Está en la página 1de 268

Créditos

TRILOGÍA SOUTH HAVEN


SINOPSIS

¿Y si tuvieras todo lo que quieres en el mundo... excepto al hombre


que dejaste atrás?

Jackson Davenport, el carismático y introspectivo heredero de la


fortuna de los Davenport, tiene un secreto. Uno que ha estado
escondiendo desde que se graduó de la academia para jóvenes de South
Haven, y el nombre de ese secreto es Lucas.

Cuando un viaje de trabajo lleva a Jackson de vuelta a sus antiguos


territorios, los recuerdos del año que compartió con Lucas salen a la
superficie. Con la creciente presión de su padre para que se casarse y
hacerse cargo del negocio familiar, Jackson sabe que le queda poco
tiempo, y se propone encontrar al temerario espíritu libre que una vez
conoció.

Pero Lucas no es el mismo hombre que era hace ocho años.

Una noche. Un corazón destrozado. Y un interminable desfile de


caras sin nombre. Lucas Sullivan es el mejor playboy de South Haven,
una reputación que ha ido perfeccionando desde que el único chico al
que ha amado se marchó sin dejar rastro. Para el mundo, es descarado
y seguro de sí mismo, un artista muy solicitado que pasa sus días
diseñando piezas únicas y sus noches como el rey de la escena en el
centro de la ciudad.

Muchos han intentado, y fracasado, superar la barrera que ha


construido cuidadosamente, pero es el niño tímido y estudioso que una
vez sacó de su caparazón el que todavía lo persigue.

Tal vez fue un error. Tal vez fue lujuria. O tal vez... fue un poco
como el amor.
ANTES
OCHO AÑOS ANTES

CON LA NOTA del director Stewart arrugada en mi puño, me alejé


de su oficina, lejos de las palabras que sabía que me perseguirían para
siempre.

—Lo siento, Jackson. Tu padre es bastante… insistente en que


regreses a Connecticut inmediatamente.

Inmediatamente... inmediatamente... Con cada eco de esa palabra


a través de mi mente, mi corazón golpeaba mi pecho. El dolor al rasgarse
a sí mismo de mi cuerpo, era una súplica que no podía honrar.

Sólo había una razón por la que me habría exigido que me fuera de
South Haven antes de que terminaran las clases la semana que viene. Mi
padre se había empeñado en que recibiera la mejor educación que su
dinero le permitía, eligiendo enviarme al sur de Georgia para que asistiera
a la academia de jóvenes más prestigiosa del país. Le había hecho sentir
orgulloso, llegando a ser el primero de mi clase, y había estado
practicando mi discurso de despedida durante días. ¿Saltarse la
graduación y la pompa, las circunstancias y el reconocimiento que la
acompañan? De ninguna manera. Lo que sólo puede significar una cosa.

Él lo sabía. De alguna manera lo sabía.

Esa fue la única explicación para la carta que tengo en la mano,


para la repentina despedida tan tarde en la noche y tan cerca del final del
año escolar. Mi padre no había llegado a donde estaba siendo estúpido
o ciego, y había subestimado seriamente cuántos ojos y oídos me habían
estado observando durante mis cuatro años. Aunque sólo los rumores de
los últimos meses despertaron su interés, sólo en los últimos ocho meses
tuvo motivos para pensarlo dos veces.

Y esa razón no era un qué, sino un quién.

Los pasillos del dormitorio de San Juan estaban en silencio cuando


entré, todos los estudiantes estaban en el comedor para cenar, a lo que
seguiría la fogata final del año. Así que no habría nadie alrededor para
verme escabullirme por el pasillo hacia donde sabía que no debía ir, pero
no podía evitarlo. Mis pies parecían moverse por sí mismos, la cuenta
hacia atrás de mi devastación total me hizo acelerar el paso. El avión
privado llegaba en unas cuantas horas, dándome el tiempo justo para
hacer mi maleta, pero no había manera de irme sin un adiós. Eso no iba
a pasar.

No estaba preparado. Se suponía que tenía más tiempo. Cuando


un sudor frío de pánico se apoderó de mí, apreté la carta con más fuerza
en mi puño y la tiré a una de las papeleras mientras pasaba.

Que se joda mi padre. Al diablo con la vida que me había impuesto,


la que estaba destinado a vivir y odiar con cada fibra de mi ser. Quería
embotellar cada una de sus expectativas y arrojar la maldita cosa a un
mar enfurecido, para tragármela y desgarrarla en su lugar.

Desearía que fuera tan fácil como eso. Había sido capaz de
engañarme a mí mismo con algo parecido a la libertad, pero la puerta de
la celda estaba a punto de romper todos los sueños que me había
permitido tener estos últimos meses.

Su dormitorio privado estaba al final del largo pasillo, el último a la


derecha, y lo golpeé dos veces rápido, esperé un momento y luego repetí
el patrón que usábamos el uno para el otro. Unos segundos más tarde,
la puerta se abrió de par en par, y ver al único objeto de mis pensamientos
diarios y nocturnos parados frente a mí con una mezcla de sorpresa y
deleite en sus ojos me hizo pensar que venir aquí había sido un error.
Sólo iba a hundir más el cuchillo.

—Eh... pensé que íbamos a encontrarnos con la… —Las palabras


de Lucas se cortaron y la sonrisa que tenía en los labios se le cayó al
verme bien la cara—, ¿qué pasa?
Deberías decírselo. Dile lo que está pasando y que no es tu culpa.
Míralo a los ojos cuando le digas que no puedes volver a verlo nunca
más.

Un dolor punzante me atravesó el pecho al darme cuenta de lo que


esta despedida significaba en realidad. No estaba diciendo que no lo
vería por un par de días o semanas. Cuando dejara el campus de South
Haven en las primeras horas de la mañana, no volvería a verlo... nunca
más.

Dios, ¿puedo hacer esto? ¿Romperle el corazón tanto como el mío?

No... no, no podía decírselo. Me buscaría, me encontraría, y no


había forma de saber qué haría mi padre si eso sucedía. La carta había
sido la advertencia de mi padre. Desobedecer sus órdenes significaría
consecuencias para las que ninguno de nosotros estaba preparado.

—¿Jackson? —La voz de Lucas era baja, y luego miró más allá de
mí hacia la sala desierta. Cuando no vio a nadie a quien culpar por mi
estado actual, frunció el ceño y esperó una respuesta.

Sin embargo, las palabras no me salían, así que me quedé ahí


parado mirándolo fijamente, tomando una instantánea mental que
guardaría en un lugar que nadie podría encontrar y destruir. Su cabello
negro estaba despeinado, y lo conocía lo suficiente como para saber qué
había pasado sus manos por él, tal vez preguntándose si yo no seguiría
con nuestros planes esta noche. Llevaba una simple camiseta gris y unos
vaqueros de cintura baja en su largo y delgado cuerpo, y el remolino de
tatuajes negros, que había tatuado recientemente en su piel bronceada,
se podía ver asomándose alrededor de su bíceps derecho antes de
desaparecer de la vista detrás de la delgada tela de su camiseta. Era
llamativo, tanto en su aspecto como en su personalidad, y tenía que decir
que no había esperado a la fuerza que era Lucas Sullivan, cuando fue
transferido a la academia hacía ocho meses.

Sencillamente, me había perdido la primera vez que le puse los ojos


encima.

Obligándome a sacudir mi miedo, dije: —Estoy bien —y traté de


creerlo por su bien.
—Bueno, te ves como el demonio. —Se recostó en la puerta, con
una de esas encantadoras medias sonrisas que se agitaban a un lado de
sus labios—. El infierno sobre ruedas, de todos modos. ¿Qué hiciste,
corriste todo el camino hasta aquí?

No está demasiado lejos de aquí. Ni siquiera recuerdo haber


cruzado el campus para llegar a su dormitorio hasta que estuve frente al
edificio.

Cuando no me reí de sus bromas, la expresión de Lucas volvió a


caer y sus cejas se hundieron, un pliegue que se formaba entre ellas
mientras sus ojos, del color de un cielo tormentoso, me daban una mirada
completa, buscando la fuente de mi dolor. Permaneció en silencio durante
un largo momento, pero debe haber visto algo que no le gustó, porque se
puso rígido y apretó la mandíbula. Luego respiró hondo y lo dejó salir con
prisas.

—Dime.

—¿Decirte qué? —le pregunté.

Lucas negó con la cabeza, con los brazos sobre el pecho.

—No te voy a ayudar aquí. Si viniste aquí por una razón, dímela.

¿Él lo sabía? No puede. Me acababa de enterar, y... No. De ninguna


manera.

—Es... complicado.

—¿Complicado?

—Sí.

Lucas se rio sin sentido del humor.

—Jackson Davenport, sabía que estabas asustado, pero nunca te


tomé por un cobarde. Si no quieres hacer esto, puedes hacerte hombre y
decírmelo a la cara.

—¿Qué estás...? Yo no... — Me pasé la mano por la cara, luchando


por entender la conclusión a la que había llegado al verme en su puerta.
Mi falta de una cara de póquer lo había puesto a la defensiva. Pensó que
estaba aquí para rechazarlo. Una idea tan completamente imposible para
mí que hizo que mi estómago se retorciera al pensar en ella. —Lucas...
lo has entendido todo mal.

—¿Lo hago?

—Sí. No estoy aquí para... —Casi le digo “terminar las cosas


contigo”, pero no quería mentirle. Nunca lo he hecho y nunca lo haría. En
vez de eso, le dije: —Pelear contigo. No quiero pelear.

—¿Entonces por qué estás aquí, Jackson? —preguntó, y mi mirada


cayó a sus labios. Había probado esos labios sólo unas pocas veces, no
lo suficiente como para saciar las ansías de un hombre hambriento.
Todos estos meses que había perdido, luchando conmigo mismo en mi
cabeza, sin dejarme tener lo que más quería. Y ahora me quedaban sólo
unas horas. No era suficiente, no era suficiente. Pero era todo lo que
tenía, y no iba a perder ni un segundo más.

Si no pudiera decirle a Lucas cómo me sentía sobre él, entonces se


lo mostraría.

Finalmente.

Irrevocablemente.

A partir de ahora.
Capítulo 1
En la actualidad

—OMELET, EL FAVORITO DE OLE LOUIE, patatas fritas


esparcidas, cubiertas y tostadas, con tocino, extra crujiente para mi nuevo
amigo, Jackson. —La camarera del restaurante de la calle Second Street
sonrió amablemente mientras levantaba el plato lleno de comida de su
bandeja y lo dejaba frente a mí. Todos con los que me había encontrado
en las veinticuatro horas que había estado en Savannah me habían dado
esa misma sonrisa, la que me pareció que estaba arraigada en todos los
sureños desde su nacimiento. Eso y los ‘buenos días’ que había recibido
mientras caminaba de mi hotel a la cafetería de la esquina para
desayunar, no eran las únicas marcas distintivas de esta ciudad, pero
eran una diferencia marcada de la aptitud indiferente que todos tenían en
Connecticut, y tuve que forzarme a responder de la misma manera.

—Gracias —le dije, devolviéndole la sonrisa, lo que sólo hizo crecer


la suya.

—¿Puedo traerle algo más? ¿Más café?

—El café sería genial, y que siga viniendo. —Sostuve mi taza medio
vacía hacia ella y me la llenó, luego sacó un puñado de paquetes de
crema del bolsillo de su delantal y los puso sobre la mesa junto a los otros
que había dejado intactos. En la tierra del té servida con un kilo de azúcar,
probablemente era inaudito dejar una bebida sin tocar por un edulcorante,
una crema o una rodaja de limón, y su gesto parecía ser un reflejo
automático.

—Aquí tienes, cariño. Disfruta y grita si necesitas algo.

—Te lo agradezco.
Se subió sus enormes gafas rosadas por la nariz y me guiñó un ojo,
y mientras se alejaba, tomé un largo trago del café y me volví a llevar mi
móvil a la oreja.

—¿Sigues ahí? —le pregunté.

—Estoy aquí —respondió Sydney—. ¿Crees que la adquisición


llevará más de unos días? ¿Cuál es el retraso?

Me comí el tocino, perfectamente crujiente y sazonado con un toque


de sirope de arce, y recordé la reunión que había tenido el día anterior.
—Creo que están menos dispuestos a dejar ir a AnaVoge de lo que
habíamos anticipado. Si puedo pasar algún tiempo con el Director
Ejecutivo entonces creo que puedo llegar a un acuerdo en una semana,
pero hasta ahora me han dado un poco de evasivas.

—¿Ya se lo has dicho a tu padre?

—Sólo porque no hayan firmado los papeles, no significa que no lo


harán.

—Así que eso es un no. —Se rio, un ligero sonido que siempre me
recordaba a las campanillas de viento—. Bueno, si alguien puede
convencerlos de que vendan, eres tú.

Que es exactamente por lo que mi padre me envió aquí abajo en


vez de a uno de sus otros socios. Sólo había estado trabajando en
Davenport Worldwide desde que me gradué en Yale hace cuatro años,
pero ya había construido una reputación de ser capaz de cerrar un trato
sin la dureza por la que mi padre era conocido. Y donde el miedo había
impulsado a mi padre a la cima de la estratósfera tecnológica, mi
disposición a escuchar y negociar me había abierto más puertas en el
siempre cambiante mercado.

—No hay necesidad de ofrecer información hasta que tenga el


contrato en mis manos. —Y lo haría. Minimicé mis éxitos, pero sabía
cuándo tenía la ventaja, y mi fortaleza era averiguar el resultado final de
un cliente.
—Ojalá tuviera la mitad de tu confianza —suspiró Sydney—. Tal
vez cuando vuelvas puedas mostrarme cómo lo haces.

—¿Cómo hago qué, exactamente?

—Hacer que parezca tan fácil. Ganar a todos esos Directores


Ejecutivos con tu encanto. —Su voz se redujo a apenas un susurro—.
Cómo haces que todos se enamoren de ti.

Mi mano se congeló donde había estado cortando mi tortilla.


Demonios. Sabía a dónde iba esto, e hizo que mi pecho se apretara.

—¿Jax? —dijo que cuando no respondí.

Me aclaré la garganta. —Lo siento. Estoy aquí. Mala conexión.

—Ah, está bien —dudó Sydney—. Te extraño.

Cerré los ojos y forcé a que el aire entrara en mis pulmones. Odiaba
que esas palabras saliendo de su boca me hicieran estremecerme.
Odiaba que me las dijera cuando no las merecía o no las quería. Y, sobre
todo, odiaba que mi reacción fuera odiarlas.

—Yo también —dije finalmente, la mentira saliendo de mi boca tan


fácilmente como siempre. Tal vez me hacía una persona horrible decirle
palabras que no quería decir, pero hacía tiempo que estaba acorralado
sin alternativa.

Casi pude ver la sonrisa esperanzada en su cara cuando dijo: —


Supongo que te veré cuando vuelvas, entonces.

—Sí. Sí, te veré entonces, Syd.

—De acuerdo. Buena suerte con la cuenta de AnaVoge. Ah, ¿y


Jax? No olvides pensar en… ya sabes. Lo que discutimos antes de que
te fueras.

Mi mandíbula se contrajo por sí sola apretando contra mi tenedor.


Eso había sido exactamente por lo que necesitaba escapar en primer
lugar. Huir de las responsabilidades y decisiones que se cernían sobre
mí como una nube siniestra. Pero incluso ahora, a miles de kilómetros de
distancia, todavía me sentía sofocado por las expectativas de las que no
podía escapar. No importaba lo lejos que corriera, el tiempo seguía
pasando a través del reloj de arena, recordándome que estaba aplazando
lo inevitable. Poniendo una tirita sobre una herida abierta.

Mierda. Tiré el tenedor y me pasé la mano por el cabello, sin apetito.


De alguna manera, sin embargo, me las arreglé para decir: —Lo haré.

—Bien. Nos vemos pronto, Jax. Yo…

Terminé la conversación antes de que ella pudiera decirlas. Las


mismas tres palabras que me había dicho antes de que viniera aquí, ya
las tenía en la mente y no podía soportar escucharlas de nuevo. Me sentí
como un idiota colgándole el teléfono, pero ¿qué podría decir?
“¿Gracias?” “¿Lo mismo para ti?”

—¿Cómo vamos por aquí? —La camarera volvió a llenar mi café y


frunció el ceño mientras miraba mi plato prácticamente intacto—. ¿Está
bien tu tortilla? ¿El tocino lo suficientemente crujiente?

La hice señas para que se fuera. —Están bien. Sólo la cuenta, por
favor.

Las cejas rubias de la mujer prácticamente subieron hasta la línea


de su cabello, pero no dijo una palabra mientras se alejaba. Unos minutos
más tarde volvió con la cuenta y una caja para llevar, y le di mi tarjeta sin
mirar la cuenta.

—¡Oh, Dios mío! No lo hiciste —dijo un fuerte grito masculino desde


la mesa detrás de mí—. Sucia zorra. Es la misma camisa de Monico que
usaste anoche.

La voz de otro hombre, un poco más grave, pero igual de fuerte: —


No lo es.

—Si lo es. Además, reconocería esa mirada culpable en tu cara en


cualquier parte. —El tipo comenzó a aplaudir y cantó: —Trip se quedó sin
habla, Trip se quedó sin habla. —Mientras yo gemía por dentro. Su voz,
tan animada incluso a primera hora, resonó por toda la sala, pero nadie
más parecía prestarles atención. La única queja por el ruido parecía venir
de mi cabeza, que había empezado a latir antes de que colgara el
teléfono. Me froté las sienes, esperando que la camarera volviera pronto
para poder tomar un poco de Advil antes de mi próxima reunión.

—Podrías hacer una fiesta de pijamas tú mismo —respondió el tipo


que asumí que era Trip.

—Ah, la tengo planeada. Tengo una noche entera planeada: un


nuevo equipo para la gala benéfica de Argos en South Haven y cócteles
con ese cuerpo de bombón de Lucas.

La respuesta fue un aullido de risa seguido de una mano que


golpeaba la mesa repetidamente, mientras que el que planeaba la noche
caliente gritaba: —¿Qué tiene de gracioso eso?

Mi cabeza no podía aguantar mucho más, y me di la vuelta para


enfrentarme a ellos, listo para decirles a los chicos que se calmaran, pero
el que estaba en un ataque de risa se las arregló para recuperar el aliento
y decir: —Si crees que Lucas Sullivan te va a coger el culo esta noche,
debes estar fumando algo más fuerte que la marihuana.

Mi corazón se detuvo. ¿Acaba de decir Lucas... Sullivan?

—Quiero que sepas que tuvimos un momento —dijo el mocoso,


quitándose un pedazo imaginario de pelusa de su camisa mientras yo
miraba.

Trip resopló. —Mentira. Su culo caliente pasará junto a ti esta


noche, como todas las noches. Lucas Sullivan es un dios. Un dios del
sexo.

Dios mío...

No pude oír nada más de lo que decían sobre el rugido de la sangre


que corría a mi cara, el zumbido de la misma ahogando todo lo que me
rodeaba, excepto el fuerte pum, pum, pum, pum, pum de mi corazón
mientras volvía a la vida. Mi cuerpo estaba en llamas, mi piel se erizaba
con una sensación que no había sentido en años… ocho años, si estaba
contando.

No... Había oído mal. No había forma de que pudieran estar


hablando del mismo Lucas que yo conocía. Era una coincidencia, eso era
todo. Podría haber un sinfín de personas con el mismo nombre corriendo
por South Haven Island. ¿Verdad? Cierto.

¿Entonces por qué mi intuición me dijo que habían estado


discutiendo sobre el hombre que tanto había intentado olvidar? Lucas. Mi
Lucas.

Él nunca fue tu Lucas...

Un revuelto enfermo retorció mis entrañas, y me froté la cara,


tratando de borrar los recuerdos antes de que pudieran hacer un
resurgimiento completo. No fue hasta que levanté la vista que me di
cuenta de que los dos tipos habían dejado de hablar y me miraban
fijamente.

El de camiseta azul neón y pantalones cortos habló primero. —


¿Necesitas algo, guapo?

Mi garganta se había secado, tan seca como si hubiera pasado días


en el desierto inhalando nada más que polvo. Mi mente se aceleró, pero
las palabras que me moría por preguntar no salieron.

—Tal vez nunca ha visto a alguien usando spandex en el desayuno.


—Trip tiró de los pantalones cortos negros de su amigo y los soltó con un
fuerte golpe—. Esto es un error.

La boca del chico Spandex se abrió. —Pedaleé diez kilómetros


antes de encontrarte aquí, ¿qué diablos hiciste hoy? Perra. —Rodó los
ojos y se volvió hacia mí—. Lo siento, ¿necesitabas algo?

—Yo, eh... —Quería preguntarles si estaban hablando de quién yo


creía. Quería preguntarles qué sabían de él, cómo era, cualquier trozo de
información que pudieran darme para alimentar mi curiosidad. Pero un
mejor juicio me detuvo. Ya no era asunto mío, y nada bueno podía salir
de saber las respuestas que anhelaba—. ¿Podrías... pasarme la sal…
por favor?

—¿La sal? —El tipo de la licra ni siquiera se molestó en ocultar su


decepción por mi petición, y por mi falta de interés, pero me pasó el salero
de todos modos.
—Gracias —dije, y rápidamente me di la vuelta antes de que
pudiera preguntarme algo más. Mi apetito aún no había regresado, así
que rocié sal sobre las patatas fritas sin tocar esperando a ver si los
chicos tiraban más migas de información. Reanudaron su conversación y
me encontré con que contenía el aliento.

—De todos modos, ¿vas a Argos esta noche o no?

—No.

—Saltarse una recaudación de fondos para caridad. Perra de


corazón frío.

— Perra, eres tú si me vuelves a llamar una vez más perra...

Mientras continuaban discutiendo mientra salían de la cafetería, mi


mente se volvió loca. No había conseguido mucho, pero tenía un lugar,
sabía la fecha, y lo más importante, que Lucas estaría allí.

Emociones que habían estado dormidas durante mucho tiempo


subieron a la superficie, amenazando la calma inestable que había
conseguido los últimos años. El impulso de joderlo todo y dejarlo todo
para ver al hombre que había dejado atrás era tan fuerte que tuve que
sacar físicamente mis dedos del borde de la mesa cuando la camarera
regresó con mi tarjeta.

Tenía una jornada laboral completa por delante, con la posibilidad,


si las cosas iban bien, de cenar y beber después, pero eso me daría
tiempo suficiente más tarde si quisiera cruzar el puente. Era una
recaudación de fondos de caridad, después de todo, así que no puede
ser que…

Espera, ¿en qué estaba pensando? Que entraría en un club,


buscaría a un hombre que ya no conocía, y... ¿haría qué, exactamente?

Contrólate de una puta vez, Jackson. Ese tipo de idea era


demasiado peligrosa para considerarla. Vine aquí por un trabajo, y eso
era todo. No habría excursiones nocturnas a la isla de South Haven, ni
preguntas sobre nadie ni nada más que la compañía que vine a comprar.

Lucas Sullivan se quedaría en mi pasado, justo donde pertenecía.


Capítulo 2

OTRA NOCHE MÁS, OTRO evento espectacular en Argos.


Mientras recorría el lugar lleno a tope, podía sentir los ojos sobre mí, pero
no me importaba.

Ellos me miraban… siempre me miraban. Y a lo largo de los años


había cambiado de las miradas lujuriosas y ansiosas de hombres que
buscaban un juguete joven y ardiente a la esperanza de que serían los
que aterrizaran en mi cama esta noche. O yo en la suya, más bien. Nunca
llevé a nadie a mi casa.

—Oye, Lucas —dijo el DJ, y me guiñó un ojo mientras subía el


volumen de mi canción favorita, y mientras las luces parpadeaban
alrededor del oscuro club, me dirigí al centro de la pista de baile y cerré
los ojos, perdiéndome en el ritmo. Aquí no tenía que pensar en nada, ni
en las opiniones de nadie sobre mí, ni en la carga de trabajo que tenía
acumulada, ni en el hecho de que estaba completa y totalmente solo en
el mundo.

Que entren los putos violines sentimentales.

No siempre estaba de tan mal humor, pero esta época del año me
había dado dos golpes en el pasado, y aunque lo había intentado, no
había sido capaz de sacudir la sensación de que alguna otra mala
sorpresa me esperaba a la vuelta de la esquina. Todo siempre venía de
a tres, después de todo, así que ¿por qué el Mes de Joder con Lucas
debería ser diferente?

Perdido en mis pensamientos, no protesté cuando una mano


pecosa serpenteaba alrededor de mi cintura, tirando de mí contra un
cuerpo atlético.
— Mmm, he estado pensando en ti en mi cama toda la semana —
dijo la voz por detrás.

Pero tan pronto como las palabras llegaron a mis oídos, mis ojos se
abrieron de par en par. No era alguien que buscaba una noche. Pero eso
solo había sido una experiencia, a joderse con eso. Además, iba en contra
de cada regla autoimpuesta que tenía.

—Eso está bien, pero no gracias —dije, no me molesté en darme la


vuelta. La mano del tipo bajó más, y agarré su muñeca para apartarlo,
dejando que cayera de nuevo a su lado, y lejos de mi pene.

—Auch, no seas así —me canturreó en el oído—. Lo pasamos bien


la otra noche.

Sin ver quién estaba detrás de mí, y eso probablemente tampoco


ayudaría, todos los hombres se derritieron en una mancha borrosa de
miembros, pollas y semen. —¿Lo hicimos? No puedo recordarlo.

Su nariz acarició detrás de mí oreja. —Claro que no. Me tenías


contra mi puerta principal. En la mesa del comedor. Otra vez en la ducha.

—Exactamente. Te tenía —dije, volviéndome tan rápido que se


tropezó hacia delante, y extendí mi mano para evitar que se me volviera
a poner encima. Ponerle una cara a la voz no me ayudó mucho a refrescar
mi memoria, aunque si lo hubiera tenido en todos los lugares que
mencionó, probablemente tendría un pene más grande de lo normal. Que
yo recuerde—. Lo que significa que no estoy interesado en tenerte de
nuevo. Así que ya puedes irte.

Parpadeó. —¿Disculpa?

—Ya me has oído. No me interesan las repeticiones.

La conmoción en la cara del pelirrojo se convirtió rápidamente en


vergüenza, mientras su piel se calentaba para combinar con su cabello
ardiente. —Jódete.

—No, te jodí a ti. Y de nada —dije mirando hacia la esquina, donde


una pared de un metro ochenta de altura y cien kilos de músculo se
paraba a mirar a la multitud, levanté una ceja y él asintió mientras
comenzaba a acercarse a nosotros.

—¿De verdad vas a fingir que no lo recuerdas? —Pelo Rojo negó


con la cabeza con incredulidad—. Increíble, joder. Tienes muchas
pelotas, ¿lo sabías?

Mientras el jefe de seguridad proyectaba una sombra sobre


nosotros, asentí al hombre más pequeño que tenía delante de mí. ¿Gabe
algo? ¿Gary? Oh, a quién le importaba una mierda. El tipo estaba a dos
segundos de empezar una escena, y no tenía energía para eso esta
noche. —Paul, ¿podrías?

Paul agarró el brazo del tipo del pelo rojo y comenzó a sacarlo de
la pista de baile como si no fuera más que un muñeco de trapo, y, como
predije, el tipo no paraba de moverse, luchando por liberarse.

—¿Qué te hace tan poderoso, Lucas? —gritó, e incluso sobre el


retumbante bajo se escuchó su voz, haciendo que las docenas de
personas que se interponían entre nosotros dejaran de bailar y se
volvieran en mi dirección, con los ojos muy abiertos.

—Los Poppers parecen funcionar bien la mayoría de las noches —


dije con un encogimiento de hombros perezoso.

Una furiosa mueca de desprecio cruzó su cara. —Un día un tipo va


a sacar lo mejor de ti, imbécil, y cuando eso suceda, desearás estar
muerto.

—Eso —dije, acercándome al hombre que aún luchaba por


liberarse de las garras de Paul—, nunca sucederá. —Entonces miré a los
juerguistas que estaban a mi alrededor, mirándolos a los ojos uno por
uno—. Continúen. Se acabó el espectáculo.

—Y una mierda —gritó Pelo Rojo, pero Paul lo tenía entre la


multitud y en la salida antes de que pudiera protestar mucho más. Pero
incluso después de su salida, las miradas de todos se mantuvieron en mí,
lo que sólo me hizo fruncir el ceño.
—Dije que el espectáculo ha terminado. —Jesús, era demasiado
temprano para esto. Necesitaba otro trago, y lo necesitaba ahora.

La barra tenía mucha gente esperando cuando me acerqué, pero


eso nunca importó. Atraje la atención de Shaw detrás de la barra, y
cuando asintió, un par de clientes regulares me miraron por encima de
sus hombros y rápidamente se apartaron del camino.

—Tequila también —le dije cuando empujó mi cerveza de barril


habitual.

Shaw levantó una ceja, pero rápidamente vertió un par de Patrol


Silvers.

—Alguien está de mal humor esta noche.

No respondí cuando devolví los tiros en rápida sucesión antes de


beber mi cerveza. Me tomé la cerveza helada en varios tragos largos y
luego le di a Shaw el vaso vacío.

—¿Te sientes culpable? Vi la forma en que sacaste a Gavin de aquí


—dijo, mezclando una ronda de martinis de manzana para los dos que
estaban a mi lado.

Ahh, Gavin. Bastante cerca. ¿Y me sentí culpable? Joder, no. Si un


tipo no sabía el significado de las palabras ‘sexo casual’ a estas alturas,
entonces era su culpa.

South Haven era una isla turística, y el Club Argos en particular


tenía la reputación de ser el lugar ideal para el placer de los solteros, y
no tan solteros, muchos de los cuales se alojaban en uno de los resorts
a lo largo de las playas o se aventuraban desde Savannah, en el
continente. Y eso significaba que siempre había un suministro constante
de caras y cuerpos nuevos para mi consumo, así que la idea de bañarme
dos veces en el mismo, no sólo era innecesaria, sino también un castigo
cruel e inusual.

—No —dije—. Y tampoco necesito un viaje de culpabilidad de tu


parte, Shaw, así que vete a la mierda.
—Tal vez podrías intentar acostarte con alguien antes de salir la
próxima vez. Trabaja un poco esa agresividad.

Mientras Shaw me guiñaba el ojo, giré los ojos. —Gracias por el


consejo, pero ¿qué haces detrás de la barra? ¿Problemas de polla en el
trabajo?

—Yo no me acuesto con mi personal, Sully. —Puso hielo en un


vaso nuevo, presionó un botón de la pistola de refrescos y lo llenó hasta
el tope antes de dármelo—. Kev tiene la gripe, así que le dije que me
encargaría de toda esta noche. Suponía que iba a estar más ajetreado
de lo normal.

—¿No eres un santo? —Olfateé la bebida que parecía demasiado


clara para mi gusto—. ¿Qué carajo es esto? ¿Agua?

—Pensé que a tu hígado le vendría bien un descanso.

Le fulminé con la mirada y le dije: —Voy a pasar. Y dile a tu hermano


que eres un sustituto de mierda. Cíñete a las normas.

El lado de la boca de Shaw se levantó con una media sonrisa. —Lo


haré. Ahora, ¿te importaría decirme qué tienes en mente o tengo que
adivinarlo?

—Bueno, mira quién suena como un camarero —le dije, antes de


ser sacudido por detrás. Cuando me di vuelta para ver al torpe agresor,
una mirada sexy me saludó, haciéndome saber que su golpe casual no
había sido un accidente en absoluto. Mientras el rubio se paró, sus ojos
se posaron en mi cuerpo, pero cuando mi polla apenas se movió ante su
descarada valoración, me volví a mirar a Shaw—. Igual que cualquier otra
noche.

Él resopló. —¿Ya te estás quedando sin opciones? ¿Tiempo para


una mudanza?

—Apenas.

Algo en mi tono debe haber hecho sonar una alarma, porque Shaw
detuvo lo que estaba haciendo y entrecerró los ojos un poco. Con cada
centímetro de su piel tatuado, desde sus muñecas hasta su cuello, y con
la cicatriz dentada en su ceja izquierda, Shaw era una figura intimidante
incluso cuando no te miraba intensamente, tratando de descifrar tus
secretos. Y al final siempre los descubría, lo que era lo que más asustaba
del hijo de puta. Pero esa era también la razón por la que era uno de mis
mejores amigos: el tipo terminó con esa mierda, por lo que supe que en
el momento en que viera las cicatrices que había estado buscando, las
dejaría intactas allí.

—Ah —fue todo lo que dijo una vez que terminó su evaluación, y
luego volvió a trabajar, y fue ese pequeño asentimiento de
reconocimiento a mi dolor lo que lo hizo más fácil por un breve momento,
una pequeña llama iluminando la oscuridad. Luego parpadeó y se
desvaneció, el vacío resurgiendo lentamente y la necesidad de una mayor
distracción se intensificó.

—Es hora de cazar —dijo Shaw, notando el cambio tan rápido como
sucedió, y una triste sonrisa apareció en sus labios—. ¿Has visto a Bash?

—Todavía no.

Shaw revisó su reloj y maldijo. —Envíamelo si lo haces. Se supone


que es el presentador invitado esta noche.

—Cóbrate —dije, sacando un par de billetes de mi billetera y


tirándolos al tarro de las propinas. Él tenía razón. Era la hora de la caza,
y mis dedos me picaban con la necesidad de sentir el duro plano de un
cuerpo debajo de ellos, empujándolos dentro de un culo apretado y
dispuesto.

—No terminaste tu agua —me dijo Shaw, con un sarcasmo que


goteaba de sus palabras, y en respuesta, levanté el dedo medio y me
dirigí de nuevo a la pista de baile, esta vez hacia el rincón más alejado
cerca de la sala de atrás, donde tenían lugar los más… actos
pecaminosos. Y fue allí donde puse los ojos en el hombre que sabía que
ocuparía mis próximas horas.

Alto. Moreno. Ligeramente construido como la mayoría de los que


eran apenas legales. Me recordó a alguien que conocía. Y eso, por esta
noche, fue suficiente para mí.
Capítulo 3

—SON VEINTITRÉS CINCUENTA.

Miré a través de la ventanilla trasera del taxi hacía el edificio


indescriptible de color negro donde el conductor se había detenido.
Aunque estaba mirando el Club Argos, no parecía más que un almacén
desierto. No había señales, no hay entrada visible. No había fila de gente
esperando para entrar, sólo una acera llena de gente caminando justo al
lado.

Mierda. Me recosté en el asiento con un suspiro, frotando el puente


de mi nariz. Esto había sido un error.

—¿Me has oído, hijo? —dijo el conductor—. Son 23,50.

¿Qué crees que estás haciendo, Jackson? No es demasiado tarde


para darse la vuelta... —Mira, ¿estás seguro de que este es el lugar
correcto? —le pregunté

El conductor me miró por el espejo retrovisor. —Paso todas las


noches dejando a los chicos aquí. Sí, es el correcto.

Mirando de nuevo al edificio que debería haber sido Argos, el club


nocturno más popular de South Haven, al menos según el empleado del
hotel con el que había hablado antes, esperé a ver si alguien entraba a
hurtadillas por alguna puerta oculta o algo así, pero ni siquiera parecía
haber una entrada.

—Está en la parte de atrás —dijo el hombre, señalando a un par de


tipos que se escabulleron de la multitud y giraron por una calle lateral
estrecha. Cuanto más miraba, más me daba cuenta de que los demás
hacían lo mismo.
Los nervios de mi estómago se tensaron, pero mi determinación y
curiosidad eran más fuertes. No había venido hasta aquí para
acobardarme en el último minuto, y no había forma de saber si estaría
aquí de todos modos. Entraba, miraba bien, lo suficiente para saciar mi
curiosidad, y luego me iba.

Con mi mente decidida, saqué un par de billetes de 20 de mi


billetera y se los entregué al conductor. —Gracias por tu ayuda —dije,
abriendo la puerta, pero su mano en mi hombro me detuvo.

—Oye, espera, chico. No llevo cambio.

—Quédatelo. —Me quité su mano del hombro, salí del taxi y me


dirigí a la concurrida acera, giré por la calle lateral y me detuve en mi
camino. Había, en efecto, una entrada, y un golpeteo techno se filtraba
desde la puerta que estaba custodiada por un hombre fornido con una
expresión de no tomar ni una mierda. Encima de él, en cursiva gris sin
iluminar que casi se mezclaba con la pintura, estaba la palabra Argos, y
fuera de la puerta había una línea que se estiraba al menos la mitad de
la longitud de un campo de fútbol.

Mientras escudriñaba las caras, con la esperanza de haber visto a


quien había venido a buscar, dos cosas me sorprendieron. Uno, la línea
no parecía moverse. Y dos, todos eran hombres.

¿Qué clase de lugar era éste? Una pregunta redundante, por


supuesto, porque sabía la respuesta a eso. Al igual que debería haberme
dado cuenta de adónde me llevaría mi búsqueda.

Sí, esto fue un error, de acuerdo, pensé, mientras varios de los


hombres en la fila empujaban a sus amigos para que miraran en mi
dirección, cada uno de ellos evaluándome, y por las sonrisas que
cruzaban sus caras, les gustaba lo que veían.

Mierda.

Nunca había estado en el extremo de recibir tales miradas


admirativas de otros hombres, bueno, no desde Lucas, de todos modos,
y el impulso de salir de allí era tan fuerte que prácticamente tropecé con
mis pies al retroceder… y me estrellé contra un cuerpo duro.
—Bueno, hola, sexy. —El hombre se rio mientras me ayudaba a
enderezarme. Bueno, estaba bastante seguro de que era un hombre. Con
botas de tacón alto y una cara llena de maquillaje, se puso frente a mí, lo
que igualó mi estatura de un metro ochenta y ocho, aunque era más
delgado que yo. Llevaba pantalones apretados de cuero y una camisa
negra, y con su pelo negro como la brea en la cara, era una figura
llamativa que nunca vería en casa, en Hawthorne, Connecticut. Había
una inclinación divertida en sus labios rojos mientras me dejaba mirarlo
en silencio, y no parecía molesto en absoluto cuando me salí de sus
manos—. ¿Adónde vas tan rápido?

—Yo no... Esto no es... —Negue con la cabeza—. No es lo mío.

—Tonterías —dijo, con un toque sureño en sus palabras—. Bailar


es cosa de todos.

No tuve tiempo de protestar porque me envolvió un brazo flexible


alrededor del hombro y, con una fuerza que contradecía su figura, me
empujó hacia la entrada, pasando por alto la línea por completo.
Deteniéndose lo suficiente para besar las yemas de sus dedos antes de
apretarlos contra la mejilla del guardia, después sonrió y dijo: —Está
conmigo.

No. No, no estoy con él, quería decir, pero entonces estábamos
dentro, evitando otra fila de gente esperando para pagar, pero el hombre
que aún me seguía agarrando simplemente me hizo señas con la punta
de sus dedos mientras pasábamos. ¿Era el dueño o algo así? ¿Trabajaba
aquí o sólo era un VIP? Pero otra pregunta pesaba más en mi mente a
medida que la habitación se abría hacia un gran espacio repleto de
cuerpos: ¿qué esperaría a cambio de meterme dentro?

—Por cierto, soy Sebastián, pero mis amigos me llaman Bash —


dijo, como si leyera mis pensamientos. Cuando su brazo se alejó de mi
hombro, su mano bajó para apretarme el bíceps, y luego me lanzó una
sonrisa descarada antes de apartar su mano—. Eres todo un hombre
musculoso, ¿no? ¿Tienes un nombre?

Responder o no responder. Mi plan de colarme sin avisar ya había


fallado, pero Sebastián parecía bastante inofensivo. —Jackson.
La sonrisa de Sebastián creció, sus dientes blancos brillando bajo
las luces negras. —Bueno, Jackson, espero que te diviertas. Tal vez
deberías tomar un trago primero para relajarte.

Cuando él comenzó a caminar, me encontré diciendo: —Espera...


¿eso es todo? —No es que me quejara de que él me abandonara, pero
esperaba tener que luchar contra un adelanto o algo así. Dios, eso me
hizo sonar como un imbécil, pero ¿por qué si no se tomaría la molestia
de ayudarme si no quería nada a cambio?

Sebastián giró sobre sus talones para mirarme. —Parece que estás
aquí por una razón —dijo, guiñándome un ojo juguetón—. Pero hazme
saber si no encuentras lo que buscas.

Sí. Era un gilipollas. Pero al diablo, parecía ser un hombre con


conexiones, así que tal vez sabía a quién había venido a echar un vistazo.
Vamos, sólo escúpelo. —En realidad, tal vez puedas ayudarme. ¿Sabes
dónde puedo encontrar a Lucas Sullivan?

Una de las cejas de Sebastián se arqueó. —¿Qué quieres con


Lucas?

Oh Dios, lo conoce. Tragué con fuerza, la tensión en mi cuerpo.


Estaba cerca, tan cerca que prácticamente podía sentirlo, pero luchaba
por mantenerme casual. —¿Así que lo conoces?

—Tal vez.

Bieenn. Miré hacia el vasto almacén. Lucas podía estar en cualquier


parte, y estaba tan oscuro que podía pasarme y probablemente no me
daría cuenta. —¿Sabes dónde suele pasar el tiempo cuando está aquí?

—No has respondido a mi pregunta. —Sebastián dio un paso hacia


mí, cruzando hacia mi espacio personal—. ¿Qué quieres con Lucas,
guapo?

—Él es, eh... —¿Cómo explicarle quién era Lucas sin entrar en más
de ocho años de historia? No conocía a este hombre, sin embargo, y no
le debía ninguna explicación—. Un amigo mío —dije, y por la forma en
que los labios pintados de Sebastián se apretaron en línea recta, me di
cuenta de que esa no era la respuesta correcta—. Oh, cariño —suspiró,
y la mirada que me dio fue comprensiva—. ¿Una dulzura como tú? Lo
siento, pero no voy a ayudarte con eso. —Me dio una palmadita en la
cabeza y luego se echó para atrás, dejando que la multitud se lo tragara
en la pista de baile y lo perdiera de vista.

Genial, ¿de qué demonios iba eso? ¿Y por qué era tan cauteloso
con Lucas? Era obvio que lo conocía, así que estaba en el lugar
correcto... Era sólo una cuestión de caminar a través de los asistentes al
club.

Sí, esto requería un trago primero.

El bar estaba lleno de clientes cuando me dirigí hacia allí, pero la


suerte o el tamaño de la multitud se había ido, así que tomé un taburete
vacío y esperé pacientemente a que uno de los camareros mirara hacia
mí. Nunca había sido de los que saludaban con la mano o gritaban o
silbaban para llamar la atención: nunca tuve que hacerlo, y aunque nunca
había estado en Argos antes, sólo me llevó unos segundos que uno de
los chicos que estaban detrás de la barra me mirara.

Era un hombre intimidante, alto y musculoso, con el pelo oscuro en


las raíces que se fundía en puntas rubias, con diamantes en las orejas, y
había tatuajes que cubrían cada centímetro que se podía ver de su
cuerpo. Incluso había tatuajes que cubrían su cuello por encima de su
corbata negra cuidadosamente anudada, y cuando se acercó para
pararse frente a mí, supe que me había pillado mirándole fijamente, pero
no pude evitarlo. Era una contradicción: todo en él gritaba chico malo,
pero su atuendo, hasta el chaleco negro que llevaba sobre la camisa y la
corbata, decía otra cosa. Una rápida mirada a la barra me dijo que no
había un código de vestimenta, ya que todos parecían tener un estilo
personal diferente, y me hizo sentir curiosidad por el hombre detrás de la
barra. El que me miraba con la ceja levantada y las manos extendidas
sobre la barra. Me hizo una larga revisión, tomándose su tiempo, y
cuando sus ojos se encontraron con los míos, sonrió con suficiencia.

No era de los que se avergonzaban fácilmente, pero este tipo tenía


fuego en la cara, y si no hubiera estado allí por alguna razón,
probablemente me habría largado de allí.
Como un puto maricón.

—¿Necesitas algo o sólo estás aquí por la vista? —dijo el camarero,


con voz profunda y áspera como una lija sobre una quemadura de sol.

—No, no estaba... quiero decir, no... —Mierda, Jackson, contrólate.


No es como si lo estuvieras mirando porque estás interesado—. Sólo
quiero una Sam Adams.

—Correcto. —El hombre cuyo nombre decía ‘Shaw’ cogió una fría
de la hielera y le quitó la tapa—. ¿Comenzando una cuenta?

—Sólo una por ahora —dije, deslizando mi tarjeta por el bar y luego
tomando un trago de cerveza. Estaba fría y era un alivio para mi garganta
seca.

—¿De dónde eres?

Miré al camarero, que me miraba mientras tapaba una coctelera y


mezclaba el contenido. —¿Cómo sabes que no soy de aquí? —le
pregunté.

Vertió el contenido de la coctelera a través de una línea de vasos


de chupito, llenándolos hasta la parte superior, y luego le dio a mis
pantalones de color caqui y camiseta blanca una mirada mordaz. —Y eso
fue antes de que abrieras la boca.

Fruncí el ceño y miré mi ropa. —¿Qué tiene de malo lo que llevo


puesto?

—Mira a tu alrededor.

Una rápida mirada a los que estaban alineados en el bar reveló lo


horriblemente fuera de lugar que estaba. Parecía un chico de fraternidad
en un mar de vaqueros y cuero.

—Bueno, gracias por el consejo de moda —volví a mirar la etiqueta


con el nombre del barman—, Shaw.

—Eh, no te preocupes, yanqui. Estoy seguro de que te ayudará a


tener sexo.
Sí, si las miradas que recibía eran una indicación, había un montón
de tipos que me ayudarían a superar mis errores de moda. Jesús, ¿qué
estoy haciendo aquí? Había perdido la cabeza. Esa era la única
explicación.

Shaw asintió a mi cerveza casi vacía. —¿Quieres otra, chico de


Jersey?

—¿Chico de Jersey?

—¿No es de ahí de dónde eres?

—Connecticut.

Se encogió de hombros y sacó la tapa de una botella de cerveza


antes de pasársela al tipo que estaba a mi lado. —Bastante cerca.

Girando la botella en mis manos, debatí si tomar otra y quedarme o


si salir ahora antes de llamar más la atención.

Antes de que pudiera decidirme, Shaw deslizó otra botella llena


delante de mí.

—Parece que la necesitas.

Con un suspiro, bajé el resto de la primera cerveza y luego levanté


la segunda en señal de saludo. —Gracias, pero creo que fue una mala
idea.

—¿La cerveza o venir aquí?

Abrí la boca, pero no sabía qué decir que no lo ofendería. Si hubiera


sabido que era un club gay, aún estaría en el hotel.

—Ah —dijo, sus ojos perceptivos entendiendo lo que yo decía—,


¿la primera vez?

—Más o menos. —Y lo que salió de mi boca después no tenía otra


explicación, aparte de que la cerveza me había relajado y este tipo
parecía bastante inofensivo. Además, no conocía a nadie allí y no volvería
a verlos, así que, ¿qué importaba?—. Estoy en la ciudad por unos días y
pensé en… ver a alguien que conocía.
—Y ahora estás pensando que eso fue un error.

Le señalé con mi cerveza y le dije: —Bingo.

—¿Este tipo tiene nombre?

Asentí con la cabeza.

Shaw esperó una respuesta, y cuando se hizo evidente que no iba


a ofrecer más, se rio. —Bueno, sí necesitas que te guíe en su dirección,
házmelo saber. O si sólo quieres desahogarte... —Se encogió de
hombros—. Soy una bóveda.

Una bóveda, ¿eh? La idea era tentadora. Nunca antes había podido
hablar con nadie sobre Lucas. Y tal vez si pudiera verlo, me daría cuenta
de que había exagerado todo en mi mente y que los sentimientos que
había tenido en ese entonces no eran más que un flechazo. Un simple
encaprichamiento causado por la soledad y la falta de opciones.

Inclinado sobre la barra, Shaw me encontró a mitad de camino, y


susurré el nombre de la persona que todavía probaba en mi lengua
cuando cerraba los ojos por la noche

—¿De verdad? —dijo Shaw, sus ojos se abrieron un poco al


enderezarse—. Bueno, si es a él a quien le has echado el ojo, vas a
necesitar algo mucho más fuerte que eso. Especialmente esta noche —
dijo, asintiendo a la cerveza que tenía en la mano, y luego sacó dos vasos
de chupitos de debajo de la barra y los llenó con tequila.

—¿Por qué todo el mundo sigue diciendo eso?

—¿Qué? —preguntó.

—Nada. —En lugar de mi tarjeta, saqué dinero de mi bolsillo y se lo


di—. Gracias.

—Esta va por cuenta de la casa.

—Entonces quédatelo —dije, metiendo los cincuenta en su bote de


propinas, mientras Shaw levantaba la ceja. Luego tomé uno de los vasos
de chupito y, antes de pensar demasiado, me lo tragué. La quemadura
me dejó la garganta cruda, pero tomé el segundo vaso de todos modos,
bebiéndolo de un trago y dejando que el rastro de fuego que dejaba en
su estela se extendiera a mi pecho y a mis venas. Debería haber hecho
esto antes. Primero el coraje líquido, luego Lucas. Ni siquiera había
pensado qué le diría si lo viera. Habían pasado demasiados años sin que
supiera nada de él. ¿Se acordaría de mí ahora? La escuela secundaria
fue hace mucho tiempo, y tal vez lo que había pasado no significaba tanto
para él como para mí.

Esto ha sido una estupidez. Un error estúpido y precipitado.

Debería irme. Salir de aquí antes de que haga algo realmente tonto,
como encontrar al tipo y... hacer qué, ¿exactamente? Qué manera de
pensar las cosas.

Cuando aparté el vaso vacío y me levanté, Shaw me miró con


curiosidad, y parecía estar debatiendo consigo mismo sobre algo.
Entonces su mirada recorrió el club en busca de alguien. —Si lo que
quieres es al chico Sully, está allá en el rincón.

Me llevó un minuto darme cuenta de que estaba hablando de Lucas,


y como si me hubieran dado un choque con un desfibrilador, me di la
vuelta, mirando hacia donde Shaw me había indicado. Al principio no
pude verlo, sólo una multitud de cuerpos, algunos de los cuales ya
estaban medio desnudos, moliéndose unos a otros o bailando por su
cuenta. Pero entonces...

Pero entonces, por un momento breve y parpadeante, la multitud


se separó, y el niño que conocía salió a la luz, sólo que ya no era un niño.
Era un hombre, el hombre más llamativo que había visto en mi vida, y el
único que había tenido un efecto en mí. Mi cuerpo tarareó, de repente
vivo y consciente cuando mi enfoque se centró en Lucas, y mi polla se
agitó.

Había subido por lo menos un par de pulgadas más de lo que


recordaba, tal vez unos veinte centímetros, pero tenía el aire de un
hombre mucho más grande, uno que era el dueño de la habitación y de
todos los que estaban en ella. Con una arrogante media sonrisa en la
cara, se cogió al tipo con el que bailaba mientras los que lo rodeaban
observaban cada uno de sus movimientos, como si esperaran la
oportunidad de ser el que tuviera su atención.

Dios, no podía culparlos. Era magnético, su cuerpo delgado y


musculoso ondulaba al ritmo, y su cabeza caía hacia atrás mientras se
perdía en la música. Su cabello era más corto ahora, pero igual de negro
por lo que podía ver bajo las luces de colores que brillaban en su cuerpo,
y tuve el impulso ridículo de pasar mis dedos por él de la forma en que lo
había hecho la última vez que lo había visto.

Cuando la canción se convirtió en un tema de música lenta, su


compañero sacó una pequeña botella de su bolsillo y le quitó la tapa.
Luego se lo pasó a Lucas, quien inhaló profundamente en cada fosa nasal
antes de devolvérselo para que el tipo hiciera lo mismo. Unos segundos
más tarde, cuando la música empezó a latir, Lucas se acercó, demasiado
cerca, y se arqueó en el tipo de modo que las manos del hombre cayeron
sobre el pecho de Lucas. Luego bajó sus dedos por el abdomen de Lucas,
sumergiéndose más allá de la cintura de sus pantalones, y vi todo de color
rojo. Lo cual fue una estupidez, porque él no me pertenecía, y ni siquiera
lo conocía.

Entonces, ¿por qué me importa?

Pero cuando Lucas agarró al tipo de las muñecas y le dio la vuelta


para que su trasero estuviera contra el frente de Lucas, solté la
respiración que había estado aguantando, aunque mi alivio duraría poco.
Porque entonces la boca de Lucas se movió al oído del hombre, y él
susurró algo que tenía al otro tipo mordiéndose el labio, y Dios, deseaba
que cualquiera que fueran esas palabras, me las hubieran dicho a mí en
su lugar. La escena ante mí tenía a mi corazón latiendo más rápido y a
mi polla temblando mientras Lucas le lamía el cuello al mismo tiempo que
su mano se movía hacia abajo hasta llegar a su polla.

Mierdaaa. Sabía exactamente hacia dónde se dirigía esto, y lo que


era ser el centro de atención de ese hombre, y el hambre de algo que ni
siquiera me había dado cuenta de que había perdido era como nada de
lo que jamás había sentido.
Tenía que salir de allí. Pero no me atrevía a dejar de mirar.
Necesitaba ver esto. Necesitaba ver que había seguido adelante. Que ya
no conocía al hombre que estaba a sólo unos metros de mí. Que ya no
era mi Lucas.

Como si me hubiera oído decir su nombre en voz alta, los ojos de


Lucas se iluminaron y se encontraron con los míos al otro lado de la
habitación, y me incendié.

Mi corazón se apretó.

El tiempo se detuvo.

Y la sonrisa de Lucas decayó.


Capítulo 4

SANTA JODIDA MIERDA. Tenía que estar viendo visiones. Porque


no había forma de que el hombre al que miraba fuera Jackson Davenport.
De ninguna manera.

Este tipo tenía que medir por lo menos un metro noventa más o
menos, con un extra de quince kilos de músculo en su cuerpo, evidente
por la forma en que su camiseta blanca se extendía a través de su ancho
pecho y sus enormes brazos. Pero era la mandíbula cincelada, la que
siempre me había recordado a Superman, lo que más destacaba desde
donde lo estaba mirando a través del local, y eso no había cambiado en
los largos años desde la última vez que lo vi. Dios, el hombre que me
miraba fijamente no sólo era sexy… no, él era también excitante y estaba
avergonzado.

Mi pulso se aceleró mientras mi cuerpo se preparaba para ir tras el


que ahora tenía mi atención, pero fue entonces cuando el tipo que me
agarraba la polla con la palma de la mano se movió hacia mi línea de
visión.

—¿Te importaría llevar esto a la parte de atrás? ¿O tal vez a algún


lugar un poco más privado? —dijo, mientras los dedos que masajeaban
mi polla se volvían más insistentes. Pero medio amartillada o no, había
perdido mi interés en lo que él tenía para ofrecer en el momento en que
mi pasado entró en juego.

—Ahora no —le dije, quitándole la mano, pero el tipo debe haber


pensado que jugar duro para conseguirlo era parte del juego previo,
porque sus brazos me rodearon la cintura, y luego sus manos
serpentearon hacia abajo para agarrarme el culo.
—Parece que ahora es un buen momento —me susurró al oído,
mientras yo miraba por encima de su hombro hasta donde estaba
Jackson.

Espera, mierda. ¿Adónde diablos se fue?

No había rastro de él mientras escudriñaba a la multitud, al mismo


tiempo que una especie de pánico se me agarraba al pecho y luchaba
por averiguar si lo que acababa de ver era verdad o una alucinación.
Porque, ¿qué haría Jackson Davenport en un club gay en South Haven?
No tenía sentido. Ninguno en absoluto. Este era el último lugar al que
volvería, y yo era la última persona en la tierra a la que querría ver.

Al menos eso fue lo que me dije a mí mismo cuando el deseo volvió


a surgir, cuando su recuerdo fue demasiado fuerte y necesitaba la punta
de un cuchillo para cavar en la herida cicatrizada, para hacerla doler hasta
que pudiera olvidar.

Pero justo cuando ese pensamiento cruzó mi mente, capté un


destello de blanco, una figura que se movía dentro y fuera de la multitud,
y... joder. Tal vez todas las noches que pasé masturbándome en su
memoria me habían hecho perder la cabeza, pero tenía que saber con
seguridad si mis ojos me estaban gastando una broma.

—Me tengo que ir —dije, empujando al tipo con la fuerza suficiente


para que se hiciera la idea esta vez, y luego me moví, mientras mis ojos
se centraron de nuevo en el tipo alto y musculoso con cabello castaño
que se alejaba de la barra. De espaldas a mí, no podría decir si él era
quien yo pensaba que era, por qué tan pronto como había reaparecido,
desapareció nuevamente en las luces estroboscópicas.

—Maldita sea. —Me detuve en seco, preocupado deslicé mi mano


a través de mi cabello mientras lo buscaba en el club.

—Vaya, vaya, vaya, si no es lo mejor de South Haven solo en medio


de la pista de baile. —Bash se pavoneó a mi lado—. Estaba seguro de
que esa paja habría llevado a un Sullivan fuera de servicio, pero supongo
que me equivoqué. Es la primera vez.

—Ahora no, Bash.


Frunció el ceño y siguió mi mirada. —¿Por qué parece que has visto
un fantasma?

—Porque lo he hecho, joder. —Mis ojos parpadeaban desde la


salida hasta el bar y viceversa. Se había ido. Eso si hubiera estado allí en
primer lugar—. Mierda.

—Tal vez deberías quedarte con los vivos esta noche. Hasta había
una cosita dulce buscándote antes, pero…

Parpadeé de nuevo para enfocarlo. —¿Que acabas de decir?

—No te preocupes, decepcioné delicadamente al pobre tipo. Era


demasiado puro.

Agarrando el brazo de Bash, le pregunte: —¿Quién diablos era?

Bash inclinó la cabeza hacia un lado, sus ojos se entrecerraron ante


mi arrebato, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios rojos. —
No lo sé. Nunca lo había visto antes. Un espécimen precioso, pero como
dije, demasiado inocente para alguien como tú.

—Su nombre, Bash.

—Creo que dijo que era Jackson.

—Joder. —Solté su brazo como si estuviera en llamas y lo empujé


a él y al resto de los bailarines que bloqueaban mi camino. Estuvo aquí.
Y no sólo eso, sino que había preguntado por mí. Por mí,
específicamente. Después de ocho malditos años. Ni siquiera pude
procesar eso mientras me dirigía ciegamente hacia la salida en caso de
que él decidiera salir corriendo. Al golpear la puerta, salí al callejón y pasé
al guardia de seguridad, que me miró fijamente.

—Eh, Lucas, ¿todo bien? —me dijo, pero lo ignoré mientras mis
ojos tardaban unos segundos en adaptarse a la oscuridad.

Entrecerré los ojos, lo busqué y luego... ahí. En el fondo del callejón.


Que me jodan. Era él, definitivamente era él. Se estaba volviendo hacia
los tres hombres que se le habían acercado mientras se dirigía hacia la
calle, y santo infierno. Ocho años no habían hecho nada para cambiar la
forma en que perdía mi aliento al verlo, o la forma en que mis piernas se
tambaleaban, de modo que tuve que alcanzar la pared de ladrillo para
mantenerme firme. Si hubiera pensado que era hermoso en ese
entonces, el hombre que estaba a pocos metros de distancia era de
alguna manera aún más increíble, pero no tuve tiempo de pensar en el
hecho de que él estaba realmente allí, porque empezó a sacudir la cabeza
ante los hombres que lo precedían y ese movimiento por sí solo era
suficiente para mí.

Los reconocí inmediatamente, por supuesto… JT y sus compinches


tenían a Jackson acorralado donde no quería estar, eso era obvio. Ese
imbécil no era más que un alborotador, y sus seguidores drogadictos no
eran mejores. Sin duda buscaban un cuarto para llenar un hueco para la
noche.

Y seguro que no sería Jackson.

Jesús, no era un secreto que no me gustaban esos tres, pero ¿el


hecho de que Jackson había estado aquí durante dos segundos y ya
habían puesto sus ojos en él? Quería arrancarles la polla y dejar que se
atragantaran con ella para cenar. No es que necesitara mi ayuda…
Jackson parecía que podía presionar mi peso en el banquillo sin sudar…
pero verlo con otra persona puso mi posesividad, largamente inactiva, a
tope.

—Buenas noches, amigos. No puedo culparlos por intentarlo, pero


preferiría que mis conquistas no tuvieran un palmoteo antes de tener la
oportunidad de jugar. Así que ya pueden irse —dije, sin discutir mientras
caminaba detrás de ellos. Por el rabillo del ojo, vi a Jackson que se
sobresaltó visiblemente, pero no me atreví a mirarlo directamente. No
pude.

JT giró la cabeza y, cuando me vio, me inmovilizó con una mirada


azul hielo. —¿Discúlpame?

—Ya me has oído. Está conmigo.

Con una sonora carcajada, JT se enderezó y me miró con los


brazos cruzados. —¿Quién lo dice?
—Lo digo yo. Así que ya puedes largarte.

—¿Y qué pasa si no quiero? Me parece que se estaba… yendo sin


ti.

Caminando cara a cara con el bastardo, cuadré mis hombros y tuve


que evitar que mis manos se apretaran. —Se dirigía a tomar nuestro taxi.
Así que os sugiero que busquéis a alguien más a quien follar.

La mirada penetrante de JT mantuvo la mía durante un largo minuto


antes de mirar por encima de su hombro a Jackson. —¿Es eso cierto?

Jackson todavía me miraba con algo así como sorpresa en la cara,


pero cuando se dio cuenta de que estábamos esperando una respuesta,
asintió. —Sí. Así es.

—Entonces supongo que es una pena que Lucas te viera primero.


—JT sonrió con suficiencia—. Pero cuando te eche a la basura mañana,
puedes reconsiderar mi oferta.

—La única basura que voy a tirar son tus traseros si no os vais de
aquí —dije, e incliné mi cabeza hacia el ávido observador de seguridad
en la puerta. Pero estos tipos eran una mierda de cobardes y estaban
drogados con cocaína, y se irían en tres… dos...

—Tranquilízate, Sullivan —dijo JT—. Nos vamos.

Esperé, con los dientes rechinando mientras se tomaban su tiempo


para bajar por la acera, y no fue hasta que doblaron la esquina, fuera de
mi vista, que finalmente me permití mirar al hombre que había seguido
afuera.

Seguido. Nunca seguí a nadie, y con toda seguridad no a alguien


que me había dejado como si no fuera nada ni nadie.

Pero ahí estaba él, con los ojos muy abiertos, inocente incluso a la
edad de veintiséis años, mirándome de la misma manera que lo había
hecho hace tantos años. Y no había nada que quisiera más en ese
momento que odiarlo.
Capítulo 5

FUEGO RESPLANDECIÓ en los ojos de Lucas, su cuerpo entero


tenso como un cable mientras observaba a los tipos que me habían
propuesto volver a salir en la noche. Así de cerca, pude sentir la fuerza
bruta que emanaba de él en oleadas, y me estremecí.

La noche había dado un giro inesperado. Pensé que podría venir


aquí, echar un vistazo, y nadie se daría cuenta. Con lo que no contaba
era con mi reacción al volver a ver a Lucas, y que, en mi momento de
vacilación, él me vería a mí.

Y sobre todo no había contado con que me siguiera fuera...

Porque eso fue exactamente lo que pasó. Él vino aquí... por mí.

—Lucas. —Probé el nombre en mi lengua, lo probé y quise más—.


Lucas, mírame.

Entonces, finalmente, sus ojos se encontraron con los míos, el


fuego que había visto allí, enfriándose hasta las brasas mientras él
convertía su cara en una máscara de indiferencia que me dolía un poco
más de lo que debería haberme dolido. Me miró ahora sin el calor de unos
segundos antes. Era como mirar a un extraño, y me encontré luchando
con las palabras.

Di algo... lo que sea.

—Hola. —Eso fue todo lo que pude lograr, todo el encanto


elocuente por el que me habían molestado en reuniones de negocios me
abandono por completo. No pude encontrar mi lengua para salvar mi vida,
pero luego pareció que él tampoco podía… o tampoco quería…

—Hola —dijo, cortante y al grano.


Hola. Una simple palabra de una voz tan familiar que fue como si
no hubiera pasado el tiempo. Y, sin embargo, mirándolo, supe que eso
no era cierto.

—Me alegro mucho de verte —le dije, mordiéndome el interior del


labio, un hábito nervioso, y le ofrecí una sonrisa tímida, que no me
devolvió. Pero, ¿qué esperaba? ¿Que se alegraría de verme después de
cómo terminaron las cosas?

Si. Sí, supongo que sí.

—¿De verdad? —dijo. Parecía más bien una pregunta retórica


como si estuviera aburrido de la conversación y se estuviera burlando.

—Bueno... sí. Ha pasado mucho tiempo.

—¿Así que esto es una visita social?

Su repentina agresividad me hizo retroceder por un segundo, y


fruncí el ceño. —Eh... estaba en la ciudad y…

—¿Pensaste en venir a saludar?

Ese no había sido el plan, pero... —Sí.

Lucas asintió brevemente. —Entonces bien. Misión cumplida —dijo,


y giró sobre sus talones.

Espera... ¿eso era todo lo que me iba a decir? ¿Después de todo


este tiempo?

—Lucas —dije antes de que pudiera ir a cualquier parte, y se detuvo


antes de volver a mirarme—. Gracias por ahuyentar a esos tipos.

—No estoy seguro de lo que viste, pero nunca los dejaría chupar —
dijo, me dejo tan estupefacto que me tomó unos segundos entender el
chiste y reírme.

—Es bueno saberlo. No quiero agarrar la gonorrea, como dijiste.

Los labios de Lucas se movieron tan brevemente que, si hubiera


parpadeado, me lo habría perdido. Entonces se tensó, miró hacia abajo y
se encogió de hombros, como si no le importara lo más mínimo. —Lo
haría por cualquiera. JT es un pedazo de mierda.

Ah, así que no fue sólo el hecho de que había estado metiéndose
conmigo lo que hizo que Lucas pasara a la acción. Sentí un parpadeo de
decepción, pero rápidamente lo apagué antes de que él pudiera verlo.

—Bien —dije—. Bueno, gracias, de todos modos.

Todavía no me miraba a los ojos, sino que miraba con interés a un


pequeño y escandaloso grupo de chicos que se encontraban fuera del
club. —No hay problema.

Nos quedamos parados en un silencio incómodo, yo mirándolo, él


atrayendo la atención de los muchachos e inclinando su cabeza hacia
ellos mientras pasaban e invitaban a Lucas a que se les uniera. Treinta
segundos. Un minuto. Con cada momento que pasaba, me preguntaba si
diría algo más.

Su atención no estaba en mí, pero no se había ido. Todavía. Mierda,


no sabía qué decir ahora, o si debía molestarme en decir algo, y mientras
volvía a mirar hacia los chicos que seguían charlando animadamente
junto a la puerta, me moví incómodamente. —¿Tienes que ir a algún
lado?

—En realidad, sí —dijo, mirándome finalmente. La indiferencia que


vi en su mirada me dolió profundamente, y fue entonces cuando supe que
mi corazonada había sido correcta. Venir aquí había sido un error.

Sólo que... no pude arrepentirme. Así de cerca, pude ver todos los
cambios que no había tenido en cuenta: el rastrojo que cubría sus mejillas
y su labio superior y los rizos negros que le llegaban hasta los hombros.
Lucas ya no era el chico que recordaba, y tal vez eso era lo que
necesitaba ver. Había algo duro en su expresión ahora, como si hubiera
puesto una pared de diez metros de alto, ladrillo por ladrillo. Las cosas
habían cambiado, y la fantasía había desaparecido, desvaneciéndose
como una nube de humo en una tormenta de viento.

Había un millón de preguntas que quería hacerle, un millón de


disculpas que quería decirle, pero ahora que estaba parado frente a mí,
parecía que no podía decir nada. En vez de eso, lo miré fijamente, vi como
metía sus manos en los bolsillos de sus vaqueros, como pateaba una
piedra fuera de su camino, como si mantuviera sus ojos en cualquier lugar
menos en mí.

Y entonces las palabras salieron tan rápido que no me di cuenta de


lo que había dicho hasta que las oí. —Estaré... —Me pasé la mano por el
cabello—, estaré por aquí unos días...

Con la mirada en los coches que pasaban, los ojos de Lucas se


entrecerraron un poco, como si su mente estuviera dando vueltas
alrededor de las razones por las que yo había dicho eso. Dios, ¿por qué
había dicho eso? ¿No había sido suficiente error esta noche?

—Lucas, ¿vienes? —Un rubio de nuestra edad gritó para llamar la


atención de Lucas, una sonrisa diabólica en su cara mientras se llevaba
un cigarrillo a los labios y lo inhalaba profundamente, lo que obviamente
quería decir que era indecente, por lo que tuve que mirar hacia otro lado.

Tienes que estar bromeando. No eres lo suficientemente bueno


para él. No estás ni cerca de ser lo suficientemente bueno

—Disfruta tu tiempo de vuelta aquí —me dijo Lucas con frialdad,


como si yo hubiera sido una especie de casualidad con la que se encontró
en la calle. Y luego estaba retrocediendo, pero con su atención puesta en
mí, desafiándome a tratar de detenerlo.

Hazlo, Jackson, sus ojos desafiándome. Jodidamente te reto.

Pero no era rival para lo que le esperaba detrás de él. No podía


ofrecerle lo que ellos podían, y además ¿quería hacerlo? Diablos, no era
gay, y Lucas había sido mi amigo, alguien en quien confiaba, que conocía
mis secretos, y yo conocía los suyos... y sí, tal vez las cosas habían ido
un poco por encima de la línea de la amistad, pero a lo largo del paso de
los años, lo había atribuido a la experimentación de la escuela secundaria
en una academia sólo para chicos. No había significado nada, no
realmente...

Sí, sigue diciéndote eso.


Mientras el brazo del rubio iba alrededor de la cintura de Lucas,
desaparecieron de nuevo dentro del club, y, tragando con fuerza, me
dirigí a la calle, tomando el primer taxi que vi.

Cerrando la puerta de golpe, me desplomé en el asiento y dije la


dirección del hotel, y mientras el conductor se apresuraba, me froté una
mano en la cara. Con mi adrenalina cayendo, sentí como si estuviera
despertando de una pesadilla. ¿Había ocurrido de verdad? ¿Había ido a
un club en busca de un hombre? ¿Un hombre que seguro como la mierda
que ya no conocía?

Estúpido. Estúpido, estúpido, estúpido.

Lucas había dejado claro que no quería tener nada que ver
conmigo, y eso es todo lo que había dicho. Pero si era cierto, ¿por qué
estado usando mi collar?
Capítulo 6

—MIMOSAAAS, ¡BETCHES! 1—CANTÓ BASH mientras se


deslizaba en el asiento a mi lado y colocó dos botellas de champán sobre
la mesa. Wanda, nuestra camarera habitual en el Overlook, estaba justo
detrás de él con un par de botellas de zumo de naranja. Cuando fue a
dejarlas en el centro, Bash le quitó una.

—Oh no, cariño. Hoy es una para Lucas y Shaw y otra todaaaaaa
para mí. —Nos disparó una sonrisa llena de descaro y ni un poquito de
verguenza—. Lo siento, chicos, tengo sed.

El labio de Shaw se curvó hacia un lado mientras se sentaba en su


silla, el mimbre gimiendo bajo su peso. —Parece que alguien tuvo una
larga noche.

—Quieres decir un largo fin de semana —dijo Bash, mientras


Wanda abría el champán y se dedicaba a servir nuestras bebidas en las
copas.

—¿Hubo una orgía que me perdí?

Bash le pestañeó a Shaw con sus largas pestañas y tomó un sorbo


de su cóctel, con el meñique fuera, siempre fuera. Incluso a la luz del día,
sin maquillaje completo, había algo etéreo, casi femenino en Sebastián.
Estaba en los pómulos altos y la piel de alabastro, lo que hacia un
contraste dramático con el pelo negro azabache que mantenía alejado de
su cara. Nunca fallaba que las mujeres lo detuvieran mientras estábamos
fuera, lo que nos hacia preguntarnos cuáles eran sus secretos, pero eso
no era lo más frustrante de su vida. Después de todo, no podías evitar
sentirte atraído por él. No, lo más molesto era que si fueras un raro imbécil

1
Nombre de una bebida.
que no le prestara atención, te desgastaría hasta que lo hicieras parte de
tu círculo íntimo.

No es que lo sepa por experiencia personal ni nada.

—¿Qué? —dijo Bash—. ¿Quieres decir que no recibiste la


invitación? Qué vergüenza.

Shaw suspiró. —Qué buen amigo eres.

Mientras continuaban pinchándose entre ellos, froté sin pensar el


suave metal del collar que llevaba puesto y miré por el gran ventanal que
ocupaba toda la pared sur y que daba al Savannah Sound. Todos los
domingos nos reuníamos en esta misma mesa para almorzar, por lo
general con resaca y armados con historias, mientras la gente miraba y
se preparaba para una larga semana de trabajo. Afuera, era uno de esos
pintorescos días de playa que había traído a todos los turistas a la ciudad
durante el fin de semana. Soleado y cálido, pero sin el calor extremo que
vendría los próximos meses. Lo que no parecían notar eran las aguas
más picadas de lo normal, o que el viento salvaje que venía del Atlántico
para enfriar las cosas no era sólo una brisa del océano, sino una tormenta
en el horizonte, cortesía de la tormenta tropical Adelaida que se dirigía
hacia nosotros.

Y hablando de tormentas... El fin de semana había dado un gran


vuelco con Jackson Davenport. Su nombre había estado en mi cabeza
desde que fui al club el viernes por la noche. Como un idiota.

No podría haber nada que me hubiera conmocionado más que ese


hombre reapareciendo en mi vida. Pero lo que no podía entender era por
qué. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Y por qué ahora?

Joder, no quería que me importara. Había seguido adelante hace


mucho tiempo, igual que él. No había necesidad de volver a sacar a relucir
el pasado, y sin embargo... lo había hecho. Él había entrado, me llamó la
atención, y ahora no podía pensar en otra cosa, algo que había arruinado
mis planes para el viernes por la noche después de la fiesta, así como el
resto de mi fin de semana. E incluso sentado aquí con Bash y Shaw, no
podía concentrarme, porque todo lo que podía ver era el dolor en la cara
de Jackson cuando lo dejé solo en el callejón.
Bien. Tal vez ahora sabe lo que se siente.

Eso fue lo que la mayor parte de mi cerebro me dijo. ¿El mismo lado
que quería saber lo que Jackson esperaba que yo hiciera? ¿Besarle los
pies por haber regresado? Sí, fue duro. Lo sabía, y me decía exactamente
en qué estado de ánimo estaba, pero el hecho de que me hubiera
provocado una reacción tan fuerte fue lo que más me molestó.

Frotando una mano sobre mi cara, suspiré en silencio. Debería


haberme quedado en casa y adelantar trabajo en lugar de invitar a lo que
seguramente sería una inquisición si Shaw se diera cuenta. Y hablando
del maldito diablo...

Sentí la persistente mirada de Shaw, y a regañadientes le miré a


los ojos. Maldito sea este bastardo demasiado perceptivo.

—Estás muy callado hoy —dijo Shaw—. ¿Esto tiene algo que ver
con el tipo del viernes?

Mierda. No, no estaba respondiendo a esa pregunta cargada con la


verdad. ¿Cómo decirles a mis amigos que me he pasado todo el fin de
semana masturbándome por la sorpresa que no quería nada más que
olvidar? Eso no va a pasar.

—Había muchos hombres esa noche —dije encogiéndose de


hombros.

Shaw sonrió burlonamente. —Sólo uno que pueda recordar.

—Porque, ¿quién podría olvidarlo? Que me jodan, ese chico era


guapo —dijo Bash, y luego se volvió hacia mí—. Era incluso más guapo
que tú.

Tomé el agua y la giré antes de chupar un par de trozos de hielo en


la boca. —No sé de qué me estás hablando.

—Claro que no —dijo Shaw, acariciando la barba de su cara—.


Sabes, Bash, no recuerdo haber visto a Sully el resto del fin de semana,
¿y tú?
Bash dio un falso grito ahogado. —Vaya, Shaw, tienes toda la
razón. No lo recuerdo teniendo sexo con los turistas el sábado, y hubo
una deliciosa despedida de soltero en la ciudad. El Lucas que conozco
nunca rechazaría un buen momento garantizado.

—Mmm, ¿entonces crees que ese yanqui llamó su atención?

—Creo que captó más que su ojo... Jackson, ¿verdad?

Levanté la cabeza, y ambas bocas se curvaron en sonrisas astutas.

—Señoritas, creo que tenemos un ganador —dijo Shaw.

—Sabes una mierda —le contesté.

—Oooh, mira quién está a la defensiva... —Bash se inclinó hacia


adelante sobre sus codos y me golpeó el hombro—. Si no lo quieres, ¿te
importa si me lo quedo yo?

Me di la vuelta tan rápido que Bash tropezó en su silla, y luego,


antes de que pudiera detenerme, mi dedo estaba en su rostro. —No lo
tocarás, maldita sea. —La sonrisa abandonó sus labios y sus ojos se
abrieron de par en par, la contundencia de mi arrebato nos sorprendió a
ambos—. Lo digo en serio, Bash —dije—. Está fuera de los límites,
incluso para ti.

Bash parpadeó, inmediatamente serio, y luego asintió. —Sí. Sí, está


bien, no lo tocaré.

—Bien. —Ignorando la mirada curiosa que Shaw me dirigía, terminé


mi agua, tratando de calmarme de una puta vez. Mi corazón latía tan
fuerte que podía oír el torrente de sangre en mis oídos, y había empezado
a sudar.

Dios, ¿acabo de pelear con mi amigo en el desayuno por un tipo?

—Maldición —dijo Bash, y luego se rio—. No quise tocar un nervio.

—No lo hiciste.

—Por supuesto que no. Estabas listo para atacarme. Te vi crecer


las garras.
—Vete a la mierda, Bash —dije, mordiendo mi hielo.

—¿Puedo llamarte Lobezno?

Cuando gruñí, los labios de Bash se retorcieron en una sonrisa.

—Creo que el nombre te queda bien —dijo, pasando su mano justo


por debajo de mi barbilla—. Mira lo que sucede cuando no te afeitas,
bestia peluda.

Alejando su mano, solté un suspiro exasperado, pero sabía que era


la forma en que Bash rompía la repentina tensión que había surgido. Dios
no permita que me enoje con el tipo por más de cinco segundos… le
saldría una maldita hernia.

Aun así, la molestia persistió, pero no fue su comentario el


problema. No, el asunto era pensar en alguien más con Jackson, y... Dios.
No. No iba a ir allí. Esta mierda se estaba volviendo ridícula.

Empujándome hacia atrás en la mesa, me levanté y saqué la


billetera del bolsillo trasero mientras Bash hacía pucheros.

—¿Adónde vas? —preguntó, y levantó el champán—. Ni siquiera


hemos terminado una botella todavía.

—Tengo que trabajar un poco —dije, poniendo un par de billetes


sobre la mesa. Entonces eché un vistazo a las nubes que se estaban
formando—. Asegúrate de conseguir a alguien que te proteja si se pone
feo. O llámame.

—No se va a poner mal —contestó Bash, y luego inclinó la cabeza


hacia Shaw—. Nuestro místico lo dijo.

—No hace falta ser un psíquico para ver el Canal del Tiempo —dijo
Shaw.

Bash se encogió de hombros. —Se equivocan todo el tiempo. Lo


eres.

Despidiéndome rápidamente de Wanda, me di la vuelta para irme,


pero Shaw gritó mi nombre antes de que pudiera llegar muy lejos.
—¿Seguro que estás bien? —me preguntó cuando miré por encima
de mi hombro, con tono casual, pero sus ojos mostraban una
preocupación de la que no había sido receptor en mucho tiempo.

No era un mentiroso. Para mí, tal vez, pero no para mis amigos. Así
que cuando le hice un pequeño gesto con la cabeza, traté de no sentir
ninguna culpa, porque sabía que probablemente él veía a través de mí.

¿Estaba bien?

No tenía ni puta idea.


Capítulo 7

OTRO DÍA EN Georgia, otra caminata enérgica por el vestíbulo de


AnaVoge, y otra negación que venía venir. Podía sentirlo antes de
atravesar las puertas dobles de cristal a primera hora de la mañana del
lunes, y podía verlo en la cara de la recepcionista mientras me miraba y
me daba una sonrisa forzada.

—Hola de nuevo, Sr. Davenport.

—Buenos días, Astrid —le dije—. Me gustaría ver al Sr. Vogel. —


Fue bastante lamentable que llamara por su nombre de pila a la
recepcionista de AnaVoge, pero después de no recibir nada más que el
buzón de voz de la compañía durante todo el fin de semana, estaba listo
para una entrevista con el enigmático Director General. Cualquier cosa
para no pensar en los eventos del fin de semana y en otro hombre en el
que no tenía que pensar.

—Me temo que el Sr. Vogel no está disponible.

—Por supuesto que sí.

—Pero quería concertar una cita con usted para el jueves a las dos
de la tarde.

Levanté las cejas. —¿En serio? ¿Dentro de cuatro días?

—Sí, señor.

Este tipo se hacía el difícil, y era bueno haciéndome sudar, lo


reconozco. Sin embargo, su táctica de retraso no me disuadiría, así que,
si el jueves era lo que quería, entonces sería el jueves.

—Entonces supongo que a las dos está bien —le dije.


—Te anotare ahora.

Tamborileando mis dedos sobre el mostrador, miré el reloj de la


pared y suspiré hacia adentro. Eran sólo las nueve de la mañana del
lunes, lo que significaba que tenía bastante tiempo para matar, y como
no tenía mucho sentido volar de vuelta a Connecticut sólo para volver,
parecía que estaba atrapado aquí. Tenía que haber algo en lo que ocupar
el tiempo, algo más que clubes de baile y hombres con cabello negro,
ojos enojados y sonrisas arrogantes.

Empujé ese pensamiento de vuelta a los rincones más recónditos


de mi mente. Por ahora.

—Una cosa más —dije, y Astrid levantó la vista—. Ya que parece


que voy a estar aquí por algún tiempo, ¿podría recomendarme algunas
visitas obligatorias de la ciudad?

—Ah, por supuesto —dijo, iluminándose, como si esperara una


pelea y se alegrara de que yo la dejara pasar—. Veamos... siempre está
la playa. Asegúrate de que vas a Dolphin Sands, porque es la mejor playa
pública de la isla y hay un gran bar en el muelle. También puedes
encontrar algunas tiendas a lo largo del malecón, pero eso es
principalmente cosas turísticas, como camisetas, llaveros y souvenirs de
playa. Las compras de verdad están en Ocean Avenue. Muchas cosas
artísticas, como galerías y librerías. También hay algunos buenos cafés
y restaurantes por allí.

Con una sonrisa, asentí. —Gracias, te lo agradezco.

—De nada.

Cuando me giré para irme, una enorme escultura de metal en la


pared a mi derecha me llamó la atención. Era circular, una pintura
abstracta sobre metal con líneas de plata, azules y morados profundos
entretejidos en líneas suaves. Sólo un artista serio podría haber
manejado el metal y la pintura de manera tan impecable, y me quedé allí
admirando la obra de arte durante un buen minuto. Algo así se vería
perfecto en mi oficina.
—Disculpé —dije, volviendo a la recepción—. ¿Podría decirme
dónde puedo encontrar algo como esa pieza de ahí?

—Sí, es uno de nuestros artistas locales. Vende sus cosas en la


galería al final de Ocean Avenue.

Parece que voy a hacer una parada. —Genial. Gracias de nuevo,


Astrid.

—No hay problema, Sr. Davenport. Nos veremos el jueves.

LO PRIMERO QUE HICE después de salir de AnaVoge fue alquilar


un coche, y luego le dejé un mensaje a la secretaria de mi padre para
hacerle saber que mi viaje se había alargado. No estaría contento con la
noticia, pero era mejor que la alternativa: irse con las manos vacías.

Después de tomar un café, bajé por Ocean Avenue. Allí estaba, en


la esquina, la galería Freymond, y pude aparcar en la calle, lo cual fue
sorprendente, considerando todo el tráfico que había visto en el camino.
Concedido, había estado yendo en la dirección opuesta, pero, aun así,
fue una suerte.

Había un caballero mayor justo afuera de la tienda, recogiendo un


letrero emergente en la acera que hablaba de los especiales que estaban
dentro de la galería. Revisé mi reloj otra vez. Seguramente no podrían
estar cerrando a las diez de la mañana. Tal vez sólo está cambiando la
cartelera, pensé, cuando una repentina ráfaga de viento se levantó a
nuestro alrededor, haciendo que el hombre tropezara hacia atrás. Corrí y
le cogí el brazo justo a tiempo, manteniéndolo erguido mientras se
aferraba al letrero.

Sus ojos se arrugaron alrededor de los bordes mientras se


enderezaba y me daba una cansada risita. —Gracias. Ya no soy tan
fuerte como antes.

—No hay problema. ¿Puedo llevarlo adentro por ti? —dije,


señalando el cartel.
—Te lo agradecería.

Le seguí mientras se dirigía hacia la puerta. —¿Siguen abiertos?

—Lo estamos, aunque cerramos temprano desde que viene la


tormenta.

Mi frente se arrugó mientras miraba el cielo oscuro. —¿Cierras


cuando llueve?

—¿Lluvia? —El hombre negó con la cabeza—. Viene una tormenta


tropical, Adelaida. Un poco temprano en la temporada, pero no es algo
inaudito.

Maldita sea. Eso fue lo que obtuve por estar tan preocupado el
último par de días. —No me di cuenta...

—Bah, no debería ser tan malo, pero se ha acelerado, así que


preferimos estar seguros que arrepentidos.

—Claro. Bueno, volveré...

—No, no, no seas tonto, pasa. —Tenía la puerta abierta de par en


par para que pasara, y al pasar, me saludó un enorme león, hecho
enteramente de…

—¿Son neumáticos? —le pregunté.

—Claro que sí. Hay más de donde vino ese, pero los mantenemos
en la parte de atrás, ya que son reptiles y parecen asustar a los niños.

Claro...

—Aprecio que entraras eso —dijo el hombre, dándome palmadas


en el hombro mientras dejaba el cartel—. Tengo que hacer algunas cosas
antes de salir, así que mira a tu alrededor y tómate tu tiempo. Me llamo
Mike. Hazme saber si tienes alguna pregunta o si puedo ayudarte a
encontrar algo.

—Gracias, Mike. No tardaré mucho.


No tuve que aventurarme lejos para encontrar lo que estaba
buscando. Una sección entera de la tienda cerca de la fachada estaba
dedicada al artista cuyo trabajo había visto en AnaVoge. Desde las
modernas esculturas abstractas de mesa hasta el arte mural de varios
paneles, el estilo se reconocía instantáneamente, metal cepillado con un
toque de color. Las piezas eran tan hermosas que no podía dejar de
mirarlas.

—¿Te gustan esas? —dijo Mike, viniendo detrás de mí unos


minutos después—. Recibimos tantas peticiones de sus obras que casi
no podemos tener nada en stock.

—No me sorprende. Vi una pieza en AnaVoge y eso es lo que me


trajó aquí.

—Ah, el abstracto. Sé exactamente a cuál te refieres. No quiero


mostrar parcialidad, pero también es mi favorita.

Pasé mis dedos sobre una pieza de pared rectangular, y aunque


era impresionante, no era exactamente lo que había venido a buscar. —
No tendrás por casualidad ninguno de esas piezas redondas, ¿verdad?

—De hecho, acabamos de vender la última el otro día, pero déjame


llamarlo para ver si tiene algo más bajo la manga —dijo Mike, moviéndose
detrás del mostrador.

—Eso no es necesario.

—Oh, no es ningún problema.

—De verdad, no tienes que… —Empecé, pero ya estaba marcando


el número. Cuando empezó a hablar con la persona al otro lado de la
línea, me alejé para darle un poco de espacio.

La tienda estaba repleta de arte, no tanto como para que pareciera


estar llena, pero tal vez fue la variedad de los diseños lo que la hizo sentir
tan inusual. Junto con la impresionante metalistería, también había
pinturas enmarcadas en las paredes, algunas con paisajes de acuarela,
otras con abstractos y otras con caricaturas humanas. Había más
animales hechos de neumáticos reciclados como los que había visto
cuando entré, escondidos en la parte de atrás, como él había dicho, y
espíritus de papel maché en la parte superior de las mesas esparcidas
por todas partes.

Ecléctico era la palabra que usaría para describir este lugar.

—Bueno —dijo Mike mientras colgaba y yo volvía—, parece que es


tu día de suerte. Acaba de terminar un par de variaciones de esas piezas
durante el fin de semana y dijo que puedes pasarte y llevarte una.

—¿Pasar por allí? Como... ¿junto a su casa? —Debí parecer tan


desconcertado como me sentía, porque Mike se rio.

—Así es como hacemos las cosas aquí abajo. Si prefieres recogerlo


aquí, no hay problema. Puede que tarde un par de días en dejarlos.

—No, está bien. No me importa ir a recogerlo —Sí, definitivamente


es un mundo diferente aquí abajo. Algo que encontré que había olvidado
desde que me fui.

—Genial —dijo, arrancando un papel de recibo y anotando la


dirección en un garabato desordenado—. Oh, y asegúrate de llevar
efectivo o cheque, ya que no tiene lector de tarjetas.

Tomé la dirección y le estreché la mano. —Lo haré.

—Espero que encuentres exactamente lo que buscas.

EL CIELO ERA GRIS, y se oscurecía más a cada minuto. Gotas


gordas salpicaban el parabrisas mientras conducía por la carretera de dos
carriles. Esta era la parte de la isla a la que siempre había oído referirme
como ‘dinero viejo’, y conduciendo a través de ella, era evidente por qué.
Las casas eran más grandes, más antiguas, pero de estilo colonial,
muchas de ellas con columnas o porches envolventes, perfectas para los
días perezosos y los julepes de menta. Con la sección de robles cubiertos
de musgo español más adelante, curvados sobre la carretera como si
estuvieran cogidos de la mano, fue fácil olvidar que las playas de arena
estaban a sólo un par de kilómetros de distancia.

Cuando pasé por el saliente, recordé la primera vez que me habían


conducido por este camino. Al final de la línea de árboles, el conductor
de mi padre había girado a la derecha, por un largo camino que nos llevó
a South Haven All-boys Academy2, la prestigiosa escuela a la que me
habían enviado en mis años de bachillerato.

Pero, si seguía recto, por la forma en que el GPS me decía que lo


hiciera, la carretera me llevaba a un lugar en el que ya había estado varias
veces antes.

Por favor, no me dejes pasar por ahí. Por cualquier lugar menos allí.

Sí, pero eso es lo que pasa con los mapas de los teléfonos
móviles… ellos no escuchan, joder.

Cuanto más lejos conducía, más nervioso me ponía. De ninguna


manera. La isla era pequeña, pero no podía ser tan pequeña. Pero lo era.

Deteniéndome frente al largo camino de entrada en Braden18, el


último al final del camino, no podía creer mi mala suerte. De toda la gente
y de todos los lugares, tuve que terminar aquí. En la casa que pertenecía
a la abuela de Lucas.

Me senté allí, con las manos sudorosas y el motor encendido,


mientras una oleada de nervios me inundaba. ¿Todavía vivía allí? Era
muy probable. Aunque existía la posibilidad de que ella vendiera la
propiedad al artista que ahora me estaba esperando...

Por otro lado, dudaba de que el hogar no estuviera todavía en la


familia, lo que significaba que ella o Lucas o ambos podrían estar dentro.
En ese caso, podría volver a la ciudad ahora y nadie se daría cuenta.

Esto último también significaba que perdería la oportunidad de decir


el discurso de ‘lo siento’ en el que había pensado todo el fin de semana,
después de no haber pronunciado nada ni remotamente parecido el

2
Academia sólo para chicos.
viernes. Lo que debería haber salido de mi boca en el momento en que
vi a Lucas.

Sin un segundo más de demora, presioné el acelerador y me dirigí


a la entrada de la casa.

La antigua casa de Sullivan se alejaba de la carretera, escondida


por gruesos árboles, durante unos cien metros, y luego se abría en un
enorme claro con la residencia en el lado opuesto. Una casa blanca de
dos pisos con balcones dobles sobredimensionados se mantenía alta y
majestuosa contra los robles y magnolios. Se veía exactamente igual que
la última vez que la vi, aunque con una capa de pintura fresca.

Estacioné el coche detrás de una camioneta negra, sujeté el volante


y respiré hondo. Si Lucas vivía aquí, entonces esto era probablemente
algo bueno. Ser capaz de hablar cara a cara sin tener de fondo un callejón
o un club o cualquier otra distracción. Todavía podía ver la indiferencia
en su cara el viernes, la frialdad con la que me había tratado. ¿Pero eso
sería así cuando estuviera a solas conmigo?

Solo hay una forma de saberlo.

La lluvia era todavía una llovizna constante cuando salí del coche,
pero no lo suficiente como para justificar un paraguas, aunque si había
una tormenta que se dirigía hacia aquí, no sería el caso por mucho más
tiempo. Justo cuando estaba a punto de subir por la vereda de la entrada,
el sonido del chirrido del metal me detuvo en mi camino y me hizo cambiar
de dirección hacia el patio trasero.

Alrededor de la casa, me di cuenta del dulce olor de la madreselva


en el aire que se mezclaba con la lluvia fresca y la brisa cálida. Esa
combinación siempre me recordó a las noches en que nos sentamos en
las mecedoras en el porche trasero de su abuela y observabamos cómo
pasaban las tormentas antes de volver a la academia. En ese entonces
ni siquiera me había dado cuenta de lo que estaba pasando. Que estaba
cayendo en algo para lo que no estaba preparado y que no podía
controlar. Y ahora, más que nada, necesitaba entender. Tener algún tipo
de cierre en ese capítulo de mi vida, porque los años no habían hecho
desaparecer la forma en que mi corazón golpeaba dentro de mi pecho
cada vez que pensaba en Lucas.

Ya no estaba el pequeño cobertizo original que había almacenado


las herramientas de jardinería de Gram, en su lugar había un garaje lo
suficientemente grande como para acomodar un par de botes con
transportadores. Sin embargo, a juzgar por el sonido de los continuos
zumbidos y chillidos de la maquinaria que provenía de las puertas
abiertas al estilo de un granero, no parecía que albergara barcos o
vehículos.

Mis sospechas fueron confirmadas mientras miraba dentro. El


hombre que estaba parado en una mesa de trabajo con chispas delante
de él era definitivamente Lucas. Incluso con la cara cubierta de ropa
protectora y mirando hacia otro lado, me di cuenta por la forma en que la
camisa de franela roja que llevaba se estirada contra su fuerte espalda y
cómo el ajuste apretado de sus vaqueros no hacía más que mejorar su
trasero... Espera. Mierda.

Pasando la mano por mi cabello, traté de apartar los ojos, pero ellos
seguían volviendo al hombre solitario en ese gran espacio. No necesitaba
contemplarlo de esa manera. No estaba bien, y, encima, como si él
quisiera que lo revisara. Porque, mierda, eso era lo que estaba haciendo,
revisándolo.

El pensamiento me dejó atónito. Después de salir de South Haven,


había mirado a muchos chicos cuando nadie me veía, esperando sentir
la misma atracción que sentía por Lucas. Pero nunca pasó. Claro, me di
cuenta si un hombre era sexy, pero de la misma manera en que noté que
las mujeres eran sexy… y como eran las mujeres las que se me
insinuaban, las mujeres con las que salía o hacia las que me presionaba,
entonces ellas sólo habían sido la progresión natural.

Me había convencido de que todo había sido una casualidad. Que


Lucas y yo habíamos sido el producto de ser adolescentes cachondos en
una escuela de varones que se habían acercado y estaban abiertos a
experimentar. Volviendo a Connecticut, pensé que sería más fácil
olvidarlo...
Pero mirándolo ahora a sólo unos metros de distancia de mí...
¿cómo es que alguna vez me pude alejar?

Lucas apagó entonces la máquina, dejando toda la habitación en


un silencio ensordecedor, y después de ponerla sobre la mesa, levantó
la parte delantera de su máscara. Me seguía dando la espalda, pero me
di cuenta en el momento en que supo que estaba allí porque todo su
cuerpo se quedó completamente inmóvil.

Entonces, sin siquiera darse la vuelta, dijo: —¿Qué estás haciendo


aquí?
Capítulo 8

ALGUIEN ME ESTABA OBSERVANDO, pero no me preocupé


porque a) conocía a todo el mundo en esta isla, y b) nadie con un poco
de sentido común se acercaría a Lucas Sullivan con una esmeriladora en
la mano. Así que me tomé mi tiempo para terminar los bordes de la
guitarra de acero en la que estaba trabajando, alisándolos por todos los
lados antes de parar la máquina. Empujando mi máscara, me limpié el
sudor de la frente cortesía del calor húmedo dentro del garaje, algo que
ni siquiera la brisa que entraba por la puerta abierta había sido capaz de
enfriar como esperaba.

Mientras me quitaba el casco, los pelos de la nuca se me pusieron


de punta, diciéndome todo lo que necesitaba saber sobre mi visitante. No
sabía cómo lo sabía, pero lo sabía. No era cualquiera el que estaba detrás
de mí, era Jackson.

Mierda, fue bueno que apagara la maldita máquina primero.


Cerrando los ojos, le dije: —¿Qué estás haciendo aquí?

Pasos tímidos se arrastraron a lo largo del hormigón. —Me dijeron


que viniera.

—¿Qué? —Mis ojos se abrieron mientras me daba la vuelta. Y por


supuesto, ahí estaba, Jackson Davenport, de pie, con pantalones de
vestir grises, camisa con botones y corbata. Incluso con las mangas
enrolladas, parecía fuera de lugar en mi polvoriento taller. Fuera de lugar,
tal vez, pero cada cabello de su hermosa cabeza de mierda todavía
estaba en su lugar, incluso con vientos de treinta kilómetros por hora.
Entrecerré los ojos—. ¿Quién te dijo que vinieras? Espera, no. Déjame
adivinar. ¿Shaw?
—¿Shaw? ¿El camarero?

—Suena como algo que ese imbécil haría —murmuré, quitándome


los guantes. Los tiré encima del mostrador de trabajo y luego me crucé
de brazos.

—En realidad, estoy aquí por la obra de arte. Mike, de la galería, te


llamó y dijiste que pasara por aquí, así que... aquí estoy.

Oh. Cierto. La pieza. Mierda. Espera... ¿Jackson quería mi trabajo?


Y tuvo la osadía de venir aquí y...

—No me di cuenta de que eras tú —dijo.

Claro que no, pensé, incluso mientras mi mirada viajaba sobre su


cuerpo. Jesús, ¿tenía que verse tan bien? La lluvia había hecho que su
camisa se pegara a su pecho y sus bíceps, revelando cuán grande era
en realidad. Parecía que pasaba todo el tiempo en el gimnasio, no yendo
a reuniones de negocios o lo que fuera que hiciera ahora. Aunque si
tuviera que adivinarlo, diría que trabajaba para su padre. Ese siempre
había sido el plan...

—¿Habrías cambiado tu opinión sobre venir? —dije, y tan pronto


como las palabras salieron de mi boca, quise patear mi propio trasero. No
me importaba cuál era la respuesta, y no me importaba por qué estaba
aquí; sólo importaba que se fuera.

Jackson pareció pensarlo un momento y luego negó con la cabeza.


—No. Aun así, habría venido.

Mi cuerpo respondió a eso con un escalofrío que le recé a Dios por


qué no hubiera sido visible. Maldito traidor. Él te rompió el corazón, me
recordé a mí mismo. El casi te quiebra.

—Debí haber sabido que eras tú —continuó Jackson—. Eres un


hombre con talento. Siempre lo has sido.

¿Talentoso con mis manos, quieres decir? Sí, lo soy, y tú lo sabes.


En este momento, sin embargo, no quería nada más que usar estas
manos para destrozar al bastardo, para arrancarle el corazón de la misma
manera cruel en que él lo había hecho con el mío. ¿Cómo puede estar
ahí tan tranquilo y sereno, como si no hubiera suficiente tensión en el aire
para ahogarnos a los dos? Porque no significaste nada. Porque es un
niño rico de papá que consiguió todo lo que quería. Porque confiaste en
él y te mintió.

La sangre hervía en mis venas, pero traté de mantener mi cara


normal. Si a él no le importaba, entonces a mí tampoco, y que me
condenen si mostraba debilidad frente a este hombre. Cuanto antes
volviera a salir de mi vida, mejor.

Asentí hacía la pieza que había terminado antes. —Está por allí.

—Genial. Gracias. —Se acercó y se arrodilló a su lado, y luego sus


grandes manos corrieron sobre el acero con reverencia—. Esto es
realmente hermoso, Lucas.

Manteniendo la boca cerrada, continué observando sus dedos


suaves sobre las curvas, su admiración evidente. Lo acarició como si
fuera la cosa más grande que había tocado, y no podía apartar la mirada,
tanto como quería hacerlo.

—Mike dijo que tienes muchos seguidores, que no pueden tener


casi nada en stock. —Los ojos azules de Jackson, uno mucho más oscuro
que el otro, se me acercaron y sonrió.

Ahh, así que así es como sería. Me hablaba en un intento de ser


amigable, y luego conseguía lo que quería y se marchaba. Bueno, a la
mierda con eso. No iba recibir ninguna sutileza de mi parte.

—Me mantengo ocupado.

—Me lo creo. —Finalmente se dio cuenta de que no estaba de


humor para charlar, así que su sonrisa desapareció y se puso de pie—.
¿Cuánto? —preguntó, sacando su cartera del bolsillo de su pantalón.

—Nada. Es tuya.

La mano de Jackson se paralizo. —Estoy aquí para comprar tus


obras de arte, no para robarlas.

—No quiero tu dinero.


Miró los billetes que tenía en la mano y luego me miró a mí. —
¿Tienen algo de malo?

—Sí. Apesta a tu viejo. —El veneno salió antes de que pudiera


contenerlo, una reacción automática, como si fuera una serpiente que
había sido pisada.

Y ahí va mi cara de póquer. Bah, que se joda.

—Guau. —Jackson dio un silbido bajo y levantó la ceja, pero guardo


los billetes dentro y metió la billetera en su bolsillo—. De acuerdo. Ahora
estamos llegando a algo.

Con un resoplido, negué con la cabeza. —Ahí es donde te


equivocas. No estamos llegando a nada. Recogerás esa pieza, te
meterás en tu coche y volverás al lugar al que perteneces.

Parpadeó. —¿Disculpa?

—Ya me has oído. Ya tienes lo que viniste a buscar, y como dije,


soy un tipo ocupado. Disfrútala.

Una repentina ráfaga de viento sopló, enviando uno de mis planos


volando de la mesa y desviando mi atención. Lo cogí antes de que
pudiera desaparecer por la puerta abierta y luego lo metí dentro de uno
de los cajones de la mesa de trabajo. La lluvia estaba empezando a
aumentar fuera, y por mucho que odiara hacerlo, necesitaba prepararme
para el día. Demasiado para unas pocas horas más productivas.
Desenchufé toda la maquinaria y guardé mi casco y mis guantes,
ignorando a Jackson para que tomara la pieza y se largara.

—No. —La voz de Jackson sonaba fuerte y clara, y cuando me di


la vuelta, sus hombros estaban rectos y la mirada en su cara decía que
no tenía intención de ir a ninguna parte.

Pero ahora estaba de mal humor, así que me encogí de hombros.

—No, ¿no la disfrutarás?

—No, no me voy. Todavía no. —Con su fuerte mandíbula apretada


y sus ojos ardiendo, tenía a mi polla saltando como si estuviera
hambrienta y sólo su boca pudiera satisfacerla—. No me diste la
oportunidad de decir lo que necesitaba decir el viernes, y si tengo que
obligarte a la fuerza a escuchar hoy, lo haré.

Con la palabra ‘fuerza’ y la imagen de él haciendo precisamente


eso, sentí la necesidad de agacharme y ajustarme, pero mi autocontrol
era más fuerte. —Cuidado, Jackson. Puede que recuerdes lo mucho que
me gusta eso.

Tragó saliva. —Lucas, necesito...

¡ZAS! El viento pateó una de las puertas del garaje, la pesada


madera cerró tan fuerte que algunas de mis herramientas en la pared
cercana cayeron al suelo. Con una maldición, corrí para cerrar la otra
puerta, pero las ráfagas eran demasiado fuertes, manteniéndola pegada
a la pared exterior. Gruñí y volví a tirar de ella cuando la lluvia golpeó mi
rostro, y luego Jackson estaba a mi lado, sus fuertes brazos sacudieron
fácilmente la puerta hacia adelante, y logramos agarrarla lo suficiente
como para que el viento ayudara a cerrarla.

Me limpié la cara en la manga de la camisa, y cuando levanté la


vista, Jackson pasó su mano por su pelo mojado y levantó una ceja. —
Se está poniendo feo ahí fuera —dijo.

Sí, no me digas. Y el empeoramiento del tiempo no pareció


motivarlo a dirigirse hacia la puerta, y si se quedaba aquí más tiempo…

—Necesito hablar contigo —dijo.

—Eso es lo que has dicho. —No vi qué podía ser tan importante,
no en este momento. Nunca jamás. Jesús, ¿por qué no se fue hace diez
minutos cuando se lo había dicho? Con un suspiro, me pellizqué el puente
de la nariz y le pregunté: —¿Dónde te alojas?

—¿Por qué?

—Sólo responde la pregunta.

Jackson dudó. —En el Rosemont.


Maldito infierno. El Rosemont estaba fuera de la isla, y con la forma
en que la tormenta estaba comenzando a golpear, no tenía suficiente
tiempo para llegar allí antes de que las cosas se pusieran feas. Genial.
Jodidamente genial. A cualquier otro sitio y lo habría enviado en su
camino, pero no. Tuvo que hacer las cosas difíciles. Esto era lo último
que quería hacer, pero ahora no tenía elección.

Le quité las llaves del coche de la mano.

—¿Qué demonios? —dijo mientras me guardaba las llaves en el


bolsillo y volvía a colgar las herramientas que habían caído al suelo. Me
pisó los talones, protestando todo el camino—. ¿Qué crees que estás
haciendo?

—¿Qué te parece que estoy haciendo? No puedo dejar que te


vayas ahora. Dios no permita que una tromba de agua intercepte tu
trasero en el puente. No necesito eso en mi conciencia.

—Lucas, dame las llaves. No está tan lejos.

—Lástima —dije, apagando las luces del garaje y lanzándonos a la


oscuridad. Luego abrí una de las puertas lo suficiente como para
deslizarme y la sostuve hasta que salió a regañadientes, y luego ambos
corrimos la corta distancia hasta el porche trasero.

Sí, no lo había pensado bien. ¿Tener a Jackson en cuartos cerrados


mientras pasaba la tormenta? Esto no era bueno. Esto no estaba nada
bien, pero no era un completo imbécil enviando a la gente con ganas de
morir.

Una vez adentro, me quité los zapatos en el recibidor, y agarré un


par de toallas de playa, tirando una en su dirección y secándome la cara
con la otra. Mi ropa estaba empapada, y no me atreví a mirar a Jackson
para ver que la suya estaría igual. Se aferraría a todos los músculos que
tenía, y no necesitaba ver eso.

Escapando por el pasillo sin decir una palabra, lo dejé que me


siguiera. Tuve que felicitarme mentalmente por el camino a la cocina,
porque al menos mantenía la casa limpia a pesar de que raramente tenía
visitas.
—¿Estás enfadado conmigo? —preguntó.

Abrí el refrigerador, agarré un par de botellas de agua y luego tiré


una en su dirección.

—¿Se supone que tenía que estar extasiado de verte? ¿Feliz de


pasar unas horas atrapado en lugares cerrados mientras la tormenta
pasa? —Negué con la cabeza y luego bebí la mitad de la botella de un
trago largo.

—Actúas como si lo hubiera hecho a propósito.

—¿No lo hiciste?

Jackson me miró entonces con una expresión sincera. —Tú sabes


que no es así.

Terminé la botella y la tiré a la papelera de reciclaje.

—Incorrecto. No sé nada sobre ti. Ahora, si me disculpas, necesito


una ducha antes de que perdamos el agua. Hay otro baño al final del
pasillo y a la derecha si quieres una —le dije, ya a mitad de la escalera
hacía mi habitación. Entonces me di cuenta de a quién dejaba abajo y
añadí: —Quédate. No te quedes. Lo que sea.

—Me quitaste las llaves.

—Supongo que tendrás que caminar si quieres irte, entonces.

—Lucas.

Una palabra de él y estaba mirando por encima de mi hombro a sus


ojos serios. —No voy a ninguna parte —dijo.

Sí, ya lo has dicho antes, pensé, antes de continuar subiendo las


escaleras.
Capítulo 9

NO SABÍA QUE PENSAR de mí al tragarme la amargura de Lucas


más fácilmente que su impasibilidad. Le hice daño, eso era obvio. Si no,
no habría atacado. Esa revelación me hizo suspirar de alivio, porque la
idea de que no le importara una mierda lo que pasó entre nosotros, me
dolía más que cualquier odio que me pudiera lanzar. Al menos ahora
había empujado un punto vulnerable y doloroso. Al menos ahora sabía
que le importaba. O lo había hecho.

El suave sonido del agua que goteaba sobre la madera dura de mi


ropa empapada me hizo moverme por el pasillo hacia el baño que él
mencionó. Y si recordara bien...

Abrí un juego de puertas retráctiles al otro lado del baño para


revelar una lavadora y una secadora, completamente nuevas, pero en el
mismo lugar donde había visto canastas plegables de ropa de Gram hace
años. Después de mirar detrás de mí para asegurarme de que seguía
solo, me quité la camisa, seguido de los pantalones, y los puse en la
secadora. Luego la puse en marcha, tomé una toalla del cubículo superior
y me sumergí en el baño para ducharme.

Todavía había agua hirviendo, incluso con Lucas duchándose


arriba, pero me enjuagué rápidamente de todos modos y luego me
envolví con la toalla alrededor de la cintura.

En el pasillo, los marcos de las fotos todavía estaban en las


paredes, de la misma manera que los recordaba, y me detuve frente a
uno de Lucas y sus padres, tomada poco antes de que él llegara a South
Haven. Con su cabello negro y su piel bronceada, era la viva imagen de
su padre soldador, especialmente ahora, y Lucas siempre dijo que, a su
madre, una artista de cabello rubio, le gustaba dibujar.
Mmm. Había combinado los trabajos de soldadura y arte de sus
padres para hacer algo propio.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?

Con el tono de enojo de Lucas, me giré hacia donde él estaba al


final del pasillo, con los ojos encendidos. Y maldita sea. Recién duchado
se veía tan bien como con su ropa mojada por la lluvia. Se había puesto
un par de vaqueros rasgados y una camiseta azul de Seattle, que estaba
tan descolorida que probablemente la compró para recordar su ciudad
natal antes de mudarse al sur, y su cabello aún estaba mojado y casi
puntiagudo en la parte superior. Es increíble lo guapo que seguía
estando. Su cuerpo estaba ligeramente tonificado en la forma en que uno
sabía qué hacía trabajo físico para ganarse la vida, y había una confianza
puesta en sus hombros que sólo había visto en la escuela. En un
momento dado, él se recuperaría por completo, y un arrepentimiento
retorcido en mis entrañas me decía que lo había echado de menos.

—¿Qué coño haces con una toalla? —dijo, sacándome de mis


pensamientos—. ¿Perdiste tu ropa en alguna parte?

—Me dijiste que me duchara.

—No te dije que corrieras por mi casa desnudo.

Bueno, no, no me lo había dicho, pero a juzgar por la mirada


acalorada, no le importaba tanto como protestaba.

Sujetando la toalla en su lugar, me encogí de hombros. —No estoy


completamente desnudo. Además, ¿querías que me sentara en tu sofá
con la ropa mojada? La metí a la secadora que aún funciona. Estará lista
en unos minutos.

Lucas suspiró molesto mientras evitaba mi pecho desnudo, pero


eso significó que su mirada cayó a la única parte cubierta de mí, y se
quedó allí por debajo de mi cintura lo suficiente como para que mi polla
se pusiera de pie e inmediatamente se dio cuenta. Los ojos de Lucas se
abrieron de par en par ante la reacción involuntaria bajo mi toalla, y tosió
antes de girar sobre sus talones. —Siéntete como en tu casa entonces,
supongo.
Guau... Todavía lo pongo nervioso. Una sonrisa cruzó mis labios al
pensarlo. Todavía pongo nervioso a este hombre sexy y seguro de sí
mismo. Eso probablemente no debería habérmelo hecho más difícil, pero
lo hizo. Me agaché para controlarme, pellizcando la cabeza de mi semi
erección. —Lo haré —le dije.

Pero antes de llegar a la puerta de la cocina, Lucas se detuvo, y un


segundo después dijo: —¿Tienes hambre? —El estruendo de mi
estómago respondió a la pregunta por mí, y asintió antes de dirigirse a la
cocina.

Fue gracioso... por muy rencoroso que fuera al decirme que me


sintiera como en casa, los modales de Lucas no le permitían no ofrecer
comida ni un lugar para resguardarse de la tormenta. Tan pomposo como
quería ser, y con todas las palabras de enojo que quería decirme, yo las
tomaría, porque en el fondo, Lucas era un alma buena. Puede que ahora
sea diferente, pero esa parte de él nunca cambiaría. Y eso me hizo querer
conocer al hombre que había perdido.

Cuando lo seguí hasta la cocina, me ignoró y se puso a preparar


sándwiches de carne, pan y condimentos. Me senté en uno de los
taburetes de la barra de la isla, y siguió evitando mirar en mi dirección.
Pero el que no me mirara me dio mucho tiempo para vigilarlo, algo que
no deseaba si el ruido de los platos que dejó caer a propósito y el golpeteo
de los cajones de los utensilios eran un indicio de ello.

—No te estoy distrayendo, ¿verdad? —Le pregunté. Y ahí voy de


nuevo, tentando mi suerte.

—Sí. Lo estas.

—¿Soy yo o mi desnudez la que más te molesta?

La mano de Lucas se detuvo donde había estado untando


mayonesa en una rebanada de pan. —Tu presencia en general es
irritante e indeseable.
Reprimí una carcajada. Qué manera de ser abrupto. —Eres un poco
más directo de lo que solías ser.

—Cuando dije que tenías que quedarte y esperar, no dije que


recordáramos tiempos pasados.

—¿Entonces no podemos hablar?

—No tengo nada que decirte.

—Nada agradable, querrás decir —dije—. Bueno, está bien, porque


yo si tengo algo que decirte.

—Jackson, no quiero oírlo.

—Lo oirás quieras o no. Tengo que decirlo.

—Veras, esto es lo que pasa. —Me apuntó con un cuchillo para


mantequilla y me miró fijamente—. No quiero oír una disculpa a medias o
lo que sea que quieras decirme, así que mejor que te ahorras el aliento.
Llegas ocho años tarde y no me interesa.

Bueno, supongo que pensó que eso lo arreglaría.


Desafortunadamente para él, teníamos unas horas para matar, y no le
hacía bien el silencio. Parecía reaccionar sólo cuando lo pinchaban, así
que le devolví la sonrisa cuando le dije: —Eres un poco egoísta y
testarudo. ¿Cuándo pasó eso?

El cuchillo se estremeció contra la mesa. —¿Soy egoísta? ¿Yo soy


egoísta?

—Mmmm. Pareces serlo.

—Bueno. Al menos sabrías algo de eso.

Mi sonrisa se desvaneció. —¿Qué se supone que significa eso?

—Sabes exactamente lo que eso significa. —Dobló unas cuantas


rebanadas de jamón, pavo y queso sobre los sándwiches, negando con
la cabeza todo el tiempo.
—De acuerdo. Vamos a sacarlo todo a la luz. Estás molesto porque
me fui.

—No —dijo, empujando el plato en mi dirección con suficiente


fuerza que tuve que atrapar el sándwich antes de que se deslizara—. No
puedes asumir nada sobre mí.

—Al menos, al final estoy teniendo una reacción. Por un momento


pensé que te habías olvidado de mí.

—Ojalá pudiera olvidarte —murmuró, sacando una cerveza de la


nevera y luego cerrándola. Después le quitó la tapa, la tiró a un lado y le
dio un trago.

Jesús. Eso pica, joder. Tragué más allá del nudo en la garganta. —
¿En serio? Así de fácil es para ti, ¿eh?

—Sí.

—Vaya. ¿Tu abuela sabe que te convertiste en un imbécil?

—La abuela está muerta.

Mi mandíbula se cerró mientras esas dos palabras hacían que mi


cabeza girara, y las palabras que habían estado en el extremo de mi
lengua desaparecieron. Mierda, ¿su abuela estaba... muerta? Qué
manera de meter la pata, imbécil.

—Lucas, lo…

—¿Lo sientes? —Respiró y se apoyó en la barra de la isla—. Ya te


dije que no malgastes tu aliento con esa mierda.

—Sin embargo. Lo siento. Sé que ella significaba mucho para ti.

Su mirada se quedó en la ventana que daba al patio trasero


mientras tomaba otro sorbo de su cerveza. No tenía que decir nada para
que supiera cuánto le dolió su muerte… sin importar cuando ocurrió.
Seguía doliendo. Dios, no le quedaba nadie, ¿verdad?

Como si hubiera oído mis pensamientos, se encogió de hombros,


como si dijera “la mierda pasa”. Y luego, para cerrar la conversación,
recogió su sándwich y comimos en un silencio tenso. Ya había empujado
suficiente al oso por hoy. No podía comunicarme con un Lucas defensivo,
así que una vez que el furioso rubor rojo se deslizó por debajo del cuello
de su camiseta, me prometí refrenarlo.

Una vez que terminé de almorzar y me negué a repetir, llevó


nuestros platos al fregadero y los lavó y secó mientras yo iba a revisar mi
ropa. Estaban lo suficientemente secas, así que me vestí rápidamente y
colgué la toalla sobre la rejilla del baño. Cuando regresé a la cocina,
subiéndome las mangas de mi camisa por los antebrazos, Lucas todavía
estaba en el fregadero. Su espalda estaba hacia mí, sus manos
extendidas sobre el mostrador mientras miraba fijamente la lluvia que se
reunía en charcos alrededor del patio.

Tenía toda la intención de dejarlo solo con sus pensamientos, pero


antes de que pudiera escabullirme, su tranquila voz se agarró.

—¿Por qué estás aquí, Jackson?

—Porque no me dejaste irme. —Cuando eso no le hizo mirar hacia


mí o sonreír, me quedé sin aliento—. Tenía una reunión de trabajo... —
Empecé, pero me hizo señas para que me callara.

—No, no me refiero a la excusa de mierda sobre el trabajo o


comprar la pieza. Quiero decir, ¿por qué me buscaste el viernes?

——Yo… —¿Por qué había ido a buscarlo? No era sólo para decir
que lo sentía, que ni siquiera se me había pasado por la cabeza en ese
momento. Pero ni siquiera yo podía entender el porqué—. No lo sé.

—No lo sabes.

—Escuché tu nombre en un restaurante esa mañana, y… tenía que


verte.

Lucas bajó la cabeza, frotándose entre las cejas con el pulgar, y de


alguna manera supe que sus ojos estaban cerrados como si estuviera
rezando. —Jackson... —susurró—. No deberías haber venido aquí.

A lo lejos, hubo un golpe, como la caída de madera, y luego... las


luces se apagaron.
Capítulo 10

SOLO JODIDAMENTE PERFECTO. Realmente, qué oportuno. Le


di una patada al panel del generador de emergencia y exhalé.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Jackson detrás de mí, donde me


arrodillé junto a la maldita cosa vieja en el sótano.

—El generador necesita ser reparado. —Me puse de pie y le di una


patada en el costado por si acaso, pero a diferencia de las películas en
las que la máquina se reiniciaba por arte de magia, sólo gimió en
respuesta—. Espero que no le tengas miedo a la oscuridad.

Jackson puso los ojos en blanco. —Nunca le tuve miedo a la


oscuridad.

—Mentira. Lo tenías.

—No. Tipo equivocado.

—Parece que sufres de algún tipo de amnesia. O bloqueaste un


incidente específico...

—Si te refieres al hecho de que no fui el primero en querer caminar


por el bosque por la noche, entonces me pillaste. Sé todo sobre los
caimanes de esta isla.

—Se adhieren a un camino, no al bosque.

—Hay una primera vez para todo, y entre las mandíbulas de un


caimán no es como quiero irme.
—¿Pero no te importaría si fuera entre las mandíbulas de alguien
más? —Sonreí durante la insinuación sexual hasta que recordé a quién
le estaba sonriendo.

Jesús, Lucas, cállate la boca.

Cerrando la boca, volví a subir las escaleras hacia el cobertizo de


madera donde guardaba todas las velas, y agarré unos cuantos frascos
perfumados y un encendedor.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Jackson mientras yo ponía las


velas alrededor de la sala de estar.

—No.

—Puedo encenderlas por ti.

—Yo también puedo.

Suspiró, pero no dijo una palabra más. En vez de eso, se sentó en


un extremo del sofá y observó cómo encendía las mechas. La habitación
se había oscurecido cuando el viento aulló y la lluvia y el granizo cayeron
sobre el techo y las ventanas, pero las velas emitieron un resplandor
reconfortante.

—Esto es acogedor —dijo Jackson cuando me senté en el sillón,


tan lejos de él como pude.

No era estúpido; de ninguna manera estaba arriesgando algo al


sentarme cerca de él. Todavía estaba muy enfadado. Incluso después de
todo este tiempo. Pensé que lo había superado. Lo acepté, lo superé.
Pero verlo de nuevo me trajo cada gramo de dolor y vergüenza que había
sentido en aquel entonces, lo que me enojó porque significaba que aún
estaba quebrado. Y todo fue por su maldita culpa.

¿Y luego para que él me dijera que tenía que verme? ¿Que ni


siquiera sabía por qué? ¿Cómo se supone que iba a tomar eso? Me dijo
sin dudarlo que no quería volver a verme. Pero no sólo se había
presentado en Argos, sino también en mi propia casa. Era casi
demasiado perfecto cómo funcionó todo, él viniendo aquí, atascándonos
en lugares estrechos, pero, por supuesto, pensar que Jackson de alguna
manera había planeado todo para que sucediera de esta manera era
ridículo. Fue una coincidencia, aunque en el fondo de mi mente podía oír
a Shaw diciéndome que nada era una coincidencia.

Jódete, Shaw.

—Así que, si no podemos hablar, ¿tienes alguna otra idea?


Damas... charadas... ¿quieres perder en una partida de cartas? — sonrió
Jackson, intentando burlarse de mí para volver a una conversación
superficial.

Pero yo tenía una idea diferente, una que requería algo que me
ayudara a soportar cualquier conocimiento que saliera de ella, así que fui
a la cocina a tomar un par de cervezas y le pasé una antes de caer de
nuevo en el sillón reclinable.

Después de tomar un largo trago de la fría cerveza, estiré las


piernas delante de mí y las crucé por los tobillos, poniéndome lo más
cómodo posible para lo que estaba a punto de venir. Me preparé
casualmente. —¿Querías hablar? Así que habla.

Los ojos de Jackson se abrieron de par en par, como si fuera lo


último que esperaba que saliera de mi boca. Pero debe haber sabido que
tenía poco tiempo para decir lo que había venido a decir, porque no lo
dudó. —Lo siento, Lucas. Fui un cobarde, y debería haberte dicho esa
noche lo que estaba pasando, pero... —Buscó las palabras—, no quería
que te involucraras.

Le arranque la etiqueta a la cerveza. —No querías que me


involucrara...

—Más de lo que ya estabas.

—No era realmente tu decisión, ¿verdad?

Jackson frunció el ceño y enrolló la botella entre sus manos.

—Supongo que no. Sólo sabía cómo era mi padre, y era más fácil...

—Irte en medio de la noche sin decir adiós. Claro.

—Tienes todo el derecho a estar molesto.


—Sí, lo sé.

—Lo siento si te hice daño.

Maldiciendo mis labios, asentí y tomé un trago de mi cerveza.


Apenas había arañado la punta del iceberg, y esperé a que continuara
con las disculpas, pero él sólo se sentó allí expectante. La luz de las velas
pasó por sus rasgos, las sombras profundizando sus pómulos cincelados
y su fuerte mandíbula. Me preguntaba cuántas veces al día podría
condenarlo por ser tan hermoso.

—¿Eso es todo? —le pregunté.

—No. —Inclinado hacia adelante con los codos sobre las rodillas,
se frotó lentamente las manos y respiró hondo—. Lucas... a mí también
me dolió. Dejarte.

El ruido sordo que oí y sentí fue mi corazón cayendo de pie mientras


escuchaba su revelación. Iba en contra de todo lo que sabía, de todo lo
que me habían dicho. Se había ido por su propia voluntad, y sus acciones
después... bueno, no había excusa para lo que había sucedido entonces.
Y todavía no había oído una disculpa por eso.

Jackson terminó su cerveza y luego puso la botella vacía en la mesa


de café frente a él. —Tal vez no me creas. No te culparía ni un poco. Y
sé que has superado todo esto, pero… estar aquí, verte de nuevo. Tenía
que decírtelo al menos. —Siguió adelante... Y yo creía que también lo
había hecho.

Jackson aclaró su garganta y se movió incómodamente en el sofá.


—Sin embargo, hay algo por lo que tengo un poco de curiosidad. —
Levanté una ceja, y sus ojos desparejos bajaron hasta mi cuello.

—¿Cómo conseguiste mi collar? —preguntó.

Levantando mis dedos automáticamente hacia el colgante que


siempre llevaba, dije: —¿Tu collar?

—Bueno... a menos que te hayas hecho una réplica, lo que... sí,


supongo que es totalmente posible. Lo siento. Olvida lo que dije.
Mi mandíbula se abrió y cerró mientras intentaba procesar lo que
estaba diciendo. ¿Estaba tratando de decirme que no lo recordaba? La
mayor bofetada en mi cara y la fuente de mi humillación y dolor, ¿y él no
lo recordaba?

—Que te den —le dije, saliendo corriendo del sillón. El impulso de


golpearlo era fuerte, y obligué a mis piernas a moverse en la dirección
opuesta, lo que me llevó a la cocina. Bien. Necesitaba otro trago.

Esto tiene que ser una broma de mal gusto.

—Espera, ¿qué acaba de pasar aquí? —dijo Jackson, viniendo


detrás de mí mientras tomaba otra cerveza.

—Aléjate de mí.

—¿Qué he dicho? Lucas, mírame.

—Si te miro, estaré tentado de romper esa cara bonita, y entonces,


¿qué le dirás a papá?

—Lucas…

—Lo digo en serio. Vete a la mierda.

—Por favor, dime qué pasa. No me hagas rogar.

—¿Rogar? —Me di la vuelta y lo puse contra la puerta del


refrigerador tan rápido que no tuvo tiempo de parpadear—. ¿Rogar?
Deberías suplicar, joder. Ruega por mi perdón; ruégame que no te patee
el trasero hasta Connecticut ahora mismo. Vamos, ruégame, Jackson.
Maldita sea, suplícame.

El pecho de Jackson se agitaba debajo de mí, su respiración salía


entrecortadamente mientras lo sostenía allí con mi antebrazo sobre sus
fuertes pectorales. No intentó escaparse o empujarme hacia atrás, y
mientras mi muslo rozaba contra el suyo para mantenerlo en su lugar,
descubrí por qué.

Él estaba duro. Tan jodidamente duro.


—Tienes que estar bromeando —dije, tratando de sentir asco, pero
mi cuerpo me traicionó. Mi polla se tensó contra la cremallera de mis
vaqueros hasta el punto del dolor, y cuando empujé mis caderas contra
las suyas para que nuestras erecciones se rozaran entre sí, él gimió.

—Te lo suplico —susurró, sus ojos en mis labios. Entonces su mano


se interpuso entre nosotros para señalar con el dedo el colgante que
llevaba alrededor de mi cuello. El Trisquel3 de acero colgaba de un fino
cordón negro lo suficientemente largo como para ser fácilmente
escondido debajo una camiseta, y era una parte tan grande de mí ahora
que había olvidado que estaba allí.

—Dime de dónde sacaste esto, y te lo suplicaré.

—¿No debería ser al revés?

—Si eso es lo que quieres.

—Lo que quiero... —Mientras me mojaba los labios, el impulso de


ponerlo de rodillas y obligarlo a hacer exactamente eso me hizo perder el
sentido común. La lujuria lo hacía todo confuso, y estando tan cerca de
Jackson otra vez, me apretaba contra él para poder sentir el músculo duro
como una roca... Mierda. Empujé mi antebrazo más fuerte contra él—. Lo
que quiero... es que te despiertes de una puta vez.

Eso pareció sacar a Jackson de su propia niebla, porque sus ojos


se fijaron en los míos. —¿Qué?

Alejándome de él, retrocedí, lo suficiente como para no tocarlo más.


—Esto es una mierda estúpida —dije, y levanté el trisquel—. ¿Quieres
decirme que no recuerdas cómo me llegó esto? ¿En serio?

—Entonces es el mío.

Solté el collar. —Increíble, ¡maldito! ¿Te golpeaste la cabeza en


algún momento de los últimos ocho años? ¿Un accidente de coche?

—¿De qué demonios estás hablando?

3
Una teoría para los celtas es que simboliza la unión, la creación y el renacimiento.
—¿Has sufrido algún tipo de amnesia, Jackson? —Esa era la única
explicación de su comportamiento.

Jackson se metió la mano en el cabello y se tiró de las puntas. —


No, no he tenido ni una puta amnesia. Recuerdo claramente cuando lo
perdí.

—Cuando lo ‘perdiste’ —me burlé—. Lo perdiste en la carta que me


enviaste. ¿O tampoco recuerdas eso? —Y como lo tenía a mi alcance, le
empuje el dedo en el pecho—. Dijiste que lo sentías por ser un cobarde.
Sigues siendo un jodido cobarde.

—Lucas, para —dijo, su fuerte mano agarrándome la muñeca—.


¿Qué carta?
Capítulo 11

¿DE QUÉ ESTÁ HABLANDO? Nunca le he escrito una carta.

Lucas trató de tirar de su mano hacia atrás, pero mi agarre en su


muñeca no le permitió ir a ninguna parte. No hasta que respondiera a mis
preguntas. —Explícate —dije.

La mirada que Lucas disparó en mi dirección era suficiente para


matarme, pero detrás de esa ira había... dolor. Dolor. Y parecía tener la
impresión de que yo los había puesto ahí.

Le aflojé el agarre cuando una sensación en la parte de atrás de mi


cráneo me dijo que algo no estaba bien aquí. Estaba enfadado, claro,
pero su reacción había sido más extrema de lo que esperaba. Un breve
pensamiento pasó por mi mente, y le rogué a Dios que la conclusión a la
que estaba llegando no fuera lo que realmente había ocurrido.

—Lucas —dije, soltándolo, y se echó para atrás contra la isla, así


que ahora había un par de pies entre nosotros—. ¿Qué crees que hice?

Una sonrisa sin humor cruzó su cara mientras su pulgar acariciaba


el medallón que llevaba puesto. —Querido Lucas —dijo, y luego empezó
a caminar por la cocina—. Mi padre y el personal me han dicho de tus
continuas visitas, y necesito dejar esto claro: no quiero verte. Ni ahora ni
nunca más. Lo que sea que pienses que fue lo que pasó entre nosotros
fue producto de tu imaginación, y no quiero nada más que olvides incluso
mi nombre. Fuiste un error, del que me arrepiento sinceramente, y estás
perdiendo el tiempo viniendo aquí. Por favor, no te pongas en contacto
conmigo de nuevo o me veré obligado a llamar a la policía y pedir una
orden de alejamiento. Firmado, Jackson. —Lucas soltó un resoplido—.
Sin embargo, fue muy amable de tu parte incluir esto. —Pasó su pulgar
sobre el trisquel antes de volver a meter el collar en su camiseta y ponerse
de frente a mí otra vez—. Entonces, ¿la amnesia ya se ha curado
milagrosamente?

No podía respirar. El aire no entraba físicamente en mis pulmones


mientras estaba allí de pie con la boca abierta mirando hacia Lucas. Lo
que él sugería... Que yo hiciera algo tan cruel estaba más allá de mi
imaginación más salvaje. Sin embargo, no estaba más allá de la
imaginación de alguien cercano a mí.

—Oh, Dios mío. —Finalmente me las arreglé para aspirar un aliento


poco profundo mientras la verdad me golpeaba con más impacto que los
fuertes vientos de afuera.

—¿No? ¿No te suena? Mmm, tendré que refrescar tu memoria con


una evidencia física, entonces. —Lucas abrió un cajón y rebuscó antes
de sacar algo. Se acercó, con una sonrisa cruel en los labios, y luego dejó
caer un sobre arrugado en la barra frente a mí—. Adelante.

El frente del sobre desgastado tenía el nombre de Lucas escrito a


máquina, pero no había sello ni dirección de retorno, como si hubiera sido
entregado en mano y no enviado por correo. Sabía sin abrir la carta lo
que había dentro, pero la cogí de todos modos, saqué el papel arrugado
y lo suavicé de nuevo, las palabras de la página se habían desvanecido
un poco en los pliegues. Cuando empecé a leer, el temblor de mi mano
hizo temblar la carta, y tuve que usar ambas manos para estabilizarla.

Las náuseas me entraban por las entrañas cuanto más leía y, al


llegar a la línea final, tuve que repasarlas una, dos, tres veces y, de nuevo,
mi cerebro intentando desesperadamente encontrarles sentido a las
palabras. —Lucas, yo no... Ésa no es mi... —No pude pronunciar las
palabras, ya que la revelación de lo que realmente había sucedido todos
esos años atrás me dejó atónito, cambiando todo lo que creía que había
conocido. Y mientras mi mundo se desmoronaba, yo caía sobre el
taburete y la carta caía de mis manos.
MI PADRE NO SE MOLESTÓ EN TOCAR a la puerta de mi
dormitorio antes de entrar. Nunca lo hizo, y ya no me hizo saltar cuando
la puerta se abrió y su alta figura sofocaba el espacio. —Jax, mira lo que
acaba de llegar —dijo, y el orgullo de su voz me hizo levantar la vista
desde donde había estado buscando en el desorden de mi cómoda.
Cuando vi el gran sobre que sostenía, me concentré de nuevo en mi
búsqueda.

—Bueno —dijo, agitándome la mano—, ¿no tienes curiosidad por


saber si entraste? Esta es de Yale. Y ya era hora.

—Eh... Puedes hacer los honores.

Podía sentir su mirada fija mientras abría el cajón de arriba y


rebuscaba en él. No había nada que mi padre no hiciera para que entrara
en la universidad de su elección, su alma mater, así que no tenía sentido
abrir esa cosa tonta. Yale era la que él quería, así que Yale era la que
sería. Ya me había resignado a ese hecho hace años.

—¿Qué es lo que estás haciendo? —dijo, cada vez más irritado por
mi falta de atención y emoción, pero tenía cosas más importantes en mi
mente. Como encontrar mi collar que había desaparecido.

—Buscando algo —murmuré, cerrando de golpe el cajón y abriendo


el de abajo.

—¿Buscando algo? —Mi padre movió el sobre por delante de mi


cara—. ¿Qué tal si miras tu futuro? Ahora. —Su tono no admitía discusión
alguna, y yo, a regañadientes, le quité el grueso sobre y me senté en el
borde de mi cama. Los sobres gruesos significaban una cosa
‘bienvenidos a la vida universitaria, ah, y aquí están las formas de
alojamiento y las clases y las actividades extracurriculares y el jodido bla,
bla, bla’.

—Felicidades, has sido aceptado en Yale... —Ni siquiera termine el


resto de la oración antes de que mi padre emitiera un grito triunfante y me
arrebatara los papeles de las manos.

—¿Ves? ¿Qué te dije? Un Yalie, igual que yo. —Sus ojos brillaban
mientras miraba el papel en sus manos, y cuando miró hacia mí, traté de
sonreír, en realidad lo hice, pero lo único en lo que podía pensar, en todo
lo que había podido pensar durante las últimas dos semanas, era en la
persona que había dejado en Georgia y que nunca volvería a ver.
Especialmente en Yale, un lugar donde no lo aceptarían ni de broma, a
pesar de que sus notas eran más que suficientes para entrar.

—¿Qué? ¿No estás emocionado? Esto es lo que has querido toda


tu vida —dijo mi padre, tratando nuevamente de llevarme al mismo estado
de euforia en el que él se encontraba.

—Es genial —dije—. De verdad.

—‘Es genial’ —repitió, con los labios fruncidos—. ¿Eso es todo lo


que tienes que decir? ¿'Es genial'?

—Bueno, es...

—Es más que genial, Jax. ¿Sabes cuántos niños están recibiendo
cartas de rechazo que matarían por estar en tu lugar?

Sin pensarlo, extendí la mano para juguetear con el collar que había
usado durante meses, pero mis dedos aterrizaron en nada más que el
cuello de mi camisa.

—Deja de hacer eso. —Mi padre se burló—. Tu madre solía hacer


eso.

Dejé caer mi mano y me levanté de la cama, volviendo a la cómoda


para reanudar mi búsqueda. —Es un hábito. Perdí mi collar hace un par
de días y no lo encuentro.

—¿Desde cuándo usas un collar? —dijo, frunciendo el ceño con


asco ante la palabra ‘collar’—. Sólo las mujeres los usan.

—No, es más como un colgante con un cordón negro... Me lo


compró... Quiero decir, lo compré en la escuela.

Los ojos de mi padre eran negros como carbón mientras me miraba.


—Bueno. Estoy seguro de que aparecerá, entonces.

—Sí. —Y entonces, antes de que pudiera contenerme, le pregunté:


—¿Es todo el correo que recibí?
—¿Qué más esperabas? —Metió la carta de aceptación dentro del
sobre.

Nada. No esperaba nada en absoluto. Pero me había aferrado a


alguna tonta rayita esperanza de que, aunque me hubiera ido de South
Haven abruptamente, y sin darle a Lucas ninguna información de
contacto, de alguna manera encontraría la manera de llegar a mí. Era una
idea estúpida, mantenernos en contacto, que era exactamente la razón
por la que tuve que irme en primer lugar, pero... echaba de menos al
hombre. Echaba de menos a mi amigo… y a cualquier otra cosa en la que
nos habíamos convertido.

Con la mirada esperanzada en mi cara, los labios de mi padre se


fruncieron. —En realidad, tengo algo para ti que te dejaron.

Me animé. —¿En serio?

Él señaló con la cabeza mi escritorio. —Toma asiento.

‘Toma asiento’ era el código para ‘no te va a gustar lo que tengo


para ti’, pero hice lo que me dijo de todos modos, sacando la silla de mi
escritorio y esperando a que la pelota cayera. Desde que llegué a casa,
había una distancia incómoda entre nosotros dos, pero no se había dicho
nada sobre por qué me había sacado de South Haven antes de tiempo,
y no me atreví a sacar el tema. En el fondo sabía por qué, y no dejarme
ir a la graduación con mis compañeros la semana pasada parecía ser un
castigo suficiente.

Mi padre sacó algo del bolsillo interior del traje y luego dejó caer un
sobre sellado y sin remitente sobre el escritorio que estaba frente a mí y
dio un paso atrás.

—¿Qué es esto? —Lo giré, esperando ver el remitente de otra de


las universidades a las que había aplicado, pero el otro lado también
estaba en blanco.

—¿Por qué no lo abres y lo ves por ti mismo?

Ahí es donde debería haber dicho que no. Nada bueno salía de
sobres sin remitentes, al menos de acuerdo a los programas de crímenes.
Después de abrir cuidadosamente el sobre, saqué el contenido,
‘una pila de fotos’, y reconocí inmediatamente al tipo guapo de la foto de
arriba. Era el tipo un poco más bajo él que no pude reconocer.

Sentí una sensación de presentimiento, y tragué con fuerza. No


quería ver el resto. —¿Qué es esto?

—¿Por qué no sigues mirando?

—Prefiero no hacerlo.

—Oh, vamos. Será divertido. Ese es tu amigo, ¿verdad? ¿Cómo se


llamaba...? ¿Lucas o algo así? —Me encontré con sus ojos, y algo
malicioso se escondía en sus profundidades.

La siguiente foto era muy parecida a la primera ‘Lucas estaba de


pie en el espacio personal del tipo, inclinándose cerca de su oreja como
si estuviera contándole un secreto’. Así que, eran amigos hablando. Gran
cosa.

Sí, ¿entonces por qué mi corazón parece estar latiendo


descontroladamente?

Revisé las siguientes, mi visión se nubló en los bordes cuando los


labios de Lucas tocaron el cuello del tipo en una toma, y luego se
movieron a su boca en la siguiente. Conocía esa boca. Conocía el sabor
débil del caramelo de mantequilla que salía de su lengua, y la forma en
que se burlaba de mí y me mordisqueaba el labio inferior para crear
expectación. Esos labios eran míos. No, corrección: habían sido míos.
Por un momento breve y fugaz, que todavía no podía creer o comenzar a
procesar. No tenía sentido para mí que me enamorara de un hombre. Un
hombre. La idea de sentirme atraído por un hombre simplemente no se
me había ocurrido antes, pero ahora no podía quitármelo de la cabeza.
Dos semanas de diferencia no habían hecho las cosas más fáciles… sólo
se habían intensificado hasta el punto de que estaba listo para mandar a
mi padre a la mierda y saltar al primer vuelo a Georgia. No estaba loco;
sabía que el sentimiento había sido mutuo. Todas esas promesas hechas
en la oscuridad, planes de futuro y en lo que nos habíamos convertido.
Estar juntos había sido lo único en lo que habíamos estado de acuerdo.
Por eso no podía creer lo que estaba viendo.
No... Tal vez esto había pasado antes de que Lucas viniera a South
Haven. Tal vez todo fue un...

Mis ojos se fijaron en los números de la esquina inferior. Las fotos


tenían fecha de ayer.

El calor se me subió a la cara mientras trataba de entender lo que


estaba viendo. ¿Por qué? ¿Por qué Lucas estaba besando a un tipo, y
quién demonios era? Nadie de la escuela, eso era obvio. Si hubiera
estado viendo a este tipo todo el tiempo... No. Eso era imposible.
Habíamos pasado casi todo el tiempo juntos, así que quienquiera que
fuera, tenía que ser por despecho. ¿Verdad?

Y luego otro pensamiento: si mi padre tenía fotos de Lucas, y este


parecía ignorar el hecho de que estaba siendo fotografiado, entonces sólo
podía imaginar la evidencia que había montado en mi contra de nuestro
tiempo juntos. La idea de mi padre mirándonos a los dos con sus ojos
brillantes, me enfermó. No me extraña que me sacara de South Haven.
Mirando hacia atrás, nuestra amistad había llevado a lo inevitable, y
estaba claro que mi padre no había esperado a poner fin a las cosas antes
de que llegaran al punto de no retorno.

Demasiado tarde para eso, pensé, y cuando mi padre me dio un


rápido asentimiento para que siguiera adelante, mis manos temblaron.

La siguiente foto continuó la progresión, ‘Lucas ahuecando al tipo


sobre sus vaqueros... Jesús. Luego el rubio le subió la camisa a Lucas
mientras lo apoyaba contra una pared de ladrillo en la siguiente’. Estaba
claro a dónde iba esto, y no necesitaba mirar el resto. Ver a Lucas con
otra persona, seguir adelante, fue como una puñalada a través de mis
intestinos, el cuchillo retorciéndome y destripándome completamente.

Introduje las fotos en el sobre y tuve que respirar por la nariz. Si


abría la boca, podría salir un grito de asfixia, y de ninguna manera me
derrumbaría delante de mi padre. No necesitaba saber que había sacado
lo mejor de mí, que había ganado. El trabajo de su vida era saber cómo
quebrar a su oponente, cómo romperlo y doblarlo a su voluntad. Siempre
ganaba. Esta vez no sería diferente.

No muestres nada. No regales nada.


No fue hasta que pude mantener mi voz fuerte que volví a hablar.
Firme. No verme afectado. —¿Has visto esto? —pregunté, manteniendo
la mirada en el escritorio.

—Mi investigador privado me informó de los detalles. No necesito


mirar esa porquería.

—¿Y por qué contratarías a un investigador privado para que


investigue a un chico?

Mi padre acechaba a través de la habitación y luego se apoyó en el


escritorio, acercando su cara a la mía. —Verás, Jackson, tengo
demasiadas cosas en juego para que lo arruines todo. No eras más que
otro juguete para ese chico. ¿No te das cuenta de eso? Sólo una de las
muchas distracciones que se cruzarán en su camino.

Mis manos se apretaban bajo la mesa. —Eso no es verdad.

—Es verdad.

—Nosotros sólo somos amigos...

—Incorrecto. —Se enderezó, sus grandes hombros


empequeñeciéndome a su sombra, su voz resonando en las paredes—.
Sólo eráis amigos. Pero eso se acaba ahora mismo. No te envié a la
escuela más cara del país para que regresaras como un maricón.

Mierda. Ahí estaba. Lo había sacado fuera, sin más rodeos. Todo
lo que pude hacer fue sentarme allí, con la boca abierta, sin poder hablar.

Con un gruñido, mi padre dijo: —Él no significa nada para ti, ¿me
oyes? Y tú no significas nada para él. —Miró el sobre de mi escritorio—.
Puedes quedártelas.

La puerta se cerró de golpe tras él, las paredes temblando a su


paso. No fue hasta que oí el ronroneo de su Jaguar bajando por el camino
de entrada que mi corazón se partió en dos y cedí a las lágrimas
silenciosas que habían nublado mi visión. Alcé la mano otra vez a por el
collar, pero no había nada que me consolara, no había nada que me
reconfortara, ningún trozo de Lucas que me ayudara a saber que era real.
Porque había sido real... ¿verdad? Había significado más para mí en esos
cortos ocho meses que cualquiera que hubiera conocido en mis dieciocho
años. Pero esas fotos... Dios, contaban una historia diferente, una que
nunca hubiera creído si la verdad no me estuviera mirando a la cara.

¿Por qué, Lucas? ¿Por qué?


Capítulo 12

—LAS QUEMÉ, cada una de las fotos. Las quemé todas. No


necesitaba ver... —Jackson negó con la cabeza, como si estuviera
borrando el recuerdo de mi traición. La que puede que no haya visto pero
que obviamente aún siente.

Paralizado donde estaba, luché para poner las piezas de su historia


junto con lo que sabía que era verdad. Y cuando lo que Jackson dijo
penetró en mi mente, sus palabras se redujeron a una sola cosa:
habíamos sido engañados, nada más que peones en el jodido juego de
su padre. Nuestras vidas eran tan insignificantes que sólo se necesitaron
un par de maniobras para abrirnos nuevos caminos… por separado.
Permanentemente.

—Lucas, no te culpo —dijo Jackson, malinterpretando el horror que


sabía que estaba escrito en toda mi cara—. Me levanté y desaparecí sin
explicación, y tú... seguiste adelante. Fue por mi culpa. Debería haberte
dicho...

—Fui a verte —dije, mi voz un susurro mientras agarraba el borde


de la barra—, a tu casa.

La expresión de Jackson se transformó de culpable a incrédula en


un abrir y cerrar de ojos. —Tú... ¿Qué? ¿Cuándo?

—El día después de la graduación. Aparecí en tu puerta y me


dijeron que no querías verme.

La sangre se drenó de la cara de Jackson.

—Así que, testarudo como soy, volví al día siguiente. Y luego el


siguiente. —Me froté contra la barba de mi mandíbula mientras recordaba
la forma en que su padre y el personal de la casa se turnaban para
cerrarme la puerta en la cara. No fueron mis mejores momentos, pero me
negué a creer que Jackson no quería verme. Hasta que...—. Y luego me
dejaron la carta en mi hotel, junto con el collar. Recibí el mensaje
entonces.

Jackson se había quedado inmóvil, una hermosa estatua


embrujada mirando hacia la encimera de mármol. ¿Qué estaba pasando
por su cabeza? Probablemente se asustó de que tomara un avión para
perseguirlo, como si fuera una especie de hombre desesperado que se
aferraba empalagosamente. Demasiado tarde para recuperar esa parte
de la historia, y no me arrepiento de todos modos. Lo último en que había
estado pensando era lo que su padre diría sobre mi vuelo al norte del
estado, pero tal vez ese debería haber sido mi primer pensamiento.

Jesús, estaba callado. Demasiado silencioso. El silencio aumentó


mi ansiedad enormemente, así que cuando Jackson se negó a hablar,
incluso a respirar, finalmente hablé. —Di algo.

Como si estuviera saliendo de un trance, Jackson parpadeó y


lentamente levantó la cabeza para mirarme.

—No puedo… creer... que hayas hecho eso.

No se lo puede creer... —Te acababas de ir —exploté, alejándome


de la barra, mi indignación finalmente se desató en un torrente que iba
dirigido a su padre… pero él no estaba aquí, y esto iba a salir de una
forma u otra. Tirando de las puntas de mi cabello, paseaba por la cocina
sin mirar hacia él—. ¿Qué otra cosa se supone que debía hacer? No
sabía si estabas herido o no. Desapareciste en medio de la noche...
Jesús. Maldita sea... —Dándome la vuelta me golpeé directamente contra
el fuerte e inflexible cuerpo de Jackson, mis manos subiendo para
pegarme a sus abdominales. Era como agarrarse al lado de un barranco
rocoso de la montaña. Maldita sea, no necesitaba tocarlo así. No
necesitaba saber cómo se sentía debajo de mis palmas o captar el aroma
de mi jabón en su piel. Lo que me recuerda que tengo que almacenar
algunas cosas genéricas en el baño de huéspedes. No es que vuelva a
ducharse aquí. De acuerdo, Jesús, Lucas muévete. Sin embargo, antes
de que pudiera alejarme, Jackson se agarró a mis muñecas.
— Fuiste a buscarme —dijo en voz baja, aunque su respiración era
más rápida. Esos ojos suyos se habían dilatado de modo que apenas
podía ver el azul de sus iris, haciéndolos casi una pareja perfecta por una
vez.

—Y no tenías ni idea todo este tiempo. —No sabía si reír o llorar.


Diablos, realmente quería enfurecerme. Con alguien o algo... lo que sea
que pueda aliviar el fuego que corre por mis venas.

Traté de liberarme de su agarre, pero Jackson me apretó con


fuerza, y antes de que pudiera parpadear, me hizo retroceder contra el
mostrador. Estaba tan cerca que podía sentir su aliento en mis labios,
podía ver la forma en que sus ojos se posaban en mi boca. La lluvia
golpeando contra la ventana se desvaneció en el fondo cuando Jackson
se convirtió en lo único que podía ver, y su suave jadeo todo lo que podía
escuchar.

Bajó su cabeza hacia la mía, deteniéndose lo suficiente como para


que tuviera tiempo de alejarme si quería. Y tal vez debí hacerlo. Besar a
Jackson lo complicaría todo. Era arrojarme al mar sin un bote salvavidas,
sin salvavidas o cualquier otra maldita cosa a la que aferrarme para
salvarme. No podía evitarlo, por mucho que lo supiera en el fondo de mi
mente, no podía dejar de mover la cabeza hacia adelante, de modo que
nuestros labios casi se rozaban.

La verdad que no quería admitirme a mí mismo era que quería su


boca en la mía más de lo que quería aire en mis pulmones, pero esto era
una mala idea. No conocía al hombre que tenía delante de mí más de lo
que él me conocía, y cuando el pensamiento cruzó mi mente, me encontré
a mí mismo alejándome de él. Pero Jackson no me dejó llegar lejos. Él
cerró la brecha entre nosotros al empujarme hacia adelante por las
muñecas, y luego sus labios se aplastaron contra los míos.

Oh, que me jodan hasta el infierno.


Su movimiento repentino me tomó por sorpresa, y mi cerebro se
quedó rezagado por un par de segundos mientras procesaba lo que
estaba sucediendo. Jackson estaba... besándome. Él había hecho el
primer movimiento, y sus labios estaban en los míos, calientes y suaves
y me urgía a que los separara para él.

¿Esto está pasando de verdad? Tal vez me había golpeado la


cabeza con una llave inglesa en mi taller y había seguido el camino de
Dorothy en Oz, porque no había manera de que esto fuera real. Lo soñé,
lo puse en mi cocina en medio de una tormenta de la que no podía
escapar, y retorcí nuestro pasado hasta que encajaba con una realidad
que era mejor que la que nos había tocado vivir.

Los dientes de Jackson mordiéndome el labio inferior me trajeron


de vuelta al presente, y a la entrada que buscaba. Mientras dejaba caer
mis muñecas, mi boca se abrió, dándole el acceso que quería, y entonces
mis manos estaban en su cabello húmedo, sosteniéndolo en su lugar
mientras inclinaba mi cabeza para sentir más profundamente su lengua
contra la mía.

Dios, sabía tan bien. Me besó con hambre, y se la devolví, la


necesidad de más nos hizo cambiar de lugar mientras yo dominaba y lo
empujé contra la puerta de la despensa. Sus dedos me arañaban en la
cintura, desesperado y deseoso, y acepté su petición tácita apretando mis
caderas contra las suyas, de una polla dura a otra.

Dejé escapar contra sus labios un gemido, profundo y lleno de


deseo. Como si no pudiera conseguir lo suficiente. Como si su cuerpo y
su boca estuvieran siempre en el mío.
Capítulo 13

ESTABA BESANDO a Lucas Sullivan. Y no sólo en uno de los


muchos sueños febriles que había tenido en los años transcurridos desde
la última vez que lo vi, sino también devorándolo, como si el destino del
mundo estuviera en nuestros labios, machacándonos juntos. Fue rápido
y frenético, y por la forma en que instintivamente tomó el control y me
empujó contra lo que estaba detrás de mí, me hizo sentir como una roca
dura. Con mi tamaño, siempre era el que se encargaba, y no podía negar
lo excitante que era que alguien igual a mí me lo devolviera tan bien como
yo lo hice.

Las manos de Lucas bajaron de mi cabello a los lados de mi cuello,


robándome el aliento. Me recordó la forma en que me besó por primera
vez hace tantos años, contra un pino en el bosque que separaba la casa
de su abuela de la escuela. Tuve un rasguño en la espalda durante días,
pero valió la pena sentir finalmente su cálida boca en la mía, cediendo a
toda esa electricidad acumulada entre nosotros. Nunca había besado a
un chico antes de ese momento, y Lucas no me lo puso fácil, él tomó lo
que quería, y le seguí la corriente porque se sentía muy bien y porque
nunca le dije que no a Lucas. Y eso fue lo único que me asustó en ese
entonces: que nunca le diría que no.

Pero parecía que no tendría que detenerlo ahora, porque


demasiado abruptamente, Lucas se alejó, poniendo demasiado espacio
entre nosotros. —No. Esto no está pasando.

Aturdido, lo vi pasarse las manos a través de su cabello mientras


trataba de sacudirse del estupor. Estaba excitado, lo mucho era
dolorosamente obvio por la forma en que sus pantalones estaban con una
tienda de campaña, pero su autocontrol estaba ganando terreno.
¿Hasta dónde habría llegado si él hubiera querido? Las
posibilidades enviaron una emoción hasta mis pelotas, y me agaché para
aliviar el dolor acumulado, dándome un masaje con una mano áspera.

—Dios, ¿qué estás haciendo? —gemía Lucas mientras me veía con


una mirada torturada en su cara.

Ni siquiera sabía que lo estaba haciendo. Mi reserva en el


dormitorio siempre parecía sorprender a mis compañeras, pero algo en
Lucas me envalentonó, me hizo querer burlarme y compartir una parte de
mí mismo que mantenía escondida. Seamos realistas… después de ese
beso, necesitaba el alivio.

Lucas se concentró en mi mano, mientras yo me acariciaba sobre


mis pantalones, y se mordió el labio. Parecía medio listo para saltar,
medio listo para echarme de la casa, y recé para que fuera lo primero. La
indecisión se retorcía en sus ojos, su cuerpo tenso como un alambre vivo.
Fue cuando mi pulgar pasó por encima de la parte superior de mi erección
y jadeé que Lucas hizo su jugada.

Su cuerpo se estrelló contra el mío y su lengua se clavó en mi boca


para tomar posesión. Mis caderas empezaron a moverse, y él respondió
dejando que sus dedos bajaran entre nosotros para alejar mi mano y
burlarse de mi erección.

Oh, mieeerda. Cada sucia fantasía secreta que había tenido de


Lucas no se podía comparar con la forma en que se sentía contra mí
mientras profundizaba el beso y me daba masajes. No podía creer la
forma en que mi cuerpo estaba respondiendo, tan instantáneamente y sin
pensarlo dos veces. ¿Quién era yo? Un hombre que disfrutaba de la
sensación de los labios de otro hombre en sus labios más que nadie a
quien haya besado en mi vida. No lo entendía en absoluto, no sabía lo
que eso me hacía, pero preocuparme por ello era lo último que tenía en
mente cuando la boca de Lucas se movía en perfecta sincronía con la
mía.

Una de sus fuertes manos se acercó para aterrizar en mi pecho,


sosteniéndome en su lugar, como si fuera a ir a cualquier otro sitio y luego
la otra mano de Lucas abrió el botón de mis pantalones. Me mordió y se
burló de mi labio inferior, y solté un gemido de anticipación.

Sabía dónde iba esto si lo permitía, y como en aquel entonces, no


entendía todos los porqués, pero sí sabía que la atracción que sentía por
este hombre no era algo que no había sentido con nadie más. Así que
cuando le apreté el culo a Lucas para que continuara, me bajó la
cremallera y luego me puso una mano en mi erección.

—Mierda —exhalé mientras me acariciaba, la combinación de su


mano firme y la fricción de mis calzoncillos bóxer estaban haciendo que
perdiera mi mente. No era gentil, y no había nada dudoso en la forma en
que me tocaba. Este era un hombre que sabía exactamente lo que estaba
haciendo, y eso sólo me lo hizo más difícil.

—Jesús, Jackson. —Las palabras de Lucas me hacían cosquillas


en los labios mientras negaba con la cabeza y sus dedos sacudían la
cabeza a mi polla—. Olvidé lo jodidamente grande que eres.

La cabeza me golpeó contra la puerta, y tuve que parar la mano que


me empujaba hasta el punto de correrme sobre su palma si seguía así.
—No, no lo hiciste.

Lucas me agarró de la barbilla, sus ojos parpadeando con una luz


diabólica. —Tienes razón. No lo hice. —Luego cayó de rodillas, tirando
de mis calzoncillos y pantalones con él en un rápido tirón.

—Lucas ¡Ay!, joder —le dije, ya que no sólo me llevaba en la boca,


sino que me chupaba por dentro con tanta fuerza que mi polla le pegaba
en la parte posterior de la garganta. Estaba vagamente consciente de las
maldiciones que salían de mí, pero en lo único que me podía concentrar
era en no correrme en cinco segundos. Mierda, ¿hay algo que se haya
sentido tan bien? No. ¡Diablos, no!

A medida que Lucas se movía entre mis muslos, me abrió más las
piernas, lo que le daba más acceso a todo lo que yo tenía. Me sentí
expuesto mientras miraba al hombre de rodillas, pero él no me miraba.
No estaba mirando a ningún lado. Sus ojos estaban cerrados, pero su
boca funcionaba como una maldita aspiradora, tomando lo que él quería,
y estaba más que dispuesto a dejarlo.
En algún lugar de mi mente tenía la idea de que esto no terminaría
bien, que Lucas se despertaría de cualquier trance en el que estuviera,
se daría cuenta de lo que había hecho, y volvería a resentirse conmigo.
Pero con su cálida y húmeda boca alrededor de mi polla, no me importaba
una mierda.

Mi espalda se arqueó, empujando mis caderas hacia adelante y aún


más adentro de la garganta de Lucas, y cuando se ahogó, instintivamente
tiré hacia atrás. Ese fue el movimiento equivocado, sin embargo, porque
las manos de Lucas se enrollaron alrededor de mis muslos, haciendo que
mis caderas avanzaran, y me lamió el presemen de mi polla antes de
devorarme codiciosamente de nuevo.

—Sabes tan bien —murmuró alrededor de mi polla, y me estremecí


por la vibración.

¿Cuántas veces me había follado el puño imaginando que era la


boca de Lucas? Más de lo que jamás admitiría ante mí mismo, eso estaba
claro, pero todas esas fantasías vacías no tenían nada que ver con la
realidad. Le clavé mis dedos en el cabello mientras los brazos
musculosos de Lucas me sostenían justo donde él quería. Me llevó al
borde del orgasmo y luego retrocedió, chupando la piel sensible de mi
saco y luego moviendo la lengua hacia mi hendidura.

—Eres demasiado bueno en esto —dije, moviendo mis caderas


hacia adelante y empujando la cabeza de mi erección más allá de sus
labios—. Lucas... Lucas, mírame.

Algo en el aire cambió entonces cuando Lucas dejó de moverse por


un segundo, como si decir su nombre lo hubiera sacado de dondequiera
que estuviera su cabeza. Mierda. No pares... por favor, no pares.

Como si me hubiera escuchado, lentamente me llevó adentro de


nuevo, y una de sus manos se enrolló alrededor de la base de mi pene.
Retorciendo y chupando, su boca y sus dedos trabajando en tándem, más
rápido y más duro, tomando, tomando, tomando, tomando todo de mí.
Los ojos de Lucas se mantuvieron cerrados todo el tiempo, incluso
cuando quería que se abrieran y me miraran. ¿Al menos sabía a quién se
la estaba chupando en este momento? ¿Le importaba? ¿Me miraría de
otra manera cuando finalmente los abriera?

Lo descubriría muy pronto, porque la pequeña cantidad de control


a la que me aferraba se estaba agotando, y la forma familiar en que mis
pelotas se tensaban me tenía alejando la mente de Lucas, intentando que
se mueva. No se movió, su agarre me mostró que estaba eligiendo
ignorar mi advertencia, y Dios, el pensamiento de entrar en su boca hizo
que mi orgasmo rugiera a la superficie. Mientras le metía mi carga por la
garganta, la lengua de Lucas masajeó la parte inferior de mi polla,
ordeñando y bebiendo hasta la última gota de mí hasta que temblaba, con
las piernas a punto de dejarme caer.

Cuando el zumbido en mis oídos comenzó a disminuir, Lucas se


puso de pie, y me enderecé y me subí los pantalones. Todavía no me
miraba mientras se limpiaba la boca.

—Maldita sea. Lucas, eso fue... Guau —dije, con los labios
curvados al intentar alcanzar su mano, pero o no me vio o decidió no
hacerlo, porque metió las manos en los bolsillos y se alejó.

—Gracias —dijo, la palabra corta y directa.

—¿Gracias?

—Bueno, supongo que técnicamente deberías estar


agradeciéndome. —Sus palabras goteaban de sarcasmo mientras el aire
entre nosotros se enfriaba, y una sensación de temor llenaba mis
entrañas.

—Hice..., ¿hice algo mal? —le pregunté.

—Por supuesto que no.

—De acuerdo —dije, estudiando su cara para tener una idea de lo


que acababa de pasar aquí—. Entonces, ¿cuál es el problema?

—No hay problema.

—Obviamente eso no es verdad. Ni siquiera me miras.


Lucas finalmente me miró fijamente, pero no había emoción detrás
de sus ojos. —¿Lo disfrutaste?

Mis cejas se alzaron. Lo disfruté... ¿Está jodidamente bromeando?


—¿Qué se supone que significa eso?

—Tomaré eso como un sí.

—¿Como si me hubieras hecho un favor? —Me agarré de la nuca


cuando su brusco cambio de humor me congeló hasta la médula—. Guau.

Me dio la espalda mientras se dirigía hacia las escaleras. —Estoy


seguro de que recuerdas que hay un cuarto de huéspedes al final del
pasillo. Puedes quedarte allí hasta que pase la tormenta.

Me resistí. —¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que obtengo de ti?

Lucas se detuvo con la mano en la barandilla. —La mayoría estaría


encantado si eso es todo lo que obtuvieran de mí.

—Maldito imbécil.

—Me han llamado cosas peores.

—¿Crees que por eso vine aquí? Porque quería... ¿eso de ti?

Me dio una sonrisa sarcástica. —Oh, vamos, Jackson. Se llama


mamada. Puedes decirlo.

Abrí la boca para hablar, para intentar decir algo en ese momento,
pero nada se sentía bien. Era como si hubiéramos tenido una pequeña
ventana de oportunidad, de realización entre nosotros, y se había ido casi
tan pronto como había llegado. No reconocí a la persona fría y cerrada
que estaba allí. ¿De dónde había venido y por qué?

—Así que. Gracias por venir. —El sarcasmo de Lucas me abofeteó


en la cara mientras subía las escaleras, y me encontré yendo tras él.

—Lucas...

Miró por encima de su hombro, y la expresión de sus ojos era


ilegible… lo que sea que estuviera pasando por la cabeza de Lucas, no
era nada que quisiera compartir conmigo. Una cosa que sí sabía era que,
sin embargo, no era bienvenido a seguirlo.

Dejé caer mi mano de la barandilla, y los ojos de Lucas se


entrecerraron un poco y un pliegue se formó entre sus cejas. Entonces,
tan rápido como había llegado, se había ido, y me dejó allí de pie, en su
casa, mientras se encerraba dentro de su dormitorio.
Capítulo 14

EL DÍA DESPUÉS de haberme ‘golpeado el infierno’, que era como


ahora me refería a ello, y mientras conducía por el centro de South Haven,
en el camino de regreso a mi hotel, el pueblo ya estaba levantado,
limpiando los escombros de la tormenta de ayer de los caminos y las
aceras. Aparte de los restos dispersos de árboles y ramas pequeñas, no
parecía que hubiera habido mucho daño. Todo lo contrario de lo que
había pasado entre Lucas y yo ayer.

No volvió a bajar esa noche, así que me desmayé en el sofá


mientras esperaba que pasara la tormenta. Y esta mañana mis llaves
estaban en la mesa de café, y la camioneta de Lucas no estaba.

Me estaba evitando, y no tenía ni idea de lo que había pasado.


Bueno, aparte de la mamada más explosiva que he tenido nunca, pero
ya no podía ni siquiera disfrutar de ese recuerdo sin pensar en la
inescrutable expresión de Lucas después.

¿En qué estaba pensando al ir allí en primer lugar? Debí haberme


ido en cuanto me di cuenta de en qué casa estaba. Estar en el césped de
Lucas, en su casa, un lugar que me era tan familiar y que guardaba tantos
recuerdos, ¿y luego tener que estar tan cerca del hombre mismo? Había
sido una receta para el desastre, un deseo latente que ni siquiera sabía
que existía. Lucas probablemente pensó que había ido allí
específicamente para seducirlo o algo así. Jesús. ¿Había sido eso lo que
estaba haciendo? Dios sabía que no había sido mi plan al regresar a
Georgia el ver al tipo, pero un segundo de estar en la presencia de Lucas
y todas las apuestas se habían acabado. No podía explicarlo. No lo
entendía. Y me quedé despierto la mitad de la noche repitiendo lo que
había sucedido entre nosotros una y otra vez, tratando de racionalizar el
giro de los acontecimientos, porque todo sucedió muy rápido.
Una cosa que me derrumbó y me sorprendió hasta la médula: el
hecho de que mi padre nos había separado y nos había mantenido así a
propósito. Esa información lo cambió todo. Era como si el suelo sólido y
estable de lo que siempre había sabido que era cierto se hubiera
agrietado de repente bajo mis pies, y ¿cómo podía seguir confiando en
algo? ¿Sobre qué más me había mentido?

¿Y cómo habrían sido las cosas con Lucas? ¿Me habría quedado
en Connecticut si hubiera regresado con él? Ya sabía la respuesta a eso.
Había estado listo para tomar un vuelo a South Haven hasta que recibí
las fotos de él con otra persona. Fotos que mi padre había diseñado para
mantenerme bajo su pulgar.

Mi estómago se llenó de dolor al entrar en el garaje de mi hotel, y


entonces, ‘hablando del diablo’, sonó mi móvil y el identificador de
llamadas mostraba la línea directa de la oficina de mi padre. Presioné el
botón de rechazo y esperé a que se levantara la puerta del garaje.

No era la persona con la que quiero hablar en este momento. Si es


que alguna vez pasa.

Conduje alrededor buscando un lugar libre mientras el teléfono


sonaba de nuevo, sólo que esta vez lo dejé ir al buzón de voz.

¿Cómo pudo mi padre haber sido tan vengativo y cruel? Había


renunciado a mucho de lo que quería por complacerlo, y principalmente
porque intenté sobre compensar la pérdida de mamá. A él le había
afectado su muerte muy mal, y siendo la única familia que le quedaba, la
responsabilidad de llevar el apellido y el negocio familiar y hacer que se
sienta orgulloso, cayó sobre mis hombros. Pero, ¿por qué me había
molestado cuando me había estado manipulando toda mi vida para hacer
lo que él quería?

Después de entrar en un espacio libre, apagué el motor, justo


cuando su número iluminaba mi móvil una vez más. Frustrado, golpeé
mis puños contra el volante y respiré hondo un par de veces. No podía
seguir ignorando su llamada, pero a la mierda si quería fingir una pequeña
charla cuando estaba tan enojado. Pero ahora no era el momento de
hablar de ello, así que me mordí la mejilla y le di a aceptar.
—¿Tenemos un problema? —dijo mi padre en lugar de saludar
cuando me puse el teléfono en la oreja.

Podía sentir el sabor de la sangre de mis dientes perforándome la


piel, y me solté la mejilla. —Buenos días a ti también.

—¿Crees que es una buena idea enviarme al buzón de voz?

Sí. Sí, lo sé. —Estaba en medio de una llamada importante.

—¿Con Vogel?

—Por supuesto —mentí.

—He oído que hay un retraso.

Gracias, Sydney. —Menor. Sólo que nos ha llevado un poco más


de lo planeado sincronizar nuestros horarios.

Se burló. —¿Tengo que recordarte lo importante que es esta


adquisición para la compañía? Confié en ti para que noquearas a éste,
así que si...

—Sucederá. Tengo una reunión con Vogel el jueves, y eso pondrá


las cosas en marcha. No te preocupes.

—No te preocupes —imitó mi padre—. 'No te preocupes,' dice.

—¿Alguna vez te he defraudado?

El silencio que siguió lo dijo todo. Él sabía tan bien como yo la


respuesta a esa pregunta, como sabía que conseguiría esta adquisición
con las manos atadas a la espalda. Nunca lo defraudé. Nunca jamás. Y
eso sólo avivó mi ira.

—Termina las cosas lo antes posible y regrese aquí —dijo


finalmente—. Tu prometida está ansiosa por comenzar los planes de
boda.

Esas palabras fueron un golpe visceral a la realidad, la que había


estado evitando desde que llegué aquí. —No le he propuesto matrimonio
—dije entre dientes.
—Por eso es mejor que te apures antes de que Sydney se
arrepienta y se case conmigo.

Hay más posibilidades de que eso ocurra que conmigo.


Especialmente ahora. —Volveré muy pronto

—Hazlo. ¿E hijo? Cuento contigo. No me decepciones.

Mi mandíbula estaba tan apretada que podría haber escupido


molares. —Sí, señor.

Cuando la línea se cortó, maldije y tiré el teléfono en el asiento del


pasajero. Maldita sea. Nunca había estado tan molesto con mi padre
como en ese momento, y nunca había querido llamarlo tanto por algo. No
era el momento adecuado para confrontar a mi padre sobre mi pasado
con Lucas, no por teléfono, a pesar de lo mucho que lo quería. Pero si
era honesto conmigo mismo, no sabía si alguna vez lo haría. No porque
tuviera miedo, pero si Lucas no me volviera a hablar, no quisiera verme
nunca más, ¿para qué valdría la pena mencionar el pasado? No
resolvería nada. No arreglaría lo que había pasado. Sólo serviría para
romper la relación con la única familia que tenía. E incluso si pensar en
lo que hizo me hizo me hacía querer darle una paliza o algo, seguía
siendo mi padre y mi jefe.

Casi inmediatamente, mi teléfono se iluminó con el número de


Sydney, y me recordó una vez más que había otros asuntos más
importantes que tratar que Lucas Sullivan. Incluso la limitada interacción
que habíamos tenido desde que llegué a la ciudad me hizo pensar que
nunca más vería a Lucas, lo que se asentó en mi estómago como si fuera
leche agria, pero ¿qué podía hacer? No podía forzar al hombre a pasar
tiempo conmigo. Demonios, ya me había presentado en su casa sin
invitación, y eso había ido tan bien como un atraco. La verdad es que me
iba en unos días, de todos modos. No podía culparlo por tener una vida…
sin mí en ella.

Cuando presioné el botón de rechazar la llamada de Sydney y salí


del coche, decidí no volver a buscar a Lucas mientras estaba aquí.

Eso no significa que no esperara que me encontrara.


Capítulo 15

LAS LUCES EN el letrero de Body Electric Tattoo Studio4 estaban


apagadas cuando metí mi camioneta en el estacionamiento de la calle
horas después de haber dejado a Jackson solo en mi casa. Todavía era
temprano, mucho antes de que abriera la tienda de tatuajes, pero Shaw
siempre me daba mis citas fuera de horario, y hoy estaba especialmente
agradecido por la distracción.

Crucé la calle y saludé a varios dueños de tiendas barriendo sus


entradas y colocando mesas, sillas y letreros. Shaw había dejado la
puerta abierta, y cuando entré, las campanas sonaron y él levantó la vista
desde donde estaba recostado en una silla de oficina leyendo el
periódico, sus botas de combate cruzadas en la mesa de recepción frente
a él. Cuando me vio, entrecerró los ojos. —Pareces una mierda caliente.

Bateé mis pestañas y alisé mi cabello. —¿En serio? Me alegra que


pienses eso. Probablemente sea mi nuevo estilo.

—¿Cómo se llama? ¿Mierda martillada?

—No lo recuerdo. Tendré que preguntarle a tu madre. —Tuve que


esquivar rápidamente una pluma pasó por mi cabeza—. Oooh, el hombre
tiene buena puntería después de todo. Había oído lo contrario. —Me moví
de nuevo mientras él fingía engañarme y luego me lanzó una revista
volando por el aire como un Frisbee, y me dio en el hombro—. Cielos.
¿Es esa la forma de saludar a un cliente que paga?

Shaw resopló. —Nunca he follado tu culo, pero sigue así y podría


cambiar de opinión.

4
Estudio de Tatuaje Eléctrico Corporal.
—Tú mismo —dije, cerrando la puerta detrás de mí—. Mientras no
te sientas tentado a tatuarme ‘Me encantan los coños' en mi brazo. Por la
publicidad falsa y todo eso.

—Tal vez la próxima vez —dijo con un guiño—. Entonces, ¿será el


café o el pelo de la bestia esta mañana?

—Café. La cafetera entera, si no te importa.

Un lado de la boca de Shaw se levantó, y dobló el periódico


cuidadosamente a su forma original antes de levantarse. —No me
importa, pero a Gia sí cuando venga a hacer su turno más tarde. —Se
acercó a la pequeña estación que había instalado en la esquina para sus
trabajadores y clientes que tenía café y un Keurig5, y agarró un vaso de
acero inoxidable de gran tamaño del gabinete que había debajo. Luego
sirvió el resto del café humeante de la cafetera y se lo entregó.

—Gracias. —No me molesté con la rutina de la crema y el azúcar


esta mañana, ni esperé a que se enfriara, tomando un par de tragos
profundos y escaldando completamente mi boca y esófago. Bien.
Después de la actividad de anoche, lo necesitaba.

Mientras Shaw llevaba la cafetera a la parte de atrás para


enjuagarla y rellenarla, porque, el infierno no tiene furia tan brutal como
la de Gia sin su café, me dirigí a su lugar de trabajo para acomodarme en
la silla. Body Electric fue una labor de amor de Shaw, un pequeño negocio
en el centro de la ciudad en Ocean Avenue, y el único en la isla. Él y sus
cuatro artistas de tatuajes se mantenían ocupados, ya que las vacaciones
parecían hacer que los turistas quisieran pintarse la piel de una manera
que nunca harían en casa. Así fue como lo conocí hace poco más de siete
años. Entré, completamente borracho, y él me pateó el trasero.

Me reí del recuerdo mientras miraba por el espacio. Cada artista


tenía su propio lugar de trabajo, pero no había particiones para separar
cada área, así que toda la tienda estaba abierta. Las paredes estaban
pintadas de azul noche, resaltando el resplandor plateado de los diseños
de acero que recubren la pared trasera. Algunos de mis mejores trabajos.

5
Marca de una cafetera.
Maldición, realmente los había clavado. Fue un buen intercambio: yo
decoré la mierda de su tienda, él decoró la mierda de mi piel.

—No parece que Adelaida te golpeara mucho ayer —dije, mientras


Shaw se dirigía a uno de los lavabos instalados en la parte de atrás.

Abrió el grifo y se puso a lavarse las manos y las muñecas con una
espesa espuma de jabón. —Bah, no está tan mal. Bajé temprano para
limpiar algunas ramas del camino antes de que los equipos pasaran, pero
eso es todo. ¿Tu casa está bien?

¿Lo estaba? Uno de los pinos más pequeños se había caído en el


patio delantero lejos de la casa, nada importante, pero el daño real había
ocurrido dentro. En mi propia maldita cocina.

Soy un jodido idiota. ¿En qué estaba pensando al acercarme a


Jackson? A pesar de la mierda que habíamos sacado a relucir en el
pasado y de la falta de comunicación de todo eso, no cambió el hecho de
que ambos siguiéramos con nuestras vidas. Ahora éramos personas
diferentes… bueno, yo lo era. Jackson, sin embargo, todavía parecía
firmemente atrapado tanto personal como profesionalmente por su padre.
Nada cambiaría mientras ese bastardo estuviera por ahí, y no me estaba
engañando a mí mismo otra vez involucrándome con un hombre que se
iría de la ciudad en unos pocos días. Eso no va a pasar. Mi vida estaba
bien sin Jackson Davenport atado a ella.

—¿Lucas? —se rio Shaw y cerró el grifo—. Maldición, hombre,


termina ese café y luego reanudaremos la conversación.

Tomé otro largo trago y me encontré preguntándome si Jackson


todavía estaba durmiendo en mi sofá. La tormenta había pasado en algún
momento de la noche, y me había ido justo antes del amanecer,
dirigiéndome a mi lugar favorito en una de las playas privadas para verlo.
Era algo que hacía a menudo, y me pareció necesario especialmente esta
mañana. Con la camisa y la mitad de su cuerpo a la vista, un Jackson
dormido era casi demasiado tentador para resistirse, y ninguno de los dos
necesitaba que me arrastrara encima de él para despertarlo a primera
hora de la mañana. Me moví en mi asiento al pensar en ello.
—Shaw... ¿alguna vez has creído una cosa y has descubierto que
todo era mentira?

Si mi pregunta sorprendió a Shaw, no lo dejó ver. Abrió un paquete


de hisopo con alcohol y limpió la parte de mi brazo a la que finalmente le
añadiría tinta. Hoy sólo me estaría dando un adelanto del diseño que me
había hecho y decidiendo sobre la colocación.

—Ya me sucedió eso — dijo.

—¿Qué hiciste al respecto?

Su expresión se volvió seria. —Maté a la persona que me mintió.

—Porque es una opción —le dije mientras sonreía.

—Bah. No es gran cosa ahora, pero mi madre mintió sobre quién


era nuestro padre.

—¿Qué?

—Sí. Descubrí cuando tenía quince años que no era el gran jugador
de béisbol que siempre nos había dicho que era. No, mi padre había sido
un europeo rico que había pasado por la ciudad de vacaciones, la había
dejado embarazada conmigo y con Kev, y luego se negó a volver a
vernos. Un tipo con clase.

—Mierda. ¿Cómo es que no lo sabía?

Shaw se encogió de hombros al abrir una caja de marcadores


quirúrgicos. —Él no existe para mí. No hay nada que decir.

—¿Y tu mamá? Ella te mintió.

—Ella quería que tuviéramos un mejor modelo como padre que ese
imbécil. ¿Puedes culparla?

—Supongo que no.

—Creo que salimos bien. No somos adictos al crack en un callejón,


y fácilmente podría haber sido así. No me tomé bien las noticias en ese
momento.
—Ah, sí, la fase rebelde. Ahora siento pena por tu madre.

—Deberías. Hicimos pasar a esa mujer por un infierno. Eso explica


por qué éramos tan malos jugadores de béisbol.

Me reí, volviendo a sentarme en la silla mientras él empezaba a


trabajar a mano alzada con el diseño. No sería un retrato exacto de mi
abuela, sino más bien un retrato abstracto de la memoria de Shaw,
rodeado de sus flores favoritas, las magnolias. Los entretejía en el diseño
de los trisquel que me había tatuado después de la muerte de mis padres.
Tenía la intención de hacerlo desde hace un tiempo, y con el tercer
aniversario de su fallecimiento esta semana, el momento parecía
adecuado. Cuando llovía, llovía a cántaros, así que, por supuesto,
Jackson había decidido volver a mi vida.

—Sabes, sea lo que sea sobre lo que te hayan mentido, puedes


elegir el resultado y cómo seguir adelante —dijo Shaw, como si hubiera
sentido que yo había vuelto a mi cabeza.

—Sabio Maestro Yoda. Creo que elegiste la profesión equivocada.

Shaw levantó una ceja con cicatrices. —Considerando que voy a


marcarte la piel de forma permanente, será mejor que esperes que haya
elegido bien.

Antes de darme cuenta, le estaba contando a Shaw todos los


detalles de lo que había pasado el día anterior, desde la carta y la verdad
que salía a la luz, hasta mi maldita caída de rodillas. Esto era lo que
pasaba alrededor del tipo, derramabas tus tripas, por lo que aprendí a no
pelear y a dejar que sucediera. Lo conocía lo suficiente como para saber
que era una bóveda, así que todo lo que le decía en confianza siempre
quedaba entre nosotros dos. Y me dio el mejor consejo, incluso si quisiera
darle una paliza en el proceso.

Cuando terminé mi confesión, Shaw cabeceó. —¿Eso fue todo?

—¿Eso fue todo? Shaw, me aproveché de la situación, conseguí lo


que quería de él, y luego me largué.
—¿Así que no has hablado con Jackson desde entonces?
¿Simplemente te acobardaste y te escondiste arriba hasta que se
durmió? No suena como el chico Sully que conozco.

—La alternativa era follar con él toda la noche, lo que habría sido
un error aún mayor.

La frente de Shaw se frunció. —No veo por qué eso es un


problema…

—Bueno, me habría perdido este tiempo de calidad contigo, para


empezar.

—Habrías sido perdonado.

—Eres una mierda, ¿lo sabías? Si no me jodiera el brazo, te


patearía el trasero ahora mismo.

Shaw se rio, porque sabía tan bien como yo que nadie de su tamaño
sería pateado, y definitivamente no por gente como yo. El tipo levantaba
coches por diversión.

—Así que, hablaron —dijo Shaw—. ¿Por qué está en la ciudad?

—Mierda de negocios, supongo. No pregunté.

—Eso es importante, ¿no? Tal vez vino por ti.

—Ni en un puto millón de años.

Se encogió de hombros. —Nunca se sabe.

—Confía en mí, lo sé. Un tipo no viene en avión después de unos


años para hablar con alguien que conocía y definitivamente no un tipo
heterosexual.

Shaw se sorprendió.

—¿Es heterosexual?

—No ha salido, y apostaría mis ahorros a que nunca ha estado con


otro hombre.
—Eh… No capté esa vibración de él en Argos. Un poco inocente,
claro, pero me miró bien y muy bien.

—¿Disculpa? —dije bruscamente, y Shaw se rio.

—Relájate, no estaba mirando porque estaba interesado. Más


bien... curioso. Como si nunca hubiera estado con tantos hombres en su
vida.

—Fue a una academia de chicos, imbécil.

Shaw puso los ojos en blanco.

—Eso no se traduce en todos gays, cariño. Dale un respiro.

—¿Defendiéndolo ahora?

—¿Cuál es el verdadero problema, Lucas? —preguntó Shaw, con


los ojos fijos en la línea que dibujó en mi bíceps—. ¿Qué tal vez todavía
te preocupas por este tipo?

—¿Qué eres mi terapeuta?

Shaw se inclinó hacia atrás para inspeccionar su trabajo. —A


veces.

Pensé en todas las veces que terminé en esta tienda o en el


condominio de Shaw en el piso de arriba, con la intención de no decir una
palabra, y derramando mi maldito corazón. El tipo tenía una forma de ser
que te pinchaba hasta que la verdad salía a borbotones, como un agujero
en un globo de agua, tanto si lo querías como si no.

—¿Sabes cuál es tu problema? —dijo Shaw.

—Tengo el presentimiento de que me lo vas a decir.

—Eres un imbécil egocéntrico atrapado en tu zona de confort.

—Y eso ha llevado años perfeccionarlo. ¿Por qué arruinarlo ahora?

—Por algo especial —dijo Shaw en voz baja mientras empezaba a


dibujar una de las flores—. Recuerdo cuando te conocí y aún estabas
pensando en ese tipo. No creo que lo hayas olvidado.
Abrí la boca para protestar, pero antes de que pudiera decir nada,
Shaw dijo: —Y antes de que digas lo contrario, recuerda que puedo ver a
través de tus mentiras. Él te hizo daño. Ahora sabes que en realidad no
fue su culpa. Entonces, Lucas, hombre. ¿Cuál es el problema?

¿Cuál es mi problema? ¿En serio? Mi cabeza empezaba a latir, y


no me gustaba la conclusión a la que conducía esta conversación.

—No te veo corriendo para tener una relación —le dije.

—Eso no es porque sea un cabrón testarudo y antipático.

—¿Entonces por qué?

Shaw negó con la cabeza. —No estamos hablando de mí. No soy


el que rompe corazones como Hulk. Haría falta un tipo especial para
aguantar mi mierda, y no he conocido a ninguno así.

—¿Qué mierda? Eres la persona que más tiene-su-mierda-junta


que conozco, y eso incluye a Bash.

Los ojos de Shaw se dirigieron a los míos. —Sólo piensas eso


porque no te he follado.

—¿Crees que no sé qué eres un bastardo pervertido? Estás


constituido como un puto buey. Estaría decepcionado si no lo fueras.

Con una risa, Shaw continuó trabajando en el color. —Mira. No


tienes que escucharme. Deberías, pero eso depende de ti. Si no vas y
arreglas las cosas con este tipo, siempre te vas lo vas a preguntar, y para
cuando te atrevas, estará casado con una tal Sally Sue con cinco hijos y
tú seguirás follando con todas las caras nuevas de Argos.

Cerrando los ojos, me concentré en los trazos de la pluma en mi


piel, pero en mi mente seguían apareciendo imágenes de Jackson como
si me estuviera mostrando tarjetas de memoria. Tal vez Shaw tenía razón,
y maldito sea. Mi lado obstinado no quería nada más que enfurruñarse
en silencio, pero ¿cuándo me había llevado eso a alguna parte?

—Te odio —dije.

—No. Odias estar equivocado.


—También odio eso.

—Mmmm. ¿Dónde se aloja?

—En el Rosemont —dije, y los labios de Shaw se movieron.

—Ah. —Cuando lo miré interrogándolo, me dijo: —El bar es


decente. Y, ya sabes, las camas de allí tampoco están mal. Podría valer
la pena un viaje.

Negué con la cabeza, porque Shaw me conocía mejor que nadie,


el sucio bastardo. —¿Por qué tengo la sensación de que si no conduzco
voluntariamente hasta allí tú lo harías por mí?

La sonrisa que me dio fue la del Gato de Cheshire. —Ahora te crees


muy listo, amigo mío.

QUE ME JODAN, lo estaba haciendo. El pequeño discurso de Shaw


de ‘ve a buscarlo’ hizo que mi trasero cruzara el puente hasta donde
estaba sentado ahora en el aparcamiento de huéspedes del Rosemont,
mirando hacia el creciente hotel de Savannah. Tal vez debería haber
buscado a Jackson en mi casa primero, pero se estaba acercando el
mediodía, y estaba seguro de que se había largado de allí en cuanto se
despertó. Me estaba arriesgando, asumiendo que estaría aquí, y si no lo
estaba, volvería más tarde.

Como un maldito acosador.

Después de poner la alarma en mi camioneta, me dirigí hacia las


puertas giratorias de la entrada del hotel. No había pensado mucho más
allá de localizar a Jackson, y estaba seguro de que no tenía ni idea de lo
que diría si lo viera.

—¿Perdón por la mamada? —Porque no estaba arrepentido.

—Espero que no te importe que aparezca, porque no puedo estar


lejos de ti. —Porque eso era más de lo que quería admitir en voz alta.
—Fui un imbécil y me disculpo. —Sí, eso fue lo que más me gustó.

Mis maldiciones resonaron en las puertas giratorias, y mientras me


empujaba hacia el elegante vestíbulo, miré a mi alrededor para fijarme en
los detalles que me rodeaban. El hotel en sí era circular, así que el
vestíbulo era un espacio abierto gigante con el bar, el restaurante y las
tiendas abrazando los lados de la silueta curvada.

Cierto. Sólo pedía en el mostrador el número de su habitación y me


lo darían, muy fácilmente. A menos que no lo hicieran. En cuyo caso,
gracias a Dios que se podía ver el vestíbulo desde el bar.

Maldita sea, mis palmas estaban sudorosas mientras me dirigía


hacia la recepcionista, y metí las manos en los bolsillos en lugar de dejar
que mis nervios se notaran.

La mujer detrás del escritorio me sonrió. —¿Se va a registrar,


señor?

—Eh, no. Estoy aquí para ver a un amigo mío, pero no recuerdo en
qué habitación dijo que estaba, y no contesta a su móvil. ¿Podría decirme
dónde puedo encontrarlo?

Su sonrisa se desvaneció. —Lo siento, señor, no puedo dar


información de los clientes.

Sí. Me lo imaginaba. —Entiendo. Tal vez podrías llamar a su


habitación directamente para ver si está disponible para bajar.

Empezó a responder en negativo, pero no pude escuchar nada de


lo que decía, porque por el rabillo del ojo, vi el perfil familiar del hombre
que estaba buscando. A través de las ventanas del restaurante del hotel
pude verlo, con un plato de comida en una mano, sacando su silla con la
otra.

—No importa. Gracias por su ayuda —dije, y ya me dirigía hacia


Jackson. Se había puesto un traje recién almidonado, y se me pasó por
la cabeza la idea de que tal vez estaría interrumpiendo una reunión de
negocios. Pero parecía estar cenando solo, e incluso si no lo estaba... es
una lástima. No planeaba irme hasta que hiciera lo que vine a hacer.
Llegué a la mitad del vestíbulo cuando Jackson levantó la vista, a
mitad de llevar su tenedor a su boca, y luego me miró fijamente. Lo dejó
caer sin siquiera parecer darse cuenta mientras me miraba cerrar la
brecha entre nosotros, y un nervioso aleteo de energía, totalmente
desconocido, pasó a través de mí.

Ya no hay vuelta atrás.


Capítulo 16

ESTABA TAN aturdido cuando miré hacia arriba y vi a Lucas


mirándome desde el otro lado del vestíbulo girando en mi dirección, que
dejé caer mi bocado de pollo, enviándolo chirriando hacia el plato.

¿Qué estaba haciendo aquí? Lucas se dirigía directamente hacia


mí como si tuviera un propósito. No esperaba volver a verlo, pero no podía
negar el alivio que se apoderó de mí al verlo entrar en el restaurante.
Vestido con una camisa de lino suelta y pantalones cortos, y con el
cabello negro aplastado en lugar de puntiagudo, la forma en que lo había
llevado cada vez que lo había visto, hacía que no hubiera una figura tan
intimidante como la suya, el dueño de la escena del club nocturno. Pero
en este momento, en cambio, parecía... ¿nervioso? La idea era ridícula.
Lucas Sullivan y Nervioso no iban juntos en la misma frase. Nunca lo ha
hecho, nunca lo haría. Pero la aprensión en su rostro era innegable
cuando se acercó a mi mesa, todo su cuerpo tenso como si estuviera
preparándose para luchar.

Cuando se detuvo, Lucas aclaró su garganta y señaló hacia el


asiento vacío frente a mí. —¿Te importa si me uno a ti?

¿Me molestaba? ¿Este era el mismo tipo que me había dejado sin
más ni más esta mañana, y ahora quería comer conmigo?

La curiosidad ganó, y asentí lentamente. Mientras Lucas sacaba la


silla y se sentaba, me limpié la boca con mi servilleta y observé cómo
intentaba ponerse cómodo, primero inclinándose hacia atrás con las
manos en el regazo, luego agarrándose a los apoyabrazos, y finalmente
poniendo los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos.

—Soy un poco imbécil —dijo.


Arquee las cejas. No era eso lo que esperaba que dijera. Pero no
estaba equivocado, así que asentí.

—Sí. Lo eres.

—Egoísta... arrogante...

—Eso también. No sé cuándo cambió eso, pero lo entiendo. —Sus


ojos se entrecerraron una fracción.

—¿Lo entiendes?

—Autopreservación. No te abres, no dejas que nadie se acerque


demasiado. Después de todo, tienes una reputación que mantener,
¿verdad? —Un lado de mi boca se levantó cuando llevé mi taza de café
a mis labios.

—Parece que me has descubierto.

— Bah. Eso es lo que dejas que todos vean. El Lucas que conocí
está en algún lugar bajo toda esa bravuconería.

—El Lucas que conocías se fue hace mucho tiempo. Me temo que
probablemente se haya ido para siempre.

—Si eso fuera cierto, no habrías cogido mis llaves.

Lucas resopló. Se detuvo, cerró la boca y me reí.

—¿Qué? ¿Las mamadas no son una buena acción? Es una lástima.

Lucas negó con la cabeza mientras miraba a ver quién me había


oído, y cuando se enfrentó a mí de nuevo, su voz traicionó su sorpresa.

—¿Quién eres tú?

—Sigo siendo el chico correcto que conociste; no te preocupes. Tal


vez ahora un poco desgastado por los bordes.

—Siempre te veías bien cuando te soltabas y no te importaba una


mierda —dijo, con una sonrisa curvando sus labios.

—Supongo, entonces, que tengo que agradecerte por eso.


—Ese soy yo. Siempre la mala influencia.

—No hagas eso.

—¿Hacer qué?

—Fingir que no eras lo único bueno en mi vida en ese entonces.

Eso pareció aturdir a Lucas, porque se echó hacia atrás y me miró


fijamente, y yo le miré igual. Nos dijimos mil palabras en esos momentos
de silencio, y la mayoría de ellas comenzaron con ‘lo siento’. Toda la ira,
el dolor y el resentimiento se desvanecían mientras estábamos sentados
compensando nuestras ofensas sin decir una palabra.

—Lo sé —dije finalmente. A Lucas le había costado mucho


aparecer por aquí en primer lugar, y eso solo era más grande que
cualquier ‘lo siento’ que pudiera decir, y sabía que tampoco quería oír una
disculpa de mí. Después de todo, las acciones hablaban más fuerte que
las palabras.

Lucas asintió, y luego llamó la atención de un camarero que pasaba


para pedir agua. Cuando llegó un par de minutos después, vació más de
la mitad del vaso antes de volver a hablar.

—¿Puedo preguntar qué te trajo aquí?

Directo al grano. —Buscamos adquirir una compañía de tecnología


que tiene su base aquí.

—Nosotros, como la compañía de tu padre — dijo—. Asumo que


es para quien trabajas.

—Sí.

—Una vez que adquieras ese negocio... ¿te iras? —me preguntó, y
cuando fruncí el ceño, Lucas negó con la cabeza—. No importa. No
respondas a eso.

Él sabía tan bien como yo que mis días en South Haven estaban
contados, y decirlo en voz alta cuando acababa de llegar parecía una
bofetada en la cara. Queriendo cambiar de tema, asentí a las líneas
moradas que se asomaban por debajo de la manga de su camisa. —¿Has
estado tatuándote?

Lucas miró hacia abajo y extendió su brazo, y entonces pude ver el


indicio de un contorno de flores recién dibujado y lo que parecía una
representación artística de su abuela, que no había estado allí anoche.
—Sólo una pequeña adicción por lo pronto.

—Parece que es doloroso.

Se rio. —Se supone que tienes que decir que se ve sexy.

—Difícil de decir cubierta bajo la manga así, pero estoy seguro de


que se verá tan bien como las otras que recuerdo.

Con una mirada exagerada, Lucas levantó las manos.

—Jesús, Jackson, si querías que me quitara la camisa, sólo tienes


que pedirlo amablemente.

Y así como así, la incómoda tensión entre nosotros se desvaneció


al vislumbrar al hombre que una vez conocí. El que tenía confianza sin
ser arrogante. Amable cuando no había armadura de acero que
atravesar. Me gustaba ese tipo. Incluso lo extrañé.

—Tal vez más tarde. Desnudo en un lugar público puede causar


histeria masiva, y entonces nunca tendré tiempo contigo.

—¿Y te gustaría… pasar tiempo conmigo? —Una lenta y sigilosa


sonrisa levantó sus labios cuando me entendió, y el hecho de que había
sido el primero en admitir que quería seguir viendo a Lucas me hizo
retorcerme en mi asiento.

—Quiero decir, me gustaría… ya sabes... volver a conocerte —le


dije—. Ponernos al día. Por el tiempo que sea que tengamos... —
Mientras estoy aquí decía el resto de la frase, pero él ya lo sabía.

—Eh. — Lucas se dio un golpecito en los labios, como si estuviera


debatiendo consigo mismo si debía hacer el esfuerzo, y me encontré
conteniendo la respiración mientras esperaba su respuesta en los
prolongados segundos—. Bueno, supongo que sería considerablemente
grosero no acoger a un forastero que ha venido hasta aquí.

Asentí con la cabeza. —Terriblemente grosero.

—Mmmm. —Tamborileó con sus dedos a lo largo del brazo de su


silla—. Entonces, ¿estás ocupado ahora?
Capítulo 17

—ESTÁS BROMEANDO —dije, bajándome las gafas para poder


tener una visión clara de a dónde me había llevado Lucas.

Lucas apagó el motor de su camioneta y me miró diciéndome. —


¿Qué?

—De todos los lugares a los que podíamos ir y las cosas que
podíamos hacer… —negué con la cabeza—, aquí no es donde pensé que
pasaríamos el día.

Lucas miró a la fachada de ladrillo de la academia de South Haven


All-boys y se encogió de hombros. —Pensé que te vendría bien un poco
de nostalgia.

—Estoy bien, gracias. Tal vez podríamos ir a la playa en su lugar.

—Claro. Más tarde. —Lucas se bajó de la camioneta y cerró la


puerta detrás de él mientras yo gemía. No había puesto un pie en mi vieja
escuela desde que me fui de allí antes de la graduación, y no estaba en
mi lista de prioridades. No porque tuviera malos recuerdos de mi estancia
allí, pero ¿quién quería volver a la escuela secundaria?

Lucas protegió el sol de su cara cuando me miró e inclinó su cabeza


hacia el edificio, una clara indicación de que necesitaba sacar mi trasero
de la camioneta.

Sí, sí, ya voy. Aunque no hubiera estado entre mis veinte mejores
opciones, no me arrepentí de haber venido, incluso si mi curiosidad
estaba alerta y aumentó aún más cuando Lucas evitó las puertas
principales y caminó a través del césped frontal perfectamente recortado,
hacia la parte trasera de la escuela. Todo estaba en tan perfectas
condiciones que ni siquiera se notaba que había pasado una tormenta.

Eso es lo que el dinero te compra. Una ilusión perfecta.

—Por aquí —dijo Lucas, y miré a mi alrededor para ver si alguien


nos estaba vigilando, pero el campus estaba tranquilo.

—¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Allanamiento de morada? —


pregunté, mientras seguía a Lucas por el lado del edificio principal hacia
una puerta trasera. Sus llaves se agitaron cuando sacó una llave del
surtido anillo, y luego la puso en el panel de la puerta. Hubo un fuerte clic
y una luz verde parpadeante, y Lucas me guiñó un ojo.

—No hay necesidad de eso —dijo, abriendo la puerta de par en par


para que pudiera pasar primero. Una ráfaga de aire frío nos saludó, y
mientras mis ojos se adaptaban, pude ver que estábamos en el pasillo de
las clases optativas, en el que había pasado mi tiempo hablando en
público y dirigiendo negocios mientras mis amigos hacían arte y tocaban
instrumentos.

—Ahh, sólo estamos robando, entonces. ¿De quién era esa llave?

—Es mía.

Resoplé. —Sí, y vine a South Haven por la vista de la montaña.

—¿No me crees? —Levantó una ceja—. Deberías saber que el


director Stewart me la dio personalmente.

—¿Estaba intoxicado en ese momento?

—Es totalmente posible. —Lucas nos llevó por el pasillo vacío hasta
la primera puerta a la derecha, y luego introdujo otra llave y la abrió.

—Así que... ¿eres profesor en tu tiempo libre?

—Dios, no. —Encendió la luz de dentro y se hizo evidente al


instante que había estado diciendo la verdad acerca de que las llaves
eran suyas. La habitación tenía el mismo olor a metal chamuscado que
su tienda, y había al menos veinte esculturas terminadas alineadas a lo
largo de una mesa empujada contra una larga pared.
—Me pidieron que hiciera un seminario sobre escultura metálica
para una clase optativa. Supongo que el director Stewart pensó que tener
un exalumno podría inspirar a los estudiantes… y conseguir unos cuantos
dólares de algunos de los padres. —Lucas agarró una libreta y un
bolígrafo del escritorio frente a una pizarra y se dirigió a las esculturas.

—Las clases acaban de terminar, así que tengo que anotarlas y


elegir un ganador. —Con manos firmes, levantó el primer objeto de la
mesa, una pequeña réplica de un pulpo, admirando las largas patas de
unas seis pulgadas que lo habían sostenido.

—¿Qué ganan? —le pregunté.

—A mí.

—¿Qué?

Lucas se rio y dejó el pulpo cuidadosamente en la mesa. —Un


aprendizaje de verano conmigo.

—Ah. Claro. —Sal de la alcantarilla, Jackson—. Es muy amable de


tu parte que te tomes el tiempo de ayudar a alguien. Pay it forward6

Siguió avanzando en la línea, estudiando cada diseño con gran


atención. —No, es totalmente egoísta. No puedo crear tan rápido como
la demanda me obliga últimamente, así que he estado tratando de
encontrar a alguien con un poco de habilidad para este tipo de cosas para
unirse a mi negocio. ¿Quién mejor que los estudiantes de secundaria
impresionables?

—Tienes razón, eso es egoísta.

Lucas sonrió con suficiencia. —Desafortunadamente, como con la


mayoría de las cosas, el que más quiero… no está disponible. Este —
dijo, recogiendo un perfil en 3D de la cara de un hombre hecho de cintas
de acero inoxidable que de lejos destacaba como la pieza más única y
técnicamente desafiante del grupo—. ¿El chico que hizo esto? Pequeño
hijo de puta con talento. Y está completamente fuera de discusión.

6
Es una película estadounidense de 2000. En español es conocida por: Cadena de favores. Es la respuesta a un reto por parte
de un profesor, un niño de 11 años llamado Trevor propone una serie de actos altruistas individuales para hacer del mundo un
lugar mejor.
Vine a pararme a su lado para admirar la pieza. —¿Por qué? ¿Mala
actitud?

—Beca de fútbol americano. Es ese tipo… ya sabes cuál. El


mariscal de campo americano con una sonrisa encantadora y él es... Oh,
espera. Es un mini tú.

—Muy gracioso.

—Bah, él es un poco más rudo que tú, aunque ambos parecen


compartir los desafíos paternales... —Dejó la escultura en el suelo y pasó
a la siguiente—. Hablando de eso, ¿quién es el pobre bastardo que va a
perder la compañía por la que viniste hasta aquí?

—Bueno, aún no está cerrado, así que no debería decirlo.

—¿No deberías? ¿O no lo harás?

—¿Ambos?

—Ah. Bueno, esta es la parte de conocerte que dijiste que querías,


así que...

Él tenía razón. No era como si nuestra adquisición fuera a ser un


secreto por mucho más tiempo, y no quería ocultarle nada más a Lucas,
no cuando quería que se abriera a mí también. Así que le dije: —
Agradecería la discreción hasta que las cosas estén listas, pero estoy
aquí por AnaVoge.

La cabeza de Lucas se levantó y la sorpresa iluminó su cara.

—Has oído hablar de ella, supongo.

—Sí —dijo, frotándose la mandíbula—. Quiero decir… que está por


aquí, ¿verdad? No me di cuenta de que estaba en el mercado.

—No lo está. No oficialmente, de todos modos, pero planeo hacer


una oferta tentadora que no puedan rechazar.

La línea entre las cejas de Lucas se profundizó. —Porque eso es lo


que haces, ¿verdad? Utilizas esa encantadora sonrisa y atractivo para
atraer a otros para que no puedan decirte que no. Y supongo que tienes
una tasa de éxito bastante alta. —Cuando no dije nada, hizo un
chasquido—. No parece justo.

—Son negocios.

—Concedido, no soy un tipo corporativo, pero venir aquí para


empujar a un negocio a vender cuando no hay un letrero de venta en su
jardín parece un poco jodido.

—Pareces enfadado de repente...

—¿Y si te pido que los dejes en paz? A AnaVoge. ¿Lo harías?

Busqué en sus ojos, tratando de entender por qué me pedía que lo


hiciera y por qué le importaba. —No, sabes que no puedo hacer eso.
Además, tampoco querría hacerlo.

La expresión de Lucas se endureció. —No puedes y no lo harás


porque sólo eres el mensajero. El que hace todo el trabajo sucio para otra
persona. —Cuando parpadeé, confundido por sus palabras de desprecio,
se pellizcó el puente de la nariz y respiró—. Lo siento. Lo siento mucho.
No es asunto mío.

—Tienes razón. No lo es.

Lucas se mordió el labio y asintió justo cuando el sonido de la


campana que indicaba el cambio de clase sonó por los altavoces.

Una dispersión de pasos ruidosos y voces que parloteaban en el


pasillo superó la tensión que había surgido de nuevo entre nosotros, y
estaba casi agradecido cuando la puerta se abrió y dos estudiantes
entraron sin avisar.

—Hola, Sr. Sullivan —dijo el rubio al ver el atuendo informal de


Lucas—. ¿Ya lo está haciendo sin nosotros? La hoguera no es hasta esta
noche.

—¿Hoguera? —dije—. ¿Todavía hacen eso? —Tan pronto como


las palabras salieron de mi boca, el recuerdo de lo que pasó la noche de
nuestra hoguera de mayores hizo que mis mejillas quemaran. No
habíamos llegado exactamente...
El rubio me miró extrañamente. —Es una tradición. ¿Quién
demonios eres tú?

—Ross, estoy seguro de que tus padres te enseñaron a respetar a


tus mayores, especialmente a un exalumno que me está ayudando a
juzgar tus proyectos finales. —Lucas asintió en mi dirección—. Saluda a
Jackson Davenport.

—¿Jackson Davenport? —dijo Ross, entrecerrando los ojos—.


Amigo, eres uno de los chicos de Davenport Worldwide, ¿verdad?

Asentí. Si había algo que seguía siendo cierto, era que todos los
niños ricos crecían conociendo el linaje y la historia de todos sus pares,
tanto del pasado como del presente. Este chico no era una excepción.

—Maldición, eso es genial. Mi papá dice que ustedes son


despiadados, pero todos los grandes directores lo son. —Ross miró a
Lucas—. Escogiste mi pieza, ¿verdad? Vamos, por favor. No estoy listo
para volver a Minnesota todavía.

—Tenías una visión interesante de la forma femenina, ¿pero será


suficiente? —Lucas fingió que se cerraba los labios y tiraba la llave.

—Auch, hombre —dijo Ross—. Justin no puede ganar siempre


todo. Ni siquiera podrá hacer el aprendizaje, así que deberías elegir a
otro. Alguien que cuente chistes todo el día y que sea una buena
compañía. —Dio un codazo a su amigo, y se rieron cuando un secreto
que no se había dicho pasó entre ellos.

—Si encuentras a esa persona, házmelo saber para que pueda


dejar de perder el tiempo con esto. —Lucas cogió un trozo de acero y lo
volcó—. Burbuja derretida, ¿no? —El amigo de Ross dejó de reírse y
Lucas le sonrió—. Siento que las palabras 'buen esfuerzo' serán
demasiado fuertes en este caso, Sr. Klapeer.

Eso solo hizo que Ross se riera más, el sonido resonando en la


gran sala mientras la cara de su amigo se ponía carmesí. El ruido fue lo
suficientemente fuerte como para llamar la atención de sus compañeros,
porque varios metieron la cabeza dentro, y cuando vieron a Lucas, las
sonrisas se extendieron por sus rostros y entraron, saludándolo con un
entusiasmo sincero. Estaba claro que era muy querido, y el sarcasmo de
Lucas parecía ser la pareja perfecta para los adolescentes más listos.

Me quedé atrás mientras ellos rodeaban a Lucas, señalando sus


piezas, haciéndole preguntas, bromeando. Era extraño pensar que hace
tan sólo unos años éramos nosotros, y ahora estábamos aquí. Para
alguien con tantas paredes a su alrededor, Lucas ciertamente no tuvo
problemas en dejarlas caer con sus estudiantes, y eso sólo me hizo más
decidido a tener este lado de él cuando estuviéramos solos. Antes de que
nos interrumpieran, podías haber cortado la tensión en el aire con un
cuchillo, y no quería pasar el poco tiempo que teníamos para estar juntos,
peleando.

A Lucas no le gustaba mi línea de trabajo. No tenía que gustarle. Si


su aversión venía de mi padre, con el cual no estaba exactamente
contento en este momento, o si era porque Lucas no aprobaba nuestros
métodos, no estaba seguro, y realmente no importaba. Diablos, ni
siquiera estaba seguro de que me gustara mi trabajo cuando se trataba
de eso, pero era lo único que sabía hacer, y era muy bueno. Una vez que
volviera a casa y posiblemente me enfrenté a mi padre por su forma de
meterse en mi vida, bueno, entonces tendría que ir desde allí. Pero por
ahora, hasta el jueves, mi carrera era lo último en lo que pensaba.

Otra campana sonó, esta vez una campana de advertencia de que


tenías dos minutos para estar en tu asiento, y los chicos le hicieron un
saludo rápido a Lucas antes de salir corriendo hacia el pasillo.

—Eres muy natural con ellos —dije, apoyándome en el mostrador


mientras Lucas volvía a calificar los diseños.

—Eh, son grano en el culo —contestó, pero sonreía cuando lo dijo.

—No muy diferente a alguien que conozco.

—Quieres decir que solías saberlo. A menos que estés insinuando


que sigo siendo un grano en el culo.

Oh, todas las implicaciones en esa frase. Y como sabía que iba a
tener una reacción, sonreí y dije: —Depende. ¿Quieres serlo?
Tal como pensé, Lucas se tensó con la escultura en sus manos,
maldiciendo mientras la colocaba en posición vertical y luego me
inmovilizó con esos ojos intensos. —Eso suena mucho como una
invitación.

Encogiéndome de hombros, volví a prestar atención a los proyectos


en cuestión. —Parece que tienes una decisión difícil que tomar. ¿Quién
va a ser?

—Eh eh. No puedes cambiar de tema —Lucas caminó hacia mí, y


una emoción familiar de anticipación atravesó mi cuerpo, del tipo que
siempre ocurría cuando él estaba cerca. Su sólido pecho rozó mi brazo,
retándome a alejarme, pero no me moví, ni siquiera cuando su aliento me
hizo cosquillas en el cuello—. ¿Hay algo que quieras, Jackson?

Dos podían jugar a este juego. Ya había visto el efecto que tenía en
Lucas, así que, si él quería desequilibrarme, yo podía intentar hacer lo
mismo. Girando la cabeza hacia él, vi lo cerca que estaba, y torcí los
labios. —En realidad... hay algo que quiero. Malamente.

La cabeza de Lucas se movió hacia la mía una fracción. —Ah, ¿sí?


Dime. O muéstrame, si lo prefieres. Soy un oportunista igualitario.

—Mmm. Quiero… —me incliné cerca, como si fuera a por sus


labios, y luego, en el último segundo, le rocé la piel de la mejilla—,
mojarme. —Escuché la suave respiración de Lucas y dejé que absorbiera
esa información por un segundo antes de añadir: —En la playa.

Lucas gimió y me empujó mientras yo reía. —Maldito bromista —


murmuró.

—¿Qué?

Se puso una sonrisa falsa en la cara. —Te pregunté si te gusta


alguno de estos?

—Ahh. —Escudriñé la larga fila de diseños, y cuando mi ojo se fijó


en una llama en ascenso hecha de metal retorcido, la señalé.

—Ese.
—No es una mala segunda opción. —Lucas hizo una nota en la
libreta, la cerró y luego se volvió hacia mí con los brazos cruzados—. Así
que…

Imité su pose. —Así que...

—Ya que pareces tener afinidad por las llamas, ¿quiere asistir a
una hoguera esta noche? Si mal no recuerdo, y lo recuerdo un poco...
echamos de menos la nuestra. —Un brillo diabólico iluminó los ojos de
Lucas. Era la noche en que decidí entregarme al hombre que me miraba
ahora, y había sido la primera y la última vez.

Jesús, eso fue lo último en lo que necesitaba pensar ahora mismo.


Especialmente cuando me encuentro tan cerca de Lucas y a solas, por
no hablar de a unos cuantos pasos de su antiguo dormitorio. Así que, sí,
tal vez una hoguera rodeada de otros fuera una buena idea.

—Claro —dije, pero mi voz era demasiado ronca, y tuve que


aclararme la garganta—. Creo que una hoguera suena genial.

Una lenta sonrisa se extendió por su cara. —Bien. Quizás esta vez
lo logremos y veamos todo lo que nos perdimos.
Capítulo 18

—VAMOS, Sr. Sullivan. Sólo un juego.

Revisé uno de los refrigeradores cerca de la hoguera y saqué un


par de refrescos, sacudiendo el hielo de ellos antes de darle uno a
Jackson. —No.

Nathan se cruzó de brazos y sonrió a sus compañeros antes de


volver a mirarme. —No es como si te fueras a romper una cadera o algo
así. ¿O eres tan viejo?

Entrecerré los ojos ante el mierdecilla que intentaba burlarse de mí


y de Jackson con un partido de fútbol en la playa. —Aún no te has
graduado, Nathan. Me guardaría los comentarios de sabelotodo antes de
que pudiera sentir la necesidad de mover algunos hilos. Te gusta el
Burger Barn, ¿no?

Auch y risas sonaron entre sus amigos, y tuve que admitir que la
imagen de Nathan girando hamburguesas hizo que mis labios se
curvaran. El chico necesitaba que alguien lo derribara de su maldito
caballo.

—Te diré algo —dijo Nathan—, incluso iremos a tocar.

Mis ojos se fijaron en Jackson, que me estaba devolviendo la


sonrisa. Sí, apuesto a que estos cabroncetes querían tocar.

—O el placaje también funciona, si no le preocupan las


quemaduras de arena y los huesos rotos —añadió.

Tomé la soda de Jackson antes de que pudiera abrir la tapa y la


volví a meter en la nevera. —Nosotros empezamos y elijo mi equipo.
—Normalmente tiramos una moneda al aire para... —Nathan se
detuvo cuando me crucé de brazos—. Sí, está bien, está bien.

—Bien. —Me lanzó el balón y se lo di a Jackson—. ¿Quieres ser mi


quarterback?

Los ojos de Jackson se dilataron ante mi tono sugestivo, y después


de un momento asintió.

—Me encantaría.

Elegí a los chicos que quería para mi equipo, asegurándome de


rellenarlo para que no me quedara mucho que hacer. No es que no
pudiera jugar, pero no había sido un gran deportista de niño. Sin embargo,
tenía un arma secreta, Jackson. Él solo limpiaría la playa con sus culos,
así que me sentía bastante seguro, aunque hubieran pasado unos años
desde que él había estado en el campo.

Se trataba de pieles contra camisetas, y el otro equipo perdió sus


camisetas, ya que no había forma de que pudiera concentrarme si
Jackson se quitaba la suya. Y aunque estaba bastante seguro de que la
mayoría de los chicos que jugaban no bateaban para mi equipo, tampoco
quería que le miraran. Podría inspirar algunas ideas, y odiaría tener que
romperle la cara a alguien.

Uno de los pieles comenzó, enviando el balón volando alto en


nuestra dirección. Jackson lo agarró con facilidad, y luego, en un
explosivo estallido de poder y fuerza, se lanzó hacia el equipo contrario,
y dejé de hacer lo que estaba haciendo para mirarlo. Maldita sea, la forma
en que esquivaba cada par de manos extendidas era impresionante, sus
largas piernas comiéndose la arena, y antes de que me diera cuenta,
había cruzado la línea trazada en la playa que indicaba la zona de
anotación.

—Camisetas un Touchdown —dijo a nuestro árbitro oficial, un niño


que no reconocí y que llevaba un yeso en el brazo derecho.

—Mierda, ¿te parece justo? —gritó Nathan, su cara una perfecta


imagen de conmoción que me hizo reír.
—Querías que jugáramos —le dije.

—Jugar, no demoler.

—Supongo que será mejor que intensifiques tu juego, entonces. A


menos, por supuesto, ¿que hayas cambiado de opinión y desees perder?

Nathan me miró con dureza y terquedad, y luego refunfuñó: —


Vamos a jugar.

—Eres malvado, lo sabes, ¿verdad? —dijo Jackson desde detrás


de mí, su mano cayendo sobre mi hombro mientras el otro equipo se
apiñaba para elaborar un plan de juego.

—Lo sé. Ojalá hubiéramos hecho apuestas.

—Mmm. Todavía podríamos...

—Oye, genio, estamos en el mismo equipo.

Jackson lanzó la pelota al aire y la atrapó con una mano. —Tal vez
sólo una pequeña apuesta entre nosotros, entonces.

Eso me llamó la atención. —Dime más.

—Podemos apostar en el número de touchdowns. El que esté más


cerca gana. Y en cuanto a lo que gana, eso puede elegirlo el vencedor.

Eso sonaba peligroso, lo que también significaba que era algo que
necesitaba ganar. —¿Algo que quiera el ganador?

Jackson levantó la barbilla con un aire de confianza que me dijo que


no planeaba perder. —Todo vale.

La risa baja que salió de mí sonó casi malvada incluso para mis
oídos, y alargué mi mano. —Trato hecho. Cinco a cero, nosotros.

—No confías mucho en mí, ¿verdad? —se burló Jackson—. Yo digo


diez a cero, nosotros. Trato hecho. —Su movimiento era firme, y justo
antes de soltarme, me apretó los dedos, y esa pequeña acción no se me
escapó. Entonces me guiñó un ojo y fue a tomar su lugar en la defensa
para que el otro equipo no pudiera intentar pasarnos.
Buena suerte, chicos, pensé. Nathan cogió el balón y empezó a
correr hacia nosotros, pero Jackson lo tenía en la mira. Nathan esquivó a
la derecha y luego a la izquierda, tratando de engañarlo, pero Jackson no
mordió el anzuelo. Sus manos salieron a golpearle en el brazo, tan rápido
como una víbora, y los hombros de Nathan se hundieron en la derrota
cuando se detuvo. Una y otra vez, Jackson, un equipo de un solo hombre
con el resto de nosotros como apoyo, se llevó todos los intentos que el
otro equipo hizo para marcar.

—¡Touchdown! Eso son cinco para las camisetas, menos que nada
para las pieles —dijo el árbitro, mientras Jackson marcaba una vez más.

—Amigo, estoy listo para un maldito trago —murmuró una de las


pieles, limpiándose el sudor de su frente. Nathan miró al resto de su
equipo, sin aliento y totalmente derrotado, y luego me lanzó el balón—.
Muy bien, estamos fuera.

—¿Fuera? —Repetí—. ¿Ya?

—Sí, sí. —Nathan puso los ojos en blanco y, después de ponerse


la camiseta, él y el equipo perdedor se dirigieron al lugar donde el resto
de sus compañeros de clase se encontraban alrededor de la hoguera.

—Buen juego —dijo Jackson, que fue recibido con un murmullo de


‘quién invitó a ese tipo’ y ‘maldito fanfarrón’. Jackson se volvió hacia mí
con una gran sonrisa en la cara, y me reí.

—Pareces muy orgulloso de ti mismo por haber vencido a unos


cuantos estudiantes débiles de secundaria —le dije.

—Han pasado años desde que hice esto. —Abrió la lata de refresco
que le había dado antes y se bebió la mitad antes de añadir: —Y de nada.

—Prefiero agradecerte por el espectáculo que organizaste. Creo


que tocar tan bien la pelota podría haber convertido a algunos de esos
chicos.

—¿Realmente acabo de escuchar un cumplido de tu parte sobre mi


manejo de la pelota? Maldita sea —dijo, y tomó otro trago, claramente
divertido por mi elección de palabra.
Jesús, ahora todo en lo que podía pensar era en la forma en que
esas grandes manos suyas podían manejar más de mí, incluyendo la
erección que amenazaba con acampar en mis pantalones cortos. Una
erección era lo último que necesitaba aquí con un montón de estudiantes
de secundaria y personal, así que rápidamente me di la vuelta y me dirigí
a una de las dunas de arena para darnos un poco de privacidad y para
darle a mi pene la oportunidad de bajar, al muchacho.

Mientras me quitaba los zapatos, Jackson hizo lo mismo, y luego se


sentó a mi lado y cavó sus pies en la arena blanca y suave. Lo miré por
casualidad, y mi polla se movió ante la gota de sudor que le había caído
en la mandíbula. Permaneció allí, en el precipicio, durante un momento,
y luego empezó a deslizarse lentamente por la longitud de su cuello. Mojé
mi labio inferior, queriendo inclinarme y lamer la gota. Tendría un sabor
salado en mi lengua, y eso sólo encendería el hambre que se agitaba en
el pozo de mi estómago.

Alejando mis ojos, tomé una bocanada de aire y me concentré en


las pequeñas olas que lamían la orilla. Tener a Jackson tan cerca
dificultaba el control de mi cuerpo. Necesitaba recordarme a mí mismo
que no era un nombre desconocido que no recordaría mañana. No era
una aventura. Él era fatal. El daño que podría hacerme si lo dejara sería
irreparable, así que no necesitaba pensar en la forma en que me miraba,
con un sentido equivocado de esperanza, y estoy seguro de que no
necesitaba pensar en los muslos musculosos que estaban estirándose a
mi lado.

Maldita sea, su cuerpo era una obra de arte, y sabía exactamente


lo que haría con él si me dejaba. Corrección, si me permito. Lo cual no
haré, pensé, ya que mi mirada se fijó en el abultamiento sustancial detrás
de sus vaqueros. De verdad.

—¿Has pensado alguna vez en irte? —preguntó Jackson de la


nada.

—Dejar... South Haven, ¿quieres decir? No.

—¿En serio? Ni siquiera cuando...


—¿La abuela murió? —terminé por él—. Uno pensaría que sí. He
viajado, pero en ningún sitio me siento como en casa. Bueno, supongo
que Washington lo hace un poco, pero no tengo los recuerdos que tengo
aquí. Y vendimos la casa de mis padres, así que... no hay ningún sitio al
que preferiría irme.

Jackson asintió. —Siempre me gustó estar aquí. Estar cerca de una


playa, la sensación de un pueblo pequeño. Puedo ver por qué te
quedaste.

¿Por qué no lo hiciste tú? Quería preguntar, pero la respuesta era


innecesaria.

Jackson también lo sabía porque se aclaró la garganta. —En


Connecticut, los inviernos son brutales. Cuarenta centímetros en
veinticuatro horas el año pasado. Habría rezado por un día de playa
entonces.

—Maldita sea. No suelo quejarme de los centímetros, pero… —


Jackson me empujó antes de que pudiera terminar, y solté una fuerte
carcajada.

—Te quejarías cuando se te arrugaban las pelotas y se te cayeran


de la hipotermia.

—Bah, sólo encontraría un cuerpo caliente para asegurarme de que


eso no pasara —dije antes de poder evitar que las palabras salieran a la
luz, y luego quise patearme el trasero. Por el amor de Dios, Sullivan,
cállate la boca y no hables de todos los tipos a los que te tirarías, incluido
al que no puedes—. Nunca he visto tanta nieve.

—Tendrás que venir a visitarme. Te llevaré al Powder Ridge7. —Él


mantenía la conversación ligera, no reconocía mi boca floja, y no
profundizaba en nada a lo que ninguno de los dos se opusiera. Fue
suficiente para distraer mi cuerpo de notar su... por el momento.

Imité su pose y saqué mis piernas, cruzándolas por los tobillos.


Llevaba pantalones cortos, y más de la mitad de mis piernas estaban

7
Su nombre completo es Powder Ridge Ski. Es un área de esquí relativamente pequeña ubicada en Middlefield, Connecticut.
cubiertas de arena. —Te gustaría patearme el culo en una pelea de bolas
de nieve.

—Claro que me encantaría hacer eso. Y te lo mereces.

—Nadie diría que no a eso. —Un rugido de risa desde el otro lado
de la hoguera sonó, y miré para ver una nueva adición a la multitud—.
¿Ves a ese chico de ahí? —Señalé a una alta montaña de músculo de
piel oscura que se reía con un par de tipos mientras se paraban frente a
los malvaviscos asados al fuego.

—¿Chico? —Jackson negó con la cabeza—. No veo a un niño, veo


a un monstruo.

Me reí. —Ahora sabes por qué lo llamé mini tú. —Malditos brazos
tan grandes como los de Hulk.

—Ah. Así que él es la estrella del fútbol y el artista secreto.

—Ése es el elegido. Justin. Su padre jugaba para los Falcones, así


que ese chico está preparado para la NFL.

—¿Y eso sería algo malo?

—Un buen culo con pantalones ajustados nunca es algo malo.

—Por supuesto —dijo Jackson, con la boca curvada hacia un


lado—. ¿Dónde estaba antes cuando el otro equipo lo necesitaba?

—Te lo dije. Desafíos de los padres.

—Eh. —Jackson se quedó callado mientras los veíamos intercalar


sus malvaviscos entre chocolate y galletas Graham—. ¿Alguna vez te ha
hablado de ello? ¿Tener que elegir entre deportes o arte?

—Como si eso importara para vosotros, los ricachones. No puedes


elegir, ¿recuerdas?

—¿Nosotros los ricachones? —dijo Jackson al mismo tiempo que


levantaba una ceja—. Así que, sin incluirte a ti mismo en esa declaración,
a pesar de que tu abuela tenía una de las casas más grandes de la isla,
que ahora es tuya… —Tomó un trago de su bebida.
—Eh. Tiene sentido. Mis padres no eran ricos. Papá se fue de South
Haven para hacerlo en sus propios términos, y eso es sólo porque la
abuela no trató de controlar su vida. A diferencia de vosotros, los
ricachones.

—¿Intentas insultarme?

—Es una declaración de hecho. Mi propia observación. Si te


ofendes, significa que tienes tus propios problemas.

Jackson dejó su soda y se enfrentó a mí. —¿Podemos no hablar de


la mierda que nos molesta?

—Porque eso sería demasiado realismo para ti, ¿no, Jax?

Se puso tenso. —No me llames así.

—¿Por qué no? Todos los demás lo hacen.

—No me gusta.

—Pero...

—No. Tú no. —Prácticamente gruñó esas palabras, y tuve que


admitir que su tono de ‘no me jodas’ hizo que mi polla se interesara una
vez más. Simplemente perfecto.

—Bien. Jackson —dije, tratando de no notar cómo sus hombros se


relajaron un poco.

—Lucas... —Miró fijamente al océano—. No quiero pelear contigo.

—Sí. —Yo tampoco quiero pelear contigo. A menos que sea en la


cama. Ay, diablos, Sullivan, vámonos.

—¿Qué has dicho? —preguntó.

—Eh… —Seguramente mi función del cerebro a la boca se me


había cortocircuitado ahora—. Mierda. Lo dije en voz alta, ¿no?

Jackson dejó salir una risa sorprendida y asintió.


—No es como si la semi erección que llevo desde que llegaste no
me delatara.

—Siéntete libre de hacer eso y más —dijo Jackson, y mis ojos se


abrieron de par en par—. Quiero decir, di lo que piensas. —Se rio—. Sería
bueno saber lo que estás pensando.

—Te lo digo.

—La versión censurada. Solías contármelo todo. Incluso los


pensamientos en la cama. —Me dio un empujón juguetón.

—Eso no nos haría ningún bien a ninguno de los dos. Confía en mí.

—Confío en ti. —Cuatro palabras sencillas, dichas con total y


absoluta sinceridad, y ninguna parte de mí dudaba de que fueran verdad.
Eso me hizo preguntarme... ¿por qué yo? Este hermoso y recto
muchacho podía haber tenido a cualquiera, y sin embargo había
gravitado hacia el solitario chico nuevo que acababa de perder a su
familia. Se había hecho amigo mío, sin hacer preguntas, y luego me hizo
enamorarme de él.

Incluso estando aquí sentados, parecía que no había pasado nada


de tiempo, como si nos hubiéramos escapado de la academia para tomar
unas cervezas en la playa. En ese entonces, Jackson ni siquiera lo había
visto venir. Pensó que yo era su mejor amigo, alguien en quien podía
confiar y con quien podía pasar el rato, y le dejé creer eso por un tiempo.
Para mí, desde el primer momento en que lo vi, supe que nunca tendría
una simple amistad con Jackson Davenport. Era un secreto que pesaba
mucho, hasta que un día no pude soportarlo más. Había sido el
cumpleaños de la abuela y estaba decidido a aparecer con el regalo que
le había hecho. Después de no conseguir evitar que me escapara,
Jackson me siguió al bosque que separaba la casa de Gram de la
academia, y fue su constante preocupación por ser atrapado lo que activó
el interruptor. Fue entonces cuando tuve suficiente de contenerme con él.

Sin avisar, empujé a Jackson contra un árbol y tuve mis labios en


los suyos antes de que pudiera protestar. Y entonces tuve la impresión
de mi vida cuando me devolvió el beso. Pensé que me alejaría, me
pegaría, me diría que ya no podíamos ser amigos. En cambio, la noche
siguiente me besó de nuevo, en la playa no muy lejos de donde
estabamos sentados ahora. Escondidos por una de las dunas de arena,
Jackson había sido el que había iniciado las cosas esa noche, y habíamos
ido mucho más allá de sólo besarnos.

Mi polla se hinchó cuando recordé la primera vez que me tocó, la


forma en que sus manos temblaban al bajarme la cremallera de mis
pantalones, pero sus ojos habían permanecido firmes y seguros en los
míos. Dios, cálmate de una puta vez.

—¿Te acuerdas? —dijo Jackson en voz baja, su mirada fija en el


mismo lugar que la mía, como si también estuviera reviviendo el recuerdo.

—Sí.

—Esa... fue una buena noche.

Cada noche contigo fue una buena noche. Todos los malditos días,
también.

—Lo fue. Lucas... yo…

Una explosión de luz irrumpió en el cielo de repente, asustándonos,


y miramos hacia arriba para ver los fuegos artificiales que salían del
campus de la academia para celebrar el final del curso. Las risas y las
voces que se desprendían de la hoguera se desataron cuando la noche
se iluminó con vetas de todos los colores.

Jackson me sonrió un poco mientras se recostaba en la arena para


mirar, y yo hice lo mismo, igualmente agradecido y molesto por la
interrupción de la conversación. ¿Qué había estado a punto de decir?

Medio observé la pirotecnia sobre nosotros, medio observé a


Jackson, preguntándome cómo en el lapso de horas podía hacerme
volver al Lucas cuya vida entera había girado en torno a él. Si su padre
no hubiera intervenido, ¿seguiría siendo así? ¿Seguiría siendo un tonto
felizmente enamorado de él, o uno de nosotros se habría cansado del
otro y habría querido salir a jugar? Tal vez fue bueno que se hubiera ido
cuando lo hizo si de todas maneras me habría destrozado el corazón. O
tal vez me había vuelto cínico y hastiado durante nuestro tiempo
separados.

Dios, había habido tantos tipos. Más de los que podía contar, y
ahora mismo no podía recordar a ninguno de ellos. Pero podía recordar
los sonidos exactos que Jackson había hecho cuando lo besé en el
bosque, y todavía podía ver el despeinado cabello por el sexo que llevaba
cuando salió de mi dormitorio la última vez que lo vi. Ese había sido el
recuerdo arraigado detrás de mis ojos cada noche cuando me quedaba
dormido… hasta que apareció en Argos.

Fuertes gritos y aplausos sonaron cuando los fuegos artificiales


llegaron a su fin en una impresionante muestra de color, capturando mi
atención de nuevo, y cuando terminaron, Jackson soltó: —Te extraño. —
Sacudiendo mi cabeza en su dirección, lo vi tragar, sus ojos todavía
firmemente fijos en el humo que se disipa por encima—. Extraño a mi
mejor amigo.

Y así de fácil, lo supe. Habría ido hasta los confines de la tierra por
este hombre, y lo que más me asustaba de esa comprensión era el miedo
de que aún lo haría.

—Siempre me sentí tan solo, y luego te conocí y ya no lo estaba.


Era como si siempre hubieras estado ahí. Como si siempre te hubiera
conocido. Y cuando me lo quitaron... —Jackson soltó una fuerte
exhalación—. No tengo a nadie. No para hablar, no para ir a jugar al fútbol
en la playa. Trabajo. Y tengo lo que se consideraría amigos, gente que
veo en las relaciones de trabajo, pero que no saben nada de mí, no
realmente. Es como... Dios, es como si no me sintiera bien en mi piel.
¿Sabes? No me siento como yo. ¿Tiene eso sentido? —Soltó otro
suspiro, y su mano llegó hasta donde sus ojos estaban cerrados—. No
tiene ningún sentido. Y no sé por qué estoy diciendo todo esto, y
probablemente no te importe, pero sólo... significaba algo para mí.
Nuestra amistad. Tú en mi vida. Significaba todo. Y te extraño cada
maldito día, Lucas.

No podía respirar mientras una picadura caliente de lágrimas me


pinchaba los ojos y mi pecho se volvía pesado. Sin decir una palabra, le
cogí de la mano, necesitando tranquilizarlo, pero sin poder encontrar
ninguna palabra, una maldita rareza, si es que alguna vez la hubo. Pasé
mis dedos por los suyos y tuve el fugaz pensamiento de que los míos
eran ásperos y callosos, pero si eso le molestaba, no lo mostraba. Su
fuerte mano apretó la mía, respondiendo a lo que yo no podía decir.

Nos quedamos tumbados en un silencio confortable, aún unidos


mientras las nubes pasaban y las estrellas salían a jugar. Eventualmente,
rompí el hielo, señalando mi constelación favorita, la Osa Mayor, y luego
contando la historia detrás de algunas otras cuando Jackson admitió que
no estaba familiarizado con ellas. Me preguntó sobre mis esculturas,
cómo había construido mi negocio de metalurgia, y había una curiosidad
genuina detrás de sus preguntas. Parecía haber desarrollado una
apreciación por el arte, algo que podría haber adivinado por la pieza que
aún se encuentra en mi tienda. Luego le conté cómo había encontrado su
dirección ‘robando el libro de notas de nuestra maestra’ y eso lo hizo reír.

Compartimos historias de las cosas que habíamos hecho que


llenaban algunos de los vacíos de nuestro tiempo separados, menos el
obvio trabajo del hombre. Como hablar de su trabajo o de su vida familiar
era un punto de conflicto, estaba fuera de los límites, así que Jackson
conversaba en su lugar sobre los lugares que había visitado. Había
estado por toda Norteamérica, Europa y Asia, aparentemente por su
cuenta. Me habló de visitar el Louvre en París, de comer sushi en Japón,
de escalar la Gran Muralla, y sentí un ardor de celos de que no había
estado allí para experimentar esos primeros momentos con él.

Y mientras sus viajes sonaban increíbles, tuve la sensación de que


había algo más que Jackson no me estaba diciendo. Podía sentir un peso
sobre sus hombros, y cualquiera que fuera la causa, no lo estaba
diciendo. No quería presionar por esa información, no ahora, y
especialmente no cuando podría ser algo que no quería escuchar. Estaba
contento por primera vez en mucho tiempo sólo por estar allí, tumbado
con él bajo el mismo cielo, con la brisa del verano soplando y el sonido
de las olas a lo lejos… incluso si ese interludio pacífico era una ilusión
efímera. Sin importar los sentimientos que me suscitara, el hecho es que
Jackson se iría pronto… aunque por lo menos esta vez sabía lo que iba
a venir.
El pulgar de Jackson me rozó la piel donde aún estábamos
conectados. —¿No te importa si alguien te ve?

—¿Me ve hacer qué?

—Ya sabes. Estar aquí, con un chico.

Por alguna razón, eso me hizo reír. Era fácil olvidar lo inocente que
era Jackson cuando se veía así. Cómo venía de un mundo
completamente diferente al mío, y cómo probablemente no había estado
cerca de nadie cómodamente con su sexualidad en años.

—Estoy bastante seguro de que no es un secreto —le dije—. He


visto a algunos de esos chicos colarse en los clubes, y si lo han hecho,
saben lo suficiente sobre mí. Se corre la voz, ¿recuerdas?

—Ah, ya recuerdo. Pero parece que no les importa.

Sabía lo que estaba pensando. Cuando estábamos en la escuela,


parecía que hasta el último de ellos era un gilipollas crítico, y al menos
uno de ellos le había avisado al padre de Jackson, a menos que fuera un
maestro. —Las cosas son diferentes ahora. Estoy seguro de que todavía
hay unos cuantos imbéciles en el grupo que se meten con sus
compañeros, pero ¿qué me van a decir?

—¿El Sr. Sullivan es homosexual?

Resoplando, negué con la cabeza. —Primero los ahogaría en el


océano. O tal vez tirarlos al fuego con los malditos malvaviscos.

Jackson me miró y sonrió. —Nunca te ha importado lo que nadie


piense de ti. Siempre he admirado eso.

—Eso no es verdad. Me importaba lo que pensaba la abuela. —


Tuve que forzar las siguientes palabras—. Y tú.

Aunque eso no pareció sorprenderle, Jackson se quedó callado por


un tiempo, como si estuviera debatiendo consigo mismo. Y luego me
preguntó: —¿Por qué yo?

La misma maldita pregunta que me hice con respecto a él, sólo que
esta vez las palabras tenían un peso, porque no sólo me preguntaba por
qué había respetado lo que él pensaba de mí. Me pedía mucho más que
eso, y me contuve con todas las razones que él quería que dijera. Que
era el único en aquel entonces que no me había juzgado, al triste y
enfadado chico nuevo, que había visto mi verdadero yo y se había
preocupado lo suficiente. Cómo decirle que se sentía como en casa
desde la primera vez que me senté junto a él en bioquímica y me sonrió,
o que cuando me ofreció un asiento en su mesa del almuerzo más tarde
ese día, inadvertidamente me había ofrecido mucho más que eso.

Pero no dije nada de eso, porque si lo hacía, él vería a través de mí


y se daría cuenta de que nunca lo había superado. Y esa era una verdad
que no estaba listo para enfrentar hasta que se fuera de nuevo. Así que
le dije: —No lo sé. —Y traté de no darme cuenta cuando su sonrisa vaciló
ante mi falta de respuesta.

La mirada de Jackson revoloteó hacia donde el fuego había sido


apagado hacía mucho tiempo, y se sentó. —Mierda, ¿qué hora es?

—Tarde.

—Ni siquiera sabía que se habían ido todos —dijo Jackson,


poniéndose de pie y limpiando la arena de sus vaqueros.

La parte de la playa que había estado repleta de estudiantes, hacía


unos minutos, ahora estaba vacía, lo que significaba que habían tenido
que volver a la academia para el toque de queda obligatorio. También
significaba que habían pasado varias horas desde que Jackson y yo
sintonizamos nuestro mundo.

Me levanté y miré hacia arriba y hacia abajo en la playa, y cuando


no vi a otra alma viviente, dije: —¿Necesitas irte o buscar otra cosa?

—¿Qué tienes en mente?

—Estaba pensando que un baño a medianoche estaría bien.

—Un baño, ¿eh? —Jackson miró su ropa y luego me miró de nuevo.

—Puedes usarlos. O nada en absoluto... —Me encogí de hombros


y comencé a caminar hacia atrás, hacia el océano.
—¿Qué estás haciendo, Lucas?

—Me tengo que quitar la arena.

—Mentira. —Las manos de Jackson estaban bajas en sus caderas


mientras me veía desabrochar el botón superior de mi camisa. Podría
haberla sacado fácilmente sobre mi cabeza de una sola vez, pero me
gustaba que Jackson me mirara a los ojos, y como burlarme de él había
sido uno de mis pasatiempos favoritos, me tomé mi tiempo. Con cada
botón que desabrochaba, su mirada se acaloraba.

—¿Vas a unirte a mí o vas a seguir mirando?

—Seguir mirando.

Me reí mientras terminaba de quitarme los botones y dejaba que la


camisa se me deslizara por los brazos, cayendo a la arena. Luego abrí el
botón de mis pantalones cortos. —No seas cobarde, Davenport.

—Presión de grupo. Exactamente lo que les dices a esos chicos


para que se dejen caer por ti8.

¿Y no son esas las palabras mágicas...?

—Oh, vamos, Jackson —me atreví, desabrochando mis pantalones


cortos y empujándolos por mis caderas—. Déjate caer por mí.

8 Es una frase hecha que se utiliza cuando alguien hace que te quedes encandilado o enamorado, por eso la referencia de
Jackson a Lucas respecto a sus alumnos, que están muy a gusto con su profesor. Es muy difícil la traducción al castellano, de
ahí la frase traducida como ‘déjate caer por mí, que aparece más abajo.
Capítulo 19

DÉJATE CAER POR MÍ...

Esas palabras que salían de la boca de Lucas, mientras se


desnudaba para mí allí mismo en la playa, eran como un choque al
corazón. No sirvió de nada cuando se quitó los pantalones, dejándolo sólo
con un par de calzoncillos bóxer que se aferraban a la gruesa
protuberancia entre sus duros muslos. En cada centímetro que podía ver
ahora no había nada más que líneas duras y bronceadas de músculo, con
tatuajes que cubrían todo su hombro derecho, que le atravesaban el
pecho y le bajaban por el brazo. Mi pulso saltó, y de repente hacía
demasiado calor para estar completamente vestido.

Sí, no necesitaba enamorarme del tipo otra vez. Algo me dijo que
ya lo había hecho.

Lucas retrocedió un par de pasos más, acercándose más al agua.


—No puedes decir que no. Gané la apuesta amistosa de antes, así que
voy a cobrar. Dijiste que valía todo. Este es mi todo.

—Sólo ganaste porque el otro equipo se rindió.

—Mala suerte. Una apuesta es una apuesta.

Tramposo. Nunca fui de los que daban marcha atrás en una


apuesta, pero ¿perder mi ropa después de mi confesión anterior y
sumergirme en el océano solo con Lucas? Eso era problemas. Pero... Ah,
a la mierda. Tal vez un pequeño problema era lo que necesitaba en mi
vida.

Me saque la camisa sobre la cabeza y la tiré a la arena antes de


que se me ocurriera algo mejor, justo cuando los pies de Lucas golpearon
el borde del agua. Con su mirada deambulando sobre mi torso desnudo,
los labios de Lucas se abrieron, y luego una lenta sonrisa se deslizó por
su cara.

Ah sí. A él le gusta esto. Cualquier duda que tenía sobre si la


atracción de Lucas hacia mí había disminuido en el tiempo que habíamos
pasado separados se disipó mientras se lamía los labios, y luego sus ojos
cayeron hasta donde mis dedos descansaban sobre el botón de mis
vaqueros, como para instarme a seguir adelante. Lo hice desabrochando
y bajando lentamente la cremallera, haciéndole perder el resto de su
paciencia.

—Métete en el agua, Davenport —dijo, con la voz ronca, y me di


cuenta de la forma en que rápidamente retrocedió hacia el océano para
ocultar su creciente excitación.

Y maldita sea, eso no hizo nada para ayudar a la mía, y tuve que
agacharme y ajustarme antes de atreverme a quitarme los pantalones.

Los nervios me golpearon con toda su fuerza mientras Lucas me


miraba con ojos hambrientos en mi camino hacia el agua. Mierda, no era
como si tuviera algo de lo que avergonzarme. Él ya sabía lo que sentía
por él antes, y si cualquiera de nosotros hubiera pensado que era una
casualidad, nuestros besos, por no mencionar la mamada de anoche,
habrían disipado esas dudas.

Sí, me atraía el tipo. Tanto que estaba dispuesto a vadear en el


Océano Atlántico hacia un hombre que tenía la habilidad de cambiar mi
vida en formas en las que no podía pensar en este momento, incluso si
sólo veía mi presencia en la ciudad como una aventura divertida. No iba
a pensar, no esta noche. Porque ahora mismo no había nadie más, ni en
la playa, ni en el mar, ni en mi cabeza.

El agua era cálida y acogedora mientras se me arremolinaba en los


tobillos, y cuanto más lejos entraba, más nadaba Lucas hacia atrás, hasta
que el agua estaba en su pecho.

—Ven aquí —dijo, torciéndome el dedo, y respondí a su petición


sumergiéndome bajo el agua. Nadé en su dirección, dando un par de
fuertes patadas antes de salir a la superficie.
Aunque el agua era cálida, me refrescó lo suficiente, y al pasar mi
mano sobre mi cara y a través de mi pelo mojado, dije: —La presión de
los compañeros y las apuestas funcionan. Estoy aquí. ¿Estás contento
ahora?

Una de las piernas de Lucas se enganchó detrás de la mía, me


desequilibró y me tiró hacia adelante, y entonces sus manos estaban en
mi cintura y sus labios rozaron mi mandíbula.

—Sí —dijo, su boca moviéndose ligeramente a lo largo de mi piel,


y justo cuando pensé que me besaría, Lucas me empujó completamente
bajo el agua.

Cuando resurgí con el sonido de la risa de Lucas, me limpié el agua


de los ojos y me abalancé sobre el maldito hijo de puta, pero se apartó,
salpicando un chorro de agua en mi dirección.

—Vas a pagar por esto —dije, gruñendo mientras lo alcanzaba de


nuevo.

La sonrisa de Lucas fue amplia cuando se alejó rápidamente. —


Jodidamente espero que sí. Mejor que valga la pena.

Mi polla se movió detrás del fino material de mi bóxer, mis


pensamientos inmediatamente se desviaron a lo que quería hacer una
vez que le pusiera las manos encima. Me agaché bajo el agua y envolví
mis brazos alrededor de las piernas de Lucas antes de que tuviera la
oportunidad de alejarse. Luchó contra mí mientras lo tiraba hacia abajo,
sus manos presionando contra mis hombros, pero cuando levanté la
cabeza para volver a nadar hacia arriba, mi cara rozó su erección y Lucas
se puso rígido. Aprovechando su sorpresa momentánea, utilicé mi agarre
para empujarlo hacia abajo mientras me impulsaba hacia arriba y
atravesaba la superficie.

Ven y atrápame.

Unos segundos más tarde, salió a la superficie, y ni siquiera me


molesté en tratar de escapar. —Parece que alguien se la está buscando
—dijo Lucas, mientras me agarraba de nuevo de la cintura, pasando su
otra mano por la parte posterior de mi cabello—. ¿Es esto lo que querías?
—Estoy bastante seguro de que sólo quería que te mojaras.

Los ojos de Lucas se encendieron y luego se desviaron a mis labios,


y cuando los lamí, el agarre que tenía en la parte de atrás de mi cabeza
se apretó. Entre un aliento y el siguiente, tomó posesión de mi boca, su
lengua enredándose con la mía en un delicioso deslizamiento. La tensión
sexual entre nosotros había estado aumentando toda la noche, y Lucas
me besó hasta que me mareé, borrando efectivamente el recuerdo de
cualquier otro que viniera antes… y después de él.

Nuestras piernas se entrelazaban mientras él presionaba su cuerpo


contra el mío, de modo que cada parte de nosotros estaba conectada, y
la pura intensidad que salía de él me dejó temblando. Esto. Esto era lo
que había estado esperando toda la noche, y Lucas no me decepcionó.
Ni tan siquiera cerca. Cuando me chupó la lengua en la boca, gemí con
la necesidad de estar aún más cerca. Tomé una de sus piernas y la
sostuve al lado de mi cadera, y cuando su erección palpitó contra la mía,
empezó a mover sus caderas.

—Oh Dios —dije, sin aliento ya. No importaba que estuviéramos


donde cualquiera pudiera vernos. No había otro pensamiento en mi
mente más que lo bien que se sentía y cómo nunca quería que terminara
ese momento.

Lucas se tragó mis palabras, mordiendo mi labio inferior. —Tócame


—dijo, cogiendo una de mis manos y deslizándola más allá de la cintura
de sus calzoncillos. La suave cabeza de su polla rozó mis nudillos
mientras deslizaba mi mano hacia abajo para cubrir su dura longitud, y
cuando lo apreté, soltó un largo gemido. Su reacción me hizo sentir
poderoso, y envolví mis dedos alrededor de su polla, saboreando la
sensación gruesa y sólida de él en mi mano.

Hacía mucho que no lo tocaba así, pero cuando empecé a


acariciarlo, fue como si no hubiera pasado el tiempo. Usando mis
hombros como palanca, empujó sus caderas hacia arriba codiciosamente
hacia mi palma, y los dedos que tenía en mi pelo me tiraron fuerte.

—Eso es perfecto... Oh mierda —dijo, y la forma en que Lucas se


estaba desmoronando me hizo desear que ya no estuviéramos en el
océano para poder poner mis manos, mi boca y mi pene donde quisiera,
porque no podía conseguir lo suficiente. Sus gemidos y jadeos anulaban
la necesidad de ver su cuerpo flexionando y esforzándose por debajo de
mis manos, sin embargo, fue lo que dijo después lo que me dejó
boquiabierto.

—Quiero sentirte —dijo Lucas en una exhalación temblorosa—.


Juntos. —Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, tiró de mis
calzoncillos para liberar mi polla y nos envolvió con la mano a los dos.

Oh mierda, pensé, mientras empujaba sus caderas hacia arriba, y


mientras su polla se frotaba contra la mía, estaba perdiendo mi cabeza.

—Joder —dijo—. Joder, sí, exactamente así.

El torturado gemido de éxtasis que venía de Lucas hizo más grande


mi necesidad de oírle decir mi nombre, ya que vendría del placer de mi
mano. Apreté nuestras duras longitudes y cerré mi puño arriba y abajo a
nuestro alrededor, y joder, nada se había sentido tan bien en toda mi vida.
¿Era esto lo que me había estado perdiendo? ¿Lo qué pude haber tenido
con Lucas todos los malditos días durante los últimos ocho años?

—Maldita sea. —Las cuerdas del cuello de Lucas se tensaron


cuando su cabeza cayó hacia atrás, sus dedos y sus uñas se clavaron en
mi trasero tan fuerte que sabía que tendría moretones mañana—. Vas a
hacer que me ponga tan jodidamente duro.

Me mordió en el hombro, y fue un dolor que sentí hasta las pelotas.


No había manera de que pudiera contenerme más, mi autocontrol se
acercaba rápidamente a su límite. La mano que tenía a nuestro alrededor
se movía a un ritmo desigual a medida que mi orgasmo llegaba a su punto
culminante y seguía bombeándonos a través de mi puño resbaladizo,
pero luego sentí el tirón de su polla y todo había terminado. El maremoto
se estrelló sobre mí primero, mi liberación fue tan fuerte que mi visión se
volvió borrosa, y entonces Lucas se corrió, su polla palpitando al mismo
tiempo que la mía.

Recapturó mi boca cuando bajamos de lo alto, y solté el agarre que


tenía sobre nosotros para poder abrazarlo fuertemente.
A medida que el frenesí se reducía a un lento hervor, sus besos se
volvieron tranquilos, Lucas me exploró mientras yo hacía lo mismo.

Lucas había sido una vez tan parte de mí que me sentí como la
mitad de mí mismo cuando él no estaba cerca, y cuando nos volvimos a
conectar, fue como encontrar una parte de mí mismo que había olvidado
que había perdido. La fachada arrogante que había levantado cuando lo
vi por primera vez se derritió de nuevo, hasta que el niño que conocí
emergió, con los ojos llenos de calidez y el característico toque de
maldad.

—Jesús, Jackson —dijo Lucas cuando se alejó, con una sonrisa


malvada en los labios—. No sabía que te gustaban tanto los deportes
acuáticos. El fútbol al tacto parece un desperdicio ahora.

—No. Tenías que ganar una apuesta para poder entrar aquí.

—No, sólo tenía que retarte. —Inclinó la cabeza hacia un lado—.


Me pregunto qué más podría retarte a hacer...

—Tengo un poco de miedo de averiguarlo —dije, riendo.

—Mmm, las posibilidades...

—Oh, me atrevo.

—Pero, ¿Jackson?

—¿Mmm?

—Tenemos un problema. —Había un brillo maligno en sus ojos


mientras se inclinaba hacia adelante para susurrarme al oído—. Creo que
tu enorme polla está asustando a los peces. —Puse los ojos en blanco y
lo alejé.

—Oh Dios. Sé serio.

—Lo soy. Eres tan grande que anoche me quedé boquiabierto...

Sacudiendo la cabeza mientras sonreía, le envié un chorro de agua


y salí del agua.
—Jackson, ¿adónde vas con tu enorme polla? —La risa burlona
de Lucas resonó en el agua detrás de mí.

—Vete a la mierda —dije por encima de mi hombro, lo que solo lo


hizo reír más fuerte.

—Me jodiste de maravilla. Creo que estoy agotado, pero gracias.

—Cállate, Lucas.

—Creo que lo que quieres decir es: ‘¿Cuándo te volviste tan sexy,
Lucas?’

Me reí mientras él me seguía fuera del agua, y caímos de nuevo en


el fácil compañerismo que siempre había sido la parte más importante de
nuestra amistad. Algunas cosas nunca cambiaban.
Capítulo 20

BUENO, ESTO HABÍA escalado más rápido de lo que esperaba.


No es que me arrepintiera, porque ¿quién en su sano juicio no querría
sus manos y su boca sobre un hombre como Jackson? No, el problema
era que ahora que lo había probado, no era suficiente. En lugar de saciar
mi lujuria, sólo había empeorado las cosas, porque ahora anhelaba tener
a Jackson en la cama y poner todo ese juego previo en buen uso como
acto de apertura.

Pero, joder, ya había tentado a mi autocontrol hasta el límite esta


noche, así que mientras aparcaba con el motor en punto muerto delante
del Rosemont, intenté decirme a mí mismo que esto era lo que debía
hacer. Deja a Jackson aquí y vuelve a casa… solo. A pesar de que lo
deseaba tanto en mi cama que tuve que agarrar el volante para evitar
alcanzarlo.

—Bueno —dijo, de repente tímido y nervioso, a pesar de que una


hora antes había visto ese lado descarado que sabía que tenía—. Esta
noche fue... divertida. Gracias. —Los dedos de Jackson se posaron
alrededor de la manija de la puerta, pero no la abrió.

—Estoy bastante seguro de que soy yo el que debería darte las


gracias. —Sabía que mi sonrisa tenía que ser inmoral, porque Jackson
se sonrojó, en realidad se sonrojó. Y fue tan entrañable que las siguientes
palabras salieron de mi boca antes de que las pensara bien—. ¿Estás
libre mañana?

¿Qué demonios, Sullivan? Se irá pronto. No te encariñes, idiota.

Pero ya había hecho la invitación, y cuando Jackson se mordió el


labio y luego asintió, sentí más alivio que inconveniencia.
—Bien. Te recogeré a las diez —le dije, y luego le di una última
recomendación—. Y no te disfraces.

A LA MAÑANA SIGUIENTE ESTABA EXCITADO, dando vueltas y


vueltas en mi cama mientras la luz se filtraba a través de las persianas
de mi dormitorio. Tenía el vago pensamiento de que necesitaba
despertar, pero en los bordes de mi mente flotaba un recuerdo de Jackson
de cuando éramos adolescentes, y el sueño me reclamó de nuevo antes
de que pudiera abrir los ojos...

LA ARENA ERA suave contra mi espalda desnuda, la brisa


nocturna que venía del océano estaba helada, pero no había manera de
que me volviera a poner la camiseta. Jackson había empujado sobre su
codo a mi lado y estaba mirando intensamente las líneas entintadas que
cubrían mi brazo y mi hombro.

Contuve la respiración mientras él me tocaba. Su tacto era tentador


en mi piel... tan ligero que apenas podía sentirlo. Y justo cuando sentí que
empezaba a alejarse, puse mi mano sobre la suya y aumenté la presión
de sus dedos contra mis tatuajes.

Jackson me miró a los ojos.

—Puedes tocarme —dije, con voz vacilante. No tenía la intención


de que mis palabras salieran como un sonido inseguro; no querían decir
más que eso. No había ninguna otra una maldita cosa que quisiera más
que él mantuviera su mano encima de mí, pero justo debajo de la
superficie de mi piel yacía el pánico de que en cualquier momento se
daría cuenta de lo que estaba haciendo y se detendría. Por favor, que no
se detenga, rogué, enviando una oración que probablemente sería
olvidada en el momento en que quienquiera que estuviera ahí arriba viera
mi nombre.
Pero solamente por esta vez, me equivoqué, porque lentamente,
muy lentamente, los dedos de Jackson comenzaron a moverse de nuevo,
trazando los remolinos que cubrían mi clavícula. Me estremecí bajo su
toque.

—¿Qué son? —preguntó, siguiendo el contorno que se redondeaba


por encima de mi hombro y por debajo de mi brazo.

—Son nudos celtas. —Me aclaré la garganta—. No tienen un


principio ni un final, así que suelen representar el infinito… la eternidad.
Lo conseguí después de... —No podía decir las palabras ‘después de que
murieran mis padres’, pero Jackson asintió como si lo supiera de todos
modos. Nunca me hizo hablar sobre el accidente de coche que me los
había arrebatado unos meses antes, enviándome a vivir con mi abuela, y
por ambas cosas, le estaba agradecido.

El dedo de Jackson se detuvo en la parte interior de mi brazo, y


luego pasó por encima del símbolo. —Este es mi favorito.

Cerré los ojos. No había forma de que supiera que esa era la parte
del tatuaje que yo había diseñado. La única parte que había insistido en
tener por dentro, donde no estaría al frente y al centro. El recordatorio
que hice para mí y sólo para mí.

—¿Esto también es un nudo? —preguntó.

—Es un trisquel. Una triple espiral. —Tomé su mano y la guie sobre


los tres rizos—. Es una línea continua que representa el movimiento de
la vida. Pasado... presente... futuro.

—Parece casi furioso.

Una pequeña sonrisa levantó mis labios. —Un trisquel representa


la fuerza. Avanzar, sin importar los obstáculos.

—Eso me suena a ti...

Respiré profundamente y negué con la cabeza.


—No soy fuerte. Me siento... perdido a veces. —Hasta que estoy
contigo, pensé. Y entonces siento que tengo el propósito de seguir vivo
después de todo.

—Eres la persona más fuerte que conozco —dijo Jackson—. No lo


crees, pero lo eres.

—Tú también lo eres.

Titubeó. —¿Yo? No. —se mofó Jackson, y luego me miró con una
media sonrisa—. Sólo soy un niño rico para el plan de papá. ¿No es eso
lo que dijiste cuando nos conocimos?

—Lo siento. Estaba equivocado...

—No, no lo estabas. En realidad, no. Quiero decir, ese es el plan.


Meterme en el negocio de mi padre. Siempre lo ha sido.

—No tiene por qué serlo. No si tú... quieres otra cosa.

Jackson me dio una sonrisa triste. —Algunos de nosotros no somos


tan fuertes como otros. — Luego bajó sus dedos por mi pecho, siguiendo
la línea de mis abdominales por mi estómago y bajó... más abajo...— Pero
hay algo más que quiero.

ME DESPERTÉ AL SONAR mi alarma, la música se convirtió en


una horrible canción de rap para hacer que levantara el culo a tiempo, y
me senté para apretar el botón del despertador con mi puño. Creí que mi
sueño terminaría después de la parte buena. Maldita alarma.

Bostezando, froté una mano sobre mi cara y pensé en el recuerdo


que se había presentado en mi sueño. No es de extrañar que se haya
puesto en primer plano después de anoche. Justo después de que
Jackson trazó las marcas en mi piel había sido la primera vez que
jugamos, justo ahí en la playa, algo en lo que había pensado anoche
mientras yacíamos bajo las estrellas.
Me acordé de lo que había dicho, de no ser lo suficientemente fuerte
como para tener una opción, y en ese entonces, yo, la mierda testaruda
que era, estaba decidido a hacerle cambiar de opinión. Mi mano se acercó
para tocar el cordón desgastado de mi collar. Había pasado una semana
perfeccionando el colgante trisquel en el sótano de mi abuela sólo para
dárselo a Jackson y demostrarle que estaba equivocado. Había sido mi
primera pieza, el diseño que más tarde me había dado la idea de un
negocio, y a Jackson le había encantado, llevándolo todos los días bajo
el cuello de su uniforme. Al menos, hasta el día en que me lo devolvieron.

Pero por ahora, Jackson estaba aquí, en South Haven, conmigo.


Tal vez aún había esperanza para el niño perdido.
Capítulo 21

ERAN LAS DIEZ en punto cuando salí del Rosemont para ver la
camioneta de Lucas a unos metros de distancia. Con un par de Aviadores
y una sonrisa perezosa, y con un brazo en el volante y el otro colgado
sobre el asiento del pasajero, Lucas se veía como un sexy isleño-
cortante-chofer. Se bajó las gafas de sol, y sus ojos vagaron sobre mí. —
Veo que recibes bien las órdenes.

Me metí en la camioneta y cerré la puerta de golpe. —


¿Sorprendido?

—Agradablemente —dijo, su sonrisa volviéndose pecaminosa—.


Aunque pareces un buen turista con ese atuendo.

—Oye, era esto u otro traje. —No había planeado un día de playa
mientras estaba aquí, pensando que este sería un viaje de trabajo rápido,
así que tuve que ir a una de las tiendas de souvenirs de la calle esa
mañana para comprar algo casual. Salí con un par de chanclas,
pantalones cortos, y la camiseta de color salmón de Savannah que
llevaba, entre otras cosas.

—Ah, eso me recuerda. —Lucas sacó un par de trajes de baño de


colores brillantes de la bolsa de playa del asiento trasero y los tiró en mi
regazo—. Me imaginé que no habías traído nada, y que podrías
necesitarlos.

—Está bien. Voy a ir desnudo.

Lucas frenó de golpe y se golpeó la cabeza. —O podría usar estos.


—Me subí la camiseta y bajé la cintura de mis pantalones cortos para
revelar debajo el traje de baño azul.
Negó con la cabeza. —Cabrón. No está bien bromear —dijo, yendo
hacia la calle, y sonreí ante su reacción. Cuando cruzamos de nuevo el
puente hacia South Haven, lo observé por el rabillo del ojo, tratando de
no ser tan descarado al respecto. Parecía más tranquilo hoy, cantando
suavemente a U2 con las ventanillas bajadas y el viento soplando a través
de su cabello. También me di cuenta de cómo la camiseta sin mangas
que llevaba mostraba su piel bronceada y sus poderosos brazos, los
mismos brazos que me habían envuelto anoche.

Cuando Lucas nos llevó en dirección al lado este de la isla, le dije:


—¿No están las playas al otro lado?

—Sí.

—Así que lo que tienes planeado no es la segunda parte de la


noche pasada.

—No. Bueno... no es exactamente lo que estás pensando.

Miré por la ventana. —¿Planeando tirar mi cuerpo en el pantano?

—No estoy planeando eso...

—¿Entonces vamos a nadar con los cocodrilos?

—Caimanes —corrigió—. Y no dije que nadarías con ellos, por


supuesto. —Lucas se dirigió a un camino de entrada, y miré fijamente a
la casa majestuosa que teníamos delante. En comparación con las otras
mansiones de estilo sureño construidas a lo largo del pantano, ésta
parecía completamente fuera de lugar, con sus líneas modernas y
elegantes y sus paredes de cristal que reflejaban el sol de una manera
que, incluso siendo transparente, la hacía parecer inaccesible.

Silbé admirado. —Maldita sea. ¿A quién pertenece esto?

—A un amigo mío. Pero no es ahí a donde vamos. —Lucas pasó


por el garaje lo suficientemente grande como para albergar al menos
media docena de coches y se dirigió hacia el pantano donde un gran
barco pontón estaba anclado a un muelle. Después de aparcar la
camioneta, abrió la puerta—. Vamos.
—¿Vamos? —le pregunté, mientras Lucas agarraba la bolsa y una
hielera del asiento trasero y se dirigía hacia el muelle—. Espera.
¿Estamos robando el barco de tu amigo? —Lucas frunció los labios.

—Robar es una palabra muy negativa.

—¿Cómo lo llamarías?

—Ya que planeo devolverlo, lo llamaría un préstamo. No te


preocupes, no le importa. —Lucas subió al bote y dejó caer la hielera
sobre la cubierta.

Luego miró hacia donde yo aún estaba en el muelle. —Será mejor


que te des prisa y entres antes de que cambie de opinión.

Mirando el nombre del barco garabateado en la parte de atrás, me


reí. —Hard and Full of Seamen9.

—Un completo pervertido, obviamente. Vamos.

Contra mi mejor juicio, subí a bordo y miré hacia la inmensa casa,


esperando que alguien saliera corriendo y nos amenazara. Creciendo con
bastardos ricos como mi padre, conocía a esos tipos como la palma de
mi mano, y no había manera de que dejaran un barco tan extravagante
fuera de su vista.

Cuando Lucas se puso de pie y se dio cuenta de la dirección de mi


mirada, se rio. —Oh, vive un poco. Piensa en lo rápido que irá este bebé
una vez que la policía empiece a perseguirnos.

Negué con la cabeza. —Eres un problema, ¿lo sabías?

Pensé que se reiría de nuevo de mi comentario, pero mientras


desataba el barco desde el muelle, su frente se arrugó. —Sí, lo sé. —
Luego se acercó al otro lado y levantó el ancla.

—¿Puedo ayudar? —le pregunté.

—En realidad, sí. Quítate la ropa.

9
El nombre del barco, se deja en el original, pero significa: Duro y lleno de marineros, de ahí la risa de Jackson.
Riendo, negué con la cabeza. —Me refería a preparar el barco para
partir.

—Eso es parte de ello. No podemos zarpar hasta que nos bajemos


los pantalones. Esas son las reglas.

—Maldita sea. Ni siquiera un poco de juego previo esta vez —


bromeé, agarrándome la parte de atrás de mi camiseta y pasándomela
por la cabeza. Lucas tragó visiblemente mientras sus ojos se movían
sobre mi pecho, estómago y brazos, y, sin apartar la vista, se agachó para
meter la mano dentro de su bolsa.

—Te necesito aquí —dijo Lucas, sacando una botella pequeña, y


me quedé helado por un segundo, pensando que era una botella de
lubricante. Pero al verter el contenido en su mano, me di cuenta, como
un tonto, de que sólo era protector solar.

Muestra dónde está tu mente, Davenport.

Lucas se mojaba los labios, sin quitarme los ojos de encima,


mientras iba a pararme frente a él. —No puedo dejar que te quemes
mientras estás conmigo —dijo, frotando la loción entre sus manos antes
de deslizarla sobre mis hombros. Eran fuertes y un poco ásperas, prueba
de que trabajaba con sus manos, mientras masajeaban el protector solar
en mi piel, sin dejarme olvidar que era un hombre el que me tocaba,
sintiendo como bajaba por mi pecho y mis abdominales.

—Esto se siente bien —dije, y Lucas sonrió, mientras disfrutaba de


la forma en que se tomaba su tiempo, asegurándose de pasar los dedos
por cada centímetro. Un par de veces sumergió las puntas de los dedos
justo debajo de la banda de mis pantalones cortos, pero los quitó
rápidamente, burlándose de mí lo suficiente como para hacer que mi polla
reaccionara… y definitivamente se había dado cuenta.

— Ya está —dijo Lucas cuando terminó, sus labios revoloteando a


sólo unos centímetros de los míos. Él inclinó la cabeza, y pensé que me
besaría, pero luego me engañó y retrocedió, sonriendo mientras se
limpiaba el protector solar que le quedaba en una toalla.
Nos condujo por el pantano, dando vueltas alrededor de la hierba
alta y señalando casas notables, propiedad de antiguos compañeros de
clase o maestros, así como un par de casas de vacaciones de famosos.
Era un día de primavera cálido y soleado, y varios navegantes estaban
disfrutando de él, pescando y tomando el sol, saludándonos al pasar.
Lucas no se detuvo hasta que dejamos atrás a todos ellos, y luego paro
el bote en medio de un amplio claro lejos de cualquier residencia. El
hecho de que él quería privacidad no se me había perdido, y mientras
caminaba hacia donde estaba sentado, sonrió.

—Tengo un palo largo, sólo para ti —dijo, mientras se


desabrochaba los pantalones y se los sacaba—. Levántate.

Mis ojos se abrieron de par en par ante la implicación, y cuando me


levanté del largo banco que corría a lo largo del costado del barco, se
acercó, y cuando estaba a unos centímetros de distancia, bajó su mano
por mi costado, comenzando por mis costillas y bajando por mis caderas,
luego más lejos, hasta que...

Abrió la parte superior del banco y sacó una caña de pescar.

—Es un poco delgado, así que puede que no sea a lo que estás
acostumbrado, pero creo que puedes coger algo con esto —dijo Lucas,
guiñándome un ojo mientras me daba el palo, y yo maldije.

—Estás equivocado.

—Oh, tengo toda la razón, pero no crees que me aprovecharía de


ti sin dejar que nos atrapes algo para cenar primero, ¿verdad? —Sacó
otro palo y una caja de aparejos, y después cerró la tapa—. No pensé
que querrías ensuciarte las manos, así que no hay gusanos para ti.
¿Prefieres los jigs10 con cola de gusano roja o amarilla?

—Eh… nunca he hecho esto antes, así que te tomo la palabra sobre
lo que es bueno.

Lucas levantó la vista. —¿En serio?

10
Carnada.
—Mi padre no era exactamente de los que crean lazos afectivos, y
yo estaba muy ocupado con los deportes. —Me encogí de hombros—.
Supongo que tendrás que darme otra primera vez.

Los ojos de Lucas se oscurecieron y se mordió el labio cuando un


gruñido salió de su garganta.

—¿Te gusta eso? —le pregunté, sosteniendo mi palo para que


pudiera poner el cebo—. ¿Ser el primero?

Miró la forma en que sus pantalones cortos se habían apretado


entre sus muslos. —Creo que sabes la respuesta a eso.

—Bien. Sólo una cosa. —Cuando levantó una ceja en cuestión, le


dije: —No me lo pongas fácil.
Capítulo 22

JACKSON DAVENPORT era un maldito mentiroso.

—Guau, ¿cuántos van? ¿Siete? ¿Ocho? Espero que tengas


hambre, Sullivan —dijo, mientras abría la hielera con el hielo y le echaba
otro lenguado.

Miré a mi propio palo, el que no se había movido ni una vez, y


entrecerré los ojos. —Creo que hay algo mal con mi palo.

—Te juro que no hay nada malo con tu palo —dijo Jackson,
riéndose mientras se inclinaba sobre mí como si fuera a besarme el
cuello, pero luego dudó.

—Gracias por la tranquilidad, pero lo menos que puedes hacer es


besarme, ya que los peces están pasando por encima de mi palo. De lo
contrario, todo esto es una mierda.

Jackson sonrió y se inclinó hacia adelante, sus labios eran una


cálida caricia en mi cuello, y temblé. —Te pones muy guapo cuando
haces pucheros. También eres un poco mal perdedor. Sabes que esto es
sólo para que vuelvas por lo de anoche, ¿verdad?

—Sí, sí, y yo que pensaba que los dos ganamos anoche. —Puse el
palo en el suelo y me puse de pie, estirando los brazos sobre mi cabeza,
y ese movimiento hizo que Jackson se detuviera y mirara fijamente hasta
que una vibración del bolsillo de su pantalón corto lo hizo agacharse para
apagarlo sin mirar. Otra vez—. ¿Quieres otro refresco? —le pregunté.

—Eso sería genial —dijo, y cogí un par del mini refrigerador.


Cuando regresé, un movimiento me llamó la atención, puse las bebidas
en el suelo y me acerqué al lugar donde Jackson estaba cebando su
anzuelo otra vez.

—Mira —dije, enjaulándolo contra el costado del barco con mi frente


presionado contra su espalda. Puse mi barbilla en su hombro y apunté
hacia la orilla a unos treinta metros de distancia—. ¿Lo ves?

—¿Ver qué? No... Oh, mierda.

Un caimán que tenía que medir más de tres metros y medio de largo
salía del agua y subía a la orilla, y los ojos de Jackson estaban grandes
y redondos mientras observaba a la criatura prehistórica.

—Eso es algo que no se ve todos los días —murmuró.

—No es raro que ocurra por aquí. ¿Qué dices? ¿Quieres atraerlo
de vuelta y comer cola de caimán para la cena?

Me miró por encima del hombro. —Has perdido la cabeza.

—Sabe a pollo.

—Yo paso.

—¿Cómo sabes que no te gusta hasta que lo pruebas?

—No me importa intentarlo. Lo que me importa es luchar con él en


este barco para que podamos tener cola de caimán. Pasaré de eso.

—¿Dónde está tu sentido de la aventura, chico de ciudad? ¿Un


caimán de doscientos kilos? Puf. Fácil. —Me senté y tomé mi palo
mientras Jackson lanzaba su hilo de nuevo.

Justo cuando se sentaba a mi lado, su móvil vibraba de nuevo, y


suspiraba mientras sacaba el teléfono, lo miraba y luego lo apagaba.
Cuando la pantalla se apagó, le dije: —¿Necesitas cogerlo?

—No, no es importante.

—Aja. De acuerdo. —Me quedé callado por un minuto, pero como


algo jugaba en el fondo de mi mente, tuve que preguntar. —¿Está
relacionado con el trabajo? ¿Algo de lo que tengas que ir a ocuparte?
Porque han llamado varias veces, y puedo llevarnos de vuelta a…

—No, no hay trabajo hoy, y no hay una emergencia, así que está
bien. Nada que no pueda esperar hasta mañana.

—Si estás seguro.

—Estoy seguro. —Luego, una arrogante sonrisa lentamente inclinó


sus labios—. No pienses que porque no has cogido nada te estoy dejando
renunciar tan rápido. Nunca dije que compartiría contigo, y… — Su caña
se sacudió en su mano, y ambos miramos al agua a tiempo para ver cómo
desaparecía su anzuelo—. Oh mierda.

—No. De ninguna manera —dije, mientras Jackson y yo nos


poníamos de pie y rápidamente comenzó a enrollar el hilo, riéndose todo
el tiempo—. Tienes que estar bromeando.

—No. No bromeo. —Una trucha marina colgaba del anzuelo, la


sacó del hilo y la sostuvo orgullosamente antes de arrojarla a la hielera
junto a sus otras ganancias.

—Eso es todo —dije con vehemencia, y luego le enganché los


dedos en el interior de sus pantalones cortos y lo empujé hacia mí.
Jackson definitivamente había tomado el sol hoy, como lo demuestra el
color rosa pálido de sus mejillas y nariz. Se disparó el azul de sus ojos,
una luz, como el color de las Bahamas, y una oscuridad, como una
tormenta turbulenta. Era una combinación que sirvió como una metáfora
decente para su lucha interior: el hombre de buen carácter con la
personalidad brillante que podía iluminar una habitación que luchaba
contra las malas intenciones de los más cercanos a él—. Creo que ya me
has pateado el culo lo suficiente hoy. Te llevaré a mi casa.

Las manos de Jackson vagaban sobre mi espalda desnuda y se


posaron en mi cintura. —Tengo que decir que pensé que eras mejor
pescador.

—Voy a llamar a esto la suerte de principiante. Revancha en


cualquier momento.
—Trato hecho —dijo, mostrando esa hermosa sonrisa blanca.
Podía ganar guerras y seducir a las mujeres del mundo con esa sonrisa.
Parecía desperdiciada en mí.

—Bueno. Supongo que deberíamos devolver el barco antes de que


el dueño se dé cuenta de que no está. Dime, Jackson. ¿Te apetece
pescado frito? —Luego le mordí ligeramente el labio inferior antes de
chuparlo en mi boca—. Y lo compartirás conmigo. Pero sólo conmigo.
Capítulo 23

MÁS TARDE ESA NOCHE… y completamente lleno de comida, me


acosté en el columpio del patio de Lucas, empujándolo hacia adelante y
hacia atrás con mi pie, mientras él guardaba los platos dentro. Podía oírle
hacer ruido mientras mis ojos se ajustaban a la oscuridad que caía. Era
un trato justo: yo había atrapado el lenguado y la trucha de mar que fue
lo que cenamos, y él limpió después.

Mientras me traía a los labios el último sorbo de vino blanco que


habíamos sacado, me imaginé cómo sería si esto fuera normal para mí.
Era tan tranquilo aquí, con sólo los sonidos de la naturaleza llenando el
aire. Grillos, ranas y algo más que no pude descubrir. ¿Cómo sería pasar
los días en el agua, las tardes viendo el cielo iluminarse con luciérnagas
y las noches junto al hombre del que me estaba enamorando más a cada
minuto que pasaba con él?

Aquí abajo, la vida parecía tan simple y fácil. Aquí, las únicas
personas que importaban o existían éramos Lucas y yo, y me hizo
preguntarme qué pasaría si... ¿Sí siempre pudiera ser así?

—Mmm. Por favor, siéntase libre de pescar para mí en cualquier


momento —dijo Lucas, mientras regresaba con una botella de vino blanco
descorchada.

Levanté mi vaso, y me sirvió otra copa. —Eso sí que es un cambio


de tono. ¿Ya no estás enfurruñado?

—Claro que no. Esto ha resultado ser un trato aún mejor. Puedes
hacerlo todo: atrapar, limpiar y cocinar.

—¿Y qué vas a hacer tú?


—¿Sentarme aquí y verme guapo?

Sonreí mientras se sentaba a mi lado en el columpio acolchado, y


puso su brazo sobre la espalda sin siquiera pensar. Era un movimiento
que cualquiera pensaría que había hecho cientos de veces, pero nunca
lo había hecho antes, a pesar de que nos habíamos sentado en este
mismo columpio hace años bajo la atenta mirada de su abuela. Empujé
el columpio de un lado a otro mientras tomábamos nuestro vino y
disfrutábamos de la tranquilidad del momento. Estaba tan cerca que
podía sentir el calor irradiando de su piel, pero no nos tocábamos. Era
suficiente con solo estar.

—Las luciérnagas salieron a jugar —le dije—. Olvidé lo mucho que


me gustaban.

—Querrás decir los bichos centelleantes —sonrió—. Supongo que


no los tienes en Connecticut.

—Si los tenemos, nunca los he visto.

—Te lo estás perdiendo, yanqui —dijo Lucas, inclinándose hacia


adelante y poniendo sus manos alrededor de una de las luciérnagas.
Entonces me la trajo y la soltó. Flotó en el aire, su abdomen se iluminó
como si estuviera dando un espectáculo antes de irse volando.

—Parece que extraño mucho estar lejos de aquí.

Lucas me miró y no me dijo nada, pero pude sentir sus dedos


pasando suavemente sobre el cuello de mi camiseta. Y entonces tuve un
pensamiento irracional: Ojalá me pidiera que me quedara. Jesús, eso
sería pedir mucho. ¿Había estado en la ciudad una semana y ya
esperaba que él diera un vuelco a su vida para acomodarme? Estar aquí
con Lucas se sentía más como en mi hogar que en mi casa actual, pero
¿cómo decirle eso sin que piense que estoy loco? Mierda, tal vez estoy
loco.

—¿Estás bien? —preguntó Lucas, y por la quietud del columpio, me


di cuenta de que había dejado de empujar.
—Sí, estaba pensando. —No lo digas, no lo digas. Mi mirada se
alejó de él y se dirigió a la fila de jardineras que colgaban del porche. Aún
albergaban flores brillantes y felices, que ya habían existido desde que
su abuela estaba viva. Claramente, Lucas había conseguido su pulgar
verde de ella—. Puedo preguntar... ¿cómo murió?

Lucas sabía exactamente a quién me refería y contestó


rápidamente. —Complicaciones de un derrame cerebral. Esta semana,
hace tres años.

—Lo siento mucho.

Se encogió de hombros como para decir que dolía como el


demonio, pero ¿qué podía hacer? —Me alegro de haber pasado unos
buenos años con ella.

—Era una mujer increíble. Me alegro de haberla conocido.

—Ella era la mejor —estuvo de acuerdo—, y tú le gustabas de


verdad.

Sentí una puñalada de dolor porque nunca había llegado a decirle


adiós, y levanté el vino a mis labios otra vez. Me preguntaba si todavía le
habría gustado después de que dejé a su nieto sin previo aviso. Ella
también habría sabido de su viaje al norte y del desastre que había
ocurrido allí, y me hizo sentirme mal el que ella hubiera pensado lo peor
de mí antes de morir.

Lucas señaló con su vaso a un árbol de magnolia en el extremo de


la propiedad. —Ella está allí si quieres saludar más tarde.

—Tendré que hacerlo. —Y disculparme. Entonces, algo que había


dicho antes me molestaba—. ¿Dijiste hace tres años esta semana?

—Mmmm.

Espera un segundo. ¿Habían pasado ocho años desde que me fui


y la misma semana cinco años después había sucedido también lo de su
abuela? No es de extrañar que se hubiera encerrado bien. Y ahora, aquí
estábamos, preparándonos para hacerlo todo de nuevo cuando mi tiempo
en South Haven terminara.
—Es curioso que hayas elegido esta semana para volver, ¿no
crees? —dijo Lucas, leyendo mi mente. Me dio una sonrisa sin humor que
no hizo nada para ocultar el dolor detrás de sus ojos—. Dios o el destino
seguramente tienen un jodido sentido del humor.

Ni siquiera sabía qué decir a eso. No parecía justo que este hombre
hubiera pasado por tanto en sus veintiséis años.

—Sé que fui un imbécil cuando te volví a ver, pero ¿sabes lo que
es perder a todos los que te importan? —Lucas levantó los dedos para
marcar una lista—. Perdí a mis padres. Te perdí a ti. Entonces la abuela
murió. Levantar paredes es la única manera que conozco de hacer frente
a esto.

—Lo odio. Odio que hayas tenido que pasar por todo esto. Odio
haber contribuido.

—No fue tu culpa.

—No, no lo fue. Pero no quiero ser alguien que te ha hecho daño.


Y Lucas... —Dilo. Ahora, dilo antes de que te eches atrás. Le miré a los
ojos y le dije: —No quiero hacerte daño.

—Puede que no tengas elección —dijo, sonriendo con tristeza.

No creí que eso fuera cierto. Ya no más. No tenía dieciocho años


sin un euro propio a mi nombre. En realidad, tenía unos cuantos euros
guardados ahora, lo suficiente como para no tener que volver a trabajar
si no quería hacerlo.

Pero había algo más, algo que necesitaba decirle mientras


estábamos hablando de todas las cosas desagradables. —Hay algo que
deberías saber.
Capítulo 24

AQUÍ VIENE... Lo que fuera que Jackson estaba a punto de sacar


de su pecho no era nada bueno, me di cuenta, así que me preparé lo
mejor que pude. —Bien, entonces dime —dije.

Evitó mi mirada. —Se trata de las llamadas telefónicas de hoy.

Lo sabía, joder. Pero traté de mantenerme indiferente cuando le


pregunté: —¿Qué pasa con ellas?

—No es lo que piensas.

Tal vez es exactamente lo que pienso.

—Hay una mujer en casa. Sydney.

—Una mujer. Qué sorpresa.

—Ella trabaja conmigo, y también es una... amiga.

—Una amiga —repetí, entrecerrando los ojos—. ¿Como cuando


nosotros éramos amigos?

—No —dijo Jackson rápidamente—. No hay ningún sentimiento


romántico de mi parte, no así, pero es... complicado.

—¿Es tu novia?

—Nunca la he llamado así, no.

—Entonces, ¿qué es tan complicado? —pregunté, tratando de


mantener a raya los celos.

—Se supone que debo casarme con ella.


Mi corazón cayó en picado al suelo mientras luchaba por
comprender la bomba que acababa de lanzar. ¿Jackson se iba a casar?
No. Joder, no. ¿Y con una mujer? —No estás hablando en serio en este
momento.

—Sí. Lo estoy —se detuvo Jackson—, pero Lucas... no tengo


ninguna intención de casarme con ella.

—Tendrás que disculparme si estoy un poco confundido.

—Es una especie de... —buscó las palabras—, una especie de


matrimonio arreglado.

Mi mandíbula se abrió durante dos segundos antes de empujar el


columpio. —Bien, ahora sé que esto es una broma —dije, pero Jackson
me agarró del brazo antes de que pudiera pasar por encima de él.

—¿Por qué bromearía con eso?

—Porque ya nadie tiene un matrimonio concertado, Jackson. Por el


amor de Dios, deja que te salgan pelotas.

Jackson se enfureció cuando me miró fijamente. —¿Crees que me


empujarán a algo que no quiero hacer?

—Sé que lo harías. Lo has hecho.

—Esto es diferente. Sydney, ella es... —suspiró—, es una buena


chica. Una amiga aún mejor. La conozco desde que éramos niños, y haría
cualquier cosa por mí, por nosotros. Siempre ha estado sobre nuestras
cabezas que al final termináramos juntos. Es lo que nuestros padres
quieren, y es lo que Sydney parece querer.

—¿Es ella lo que quieres?

Jackson bajó la cabeza y me soltó el brazo. —No. Y he hecho todo


lo posible para desanimarla, pero rotundamente te digo que no lo hare,
aunque tampoco he tenido una buena razón para decírselo.

—¿Qué tal que no la quieres?


Jackson descansó sus codos sobre sus rodillas y puso sus manos
delante de él. —Lucas, nunca pensé que te volvería a ver.

—Sorpresa, hijo de puta. Aquí estoy. —Dios, estaba siendo un


gilipollas otra vez y lo sabía, pero ¿qué coño se supone que tenía que
decir? ¿Felicidades?

—Sí, aquí estás. Y lo que tienes que entender es que... pensé que
mi tiempo contigo había sido una casualidad. Que era una versión
exagerada de eventos que habían ocurrido cuando era un adolescente
hormonal. Pasé todo este tiempo pensando que no era nada para ti, y
desde entonces, no he conocido a nadie, hombre o mujer, que me hiciera
sentir de la manera en que me sentía entonces. —Miró sus manos—. Así
que tendrás que perdonarme si consideré vivir una vida decente con una
buena persona y hacerla feliz.

—¿Eres un maldito mártir?

—Eso no es justo.

—¿Así que es justo para ti llegar a un acuerdo para no tratar de ser


feliz y hacer algo por ti mismo?

Las mejillas de Jackson se enrojecieron. —¿Qué estás insinuando?


¿Qué debería haber venido antes cuando pensé que estabas bien
jugando por ahí?

—Sí, claro. ¿Por qué no?

—Entiendo que es sorprendente, pero no te cabrees por esto.


Seguramente ha habido alguien para ti desde...

¿Desde que me rompiste el maldito corazón? Le sonreí. —Ha


habido muchas personas.

A Jackson se le salieron los ojos de las órbitas. —¿Qué?

—Oye, tú preguntaste.

—Se supone que no debes decir que ha habido muchos. ¿Hablas


en serio?
—¿Qué se supone que debo decir? ¿Qué he sido célibe desde que
te fuiste?

—Por supuesto que no. Lo siento... no me di cuenta de que habías


tenido tantas relaciones.

—No lo he hecho. —Cuando una expresión confusa cruzó la cara


de Jackson, le dije: —Bueno, no dijiste relaciones, ¿verdad? La respuesta
a eso habría sido cero. —Apoyado en la barandilla del balcón, crucé las
piernas por los tobillos—. Yo follo, Jackson. No los dejo entrar. No dejo
entrar a nadie.

Jackson se volvió positivamente verde, y miró hacia abajo a sus


manos, como si estuviera tratando de llegar a un acuerdo con ese hecho.
—Mucha gente y ninguna relación —dijo en voz baja—. Eso explica el
comentario del dios del sexo, entonces.

—¿El qué?

Suspiró y se sentó en el columpio. —En el restaurante oí por


casualidad a un par de tipos mencionar tu nombre, que es cómo supe
dónde encontrarte en Argos. Te llamaron dios del sexo. Y había algo
acerca de 'ese bombón con un culo de jovencito al que Lucas ignoraba’.

—Es halagador que ellos sepan que tengo estándares.

—Aparentemente también tienes una reputación. —Sus ojos se


estrecharon—. ¿Qué?, ¿sales de fiesta todas las noches y traes chicos a
casa? ¿Es esa tu vida ahora?

—No —dije—. Nunca los traigo aquí.

—Lucas…

—Y hace días que no salgo de fiesta, así que esa tampoco es una
conclusión exacta.

—Eres una pequeña puta de mierda, ¿no?

—Mmm, diríamos un poco...


—Jesús —murmuró, pasando una mano por su cabello mientras se
ponía en pie—. Lucas, sé serio. ¿Por qué todos los hombres?

—¿Qué importa eso? Soy soltero; se me permite hacer eso. Tú, por
otro lado, acabas de admitir que estás prácticamente comprometido. Tal
vez deberíamos hablar de eso por un segundo.

—No hay nada que decir. No estoy comprometido, ni lo estaré


nunca, al menos no con Sydney. Ella piensa que este viaje es para
tomarme un tiempo para pensar las cosas y planear una propuesta,
cuando en realidad estoy tratando de descubrir cómo decírselo sin ser un
imbécil insensible. —Miró al techo y respiró hondo, y al exhalar dijo: —
Como te dije, son sólo nuestras familias tratando de entrometerse...

—Pero te has acostado con ella.

La boca de Jackson se cerró, y mientras me miraba, su silencio


confirmó mi declaración.

—Claro —dije, rompiendo el contacto visual—. Bueno, creo que eso


merece un trago.

—Ya estás bebiendo —apuntó, señalando con la cabeza el vaso


que tenía en la mano.

—Algo más fuerte, entonces. — Abrí la puerta trasera y me acerqué


en la cocina al estante en el que guardaba el licor. Tomé la ginebra y un
vaso vacío y ni siquiera me molesté con el hielo.

—Por el amor de Dios, Lucas —dijo Jackson, viniendo detrás de


mí—. No quiero pelear contigo.

Desenrosqué el tapón y vertí la ginebra en el vaso. —Esto no es


una pelea. Esta es una clara diferencia de opinión.

—Sabes lo que es esto, ¿verdad? —dijo Jackson—. No podíamos


tenernos el uno al otro, así que nos follamos a otros para intentar
ahuyentar el recuerdo del otro. ¿Funcionó para ti? Porque seguro como
la mierda que no ha funcionado para mí.
Me di la vuelta, listo para inventar una mentira para discutir eso,
pero Jackson estaba ahí, como una pared de músculo justo a mi lado, sin
retroceder y sin dejarme escapar. Su voz era un gruñido bajo cuando dijo:
—Si crees que no he pensado en ti todos los días y me he preguntado
qué habría sido de ti, entonces jódete.

Mi pecho se movía arriba y abajo con mis jadeos rápidos, y el fuego


quemaba en mis venas. —No. Vete a la mierda —le dije, empujándolo
hacia atrás hasta que sus caderas golpearon la isla, después mis manos
se agarraron a la tela de su camiseta y ambos nos atacamos.
Capítulo 25

NINGUNO DE LOS DOS se detuvo cuando nuestras bocas se


estrellaron, una maraña épica de labios y lenguas, intentando arrancar
nuestras ropas. Pronto, estábamos empezando a tirar de nuestras
sandalias mientras empujaba a Jackson en dirección a la escalera, pero
nuestros labios nunca se apartaron por mucho tiempo en nuestro frenesí
para quitarle la ropa al otro y subir las escaleras. Mientras caminaba hacia
atrás, mis dientes marcaron el labio de Jackson y luego mi lengua salió
para calmar la picadura, y sonrió contra mi boca antes de inclinar su
cabeza en busca de un deslizamiento más profundo. Me tambaleé por las
escaleras, prácticamente tropezando conmigo mismo en mi apuro por
quitarme la camiseta mientras Jackson hacía lo mismo, y mientras nos
deshacíamos de ellas sin pensarlo dos veces, volvió a alcanzarme,
envolviéndome los brazos alrededor de la cintura para que estuviéramos
piel con piel. Sus manos bajaron para agarrar mi trasero, mientras dejaba
que las mías vagaran por toda la suave y sólida extensión de su espalda,
y luego me moví a la parte delantera de sus pantaloncillos y los
desabroche rápidamente. Entonces se habían ido, quedando en nada
más que una pila a sus pies, y lo tenía contra la pared con su polla
cubierta con la palma de mi mano antes de que pudiera reaccionar.

El gimió mientras lamía y chupaba su cuello, su pulso latiendo fuera


de control bajo mis labios, y ya no podía esperar más. Deslicé mi mano
dentro de su bóxer, pasando mi pulgar sobre el presemen que se había
acumulado en la cabeza llena de su polla. Cuando me lo había puesto
bueno y húmedo, me llevé la mano a los labios y pasé la lengua por mi
pulgar antes de chuparlo hasta el fondo en mi boca.

Jackson respiró con dificultad mientras me miraba, y luego, rápido


como un rayo, me abrió los pantalones con las manos, enviando el botón
volando por las escaleras, y cuando vio lo que había hecho, me sonrió
con una sonrisa salvaje.

—Ups, te lo estabas buscando —le dije. Mis pantalones cayeron el


resto del camino por mis piernas, y luego los pateé hacia él. Mientras me
alejaba lentamente de él y subía las escaleras de una en una, le dije: —
Te diré una cosa... si puedes desnudarme antes de que lo haga yo mismo,
podría follarte.

Sin avisar, Jackson se empujó desde la pared hacia mí, pero salí
corriendo justo a tiempo, golpeando las escaleras mientras él me seguía.
Nos había llevado una eternidad llegar a mi dormitorio en el segundo piso,
demasiado ocupados dejando un rastro de ropa a nuestro paso, pero
ahora que corría hacia mi habitación king size, estaba más que listo para
tener a Jackson encima de mí.

Pronto se cumplió mi deseo, porque los enormes brazos de Jackson


me abrazaron y me empujaron a la cama mientras me inmovilizaba por
detrás. Su voz fue un susurro sin aliento en mi oído mientras decía: —
Creo que has olvidado que también puedo jugar a la defensiva.

Con su poderoso cuerpo sujetándome, podía sentir cada línea dura


de él… incluyendo su polla, que estaba exactamente donde la quería. —
No —dije, levantando el culo para que acunara su erección, provocando
un gemido en él—. No lo olvidé.

Jackson se congeló encima de mí durante medio segundo antes de


relajarse de nuevo, y movió sus caderas hacia adelante, deslizando su
rígida longitud entre las curvas de mi trasero. Nuestros boxers eran ahora
la única barrera entre nosotros, y, aun así, era demasiado. Necesitaba
sentir su piel en la mía, y la necesitaba ahora.

—Mmm. Parece que me tienes en una posición comprometedora


—le dije—. ¿Qué vas a hacer...?

Jackson me dio la vuelta antes de que pudiera terminar la pregunta,


y me reí a carcajadas. —Tan impaciente como mi polla —dije, metiendo
la palma entre nosotros, pero entonces el detuvo mi mano.
—Sé que no me privarías de la oportunidad de tenerte dentro de mí
otra vez. Y si no te desnudo, entonces la perderé. ¿No era ese el trato?
—Su voz se había vuelto ronca por la lujuria, y me sorprendí ante sus
palabras.

—No recuerdo que hayas sido tan vocal la última vez…

—¿Eso es un problema?

—Joder no —dije, moví el culo mientras deslizaba mis calzoncillos


por encima de mis caderas, y mientras los bajaba el resto del camino, su
respiración se volvió inestable. Me puse aún más duro bajo su mirada, si
eso era posible, y palmeé mi polla y le di un apretón brusco.

Estaba muy duro, y con el sabor de Jackson todavía en mi lengua


y sus ojos vigilantes siguiendo cada uno de mis movimientos, empecé a
follarme para él, mostrándole exactamente lo que me hacía.

—Quítatelos —le dije, mirando hacia abajo, al delgado material gris


que nada hacía para detener su tensa erección.

Hizo lo que le dije, se deshizo de su bóxer, pero nunca apartó la


vista de lo que hacía mi mano, y cuando estaba completamente desnudo,
me detuve y me senté. El cuerpo de Jackson era una obra de arte, su piel
sin marcas era impecable, cada centímetro de él esculpido y moldeado a
la perfección. Sus pelotas estaban hinchadas y pesadas bajo su enorme
y gruesa polla, y se envolvió una mano alrededor de la base de la misma
y le dio un golpe firme. Esa cabeza regordeta de él que había probado
antes me rogó que la lamiera de nuevo, y mi lengua salió para mojar mis
labios.

Tenía una necesidad abrumadora de estar dentro de él, sujetándolo


al colchón como lo había hecho antes, solo que esta vez follándolo con
tanta fuerza que nunca podría volver a caminar sin pensar en mi polla
alojada profundamente en su culo, mientras lo hacía correrse una y otra
vez. No pensé que alguna vez volvería a tener esta oportunidad, y
necesitaba grabar en mi memoria como me sentía estando enterrado en
su cuerpo para poder recordarlo siempre, incluso cuando ya se hubiera
ido.
Mis manos temblaban al abrir el cajón de la mesita de noche, ya
fuera por la anticipación o por el conocimiento de que necesitaba que este
momento durara, no estaba seguro. Después de sacar el lubricante y los
condones, los tiré en la cama. Jackson los miró y luego me miró con calor
en los ojos. Me había mirado así antes. Inmediatamente después de que
me puse un condón y me coloqué sobre él, la primera y única vez que
nos unimos. Debí haber sabido que algo estaba mal, pero estaba tan
desesperado por él que no había sido capaz de pensar con claridad, de
ver las señales. Pero incluso sabiendo lo que pasaría, ¿lo volvería a
hacer? Sí, pensé, mientras Jackson se arrastraba por la cama hacia mí.
Joder, sí.
Capítulo 26

—JESÚS, JACKSON. TÚ eres tan jodidamente sexy —dijo Lucas,


arrodillándose para encontrarse conmigo a mitad de camino al otro lado
de la cama. No se me pasó por alto la forma en que su cuerpo temblaba
ligeramente, como si estuviera vibrando de necesidad. Sólo sirvió para
que me endureciera más, y cuando nuestras bocas se encontraron de
nuevo y me recostó de espaldas me dijo: —No creo que pueda esperar.

—Entonces no lo hagas.

Lucas se levantó para agarrar la botella de lubricante, y mientras se


sentaba sobre sus piernas, dijo: —Quiero verte todo.

Sin pensarlo dos veces, abrí mis muslos de par en par, y mientras
la mirada de Lucas me miraba con hambre, no sentí ningún indicio de
vergüenza, ninguna, sólo necesidad pura, un dolor que moría por ser
saciado.

—¿Nadie más que yo ha estado dentro de ti? —preguntó.

—Sólo tú.

Los ojos de Lucas se abrieron de par en par, abrió la tapa del


lubricante y cubrió dos de sus dedos con el líquido. Luego me echó un
poco a mí también antes de cerrarla y tirarla a un lado.

—Quiero oírte —dijo, inclinándose sobre mí y masajeando el líquido


frío por la hendidura de mi trasero, concentrándose en mi agujero, pero
sin empujar todavía hacia adentro—. Dime si es demasiado o si no es
suficiente. Quiero saber qué es lo que te excita.
Mientras pronunciaba un: —Sí —Lucas no perdió el tiempo en
chupar mi erección en lo más profundo de su boca, y mi respiración se
paralizó—. Oh mierda...

Con una mano sosteniendo con firmeza la base de mi polla, me dio


un lengüetazo y golpeó mi hendidura, aumentando mi necesidad de
tenerlo dentro de mí. Entonces Lucas me atacó de nuevo, sólo que esta
vez, uno de sus dedos lubricados sondeó mi agujero apretado.
Instantáneamente me puse tenso, pero recordé la última vez tan claro
como si hubiera sido ayer. Relájate, había dicho Lucas. Exhala. Tan
pronto como lo hice, el dedo de Lucas empujó hacia adentro, haciendo
una pausa para asegurarse de que estaba bien, y luego su largo dedo
rompió el primer anillo del músculo.

Oh demonios, la sensación era tan desconocida, pero como era


Lucas, codiciosamente quería más.

—Todo el camino —le dije, y me obedeció, lamiéndose los labios


mientras su dedo llegaba tan lejos como podía.

—Dios, estás tan apretado. No puedo esperar a tener mi polla


dentro de ti.

La imagen de eso era casi demasiado, y apreté mi trasero alrededor


de su dedo.

Los ojos de Lucas se dirigieron a los míos. —¿Más? —me


preguntó—. ¿Puedes manejar más? Háblame.

Mis caderas se doblaron mientras se inclinaba para chuparme la


cabeza de la polla. —Sí... Sí, quiero más.

Mientras Lucas me devoraba de nuevo dentro de su boca, un


segundo dedo se unió al primero, empujando profundamente en mi
trasero, y luego comenzó a moverlos hacia adentro y hacia afuera,
estirándome con los dedos haciendo tijeras mientras estaba dentro,
preparándome para él. Y joder, estaba listo para él.

Sus dedos profundizaron, sintiendo mi próstata, y cuando la rozó,


maldije tan fuerte que el sonido resonó.
—Maldición —dijo Lucas—. Necesito follarte. Ahora. —Él liberó sus
dedos, y al instante sentí la pérdida. Desesperado y necesitado, apreté
mi polla cuando él alcanzó el condón, y cuando vio la forma en que me
arqueé en mi mano, se chupó el labio inferior entre los dientes y sus ojos
se llenaron de lágrimas—. Mierda. Jackson, ¿qué estás haciendo?

Esas palabras resonaron en mi mente, tan familiares, como un déjà


vu, y entonces me perdí...

—JACKSON —SUSURRÓ LUCAS, al alcanzar el botón superior de


su uniforme—. ¿Qué estás haciendo?

Lo que estaba haciendo era una locura, pero no teníamos mucho


tiempo, y no podría vivir conmigo mismo si no lo hiciera. Mostrarle a Lucas
lo mucho que significaba para mí.

—Quiero estar contigo.

—Pero... la gente podría averiguarlo. Maestros. Los otros


estudiantes. Tu padre.

—No me importa. —Me incliné hacia adelante para besarlo, pero


Lucas se echó para atrás.

—Jackson... espera. ¿Estás seguro de esto? ¿Esto es lo que


quieres? No puedes retractarte y...

Le ahuequé la barbilla y lo hice callar frotando mi pulgar sobre sus


labios. —Quiero esto. Contigo.

—Pero...

—Tú también quieres estar conmigo, ¿verdad?

—Joder. —Lucas emitió un sonido estrangulado—. Sabes que sí.

Bajando mi frente a la suya, cerré los ojos y dije: —Entonces, por


favor, Lucas. Por favor. Esta noche, sólo quédate conmigo.
No tuve que rogar de nuevo, porque entonces su mano se movía
por mi cuello para agarrar mi cabello. Me echó la cabeza hacia atrás, sus
ojos buscando en los míos, asegurándose de que supiera lo que le estaba
pidiendo, pero no tenía dudas. En el momento en que lo vio, aflojó el
agarre que tenía en mi pelo y lo besé de una manera que le dijo que
estaba más que seguro de él, de nosotros, en este momento, de lo que
jamás había estado de nada en mi vida…

—EH. —LUCAS me miró mientras la preocupación le llenaba los


ojos—. ¿Adónde fuiste?

Cuando el pasado se fusionó con el presente, miré fijamente al


hombre que me había visto obligado a dejar atrás. Si pensaba que quería
a Lucas en ese entonces, entonces sólo había crecido diez veces más en
el tiempo que habíamos estado separados.

—Te necesito —dije, mis palabras saliendo estranguladas.

—Me tienes...

—Dentro de mí.

Sin decir una palabra, busqué el condón en sus manos y abrí el


paquete con mis dientes, y todo el tiempo Lucas me miró fijamente, sus
ojos sólo se cerraron brevemente cuando empecé a hacer rodar el
condón en su erección.

—Jackson —susurró, como si se estuviera aferrando a la última


parte de su autocontrol.

—Por favor.

Esa palabra, y Lucas se puso de rodillas, colocándose entre mis


muslos abiertos, y luego empujó mis piernas hacia atrás para que
estuviera bien abierto para él. Las sostuve allí mientras vertía más
lubricante en su polla envainada.
La punta de su polla se empujó contra mi apertura, encontrando
resistencia, y Lucas se tomó su tiempo para deslizarse hacia adentro,
dejándome adaptarme a su tamaño. Sudor goteaba de su frente mientras
se contenía de entrar en mí como sabía que se moría por hacerlo. Lucas
también había sido muy cuidadoso conmigo esa primera noche. Pero no
quería que tuviera cuidado ahora. Quería que me follara.

—Dios... Lucas. Quiero...

—¿Qué? Dime lo que quieres —dijo.

—Más. Quiero todo de ti.

Lucas obedeció mi petición, y cuando se metió hasta las pelotas


dentro de mí, dejó de moverse, manteniéndonos allí en ese momento
perfecto en el que finalmente nos habíamos reunido, uniéndonos de todas
las maneras posibles.

—Te sientes increíble —dijo Lucas, y que Dios me ayude, se veía


tan excitante sobre mí, ruborizado y con las cuerdas de su cuello tensas.
Una gota de sudor se deslizó por un lado de su cara, y colgué mi dedo
bajo su, nuestro, collar y lo acerqué hacia mí. Cuando besé la gota, Lucas
tomó mis labios con los suyos otra vez y luego comenzó a moverse.

La sensación de su polla dentro de mí era casi demasiado, la


presión un dolor placentero que parecía anhelar, y él no tuvo piedad,
golpeándome con un ritmo que se sentía desesperado.

—Sigue tocándote —dijo, mientras sostenía mis piernas bajo mis


rodillas para obtener un mejor ángulo, y yo bombeaba mi polla al mismo
tiempo que sus caderas.

Lo que empezó como follar se había convertido en algo más, algo


intenso y profundo. Era embriagador saber que tan fuera de control podía
poner a este hombre, y sabía más allá de toda duda que él tenía el mismo
tipo de efecto sobre mí. No me cansé del sonido de la piel golpeando la
piel, los ruidos que hacía en su garganta mientras me hacía un túnel más
profundo, más rápido. ¿Y poder verlo? Mierda. Esos ojos casi negros
mirándome, los músculos de sus brazos y los abdominales rasgados se
flexionaban mientras me follaba como si nunca más tuviera la
oportunidad. Todas esas cosas se sumaban a un visual erótico, y mi
cabeza daba vueltas sin parar.

—Mírame cuando te corras —dijo Lucas, y estaba totalmente


impotente para desobedecer esa orden. Abrí los ojos cuando mi orgasmo
empezaba, bajando por mi espina dorsal al mismo tiempo que los
movimientos de Lucas se volvieron frenéticos, y cuando su clímax llegó,
gritó mi nombre, y sus ojos permanecieron en los míos incluso cuando
sus párpados se pusieron pesados por el placer.

No me jodas, eso fue todo. Se acabó el juego. Mi polla palpitaba tan


fuerte que pensé que iba a estallar, y chorros calientes de semen cayeron
por todo el abdomen de Lucas, y había algo primitivo en la forma en que
estaba marcando su cuerpo que me hizo pensar en ‘eres todo mío, Lucas
Sullivan’. Entonces su boca estaba de vuelta en la mía, su beso
dominando, y se sintió como un reclamo.

Después de agarrar una toalla, Lucas nos limpió a ambos con


suaves golpecitos que desmintieron a la bestia que me había tomado tan
completamente, y cuando terminó, me empujó hacia él, su polla gastada
encontrando su hogar de nuevo en el pliegue de mi trasero, pero la forma
en que ahora me abrazaba no era sexual; era afectuosa.

—¿Te quedarás? —dijo, bostezando mientras el sueño lo


reclamaba.

—Mmmm.

—¿Lo prometes?

Esta vez nada podría haberme alejado de él. Esta vez pude decir
las palabras que antes no había podido decir. Sonriendo, aunque no
podía verme, le dije: —Te lo prometo.
EL RELOJ DE LA MESITA DE NOCHE DE LUCAS marcaba las
cuatro y media, y con cada minuto que pasaba, me sentía aún más mal
del estómago. —No quiero irme —susurré.

—Bien —dijo Lucas, sonriendo en mi hombro—. Quédate.

—Ojalá pudiera. —No tenía idea de cuánto. ¿Cómo se supone que


iba a dejarlo ahora? ¿Lo volvería a ver alguna vez? Tenía la sensación
de que no había una buena respuesta para eso. Ninguna que quisiera oír.
No había ninguna que pudiera aceptar.

Los labios de Lucas se presionaban ligeramente contra mi piel,


parpadeé para contener las lágrimas y me alegré de que no pudiera
verme. Con nuestros cuerpos desnudos unidos, mi espalda a su frente, y
nuestras manos entrelazadas contra mi estómago, nos acostamos allí,
con mi mente corriendo a gran velocidad, tratando de encontrar alguna
manera de hacer retroceder el reloj y hacer que este momento durara
para siempre. Pero cuando el despertador dio la vuelta otro minuto, luego
otro y luego una hora, supe que mi tiempo se había acabado y no tenía
respuesta para eso.

—Pronto saldrá el sol —dije, tratando de mantener mi voz firme,


incluso cuando todo lo que quería era llorar—. Probablemente debería
irme.

—Mmm.

—¿Te quedaste dormido?

—Mmmm, tal vez. —Luego, con un movimiento que contradecía su


tono somnoliento, me hizo recostar sobre mi espalda y se puso a
horcajadas sobre mis caderas. Pero tan pronto como captó mi expresión,
frunció el ceño—. Oye —dijo, rozando el pliegue entre mis cejas—.
¿Seguro que estás bien? ¿Te he hecho daño? —Estaba confundiendo lo
que sabía que tenía que ser dolor escrito en toda mi cara por algo que él
hizo, pero no podía ocultarlo, aunque lo intentaba.

—Nunca estuve mejor —dije, levantándome de la cama para


besarlo y tranquilizarlo—. Te lo juro. Tú nunca podrías hacerme daño.
—Te ves molesto. ¿He hecho algo?

—Dios, no. Lucas, mírame —dije, mientras me levantaba sobre mis


codos—. Estar contigo es... —Ni siquiera pude encontrar las palabras—.
Más de lo que podría haber imaginado. Y las últimas horas han sido las
mejores de mi vida. Por favor, créeme cuando te digo esto.

—De acuerdo —dijo con cautela—. ¿Volverás esta noche después


de mis finales?

Su pregunta me metió un petardo en el pecho. ¿Cómo responder a


eso sin mentir? Nunca le mentiría, pero tampoco podría decirle la verdad
ahora. Así que no dije nada en absoluto, sino que dejé que mis labios
hablaran mientras lo traía de vuelta sobre mí y nos exploramos con un
último beso.

—Ojalá tuviéramos más tiempo —dije, enlazando mis dedos con


los suyos.

Lucas llevó nuestras manos a sus labios y rozó un beso en mis


nudillos. —Tenemos todo el tiempo del mundo, Jackson. Tú y yo.
Capítulo 27

JACKSON mantuvo su promesa. Todavía estaba aquí a la mañana


siguiente, acostado a mi lado, boca abajo, con uno de sus brazos sobre
mi pecho, mientras dormía profundamente. No quería que se despertara
y que no estuviera allí, así que me quedé en la cama observándolo
completamente. De vez en cuando, murmuraba algo incoherente que me
hacía reír, pero sobre todo estaba en silencio, y aproveché la oportunidad
para memorizar su cara y las líneas de su cuerpo. Era el hombre más
hermoso que había visto en mi vida. Hizo falta toda mi fuerza de voluntad
para no trazar el contorno de su fuerte mandíbula o besar sus labios
llenos.

Sin embargo, cuando se despertó no mucho después, rápidamente


recordé lo que había olvidado de nuestros días escolares: Jackson
Davenport no era una persona madrugadora. Bueno, no sin un café
fuerte, y de inmediato.

Lo remediamos bajando a buscar la cafetera para hacer café,


mientras que Jackson se ocupaba de hacer huevos fritos y tostadas.
Maldita sea, ¿era esto lo que la gente hacía después de pasar la noche?
Despertarse juntos, preparar el desayuno juntos, ir a trabajar con un beso
en la mejilla y un agarre del culo.

En eso pensaba, mientras miraba a Jackson ponerle mantequilla a


un pedazo de pan tostado, sin nada más que sus boxers. Sí, tal vez podría
acostumbrarme a esto.

—¿Uva o fresa? —preguntó, interrumpiendo mi mirada. Y cuando


me encontré con sus ojos, me guiñó un ojo.
—Ninguna de los dos. Me gustan las conservas de pera del
segundo estante, o las de zarzamora.

—Oh, nunca tuve ninguna de los dos —dijo, abriendo el refrigerador


y sacando los dos frascos. Me acerqué por detrás de él y le envolví los
brazos alrededor de la cintura. Porque quería y porque él era demasiado
irresistible.

Le besé la nuca y respiré profundamente, inhalando su aroma. —


¿Cómo tomas tu café?

—Solo negro.

Fruncí la nariz. —¿En serio? ¿Ni siquiera azúcar?

—De verdad —dijo Jackson—, ¿qué les pasa a los sureños que le
ponen azúcar a todo?

—Eso es lo que nos hace dulces.

—¿Te incluyes a ti mismo en eso?

—Oye, fui muy dulce anoche —dije, y juguetonamente lo mordí en


el hombro para mostrar lo bueno que podía ser.

—¿Tú fuiste dulce? Maldita sea. Me encantaría ver cómo juegas


sucio.

—Mmmm. —El temporizador del café sonó y le di una palmada en


el culo y me acerqué a coger un par de tazas de la alacena—. Entonces,
¿qué hay en la agenda de hoy?

—Tengo la reunión de esta tarde.

La mano con la que estaba sirviendo café se estremeció, enviando


un chorro de líquido hirviendo a mi dedo, y lo quité rápidamente. —
Mierda. Cierto. —La reunión. La única razón por la que Jackson estaba
en South Haven en primer lugar. Me había olvidado convenientemente
de eso en las últimas doce horas.
—¿Estás bien? —preguntó, tomando mi mano y observando la
quemadura. Era menor, pero sin embargo, abrió el grifo y me obligó a
sostener el dedo debajo del agua fría por un minuto

—Gracias —dije, y luego tomé la taza de café negro y se la di.

—Tengo que preparar algunas cosas de antemano, así que


probablemente debería volver al hotel pronto, pero... ¿puedo verte
después?

La forma en que parecía tan inseguro de si me gustaría verlo me


hizo sonreír como un tonto. Así que le dije: —Voy a pasar por el hotel
cuando termine un par de pedidos que necesitan salir, y podemos cenar
esta noche. En cualquier parte. Donde tú quieras —y agregué—, hasta
me pondré de punto en blanco. Esto significa que definitivamente
deberías aprovecharte.

—Podías no ponerte nada y me aprovecharía —dijo Jackson, y mi


estómago dio el salto mortal al que me había acostumbrado cuando él
estaba cerca. Pero también estaba un poco ansioso y en conflicto sobre
lo que pasaría cuando Jackson entrara en esa reunión más tarde. Él no
lo sabía, pero estaba entrando en la oficina de uno de los amigos más
cercanos que tenía en el mundo, y no quería que perdiera su compañía
más de lo que quería que Jackson fracasara en algo que él quería y en
lo que creía.

—Así que a esta cosa del trabajo..., ¿digo buena suerte o…?

Jackson me tomó la barbilla entre el pulgar y el índice. —Sólo di


que me verás esta noche.

Una sonrisa se dibujó en la comisura de mi boca. —Te veré esta


noche.

—Bien —dijo, y me dio un beso suave—. Entonces es todo lo que


necesito.
Capítulo 28

DOS EN PUNTO del jueves, y estaba sentado en el vestíbulo de


AnaVoge para una cita que la recepcionista me había asegurado que
seguía en pie. Finalmente. Pero, a diferencia de las otras visitas, mi
cabeza no estaba en el juego. Sólo podía pensar en Lucas. La forma en
que me desperté a su lado mientras me miraba con ojos que traicionaban
más que una atracción pasajera, y el miedo que sentí cuando me dejó en
el hotel. ¿Y anoche? Dios. El sonido de él al correrse, la imagen de su
cuerpo fuerte y delgado a horcajadas sobre el mío mientras su polla
desaparecía dentro de mí, y la forma en que me miraba, aturdido y
turbado desde lo alto. Necesitaba concentrarme y prepararme para esta
reunión de hoy, pero todo lo que podía hacer era seguir repitiendo en mi
mente el tiempo que pasamos juntos y preguntarme a dónde nos
dirigíamos desde aquí.

—¿Sr. Davenport? Sr. Davenport, ya puede recibirle.

Parpadeando, moví la cabeza para despejarla y me di cuenta de


que Astrid estaba parada frente a una puerta lateral, esperando que la
siguiera.

—Oh, lo siento —dije, y luego mostré lo que esperaba era una


sonrisa que dijera que tenía mis cosas en orden. Me puse de pie, me
abotoné la chaqueta del traje, cogí el maletín y la seguí por la puerta de
roble que separaba el vestíbulo de las oficinas. La parte de atrás no se
parecía a nada de lo que esperaba. Mientras que el vestíbulo tenía un
aspecto elegante y tradicional, la parte trasera era moderna, había
paredes de cristal para las oficinas idénticas que estaban en un lado de
la habitación, mientras que el resto era un espacio abierto con varias
mesas en el centro, en lugar de cubículos para el personal. Era una
instalación acogedora y de puertas abiertas que no había visto en
ninguna de las empresas que habíamos adquirido, y me hizo sentir aún
más curiosidad por el hombre que estaba a punto de conocer.

Me llevaron a una de las oficinas minimalistas, y no había nada allí


que dijera que era la de un Presidente Ejecutivo. Hablando de eso, no
había nadie en la habitación, y mientras miraba a Astrid, ella sonrió.

—Estará con usted enseguida. Puede sentarse.

Entonces ella se fue, y me quedé allí, esperando en una habitación


llena de paredes transparentes donde podía sentir los ojos en mí desde
todas direcciones. Bueno, esto es incómodo. Lo que me atrevía a adivinar
era el punto. Mantenerme alerta y con la guardia baja, dándole al equipo
local otra ventaja. Estaba empezando a pensar que este tipo tenía un don
para lo dramático.

Mi suposición fue correcta ya que el sonido de mi nombre me hizo


volverme hacia... Mierda. El hombre parado en la puerta con una taza de
acero inoxidable era, nuevamente, la última persona que esperaba ver.
Mi boca se abrió en estado de asombro al ver el cuello extragrande de su
camisa blanca que combinaba con una chaqueta negra corta y
pantalones ajustados. Parecía algo que Prince habría usado, hasta las
botas de piel de serpiente de tacón alto. La única cosa diferente de…
Bash, ¿así se había llamado a sí mismo?, era la falta de lápiz labial rojo,
y que su cabello estaba despeinado en lugar de peinado hacia atrás.

Extendió su mano hacia mí. —Encantado de conocerte


oficialmente, Jackson Davenport.

—Eh… —Me quedé en blanco, completamente deshecho mientras


le estrechaba la mano—. ¿Sebastián Vogel?

Sebastián ladeó la cabeza. —Pareces sorprendido.

—No eres el que estaba esperando.

—¿Debería ofenderme por eso? —dijo.

—No, por supuesto que no. No me di cuenta de que ya nos


conocíamos. Extraoficialmente, supongo.
Sonrió mientras soltaba mi mano.

—Sí, bueno, me preocupo por no hablar nunca de trabajo fuera del


horario de oficina. Demasiadas otras diversiones divertidas. Supongo que
te divertiste el viernes.

Mi cara se calentó ya que la primera cosa en la que pensé fue en el


cuerpo desnudo de Lucas bajo el mío. ¿Me lo pase bien? Eh, sí. Se podría
decir que sí.

Aclarando mi garganta, traté como el demonio de recordar que esta


era una importante reunión de negocios con una compañía que teníamos
un interés personal en comprar.

—Me gustaría centrarme en el punto de por qué estoy aquí hoy, si


es posible.

—Ah, por supuesto. Ese no es asunto mío. Sólo me aseguro de que


nuestros lugareños te traten bien durante tu estancia. —Caminó
alrededor de su escritorio de cristal y se sentó en el sillón de cuero detrás
de él—. Y me disculpo por la espera. He tenido algunas cosas que
atender esta semana de carácter personal, como estoy seguro que
puedes entender.

Alguna vez lo he hecho. —Lo hago. Aprecio que te reúnas conmigo.

—No todos los días una compañía de vuestro prestigio viene a


visitarte. Me siento halagado. —Sebastián hizo un gesto a la silla que
tenía enfrente—. Por favor.

Desabrochándome la chaqueta, me senté y puse mi maletín en el


suelo junto a mi silla. Con suerte, necesitaría el contenido antes de que
la reunión llegara a su fin.

—Halagado, ¿pero no curioso? —le pregunté.

—Los rumores hablan por sí mismos, aunque rara vez escucho


chismes. —Sebastián se inclinó hacia atrás en su silla y cruzó las
piernas—. ¿Qué puedo hacer por ti, Jackson?
A medida que me adentraba en el terreno del juego, citando hechos
y números, confiaba en que Sebastián se vendería fácilmente. Davenport
Worldwide tenía la reputación de conseguir lo que quería, y con la
cantidad de dinero que estaríamos ofreciendo, cualquiera se vería en
apuros para no aceptar el trato.

Cuando terminé, Sebastián dijo: —¿Asumo que habéis elaborado


una propuesta?

—Lo hemos hecho. —Abrí el maletín, saqué el contrato y lo deslicé


por su escritorio—. Como puedes ver, estamos dispuestos a ofrecerte
una suma sustancial para adquirir los derechos de tu empresa.

Sebastián miró hacia abajo y luego puso su mirada en el contrato.


—Viniste a jugar fuerte —murmuró mientras lo recogía y hojeaba cada
página.

—Lo hicimos. La analítica en el marketing de medios sociales es


algo que muchas empresas están desesperadas por hacer, y el mercado
está prácticamente sin explotar. Creemos en tu negocio y nos gustaría
ayudar a que AnaVoge se convierta en el punto de partida en su campo.

—Mmm. —Sebastián dejó el contrato en su escritorio—. Está claro


que has hecho tu investigación, y como tal, también sabrás que no estoy
en el mercado para vender.

—Lo sabemos. Pero también sabemos que eres un hombre de


negocios inteligente. Davenport Worldwide puede ofrecer a tu empresa
las conexiones y los recursos que necesita.

—¿Quién dice que no podría hacerlo solo?

—Tal vez con el tiempo, pero con la forma en que las cosas están
cambiando tan rápidamente, no hay forma de saber si serás relevante
dentro de dos, tres o cinco años. Tienes que golpear mientras el hierro
está caliente. Tenemos los medios para hacerlo, y hacerlo rápido.

Sebastián movió las manos y se dio golpecitos con los dedos en los
labios. —Y para hacer eso, alcanzar esos números que proyectas,
usarías el enfoque de firma de tu padre, supongo... ¿Dividir y conquistar?
—Suponiendo que adquiriéramos tu compañía, tendríamos que
hacer una evaluación completa y analizar la mejor estrategia.

—Eso no es un no.

—No es un sí.

—Mmm —dijo Sebastián, y se mecía en su silla, con unos ojos


llenos de kohl que me estudiaban—. Bueno, es una oferta que muchos
aceptarían. Me alegro de que hayas venido hasta aquí por mi pequeña
compañía.

—Una compañía de cincuenta millones de euros no es exactamente


pequeña.

La sonrisa de Sebastián creció. —Sí, lo hago bien. Pero esta es la


cuestión, Jackson. ¿Puedo llamarte Jackson?

—Por supuesto.

—Lo que he aprendido en los años que llevo haciendo esto es que
ninguna cantidad de dinero vale la pena si tu gente no está contenta. Solo
vas a mantener a los mejores y más brillantes centrándote en lo esencial.

—Seguro que no quieres decirme que no te importa el dinero.

Sebastián se rio. —Hemos tenido la suerte de tener más de lo que


jamás necesitaré. Pero llega un momento en que la ambición se convierte
en avaricia, y eso no es un buen aspecto para mí. También tendría un
precio, creo, y es mi trabajo velar por los mejores intereses de mi empresa
y de mi personal.

—¿Así que tu respuesta es no?

—¿Puedo preguntarte algo? ¿Qué te gusta de mi compañía?

—Respeto tu ética de trabajo, y tus ideas son inventivas. Has


capturado un nicho que necesita ser llenado, y has tomado decisiones de
negocios inteligentes. —Miré por encima de mi hombro a las docenas de
personas que trabajaban en las mesas en el espacio abierto—. La forma
en que reúnes a todos en igualdad de condiciones también es admirable.
La expresión de Sebastián se volvió pensativa. —¿Estás de
acuerdo con los métodos que utiliza tu compañía cuando se enfrentan a
todas estas compañías?

Mi reacción no fue inmediata, y mi breve vacilación fue toda la


respuesta que necesitaba.

—No lo creo. —Sebastián se puso de pie y se acercó al borde de


su escritorio y se apoyó en él, cruzando los tobillos—. Jackson, pareces
ser un hombre inteligente. Buenos instintos, notables habilidades de
persuasión… además me gustas. Así que voy a ser sincero contigo.

Nunca antes me había sentido tan sorprendido por otra persona en


una reunión, pero jamás alguien me había leído con tanta claridad, y tenía
curiosidad por saber qué saldría a continuación de la boca de Sebastián.

—Odias tu trabajo —dijo.

De acuerdo, no es lo que esperaba. —¿Disculpa?

—Además, creo que estás muy en desacuerdo y/o no te gusta tu


padre. Tal vez ambas cosas.

—¿Qué diablos...? —dije, incapaz de ocultar mi sorpresa por su


audacia—. No estoy seguro de lo que te ha llevado a hacer suposiciones
sobre mi vida. No sabes nada de mí ni de mi padre.

—Bueno, eso no es exactamente cierto. Verás, también he leído un


poco sobre ti, Jackson, y tengo una teoría.

Él no puede estar hablando en serio. —No puedo esperar a oírla.

—Te graduaste en la Academia South Haven, ¿no?

—Sabes la respuesta a eso si has hecho una búsqueda en internet.

—Me parece justo. Sólo hay una cosa que mi búsqueda no me dijo.
—Sebastián entrecerró los ojos—. ¿Fuiste a tu graduación?

—¿Disculpa?

—Tu graduación. ¿Estabas allí?


—¿Eso es lo que quieres saber de mí? ¿Si he asistido a la
ceremonia de graduación? ¿Qué clase de pregunta es esa?

Sebastián se encogió de hombros. —Una muy simple.

Debatí si responderle, pero seguía sintiendo curiosidad por saber


adónde iba a parar con todas esas preguntas. —Me fui unos días antes
del final de las clases.

—¿Por qué? —Asintió como si esperara esa respuesta.

—¿Te importaría explicarme qué tiene que ver eso?

—Sólo necesitaba confirmación de quién eres exactamente, y


ahora lo sé. Me disculpo por sacar a colación cosas de carácter personal,
pero agradezco la aclaración.

—¿De carácter personal...? —Me preguntaba de qué mierda


estaba hablando, pero entonces me di cuenta. Este tipo, Sebastián, Bash
o como quiera que se llamara, era amigo de Lucas, lo que significaba que
sabía todo sobre nuestra historia juntos y lo que mi padre exactamente
había hecho. Si Lucas había confiado en él, explicaría por qué sabía
quién era yo basándose en el hecho de que me había ido de South Haven
antes de graduarme. Después de todo, no había habido igualdad de
condiciones.

—Eres amigo de Lucas —le dije.

—Sí.

—Un amigo íntimo, supongo.

—Sí.

Mierda. Todo tenía sentido ahora. Sebastián defendiendo a Lucas


en el club, la escultura en el vestíbulo, que no quiera tener nada que ver
con la empresa de mi padre. Sí... esto de repente se sintió como un golpe
de estado.

—¿Supongo que el barco de ayer era tuyo? —dije—. ¿Y tu casa?


—Culpable de los cargos. Me disculpo por no decir hola. Pensé que
era mejor no involucrarse.

—¿Y este eres tú no involucrándote?

—Una simple curiosidad.

—¿Por eso nos rechazas? ¿Porque has estado hablando con


Lucas? —Espera, ¿Lucas había saboteado las cosas con AnaVoge a
propósito? ¿Fue una venganza contra mi padre? ¿Contra mí? Él no haría
eso… seguramente no lo haría.

Una de las cejas de Sebastián se arqueó. —Nunca tomaría una


decisión de negocios basada en mi vida personal o la vida personal de mi
amigo.

—Eso sería sabio si fuera verdad.

—No hemos llegados a donde estamos siendo irracionales,


¿verdad?

—No, no lo hacemos. —Me froté la mandíbula—. ¿Hace cuánto que


sabes quién soy?

—Te reconocí en el momento en que te vi. Como dije, he hecho mi


investigación, y fotos tuyas no son difíciles de encontrar.

—A diferencia de la tuya. Eres un enigmático Director General. No


hay fotos en ninguna parte.

—¿Tal vez soy tímido? —Sebastián guiñó el ojo. No había ni un


solo hueso tímido en su cuerpo, y no parecía que le disgustara la
atención, así que, cualesquiera que fueran sus razones, quería que su
identidad se mantuviera en privado—. De lo que no me di cuenta, sin
embargo, era de quién eras en relación a Lucas. Nunca fue muy
comunicativo al contarnos los detalles del hombre que le había roto el
corazón, sólo las circunstancias que rodearon su… rápida partida. Y las
consecuencias, por supuesto.

—¿Quién son 'nosotros'?

—Shaw y yo.
—Ah, claro. El camarero. Parece que caí en una trampa esa noche
en el club.

—Pura coincidencia. Esto no es parte de una trampa elaborada, te


lo aseguro.

—Jodidamente no se siente así.

—Estás enfadado —dijo Sebastián—. ¿Con Lucas?

—¿Te ha llamado? ¿Te dijo que no aceptes nuestra oferta? —Por


favor, di que no. Por favor, dime que Lucas no tuvo nada que ver con
esto.

—Sabes tan bien como yo que Lucas nunca haría eso. No he


hablado con él en días, pero Shaw me hizo saber que el chico que le
había roto el corazón estaba de vuelta en la ciudad. Fue fácil juntar las
piezas.

El chico que le había roto el corazón... Ante esas palabras, y la


confirmación de que no había estado involucrado, mi enojo se aplacó,
pero la culpa por algo de lo que no había tenido control, presionó en su
lugar. En realidad, no estaba enfadado. Mejor, enojado como el infierno,
pero había estado sacando mi frustración con la persona equivocada.
¿Cómo podría culpar a Lucas por algo, incluso si había advertido a
Sebastián, cuando fue culpa de mi padre? Nunca busqué a Lucas, y
fueron las acciones de mi padre las que causaron la angustia de la única
persona por la que había tenido sentimientos románticos.

Mierda, pensé, lo que me estaba sucediendo era similar a ser


sumergido por una ola rebelde. Los sentimientos que tenía por Lucas no
se habían disipado solo porque creyera que había encontrado a alguien
más, y no se habían disipado en todos los años que habían pasado desde
entonces, aunque pensé que había seguido adelante. Siempre habían
estado allí, al acecho, hasta que llegó el momento adecuado, y ahora que
estaba allí... ¿Por qué iba a pensar en volver a Connecticut? ¿Por mi
trabajo? ¿Por lo que quedaba de mi familia? La familia que me había
mentido. Quién manipuló vidas para salirse con la suya. ¿Quién había
tratado de mantenerme separado de alguien que amaba…?
Jesús, eso fue todo. Amaba a Lucas. Lo amaba, y estar aquí solo
hizo que esa verdad fuera más evidente. Acabábamos de reconectarnos,
y lo sabía. Podía sentir en mis huesos que este hombre, este lugar era
exactamente donde se suponía que debía estar. No sabía cómo, y ni
siquiera sabía si Lucas querría más, pero sabía que tenía que intentarlo.
Nos habían quitado tiempo, pero esta era nuestra segunda oportunidad,
y se lo debía a Lucas para mostrarle lo importante que era en mi vida.
Cuán vital.

—¿Jackson? Pareces perdido en tus pensamientos.

Sacudí mis pensamientos caprichosos. Tendría que volver a ellos


más tarde. —Lo siento.

—No hay problema. ¿Tienes algo en mente?

—Acabas de… recordarme… —Le hice señas para alejarlo—. No


importa. Debo irme.

—Espera. Antes de irte, tengo curiosidad —dijo Sebastián,


aprovechando mi distracción mientras se apoyaba en su escritorio—. Si
tuvieras el control de mi compañía... ¿qué harías?

¿No habíamos hablado ya de esto? —Te lo dije. Tendríamos que


ser unos imbéciles...

—No, no, no me vengas con el rollo de lo que haría tu padre. Quiero


saber qué harías tú.

Aja. Así que Sebastián me estaba probando, queriendo saber si


estaba de acuerdo con mi padre o si tenía mis propias ideas. Parecía que
detrás de la fachada extravagante merodeaba un cerebro malvado e
inteligente, y casi tuve que sonreír ante su perspicacia. A medida que
crecía el silencio entre nosotros, me acordé de cómo mi padre había
manejado las adquisiciones anteriores y de lo que habría hecho de otra
manera.

Qué demonios. Ya había perdido la cuenta. Será mejor que sea


honesto.
—Creo que la compañía debe permanecer como está —le dije—.
Pero para seguir adelante, sería inteligente contratar a un enlace para
acelerar las negociaciones. Alguien con experiencia y contactos que
puede hacer que suceda antes de que pierdas la ventaja.

Los ojos de Sebastián brillaron. —¿Y por dónde sugieres que


empiece mi búsqueda de esa persona?

Recorrí mi agenda mental y se me ocurrieron algunos nombres. —


Podría enviarte una lista de recomendaciones. Gente con la que he
trabajado en el pasado. No hay garantías de que estén disponibles o
interesados, pero estoy seguro de que podrías hacer una oferta que
muchos no rechazarían.

—Eso es muy generoso de tu parte.

Me encogí de hombros, busqué el contrato y lo metí dentro de mi


maletín antes de cerrarlo. —No hay problema.

—Tienes un historial inmaculado. Me imagino que esto no saldrá


bien.

¿Te refieres a enfrentarte a la ira de mi padre por perder un trato de


cincuenta millones de euros? La imagen de la cabeza de mi padre
explotando me habría hecho reír si no fuera por la realidad. Pero a estas
alturas, me daba igual. Tal vez me despida. Eh. ¿Sería eso tan malo? —
Imaginas bien.

—¿Debería disculparme por adelantado?

—Yo no me quedaría despierto y preocupado por eso. Lo que sea


que tenga que pasar, pasará. —Me puse de pie, agarré mi maletín y
extendí mi mano hacia Sebastián—. Pero te deseo lo mejor a ti y a
AnaVoge. Gracias por tu tiempo.

—Odio que no vayamos a trabajar juntos en esta empresa, Sr.


Davenport —dijo, estrechando mi mano con un apretón de manos firme.

—De alguna manera creo que lo harás bien.


Sebastián me dio una sonrisa astuta. —Como lo harás tú. Adiós por
ahora, Jackson.

Después de despedirme, salí de su oficina, y donde debería haber


sentido el peso del fracaso sobre mis hombros, sólo sentí alivio. Eso era
extraño. ¿Cómo podría estar de acuerdo con lo que acaba de pasar ahí
dentro? De alguna manera, sin embargo, lo estaba, aunque nunca
hubiera podido predecir el resultado.

Dos cosas eran seguras: mi padre se pondría furioso y la compañía


de Sebastián se mantendría intacta.

Saliendo al vestíbulo, me despedí de Astrid, y cuando salí al calor


del sol del mediodía, sonreí.
Capítulo 29

ERAN LAS SIETE y media cuando entré en el vestíbulo del


Rosemont. Me había mantenido físicamente ocupado con las órdenes
todo el día, pero mis pensamientos se habían centrado únicamente en lo
que estaba pasando en la reunión entre uno de mis mejores amigos y
mi... bueno... lo que fuera Jackson. Y tuve que admitir que estaba
nervioso porque no había podido ponerme en contacto con ninguno de
ellos hasta que Jackson respondió con un mensaje de texto.

No tenía ni idea de qué esperar mientras escaneaba el vestíbulo, y


cuando no lo vi, mis ojos se dirigieron hacia el bar. Diablos, ahí estaría yo
si las cosas no hubieran salido como quería, y conociendo a Bash como
lo hacía, sabía que no había manera de que Jackson obtuviera lo que
había venido a buscar.

Claro que sí, allí estaba sentado en el bar, con el cuello de su


camisa desabrochado y su corbata suelta y colgando de ambos lados.
Estaba sorbiendo un vaso de líquido ámbar y no se dio cuenta de que me
acercaba hasta que le dije: —¿Qué hace una cosa tan hermosa como tú
en el bar solo?

Jackson se asustó y me miró. —Eh.

—Eh —dije, incapaz de leer su expresión—. Pensé que te


encontraría aquí.

—¿Estás listo para irte? —Fue a ponerse de pie, y puse mi mano


en su hombro.

—Termina tu bebida primero —dije, tomando el asiento vacío al otro


lado de él—. ¿Debería preguntar cómo te fue en la reunión?
Jackson se llevó la bebida a los labios. —Creo que sabes la
respuesta a eso.

—Tienes razón. Conociendo a Bash, supongo. Y aunque no lo


hiciera, el hecho de que estés bebiendo en el bar me lo habría indicado.

Girando el vaso entre sus manos, Jackson miró hacia adelante. —


Nunca he fallado antes. En mi trabajo. Pero hoy... lo hice.

—Para ser justos, te enfrentabas a una tarea imposible. Desde que


conozco a Bash, nunca se ha vendido. No a cualquier precio.

—Eso he visto —dijo, y tomó otro sorbo—. ¿Pero sabes qué?

—¿Qué?

—Nunca me he sentido mejor.

Fruncí el ceño mientras lo estudiaba de nuevo. Debía estar más


borracho de lo que deja ver. —Puedes explicarte.

Jackson se volvió hacia mí, y luego una lenta sonrisa iluminó su


cara. —Hoy perdí la cuenta. Millones de dólares, se han ido. ¿Sabes lo
que eso significa?

—¿Estás arruinado y debo empezar a planear tu funeral ya?

—Significa que son millones de dólares que mi padre no recibe.

Pasaron unos segundos y luego dije: —Sí, podría matarte por eso.

—Tal vez. No es como si lo necesitara. El bastardo tiene más dinero


del que nunca sabrá qué hacer con él. —Cuando vio mi sorpresa en mi
cara, se rio—. Sí, lo dije. Él es un bastardo, y soy el idiota que pensó que
su padre no podía hacer nada malo. Estaba demasiado asustado para
hacer o decir algo y perder lo que quedaba de mi familia. —Jackson tomó
mi mano y la puso encima de su fuerte muslo.

—Creo que me gustas con whisky —le dije.


Jackson se rio de nuevo, pero esta vez, sus ojos se dirigieron a mis
pantalones, y su mirada se volvió acalorada. —De repente me siento
hambriento.

Levanté el brazo en dirección al camarero. —La cuenta, por favor.

—Pensé que estarías de acuerdo —dijo Jackson, tirando un par de


billetes en la barra. Luego apretó los dedos que tenía apoyados en su
muslo y se lamio los labios—. ¿Qué te parece si cenamos en mi
habitación esta noche en vez de salir?

—¿Quieres esconderme cuando me tomé el tiempo de vestirme


para ti? —dije, fingiendo molestia, y luego deslicé mi mano por su pierna,
guiñándome el ojo cuando me detuvo justo antes de que pudiera
sentirlo—. Digo que guíes el camino.

—Malditos problemas —dijo, agitando la cabeza, pero había


maldad en esos ojos. Después de beber el resto de su bebida, Jackson
se puso de pie y luego me tendió su mano libre—. ¿Vamos?

No fueron sus palabras las que me hicieron sentarme allí,


estupefacto y parpadeando ante su brazo extendido. Era que este
hombre me estaba alcanzando como si fuera algo que hacía todos los
días, un gesto natural que no pensó dos veces. Con su camisa
desabrochada para mostrar sólo un poco de piel, Jackson parecía que
acababa de salir de un largo día de trabajo, listo para subir como si lo
hiciéramos todos los días.

Deslizándome del taburete del bar, tomé su mano ofrecida y le dejé


que nos guiara fuera de la barra poco iluminada y hacia el bullicioso
vestíbulo. Si hubo miradas o susurros, no los noté, mi mirada se clavó en
el perfil del hombre a mi lado, el que todavía no podía creer que estaba
aquí. ¿Cómo es posible que estuviera pensando en Jackson de una
manera que sugiriera que las cosas irían más allá de esta semana? Era
estúpido y era tonto por dejarme llevar otra vez, pero con cada minuto
que pasaba con él, anhelaba más. Sólo un minuto más, otro toque, otro
beso, hasta llegar a lo inevitable: otro corazón roto. Una completa
devastación que sabía que iba a venir y a la que me había resignado
porque no podía mantenerme alejado, y no podía dejarle ir. Tendría que
ser él quien se fuera de nuevo. Y cuando lo hiciera, me ocuparía de ello,
igual que antes, lo que significaba que no estaría bien.

Detente, solo detente. Cállate y disfrútalo mientras lo tienes,


gilipollas morboso.

Jackson apretó el botón del ascensor y abrió la boca para decir


algo, pero frunció el ceño cuando me miró. —¿Estás pensando en no
venir conmigo?

—Me preguntaba si no me llevarías arriba para patearme el trasero


por culpa de Bash —le dije, buscando un tono ligero y burlón. Sus labios
se retorcieron en una sonrisa arrogante—. ¿No es eso un juego previo
que disfrutarías?

—Siempre y cuando me avisen de ello.

—Te lo estás buscando con ese juego de palabras. —Mientras


Jackson entrelazaba nuestros dedos, miré hacia abajo a nuestras manos
unidas y mi estómago se retorció en nudos. Era la primera vez que
sostenía la mano de alguien en un lugar público. Jackson y yo nunca
habíamos tenido ese lujo antes, y no había cosechado exactamente los
beneficios de una relación desde entonces.

Fue una cosa reconfortante, su mano en la mía, y cuando me tiró


hacia adelante, y ahuecó mi mejilla—. Te lo prometo, nada de patear
culos a menos que sea una petición especial.

Cuando asentí, se inclinó y me besó, suavemente y sin dudarlo,


aunque estábamos en el vestíbulo rodeados de gente. Me derretí en su
beso mientras mis dedos se enroscaban alrededor de las presillas de sus
pantalones de vestir, manteniéndolo en su lugar, pero no tenía que
haberme molestado, porque la boca de Jackson se movió, sin prisa en la
mía, tomándose su tiempo.

Si tan sólo hubiera sabido lo que estaba a punto de suceder, tal vez
de alguna manera habría grabado el recuerdo más profundamente en mi
cerebro. No sabía que esta vez, cuando nuestros labios se tocaban,
nuestro mundo cambiaría para siempre una vez más.
Capítulo 30

—¿JAX? —LA VOZ DE LA MUJER era inconfundible, y cuando abrí


los ojos y me incliné para mirarla por encima del hombro de Lucas, mi
sangre se congeló.

¿Qué demonios...? Oh, Dios mío. Mierda, mierda, mierda, mierda,


¿qué está haciendo aquí?

—¿Qué es esto? —Las palabras de Sydney se escucharon más


fuerte esta vez y resonaron por el vestíbulo, haciendo que las cabezas se
volvieran en nuestra dirección, no es que ella prestara atención.

—Jax, ¿qué estás haciendo?

Había confusión e incredulidad escrita en toda su cara mientras


miraba entre Lucas y yo, y luego su mirada cayó hacia donde aún
estábamos con nuestros brazos alrededor del otro.

—Dios mío —susurró ella, moviendo la cabeza y gimiendo—. Oh,


Dios mío.

Dejé caer mi mano de la cara de Lucas. —Sydney —dije,


moviéndome hacia ella, pero dio un paso atrás y levantó su mano.

—No te acerques a mí. ¿Qué demonios está pasando? —Sus ojos


se llenaron de lágrimas mientras se dirigían al hombre que estaba detrás
de mí—. ¿Quién es ese?

—Su nombre es...

—No, no me importa, no quiero saberlo. —La mano de Sydney


cubrió su boca como si estuviera enferma, luego tragó y negó con la
cabeza—. Esto no está pasando. Esto es una especie de broma de mal
gusto. Dios mío, me voy a desmayar.
—Sydney, yo... —Ni siquiera sabía qué decir en ese momento,
mientras caminaba de un lado a otro—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Ella giró en mi dirección. —¿Qué estoy haciendo aquí? Caramba,


pensé que sería bueno sorprenderte para celebrar el haber ganado hoy
la cuenta de AnaVoge. Incluso pensé que podríamos quedarnos y pasar
un par de días más en la playa. Ya sabes. Cosas de parejas. Pero parece
que he interrumpido algo.

Podía sentir los ojos de Lucas sobre mí. Probablemente se


preguntaba por qué ella tenía la impresión de que había adquirido
AnaVoge. No había tenido la oportunidad de decirle que había perdido la
oferta; ella lo había asumido, erróneamente. Mierda. ¿Qué se suponía
que tenía que decirle ahora que de alguna manera compensara lo que
acababa de presenciar? Sólo se me ocurrieron dos palabras, así que dije:

—Lo siento.

—¿Lo sientes? ¿En serio? —Se frotó el pecho mientras volvía a


caminar—. ¿Te arrepientes de haber besado a un hombre mientras se
supone que estás aquí planeando una proposición para mí?

Escuché un par de jadeos audibles desde algún lugar detrás de


nosotros, y respiré profundamente antes de responder.

—No, no he dicho eso. Siento que te duela, Syd, y que nos hayas
visto antes de que pudiera decírtelo. Pero no lamento mis acciones. Ya
no más.

Su boca se abrió y se cerró un par de veces como un pez mientras


me miraba fijamente.

—¿Un hombre, Jax? ¿Has estado aquí abajo todo este tiempo con
un tipo? ¿Estás bromeando? —Entonces sus ojos se fijaron en el
ascensor en el que estábamos parados—. ¿Y qué? ¿Ibas a subir con él
a tu habitación?

—Syd…

—No, detente. Voy a vomitar.


Jesús, esto es un espectáculo de mierda. Levanté la cabeza hacia
Lucas, con una disculpa en los ojos, pero él estaba observando
atentamente a Sydney mientras ella intentaba recuperar el aliento. Más
gente miraba en nuestra dirección, incapaz de dejar de escuchar un
escándalo tan jugoso, así que bajé la voz y dije: —¿Podemos ir a algún
lugar en privado para hablar de esto?

—No voy a ir a ninguna parte contigo. O con él.

—Deja a Lucas fuera de esto, por favor. Esto es entre tú y yo.

El ritmo de Sydney se detuvo, y ella parpadeó ante mí antes de que


sus ojos se dirigieran al hombre que aún estaba quieto a mi lado. —
¿Dijiste... Lucas?

Por primera vez desde que llegó, Lucas se movió, dando un


pequeño paso hacia ella. —Lucas Sullivan —dijo, extendiendo su mano
hacia Sydney, quien la miró fijamente mientras la sangre le drenaba de la
cara.

—Oh, Dios mío —dijo en voz tan suave que apenas pude oírlo, y
luego volvió a retroceder.

—Sydney, espera... —Empecé, pero ella levantó la mano.

—No me sigas, Jax. No te atrevas a seguirme. —Luego se volvió y


huyó a través del vestíbulo y por la puerta giratoria, desapareciendo en la
noche de Savannah. Sin duda ella ya tendría a mi padre en marcación
rápida, diciéndole lo pervertido que era su hijo, como si no lo supiera ya.
Pero no era la reacción de mi padre lo que me preocupaba ahora. Era la
de ella. Nunca había sido nada más que considerada y amable, ¿y cómo
se lo había devuelto? Siendo un gilipollas total y no reconociendo quién
era, y a quién quería.

—Mierda —dije, pasando la mano por mi pelo y agarrando las


puntas—. Mierda, mierda. No puedo dejar que se vaya así. Lucas...

Lucas se metió las manos en los bolsillos y asintió. —Entonces


supongo que será mejor que vayas tras ella.
Me quedé sin aliento, como le había pasado a Sydney, mientras
debatía qué hacer. No podía llevarme a Lucas conmigo, ya que eso sólo
volvería a irritar las cosas. Además, ella y yo necesitábamos tener la
conversación que había pospuesto desde hacía mucho tiempo, incluso
antes de que Lucas estuviera por en medio. Maldición, el momento no
podía haber sido peor. —Lo siento, no quiero hacer esto, pero…

—Ve —dijo Lucas, inclinando la cabeza hacia la puerta—. Antes de


que llegue demasiado lejos.

Puse mis manos a cada lado de su cara y le di un beso rápido. —


Te lo compensaré —dije, y luego corrí por el vestíbulo y empujé la puerta
giratoria. Miré a la izquierda y no vi a nadie con un vestido rosa corriendo
por la acera, pero cuando miré a la derecha, allí estaba ella, cruzando la
calle tan rápido como sus tacones altos le permitían. Cuando empecé a
correr, miré por última vez hacia el Rosemont, y a través de la ventana
pude ver a Lucas mirándome fijamente, todavía de pie, rígido, con las
manos en los bolsillos, en el mismo lugar donde lo dejé.
Capítulo 31

—¡SYDNEY! —GRITÉ, acercándome a ella mientras cruzaba la


calle—. Sydney, espera. Por favor.

—Te dije que me dejaras en paz —dijo sin girarse.

—Sabes que no voy a hacer eso.

—Deberías, Jax. Realmente deberías. —Saltó a la acera y fue a


moverse, pero su pie parecía atascado en algo, y ella se adelantó. La
alcancé justo antes de que cayera al suelo, la agarré y la bajé lentamente
hasta el pavimento.

—¿Estás bien?

—Mi zapato —dijo ella, señalando detrás de mí, y me di la vuelta


para ver un tacón alto y puntiagudo entre una grieta de la acera. Intenté
soltarlo, pero el tacón se desprendió del resto del zapato, y cuando
finalmente lo solté, colgaba del borde.

—Genial —dijo, su voz quejumbrosa mientras levantaba las


manos—. ¿Ahora mi par de zapatos favoritos se rompen? Alguien ahí
arriba me odia.

—Nadie podría odiarte —dije gentilmente—. Lo arreglaremos.


¿Para adónde ibas corriendo? ¿Dónde está tu hotel?

Sydney se mantuvo obstinadamente en silencio, pero cuando se dio


cuenta de que no me iba, inclinó la cabeza hacia el edificio que tenía
detrás de ella. —Ése.

—Vamos, entonces. Voy a levantarte. —Le di el zapato y luego la


recogí del pavimento para que no tuviera que caminar descalza por la
sucia acera. Puso sus manos alrededor de mi cuello, agarrándose fuerte
mientras el portero del hotel nos dejaba entrar.

—No tienes que hacer esto —dijo ella, con voz baja.

—Tenemos que hablar de algunas cosas. ¿En qué piso estás?

—Espera. No en mi habitación.

La miré confundido.

—Quiero decir... —Se mordió el labio—, me vendría bien un trago.

UNA HORA y unas cuantas copas más tarde, y la ligera Sydney


parecía no sentir dolor. Bueno, obviamente no había borrado los
acontecimientos de la noche de su mente, pero al menos la había
adormecido lo suficiente como para que las lágrimas se hubieran
detenido y se hubiera calmado un poco, incluso cuando le había contado
todo. Todo esto, desde la primera vez que conocí a Lucas hasta todo lo
que había pasado desde que llegué aquí. Ella escuchaba en silencio,
asimilándolo todo, y de vez en cuando interrumpía con una pregunta, a la
que respondía honestamente.

Pude ver sus pies descalzos balanceándose hacia adelante y hacia


atrás por debajo de la mesa mientras sacaba una cereza de su paraguas
de bebida con sus dientes. —Jax, no tienes que casarte conmigo. —El
alcohol la estaba afectando ahora… estaba empezando a arrastrar sus
palabras.

—¿No? —me reí—. Gracias por dejarme salir del apuro.

—Quiero decir, siempre pensé que lo haríamos. ¡Casarnos! Mis


padres me empujaron y tus padres te empujaron, y nunca me pregunté si
terminaríamos juntos. Pensé que era cuestión de tiempo.

—Sí —dije, revolviendo el whisky en mi vaso, el mismo que había


estado bebiendo desde que nos sentamos en el bar del hotel—. Nuestros
padres y sus planes maestros para nosotros.
—Mmm, sí. Gracias a Dios por ellos.

Sonreí ante su sarcasmo antes de cambiar la conversación en una


dirección más seria. —¿Alguna vez piensas en…? Bueno...

—¿Pensar en qué?

—¿Qué harías si tu vida no hubiera sido planeada como ellos


querían?

La frente de Sydney se arrugó cuando ladeó la cabeza. —No lo sé.


Me gusta trabajar para Davenport Worldwide, así que siento que fue una
buena decisión... por su parte —dijo—. Pero si pudiera hacer algo... no
sé. Creo que me gustaría ser madre.

Sus palabras me tomaron por sorpresa. —¿Una madre? ¿En serio?

—Sí. —Sus mejillas se sonrojaron—. Quiero una familia. Un marido,


hijos, todo el tinglado.

—No me di cuenta...

—Bueno, no hemos hablado exactamente de ello. No soy de las


que ponen el carruaje antes de casarse —dijo, y después se rio de su
rima—. ¿Alguna vez has pensado en ello?

—¿Qué?, ¿en tener hijos? No —le dije—. No quiero decir que


nunca lo haría, es que... no se me ha pasado por la cabeza.

—Me pregunto si Lucas los quiere —dijo Sydney con indiferencia,


y tomó otro sorbo del Martini afrutado número tres, y la idea de eso fue
como una descarga eléctrica en mi pecho. Mientras dejaba su Martini, se
rio demasiado fuerte. —Deberías ver tu cara en este momento. Te ves
horrible. Espera, ¿horrible? —Ella probó la palabra, como si estuviera
buscando la correcta a través de la neblina de alcohol—. ¿Horrible?

—¿Horrorizado?

—Esa es la palabra. Sí, pareces horrorizado. Pero no estaba


preguntando por los niños. Quiero decir, ¿has pensado alguna vez en lo
que harías si no fueras el hijo de tu padre?
No ser el hijo de mi padre... Esa fue una forma interesante de
decirlo, y no era algo que se me hubiera ocurrido nunca.

—Mírate, haciendo las preguntas difíciles esta noche —le dije.

—Tal vez debería ser una detective reportera.

Nunca había visto a Sydney con nada más que una copa de
champán, y tenía que admitir que era divertida. Muy divertida. Algún
hombre ahí fuera tendría suerte si pudiera llamarla suya. Simplemente no
era yo.

—Para lo que soy bueno es el trabajo…

—Obviamente —dijo ella—. Excepto por hoy.

—Sí, sí. Excepto por hoy. Pero si pudiera hacer algo... —Ni siquiera
tuve que pensar en ello. Las palabras salieron como si fuera la cosa más
natural del mundo—. Me encanta estar aquí. Bueno, en South Haven,
justo al otro lado del puente. Es tan relajado y pacífico, tiene ese aire de
pueblo pequeño, y...

—Y tiene a Lucas.

—Sí. Lo tiene. Estar de vuelta aquí me hizo darme cuenta de que


nunca habría querido irme. Una parte de mí se siente enojada por eso,
porque siento que hay mucho tiempo perdido que recuperar, pero la otra
parte de mí se pregunta si fue todo por una razón. Como si tuviéramos
que pasar por toda esta mierda para apreciar aún más lo que tenemos.

—Eso tiene sentido. Creo que también es la cosa más romántica


que has dicho en tu vida —dijo, y luego se volvió seria—. Jax, siento
haber causado una escena antes. Sólo... me sorprendiste.

—Eh, creo que tu reacción estaba más que justificada. Podrías


haber añadido una bofetada en alguna parte y no te habría culpado.

—No, no quiero lastimar mi mano con tu fuerte mandíbula.

—Zapato roto, mano rota… podríamos estar teniendo esta


conversación en Urgencias ahora mismo.
—Esta es una mejor alternativa —dijo, y drenó lo que quedaba de
su cóctel. Luego levantó el vaso—. ¿Podría tener otra de estas cosas?

—¿Seguro que quieres tener resaca mañana?

—Puf. Tienes razón. Un vaso de agua está bien.

Llamé la atención de nuestro camarero y pedí uno para ella y otro


para mí, ya que no tenía muchas ganas de beber esta noche. Toda esta
charla sobre Lucas sólo me puso ansioso por verlo, pero no iba a dejar a
Sydney sin estar en la misma página. Se lo debía.

—Esto explica muchas cosas, ¿sabes? —dijo ella—. No sé cómo


no lo vi cuando me miraba a la cara. La forma en que no querías
comprometerte... sentí que prácticamente te estaba forzando. —Se
cubrió la cara con las manos—. Dios, casi me siento aliviada. Pensé que
algo andaba mal conmigo, que era sólo a mí a quien no querías, y estaba
decidida a encontrar una forma de hacer que esto funcionara.

—No fue eso en absoluto, lo juro.

—Lo sé. Quiero decir, tú tampoco parecías querer a nadie más...

—Escúchame. No hay absolutamente nada malo contigo. ¿Me


escuchas? Nada. Eres increíble, y te mereces a alguien que pueda ver
eso de ti y que te ame de la manera en que tú puedes amar. Sólo porque
no sea yo, no significa que ningún otro hombre no salte por encima de sí
mismo para llegar a ti.

—Soy un buen partido, ¿no? —dijo ella, quitándose el cabello del


hombro. Luego vio sus pies descalzos—. Bueno, a pesar de la torpeza.

—Oye, eso te hace más entrañable. No lo conviertas en un hábito


o te convertirás en una de esas damiselas en apuros.

Riéndose entre dientes, aceptó el agua helada que el camarero


puso frente a ella. —Tengo una pregunta, sin embargo, y espero que no
sea ofensiva.

—Dispara.
—¿Eres... ya sabes... gay? —susurró la última palabra como si
fuera un secreto—. Quiero decir, ¿siempre has sabido que lo eras? ¿Qué
hay de todas esas mujeres con las que saliste? ¿Qué hay de mí? —Una
mirada de dolor cruzó su rostro, y no dudé de que estaba pensando en
todas las noches que habíamos pasado juntos, y había bastantes. Y
aunque había pasado un buen rato, nada podía igualar a cinco minutos
con Lucas. Era como si hubiera hecho borrón y cuenta nueva y casi no
recordaba a nadie que le precediera. Por supuesto, no iba a decirle eso
a Sydney, porque no había razón para ser un imbécil y herir sus
sentimientos. No necesitaba saber que había estado pasando por todo
esto en los últimos años. Pero ella tenía razón: ¿era gay?

—Aún no me he dado cuenta de eso —admití—. ¿Quizás? La única


persona, hombre o mujer, por la que he sentido fuertes sentimientos es
por Lucas, y resulta que es un hombre, así que…

—Eso me suena bastante gay.

La sorprendí con una sonrisa astuta y se la devolví con una de las


mías. —Supongo que sí, ¿eh?

—Sí. Pero no tienes que ponerle una etiqueta todavía si no lo


sabes. Estaba siendo entrometida.

—Está bien. Era una buena pregunta. Uno con la que tendré que
lidiar pronto. ¿Pero Syd? —Cubriendo su mano con la mía, le dije: —No
creas que no he disfrutado de mi tiempo contigo. Por favor, quítate eso
de la cabeza ahora mismo.

Sydney volvió a morderse el labio y luego asintió. —De acuerdo.

—Lo digo en serio. Eres la mejor mujer que conozco, y cualquier


hombre que te quiera tendrá que pasar por mí primero.

—No es mala idea. De amante a hermano mayor. Espera —Se


arrugó la nariz—, eso suena un poco asqueroso. Borra eso del registro.

—Borrado. Diremos mejor amigo sobreprotector, ¿cómo suena


eso?

—Mucho mejor.
Sonrió para sí misma mientras dibujaba un corazón en la
condensación de su vaso. —Pareces diferente aquí abajo. Más relajado.

—Lo soy.

—¿Y feliz?

—Sí. Sí, soy muy feliz aquí abajo.

—Bien. Eso es bueno, Jax. —Ella borró los diseños en su vaso y


luego se limpió las manos en su vestido—. Esto no es lo que esperaba
esta noche.

Mi sonrisa desapareció. —Lo siento...

—No, no más de eso. No hay problema. Voy a estar bien, así que
no te preocupes por eso. Y tú... Creo que ahora serás mucho más feliz,
Jax. Quiero eso para ti.

—También quiero eso para ti.

—¿Qué le vas a decir a tu padre?

—No tengo ni puta idea, pero no va a salir bien.

La mirada de Sydney bajó. —Dijiste que Lucas era el que estaba


en el instituto, ¿verdad?

—Sí, ahí es donde nos conocimos.

—Jax, yo... —Se detuvo—. Creo que hay algo que deberías saber.

—De acuerdo —dije.

—¿El día que volviste de South Haven? Tu padre estaba en nuestra


casa, y lo escuché diciéndole a mis padres que un tipo se había
obsesionado contigo y por eso tuvo que sacarte antes de la graduación.
Estaba preocupado por tu seguridad.

Mi mandíbula se aflojó, y mi corazón se detuvo por un par de latidos.


—¿Dijo que estaba preocupado por mi seguridad?

—Eso es lo que dijo. Y recuerdo que llamó al tipo Lucas.


—Mierda —dije, mi cerebro a punto de explotar. Pero, por supuesto,
mi padre habría dicho eso. Mejor que sus amigos piensen que tenía un
acosador delirante que dejar que se sepa que su hijo había desarrollado
algo más que una amistad con otro hombre—. Eso no es... Eso no era
verdad. Nunca lo fue.

—Puedo ver eso ahora, pero en ese momento tenía miedo por ti.
Por eso, cuando oí que Lucas había aparecido en tu casa después de
eso, creí lo que tu padre había dicho. Ni siquiera se me ocurrió que
podrías haberle devuelto su afecto.

Espera un puto momento. —¿Sabías que vino a Connecticut?

Una mirada de vergüenza apareció en la cara de Sydney. —Bueno,


sí. Lo vi una vez en el porche delantero. Creo que habíamos tenido una
clase de tenis ese día, y tu padre me dejó entrar y me dijo que no dijera
nada. Que te asustaría saber que el chico te ha encontrado.

—Oh, Dios mío.

—No lo sabía, Jax. Pensé que estaba ayudando a protegerte. —


Los ojos de Sydney me rogaron que lo entendiera, pero no fue su culpa.
Cada vez estaba más claro que todo lo que tenía que ver conmigo era
obra de mi padre.

—No puedo creer que haya llegado tan lejos —me dije, más a mí
mismo que a ella—. No puedo creer que estuviera tan asustado de quien
podría ser realmente que pusiera el mundo patas arriba para asegurarse
de que siguiera siendo el hijo obediente. —Pellizqué el puente de mi nariz
mientras el dolor, la decepción y la ira luchaban por dominarme. Había
sido traicionado por el único lazo de sangre que me quedaba en este
mundo, ¿y para qué?— Joder, demonios —dije, golpeando la mesa con
mi puño y haciendo que Sydney saltara.

—Lo siento —dijo ella—. Tal vez no debí haber dicho nada…

—No. Absolutamente no. Siempre tuve miedo de decir la verdad y


mira adónde me llevó. Pensé que lo peor que podía pasar era que
perdiera todo, y con eso me refería a mi familia, mi trabajo, el dinero. —
Dejé salir una burla asqueada—. Ahora sé que ese no fue el caso en
absoluto. Lo peor que podría haber perdido fue a Lucas. Y lo hice. Pero
no voy a dejar que eso vuelva a pasar. —Todo lo que sabía, todo lo que
me importaba ahora, era que Lucas lo era todo para mí, y siempre lo
había sido. Él era mi presente y mi futuro, y me ocuparía del resto muy
pronto. No había ninguna cantidad de dinero en el mundo que me
mantuviera atado al hombre al que llamaba mi padre. En ese momento,
los lazos que me unían a él fueron cortados, y ya no era su hijo.

Los ojos de Sydney estaban llorosos. —Odio decirte esto, pero


conociendo a tu padre...

—Me importa una mierda. Ya no más. Esta vez ganaré algo aún
más importante. Alguien más importante.

Ella dudó. —Y él lo vale, ¿verdad, Jax? ¿Lo juras?

Eso era lo único que sabía más allá de toda duda. —Te lo juro. Él
lo vale todo.
Capítulo 32

—DISCÚLPEME —dijo una voz masculina dulce y melosa detrás


de mí mientras estaba de pie en medio del Rosemont mirando las puertas
giratorias. No es que Jackson vaya a volver a pasar por ellas pronto, pero
no me atrevía a moverme. ¿Realmente acaba de ocurrir esto? La mujer
con la que Jackson se había comprometido a casarse llegó a Savannah
con la gracia de una bola de demolición, y él se había ido corriendo detrás
de ella.

Tuvo que hacerlo, llegó la pequeña voz de la razón desde algún


lugar en los lejanos recovecos de mi cerebro. Hubiera preferido quedarse
contigo, pero no podía dejarla sola. Eso fue lo que dijo el lado racional de
mi cerebro. El lado irracional vio lo devastada que había estado y recordó
cómo se sentía, especialmente en las manos de Jackson. Era suficiente
para enviar a cualquiera a una camisa de fuerza… o en mi caso, a un club
lleno de pollas dispuestas, y ella no parecía exactamente de la clase que
alivia su tristeza con un buen polvo o treinta. No es que eso me hubiera
hecho olvidar por mucho tiempo, pero al menos me aliviaba antes de que
la comprensión de lo que había perdido se estrellara de nuevo.

¿Qué le diría de nosotros? ¿Que fue un error? ¿Que no lo hizo en


serio? ¿O le diría que era algo más...?

—Oh, cariño, no te sientas tan mal —dijo de nuevo esa voz, y esta
vez un rubio con un piercing en el labio se acercó hasta quedar frente a
mí—. Eso me pasó una vez también, sólo que estaba casado y tenía dos
hijos —susurró—. Esos heterosexuales. Nunca dejan a sus esposas.
Sólo somos su pequeño y travieso experimento antes de que vuelvan a
una vida de monogamia y aburrido sexo vainilla. —Sus ojos se posaron
en mis caderas, y se chupó el piercing del labio en la boca—. Pero no te
preocupes. Puedo hacer que te olvides de todooo sobre Ole11, como se
llame.

Me quedé mirando al extraño ofreciéndose a sí mismo para tener


sexo por despecho. Hace una semana, puede que haya aceptado su
oferta. ¿Pero esta noche? ¿Y sobrio? Follar. Eso. Tenía que salir de aquí.

Ignorándolo por completo, me dirigí hacia la salida y me dijo: —Si


cambias de opinión, estoy en la habitación siete catorce.

Sí, y ahora todos los hombres casados heterosexuales de


vacaciones lo saben, pensé, sacando las llaves del coche de mi bolsillo.
Ve a buscar uno de esos.

Salté a mi camioneta y di un portazo, pero no tenía ni idea de


adónde mierda ir ahora. No había forma de saber cuánto tiempo iba a
estar ocupado Jackson, así que no tenía sentido quedarse, pero
¿realmente quería ir a otro lugar? Suspirando, me recosté en mi asiento
y me froté la cara. Así no era como se suponía que iba a ser esta noche.
¿Sólo me quedaban un puñado de horas con él, y Sydney estaba aquí
para requisarlas? Como si ella no fuera la afortunada que podía verlo
todos los días de su perfecta existencia.

Mierda. El monstruo de ojos verdes no me soltaba esta noche, pero


me sentía egoísta, maldita sea, y ¿no me lo merecía?

Cálmate, gilipollas. No tardará mucho. Él solo le dirá que está loco


por ti y luego subirás y él te lo mostrará.

Mientras miraba a la gente que caminaba brazo con brazo por la


calle, lista para una noche divertida, sentí los celos irracionales
desplegándose. Estaban todos exactamente donde querían estar…

Mierda, ahí estaba Jackson, agachado hasta donde Sydney estaba


sentada, ¿por qué sentada? Estaban hablando hasta que finalmente
Jackson la arrastró a sus brazos. Incluso desde aquí pude ver la mirada
de adoración en su rostro mientras ella ponía sus brazos alrededor de su

11
Un tipo lindo con una polla enorme, un tipo que no te llevará de vuelta cuando te rompas el corazón. Un chico realmente
caliente y divertido, alguien con quien definitivamente quieres estar.
cuello. Me mareó, pero no pude dejar de mirar, no hasta que
desaparecieron en el hotel Montview.

¿Qué mierda? ¿Un hotel? ¿Iba a subir a su habitación ahora? ¿En


serio? ¿Y cargándola hasta allí, nada menos?

Mi corazón golpeó mi pecho hasta que pensé que se desgarraría, y


como la sangre bombeó a través de mis venas, corriendo en mis oídos lo
suficientemente fuerte como para ahogar mi sentido común, sabía
exactamente lo que iba a suceder a continuación. Encendí la camioneta
y salí del estacionamiento antes de cambiar de opinión.

NO TENÍA que abrirme paso entre la multitud de Argos, ya que mi


estado de ánimo parecía anunciar mi presencia a cualquiera que
estuviera a menos de tres metros de mí. Shaw estaba de pie en el bar, y
era obvio que estaba a la caza por la mirada audaz que le daba al hombre
con el que hablaba, pero si yo no estaba consiguiendo lo que quería,
tampoco lo estaría nadie más, así que me metí en su pequeño y feliz
espacio personal para estar cara a cara con Shaw.

Estaba a punto de regañarme cuando le dije: —Chupitos de tequila.


Cinco, y no me hagas pasar un mal rato.

La molestia en su cara fue reemplazada por la confusión. —¿Qué


pasa...?

—Cinco, Shaw.

Se quedó callado por un minuto mientras me estudiaba, y luego se


disculpó con el tipo que estaba detrás de mí y se fue. Después de hacer
señas a uno de los camareros, Shaw hizo mi pedido mientras yo
tamborileaba con los dedos en la barra del bar y miraba a la multitud esta
noche. Muchos clientes habituales, pero varias caras nuevas. Decisiones,
decisiones.

El tequila vino tal como me gustaba, sin preámbulo de sal o lima, y


los bebí en una rápida sucesión.
—Se fue, ¿verdad?

Terminé el último tequila y me limpié la boca con el dorso de la


mano.

—No exactamente.

—¿Quieres decir que Jackson sigue en la ciudad? ¿Por qué coño


estás aquí, entonces?

—Esta noche no, Shaw —le dije, volviéndome para irme, pero me
agarró el brazo.

—No hagas nada estúpido, Lucas.

—Claro, papá.

Su agarre sobre mí se intensificó. —Lo digo en serio. Mañana te


odiarás a ti mismo. No vale la pena.

—A quién le importa una mierda el mañana, Shaw —dije,


arrancando el brazo de su agarre. Podía sentir el ardor del alcohol
bajando por mi pecho, moviéndose por mis venas. Pronto no sería capaz
de sentir, y así era como lo quería. Allí, nadie podía tocarme. No podían
hacerme daño, no podían irse. Era mi muro de protección, al que podía
retirarme cuando no podía enfrentarme a las cosas. No era el método
más saludable para sobrellevar la situación, pero meditar o hacer alguna
estupidez de yoga no iba a ser suficiente, ni esta noche, ni nunca.

—Lamento interrumpir, pero... tú eres Lucas, ¿verdad? —Esbelto y


algo atractivo de una manera estrafalaria, el tipo miró nerviosamente
entre Shaw y yo, y luego me dio una tímida sonrisa—. Yo soy...

—No me importa —le dije antes de que el parásito me diera su


nombre. No quería nombres. No quería conversar.

Agarrando un puñado de su camisa, lo arrastré a la pista de baile


mientras la música cambiaba y los altavoces se llenaban de ritmo. Sí. Lo
haría por esta noche. Lo llevé a las profundidades del club y me volví para
mirarlo, dándole una sonrisa arrogante cuando empecé a bailar.
El tipo tenía los ojos muy abiertos mientras me miraba, como si no
pudiera creer que en realidad había accedido a bailar con él, pero luego
sonrió y se acercó, moviendo sus caderas y tirando de mí hacia adelante
contra él. Podía sentir lo duro que estaba detrás de sus vaqueros, e
incluso a través de la niebla de mi cerebro, sabía que esto estaba mal.

Vamos, tequila, pensé, cerrando los ojos para no tener que mirar a
alguien que no era el hombre que quería. No me decepciones.

—Pensé que estarías en casa consolando a tu hombre esta noche


—dijo Bash en mi oído, y mis ojos se abrieron de golpe para verlo parado
a mi lado en un mono negro escotado, con un ceño fruncido marcando su
bonita cara.

—Qué amable de tu parte contestar el teléfono antes.

Él ignoró mi pinchazo. —¿Qué haces aquí, Lucas?

—Bailando. ¿Te gustaría unirte?

Negó con la cabeza cuando Shaw se le acercó por detrás. Genial.


Un hombre no puede divertirse sin que esos dos jueguen el papel de la
conciencia.

—Ignóralos y quizás se vayan —le dije a mi compañero de baile en


un susurro exagerado, y entonces rodé mis caderas contra las suyas de
una manera que lo hizo gemir.

—Escucha —dijo Shaw—, es obvio que algo está pasando. Soy la


última persona que te diría que no te diviertas, pero te estás buscando
problemas, hombre.

—¿Desde cuándo es algo nuevo?

Bash levantó una ceja a Shaw. —Desde el viernes pasado, ¿no es


así?

—Sí, así es —contestó Shaw.


Le di la espalda al obsceno chico mientras él seguía bailando detrás
de mí. —Chicos, aprecio el enfoque de gangbang12 que está ocurriendo
ahora mismo, pero me gustaría aún más que vosotros se ocuparais de
vuestros propios asuntos.

—Nosotros somos a los que tu estúpido culo va a llorar —dijo Shaw,


y luego por encima de mi hombro, le dijo al moreno: —Piérdete, chico

—No vayas a ningún lado —le dije, estirando la mano para evitar
que lo intentara.

Bash suspiró e inspeccionó sus oscuras uñas. —Sabes, no suelo


decir este tipo de cosas, ya que es más bien el estilo de Shaw, pero eres
una mierda muy tonta, Sully.

—Por fin lo estás entendiendo, ¿verdad? Ese soy yo —dije,


abriendo bien las manos—. Esto es lo que hago.

—No tiene por qué serlo. Vete a casa con Jackson —dijo Shaw.

—Vaya, qué gran puta idea —le dije—. Ah, espera. No, no puedo
hacer eso. Está ocupado con su prometida.

—¿Su qué? —dijeron al mismo tiempo, y las miradas en sus caras


habrían sido cómicas bajo cualquier otra circunstancia.

—Sí, la mujer con la que se supone que se va a casar vino a la


ciudad esta noche y nos pilló de camino a su habitación. Por supuesto, él
la persiguió, así que tendrás que disculparme si no quería sentarme a
esperar como la tercera maldita rueda.

La compasión iluminó los ojos de Shaw. —Lucas…

—Se va a ir de nuevo. Ya he estado aquí antes. Sé cómo funciona


esto. —Empujé a Shaw de vuelta a la multitud—. Ahora, vete a la mierda.

Bash se puso delante de él y me miró fijamente. —Estás


cometiendo un error.

—Mío para hacer.

12
Tener relaciones sexuales con más de tres personas al mismo tiempo.
—Es suficiente —dijo Shaw, agarrándole la muñeca a Bash—. Deja
que haga lo que tenga que hacer. No podemos detenerlo.

—Me alegro de que finalmente te hayas dado cuenta —dije, y luego


les di la espalda a mis amigos y dejé que la música dictara mis siguientes
movimientos.
Capítulo 33

AL SALIR A LA CALLE después de asegurarme de que Sydney se


acostara a salvo, marqué el número de Lucas. No tenía intención de
quedarme con ella hasta tan tarde, pero necesitaba asegurarme de que
estaba bien, y no podía negar que me sentía mejor después de nuestra
charla. Aun así, extrañaba a Lucas.

Cuando la llamada fue al buzón de voz, pensé en volver al hotel,


pero habían pasado horas, así que no había manera de que se hubiera
quedado allí. Debería haberle dado la llave de mi habitación, pero en mi
apuro, ni siquiera se me había pasado por la cabeza.

Llamé de nuevo, y esta vez lo cogió al primer timbrazo, pero había


tanto ruido que tuve que quitarme el teléfono de la oreja. —¿Lucas?
Lucas, ¿dónde estás? No puedo oírte.

—...fuera... ocupado... —Me pareció oírlo.

—¿Qué?

—Dije que estoy fuera. Hice otros planes —gritó por encima de la
música—. Ya que estabas ocupado.

—Bueno, ya terminé, ¿podemos vernos?

Hubo una respuesta apagada.

—Lucas, ¿dónde estás? Iré allí.

—No te molestes. Que tengas una buena noche, Jackson.


La conexión se cortó, y miré mi teléfono con incredulidad. ¿Qué le
había pasado? Parecía enojado, pero fue él quien me dijo que fuera tras
Sydney. ¿Sucedió algo después? ¿Adónde se había ido?

Tuve una sensación de desasosiego y llamé al siguiente taxi que vi.

Mierda. Sabía exactamente dónde estaba.

SE SENTÍA COMO un déjà vu estar de vuelta en Argos casi una


semana después, haciendo exactamente lo mismo que hice la última vez.
Buscar a Lucas. Una cosa era segura, su amigo Shaw nunca era difícil
de encontrar. El tipo era enorme, y con sus puntas de rubio blanco,
sobresalía de la multitud como si fuera el centro de atención. Me dirigí a
donde estaba parado frente al bar, bebiendo de una copa baja y
conversando animadamente con un tipo de contextura similar.

—¿Dónde está? —dije sin molestarme con las formalidades. Shaw


sabía exactamente quién era yo ahora, aunque sólo nos habíamos visto
una vez, y si había visto a Lucas esta noche, y apostaría el dinero que
tenía que sabía por qué estaba allí.

Shaw me miró, listo para echarme la bronca, pero luego me dio una
segunda mirada y se congeló.

—Jackson —dijo, relajándose en una sonrisa burlona—. ¿No hay


caquis esta noche?

—Corta el rollo. Sé que está aquí. ¿Dónde?

—Mira, no sé qué pasó entre vosotros, pero…

—Puedes decirme adónde huyó tu maldito amigo o tendré que


meterte ese vaso por el culo.

—Podría gustarme —dijo, chupándose el labio inferior en la boca y


luego soltándolo con un chasquido—, pero ya me estoy cansando de que
unos imbéciles me interrumpan esta noche. ¿Qué tal si dejo que vayas
por ahí y lo encuentres tú mismo? Hay un cuarto trasero que deberías
revisar.

La idea de que Lucas entrara en cualquier tipo de cuarto trasero


sólo empeoraba los golpes en mi cabeza, y me agarré de la nuca con
frustración.

—Dímelo. Por favor.

Shaw suspiró, tomó un trago largo del líquido transparente de su


vaso, y lo puso sobre la barra. —Si empezáis una escena, tendré que
echaros. A los dos.

Me moví para que él pudiera liderar el camino, y a regañadientes


se entretejió entre la multitud hacia la parte de atrás del club, más lejos
de lo que había estado la primera vez.

Por favor, no estés en un maldito cuarto trasero. No sabía lo que


era, pero podía adivinar que no era nada bueno.

Shaw se detuvo bruscamente y casi me tropiezo con él. —Allí —


dijo, señalando hacia donde Lucas estaba bailando demasiado cerca de
algún imbécil que tenía sus manos en su cintura.

Dios, esto es realmente un maldito déjà vu.

—Aquí es donde te dejo —dijo Shaw, inclinándose como un


sabelotodo—. Trata de no matarlo.

Con la forma en que las manos del tipo vagaban por todo lo que era
mío, parecía que Lucas no sería el único al que tendría que matar. ¿Qué
mierda está haciendo? Mi confusión y frustración aumentó otra muesca
mientras acechaba a través de la multitud hacia el hombre que me debía
algunas respuestas.

—Así que… —dije, acercándome a su lado. Su camisa estaba


desabrochada hasta la mitad del pecho, y un brillo de sudor brillaba en su
frente, e incluso tan enojado como estaba por estar aquí, no podía negar
que el tipo era impresionante. El problema era que él lo sabía—. Estamos
de vuelta aquí, ¿eh? ¿Volvemos a los sin nombres y a las folladas fáciles?
Lucas movió su cabeza hacia mí con sorpresa, pero rápidamente
fue reemplazada por la ira. —Vaya. Te dejó salir temprano. ¿Por buen
comportamiento?

—¿Disculpa?

—Ya me has oído.

—¿Te importaría explicarme qué demonios pasó contigo esta


noche? ¿Qué estás haciendo aquí?

—En realidad no.

—No estaba preguntando, imbécil.

Lucas dejó de bailar y se acercó a mí, cara a cara. —Jódete. Tú.

—No, vete a la mierda, Lucas —le dije, agarrando en un puño su


camisa y tirando de él hacia adelante—. ¿Crees que esta mierda es fácil
para mí? ¿Que no tengo nada en juego? Arriesgo toda mi vida por ti.
Estoy dentro, imbécil. Y estás aquí alimentándote de la atención de gente
cuyos nombres ni siquiera recordarás mañana.

—No recuerdo sus nombres ahora. Mañana no habrá mucha


diferencia.

Solté mi agarre sobre él como si estuviera en llamas.

Lucas se enderezó la camisa y no me miró cuando dijo: —Te vas,


¿recuerdas? Viniste, no conquistaste nada y ahora te vas. No puedes
decirme cómo vivir mi vida aquí abajo más de lo que yo puedo decirte que
jodas a tu padre con el puto dedo.

Lo miré con incredulidad. —¿Crees que no se me ha pasado por la


cabeza?

—Pensar en ello y hacer algo al respecto son dos cosas diferentes.


Y afrontémoslo, nunca vas a renunciar a tu carrera o a todo ese...

—No te atrevas a decir el maldito dinero —dije, mi voz lo


suficientemente aguda como para cortar el hielo—. Nunca ha sido por el
dinero.
Lucas ladeó la cabeza y me miró fijamente. —¿No? Es un buen
incentivo para mantener tu trasero a raya, ¿no? Después de todo, no
puedo imaginarme que sea la brillante personalidad de tu padre la que te
mantiene cerca o la forma en que ha micro gestionado tu vida.

Mis puños se cerraron y prácticamente gruñí, asustando a algunos


de los fisgones que bailaban cerca. Les eché un vistazo de pasada y
desdoblé mis manos antes de meterlas en los bolsillos de mis vaqueros.
—¿Podemos no hacer esto aquí?

Lucas levantó la barbilla hacia su pareja de baile. —Prefiero no


hacer esto en absoluto. Si no puedes decirlo, estoy ocupado.

—¿Se trata de Sydney? ¿Estás enfadado porque fui a…?

—¿Podemos no hablar de tu novia? Jesús.

—Por el amor de Dios, Lucas. Estás siendo ridículo.

—¿Yo soy el que está siendo ridículo?

—Sí. Actúas como si hubiéramos hecho algo más que hablar sobre
ti, no es que te lo merezcas ahora mismo, gilipollas egoísta.

Los oscuros ojos de Lucas brillaron. —Entonces tal vez deberías


irte.

Tal vez tenía razón. No había impedido que el tipo que estaba
detrás de él se le pegara al trasero mientras hablábamos, y era evidente
que no lo planeaba hacer en un futuro cercano. Si trataba de demostrar
algo, lo había hecho muy bien. Pero no podía irme sin más. Incluso pelear
con él era mejor que no verlo en absoluto, aunque en el proceso intentara
destrozarme el corazón.

—Lucas... así no es como se supone que tiene que ser.

Se detuvo. —Correcto. Pensaste que podías volver a la ciudad y


que estaría a tu entera disposición por unos días. Sorprendentemente, no
funciona así.

—No te quiero a mi entera disposición. ¿No estás escuchando nada


de lo que tengo que decir? Estoy tratando de decirte que te amo...
Una mano pesada cayó sobre mi hombro, y miré hacia arriba, era
un tipo con una camisa ajustada y con la palabra seguridad en el frente.
—Lo he visto haciendo una escena. ¿Te está molestando, Lucas?

Por supuesto que Lucas estaba muy unido a todos en este lugar, y
mientras el guardia esperaba una respuesta, Lucas entrecerró los ojos
hacia mí. —Sí, es un poco bocazas. Nada que no pueda manejar.

—Lo siento, no puedo correr ese riesgo. Va a tener que venir


conmigo —dijo el guardia.

—Sólo estamos hablando —dije, y cuando el guardia miró a Lucas


para confirmarlo, él se encogió de hombros.

—Llévatelo. No me importa. —Entonces me miró a los ojos—. No


es bienvenido aquí de todos modos.
Capítulo 34

EL DOLOR QUE había aparecido en la cara de Jackson mientras


lo abofeteaba verbalmente y lo echaba del club, había sido casi suficiente
para tenerme a mí de rodillas rogándole que me perdonara. Pero
entonces recordé por qué había salido esta noche, por qué no había
futuro entre nosotros, y Jesús... no podía lidiar con eso ahora. Era más
fácil de esta manera. Más fácil si me odiara y me dejara en paz. Unas
pocas horas o días más, o lo que sea que quisiera darme, sólo lo haría
más difícil cuando se marchara.

Al menos, eso era lo que me decía a mí mismo mientras mi corazón


se agarrotaba en mi pecho, amenazando con dejar de latir por completo.

Mierda. Hubiera sido más fácil, mucho más fácil, encontrar a un


extraño al azar para follar. Uno como con el que estaba bailando, donde
no necesitaba su nombre. No necesitaba una conversación. Todo lo que
necesitaba era el ajuste apretado de un culo alrededor de mi polla y la
sensación de excitación asociada a ello.

Todo eso hubiera sido preferible a enfrentarme a mis sentimientos


de frente, y eso me resumía muy bien, ¿no es así? Que estaba dispuesto
a arriesgar la oportunidad de algo real por un polvo rápido para olvidarme
de mi vida durante cinco minutos.

¿Cuándo me había convertido en este hombre? Esa parte fue


bastante fácil de responder. La transición hacia la mujerzuela a la que no
le importaba nada una mierda había comenzado después de perder a mis
padres, se había acelerado cuando dejé mi corazón en Connecticut, en
la puerta de Jackson, y se había completado con la muerte de la abuela.
Como si fuera culpa de alguien más y no mía. Podía culpar a cada
persona que había ido y venido de mi vida todo el día, pero eso no
cambiaba el hecho de que lo había hecho, me había metido en este
agujero de mierda a mí mismo. Que pensaba tan poco de mi valor que lo
basaba en las acciones de otros.

Empujé contra el pecho del tipo mientras tropezaba hacia atrás,


sintiéndome aturdido de repente. —Esta noche no —me encontré
diciendo, y él debe haber decidido que todo el drama no valía la pena,
porque se había ido antes de que tuviera que decírselo de nuevo. Debatí
brevemente si necesitaba vomitar en el baño antes de decidir que el aire
fresco y un poco de humildad eran mejores opciones.

Pasé a Bash y Shaw mientras me tambaleaba entre la multitud, y


ellos sabiamente no dijeron una palabra, pero pude sentir sus miradas en
mi espalda mientras me dirigía hacia la salida del club. No había forma
de que pudiera conducir esta noche, así que tendría que tomar un taxi y
averiguar a dónde había huido Jackson para poder…

Empujé la puerta, y sentado al otro lado del callejón contra la pared


de ladrillo con los brazos sobre las rodillas, estaba Jackson. Tenía un
aspecto infernal, como si hubiera envejecido diez años en los minutos
transcurridos desde que lo viera, con la preocupación y la tristeza
grabadas en las líneas de su cara, y con la corbata suelta sobre el cuello
de su camisa. Sus ojos se encontraron con los míos, y luego pasaron de
largo para ver con quién había elegido pasar el resto de la noche, pero
cuando la puerta se cerró de golpe detrás de mí, y sólo de mí, el alivio
llenó su rostro.

Ahora que estaba aquí, donde quería estar, no sabía qué decir. Un
silencio incómodo llenó el espacio entre nosotros, y Jackson se puso de
pie y se sacudió los pantalones.

—Yo... pensé que te habías ido —dije finalmente.

—No.

Miré por el callejón hasta donde aún quedaban algunos grupos


pequeños de personas, lo suficientemente lejos como para no ser
escuchados.

—Aquí afuera esperando tener suerte, o...


—Esperándote a ti. —Jackson dio un paso hacia mí—. Sólo a ti. —
Otro paso más—. Siempre a ti. Incluso cuando eres un maldito imbécil.

Mis ojos pincharon con fiereza al acercarse aún más, y aún más
fuerte cuando extendió la mano para tomar un lado de mi cara. Me apoyé
en su tacto y cerré los ojos para mantener las lágrimas donde debían
estar. Esto, esto de aquí, era de lo que había estado huyendo. El hombre
que me consolaba ahora tenía el poder de quebrarme. ¿Cómo bajé todas
mis defensas cuando él podría cambiar de opinión en cualquier
momento? Respiré profunda y temblorosamente. —No sé cómo hacer
esto —admití.

—Yo tampoco. Ni siquiera sé por dónde empezar. Pero Lucas,


mírame. —Abrí los ojos para ver a Jackson lleno de comprensión, y me
sostuvo la cara con ambas manos—. Sé que es estúpido seguir fingiendo
que no nos importamos el uno al otro. Puedes decirme todo el día que
me vaya a la mierda, que desaparezca, pero no voy a ninguna parte. Sé
que no quieres decir nada de esas cosas horribles que dices, así que deja
de pelear conmigo. Por favor.

La vergüenza que sentí en ese momento cuando él vio a través de


mí, era una que recordaría para siempre. Con las manos de Jackson
sosteniéndome firme, forzándome a mirarlo a los ojos, tuve que
enfrentarme a mis demonios, uno por uno, comenzando con mis
reacciones instintivas, mi lengua de víbora, mi incapacidad de dejar entrar
a cualquiera que tuviera el poder de herirme... No merecía el perdón
rápido de Jackson ni su compasión, pero lo necesitaba, tanto como lo
necesitaba a él.

—Lo siento... —dije, temblando con la sinceridad de mis palabras,


y me agarré a su camisa, con una súplica silenciosa. Y luego, al diablo
con el silencio, porque necesitaba su perdón más de lo que necesitaba
oxígeno—. Jackson, lo siento mucho. Tienes razón, no quise decir nada
de lo que dije. Dios, estoy tan jodido... Por favor... por favor perdóname.
Dime que no la cagué completamente antes de que tuviéramos la
oportunidad. Dime que quieres intentarlo y que puedo arreglarlo. Dímelo,
Jackson, por favor.
El pulgar de Jackson me rozó la mejilla, y pude sentir sus ojos
escudriñando mi cara, incluso cuando no podía soportar mirarlo.
Entonces bajó su frente a la mía y me susurró: —Te perdono. Pero Lucas,
tienes que dejar de alejarme.

Lágrimas calientes caían por mi cara mientras me quedaba allí de


pie sujetándome fuertemente a su cintura, y los brazos de Jackson me
proporcionaron el consuelo que necesitaba para derribar mis paredes. Si
alguien pasara y pudiera verme ahora, no sabría quién soy ni qué me ha
pasado. Pero yo lo sabía. Siempre lo he sabido.

Jackson Davenport se había metido en mi alma hacía mucho


tiempo, y maldita sea, nunca me ha dejado ir.
Capítulo 35

DESPERTÉ a la mañana siguiente con la cabeza palpitando


dolorosamente, una mezcla de tequila y asco podía hacerle eso a un
hombre. Giré mi cabeza sobre la almohada hacia donde Jackson yacía
frente a mí, aun profundamente dormido. Su frente se frunció como si
estuviera teniendo una pesadilla, así que pensé brevemente en
despertarlo, pero si estaba reviviendo el asalto verbal que le hice anoche,
entonces probablemente era la última persona a la que querría ver.

Aun así, me alegré de que estuviera aquí. En mi cama, en un lugar


donde nadie más se había despertado antes que él. Después de que
Jackson condujera mi camioneta a casa anoche, nos duchábamos por
separado por que las heridas que nos habíamos infligido uno a otro
seguían siendo dolorosas. Sabía que nos despertaríamos y lidiaríamos
con lo que ocurriera a continuación, pero por esta noche, había sido
suficiente. Le había dado a Jackson un par de calzoncillos y una camiseta
para dormir, y luego bajé las sábanas, y se había subido a mi cama a mi
lado, mirándome hasta que sus párpados se volvieron pesados y el sueño
lo reclamó. Me quedé despierto por un rato, observándolo por si no volvía
a tenerlo, y finalmente, justo cuando el sol se asomaba por el horizonte,
caí en un sueño superficial.

Me puse un par de pantalones cortos y tomé mi cepillo de dientes


del baño para usarlo en el del pasillo, para no despertarlo. Después de
un rápido cepillado, me puse un par de chanclas que había dejado en el
cuarto de al lado y salí al patio.

Siempre que tenía muchas cosas en la cabeza, había dos lugares


a los que iba: una de las playas privadas o para obtener algún consejo de
la persona en la que siempre había confiado para escucharme y decirme
la verdad.
Pasando la tienda, hacia el bosque al borde de la propiedad, caminé
tomando una respiración profunda llena de madreselva en el aire y
haciendo una nota mental para cortar el césped esta semana. Había
crecido disparado después de toda la lluvia que había caído.

Deteniéndome debajo del árbol de magnolia que había sido el


favorito de la abuela, cogí una flor de una de las ramas y la puse
cuidadosamente debajo del marcador de piedra que había erigido
después de su muerte. Luego limpié las hojas caídas en el cercano banco
de dos asientos, que había construido para no tener que sentarme en el
suelo cuando viniera de visita, y me deje caer, preguntándome por dónde
empezar la conversación de hoy.

—Hola, abuela —dije. Un cardenal marrón voló sobre mi cabeza,


gorjeando en respuesta, y sonreí—. ¿Quieres una charla?
Capítulo 36

El LADO DE LA CAMA DE LUCAS estaba vacío cuando me


desperté, pero cuando pasé mi mano sobre las sábanas donde él había
dormido, todavía estaban ligeramente calientes. Él no se había levantado
hacía mucho tiempo.

Rodando sobre mi espalda, me cubrí los ojos con un brazo y pensé


en lo que pasó anoche y en lo diferente que podrían haber sido las cosas.
Comprendí por qué Lucas había reaccionado como lo hizo; simplemente
no esperaba que Sydney fuera el detonante, no después de decirle lo que
sentía, o no sentía, por ella.

El hombre tenía tanto miedo de dejarme entrar que recurrió al


autosabotaje. Bueno, esa mierda no iba a funcionar conmigo. Si tenía que
demostrarle que esta cosa entre nosotros era real, entonces eso es lo
que haría.

Una baja vibración llamó mi atención, y miré hacia la mesita de


noche para ver que mi teléfono se encendía con una llamada entrante.
La hora que aparecía en la pantalla marcaba después de las diez, maldita
sea, había dormido hasta tarde, pero la persona que llamaba aparecía en
la lista bajo un número desconocido. Muchos de mis clientes de alto perfil
preferían mantener sus números personales en privado, así que presioné
aceptar y me senté.

—Al habla Jackson Davenport.

—Buenos días, Jackson. Soy Sebastián Vogel.

—Sebastián —dije, levantando las cejas. Eso sí que fue una


sorpresa. ¿Había estado allí anoche para presenciar la épica pelea entre
Lucas y yo? ¿O era una llamada de naturaleza comercial? No esperaba
volver a saber de él después de dejar su oficina ayer—. ¿Reconsiderando
mi oferta?

Sebastián se rio. —Me gustan los hombres persistentes.

—A mí también. ¿Eso era un sí?

Había un sonido de burbujas que pasaba a través de la línea, como


agua hirviendo. —He estado pensando, y me gustaría que te pases por
mi oficina más tarde. Tú y yo tenemos algunas cosas que discutir.

—Así que estás reconsiderando la oferta. Un simple sí o no habría


sido suficiente. —El burbujeo se hizo más fuerte—. ¿Estás en un jacuzzi?

Ignoró el comentario y dijo: —Esto no tiene nada que ver con tu


oferta, y no tengo intención de cambiar de opinión sobre lo que hemos
discutido anteriormente.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres, Sebastián?

—Hablar contigo.

Fruncí el ceño, preguntándome qué estaba haciendo. Una


sospecha me dijo que era una llamada personal. —Si esto es sobre Lucas
y yo…

—Te aseguro que no tengo ningún interés en interferir en la vida


amorosa de mi mejor amigo. Lo que sea que pase entre vosotros puede
quedarse entre vosotros, aunque espero que os encontréis en un lugar
mejor que el de anoche.

Ahh, así que había oído hablar de nuestra pequeña pelea. —


¿Entonces qué es esto?

Casi pude ver la sonrisa en su voz. —Tal vez nada. Pero tengo una
propuesta para ti, si estás dispuesto a escucharme…
Capítulo 37

ERA TONTO, quizás, pero hablar con la abuela siempre me hizo


sentir mejor, aunque fuera una conversación unilateral. Cuando estaba
viva, me hubiera hecho sentarme en la mesa de la cocina mientras
preparaba algunas de sus famosas galletas de terciopelo rojo, y luego
insistía en que le contara cada pequeño detalle de lo que estaba pasando
para que pudiéramos resolver el problema y arreglarlo. Era increíble en
eso, y me había sentido perdido sin ella.

Extendiendo las piernas, pasé las palmas por encima de los


pantalones. —Supongo que sabes por qué estoy aquí. —Casi pude ver
la mirada de desaprobación en su cara mientras se preparaba para
escuchar el lío en el que me había metido ahora.

—Sí, hice algo jodidamente estúpido. Como siempre hago,


supongo.

Esa boca tuya, Lucas, decía. Tu mamá debería haberte lavado la


boca con jabón, pequeño diablillo. Luego me despeinaba el pelo y me
besaba en la cabeza, como si tuviera ocho años, no dieciocho. Y la
amaría aún más por ello.

—Sé lo que dirías. Nada es permanente y eso no se puede cambiar,


y supongo que tienes razón. —Me miré las manos, marcadas con
cicatrices de mis días en la tienda, y pasé mis dedos por encima de
ellas—. Jackson ha vuelto, abuela —le dije—. Supongo que esta es la
parte en la que dices ‘te lo dije’, porque siempre dijiste que volvería algún
día, y nunca te creí. Porque eso es lo que hago, ¿no? Siempre pienso lo
peor, porque es más fácil que esperar y ser decepcionado.

Me mordí el labio.
—He intentado todo para deshacerme de él. Fui cruel. Lo alejé. Lo
ignoré. Le dije cosas horribles. Y lo jodido es que no quería decir nada de
eso. Entonces, ¿por qué trate de lastimarlo? Supongo que es porque
hacer eso me está doliendo, y siento que me lo merezco. —El sol brillaba
a través de los árboles, y sonreí con la más pequeña de las sonrisas—.
Eres parcial y tendrías que decirme que sólo merezco la felicidad. Pero
eso es sólo porque me amas y tienes que ver más allá de mis defectos.

Avanzando hacia el borde del banco, apoyé los codos en mis


rodillas y me quité la somnolencia de la cara. —La verdad es que tengo
miedo. Estoy tan jodidamente asustado de poner mi corazón sobre la
mesa y que cuando me dé la vuelta, él se haya ido. Que tenga que
reiniciar a mi vida, porque no creo que pueda hacerlo. Otra vez no.
Demonios, ¿recuerdas la última vez? Cuando volví de Connecticut,
estaba hecho un desastre, así que imagínatelo diez veces más. Sí. No
sería bonito. Tu chico Lucas se autodestruiría, y seguramente Jackson no
quiere eso en sus manos. —Una forma de darle la vuelta y usar un viaje
de culpa para forzar las cosas a seguir su camino.

Mis labios se movían en los bordes mientras imaginaba su charla.


—Sí, sí. Dirías que es sólo un riesgo que tengo que correr, porque eso es
lo que haces por la gente que te importa. Pones todo tu corazón ahí fuera
sin pedir nada a cambio, y si recibes algo a cambio, bueno, eso es sólo
la guinda del pastel —me reí—. Creo que lo dijiste así. Verás, el problema
es, y es un problema, así que no intentes decirme que no lo es… que amo
a Jackson. Te lo dije, pero nunca tuve la oportunidad de decírselo a él, y
abuela... no creo que haya dejado de hacerlo... Quiero decir, si realmente
amas a alguien, eso no desaparece porque ellos decidan que no te aman
a ti, ¿verdad? O porque se van. No es un interruptor que puedas apagar,
porque créeme, lo he intentado.

Un par de cardenales se unieron al que estaba sentado en la rama


mirándome, y negué con la cabeza. —¿Invitas a mis padres ahora a
participar en nuestra conversación privada? —me burlé. Los pájaros se
cantaban entre sí, de un lado a otro, antes de que los dos recién llegados
volaran de nuevo—. Ahora entiendo por qué no te casaste después de la
muerte del abuelo. Entiendo que ni siquiera pudieras mirar a nadie más
porque no podía empezar a compararse con lo que tenías antes, y
entonces, ¿cuál es el punto? Me siento así por Jackson. Es el único
hombre que he conocido y que sabía que debía estar allí, y todos los
demás se quedan cortos cuando los comparo con él. Pero he pasado por
esto durante tanto tiempo que es más fácil permanecer cerrado y estar
solo. ¿Por qué pedirle que se ocupe de mi tipo de locura? —me reí—.
Ahora mismo, me estarías diciendo que no soy bueno por mi cuenta,
porque ¿cómo se hace el lavado? Te diré que lo descubrí, y la única vez
que mis camisas salen rosadas es si es a propósito.

Con un suspiro, le dije: —Me lo dirías si estuviera cometiendo un


error, ¿no es así? Tal vez darme una señal de alguna manera… enviar
otra tormenta tropical —sonreí—. Esa fue una jugada brillante, por cierto.
Gracias.

Me quedé callado, la pregunta que había estado delante de mis ojos


se avecinaba. —Y si... —Cerré los ojos—. ¿Y si yo quisiera que se
quedara? ¿Le pido que se quede aquí conmigo y nos dé una
oportunidad? Tendría que renunciar a su vida en Connecticut, y eso
parece tan egoísta, pero... supongo que soy egoísta. No puedo imaginar
no tenerlo en mi vida ahora que está aquí. Y no quiero hacerlo. —Dejando
caer mi cabeza en mis manos, dije: —Tendrás que ayudarme aquí. Yo
no... no sé cómo decirle nada de esto. O si debo hacerlo.

—Acabas de hacerlo —dijo Jackson desde detrás de mí.

Mi trasero se levantó del banco y me di la vuelta en un abrir y cerrar


de ojos. Con los pies descalzos y con la misma ropa con la que había
dormido, Jackson se paró a unos metros de distancia.

—¿Cuánto has oído? —le pregunté.

—Lo suficiente.

Mi corazón golpeó erráticamente en mi pecho. Esta no era la forma


en que se suponía que debía ser. No estaba listo para que Jackson
supiera que mi miedo más profundo era que me hiciera a un lado como
si no significara nada.

—Tal vez podrías darte la vuelta, volver a la casa y fingir que no lo


hiciste —dije, medio bromeando, medio aterrorizado.
—¿Y por qué haría eso —dijo, adelantándose—, cuando he estado
esperando tanto tiempo para que finalmente te abrieras a mí? —Luego
miró a la tumba de la abuela—. Bueno, no intencionalmente para mí, así
que es bueno que te haya atrapado.

—Es de mala educación escuchar a escondidas.

—No lo hagas. Preocuparte. —Caminó alrededor del banco y se


detuvo frente a mí—. Dime.

—¿Decirte...?

—Todas las cosas que le dijiste a la abuela que tenías miedo de


decirme. Quiero que me mires a los ojos cuando lo hagas.

Mi garganta se cerró ante la idea de tener que mirar a Jackson


mientras derramaba mis tripas. Una cosa era ser honesto con alguien que
no podía responder; otra muy distinta era tener que enfrentarme a mis
miedos de frente. Dios, ¿cuándo me convertí en alguien cobarde
alrededor de las cosas duras? Sólo dilo, joder.

—Jackson, tengo miedo de abrirme de nuevo —dije—. Cuando te


has quemado tantas veces como yo lo he hecho, no quieres arriesgarte
a jugar con fuego.

—Confía en mí, lo entiendo. Pero nunca llegaremos a nada si no


hablas conmigo.

—¿Cómo se supone que vamos a llegar a alguna parte? Esta cosa,


es temporal. Fugaz. Volverás a Connecticut en cualquier momento, y yo
seguiré aquí, y estaremos a mundos de distancia. Otra vez. Así que, por
favor, dime de qué te servirá saber lo que siento por ti. No cambiará nada.

—Lo cambia todo. —La mirada de Jackson penetró a través de


mí—. ¿No hay nada que necesites preguntarme? ¿Algo que le dijiste a tu
abuela?

—Te lo diré de nuevo: escuchar a escondidas es de mala


educación.
—Tal vez. Pero ha sido la única manera de sacarte la verdad. No
puedo leer tu mente y has enviado señales contradictorias, así que, si
quieres algo, entonces necesito que confieses, Lucas —dijo, pasando sus
dedos suavemente por mi brazo, dejando piel de gallina a su paso—.
Pregúntame.

Cuando la mano de Jackson llegó a la mía, nos entrelazo los dedos,


dándome la seguridad que necesitaba para confiar. Para dejar entrar a
alguien. No, no sólo a alguien… a él.

—Quédate —susurré—. Quédate aquí. Conmigo. Quédate


conmigo… al menos inténtalo.

—¿Por qué?

—Porque soy un bastardo egoísta y te necesito.

Jackson sonrió. —Esa es una buena razón. ¿Hay algo más?

—Maldita sea, Jackson, sabes que estoy jodidamente loco por ti, y
la única razón por la que me he vuelto loco y dejado mi culo al aire es
porque te amo. Ya está. ¿De acuerdo? Te amo. Te amaba incluso con
ese horrible uniforme escolar, te amaba cuando pensaba que me
odiabas, y te sigo amando a pesar de que me has obligado a decírtelo
unas veinte veces. ¿Ahora te quedarás?

Los ojos de Jackson parpadeaban de diversión, y su sonrisa, esa


enorme y brillante sonrisa blanca, iluminó todo en mí. —Ya que lo pediste
tan amablemente…

—Si dices que no, tendré que obligarte en este momento. Elige
sabiamente.

—Te amo, Lucas Sullivan, ¿lo sabes?

Esas palabras que salían de los labios de Jackson hicieron que mi


corazón se hinchara en mi pecho, pero junto con eso vino el miedo.
Todavía estaba esperando la parte del ‘pero’ en esa frase, esperando a
que cayera la bomba, y cerré los ojos para no tener que mirarlo a la cara
cuando llegara.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

—Por favor… no digas que me amas si te vas a ir. Si lo dices en


serio, entonces ámame lo suficiente como para no decirlo si te vas
mañana de todos modos.

—Lucas. Lucas, abre los ojos —dijo, levantando mi barbilla—. Te


amo mucho. Y nada podría hacer que te dejara de nuevo. Esta vez no.

Mi sonrisa creció tanto que podía sentir mi cara prácticamente


partida en dos. —En ese caso, espero que sepas en lo que te has metido,
Davenport. Ahora estás atrapado conmigo.

—¿Lo prometes?

—Prometido.

—Pero Lucas —la cara de Jackson se puso seria—, ¿qué pasó


anoche? No vuelvas a hacerme eso.

—¿Qué parte?

—Todo ello. Huir, no hablar conmigo, enfadarte irracionalmente,


dejar que un imbécil te toque…

—Bien, bien, lo entiendo.

—¿Estás seguro? Podría seguir.

—No es necesario. Ya sé lo imbécil que soy.

—Tal vez, pero tú eres mi imbécil.

—Creo que puedo vivir con eso.

Hubo un fuerte graznido en el árbol, y me alejé de Jackson, riendo.


—La abuela lo aprueba.

—¿Lo hace? —Jackson miró a la piedra del entierro—. Debería ir a


saludar. Y, ya sabes —me guiñó el ojo—, pedirle permiso para salir con
su nieto.
Capítulo 38

DESPUÉS DE RENUNCIAR AL TRABAJO y aprovechar unas


vacaciones que se habían retrasado mucho tiempo, los días siguientes
pasaron en un embrollo de piernas enredadas en sábanas, en la ducha,
reclamando cada parte de la casa de Lucas...

Fue una maldita dicha.

Eso no quiere decir que no estaba más que consciente de que


tendría que enfrentarme a algunas de mis responsabilidades, es decir, a
mi padre, a mi trabajo y a la mudanza, pero por ahora, necesitaba que
Lucas supiera que no iba a ir a ninguna parte. Necesitábamos este tiempo
para reconectarnos, y también me dio la oportunidad de ver algunos
apartamentos en la isla hasta que estuviera listo para algo más
permanente. Por supuesto, Lucas se preocupaba cada vez que sacaba
el tema.

—No veo por qué no te mudas aquí —dijo la semana siguiente,


mientras estábamos acostados en su cama antes de tener que
levantarnos y prepararnos para el día. Mientras rodeaba algunos listados
que el agente de bienes raíces me había enviado, Lucas miró con
desaprobación desde donde estaba apoyado en la cabecera acolchada.

—Lucas, ya hemos hablado de esto.

—Piensa en lo inconveniente que será si no estás aquí. Tendremos


que cambiar dónde dormir cada noche. Ir a comprar dos juegos de todo
para guardarlo en tu casa y en la mía.

—¿Tan inconveniente como, digamos, Connecticut? —Eso lo hizo


callar, y sonreí—. Eso pensaba.
Se descruzó los brazos y se puso a mi lado, poniendo su barbilla
sobre mi hombro. —No vas a decirme que te gusta dormir mejor solo,
¿verdad? Odiaría tener que atarte a mi cama para que no puedas irte.

—Lo odiarías, ¿eh? —dije, sonriendo, y luego le di un beso rápido,


que sólo lo hizo gemir cuando me alejé.

—No puedes besarme y decir que te até cuando sé que estás


desnudo bajo estas sábanas... —Su mano recorría mi muslo, y mi polla
saltó al tocarme—. Mira, creo que quieres que te interrumpa. No quieres
ver esos aburridos apartamentos.

—Eres un problema —dije, mi cabeza retrocediendo mientras


Lucas me daba un par de golpes lentos en la polla, trayéndome de semi
interesado a jodidamente… nunca voy a salir… de esta cama.

—Soy un bastardo insaciable, ¿qué puedo decir?

—Por esto es exactamente por lo que necesito mi propia casa. De


lo contrario, no podríamos hacer ningún trabajo.

—No estoy de acuerdo. Creo que Jackson como un calentador de


camas profesional y esclavo sexual es un trabajo perfectamente
respetable.

Riendo, me puse de rodillas y lo inmovilicé en el colchón con una


mano mientras que la otra seguía las curvas y los patrones del tatuaje del
dragón que se curvaba sobre su hombro y sobre su pecho. —Yo no
alardearía demasiado de eso o alguien podría ofrecerme un mejor precio
—bromeé, bajando para capturar su boca.

Lucas me envolvió las piernas alrededor de la cintura, y así como


así, los listados fueron olvidados y todo se detuvo, como siempre que
estabamos así. Moví mis caderas sobre las suyas, uniendo nuestros
penes en un delicioso deslizamiento, y mientras tomaba su boca con la
mía otra vez, mi móvil sonó.

—Auch. No contestes —dijo Lucas contra mi boca, y le di un último


beso persistente.
—No puedo. —Me puse de rodillas y me deshice de él antes de que
me convenciera de lo contrario—. Sabes que estoy esperando una
llamada.

—Ah, sí, la sorpresa. ¿Y cuándo crees que me dejarás saber lo


que sea que hayas planeado?

—Cuando el papeleo esté firme. —Le guiñé el ojo y le di a aceptar


en mi móvil sin mirar el identificador de llamadas—. Al habla Jackson.

—Jax, me alegro de que hayas respondido —dijo Sydney, aliviada.

—Ah, hola, Syd —dije, y Lucas negó con la cabeza como diciendo
‘si no es la sorpresa, cuelga y ponte debajo de mí’.

—Quería ponerme en contacto contigo para agradecerte por cubrir


las cosas mientras me tomaba un tiempo libre. Yo…

Cuando Lucas me mordió en la mejilla del culo, me aspiró el aliento


y casi se me cae el teléfono.

—Maldición, Lucas —susurré, mientras él amortiguaba su risa en


una almohada, y traté de no sonreír y animarlo. Volviendo a poner el
teléfono en mi oído, le dije: —Lo siento. ¿Como estás? ¿Todo va bien por
ahí arriba?

—En realidad, por eso te llamaba. Tu padre... —Ella siguió


hablando, pero no pude entender lo que dijo porque Lucas deslizó su
mano por mi muslo y se la quité antes de levantar mi dedo para callarlo.

—Lo siento, Syd, ¿podrías repetirlo? Debemos tener una mala


conexión.

Lucas sonrió y se apoyó en su codo mientras yacía sobre la cama,


totalmente a la vista. Maldito provocador.

Cuando ella repitió las palabras, pensé que mi cerebro estaba


inventando cosas. —Sonaba como si hubieras dicho que mi padre está
de camino a South Haven —le dije.

—Eh, ¿Jax? Eso he dicho.


En ese instante, mi sonrisa desapareció, y Lucas notó mi cambio
de humor y supo que lo que acababa de decir estaba sucediendo, porque
se sentó con una mirada cautelosa en su cara.

—¿Cuándo? —le pregunté.

—Debería llegar en menos de una hora, si es que no lo ha hecho


ya. Su secretaria dijo que se dirigía directamente a AnaVoge.

Mantuve el teléfono lejos de mi cara mientras maldije tan fuerte que


resonó en las paredes. Entonces, a Lucas, le dije: —Pon a Sebastián al
teléfono. Ahora.

Que mi padre viniera a South Haven significaba dos cosas: primero,


que venía a hacer lo que yo no había hecho, y segundo, que el hecho de
que no me había alertado de su llegada significaba que esperaba
atraparme desprevenido.
Capítulo 39

COMO LO INDICABA el cielo que se oscurecía, una tormenta se


estaba gestando, y parecía que lo estaba haciendo directamente sobre
AnaVoge cuando Jackson y yo llegamos a las puertas principales, media
hora más tarde. No habíamos hablado mucho desde que él había recibido
el aviso de Sydney sobre la llegada de su padre, preparándose
rápidamente y saliendo corriendo por la puerta en un intento de llegar allí
antes de que lo hiciera Davenport padre.

Hoy, Jackson parecía un hombre de negocios testarudo con su traje


azul de sastre y su corbata plateada, y si hubiéramos estado bajo
cualquier otra circunstancia, me habría tomado un momento para disfrutar
de la vista desde el frente y desde atrás.

La mandíbula de Jackson estaba apretada cuando me abrió la


puerta, e irradiaba una mezcla de energía tranquila y nerviosa, así como
algo más que no podía entender… anticipación, ¿quizás?

Cuando entramos en el vestíbulo, agarró mi mano nuevamente, y


la forma en que entrelazó nuestros dedos y me acercó a su lado mientras
caminábamos hacia donde Astrid ya nos estaba esperando junto a su
escritorio, gritaba posesión. Se movía con un propósito, y no pude evitar
darme cuenta de que todo sobre Jackson dejaba muy claro que hoy no
estaba bromeando.

Y maldita sea. No me estaba quejando.

Mientras saludábamos a Astrid, ella abrió rápidamente la puerta.

—El Sr. Davenport padre llegó hace unos cinco minutos —dijo,
manteniendo la voz baja mientras nos guiaba a través del área de la
oficina principal—. Ni siquiera pidió que lo recibiera; sólo siguió adelante.
Guau, qué polla más agresiva. No es como si no lo supiera por mi
propia experiencia con él, pero, ¿qué aparezca sin avisar y esperar que
le atiendan? Eso es tener pelotas.

A través de las paredes de cristal de la oficina de Bash, era fácil


verlos ahora a ambos. Bash se sentó casualmente detrás de su escritorio,
y pude ver el perfil de un hombre que era la viva imagen de Jackson, pero
con el pelo más claro y gris, sentado en la silla de enfrente. Cuando nos
acercamos a la oficina, tiré del brazo de Jackson y se detuvo a mirarme.

—Ve tú. Esperaré aquí afuera —le dije.

—No voy a entrar ahí sin ti.

—Pero...

—No.

Sabía que no debía discutir. Si me quería allí, entonces ahí estaría


yo. Eché un vistazo a la oficina de Bash. No tengo dónde esconderme.
Genial.

—Bien —dije—. Pero tú entras primero. Estaré detrás de ti, pero no


dejes que te distraiga de lo que pase ahí dentro.

Jackson lo consideró por un momento y luego asintió. Sus hombros


se levantaron mientras respiraba profundamente. Ni siquiera podía
imaginar lo que iba a pasar cuando se encontrara cara a cara con su
padre después de todo lo que habíamos descubierto desde que llegó
aquí. Igual quería golpear al tipo y enterrarlo antes de tiempo

—Lo puedes —dije, apretando su mano brevemente antes de


soltarla. Jackson sonrío ligeramente al recibir mi apoyo, y luego abrió la
puerta de la oficina y entró.

—Jackson —dijo Bash, levantándose y saludándolo con una


sonrisa y un apretón de manos mientras yo estaba cerca de la puerta,
tratando de permanecer invisible. Los ojos de Bash parpadearon
brevemente hacia los míos, y cuando negué con la cabeza, entendió la
situación, entonces miró hacia los dos hombres que estaban de pie
incómodos el uno con el otro.
—Bueno, miren lo que trajo el gato —dijo Davenport padre,
mientras se ponía en la cara la sonrisa más falsa que había visto en mi
vida. Se mantuvo erguido con su traje negro, aunque Jackson medía unos
centímetros más, y aún estaba en buena forma. Incluso lo llamaría
atractivo si no supiera lo cabrón que es—. Tenía la impresión de que
estabas de vacaciones.

—Señor —asintió Jackson bruscamente a su padre, pero no dijo


nada más.

Davenport padre parecía desconcertado. —¿Es esa la forma de


saludar a tu padre después de la maniobra de desaparición que hiciste
esta semana? Evitando mis llamadas. Dejando mensajes con mi
secretaria. Tengo que decir, no estoy seguro de qué pensar, Jax.

—Estoy seguro de que Sebastián no quiere escuchar sobre ningún


desacuerdo familiar —dijo Jackson con calma.

—No sabía que teníamos un desacuerdo, pero por supuesto —su


padre hizo un gesto hacia el asiento que estaba a su lado mientras él
volvía a sentarse—, sigamos con esto, ¿de acuerdo?

Bash miró entre los dos hombres y sonrió. —Bueno, bueno, bueno.
Dos Davenport en mi oficina. Jackson, tu padre me estaba diciendo que
le gustaría renegociar.

—Sí, bueno, entiendo que la reunión con mi hijo no fue ventajosa,


así que me gustaría tener la oportunidad de hacer las cosas bien. Abrir
las líneas de comunicación y mirar si podemos llegar a un acuerdo.

—Entonces supongo que debería echar otro vistazo —dijo Bash.

—Pensé que te gustaría —dijo Davenport padre, lanzando una


mirada engreída hacia Jackson mientras le daba una carpeta a
Sebastián—. Como puedes ver, estoy dispuesto a ofrecerte mucho más
que la propuesta original. Estoy seguro de que veras lo entusiasmados
que estamos con tu empresa y lo que podemos ofrecerte.

Bash, que no se sorprendía fácilmente, levantó las cejas y miró


fijamente a los papeles, y no se volvió a mover durante dos minutos.
Luego cerró la carpeta, y cuando volvió a mirar hacia arriba, su rostro era
ilegible.

—Sr. Davenport, como le dije a Jackson la semana pasada, mi


compañía no está en el mercado. —La sonrisa de satisfacción propia
desapareció de la cara de Davenport padre—. Aprecio que digas que
valoras mi compañía y que estés dispuesto a desprenderte de una
cantidad tan grande, pero me temo que no hay cantidad de dinero para
hacerme vender. Y estoy seguro de que Jackson te dijo un par de
razones.

—Ah, sí. —Su padre levantó la barbilla con desdén—. Relaciones


cercanas y personales y el bienestar de tu personal, ¿es eso cierto? —
Se inclinó hacia delante—. Sabes que tengo una relación cercana y
personal con muchos de los inversores que buscas.

—¿Qué quieres decir?

—Odiaría ver a una joven y prometedora compañía tambalearse


bajo el peso del crecimiento.

La cara de Sebastián seguía siendo una máscara de impasibilidad.


—¿Es una amenaza, señor?

El Sr. Davenport se tiró de las mangas, asegurándose de que los


gemelos de diamantes que llevaba atraparan la luz. —Por supuesto que
no. Sólo sugería que consideres qué es lo que más te conviene para
seguir adelante.

Oh, demonios. Esa fue apenas una amenaza velada, e incluso


Jackson miró de reojo a su padre en estado de shock.

Bash, a su favor, no parpadeó. —Ya veo. Y me gustaría tomarme


este momento para discutir las razones por las que no creo que
encajemos bien.

—¿Disculpa?

Bash levantó la mano. —Primero, no me gusta que vengas aquí sin


permiso o sin una cita. Has hecho caso omiso de mi personal y has hecho
caso omiso de mi tiempo al asumir que dejaría todo por ti. Lo encuentro
grosero. Segundo, me horroriza que vinieras aquí después de que
rechazara la oferta de Jackson. Eso me dice que no confías en él para
hacer su trabajo. Y si no confías en él para que haga su trabajo en nombre
de Davenport Worldwide, entonces también me pregunto por qué no
viniste aquí en primer lugar si mi compañía era tan importante para ti.

El Sr. Davenport padre permaneció sentado en un silencio atónito,


pero Bash no había terminado.

—Y tercero, esa oferta es una exorbitante suma de dinero que sería


mejor empleada para manejar los asuntos de tu propia compañía o si la
donaras a la caridad en vez de usarla para querer coaccionarme.

Mierda. Bash era un jodido cabrón.

Mientras Davenport padre parecía listo para explotar, una sonrisa


burlona cruzó los labios de Bash, y luego su atención se volvió hacia
Jackson. —¿Querías añadir algo más a eso?

Jackson asintió a Bash y dijo: —Creo que ahora es un buen


momento.

Sebastián se puso de pie y abrió un cajón lateral, y después de


sacar una carpeta, la golpeó contra su mano y le dijo a Jackson, con las
cejas arqueadas: —¿Debería hacer los honores o…?

—Déjame a mi —dijo Jackson, sonriendo mientras tomaba la


carpeta de Bash—. Verás, he tenido tiempo para pensar en las cosas,
y… —se detuvo y miró hacia donde aún estaba junto a la puerta—, en
realidad, acércate Lucas, esto también tiene que ver contigo.

Su padre movió la cabeza para mirar en mi dirección, y cuando el


reconocimiento iluminó sus rasgos, gruñó. —¿Qué coño hace aquí ese
pervertido?

—Hola, Sr. Davenport —dije, caminando hacia adelante—. Diría


que es bueno verte de nuevo, pero fue una pesadilla la primera vez. Ahora
no es mejor.

—No tienes por qué estar aquí...


—En realidad —dijo Bash—, siendo el Sr. Sullivan, el pervertido,
uno de los primeros inversores de AnaVoge y que posee una
participación en la compañía, diría que es más que bienvenido a estar
aquí para discutir cualquier decisión de negocios que tomemos. También
diría que tiene un cierto... interés privado.

—Sí, estoy seguro de que sí. Sé todo sobre sus intereses privados.
Trató de corromper a mi hijo en la escuela, y ahora tiene sus garras en ti.
—El Sr. Davenport movió la cabeza con asco.

—Lo has entendido todo mal —dijo Jackson, poniéndose a mi lado.


Cuando cogió mi mano, una pequeña sonrisa apareció en sus labios—.
Fui yo el que lo corrompió. Y él es mío, no de Bash. Ni de nadie más.

El padre de Jackson se echó hacia atrás como si le hubieran


abofeteado, y cuando nos miró a los dos, sus labios se fruncieron. —
¿Qué es esto?

—Me han ofrecido un trabajo aquí en AnaVoge y he aceptado.


Considera esto como mi aviso —dijo Jackson, y luego apretó mi mano y
me miró, con una pregunta en sus ojos—. ¿Te parece bien?

¿Me parece bien? Tenía que estar bromeando si creía que no


estaría extasiado por algo que lo anclaría aquí. Además de mí, por
supuesto.

—Pero la oferta de Sebastián no es lo único que me mantiene en


South Haven —continuó Jackson, y la forma en que su mano tenía un
apretón mortal sobre la mía me dijo que el momento de ‘oh mierda’ estaba
a punto de llegar—. Descubrí algunas cosas mientras estaba aquí. Cosas
importantes. Cosas que cambian la vida. ¿Y sabes lo que todas tenían
en común? Tú. Tu interferencia.

Jackson dio un paso hacia su padre, pero no soltó mi mano. —


Hiciste que me siguieran. Me vigilaban. Me alejaste del único hombre que
he amado, este hombre —dijo, mirándome—, y solo ahora, años
después, me doy cuenta de lo que hiciste. ¿Como pudiste? ¿Cómo
pudiste meterte con mi vida?, ¿quitarme todas mis decisiones? Estaba
tan jodidamente ciego, porque es lo mismo que le haces a estas
compañías: las obligas a someterse, a hacer las cosas a tu manera, y
luego las rompes en pedazos. ¿Y para qué? ¿Por dinero? ¿Por ego?
¿Para tener el control? Por favor, dime qué hice que estuvo tan mal que
no pudiste amarme como era.

—¿Cómo eras? —se mofó—. ¿Te refieres a cómo eres?

Si esa reacción sorprendió a Jackson, no lo dijo. —Confié en ti, y


me mentiste. Sobre todo. Ni siquiera sé quién eres.

—Ya somos dos —gruñó Davenport padre—. ¿Crees que quería


un jodido maricón como hijo?

La habitación se quedó en silencio, y no estaba seguro de quién


sería el primero en golpearlo. Bash, la voz de la razón, hizo el primer
movimiento, saliendo de su escritorio.

—Creo que es hora de que te vayas —dijo Bash.

Davenport padre fue a responder, pero los tacones rojos que


llevaba Bash debieron llamar su atención, porque los miró y luego volvió
a mirar a Bash, con una expresión desconcertada en la cara.

—¿Qué…?, ¿qué clase de lugar estás dirigiendo aquí? ¿Queers


'R' Us?13

La paciencia de Bash se estaba agotando, sin embargo, tenía más


de la que yo tenía, porque logró sonreír con firmeza. —El lugar que dirijo,
como usted tan elocuentemente dice, es un negocio multimillonario que
es la envidia de todos los que se inician en el país, y es uno por el que ha
estado salivando. Pero mi compañía, señor, seguirá siendo sólo mía. Y
no hay cantidad de dinero o amenazas que me hagan venderla a un
hombre como tú. Ahora lárgate de aquí.

El padre de Jackson miró fijamente a Bash, pero luego debió decidir


que no valía la pena quedarse, y se volvió hacia Jackson. —No puedes
hablar en serio sobre esto. Te daré una última oportunidad. Vuelve
conmigo ahora y olvidaré que esto ha pasado.

13
Nosotros Homosexuales ‘Transexuales’.
—Lo siento, Sr. Davenport —dijo Jackson—. Tengo una oferta
mejor.

Un rubor apareció en el cuello de Davenport padre. —Estás


cometiendo un error.

—Estás equivocado —dijo Jackson—. Por primera vez en mi vida,


sé que estoy en el camino correcto. Y no es el tuyo. No es de nadie más
que mío, ¿y sabes qué? Se siente muy bien.

—Jax. Eres todo lo que me queda. Por el amor de Dios, piensa en


eso. Piensa en el apellido. Eliges estar con este… hombre, ¿cómo
puedes continuar con esto? Es egoísta.

—¿Egoísta? —Jackson negó con la cabeza con tristeza—. No


puedo creer que me hayas dicho eso. ¿Eso es todo lo que te importa?
¿Eso es todo lo que soy para ti? ¿Un nombre?

—Un buen nombre es lo único que un hombre tiene. Ya te lo he


dicho.

Jackson agarró mi mano hasta el punto del dolor, pero la sostuve


con la misma fuerza, dándole el apoyo que necesitaba.

—Sabes, solía admirarte. Pensé que como te vestías bien y


ganabas mucho dinero en tu trabajo, eso significaba que tenías éxito, que
eras una buena persona que se lo merecía. Pero todo lo que haces es
subirte a los huesos aplastados de todos los que has golpeado para llegar
a dónde estás. Un día mirarás a tu alrededor y verás que no hay nadie, y
eso es porque no eres más que un miserable e intrigante bastardo. Y si
no te odiara tanto, sentiría lastima por ti.

Con las palabras de Jackson, la cara de Davenport padre se había


vuelto roja de enojo, y su pecho latía como si fuera a atacar a Jackson en
cualquier momento, pero luego relajó los puños y apuntó con un dedo
justo a la cara de su hijo. —No vas a recibir ni un centavo más de mí.

—No quiero ninguno.

—Lo digo en serio. No vuelvas. No eres bienvenido. No eres nada


para mí. Nada.
Jackson apretó la mandíbula. —Nunca fui nada para ti, de todos
modos, excepto una decepción. Considéralo mi regalo de despedida.

Cuando dos enormes agentes de seguridad entraron en la


habitación, Bash dijo: —Por favor, escoltar al Sr. Davenport padre fuera
del edificio...

—Eso no será necesario —grito Davenport padre, pero lo agarraron


de los brazos mientras luchaba por liberarse—. Soltarme. Dije que me
voy.

Bash asintió a los guardias para que lo soltaran, y Davenport padre


se enderezó la chaqueta. Luego, como el bastardo que era, levantó la
barbilla y no miró hacia Jackson, mucho menos hacia mí, mientras salía
de la habitación y se dirigía hacia el vestíbulo, con los guardias
siguiéndole durante todo el camino.

La ira y la tensión que había estado en la habitación se evaporaron,


y mientras los hombros de Jackson estaban visiblemente caídos por el
alivio, lo rodeé con mis brazos, jurando que nunca lo soltaría.

—Estoy tan orgulloso de ti —dije contra su cuello para que sólo él


pudiera oírme.

—Lo habría matado. Casi lo hice. Si no hubiera sido por ti


cogiéndome la mano... —Entonces Jackson levantó la cabeza, y me sentí
aliviado al encontrar sólo determinación de acero en lugar de tristeza por
lo que acababa de ocurrir. Se inclinó, y el duro beso que puso en mis
labios prometió que vendrían muchos más.

—Bueno, no sé vosotros —dijo Bash, pavoneándose hacia la


ventana para mirar hacia afuera, su descarado yo resurgiendo—. Pero
estoy un poco decepcionado. Siempre pensé que era el culo más
apretado del grupo.

Nos reímos y pusimos los ojos en blanco, y luego vimos cómo


Davenport padre salía del edificio… y de la vida de Jackson.
CAPÍTULO 40
TRES MESES MAS TARDE

TRES MESES, SIETE días y doce horas, para ser exactos, y cada
maldito día tenía que pellizcarme por que Jackson y yo tuviéramos la
suerte de tener una segunda oportunidad, algo que nunca esperé ni en
un millón de años, pero por lo que estaba agradecido, aunque todavía no
había dejado de observarle por las mañanas para asegurarme de que
Jackson siguiera allí. Sabía que esta vez no iría a ninguna parte, pero los
viejos temores morían con dificultad.

Esta noche, después de mucha presión de Shaw y Bash, había


invitado a más de una docena de amigos y así matar dos pájaros de un
tiro, celebrando el vigésimo séptimo cumpleaños de Jackson y
presentándolo en nuestra fiesta oficial de inauguración de la casa.

Sí, había convencido a Jackson para que se mudara conmigo un


par de meses después de que se mudara a South Haven, pero, lo admito,
eso fue porque otra tormenta tropical llegó e inundó su apartamento.

Gracias, abuela.

—Rápido, escóndete, creo que va a haber un brindis —dijo


Jackson, que se acercó por detrás de mí. Su mano se dirigió a la parte
baja de mi espalda para empujarme hacia las escaleras, pero llegó un
poco tarde, porque Bash había descubierto el micrófono, y nos señaló
antes de llamar la atención de todos.

—Muy bien, muy bien —dijo Bash, de pie en una de las dos sillas
que Shaw había requisado. Mientras chasqueaba los dedos contra los
que aún hablaban entre ellos, su camiseta rosa se levantó hasta exponer
una fina tira de su firme estómago—. Silencio, zorras, nos gustaría hacer
un brindis.

Cuando la habitación se quedó en silencio, miré a Jackson, y él


tenía una expresión que me lo dijo todo.

—En nombre de Lucas y Jackson, nos gustaría pediros disculpas a


todos. Lo siento mucho, amigos, pero nuestro dios del sexo residente
desde hace mucho tiempo, está oficialmente fuera del mercado. —
Mientras los gemidos se mezclaban con algunos aplausos, Bash puso su
mano sobre su corazón—. Lo sé. Es casi una pena. Pero no os
preocupéis, Shaw y yo compensaremos con gusto cualquier tristeza o
frustración sexual que podáis estar sintiendo.

Los gritos estridentes estallaron cuando Bash y Shaw levantaron


sus bebidas, y envolví mi brazo alrededor de la cintura de Jackson,
tirando de él. —¿Escuchaste eso? Eres todo mío —susurré, y giró la
cabeza para besarme.

Entonces Shaw tomó el micrófono, y alguien entre la multitud silbó.


—Y hablando en serio, porque sabes que tiene que haber uno y que
deberíamos quitarnos esa mierda de encima antes de que nos
desnudemos y tomemos unos chupitos, nos gustaría decirle feliz
cumpleaños al tipo que ha hecho que nuestro amigo sea menos imbécil
de lo normal. Jackson, no creímos que fuera posible, pero hemos visto a
Lucas sonreír más en los últimos meses desde que llegaste que desde
que lo conocimos. Es cierto, lo hace parecer un poco trastornado cuando
no está frunciendo el ceño, pero como sea, tú eres el que tiene que
despertar con él.

—Bésame el culo —grité, levantando un dedo para acompañar mis


buenos deseos.

Shaw me sopló un beso y continuó. —Sabemos que vosotros


habéis estado en el infierno ida y vuelta, por lo que el hecho de que estéis
aquí, juntos, y lo hayáis elegido así… Bueno, supongo que es
jodidamente hermoso. ¿Qué dices, Bash?
Bash se inclinó hacia el micrófono. —Yo digo que te asegures de
usar un condón. Sabemos que Jackson es bonito, pero no necesitamos
a ningún mini Sullies colándose en nuestras orgías.

—Y con esa nota... —Shaw levantó su bebida—. Felicidades a los


dos. Os queremos. —A medida que un coro de auch barría entre la
multitud, Shaw agregó: —Y los que estén listos para tomar Body Shots14,
que se reúnan conmigo en la cocina. —Luego se bajó de la silla mientras
un grupo de ansiosos participantes lo seguía hacia atrás, y todos se
detuvieron en el camino para felicitarnos y hacer sonar sus copas con las
nuestras.

—Bien, esto podría haber sido peor —le dije.

—¿Cómo es eso? —Tan pronto como las palabras salieron de su


boca, alguien subió el volumen de la música, y, que Dios nos ayude a
todos, Bash comenzó a cantar. Terriblemente.

—¿Chupitos? —dije, levantando una ceja a Jackson.

—Chupitos —estuvo de acuerdo.

—SUPONGO QUE tus amigos no son tan malos. La mayoría de


ellos —me burlé de Lucas un par de horas más tarde cuando finalmente
escapé de uno de los chicos que quería contarme cada historia hilarante
sobre su chihuahua. Finalmente tuve que decirle que odiaba a los perros
sólo para escapar. Probablemente estaba corriendo a casa para llamar a
la PETA15 ahora.

14
Un body shot (literalmente Trago de cuerpo, trago del cuerpo, trago sobre el cuerpo o chupito sobre el cuerpo) es un trago
chico de alcohol (normalmente tequila) que es bebido directamente del cuerpo de una persona, generalmente de sus zonas
erógenas.
15
Personas por el Trato Ético de los Animales es una organización por los derechos de los animales.
—Me preguntaba a dónde habías huido. Una fiesta para nosotros y
ni siquiera te he visto. No estoy de acuerdo con eso —dijo, atrayéndome
hacia él.

Hubo un estruendo, y luego la voz de Bash sonó desde el otro lado


de la habitación. —Oh, soy tan torpe. Por favor, perdóname por caer en
tus… —Bash subió y bajó sus manos por el bíceps del tipo… gruesos y
musculosos brazos.

—Oh, joder —murmuró Lucas, mientras Bash le daba al tipo una


última palmadita y luego se acercaba a nosotros—. ¿Crees que puedes
pasar una noche sin molestar a nuestros invitados?

Con la mano en una cadera y buscando una copa de champán en


una de las bandejas de la esquina con la otra, Bash fingió estar
conmocionado. —¿Insinúas que me caí en los brazos grandes y
musculosos de ese hermoso espécimen a propósito? Parece una cosa
bastante aburrida de hacer —dijo Bash—. Y bueno, todo en compañía de
amigos. Francamente, me sorprende que todos sigáis vestidos. Bueno,
excepto por la multitud de conquistas de Shaw. —Mientras tomaba un
delicado sorbo de su champán, tropezó un poco, y agarré su codo para
mantenerlo firme.

—¿Estás bien esta noche? —Me reí mientras Bash se enderezaba.

—Oh querido. Supongo que comer un cubo de queso hoy me tiene


un poco mareado, pero ¿de qué otra manera se suponía que me
quedaran bien estos pantalones? —dijo deslizando su mano sobre el
cuero apretado que parecía haber sido pintado en su delgado cuerpo.

— Bash… cocina. Comida. Ahora —dijo Lucas.

—Mmm, eres tan mandón —dijo Bash, y luego se inclinó hacia mí


para susurrarme: —Espero que también sea así en la cama.

—Ve a comer, cabrón —dijo Lucas, poniendo los ojos en blanco y


alejándome—. ¿Por qué acordamos hacer una fiesta aquí?

—Porque querías presentarme a todos tus amigos y mostrarles


todo el trabajo que hemos hecho en la casa.
Por mucho que nos gustara la nostalgia y la forma en que la abuela
tenía las cosas puestas cuando estaba viva, había llegado el momento
de revisar el interior con pintura y muebles en los que Lucas y yo
estábamos de acuerdo. El resultado fue una acogedora mezcla de cuero
marrón suave y tonos de azul que, según él, combinaban con mis ojos…
para ambos.

Bastardo cursi y enfermo de amor.

—Aquí es donde deberías haberme dicho que no. Podríamos estar


en la cama en este momento. —Mientras Lucas presionaba sus labios
bajo mi oreja, juguetonamente lo alejé.

—Pero ni siquiera estoy cansado.

—No hablaba de dormir —dijo, volviendo a morder ligeramente el


lóbulo de mi oreja—. Vamos. Nadie nos echará de menos si subimos.

—¿Y perderte tu propia fiesta?

—Por primera vez, no estoy de humor.

Esas palabras de la boca de Lucas Sullivan habrían hecho que


cualquiera hiciera un alto, así que mi reacción fue de sorpresa. —¿Qué
es esto? ¿El antiguo dios del sexo de South Haven se aburre en dos
horas? ¿Estás pasando página? Di que no es así.

—No completamente... —Lucas metió sus manos en la parte de


atrás de mis pantalones para agarrar mi trasero y usarlo como palanca
mientras se frotaba contra mí.

Dios, esas manos suyas. Había algo que decir sobre salir con
alguien que trabajaba con sus manos para ganarse la vida, porque era el
puto infierno. Podía incitar a mi polla a la acción sin un toque, claro, pero,
¿con esas manos mágicas? Podía poner la mierda a tope en dos
segundos.

Luego estaban sus labios... esos labios llenos y suaves eran igual
de tentadores, especialmente cuando bajaban por mi cuello, así que
agarré un puñado del pelo de Lucas y le tiré de la cabeza hacia atrás para
poder chuparle el pezón y meterme uno en la boca.
—Mmm —dijo—. ¿Ves? Por eso deberíamos... —Hubo un
estruendo en la cocina, y Lucas suspiró—. Quédate aquí. No te muevas.

Me reí de su tono de indignación mientras iba a comprobar qué


travesuras habían causado la rotura, y mientras lo veía desaparecer a la
vuelta de la esquina, me sorprendió una vez más que esta era mi vida
ahora.

Los últimos tres meses habían pasado volando muy rápido,


comenzando una posición prominente en AnaVoge, mudándonos tres
veces, renovando nuestra casa... había sido un torbellino, la mejor época
de mi vida, incluso cuando se combinaba con lo malo. No había hablado
con mi padre desde ese día en la oficina de Bash, y no había ninguna
duda en mi mente de que los lazos entre nosotros habían sido
completamente cortados. Una parte de mí pensó que debía sentirme
triste por eso, porque él era, después de todo, todavía mi padre, pero no
sentí nada más que repugnancia, incluso por su nombre. Cortar con mi
padre había cambiado completamente la dirección de mi vida, y si tuviera
que hacerlo todo de nuevo, no lo pensaría dos veces.

Sydney todavía llamaba de vez en cuando. Después de escuchar


lo que había pasado con mi padre, ella se había ido de Davenport
Worldwide no mucho después que yo, y en este momento se estaba
tomando un tiempo libre para viajar. En mi intento de ayudarla a hacer
realidad su sueño de ser madre, y para resolver parte de la culpa que aún
sentía por haberla engañado durante tanto tiempo, le pedí a Bash que se
pusiera en contacto sobre los destinos en solitario para solteros, y por lo
que él dijo, ella también había hecho planes para encontrarse con varios
de sus conocidos mientras estaba en el extranjero.

Aquél que acaba de salir… Lucas. Mi Lucas.

Mientras se dirigía hacia mí, la expresión de su rostro cambió de


una expresión de molestia a una de amor puro, con una saludable dosis
de lujuria en buena medida.
—Les dispare a todos con unos dardos de NyQuil16. No tardaremos
mucho en estar solos —dijo—. Ahora, ¿dónde estábamos?

Enganché un dedo debajo del collar con cordón que llevaba, del
que había hecho una réplica exacta recientemente y que me la dio cuando
llevé las últimas de mis cosas a su casa, ahora nuestra casa. —¿Qué voy
a hacer contigo, Lucas Sullivan?

Sus ojos marrones brillaron. —Se me ocurren algunas cosas.

—¿Una de ellas tiene que ver con la vela que acabas de comprar y
que se convierte en aceite de masaje?

—Dios, es como si me conocieras muy bien. Sí. Sí, así es.

—Tú trae el encendedor; haré que Shaw distraiga a todos para que
no sepan que estamos perdidos.

Lucas me tiró hacia adelante y me besó hasta que nos quedamos


sin aliento. —Joder —dijo, sosteniendo mi cara entre sus manos—. ¿He
mencionado que te amo?

Sonreí. —No en la última hora. Estás holgazaneando.

Lucas volvió a llevar sus labios a los míos, y esta vez, la urgencia
dio paso a la pasión, con un beso que siempre me decía cuánto me
amaba. —¿Lucas? —dije contra su boca—. No creo que los dardos
funcionen.

—Mierda. ¿Crees que podemos salir corriendo?

—Eso depende.

—¿De qué?

Le di una sonrisa llena de travesuras mientras acariciaba el botón


de mis pantalones para distraerlo y le dije: —De lo rápido que me atrapes.

16
Un medicamento líquido sin receta para tratar el resfriado común que contiene alcohol y un antihistamínico que tiene efectos
sedantes particularmente fuertes.
—Te pillé la primera vez que nos vimos, Davenport. ¿Ya lo has
olvidado?

—No —dije, y me bajé la cremallera—. Pero no tenía ni idea de en


lo que me estaba metiendo entonces.

—Ah, ¿sí? ¿Y ahora lo haces?

Di el único paso que necesitaba para cerrar la brecha entre nosotros


y besé sus labios, y Dios, él sabía cómo todo lo que quería, todo lo que
necesitaba. —Sí. Y es algo parecido al amor.

FIN

También podría gustarte