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Emilio TARAZONA
Pontificia Universidad Católica del Perú
Sumilla
Este breve estudio se propone explicitar factores culturales y so-
ciales que hicieron de la recepción local de la obra plástica de Moro
un vanguardismo solitario. Un antecedente desarticulado, inclu-
so a pesar de la posterior irrupción de la sensibilidad surrealista
en la plástica peruana, surgida hacia fines de los años sesenta y
se extiende principalmente durante la década siguiente. Siguien-
do una idea de Mirko Lauer —sobre la continua importación de
formas y fórmulas en las artes visuales nacionales, sin una corres-
pondiente importación previa de las sensibilidades que las origi-
nan—, la lectura establece finalmente algunas claves para la di-
mensión crítica de la obra de Moro en el contexto de la plástica
local de los años treinta, a pesar de la casi total invisibilidad que
se produjo en torno a ella y que sólo en los últimos decenios em-
pieza a revertirse.
Paralelamente, se propone sugerir rasgos de sintonía entre el
espíritu de las vanguardias y una actitud poética general —des-
plegada en lo literario o lo visual—, apoyándose para ello en en-
cuentros que permiten comparar las experiencias creativas de Moro
con las de otros dos poetas peruanos con constante y paralela ac-
tividad plástica como José María Eguren y Jorge Eduardo Eielson.
Palabras clave: validación artística, exploración perpetua, expresión.
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Miraflores presentó una notable muestra de obra plástica de Moro hacia julio de
1990. Aquella fue la primera vez que se pudo observar en nuestra ciudad una cantidad
representativa de su producción visual a modo de merecido reconocimiento y, para
casi todos, descubrimiento añadido. El estudio de Rodrigo Quijano al que refiero se
incluyó en el catálogo de la exhibición organizada por el Centro Cultural de España
en septiembre de 2000: «Con los anteojos de azufre: nota sobre Moro y las artes
visuales». En Con los anteojos de Azufre. César Moro artista plástico. Lima: C. C.
de España, 2000, pp. 15-21, (Catálogo de exhibición). Rep: Martín n.° 7/8. Lima:
Universidad de San Martín de Porres, oct. 2003, pp. 185-195. Adicionalmente ver:
DREYFUS, Mariela. «Vasos comunicantes: la poesía y la plástica de Moro» y KEETH,
William. «La evolución plástica de César Moro: más allá del atavismo científico».
Ambos en Fuegos de arena, año 1, n.° 2/3. Lima: sept. 2003. pp. 97-109 y pp.
111-133, respectivamente. Sin ser precisamente un estudio sobre la obra de Moro,
esta lectura tiene, como se verá, una orientación distinta.
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Cazador de figuras
De acuerdo con el ensayo de Luis Eduardo Wuffarden, la actividad
creativa de Eguren se habría iniciado en la pintura paisajística, ha-
cia el año 1892, antes que en sus primeros versos (WUFFARDEN 1997).
Su sorprendente habilidad en este género queda demostrada en las
obras existentes. Ciertamente Eguren es considerado como una pie-
za fundacional en la literatura peruana del siglo XX. Recóndito, sibi-
lino y marginal (aunque destacado tempranamente por los miem-
bros del grupo Colónida —con Valdelomar a la cabeza— quienes,
considerados actualmente como un decisivo momento de renova-
ción literaria, le tributan un reconocimiento en el n.° 2 de su revista,
aparecida en 1916), el vanguardismo de Eguren sorprende, desde
un inicio, por el modo en que parece asimilar tradiciones poéticas
que no tenían un soporte en el gusto imperante de entonces, inclina-
do preferentemente hacia los versos henchidos de José Santos
II
Chocano, coronado años después en pomposa ceremonia oficial.
A pesar de que alguna vez expresara el deseo de hacerlo,
Eguren nunca salió del Perú y por tanto no tuvo un contacto direc-
to con las vanguardias europeas, pero tampoco lo tuvo con los
movimientos pictóricos ni poéticos de su tiempo en Lima. Esta
considerable libertad e independencia de creación lo llevan hacia
la década de 1910 a desarrollar un estilo pictórico en donde las
manchas y las sugerencias empiezan a predominar sobre la des-
cripción que se destaca en sus primeros trabajos. Arremete así lo
III
subjetivo y la naturaleza es poetizada.
En 1919, el pintor y crítico de arte de la revista Variedades, Teófilo
Castillo, se anima a visitarlo en su casa de Barranco. En su semblan-
za, comenta claramente dos áreas de producción en la obra plástica
de Eguren. La primera, que saluda con entusiasmo, es su paisajismo
II
La vida cultural de Lima era entonces [¿sigue siendo?] demasiado pequeña como
para hacer de personalidades y estéticas distintas, espacios culturales disociados
y sin puntos de concilio. Así, Chocano —cuya obliteración hubiera sido quizá
demasiado provocadora— era un frecuente colaborador de Colónida desde el
primer número y Eguren mismo se había adherido con un poema a su coronación
pública en 1922.
III
En palabras de Emilio Adolfo Westphalen (cit. en WUFFARDEN 1997: 516).
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Dos imágenes:
[Fig. 5]. Propiedades de los cuerpos. La estampa —tomada probablemen-
te de una ilustración de novela de crímenes— muestra un instante-
intervalo entre dos tragedias sucesivas. Un hombre apuñala a otro
por la espalda y el victimado deja caer al infante que llevaba en sus
brazos, quien, detenido en el aire por la imagen congelada, acabará
por estrellarse irremediablemente contra el pavimento. Las leves adi-
ciones que Moro coloca tornan el cuadro inespe-
radamente cómico, en un claro ejemplo de humour
noir: El ojo percibe de modo impecable el aplomo
matemático de una rápida caída y el carácter fle-
mático del gesto contrasta con el pavor que el ros-
tro del personaje principal exhibe, así como el del
otro, más lejano, que contempla el suceso con ca-
Figura 5: Propiedades de los cuerpos. Fotomontaje 14 x 11 cm.
XIV
R. T. «Exposición César Moro». Cascabel, año III, n.° 131. Lima, sábado 18 dic.
1937, p. 9.
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