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CARACTERÍSTICAS DE PROGRAMAS DE INVERSIÓN

Entre las principales características que reúnen los programas de asistencia social
para combatir la marginalización y la pobreza extrema, está la integración de
estrategias de identificación y desarrollo de propuestas alternativas para mejorar la
educación financiera de los sectores con escasos recursos. Por ejemplo, el
Pronasol (Programa Nacional de Solidaridad) surge como una iniciativa para
concientizar al público y fortalecer las acciones solidarias a favor de las
comunidades rurales y aquellas que, viviendo en la periferia, tenían un acceso
restringido a las oportunidades comunes de la ciudad. No obstante, recordemos
que todo programa cumple con una agenda política; y mientras ese porcentaje de
la población no sea del interés electoral, entonces pasa a olvidarse o evoluciona
en otro programa que, paliativamente, subsanará los costos sociales y efectos
negativos de la calidad de vida de los ciudadanos. Con ello, las características
esenciales de los proyectos sociales se resumen en un contexto social y
económico que se aferran a una narrativa política que escalona conforme al
interés colectivo y transformativo de una propuesta en marcha. Tal es el caso del
Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural, la cual empezó dentro
de un escenario de marginalidad restringida al querer cubrir una necesidad (la del
campo) que estaba en desuso por la continua migración a las ciudades. La
realidad que nutrió el eventual paralelismo de este programa con otras
dependencias enfocadas al rescate social, se logra a través de una coordinación
general en donde los tres niveles (otra característica) tienen una participación
significativa en el desarrollo de estrategias financiables a largo plazo. Así, el
objetivo de los programas sociales para combatir la pobreza se resume en elevar
la producción y productividad al facilitar a los marginados el acceso a la
educación, la salud y el bienestar general. Responsabilidades que el Estado desde
sus inicios hereda con el propósito de mantener la estabilidad socio-política de su
territorio, en cumplimiento de los derechos fundamentales a los que cualquier ser
humano tiene acceso por razón de su naturaleza y, principalmente, por referirse a
un modelo social que da sentido al Estado.
Así, otros programas como Coplamar (Coordinación General del Plan
Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados), tuvieron entre sus
características la articulación de acciones que permitieran identificar las zonas
rurales marginadas, pero con la diferencia de describir las condiciones de
desventaja que propiciaban el desequilibrio social. De esta manera se
aprovechaba la potencialidad productiva de los grupos marginados y, al mismo
tiempo, se aseguraba la integración de propuestas que ayudaban a promover
fuentes de trabajo y la canalización de recursos públicos y privados. Lo mismo
sucedió con SAM (Sistema Alimentario Mexicano), cuyo contexto social, a partir de
1980, se suscita después de la crisis agrícola que azota al país luego que se
recrudeciera la migración al extranjero por las precarias condiciones de
crecimiento y oportunidad que había en el país en el sector agrícola. El gobierno
tuvo que aplicar entonces requerimientos normativos mínimos para efectuar una
orientación efectiva en el desarrollo de la autosuficiencia, la cual estaba separada
o no se asociaba libremente con la superación de la pobreza rural.
Los programas de combate a la pobreza en el país se ajustan a una
necesidad estructural socio-económica, que se caracterizó por el saneamiento de
las finanzas públicas, la estabilización macroeconómica, la transformación
estructural de la economía y una demanda social creciente que rebasaba la
capacidad de respuesta de las instituciones (Palacios, 2007), lo que implicó a su
vez que la premisa del Estado girara en torno al desarrollo y, al mismo tiempo, a
desarrollar las iniciativas de crecimientos en las comunidades para propiciar la
participación activa y la ejecución de obras para fortalecer la economía social.
Gracias a esto hubo programas como Niños de Solidaridad, IMSS-Solidaridad,
Programa de cocinas populares, tiendas rurales de abasto comunitario, y la
asignación y transparencia de recursos estatales con respecto a los niveles de
pobreza. Este último ha sido un modelo que ha evolucionado con el tiempo,
transformándose en numerosos incentivos para el desarrollo de las poblaciones
marginales cuyos enfoques presupuestales no encajaban en la dinámica
descentralizada de los programas de rescate del gobierno.
REFERENCIAS
Palacios Escobar, Ángeles (2007). Diferencias, limitaciones y alcances de las
estrategias de combate a la pobreza en México. S/N, p. 143-175

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