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Los Pilares de la Vida Dominicana

VIDA COMÚN
La vida comunitaria es tan fuerte dentro de la vivencia del carisma
dominicano, que en los inicios de la Orden, Santo Domingo pedía a los
suyos, la promesa de vida común y obediencia. Por tanto, la vida
comunitaria es de los puntos más fuertes de los seguidores de Santo
Domingo.
En las primeras comunidades cristianas, lo más destacado era el
testimonio de la comunión: “mirad como se aman”, por eso Santo
Domingo se remonta a los primeros seguidores de Jesús, para asentar
los fundamentos de su Orden en el mandato mismo del Señor: “Amaos
como yo os he amado”.
Con este sentido comunitario nacimos al calor de un corazón que se
curtió en la relación. Domingo miró siempre el lado positivo de la
relación, quitó prejuicios a la vida comunitaria, se lanzó a la aventura
de compartir el don de la existencia con los hermanos y en esta
aventura nos enroló a todos sus seguidores que hoy continuamos
viendo la vida comunitaria como la mejor forma de realización
personal.

LA ORACIÓN
La oración heredada de Sto. Domingo es, esencialmente experiencia de
Dios, que se nos hace asequible, cercano, amigo. Está impregnado,
empapado del misterio de la Encarnación.
Porque el VERBO se hizo CARNE y acampó entre nosotros, así
podemos acercarnos al Padre y en un mismo Espíritu clamar ¡Abba!
Esta inmersión de Dios Trinidad, Dios Comunidad no podemos
realizarla sin el apoyo y la ayuda de la fe.
Nuestra experiencia de Dios se realiza en la fe. En la contemplación del
misterio de Dios Pero es una experiencia humana porque se realiza en
el hombre concreto, y en el aquí y ahora de cada persona. Dios busca el
encuentro en cada persona.
Por eso nos obliga a buscar espacios y tiempos delimitados en nuestra
vida para quedarnos a solas con Dios y así:
Ver a Dios en los acontecimientos y personas.
Ver los acontecimientos y personas desde los ojos de Dios.
EL ESTUDIO
En el ejercicio dominicano del estudio aparecen dos rasgos que
definen, de alguna manera, la trayectoria histórica y espiritual de la
Orden de Predicadores. Aquellos que se expresan en dos afirmaciones,
convertidas en lema de los dominicos: la afirmación ‘VERITAS’, es
decir, ‘Verdad’, y la reflejada en el dicho de Santo Tomás,
‘contemplata aliis tradere’, traducida por ‘contemplad y dad lo
contemplado’. Ambas expresiones y sus implicaciones enriquecen y
alimentan nuestra espiritualidad.
Lo que caracteriza al máximo la mentalidad dominicana es el sentido
de la Verdad de las cosas, que evidentemente no puede separarse de la
Verdad del hombre y de la ‘Verdad de Dios’… este estilo dominicano
debe aparecer también en nuestra manera de abordar los problemas y
de aclarar las soluciones. No hay Verdad sin totalidad.
El estudio, entendido como búsqueda constante de la Verdad, se vuelve
un componente fundamental del proyecto de vida de los predicadores.
Este es el sentido exacto del lema de la Verdad, del ideal de la Verdad,
de la denominación como ‘Orden de la Verdad’

LA PREDICACIÓN
El predicador al estilo dominicano no se apropia del mensaje, ni habla
en nombre propio. El ejemplo de Juan Bautista debe inspirar a los
predicadores: “Es preciso que yo mengüe y Él crezca”. No es lo mismo
predicarse a si mismo que predicar a Cristo.
El Maestro de la predicación dominicana siempre será el Espíritu
Santo por ello la oración es fundamental para el dominico.
«Predicar en este tiempo es compartir la vida, la esperanza y la promesa
que palpitan en el mundo de los otros. Predicar en este mundo es
caminar en la frontera entre compartir la vida de todos ellos y compartir
la promesa de la salvación, llevándoles la Buena Nueva de Jesucristo y
descubriendo que Él ya ha ido a Galilea antes que nosotros». Act. Cap.
Gen. Cracovia nº 50

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