, es una fiesta a la que todo el campus fue invitado. Deja que la
mujer elija por sí misma —responde Clark a Vance que resopla antes
de dirigirse a mí.

—Ava, ¿quieres venir con nosotros? Prometo mantener al


mínimo las tendencias idiotas de Vance.

Mis labios se inclinan hacia arriba en una pequeña sonrisa.

—No, gracias. Prefiero quedarme en casa esta noche...

O clavar mi mano en la pared.

Clark me hace un pequeño mohín.

—¿Quizás, la próxima vez?

—Claro —murmuro, tratando de evitar otro enfrentamiento con


Vance que está bajando las escaleras, dirigiéndose directamente hacia
mí.

—Tal vez te pongas un sostén entonces, a menos que verte como


una súper zorra sea lo que buscabas.

Vance se burla al pasar y yo enrosco mi mano en un puño


apretado.

Todo lo que necesito es dar un golpe, un...

—Ignóralo —susurra Clark antes de sorprenderme inclinándose


y dándome un ligero beso en la mejilla.

Cuando se aleja, me brinda una sonrisa más revelando dos


hoyuelos que lo hacen ver aún más lindo. Con un guiño, se da la vuelta
y sigue a Vance, quien ya está en la puerta. Espero a que la puerta
se cierre tras ellos antes de darme la vuelta y subir las escaleras. De
vuelta a mi habitación, me tumbo en la cama, el olor a cítricos y a
jabón se filtra en mi nariz. Mis mantas huelen igual que ese bastardo.

¿No puedo alejarme de este chico?

Es la mitad de la noche cuando escucho la puerta abierta y


alguien entra. Paso de estar medio dormida a estar completamente
despierta en menos de un segundo. En silencio me maldigo por no
empujar la cómoda frente a la puerta como había pensado hacer.
—¿Me has estado esperando? —dice Vance arrastrando las
palabras, caminando hacia mí, sus movimientos son lentos.

Oh, Dios no, está borracho.

Mi corazón se hunde aún más. Demasiadas noches vi a mi padre


llegar a casa borracho. Es un recuerdo de la última vez que preferiría
no revivirlo.

—¡Fuera!

Intento mantener mi voz fuerte, mientras salgo de la cama.


Puedo oler el licor en él, el olor distintivo me hace retroceder.

Cuando está lo suficientemente cerca para que lo toque, levanto


mis manos y las presiono contra su pecho para darle un suave
empujón hacia la puerta, pero su cuerpo es más firme que una pared
de ladrillos y mi pequeño empujón ni siquiera lo hace moverse.

No sé por qué, pero por alguna razón, pensé que en su estado


de ebriedad sería capaz de dominarlo. Desafortunadamente, lo
subestimé. Estaba equivocada... muy equivocada. Empujo contra su
pecho tan fuerte como puedo, pero no se mueve. En cambio, me agarra
por los brazos y me empuja hacia atrás y hacia la cama.

Las alarmas suenan en mi mente. Esto es malo, muy malo.


Estoy completamente sola con él. Es mucho más fuerte que yo y
encima está borracho. Soy tan estúpida por creer que quedarme aquí
sería una buena idea.

Me advirtió, me dijo que iba a venir por mí esta noche y yo ignoré


su advertencia. Caí en su trampa.

—Vance... —digo su nombre, pero sale más bien como un


gemido.

—Shhh, sólo acuéstate —me ordena y me empuja suavemente


hasta que me acuesto en la cama.

Empujo mis codos e intento escapar, pero él es más rápido y se


abalanza sobre mí como un jaguar, su gran estructura me presiona en
el colchón. Las garras del pánico me atrapan, y el miedo me cubre por
dentro, todo mi cuerpo tiemblo de miedo. Me va a hacer daño, me va a
hacer pagar por algo de lo que ni siquiera estoy segura de ser culpable.

—Por favor —ruego, con la esperanza de que no esté muy lejos,


que realmente no quiera hacerme daño.

—¿Por favor qué? —me susurra en la piel con su cara enterrada


en el cuello. Huele a vodka y a malas decisiones. No puedo dejar que
me haga esto, sea lo que sea—. ¿Por favor, tómame? Te lo dije... no
me acuesto con mentirosas. Pero tuve una chica en la fiesta que me
lo chupó... pensé en ti mientras penetraba su garganta. Pensaba en
cómo te gustaría tener mi pene en tu boca... ¿verdad, Ava?

—No...

No así de todas formas.


—Mentirosa... todo lo que haces es mentir, maldita sea —gruñe
antes de ponerme la mano en la boca para callarme—. Ya me cansé
de escuchar a esa linda boquita vomitar mentiras.

No entiendo nada de lo que dice, y cierro los ojos, esperando que


pase lo que me va a hacer, pero espero un rato porque no se mueve
ni un centímetro. Es casi como si fuera una estatua, el peso de su
cuerpo me presiona más dentro del colchón. Su cuerpo cubre el mío,
su aliento mueve mi pelo por mi cuello con cada aliento que toma.
Extrañamente, algo del miedo comienza a salir de mí, y por primera
vez, no me siento sola.

—¿Por qué? ¿Por qué tuviste que joderlo todo?

Sólo se está desahogando, hablando más con él mismo que


conmigo. Eso no me impide querer preguntarle de qué está hablando.

—Podrías haber mantenido la boca cerrada. No tenías que


decirle nada a tu padre. No tenías que arruinarlo todo.

Pestañeo rápidamente y me doy cuenta de sus palabras.

¿De eso se trata? ¿Está enfadado conmigo por decirle a mi padre


lo que pasó esa noche? Quiero decir algo muy malo, hablar con él,
hacerle entender que no sabía qué más hacer, que yo era sólo una
niña, pero su mano permanece segura sobre mi boca.

Cualquier cosa que dijera saldría como un murmullo.

—Si hubieras mantenido la boca cerrada, todo seguiría siendo


como se supone que debe ser. Tal vez no te odiaría... tal vez
seguiríamos siendo amigos —susurra, y mi pecho se contrae, mientras
un sollozo se aloja en lo profundo de mi garganta. Me está restregando
mis peores miedos en la cara. Me abofeteó con ellos. Respondió a una
pregunta que me he estado haciendo durante años.

¿Qué habría pasado si no hubiera dicho nada?

Todas mis dudas, preocupaciones y miedos... se proyectan ante


mis ojos.

Tal vez tenga razón, tal vez es mi culpa.

Las lágrimas empiezan a caer sin previo aviso y se deslizan por


los lados de mi cara. Siento como si mi corazón se partiera en dos,
los pedazos descartados como basura. Durante unos minutos, sollozo,
incontrolablemente debajo de él. El peso de su cuerpo me reconforta
más de lo que quiero admitir y desearía que me tocara, me secara las
lágrimas, me dijera que no es mi culpa, pero no lo hará porque en el
fondo sé que piensa que todo es culpa mía. Me culpa de todo y planea
clavarme el cuchillo de la traición en el pecho.

—Shhh, es demasiado tarde para tus lágrimas ahora. No te


salvarán. Nada puede salvarte de mí.

Levanta la cabeza y sus labios cálidos se posan en mi mejilla.


Sus ojos verdes se reflejan en mí. Son vidriosos y me pregunto si él
también está llorando.

Por la pérdida y el dolor que ambos obviamente soportamos. No


tengo la oportunidad de preguntarle, ni siquiera cuando me quita la
mano de la boca y se levanta de la cama. Mi garganta está demasiado
apretada para hablar, las palabras que quiero decir se alojan en lo
profundo del nudo que se forma allí. No me di cuenta de cuánto confort
estaba tomando en su cuerpo hasta que se fue.

Tropieza hacia atrás, me da una última oportunidad antes de


salir bruscamente de la habitación, cerrando la puerta de mi
dormitorio suavemente detrás de él. La habitación está tan tranquila
ahora que me recuerda lo sola que estoy, lo sola que siempre he estado.
Un sollozo de dolor pasa por mis labios y mi pecho duele por la presión
dentro de él.

—Nada puede salvarte de mí...

Sus palabras me persiguen toda la noche mientras estoy en mi


cama fría y sola.

Siempre sola.

Siempre fría.

—Nada puede salvarte de mí...

Me repito sus palabras.

Tal vez no quiero ser salvada, tal vez necesito el odio de Vance
tanto como él necesita dármelo.

Capítulo 6

Vance
Al despertar a la mañana siguiente, sólo puedo pensar en todas
las decisiones de mierda que tomé anoche. Demasiado vodka. Sarah.
Mi necesidad de estar cerca de Ava. Mi cabeza palpita como si alguien
hubiera tomado un mazo y me golpea. Ducharme requiere una enorme
cantidad de tiempo y esfuerzo y para cuando termino, todo lo que
quiero hacer es volver a la cama.

No volveré a beber, aunque supongo que no me habría ido a la


mierda si no fuera por la maldita chica de enfrente. Es estúpidamente
hermosa y nada como mi típica mujer, lo que sólo me hace quererla
más.

¿Por qué me emborraché y sentí la necesidad de hablar con ella?


Sé por qué, pero eso no significa que quiera admitirlo. La verdad es
que ella necesitaba un abrazo tanto como yo, y supongo que mi yo
borracho, pensó que en ese momento sería un buen momento para
darle uno.

Toda la noche pensé en ella, en sus labios, en su cara, en la


forma en que su miedo olía antes, cuando pensaba que iba a hacerle
daño. Pensé en cómo todo lo que quería hacer era estar en casa
atormentándola, rompiéndola. Lo que a su vez me llevó a beber mucho
más de lo que quería para evitar volver aquí. Lo cual fue todo para
nada, porque aun así terminé en casa y en su cama.
Sacudo los pensamientos y de alguna manera me las arreglo
para vestirme y entrar en el pasillo. Necesito comer algo antes de
vomitar. No me jodas, no dejaré que Clark me sirva más chupitos.

Aunque me diga que no, mi mente piensa en la forma en como


se sintió debajo de mí anoche. Quería quedarme en la cama con ella,
abrazarla, acurrucarnos, pero también quería hacerle daño. Herirla
con mis palabras, sentir su dolor mientras salía de ella.

Sus lágrimas me sorprendieron. No esperaba que empezara a


llorar, y cuando lo hizo, no pude detenerme. Tuve que quedarme, sólo
por un tiempo más.

Cuando mis pies tocan la escalera de abajo, el olor del café


recién hecho me hace cosquillas en la nariz. Entro en la cocina y
encuentro a Ava bailando en un par de lindos pantalones cortos para
dormir y una camiseta, con auriculares en sus oídos mientras vierte
lo que parece masa de panqueques en una sartén. Ni siquiera sabía
que teníamos masa para panqueques.

Sacude su lindo trasero y gira sus caderas al ritmo de la música


que suena en sus oídos. Demonios, me imagino mis manos agarradas
a esas caderas mientras me deslizo dentro de ella, una y otra vez...
Ella da la vuelta, jadea y sus ojos suben y baja por mi cuerpo a paso
de caracol.

Puede que no le guste mucho, pero definitivamente le gusta lo


que ve. Saca sus auriculares y los tira sobre el mostrador junto con
el teléfono que se ha metido en el sujetador.

—Yo... no sabía que estabas allí.

Pongo los ojos en blanco.

—Obviamente.

Hay una frialdad en mi voz que no coincide con el calor que


irradia a través de mí. Cada vez que estoy en su presencia, me siento
como si estuviera a una erupción volcánica de eliminar a la raza
humana para siempre.

Se mordisquea nerviosamente ese labio inferior regordete y mi


miembro se endurece. Necesita mantenerse al margen de esto. Mis
sentimientos por ella no son más que odio y venganza. No necesito
añadir sexo con ella a la lista.

—Te he hecho el desayuno, quiero decir... si quieres un poco...

Un largo tramo de silencio se asienta sobre nosotros. Sus ojos


de cierva me miran fijamente. ¿Por qué demonios me mira así? ¿Como
si pudiera ver a través de mí? De repente me siento vulnerable y no
me gusta, ni un poquito.

El humo sube desde la sartén detrás de ella y sonrío.

—¿Te refieres al desayuno que estás quemando actualmente?

Se da la vuelta con una mirada de sorpresa en su delicada cara,


agarra la sartén y una sarta de maldiciones llenan el aire. Arroja el
panqueque quemado a la basura antes de volver a poner la sartén en
la cocina. Vierte más masa en la sartén, su cuerpo luce inquieto como
el infierno.

—Mi madre me llamó esta mañana —dice de espaldas a mí.

Por alguna estúpida razón, entro en la cocina y me siento en la


isla. No he desayunado aquí desde que se construyó la casa.

—Sí, ¿y por qué jodidos debería importarme?

—Porque tiene que ver contigo.

No extraño su exhalación, o la tristeza que parece cubrir sus


palabras. Hace unos minutos parecía tranquila, pero ahora parece,
con el corazón roto, como si alguien hubiera pateado a su maldito
perro o algo así.

—Bueno, habla... no tengo todo el día, y no me importa


especialmente lo que tengas que decir. Los mentirosos son y siempre
serán mentirosos.

Incluso con mi desagradable comentario, se da la vuelta y pone


un plato de panqueques y tocino frente a mí. Sus ojos verdes se
endurecen y la veo tragar visiblemente.

—Nuestros padres están extendiendo su viaje. Aparentemente


quieren ir a las Bahamas después, o algo así...

Su tono es amargo, un claro indicio de que su relación con su


madre es tan tensa como la mía con mi padre. Vierto el almíbar en
el panqueque y corto un trozo, me lo meto en la boca antes de poder
decir algo que haga que parezca que me importa, porque no es así.
Realmente no me importa una mierda.

Empujo todas las palabras, doy un mordisco, y luego otro, los


ojos de Ava permanecen en los míos todo el tiempo. No me gusta la
forma en que sus ojos se sienten sobre mí, como si fuera capaz de
ver a través de las paredes que construí a mi alrededor. Como si me
conociera. No lo hace, nadie lo hace.

—Suenas molesta por eso, ¿por alguna razón en particular? —


pregunto, sonriendo.

Estoy seguro de que tengo algo que ver con su evidente


amargura. Probablemente porque no quiere estar a solas conmigo y
me gusta pensar en lo incómoda que la pongo.

Acostúmbrate, princesa...

Ella se encoge de hombros.

—No lo sé. Esperaba pasar algún tiempo con ella antes de que
empiecen las clases. No la he visto en tres años. Estaría bien si pudiera
ir más despacio durante cinco segundos y hablarme como si fuera su
hija, o prestarme incluso una onza de atención.

Me detengo en medio de la mordida, el tenedor flota en el aire.

¿Qué acaba de decir?

¿Tres años? Maldición. Casi me siento mal por ser un idiota,


casi.
Pero entonces esa pequeña sensación de fastidio en el fondo de
mi mente me recuerda que ella se lo buscó. Nos hizo esto a los dos.

Y si hay algo que no soporto, es a una mentirosa, y eso es lo


que es, una mentirosa.

Una mentirosa con una cara bonita y un corazón roto.

Está claro que su madre la ha defraudado en más de un sentido,


y estúpidamente por una fracción de segundo, me pregunto qué le
pasó después de esa noche. ¿Qué pasó entre sus padres que la llevó
a mí, que la llevó por este camino?

Su mentira destruyó mi vida, pero ¿qué le hizo a la suya? Nunca


pensé en ello, para ser honesto, y todavía no me importa lo suficiente
como para preguntárselo. Es su propia culpa. Si hubiera sido
sincera... Quiero decir, éramos sólo niños, no tenía que hacerlo si no
quería. Quizá a sus ojos era sólo una mentira piadosa, algo para salvar
su trasero, pero para mí, fue el final. Es donde mi vida empezó a salirse
de control.

Todo cambió por su estúpida mentira.

Lo perdí todo... el amor de mi padre, mi madre, mi vida se vino


abajo por su culpa. La veo hacer su propio plato por el rabillo del ojo.
Se sienta en la isla de la cocina, pero no a mi lado. Deja dos sillas
entre nosotros como si supiera que no debe sentarse a mi lado.

Gracias.

Un silencio incómodo se instala sobre nosotros e intento meter


en mi boca los últimos restos de comida. Tengo que salir de aquí,
tengo que alejarme de ella. Lejos de su olor floral, su cara con forma
de corazón, sus malditos ojos tristes. La sangre en mis venas está
alcanzando su punto de ebullición. Todas estas palabras y preguntas
no dichas cuelgan entre nosotros.

Quiero herirla con mis labios, romperla con mi toque... Quiero


decirle que no es tan poco amada, pero eso iría en contra de todo lo
que hay dentro de mí. Sería como traicionarme a mí mismo, y tengo
que recordarme por qué somos enemigos, por qué su presencia aquí
es un maldito problema. Puedo sentir sus orbes verdes en mi piel...
¿Por qué no está comiendo, por qué me mira como si pudiera darle
todas las respuestas del mundo?

—Acerca de anoche... —empieza y aprieto el tenedor, el metal


se me clava en la palma de la mano.

¿Realmente quiere verme perder mi mierda? Obviamente sí,


porque continúa las palabras saliendo de su boca como el ácido.

—¿Qué quisiste decir con lo de anoche? Sigues diciendo que


mentí, pero no sé lo que quieres decir. Si lo supiera, tal vez podría
entenderlo, tal vez podría hacer que esto... —mueve una mano entre
nosotros—. Hacer que este odio desaparezca.

Creo que tal vez tiene un deseo de muerte... intentando actuar


inocentemente en mi cara.

—¿Hablas en serio ahora mismo?


Puedo sentir mi piel calentándose, el zumbido de la ira pulsando
a través de mí. Durante mucho tiempo, he mantenido ese dolor dentro,
he dejado que se coma mi alma, mi espíritu y ahora ella está aquí, la
causa de ello está justo delante de mí y todo lo que quiero hacer es
hacerlo suyo. Hacer que me lo quite.

Dejo caer el tenedor sobre el mármol, enrosco mi mano en un


puño y la golpeo contra el mostrador, haciendo que salte en su asiento
y que mi cabeza lata con el estruendo. El dolor se irradia a través de mi
mano y sube por mi brazo, pero me encanta. Me encanta, maldición.
Me recuerda que sigo vivo y que el dolor es real. Hay un pequeño
temblor en su cuerpo, su pecho sube y baja y un rubor rosado se
desliza por sus mejillas. Parece asustada, pero también parece... no
me permito terminar esa frase. En su lugar, me regodeo en la gloria
del odio.

¿Cómo se atreve a sentarse aquí y fingir que no sabe de qué


estoy hablando? Mentirosa, todo malditas mentiras. Cada palabra de
su lengua es una mentira.

No soporto estar en esta habitación con ella un momento más.


Empujo mi asiento hacia atrás, dejo que se caiga, golpeando el suelo
duro. El sonido me hace estremecer, el palpitar detrás de mis ojos
se vuelve más y más molesto. Eso unido a su presencia y estoy a un
segundo de perder mi mierda.

Agarro mi plato, pisoteo el cubo de basura y tiro el resto de mi


comida a la basura antes de tirar mi plato en el fregadero. Aterriza
con un fuerte golpe, probablemente rompiéndose. Demonios, no sería
la primera vez que rompo algo en esta casa en un ataque de rabia.

—Tus panqueques saben a mierda, como las putas mentiras


que vomitas —grito, girándome para enfrentarla, para clavar el
cuchillo un poco más profundo.

Su rostro sorprendido me mira, y mis dedos se enroscan en


la encimera. O agarro esto, o a ella, y no quiero tocarla, no en este
momento. No con tanta ira, tanta locura saliéndose de control dentro
de mí.

Me inclino hacia ella, ignorando su olor y el miedo que circula


por sus ojos. Necesita saber que hablo en serio, necesita saber que
sólo la odiaré. Siempre.

—Sólo dime, Vance.

Su labio inferior sobresale y parece que está a punto de llorar.


Me está rogando que le diga lo que pasó, pero ya lo sabe. Ella es quien
hizo esto, no yo. El sonido de mi nombre cayendo de sus labios me
lleva al límite y suelto mi sujeción en la encimera y en su lugar la
agarro por la barbilla, tirando de ella con fuerza hacia mi cara.

—Oh, cómo caen los poderosos. Un día lo tenías todo y ahora


no tienes nada... es extraño como las mesas giran, como una mentira
puede hacer que un mundo entero se derrumbe de la noche a la
mañana.

Mi labio se eleva con odio, su pequeña mano agarra mi muñeca


en un esfuerzo para que la suelte. Pero aún no he terminado, ni por
asomo.
—Podrías derramar algunas lágrimas y hacer que otras
personas sientan lástima por ti con esa mirada, pero créeme cuando
te digo esto, nunca tendrás ni una onza de lástima de mi parte. ¡Te
mereces todo lo que tienes y todo lo que se te viene encima! —La libero
como si realmente tuviera el poder de destruirme y salgo de la
habitación antes de que haga algo que no pueda retirar.

Mis intenciones siempre han sido lastimarla, quebrantarla,


mostrarle que no es nada, pero tenerla aquí, oliendo su dulce aroma
a mi alrededor, sintiendo su piel, es casi como si ella me lastimara
a mí en vez de que yo la lastimara a ella. Y no puedo permitir que
eso suceda. Ya ha poseído demasiado de mí, de mis pensamientos, de
mi pasado. Soy Vance Preston. Perdí mi corazón hace años, por una
mentira que destruyó a mi familia, por una amenaza que no era cierta.

Si ella hubiera dicho la verdad… si no me hubiera pintado como


el criminal, entonces quizás no sería el hombre que soy hoy. Quizás no
habría una herida abierta en mi pecho, quizás no necesitaría saborear
su miedo, sentir su dolor.

Quizás seriamos más que enemigos.

O quizás no.
Capítulo 7

Ava
Es el temido primer día de escuela y trato de no pensar en el
hecho de que mi madre aún no ha regresado de su luna de miel. O
que mi padre todavía no me ha llamado, o que Vance todavía parece
odiar toda mi existencia.

Al menos me ha ignorado durante los últimos días, quedándose


principalmente en su dormitorio. Es mucho más agradable que él
tratando activamente de herirme y hacerme sentir incómoda. Vivir con
él es como vivir con una bomba. Hay una constante bola de ansiedad
dentro de mí y la odio. Nunca sé qué esperar de él... ¿va a insultarme
o va a abrazarme como lo hizo la noche que se emborrachó?

Llevo el atuendo menos llamativo que tengo. Un par de vaqueros


ajustados y una blusa suelta que cuelga de un hombro. Es lindo, pero
no va a atraer todos los ojos hacia mí. Eso espero. Me voy una hora
antes de que empiece mi primera clase, y mastico una barra de granola
de camino. No me atreví a pedirle a Vance si podíamos ir juntos, así
que me llevo el Honda que estaba aparcado en el garaje a clase.

Estoy evitando a mi atormentador a toda costa. Lo último que


quiero es que tengamos otra pelea. Espero que, si me mantengo fuera
de su camino, él se mantendrá fuera del mío y que cuando nuestros
padres regresen, podamos olvidarnos del combate verbal que tuvimos
mientras no estaban.

Cuando llego al campus, aparco en una de las zonas de


aparcamiento para estudiantes y saco mi horario de clases y el mapa
que imprimí. Luego me voy con mis pies metidos en unas Converse
golpeando el pavimento. No me lleva mucho tiempo encontrar el
edificio en el que tengo que estar, y una vez que lo hago, encuentro
un pequeño banco justo fuera del edificio y saco mi libro de biología,
hojeando las primeras páginas.

Mis ojos rozan el material, y absorbo todo el conocimiento que


puedo, así estoy preparada para lo que viene. Para la mayoría de los
chicos, la universidad es un festival de sexo borracho, donde creces y
haces amigos, pero no para mí. Para mí, la universidad es mi salida...
mi clave para alejarme de toda la gente que no se preocupa por mí.

Después de unos minutos de estudio, otros estudiantes


universitarios empiezan a aparecer, pasando junto a mí, están
perdidos en la conversación, riendo y sonriendo. Alguien abre la
puerta del edificio un momento después y me levanto del banco,
camino por la acera y entro. Me siento en la parte de atrás, extendiendo
mis cosas sobre la mesa. Un segundo después, una chica entra y se
sienta a mi izquierda, situando sus libros de forma similar.

El aire en mi pecho se detiene. Noto enseguida que su libro se


ve diferente al mío.
Mi mirada se entorna en el libro.

En la portada se lee Psicología Anormal. Rápidamente, mientras


trato de no llamar la atención, miro alrededor del aula y me doy cuenta
de que todos los estudiantes, al menos los de esta aula, tienen el
mismo libro de psicología.

Me trago el pánico que me invade y me vuelvo hacia la chica


que está a mi lado.

—Oye, ¿puedes decirme qué clase es esta?

—Psicología 301 —dice y me honra con una suave sonrisa.

—Gracias —murmuro antes de agarrar todas mis cosas y salgo


rápido de la habitación. Miro el número del edificio cuando salgo para
asegurarme de que es el edificio 9 y lo es. Vuelvo a comprobar mi
horario de clases y el mapa otra vez.

Según esto, estoy en el edificio correcto, y en la clase correcta,


pero el libro que tengo no coincide con la clase en la que acabo de
estar.

¿Qué demonios? El pánico se convierte en confusión cuando


miro hacia arriba y cuando veo a dos tipos caminando hacia mí, sé
que necesito pedir ayuda.

—Oigan, ¿puedo hacerles una pregunta?

Manejo la correa de mi mochila con nerviosismo. No soy tan


abierta con la gente, pero estoy más que confundida y no quiero
arriesgarme a perderme todas mis clases del día porque no puedo
averiguar a dónde diablos voy.

—Definitivamente —responde uno de los chicos en un tono


coqueto.

Es guapo, a la manera de un chico americano.

—¿Alguno de ustedes sabe por casualidad dónde está la clase


de biología de las nueve de la mañana?

Uno de los chicos se frota la desaliñada barbilla como si


estuviera pensando, mientras su amigo le da un codazo en el costado
y me responde.

—Biología suele ser en el edificio dos.

Levanta su pulgar apuntando en la dirección detrás de él.

Maldita sea.

—Bien, gracias —murmuro, volviendo mi atención al mapa.

Mi mirada recorre la clave del mapa y todos los edificios. Cuando


mis ojos se fijan en el número dos, maldigo.

—¡Mierda!

Inclino la cabeza hacia atrás y miro hacia el cielo azul. ¿Por


qué, por qué el mundo tiene que lanzarme esta mierda? El edificio dos
está al otro lado del campus. Me va a llevar una eternidad llegar allí,
pero como tuve que aparcar bastante lejos, creo que aún estoy mejor
a pie que conduciendo e intentando encontrar un sitio para aparcar
de nuevo.

Exhalo un suspiro frustrado, balanceo mi bolsa sobre mi


hombro y empiezo a correr por la acera hacia los otros edificios, mis
pies golpean contra el concreto. Probablemente parezco una loca, ya
que me apresuro a pasar por delante de todos los que se interponen en
mi camino. Cuando llego al edificio, llego diez minutos tarde, sudando
como una zorra en iglesia y completamente sin aliento.

Justo como quería empezar mi mañana, apestosa y retrasada.

La habitación está llena, pero de alguna manera, me las arreglo


para encontrar un asiento. Los susurros llegan a mis oídos, algunos
silenciosos, otros ruidosos, pero no presto a nadie ni una pizca de
atención.

El resto de la clase la paso agotada y siento como si estuviera


tratando de jugar a ponerme al día. Odio llegar tarde. Lo odio. Arruina
mi día y me hace salirme del horario. Tal vez sea una forma de TOC,
pero cuando se trata de estar en algún lugar, siempre llego a tiempo.
Siempre. Termino dejando caer el lápiz dos veces y escribiendo mal
las palabras a la izquierda y a la derecha. Mis notas terminan en el
cuaderno equivocado, y ahora tendré que copiarlas en el correcto.

Algo está mal en mí.

Después de lo que parece una eternidad, el profesor nos libera.


Recojo mis cosas y salgo en busca de mi próxima clase, que por suerte
no empieza hasta dentro de media hora. Con suerte esta vez podré
llegar a tiempo, y en la habitación correcta.

Mi horario de clases dice que está en el edificio 5, pero cuando


me acerco al cartel, dice Edificio de Administración. Aprieto mi
mandíbula, una ira que hierve a fuego lento me recorre. ¿Por qué mi
clase de literatura inglesa estaría en el edificio de administración?

Vance. Entonces me doy cuenta. Debe haber hecho esto, algo


con mis clases. No hay otra explicación para ello. Cuando recibí mi
horario de clases, todas mis clases coincidían con los libros que
compré, pero las clases de mi horario ahora, no.

Estúpido, Vance. Cree que puede meterse conmigo. Pateo el


pavimento por rabia y me golpeo el dedo del pie. Dios mío. Encontraré
una manera de devolvérsela, pero por ahora, necesito arreglar el
problema que ha causado. Camino dentro del edificio, miro alrededor,
tratando de encontrar a alguien que pueda ayudarme. Es el primer día
de clases, uno pensaría que este edificio es el más ocupado de todos,
pero parece que es el más vacío.

No hay nadie sentado en la oficina, en cambio hay un cartel que


dice FUERA en letras grandes y negritas. ¿Quién trabaja en un edificio
administrativo de una universidad y no se presenta a su trabajo? No
es la hora del almuerzo, así que, ¿qué significa FUERA? Sacudo mi
cabeza en frustración porque hoy ya ha sido un día de mierda, camino
por el largo pasillo buscando a alguien, cualquiera.

De la nada, una puerta se abre justo delante de mí, y casi me


encuentro con ella de frente.
—Oh, lo siento... —dice el chico que casi me golpea con su
puerta, sus ojos encuentran los míos. Son de un azul vivo, tan azules
que por un momento me olvido de qué demonios estoy haciendo.

—¿Estás bien? ¿Estás herida?

Su profunda voz de barítono rompe el trance y encuentro mi voz


a través de la niebla.

—Sí, estoy bien... bueno, además de esto... parece que los


números de los edificios en mi horario de clases están desordenados.
Terminé en el edificio equivocado y luego llegué tarde a mi primera
clase porque tuve que cruzar el campus.

Libero un suspiro de frustración. No es su culpa, lo sé, pero no


puedo evitar desahogarme.

—Por qué no vienes a mi oficina y veré si puedo ayudarte con


eso —dice, manteniendo la puerta abierta.

Entro y tomo el asiento en la parte delantera de su escritorio.


Tiene una pequeña placa de metal que dice S. M
Capítulo 8

Vance
La siento antes de verla. Eso es lo extraño de sentirse atraído
por alguien por quien no quieres sentirte atraído. Lo sientes en tu
interior, como si tu alma dijera lo que tu mente se niega a reconocer.

—Atento, alerta de hermanastra. Y se ve muy sexy y un poco


psicótica.

Clark ríe y una ola de humo se escapa de sus labios. Sarah está
colgada en mi regazo, actuando como si perteneciera allí, y aunque
no lo hace, no tengo la paciencia para decirle lo contrario. Se pone un
trozo de pelo rubio alrededor de su dedo, pareciendo aburrida.

No es a quien quiero... por quien mi sangre canta... Como si mi


cuerpo supiera que está cerca, los pelos de mi nuca se ponen de punta.
Un segundo después Ava aparece en el vestíbulo, con las manos llenas
de bolsas, luciendo un ceño fruncido del tamaño de Texas en su cara.
Como la mezcla perfecta de drogas, su presencia hace que las
endorfinas corran por mis venas. Me paraliza, me hace débil, pero
también me da la ventaja que quiero. La ventaja que necesito para
lastimarla.

Sus mejillas son de color rosa oscuro, y la frustración arruga su


frente y sé que he dado en el blanco. El cambio de horario se suponía
que iba a ser un poco divertido, sólo algo para complacerme, pero
luego escuché que se había hecho amiga de Jules Peterson, y no podía
dejar que pensara que su primer día había salido bien.

Así que como siempre, Clark vino al rescate con la fiesta de


regreso a la escuela. Unos pocos mensajes y la mención de cerveza
gratis y la palabra se extendió como el herpes en las vacaciones de
primavera.

—Hola hermanastra —saludo con una sonrisa engreída.

Sus manos se enroscan en pequeños puños y parece que tiene


ganas de tirarme sus bolsas de compras. Es adorable cuando está
enfadada, su pelo castaño recogido en una estrecha cola de caballo,
su ropa sexy, pero no demasiado llamativa. Apuesto a que tuvo un
chico o dos deseando verla hoy.

Sarah se agita en mi regazo, su mano bien cuidada corre sobre


mi pecho de forma posesiva. Normalmente le diría que lo dejase, no
significa nada para mí, no tiene ningún poder sobre mí, pero ahora
mismo no me importa tanto, no cuando veo los celos brillar en los ojos
esmeralda de Ava.

—¿Cómo fue tu primer día? ¿Encontraste bien todas tus clases?

Un par de tipos se ríen a mi lado.

—Genial, gracias por preguntar. —Ava se mofa sarcásticamente,


con los ojos en blanco—. Si no te importa, te agradecería mucho que
lo calmaras. La mayoría de nosotros tenemos clases mañana y yo ya
tengo deberes, así que...

¿Qué demonios? ¿Quién se cree que es? Obviamente, tengo que


bajarle un par de puntos, mostrarle quién tiene el control aquí.

—¿Qué tienes, ochenta años? Ve a tu habitación y cierra la


puerta. No es como si te hubieran invitado, y si no quiero verte, te
garantizo que nadie más en esta habitación querrá hacerlo.

Me odio un poco más al decir las palabras, porque aunque son


malas, avivan el fuego del resentimiento hacia ella.

—Nene —dice Sarah dulcemente, su mirada salvaje se vuelve


hacia Ava—. Dale un respiro. Éste es un gran cambio para ella. No
puedo imaginar lo difícil que debe ser para una basura de parque de
caravanas como ella vivir en un lugar tan bonito como éste.
Especialmente con su padre en rehabilitación y todo eso.
Probablemente esté loca de alegría.

Las palabras de Sarah casi borran la sonrisa de mi cara.


¿Basura de parque de caravanas? ¿Rehabilitación? Si no fuera por el
repentino cambio en el comportamiento de Ava, ni siquiera creería las
palabras de Sarah. Pero ver los ojos de Ava caer al suelo y el desplome
de sus hombros me dice que es verdad y juro por Dios que si empieza
a llorar de nuevo, podría perderlo.

—Vamos... corre a tu habitación... nadie te quiere aquí... —


Sarah fanfarronea, espantándola con sus manos, y siento la repentina
necesidad de empujarla de mi regazo e ir hacia Ava. Esto está mal,
tratarla de esta manera, romperla. Pero también está bien.

Se merece esto, merece sentir dolor, tristeza. No importa si su


padre está en rehabilitación, probablemente no pasó los últimos tres
de los cinco años que hemos estado separados teniendo dificultades.
Probablemente tuvo una maldita buena vida, probablemente aún la
tiene viviendo aquí y eso solo solidifica mis elecciones. No puedo dejar
que la duda me lleve por mal camino. No lo permitiré.

Clark exhala un largo suspiro a mi lado antes de levantarse


de su asiento. Mi boca se abre, las palabras perforan el borde de mi
lengua, pero no digo una mierda. Es carne fresca, y no la he
reclamado. Si quiere hacerse amigo de ella y tener sexo hasta la
semana que viene, entonces puede hacerlo. No es asunto mío. No me
importa. O al menos no debería.

Se inclina y le susurra algo al oído. Está lo suficientemente cerca


como para que si ella se gira en el ángulo correcto, sus labios se
toquen, y por alguna razón, eso me molesta. Estúpido maldita sea,
esto es estúpido. El hecho de que esté aquí, hace que sienta que juega
con mis emociones.

Intento forzarme a mirar hacia otro lado, pero no puedo. Estoy


paralizado mirándolos, necesito estar seguro de que Clark no hace
nada. Lo que sea que le dice hace que niegue, el movimiento es lento
y hace que pequeños mechones de pelo caigan sobre su cara. Es
hermosa, tan hermosa que es repugnante. Quiero quitarle esos
mechones de los ojos, besar sus labios rosados y sentir su pequeño
cuerpo debajo del mío.
Entonces, como si pudiera sentir mi mirada en ella, sus ojos
se elevan a los míos. Por una fracción de segundo, nuestros ojos se
encuentran... el mundo está suspendido en el tiempo a nuestro
alrededor. Sólo somos ella y yo. Ya no soy el matón, y ella no es una
víctima de mi ira. La boca de Clark empieza a moverse de nuevo, y el
momento entre nosotros termina.

Veo que sus labios forman la palabra "lo siento", y luego sale de
la habitación, como Sarah le había ordenado, dejando a Clark atrás.
Se gira, con una sonrisa deslumbrante en su cara. Sus ojos color
avellana se llenan de picardía. No estoy seguro de lo que habría hecho
si la hubiera seguido arriba. Es mi mejor amigo, sí, pero no creo que
hubiera podido manejarlo, no sin atacar de alguna manera.

—Qué perdedora.

Sarah frunce sus labios rojos, lanzando sus brazos alrededor de


mí mientras trata de poner un beso en mis labios. No quiero besarla,
y si lo hiciera, no sería a Sarah. Ha tenido muchos penes pasando por
sus labios, y no voy a besar a nadie que ponga uno en su boca como si
fueran chicles. Y con Ava fuera de la vista, no hay necesidad de tener
a Sarah en mi regazo. Mi necesidad de su presencia ha terminado.

—Aléjate de mí —gruño, desenvolviendo sus brazos antes de


empujarla fuera de mí y sobre el cojín del sofá. Está tan sorprendida
por el movimiento que casi se desliza por completo del sofá. Me siento
sucio, sucio por las cosas que le he dicho a Ava, y por dejar que Sarah
se siente sobre mí de esa manera. Como un pequeño niño al que le
han dicho que no, Sarah se pone de pie, pisando con su tacón contra
el suelo de madera.

—¿Qué estás haciendo, nene?

—Deja de llamarme nene, de hecho, mantén mi nombre fuera


de tu boca. No somos una pareja. Solo chupas mi pene un par de
noches a la semana, eso es todo. Dar una buena mamada no te hace
material de novia, y aunque tienes una cara bonita, tienes una actitud
de mierda. Ahora déjame en paz, maldición.

Ni siquiera la miro, sé muy bien que me está lanzando dagas con


los ojos, probablemente pensando en quitarse el zapato y golpearme
con él. No sería la primera vez que algo así sucede.

Necesito un trago y algo de aire. Me levanto del sofá y me dirijo a


la cocina. El lugar es un maldito desastre con botellas de licor abiertas
esparcidas por la encimera, y vasos sucios apilados en el fregadero.
Hay basura tirada en el suelo, como si fuera el lugar para poner
botellas de cerveza vacías cuando el cubo de basura perfectamente
vacío está aquí mismo. Imbéciles. Aunque me encantaría ver la cara
de mi padre si volviera a casa con este lío, cagaría ladrillos.

Ignoro todo eso, voy directo a la botella de whisky, busco un


vaso y lo vierto en él. Bebería directamente de la botella, pero eso sería
muy peligroso y no quiero un resumen de lo que pasó la última vez
que me emborraché.

Ava no necesita tener más ideas sobre la persona que soy. Una
mano pesada se posa en mi hombro y me balanceo, listo para golpear
a quien sea cuando mis ojos se encuentran con los de Clark. La
preocupación arruga su frente. El imbécil parece haber salido de la
portada de una revista. Donde yo voy con tejanos, camisetas y botas
rasgadas, Clark tiene polos, tejanos de diseño y Nike.

No deberíamos ser amigos en absoluto, ni siquiera correr en los


mismos círculos y aun así no cambiaría al maldito por el mundo.

—Está muy enfadada —me dice, como si no lo supiera ya.

—Sí. —Me encojo de hombros—. ¿Y? ¿Cuál es tu punto? Yo


también lo estaba cuando descubrí que era una maldita cerda
mentirosa. No dejes que sus ojos te engañen, es una perra mentirosa.

La mirada de Clark se amplía un poco y sé que se ha retractado


por mis palabras. Normalmente no soy tan imbécil, pero con la
reaparición de Ava en mi vida, parece que un nuevo tono de imbécil
ha surgido de mi interior.

—¿Cuánto tiempo vas a jugar a este juego? ¿Cuál es el resultado


final? ¿Debería esperar a colarme para acostarme con ella hasta
después de que la hayas roto?

Mi mandíbula se tensa.

—Primero, no es un juego, segundo, el resultado final siempre


será el mismo. No me detendré hasta que ella admita que mintió.
Hasta que sienta que ya ha sufrido suficiente humillación y decepción.

Clark asiente.

—¿Y si nunca es suficiente? Herirla no cambiará el pasado.


Parece una buena chica. Quiero decir que Sarah dijo que su padre
está en rehabilitación, tal vez pasó algo que no sabemos. Puedo
averiguarlo... quiero decir, si tú quieres, claro.

Puedo sentir mi mano apretándose alrededor de la taza y la


temperatura subiendo. Me obligo a inhalar, tomo un trago del líquido
oscuro, dejando que se queme en mi garganta, y se asienta en lo
profundo de mi estómago. En lugar de enfriar mi cuerpo, lo calienta,
haciéndome sentir diez veces más caliente de lo que ya estoy.

—Parece una buena chica, porque eso es lo que quiere que veas.
Las chicas buenas no mienten. No destruyen familias por diversión.
Las chicas buenas son buenas. Ava no es buena. En cuanto al pasado,
puede que no cambie lo que pasó, pero sin duda me hará sentir mejor.
Llevo la copa a mis labios de nuevo y me trago el resto de su contenido.

Mis entrañas se están cubriendo de calor una vez más, el dolor


sordo en mi pecho se hace menos notorio.

—¿Y qué hay de su padre? ¿Quieres que yo...?

La voz de Clark se apaga cuando las luces se apagan y la


habitación se oscurece. El pánico se apodera de la habitación, y la
gente empieza a correr hacia la puerta, el sonido de los gritos y los
pies que pisan el suelo de madera llenan la habitación. Pero no me
muevo. Dejo que todos se vayan primero.

Que. Mierda.

—¿Qué demonios? ¿Cómo se fue la luz? —pregunta Clark, con


una mirada perpleja en su rostro.
Hay un aumento en mi presión sanguínea, un cambio en el aire.
Puedo saborear el torrente de adrenalina. Aprieto los dientes y arrugo
la taza en mi mano como si fuera un pedazo de papel.

No lo haría... ¿verdad? No a menos que tuviera un deseo de


muerte, ¿verdad?

A quién quiero engañar, lo haría, y supongo que no esperaría


menos de ella después de la forma en que Sarah la avergonzó. Pero
sin embargo, esta es mi fiesta y mi puta casa, y si ella va a bloquear
mi mierda esta noche, entonces va a tener que entretenerme de otras
maneras. Espero que sea del tipo que reza porque va a necesitar todas
las oraciones que pueda conseguir.

—Asegúrate de que todo el mundo se vaya a la mierda. No quiero


que ningún rezagado se quede atrás. Voy a ocuparme de la mocosa —
le digo a Clark, y golpeo mi labio inferior con el pulgar. Arrojo la taza
sobre el mostrador y pisoteo en dirección al garaje, pequeños zarcillos
de excitación se deslizan por mi columna vertebral.

Este juego del gato y el ratón que estamos jugando tiene mi


miembro permanentemente duro. Nunca antes había estado tan duro
por una chica, y mucho menos por una que odio. Es como si mi cuerpo
no recibiera el maldito memorándum. No es digna de mi, no importa
lo suave, lo hermosa, lo tentadora que sea.

Como sospechaba, la puerta se cierra cuando llego a ella. Agarro


el pomo, lo giro pero, la cerradura está firmemente en su lugar. Esa
maldita bruja. La ira se desliza a través de mí como un fuego que se
extiende por un bosque después de una sequía, devorando todo lo que
toca.

Doy un paso atrás y miro la puerta por última vez. Podría


patearla, pero tengo una mejor idea. Me retiro por el pasillo de la
cocina, me detengo y me apoyo contra la pared, esperando,
observando. La casa se vuelve tranquila, tan tranquila que casi puedo
oírme pensar.

Humedezco mis labios, mientras la anticipación se edifica.

Mi miembro está duro como una roca. Las palabras que voy a
decir quedan justo en el borde de mi lengua.

Tiene que salir eventualmente.

Los minutos pasan... probablemente piensa que está a salvo,


que me he ido, pero de ninguna manera voy a dejar que me eche de
mi propia casa. No, esta noche Ava Wilder va a pagar, me va a dar una
rebanada de su dulce cuerpecito.

La paciencia no es mi fuerte, pero esperaré sabiendo que el


castigo valdrá la pena. Después de un corto tiempo, un ruido me llega
a los oídos, el sonido de la cerradura se desbloquea, y el pomo se
mueve. El pasillo está sumergido en la oscuridad, la luz de la luna que
viene de una ventana cercana deja entrar una brizna de luz, aunque
ninguna llega a la pared en la que me estoy apoyando. Puedo oír sus
pequeños pasos. Inseguros, atentos.

Acércate...
Aguanto la respiración, asegurándome de que no me oiga antes
de verme. Odiaría arruinar la sorpresa. Da dos pasos más antes de
aparecer, sus ojos se deslizan sobre su hombro como si estuviera
mirando a alguien, esperando a alguien.

Lástima que no se dé cuenta de que ya está siendo cazada. Mis


ojos vagan sobre ella, mirando a la presa. Da un paso más, es pequeño,
incierto y me abalanzo mientras un fuerte chillido le arranca la
garganta y la agarro por los hombros y la empujo contra la pared más
cercana.

—¿Realmente pensaste que podías hacer una mierda como esta


sin consecuencias? ¿Quién te crees que eres?

Su pequeña nariz se arruga, sus ojos se estrechan mientras me


mira con asco.

—¿Quién me creo que soy? ¿No deberías preguntarte eso? Tú


eres el que actúa como si estuvieras por encima de todos los demás.
Como si fueras un rey cuando no lo eres. Por una vez, alguien te ha
derribado uno o dos peldaños...

Me sorprende mucho. La chica encontró algo de coraje, aunque


no esconde su miedo debajo de todo eso, el ligero temblor en su voz la
delata. Haciéndome saber que mi presencia aún la aterroriza.

Es valiente hablándome de esta manera, burlándose de mí. Si


ella quiere que muerda, entonces morderé, y lo haré jodidamente
fuerte. Sacaré sangre. Dejaré una cicatriz, porque eso es todo lo que
siempre quise hacer, fue dejar una cicatriz como la que ella dejó en mí.

—Tal vez no estoy por encima de todo, pero definitivamente


estoy por encima de ti —me burlo, inclinándome hacia su cara.

Ella se retuerce en mi mano e intenta apartarme con sus manos,


pero al ser más fuerte que ella, la mantengo fácilmente sujeta a la
pared.

Es como un mosquito, y yo soy un elefante. Si no la quiero fuera,


la aplastaré.

—¿Adónde crees que vas?

Inclino la cabeza, sin importarme mucho su respuesta. No estoy


listo para que este juego entre nosotros termine.

—A mi cuarto, a dormir, ya que finalmente está tranquilo en


esta celda llamada casa. Ahora suéltame, antes de que grite.

Antes de que grite. Mi cabeza se inclina hacia atrás y una


carcajada pasa por mis labios.

—¿Gritar? Adelante. Grita a todo pulmón. A nadie le importa.


Nadie me detendrá. Demonios, nadie creerá una palabra de lo que
digas, ya que eres una mentirosa. Es prácticamente tu trabajo ahora,
mentir y arruinar la vida de la gente. —Su mandíbula se aprieta, sus
labios presionan en una línea firme, y no puedo evitarlo. Me inclino
más cerca, queriendo, necesitando estar más cerca de ella—.
Arruinaste mi fiesta y enviaste a todos a casa, así que ahora puedes
entretenerme el resto de la noche. Sarah nunca llegó a chupar mi
pene, lo cual es una verdadera lástima ya que es muy buena en ello,
pero una boca caliente es una boca caliente y la tuya se ve bastante
bien.

—¡Jódete, morderé tu pene si te acercas a mí!

Mueve su pequeño cuerpo contra el mío en un esfuerzo inútil


por alejarse de mí, pero sólo hace que la desee más. Empujo mi pecho
contra el suyo, siento su corazón acelerado y veo su pulso latiendo
en su garganta.

Mi miembro está duro como una roca, y me inclino, presionando


mi centro en su suave piel. Huele tan bien, y apuesto a que si la besara,
también sabría bien.

¡Maldición, estoy jodido!

Sé que puede sentirlo, la dura cresta atrapada dentro de mis


vaqueros.

Gime y sus ojos miran los míos. Hay una súplica no dicha en
esas verdes profundidades, y no estoy seguro de qué me está
pidiendo... que pare, que siga... que nos saque a ambos de nuestra
miseria.

No estoy seguro de si es el suave gemido, o su pequeño cuerpo


frotándose contra el mío, o tal vez sólo el alcohol corriendo por mis
venas. Tal vez sea una combinación de todos ellos, pero sea lo que
sea, me lleva al límite, empujándome de cabeza por el acantilado hacia
aguas llenas de lujuria.

Mi mente se apaga por un segundo, junto con todos mis


pensamientos fugaces mientras dejo que la reacción de mi cuerpo a
ella tome el control. No me permito pensar en las consecuencias, o
en lo equivocado que es para mí hacer esto. En cambio, dejo que mis
labios encuentren los suyos, chocando contra la suave piel con tal
fuerza que la parte de atrás de su cabeza golpea la pared. Gime de
nuevo, pero me lo trago con la boca. El beso es todo dientes e ira que
arde más caliente que el sol.

No tiene nada de suave, ni de tierno, ni de amoroso. Es crudo, es


poderoso, es el tipo de beso que, por muy cliché que suene, recordaré
el resto de mi vida. Lo siento en mis huesos, en el estruendoso latido
de mi corazón.

Mis dedos se clavan en sus hombros. Quiero marcarla. Dejar


moretones en su piel, pero de manera que nos dé satisfacción a ambos,
y lo haré, pronto, tan jodidamente pronto. Meto una mano en sus
sedosos mechones marrones, inclino su cabeza hacia atrás, mientas
mis dientes muerden su labio inferior lo suficiente como para sacar
sangre. Lastímala. Destrúyela. Me alejo lo suficiente para ver sus ojos
de conejito, veo como se llenan con cantidades iguales de miedo y
excitación.

El aire que nos rodea se carga eléctricamente, nuestros cuerpos


se moldean como dos piezas de arcilla. La beso de nuevo con la misma
ferocidad, pero esta vez ella me devuelve el beso. Sus labios se mueven
hambrientos, como si hubiera estado hambrienta por esta misma
interacción. Esas pequeñas manos suyas pasan de empujarme a
meterme el puño en la camisa y a acercarme.
Sus labios se separan y un gemido femenino los deja. Es ese
sonido que de repente me hace salir de mi lujuriosa neblina.

¿Qué demonios, Vance?

Ella es el enemigo, una mentirosa, una maldita mentirosa. Me


aparto bruscamente, y su cuerpo se hunde contra la pared al perder
el contacto. ¡No! Me pesa el pecho, mis dedos anhelan tocar su piel
de nuevo, para marcarla, pero no puedo. No me debilitaré por esta
pequeña zorra que quiere que piense que es inocente. Esto ha ido
demasiado lejos. Tengo que alejarme de ella antes de perder el control,
antes de cruzar esa línea invisible, la que ya estoy pisando.

Me tambaleo hacia atrás como si estuviera borracho y


endurezco mi mirada.

—Entretenme, estafadora, muéstrame otro uso para esa bonita


boca tuya, además de escupir mentiras.

—Te odio —escupe a través de los dientes apretados y la neblina


lujuriosa disminuye en sus ojos.

Yo también me odio.

Por quererte.

Por odiarte.

Por estar atrapado en esta estúpida casa contigo.

—Vamos, no tenemos toda la noche...

Me siento impaciente.

Estoy tan atrapado en burlarme de ella, en sentir el lametazo de


odio que su presencia me trae, que no me doy cuenta de la bofetada
que viene hacia mi mejilla hasta que es demasiado tarde. Su mano
hace contacto con mi mejilla, y mi cabeza vuela a un lado con el
impacto del golpe.

Mi mandíbula se convierte en acero y mi temperamento se


enciende. Reacciono antes de tener la oportunidad de detenerme. La
alcanzo y mis dedos se enroscan alrededor de su garganta, mi agarre
es sorprendentemente suave por la cantidad de amargura que fluye
por mis venas. La reacción de Ava es de miedo petrificada y empieza
a temblar cuando me inclino hacia su cara, dándole un apretón firme
a su delicada garganta.

—Si vas a ponerle las manos encima a alguien, entonces mejor


prepárate para que te pongan las manos encima.

—No... —dice entre dientes.

—¿Qué? ¿Te hiera? —Inclino la cabeza hacia un lado, mirando


su cara en forma de corazón—. Nunca podría herirte como tú me
heriste a mí, ya has hecho bastante por nosotros dos. Sólo intento
mostrarte una astilla, una fracción del dolor que me hiciste sentir. —
Sintiendo que estoy a segundos de estrellarme y arder, la libero y doy
un paso atrás. Luego me doy la vuelta para alejarme. Ya he terminado.
Terminé con este juego del gato y el ratón.
Su pequeña voz se encuentra con mis oídos un segundo
después.

—¿Qué hice para que me odies tanto? Sólo dímelo, Vance, por
favor. Dímelo para que pueda arreglar esto. Nos estás haciendo sufrir
a los dos por una razón desconocida.

—Mentiste, y como los mentirosos siempre hacen, continúan


mintiendo para cubrir sus mentiras existentes.

—¿Sobre qué mentí?

Hay un alegato adjunto a su pregunta y estoy demasiado


agotado para seguir luchando por esto ahora mismo. Me debilita,
rompe todas mis paredes perfectamente construidas, y me deja
sangrando, siempre sangrando.

—Todo. Todo. Valgo la verdad, después de todo este tiempo me


lo merezco.

Suspiro y empiezo a caminar hacia las escaleras.

—No hice nada... no mentí esa noche... —llora, pero sigo


caminando, cada paso hace más pesado mi corazón, y el nudo de dolor
en mi estómago más fuerte.

Cuando llego a la puerta de mi habitación, hay un indicio de


duda. Y cuando entro en la ducha, se arremolina dentro de mi cabeza,
evocando diferentes pensamientos, y no importa cuánto lo aleje, sigue
volviendo.

—Despierta, Vance. —La voz de mi madre me saca del sueño—.


Despierta, tenemos que irnos.

Se suena la nariz y suena como si hubiera estado llorando.


Cuando abro los ojos y la miro, los anillos rojos alrededor de sus ojos
azules lo confirman. Un nudo de terror se forma en mi garganta.

—¿Qué pasa? ¿Adónde vamos?

—No te preocupes por eso ahora, sólo levántate y vístete, ¿de


acuerdo?

Se limpia los ojos con el dorso de las manos.

Hago lo que me dice, me levanto y me visto de prisa. Mamá y


papá ya han hecho las maletas y antes de que pueda objetar, o incluso
murmurar otra pregunta, estamos en nuestro coche y conduciendo por
la carretera.

—¿Qué está pasando?

La mandíbula de mi padre se aprieta ante mi pregunta y los


sollozos de mi madre se hacen más fuertes desde su lugar en el asiento
delantero.

—Como estoy seguro de que sabes, Laura pilló a Ava entrando a


escondidas en su habitación anoche...

—Sí, lo sé... estábamos jugando un juego, fue estúpido. ¿Qué


pasó? ¿Se metió en problemas? Le explicaré todo a su madre si quieres
que lo haga.
El silencio se instala sobre el coche. Mi madre vino a buscarme
a la casa del árbol diez minutos después de que Ava se fuera. Me dijo
que estaba castigado por un mes, lo cual no consideré un castigo ya que
Ava habría estado allí de todas formas. No entendía realmente por qué
me castigaban. Había hecho cosas peores que escaparme de la casa a
las nueve de la noche.

Sólo asumí que era porque Ava había sido atrapada. ¡Oh, qué
terriblemente equivocado estaba! Siempre recordaré las próximas
palabras que salieron de la boca de mi padre como si estuvieran
grabadas en mi memoria.

—Le dijo a su madre que la obligaste a hacerlo. Que la


amenazaste con robar algunas de las joyas de Laura. ¿Por qué hiciste
eso, hijo? ¿Por qué la amenazaste?

La decepción en el tono de mi padre me atravesó.

Sacudo la cabeza y aparto el recuerdo. Es una mentirosa. De


todas, todas. Sé lo que pasó esa noche, y sé que fue ella.

Ella nos hizo esto, y lo pagará.

Pagará caro.
Capítulo 9

Ava
Los días pasan en una ráfaga. Mi madre y Henry aún no han
regresado a casa y cada segundo que me quedo sola en esta casa
con Vance, otro trozo de mi gastado velo se desmorona. Me está
desgastando, tratando de aplastarme como a una mosca, y se acerca
un poco más a hacerlo cada vez que abre la boca. Una lengua puede
no tener huesos, pero puede romper un corazón de la misma manera
y eso es lo que hace cada vez que me habla, me rompe a mí y a mi
corazón.

Me insulta, me rebana por el medio, me destripa como un pez


hasta que mis entrañas cuelgan y mi corazón derrama sangre por el
suelo.

—Oye, Ava... espera.

Una voz familiar llama desde detrás de mí. Aunque no quiero


parar. Sólo quiero seguir caminando hasta que ya no esté sola, hasta
que empiece a sentirme completa de nuevo. No toma más de un
segundo para que Clark aparezca a mi lado y me veo obligada a
disminuir la velocidad para caminar.

—¿Por qué la cara larga, A?

—¿A? ¿Es un apodo o algo así? No estaba consciente de que


había llegado a ese estado de genialidad todavía.

—Tal vez no en el libro de Vance, pero sí en el mío.

—¿Te ha metido en esto? —cuestiono, deteniéndome en el medio


de la acera.

Clark me rodea parándose frente a mí. Es casi tan alto como


Vance, pero altura aparte, no podrían ser más diferentes el uno del
otro.

Se ríe.

—Dios no, es mi amigo, pero no puede dictar con quién hablo.


Soy un chico grande... un chico muy grande, y tomo mis propias
decisiones.

Está coqueteando totalmente, como la guinda de un pastel, y


aunque no estoy de humor para lidiar con ese tipo de mierda, no puedo
evitar que una sonrisa aparezca en mis labios. Clark trae un pequeño
trozo de felicidad a mi situación.

—¿Te esfuerzas tanto con todas las damas?

Inhala un aliento antes de exhalar, sus manos agarran las


correas de su mochila.
—Normalmente, no. La mayoría de las veces es... Oooh Clark, por
favor, tómame. Oh sí, Clark. Justo ahí... justo ahí... Sus bragas están
en el suelo, sin preguntas.

Resoplo y, sacudo la cabeza.

—Ahora entiendo por qué tú y Vance son amigos.

—¿Y eso por qué? —se burla.

—Porque ambos son arrogantes como el infierno, ligeramente


unos cerdos, y tienen egos del tamaño de sus cabezas.

Clark se estremece como si lo hubiera herido, y me siento mal


por haber dicho lo que hice sin conocerlo realmente.

—Me has herido, A. Me has herido. Y aun así, me intrigas. Vance


te odia, lo que estoy seguro de que ya sabes... —Alarga la mano, agarra
un trozo de mi pelo, dándole vueltas, examinándolo al sol de la tarde
—. Pero yo no... tengo curiosidad por ti. Quiero ser tu amigo. Quiero
conocerte.

—Quieres decir que quieres conocer mis bragas.

Deja caer el mechón, me brinda una sonrisa impresionante,


dientes blancos perfectamente rectos que se ven por detrás de los
labios ligeramente rosados.

—Bueno, por supuesto, soy un chico, y tengo un pene, así que


sí, quiero conocer tus bragas, más bien tu vagina, pero también quiero
conocerte. También podemos ser amigos. Cenemos... podemos ir a
Slice It.

Clark es inofensivo en el gran esquema de las cosas, esto lo sé.


Pero, ¿hacer que me conozca? Eso no puede llevar a nada bueno. Me
muerdo el interior de mi mejilla, la indecisión se mete en mi cabeza.
Es una mala idea, una idea terrible, pero estoy sola, tan malditamente
sola, y estoy cansada de ello. Estoy desesperada por tener alguna
interacción humana, aunque sea con el mejor amigo del enemigo.

¿Qué tan triste es eso?

Clark bate sus pestañas y me da su mejor mirada de cachorro.


No puedo imaginar lo que esa mirada le brinda regularmente.

—¿Esa mirada normalmente te da lo que quieres? —pregunto,


con una ceja levantada.

—Todo el tiempo, cariño —deja salir Clark.

Dándome golpecitos en mi barbilla con el dedo, continúo


sopesando mis opciones. ¿Ir a casa para enfrentarme a una casa vacía,
a y Vance, o ir a cenar con Clark, posiblemente haciendo un nuevo
amigo y disfrutar? No puede ser tan malo, ¿verdad? ¿Qué es lo peor
que pasará? ¿Qué Vance se entere? ¿Y luego qué? No puede herirme
más de lo que ya lo ha hecho.

—Vamos, será divertido. Pizza, conversación interminable, y


podrás relajarte conmigo, ésa es la parte más asombrosa de todas.

Él es... Jesús, es tan egocéntrico.


—Bien. Iré, pero sólo si entiendes que esto es sólo una cena.
Cena como amigos. Sin citas, sin besos, sin sexo. Nada de cosas raras.

Entorno mi mirada y espero a que me responda. Da un paso más


cerca e inhalo su aroma. Atrevido y picante, con trasfondo de vainilla.

—Honor de explorador, princesa —promete, levantando dos


dedos—. Cena, nada de negocios divertidos, aunque ése es mi tipo de
negocio favorito.

—Conmigo no, no lo es.

Intercambiamos números, aunque estoy bastante segura de que


él ya tiene el mío. Creo que todo el mundo lo tiene después de la última
broma de Vance en la que publicó mi número por todo el campus y
en Craigslist. El idiota tuvo a gente reventando mi teléfono toda la
semana pidiendo fotos de desnudos y llamadas de sexo.

—Encontrémonos de nuevo a las cuatro cerca de la cafetería


junto al edificio de inglés —dice Clark, sus ojos chocan con los míos
—. ¿Sabes dónde está, verdad?

Poniendo los ojos en blanco, digo—: Sí, sé dónde está. Estaré


allí. Espero que no te arrepientas de haber estado conmigo.

—Nunca, A. Nunca. —Sacude la cabeza y retrocede un par de


pasos—. Te veré luego —exclama antes de desaparecer entre la masa
de estudiantes que caminan en mi dirección.

Mi teléfono suena en mi bolsillo y lo saco, con los ojos puestos


en el tiempo.

¡Mierda! ¿Cómo diablos me voy a graduar si ni siquiera puedo


llegar a tiempo a clase?

Entramos en la pequeña pizzería unas horas después. El aroma


de la albahaca fresca y el orégano llenan todo el lugar, haciendo que
se me haga agua la boca. Me muero de hambre, mi estómago gruñe
tan fuerte que me sorprende que Clark no pueda oírlo.

—¿Qué tal por ahí?

Clark señala una cabina aislada en la parte de atrás.

—Seguro.

Me encojo de hombros. Me agarra la mano y me arrastra detrás


de él. Miro nuestras manos juntas, no estoy segura de qué pensar.
Es amable, coqueto, sí, pero es inofensivo en comparación con Vance.
Cuando llegamos a la cabina, me suelta la mano y los dos nos metemos
en la cabina y nos sentamos frente a frente.

—Entonces, ¿cómo van las cosas en el frente doméstico? —


pregunta Clark.

Supongo que no hay que hablar sin sentido antes de hacer las
preguntas personales con él. Me pregunto si hace esto en las citas.
¿Si tiene citas? Probablemente no.

—Haces que suene como si fuera una zona de guerra.


Clark se encoge de hombros, sus dientes se hunden en su labio
inferior de esa manera juvenil que parece hacerlo más atractivo.

—Asumiría que vivir con Vance es como una zona de guerra. El


cabrón me vuelve loco a diario y ni siquiera vivimos juntos.

—Bueno, no es fácil, me acosa constantemente, señalando mis


debilidades y agrediéndome verbalmente.

Clark frunce el ceño.

—No es que sea una excusa, no debería intentar herirte como lo


hace, pero Vance estuvo perdido, confundido durante mucho tiempo
después de que te fueras, maldición, todavía lo está.

Por alguna razón eso me sorprende. Soy la definición de perdida


y confundida. Una pensaría que podría reconocerlo a un millón de
kilómetros de distancia, pero Vance no parece sólo perdido y
confundido, parece lívido, enfadado más allá de la incredulidad.

—No solía ser así —digo, sorprendida por lo triste que suenan
las palabras.

Extraño al viejo Vance, extraño a mi amigo. Clark debe captar


mi repentino humor sombrío, porque cambia rápidamente de tema.
Hablamos de las clases, de su último ligue, y de la presión que siente
por su padre para obtener buenas notas, jugar al béisbol y mantener
la imagen de hijo perfecto.

Me alegro de quitarme la atención de encima, y mientras


comemos y seguimos charlando, siento que me estoy acercando a él.
Cuando nos separamos, estoy un poco triste, pero acordamos
encontrarnos pronto. Durante todo el camino a casa estoy sonriendo,
despreocupada, sin ningún peso sobre mis hombros. Pasar el rato con
Clark no fue tan malo como lo había anticipado. De hecho, fue mucho
más divertido de lo que esperaba.

Diez minutos más tarde, estoy en la entrada. Apago el motor,


tomo mi mochila del asiento del pasajero y subo los escalones de
hormigón hasta la puerta delantera. Como un padre que espera a que
su hija sea dejada en su primera cita, Vance abre la puerta antes de
que pueda agarrar la manija de la puerta.

—¿Dónde has estado?

Su tono es condescendiente y la forma en que me mira hace que


mi estómago se convierta en una bola. Ágiles dedos se enhebran en su
brillante pelo negro, parece suave, como la cachemira y quiero tocarlo,
pasar mis dedos a través de él.

—Fuera —gruño, pasando por delante de él y hacia dentro.


Nuestros hombros se tocan brevemente, y mi piel hormiguea, los finos
pelos de mis brazos se levantan en el extremo. Es casi como si me
hubiera alcanzado un pequeño rayo. Lástima que no me haya matado.

—¿Fuera? ¿Fuera dónde? Alguien dijo que te vieron con Clark.


¿Estabas en una cita? ¿Estaba la ladrona mentirosa usando su
apretado sexo para estafar a mi amigo?

Mi boca se abre de golpe, coloreando mis rasgos.


—Disculpa, pero no era una cita, y no usé mi... —Ni siquiera
puedo decir la palabra, estoy tan atónita—. No tuve sexo con él, si eso
es lo que insinúas. No soy una fulana que se acuesta con todos los
tipos que conoce.

Mi mente se fija en Sarah, no soy como ella. No cree que soy


como ella, ¿verdad?

Los ojos verdes de Vance se oscurecen.

—Podrías haberme engañado.

—Eres un imbécil —digo, intentando abofetearlo verbalmente


con mis palabras como lo hace cada vez que abre su estúpida boca.

—Y tú eres una mentirosa.

Da un paso más, el calor de su cuerpo golpea el mío. Su


presencia me marea. No sé si debería abofetearlo o besarlo. Anhelo su
toque, pero al mismo tiempo, no lo hago. Esto, sea lo que sea lo que
está pasando entre nosotros, es agotador.

—Lo que sea, Vance. Pensarás lo que quieras, no importa


cuánto me defienda.

Negándome a darle ni un momento más de mi tiempo, me dirijo


hacia las escaleras. Tengo deberes que hacer y quiero leer un poco
antes de acostarme. Ninguna de esas cosas se hará si me quedo aquí
tratando de defenderme de alguien que se niega a decirme lo que he
hecho mal. Doy dos pasos antes de que su cálida mano me rodee el
brazo y me haga retroceder.

Al chocar con su pecho firme, intento darme la vuelta, pero


Vance es rápido, y usando su altura y cuerpo me domina fácilmente.
Con ambas manos agarra mis brazos, sosteniéndolos detrás de mi
espalda, guiándome a la pared más cercana, sólo me suelta una vez
que mi cara está presionada contra la pared de color crema.

—¿Pensaste en mí cuando te tocó?

Su voz es profunda, y siento mi sexo apretándose alrededor de


nada. ¿Por qué tiene que ser tan estúpidamente guapo, y por qué tengo
que sentirme atraída por él? Me odia, mientras que yo finjo odiarlo
porque la alternativa sería insoportable.

No podemos hacer esto.

No deberíamos hacer esto.

—No me tocó, y no, nunca pienso en ti —miento.

A la mierda. Podría estar a la altura del nombre que me sigue


llamando.

Pienso en ti todo el tiempo.

—Yo tampoco. Nunca pienso en ti.

Sus dedos bajan por mi brazo, y se me pone la piel de gallina


ante su toque. Quiero inclinarme hacia él, dejar que me queme, porque
sé que si me entrego a él, lo hará, me quemará tanto que ni siquiera
me reconoceré cuando acabe conmigo. Su mano cae sobre mi cadera,
y mi pecho se agita, mis pulmones se tensan. Un zoológico entero de
mariposas alza el vuelo en mi estómago.

Oh, Señor.

—¿Te ha tocado aquí?

Esos labios diabólicos de él se aprietan contra la concha de mi


oreja, e inclino mi cabeza hacia atrás contra su firme pecho, mis ojos
se cierran mientras me entrego al placer de su toque. Sus hábiles
dedos rozan la parte delantera de mis pantalones de yoga, y mi
ardiente centro de calor.

—¿Lo hizo? —murmura contra mi piel, y se siente como si


estuviera en llamas, fuego literal. Me está quemando con la punta de
sus dedos, marcando mi carne con su marca.

—¿Estás mojada de necesidad por él, o es todo para mí?

—No —susurro, mi cuerpo canta mientras él pasa su dedo por


la línea de mi bikini y vuelve a mi cadera, tocando la carne allí.

Algo está mal conmigo, algo muy...

Ni siquiera puedo terminar de pensar en eso porque está


metiendo su mano en mis pantalones, sus dedos se mueven sobre el
borde de mis bragas.

—Dime que pare... Dios, por favor dime que pare, Ava.

El hambre vibra en su pecho. Me quiere tanto como yo a él, y


por alguna razón eso me gratifica.

Saber que me quiere y me odia al mismo tiempo. Me hace sentir


poderosa, como si tuviera una oportunidad contra él. La tensión
cuelga densamente entre nosotros, e igual que una banda elástica que
se rompe bajo presión, Vance se rompe, perdiendo su capacidad de
tomar la decisión correcta. Sus dedos se deslizan por debajo de mis
bragas, y yo aspiro un aliento codicioso, sintiendo que nunca podré
volver a respirar.

—Esto está mal... muy mal. Pero se siente tan bien, ¿no? Dime
que se siente bien.

Su voz se prolonga, sus labios chupan un trozo de piel debajo


de mi oreja.

—Sí —admito sin aliento, inclinándome aún más hacia él,


deseando que no hubiera ninguna tela entre nosotros.

Dios, quiero sentirlo. Quiero que me toque. Que lo tome de mí.


Quiero que me muestre cuánto me odia, pero en lugar de sus palabras,
quiero que use sus manos.

Sin avisar, aparta su mano de mi centro rojo y me hace girar


para que estemos cara a cara. Enfrentarnos se siente más íntimo, y
de repente me da vergüenza que mis ojos bajen hacia su bien definido
pecho.

—No mires a otro lado... —me persuade con una mano bajo
mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia arriba, forzando mi mirada a
encontrarse con la suya—. Quiero que me mires a los ojos cuando te
desmorones. Quiero que sientas quién es el dueño de tu placer y tu
odio. Así la próxima vez que estés con él, o con alguien, recordarás
que soy yo quien te hace sentir así, y que siempre seré yo.

Suelta su mano sobre mi barbilla y la mueve a mi cadera,


manteniéndome allí, mientras su otra mano se desliza por debajo de
la cintura de mis pantalones.

Esta vez hay una urgencia en su tacto, no se detiene en mis


bragas, sus dedos se mueven bajo la fina tela como si pertenecieran
allí. Esos gruesos dedos se deslizan por mis ya empapados pliegues y
una malvada sonrisa tira de sus labios.

—Claro que ya estás mojada —dice triunfante como si supiera


que lo estaría.

Una parte de mí quiere poner fin a esto ahora, alejarlo,


demostrarle que no soy tan débil por su toque como él por el mío, pero
no puedo.

No puedo. No puedo hacer nada más que respirar, y sentir,


Señor, sentir. Siento todo, todo de él, cada centímetro.

Con su pulgar, rodea mi nubosidad endurecida mientras su


dedo encuentra el camino a mi entrada. Ha pasado tanto tiempo desde
que dejé que alguien me tocara aquí, desde que me sentí así. No, nunca
me había sentido así antes. He tenido sexo antes, pero nunca me he
sentido así, no con nadie más. No hay comparación, no se parece a
nada que haya experimentado antes.

Mi piel hormiguea en todos los lugares donde me toca. Es como


una tormenta eléctrica, retumbante, grande y poderosa, pero llena de
belleza, incluso en la estela de la destrucción. Estoy tan confundida
por lo que siento, por la forma en que me hace sentir. Quiero apagar
las emociones, olvidarme de él, pero no puedo. No puedo dejarlo ir
más de lo que puedo desenredar nuestro pasado.

Mis pensamientos se alejan flotando como nubes en el aire.


Estoy mareada por la necesidad y cuando inserta un segundo dedo
estirándome de forma deliciosamente lenta antes de añadir presión a
mi clítoris, sé que nunca volveré a ser la misma.

Es demasiado, demasiado rápido.

Sus dedos están dentro de mí.

Mis pantalones se sienten pesados.

Mis ojos se cierran involuntariamente, mientras las sensaciones


aumentan.

—Abre los ojos —ordena y sus dedos escarban en mi cadera


de forma posesiva—. ¿Cuánto tiempo has estado esperando para que
te toque? ¿Días, semanas? ¿Cuánto tiempo has querido esto, me has
querido dentro de ti, poseyéndote?

Dios, por favor, haz que se calle.

—Te odio —murmuro.


Deseo tener la fuerza para alejarlo. Pero no la tengo, ni física ni
mentalmente. Me tiene agarrada, y estoy atrapada en su trampa, una
víctima involuntaria de su odio, y de su rabia.

—Te odio más —gruñe, sus labios están tan cerca que casi me
besa.

Nos miramos a los ojos, su mirada es dura, pero está rebosante


de necesidad que definitivamente refleja el empuje de sus dedos, yendo
aún más profundo dentro de mí, girando y golpeando un punto que
nadie más ha golpeado antes.

Tengo que concentrarme mucho para mantener los ojos abiertos.


Tengo tantas ganas de cerrarlos, dejar que mi cabeza caiga contra la
pared, y simplemente ceder al placer por completo, pero no lo haré.
No le daré esa clase de poder.

Con su pulgar en mi clítoris, presionando el pequeño manojo de


nervios, continúa metiendo sus dedos profundamente dentro de mí,
su ritmo aumenta, volviéndose furioso con cada segundo que pasa. El
sonido de sus dedos deslizándose a través de mi excitación llena mis
oídos. Es erótico y me recuerda aún más lo mucho que lo desprecio.

La calidez se reúne en lo profundo de mi corazón, y sé que estoy


cerca. A juzgar por la sonrisa de sus labios, él también lo sabe.

Bastardo.

—Libéralo, Ava... hazlo sobre mis dedos. Quiero sentir que me


aprietas.

Sus palabras me hacen enojar. Los dedos de mis pies se


enroscan en mis botas y un hormigueo atraviesa mi columna
vertebral. El inminente clímax me reclama con venganza. Incapaz de
mantener mis ojos abiertos un segundo más, se cierran y ruedan hacia
la parte de atrás de mi cabeza, mientras un fuerte gemido sale de mi
garganta.

Todo mi cuerpo se tensa, mi sexo se aprieta en sus dedos como


él quería, pero no me importa, ni que hayamos cruzado una línea ni
que lo haya escuchado.

Ahora mismo, no me importa nada. Me siento como si estuviera


drogada, mi mente llena de endorfinas, mis músculos sintiéndose
como si pasaran por un masaje de tejido profundo o algo así. Si no
estaba agotada antes, lo estoy ahora.

Mis rodillas se tambalean como las de un cervatillo recién


nacido y casi se doblan debajo de mí cuando me suelta. Vance espera
como un perfecto caballero hasta que mi sexo deja de latir y los últimos
temblores de mi orgasmo me han atravesado antes de quitarme la
mano y soltarme la cadera. Casi gimo por la pérdida de su toque pero
me paro un segundo antes de hacerlo.

Tengo que apoyarme contra la pared para evitar caerme. Me


llevo una mano al pecho, trato de estabilizar el músculo que late como
loco dentro de él.

De alguna manera obligo a mis ojos a abrirse y descubro que


sigue de pie delante de mí, con los ojos brillantes y una notable
erección presionando su cremallera. Por alguna razón, esperaba que
ya se hubiera ido, que tal vez había inventado todo esto en mi mente.

Pero ahí está, mirándome como se recupera de un orgasmo que


me dio.

—De nada —dice gallardamente, con una sonrisa en los labios


mientras hace esa cosa extraña y sexy que hacen los chicos cuando
se frotan el pulgar sobre el labio inferior—. La próxima vez, espero que
me devuelvas el favor.

—Jódete. —Las palabras pasan por mis labios en un susurro.


Estoy demasiado cansada para luchar con él ahora mismo—. Y esto
no volverá a suceder. Tú. Yo. Nosotros. Sea lo que sea. Está hecho. No
te dejaré hacer esto de nuevo.

Se lame los labios e inclina la cabeza hacia un lado,


estudiándome.

—¿No me dejarás o no quieres que lo haga de nuevo? Hay una


diferencia y como siempre he dicho, una vez que se es mentiroso,
siempre se es mentiroso. Quieres esto, me quieres a mí, y que me
condenen si no me alimento de tu mayor debilidad. Habremos
terminado cuando yo diga que hemos terminado.

Mi boca se abre para escupir otro comentario inteligente, pero


no tiene sentido, porque tiene razón soy una mentirosa, y quiero que
lo que acabamos de hacer vuelva a suceder. Quiero su miembro... su
mano, sus labios.

No se queda para escuchar si digo algo más, en cambio, se da


la vuelta y sube corriendo la escalera dejándome sola con mi cuerpo
y pensamientos traicioneros.

Soy una mentirosa, una gran mentirosa, porque me estoy


enamorando del matón, mi hermanastro.

Capítulo 10

Vance
No puedo creer que el cabrón llegue tan tarde. Clark suele ser
muy quisquilloso con la puntualidad y dijo que se reuniría conmigo
aquí a las ocho. Son casi las nueve y no ha aparecido, ni siquiera me
ha enviado un mensaje. La fiesta está en pleno apogeo a mi alrededor.
Los compañeros de universidad están de fiesta, bailando, bebiendo, y
demonios, incluso algunos están teniendo sexo.

Normalmente, estaría en medio de todo esto, pero hoy no estoy


de humor.

No he estado de humor para nada últimamente.

Sólo puedo pensar en ella. Está en mi cabeza, bajo mi piel, en


cada uno de mis pensamientos. La única razón por la que vine aquí
fue para pasar el rato con Clark y a emborracharme, pero en lugar
de eso he estado sentado en este sofá, con una cerveza caliente en la
mano durante la última hora escuchando a Sarah decir que su familia
no va a ir a los Hamptons este invierno porque su abuela se rompió
la cadera. Su voz es como uñas en una pizarra y estoy a segundos
de tirar mi cerveza sobre ella, sólo para ver si eso la hace callar por
un segundo.

La voz de Sarah eleva mi ira hacia Clark. Maldito imbécil,


dejándome plantado.

Va a tener que besarme el trasero para que deje pasar ésta, y su


excusa, mejor que sea jodidamente épica. Mi mirada se desliza por la
habitación. Veo a un par de jugadores de fútbol que conozco, y a un
grupo de idiotas del equipo de béisbol. La mayoría de ellos son amigos
de Clark, no es que no quieran salir conmigo, pero no son realmente
mi tipo de gente.

Paso una mano por mi pelo en la frustración y suspiro. Debí


quedarme en casa y acosar a Ava, lo que hubiera sido más divertido
que estar sentado aquí, solo, con Sarah. Estoy a cinco segundos de
dejar la fiesta y emborracharme solo en mi casa cuando lo veo al otro
lado de la habitación dirigiéndose hacia mí.

Se mueve entre la multitud, saludándome cuando me ve. El


alivio me inunda, gracias a que por fin está aquí, y luego veo a alguien
que se acerca por detrás de él. Mi sangre se convierte en hielo en mis
venas.

Tienes que estar bromeando.

Se acercan más y me doy cuenta de que Ava no sólo está


caminando detrás de él, sino que también le toma de la mano.

Le está tomando la puta mano.

En cuanto Ava me ve, saca la mano de Clark, como si no quisiera


que los viera juntos. Demasiado tarde.

—Lo siento, amigo, sé que llego tarde. Tuve que convencer a ésta
chica para que viniera conmigo —dice, enganchando un pulgar a Ava.

—¡Se suponía que estarías aquí hace una hora! —grito en su


cara, mientras la rabia se apodera de mí.

Por el rabillo del ojo, veo a Sarah alejándose de mí. Estoy seguro
de que parezco un idiota ahora mismo.

—Guau, amigo. Cálmate. —La mirada de Clark se amplía al


levantar sus manos de una manera no amenazante—. Lo siento, ¿de
acuerdo? Ya estoy aquí. No sé por qué es tan importante de repente,
no es que no haya llegado tarde antes.

—No, no está bien, maldición. No soy una puta que se va a


sentar aquí a esperarte. Y hablando de putas, ¿qué demonios está
haciendo aquí?

Miro más allá de Clark y mis ojos se encuentran con la mirada


aguda de Ava. Su espalda se endurece, y por alguna estúpida razón,
estoy orgulloso de ella, orgulloso de verla de pie tan alta, una linda
florecita entre la maleza.
—Van, siéntate y cállate. Te estás comportando como un
imbécil. Más de lo normal.

Trata de calmarme con una broma, como si fuera uno de sus


compañeros de bromas o algo así y eso sólo alimenta mi ira.

—No me digas qué hacer —gruño, levantándome del sofá.

Clark me mira como si fuera dramático y mi ira apenas


contenida se desborda. Le doy un empujón en los hombros y lo veo
tambalearse hacia atrás y hacia la multitud.

Hemos peleado antes, pero nada como esto, y definitivamente


no por una chica. Sus ojos se abren mucho, su boca se abre de golpe
como si no pudiera creer que lo haya empujado.

Créelo, amigo.

Me mira como si esperara una disculpa, pero debería saberlo.

No me disculpo, con nadie, y ciertamente no voy a empezar con


él. Cuando no digo nada, sus ojos se entornan y la sorpresa da paso
a la ira. Doblando mis manos en puños, me preparo para una pelea.

—¿Qué carajos te pasa?

—¿Yo? Eso es gracioso, Clark —me burlo—. Me abandonaste


por una vagina. —Mis ojos se dirigen a los de Ava mientras digo mis
próximas palabras—. Y ni siquiera es una buena vagina.

Tengo que tragar la bilis que sube por mi garganta, quemando


un camino de fuego hasta mi esófago. Demonios. Soy un imbécil.
Mirando a Ava, veo la herida en sus ojos un momento antes de que se
dé la vuelta y se aleje de nosotros.

—Mejor corre tras ella antes de que abra las piernas para otro
—me burlo de él, queriendo que me golpee, que me estrangule.

—Vance.

El tono de Clark es una advertencia, pero estoy demasiado lejos


para que me importe.

¿Por qué demonios la está defendiendo de todos modos? ¿Para


meterse en sus pantalones? Podría elegir a cualquiera de las chicas de
esta habitación, pero no, quiere a la que se ha incrustado bajo mi piel.
La que me está volviendo loco. No se trata sólo de que llegue tarde, es
mucho más que eso, pero no voy a decirle eso.

No, maldición.

—Contrólate —se burla, y ahí es cuando mi última pieza de


contención se desmorona.

Sin pensarlo, sin piedad ni cuidado, aprieto el puño y golpeo a


mi mejor amigo en la mandíbula.

Su cabeza gira ante el impacto cuando mis nudillos rozan su


pómulo. El dolor se dispara a través de mi mano y sube por mi brazo.
Mi puñetazo habría noqueado a la mayoría de los chicos, pero no a
Clark. Ni siquiera se endereza del todo antes de golpearme, su golpe
aterriza en un lado de mi cara. El dolor explota en mi mejilla, y me
encanta. Usándolo para alimentar mi ira aún más, me balanceo de
nuevo hacia él, pero él es más rápido y en cambio me da en las
costillas.

El golpe saca el aire de mis pulmones. Bastardo. La multitud que


nos rodea forma un pequeño círculo, la gente canta nuestros nombres
como si fuéramos luchadores profesionales de MMA. La energía en la
habitación alcanza un peligroso nivel. Sólo consigo un golpe más, un
gancho de izquierda en la nariz antes de que dos tipos me agarren por
detrás, tirando de mí hacia atrás.

Tomo mis brazos hacia atrás, listo para golpear a los bastardos
que se aferran a mí cuando veo a dos tipos más haciéndole lo mismo a
Clark, haciendo que todo lo que hacemos ahora es mirarnos fijamente
con dagas. Mirando a Clark, puedo ver que está enojado, como un toro
en una tienda de porcelana, listo para destruir, lo he provocado. Pero
también me provocó a mí, trayéndola aquí, antagonizando mi ira.

Sabe lo que me hizo, y cuánto daño me hizo, y aun así la trajo,


mostrándola como si fuera un trofeo.

Nos separan, arrastrándome por la puerta principal antes de


depositar mi trasero en el césped.

—Maldición —murmuro en voz baja.

Cuando finalmente me sueltan, me giro, levantándome desde el


césped, con los labios enroscados, con las manos en forma de puños
apretados, listo para luchar. Le daré una paliza a estos imbéciles en
vez de a Clark, me digo a mí mismo. Eso es hasta que veo que son
Remington y Thomas, dos de los mayores imbéciles de North Woods
mirándome fijamente.

Tal vez uno de ellos podría manejarlo, pero dos, de ninguna


manera. Thomas es grande, pero no tiene la resistencia que sé que
tiene Remington. Puede que esté enfadado, pero no soy estúpido.

—No sé qué diablos pasó entre tú y Clark, pero no puedes ir por


ahí golpeando a la gente en la cara. Y te advierto que no volverás a
entrar en la casa hasta que te calmes. Si tengo que volver a separarlos,
les patearé el trasero a ambos.

Nunca había visto a Remington tan enojado antes, hay una vena
que sobresale a un lado de su cuello y tengo la sensación de que si
Jules, su novia, no estuviera parada a un metro y medio, me patearía
el trasero, pero ya que lo está, supongo que es mi día de suerte.

—¿Qué pasa con Clark? —pregunto, preguntándome si está


recibiendo el mismo tratamiento que yo.

Ahora que estoy lejos de Ava, su aroma floral no se pega a mis


fosas nasales como la miel, puedo pensar de nuevo.

Mierda. La he cagado. Soy un maldito amigo horrible.

—Se está calmando en el patio trasero. Eres más que bienvenido


a volver cuando termines con... lo que sea esto, y si quieres hablar,
bueno soy todo oídos. Sé lo que es estar enfadado, hirviendo de rabia.

—Bien. —Sacudo mis hombros, tratando de aflojar la tensión


de mis músculos. Remington me mira fijamente, como si me estuviera
psicoanalizando. Me enteré de lo que pasó entre él y Jules, la apuesta
salió mal.

Tal vez piense que soy como él, o como él solía ser. No lo sé, pero
no me gusta la forma en que me está mirando ahora. Como si pudiera
de alguna manera arreglar esto, o arreglarme. Como si pudiera oír mis
pensamientos proyectados en él, toma la mano de Jules y vuelve a la
casa con Thomas.

Al fin solo, respiro profundamente para limpiar la licuadora,


también conocida como mi mente. No debería haberle pegado, lo sé,
pero estaba enfadado, demonios, todavía lo estoy. Aun así, no se lo
merecía. Nadie se merece tener que lidiar con mi mala actitud esta
noche.

Tragándome el orgullo, camino por la casa y encuentro a Clark


sentado en una silla de jardín en el patio. Frunce el ceño cuando me
ve venir hacia él, pero no dice nada. Probablemente piensa que voy
a pegarle otra vez. Tomo la silla más cercana a él y me preparo para
disculparme, abro la boca para hablar cuando la puerta corrediza del
patio se abre y Ava sale, sosteniendo dos bolsas de hielo en sus manos.

Se acerca, y esta vez no puedo evitarlo, mis ojos se posan sobre


su cuerpo, los vaqueros ajustados que abrazan su trasero y sus
piernas como un guante, lo bien que luce con la simple camiseta de la
NWU. Su mera presencia me rompe, y la odio. Odio ser débil por ella,
débil por el enemigo. Todo lo que puedo pensar es en lo fuerte que
su sexo apretó mis dedos la otra noche, lo preparada que estaba para
mí. Sé que es débil conmigo, como yo lo soy con ella, pero no puede
suceder, no sucederá, nunca más.

Nos da una a cada uno, pero me niego a tomarla. Me niego a


tomar nada de ella. Ni siquiera le habría dado un puñetazo a Clark si
no fuera por ella. Me vuelve loco de necesidad, de celos, de rabia. Clark
no tiene problemas en tomar su bolsa de hielo y sostenerla en su
mandíbula mientras se inclina hacia atrás en la silla, con una
expresión de vacío en su cara.

Lo bueno de Clark es que, a diferencia de mí, no guarda rencor.

—Vance, sólo toma la maldita bolsa de hielo, tu cara ya se está


hinchando —regaña Ava, sosteniendo el hielo en mi cara como si
realmente le importara.

Pff, no le importa una mierda. Le encantaría verme caer, le


encantaría verme roto. Enojado, y como un bastardo inmaduro, le
quito la bolsa de la mano, viendo cómo se derrama en el patio. Ella
jadea, dando un paso atrás.

Jesús, me estoy volviendo loco.

Debería tomarla ya, sacarla de mi sistema. Tal vez si tenemos


sexo lo suficientemente fuerte, pueda sacarla directamente de mi
mente.

—¿Piensas que sólo porque te hice el favor de darte un orgasmo


una vez, de repente somos amigos? ¿Qué quiero tu ayuda? Lo que
hicimos no significa una mierda... no significas una mierda. Aléjate de
mí, o haré que te alejes, y créeme que no quieres que tenga que hacer
eso —grito, sólo quiero que se vaya, muy, muy lejos.
Sus mejillas se vuelven de un tono rosado oscuro y sé que la he
avergonzado, le hecho daño profundamente. Y por segunda vez hoy, he
dejado que se aleje de mí cuando todo lo que quiero hacer es atraerla,
mantenerla cerca. Sacudo la cabeza antes de dejar que mi cara caiga
en mis manos.

Soy la definición de un jodido desastre caliente ahora mismo.

—¡Mieerda! No puedo creer que no haya visto esto antes. —Clark


se ríe a mi lado, el ruido me sorprende—. Tienes algo con ella.
Demonios, quizás incluso más que algo, considerando lo loco que has
estado actuando. Ahora tiene sentido. Nunca has tratado de
golpearme, y hemos compartido chicas muchas veces y nunca hemos
peleado, no hasta ella.

Se detiene por un momento, habiendo armado mi jodido


rompecabezas de vida.

—Estás enamorado de ella.

—La odio —murmuro en mis manos, más para mí, pero Clark
me escucha.

—¿Estás seguro de eso? ¿Realmente la odias o intentas odiarla?


Suena como si intentaras convencerte a ti mismo, incluso más que
todos los demás. Está bien quererla. Es atractiva, divertida y súper
inteligente.

Escuchar a Clark hablar de ella como si la conociera me irrita.


Debería ser yo quien la conociera, quien saliera con ella, quien la
tomara de la mano. Pero estoy demasiado anclado al pasado. Ella
sigue diciéndome que no sabe de qué hablo y poco a poco empiezo
a dudar de lo que creo que es la verdad. Nadie puede sostener una
fachada tan buena, ni siquiera ella. Puede que sea una actriz, pero
cuando llora, sus lágrimas son reales, cuando la hiero con mis
palabras su dolor es real. Cada emoción que proyecta en mí es real.

—Ya no lo sé —suspiro.

Aunque esté diciendo la verdad y no me acusara esa noche.


Aun así, pasé cinco años odiándola. No puedo borrar ese tiempo, ni
tampoco puedo borrar cómo la he estado tratando las últimas
semanas.

—Mira, si hubiera sabido que sentías algo por ella no habría


intentado meterme en sus bragas, no es que piense que me hubiera
dejado de todas formas. Ella parece ser inmune a mi encanto. Es
exasperante como el infierno, por cierto. Nunca he conocido a una
mujer a la que no pudiera quitarle las bragas. —Se ríe suavemente—.
No tiene ojos para mí, Van. Tiene ojos para ti. Lo veo, claro como el día.

Resoplo, me vuelvo hacia él, haciendo una mueca por el moretón


púrpura que se está desarrollando en su mejilla.

—¿Entonces por qué sigues saliendo con ella?

No es propio de Clark andar con una chica a menos que le den


un pedazo de trasero. Incluso entonces, las toma y sigue su alegre
camino. Las mujeres son prescindibles para Clark y él sólo va por las
más fáciles.
Es un tipo de tengo éxito y te dejo, y es tan serio que ha
prometido no enamorarse nunca. Quiero decir que soy un idiota, pero
incluso yo sé que algún día me enamoraré. Es inevitable.

—Honestamente, es muy divertido salir con ella. Es la primera


chica con la que realmente disfruto teniendo una conversación. Y una
de las pocas personas que puede ver a través de mi mierda. No le
importa su maquillaje o su pelo, y es honesta, casi tan honesta que
duele. Me gusta... pero no me gusta. La veo más como a una amiga,
¿sabes?

Dejo que mis ojos se cierren momentáneamente. Sabría estas


cosas si sacara la cabeza de mi culo, si lo intentara. Joder, mi corazón
parece estar tenso dentro de mi pecho. La idea de dejar ir el dolor
que me causó. Se siente como si estuviera decepcionando a mi madre,
decepcionando a mi padre, aunque no merezca ni un gramo de mi
compasión, ya no. Sí, nos recuperamos de eso, pero tuvimos que
perderlo todo para llegar aquí.

—No creo que pueda dejarlo pasar, Clark. Mi admisión se siente


como si me quitaran un peso de los hombros, pero es sólo un peso...
aún hay cientos más.

—Creo que es necesario. Aferrarse a ese tipo de ira, te carcome.


Han pasado cinco años, es hora de dejarlo ir. Además, deberías hablar
con ella sobre ello. Pregúntale qué pasó esa noche. Su versión de todo
esto. Tal vez hay más de la historia que no conoces.

Mi cara es de funeral. Hace que suene como si supiera algo que


yo no sé, pero no lo sabe. Lo que sea que le haya dicho Ava, es una
mentira. Mis padres me dijeron lo que ella hizo, y no me mentirían...
¿verdad?
Capítulo11

Ava
Alan, un amigo de Remington y Jules, me da otro trago y lo tomo
tan rápido como el último. El licor arde menos esta vez, mi cuerpo se
adormece lentamente. Ahora sé por qué la gente bebe sus problemas,
porque el alcohol te hace olvidar. Es todo lo que quiero. Olvidar...
dejarlo ir. Esto es lo que necesito, beber mis problemas con mis amigos
como un estudiante universitario normal. Olvidar a Vance, a mi
madre, y mi seriamente jodida vida.

—¿Estás bien? —pregunta Jules, poniendo una mano en mi


brazo.

Su toque es suave, y he llegado a ver a Jules como a la gallina


madre. Siempre nutriendo, cuidando y siendo solidaria. Es la mejor
amiga que he deseado tener durante los últimos cinco años.

—No, pero lo estoy logrando —digo, haciéndole un gesto a Alan


para que me dé otro trago.

El chico sería un excelente camarero.

—Ignóralo, es un hombre, y los hombres son idiotas a veces.

—Chica, ojalá fuera tan fácil. Es difícil ignorar a alguien que


vive bajo el mismo techo que tú, de hecho, al otro lado del pasillo, y
luego va a la misma universidad.

—Lo siento, Ava. —Jules hace pucheros—. Siempre puedes


venir a pasar el rato conmigo si necesitas alejarte. Remington y yo
vivimos justo fuera del campus. Está literalmente a una o dos
manzanas de distancia. También tenemos un dormitorio libre.

—Gracias. De verdad, acabamos de conocernos y ya eres una


buena amiga. Por una vez, estoy agradecida de que Vance haya hecho
algo estúpido, porque me llevó a ti.

—En cualquier momento, y confía en mí. —Se inclina, su voz es


un susurro, casi como si no quisiera que nadie la escuchara—. Puede
parecer que no va a mejorar ahora, pero el año pasado estuve en tu
lugar. Me había mudado aquí después de que mi padre y mi hermano
murieran en un accidente de auto. No tenía a nadie. Estaba sola y
necesitaba un amigo, y no ayudaba que tuviera otros problemas. —
Sus ojos se dirigen a su muy protector novio que está de pie a no
menos de un metro de distancia en todo momento—. Así que sí, lo
creas o no, sé cómo te sientes.

—Oh Jules, lo siento mucho.

Frunzo el ceño y la abrazo. Su abrazo es cálido, y me recuerda


por qué extraño tanto los abrazos. Son como el pegamento que te
mantiene en los días malos.
—¿Otro trago, señorita? —grita Alan por detrás de mí y suelto a
Jules y me doy la vuelta, a segundos de decirle que mejor me detenga,
ya que siento el calor que se me sube a las mejillas.

Pero entonces atrapo a Vance mirándome fijamente con dagas


de hielo desde el otro lado de la habitación. También lo he estado
observando, y no ha bebido ni una sola gota de cerveza o licor. De
hecho, no ha hecho nada más que sentarse en un rincón de la
habitación a meditar.

Imbécil. Como un acto de desafío, me acerco a Alan, pasando


una mano por su brazo. El toque es inocente, pero aun así sé que está
mal. No me gusta Alan, es guapo, sí, pero no es Vance. Eso no importa
en mi mente en ese momento. Todavía lo toco, sólo para sacarle un
poco de Vance, para mostrarle que hay otras opciones para mí.

—Claro, tomaré uno más —arrullo, sonriéndole. Le quito el


trago de la mano y me lo llevo a los labios. El líquido claro se desliza
contra el borde y sobre mi labio inferior. Saco la lengua, lamo el líquido
amargo, mientras una expresión agria transforma mis rasgos.

La mirada de Alan parece lava mientras sigue el movimiento de


mi lengua. Tomo un enorme trago de cerveza del vaso en mi mano.
Mis piernas se balancean, el alcohol se hunde fuertemente en mi
estómago. Me tomo el resto de la cerveza y considero tomar otra
cuando Alan abre la boca para decir algo.

—¿Quieres bailar? —pregunta, extendiendo su mano hacia mí.

Normalmente diría que no, pero los tres chupitos y toda la


cerveza que he bebido arremolinándose en mi estómago me dan una
sensación borrosa y feliz y sólo quiero divertirme y estar
despreocupada. Quiero olvidarme del imbécil de enfrente y si puedo
hacerlo bailando con alguien más, lo haré.

Tomo su mano firme, trato de ignorar la sensación de los ojos


de Vance sobre mí mientras caminamos hacia la improvisada pista de
baile en el centro de la sala de la fraternidad. Una canción pop llega
a todo volumen por los altavoces. No es un material de baile lento,
pero lo aprovechamos al máximo. Alan me toma de la mano mientras
baila conmigo. Se siente bien, pero no se parece en nada a cuando
bailé con Vance.

No hay electricidad entre nosotros, ni chispa, ni fuego. Alan


parece no darse cuenta o tal vez no le importa, no lo sé. Se acerca
más, tirando de mí hacia su pecho, sus manos se mueven hacia mis
caderas mientras bailamos. Quiero divertirme. Quiero olvidarme de
Vance y quiero que Alan me guste, pero no puedo. No importa lo guapo
que sea, no es Vance.

Esto parece un error. Bailar con alguien mientras se piensa en


otra persona, se siente mal, como si estuviera poniéndole los cuernos,
lo cual es ridículo ya que Vance y yo no somos más que enemigos
mortales y estamos muy lejos de ser una pareja. Estoy a punto de
excusarme educadamente, la vergüenza me envuelve, cuando Vance
aparece de la nada y envuelve su mano en mi muñeca suavemente.

—Es hora de ir a casa —grita sobre la música, tirando de mí


lejos de la pista de baile.
—¿Hablas en serio?

Alan hace la pregunta que se alojó en mi garganta.

—Mucho. Ahora vamos, Ava —ordena, sus ojos verdes


atravesando los míos.

No le presta atención a Alan y estoy agradecida por ello. No


quiero que estalle otra pelea.

—Está bien —le digo a Alan, que me mira con desagrado—. De


verdad, está bien, quiero irme a casa de todos modos —le tranquilizo.

Alan frunce el ceño, pero me libera, dando unos pasos atrás


antes de despedirme. Vance tira de mi brazo y le sigo, aunque no
puedo hacer nada. Me siento mal por no despedirme de Jules, pero
supongo que siempre podré disculparme después. En cuanto salimos
y el aire fresco me golpea, mi cabeza empieza a dar vueltas. Presiono
una mano sobre mi estómago para evitar que el contenido dentro se
desparrame.

Tal vez tres tragos en diez minutos no fue una gran idea. El
ritmo de Vance se ralentiza cuando se da cuenta de que mis pasos se
están volviendo inestables. Se gira y me rodea con un brazo alrededor
de la cintura, arrastrándome contra su costado. Se siente bien, más
de lo que esperaba, especialmente después de la forma en que actuó
esta noche. Una chica lista lo empujaría, le diría que se jodiera, pero
yo no soy lista. Estoy destrozada, tan horriblemente destrozada.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, dándome cuenta de que


estoy arrastrando las palabras un poco. He estado borracha tal vez
dos veces en mi vida. Otra vez en el instituto con uno de mis amigos,
también fue la noche en que perdí mi virginidad.

—Ayudándote a llegar al coche.

Su brazo se aprieta a mi alrededor y el cosquilleo familiar que


siento cada vez que me toca zumba a través de mí. Quiero que siga
tocándome, que me diga que todo va a estar bien. No estamos ni a
mitad de camino en el patio delantero cuando una voz familiar grita
mi nombre.

—¡Ava!

El sonido es profundo, varonil y nos detiene en seco. Vance nos


da la vuelta para que nos dirijamos al dueño de dicha voz. Mis ojos se
iluminan cuando veo a Jules y Remington caminando hacia nosotros.

En serio, son las personas más dulces de la historia.

—¿Adónde crees que la llevas?

Rem le pregunta a Vance, pero suena más como una acusación


que como una pregunta. La preocupación le arruga la frente y me
pregunto si cree que Vance va a hacerme daño o algo así.

—A casa.

Es todo lo que dice Vance. Es obvio que no le importa explicarse,


y supongo que no debería hacerlo. Puede que sea un capullo, incluso
un imbécil, pero no es de los que se aprovechan de una mujer.
Dándoles la espalda, empieza a caminar de nuevo, acercándome
aún más. Me siento protegida, segura, y por un solo momento, me
inclino hacia su toque. Mi nariz presionada contra su camisa. Huele
a jabón y a especias como clavo y canela.

—Sí, no lo creo, niño bonito. No está a salvo contigo, necesito


recordarte tu pequeño arrebato de antes. No puedo permitir que te
vayas con ella y mantener la conciencia tranquila.

Ante las palabras de Rem, Vance se pone tieso, cada músculo


de su cuerpo se tensa. Inhala un aliento agudo, casi como si tratara
de calmarse.

Mierda. Esto es malo. Me preparo para la pelea que estoy segura


de que vendrá, sólo que esta vez será contra Remington y no habrá
nadie para separarlos. Al contrario, empiezo a alejarme pero me
sorprendo cuando Vance hace lo contrario de lo que esperaba.

Se gira con calma y dice—: Siempre estará a salvo conmigo.


Nunca dejaría que le pasara nada. Podré decir mierda, hacerle daño
verbalmente, pero nunca me aprovecharía de ella o le pondría una
mano encima. Soy un maldito hombre, y los hombres no se
aprovechan de las mujeres.

Bueno carambola, ¿dónde está este tipo todo el tiempo?

No estoy segura de qué es lo que más me sorprende, las palabras


que salieron de la boca de Vance o que sonara como si realmente se
preocupara por mí. Hay una extraña clase de convicción en su tono
que me hace imposible negar que está diciendo la verdad.

Demonios, debo estar más borracha de lo que sospecho si estoy


pensando que Vance realmente se preocupa por mí. Probablemente
estoy malinterpretando la situación. ¿Qué otra explicación podría
haber para su comportamiento bondadoso?

—Te tomo la palabra, Van. Si escucho que la molestas, o que la


lastimaste de alguna manera, te reacomodaré la cara con mis puños.
¿Entendido? —advierte Rem.

Es tan protector, Jules tiene mucha suerte de tenerlo.

—Entendido —gruñe Vance, dándoles la espalda, empezamos a


alejarnos de nuevo.

Con cada paso hacia el auto, mis piernas se debilitan, mis


rodillas se juntan. El agotamiento se filtra en mis poros. Incapaz de
detenerme, me inclino cada vez más hacia Vance hasta que mi cabeza
se apoya en su hombro.

Esto se siente bien, perfecto incluso.

Cuando por fin llegamos al coche, me abre la puerta y me ayuda


a entrar. Estoy tan cansada y mareada que apenas puedo mantener
los ojos abiertos. Mis ojos se cierran, y me digo a mí misma que sólo
voy a dormirme unos minutos, pero la próxima vez que abro los ojos,
ya estamos aparcados en la entrada de la casa.

Vance abre la puerta del lado del pasajero y extiende su mano


hacia mí. Pestañeo, mirándole con los ojos muy abiertos. ¿Por qué me
está ayudando? No le importo, así que ¿por qué?
—¿Qué...? —inclino mi cabeza a un lado, inspeccionándolo.

—O tomas mi mano y me dejas ayudarte o te tiro sobre mi


hombro y te llevo dentro. Es tu elección y no tardes en decidirte o yo
elegiré por ti.

Su voz es inusualmente suave, y me atrevo a decir que tranquila.


Es tan raro que sea amable y gentil que casi me preocupa que esto
sea un sueño. Un sueño del que no quiero despertar.

—¿Estoy dormida? —susurro, poniendo mi mano en la suya.

Su mano está caliente y me estremezco al contacto.

Riendo suavemente, dice—: No, no estás durmiendo. ¿Por qué


preguntas eso?

Me ayuda a salir del auto y a ponerme de pie sobre mis


tambaleantes piernas antes de cerrar la puerta.

—Porque estás siendo amable conmigo y nunca lo eres. Prefieres


apuñalarte en el ojo con un tenedor que ser mi amigo. Admítelo, lo
harías.

En voz baja, susurra—: Estoy pensando que tal vez me


equivoqué contigo.

¿Equivocado sobre mí? Por supuesto que está equivocado sobre


mí. Me ha estado culpando de algo misterioso desde que llegué aquí,
hiriéndome con sus palabras, y dándome un serio latigazo con su
actitud caliente y fría. Cree que sabe por lo que pasé para llegar aquí,
pero no tiene ni idea, así que sí, está equivocado. Muy equivocado.

Me acompaña hasta la puerta principal y la abre sin dejarme ir.


Estoy un poco más despierta y un poco menos borracha ahora que he
dormido una siesta corta y he tomado un poco de aire fresco.

—¿Qué pasa entre nosotros? —dejo escapar antes de poder


detenerme.

Vance es de repente tan diferente. Menos enfadado y


melancólico, pero no puedo entender qué ha cambiado aparte de su
actitud. Es casi como si estuviera reprimiendo sus sentimientos. ¿Está
enfermo? ¿Se ha golpeado la cabeza? Es como si fuera el viejo Vance,
como si fuera mi amigo y no mi enemigo.

Oh, Dios, tal vez lo he extrañado tanto a lo largo de los años, que
de repente ahora me lo imagino siendo amable conmigo. Pero no puedo
imaginar sus manos suaves o su voz suave. Me ayuda a subir las
escaleras y a entrar en mi habitación donde me lleva a la cama antes
de empujarme suavemente sobre los hombros para que me siente.

—¿Qué quieres decir con qué pasa con nosotros? —finalmente


pregunta, sorprendiéndome.

Casi había olvidado que le hice una pregunta. Suspiro y doy un


gran respiro.

—Quiero decir, estás siendo amable conmigo, ayudándome...

Pone los ojos en blanco, ignora mi pregunta y en cambio


pregunta—: ¿Necesitas ayuda para desvestirte?
—¿Quién eres y qué has hecho con el melancólico e iracundo
Vance?

Vance quiere sonreír, y sus labios se esfuerzan al máximo por


tirar de los lados.

—Ropa, Ava. ¿Quieres que te las quite? Te ayudaré si lo


necesitas.

No necesito ayuda, probablemente podría arreglármelas sola,


pero quiero que me ayude. Quiero sentir sus manos en mi piel,
quemando un camino de fuego ardiente hasta mi centro.

Riendo, digo—: Apuesto a que sí...

Y como la paciencia nunca ha sido el fuerte de Vance, se inclina


y agarra el dobladillo de la camisa.

—Levanta los brazos —ordena.

Hago lo que dice mientras me sube la camisa y la pasa por


encima de mi cabeza. El aire frío golpea mi piel caliente, y tiemblo,
mientras una ligera piel de gallina cubre mis brazos.

—Tan mandón —murmuro en voz baja.

Ignora mi comentario y en su lugar toma mis zapatos, los quita


y los coloca en el suelo. Los ojos verdes se encuentran con los míos,
hay hambre en esas profundidades, pero no es nada que me asuste,
ni siquiera me preocupa.

Es un aspecto normal de Vance, intenso y posesivo, y hecho


para ser sentido. Toca suavemente mis hombros, haciéndome recostar
en la cama. Mi pulso se acelera, mi corazón golpea contra mi caja
torácica como si intentara escapar de mi pecho y salir volando.

Luego presiona el botón de mis jeans y los baja por mis piernas
lentamente, tan malditamente lento que estoy segura de que está
tratando de matarnos. Probablemente a mí.

Una vez que ha terminado, me deja en la cama con nada más


que mis bragas de encaje negro y un sujetador, y de alguna manera
incluso eso parece ser demasiada ropa. Quiero que cada centímetro
de tela desaparezca, y quiero que Vance pierda su ropa también, para
que no sean más que nuestros cuerpos calientes, piel con piel.

Me retuerzo en la cama, esperando que no se vaya todavía


cuando el estúpido armazón de mi sostén se clava en el costado de
mi seno. Sujetadores estúpidos, quién fabricó este maldito artilugio
de todos modos.

—Probablemente no lo sepas... ya que eres un chico y no tienes


un par de tetas, pero los sujetadores se vuelven muy incómodos
después de un tiempo. Definitivamente no es algo con lo que quieras
acostarte...

Mi voz se desvanece. Lo miro fijamente, incapaz de apartar mis


ojos de su engreído, arrogante y ridículo rostro.

—¿Es eso cierto? ¿Me estás pidiendo que te quite el sostén?


Porque debo decir que nunca he tenido una chica pidiéndome que le
quite el sostén sólo para poder dormir. La mayoría de las veces, no
les toco las tetas.

Empiezo a asentir con la cabeza a mitad de la pregunta.

Me mira por unos segundos como si estuviera sopesando sus


opciones, considerando si es una buena idea o no. Hazlo. Pienso para
mí misma, tentándolo en secreto.

Hazlo. Tócame.

Como si estuviera decidido, suspira y se inclina sobre mí,


pasando una mano por debajo de mi espalda. Sus dedos están
calientes, y tiemblo de nuevo ante su suave caricia. Arqueo mi espalda
para darle mejor acceso, pero principalmente para poder provocarle
empujando mis tetas en su cara. Me impresiona cuando rápidamente
desabrocha el sostén con una mano sin ver los ganchos en la espalda.

—Impresionante, señor Preston. Tiene unas habilidades


increíbles —me burlo.

—No has visto nada todavía.

El travieso brillo de sus ojos me dice que probablemente no lo


he hecho. Vance tiene mucha más experiencia que yo. He tenido sexo
con un tipo, y todo fue torpe y embarazoso. Nada como lo que sé que
sería el sexo con mi matón, mi enemigo.

Antes de que tenga la oportunidad de enderezarse y alejarse, le


pongo las manos en el cuello y hago un intento de tirar de él encima
de mí. Es enorme, alto y musculoso. Todo lo que puedo pensar es en
el peso de su cuerpo sobre el mío, piel contra piel, sus dedos se clavan
en mis caderas mientras me clava su endurecido miembro.

Ugh, necesito sexo y con alguien que no sea Vance.

Anticipándose a mi próximo movimiento, sus dedos envuelven


mis muñecas, deteniendo cualquier avance. Oh, caramba. Parece que
al imbécil le ha crecido la conciencia.

—Estás borracha. Ve a dormir, Ava.

—Estás borracho. Ve a dormir, Vance —me burlo, sacándole la


lengua.

—Descarada. No ha cambiado mucho en ti, ¿verdad? Todavía


me das ganas de estrangularte —dice acaloradamente.

—Bueno, yo también siento lo mismo por ti —digo antes de


sacarme el sujetador y lanzarlo por la habitación.

Puedo sentir mis pezones apretados ahora que se han liberado


del sostén y sé que si los tocara, si me tocara, se endurecerían.

La excitación y la lujuria pulsan a través de mí ante el


pensamiento.

—Quédate conmigo —gimoteo, dándole mi mejor puchero. No


quiero que este precioso momento sin odio termine entre nosotros. Es
demasiado pronto. Sólo tengo una probada del viejo Vance y no estoy
lista para dejarlo todavía—. Por favor... —digo un segundo después,
porque la aprensión que parpadea en sus ojos me dice que no quiere
ceder.

Exhala todo el aire de sus pulmones, y su mandíbula se aprieta.


Sacude la cabeza como si se dijera a sí mismo que no debería hacerlo,
que no debería quedarse, pero como yo, no puede dejar pasar lo que
sea que esté ocurriendo ahora. Así que en lugar de irse, empieza a
quitarse la ropa. Trago y evito el gemido que se forma en mi garganta.

Su camisa es la primera en irse y cuando la simple camiseta se


retira, me la extiende.

—Toma, ponte esto.

Hay una seducción en su voz que me llama.

—¿Tienes un problema con las tetas? —me burlo, sintiéndome


alegre y libre.

Pasa sus dientes sobre su labio inferior, dejando que sus ojos
pasen sobre mi pecho desnudo. Por supuesto que no es tímido en mirar.
Mis tetas no son enormes, más bien como un puño cada una, pero
tampoco están mal. Quiero decir que tetas son tetas, ¿verdad?

—No, tus tetas son perfectas. Ahora ponte la camisa, antes de


que te la ponga yo. Soy un hombre de palabra, así que por esta noche
tu virtud está a salvo conmigo.

—Eres tan mandón, y no soy virgen, no hay virtud que salvar


—refunfuño, tirando de su camisa torpemente antes de empujarme
sobre el colchón.

—Virgen o no, no está pasando, así que deja de ser un dolor en


el trasero.

Lo observo atentamente mientras me brinda mi propio


striptease personal. Mi boca empieza a babear y la humedad se
acumula entre mis muslos con cada pieza de ropa que él tira al suelo.

Una vez que llega a sus calzoncillos, se desliza en la cama a


mi lado, la cama es grande, pero con su voluminosa estructura en
ella, se siente como una pequeña. Levanta la manta y nos cubre a los
dos. Sintiéndome muy valiente, me deslizo a través de las sábanas y
hacia él hasta que mi cuerpo se presiona contra su costado. Empieza
a moverse, y todo lo que puedo pensar es, mierda, está a punto de
empujarme, pero en cambio hace lo contrario y desliza su brazo bajo
mi cabeza, el movimiento me acerca más, si es que eso es posible.

—Lo siento —murmuro, sintiendo de repente que necesito


disculparme aunque no fui yo quien se hizo ver como un imbécil
gigante esta noche.

Bromas aparte, deberíamos hablar de ello. Para enfrentar el


elefante gigante en la habitación. Nos está pesando a los dos. No
conozco a Vance tan bien como todos los demás, pero sé que no actuó
como él mismo en esa fiesta.

—Shhh... —susurra Vance como si no quisiera escuchar mis


disculpas.

Presiona mi mejilla contra su piel roja y caliente, inhalo


profundamente, oliéndolo. Maldita sea. Incluso su piel huele bien a
jabón y clavos, y quiero darle un mordisco como una galleta de
chocolate.

Pero ni siquiera su olor puede enmascarar el agotamiento que


siento. Toda esta lucha, este fingir, me está agotando. La vigilia que
sentí hace unos minutos se evapora, y bostezo al lado de Vance, no
muy de señorita. Mis párpados se caen, abriéndose y cerrándose un
par de veces. Estoy a punto de adormecerme con la esperanza de no
babearme sobre su pecho cuando la profunda voz de Vance me llene
los oídos.

—¿Qué pasó... que pasó realmente, esa noche hace cinco años?

Con los ojos todavía cerrados, le respondo.

—Me retaste... ¿recuerdas? —pregunto con sueño.

Tal vez se golpeó la cabeza si no puede recordar lo que pasó esa


noche.

—Sí, y luego... ¿Qué pasó entonces? ¿Qué pasó después de eso,


después de que entraste en la casa?

Mi cerebro es como un tarro de galletas donde no se puede ver


bien el contenido, mis manos escarban en los recuerdos tratando de
colocar el correcto. Parece que me lleva una eternidad, en parte porque
estoy borracha, pero sobre todo porque no es un recuerdo que me
guste tanto.

—Me colé en la casa... —respiro profundamente, casi me quedo


dormida durante la pausa, pero por alguna razón, todavía consigo
sacar el resto de las palabras—. Entré en el dormitorio de mis padres...

—¿Y? —pregunta, su voz es un zumbido bajo, sus dedos juegan


con un par de mechones de mi pelo.

Es todo demasiado, su suave caricia, su cuerpo estando tan


cerca, todo el agotamiento, y mi mente empieza a apagarse a mitad
de la frase.

—Los vi...

Las palabras salen como un susurro, tan suavemente que me


sorprende que incluso yo las oiga.

—¿A quién viste? ¿A quién viste, Ava?

La voz de pánico de Vance atraviesa mi subconsciente pero estoy


demasiado lejos para responderle, hundiéndome cada vez más en la
oscuridad, cada vez más en sus brazos.
Capítulo 12

Vance
El sol comienza a asomarse por el horizonte, pequeños destellos
de él se filtran a través de las persianas de la habitación de Ava. No
debería haberme quedado anoche, demonios, debería levantarme e
irme ahora mismo. Pero no puedo. Mi cuerpo físicamente no se mueve.
Es como si estuviera en trance, debilitado más allá de toda medida
por su presencia.

Después de lo que me dijo antes de quedarse dormida, no había


forma de que pudiera pegar un ojo. Mi mente corría a kilómetros por
minuto, tratando de averiguar quién y qué vio. Incluso intenté
despertarla, pero estaba demasiado cansada y borracha para abrir los
ojos, y me apartó las manos en señal de protesta. Lo que me lleva a
donde estoy ahora mismo.

Mirándola como un acosador.

Verla dormir toda la noche, sus labios rosados separados, su


pelo castaño tímido esparcido por la almohada y sobre mi pecho
mientras las pequeñas hebras me hacían cosquillas, hizo que valiera
la pena quedarse. Nunca había visto dormir a otra persona, y mucho
menos a una mujer. Entonces me di cuenta de que Ava podría ser mi
primera y mi última. No. No puede.

Dejo que mi mirada caiga sobre sus muslos desnudos, mi


camisa se sube. Demonios, se ve bien en mi camisa. Probablemente
se vería bien con mi miembro en ella también. Me lamo los labios
imaginándolo, maldición, sí, lo haría. Mi miembro se endurece al
instante, y trato de pensar en otra cosa que no sean las tetas de
tamaño perfecto de Ava, los muslos de color blanco cremoso o los
labios rosados.

Viejas tetas caídas. El culo de Clark.

Ahh, a la mierda cuál es el punto. No importa lo que piense, mi


miembro sabe que Ava está a mi lado medio desnuda.

Justo cuando pienso que no podría ser peor, empieza a moverse


a mi lado, su pierna se desliza sobre mi muslo a centímetros de mi
miembro. Maldición. Intento mover mi pierna, alejándola de la suya,
pero todo lo que hace es acercarse, como si yo fuera su almohada
personal.

Se acurruca más profundamente en mi costado, su rodilla se


acerca más hasta que roza mi miembro. No puedo evitar cerrar los
ojos, reprimiendo un gemido que sé que seguramente la despertará.
Una explosión de placer inunda mi cuerpo. No puedo creer que ese
único toque se sintiera tan bien.

Dándome cuenta de que ha dejado de moverse, mi párpado se


abre, mi mirada se dirige a su cara, donde encuentro dos ojos verde
esmeralda mirándome fijamente. Un cálido rubor se desliza por mi
garganta. El nudo de la ansiedad se estrecha en mi vientre.

Tenemos que hablar, pero lo último que quiero hacer ahora es


hablar, a menos que sea con mi miembro. Sus dedos recorren
perezosamente mis abdominales de tableta de chocolate.

Casi me ahogo ante la sensación, mi cuerpo zumba. Si no deja


de tocarme, no seré responsable de lo que pase después.

Tener sexo es una mala idea. No deberíamos hacer esto. Pero


quiero hacerlo. Lo deseo tanto.

—Deberíamos...

Empiezo, pero las palabras se cortan, mientras Ava se levanta


del colchón y cubre con su boca la mía.

Por una fracción de segundo, estoy sorprendido, tan


sorprendido que ni siquiera puedo mover los labios.

¿Qué estamos haciendo?

Cada pensamiento racional que no se centra en el sexo sale


volando por la ventana cuando ella lanza una pierna tonificada sobre
mi cuerpo y se sienta a horcajadas, centrando su cálido sexo contra
mis abdominales.

Maldición. Maldición. Maldición.

Tengo que detener esto. No la merezco, y tenemos que hablar.


Voy a apartarla, pero me clava las uñas en el pecho como un gatito, las
pequeñas chispas de dolor van directas a mi miembro. Mi resolución
se rompe y mis dedos se entrelazan en su pelo como lo contrario de lo
que pretendía. Profundizo el beso en lugar de alejarla. Si voy a tenerla,
entonces la tendré completamente, cada jadeo, gemido y súplica será
mío. Su pelvis se me clava, su calor húmedo se desliza sobre mi piel.

Me retiro una fracción de pulgada.

—Si no quieres que te tome, entonces tienes que parar esto


ahora mismo.

Es la única advertencia que le estoy dando. Si mantiene su


humedad sobre mí, o gira sus caderas una vez más...

—Estoy segura de que la única razón por la que estoy a


horcajadas sobre ti es porque quiero que lo hagas.

La sonrisa pícara que se forma en sus labios es una que quiero


reemplazar con placer.

—Demonios, eso es todo lo que necesito.

Mi corazón se contrae dentro de mi pecho al oír las palabras.

Se lame los labios y dice—: Dame lo peor, Vance Preston.

Mi nombre cae de sus labios como una oración. Ahora que


hemos sacado eso del camino, y mi miembro se está endureciendo
tanto que estoy seguro de que tengo el peor caso de bolas azules de la
historia, la alcanzo y deslizo mis manos por debajo de la camiseta que
lleva puesta hasta que mis dedos hacen contacto con sus caderas.

Luego sigo esos mismos dedos hacia abajo y deslizo la tela de


sus bragas hacia el lado revelando su rosado sexo abierto para mí
como pétalos de rosa, cada uno rogando ser arrancado.

La perfección en su máxima expresión.

Arrastro mis dedos a través de sus pliegues húmedos y un


escalofrío me atraviesa antes de hundir dos de mis gruesos dedos en
su apretada entrada sin avisar. Sus ojos verdes se abren de par en par,
apretándose ante la intrusión, y por un momento me preocupa haberla
herido. Dijo que no era virgen, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que
se acostó con un chico?

Cuando no dice nada, el pensamiento desaparece y acelero mi


ritmo, tijereteando mis dedos, inclinándolos en un movimiento de ida
y vuelta.

—Maldición, Ava, mira tu rico sexo... tan mojado por mí. Se


aprieta con cada toque. Quieres la liberación, ¿no?

Asiente frenéticamente, su pecho sube y baja rápidamente, sus


pezones apretados se tensan contra la fina tela de mi camiseta. Su
reacción hacia mí es todo lo que esperaba que fuera y más.

Mis dedos entran y salen de su apretado sexo, mientras


mantengo mis ojos en los suyos. Ella golpea con los puños las sábanas
a su lado y muerde su regordete labio inferior mientras la estiro para
que se pueda acomodar a mi longitud. Está apretada, tan jodidamente
apretada y va a ser un ajuste aún más apretado.

La mayoría de las veces, no me tomo el tiempo en preparar a las


mujeres con las que me acuesto. Pero Ava no es sólo una cualquiera
para mí, ella es todo, el principio, el medio y el final. Y voy a hacer esto
bien para ella, incluso si muero en el intento.

Con dos dedos dentro de ella, tomo mi pulgar y lo presiono


contra su clítoris duro como diamante. Estoy listo para estar dentro
de ella... tan jodidamente listo.

Saco mis dedos de ella y me gano un gemido. Cuando consigue


su orgasmo, va a estar alrededor de mi miembro, así podré sentir cada
espasmo y temblor de su sexo.

—No te preocupes, podrás obtenerla muy pronto.

Me agarro a sus caderas, la empujo fuera de mí, dejándola de


espaldas. Engancho mis pulgares en sus bragas, los arrastro por sus
piernas, mis nudillos corren contra la carne suave y blanda.

Su camisa es la siguiente y tiro las dos prendas al suelo. Hago


una pausa por un momento, bebo en su cuerpo desnudo delante de
mí. Todo en ella es perfecto. Quiero mirarla durante horas, explorar
cada centímetro de su cuerpo, pero mi miembro ya no espera más.
Tengo paciencia, pero cuando se trata de ella, soy como un niño
pequeño mareado por la emoción cuando mete la mano en el tarro de
las galletas.

Empujo mis calzoncillos sobre mis caderas y libero mi longitud.


La cabeza de mi miembro está hinchada y enrojecida. Pobre jodido
tipo. Envuelvo mi mano alrededor del gigante enfadado, me acaricio
unas cuantas veces, mientras el placer pulsa desde mis bolas hasta
la punta de mi miembro con cada golpe.

Ava me mira con ojos hambrientos, observándome como un


halcón.

Entonces me doy cuenta de algo... ¡Mierda!

—No tengo un condón. —Me quejo. Tengo alguno en el auto.


Podría ir a buscar uno, pero no creo que sea físicamente capaz de
dejarla aquí ahora mismo—. Nunca he ido al desnudo antes, así que
si estás... —dejo que mi voz se detenga.

No quiero arruinar este momento entre nosotros, pero no hay


manera de que me ponga en una situación en la que tenga que
preocuparme por dejarla embarazada. Nunca consideraría follar sin
condón pero en mi corazón, sé que Ava merece este momento.

—Estoy tomando anticonceptivos —chilla.

¡Gracias! ¡Mierda! ¡Gracias!

Tengo que tomarla. Tengo que estar dentro de ella. Ahora.

—Gracias —susurro.

Presiono hacia adelante, cubro su cuerpo con el mío y me inclino


hacia abajo, sosteniéndome con un brazo para no aplastarla. Con mi
mano libre, me guío hasta su entrada y meto la cabeza dentro
mojándola en su excitación antes de deslizarla entre sus pliegues. Me
muevo contra su clítoris y ella jadea contra su mano, inclinando sus
caderas hacia arriba, buscando más fricción.

—Por favor... —gime, y yo sonrío, amando tener tanto poder


sobre ella.

Por una vez sea yo quien la vuelve loca en vez de ser al revés.
Guiándome de vuelta a su entrada, presiono la punta hacia adentro,
lentamente, muy lentamente. Me estoy matando tanto como la estoy
matando a ella, pero será una muerte placentera.

Estoy dentro tal vez un centímetro, es sólo la cabeza de mi


miembro pero es suficiente para sentir lo apretada que está, lo
empapada y lista para mí. Sintiendo su tensión a mi alrededor, pido
cada gramo de autocontrol que tengo para no sólo sumergirme en su
calor y penetrarla como una bestia poseída. El sudor se apodera de
mi frente, mis músculos se tensan, y no puedo recordar la última vez
que fui tan lento con alguien. Probablemente nunca.

Exhalo todo el aire de mis pulmones, me meto en ella,


estirándola lentamente. Sus manos empiezan a moverse, y las siento
por todas partes. En mis hombros, bajando por mi pecho y mis
abdominales. Mis pulmones arden cuando me olvido de respirar,
perdiéndome en su contacto.

Empujo hacia adelante otra pulgada, sus manos me arañan la


espalda, tratando de acercarme, mientras que también me dice que
necesita más.
—Quiero tomarte... en este colchón, penetrarte tan fuerte que
todo lo que oímos es el cabecero golpeando contra la pared al ritmo
de nuestra respiración.

—Entonces hazlo. Tómame. Reclámame. Poséeme.

Aprieto los dientes y me digo a mí mismo que no sabe lo que me


pide. Es diferente, no es un ligue al azar. Está hecha para ser acunada,
y besada con movimientos lentos y firmes, no solo penetrada. Pero no
puedo evitarlo. La necesito, la quiero...

Dejo que mi autocontrol se rompa y me sumerjo el resto del


camino dentro de ella, sólo parando cuando mis bolas besan su
trasero. Profundamente establecido dentro de ella, me siento como si
estuviera en la cima del maldito mundo.

—Llena... tan llena... —silba Ava.

Casi espero que me diga que me detenga, que ha cambiado de


opinión, pero no lo hace, y gracias a Dios.

—Dime que pare si llega a ser demasiado —gruño, dándole un


suave beso en la mejilla antes de salir todo el camino.

No le doy más tiempo para que se acostumbre a mi tamaño, y en


su lugar empiezo a penetrarla como un animal, dándole largos, duros
y poderosos empujones, uno tras otro. Es como si algo dentro de mí
se hubiera apoderado de ella. No puedo controlarme. Estoy fuera de
control, lo único que veo es la línea de meta para ambos.

Mis caderas giran, golpeando algo profundo dentro de ella. Su


sexo se oprime alrededor de mi miembro, su humedad gotea a lo largo
de mí y se acumula en mi base.

—Vance... —jadea—. Oh...

Ella se encuentra con cada uno de mis empujes, inclinando sus


caderas hacia arriba, y envolviendo sus piernas a mi alrededor, tirando
de mí más profundamente. Sus gemidos y jadeos se mezclan con los
míos, creando una hermosa sinfonía de lujuria y pasión. Me he
acostado con muchas mujeres, pero nada se compara con la forma
en que Ava se siente debajo de mí, la forma en que su calor se siente
envuelto alrededor de mi miembro.

No tardo mucho en sentir sus muslos temblando y su sexo


estrangulando mi miembro. Me echo hacia atrás unos centímetros
para poder ver su cara. Sus mejillas son de color rojo rosado, sus
labios separados y sus ojos cerrados cuando el placer se apodera de
sus rasgos.

Sus diminutas uñas se clavan en la piel de mi espalda mientras


se fractura por la mitad. El hueco dentro de mi pecho se llena mientras
la observo, mis golpes se ralentizan. No creí que fuera posible, pero se
ve aún más hermosa mientras se desmorona sobre mi miembro.

Continúo empujando dentro de ella, extendiendo su orgasmo,


y mientras me deslizo por su tembloroso sex, mi propia liberación
comienza a construirse. Mis bolas golpean contra su trasero, y mi
pecho se agita con cada golpe preciso. Se siente como el cielo y sé que
incluso antes de que acabe el momento necesitaré probarla de nuevo.
—Mírame. Mírame mientras me meto dentro de ti —digo, con
mi voz estrangulada.

Sus ojos verdes se abren y se clavan en los míos y juro que


puedo sentir cada pizca de dolor, cada pena y cada palabra que le he
dicho. Es mi dueña en este momento, y por muy aterrador que sea,
no miro hacia otro lado. Quiero ver lo que le he hecho, sentirlo.

Empujo de vuelta sobre mis rodillas, meto mis dedos en su carne


y entro en ella, una y otra vez, y otra vez hasta que no hay nada más
que una ola cósmica de placer eufórico que nos rodea. Entonces y
sólo entonces, mientras mis músculos se tensan y las gotas de sudor
bajan por mi espalda, me permito liberarme, llenando su apretado
sexo con un chorro tras otro de pegajosa esperma salado. Su pequeña
mano se eleva a mi pecho, presionando contra el órgano que amenaza
con liberarse allí. Late, como un animal salvaje, y me derrumbo por
un momento encima de ella, sintiendo como si acabara de correr un
maratón.

Eso no fue sexo. Eso fue... ni siquiera lo sé, pero quiero hacerlo
de nuevo. Me deslizo de ella y me giro hacia un lado. Ella está
silenciosa, demasiado silenciosa y mientras la neblina lujuriosa se
desvanece de mi mente, me recuerda que tenemos asuntos pendientes
de la noche anterior de los que hablar. Quise discutirlo tan pronto
como ella se despertó, pero nunca tuve la oportunidad, mi miembro
tenía otras ideas.

—Anoche dijiste... que los habías visto. ¿Quiénes son ellos?

Ava se sienta, agarrando la sábana del borde de la cama para


cubrirse.

—Ya sabes lo que quería decir.

Juega con el borde de la sábana y puedo decir que ya está


incómoda con la conversación. Es una lástima.

—En realidad, no tengo ni idea de lo que querías decir con ellos.


Estás hablando en acertijos y no tengo la paciencia de leer entre líneas.
Así que escúpelo ya.

Sus ojos parpadean a los míos, y me mira como si fuera una


pieza de rompecabezas que no encaja en su lugar en el puzle. Mi pulso
se acelera, anticipando el edificio desconocido. Asiento y la animo a
seguir adelante.

Sus gruesas cejas se juntan y su boca se abre.

—Mi madre. Tu padre. Los encontré teniendo sexo. Lo sabes,


¿verdad?

La forma en que lo dice, tan despreocupadamente, como si fuera


verdad... no sé por qué, pero es casi como si su tono de voz me afectara
más que las palabras que ha dicho. Abro mi boca, planeo decir algo,
cualquier cosa, pero de repente mi lengua pesa diez toneladas y las
palabras alojadas en mi garganta son obstruidas por una ira
demasiado familiar.

En lugar de eso, la miro boquiabierto, esperando que me diga


que está bromeando, mintiendo, pero todo lo que hace es mirar hacia
mí, con su expresión de ojos abiertos y en la cúspide de la sorpresa. Mi
corazón se hunde en mi estómago, y mis manos se vuelven húmedas.

—Lo sabes, ¿verdad? —repite, pero aun así no puedo responder.

Esto no tiene sentido, por qué mi padre... no... esto no puede


ser verdad.

Está mintiendo. Mi padre no habría engañado a mi madre. La


ama, o al menos la amaba en ese entonces y no se hiere a la gente
que se ama. Apretando mis ojos, alejo los pensamientos. Mentiras,
son todo mentiras. Tiene que serlo. No puedo creer en Ava, es una vil
manipuladora, le dijo a mi padre que la amenacé, que la estaba usando
para robar joyas. Mis ojos se abren un segundo más tarde y debe darse
cuenta de que no tengo ni puta idea de lo que está hablando. Cuando
no respondo, ella empieza a explicarme más.

—¿Cómo es que no sabías de esto? ¿Por qué crees que mi padre


nos tomó a mi madre y a mí y se fue del estado al día siguiente? —
pregunta Ava.

Las lágrimas llenan sus ojos, pero no puedo reaccionar. Me


siento... me siento engañado, roto, como si lo hubiera arruinado y no
hubiera nada que pueda mejorarlo y supongo que no lo hay.

—No te he mentido, Vance. Mi madre y tu padre tenían una


aventura. Se lo dije a mi padre, aunque mi madre me rogó que no
lo hiciera, aunque tu padre me dijo que lo que veía estaba mal. Era
joven pero no tonta. Estaban teniendo sexo. Fueron la razón por la
que el matrimonio de mis padres se desmoronó. No se puede arreglar
algo que no se puede reparar, mi padre pensaba lo contrario, y míralo
ahora. Está en rehabilitación, mientras mi madre navega por los Siete
Mares, casada de nuevo y con el hombre con el que lo engañó.

—Yo…

¿Qué le digo a eso? Todo este tiempo, creí que el matrimonio de


mi madre y mi padre había terminado debido a la tensión financiera
de la mudanza y a que mi padre perdió su trabajo. Le eché toda la
culpa a Ava, llamándola mentirosa, arremetiendo contra ella, porque
pensé que ella causó todos los problemas.

Pero no... él mintió. El hombre al que admiré toda mi vida me


mintió. Abro la boca de nuevo para decir algo más, pero las palabras
nunca pasan de mis labios. El sonido de la apertura de la puerta
principal hace eco en toda la casa, seguido de voces que conozco muy
bien.

—Vance, Ava. ¡Sorpresa, hemos vuelto de nuestra luna de miel!

La voz de mi padre se encuentra con mis oídos y cuando miro a


Ava, veo el horror de lo que me ha dicho reflejándose en mí.

—¿Tú... realmente no lo sabías? —susurra.

—No... no lo sabía —digo con la voz estrangulada.


Capítulo 13

Ava
Vance se pone los calzoncillos, agarra sus pantalones y corre
fuera el dormitorio.

No lo sabía. Dios mío, no lo sabía. No puedo comprenderlo. No


puedo creerlo. Todo este tiempo creí que lo sabía... pero no hay
manera, la mirada en sus ojos, la ira y la tristeza. Supe tan pronto
como lo vi, que no lo sabía.

Lo que me lleva a preguntarme qué pensaba que había pasado.


¿Por qué estaba tan enojado conmigo? ¿Qué le dijo Henry?
Obviamente tenía algo que ver conmigo, pero qué exactamente, no
tengo ni idea y ahora mismo, no tengo tiempo para preguntarle; no
con nuestros padres de vuelta.

Me pongo mi propia ropa en tiempo récord, me cepillo el pelo


con los dedos y me echo agua en la cara en el baño antes de bajar
las escaleras. Se siente raro tener la liberación de Vance dentro de
mí mientras camino por el pasillo y hacia la escalera para hablar con
Henry y mi madre.

Vance ya está de pie al final de la escalera, charlando con


nuestros padres cuando aparezco en lo alto de la escalera. Ninguno de
ellos se da cuenta de lo tenso que está. Lo duro que está tratando de
hacer una charla educada cuando todo lo que probablemente quiere
hacer es confrontarlos. No sé por qué no ha dicho nada todavía, si yo
fuera él, me desesperaría, estallaría por respuestas. No Vance, está
tranquilo, casual, actuando como si no acabara de descubrir la
mentira más trágica de todas.

Puede ser lamentable, pero incluso después de todo lo que mi


madre ha hecho, todavía quiero que pase tiempo conmigo sin pelear.
Todo lo que quiero es que mi madre vuelva, y sacar a relucir lo que
pasó hace cinco años no va a ser agradable para ninguno de nosotros
ahora, así que aunque sé que Vance se muere por respuestas, espero
al menos que espere hasta que nos vayamos.

—No sabíamos que ibais a volver aquí hoy.

Me obligo a sonreír, aunque me apetezca más llorar.

—No habría sido una sorpresa si hubiéramos llamado por


adelantado, ¿verdad? —Mi mamá me sonríe—. Y para ti, jovencita,
tengo una sorpresa más.

—¿Una sorpresa?

Me animo a pesar de que me siento avergonzada por ello.

—¡Sí, vamos al spa! Sólo nosotras dos por el resto del día. Me
sentí mal por irme tan pronto como llegaste, así que pensé que
podríamos pasar el día juntas.
Mi mamá me sonríe genuinamente y ahora tengo ganas de llorar
por una razón completamente diferente. Todo esto es un espectáculo
de mierda. Es difícil odiar a alguien que te dio la vida, pero es aún
más difícil saber que tu vida sería probablemente como se suponía si
esa persona no hubiera hecho una elección egoísta.

—Sí, eso suena... suena genial —digo, pero no puedo evitar que
mi mirada se dirija a Vance.

Su lenguaje corporal casi grita el dolor que siente por dentro y


las personas que son la causa de ese dolor están justo delante de él,
y tristemente ni siquiera se dan cuenta.

—¿Supongo que se han llevado bien mientras no estábamos.


Viendo que no recibimos llamadas telefónicas, y que ambos están vivos
y bien? —bromea Henry, dándole una palmada en la espalda a Vance.

—Sí, todo fue genial —dice Vance.

—Bien, bien. Bueno, las damas van al spa, deberíamos ir a jugar


al golf. ¿Qué dices, hijo? —pregunta Henry.

Vance se encoge de hombros.

—No juego al golf, pero si quieres que vaya...

—Perfecto. Tengo que hacer algunas llamadas, pero podemos


vernos después del almuerzo. —Henry se vuelve hacia mi madre y le
da un beso en la mejilla—. Te veré más tarde —susurra, y luego sus
ojos se dirigen a los míos—. Que se diviertan, señoras.

Me quedo inmóvil mientras mi madre se interpone entre Vance


y yo, como si intentara encajar las piezas que faltan para resolver el
puzle.

Por último, después de haber mirado dos veces entre nosotros,


dice—: Voy a ir a cambiarme muy rápido y luego podemos irnos.

Asiento y veo cómo se va, dejándonos a Vance y a mí solos otra


vez. Eso parece ser algo recurrente en esta casa.

Siento la necesidad de llegar a él cuando lo miro, de calmarlo,


así que lo hago. Pongo mi mano en su hombro y dejo que su calor
se filtre en mí. Es un simple toque, pero se siente como si estuviera
metiendo la mano en el sol.

—No sé qué decir —admite.

—No necesitas decir nada. Sólo me alegro de que sepas la verdad


ahora.

Todavía quiero preguntarle sobre por qué pensó que mentí, pero
viendo lo preocupado que está ya, decido morderme la lengua. Siempre
puedo preguntarle más tarde.

Sus ojos están fijos en los míos por un minuto, y una sombra
arrepentida cubre su cara. De alguna manera, tengo la sensación de
que quiere decirme que lo siente, pero las palabras nunca llegan.
Ahora estoy hiperconsciente de él, mi cuerpo zumba cuando estoy en
su presencia. Tener sexo cambió algo entre nosotros, pero no fue sólo
el sexo, fue la verdad que salió a la luz también.
—Hablaré contigo esta noche, ¿de acuerdo? —dice finalmente.

—Bien.

Sonrío. Cediendo a la necesidad de abrazarlo, lo rodeo con los


brazos y lo acerco a mi pecho. Es unos buenos quince centímetros más
alto que yo, pero hago que funcione. Baja la cabeza y la deja descansar
sobre mi hombro, sus brazos serpentean alrededor de mi centro y se
apoya en la parte baja de mi espalda. Me sujeta contra él, me abraza,
y después de esa primera noche en la boda, estaba segura de que esto
nunca sucedería.

No nos abrazamos por mucho tiempo, o al menos no parece que


sea mucho tiempo, porque quiero seguir aferrándome a él. Cuando
nos separamos, parece un poco más tranquilo, parte de la tensión de
su preciosa cara se desvanece.

—Diviértete con tu madre —dice—. Voy a dar un paseo para


despejar mi cabeza antes de ir a jugar al golf con mi padre.

Saca un par de llaves de su bolsillo y se dirige a la puerta justo


cuando mi madre me llama.

—¿Estás lista para irte, Ava?

Con una última mirada fugaz, se aleja.

—Sí, vamos.

◆◆◆
Los spas no son lo mío, seamos realistas. Arreglarme, peinarme
y maquillarme, tampoco es lo mío, pero pasar tiempo con mi madre
es más importante para mí que mi cordura por la falta de feminidad
y como estoy desesperada por un poco de interacción, dejo que me
arrastre.

Hacemos un masaje de cuerpo entero que hace que mi cuerpo


se sienta como gelatina, y nos cortamos el pelo y nos teñimos. Para
cuando terminamos en el spa mi barriga gruñe y me veo y siento como
un millón de dólares.

—Vamos a almorzar, y luego podemos hacer algo de compras.


Quiero conseguir algunas cosas para tu dormitorio. Añadir algunos
toques personales.

Sonrío, pero no puedo evitar sentirme culpable. Mientras me


divierto con mi madre, Vance está atrapado en la presencia de su
padre, lidiando con una verdad que le fue ocultada durante cinco
años.

Cinco años, me culpó a mí. Cinco largos años.

Nos dirigimos a un bistró italiano en el centro comercial, la


anfitriona nos sienta enseguida.

—¿Estás bien? Pareces... preocupada —pregunta mi madre, y


por primera vez en tres años, veo a mi madre mirarme con auténtica
preocupación. No está mirando a través de mí, me está mirando, y se
siente demasiado real, demasiado.
—Te he echado de menos —digo de golpe—. Te he echado mucho
de menos.

—Oh, cariño. —Sus ojos se llenan de lágrimas y tengo que


morderme el labio inferior para no llorar—. Sé que no lo parece, pero
yo también te he echado de menos. Habría llamado más a menudo... y
te habría visitado. Y la peor parte es que mi excusa para no hacerlo, es
egoísta. He cometido muchos errores en mi vida, no estoy demasiado
orgullosa para admitirlo, pero no estar ahí para ti durante los últimos
tres años fue el mayor error de todos.

Hace una pausa para limpiar una lágrima que se ha escapado


con el dedo.

—Cada vez que te llamaba, recordaba todo lo que había perdido,


y eso me dolía. Era más fácil no llamar. Me dije a mí misma que sería
más fácil para ti también, pero obviamente me equivoqué, y por eso,
lo siento mucho.

Ni siquiera sabía que necesitaba oírla decir esas palabras hasta


que las dijo. Durante mucho tiempo, me pregunté por qué no me
llamó, por qué se fue sin volver. A menudo pensaba que era yo, que
ella no me quería. Muchas veces me pregunté qué podría haber hecho
mal, así que oírla decir que no hice nada malo, me quitó un gran peso
de encima.

Jugueteando con la servilleta en mis manos, digo—: Pensé que


tal vez tenía algo que ver conmigo, así que...

Mi madre me interrumpe.

—Dios, no cariño. No tiene nada que ver contigo. Sé que lo que


hice fue egoísta y lo siento, de verdad que lo siento.

Y por un momento me pregunto qué parte admite ser egoísta


sobre... tener una aventura o ser una madre de mierda.

—Ahora dime, ¿cómo van las clases? ¿Os llevasteis bien Vance y
tú mientras estábamos fuera? —pregunta mientras coloca sus manos
cruzadas bajo la barbilla.

—Las clases son buenas, y todo estuvo bien. Sin peleas, ni nada.

No me atrevo a mencionar el hecho de que tuvimos sexo en mi


habitación momentos antes de que llegaran a casa. De alguna manera
no creo que a mi madre le guste oír ese pequeña detalle. Y no le cuento
sobre la fiesta en casa de Vance o ninguna de las cosas insignificantes
que hizo como compartir mi número de móvil con todo el campus.

—Bien, bien. Sé que la situación no era ideal. —Frunce el ceño


—. Y que tuve que sobornarte un poco para que vinieras, pero espero
que no haya sido tan malo.

Pensándolo bien, podría ser peor. Podría estar sin hogar,


viviendo en mi coche, mientras busco trabajo en lugar de ir a la
universidad. Lidiar con las burlas de Vance, y las tonterías verbales
era algo que podía manejar, siempre y cuando tuviera un lugar donde
descansar mi cabeza por la noche. La única persona que me
preocupaba ahora era mi padre.
—No fue tan malo, y estoy disfrutando estar aquí contigo
aunque no hemos podido pasar mucho tiempo juntas.

Ella sonríe, sus ojos se empañan.

—Cariño, no merezco una hija como tú.

No, no la mereces, quiero decir, pero no lo hago. Entonces la


camarera se acerca a la mesa y toma nuestros pedidos. Hablamos del
diseño de mi dormitorio y de cómo quiere que hagamos algo juntas
cada semana para recuperar el tiempo perdido. Y como estoy
desesperada por su afecto y amor, estoy de acuerdo.

Una vez que nuestros estómagos se llenan con más


carbohidratos de los que un humano debería consumir, pide la
cuenta. Nuestro día juntas está llegando a su fin y la realidad de lo
que me espera una vez que lleguemos a casa cae pesadamente sobre
mis hombros. Estar con mi madre fue una fácil distracción del caos,
pero sé que una vez que lleguemos a casa, la mierda va a golpear el
ventilador.

Me muerdo la lengua, impidiendo preguntarle nada al respecto.


Tal vez ella no sepa que le dijeron a Vance algo diferente a lo que pasó.
Probablemente no le importaría de todos modos, y sólo me dirá que
siga adelante, que lo supere, que está en el pasado y que no puede
ser reescrito.

¿Pero es realmente el pasado si está afectando a tu futuro?

—Pareces perdida en tus pensamientos, ¿te molesta algo?

La voz de mi madre resuena en mis oídos y por un momento,


olvidé dónde estaba, quedando tan envuelta en mis pensamientos.

Me aclaro la garganta volviendo al presente.

—Me preguntaba por qué los padres de Vance se divorciaron.

Trato de no parecer muy ansiosa, principalmente sólo curiosa.

—¿Por qué..? —Mi madre parpadea lentamente—. ¿Por qué


preguntas algo así?

De repente, parece nerviosa.

—Oh, no hay razón realmente. Sólo estoy buscando algo más


para vincularme con Vance. Es un hueso duro de roer.

Sonrío, pero es forzado, y espero que ella no se dé cuenta.

—Ahh, bueno, sinceramente... no lo sé. Henry y yo nunca


hablamos del matrimonio de él y Meg. Estamos más que enamorados.
¿Por qué preocuparse por el pasado de todos modos?

Quiero gritarle... decirle que Vance y yo estamos viviendo en el


pasado por su egoísmo y el de Henry, pero no lo hago. ¿Qué sentido
tiene? A ella no le importa, y si sabe algo, es obvio que no me lo va
a decir. La única manera de conseguir las respuestas que quiero y
necesito es ir a Vance.

—Tienes razón. Dejemos que el pasado sea el pasado, ¿verdad?


Mi madre sonríe, y es deslumbrante, la felicidad llena sus ojos.

—Así es. Continúa hacia adelante, no hacia atrás.

No puedo evitar pensar en el hecho de que ambos consiguieron


lo que querían, arruinaron dos familias, y aun así terminaron felices
juntos y ésa es la lección aquí, supongo. Si arruinas suficientes
personas, siempre encontrarás una manera de salir adelante.

¿Qué clase de persona arruina a su familia?


Capítulo 14

Vance
De alguna manera logramos pasar todo un juego de golf sin
hablar realmente. Quiero decir que no es como si nos miráramos
fijamente o algo así, pero no me pregunta cómo estoy, o cómo me ha
ido en su ausencia.

Ha cambiado.

Antes no se notaba, pero desde que Laura entró en su vida, casi


me ha apartado de la escena, sólo se ocupa de mí cuando siente que
tiene que hacerlo. Toda mi vida lo he admirado, queriendo ser como
él, pero ahora siento que he perdido mi brújula, y no sé qué camino
tomar. No puedo admirar a un hombre que me ha mentido durante
años, que es responsable de mi ira, mi dolor. Demonios, no puedo ni
imaginarme cómo debe sentirse Ava ahora mismo. Ahora sabe que no
tenía ni idea, pero eso no significa que pueda retirar nada.

Todas las cosas que le he dicho y hecho. Sólo de pensarlo, y


saber que le eché la culpa a la persona equivocada todo este tiempo
me enferma, física y emocionalmente. No hay cantidad de súplicas y
ruegos, no hay palabras que pueda decir para que me perdone.

La pregunta que quiero hacer ha estado en la punta de mi


lengua durante las últimas tres horas, pero no me atrevo a
preguntarle. He analizado todas las formas en que esto podría ir, y
todavía no tengo las pelotas para preguntarle.

Principalmente porque no estoy listo para admitirlo ante mí


mismo... pero la verdad es... que tengo miedo. Miedo de escuchar la
respuesta de mi padre. Seguro que no hay una mierda que pueda decir
que mejore nada de esto o que cambie el daño que se ha hecho, pero
necesito esto, escucharlo, oír la verdad hablada en voz alta, porque
ahora mismo todo esto se siente como una pesadilla de la que nunca
voy a despertar.

Después de tres horas de doloroso silencio mientras


golpeábamos las bolas con un montón de otros ricos cabrones,
volvemos a la casa club y cargamos los palos en el maletero. Sé que el
tiempo se está acabando. Si quiero preguntarle cuando estemos sólo
nosotros, tendré que hacerlo ahora.

Sabiendo eso, me preparo mentalmente para lo que está por


venir. Bloqueo mis emociones y deslizo una máscara en mi cara. No
importa lo que diga, al menos obtengo la verdad, ¿verdad? Mi
estómago se anuda de miedo cuando ambos entramos en el coche. El
motor ruge de vida y llena el espacio vacío dentro del coche con un
zumbido sordo.

Respiro profundamente, resoplo y pregunto.

—¿Tu y Laura tuvieron una aventura hace cinco años?


—¿Qué?

La conmoción en su voz me sorprende, probablemente porque


esperaba que dijera que sí.

—¿La tuviste?

De ninguna manera voy a repetir esa pregunta de nuevo, y


menos aun cuando sé que me escuchó la primera vez.

Luce una expresión aturdida, sus cejas se fruncen

—¿Por qué me preguntas algo así?

No, es una respuesta de sí o no, pero sólo hace otra pregunta


por encima de todas las demás.

—¿Lo hiciste? —repito con más urgencia.

Necesito que lo diga. Sí o no. Mi rodilla empieza a rebotar arriba


y abajo, la ansiedad y los nervios vibran en mí.

—Por supuesto que no, Vance. ¿Qué demonios? Amé mucho a


tu madre cuando nos casamos y nunca hubiera hecho algo tan
horrible.

Mi rodilla se detiene a mitad del rebote, y mi mirada cae al suelo.


¿No?

—¿No? —atajo.

Tengo una sensación terrible dentro de mi pecho. Siento como si


mi corazón se partiera en dos, un espasmo de dolor que me atraviesa,
casi como si una bala se hubiera alojado en lo más profundo. Mis
pulmones arden, necesitan aire, pero no puedo realizar ni siquiera la
más simple de las funciones.

—No, por supuesto que no, hijo. ¿Por qué me haces una
pregunta cómo esa?

Dijo que no.

Dijo que no.

Lo que significa...

—Vance, ¿pasó algo? Háblame, hijo.

La voz de mi padre me hace retroceder.

—A... Ava... —tartamudeo.

Cien cosas pasan por mi cabeza de una sola vez. La sonrisa


de Ava, su risa, su dulce aroma floral, sus suaves curvas, sus labios
rosados.

Todo... todo es una mentira. ¿Por qué no puedo verla por lo


que es? ¿Por qué dejé que lo que me dijo me afectara de tal manera?
Debería haber esperado esto, esperar su manipulación. Ella mintió
entonces, y sigue mintiendo. Un guepardo nunca cambia sus
manchas. El dolor interior da paso a la ira, e inunda mis venas,
alimentándome con una rabia al rojo vivo como nunca antes había
sentido.
Ella me manipuló.

Me mintió... otra vez.

Me hizo creer que todo era real. Sus lágrimas, su dolor.

—¿Qué ha pasado? ¿Pasó algo cuando nos fuimos? —La


preocupación supera su confusa expresión—. Intenté decirle a Laura
que era una mala idea dejarla venir a vivir con nosotros. Lo siento si
te ha molestado.

Aprieto y aflojo mis puños para ganar algún tipo de compostura.

—¿Por qué? ¿Por qué fue una mala idea que ella viniera a vivir
con nosotros?

Podría nombrar diez razones en este momento, pero quiero


saber por qué él piensa que fue una mala idea.

Tal vez pueda hacer que la envíe a algún lugar, obviamente no


hasta que termine con ella, pero de todas formas, me desharé de ella
aunque tenga que enviarla de vuelta al pedazo de mierda de su padre,
llorando.

—Su madre me dijo que tiene un serio problema con la mentira.


Supongo que es algo que ha desarrollado a lo largo de los años, o
debería decir que ha mejorado. Es una maestra de la manipulación,
Vance. No se puede confiar en ella, para nada.

¿No es esa la maldita verdad? Debería haberlo visto venir, pero


estaba atrapado en el glamour de quien era, pensando que quizás
debajo de todo era una maldita humana, la amiga que tanto me había
importado. Pero si hay algo que esto me enseña, es que si alguien hace
algo una vez, y se sale con la suya, lo hará de nuevo, y supongo que
eso es lo que Ava estaba haciendo. Tratando de ganar algo de control
sobre mí.

—Ella mintió, justo en mi puta cara. Juro que pensé que estaba
diciendo la verdad. Se veía tan genuina. Incluso estaba llorando...
lágrimas de verdad, lágrimas de mierda —susurro, hablando más
conmigo mismo que con mi padre.

Sacude la cabeza en señal de decepción.

—Tiene sentido, ha estado inventando cosas desde que era una


adolescente temprana, inventando historias tan bien que era difícil no
creerlas. ¿Recuerdas cuando le dijo a su padre que la amenazaste?
¿Qué querías que robara algunas joyas para poder venderlas? Parece
que sólo ha empeorado con el tiempo. No te sientas mal por creerle,
hijo. Ha estado practicando esta mentira por tanto tiempo, es su
segunda naturaleza. Haré que Laura hable con ella, le diré que si
vuelve a hacer algo, está fuera. No te sometería a eso otra vez. Mi hijo
no es un mentiroso, y tú nunca le has hecho nada a nadie.

Cada músculo de mi cuerpo se tensa... Estoy tan tenso que una


vez que me quiebre, me preocupo de que no haya ningún retorno de
las cosas que haré.

Una maldita y hermosa mentirosa. Debe pensar que soy


estúpido, un idiota sin un maldito cerebro. Apuesto a que todo es un
juego para ella. Permitir que tuviéramos sexo, meterse bajo mi piel.
Tal vez piensa que puede usar su sexo para controlarme. Rechino mis
dientes juntos, mi mandíbula duele bajo la presión. Me contengo para
no golpear el tablero de mandos.

Tengo que desatar el dolor... encontrar una salida, y poco antes


de que explote.

—Sabes que amé a tu madre. Puede que ahora estemos


distanciados, pero la amé cuando nos casamos, eres la bendición que
ella me dio, después de todo. La respetaba demasiado como para
engañarla. Lo siento hijo, de verdad. Si hubiera sabido que iba a hacer
este tipo de cosas, no le hubiera permitido venir.

—Está bien —digo entre dientes, mis fosas nasales se queman.

—No lo está. Me siento fatal.

Se frota una mano en la cara y, de nuevo, siento como si hubiera


decepcionado a mi padre al caer en una trampa oculta.

—Está bien, papá. No hiciste nada malo. ¿Podemos irnos a


casa? Tengo algunos planes con Clark y no quiero llegar tarde.

No sé cómo consigo que todas las palabras salgan sin un


gruñido. Quizás con magia.

—Hablaré con Laura. Arreglaré esto —murmura mi padre,


cambiando el coche a “conducción”.

El camino a casa es corto, y él no dice más que un puñado de


palabras, por suerte. El fuego corre por mis venas y estoy listo para
quemar todo.

Cuando llegamos a la entrada, salgo del coche antes de que esté


aparcado. Miro a la casa con una rabia asesina y doy un paso adelante.

No, dice mi subconsciente. Si entro en esa casa ahora mismo,


tan enfadado como estoy, haré algo que sé que lamentaré y cuando
lastime a esa perra mentirosa, lo último que quiero hacer es
lamentarlo. Así que en lugar de eso saco las llaves de mi bolsillo y me
voy a mi coche.

—¿Estás seguro de que vas a estar bien? —pregunta mi padre


mientras piso el pavimento, cada paso vibra a través de mis huesos.

—Estoy bien. Me voy a casa de Clark, así que no me esperes


levantado. No tengo una hora de llegada —murmuro y me deslizo al
asiento del conductor.

Arranco el coche y salgo de la entrada lo más lentamente


posible. Una vez en la calle, piso, el rugido del motor combinado con
mi rabia en las venas me brinda un disparo de adrenalina antinatural.

Conduzco sin rumbo, mientras trato de decidir qué carajo voy


a hacer. Mi necesidad de hacerla sufrir pesa más que todos mis otros
pensamientos.

Mentirosa. Maldita mentirosa. El sólo pensar en ella me da


ganas de golpear una maldita pared. Aprieto el volante, mis nudillos
se vuelven blancos. ¿Cómo puedo lastimarla de la misma manera que
ella me ha lastimado? Usó su cuerpo, sus malditas lágrimas y mis
emociones para retorcer y girar el cuchillo. Como si su traición de
antes no fuera suficiente, entonces profundizó más el cuchillo
mintiendo un poco más. Supongo que podría usarlo de vuelta. Quería
mi miembro, la tomó y suspiró mi nombre como una jodida oración.
Usaré su cuerpo contra ella, su maldito deseo por mí. Puede que sea
una maldita mentirosa, pero ese apretado sexo alrededor de mi
miembro es algo que no puedes fingir.

Piel suave. Ojos verdes. Labios abiertos de color rosa. Es todo lo


que puedo ver cuando pienso en ella.

—Que se joda —grito en el aire golpeando mi puño contra el


volante.

Por la gracia de Dios, termino en la casa de Clark. El lugar


parece una maldita mansión, pero es muy similar a mi casa. Cinco
habitaciones, veinte millones de baños, y una piscina que permite que
todos sepan que tenemos más dinero del que sabemos qué hacer.

Estaciono en la entrada, apago el motor y escapo del pequeño


espacio de mi vehículo. Necesito un saco de boxeo, una botella de
whisky, y una chica. No llamo a la puerta cuando entro en la casa y
por qué debería hacerlo, no es como si él llamara a la puerta cuando
viene a la mía.

Tan pronto como entro en el vestíbulo de arriba, oigo voces.


Salen de las paredes y entran en la casa vacía. Vienen en dirección a la
oficina de Steve, el padre de Clark. Sin querer imponerme, me quedo
en la escalera, con las manos metidas en los bolsillos, esperando que
Clark haga su aparición.

—No entiendo por qué esta chica tiene que quedarse con
nosotros... Si obtuvo una beca, ¿por qué no puede quedarse en los
dormitorios? Soy un adulto, no una niñera, seguro que puede cuidarse
sola.

¿Ella? ¿Qué carajo está pasando? Sé que no debería estar


escuchando a escondidas y no lo estoy, no realmente. Los dos están
hablando tan alto que los vecinos podrían escuchar si quisieran.

—Te lo dije, tiene mucha ansiedad y le prometí a sus padres


que la cuidaría. Darrel es uno de mis amigos de cuando empecé mi
negocio, es una de las razones por las que tenemos dinero ahora,
¿sabes el dinero que usas para comprar alcohol y todas las otras
mierdas caras que tienes? Lo conozco a él y a su familia desde hace
mucho tiempo y hago esto porque es lo correcto. Ahora harás lo que
te diga, o sufrirás las consecuencias.

¿Consecuencias? ¿Qué va a hacer Steve? ¿Tomar sus tarjetas


de crédito?

—Papá... —gruñe Clark, y prácticamente puedo ver su cara, los


tendones de su cuello se tensan.

—Emerson es una chica dulce, y tú la harás sentir bienvenida


aquí. No me decepciones, hijo. Sólo haz lo que te digo.

Hay una finalidad en la voz de Steve y sé que lo que sea que su


padre le esté preparando para hacer, lo hará. Puede que a Clark no le
guste la mierda que hace su padre, pero quiere que lo acepte, que lo
aprecie, que lo vea como algo más que un niño.
Pasan los segundos y un Clark irritado sale del despacho de su
padre, con los ojos abatidos y la frustración acribillando lo que veo
en su cara. Obviamente ninguno de los dos está teniendo un maldito
buen día. Al escuchar los problemas de Clark, casi me olvido de los
míos. De la estafadora de mi casa, de las malditas mentiras que vomitó
esta mañana.

—¿Qué ha pasado? —pregunta en cuanto levanta los ojos y me


ve de pie contra la escalera.

Todo parece desvanecerse a mi alrededor. Todo lo que veo, todo


lo que siento es ella, sus mentiras envolviendo mi garganta, apretando,
robando mi aliento.

Los músculos de mi mandíbula se flexionan.

—Ni siquiera quieres saberlo, pero como eres el mejor amigo de


la perra, te lo diré. En resumen, tuvimos sexo, ella usó su cuerpo y
algunas lágrimas falsas para hacer girar una historia sobre cómo mi
padre engañó a mi madre con su madre.

La mirada de Clark se amplía.

—Guau, guau. Eso es... guau. —Hace una pausa—. Y vosotros...


¿Tuvieron sexo? ¿Cómo fue?

De repente está sonriendo. Por supuesto que se preocupa por


saber los detalles de nuestro encuentro en lugar de la tarea que tenía
entre manos.

Increíble. Sensacional. Es increíble. Nada más que una mentira.


Así es como fue.

—Apretado, cálido, genial hasta que abrió la boca.

Trato de sonar desinteresado. Clark se encoge de hombros.

—Así es como es cada vez. Te acuestas con ellas, es genial, te


descargas y luego abren la boca y de repente no valía la pena.

—Te estás saliendo del camino aquí —gruño.

Soy un cabrón impaciente y mi pecho pide algo para calmar el


dolor que se instala en su interior.

—Hombre, lo siento, dijiste algo sobre sexo y es como si tuviera


una mente unidireccional a veces.

Mis rasgos están muertos.

—Mira, o bien venía aquí y perdía mi maldita mierda o volvía


a la casa y la enfrentaba. Pero, ahora mismo no confío en mí mismo
para estar en la misma casa que ella, así que, ¿quieres emborracharte
conmigo o tienes otros planes para el día? ¿Planes que involucren a la
chica de abajo tal vez? —pregunto con la frente levantada, sabiendo
que provocarlo le hará moverse.

—Cierra la boca. —Me golpea, pero ni siquiera lo siento.


Entonces se da la vuelta y empieza a caminar en dirección al gabinete
de whisky de su padre—. Vamos a beber tus penas, cabrón —lanza
sobre su hombro con una sonrisa de complicidad, y así como así, ya
me siento mejor.
Ava y sus jodidas mentiras son un recuerdo lejano mientras
nado en una piscina de malas elecciones y suficiente alcohol para
matarme.
Capítulo 15

Ava
Nunca volvió a casa. Nunca mostró su cara en la casa. Han
pasado 48 horas y todavía no he sabido nada de él. He intentado
llamarlo, pero su teléfono fue directo al buzón de voz. Empiezo a
preguntarme si se arrepiente de lo que hicimos y quizá por eso no
volvió a casa. Parte de mí espera que no se arrepienta, pero soy tonta.
Sé que lo que sea que esté pasando entre nosotros no es nada serio y
he aceptado ese hecho. Probablemente voy a ser sólo otra muesca en
su cama. Aun así, no significa que no pueda volver a casa. Esta es su
casa después de todo. Yo sólo soy una huésped no deseada.

—¿Vas a clases? —pregunta mi madre cuando entro en la


cocina.

—Sí. Estaré en casa más tarde. Voy a reunirme con un amigo


para cenar —digo, agarrando una manzana de la cesta de frutas antes
de hacerme una taza de café en el Keurig.

Mi madre ha estado muy tranquila últimamente, ella y Henry


ni siquiera parecieron notar un cambio en mi actitud, ni les importó
que Vance no estuviera en casa.

—Muy bien, cariño. Cuando vuelva, Henry dijo que quería


hablar contigo de algo. No estoy segura de lo que es, pero si conozco
a mi marido probablemente no sea nada malo.

Se ríe como una adolescente enferma de amor.

—Uhh, claro. —digo sorprendida, preguntándome de qué


diablos podría necesitar hablarme.

No dice nada más y sale de la cocina sin siquiera decir adiós.


Me digo a mí misma que es porque está ocupada o atrapada en sus
pensamientos, pero no puedo seguir dándole excusas. Pensé que
después de su confesión en el almuerzo del otro día, su actitud hacia
mí cambiaría, pero si sigue actuando como si no le importara,
entonces es probablemente porque no le importa.

Pongo mi mochila sobre mi hombro, tomo mi café, salgo de la


casa y me voy al campus. Hago lo que puedo para pasar mis clases sin
pensar en Vance, pero es casi imposible. Cuando veo a Clark parado
en la acera, con dos chicas hablándole, aprovecho para preguntarle
si sabe dónde diablos está Vance. No debería importarme, lo sé. Pero
me importa mucho más de lo que dejo ver.

—Clark —llamo mientras cierro la distancia entre nosotros.

Sus ojos se elevan a los míos, la indiferencia se refleja hacia mí.

—Hola A, ¿qué pasa? —Su tono es tranquilo, casual, pero no


es el adecuado.
Algo pasa. Las dos chicas con las que hablaba hace unos
segundos, resoplan y pisotean sus pies con tacones en el suelo
queriendo toda su atención. ¿Quién usa tacones a propósito en la
universidad?

—Oh, basta. Hay más que suficiente Clark para todas —bromea,
dándoles su habitual sonrisa que hace que las chicas jadeen y se
fundan.

Una de las chicas suspira, y yo hago un sonido de náuseas.


Clark se da cuenta y se ríe.

—No seas así, ambos sabemos que tú también quieres dar un


paseo.

Mi frente se frunce en confusión ante su comentario. Después


de las pocas veces que salimos y hablamos, estaba segura de que
habíamos superado esto.

—¿En serio? Sabes que no somos así. ¿Por qué actúas de forma
extraña?

Clark se encoge de hombros.

—No hay nada raro en mí. Sólo soy yo mismo.

Le arranca un pelo de uno de los hombros a la chica y lo examina


como lo hizo la primera vez que lo conocí.

—Clark —gruño.

—Ve a buscar otro pene para montar. Estoy seguro de que la de


Vance está disponible. O tal vez no, lo último que escuché es que creo
que estaba bien profundo en Sarah, pero no puedo estar seguro.

La amenaza en su voz me dice que sabe más de lo que deja


ver, y me estremezco, retrocediendo un paso. Su comentario duele,
golpeándome justo donde quería. Aunque Vance y yo no queramos
admitirlo, hay algo entre nosotros, una conexión, y oír que Vance
estuvo con otra chica después de estar conmigo, Sarah de todas las
personas, duele. Las dos chicas de la hermandad a su lado empiezan
a reírse. Levanto mi cabeza y mantengo mi barbilla en alto.

—No sé de qué estás hablando. Iba a preguntarte si habías visto


a Vance. Nuestros padres están preocupados por él —miento.

Clark entrecierra sus ojos, dando un paso adelante, y luego otro


hasta que invade mi espacio. Es guapo incluso en sus peores días,
pero ahora mismo es francamente aterrador. Levanta una mano a mi
cara, y es casi como si fuera a tocarme, pero se detiene a una fracción
de centímetro de mi labio inferior.

—Te queda un poco de mierda en el labio por todas las mentiras


que has estado vomitando. ¿Quieres que te la quite?

Maldito idiota. Instantáneamente sé que esto tiene todo que ver


con Vance. Cada cosa.

No puedo detener mi reacción. Estoy enfadada. Herida. Rota por


dentro. En un ataque de rabia, tiro mi mano hacia atrás y le doy una
bofetada fuerte, justo en su estúpida y perfecta cara. Una picadura de
dolor atraviesa mi palma al contacto. Su mandíbula se aprieta y su
mano se cae, haciendo una bola en un puño apretado.

¿Qué ha pasado? ¿Qué le dijo a Clark?

Me faltan piezas de un rompecabezas que parece ser cada vez


más grande cada día. Miro con horror la huella de la mano roja en
su mejilla.

Clark inclina la cabeza hacia un lado.

—Nada de lo que me digas hará que te perdone por hacerle daño.


Puede que hayamos sido amigos durante medio segundo, pero ahora
significas una mierda para mí.

Sus palabras me atraviesan como un cuchillo y no puedo evitar


dar la vuelta y volver por donde vine. Esto fue un error. Un gran error.
Venir aquí. Pensar que podía ganarme el amor de mi madre. Pensar
que encajaría. Sé, sin siquiera hablar con Vance, que no me cree. Su
padre probablemente le dijo que era una mentira. Las lágrimas frías
caen de mis ojos mientras corro por la acera, casi sacando a un grupo
de gente del camino.

Mi pecho sube, arriba y abajo, arriba y abajo, pero no siento


que esté respirando. No me cree. No me cree... No sé por qué me duele
tanto. Por qué siento que mi corazón se está rompiendo. No significa
nada, ni siquiera se preocupa por mí. Fue sólo sexo. Sexo, eso es todo
lo que fue.

Llegaré tarde a mi próxima clase, pero no me importa. Tal vez


no vaya en absoluto. Al doblar la esquina cerca del edificio de inglés,
por fin dejo de correr y camino despacio, con las rodillas temblorosas.
Tan pronto como dejo de caminar por completo, me apoyo contra la
pared. Presiono mi espalda contra el ladrillo frío, cierro los ojos y trato
de controlar mi respiración errática.

Pensamientos felices... Necesito pensar en un momento más


feliz, un momento en el que las cosas tuvieran sentido, en el que la
gente a mi alrededor me amara y confiara en mí. Ha pasado tanto
tiempo desde que era feliz, y todo cambió esa noche hace cinco años.

—Te amo.

La voz sin aliento de mi madre se filtra a través de la puerta.


Al abrir la puerta, espero encontrar a mi padre en casa después del
trabajo. En cambio, encuentro a mi madre... desnuda... con... un
hombre, un hombre que no es mi padre...

Henry.

Estoy congelada en el lugar, cada músculo quedó paralizado por


el shock y la confusión.

—Te amo, Henry...

Mi madre gime justo antes de girar la cabeza y encontrarme ahí


de pie mirando con la boca abierta.

Pensar en esa noche hace que mi estómago dé volteretas. ¿Por


qué abrí esa puerta? Debí haberme dado la vuelta y alejarme. Trato
de alejar el recuerdo, pero tiene un agarre que no puedo sacudir por
más que lo intente.

—No sabes lo que viste.

Henry, el padre de Vance, levanta la voz.

Mi madre está llorando, grandes lágrimas caen de sus ojos. ¿Por


qué está llorando? ¿Por qué Henry me dice que no sé lo que vi? Sé que
mi madre no debería haber estado haciendo lo que estaba haciendo con
Henry. Mi padre la ama, y ella lo ama a él, o al menos eso creía.

—Henry, detente. Es sólo una niña, no lo entiende.

Mi madre se ajusta la bata alrededor de su pequeña estructura,


su cuerpo se sacude.

—Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Ella no sabe lo que


vio. ¿O sí, Ava?

Su mirada oscura se aleja de mi madre y vuelve a mí. Se siente


como si tratara de intimidarme, amenazarme para que esté de acuerdo
con él.

Lo cual me enfurece.

Levanto la barbilla y lo miro a los ojos.

—Se lo diré a mi padre, no importa lo que digas.

El sonido de los pasos acercándose me saca del recuerdo, pero


aún no estoy lista para abrir los ojos y enfrentar la realidad.
Quienquiera que pase por allí, piense lo que quiera pensar. Con los
ojos cerrados, ahogo el mundo que me rodea, hasta que dos manos
envuelven la parte superior de mis brazos, con los dedos clavados en
mi piel. Me separo de la pared.

Mis ojos se abren y mis brazos se agitan salvajemente tratando


de luchar contra mi asaltante. Aspirar un aliento fuerte es todo lo
que puedo hacer. El grito se queda en mi garganta bajo la sorpresa.
No es que quiera gritar una vez que me dé cuenta de quién está
agarrándome.

—Vance —jadeo, echando un pequeño vistazo a su cara,


habiendo deseado no hacerlo.

Me arrastra con él por la acera y a la vuelta de la esquina. Abre


la puerta y me arrastra dentro del edificio. Intento meter los pies en
el suelo, pero no tiene sentido. Soy la mitad de su tamaño y no tengo
ninguna posibilidad.

—¿Adónde vamos? —gimoteo, su agarre en mi muñeca se está


apretando.

Ignorando mi pregunta, dice—: ¿Crees que puedes mentirme,


usar tus malditas lágrimas falsas y tu sexo para hacerme cambiar de
opinión sobre ti? ¿Pensaste que no le preguntaría a mi padre sobre
eso? Espero que te haya gustado nuestro encuentro porque estoy a
punto de usarte como tú me usaste a mí.

El tono de su voz azota como una tormenta furiosa.


Pasamos
se
del
cesado
cualquiera.

Trato de tragarme mi miedo. No creo que me haga daño, pero


tampoco creí que Clark dijera las cosas que me hizo. Vance me
arrastra unos pasos más y luego abre una puerta en el lado derecho
del pasillo. Me arrastra hasta el aula vacía, con el miedo goteando en
mi vientre. Luego me libera.

Me da la espalda y puedo oír el sonido de una cerradura siendo


puesta en su lugar. Mi mirada gira alrededor de la habitación,
buscando otra salida. Cuando se gira para mirarme, su expresión hace
que un escalofrío recorra mi columna vertebral. Nunca le he visto tan
enfadado, nunca he visto a nadie tan enfadado.

—Mi padre me lo contó todo —ataja—. No puedo creer que te


dejara envolverme alrededor de tu dedo. No puedo creer que haya
escuchado tu triste historia, o que me haya acostado contigo. Que
sintiera incluso una pizca de pena por ti.

La oscuridad de su voz es sorprendente y da un paso hacia mí,


lo que me hace retroceder instintivamente. No sé exactamente lo que
Henry le dijo, pero sé con seguridad que no era la verdad.

—Vance, te juro...

Levanto las manos para luchar contra él, pero me interrumpe,


agitando una mano delante de mí.

—Cállate. No más mentiras. No más palabras. No. Más. Maldita.


Charla. Me usaste, usaste mi cuerpo, mis emociones, y ahora yo te
voy a usar a ti.

Da otro paso adelante, y yo uno atrás, mi espalda golpea la mesa


detrás de mí, dejándome sin lugar a donde ir. Atrapada. Estoy
atrapada.

Cierra la distancia entre nosotros con una gran zancada. El aire


se espesa con la tensión, con la excitación. Una parte de mí está
aterrorizada de tenerlo tan cerca, irónicamente, otra parte de mí se
conforma con que su cuerpo esté tan cerca.

Estoy igualmente asustada y emocionada cuando se inclina, su


pecho presiona contra el mío mientras empuja su ingle en mi centro,
haciendo imposible que pase por alto lo excitado que está. Su cara
está tan cerca de la mía, que su aliento a menta acaricia mi mejilla
mientras se inclina y me susurra directamente al oído.

—Date la vuelta.

Su voz es profunda y grave, el sonido vibra a través de mí,


dejando la piel de gallina a su paso.

Se me seca la boca y me lamo los labios en vez de besarlo como


quiero. Puedo sentir la humedad de mis pliegues mojando mis bragas.
Y cuando nuestras miradas se encuentran por una fracción de
segundo, se siente como si estuviéramos a segundos de explotar
contra el otro. La lujuria y la necesidad carnal de sus ojos me dejan sin
aliento. Me odia, pero también me desea, y ahora mismo, me quedo
con eso. Si es la única manera de estar cerca de él, entonces es
suficiente para mí.

Mi cuerpo se mueve por sí solo, siguiendo su orden como si


siempre hubiera estado hecho para ello. Empiezo a girar lentamente,
pero aparentemente demasiado lento para Vance porque me agarra de
las caderas y me hace girar en un rápido movimiento, luego sumerge
sus dedos en la cintura de mis polainas, sus dedos hacen contacto
con mi piel y un pequeño zumbido de placer atraviesa mi piel. Empuja
mis polainas y mis bragas hacia abajo rápidamente, dejándolas en
mis tobillos.

El aire frío acaricia mi piel caliente mientras escucho a Vance


desabrocharse los pantalones detrás de mí.

—Manos sobre la mesa —ordena bruscamente, y todo lo que


puedo hacer es seguir su orden.

Pongo mis palmas sobre la mesa.

Mis pezones se endurecen incómodamente dentro de mi sostén.


Un suave gemido llega a mis oídos, y no puedo comprender si eso vino
por mí o por Vance. Las líneas entre el odio y la necesidad son tan
confusas ahora mismo que es casi como si estuviéramos intentando
todo lo posible para no odiarnos. Vance me pone una mano en la parte
baja de la espalda para sujetarme y luego siento la suave cabeza de
su miembro en mi sexo. Se arrastra arriba y abajo por mis pliegues,
gruñendo cuando se da cuenta de lo mojada que estoy por él, de lo
mucho que anhelo su toque, aunque no sea amable y cariñoso como
lo era hace dos noches.

—Dime que quieres esto... dime que quieres que te tome.

—Sí —gimoteo, justo cuando siento que me provoca deslizando


su miembro en mi entrada. Lo quiero. Lo deseo tanto. Sin ninguna
advertencia, me penetra, estirándome mientras entierra su longitud
dentro de mi canal, deteniéndose sólo una vez que sus pesadas pelotas
golpean mi trasero. Hay un ligero escozor de dolor, y grito con la mezcla
de dolor y placer en la intrusión.

—Vance... —gimoteo, agarrándome a la mesa para hacer


palanca, sabiendo que está a punto de hacerme sentir cada gramo de
ira y odio que tiene por mí. Puede que no lo merezca, pero lo tomaré
por él. Soportaré el peso de la traición de su padre.

No se detiene para darme tiempo para adaptarme, me toma duro


y rápido, hundiéndose en mí como un animal. Puedo sentir su rabia
con cada empuje, sus dedos escarban en mis caderas mientras me
tira hacia atrás cada vez que se mete dentro.

Mis brazos ceden y dejo que la parte superior de mi cuerpo


descanse sobre la mesa, girando la cabeza a un lado, presiono mi
mejilla contra la superficie plana de madera y continúo agarrándome
al borde mientras él continúa penetrándome, con golpes más furiosos
que los siguientes.

Un cosquilleo comienza a extenderse desde mi centro y hacia


afuera, abriéndose camino a través de mi interior. Mis piernas
empiezan a temblar, haciéndome saber que estoy cerca, mi sexo
tiembla. Me pongo de puntillas, tratando de que llegue a ese punto
que sé que me llevará al límite. Tan cerca, tan jodidamente cerca. Me
muerdo el labio inferior sintiendo que el placer aumenta. Ya casi estoy
allí cuando él va más despacio, casi saliendo por entero de mí.

—No te atrevas a llegar al orgasmo. Esto no es para ti. Esto es


para mí.

Su mano me empuja de nuevo hacia abajo en la mesa para que


no pueda mover mis caderas en el ángulo que quiero. Entonces entra
en mí de nuevo, sus golpes son profundos, tan profundos que puedo
sentirlo dentro de mi vientre, pero también son molestosamente
lentos. Y el placer que sentía antes ya se ha ido. No hay manera de
que pueda llegar al orgasmo al ritmo que él va, y supongo que ése es
el punto. Me está castigando, mostrándome que tiene todo el poder.

Se mete en mí unas cuantas veces más, sólo coge velocidad en


los dos últimos golpes para su propia liberación. Gruñe y siento su
miembro crecer. Segundos después, entra dentro de mí, cubriendo
mis paredes internas con su semen mientras sus dedos se clavan en
mi carne con fuerza bruta.

—Demonios —gruñe—. Maldición...

Un momento después, se aparta de mí y se aleja. La pérdida de


su cuerpo me deja fría y vacía por todas partes, sólo el esperma que
gotea entre mis pliegues queda de él. Quiero que me toque de nuevo.
Quiero que me haga llegar al orgasmo. Pero sobre todo, quiero que me
abrace, que me diga que me cree y que todo estará bien.

En cambio, oigo el sonido de los vaqueros siendo subidos y una


cremallera que se cierra. No me muevo. Los pasos pesados seguidos
por el ruido del chasquido de la puerta que se abre, se encuentra
con mi oído, pero aun así no me muevo. Estoy agotada, entre mi
interacción con Clark y Vance ahora mismo me siento... desesperada,
perdida en un vasto océano de emociones.

Me lleva mucho tiempo conseguir la fuerza para empujarme y


levantarme de la mesa, pero cuando lo hago, me subo las bragas y las
polainas, enderezando mi ropa. Me siento sucia y usada. Me duelen
los músculos, y me duelen los ojos por el llanto anterior. Todo lo que
quiero hacer es ir a casa y acurrucarme en mi cama, olvidando todo
lo que me rodea, pero si voy a casa, tengo que enfrentarme a Henry,
a mi madre, y lo peor de todo, a Vance. No tengo ningún otro sitio al
que ir. No tengo amigos. No tengo nada.
Capítulo 16

Vance
No la he visto en veinticuatro horas y me siento como un
drogadicto que sale de un viaje, incapaz de conseguir más de su droga
favorita. De alguna manera se las ha arreglado para evitarme después
de que la tomé inclinada sobre la mesa en el aula vacía. Bajo las
escaleras y llamo a la puerta de la oficina de mi padre. Él levanta la
vista de algunos papeles y me hace pasar.

—Hola hijo —saluda, alejando las carpetas de papeleo de él.

—Oye, ¿ya has hablado con Ava?

Realmente no me importa si lo hizo o no. Sólo quiero saber


dónde está, y prefiero no decirle lo obsesionado que estoy con ella.

—No, no estoy seguro de dónde está. Tengo la sensación de que


me ha estado evitando. Supongo que sabe que la han atrapado
mintiendo y no quiere afrontar las consecuencias. Desearía que su
padre se hubiera esforzado más en disciplinarla.

—Bien, debe haber vuelto a casa en algún momento, no es como


si tuviera otro sitio al que ir.

Estoy pensando en voz alta otra vez. Mierda.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —miento.

Bien, sí, no. No estoy bien en absoluto. Estoy al límite, enfadado


y confundido. Confundido por el torbellino de emociones y
pensamientos que no puedo poner en orden por Ava. No puedo
reprimir mi necesidad de ella, no importa cuánto lo intente.

—¿Te está molestando de nuevo? —pregunta.

La mitad de mí dice que le diga que lo está, demonios, que la


haga desaparecer, con suerte para siempre, mientras que la otra mitad
quiere atormentarla yo mismo, mantenerla justo donde yo la quiero.

—No, se está comportando —murmuro, saliendo de su oficina


antes de que pueda hacerme otra pregunta.

Lo que pasa en esta casa es que cuando hay silencio, se puede


oír todo. Al entrar en el pasillo, oigo la puerta principal abriéndose
en silencio, seguido de pasos ligeros subiendo las escaleras. Cuando
llego a la esquina, sólo la veo en lo alto de las escaleras antes de que
desaparezca de nuevo.

Mis labios se curvan en una sonrisa depredadora. Estoy a punto


de conseguir mi dosis, mi primer golpe en lo que parece una eternidad.
La sangre en mis venas cosquillea y la saliva llena mi boca. Por mucho
que no queramos admitir nos queremos, tal vez incluso nos
necesitamos. El odio que tengo por ella se derrite, dando paso a una
emoción diferente, todo junto cuando estoy dentro de ella. Pero tan
pronto como salgo, ese sentimiento se desvanece, y me recuerda que
es una mentirosa, una maldita maestra manipuladora.

Me tomo mi tiempo, subo las escaleras, paso a paso, sintiendo


que me acercan cada vez más a ella sin pensarlo. No quiero irrumpir
en su habitación tan pronto como llega. Quiero que piense que está
a salvo y segura, entonces entro y saco la alfombra de debajo de ella,
manteniéndola en sus pequeños pies. Entonces nunca sabrá cuándo
me espera... sólo tendrá que vigilar su espalda todo el tiempo,
preguntándose qué hago y dónde estoy.

Me detengo justo frente a su puerta. Mis labios se forman en


una línea, y antes de que me ponga esa máscara apretada que cubre
mis emociones reales, me paro ahí consolándome al saber que ella
está a sólo a unos metros de mí. Incluso con la puerta entre nosotros,
mi necesidad de ella se calma. La quiero cerca, pero lejos al mismo
tiempo. Ella deja mi cerebro desordenado, revolviéndolo como un plato
de huevos revueltos.

Puedo oírla al otro lado de la puerta, oler su aroma floral único, y


casi sentir su calor. Casi. Después de unos diez minutos, mi paciencia
se ha agotado. Tan silenciosamente como puedo, busco la llave que
está en el marco de la puerta, sabiendo sin duda que ha cerrado la
puerta. O al menos espero que lo haya hecho, si es inteligente, lo haría.

Su confianza en mí es confusa. Ayer pensé que me apartaría,


que lucharía, que quizás incluso gritaría, pero en vez de eso, me
sorprendió permitiendo que la tomara como yo quería. Me dejó usarla
para mi propio placer sin siquiera echar un vistazo. Todavía puedo
recordar la sensación de su tembloroso sexo alrededor de mi miembro.
Quería tanto dejar que llegara al orgasmo, pero eso no lo hubiera
convertido en un castigo para ella, y quería castigarla, romperla tanto
que era todo lo que podía sentir, hasta que me deslicé dentro de ella.
Tal vez dejarme usar su cuerpo era su forma de pedir perdón. Como
si eso fuera suficiente, nunca lo sería.

No tenía que dejarme tocarla. Si me hubiera dicho que parara,


lo habría hecho aunque no quisiera, pero no lo hizo porque en el fondo
quería que la usara, quería que la tocara, que la tomara, y me aferro
a ese conocimiento con mano de hierro, sabiendo que lo usaré contra
ella una y otra vez.

Inserto la llave, la giro, escuchando el pequeño clic cuando la


puerta se abre. Giro la perilla, empujo la puerta para abrirla,
preparándome para que ella me grite, tal vez hasta me empuje hacia
afuera.

En cambio, encuentro su habitación vacía.

Puedo oír la ducha corriendo en el baño y mi miembro se pone


increíblemente duro. Tanta piel lisa y desnuda se esconde al otro lado
de esa puerta. Me lamo los labios con anticipación y camino hacia el
baño. Pruebo el pomo de la puerta, girándolo suavemente, sonriendo
cuando me doy cuenta de que no está cerrado. Esperaba que fuera
lo suficientemente paranoica como para cerrar la puerta del baño
también. El vapor caliente me golpea la cara cuando empujo la puerta
para abrirla.
Su perfecta silueta escondida detrás del vidrio esmerilado
transparente de la cabina de la ducha es lo primero que veo cuando
entro. Cierro la puerta detrás de mí, el ruido la alerta de mi presencia.

—Sal, Vance —grita sobre el rugido de la ducha, mucho menos


sorprendida de que yo esté aquí de lo que pensé que estaría,
quitándome algo de la ilusión.

Inclino mi cabeza a un lado y pregunto—: ¿Por qué? Pensé que


estarías feliz de darme otro espectáculo.

—Sólo vete, por favor. Ya me has herido bastante, y no tengo


fuerzas para pelear contigo ahora mismo —dice en un tono mucho
más bajo, casi derrotado.

Suena cansada, herida, tal vez incluso rota. Tal como le dije que
estaría. Ignoro los sentimientos que su tristeza me da. No tengo
espacio dentro de mí para sentir lástima por ella. La ira y el
resentimiento ya están ocupando demasiado espacio.

—Apuesto a que tus pezones están duros ahora mismo y tu sexo


goteando para mí —me burlo—. Estoy listo para usarte de nuevo. Así
que lávate bien entre las piernas. No estoy seguro de dónde o con
quién estuviste anoche, pero no quiero contagiarme de nada.

La idea de que esté con otra persona me hace hervir la sangre.


Más vale que no haya estado con nadie más. No a menos que quiera
que vaya a la cárcel por asesinato. Aunque conociéndola,
probablemente me diría que lo hizo sólo para fastidiarme.

—Vete, no quiero volver a tener sexo contigo.

—No te he preguntado qué quieres tú. Dije que estoy listo para
usarte de nuevo. Termina tu ducha para que puedas darme un
orgasmo. A menos que quieras que entre en la ducha para hacerlo.
Tal vez te penetre la garganta hoy. Me estoy cansando de que tu boca
no deje de hablar, como si tuvieras una jodida opción en todo lo que
te hago. Será mucho más difícil para ti hablar con mi pene en tu boca.

—No soy una de tus putas, Vance, y no voy a tener sexo contigo
otra vez. Definitivamente tampoco te voy a dar una mamada. Si tan
desesperadamente necesitas un orgasmo, tal vez deberías ir a buscar
a Sarah. Mi vagina no está recibiendo órdenes de un chico que cree
conocerme.

De alguna manera le ha crecido la columna vertebral desde la


última vez que nos vimos. Me encantará romper ese hueso recién
formado, junto con cualquier actitud que ella planee darme. Me
pertenece ahora, su placer, su tristeza, su dolor. Tengo todas las
llaves, y abriré todas las puertas que tenga para probar mis puntos.

Corta el agua un momento antes de abrir la puerta de la ducha.

La he visto desnuda antes, pero aun así, verla, me quita el


aliento. No hay nada como eso, su belleza es profunda. Su pelo
húmedo se pega a su piel alrededor de sus hombros y clavícula, sus
pechos están levantados, sus pezones de color rosa claro suben y
bajan con cada respiración que toma. Diminutas gotas de agua besan
su piel pálida y suave como las pecas.
Mis ojos vagan hacia el sur hasta que veo su perfecto sexo.
Tengo autocontrol y diría que soy bastante bueno para agarrarme a él,
pero me cuesta mucho no alcanzarla y pasar mis dedos sobre ella y a
través de sus pliegues. Mi mano se mueve con una necesidad posesiva
de tocarla. Y la enrosco en un puño, clavando las uñas en la palma
de la mano para detener el dolor.

Sale de la gran ducha con la cabeza en alto, con su linda barbilla


sobresaliendo. Si está tratando de demostrar que es fuerte y que no
le afecto, está haciendo un trabajo de mierda, e irónicamente, no es
una actriz lo suficientemente buena, lo que me sorprende dadas las
mentiras que dice.

No cuando puedo oír la luz temblar en su voz y ver el sutil


temblor de sus manos cuando alcanza la toalla. Uno pensaría que ella
sería capaz de dar una actuación digna de un Oscar cada vez.

Supongo que no... supongo que un mentiroso es tan bueno


como las mentiras que dice.

Se envuelve la esponjosa toalla alrededor de su torso, cubriendo


el hermoso lienzo que había estado admirando y limpia la
condensación del espejo con la palma de la mano. Luego toma su
cepillo de dientes y comienza a cepillarlos, tratando de ignorarme.
Adorable. Como si yo fuera tan jodidamente olvidable. Doy un paso
adelante, me centro directamente detrás de ella, levantando una mano
y la rozo sobre sus hombros.

Intenta ignorarme ahora. Me obligo a sonreír cuando sé que


debería estar golpeándome a mí mismo en la cara, pero no puedo
evitarlo. Ella mintió, me usó, y nunca lo vi venir, me alimenté de su
maldita mano.

Escupe en el lavabo antes de abrir el agua y me quita la mano


de encima.

—No me toques —gruñe, y mi sonrisa se amplía.

—Oh, planeo hacer mucho más que tocar... y no es que no lo


quieras. Deja de hacerte la difícil —digo, pellizcando una de sus tetas
cubiertas por la toalla.

Me empuja en el pecho con ambas manos, haciéndome tropezar


de nuevo. El calor de su toque resuena a través de mi pecho. Quiero
acercarla, abrazarla, pero también quiero verla llorar, ver esos
hermosos ojos esmeralda llenos de lágrimas.

—¡He dicho que no! Esto se acabó. He terminado de confiar en


ti. ¡Se acabó! —grita, su pecho sube y baja rápidamente. No puedo
evitar reírme de sus palabras. ¿Ha terminado de confiar en mí? Eso es
muy bueno—. Sal... Fuera —resopla, cerrando los ojos y me sorprende
lo enfadada que suena.

Decido dejar que se calme entonces. No quiero quebrarla


demasiado rápido. Voy a sacar el dolor, hacer que duela tanto como
pueda.

—Bien, te esperaré en tu habitación. Pero asegúrate de que tu


sexo esté bien mojado cuando salgas. Te seguiré tomando si no lo está,
pero preferiría que lo estuviera, una vagina mojada se siente mejor
que una seca —digo, aunque estoy bastante seguro de que habla muy
en serio con lo de no tener sexo.

Lástima, tenía muchas ganas de usar su cuerpo contra ella hoy,


pero no voy a forzarla. Tengo otras formas de sacarme las ganas de
hacerle daño.

De vuelta en su habitación, miro alrededor del espacio, tratando


de encontrar algo de interés. Mis ojos ven su portátil en su escritorio.
El premio gordo. Cruzo la habitación y abro la cosa, sacudiendo la
cabeza ante su estupidez cuando me doy cuenta de que no lo tiene
protegido por contraseña. Me crujo los nudillos, sonrío como el idiota
que soy y empiezo a hojear las carpetas de la pantalla y me detengo
en la que dice Tarea.

Lo abro y borro cada uno de los archivos que contiene. Luego


hago clic en el icono de la basura en la esquina y lo vacío,
asegurándome de que no pueda recuperar ninguno de sus deberes.

¡Boom! El acto de imbécil del día, hecho.

Satisfecho con mi trabajo, apago el ordenador y me siento en su


cama, como si fuera el dueño del lugar. No tengo que esperar mucho
tiempo antes de que salga del baño, disparándome una mirada furiosa
que está llena de llamas de fuego.

—Dije que te fueras, Vance, y lo dije en serio. Sigue jodiéndome


e iré con mi madre.

Su amenaza es risible más que nada. Abro la boca para


responder cuando de repente deja caer la toalla delante del armario.
Maldición. Mi miembro se pone
erecto
suave
poder
finalmente consigo que mi boca vuelva a funcionar.

Tragando un nudo de excitación y digo—: ¿Es eso una amenaza?

Se da la vuelta para mirarme durante medio segundo, sus ojos


arden hacia los míos y veo todo el dolor, toda la tristeza que le he
causado.

—No es una amenaza. Es una promesa.

Luego, sin decir nada más, sale de la habitación. ¿Qué...?


¿Quién demonios se cree que es? No voy a mentir y decir que mi boca
no está abierta como un pez que sale del agua. No puede hablarme
así...

Me tumbo en su cama esperando que vuelva, pero después de


unos minutos, la curiosidad se apodera de mí y me levanto para
buscarla. Reviso la cocina, la sala de estar, e incluso en el patio
trasero, pero no la veo en ninguna parte. ¿Tal vez se fue? Aunque no
llevaba su cartera ni las llaves cuando salió de su habitación.

Libero un suspiro de frustración, me digo que lo más probable


es que se esté escondiendo de mí. Estoy a punto de coger mis llaves
y dirigirme a la casa de Clark cuando oigo voces, son débiles, pero se
arrastran por la casa como una tranquila ráfaga de viento entrando
por una ventana. Suena como si viniera de la oficina de mi padre al
final del pasillo.

La voz de Ava llega a mis oídos, es suave, vulnerable, y por


alguna extraña razón, conmueve mi corazón. Mi mandíbula se tensa
y mi corazón truena en lo profundo de mi pecho. Sé que no debería,
que debería seguir con mis planes, pero no puedo. Algo me obliga a
caminar por el pasillo, como si necesitara oír lo que va a decir, lo que
está diciendo. Me detengo a unos metros de la puerta de la oficina de
mi padre, me apoyo en la pared más lejana.

La puerta no está cerrada del todo, lo que me permite escuchar


su conversación.

—No entiendo por qué no podemos decirle a Vance la verdad.


Fue hace mucho tiempo, y las cosas han cambiado mucho desde
entonces. Por favor, sólo dile la verdad.

La voz desgarrada de Ava se encuentra con mis oídos.

—No le diré nada.

La voz de mi padre se hace notar.

—Me culpa a mí. Me odia por ello —admite suavemente.

Por supuesto que la culpo... es una mentirosa...

—Bueno, eso es porque es tu culpa. ¿Qué niño entra en la


habitación de su madre en medio de la noche a esa edad? Si no te
hubieras colado esa noche... si te hubieras quedado en tu habitación
esa noche...

Mi padre se aleja.

—Lo siento, ¿de acuerdo? Fue un juego estúpido, y sí, debí


haber dormido esa noche, pero no puedes culparme por lo que pasó.

—Por supuesto que puedo, tú eres quien se lo dijo a tu padre.


Si hubieras mantenido tu boca cerrada, no habría tenido que mentirle
a mi hijo. Tal y como yo lo veo, todo esto es culpa tuya.

Parpadeo, el aire se queda en mis pulmones y por un momento


me pregunto si esto es real. O si todo esto es una pesadilla. Él mintió.

—Ustedes tenían un romance —ataja ella y oigo a mi padre


golpear algo sobre la mesa.

—No vuelvas a mencionar esto nunca más. Vas a mantener la


boca cerrada sobre lo que viste esa noche de aquí en adelante o tú y tu
madre están en la calle sin un centavo en los bolsillos. ¿Me entiendes?

La voz de mi padre retumba en la habitación y siento que me


acaba de atropellar un autobús.

—Perfectamente —dice Ava, su voz tiembla como si estuviera a


punto de llorar. No puedo respirar. No puedo hacer nada. Un momento
después, la puerta de la oficina se abre y Ava sale, con la cabeza baja
y los ojos en el suelo.

Da un paso hacia mí, pero sólo me ve ahí de pie cuando está


a punto de chocar contra mí. Quiero que me golpee, me hiera, me
rebane con sus palabras como yo le he hecho a ella. Soy un bastardo,
un imbécil, y no lo dudaría si me odiara ahora. Estaba diciendo la
verdad todo este tiempo... ella era la que decía la verdad y mi padre
estaba mintiendo. Y continúa con la mentira.

Su cabeza se levanta y nuestros ojos se encuentran. Me quedo


mirando sus orbes verdes llenos de lágrimas y me olvido de cómo
respirar.

Me duele el pecho. Le fallé, maldición.

Capítulo 17

Ava
Lo escuchó todo. Puedo verlo escrito en sus rasgos. La sorpresa,
la vergüenza, la culpa. Finalmente me cree... pero ya es demasiado
tarde. No creo que pueda perdonarle por lo que hizo. Fue necesario
escuchar la verdad de su padre, no de mí, para hacer que me creyera.
¿Cómo puedo dejar ir algo así? No es que lo que teníamos fuera algo
especial, no para él. Sólo usó mi cuerpo para herirme, todo mientras
mi corazón sangra por el chico por el que me había preocupado, el
chico que era lo más cercano a un mejor amigo que jamás tendría.

—Ava —susurra, su voz suena sombría y arrepentida—. Lo


siento, lo siento mucho.

Sacudo mi cabeza, las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Es


demasiado tarde para lamentarlo. Demasiado tarde.

—Te necesitaba, Vance. Necesitaba que me creyeras, pero


nunca lo hiciste, y cuando más te necesitaba, me diste la espalda.
Cuando ya estaba deprimida y pensaba que no podía sentirme peor,
te aseguraste de que lo hiciera.

Un sollozo se libera de mi garganta, y se siente como si mi


corazón fuera a explotar. No puedo hacer esto ahora mismo... no
puedo. Paso a su lado, atravieso la casa y agarro mi bolso de la mesa
de entrada antes de salir corriendo al porche. Un cristal se rompe en
algún lugar de la casa, seguido del sonido de Vance gritando a su
padre.

Trago oxígeno fresco en mis pulmones, dejo que se acumule y


salga.

Si me hubiera creído hace unos días. Si hubiera confiado en mí,


lo habría perdonado, pero ahora... Es demasiado tarde.

Abro mi coche con la llave, cruzo la entrada a toda velocidad


y me subo rápidamente al asiento del conductor. Arranco el motor y
vuelvo a la carretera con los neumáticos patinando sobre el pavimento.
No hay forma de que pueda seguir en esa casa, no con la amenaza de
Henry sobre mí, o la culpa de Vance asfixiándome. Necesito ir a algún
sitio, a cualquier sitio, a cualquier sitio menos aquí.

¿Dónde puedo ir? Podría llamar a Jules, e ir a quedarme con


ella, pero no quiero involucrarla en mis problemas, además no podría
pagarle nunca. Entonces me golpea... un hotel. Iré a un hotel, el que
está en la ciudad al menos por un corto tiempo. Hasta que pueda
resolverlo todo.

El camino al hotel pasa anormalmente rápido, aunque estoy


conduciendo despacio porque apenas puedo ver a través de mis
lágrimas que empezaron a caer de nuevo. Aparco en la parte de atrás
del aparcamiento y me siento allí unos minutos más tratando de
recomponerme. Trato de juntar las piezas rotas lo suficiente como para
parecer una persona normal, al menos por fuera.

Cuando la hinchazón y el enrojecimiento alrededor de mis ojos


finalmente desaparecen lo suficiente como para que no parezca que
he estado llorando durante los últimos veinte minutos, salgo del coche
y entro. Me recibe un hombre mayor en la recepción que, por suerte,
me registra rápidamente. Pasa mi tarjeta de crédito y me da la llave
de mi habitación sin dudarlo.

Tan pronto como estoy en mi habitación de hotel, me


desmorono. Sollozando incontrolablemente, me arrastro hasta la
cama y me acurruco en posición fetal. Sabe la verdad, debería
sentirme mejor ahora, pero no es así. En cambio me siento peor,
porque sólo me creyó después de oír a su padre decir que mintió. No
confía en mí, nunca lo hizo, y probablemente nunca lo hará. No sé por
qué me duele tanto ese hecho. Tal vez porque confié en él, creí en él
y todo lo que hizo fue herirme a cambio. Me consolé con su contacto
mientras él se consolaba con mi dolor. Supongo que tengo parte de la
culpa porque una pequeña parte de mí esperaba que tal vez, sólo tal
vez, algo saliera de mí compartiendo la verdad con él, de dejarle tener
una pequeña parte de mí.

Recuerdo lo que dijo Henry, amenazó con dejar a mi madre sin


dinero y dejarnos en la calle sin un centavo. No le dije nada a Vance,
pero aun así lo descubrió. ¿Qué hará Henry ahora? ¿Realmente
planeaba divorciarse de mi madre por esto? ¿Alguna vez la quiso?
Tengo tantas preguntas. Una más preocupante que la otra. No sé qué
diablos voy a hacer ahora, sólo sé que mi vida es un completo desastre.

◆◆◆
Un fuerte golpeteo me saca de mi sueño inquieto, y me siento,
mirando alrededor de la habitación desorientada. Por un momento me
olvido de dónde estoy y cómo llegué aquí. Mis ojos están tan hinchados
que tengo que abrirlos con una palanca. Intento tragar, pero mi
garganta está tan seca que parece que me he tragado un puñado de
arena. Cuando el incesante golpeteo no desaparece, me obligo a salir
de la cama y tropiezo con la puerta. Me siento como si tuviera resaca
pero sin haber tomado una gota de alcohol.

Cuando llego a la puerta, mi mirada cae a mi mitad inferior.


Los acontecimientos de anoche fueron un completo borrón y cuenta
nueva, pero aparentemente me quedé dormida en la cama sin
cambiar. Me encojo de hombros. No me importa, nada en este
momento.

Quienquiera que esté al otro lado de esa puerta no necesita


saberlo. Me enderezo, mantengo mi cabeza en alto y agarro al asa de
la puerta, girándola y abriéndola.

—Ava...
La voz de mi madre llena la habitación justo cuando se mete en
la habitación y me abraza, empujándome hacia su pecho. Me atrae su
presencia y me quedo ahí parada sin moverme hasta que su calor se
filtra en mí y su perfume abruma mis sentidos. Entonces me entrego
a ella, sosteniéndola como un niño pequeño.

—¿Qué ha pasado? —jadea—. Te busqué por todas partes y sólo


te encontré cuando comprobé la transacción de tu tarjeta de crédito
en línea. ¿Por qué estás en un hotel? —pregunta, guiándome hacia
la cama.

Me suelta, se da la vuelta y cierra la puerta tras ella antes de


volver a donde estaba sentada.

Toma una de mis manos en la suya y el colchón se sumerge


mientras se sienta a mi lado. Nunca mi madre ha actuado como si se
preocupara por mí, al menos no en los últimos cinco años. Esa noche
lo cambió todo. Fue casi como si me culpara, como lo hizo Vance, y
Henry también. Parece que todos me culparon...

—¿Te dijo Henry lo que pasó? —pregunto, esas primeras


palabras suenan como grava.

—En realidad no. Volví a casa con Henry y Vance peleando.


Vance destruyó la oficina de su padre, le gritaba y lo acusaba de todas
esas cosas. Ninguna de las cuales tiene sentido para mí.

—Oh, mamá...

Hago una pausa, mis ojos se encuentran con los de ella. Parece
realmente confundida y entiendo por qué. Al igual que Vance, no tenía
ni idea de que Henry no decía la verdad. Todo el tiempo ha estado
pensando que todo el mundo sabía de su aventura. Pero nadie lo sabía,
nadie más que ella, papá, Henry y yo.

—¿Qué pasa, cariño? —parpadea lentamente.

Examino su cara, mirándola por primera vez en mucho tiempo.


Me siento atraída primero por sus suaves ojos azules enmarcados por
largas pestañas. Su pelo está peinado profesionalmente, brillante, y
el mismo marrón claro que el mío. Se ve exhausta, preocupada, pero
al mismo tiempo tiene un brillo natural.

—Cariño, me estás asustando. ¿Por qué estás en este hotel y no


en la casa? ¿Pasó algo con Vance y Henry?

¿Quiero contarle todo? ¿Importaría si lo hiciera? Ella lo ama y lo


ha amado por mucho tiempo. Además, ya ha demostrado dónde está
su lealtad. ¿Contarle a ella cambiaría algo? Quiero que sea feliz, pero
Henry es vil y mezquino, ¿y la quiere de verdad si puede echarla a la
calle sin un céntimo?

¿O sólo dijo esas cosas porque quería que yo cumpliera? Tal


vez él realmente ama a mi mamá. Ciertamente ella parece feliz. Si soy
sincera, parece más feliz ahora que con mi padre.

Y si vuelvo a decir la verdad de lo que sé, los secretos,


¿destrozará la vida de todos otra vez?

Se me seca la boca y me lamo los labios.


—Yo... sólo quería... quería algo de tiempo para mí, eso es todo.
He estado teniendo dificultades con algunos trabajos escolares —
miento, decidiendo que si ella se va a enterar, será por otra persona.

—¿Me estás mintiendo?

La severidad de su voz se apodera de mí.

—No —miento otra vez.

Las mentiras siguen acumulándose y me pregunto si pronto


podré creerlas también.

—Cuando Vance estaba gritando, le oí mencionar tu nombre, y


como si Henry te amenazara de nuevo, él...

Su voz se desvanece, y no necesito oír el resto de lo que iba a


decir para saber que no era nada bueno.

Pero no importa. No quiero su compasión, su protección, su


culpa. No quiero nada de alguien que pensó que era una mentirosa
hasta que lo oyó directamente de la fuente. Sólo deseo poder convencer
a mi corazón de que sienta lo mismo. Estoy bastante segura de que
me estaba enamorando de él... incluso con todas sus tácticas.

—¿Henry te amenazó? —pregunta a continuación.

—¿Importaría si lo hiciera? —Mis ojos caen al suelo.

—Por supuesto que importaría, eres mi hija y te quiero mucho.


Puede que no siempre lo parezca, pero lo hago. Si Henry hizo algo,
quiero saberlo.

—Entonces, sí, me amenazó.

Su boca se abre de golpe, la sorpresa aparece en sus rasgos.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué te amenazaría?

—Le dije a Vance algo, algo sobre lo que Henry mintió.

—¿De qué manera te amenazó?

—Mira, no importa. —Saco mi mano de la suya—. Está hecho


y terminado.

Salgo de la cama y, camino hacia la ventana.

—Ciertamente importa. No permitiré que mi hija se quede en


una habitación de hotel. Volverá a la casa conmigo y arreglaré todo
esto.

—No es tan fácil, mamá.

—Por favor, Ava. Por favor, vuelve a la casa conmigo. Hablaré


con Henry, para arreglar todo esto. Lo estás haciendo tan bien, y
pareces tan feliz.

Quiero reír. ¿Feliz? Si hubiera prestado atención, habría visto lo


miserable que soy. La única vez que no fui verdaderamente miserable
fue cuando estaba con Vance. Cuando estaba con él, me sentía como
si estuviera entera, como si la tormenta dentro de mí se hubiera
calmado. Yo era el huracán, pero él era el ojo de la tormenta y juntos
nos precipitamos hacia la orilla.

—Yo... no lo sé, mamá.

No puedo quedarme en este hotel para siempre, lo sé, pero


tampoco sé qué demonios hacer. Estar cerca de Vance va a ser difícil,
especialmente cuando sé que va a hacer todo lo que pueda para
compensar sus malas acciones hacia mí.

Pero estar cerca de Henry va a ser aún más difícil. Ayer me


mostró su verdadero ser y dudo que pueda verlo de otra manera.
¿Cómo puedo vivir con alguien así? Alguien tan egoísta y descuidado
que mentiría y engañaría a la gente más cercana a él.

—Sólo... sólo hazlo por mí, cariño. Prometo que haré todo lo que
pueda para mejorar las cosas para ti. No quiero perderte de nuevo.
Acabas de llegar.

La tristeza de su voz atraviesa los muros perfectamente


construidos que rodean mi corazón. Quiero decir que no, pero no es
que tenga otras opciones. Al menos no hasta que encuentre otra
solución. No puedo volver con mi padre, pero podría encontrar un
trabajo y conseguir un apartamento.

—Bien, iré a casa contigo, por ahora —suspiro. Los hombros


de mi madre se hunden en el alivio—. Pero buscaré un trabajo y
conseguiré un apartamento tan pronto como pueda. Te quiero, pero
no viviré en esa mansión con él para siempre.

Asiente pero no protesta aunque parezca que quiere hacerlo. Si


me voy a quedar, voy a tener que encontrar una manera de salir de
debajo del pulgar de Henry, y alejarme de Vance. Ya me ha roto el
corazón... pero que me condenen si dejo que me rompa totalmente.
Capítulo 18

Vance
La sangre baja por mi mano y llega al suelo de mármol blanco.
Debería limpiar la herida, curarla, pero me importa un carajo. Lo único
que me importa ahora mismo no está en esta casa, y eso me aterroriza.
La idea de que no vuelva nunca más. Es un miedo real, algo que no
esperaba sentir tratándose de ella.

¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo pude estar tan


equivocado... tan ciego? Nunca he deseado retroceder en el tiempo
tanto como ahora. Los errores que cometí. La forma en que la traté.
Todas esas cosas son imperdonables. Estoy tan avergonzado y la culpa
me está comiendo vivo, pero la preocupación que siento por ella ahora
es la más fuerte de todas. Aceptaré cualquier dolor que tenga que
soportar, me bañaré en él, siempre que ella esté bien, siempre que
pueda verla sonreír de nuevo.

Sentado en las frías escaleras, miro las enormes puertas de


madera que tengo delante, deseando que ella las atraviese. No sé a
dónde fue o dónde está ahora. ¿Y si está tan herida que decide que no
quiere volver a verme? Maldición, ni siquiera podría echarle la culpa
si lo hiciera. La he jodido. La he jodido mucho.

Pienso en las palabras que dije, las amenazas, la forma en que


tomé su cuerpo. Enrosco mi mano herida en un puño, mi dolor físico
me recuerda el dolor emocional que le causé. Desearía poder tomar
todo su dolor y hacerlo mío. Lo haría con gusto si pudiera.

Pero no puedo. Lo único que puedo hacer ahora es asegurarme


de que esté segura y feliz de cara al futuro. La protegeré de mi padre
y de cualquiera que intente hacerle daño. La protegeré de mí si es
necesario.

Hay un agujero en mi pecho por su ausencia. Estoy luchando


por llenar mis pulmones con aire, incapaz de respirar completamente.
¿Podré volver a respirar alguna vez? ¿Por qué me siento así? Siento
como si hubiera perdido un pedazo de mi alma. Supe que después de
tener sexo la primera vez que estaba arruinado para cualquier mujer,
Ava había reclamado un pedazo de mí que ninguna otra mujer había
tenido antes.

Por favor, que esté bien.

No me importa si no me habla nunca más, si me dice que me


odia, lo único que quiero es que vuelva a esta casa. Durante mucho
tiempo, quise que se fuera, y ahora, ahora no puedo imaginarme una
vida sin ella, ahora tengo que tenerla aquí conmigo. Mi corazón
comienza a latir profundamente contra mis costillas.

Entonces me doy cuenta de que todos los sentimientos que


sentía por ella, el odio mezclado con la necesidad, creía que era lujuria.
Nunca fue... nunca fue lujuria lo que sentí. Era algo más, algo
completamente diferente. Era...
El sonido de un coche que se acerca me aparta de mis
pensamientos. Me pongo de pie, corro hacia la enorme ventana que da
a la entrada, y mi ya acelerado ritmo cardíaco se dispara cuando veo
el coche de Laura. Por favor, que esté dentro. Por favor. Nunca esperé
nada más en mi vida. Si ella no está en ese coche, entonces cualquier
posibilidad de hacer las cosas bien se habrá ido. Laura sale del lado
del conductor, y yo contengo la respiración cuando aparece el cuerpo
de Ava, saliendo del lado del pasajero. Mis rodillas se doblan bajo el
alivio que me atraviesa. Siento como si me hubieran quitado un peso
de cincuenta libras de mi pecho.

Ella está aquí. Está a salvo.

Arreglaré esto. No puedo retirar todas las palabras que dije,


todas las cosas que hice, pero puedo compensarla. Sólo tengo que
encontrar una manera de hacer que ella hable conmigo.

—¿Están aquí?

La voz de mi padre se encuentra con mi oído y la ira burbujea


dentro de mí.

Quiero aplastarle la cara con un ladrillo, maldecirlo desde el


cielo, pero necesito concentrarme en Ava ahora mismo. Siempre puedo
lidiar con mi padre.

—Sí —atajo. Preferiría que no hablara con Ava, pero tiene que
disculparse. No quiero que ella se preocupe por nada—. Recuerda lo
que te dije, sígueme la corriente o le contaré todo a mamá y si mamá
se entera de que le pusiste los cuernos y mentiste en la corte...

—Lo sé —mi padre me interrumpe—. Lo sé.

La puerta principal se abre, y Ava y Laura aparecen ante mí.


Los ojos de Laura se deslizan entre mi padre y yo antes de caer en las
gotas de sangre que brillan en el suelo.

—Oh Dios mío, Vance, ¿estás bien? —pregunta, dando un paso


hacia mí y yo la desestimo antes de que pueda empezar con su mierda
de mamá gallina.

No necesito nada de ella o de mi padre. En mi libro, ambos son


unos tramposos traicioneros.

—Estoy bien.

Levanto mi mano, llevándola a mi pecho, antes de permitirme


mirarla a los ojos. Mis entrañas se anudan dolorosamente y cuando
tengo el coraje de mirarla siento como si alguien me hubiera golpeado
en las tripas.

Sus ojos verdes están llenos de tanta tristeza que se derrama


fuera de ella y sobre el suelo. Me asfixia, envolviéndome, agarrándose
a mi corazón con un agarre duro. Se aprieta y se aprieta y siento que
me mareo.

Tú hiciste esto. Su cara palidece y parpadea rápidamente como


si estuviera luchando contra las lágrimas.

—Yo... tengo deberes que hacer. Me voy —anuncia y comienza


a ir hacia las escaleras, tomándolas de dos en dos.
Me agarro al pecho, sintiendo como si el órgano dentro de él se
hubiera arrancado. Me lo merezco. Yo hice esto. La rompí. La hice huir.

—Tenemos que hablar —le dice Laura a mi padre, que se da la


vuelta y se dirige a su oficina.

La desestima como hace conmigo. La única diferencia es que


ella lo sigue como un cachorro perdido donde yo me ahogaría en una
botella de whisky.

—No hay nada de qué hablar, cariño. Todo está en el pasado.


Todo está bien ahora.

Su tono es firme, y mientras se alejan, yo hago mi movimiento,


subiendo las escaleras y hacia su dormitorio.

Estoy seguro de que no quiere verme. Demonios, ni siquiera


quiero verme, pero tengo que disculparme. Tengo que decirle cuánto
lo siento. Cuando llego a su puerta, la miro fijamente, tratando de
calmar mis erráticos latidos. Estoy ansioso, y mis manos tiemblan
mientras agarro el pomo de la puerta. Se retuerce fácilmente y con un
ligero empujón, se abre.

Ni siquiera la cerró con llave. O se ha rendido, o ya no le importa.


Pensar que podría haber disminuido la luz dentro de ella me crea
nudos en el estómago y hace que me duela el pecho. Mis ojos se
mueven hacia la cama donde la encuentro sentada, con las piernas
apretadas contra su pecho, los brazos aún más apretados alrededor de
ellas. Es como si se diera a sí misma el abrazo más grande del mundo.

Ni siquiera levanta la vista cuando entro en la habitación y cierro


la puerta detrás de mí. Ni cuando me acerco a la cama y me siento
en el borde de la misma.

—Lo siento, Ava. Lo siento muchísimo. Te he decepcionado a ti


y a mí. Te... te he hecho daño y ésa no fue...

Ni siquiera termino de pensar porque era mi intención, lo fue


todo el tiempo. Quería hacerle daño, pero sólo porque pensaba que
ella era la causa de mi dolor, mi miseria.

—No mientas. Querías hacerme daño. —Levanta la cabeza, con


las mejillas llenas de lágrimas y los ojos llorosos a la vista—. Querías
verme rota y prometiste hacerlo. Bueno, lo has conseguido. Vance
Preston ha roto el corazón de otra chica. ¡Felicitaciones!

La amargura de su voz se siente como pequeños cuchillos


clavados en mi piel.

—No voy a mentir. Quería esto. Quería que te rompieras y te


hicieras daño, pero eso era... —Se siente como si fuera a vomitar—.
Eso fue antes de darme cuenta de que no fuiste tú quien hizo esto,
quien causó mi miseria.

—Te dije que no fui yo —dice con voz ronca, mientras más
lágrimas caen por su cara.

Quiero tomarla en mis brazos y besar el dolor. Mi cuerpo


reacciona a ese pensamiento antes de que pueda detenerlo y como un
animal enloquecido, Ava me abofetea.
—No me toques —dice—. No vuelvas a tocarme.

Luego me empuja con fuerza, sus pequeñas manos me queman


el pecho. Y por primera vez en mi vida, sé lo que se siente cuando te
rompen el corazón. Sus puños en forma de bola llueven sobre mi pecho
como granizo cayendo del cielo, pero no puedo detenerla. Quiero que
me haga daño. Quiero sentir cada gramo de dolor que ella siente. En
algún lugar de la parte de atrás de mi cabeza, se forman palabras, y sé
que necesito decirlas aunque no entiendo por qué o cómo las siento.

No la merezco, pero tengo que decirle.

—Te amo, Ava. Te amo —susurro en su oído, incapaz de evitar


que la abrace con mis brazos.

Se ríe sin humor, lucha contra mi agarre e intenta separarse de


mí. Sólo quiero abrazarla, volver a pegar todas las piezas rotas.

—Bueno, pues yo te odio —gruñe, y luego levanta su rodilla,


golpeándome fuerte en las pelotas.

La suelto inmediatamente, el dolor irradia a través de mi


miembro y sube hasta mi estómago. Me agarro de las pelotas,
apretando los dientes por el dolor mientras ella mira mi forma
encorvada.

—Se supone que el amor no debe doler, Vance. Si me hubieras


amado, entonces me habrías creído. No habrías tenido que esperar a
oír la verdad de tu padre. He estado diciendo la verdad todo el tiempo.
No te di ninguna razón para creer que era una mentirosa. Así que
puedes pensar que me amas todo lo que quieras, es muy poco y
demasiado tarde.

Maldición, sabía que me dolería oírla decir algo así, pero nunca
esperé que fuera tanto. La sangre en mis venas se convirtió en
alquitrán, luchando por hacer latir mi corazón. Nunca me había
arrepentido de nada en mi vida tanto como me arrepiento de haberla
lastimado.

—Yo...

Mi voz se quiebra, y sus bonitos labios, los que tanto quería


besar incluso ahora mismo, se elevan, la ira sale de ella en espiral,
llenando el espacio entre nosotros con un fuerte dolor de corazón.

—No quiero oír tus disculpas, de hecho, si lo sientes de verdad,


demuéstralo dejándome en paz. Mi vida era perfectamente imperfecta
antes de que llegaras, y lo será mucho después de ti. Puede que me
hayas roto el corazón, pero nunca me romperás.

No me necesita.

No me quiere.

Lo sabía antes de entrar en su dormitorio, pero oírlo y pensarlo


son dos cosas diferentes. Por otra parte, no soy tan egoísta como para
preocuparme por eso ahora mismo. Es un simple punto en mi radar.
Sólo quería que supiera cuánto lo siento. Lo siento tanto...

—Te compensaré.
Me enderezo, mis fosas nasales se ensanchan mientras respiro
a través del dolor de mis pelotas. Se limpia los ojos con el dorso de la
mano y traga, su garganta se balancea mientras lo hace.

—No lo hagas. —El desprecio tan oscuro como el cielo nocturno


gotea de esa única palabra—. No necesito ni quiero tus disculpas a
medias. —Me empuja hacia atrás y casi me tropiezo con los pies.
Siento como si estuviera tambaleándome en el borde de un acantilado,
mi vida está en sus manos—. Puedes dejar de fingir que te importa.
Déjame en paz.

Me empuja de nuevo, y esta vez, tomo la indirecta y me alejo,


retrocediendo hacia la puerta.

Con el corazón en el estómago, la miro por última vez,


prometiendo hacer lo que pueda para arreglar esto. No me detendré,
no hasta que haya corregido cada uno de mis errores.

—No puedo retirar las palabras, Ava. Te quiero. Te amé por un


tiempo, sé que no me creerás, pero lo supe en el momento en que te
besé. Lo sentí en lo profundo de mi alma. Te he herido, te he arruinado
más allá de toda medida, pero arreglaré esto. Te juro que lo arreglaré
o moriré en el intento.

—Ve a buscar a Sarah o a alguien a quien le importe un carajo


—solloza, y mi corazón se rompe en un millón de pedazos.

—No quiero a nadie más que a ti. Sólo a ti —susurro, cerrando


la puerta después de salir.
Capítulo 19

Ava
—¡Ava!

La voz de Clark atraviesa los árboles mientras me llama. Le


ignoro, esperando que se vaya, mientras aumento mi ritmo para
alejarme lo más rápido posible. Todo lo que quiero hacer es ir a las
clases, volver a casa e irme a dormir. Ha pasado una semana desde
mi crisis mental con Vance y parece que cada día es más fácil.

Se oyen fuertes pisadas contra la acera detrás de mí, y suspiro


en el aire sabiendo que es una causa perdida. Clark es más rápido y
alto, así que, ¿qué sentido tiene correr? Disminuyo la velocidad, y él
se acerca por detrás de mí, cortándome el paso con su cuerpo. Clark
es un chico grande, alto e incluso impresionante, pero sigue siendo
un imbécil, y es el mejor amigo de Vance, así que eso solo lo convierte
en el enemigo. Cruzo mis brazos sobre mi pecho y miro su firme pecho
con fastidio.

—Si Vance te puso en esto, puedes decirle que se vaya a la


mierda.

Clark se estira, la camisa que lleva puesta se levanta y muestra


su físico bien definido. Por un momento singular estoy distraída.
Entonces mis ojos se fijan en su cara, una sonrisa sabia se forma en
sus labios.

—¿Me estás revisando?

—En tus sueños.

—Sí Ava, en mis sueños sueño contigo... de rodillas, entre mis...

—¡Detente!

Le doy una bofetada y se ríe.

—Vance no me puso en esto. Lo siento mucho y quería tratarte


con una cantidad excesiva de carbohidratos.

Inclino la cabeza como si eso me dijera lo genuino que está


siendo.

—¿Por qué siento que me estás mintiendo?

Niega, unos cuantos mechones largos de pelo castaño oscuro


caen en su cara. Necesita un corte de pelo, y dejarme en paz.

—No lo sé, pero no lo hago.

Su lengua sale disparada sobre su labio inferior, y enciende esa


mirada ardiente que hace que todas las bragas de las mujeres hagan
puf. Me recuerda tanto a Vance que es casi enfermizo y ya no soy el
saco de boxeo de todos. Ya he terminado de ser tratada como una
mierda.

—Pasaré. No tengo espacio para idiotas ensimismados en mi


vida.

Paso a su lado y continúo caminando, pero siendo el persistente


e imbécil que es, continúa siguiéndome.

—Mira, lo siento. Sólo estaba siendo su amigo. Me dijo que le


habías mentido. ¿Cómo iba a saber qué demonios estaba pasando?

—¿Quizás preguntándomelo? —grito, más fuerte de lo


necesario, llamando la atención de unos pocos espectadores.

Clark para delante de mí otra vez y casi me tropiezo con él,


deteniéndome a pocos centímetros de hacerlo.

Aprieto mi mano en un puño, sintiendo esta repentina


necesidad de darle un puñetazo en la cara. Estoy cansada de que me
empujen, de que se burlen de mí y me llamen mentirosa. No quiero
sus disculpas... quiero su silencio. Quiero paz.

—Sólo, déjame disculparme. Déjame llevarte a comer pizza.


¿Recuerdas lo bien que nos lo pasamos la última vez?

Clark sonríe con esa sonrisa funde bragas y me odio por


recordar las risas y la diversión que tuvimos, porque realmente la
pasamos muy bien esa noche, y sólo como amigos.

Lo cual es algo que sé que no hace con nadie que sea mujer.
Estúpidamente, me preocupo por Clark, pero no de la manera que
uno pensaría. Es más bien un hermano pequeño para mí, un molesto,
grosero y engreído hermano pequeño.

—No me hagas rogar. Me arrodillaré delante de todos. No me


importa si hago una escena, lo haré.

Puedo sentir que mis mejillas se calientan de vergüenza al


pensarlo. A Clark le encanta montar escenas y sé que lo hará.

—¡No! —digo con pánico, envolviendo una mano alrededor de


su muñeca cuando intenta arrodillarse—. Jesús, no. No llames más
la atención sobre nosotros. Ya hablando conmigo, llamas bastante la
atención.

—Eso suena como un cumplido, A.

Menea sus gruesas cejas.

Por más enojada que esté por todo lo que pasó, no puedo culpar
a Clark. Se hizo mi amigo, salió conmigo, pasó tiempo conmigo, e
incluso se enfrentó a Vance en mi honor.

Además, no es a él a quien quiero hacer daño, es a Vance.

Girando los ojos, trato de ocultar la sonrisa que tira de mis


labios.

—Los carbohidratos son mi debilidad.


—Lo sé, por eso los estoy usando. Gracias a Dios que tienes una
criptonita.

Suspira como si hubiera pasado toda la tarde intentando que


me fuera con él.

Muy dramático.

—¿Sin Vance? —pregunto, poniendo mis manos en mis caderas.

Asiente.

—Sin Vance.

Mi mirada se entorna.

—Si me estás mintiendo y él aparece, puedo darte un puñetazo


en la garganta.

Él se sonríe.

—Bien. Un puñetazo en la garganta si aparece. Pero, ¿qué


obtengo si no lo hace?

Esta mierda de coqueteo tiene que parar.

—¿Vivir?

Su cara muere.

—Me hieres, Ava, me disparas de verdad cada vez. Es como si


fueras inmune a mi encanto o algo así.

—Eso es porque lo soy.

Con aspecto de herido, pregunta.

—Entonces, ¿es una cita?

—No es una cita, Clark, pero sí supongo que puedo ir contigo a


comer pizza. Como amigos, sólo amigos, nada más —suspiro, y Clark
hace este extraño movimiento de excitación.

—Te enviaré un mensaje con los detalles —dice antes de darme


un abrazo rápido.

Le doy un empujón en los hombros y me suelta. Clark es


demasiado, y sabiendo que es el mejor amigo de Vance, debería
mantenerme alejada, lejos, lejos, lejos, pero por alguna razón, no
puedo.

No odio a Clark. Clark no es la razón de mi dolor, mi angustia.

Vance lo es, y probablemente debería recordármelo a menudo,


para no caer en la madriguera del conejo y en otra trampa.

◆◆◆
Termino las clases y me voy a casa a cambiarme antes de salir
a ver a Clark. Cuando entro en el vestíbulo, oigo voces, que son
apagadas, pero como siempre, atraviesan la casa. Ignorándolas, o
intentándolo, tomo una botella de agua y una barra de granola de la
cocina. Intento que mi mente se quede en blanco, intento olvidar que
existe, pero mi pie golpea el último peldaño de la escalera al mismo
tiempo que la voz de Vance se hace añicos a través de mi resistencia.

—Te enterraré. Te enterraré tan profundamente que no podrás


respirar. Tú me hiciste esto, y lo pagarás. Todos estos años la culpé
a ella. Dije cosas... Yo…

Vance suena herido, incluso con el corazón roto, y aunque


quiero que se sienta así, hay una punzada de tristeza que me invade
al pensarlo.

—Son niños, no importa. Estoy seguro de que ella olvidará las


cosas que dijiste.

La intolerable voz de su padre es la siguiente en llegar a mis


oídos.

—No somos sólo niños —grita Vance, el veneno de sus palabras


me destroza. Está más que enfadado, está a punto de explotar—. Y
lo que pasó hace todos esos años fue porque tú y Laura no pudieron
quitarse las manos de encima. Así que aunque nos culpes a Ava y
a mí en vuestras cabezas, ambos sabemos que ustedes eran quienes
tuvieron sexo.

Un jadeo se me escapa de los labios y me llevo la mano a la boca.


Nunca antes le había oído hablar así a su padre.

Hay un fuerte ruido de golpes, y contengo la respiración,


esperando ansiosamente escuchar lo que se va a oír a continuación.
Me dije a mí misma que no me importaba, que no me enamoraría de
Vance nunca más, pero la verdad es que no lo he superado, ni de
cerca. Mi cuerpo anhela su toque, anhela sus crueles palabras, su
furia venenosa. Me he acostumbrado a él, y como una droga, no me
canso.

—Jódela, tócale un solo pelo en el cuerpo y te arruinaré. ¿Me


oyes?

La voz de Vance finalmente corta el silencio.

—Sí, lo capto —dice Henry.

El chirrido de una puerta abriéndose me hace subir las


escaleras de dos en dos hasta llegar a mi habitación. Me deslizo dentro,
cerrando la puerta suavemente detrás de mí.

¿Qué fue eso? ¿Estaba Vance protegiéndome de su padre? No lo


entiendo. Gruño en frustración, hundiéndome en el borde del colchón.
Abro la barra de granola y me meto los pedazos en la boca, porque no
hay nada más que hacer.

Intento no pensar en lo que acabo de oír. Trato de recordarme a


mí misma que Vance no se preocupa por mí, no como yo me preocupo
por él. Me habría creído si lo hiciera.

Pero el hecho de que se haya enfrentado a su padre por mí, el


hecho de que se haya enfrentado a su propio padre... resuena en mí.
No es de ninguna manera digno de perdón, pero muestra que está
intentando... que él... “Te quiero, Ava...” No puedo decir cuántas veces
he repetido eso dentro de mi cabeza. No puedo decir cuánto desearía
que fuera verdad.
¡No! No, sé fuerte, no caigas en la trampa. No caigas en su
trampa. No se preocupa por ti.

Las acciones hablan más fuerte que las palabras, dice mi


cerebro. Ugh, mi corazón y mi mente quieren dos cosas diferentes.
Me llamó mentirosa después de que le confesara la verdad. Tal vez no
me creyó completamente, pero podría haber preguntado, podría haber
venido a mí si tenía preguntas.

Pero no lo hizo, creyó que su padre...

Las lágrimas llenan mis ojos. Sintiendo la necesidad de hacer


algo, cualquier cosa, abro mi portátil y me preparo para terminar mi
trabajo de inglés. Pero tan pronto como presiono en el documento de
Word, se abre una nueva página. ¿Qué demonios? La ira reemplaza al
más mínimo remordimiento que estaba sintiendo. Reviso el icono de
la basura y todas las carpetas dentro de mi archivo de tareas.

No hay nada... ni una sola cosa.

No lo hizo. Me quedo mirando la pantalla. Mis ojos atraviesan


la pantalla, deseando que el documento que ya no está ahí, que pasé
horas escribiendo a máquina, reaparezca. Todo el trabajo se ha ido,
desaparecido, evaporado... la prueba está delante de mí y todavía no
quiero creerlo.

Él hizo esto, lo borró todo. Las lágrimas se me escapan de los


ojos, y las alejo tan rápido como caen. Ya no puedo llorar por él. Ha
hecho tantas cosas para herirme, quebrarme, y derramar una lágrima
más por él no está bien. Está mal, muy mal. No merece mis lágrimas,
mi dolor, mi tristeza. No se merece nada... Nunca le perdonaré que me
haya hecho daño de esta manera.

Nunca.
Capítulo 20

Vance
Más vale que Clark tenga razón sobre su aparición aquí esta
noche, o usaré mis puños para reacomodar su cara. En realidad no,
pero me siento un poco nervioso con toda la mierda que está pasando,
así que una pelea no sería una mala idea. Ensangrentar la cara de
alguien parece divertido en este momento. Mi vida está empezando a
sentirse como una bomba atómica que está esperando para explotar.

Tic toc. Tic toc.

Se acerca una explosión, y necesito estar preparado para ella,


pero también necesito arreglar las cosas con Ava. Nunca en mi vida
he intentado más por una chica, pero Ava no es cualquier chica, es
la chica.

Ava me ha estado evitando a toda costa. Me dijo a través de


su madre que si entraba o me acercaba a su habitación, se mudaría
inmediatamente. Intenté “encontrarme con ella” en la escuela, pero de
alguna manera se las arregló para ser más lista que yo. No la he visto
en días y me está matando.

Meto las manos en los bolsillos de mis vaqueros y camino por


la acera, una energía nerviosa me envuelve. ¿Me hablará? ¿Me
empujará? ¿Me abofeteará? La forma en que actuó conmigo antes, me
mató. Me arrancó el corazón y me lo dio de comer como si fuera un
maldito perro. Pensé que tal vez, sólo tal vez diciéndole que la amaba
cambiaría las cosas, pero no fue así. Sólo encendió el odio dentro de
ella.

No es que no deba odiarme. Soy lo suficientemente hombre para


saber que lo he arruinado. Puedo admitirlo para mí, para ella, pero
todo lo que quiero es hacer las cosas bien. Hay un letrero adelante en
la forma de una rebanada de pizza, brillando en la noche.

Slice It está escrita en la pieza. Lentamente exhalo toda la mala


energía de mí. Si ella está aquí, entonces le deberé a Clark una gran
deuda. Si no está, entonces perderé la maldita cabeza y me enterraré
en otra botella de Jack Daniels. Cuando paso por la enorme ventana
de vidrio mientras camino hacia la puerta, miro a través de ella
buscándola.

Hay tres o cuatro damas en el lugar con pelo castaño oscuro,


pero no son ella. Mis manos se convierten en puños en mi bolsillo.
Estoy a segundos de romper algo cuando la veo a ella y a Clark en una
cabina de la esquina a la derecha. Pelo castaño, bonitos ojos verdes
esmeralda que brillan con la felicidad que puedo ver y sentir desde
aquí.

Se está riendo de algo que dice Clark y esta cosa extraña sucede
mientras estoy ahí de pie como un extraño observándolos. Se la
merece. Él es quien ella necesita. No tengo idea de dónde viene el
pensamiento, pero me aterroriza, porque en el fondo, sé que es verdad.
No la merezco. Se merece algo mejor, alguien que no sea un cañón
suelto con un gran equipaje.

Por una fracción de segundo, considero alejarme cuando veo


a Clark inclinarse hacia su cara. La lujuria llena sus ojos, y algo se
rompe dentro de mí. Nunca la amará, no como yo. Tal vez no la
merezca, pero él tampoco. Es incapaz de amar. Incapaz de amar como
él dice. El coraje aumenta y abro la puerta, entrando, el olor de la
salsa de tomate y el queso recién rallado me llena la nariz.

El lugar invita a sentarse a donde quieras y así lo hago, me


acerco a donde están sentados Ava y Clark, con una risa suave
saliendo de la cabina. Se siente como si estuviera entrometiéndome
y probablemente porque supongo que lo estoy... La cara de Clark cae
en cuanto me ve venir. ¿No esperaba que yo apareciera? Él es quien
organizó todo esto. ¿Tal vez no pensó que iba en serio con lo de
recuperarla? Sé que tiene su propia mierda, así que tal vez sea eso...

—Clark... ¿qué está pasando? ¿Estás bien?

La voz preocupada de Ava se filtra en mis oídos justo cuando


hago mi aparición ante ella. Me presento en la cabina como un
cachorro con el corazón roto y la miro. El aire se espesa. No puedo
respirar. Me estoy sofocando. En mi propia miseria, en el dolor de mis
acciones.

El asesinato parpadea en los ojos verdes de Ava y, sin previo


aviso, alcanza la mesa con el puño cerrado y le da un puñetazo a Clark
justo en la garganta. Tomado por sorpresa, Clark levanta una mano
a su garganta y comienza a toser como si fumara cinco paquetes de
cigarrillos al día. Su tos se hace más fuerte, y puedo sentir los ojos
sobre nosotros, llamando la atención.

—¡Eres un mentiroso! Te pregunté si iba a venir y me dijiste que


no —gruñe, sus labios rosados se fruncen con rabia.

Sabía que no le iba a decir que venía, porque si lo hacía, no


habría aparecido, pero no esperaba que golpeara así.

—Me has dado un puñetazo... —dice sin voz, tragando todo su


vaso de soda, aunque no parece sorprendido por sus acciones.

No puedo evitar la sonrisa en mis labios. La mirada de Ava se


vuelve hacia mí, la ira, la tristeza y el odio, se mezclan en esos
hermosos ojos que atraviesan los míos como dagas.

—¿Qué es lo que no entiendes? No quiero tener nada que ver


contigo. Tienes tu deseo, Vance. Me hiciste daño, hiciste que te odiara.
¿O tal vez eso no fue suficiente para ti? ¿Has venido a entregar más
odio, más palabras crueles? Como si borrar tres semanas de deberes
no fuera suficiente para ti?

Maldición. Me olvidé de eso, y necesitaré contactar con sus


profesores para conseguirle más tiempo para completar las tareas,
pero ahora mismo necesito hablar con ella, incluso si la única reacción
que me va a dar es de enfado.

—No te estaba mintiendo cuando me disculpé, y siento lo de


la tarea. Soy un idiota, un maldito pedazo de mierda, como quieras
llamarme, probablemente lo sea.
—¿Y cómo sabría yo que lo sientes? No voy a insultarte. Estoy
tratando de ser la adulta en esta situación.

Ella me mira con incredulidad.

—Tú... no lo sabrías. Sé que no merezco tu perdón, pero tengo


que intentarlo. Quiero saberlo todo, lo que pasó esa noche. Quiero
explicarme ante ti, hacerte entender por qué hice lo que hice.

Una risa amarga sale de su garganta y la mirada de Clark se


amplía porque, como yo, sabe que estamos llamando la atención.

Ava se pone de pie y sale de la cabina como si fuera a salir


corriendo. Pero no lo hace, en cambio, sale de la cabina y se pone de
pie frente a mí, exhala un aliento frustrado, pero todo lo que puedo
oler es ella, todo lo que anhelo es ella.

—No me importa por qué lo hiciste, Vance. Y tienes razón, no


mereces mi perdón. Alguien tan cruel, tan horrible como tú, no merece
el amor que yo podría dar. Todo lo que mereces es revolcarte en tus
propias penas.

Con un fuerte empujón en mi pecho, me empuja y se aleja. Mi


garganta se tensa, ¿qué demonios le digo a eso?

—Ve con ella, arregla esta mierda —ordena Clark, frotando su


garganta con la mano.

Tengo un millón de cosas que quiero decirle, pero no es con


él con quien tengo que hablar ahora. Es con ella. Giro, mis pies se
mueven solos, golpeando el suelo, y luego el pavimento cuando salgo.
¿Qué jodidos voy a decirle que no haya dicho ya? La veo más adelante,
cruzando la calle y corro hacia ella. Mi corazón se acelera dentro de
mi pecho. Tengo que arreglar esto. Tengo que hacerlo, maldición.

La alcanzo, mis dedos caen sobre su hombro, forzándola a darse


vuelta, y lo hace, girándose como un toro furioso.

—Déjame en paz.

La lava fundida de sus palabras arde. Arde como si me hubiera


quemado con fuego.

Miro y miro otro segundo, es tan hermosa, tan perfecta. Es una


zorra enfadada y tengo que tenerla, por muy egoísta que sea, la
necesito. Así que hago lo único que sé que puedo hacer, lo primero
que se me ocurre. La beso.

Sabe a salsa de pizza, y mis labios se amoldan a los suyos de


forma que me dan ganas de besarla todo el día, lo que hace que mi
miembro se ponga rígido en mis vaqueros. Sus manos presionan mi
pecho, sus diminutos dedos se agarran a la tela y me acercan.

¡Sí! Ella todavía me quiere.

Me siento como un fuego artificial encendiendo, preparándome


para volar el cielo con una variedad de colores. Tengo que tenerla...
tengo que consumirla como ella me ha consumido a mí. Nos guio hacia
atrás hasta que ella está presionada contra la pared más cercana, sin
darle ningún lugar de escape, profundizo el beso, mi lengua se desliza
en su boca, mis manos suben por su cuerpo y por sus mejillas rosadas
y rojas. Con sus labios en los míos, no hay charla, no hay posibilidad
de que ninguno de los dos diga algo que no podamos retirar.

—¡¿Qué demonios?! —jadea, me empuja hacia atrás, rompiendo


el beso.

Su pecho se eleva arriba y abajo, al igual que al mío. Mis ojos


bajan a sus labios. Quiero besarla de nuevo, besar sus labios
hinchados.

—Te dije que me dejaras en paz, no que me besaras. Déjame.


Sola.

—Quieres esto. Me quieres. Admítelo.

Me lamo los labios, mis entrañas arden por ella, sólo por ella.
Nadie puede compararse con la forma en que ella me hace sentir. Saca
lo peor de mí, mientras que yo saco lo mejor de ella, y juntos podemos
arreglar todos los jodidos pedazos de nuestra vida.

Sus ojos se llenan de tristeza.

—Te deseaba. Tiempo pasado. Antes de que me mostraras que


no soy nada para ti. Que sólo soy alguien a quien puedes usar para
pasar un buen rato, y no tener en cuenta una vez que los últimos
temblores de placer te hayan atravesado. Antes de que me llamaras
mentirosa después de que te dijera la verdad.

Mi boca se abre de golpe, mi respuesta está en la punta de la


lengua, pero ella niega, mientras las lágrimas brillan en sus ojos.

—Sólo me quieres porque sabes que lo has arruinado.

Mi ceño se frunce en confusión.

—Te amo, Ava. Nunca he amado a nadie, no en el sentido de


amar realmente. Eres la primera chica, fuera de mi madre, por la que
me he preocupado.

Sacude la cabeza con incredulidad y me pone la mano en el


pecho, empujándome suavemente hacia atrás. El órgano debajo de
su palma pulsa, bombeando sangre, recordándome que late por ella
y sólo por ella.

—Deja de intentarlo, deja de preocuparte y deja de disculparte.


Sólo detente. —La angustia cruel cubre sus palabras. Sus ojos se
cierran, y cuando se abren un momento después, veo lágrimas que
corren por sus pálidas mejillas—. No sabes lo que es el amor, porque
si lo supieras, no me habrías hecho daño como lo hiciste. No te quiero,
Vance. Yo. No. Te. Quiero.

Las palabras pican, duelen tanto que mis rodillas se tambalean


cuando pasan por sus labios. Está mintiendo, tiene que estarlo. Lo
que tenemos no desaparece sin más. No puedo ser el único que sienta
la atracción magnética entre nosotros.

—Ve a buscar a Sarah, dile que la amas, ve a estar con cualquier


otra chica de esta escuela, pero por favor, déjame en paz. Verte,
escucharte, me mata, Vance. Me mata y no puedo hacer esto contigo
nunca más. No quiero jugar más a tus juegos enfermizos. Renuncio.
Mis fosas nasales se inflaman y mis músculos se tensan.

—No quiero a Sarah, y nunca la he querido. Ella siempre iba a


ser una suplente hasta que encontré a la única persona que
importaba. No la he tocado desde antes de que tuviéramos sexo.

Y ésa es la verdad. Quise tener sexo con alguien esa noche en


casa de Clark cuando estaba borracho, pero no pude hacerlo.

Ava pone los ojos en blanco, y se limpia las lágrimas de su cara.

—Eso no es lo que Clark me dijo, no es que importe de todos


modos. No cambia nada. No te quiero a ti. No saldré o estaré con
alguien que me trata como basura un segundo y me dice que me quiere
al siguiente. Soy digna de más que eso.

Clark. Mierda. Por supuesto que diría algo estúpido. El bastardo


no sabe cuándo mantener la boca cerrada. Frustrado, hundo mis
dedos en el pelo. No puedo dejar que se aleje de mí. No puedo.

—No puedo dejarte. Significas demasiado para mí. Eres todo.


Eres mi universo, sólo por favor déjame contarte lo que pasó, lo que
mi padre me dijo. Déjame contarte la verdad. Deja que nos salve.

Estoy rogando ahora, cerca de ponerme de rodillas y rogarle. Se


ve escéptica y espero su respuesta sin aliento.

Sus labios rosas se abren y parece que va a decir algo, cualquier


cosa, cuando el sonido de un teléfono sonando llena el espacio entre
nosotros.

¡No! Por favor, no lo contestes, por favor no contestes, ruego


silenciosamente.

Ava busca en sus vaqueros hasta que encuentra su teléfono,


sacando el aparato de su bolsillo. El pánico destella en su cara y el
temor me llena el estómago.

—¿Qué pasa? —pregunto, cubriendo el espacio entre nosotros


de una gran paso. Su labio inferior se mueve y sus ojos se abren.

—Mi padre, me está llamando…

—¿Bien?

El temor punzante que sentía hace unos momentos se disipa


un poco.

—Se supone que está en rehabilitación, no debería usar su


teléfono.

Aún no lo entiendo, pero ella no me da la oportunidad de


preguntar más. En su lugar, presiona el botón verde de responder y
sostiene su teléfono en su oreja, y juro que la veo escurrirse a través
de mis dedos.
Capítulo 21

Ava
—¿Papá?

Mi voz tiembla por el altavoz del teléfono. Vance me mira


fijamente, frunciendo el ceño.

—Niña. Es tan bueno escuchar tu voz. Dios, parece que ha


pasado una eternidad desde que te vi o escuché.

Agarro el teléfono más fuerte contra mi oreja.

—¿Dónde... dónde estás? Se supone que debes estar...

—Sé dónde se supone que debo estar —me interrumpe, su voz


se eleva en un tono, lo que me dice que ha estado bebiendo. Cuando
bebe, se enfada, y cuando se enfada, la mierda se va al infierno.

—Papá —trato de mantener mi voz tranquila, neutral, aunque


por dentro siento que soy un avión en espiral fuera de control, dirigido
directamente al suelo—. ¿Papá, dime dónde estás? Iré a buscarte, te
ayudaré.

—Ja, no puedo hacerlo, cariño. Voy a corregir mis errores. Sólo


quería que supieras que te amo antes de que todo termine. Sé que te
culpas a ti misma, que crees que es tu culpa, pero no lo es. Siempre
fuiste lo mejor que ha salido de tu madre.

Parpadeo, confundida por su declaración. ¿Corregir sus errores?


¿De qué está hablando?

—Papá, ¿qué está pasando? Dímelo. Por favor, dímelo —suplico,


los músculos de mi estómago se tensan dolorosamente, tan
dolorosamente que me apoyo en la pared más cercana.

—Te amo, Ava —susurra, y luego la línea se apaga.

Pestañeo, aparto el teléfono de mi oreja para mirar la pantalla.


La miro fijamente, con la boca abierta durante varios segundos antes
de darme cuenta de que me acaba de colgar.

—Oh Dios... —susurro al aire y vuelvo a marcar su número,


pero va al buzón de voz—. ¡¡Mierda, mierda, mierda!!

Aparto el teléfono de mi oreja y miro la pantalla, esperando que


pase algo que pueda hacer que todo esto desaparezca. ¿Cómo es que
mi vida se ha convertido en un desastre? Mi padre, mi madre, Vance.
Siento como si estuviera en una espiral descendente. ¡Maldita sea!
Pensé que mi padre estaba mejorando en ese centro, no que estaba
empeorando, pero definitivamente sonaba peor.

Sonaba como si se estuviera despidiendo, casi como si fuera


a... ¡No! Sacudo la cabeza como si fuera a hacer desaparecer el
pensamiento. No se haría daño, ¿verdad? O peor aún, ¿a alguien más?
—¿Qué pasa?

La voz de Vance me hace mirar hacia arriba desde la pantalla,


mis ojos chocan con los suyos preocupados. Casi me olvido de que
estaba aquí.

—Yo... no lo sé. Necesito encontrar a mi padre. Averiguar dónde


está, si está bien —digo, mis pies ya se mueven en dirección al coche.

—Espera, ¿a dónde vas? ¿Dónde está tu padre? ¿Qué ha


pasado? —pregunta Vance, con voz firme mientras me sigue de cerca
y camino a toda velocidad por la calle.

Puedo sentir mis labios temblando, estoy respirando pero no


hay aire que llene mis pulmones.

—Ava, ¿a dónde vas? —repite su pregunta, sonando aún más


nervioso.

Su pánico me está haciendo entrar en pánico, y... ¿A dónde voy?

—¡No lo sé! —grito, lanzando mis manos al aire.

—Bien, cálmate. Parece que estás a punto de hiperventilar.


Cálmate un segundo y dime qué está pasando. Háblame.

Llegamos al coche entonces, pero en vez de subir al asiento del


conductor como había planeado, me detengo. Por mucho que no
quiera escuchar a Vance, tiene razón. Estoy a punto de hiperventilar,
la tensión en mi pecho empeora. Me apoyo en el lateral del coche y
aspiro aire a mis pulmones. Entrando por la nariz y saliendo por la
boca, el aire se mueve hasta que la tensión en el pecho se vuelve
soportable.

—No sé dónde está mi padre, pero sonaba como si fuera a hacer


algo... como hacerse daño a sí mismo o a alguien más. Estaba
borracho y me decía que me quería y que iba a corregir sus errores...
lo que sea que eso signifique. No lo sé. Sonaba mal. Tengo un mal
presentimiento. Esto es terrible, horrible, y no sé cómo sucedió. ¿Cómo
sucedió esto?

El pánico está creciendo dentro de mí, en contra de mi cordura.

Vance pone sus fuertes manos sobre mis hombros, y no tengo


la fuerza ni la voluntad para apartarlo de mis hombros. En este
momento, su toque es acogedor, un bálsamo curativo para el dolor.

—Shhh, hermosa. Todo va a estar bien. Lo solucionaremos —


asegura Vance, sus ojos verdes suaves, sus labios lisos, llenos.

Me concentro en esos labios, imaginando cómo se sentían


contra los míos, cómo quiero besarlo de nuevo ahora.

Vance se aclara la garganta y una ligera sonrisa curva sus


labios.

—¿Por qué no nos vamos a casa y vemos si podemos conseguir


más información? ¿Tal vez podamos llamar al centro de rehabilitación
en el que estaba? Pregúntale a tu madre si hay algo que podamos
hacer.
Mi pecho deja de moverse, y siento menos como si me fuera a
desmayar ahora.

—Buena idea —digo en voz baja.

La verdad es que sé que tengo que mantener la calma, conducir


como una loca buscándolo no va a arreglar esto, aunque parece que
perder mi mierda sería la solución más fácil ahora mismo.

—¿Por qué no te subes al asiento del pasajero y nos vamos a


casa? —sugiere Vance cuando ya me está guiando al otro lado del
coche.

Debería apartarle, decirle que puedo cuidarme sola, pero


cuando alargo mi mano para quitarme unos cabellos sueltos de la
cara, noto cuánto me tiembla la mano. Incluso siendo tan terca como
soy, sé que es mejor dejar que Vance conduzca.

—¿Qué pasa con tu coche? ¿No has conducido hasta aquí?

—Puedo conseguirlo más tarde, no te preocupes por eso —dice,


su voz suena extrañamente tranquilizadora y calmada, demasiado
tranquila. Me abre la puerta y me ayuda a entrar antes de acercarse
para abrocharme el cinturón. Una parte de mí quiere apartarlo y
decirle que se detenga, pero la otra parte, la que está ganando en este
momento, se consuela con él cuidando de mí.

El camino a casa pasa de forma borrosa, y sigo marcando el


número de mi padre con la esperanza de que haya vuelto a encender
su teléfono, pero todo lo que recibo es su buzón de voz. Para cuando
Vance aparca el coche en la entrada, debo haberle llamado al menos
treinta veces.

Él apaga el motor y salgo del coche, afortunadamente sin su


ayuda. Ya estoy lo suficientemente débil ahora, más de su toque y seré
un pedazo de mantequilla derretida en el pavimento.

—Voy a llamar al centro de rehabilitación en el que se alojaba


mi padre para ver cuándo se fue y por qué —murmuro en voz alta,
más para mí que para Vance que va a la casa de al lado. No quiero
su ayuda, no realmente. Ya me ha hecho bastantes cosas horribles,
lo último que necesito es hacerme parecer aún más frágil.

En cuanto abro la puerta, oigo el parloteo de mi madre que viene


de la cocina. Sigo su voz como si fuera un faro de luz, mientras mis
pies se arrastran por el suelo.

—Mamá, ha pasado algo —digo de golpe cuando me mira.

Mi corazón golpea dentro de mi pecho.

—Susan, voy a tener que llamarte luego —le dice a su amiga y


cuelga, la preocupación arruga su frente—. ¿Qué pasa?

Soy vagamente consciente de la presencia de Vance a mi lado.


Me hace sentir más fuerte, y menos como el delicado pedazo de cristal
a segundos de romperse que soy.

—Papá... él... me llamó, salió de rehabilitación, y no sonaba


bien. Estaba borracho y diciendo cosas raras. Estoy muy preocupada
por él. No me ha contactado desde que me fui y...
La expresión de mi madre pasa de la preocupación a la molestia
y mi voz se desvanece con el cambio repentino.

—Ava, sé que te preocupas por tu padre, y eso está bien y todo,


pero es un adulto. Un hombre adulto. No es tu trabajo preocuparte
y cuidar de él. Le ayudamos a entrar en ese centro por ti, y sólo por
ti. Sé que es difícil, pero tuvo su oportunidad. No hay nada más que
podamos hacer por él. No se puede ayudar a alguien que no quiere
ayudarse a sí mismo.

El pánico se apodera de mi corazón, a ella no le importa. No le


importa. ¿Por qué no me sorprende?

—Tiene que haber algo... me necesita —protesto.

—Necesita terapia, pero la terapia sólo funciona si él quiere que


funcione y al dejar el centro al que lo enviamos, ha demostrado que no
quiere cuidados, ni quiere mejorar. Necesita ayudarse a sí mismo, Ava.

Tiene razón, lo sé, pero no tiene por qué ser tan cruel. Si ella
y Henry hubieran tomado una decisión diferente, si no hubieran sido
tan egoístas, tal vez esto nunca hubiera pasado.

—No me importa. Aun así voy a llamar al centro de


rehabilitación y preguntarles qué pasó —digo.

Ella mueve la cabeza pero no dice nada más. No es que esperara


que lo hiciera. Ha dicho todo lo que tiene que decir. Me doy la vuelta,
salgo de la cocina y me dirijo a la escalera con Vance pisándome los
talones.

—Puedo ayudarte... —interviene.

—No —lo interrumpo—. No necesito tu ayuda.

—Ava…

—Dije que no necesito tu ayuda —repito mientras subo las


escaleras.

Suspira pero no hace ningún movimiento para seguirme.


Afortunadamente. Lo cual es bueno porque necesito concentrarme en
encontrar a mi padre y no puedo concentrarme en nada con Vance
sentado a mi lado. Es como si una neblina se formara sobre mi mente
y mis emociones se volvieran locas con él cerca y no necesito eso ahora
mismo. Necesito paz, silencio y una mente clara. Necesito ayudar a mi
padre, porque aunque mi madre lo decepcionó, yo no lo haré.

◆◆◆
El tiempo pasa lentamente. Han pasado 24 horas desde la
última conversación entre mi padre y yo. He estado al límite desde
entonces. La falta de sueño que tengo por la preocupación tampoco
ha ayudado mucho. Estoy de mal humor, irritable, y todavía no tengo
ni idea de lo que le pasa. No puedo concentrarme en nada, lo que me
enfurece aún más.

Entre clases, he conseguido llamar dos veces al centro de


rehabilitación pero todo lo que me dijeron fue que se fue ayer por la
mañana sin ninguna razón. Le aconsejaron que no lo hiciera, pero les
dijo que era capaz de tomar sus propias decisiones.
Dado que no estuve contenta con la respuesta que me dieron,
pedí hablar con uno de los terapeutas de allí y me dijo que mi padre
estaba muy bien hasta hace un par de días, y que estaba sorprendido
de que se hubiera ido tan de repente.

No tenía sentido para mí. Las piezas del rompecabezas no


encajaban en sus lugares.

—La clase ha terminado. —La voz autoritaria del profesor Hall


me saca de mis pensamientos obsesivos—. Por favor, dejen sus
papeles en mi escritorio al salir, y recuerden que pierden el diez por
ciento de su calificación por cada día que entregan tarde.

Bueno, no es eso genialmente asqueroso.

Quiere el trabajo que no tengo porque un imbécil decidió


borrarlo, alias Vance. Casi podría llorar. La cantidad de presión en
mi pecho me dificultaba la respiración. Probablemente hay una úlcera
del tamaño de Alaska en mi estómago por toda la ansiedad que he
tenido, y ahora tengo que añadir esto a la pila de mierda de vaca.

Recojo mis libros y los meto todos en mi mochila. Arrastro mis


pies y me dirijo a su escritorio, temiendo tener que darle explicaciones.
Nunca en toda mi vida me he retrasado en la entrega del trabajo. Mis
notas siempre han sido lo más importante para mí, lo único que
importaba.

—Señor Hall, sobre mi trabajo... —empiezo, con la mirada


perdida, con la vergüenza escrita en mi cara.

—No te preocupes, Ava, ya lo sé. El señor Preston vino esta


mañana temprano y me explicó lo de tu portátil. Te daré una prórroga
de diez días, y ni un día más, tráelo tan pronto como puedas.

—¿Qué? —dejo salir, levantando la mirada hacia el señor Hall.

Levanta una ceja interrogante.

—¿Estás bien, Ava? Te dije que te iba a dar una prórroga de diez
días y tú dices ¿qué?

Oh, mierda.

—No, no, eso no es lo que quiero decir. Lo siento.

Sacudo mi cabeza nerviosa, incómoda y avergonzada.

Si no fuera por Vance, no estaría en esta estúpida situación.


Agarro el borde de mi mochila, doy un paso atrás y murmuro un
agradecimiento, antes de escapar de los confines de la habitación.
Masticando mi labio inferior, camino directa a mi coche y conduzco
a casa. Intento llamar a mi padre un par de veces más, esperando y
rezando para que su teléfono vuelva a funcionar, pero recibo el mismo
mensaje de voz monótono.

Golpeo una mano contra el volante y ruego con frustración. Es


todo lo que me queda. La última persona en este planeta que se
preocupa por mí y no hay nada que pueda hacer para salvarlo. Me
pregunto qué está haciendo ahora mismo, ¿dónde está? Si tiene un
lugar donde quedarse... Sé que es un adulto, pero no puedo evitar
preocuparme por él.
La humedad me llena los ojos y cuando llego a la entrada de
la mansión, aparco el coche y me limpio los ojos, deseando que las
molestas lágrimas se vayan. Con mi mochila en la mano, entro en
la casa, la risa alegre llena el espacio, y aprieto la correa contra mi
hombro. Su risa se enreda en mi último nervio y me rompo como una
goma elástica estirada demasiado fuerte.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto.

Los dos están en la cocina, mi madre cerca de la estufa,


cocinando. Mientras Henry se queda a un lado, con un vaso lleno de
líquido marrón en la mano.

—Oh nada, cariño. —Me mira, sonriendo.

Ella está sonriendo, y yo me estoy muriendo por dentro. ¿Por


qué siempre parece que ella y Henry consiguen exactamente lo que
quieren mientras todos a su alrededor sufren?

—¿Cómo puedes ser feliz?

La amarga ira hierve dentro de mí, llenando mis venas con un


veneno furioso.

—¿Qué es lo que no te hace feliz?

Henry interfiere, y yo dirijo mi mirada fría a la suya, el ácido


quema mi garganta.

¿Qué es lo que no te hace feliz?

—Aunque podría nombrar una larga lista de cosas que no me


gustan, empezando por la desaparición de mi padre, lo que a ninguno
de los dos parece importaros —atajo, sosteniendo mis dientes.

Henry entrecierra sus ojos hacia mí, y en lugar de responder,


toma un trago de su vaso, un vaso que parece que quiere tirar a mi
cabeza.

Mi madre, por supuesto, jadea, abriendo los ojos con horror


como si la hubiera abofeteado.

—Me estoy cansando de tu actitud. He tratado de ser


comprensiva pero... —empieza a arremeter, pero no le doy la
oportunidad de terminar cualquier mierda ridícula que iba a inventar.
Me pregunto si ella cree la mierda que dice.

—Los dos hicisteis esto. —Apunto con el dedo a mi madre, y


luego a Henry—. Fueron vuestras elecciones egoístas las que abrieron
una brecha entre vuestros matrimonios. Si no hubieran sido infieles,
quizá nuestras familias estarían enteras. Tal vez mi padre no estaría
desaparecido, y tal vez yo no estaría en esta celda desquiciada.

Ya no estoy enfadada, sino más bien en la categoría de furia


asesina.

—¡Ava Marie! —me regaña mi madre como si fuera una niña, su


cara palidece ante mi verdad hablada.

Hasta ahora, nunca le he dicho nada por sus tonterías, pero ya


he terminado, ya no me importa lo que me pase. Ponme en la calle,
llévatelo todo. Al menos cuando se acabe, todavía me tendré a mí
misma. Giro sobre mis talones, mis sandalias chirrían por el suelo
mientras piso el vestíbulo.

—No le hablarás así a tu madre, no en mi casa —grita Henry


detrás de mí, y no puedo evitarlo, me doy la vuelta, levanto la mano
y le enseño el dedo medio.

Si cree que va a intentar ser mi padre, no tienen ni idea. Saltaré


del lado de un acantilado antes de dejar que eso suceda.

—Vete a la mierda, Henry —me burlo, queriendo limpiar el suelo


con su cara, pero en vez de eso subo las escaleras y entro en mi
habitación dando un portazo tan fuerte que hace ruido.

Me quito la mochila, la tiro a la esquina en una silla y me quito


las sandalias a patadas. Luego me hundo en el colchón y deseo que
me trague entera.

Las lágrimas empiezan a caer sin permiso y un sollozo pasa por


mis labios, el ruido rompe el silencio a mi alrededor. Sola. Siempre
sola. No tengo a nadie, nada, mi madre no se preocupa por mí, mi
padre está desaparecido, y Vance... Aprieto mis ojos, intento olvidarme
de él. De su olor, de la forma en que su cuerpo se siente contra el mío,
y de sus palabras.

Te amo.

Nunca se lo diría, nunca, pero yo también le amo.


Capítulo 22

Vance
Mis dedos palpitan y mis ojos arden, pero finalmente terminé el
trabajo de inglés para ella. La mayoría piensa que soy tonto y que no
distingo mi trasero de mi cabeza, pero no es verdad. Sólo que no me
aplico. Hojeo los papeles recién impresos, los cuento asegurándome de
que están todos ahí antes de graparlos. Nunca pondría tanto trabajo
en uno de mis propios trabajos, por ella, por otro lado, me quedé
despierto hasta casi medianoche para poder terminar esto. El profesor
Hall le habrá dado diez días, pero quiero que se olvide de esto.

Abro mi puerta y me escabullo por el pasillo hacia la suya. Todo


lo que planeo hacer es ir a su habitación en silencio para dejar esto
en su escritorio para que lo tenga por la mañana, pero cuando agarro
el pomo de latón de la puerta y lo giro lentamente, empujándolo para
abrirlo suavemente, un suave sollozo llega a mis oídos. El ruido es
estrepitoso, crudo, y un grito de ayuda. Abro la puerta lo suficiente
para entrar en la habitación. Está oscuro, pero puedo ver lo suficiente
para distinguir la cama.

Pongo el trabajo sobre el escritorio y me acerco. El sollozo de


Ava se apaga, pero sé que sigue llorando por los ruidos de nariz que
emite. ¿Debería preguntarle si está bien? Si hay algo que pueda hacer.
Pero no soy estúpido. Sé que me enviará lejos.

No quiere admitir que necesita a nadie, y especialmente no a mí.


Mirando su forma inmóvil, me pregunto si me apartaría si me deslizara
en la cama a su lado. Tal vez me dejaría consolarla mientras finge que
no estoy aquí. Nunca he consolado a nadie en mi vida, principalmente
porque nunca tuve la necesidad o el impulso de hacerlo. No hasta ella.

Sopesando mis opciones después de estar dos minutos en su


habitación como un mirón, finalmente decido intentarlo. Sin levantar
la manta, me arrastro hasta la cama, me quito las botas a patadas, y
cada una golpea el suelo con un fuerte ruido. Si se da cuenta, no dice
nada. Muerdo mi labio inferior, me acerco, esperando que me diga que
me vaya a la mierda.

No me detengo hasta que mi cuerpo toca el suyo e incluso


entonces, eso no es suficiente para mí. Envuelvo un brazo pesado
alrededor de su delgada cintura, la acurruco en el lugar contra mí,
el lugar que estoy seguro fue hecho sólo para ella. Se pone rígida por
unos segundos antes de relajarse contra mi toque. Inspirándola, dejo
que su aroma floral me calme. Un momento más tarde, empieza a
sollozar de nuevo, son pesados estallidos de lo que sólo puedo
describir como un dolor que viene de lo más profundo de su pecho.

Quiero decir algo, cualquier cosa, pero no sé qué. En cambio, la


abrazo más fuerte, metiendo mi cara en su pelo, haciéndole saber que
estoy aquí, que siempre estaré aquí si me acepta. Me odio a mí mismo
por herirla, por romperla más de lo que ya estaba.
—¿Cuándo cesará el dolor? —susurra, con la voz ronca.

—No lo sé. Me lo he preguntado mil veces en los últimos cinco


años.

Hay un largo momento de silencio y luego se aclara la garganta


para hablar de nuevo.

—A veces... —Su voz está llena de emoción y siento su tristeza,


su dolor, me pincha la piel, me sofoca—. Desearía no haber elegido
nunca el desafío esa noche. Sólo lo elegí porque quería probarte que no
era una bebé, que podía hacer un pequeño reto. Ahora que lo pienso,
veo lo estúpido que fue.

Le sonrío a su pelo, pensando en cómo, incluso entonces, me


tenía envuelto alrededor de su dedo. Estábamos unidos como uña y
carne, donde ella iba, yo iba. Éramos estrictamente amigos, pero yo
tenía hambre de más. Yo la quería, y si ella se hubiera quedado, si
todo no se hubiera desmoronado, ella hubiera sido mía hace mucho
tiempo. Lo sabía. Demonios, me habría asegurado de ello.

—Me he culpado todos los días por decirle a mi padre. Me he


culpado, sabiendo que decirle lo arruinó todo, e incluso ahora, me
culpo más después de descubrir que tu padre te ocultó la verdad, que
mintió y me echó la culpa a mí.

Hay una especie de tornillo en mi corazón y me aprieta tan fuerte


que sé que en cualquier momento estallará, dejándome un desorden
masivo sangrante.

—No te culpo por estar enfadada conmigo, por querer hacerme


daño, por pensar que te hice esto a ti, a tu familia —susurra, y es tan
suave que casi no la oigo decir las palabras.

Dios, está equivocada. Tan equivocada. Yo tengo la culpa. Lo


que hice estuvo mal.

—Nada de lo que hice estuvo bien, y ninguna cantidad de


palabras o disculpas se retractarán de eso. Me odio tanto por haberte
hecho daño, Ava, y nunca, nunca, lo olvidaré.

—Si pudiera... lo haría...

Un grito agudo atraviesa el aire nocturno, causando que tanto


Ava como yo nos sentemos en la cama. ¿Qué demonios? Otro grito
sigue al primero y antes de darme cuenta, salto de la cama y corro
hacia la puerta del dormitorio.

—¿Qué fue eso? —susurra Ava, siguiéndome de cerca.

Miro por encima del hombro y me pongo un dedo en los labios.


Ella asiente, con los ojos abiertos y el miedo reflejado en ellos. Giro,
abro la puerta y salgo al pasillo. Puedo oír el sonido de los pies que se
arrastran por el piso de abajo. ¿Qué demonios está pasando?

—Aquí, dame el arma, Greg. —La voz de Laura se tambalea—.


No quieres hacerte daño a ti mismo o a alguien más con eso, ¿verdad?

¿Arma? ¿Greg? Ava pasa a mi lado y comienza a bajar por el


pasillo, pero la alcanzo, mi mano rodea su muñeca y tiro de su espalda
contra mi pecho. Se mueve en mi brazo con una protesta en sus labios
cuando la voz de su padre atraviesa el aire.

—Primero te llevas a mi esposa, luego te llevas a mi hija... —


Greg calumnia.

Está borracho y tiene un arma. Es una situación mortal y no


voy a dejar que Ava se ponga en medio de ella.

—Tengo que ir a él. Puedo hacer que se calme —susurra Ava,


con una mirada frenética en los ojos.

Sé que quiere ayudar a su padre, pero me niego a que se ponga


en ese tipo de peligro.

—No tomé nada, y se supone que estás en el centro de


rehabilitación. No podemos ayudarte si no nos dejas —dice mi padre.

—¿Ayuda? —Greg resopla—. Nunca quisiste ayudar, fui yo


quien te ayudó. Yo, que te di a ti y a tu familia un lugar para vivir,
y tú... —El dolor, el odio es sofocante—. Me robaste a mi esposa, me
convertiste en esto.

Ava gime en mi pecho. Nos muevo por el pasillo y me acerco


al rellano que se abre en el vestíbulo. Suelto a Ava, voy a maniobrar
detrás de mí, pero me coge desprevenido y se escapa hacia el rellano,
llegando a él antes de que pueda detenerla. Mi corazón salta a la
garganta cuando mis ojos se fijan en la escena que tiene lugar en el
vestíbulo debajo de nosotros.

—Papá —grazna Ava y comienza a bajar las escaleras.

Verla alejarse de mí y acercarse a su padre es como si fuera el


final. Una vez que ella alcanza el penúltimo paso, entro en acción.

—Cariiiño... —grita Greg, sus ojos están inyectados de sangre,


y puedo oler el whisky en su aliento al otro lado de la habitación.

El cañón de la pistola destella ante la luz mientras la gira, y


de alguna manera, todo lo que puedo ver es su dedo en el gatillo. El
tiempo se detiene pero también se mueve a un millón de millas por
minuto. Al mismo tiempo que alcanzo a Ava, mis manos se agarran a
su camisa tirando de ella hacia mi pecho y girando para desplazarla
para que esté detrás de mí, el disparo de un arma de fuego suena en
el aire. Ni siquiera siento la bala entrando en mi espalda, alojándose
en lo profundo de la piel.

Todo lo que siento es calor, abrasador, quemando por fuera de


la herida. Mis pulmones se desinflan, como un globo. Me desplomo
contra Ava, apenas me mantengo erguido, mis rodillas se juntan
mientras Laura y mi padre se lanzan hacia adelante al mismo tiempo
pero en diferentes direcciones.

Mi padre se enfrenta a Greg mientras Laura nos abraza a mí y


a Ava como si pudiera protegernos con su pequeño cuerpo.

—Dios mío, Vance está herido —grita Ava—. ¡Llama al 9-1-1!

Me tambaleo hacia atrás, me las arreglo para sentarme en el


último escalón de la escalera, negándome a soltar a Ava. Greg gime
en el suelo a pocos metros de nosotros con mi padre sosteniéndolo en
el suelo. La humedad cubre mi piel, mi camiseta la absorbe.

—Laura, tienes que llamar a una ambulancia —ordena mi


padre, y por una vez, oigo el miedo en su voz.

Nos deja a Ava y a mí, corre a la cocina, sólo para reaparecer


momentos después con el teléfono ya presionado en su oído. Una ola
de mareos me invade y empieza a llegar el mareo.

—Hola... sí, alguien ha sido disparado. Mi exmarido entró en


nuestra casa y tenía un arma y mi hijastro fue disparado ...

Habla tan rápido que estoy seguro de que la persona de la otra


línea tiene problemas para entenderla.

Disparo. Me han disparado.

—Mi marido atacó... Sí... le quitó el arma... —dice Laura,


mirando a Greg y a mi padre. Dirigiendo su mirada hacia mí, continúa
—. Sí, está consciente... pero está muy pálido... y hay mucha sangre...
—Los ojos de Laura se abren al tamaño de los platillos—. Está
sangrando, hay... Sí, dense prisa. Por favor... apúrense.

Ava se sienta a mi lado, su cuerpo presiona contra el mío, sus


manos presionan sobre el punto que más duele. Obligándome a
respirar, dejo que su dulce aroma floral llene mis fosas nasales. Mis
ojos se cierran y el silencio se instala sobre mí.

—No te mueras, Vance, por favor no te mueras —me susurra


al oído una y otra vez.

Intento levantar mi mano, abrir mi boca para calmarla, pero no


puedo. Es como si mi boca estuviera llena de algodón, mis miembros
ya no funcionan.

—Vance... —Ava me llama, pero la oscuridad me llama. Me


arrastra hacia abajo con cada aliento laborioso que pasa por mis labios
—. Vance, por favor no te duermas. Mantente despierto, quédate
conmigo.

La tristeza en su voz me hace querer llegar a ella, para decirle


que todo va a estar bien, ¿pero lo está? ¿Todo va a estar bien? No lo sé.

La humedad de mi espalda me baña la piel. Las sirenas suenan


a la distancia, acercándose a donde estamos, pero al mismo tiempo,
de alguna manera, se siente más lejos. Como la resaca del océano, soy
arrastrado hacia abajo, hundiéndome más y más.

—Por favor, Vance —ruega Ava—. Te amo, no puedes morir, no


puedes.

Ella me ama. Obligo a mis labios a convertirse en una sonrisa.


Ella me ama. Sus palabras son lo último que oigo antes de que la
pesadez de la oscuridad sea demasiado para luchar.

Si éste es el final, entonces valió la pena.

Al menos fue su voz la última que escuché, su toque el último


que sentí.

◆◆◆
La oscuridad me rodea durante mucho tiempo, o al menos
parece que es mucho tiempo. Estoy flotando en algún lugar entre el
sueño y la vigilia. Hay una opresión en mi pecho, pero no es dolor. No
siento ningún dolor y por alguna razón, lo encuentro extraño. Creo
que debería sentir dolor, pero no puedo recordar por qué. Mi cerebro
se siente como si lo hubieran metido en una licuadora, una espesa
neblina nubla mis pensamientos, lo que hace difícil encadenar lo que
ha pasado.

Lo primero que noto, aparte de la oscuridad, es un pitido bajo


y constante en algún lugar cerca de mí. Puedo oír los latidos de mi
corazón, y no sólo en mis oídos, sino fuera de mi cuerpo.

Se requiere un enorme esfuerzo para abrir los ojos, pero cuando


lo hago, sólo quiero volver a cerrarlos. Hay una luz tan brillante que
bien podría ser el sol brillando sobre mí. Mis ojos se esfuerzan por ver,
y parpadeo un par de cientos de veces.

—Ahhh —gimoteo suavemente, tan suavemente que es más


como un resoplido que un gemido real.

Cuando por fin soy capaz de asimilar lo que me rodea,


rápidamente me doy cuenta de que estoy en una cama de hospital. Un
gemido familiar llega a mis oídos y mi mirada se mueve en la dirección
del ruido. Al otro lado de la habitación, un pequeño cuerpo está
acurrucado en el sillón. Ava.

Como si mirara en un caleidoscopio, una ráfaga de imágenes


inunda mi mente. Greg. El arma. Ava en peligro. El disparo. El calor y
el dolor. Ella me ama. Ella. Me. Ama. Todos mis pensamientos están
consumidos por ella, por sus palabras.

—Ava... —la llamo, con la garganta cruda, sintiéndola como una


lija arenosa.

Ella se mueve, sus ojos verdes parpadean y se abren muy


lentamente. Cuando se da cuenta de que estoy despierto, sus ojos se
abren, y salta de su silla casi tropezando con sus propios pies.

—Vance, oh Dios mío. Estás despierto —dice, mientras su


pequeña mano agarra a la mía como si yo fuera a desaparecer en el
aire.

—De ninguna manera te vas a deshacer de mi trasero tan


fácilmente.

Sus bonitos labios rosados se forman en un ceño fruncido.

—Me has asustado. Pensé que... —Sus ojos se llenan de


lágrimas y nunca la he visto tan pálida, tan bueno... preocupada—.
Pensé que ibas a morir. Todo el camino al hospital, estabas
inconsciente, y luego cuando te llevaron a cirugía.

—Shhh... —La tranquilizo, acariciando su mejilla—. Estoy aquí,


vivo y respirando, así que no más de ser una nena llorona.

No hay manera de que pueda soportar verla llorar ahora mismo.


No cuando ya quiero tenerla en mis brazos, pero no puedo. Intento
sentarme, pero hay un dolor punzante que atraviesa mi espalda.

—Maldición —gruño, apretando mis dientes.


Siento como si mi espalda estuviera clavada en la cama y con
cada movimiento me arrancan la carne.

—Sólo, no te muevas. Tuvieron que coserte, y no quieres tirar


de tus puntos.

—¿Dónde está...? —empiezo pero hago una pausa, la culpa


aparece en los ojos de Ava.

—La policía se llevó a mi padre. Mi madre y tu padre fueron a


la comisaría después de que salieras de la operación y el doctor nos
dijo que te recuperarías completamente. La bala no tocó los órganos
principales, pero perdiste mucha sangre, y por eso te desmayaste.

—Estoy bien, me alegro de que sea yo quien esté en esta cama


y no tú.

En serio, no creo que pueda soportar verla sufrir así.

—Y desearía ser yo en vez de ti —murmura, con los ojos clavados


en la fea bata de hospital en la que estoy.

—No digas eso, yo más que merezco recibir un disparo después


de la forma en que te he tratado. Ahora estamos en paz.

Guiño el ojo juguetonamente y Ava suspira profundamente.

—¿Cómo es que nuestras vidas se volvieron tan complicadas y


desordenadas?

—No estoy seguro, pero puedo prometerte que haré todo lo


posible para que sea lo más sencillo posible de aquí en adelante. Con
o sin disparo, todavía te amo y ahora sé que tú también me amas.

Ava abre la boca como si estuviera a punto de no estar de


acuerdo, pero es interrumpida por un suave toque en la puerta un
segundo antes de abrirse unos centímetros.

Una enfermera de mediana edad con pelo largo y rubio se asoma


por dentro, sus labios se convierten en una sonrisa cuando me ve en
la cama.

—Hola, señor Preston. Me alegra ver que finalmente está


despierto y hablando.

Empuja la puerta hasta abrirla completamente y entra.


Agarrando el portapapeles que está colgado en la pared en el camino,
viene a ponerse directamente a mi lado.

—Yo también me alegro —digo—. Gracias por curarme.

—Para eso estamos aquí. ¿Cómo está su nivel de dolor ahora


mismo?

—Manejable.

Lo último que quiero hacer es mencionar mi dolor. Todo lo que


quiero hacer es salir de aquí e irme a casa.

—Bien, inclínese hacia adelante y déjeme ver su espalda.


Aprieto los dientes y hago lo que me pide. Se inclina sobre mí y
sube la parte de atrás de la bata para ver la herida. Sus manos son
suaves, y en su mayor parte, no tengo mucho más dolor.

—Se ve bien. Le haré saber al doctor que está despierto, y que


está manejando bien el dolor. Necesitará comer algo y descansar, pero
si el doctor lo dice, probablemente podrá irse a casa hoy.

—Gracias —murmuro, mientras ella escribe algo en el


portapapeles y se dirige hacia la puerta.

—Por supuesto, si necesita algo antes de que regrese, entonces


pulse el botón de llamada que está pegado a su cama. Volveré en un
rato con algo para comer.

Nos brinda una sonrisa sincera a los dos antes de salir de la


habitación, cerrando la puerta tras ella.

Tan pronto como se ha ido, me dirijo a Ava. Está mordiéndose


preocupadamente su labio inferior y yo gimo, mi miembro se endurece
ante la imagen. La alcanzo, tiro de ella hacia mi pecho y prácticamente
sobre la cama.

—Podría haber estado inconsciente, pero te escuché decirlo.

—¿Decir qué? —pregunta tímidamente.

—No te hagas la tonta. Sé que me amas. Te escuché decirlo. No


puedes negarlo.

—No escuchaste nada, debe haber sido tu imaginación.

Mentirosa.

—Te amo, Ava. Lamento haberte lastimado, por todo lo que


pasó, porque nuestras vidas estén tan jodidas como lo están. Lo siento.
Te mereces algo mejor que yo, cien por cien, pero si me eliges, pasaré
todos los días compensándote.

—No tenemos que hablar de esto ahora —murmura Ava, y la


agarro por la barbilla obligándola a mirarme.

Sus ojos verdes brillantes atraviesan los míos.

—Sí, debemos hablar. Podría haber muerto. —Podrías haber


muerto. Ni siquiera puedo decir esas palabras en voz alta—. Ya hemos
perdido mucho tiempo. No quiero perder ni un minuto más. Quiero
pasar cada minuto de cada día avanzando contigo. Quiero tenerte en
mis brazos cuando me duerma y despertarte con mi lengua y mis
dedos cada mañana.

—¿Qué clase de drogas te dieron? —pregunta, sus ojos se


iluminan de diversión.

—No tenían que darme nada. Ya tengo la mejor clase... la clase


que hace que tu corazón lata muy rápido y las mariposas revoloteen
en tu estómago.

—No creo que eso sea una droga.


—Tienes razón. —Me inclino hacia su cara, tan cerca que puedo
apretar mis labios contra los de ella—. No es una droga, se llama amor,
y es mucho más poderosa que cualquier droga que haya escuchado.

—¿Es eso cierto? —susurra sin aliento.

—Sí, demonios, sí... —gruño antes de apretar mis labios contra


los de ella.
Capítulo 23

Ava
Henry y mi madre aparecen justo cuando los médicos dan de
alta a Vance. Decidimos discutir lo que pasó cuando llegamos a casa
para no hacer una escena en el hospital. Vance, en su mayoría,
permanece callado, su mano en la mía acapara algunas miradas, las
de nuestros padres. Me ayudan a meterlo en el coche, y me deslizo
a su lado.

Trato de no pensar en la conversación que vamos a tener, no


quiero oír que me digan lo que le va a pasar a mi padre. Sé que lo que
hizo estuvo mal, muy mal, y me doy cuenta de lo serio que es esto.
Allanamiento de morada, amenazar con un arma mortal, disparar a
Vance... los crímenes se acumulan. Va a terminar en prisión por
mucho tiempo y sé que no es inocente, pero sigue siendo mi padre y
en el fondo sé que nunca habría herido intencionadamente a Vance.

Mastico mis uñas distraídamente, dejo caer mi mirada en las


casas y árboles que pasan zumbando en un borrón. Mi mente está tan
enredada que me estremezco cuando Vance me toca suavemente la
muñeca y me quita la mano de la boca, entrelazando nuestros dedos.
Miro fijamente hacia abajo donde nuestras manos están unidas.
Nunca pensé que estaríamos juntos, y ahora, ahora es surrealista.
El pensamiento de perderlo por un corto tiempo allí, hizo que me
consumiera el miedo. No sabía si iba a estar bien, había demasiada
sangre, y era...

—Cálmate.

Vance se inclina y susurra, su aliento abanica contra la cuenca


de mi oído. La piel de gallina me cubre y siento que me inclino hacia
su toque.

—Creí que te había perdido.

Las palabras salen fácilmente de mis labios.

—Shhh, no lo hiciste. Nunca te dejaré —dice Vance mientras


entramos en la entrada.

Henry aparca tan cerca de la puerta principal como puede.


Juntos lo llevamos hasta la escalera y entramos en la casa. Cuando
llegamos a la escalera y a su habitación, ya ha sido veinte mil veces y yo
respiro como si hubiera hecho equilibrio en el Empire State Building.

Una vez que lo instalamos en la cama, apoyándolo con cinco


almohadas, nuestros padres comienzan la temida charla.

—No queríamos hablar de esto en el hospital porque no


estábamos seguros de cómo iba a resultar, pero decidimos presentar
cargos contra Greg —dice mi madre con nerviosismo. Vance se queda
callado, parpadeando hacia ella. Es difícil leerle, y ni siquiera yo sé
cómo va a resultar esto—. Le pedimos al juez que no lo encarcelen,
sino que lo obliguen a ir a un centro de rehabilitación obligatorio donde
pueda recibir la ayuda que necesita.

—Bien, porque pase lo que pase, sigo culpándolos a los dos —


dice Vance, sin emociones.

—Hijo, lo que pasó no es...

—No, cállate. No quiero oír otra mentira que salga de tu boca. De


hecho, no quiero tener nada que ver contigo. Greg nunca se hubiera
encontrado en una situación como esta si no hubieras elegido dormir
con su esposa. Tú y Laura son la causa del dolor de todos, y espero
que ambos puedan vivir con eso.

Las lágrimas llenan los ojos de mi madre, pero no puedo


molestarme en sentir lástima por ella. Vance no se equivoca. Mientras
todos los demás han sufrido, han vivido esta gran vida, siempre
teniendo a los demás, siempre poniendo sus necesidades primero.

—Nosotros no... Quiero decir, nos amamos... —Henry empieza


de nuevo, pero Vance le corta el paso una vez más.

—Te dije lo que quería. Déjame en paz, deja a Ava en paz, y


podrás volver a tu preciosa vida. Jode a cualquiera de los dos, y le diré
a mamá que mentiste. Te arruinaré, te enterraré.

Henry mira a mi madre con pánico antes de caminar hacia la


puerta. Mi madre, por supuesto, lo sigue y me pregunto si alguna vez
le importé de verdad. Me quería aquí, ¿porque quería a su hija aquí
o porque se sentía obligada a darme un lugar para vivir? Ni una sola
vez se enfrentó a Henry en mi defensa e incluso ahora, es como un
perro débil.

—Lo que quieras, hijo. Es tuyo.

—Bien —gruñe Vance, y tanto mi madre como Henry salen,


cerrando la puerta suavemente tras ellos.

Una vez que estamos solos, siento sus ojos sobre mí. Me giro
para mirar su cara. Sus fosas nasales se elevan, y sus ojos verde
esmeralda parecen más brillantes.

—Ven aquí... —ordena, empujándose hacia la cabecera.

—No puedes hacer eso, vas a tirar de los puntos —regaño,


levantándome desde la silla del escritorio.

Me siento en el lado de la cama, pero obviamente no es lo


suficientemente cerca porque me agarra y me arrastra contra su
pecho.

—¡Vance! —grito.

—Sé mía. Quédate conmigo, Ava. Lo he arruinado. Sé que lo


hice, pero te prometo que hay bondad en mí. Haré esto bien, te trataré
bien y te haré mi prioridad número uno. Quiero que te mudes de la
casa de mi padre y que vengas conmigo. Quiero que todos sepan que
eres mi novia y que te amo.
Todo suena como un sueño. Nunca pensé que Vance se
preocuparía por mí, y mucho menos que me amara. Pero, supongo que
el odio no puede crecer cuando le cortas la única fuente de luz solar.

—Yo... yo también quiero eso, pero no queremos ir demasiado


rápido.

—Podemos ir a cualquier ritmo que quieras, pero no dejaré que


te quedes aquí bajo el pulgar de mi padre. Ya me cansé de dejar que
ellos gobiernen nuestras vidas. Han sido felices mientras el resto de
nosotros hemos sufrido y no dejaré que suceda más.

Durante años he anhelado ser amada, pero nunca esperé que


ese amor se encontrara en él.

—Pero, ¿qué pasa con el dinero? No puedo pagar la universidad


por mi cuenta, y mucho menos un lugar para vivir. Tendré que
conseguir un trabajo, lo cual no es un problema pero...

Mi voz se desvanece. Sé que estoy pensando demasiado en esto,


pero es mucha responsabilidad, y con una nueva relación, no tenemos
ninguna oportunidad.

Vance sonríe, habiendo obviamente pensado todo.

—Más despacio, nena. Le dije a mi padre que me diera mi fondo


fiduciario ahora. Se suponía que iba a ser mío después de la
universidad, pero aceptó que lo tuviera ahora. Hay suficiente dinero
ahí por lo que no tendremos que preocuparnos por pagar la matrícula
o el alquiler. Podemos olvidarnos de tu madre, mi padre, y podemos
vivir una vida normal, sin mentiras y recuerdos del pasado.

—Vance, no puedo dejar que...

Levanta su mano y coloca un dedo en mis labios, silenciándome.


Sus ojos penetrando en los míos, suavizándome con una sola mirada.

No quiero discutir con él, no después de todo lo que hemos


pasado. Debería ser yo quien dijera que lo siento, quien me ofreciera
a cuidarlo; quiero decir mi padre le disparó.

—Puedes, y me dejarás pagar por ello. Quiero cuidar de ti. Por


favor, déjame hacerlo. Déjame quitarte esa preocupación. Te lo debo
a ti, a nosotros.

—Está bien, pero sólo si me dejas pagarte.

Probablemente nunca podré pagarle, pero lo intentaré.

—Oh, puedes devolverme el dinero, de acuerdo. —Se ríe, y siento


su miembro endurecido presionando mi trasero—. Podrías empezar
ahora si te sientes generoso.

—Detente, te estás curando. Apenas puedes subir las escaleras,


necesitas descansar antes de hacer cualquier tipo de actividad.

La cara de Vance se queda sin emoción.

—Me dispararon, nena. No se me cayó el pene.


—Bueno, nada de sexo, no hasta que estés completamente
curado. No quiero ser responsable de ninguna otra lesión que puedas
sufrir. Ya me siento bastante mal.

—No lo hagas. Preferiría que me dispararan a que te dispararan


a ti. Fue mi elección, y una que haría una y otra vez.

Me inclino hacia su cara, levanto mi mano y lo tomo por la


mejilla.

—¿Verdad o reto?

—Verdad —dice, sus labios llenos pidiendo ser besados—.


Siempre la verdad de ahora en adelante.

—¿Quizás un último reto? —bromeo.

—Bien... —Se detiene, pensando y me pregunto en qué me he


metido—. Ya que el sexo está fuera de la mesa... te reto... a... besarme.

Aprieto mis labios contra los suyos antes de que pueda decir
algo más, tragando cualquier palabra que vaya a salir de su boca.
Nuestra relación nunca iba a ser perfecta, pero no quiero que sea
perfecta.

Sólo quiero a Vance Preston, hoy, mañana, para siempre.

Mi mejor amigo, mi matón, mi amor.


Epílogo

Vance
—¿Tenemos que irnos? —Ava hace pucheros, y yo aprieto su
mano en la mía.

Ahora entiendo por qué Remington es tan territorial con


respecto a Jules. El amor te hace hacer cosas locas.

—Sí, tenemos que irnos. No hay manera de que no te muestre.


Quiero que todos sepan que estamos juntos, para que nadie se atreva
a ligar contigo cuando no esté contigo.

—Pero, siempre estás conmigo. —Sonríe.

Es verdad, hemos sido inseparables durante las últimas


semanas. Mientras me recuperaba, ella hizo de mi enfermera y aún
ahora que estoy curado, hacemos todo juntos.

Mi padre encubrió con éxito todo el incidente del tiroteo. Al


menos acertó en eso. Ava no quería que la gente supiera lo que su
padre hizo, y yo estaba más que feliz de ayudar a que desapareciera.
Nadie más excepto nuestra familia y Clark saben que me dispararon.

He cumplido mi promesa de corregir todos mis errores, y esta


noche voy a corregir otro error. Voy a hacer saber a todo el campus
que ella es mía, y apagar cualquier rumor que pueda estar flotando
por ahí.

—No tenemos que quedarnos hasta tarde. Sólo lo suficiente para


que todos nos vean juntos.

—Haces que suene como si fuera un trofeo o algo así.

—¿Esposa trofeo, tal vez?

—Despacio, acabamos de mudarnos juntos. El matrimonio está


como a mil años luz de distancia.

—Puedo esperar, pero un día serás mi esposa... sólo para que


quede claro. Llevarás mi apellido, y luego mis bebés.

No puedo evitar sonreír, aunque sé que hablar del futuro


aterroriza a Ava, sé que es para mí, y necesito que ella también lo sepa.

—Bien, algún día. —Ava se ríe mientras subimos al porche.

Dentro, la fiesta está en pleno apogeo. Música fuerte, risas y


charlas se oyen desde la calle y cuando entramos por la puerta
principal esos ruidos sólo se hacen más fuertes.

Suelto la mano de Ava y en su lugar la rodeo con un brazo,


metiendo su pequeño cuerpo en mi costado mientras caminamos entre
la multitud. Las cabezas se giran y la gente nos mira mientras nos
llevo a través de la sala. Nuestra relación es todavía algo nueva, y los
chismes sobre que estamos juntas se extenderán como un incendio,
las chicas de la hermandad quieren decir hasta la última palabra.
Veo a Remington y Jules en el rincón más alejado del espacio
abierto y decido ir a pasar el rato con ellos. Al menos Ava conoce a
Jules, y parece que se gustan. Saldría con Clark, pero últimamente
ha estado desaparecido.

—Vance.

Remington me saluda con una amplia sonrisa y una inclinación


de la barbilla. Ava se aleja y saluda a Jules con un abrazo. Las chicas
empiezan a conversar sobre las clases y algunos libros nuevos que
acaban de salir.

—¿Supongo que te enamoraste de tu hermanastra la que era


un dolor en el trasero?

—No tienes ni idea. Nunca seré capaz de perdonarme por las


cosas que hice.

Por alguna extraña razón, las palabras simplemente salen.


Remington no tiene ni idea de lo que le hice pasar a Ava, así que no
podría entenderlo.

—Sí, yo también hice pasar a Jules por una mala situación. He


tenido que aprender a dejar ir el dolor, el odio que siento por mí mismo
por hacerlo. Hago todo lo que puedo por ella ahora, y eventualmente
me casaré con ella, cuando me lo permita. —Se ríe—. Hubo un tiempo
en que yo era el matón y ella era mi saco de boxeo, y nunca lo olvidaré.

Bien, tal vez me equivoqué. Tal vez Remington Miller sabía lo que
se sentía. Mis labios se separan y estoy a punto de responder cuando
Sarah y su pandilla de hienas se pavonean hacia nosotros. Jules y
Ava dejan de hablar cuando Sarah se para justo delante de Ava.

—Miren, chicas, la basura de los remolques está aquí,


asegúrense de agarrar sus bolsos. Nunca se sabe cómo actuará.

Sarah Snickers. Más vale que hoy cuente sus estrellas de la


suerte que es una chica, porque si no lo fuera, mi puño estaría volando
por los aires ahora mismo.

—Piérdete, Sarah, sólo estás celosa de Ava —digo.

—Oh, hola, Vance. Hace tiempo que no te veo —me saluda,


ignorando mi declaración.

Se forma un mohín en sus labios pintados de rojo. Tiro de Ava


a mi lado, dejándole claro a Sarah que estoy con ella.

—He estado ocupado pasando tiempo con gente que importa,


ya sabes... con mi novia.

Las hienas de Sarah se ríen como si hubiera dicho algo gracioso.


Sarah las interrumpe con el movimiento de su mano y su nariz se
arruga de asco.

—Ella es la basura del remolque y tu hermanastra. ¿No es eso


como el incesto o algo así? —se burla.

—Hermanastra. No somos parientes, pero no espero que lo


entiendas ya que lo único que se te da bien es abrir las piernas.

—No parecía importarte mucho... —Sarah ríe y yo me enfado.


—No seas engreída. Nunca nos hemos acostado y nunca lo
haría. ¿Por qué te querría cuando tengo a alguien como Ava?

Sarah tira su pelo por encima del hombro.

—Como sea, Clark todavía me deja montar su pene.

¿Se supone que eso debe herir mis sentimientos o algo así?
Porque no lo hace. Prefiero tener a Ava que permitir que Sarah me
toque de nuevo.

Por el rabillo del ojo veo las mejillas de Ava enrojeciéndose de


vergüenza. Luego levanto la cabeza y veo que hemos captado la mayor
parte de la atención en la habitación.

—¿Qué demonios están mirando todos? —gruño a la multitud


y casi todos vuelven a lo que estaban haciendo un momento antes de
que esta pequeña discusión tuviera lugar.

—Diviértete con eso —dice Sarah, con su labio superior elevado


en un mohín de asco antes de meterse entre la multitud.

Ava me golpea con la mano en el pecho.

—¿Me trajiste aquí para tener un combate con ella?

—No, cariño, te traje aquí para que todos sepan que eres mía.

—Son más parecidos a nosotros de lo que pensábamos —dice


Jules a Remington, quien le sonríe como un tonto.

—Otro gol para el equipo odio amarte —Remington ríe a


carcajadas.

—¿Qué demonios?

Le doy un codazo a Rem en el costado, para llamar su atención.

—¿Qué? —pregunta.

—¿Qué demonios quieres decir con otro gol para el equipo de


odio amarte?

—Oh, Jules y yo teníamos una pequeña apuesta. No estaba


segura de que te enamoraras de la hermanastra entrometida, pero yo
lo sabía.

—Las apuestas te meten en problemas, según he oído.

Guiño el ojo, lo que hace que Remington expulse otra carcajada.

—Lo hacen, lo hacen.

Mi móvil empieza a sonar en mi bolsillo, y lo saco mirando la


pantalla.

Clark.

Respondo inmediatamente.

—Hola, ¿qué pasa? Hace tiempo que no sé nada de ti.


—Ehh sí, lo siento. He estado ocupado. ¿Tienes tiempo para
ayudarme? Me estoy mudando y necesito ayuda con esta sección. Es
una mierda mudarse.

¿Mudanza?

—¿Qué demonios, Clark, qué está pasando? —pregunto.

Suspirando, dice—: Mira, te lo explicaré cuando llegues.

Ava habiendo escuchado toda la conversación asiente con la


cabeza, diciéndome que está de acuerdo con dejar esta fiesta de
mierda.

—Sí, estaremos allí. Envíame un mensaje con tu nueva


dirección.

—Lo tengo, nos vemos pronto —dice Clark, colgando el teléfono.

Meto el teléfono en el bolsillo y me dirijo a Rem y Jules.

—Lo siento, pero nos vamos de esta fiesta que parece un puesto
de piruletas.

Ava le da a Jules un abrazo rápido y yo le doy a Rem un


asentimiento de barbilla antes de tomar a mi chica de la mano y
guiarla fuera de la fiesta. Una vez que salimos y nos alejamos del ruido
de la fiesta, Ava pregunta.

—¿Qué pasa? ¿Por qué se mudó Clark?

—No lo sé, pero estamos a punto de averiguarlo.

En ese momento, mi teléfono suena con un mensaje entrante.


Espero para comprobarlo hasta que lleguemos al coche. Entonces lo
saco y leo el mensaje que Clark me envió. Conozco la dirección, el lugar
donde vive es un condominio cerca del club campestre, pero ¿por qué
demonios se muda a su propia casa?

Aparto los pensamientos, arranco el coche y tomo la mano de


Ava en la mía mientras nos dirigimos a la casa de Clark. No pasa
mucho tiempo antes de que lleguemos.

—¿Clark va a vivir solo en uno de estos lugares? —pregunta Ava


asombrada.

—Sí, yo tampoco me lo creo.

Subimos por el camino de piedra y al condominio que me dijo


Clark. Cuando llegamos a la puerta, suspiro, levantando la mano para
llamar. Pero no tengo oportunidad porque un momento después la
puerta se abre de golpe. La cara avergonzada de Clark está ante mí.

—Hola chicos —dice Clark, haciendo un gesto para que


entremos.

El lugar es enorme y mi boca se abre cuando veo a la chica


parada en el medio de la cocina, con la cara llena de ansiedad.

—¿Qué demonios está pasando? —pregunto, confundido.

Ava parpadea, y luego una lenta sonrisa se forma en sus labios.


Clark pasando una mano por su pelo castaño rojizo.

—Ava, Vance. Les presento a Emerson, mi novia —dice.

¿Novia? ¿¡Qué. Demonios!?

—¿Novia? —tartamudeo.

—Sí. Novia. —dice Clark dice entre dientes.

Sus ojos me ruegan que lo entienda, pero no lo hago.


Simplemente no lo entiendo. Clark no tiene novias, quiero decir que
tiene las novias de otras personas, pero no reclama. Las clava en la
cama y las deja antes de que el condón llegue al cubo de la basura.

—Emerson, éste es Vance, mi mejor amigo, y Ava, mi segunda


mejor amiga.

—Hola —chilla tímidamente.

Mierda, es lo opuesta de Clark, tímida, nerviosa, obviamente


inocente. Sus ojos azules brillan con secretos y sé que lo que está
pasando aquí tiene algo que ver con ella.

—Explícate —ordeno, pero Clark sacude la cabeza.

—Lo haré... más tarde.

Fin
Próximo en esta serie…

Los secretos... pueden hacerte o deshacerte.


Nadie mejor que yo para saberlo. Estoy escondiendo el mayor
secreto de todos. Mis cicatrices son mucho más profundas que
superficial. Me consumen, me controlan.
Luego lo conozco, Clark Jefferson. Ciento noventa centímetros
de dios griego caliente, con una sonrisa que hará que tus bragas
desaparezcan. Lleva una clara etiqueta de advertencia:
"Rompecorazones", y si fuera inteligente me mantendría alejada de él.
Con mi pasado, mis secretos, nada podría salir de estar con un
hombre como él. Aún así, no puedo ignorar los sentimientos que él
despierta en mi interior. Me asusta y me excita a la vez.
Me hace querer liberarme del miedo sofocante que se apodera
de mi corazón.
Nuestro encuentro no está en el destino, él me necesita tanto
como yo a él, así que hacemos un trato.
Será mi novio falso y le ayudaré a salir del problema con su
padre.
Pero los secretos no pueden permanecer para siempre y a
medida que me acerco a Clark, mis sentimientos por él también
crecen. Pronto la línea entre lo falso y lo real se desdibuja y cuando el
pasado del que he estado huyendo finalmente me alcance, tendré que
confesarle a Clark la verdad o dejar ir un amor que sólo se suponía
que era falso.
Sobre La Autora

Cassandra nació y creció en Alemania. Se movió a los Estados


Unidos cuando cumplió sus dieciocho años. Ella es ahora una ama
de casa con tres niños y felizmente casada. El amor a la lectura
trascendió a la escritura cuando puso sus dedos en el teclado y
comenzó a escribir sobre el lado oscuro del romance.

J.L. Beck es una autora de superventas del USA Today. Ella ha


escrito más de cincuenta diferentes novelas románticas. Comenzó su
viaje de escritora en el año 2014 y no ha frenado ni un segundo desde
entonces.
Ha sido cautivada por el romance real y le encanta leer sobre
fuertes hombres Alfas, tanto como atrevidas heroínas que saben o no
saben lo que quieren. Es mejor conocida por brindar un felices para
siempre pero termina las cosas con suspenso una o dos veces.
Cuando no está escribiendo su siguiente libro, puede
encontrarla ejerciendo su papel de madre de sus dos adorables niños
y casada con su chico de la secundaria.
Está obsesionada con Starbucks, las redes sociales y es
definitivamente una persona que ama a las perros más que a los gatos.

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