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Unidad I:

O. Masotta, Lecciones de Introducción al Psicoanálisis. Cap. I

Massota va a decir que para hacer una introducción del psicoanálisis es preciso remontarse a
la historia, a su creador, Freud. El psicoanálisis tiene que ver con la manera en la que él va
descubriendo el inconsciente, construyendo la teoría.

Charcot: mostró que mediante la hipnosis se podían producir síntomas semejantes a la


histeria. En 1885 en Francia, Freud presenció estas experiencias. Los pacientes no eran
conscientes de aquellas experiencias. La hipnosis mostraba la existencia de cosas que no
estaban en la conciencia y que tenían efectos sobre el comportamiento y la vida despierta de
los sujetos. Desde Freud van a surgir ideas: en la relación con el hipnotizador, el paciente podía
producir y suprimir síntomas, la idea de existencia de dos niveles del psiquismo, la idea de que
la histeria tiene que ver con cosas sexuales. Antes se pensaba que la histeria era una
enfermedad del útero, por lo tanto, algo que acontecía en mujeres.

A partir de esto es que comienza el psicoanálisis: separando la enfermedad psíquica del sexo
biológico. También mostró que puede acontecer la histeria en hombres. También que un
trauma psíquico puede estar en el origen de un síntoma histérico, que la causa puede ser
psíquica y relacionada con un suceso pasado.

También mostró una teoría que relacionaría el sufrimiento psíquico con la sexualidad,
comienza separando la histeria de la genitalidad y describiendo la causa en términos de
trauma, ubicándola además en el pasado psíquico. Si hablamos de qué consiste este campo de
lo psíquico que constituye el campo de la práctica y de la teoría del psicoanálisis, hay que decir
que se constituye a partir de una reflexión sobre la sexualidad.

El psicoanálisis va a separar el sexo del saber. La gente no enferma porque ignora las reglas
biológicas, sino porque hay algo bien enigmático en el sexo. Si la sexualidad es reprimida la
culpa reside en que la sexualidad contiene algo enigmático. Cuando se reprime es porque no
se quiere saber nada de algo que exige ser reconocido.

Cuando Freud postula tres ensayos de una teoría sexual lo que ocurre es que se va a ir a pique
la idea del niño inocente y del adulto normal, lo primero que va a demostrar es que no es
cierto que durante la vida infantil no hay sexualidad sino más bien que de los 5 años el niño ya
tiene determinar su estructura sexual y lo que irrumpió en la pubertad, no será distinto de las
estructuras ya constituidas en la primera infancia.
Con respecto a las perversiones sexuales esto le sirve a Freud para la Constitución de su propio
campo de conceptos. Así surge el concepto de pulsión. A partir de esto también va a situar la
cuestión de que el objeto es lo más variable de la pulsión. Como esto lo va a diferenciar del
instinto animal, va a decir que el instinto animal tiene un objeto y la pulsión no.

Freud y Breuer: Trataron a Ana. O, una joven histérica. Aparece el talking cure.

Lo que está en juego en el sexo es el saber de objeto. La pulsión no facilita ese saber. En este
sentido se podría afirmar que el concepto de inconsciente es isomórfico a la razón por la cual
el sexo debe ser reprimido, o mejor, el inconsciente es simétrico o inverso a esa razón: el
sujeto no sabe sobre aquello que está en el origen de los síntomas que soporta, porque nada
quiere saber de lo que no puede saber que no hay saber sobre los sexual. O bien las cosas
sexuales deben ser incluidas en la clase de las cosas ininteligibles, o bien hay cosas sexuales
que nos introducen a la idea de que son enigmáticas.

Fantasía: término que designa eso que no había existido en lo real sino en el discurso del
paciente pero que por ello mismo conserva su capacidad de causa su poder patógeno. Fantasía
de seducción a la que Freud otorgaría un estatuto nuevo, el de protofantasía, es concebida
como una estructura fantasmática referida a una escena de seducción del niño por el adulto.
Posteriormente se agregarían dos protofantasías: la castración y la escena primaria.

J. Lacan. Seminario “Los escritos técnicos de Freud”. Sesión del 13 de enero de 1954

Los escritos técnicos de Freud indican que se trata del método psicoanalítico, es como una guía
para los practicantes inexpertos que quieren adelantarse al análisis. No hay ningún escrito en
donde Freud no haya aportado algo sobre la técnica.

¿Qué hacemos cuando hacemos análisis? Vamos viendo como los distintos practicantes del
análisis piensan, expresan, conciben su técnica, nos decimos que las cosas han llegado un
punto que no es exagerado denominar la confusión más radical. Entre los analistas no hay
ninguno que, en el fondo, este de acuerdo con sus contemporáneos respecto a lo que hacen, a
lo que apuntan, a lo que obtienen y a lo que está en juego en el análisis. Se contentan con
aferrarse a la barandilla, al pretil, de algún fragmento de la elaboración teórica de Freud. Solo
esto les da una garantía de estar en comunicación con sus compañeros y colegas. Solo gracias
al lenguaje freudiano se mantiene un intercambio entre practicantes que tienen concepciones
manifiestamente muy diferentes de su acción terapéutica, y aún más, acerca de la forma
general de esa relación interhumana que se llama psicoanálisis.
Cuando habla de relación interhumana llega a el punto de la actualidad. Esto se debe a que
elaborar la noción de relación entre analista y analizado, es la vía en la que se comprometen
las doctrinas modernas intentando encontrar una base adecuada la experiencia concreta. Lo
que hay que tener en cuenta es la inter-reacción imaginaria entre analizado y analista. Si se
toma la palabra tal como se debe, como perspectiva central, la experiencia analítica debe
formularse en una relación de tres y no de dos.

La reconstrucción completa de la historia del sujeto, es el elemento esencial, constitutivo,


estructural del progreso analítico.

Desde Freud se habla de la aprehensión de un caso singular. Su Progreso, su descubrimiento,


está en su manera de estudiar un caso en su singularidad. Esto quiere decir que, para él, el
interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por
parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir, hasta una
dimensión que supera ampliamente los límites individuales.

La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el


presente porque ha sido vivido en el pasado. El camino de la restitución de la historia de sujeto
adquiere la forma de una búsqueda de restitución del pasado.

¿Cuál es el valor de los reconstruido acerca del pasado de sujeto? Qué el sujeto reviva,
rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su
existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos. Sobre este
punto también se fórmula la cuestión de los sueños, los cuales son también un modo de
recordar.

El acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción, que sobre la faceta de
reviviscencia en el sentido que suele llamarse afectivo. Lo exactamente revivido no es lo
esencial. Lo esencial es la reconstrucción, reescribir la historia.

Hay quienes consideran al análisis como una especie de descarga homeopática, por parte de
sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo. Según ellos, en el interior de la experiencia
actual que transcurre en el consultorio, esta aprehensión fantasmática debe poco a poco
reducirse, transformarse, equilibrarse en cierta relación con lo real.

Con respecto a la técnica, podemos decir que gira en torno a la concepción del ego, es allí
donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la elaboración teórica de este
desarrollo práctico.
Si se está en posición de seguir a Freud, hay que plantearse la pregunta acerca de cómo fueron
adoptadas, re comprendidas, repensadas, las vías que heredamos, de tal forma que nuestra
alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una crítica de la técnica
analítica.

La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde está la
cuestión fundamental para el analista que lo adopta.

El yo: puede resumirse en el siguiente término; el yo está estructurado exactamente como un


síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma humano
por excelencia, la enfermedad mental del hombre.

Hay una ambigüedad con respecto a la concepción que hacen los analistas acerca del ego: ego
sería todo aquello a lo que se accede, aunque por otra parte no sea sino una especie de
escollo, un acto fallido, un lapsus.

¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las
palabras, es algo muy distinto: el lenguaje cuyo papel es formador, fundamental en su historia.

El absurdo fundamental del comportamiento interhumano solo puede comprenderse en


función de ese sistema llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones,
barreras, inhibiciones, fantasmas fundamentales, que orientan y dirigen al sujeto. La
concepción teórica de la técnica, aunque no coincida exactamente con lo que se hace, no por
ello deja de estructurar, de motivar la más trivial de nuestras intervenciones sobre los
denominados pacientes. Aquí está lo grave, porque efectivamente nos permitimos hacer
intervenir nuestro ego en el análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una
readaptación del paciente a lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el queda la
medida de lo real.

J. Lacan, Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el Inconsciente freudiano

El término subversión (del latín subvertor: trastocar, dar vuelta) se refiere a un proceso por el
que los valores y principios de un sistema establecido, se invierten, y se relaciona con
un trastorno, una revuelta o una destrucción.

Subversión: excusándonos ante esta asamblea (…) Recurriendo sin embargo a su favor para
considerar como concedido que las condiciones de una ciencia no podrían ser el empirismo.

Encontrándose en un segundo tiempo lo que de etiqueta científica se ha constituido ya bajo el


nombre de Psicología.
(…) Que nosotros recusamos. Precisamente, porque, como vamos a demostrar, la función del
sujeto tal como se instaura en la experiencia freudiana descalifica desde su raíz lo que, bajo
este título, cualquiera que sea la forma en que se vistan sus premisas, no hace sino perpetuar
un marco académico.

Su criterio es la UNICIDAD del SUJETO, que se funda sobre presupuestos de esa clase de
Psicología, y debe incluso considerarse como sintomático el hecho de que su tema se aísle
cada vez más enfáticamente, como si se tratara del retorno de cierto sujeto del conocimiento,
o como si lo psíquico tuviese que hacerse valer como revistiendo al organismo”. (p. 756, 757)

El Sujeto del Psicoanálisis

Uno de los clásicos aforismos de Lacan versa “el Inconsciente está estructurado como un
lenguaje”, a la que se le vincula la noción de Sujeto, en tanto este autor francés lo comprende
como “Sujeto del lenguaje” o, lo que sería lo mismo, “Sujeto del Inconsciente”.

Para entender de qué hablamos cuando decimos “Sujeto”, debemos partir del hecho que, para
estos autores, el sujeto no se equipara al individuo. No se trata por ende de algo indiviso y
completo en sí mismo, como concibe al cuerpo la biología, por el contrario, el Sujeto del
psicoanálisis es un sujeto barrado por el lenguaje.

Lacan plantea una “subversión del sujeto”, sujeto en tanto “subjectum”, correspondiente al
“sujeto de conocimiento” de la epistemología clásica, siempre por debajo, previo a las cosas y,
consecuentemente, causa del lenguaje. En esta operatoria Lacan busca demostrar como el
Sujeto del psicoanálisis no es causa sino efecto del lenguaje. (Kuri, 1992, p.4)

En su Seminario 11 (1964), Lacan conceptualiza la constitución subjetiva a través de dos


operaciones lógicas: la Alienación y la Separación. A partir de éstas explica cómo no puede
hablarse de Sujeto por fuera del campo de los Significantes o, lo que es lo mismo, del campo
del lenguaje o del Otro (gran Otro, con mayúscula). En otras palabras, decimos que el Sujeto
no es otra cosa que el efecto de estas operaciones que se juegan entre dos campos
heterogéneos, el campo del Ser y el campo del Otro.

Entonces, desde el Psicoanálisis de Lacan, decimos que el lenguaje no es efecto de un sujeto


de conocimiento que hace uso de él, sino que el lenguaje preexiste al sujeto y lo constituye
como tal. En coherencia, debemos pensar que no somos nosotros los que hablamos el
lenguaje, sino que es el lenguaje el que nos habla a nosotros.
“El inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en algún sitio (en otro
escenario, escribe él) se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso
efectivo y la cogitación que él informa.” P-760

“Una vez reconocida en el inconsciente la estructura del lenguaje, ¿qué clase de sujeto
podemos concebirle?... Designa al sujeto de la enunciación, pero que no lo significa.”

“¿Quién habla? cuando se trata del sujeto del inconsciente. Pues esta respuesta no podría
venir de él, si él no sabe lo que dice, ni siquiera que habla, como la experiencia entera del
análisis nos lo enseña. Por lo cual el lugar del inter-dicto, que es lo intra-dicho de un entre-dos-
sujetos, es el mismo donde se divide la transparencia del sujeto clásico para pasar a los efectos
de fading que especifican al sujeto freudiano con su ocultación por un significante cada vez
más puro: que estos efectos nos llevan a los confines donde lapsus y chiste en su colusión se
confunden”. p-767

“necesitamos reducirlo todo a la función de corte en el discurso; el más fuerte es el que forma
una barra entre el significante y el significado. Aquí se sorprende al sujeto que nos interesa,
puesto que, al anudarse en la significación, lo tenemos ya alojado bajo la égida del
preconsciente”

“Este corte de la cadena significante es el único que verifica la estructura del sujeto como
discontinuidad en lo real. Si la lingüística nos promueve el significante al ver en él el
determinante del significado, el análisis revela la verdad de esta relación al hacer de los huecos
del sentido los determinantes de su discurso”.

El Deseo: “El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad


[besoin]: margen que es el que la demanda, cuyo llamado no puede ser incondicional más que
si es dirigido al Otro, abre bajo la forma de la falla posible que puede aportarle la necesidad
[besoin], por no tener satisfacción universal (lo que se llama: angustia). Margen que, por más
lineal que sea, deja aparecer su vértigo, por poco que no esté recubierto por el pisoteo de
elefante del capricho del Otro. Es ese capricho sin embargo el que introduce el fantasma
[fantôme] de la Omnipotencia no del sujeto, sino del Otro donde se instala su demanda (sería
hora de que ese cliché imbécil fuese, de una vez por todas, y para todos, colocado en su lugar),
y con ese fantasma [fantôme] la necesidad [nécessité] de su refrenamiento por la Ley.”

“el deseo del hombre es el deseo del Otro, donde el “de” da la determinación llamada por los
gramáticos subjetiva, a saber, la de que es en cuanto Otro como desea (lo cual da el verdadero
alcance de la pasión humana). Por eso la pregunta del Otro que regresa al sujeto desde el lugar
de donde espera un oráculo, bajo la etiqueta de un “Che vuoi?” ¿qué quieres?, es la que
conduce mejor al camino de su propio deseo, si se pone a retomarla, gracias al savoir-faire de
un compañero llamado psicoanalista, aunque fuese sin saberlo bien, en el sentido de un: ¿Qué
me quiere?"

“Es este piso sobreimpuesto de la estructura el que va a empujar a nuestro grafo (cf. grafo 3)
hacia su forma completa, por introducirse en ella en primer lugar como el dibujo de un signo
de interrogación plantado en el círculo de la A mayúscula del Otro [Autre], simbolizando con
una homografía desconcertante la pregunta que significa. ¿De qué frasco es éste el abridor?
¿De qué respuesta el significante, clave universal?”

“Observemos que puede encontrarse un indicio en la clara alienación que deja al sujeto el
favor de tropezar sobre la cuestión de su esencia, en la medida en que puede no desconocer
que lo que desea se presenta a él como lo que no quiere, forma asumida de la negación donde
se inserta singularmente el desconocimiento de sí mismo ignorado, por el cual transfiere la
permanencia de su deseo a un yo sin embargo evidentemente intermitente, e inversamente se
protege de su deseo atribuyéndole esas intermitencias mismas.”

“n S (A), y se leerá: significante de una falta en el Otro, inherente a su función misma de ser el
tesoro del significante. Esto en la medida en que al Otro se le pide (che vuoi) que responda del
valor de ese tesoro, es decir, que responda sin duda desde su lugar en la cadena inferior, pero
en los significantes constituyentes de la cadena superior, dicho de otra manera, en términos
de pulsión.”

Kuri C. Introducción al psicoanálisis. Clase 1 “Introducción. La cuestión del sujeto en


Psicoanálisis. Retorno a Freud”.

No existe como concepto en la obra de Freud. El sujeto se hace concepto clave en psicoanálisis
recién a partir de Lacan.
No hay que confundir sujeto con subjetividad, no identificar al sujeto del psicoanálisis con el
sujeto de la psicología o de la ideología, además no ubicar al sujeto en relación con el discurso
como aquel que lo expresa, sino como aquel que lo sufre (lapsus, actos fallidos, olvidos). Es
decir, en el marco de la práctica analítica, dejar de preguntarle al paciente por la razón de sus
síntomas, sino más bien interrogar al síntoma sobre la razón de ese paciente.
La etimología de sujeto es sub-jectum, aquello que sostiene debajo, en lo invisible. El sujeto
como la sustancia de anclaje del individuo. Es desde ese sitio donde se expresaría el discurso.
El yo no es el sujeto.
El régimen que dirige el discurso del psicoanálisis supone la inclusión de un sujeto: de un
funcionamiento del lenguaje que remolca al sujeto deseante. Lo que constituye al sujeto es el
discurso. El sujeto es un efecto del discurso.
El discurso teórico de psicoanálisis es un discurso infectado por desplazamientos y
condensaciones, por deformaciones y censuras, un discurso afectado por el mismo material
con que se edifican, con que crecen los sueños, los síntomas.
En Freud en el texto de Freud en muchas zonas aparece una sugerencia explícita de que sin
fantaseo sin especulación No se podría dar un paso. Fundamentalmente este tipo de giro en
dónde Freud apela a la especulación, a la fantasía, son los giros que delatan a la
metapsicología. La metapsicología, alma doctrinal de la teoría psicoanalítica, deberá responder
paradójicamente de su funcionamiento: Cómo puede alguien en medio del trabajo científico
apelar a que los obstáculos en psicoanálisis, en el momento en que está teorizando, ha de ser
sobrellevado dando vías de facilitación al fantasma de la fantasía.
La teoría psicoanalítica tiene que ser permeable, tiene que dejarse infiltrar de lo que sucede en
la práctica. Con esto quiero decir lo siguiente: que si en el discurso de la práctica, en la forma
en que alguien habla en una sesión, lo que rige eso es un serpenteo, algo del orden de lo
impredecible. Sí eso es lo que ha de ir ordenando el discurso, algo de la cuerda, digámosle así
por ahora transferencial de una sesión, algo de eso tiene que ser alojado en la teoría. Si no hay
algo de ese estilo, única forma de surgimiento del inconsciente, si no hay algo de ese estilo en
el campo de la teoría, estaremos ante una teoría que obtura esa práctica.
La relación que tiene el psicoanálisis con el discurso de las ciencias, de equívocos, desviaciones,
olvidos, es interior a la arquitectura de la teoría psicoanalítica.
Hay algo que Foucault dice que indica de qué forma un texto recuperado en el psicoanálisis o
en el campo de ciertos discursos supone una modificación en los desarrollos que hasta ese
momento se hicieron, en este caso supone una modificación en el psicoanálisis. Al contrario, la
posibilidad de que se descubra un nuevo texto de Galileo o de Kepler no ha de modificar al
desarrollo de la cosmología. Dice lo siguiente: la revisión del texto de Galileo puede muy bien
cambiar el conocimiento que tenemos de la historia de la mecánica, nunca puede cambiar la
mecánica misma, por el contrario, la revisión de los textos de Freud modifica el psicoanálisis
mismo. Entonces ahí aparece una relación distinta entre el fundador de una ciencia y el
fundador en este caso del psicoanálisis. Esto es en definitiva lo que justifica la conocida
expresión Retorno a Freud. El fundador de una ciencia se va a perder en un territorio de
transmisión en fórmulas en rupturas y refutaciones. En Freud no es casual que el campo de
psicoanálisis este plagado de biografías y de tantas remisiones a las asociaciones de Freud
acerca de sus sueños, el sujeto sufre otra ubicación.
En Freud aparece muy enfáticamente la idea de una trama, en donde lo que posibilita el
retorno de algo son esas contradicciones, esos huecos, un modo desdibujado del relato. Esos
lugares, en el discurso producen el sujeto del psicoanálisis.
Cuando hablamos de sujeto del inconsciente, se plantean determinadas condiciones,
determinadas reglas que habilitan la producción, la emergencia de ese sujeto.
La noción de sujeto es solidaria con el discurso de la asociación libre. Es la única forma que se
puede producir eso que nosotros habremos de suponer como sujeto del inconsciente. Es por
eso que esta posibilidad compromete al analista, ya que, si este no escucha, si obtura el
discurso del paciente con interpretaciones, se obtura allí la posibilidad de producción del
sujeto.
¿Cómo escuchamos en psicoanálisis? Esta escucha exige tomar el vector de las lagunas del
discurso, para interpolar en esas lagunas lo inconsciente. El inconsciente surge allí, en lo
comandado por esas lagunas. Esas marcas en un discurso son las que posibilitan la
interpolación de una red de representantes que determinan la irrupción vacilante del sujeto
del inconsciente.
En Freud aparece muy enfáticamente la idea de una trama en donde lo que posibilita el
retorno de algo son esas contradicciones, esos huecos. Esos lugares, en el discurso producen el
sujeto del psicoanálisis.

Unidad III:

J. Lacan, Escritos I. “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se
nos presenta en la experiencia analítica”.

(Lacan parte del experimento de Kohler de poner a un chimpacé y a una criatura humana
delante de un espejo)
La cría de hombre superado en inteligencia instrumental por el chimpancé, reconoce ya sin
embargo su imagen en el espejo como tal. Este acto, en efecto, lejos de agotarse, como en el
mono, en el control, una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el
niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los
movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo
virtual con la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso
con los objetos, que se encuentran junto a él. Este acontecimiento puede producirse desde la
edad de seis meses, y su repetición ha atraído con frecuencia nuestra meditación ante el
espectáculo impresionante de un lactante ante el espejo, que no tiene todavía dominio de la
marcha, ni siquiera de la postura en pie, pero que, a pesar del estorbo de algún sostén humano
o artificial, supera en un jubiloso ajetreo las trabas de ese apoyo para suspender su actitud en
una postura más o menos inclinada, y conseguir, para fijarlo, un aspecto instantáneo de la
imagen. Esta actividad conserva para nosotros hasta la edad de dieciocho meses el sentido
que le damos.
Basta para ello comprender el estadio del espejo como una identificación, como la
transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen. El hecho de que su imagen
especular sea asumida jubilosamente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la
dependencia de la lactancia que es el hombrecito en ese estadio infans, nos parecerá por lo
tanto que manifiesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo [je] se
precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con
el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto. Esta forma
por lo demás debería más bien designarse como yo-ideal, el tronco de las identificaciones
secundarias.
Pero el punto importante es que esta forma sitúa la instancia del yo en una línea de ficción,
irreductible para siempre por el individuo solo; o más bien, que sólo asintóticamente tocará el
devenir del sujeto, cualquiera que sea el éxito de las síntesis dialécticas por medio de las cuales
tiene que resolver en cuanto yo [je] su discordancia con respecto a su propia realidad.
Es que la forma total del cuerpo le es dada como Gestalt, es decir, en una exterioridad donde
sin duda esa forma es más constituyente que constituida, pero donde sobre todo le aparece en
un relieve de estatura que la coagula y bajo una simetría que la invierte. Así esta Gestalt, por
esos dos aspectos de su aparición simboliza la permanencia mental del yo [je] al mismo tiempo
que prefigura su destinación alienante. Que una Gestalt sea capaz de efectos formativos sobre
el organismo es cosa que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan
ajena a la idea de causalidad psíquica que no puede resolverse a formularla como tal.
La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la función
del imago, que es establecer una relación del organismo con su realidad. Pero esta relación
con la naturaleza está alterada en el hombre por cierta dehiscencia del organismo en su seno,
por una Discordia primordial que revelan los signos de malestar y la incoordinación motriz de
los meses neonatales. La noción objetiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal,
como de ciertas remanencias humorales del organismo materno, confirma este punto de vista
que formulamos como el dato de una verdadera prematuración específica del nacimiento en el
hombre.
Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia
la formación del individuo: el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita
de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación
espacial, maquina las fantasías que se suceden desde una imagen fragmentada del cuerpo
hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad —y hasta la armadura por fin
asumida de una identidad alienante, que va a marcar con su estructura rígida todo su
desarrollo mental.
Este momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación con la imago
del semejante y el drama de los celos primordiales, la dialéctica que desde entonces liga al yo
[jé] con situaciones socialmente elaboradas. Es este momento el que hace volcarse
decisivamente todo el saber humano en la mediatización por el deseo del otro, constituye sus
objetos en una equivalencia abstracta por la rivalidad del prójimo, y hace del yo [je] ese
aparato para el cual todo impulso de los instintos será un peligro, aun cuando respondiese a
una maduración natural; pues la normalización misma de esa maduración depende desde ese
momento en el hombre de un expediente cultural: como se ve en lo que respecta al objeto
sexual en el complejo de Edipo.
El término "narcisismo primario" con el que la doctrina designa la carga libidinal propia de ese
momento revela en sus inventores el más profundo sentimiento de las latencias de la
semántica. Pero ella ilumina también la oposición dinámica que trataron de definir de esa
libido a la libido sexual, cuando invocaron instintos de destrucción, y hasta de muerte, para
explicar la relación evidente de la libido narcisista con la función alienante del yo [jé], con la
agresividad que se desprende de ella en toda relación con el otro.
Unidad IV:

J. Lacan, Intervenciones y Textos. “Psicoanálisis y Medicina”

Hay una mesa redonda en donde están: Aubry, Klotz, Royer, Lacan, Raimbault.

Aubry:

Comienza hablando sobre una colaboración entre psicoanalistas y psiquiatras. “yo quería in-
troducir, en la medida de lo posible, una colaboración entre pediatras y psicoanalistas de
buena voluntad, trabajando en un mismo equipo y deseosos de comunicar entre sí. Se trataba
de ver lo que el psicoanálisis podría aportar a los pediatras, e inversamente” Luego de ello se
encontró con un problema y era que en la comunidad médica hay una confusión sobre de qué
se trata el psicoanálisis. Como, por ejemplo, “Las primeras demandas que me fueron dirigidas
eran del dominio de la psicología y de la psicometría, lo que no tiene nada que ver con el psico-
análisis.” ¿Cuál va a ser el lugar del psicoanálisis en la medicina?

Klotz:
Primera cuestión: ¿No cree que los médicos verían con mejores ojos el recurso al psicoanálisis
si la práctica de éste estuviera democratizada? Sé bien que las consultas de especialistas son
todas muy costosas, pero cada especialista acepta dispensar su ciencia o su talento en
consultas hospitalarias.

Segunda cuestión: ¿No cree usted que, para aproximar la enseñanza del psicoanálisis a la ense-
ñanza de la medicina, y, por consiguiente, para aproximar esas dos disciplinas, conviene
democratizar la enseñanza del psicoanálisis? Actualmente, un psicoanálisis didáctico cuesta al
alumno alrededor de 100.000 viejos francos por mes, y esto durante un tiempo variable que va
de 2 a 4 años, término medio. Independientemente del hecho de que esta forma de enseñanza
es fundamentalmente antidemocrática. Esta enseñanza tan poco democrática, ¿es por otra
parte una enseñanza?

Tercera cuestión: ¿Hay verdaderamente interés en limitar la actividad del analista a su técnica
pura, y no es, por algún lado, él también un psiquiatra, amputado?

Lacan:

“No veo que democratizar la enseñanza del psicoanálisis plantee otro problema que el de la
definición de nuestra democracia.”

“este lugar es marginal y, como lo he escrito varias veces, extra-territorial. Es marginal por el
hecho de la posición de la medicina respecto del psicoanálisis, al que admite como una especie
de ayuda externa, comparable a la de los psicólogos y otros diferentes asistentes terapéuticos.
Es extra-territorial por el hecho de los psicoanalistas, quienes, sin duda, tienen sus razones
para querer conservar esta extra-territorialidad. “

“La medicina ha entrado en su fase científica, en tanto que ha nacido un mundo que en
adelante exige los condicionamientos necesitados en la vida de cada uno en proporción a la
parte que toma en la ciencia, presente en todos en sus efectos.”

“El médico es requerido en la función de sabio fisiólogo, pero todavía sufre otros reclamos: el
mundo científico vierte entre sus manos el número infinito de lo que puede producir como
agentes terapéuticos novedosos, químicos o biológicos, que pone a disposición del público, y
demanda al médico que, como un agente distribuidor, los ponga a prueba. ¿Dónde está el
límite donde el médico debe actuar, y a qué debe responder? A algo que se llama la
demanda.”
“Diré que es en la medida de este deslizamiento, de esta evolución que cambia la posición del
médico por relación a los que se dirigen a él, que llega a individualizarse, a especificarse, a
valorizarse retroactivamente, lo que hay de original en esta demanda al médico. Este
desarrollo científico inaugura y pone cada vez más en el primer plano ese nuevo derecho del
hombre a la salud, que existe y ya se motiva en una organización mundial. En la medida en que
el registro de la relación médica con la salud se modifica, donde esa especie de poder ge-
neralizado que es el poder de la ciencia da a todos la posibilidad de venir a demandar al
médico su ticket de beneficio con un objetivo preciso inmediato, vemos dibujarse la
originalidad de una dimensión que yo llamo la demanda. Es en el registro del modo de
respuesta a la demanda del enfermo que está la chance de supervivencia de la posición pro -
piamente médica.”

“Responder que el enfermo viene a demandarnos la curación no es responder nada en


absoluto, pues cada vez que la tarea precisa, que hay que cumplir con urgencia, no responde
pura y simplemente a una posibilidad que se encuentra al alcance de la mano, pongamos: a
unas maniobras quirúrgicas o a la administración de antibióticos (e incluso en esos casos queda
por saber lo que resulta de ello para el porvenir), hay, fuera del campo de lo que es modificado
por el beneficio terapéutico, algo que permanece constante, y todo médico sabe bien de qué
se trata.”

“Cuando el enfermo es enviado al médico o cuando lo aborda, no digan que espera de éste
pura y simplemente la curación. Pone al médico en la prueba de sacarlo de su condición de
enfermo, lo que es totalmente diferente, pues esto puede implicar que él está totalmente afe -
rrado a la idea de conservarla. A veces viene a demandarnos que lo autentifiquemos como
enfermo, en muchos otros casos viene, de la manera más manifiesta, a demandarles que lo
preserven en su enfermedad, que lo traten de la manera que le conviene a él, la que le permi-
tirá continuar siendo un enfermo bien instalado en su enfermedad. “

“A partir de que se ha hecho esta observación, aparece que no es necesario ser psicoanalista,
ni siquiera médico, para saber que cuando cualquiera, nuestro mejor amigo, sea del sexo
macho o hembra, nos demanda algo, esto no es de ningún modo idéntico, y a veces es incluso
diametralmente opuesto, a lo que desea.”

Goce: “un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo. La dimensión del goce
está completamente excluida por lo que he llamado la relación epistemo-somática. Pues la
ciencia no es incapaz de saber lo que puede, pero ella, no más que el sujeto que engendra, no
puede saber lo que quiere. “
“He ahí, entonces, dos puntos de referencia: en primer lugar, la demanda del enfermo, en
segundo lugar, el goce del cuerpo. “

Placer: “¿Qué se nos dice del placer? — que es la menor excitación, lo que hace desaparecer la
tensión, lo que más la atempera, es decir, lo que nos detiene necesariamente en un punto de
lejanía, a muy respetuosa distancia del goce. Pues lo que yo llamo goce en el sentido en que el
cuerpo se experimenta, siempre es del orden de la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso
de la hazaña. Indiscutiblemente hay goce en el nivel en que comienza a aparecer el dolor, y
sabemos que es solamente a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una di-
mensión del organismo que de otro modo permanece velada.”

Deseo: “¿Qué es el deseo? El deseo es de alguna manera el punto de compromiso, la escala de


la dimensión del goce, en la medida en que, de una cierta manera, permite llevar más lejos el
nivel de la barrera del placer. Pero ése es un punto fantasmático, quiero decir, donde intervie-
ne *el registro imaginario*, que hace que el deseo esté suspendido a algo cuya realización no
es por su naturaleza verdaderamente exigible.”

Lacan se pregunta por el lugar


del psicoanálisis en la
medicina, y señala que es un
lugar
extraterritorial y marginal.
La medicina ver psicoanálisis,
así como a los psicólogos y a
otros asistentes terapéuticos,
como una suerte de ayuda
externa.
Lacan señala de la que la
práctica de la medicina nunca
dejó de tener un importante
acompañamiento doctrinario. El
gran médico era un hombre de
prestigio y autoridad.
La medicina entró a su fase
científica en tanto surgió un
mundo que exige los
condicionamientos necesarios en la
vida de todos en la medida que la
presencia
de la ciencia incluye a todos en sus
efectos.

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