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¡Cuidémonos!
Traducción
Mona

4 Corrección
Nanis

Diseño
Bruja_Luna_
Importante __________________ 3 Capítulo 13 _________________ 95
Créditos _____________________ 4 Capítulo 14 ________________ 100
Sinopsis _____________________ 6 Capítulo 15 ________________ 105
Prólogo _____________________ 7 Capítulo 16 ________________ 110
Capítulo 1 __________________ 13 Capítulo 17 ________________ 116
Capítulo 2 __________________ 18 Capítulo 18 ________________ 121
Capítulo 3 __________________ 24 Capítulo 19 ________________ 129
5 Capítulo 4 __________________ 34 Capítulo 20 ________________ 135
Capítulo 5 __________________ 39 Capítulo 21 ________________ 144
Capítulo 6 __________________ 49 Capítulo 22 ________________ 153
Capítulo 7 __________________ 58 Capítulo 23 ________________ 159
Capítulo 8 __________________ 64 Capítulo 24 ________________ 168
Capítulo 9 __________________ 70 Capítulo 25 ________________ 173
Capítulo 10 _________________ 78 Capítulo 26 ________________ 179
Capítulo 11 _________________ 84 Mason ____________________ 186
Capítulo 12 _________________ 90 Acerca de la Autora __________ 187
La riqueza y el poder los hacen intocables.
Los monarcas de la Academia Trinity.

Falcon Reyes.
Con una mirada aguda e inteligente, apesta a arrogancia envuelta en una
gélida capa de indiferencia.
Una vida de lujo le ha dejado la idea de que todo es alcanzable.
Poder. Riqueza. Estatus.
6 Él es un dios y yo una simple mortal.
Él es Júpiter y yo Mercurio.
Hay tanto poder en este hombre.
Tiene el tipo de influencia que la mayoría de la gente ni siquiera puede
imaginar.
Y yo... soy una chica de dieciocho años que consiguió hacerle perder el control.
Falcon

S
entado en el Club 55 con vistas a la playa de Pamplona durante nuestras
vacaciones en España, la irritación me invade al ver a Grayson y su
pandilla de amigos dirigirse hacia nosotros.
El maldito Grayson Stateman. Con sus rasgos afilados y sus ojos furtivos, una
mirada suya basta para arruinarme el día. Que West y Serena estén aquí con él solo
aumenta mi fastidio.
—Me estoy cansando de esta mierda —murmuro, pero es lo bastante alto como
7 para que Mason y Lake me oigan. Los tres hemos sido mejores amigos desde que
nacimos, donde Grayson ha sido nuestra némesis. Nuestras familias están en guerra
constante con los Stateman en el mundo de los negocios.
Girando perezosamente la cabeza, Mason y Lake miran en la dirección en la
que frunzo el ceño.
—Malditos, ¿cómo es que Serena siempre sabe dónde estamos? —pregunta
Mason, una mirada enojada ensombrece sus facciones.
—Probablemente lo ha oído de nuestras madres —dice Lake, y echando la
cabeza hacia atrás, cierra los ojos—. Mason, no te pelees con West.
Juro que Lake puede dormir en cualquier sitio. Es el más tranquilo de nuestro
grupo, mientras que Mason es el luchador.
Mason aprieta la mandíbula, gruñendo.
—Si empieza una pelea, me aseguraré de terminarla. —No hará falta mucho
para que Mason y West se destrocen mutuamente, y es lo último que me apetece
durante nuestras vacaciones de verano.
Mientras que Grayson y yo estamos enzarzados en una batalla constante por el
primer puesto de nuestro círculo social, Mason y West se odian con una venganza
consumidora. Ha sido así desde el accidente de auto en el que murió la hermana de
Mason.
—Caballeros. —Serena sonríe, sus ojos verdes agudos y vengativos. Su cabello
pelirrojo peinado cuelga en perfectas ondas sobre sus hombros. Vestida con la última
moda de Versace, está elegante como siempre. Como la conozco desde hace años,
veo a través de la máscara de sofisticación que esconde una víbora con la que no
querrías meterte en la cama.
—Te llamaría señorita, pero ambos sabemos que mentiría —se burla Mason, la
energía que desprende es condescendiente y explosiva.
—Mason... encantador como siempre. —Llena de fastidio, la mirada de Serena
recorre la mesa hasta donde estoy sentado. Una sonrisa seductora se dibuja en sus
labios cuando sus ojos se cruzan con los míos—. Falcon, qué agradable sorpresa
encontrarme contigo precisamente aquí.
Lake suelta una suave risita y luego murmura perezosamente.
—Sorpresa mi trasero. Los socialités de Atherton difunden las noticias más
rápido que un incendio forestal.
Su mirada se dirige a Lake, pero escoge bien sus batallas, deja pasar su
comentario y vuelve a centrar su atención en mí. Todo el mundo sabe que está
prohibido atacar a Lake de cualquier forma. Es una línea que nadie está dispuesto a
cruzar, sabiendo que sacaría lo peor de Mason y de mí. Lake es el alma más
bondadosa con un corazón de oro que hace que Mason y yo lo protejamos en exceso.
8 —Mamá dice que están en conversaciones con tu familia sobre una fusión —
dice Serena, con la voz llena de triunfo prematuro.
Aprieto los dientes y lanzo una mirada acerada a Serena.
—¿Fusión? ¿Llamas fusión a un matrimonio concertado entre nosotros?
—Por supuesto. Combinar nuestros activos nos convertirá en una pareja
poderosa en California.
Como el infierno. Sobre mi cadáver.
Serena Weinstock procede de una vieja fortuna y de una larga estirpe de
senadores. Su padre acaba de ser investido en el cargo esta legislatura. A mi madre
le encantaría que hubiera un vínculo familiar entre nosotros porque le daría al
apellido más poder en el mundo legal contra los Stateman. Desafortunadamente para
madre, nunca me casaré con Serena.
Es tan malditamente venenosa que mi idiota se marchitaría y caería después de
una sola noche con ella.
Suelto una risita mientras me levanto lentamente de la silla. Mordiéndome el
labio inferior, inclino la cabeza, asegurándome de que en mi rostro hay una expresión
de aburrimiento.
—Cuando invierto, espero un rendimiento. —Dirijo la mirada hacia la playa
para dejar claro que reconocerla es una pérdida de tiempo—. Por desgracia, eres un
activo que se deprecia.
Ofendida, levanta la barbilla unos centímetros. Me recuerda a mi madre: altiva
y pretenciosa.
Definitivamente no es una característica atractiva.
Antes de que pueda devolverme el golpe, empiezo a alejarme. Al pasar junto
a él, mis ojos se desvían hacia los de Grayson y, al ver la sonrisa de satisfacción en su
rostro, sé que este encuentro con ellos solo será el primero de muchos que vendrán
si continuamos nuestras vacaciones aquí.
—West, muy amable por pagarnos la cuenta —me dice Mason, y al mirar por
encima del hombro le veo empujar la carpeta con nuestra factura contra el pecho de
West.
Deseoso de salvar el rostro ante los ricos y famosos clientes sentados a nuestro
alrededor, West asiente concienzudamente aunque sus ojos prometen a Mason
retribución una vez que estén solos.
Con Mason y Lake siguiéndome justo detrás, abandonamos el ambiente rústico
del exclusivo club.
—¿Nos vamos de St. Tropez? —pregunta Lake una vez que nos hemos alejado
bastante del club.
9 —Más vale. —Miro a Mason—. ¿Deberíamos ir a casa?
—Claro que no, no voy a pasar mis vacaciones cerca de la familia. —Sigue
frunciendo el ceño—. Vayamos a Hawái. Hace mucho que no vamos a las olas.
Asiento mientras volvemos al hotel. Saco el teléfono del bolsillo y llamo a
Stephanie, la asistente personal de mi padre, para que organice nuestro viaje.

Hoy hemos vuelto a Atherton después de pasar el resto de nuestras vacaciones


en Hawái. Respiro hondo antes de entrar en el comedor, sabiendo que mi familia ya
estará sentada para comer.
Aflojo el botón de mi chaqueta deportiva Sanita de Isaia, hecha a medida, saco
una silla de respaldo alto y tomo asiento junto a Julian, mi hermano mayor. El rostro
de mi padre está oculto tras la última edición del Financial Times. Miro a mi madre,
que parece inspeccionar el menú de la cena.
Menos mal que me voy a la academia y no tendré que soportar otra comida con
mi familia durante un tiempo.
—Buenas tardes —murmuro en tono bajo aunque mi saludo no sea necesario.
Solo es un hábito de cortesía que me han inculcado desde la infancia.
Desde que llegué a casa, me mantuve ocupado con los preparativos para el
próximo año, evitando con éxito a los miembros de mi familia.
—¿A qué hora te vas? —pregunta mamá, dejando el menú sobre la mesa y
alzándome una ceja bien cuidada.
Cero interés en mi vida, como siempre. No me molesta. Cuanto menos interés
muestre mi madre, mejor para mí.
Clare Reyes, mi madre a todos los efectos, aunque no ha sido madre ni un día
de su vida, solo se preocupa de su imagen en el mundo de la alta sociedad.
—Después de comer.
—¿Vas a elegir un ayudante, ya que es tu último año? —pregunta Julian. Deja
el cuchillo y el tenedor y, levantando más la barbilla, sus ojos oscuros intentan
mirarme fijamente.
Julian me ve como una amenaza para su herencia desde que papá dejó caer el
guante entre nosotros cuando dijo que quien sacara las mejores notas y trabajara más
duro se haría cargo de la presidencia cuando él se jubilara.
Me habría encantado dejar que Julian ocupara el asiento, pero se ha convertido
en una enemistad entre nosotros. Mi familia es fría y calculadora. Nunca ha habido
amor y afecto entre nosotros. No me malinterpretes, nos mantenemos unidos y
10 luchamos como uno solo si nos atacan, pero una vez superada la amenaza, volvemos
a enfrentarnos entre nosotros.
—Sí. —Soy breve en mi respuesta, no quiero pasar más tiempo del necesario
en esta mesa.
Mientras que mi madre está ensimismada en su afán por mantenerse en la cima
como miembro de la alta sociedad, Julian solo tiene un objetivo en la vida:
mantenerme firmemente por debajo de él para poder gobernar nuestro imperio
multimillonario, CRC Holdings. Nunca se le ha dado bien compartir, y sé que
preferiría morir antes que compartir la empresa conmigo.
Mi padre posee el cuarenta por ciento de las acciones, y el sesenta restante se
divide a partes iguales entre las familias Chargill y Cutler. Lake es el único heredero
del treinta por ciento del señor Cutler. Tras la trágica muerte de la hermana mayor
de Mason, se convirtió en el único heredero de la riqueza del señor Chargill. Sé que
esto es una preocupación constante para Julian, ya que tanto Mason como Lake me
son leales. Aunque Julian herede el treinta por ciento, dejándome a mí con el diez,
seguiré teniendo más poder que él porque comparto un vínculo inquebrantable con
Mason y Lake.
Crecer rodeado de poder y riqueza me ha enseñado una cosa: el papel es más
espeso que la sangre, en concreto, el papel con el rostro de Woodrow Wilson impreso
que guarda nuestra familia en la caja de seguridad del banco. Se lo regalaron a mi
abuelo y, aunque su valor era de cien mil dólares en los años cien, ahora vale más de
un millón. Quien ocupe el puesto de presidente también lo heredará.
—Por favor —dice mamá, dando un fuerte suspiro que se abre paso entre mis
pensamientos—, presten especial atención a Serena este año. Su padre es senador
ahora, y ella sería un buen activo para el nombre de la familia.
Serena Weinstock. La espina perpetua en mi costado.
Cuando se está en lo alto de la cadena alimentaria, las relaciones son fusiones.
Amor no es una palabra que utilicemos a menudo a menos que se refiera a un objeto.
—Además, asegúrate de saludar a Layla Shepard. Es la hija de Stephanie. Tu
padre sintió la necesidad de ser caritativo permitiéndole estudiar en Trinity. —Las
palabras de mamá están saturadas de desdén mientras sus ojos lanzan dagas a papá,
que sigue escondido detrás del periódico. Las comisuras de sus labios se contraen,
haciéndola parecer más vieja que sus cuarenta y nueve años.
No es ningún secreto que mamá no aprueba a Stephanie Westwick. La asistente
personal de papá lo ve más que nosotros. Aunque es la asistente personal de papá,
entre sus responsabilidades está asegurarse de que los problemas personales que
puedan tener las tres familias fundadoras se solucionen y la prensa nunca se entere.
Sabiendo que voy a provocar una reacción, empujo mi silla hacia atrás y dejo
el plato de comida sin tocar mientras digo:
—Quizá debería nombrar a Layla mi ayudante. Que quede en familia.
11 Hay que hacer un gran esfuerzo para no sonreír cuando mamá jadea y deja caer
los cubiertos sobre la mesa de caoba.
—¡No te atrevas! —grita tras de mí mientras salgo de la habitación—. ¡Falcon!
Camino por la ostentosa casa, repleta de riquezas suficientes para financiar un
pequeño país, y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Me acomodo el traje de chaqueta
y saco las llaves del bolsillo mientras salgo de la mansión y me dirijo al lugar donde
está estacionado mi Lamborghini gris plomo. El Lamborghini Veneno fue un regalo
por mi vigésimo primer cumpleaños y una de las pocas cosas que amo en este mundo.
Justo cuando estoy a punto de abrir la puerta, Julian me agarra del brazo. Pongo
cara de aburrimiento antes de mirarlo.
—Personalmente, no me importa a quién elijas como ayudante, ni lo que hagas
este año, mientras no te esfuerces. —Las palabras son distantes, a juego con la mirada
hostil de sus ojos.
—Mientras no sea una amenaza para ti, ¿verdad? —Me vuelvo hacia él, y casi
puedes sentir cómo baja la temperatura al cruzarse nuestras frías miradas.
—Bien. El asiento es mío, y no permitiré que te interpongas en mi camino para
ocupar el lugar que me corresponde.
Inclino ligeramente la cabeza hacia la derecha y levanto la comisura de los
labios en una mueca.
—Que gane el mejor —susurro, con la promesa de que no pienso echarme
atrás.
—Siempre estaré un paso por delante de ti —sisea Julian, y un músculo empieza
a saltar en su mandíbula, mostrando lo mucho que lo estoy afectando.
Me acerco un paso más y, al ser de su misma altura, nuestros ojos están a la
misma altura.
—Y yo estaré justo detrás de ti, así que será mejor que vigiles tu espalda —
inclinándome hasta que nuestras respiraciones se mezclan, muerdo la última
palabra—, hermano.

12
Layla

T
omo asiento en el centro del auditorio y recorro con la mirada al grupo
de estudiantes de primer curso de periodismo.
La excitación nerviosa llena el aire, de esa que solo sientes el
primer día del resto de tu vida. No importa quién eras en el instituto, porque la
universidad es un nuevo comienzo: nuevos amigos, nuevo entorno, nuevas normas
sobre lo que es aceptable y lo que no.
El hecho de que me hayan llevado gratis a la Trinity Academy porque mi madre
13 es la asistente personal de Warren Reyes, consejero delegado de CRC Holdings, es
algo que me llevaré a la tumba. El padre del señor Reyes fue uno de los miembros
fundadores de Trinity, una universidad destinada a ricos y famosos, lo que
obviamente no me incluye a mí.
Aunque mi madre tiene unos ingresos bastante decentes y a mí nunca me ha
faltado nada en la vida, no se acercan a la riqueza de la que proceden los demás
estudiantes, dinero antiguo acumulado durante generaciones.
Si descubren que no pertenezco al uno por ciento más rico del país, me
señalarían, que es precisamente lo que quiero evitar. Estoy aquí para licenciarme en
periodismo porque me servirá de mucho para conseguir trabajos como freelance. Mi
sueño es unirme a mi padre y viajar por el mundo con él.
Una chica de largos rizos castaños, rasgos clásicos y llamativos ojos azules toma
asiento a mi lado. Una sonrisa ansiosa se dibuja en su boca cuando me mira.
—Kingsley Hunt. Tengo un promedio de 3,8 y una adicción descontrolada al
chocolate.
Me tiende la mano y levanta una ceja expectante.
—Layla Shepard. Odio llevar sujetador y siempre me pongo el pijama en
cuanto llego a casa —le digo mientras pongo mi mano en la suya.
—Me gustas. —Me sorprende la sinceridad de su mirada cuando lo admite sin
rodeos—. Seamos amigas.
—Uhm... de acuerdo. —Viendo que no conozco a nadie más aquí, supongo que
me vendrá bien una amiga y Kingsley parece ser simpática.
Una oleada de murmullos invade el auditorio y miro al frente para ver a qué se
debe tanto alboroto. Tres tipos suben al escenario, cada uno de sus pasos rezuma
riqueza y poder. Toman asiento junto al podio con un aire de grandeza que solo se
obtiene al poseer riquezas infinitas, haciendo que las sillas parezcan tronos.
Kingsley se inclina más hacia mí y susurra.
—Sus abuelos son los miembros fundadores de la academia —señalando al tipo
más cercano al podio, continúa—, ese es Lake Cutler.
Lake se encorva en la silla y, echando la cabeza hacia atrás, cierra los ojos,
como si nuestro día de orientación le quitara el sueño. El cabello castaño claro se le
eriza en todas direcciones, con algunos mechones barriéndole la frente. Con sus
facciones relajadas, me da la impresión de que nada en el mundo puede molestarlo.
Solo la confianza te permite esa clase de libertad para no preocuparte por lo que los
demás piensen de ti.
—El padre de Lake es el vicepresidente de CRC Holdings. —Se detiene y
mirándome pregunta—. Has oído hablar de la empresa, ¿verdad?
Asiento y respondo:
14 —Sí.
—Oh, entonces debo de estar aburriéndote con información inútil. —Kingsley
se ríe.
—En realidad, no sé mucho sobre ellos —admito.
Mamá nunca habla de su trabajo conmigo. Para ser honesta, eso es decir poco.
Apenas veo a mamá porque está en la oficina o de viaje de negocios con el señor
Reyes.
—Genial, entonces seguiré yo. —Kingsley procede inmediatamente señalando
al tipo al lado de Lake—. Ese es Mason Chargill.
En cuanto miro a Mason, un escalofrío me recorre la espalda y todas mis
alarmas empiezan a saltar. Tiene una sonrisa condescendiente en el rostro, que solo
aumenta su aspecto amenazador gracias a unos rasgos que bien podrían haber sido
tallados en piedra. Guapo... pero la indiferencia y el desprecio que desprenden sus
hombros le dan un aspecto amenazador.
Me aseguraré de evitarlo a toda costa.
—El padre de Mason es el presidente de la empresa. He oído que Mason,
Falcon y Lake están estudiando para tomar el relevo de sus padres, lo cual tiene
sentido ya que los tres son los herederos de CRC Holdings.
Cuando Kingsley no continúa, pregunto.
—¿Así que el tercer chico es Falcon Reyes? —Mamá me dijo que me portara lo
mejor posible porque el hijo menor del señor Reyes está en su último año aquí en la
academia, pero nunca he conocido a ninguno de ellos en persona. Ahora que sé cómo
son los herederos, será más fácil evitarlos.
—Ah, sí. Lo siento, me quedé prendada de Mason —admite con una sonrisa—.
Podría quedarme mirándolo todo el día.
Mis ojos recorren a los chicos antes de detenerse en Falcon. Mi primera
impresión de Falcon no es mejor que la que tengo de Mason. Con una mirada aguda
e inteligente, apesta a arrogancia envuelta en una gélida capa de indiferencia.
Levanta la barbilla y mira en mi dirección como si sintiera mis ojos clavados en
él. Desde el otro lado del auditorio, nuestras miradas se cruzan y cada músculo de mi
cuerpo se tensa mientras una sensación inquietante me recorre. Hay fácilmente diez
filas de sillas entre Falcon y yo, pero su fría mirada tiene el poder de hacerme sentir
como si acabara de ser señalada. Tiene los hombros rectos, dominantes y
formidables, lo que me da la impresión de que es el líder de los tres.
Rompiendo el contacto visual, me deslizo hacia abajo en mi silla y me escondo
detrás del tipo sentado justo delante de mí.
Sí, definitivamente me mantendré alejada de Falcon.
15 —El padre de Falcon es el director general y presidente de CRC Holdings. —
Kingsley deja escapar un suspiro—. Con la clase de riqueza de la que proceden,
puede que sean preciosos a la vista, pero mortales para jugar.
—Con eso, amiga mía, estoy cien por ciento de acuerdo.
Empieza la introducción y todos los estudiantes se callan. Normalmente me
enorgullezco de prestar atención, pero hoy me he desconcentrado porque mis ojos
se han quedado clavados en los tres hombres sentados delante.
A veces me pregunto cómo sería tener tanta riqueza: no tener que preocuparte
de que tu cuenta bancaria se quede nunca sin fondos.
Sumida en mis pensamientos, mis ojos se apartan de ellos solo para saltar de
un estudiante a otro. La mayoría llevan relojes que nunca había visto antes, haciendo
que mi TAG Heuer parezca una pavimentación especial. No es que me guste la última
moda y las marcas de lujo, pero al venir a esta universidad, enseguida te das cuenta
de que es lo que te diferencia del resto de los estudiantes.
Una vez terminada la introducción, todos salimos en fila del auditorio a la
brillante luz del sol de California.
—¿En qué edificio te alojas? —pregunta Kingsley mientras caminamos por el
verde césped bien cuidado hacia la sección de residencias.
Arrugo la nariz porque los nombres de los edificios me parecen patéticos.
—Me alojo en el Hope Diamond. ¿A qué vienen esos nombres tan raros para
los edificios? —pregunto, esperando que Kingsley pueda contarme algo más.
En lugar de eso, sus ojos se agrandan y me agarra del brazo.
—¡Qué suerte tienes! ¿Cómo has conseguido una habitación en su edificio?
—¿Su edificio? —pregunto, enarcando una ceja.
—El ático pertenece a Falcon, Mason y Lake. Normalmente, solo otros socios
pueden conseguir una suite en el Hope Diamond.
Parpadeo mientras ella divaga exaltada y, una vez que encuentro el rumbo,
murmuro.
—A mí me da igual dónde me quede.
Espero que no me pregunte por mi familia porque no me gustaría mentirle,
pero de ninguna manera voy a confiarle mi secreto solo unos minutos después de
conocerla.
—Bueno, tienes suerte. ¿Tu familia debe ser socia de CRC entonces? —
Kingsley hace la pregunta que más temía.
—Algo así. —Eludo la verdad con la esperanza de que no vuelva para
morderme el trasero.
Sé a ciencia cierta que ser la ayudante personal del señor Reyes no significará
16 una mierda para los demás estudiantes y podría convertirme en un objetivo, que es
lo último que necesito.
Caminamos hacia los dormitorios, que parecen hoteles de cinco estrellas en
lugar de residencias de estudiantes.
—Estoy en el Pink Star, que es el edificio enfrente al tuyo. El Oppenheimer Blue
es el tercer edificio.
—¿Por qué los nombres? —repito mi pregunta de antes.
—Se clasifican según las piedras más caras. Según el lugar que ocupe tu familia
en la escala de la riqueza, te asignan una habitación en el edificio apropiado. En el
Oppenheimer Blue se encuentran los millonarios de al lado o la clase capitalista. Si
perteneces a una de las quince mil familias gobernantes de Estados Unidos o a ricos
rutilantes como mi familia, estás en el Pink Star. Solo los que figuran en la lista Forbes
400 logran traspasar las puertas del Hope Diamond.
Negando con la cabeza, suelto un suspiro.
—Ridículo, en mi opinión. Voy a tener que investigar todas estas cosas, para no
pisar ningún terreno.
—Te haré una lista de las cosas importantes —ofrece Kingsley.
—Eso sería genial.
Nos separamos a la entrada del Hope Diamond, acordando reunirnos en una
hora para cenar temprano.
Al entrar en el lujoso edificio, los suelos de mármol brillan bajo extravagantes
lámparas de araña. Mis hombros se hunden y pierdo un poco la emoción de poder
estudiar aquí.
Mi padre es gitano de corazón y, desde que se divorció, nunca ha permanecido
mucho tiempo en un mismo sitio. Amo a mis dos padres, pero me parezco a papá. Las
cosas materiales nunca me han importado, y ahora estoy en una universidad con
gente a la que solo le importa el estatus, el poder y el dinero.
Maldición, apesta. Debería haber insistido en ir a una universidad normal, pero
mamá estaba tan emocionada que no podía defraudarla.
Deslizo la tarjeta por la cerradura electrónica y entro en mi suite. Echo un
vistazo por el espacio y luego miro por la ventana a la vista perfecta de las colinas.
Me encanta el valle de Ojai, donde se encuentra la Academia Trinity. Las colinas que
rodean el campus son preciosas.
—Puedes engañar a todo el mundo durante cuatro años —murmuro, sin acabar
de creerme las palabras—. Simplemente no destaques en nada y nadie se fijará en ti.

17
Falcon

T
ener que asistir a todas las ceremonias de presentación el primer día es
aburridísimo.
—Ya echo de menos las olas —murmura Lake, no muy contento
de estar de vuelta en la academia—. El año sabático que nos tomamos
después de la escuela fue lo mejor. Entonces no teníamos preocupaciones. Mierda,
parece que fue hace toda una vida.
—Sí, despertándonos cuando queríamos. Sin padres regañones. Nada de esta
18 mierda en la academia —recuerda Mason—. Solo nosotros y el océano.
—Fueron buenos tiempos —coincido, sintiendo un poco de nostalgia. Después
de graduarnos, pasamos todo el año viajando mientras buscábamos las mejores y más
grandes olas para surfear. Dejando atrás la pesada carga de nuestros apellidos, no
había un horario fijo que seguir.
—¿Recuérdame otra vez por qué estamos aquí? —refunfuña Lake.
Mason suelta una profunda carcajada.
—Mi padre amenazó con congelar nuestras cuentas si no volvíamos con el
trasero a la realidad.
—Bien. Estoy deseando que lo sustituyas. —Lake mueve las cejas
juguetonamente hacia Mason.
—¿Sí? ¿Crees que no te congelaré el trasero si no trabajas? —Mason bromea
con él.
—Y tú te haces llamar mi amigo. —Lake resopla pero luego añade—. Falcon
cuidará de mí. —Me alcanza hasta donde camino un paso por delante de ellos y me
echa el brazo por los hombros—. ¿Verdad? Nunca me dejarías morir de hambre.
Sonrío ante sus bromas y me aparto del brazo de Lake.
—Me arruinaría si tuviera que alimentarte. Eres un maldito pozo sin fondo.
Fingiendo parecer herido, Lake se pone una mano sobre el corazón.
—Maldita sea. Qué frío, hermano. —Me menea la cabeza y luego mira en
dirección al restaurante al que nos dirigimos—. No puedo evitar tener mucho apetito.
—No hay nada saludable en la cantidad de pizza que puedes consumir —opina
Mason mientras entramos en el restaurante.
Algunos estudiantes se apartan al instante de nuestro camino. Por aquí, el uno
por ciento superior lo formamos las tres familias fundadoras, que somos Mason, Lake
y yo. Tengo que admitir que, al principio, tener este tipo de poder era increíble y
adictivo, pero con el paso de los años se volvió tedioso, dejándome un sabor rancio
en la boca.
La academia está estructurada para que establezcamos contactos y nos
hagamos una idea de cómo será el mundo empresarial real. Aquí todo el mundo tiene
una agenda y hacernos amigos es una de sus prioridades. Como estamos en nuestro
último año, cada uno puede elegir a un asistente. Es una gran cosa ser elegido como
uno de nuestros asistentes. Significa que eres lo suficientemente bueno como para
que te elijamos, lo que te da un ascenso automático de estatus. Es un hecho conocido
que si tienes a uno de nosotros como conexión, estarás establecido de por vida, lo
que nos convierte prácticamente en dioses.
Poco saben que Lake y yo no estamos seguros si nos uniremos a la empresa
familiar. Ahora mismo, Mason es el único de nosotros tres que trabajará en la
19 empresa. Lake mencionó que le gustaría abrir un café en Europa. Ha estado
estudiando para ser barista en Italia cuando termine Derecho.
He estado jugando en la bolsa y he tenido bastante suerte. Con los fondos que
he conseguido por mi cuenta, estoy pensando en abrir un negocio en el que pueda
ayudar a los inventores a dar vida a sus creaciones. Así, mi título de LLB en Propiedad
Intelectual me será muy útil.
Dándome un codazo con el brazo, Lake llama mi atención.
—¿No es la hija de Stephanie?
Echo un vistazo a la chica a la que mira Lake, y por los capris de etiqueta barata,
las sandalias y la camiseta azul lisa, está claro que no pertenece a este lugar. Destaca
como un pulgar dolorido entre todas las demás chicas con su ropa y accesorios de
marcas exclusivas.
—¿Desde cuándo Trinity da becas? —pregunta Mason, con la mirada llena de
aburrimiento mientras le dedica una ojeada a la mesa en la que está sentada Layla.
No cualquiera puede entrar en Trinity. Todos y cada uno de los estudiantes
proceden de un entorno acomodado.
—Es el último caso de caridad de mi padre —respondo—. Tiene agallas para
venir aquí, porque en cuanto los demás estudiantes se den cuenta de que no es de
familia adinerada, se va a armar la gorda. —Por una fracción de segundo, siento una
punzada de preocupación, pero se desvanece rápidamente.
Los murmullos llenan el ambiente mientras caminamos hacia nuestra mesa.
Tomo mi asiento habitual y, mirando a mi izquierda, veo cómo Serena se detiene en
la mesa donde Layla está sentada con un grupo de alumnos de primero.
Frunzo el ceño mientras miro más de cerca a Layla. Esperaba que tuviera el
cabello negro como Stephanie, pero debe de parecerse a su padre. Lleva el cabello
rubio y sedoso recogido en una coleta y no lleva mucho maquillaje. Su tez clara la
hace parecer femenina e impecable.
Sí, incluso yo admitiré que es guapa, lo que significa que atraerá mucha
atención no deseada.
Van a ver a través de ella. Ella no tiene ninguna oportunidad.
—No va a durar mucho —opina Mason mientras echa un vistazo al menú.
Una camarera se acerca a nuestra mesa y, mientras Lake pide una cantidad
obscena de comida, mis ojos se desvían hacia donde Serena está hablando con Layla.
En ese momento, Grayson y West entran en el restaurante y, al ver a Serena, se
dirigen hacia ella.
—Serena, preséntame a tu nueva amiga —dice Grayson lo suficientemente alto
como para que lo oiga la mitad del restaurante.
—Sólo estaba saludando a Kingsley —corrige Serena rápidamente a Grayson—
20 . No podía molestarme con los otros novatos.
Grayson sonríe a Serena.
—Sí, será mejor que mantengas a Kingsley cerca. No querrás que a su padre se
le resbale la mano mientras trabaja en tu rostro.
—Layla, vamos a cenar fuera del campus. De repente he perdido el apetito —
dice Kingsley mientras se levanta de la silla.
Layla se levanta, pero Grayson se acerca un par de pasos y le cierra el paso.
—No salgas corriendo antes de que hayamos tenido la oportunidad de
conocernos. —Sonríe ampliamente, y el interés parpadea en sus rasgos—. Soy
Grayson Stateman.
Layla ignora la mano que le tiende.
—Layla Shepard. Encantada de conocerte, pero si me disculpas...
Lentamente, Grayson niega con la cabeza, sin apartarse de su camino.
—No tienes excusa. Siéntate.
—No está a tu entera disposición, Grayson —suelta Kingsley, lo que hace que
una lenta sonrisa se forme alrededor de mis labios.
Hay que darle puntos a Kingsley por defender a Layla.
Viendo la oportunidad de recordarle a Grayson que yo tengo todo el poder
aquí en Trinity, me levanto lentamente de mi asiento. También está el hecho de que
al bastardo siempre le ha costado entender la palabra no, así que le estaré haciendo
a la chica un favor por el que me deberá una.
Al oír a Mason y Lake levantarse detrás de mí, sé que me cubren las espaldas
mientras me acerco a Layla. Me acerco por detrás y, al ver los ojos de Grayson por
encima de su cabeza, se me levanta la comisura de los labios.
Suelto un suspiro.
—¿Otra vez llamando la atención?
La sonrisa desaparece del rostro de Grayson y su boca se contrae.
—¿Otra vez interfiriendo en los asuntos de los demás?
Layla mira por encima del hombro y, cuando sus ojos se posan en mí, se
agrandan y rápidamente da un paso a un lado para poder vernos a Grayson y a mí.
Observo cómo sus hombros se endurecen antes de humedecerse los labios y,
por alguna razón, me fastidia cuando el movimiento llama la atención de Grayson.
Sus ojos marrones miran a Grayson antes de volver a mi rostro. Nuestras
miradas se cruzan y me toma desprevenido ver la expresión de inquietud que hay en
ellos.
—Falcon.
Parece incómoda en mi presencia y me pregunto cuánto le habrá contado
21 Stephanie a su hija sobre mí.
—Mi madre me dijo que te unirías a Trinity —digo, y un segundo después los
estudiantes que nos observan lanzan exclamaciones de asombro. Soy plenamente
consciente de que es porque ahora todos creen que conozco a Layla personalmente.
Demonios, no tengo ni idea de por qué acabo de hacer eso.
—¿Se conocían? —Escucho la voz de Serena que alcanza un tono agudo.
Ignorando su reacción de sorpresa, vuelvo la vista hacia Grayson.
Suelta una risita y niega ligeramente con la cabeza.
—¿Se supone que debo leer entre líneas?
Me alegro de que haya mordido el anzuelo y me encojo de hombros.
—Haz con ello lo que quieras.
—Uhm... —Layla se inquieta, acomodándose un cabello detrás de la oreja—.
Ha sido un placer conocerlos a todos, pero voy a pasar de largo y seguir mi camino.
Doy un paso a la derecha para que pueda pasar a mi lado, pero la mano de
Grayson sale disparada y la agarra del brazo.
—¿Por qué tanta prisa? Estábamos conociéndonos antes de que nos
interrumpieran tan bruscamente.
Tira de Layla hacia él, lo que la hace tropezar, pero antes de que pueda
reaccionar, consigue recuperar el equilibrio.
Frunce el ceño y sus ojos se llenan de una mirada desafiante.
Por mucho que me gustaría ver si es capaz de defenderse, no estoy dispuesto
a dejar pasar la oportunidad de poner a Grayson en su sitio.
Las palabras son bajas y conllevan una amenaza silenciosa cuando exijo:
—Suelta su brazo.
—¿Por qué? No es que sea de tu propiedad. No eres dueño de todo en Trinity
—se burla Grayson. Ensancha los ojos, fingiendo estar sorprendido mientras se burla
de mí—. Vaya, ¿te lo puedes creer? En realidad hay algo que no tienes.
Cabrón.
Antes de que pueda reflexionar, las palabras salen de mi mente.
—La he elegido como mi ayudante.
Layla gira la cabeza hacia mí y su mirada desafiante se ensombrece.
—¿Perdona?
El aire se llena de jadeos, seguidos de murmullos de sorpresa. Siento la ola de
decepción que se extiende entre los estudiantes, todos los cuales tenían esperanzas
de conseguir el codiciado puesto.
Layla suelta el brazo de Grayson y me mira con el ceño fruncido.
22 —No me interesa ser tu ayudante. —Sus palabras son audaces e intrépidas, y
la verdad es que me hacen admirarla un poco.
Mason se ríe detrás de mí, claramente disfrutando del espectáculo.
—No es tu decisión —le digo, y necesitando poner a Layla en su sitio, doy un
paso más cerca de ella. Me inclino hasta que nuestras mejillas se rozan y susurro para
que solo ella me oiga—. Estoy seguro de que aprendiste un par de cosas de tu madre,
así que no me decepciones, Shepard. Tienes unos zapatos muy grandes que llenar, y
no me gustaría que la imagen de tu madre se resintiera por tu culpa.
Inhala bruscamente cuando me retiro y, escatimándole una sonrisa de no me
jodas, vuelvo a centrar mi atención en Grayson.
—Está decidido entonces —afirmo, poniendo fin a esta conversación ahora que
le he recordado a Grayson lo impotente que es.
—Si crees que porque sea tu ayudante está fuera de mi alcance, te equivocas.
Solo lo hará mucho más dulce cuando gane.
Suelto una carcajada.
—Stateman, ¿estás realmente tratando de competir conmigo en este momento?
Los murmullos se extienden a nuestro alrededor, lo que solo hace que mi
sonrisa se ensanche.
—¿Grayson tiene ganas de morir?
—Dios mío, no puedo creer lo que estoy viendo.
—Falcon va a destruirlo.
—Idiota. Es su funeral.
Grayson también debe oírlos porque su rostro se pone rojo de vergüenza y
rabia.
—Ya he oído bastante —Layla casi suelta las palabras, claramente no
impresionada por el enfrentamiento entre Grayson y yo.
Antes de que Grayson pueda hacer algo estúpido, o al menos más idiota de lo
que ya ha hecho, Lake pasa a mi lado.
—Tranquilos, chicos. Me van a provocar una úlcera si siguen así todo el año. —
Lake toma la mano de Layla y la aparta de nosotros.
Ahora que Layla está fuera del camino, mis ojos se posan fríos en Grayson.
—Por suerte para ti, Lake ha intervenido —se burla Grayson. Sus ojos pasan
junto a mí y miran a Mason antes de dar un paso atrás—. Vamos —les dice a West y a
Serena, que han estado observando en silencio.
—Las cosas se acaban de poner interesantes aquí en Trinity. Puede que
23 realmente disfrute este año —murmura Mason.
Layla

M
e siento confusa mientras dejo que Lake me saque del restaurante.
—Maldita sea, su sincronización apesta —refunfuña en voz
baja—. Justo cuando estaban a punto de traer mi pedido.
—Gracias, Lake, eres un salvavidas —nos dice Kingsley
mientras nos alcanza donde nos hemos detenido en el césped.
Todavía tengo la mente en blanco por todo lo que acaba de pasar en el
24 restaurante. Demasiado para volar bajo el radar. Gracias a esos dos idiotas, parece
como si un foco hubiera iluminado mi presencia aquí.
Hablando de idiotas...
Mi mirada se cruza con la de Falcon mientras él y Mason caminan hacia
nosotros. En el restaurante casi me da un infarto cuando me doy la vuelta y veo a
Falcon detrás de mí. Antes, en la orientación, Falcon estaba sentado a cierta distancia
de mí. Verlo tan de cerca fue muy desconcertante. Es demasiado guapo, demasiado
intenso, demasiado intimidante.
Falcon se detiene junto a Lake y me lanza una mirada aburrida, la arrogancia
recubre sus palabras cuando dice.
—Por cierto, de nada.
Normalmente, no puedo leer el rostro de la gente para salvar mi vida. Pero los
ojos de Falcon... son alertas, inteligentes, y tan malditamente vivos.
Fingiendo indiferencia, pongo los ojos en blanco. Lo último que necesito ahora
es que Falcon sepa lo intranquila que me siento por él.
—Para empezar, nunca te pedí ayuda. —añado de mala gana, sin querer
parecer descortés—, pero... gracias.
La comisura de sus labios se tuerce ligeramente antes de que sus rasgos
vuelvan a su estado inflexible.
—Mañana empiezas como mi ayudante. No me decepciones.
Frustrada e irritable, una oleada de calor me sube por el cuello y el rostro.
—¡Oh, no, espera! Nunca he aceptado ser tu ayudante. —Necesitando dejarle
claro que tengo cero interés en el puesto, continúo—: No quiero ser tu ayudante.
Busca a otro de los estudiantes. Estoy segura de que hay una larga lista de candidatos
a los que les encantaría ese honor. —Cuando se limita a sonreírme, añado—: Sólo
estoy aquí para estudiar. Elige a otro.
Para mi consternación, la sonrisa de sus labios no hace más que crecer.
—No tienes elección. Empiezas mañana a las ocho. No llegues tarde. —
Empieza a darse la vuelta, se detiene y, mirándome por última vez, añade—: Café.
Dos de azúcar. Nata.
Mi mente se apresura a buscar la respuesta perfecta, pero antes de que pueda
pronunciar las palabras, Falcon se aleja y me deja mirando la parte trasera de sus
anchos hombros.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —susurro, negando con la cabeza para
librarme de la confusión. Aparto los ojos de Falcon y miro a Kingsley—. Parece como
si hubiera entrado en twilight zone.
Kingsley se encoge de hombros.

25 —Sobrevivimos. —Suelta una carcajada nerviosa—. Eso es lo único que me


importa. —Suelta un profundo suspiro y repite—: Sobrevivimos. —Una sonrisa se
dibuja en su rostro y sus ojos empiezan a brillar—. Pero tienes que admitir que ha
sido emocionante.
Inmediatamente empiezo a negar con la cabeza.
—Chica, no. Eso no tenía nada de excitante.

El descaro de ese idiota diciéndome que sea su asistente. Mírame. Voy a hacer
todo lo posible para ser épicamente mala en esta cosa de asistente.
Miro por encima del hombro para asegurarme de que nadie me ve antes de
agarrar la sal. Con una sonrisa rebelde en la cara, mezclo la sal en el café e intento
poner cara de despreocupada. Tomo la taza y me esfuerzo por no reír mientras me
acerco a Falcon, que está sentado con sus amigos.
Mason se fija primero en mí y dice algo que hace que Falcon mire en mi
dirección. Por una fracción de segundo, me pongo nerviosa y estoy a punto de dudar
cuando una sonrisa arrogante se dibuja en la comisura izquierda de la boca de Falcon.
No, voy a hacer esto. Voy a demostrarle que no se meten conmigo.
Pongo la taza delante de Falcon y sonrío con toda la dulzura que puedo.
—Su café, señor.
Al sentir los ojos de Falcon clavados en mí, respiro hondo antes de encontrarme
con ellos. De nuevo, siento el puñetazo en las entrañas al establecer contacto visual
con él.
Temiendo que se dé cuenta de mi actuación, me alejo de la mesa.
—Disfrútalo.
Me cuesta mucho esfuerzo no salir corriendo del restaurante, y aún más no
asomarme por encima del hombro para ver su reacción una vez que prueba el café.
Salgo corriendo por la puerta, giro a la izquierda y me apresuro a esconderme
detrás de la pared para poder mirar por las ventanas. Lentamente, avanzo hasta que
veo a Falcon, y una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro al verlo
tomar la taza. Cuando bebe un sorbo, un chillido de ansiedad me sube por la
garganta.
Empiezo a fruncir el ceño cuando en el rostro de Falcon se dibuja una sonrisa
al mirar la taza. Mueve ligeramente la cabeza y vuelve a dejarla sobre la mesa.
—¿Ya está? —Dejo escapar un suspiro de decepción y retrocedo detrás de la
pared.
26 —¿Por qué estás aquí de pie?
La voz de Kingsley me hace saltar del susto. Me doy la vuelta y me pongo una
mano en el pecho.
—Me vas a provocar un maldito infarto, mujer.
Kingsley se inclina hacia un lado y, echando un vistazo al restaurante, intenta
ver qué estaba mirando.
—¿Qué estabas mirando?
—Nada. —Se me escapa la palabra, y rápidamente la tomo de la mano para
apartarla. Caminando hacia el despacho, cambio de tema—. Vamos por nuestros
horarios de clase.
Estamos haciendo nuestro camino de vuelta hacia los dormitorios, también
conocidos como palacios dignos de la realeza, cuando nos cruzamos con Grayson y
Serena.
—Oye, Kingsley, vamos a tomar un café. —La forma de hablar de Serena hace
que parezca una orden en lugar de una invitación. Me mira de reojo y continúa—:
Ayer no tuvimos tiempo de ponernos al día.
Kingsley me lanza una mirada interrogativa que me hace espetar:
—Claro, adelante. Hasta luego.
Estoy a punto de empezar a alejarme cuando Grayson da un paso a la derecha,
bloqueándome de la misma manera que lo hizo el día anterior.
—No te escapes. Únete a nosotros.
¿Otro pedido? Cielos, ¿esta gente no sabe pedir amablemente?
—Sí, ven. —Kingsley engancha su brazo con el mío y me lanza una mirada
suplicante—. Por favor.
¿Por qué tomar café con gente que no te gusta?, muerdo la pregunta que tengo
en la punta de la lengua, asiento y dejo que me lleve hacia el restaurante, esperando
desesperadamente que Falcon no siga allí.
Cuando nos sentamos, Grayson toma asiento a mi lado y acerca su silla a la mía.
Como me queda muy poco autocontrol, pongo los ojos en blanco y miro a Kingsley a
propósito.
Un tirón del cabello me hace fruncir el ceño y mi mirada se dirige a Grayson.
—Hieres mi orgullo. —Hace un mohín.
—No me importa tu orgullo. —Las palabras salen antes de que pueda filtrarlas.
—Ay, qué frío, nena. —Hay algo en la sonrisa de su rostro que me hace sentir
incómoda, y muevo mi silla más cerca de la de Kingsley y más lejos de la suya.
—No la culpo. No es que inspires ninguna calidez, Grayson.
Cuando oigo la voz de Mason, miro por encima del hombro tan rápido que casi
27 me tuerzo el cuello en el proceso. Al ver a Falcon y a Lake con él, se me hunde el
corazón hasta el dedo pequeño del pie.
—No empecemos otra vez —balbucea Serena con tono aburrido. En cuanto sus
ojos se posan en Falcon, hace un mohín—. Deberíamos cenar esta noche. Tenemos
mucho de qué hablar.
Vuelvo a mirar a Falcon y veo cómo respira hondo. Se lleva una mano al rostro
y se pasa el dedo corazón por la ceja.
—Sí, eso nunca va a pasar.
Mi cabeza gira de nuevo hacia Serena, y empiezo a sentirme como si estuviera
viendo un partido de tenis.
Sus ojos se entrecierran y su boca se dobla por las comisuras.
—No creo que a tu madre le haga mucha gracia oír lo grosero que eres
conmigo.
Cuando vuelvo la cabeza hacia donde está Falcon, oigo el clic justo antes de
que un dolor ardiente me envuelva el cuello.
—¡Ahh! Mierda.
—Sí, deberíamos irnos —afirma Kingsley, aprovechando el momento para
marcharse. Se levanta y me agarra del brazo.
—No, espera —casi gimoteo las palabras cuando a la sensación de quemazón
se une un agudo dolor debajo de mi oreja derecha—. Acabo de sufrir un tirón
muscular. —Suelto un suave gemido mientras levanto con cuidado la mano hacia el
cuello, para poder apoyar la cabeza.
—¿En serio? No es el momento ni el lugar para fingir —suelta Serena.
Como no tengo fuerzas, ignoro su comentario sarcástico y empiezo a
levantarme lentamente de la silla.
—Vamos a la enfermería. Quizá tenga algo que podamos ponerte en el cuello
para relajar el músculo —me dice Kingsley mientras me agarra del brazo izquierdo
para ayudarme a ponerme en pie.
—Es una tortura verte de pie —gruñe Falcon.
Antes de que me dé cuenta, un brazo se engancha bajo mis rodillas y otro me
rodea por la mitad de la espalda. Suelto un chillido cuando el movimiento de Falcon
al levantarme me sacude el cuerpo, lo que me provoca otro dolor intenso en la nuca.
Me suelto del cuello y golpeo a Falcon contra el pecho mientras lo miro con el ceño
fruncido.
—Despacio, Falcon. —Jadea Kingsley.
—¿Quieres cargar con ella? —le espeta a Kingsley.

28 Con los ojos muy abiertos, y la vista de cerca que tengo de su mandíbula, mi
cuerpo y mi mente se congelan.
—Yo la llevaré —me ofrece Grayson, lo que me saca de la sorpresa en la que
me encontraba.
—No. —Al mismo tiempo, Falcon gruñe la palabra, que estalla sobre mis labios.
—Quiero decir... ehm... yo... puedo caminar —empiezo a balbucear cuando
todos los estudiantes del restaurante nos miran—. A mis piernas no les pasa nada.
Falcon suelta un suspiro impaciente por la nariz y sus brazos se tensan debajo
de mí. Sin decir una palabra más, se dirige a las puertas y, en cuanto estamos fuera,
refunfuña:
—Podrías ayudar un poco. No es que no peses nada.
Lo fulmino con la mirada mientras le rodeo el cuello con los brazos, resistiendo
la tentación de estrangularlo.
—Ni que te hubiera pedido que me llevaras —le respondo bruscamente.
Me mira y una sonrisa sexy se dibuja en la comisura de sus labios.
No me des esa sonrisa sexy, pensando que me hará desmayarme.
Como si el imbécil pudiera oír mis pensamientos, la sonrisa sigue creciendo.
Basta ya. No voy a caer en eso.
En el momento en que Falcon tiene una sonrisa dibujada en todo su rostro
demasiado sexy, trago saliva por la atracción que siento.
Bajando los ojos a su cuello, espero que Falcon no haya visto ninguna de las
emociones en mi rostro.
Cuando llegamos a la enfermería, el corazón me late desbocado y empiezo a
sudar de todo el esfuerzo que me cuesta no mirar el estúpido rostro apuesto que tengo
justo encima.
Falcon me tumba en una cama y, en lugar de echarse hacia atrás, coloca las
manos sobre el colchón, enjaulándome de hecho.
Cuando se inclina un poco y me mira a los ojos, siento que me invade una
oleada de excitación y atracción.
—¿Qué? —quise espetarle, pero la palabra salió sonando demasiado
entrecortada.
No me falles, corazón.
Este hombre no.
Nunca.
—Gracias —pronuncia las palabras lentamente con un timbre grave y
29 cascajoso.
—¿Por qué? —pregunto, sintiéndome confusa, desesperada y como si
estuviera a punto de recalentarme de golpe.
Dejando escapar una risita, Falcon niega con la cabeza y finalmente se echa
atrás.
—¿Te mataría simplemente decir gracias?
—¿Huh? —Frunzo el ceño y mi mente, agotada, se esfuerza por recuperar el
momento en el que se quedó atrapada en la tierra de la embriaguez por el tipo sexy.
Cuando recupero el sentido común, el calor me sube por el cuello.
Es sólo un rostro bonito, Layla. Estamos hablando de Falcon Reyes. Fuera de los
límites. El futuro jefe de mamá. Heredero de la riqueza más allá de tu imaginación.
Enamorarte de él sería una estupidez.
—Gracias. —Por suerte para mí, la enfermera entra justo en ese momento,
evitándome estar a solas con Falcon durante otro tortuoso segundo.
Vestida con un impoluto uniforme azul marino, la mujer parece más una auxiliar
de enfermería que una enfermera.
—Señor Reyes, ¿va todo bien? —le pregunta, sin mirarme siquiera.
—Parece que Layla se ha torcido el cuello —ofrece la información.
—¿Cómo ha ocurrido? —pregunta mientras se acerca a mí para poder echar un
vistazo.
—Por ser demasiado entrometida —afirma Falcon y antes de que pueda
siquiera fulminar con la mirada a ese imbécil, se da la vuelta y se marcha.
Solo han pasado cuatro días desde que empezaron las clases y ya estoy hasta
arriba de tareas. Gracias a algunos analgésicos y ejercicios de estiramiento, mi cuello
está mejor.
Esta mañana me he quedado dormida y no he tenido tiempo de desayunar, lo
que me ha hecho rugir el estómago mientras caminaba hacia el restaurante para
reunirme con Kingsley para comer.
Al sentarme, dejo escapar un suspiro mientras coloco mi bolso en el suelo,
junto a mi silla.
—Podría comerme media vaca ahora mismo —admito, dedicándole una sonrisa
a Kingsley.
—Ya somos dos. Vamos a pedir.
Cuando el camarero se va con nuestro pedido, Kingsley se echa hacia atrás en
su silla y suelta un gemido.

30 —¿Cómo vamos a terminar todo este trabajo? —Se echa hacia delante y me
mira esperanzada—. ¿Crees que es demasiado tarde para cambiarme de
especialidad?
Riendo, niego con la cabeza.
—¿A qué? Todo el mundo se queja de su carga de trabajo, estudie lo que
estudie.
Vuelve a encorvarse y hace un mohín.
—Cierto. Es un asco.
—Puedes volver a decirlo.
—¿Qué apesta?
Ambas levantamos la cabeza cuando Lake se acerca a nuestra mesa.
Cuidado con el cuello, Layla. No nos lo volvamos a torcer tan pronto después de
curarlo.
Kingsley agarra la mano de Lake y lo acerca a la mesa.
—¡Siéntate! Eres justo la persona que estoy buscando.
—¿Yo? —pregunta Lake mientras toma asiento a su lado. El camarero nos trae
el pedido de pizzas y, al dejarlo sobre la mesa, Lake sonríe—. Justo a tiempo.
—¿Le traigo su batido a esta mesa? —pregunta el camarero.
—Eso sería estupendo, Jeremy. —Me quedo mirando a Lake cuando sonríe al
camarero antes de proceder a servirse un par de porciones.
La risa de Kingsley atrae mi atención hacia ella y, al ver que se está riendo de
mí, le pregunto:
—¿Qué?
—La expresión de tu rostro no tiene precio.
—¿Qué mirada?
—Estás mirando a Lake como si fuera un extraterrestre.
—Por la forma en que come, no me sorprendería —comenta Mason. Toma
asiento junto a Lake, lo que hace que mis ojos se amplíen.
Mierda.
No.
Oh, diablos.
Por favor.
—¿Vamos a comer pizza? ¿Otra vez? —se queja Falcon mientras se sienta en la
única silla libre que resulta estar a mi lado.
Ugh.
31 La última vez que rezo.
—Vamos a comer pizza —respondo mientras tomo tres trozos antes de que se
acabe. Me meto la grasienta delicia en la boca y suelto un gemido mientras empiezo
a masticar.
Comida. Por fin.
—Y ahora entiendo el significado del porno de comida. —Las palabras de
Mason me aturden y, al intentar tragar demasiado rápido, casi me mato
atragantándome.
Kingsley me acaricia suavemente la espalda cuando empiezo a toser.
Mason suelta un suspiro contrariado y, negando con la cabeza, agarra un trozo
de pizza mientras murmura:
—Me ha arruinado totalmente la fantasía.
En cuanto puedo respirar, miro fijamente a Mason:
—Y me estás arruinando la comida.
Cuando mis ojos chocan con los suyos, un escalofrío me recorre la espalda.
¡Laaayyyylllaaaa! ¿Cuándo vas a aprender a callarte? ¿Tienes ganas de morir?
—No ha desayunado esta mañana —interviene rápidamente Kingsley,
intentando salvarme el culo inventándome una excusa.
—Falcon —gruñe Mason, sin dejar de clavar sus ojos en los míos—, tu ayudante
no sabe cuál es su sitio.
Sí, demasiado para tener instintos de supervivencia.
Respiro hondo y abro la boca para decirle a Mason lo que pienso de su
comentario, pero en vez de eso trago una bocanada de aire que se va por el agujero
equivocado cuando Falcon me pasa el brazo por los hombros.
Esta vez no es Kingsley la que me palmea suavemente la espalda mientras casi
se me escapa un pulmón, sino Falcon el que me golpea la espalda. Cuando me aclaro
la garganta, lo fulmino con la mirada.
—Ya puedes parar. Vuelvo a respirar.
Me da una última palmada entre los omóplatos y me lleva la mano a la nuca. Al
sentir cómo me rodea el cuello con los dedos, siento un escalofrío distinto al que sentí
al mirar a Mason.
Los escalofríos suben rápidamente y desaparecen cuando me acerca y,
mirándome a los ojos, me dice:
—Es difícil creer que seas Ste...

32 Me levanto de la silla antes de que Falcon pueda terminar la frase y, tomándolo


de la mano, tiro de él mientras salgo corriendo del restaurante.
Me aseguro de que no haya nadie cerca que pueda oírnos por casualidad, me
detengo y me doy la vuelta mientras siseo:
—¿Puedes guardar el secreto, por favor? No quiero que nadie sepa quién es mi
madre.
Falcon realmente parece aturdido por mis acciones repentinas.
—¿Por qué?
Vuelvo a mirar a mi alrededor, para asegurarme, y acercándome un paso a
Falcon, susurro:
—¿Te imaginas lo que me harían los demás alumnos si se enteraran de que soy
la hija de tu empleada?
Falcon se inclina un poco más y susurra:
—Ah, sí, no había pensado en eso. Entonces, ¿lo mantendremos en secreto?
—Sí.
La fugaz sensación de alivio al pensar que Falcon comprendía mi punto de vista
desaparece en cuanto levanta la comisura de los labios.
—Nada es gratis en este mundo. Será mejor que te esfuerces en ser mi
ayudante si quieres que mantenga la boca cerrada.
Imbécil.
—¿Por qué tengo que ser tu ayudante? —pregunto, con un sentimiento
miserable hundiéndose en mis entrañas.
—Porque lo digo yo —me dice. Cuando me fijo en los pequeños destellos
dorados de sus profundos ojos castaños, me doy cuenta de lo cerca que estamos el
uno del otro.
Rápidamente doy un paso atrás para poner distancia entre nosotros mientras
mis mejillas traidoras empiezan a brillar de vergüenza.
—Esa no es una razón —murmuro.
—En mi mundo lo es.
Como no quiero que se sepa mi secreto, suelto un miserable suspiro y
pregunto:
—¿Qué tengo que hacer como tu ayudante?
—Para empezar, me gusta el café sin sal.
Mi mirada se clava en la de Falcon y, al ver la expresión de regodeo en su
rostro, no puedo evitar fruncir el ceño.
33 —Sin sal.
—Dame tu teléfono.
—¿Por qué? —De mala gana, lo saco de mi bolsillo.
Falcon no me contesta, sino que me lo quita y marca su propio número. Me lo
devuelve y me dice:
—Cuando yo llamo, tú contestas. Si te pido algo por SMS, lo haces. Así de
sencillo.
Arrugo la nariz mientras programo a regañadientes su número en mi teléfono.
—Layla —Al oírlo decir mi nombre me olvido del teléfono y mis ojos se
apresuran a encontrarse con los suyos. La expresión seria de su rostro me
desconcierta y me seca toda la saliva de la boca—. Puede que tu actitud atrevida me
resulte divertida, pero cuidado con lo que le dices a Mason. Tiene mal genio y no
querrás que lo pierda.
Comprendiendo la advertencia, asiento.
—De acuerdo. Mason me da miedo, y si Falcon se toma la molestia de
advertirme, supongo que debo hacerle caso.
—Mete tu trasero de nuevo en el restaurante y come. No quiero oír que te estoy
matando de hambre.
Falcon me deja con los labios entreabiertos y los ojos muy abiertos.
En realidad sonaba afectuoso.
Sí... claro.
Falcon

M
e levanto del pupitre que estoy ocupando en la biblioteca y me
esfuerzo por reprimir la sonrisa mientras camino hacia donde Layla
está de puntillas, estirándose todo lo que puede para intentar
conseguir el libro que le he pedido.
Me acerco por detrás y agarro el libro. Layla me mira por encima del hombro
y, por un momento, sus ojos se agrandan antes de que su rostro se frunza en el ceño
que estoy acostumbrado a ver en ella.
34 —En serio, Falcon, podrías haberlo hecho tú mismo en primer lugar. Yo
también tengo tareas que terminar.
Cuando intenta agacharse hacia la izquierda y alejarse de mí, mi mano sale
disparada y se posa en su cadera. Me sorprende, pero eso no me impide acercarme
un paso más a ella.
El ceño fruncido desaparece de su rostro y es rápidamente sustituido por una
mirada de sorpresa.
Nuestras miradas se cruzan y una sensación extraña me recorre el pecho.
Confundido por la emoción, y queriendo salvar el rostro, me inclino y susurro:
—Pero es más divertido ver cómo te enfadas.
Layla separa los labios y la oigo respirar agitadamente. Una sonrisa se dibuja
en mi rostro cuando mete las manos entre nosotros y me empuja hacia atrás.
—Eso es porque eres un idiota.
Una risita retumba en mi garganta cuando se aleja de mí. La veo sentarse donde
está su portátil. Suelta un suspiro y niega con la cabeza antes de leer el trabajo que ya
ha hecho.
Esta chica.
Nadie se atrevería a hablarme como ella, y eso marca la diferencia. Es
enérgica, lo que me parece un soplo de aire fresco en medio de lo anquilosada que
se ha vuelto mi vida.
Caminando de vuelta a mi propio escritorio, el pensamiento me mordisquea...
Sí, pero si Serena o cualquier otra chica intentara hablarte así, te enfadarías. No es sólo
porque Layla sea peleona... es más.
Me sacudo el pensamiento, me siento y me concentro en mi trabajo.
Mi teléfono empieza a vibrar y, al ver que es mamá, suelto un suspiro
exasperado. Sabiendo que seguirá llamando hasta que conteste, cierro el portátil y lo
meto rápidamente en el bolso. Me levanto, me engancho la correa del bolso al
hombro y me dirijo hacia la salida.
—Madre —respondo una vez estoy cerca de las puertas. Salgo a la luz del sol y
comienzo a retroceder en dirección a los dormitorios.
—Falcon, ¿por qué insistes en desobedecerme cada vez que puedes?
Con la mano libre, me pellizco el puente de la nariz, para no perder los
papeles. Pelear con mi madre es una pérdida de tiempo.
—¿Qué he hecho esta vez? —pregunto, para saber al menos de qué va esta
maldita llamada.
—Te pedí que prestaras especial atención a Serena. Vengo de un almuerzo con
la señora Weinstock y he tenido que escuchar lo grosero que has sido con su hija.
Necesitamos esta fusión con la familia del senador Weinstock. —Por la ira en su voz,
35 puedo imaginarme lo rojo que debe estar su rostro en este momento.
—No me pediste que hiciera nada —le recuerdo—. Me diste instrucciones, y
los dos sabemos que no me gusta que me digan lo que tengo que hacer.
La respiración agitada al cruzar la línea me hace mirar al cielo en busca de
fuerzas. Estoy tan cansado de hacer este baile con mi familia. Si no es una cosa, es
otra.
—Tienes que madurar, Falcon. Vas a cumplir veintitrés años en un par de
semanas. ¿Cómo esperas que te confiemos el negocio si actúas como un niño?
—Madre —aprieto la palabra mientras lucho por aferrarme a lo que me queda
de paciencia—, ¿por qué no empiezas por admitir la verdad? Esperas que me case
con la mujer que tú elijas para mejorar tu estatus social. Esta fusión, como te gusta
llamarla, no tiene nada que ver con el bienestar de la empresa ni con mi vida. —Decir
la verdad en voz alta me libera y me anima a continuar—: Nunca me ataré a una mujer
como Serena. Cuanto antes lo aceptes, mejor.
Sólo oigo una respiración agitada durante un par de segundos antes de que mi
madre sisee:
—¡No toleraré este comportamiento! Es inaceptable, y tu padre se enterará.
La llamada se corta, dejando un silencio vacío a mi alrededor.
Me detengo a mitad de camino hacia el dormitorio y, cerrando los ojos, respiro
hondo. Un sabor amargo me llena la boca mientras la familiar sensación de desolación
me inunda el pecho.
Si no fuera por Lake y Mason, ya habría acabado con mi vida. Aparte de ellos,
no hay nada bueno en mi vida.
Riqueza. Poder. Estatus.
Esas palabras solo chupan la escasa vida de mi inútil existencia.
Sé que suena desagradecido, pero, maldita sea, es sofocante e insatisfactorio
vivir una vida que ha sido trazada desde el nacimiento hasta la muerte.
Cada palabra pronunciada está calculada. Solo puedo aliarme con personas
que aumenten mi riqueza y mi estatus.
¿De verdad? ¿Esto es vida? ¿Voy a acabar siendo una réplica de mi madre y mi
padre?
Maldita sea, no.
Por favor, no.
Tiene que haber algo más en la vida.
—Falcon. —Al oír la voz de Layla detrás de mí, respiro hondo para que no se
me note en el rostro ninguna de las emociones que se agitan en mi interior.
Layla se acerca a mí y me golpea el pecho con un libro. Mi mano se levanta
36 automáticamente para evitar que el libro se caiga cuando ella lo suelta.
—Lo he comprobado por ti, así no me molestarás más tarde para ir a buscarlo
otra vez. —Suena molesta, lo que solo enciende mi propia irritación.
Doy un paso a un lado y me adentro en su espacio personal. Cuando nuestras
miradas se cruzan, siento como si una corriente eléctrica pasara entre nosotros.
—Shepard, será mejor que empieces a vigilar cómo me hablas. Tu pequeña
muestra de actitud puede haber sido entretenida al principio, pero me estoy
aburriendo rápidamente de ella. Conoce tu lugar. Poner a prueba mi paciencia es lo
último que quieres hacer.
El marrón de sus ojos se oscurece, haciendo que su piel parezca más pálida.
—¿Mostrar actitud? —Aprieta la mandíbula, se acerca también un paso y,
levantando la barbilla, me lanza una mirada atrevida—. No permitiré que nadie pase
por encima de mí, y menos tú. No estoy aquí para estar a tu entera disposición. Estoy
aquí para estudiar.
Siento una extraña satisfacción cuando Layla se defiende, y eso me anima.
Empujo el libro contra su pecho y bajo la voz al decir:
—Puedes estudiar porque yo te lo pago. Un chasquido de dedos y estás fuera.
—Y, rodeándola, añado—: Llévate el libro. Ya no lo necesito.
—A... F... No puedo... qué demonios... —La oigo tartamudear detrás de mí.
Tengo que admitir que me siento vivo después del encuentro con Layla. Es
como si el mero hecho de estar cerca de ella me ayudara a mantener los pies en la
tierra.
Al entrar en Hope Diamond, me sitúo frente a los ascensores. Mientras espero
a que se abran las puertas, murmuro:
—Necesitaba ese maldito libro.

No voy a mentir: estoy agotado después de la semana pasada. Acabo de


terminar la última clase de hoy e ignoro a propósito a los estudiantes que me saludan
o dicen algo para llamar mi atención. Ahora mismo, sólo quiero volver a mi suite para
poder dormir.
Como no quiero quedarme atrapado en un ascensor con los demás estudiantes,
bajo las escaleras. Doy el último paso, giro a la izquierda hacia la salida y casi choco
con el conserje mientras saca material de limpieza de un armario de mantenimiento.
—Lo siento, señor Reyes. No le había visto. —El hombre mayor cierra
rápidamente la puerta de un empujón antes de alejarse de mí arrastrando los pies.
37 Con los ojos fijos en el hombre, avanzo un paso y vuelvo a detenerme
bruscamente cuando alguien se encamina hacia mí.
—¡Mierda! —La palabra en voz baja me hace mirar hacia abajo mientras el
enfado empieza a burbujear en mi interior. Me encuentro con el rostro de Layla, con
una expresión de pánico en sus facciones.
—¿Qué pasa? —Se me escapan las palabras y siento una punzada de
preocupación.
Layla mira por encima del hombro y suelta un pequeño chillido antes de
intentar esquivarme. La agarro del brazo para evitar que salga corriendo mientras
mis ojos recorren la entrada en busca del motivo de su pánico.
—Ahora no, Falcon. Estoy tratando de evitar a Grayson y Serena —suelta.
—¿Serena? —Justo entonces, mis ojos se posan en ellos mientras entran en el
edificio—. Mierda. —Serena es la última persona para la que tengo energía ahora
mismo.
Sin pensármelo dos veces, abro de un tirón la puerta del armario de
mantenimiento y, tras meter a Layla, paso rápidamente al interior.
Nos sumimos en la oscuridad cuando cierro la puerta tras nosotros. Layla se
aleja un paso de mí y choca con algo en el suelo. Todo sucede muy deprisa, pero
antes de que pueda mover un músculo, Layla suelta otro chillido y entonces su mano
choca con mi pecho. Me agarra de la camisa y acaba pegándose a mí.
Por un momento, ambos nos quedamos congelados. Layla se aclara la garganta
y retrocede. Levanto los brazos y, agarrándola por los hombros, la atraigo hacia mí.
—Deja de moverte. —Las palabras salen en un gruñido bajo—. Eres la peor
persona con la que esconderse.
Su cabello me hace cosquillas en la barbilla y mirar hacia abajo es
posiblemente lo peor que podría hacer, dadas las circunstancias, pero lo hago de
todos modos.
No puedo ver una mierda, pero el aliento que me recorre el rostro me dice que
Layla está levantando la vista y, con lo cerca que estamos, apenas estamos a un
centímetro de besarnos accidentalmente.
Suéltala.
Falcon.
Muévete hacia atrás.
Maldita sea.
Menta. ¿Acaba de lavarse los dientes?
Suavidad. Maldita sea mi vida. Saber que el calor que siento a través de nuestra
ropa procede de su cuerpo despierta una parte de mi cuerpo que no debería estar
38 despierta ahora mismo.
Una mezcla de flores y algo fresco llena mis fosas nasales.
—¿Falcon? —susurra. La oscuridad hace que mi nombre suene íntimo en sus
labios.
—¿Sí? —Y sueno ronco como los demonios.
—Creo que ya se han ido.
—Sí.
—Así que... ah... ya puedes moverte.
—¿Sí?
Siento como si me hubieran hechizado cuando mis ojos se adaptan a la
oscuridad y puedo distinguir su rostro.
A menos de un centímetro del mío.
Mis ojos encuentran los suyos, y sé que puede verme porque no aparta la
mirada sino que sus latidos se aceleran, golpeando contra mi pecho como si su
corazón intentara llegar al mío.
Todas las razones por las que esto sería una mala idea se desvanecen, dejando
solo un pensamiento: quiero besar a esta chica más que nada.
Layla

C
uando se inclina hacia mí, mis sentidos se ven abrumados por la forma
en que su aliento se abanica sobre mi frente y su cuerpo se aprieta
contra el mío. Hace que mi corazón lata sin control.
Mierda, no puedo enamorarme de él.
Apenas me he prevenido cuando su aliento sigue bajando hasta recorrer mis
labios, haciéndolos vibrar de vida.

39 El sentido común me susurra que dé un paso atrás, pero mi cuerpo se niega a


escuchar.
Noto el duro músculo del pecho de Falcon apretándose contra el mío, y me
hace sentir pequeña. No en el mal sentido, sino más bien en el femenino.
¿En qué demonios estoy pensando? Estamos hablando de Falcon Reyes.
Sus ojos encuentran los míos en la oscuridad, y eso solo hace que mi corazón
lata más rápido.
Por favor, no dejes que lo sienta. Por favor. Ugh, va a saber que me siento atra...
Mis pensamientos se detienen en seco cuando Falcon empieza a acortar
lentamente la ya pequeña distancia que nos separa.
¿Va a besarme?
¿Le gusto siquiera?
Estoy bastante segura de que me desprecia.
¿Verdad?
¿Quizás le gusto un poco?
De repente, la puerta se abre detrás de Falcon y entra luz en el armario.
Mis ojos se agrandan cuando veo lo cerca que estamos y, en lugar de apartarse,
Falcon me mira a los ojos.
—¿Señor Reyes? —La voz nos separa. Doy un paso atrás y, al chocar de nuevo
con el estúpido cubo, pierdo el equilibrio y caigo hacia atrás, solo para encandilarme
con un conjunto de estanterías.
Falcon me agarra del brazo y me empuja hacia delante mientras sale del
pequeño espacio. Ni siquiera se molesta en saludar al pobre conserje, que parece
sorprendido de encontrarnos en su armario de mantenimiento.
—Lo siento —le digo al hombre, antes de prestar atención a seguir el ritmo de
Falcon, que me agarra con fuerza de la mano para que no caiga de bruces a sus pies.
Estamos a medio camino de cruzar el césped cuando me doy cuenta de que los
demás estudiantes nos miran fijamente.
—Falcon, la gente nos mira —siseo mientras tiro hacia atrás contra su agarre.
Mis palabras lo hacen detenerse y, cuando afloja el agarre, consigo soltar el
brazo.
Al ver la intensa mirada de Falcon, aparto rápidamente la vista, no dispuesta a
enfrentarme a lo que estuvo a punto de ocurrir entre nosotros.
—Tengo que irme. —Con un gesto a medias, me alejo corriendo de él, para
40 que no tenga tiempo de decir algo que quizá no esté preparada para oír.

Después de estar atrapada en el armario de mantenimiento con Falcon, he


tenido un ligero ataque al corazón cada vez que mi teléfono emitía un pitido.
Me toma desprevenida la atracción que siento, y eso solo hace que sentirme
incómoda con Falcon. Dejando escapar un suspiro, tomo el teléfono y, cuando veo el
nombre de Falcon en la pantalla, mi corazón se acelera de inmediato.
Un miserable quejido se escapa de mis labios mientras pulso el mensaje.
Hay un mensajero en el vestíbulo con un documento para mí. Fírmalo y
llévelo a mi suite.
—Tienes que estar bromeando. —Me levanto enojada y salgo de mi habitación.
Cuando veo al mensajero, le pregunto—: ¿Tiene un paquete para Falcon Reyes?
El hombre me mira y luego baja la vista hacia el sobre.
—Sí.
—Firmaré por ello.
Cuando termino, veo al tipo marcharse y me dirijo malhumorada hacia los
ascensores.
—Acaba de una vez. En algún momento tendrás que enfrentarte a él. —Las
puertas se abren con un ping y entro.
Para cuando salgo al piso de arriba, ya he tomado la decisión de dejar el sobre
delante de su puerta y salir corriendo.
No tengo suerte, porque antes de llegar a la suite de Falcon, la puerta se abre.
Solo me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración cuando Lake sale al
pasillo.
—¡Lake! —Corriendo hacia delante, le pongo el sobre en las manos—. Dáselo
a Falcon. Dáselo a Falcon.
Me giro para escapar rápidamente, pero Lake me agarra del hombro.
—Espera. Solo va a firmarlo y luego tienes que entregarlo.
—¿Entregarlo? —repito, sin que me guste nada cómo suena eso. Llevo unos
pantalones cortos y una camiseta, no estoy vestida para entregar nada.
Lake me devuelve el sobre a las manos y me sonríe antes de dejarme frente a
la puerta abierta.
—No tengo todo el día, Layla. —Oigo que me llama Falcon desde dentro, y
resisto el impulso de sacar el labio inferior porque ahora mismo me da mucha pena.
41 Me aguanto, entro en la suite y parpadeo ante tanto lujo. Joder, su habitación
hace que la mía parezca el cuarto de la criada.
Me siento muy mal vestida mientras camino lentamente hacia donde Falcon
está sentado en un sofá.
—Voy a firmar la maldita cosa ahora. Si es tan urgente, deberías haberlo traído
tú mismo —suelta, y solo entonces veo que está al teléfono.
Con una mirada oscura, Falcon me tiende la mano. Empiezo a ponerle el sobre
en la mano cuando se echa hacia atrás y, pellizcándose el puente de la nariz, gruñe:
—Abre el maldito sobre y entrégame el documento.
Nunca lo había visto tan frío y enfadado. Normalmente lo mandaría al infierno,
pero decido ir a lo seguro y morderme la lengua. Saco la hoja de papel del sobre y
se la doy.
Mientras él lo lee, yo aprovecho para mirar por los enormes ventanales las
preciosas vistas del exterior.
—Julian. —La voz de Falcon está llena de hielo, y hace que un escalofrío recorra
mi cuerpo—. Sobre mi cadáver firmaré esto.
Empiezo a acercarme lentamente a la puerta, no sé si debería estar escuchando
esta conversación.
No sé qué dice Julian, pero Falcon se levanta del sofá.
—Bueno, entonces tendrás que acostumbrarte a verme en futuras reuniones de
la junta porque el infierno se congelará antes de que te dé un poder notarial sobre
mis acciones. —Suelta un gruñido furioso y lanza su teléfono en mi dirección. El
aparato pasa volando a mi lado como un misil térmico y se hace añicos al estrellarse
contra la pared.
Con el susto en el cuerpo, miro fijamente a Falcon antes de que finalmente
consiga mirar hacia donde yacen los trozos del teléfono en el suelo.
Falcon respira hondo un par de veces y, al mirarme, su rostro se llena de
comprensión.
—Mierda, lo siento, Layla.
Hay un momento y un lugar para todo, y mi instinto me dice que ahora no es el
momento de empezar una pelea con Falcon. Se disculpó, y está claro que está
estresado.
—Me voy si no necesitas nada más —digo, con la voz tensa por toda la tensión
que hay en la habitación. Me acerco un paso a la puerta y por un momento parece que
Falcon quiere decir algo más, pero en lugar de eso se limita a asentir.
Salgo corriendo de la habitación y me pongo la mano sobre el corazón.
—Me pregunto qué habrá sido eso —susurro mientras entro en el ascensor.
42

Han pasado dos días desde el casi beso, y un día desde que casi me golpea el
teléfono de Falcon, y tengo que admitir que me siento estresada por todo.
No me cuesta mucho esfuerzo evitar a Falcon, y creo que la razón es que él
también me evita a mí. Por alguna extraña razón la idea de que Falcon me evite
apesta.
Inquieta por todo lo ocurrido en los últimos días, decido ponerme las zapatillas
y salir a correr. Correr siempre me ayuda a recuperar el equilibrio.
Vestida con mi ropa de correr, me dirijo hacia el sendero, que comienza detrás
del restaurante del campus. Aún no he tenido mucho tiempo para explorar, y mientras
mis pies golpean con fuerza sobre un puente de madera, una sonrisa empieza a
dibujarse en mis labios. Todos los árboles y arbustos bañan el sendero de un verde
intenso, que hace que el aire parezca más fresco.
Subo por el sendero hasta llegar a un mirador con una vista impresionante del
paisaje circundante. Me tomo un momento para estirarme y disfruto de la vista.
Esto es lo que necesitaba. Voy a convertirlo en parte de mi rutina diaria a partir
de ahora.
Hipnotizada por la naturaleza, pienso en la conversación que oí ayer. Falcon
debe de estar sometido a mucha presión. Hasta que vi esa faceta suya, siempre pensé
que no era más que otro de los estudiantes mimados, pero ¿reuniones de la junta?
¿Poderes?
Estoy bastante segura de que Julian es su hermano mayor. Mamá mencionó el
nombre antes. No parecía que hubiera amor entre ellos.
La tristeza se cuela en mi corazón por Falcon.
¿Qué tipo de vida lleva realmente?
Al venir a esta escuela, lo único que veía era la riqueza en la que habían nacido
los demás alumnos.
Sí, puede que los hayas juzgado con demasiada dureza.
¿Podría? ¿Un poco?
Niego ligeramente con la cabeza, decepcionada conmigo misma.
Papá siempre decía que el dinero es la raíz de todos los males, y solo ahora
empiezo a comprender el verdadero significado de esas palabras. Estos estudiantes
no tienen la libertad que yo tengo. Tienen que actuar de cierta manera que es
aceptable para las normas de su nivel de riqueza.
Es muy triste. ¿De qué sirve tener tanto dinero si no puedes disfrutar de la vida?
Suelto un suspiro y me propongo juzgar menos y comprender más.
43 Miro el reloj y veo que llevo aquí casi una hora. Me estiro una vez más para
calentar los músculos y empiezo a trotar de vuelta al campus.
Al llegar a una curva, veo a Grayson parado a la izquierda y me muevo hacia el
lado derecho del sendero para poder trotar a su lado. El momento de paz que acabo
de tener se ve empañado por una sensación irritante que siempre tengo cuando veo
al tipo. Aparte de que se me echa encima cada vez que puede y me saca de quicio,
no puedo decir que haya nada que me guste de él.
—Eh —me dice cuando estoy a punto de pasar a su lado.
—Eh —murmuro, sin apartar los ojos del camino. Lo último que quiero es darle
un motivo para entablar conversación conmigo.
Para mi consternación, se pone a mi lado.
—No todos los días te tengo a solas.
Hago caso omiso de sus palabras, esforzándome porque no se me note la
irritación en el rostro.
Me agarra del antebrazo y no tengo más remedio que detenerme cuando tira
de mí.
—Sabes, para ser de primer año, tienes mucha actitud.
Aprieto la mandíbula para no replicar: Para estar en el último curso te crees con
derecho a muchas libertades. En lugar de eso, suelto el brazo y digo:
—Tengo tareas pendientes, así que tendrás que disculparme.
Doy un paso adelante, pero me detengo cuando Grayson se mueve para
bloquearme el paso.
Mi paciencia empieza a evaporarse y mi enfado aumenta.
—Realmente no tengo tiempo para esto, así que voy a ser franca. No me
interesas de ninguna manera.
Cuando intento rodearlo, iguala mi paso hacia la izquierda, bloqueándome de
nuevo.
—No te he preguntado si estás interesada en mí. —El tono herido de su voz
contradice sus palabras.
Él da un paso adelante, acortando algo la distancia que nos separa, pero yo doy
uno hacia atrás, lo que hace que un ceño se frunza en su frente.
—Voy de caza con mi padre —me dice al azar, y tardo un momento en entender
lo que está diciendo—. ¿Quieres saber qué es lo más emocionante?
—No me interesa —repito mis palabras de antes.
—La caza. —Continúa. Las comisuras de sus labios se vuelven hacia abajo en
una mueca altiva que me eriza los pelillos de la nuca—. No hay nada como la emoción
44 de una persecución y que me hagas perseguirte solo me lo recuerda.
—No te estoy obligando a hacer nada. En serio, no me hago la difícil. No. Estoy
.Interesada. En. Ti —enuncio las palabras. Joder, nunca había conocido a alguien con
la piel tan gruesa.
Su mano se introduce entre nosotros y, rodeándome la nuca con los dedos, me
acerca.
Queso. Comió queso en el almuerzo.
El olor de su aliento me revuelve el estómago.
—Imposible —susurra, y cuando el azul de sus ojos se oscurece hasta
convertirse en medianoche, siento que una sensación de aprensión se desliza por mi
espina dorsal—. Las chicas como tú nunca dicen que no a alguien como yo.
—¿Chicas como yo? —Ofendida, escupo las palabras.
—Todas quieren probar a un hombre que está muy por encima de sus
pequeñas vidas de mierda.
Joder, este tipo es engreído y ególatra hasta el punto de resultar ridículo.
Empieza a inclinarse como si fuera a besarme, lo que hace que mi autodefensa
se active. Pongo las manos entre los dos y le empujo el pecho mientras me muevo
hacia un lado para liberar mi cuello de su agarre. Solo cede un par de centímetros,
pero entonces noto que sus músculos se tensan bajo mis palmas y, apretándome la
nuca, me atrae hacia él hasta que su boca choca con fuerza contra la mía.
Hay un momento en cada situación en el que te das cuenta de tu error: ni
siquiera debería haber hablado con este tipo porque es de los que tergiversan tus
palabras para convertirlas en lo que él quiere oír y creer.
Sabiendo que las cosas están a punto de irse de las manos, y que no puedo
estar sola en el bosque con este asqueroso, empujo tan fuerte como puedo mientras
alejo mi cuerpo del suyo.
Consigo zafarme de su agarre e intento zafarme, pero me agarra de la camiseta
y, mientras me tira hacia él, oigo cómo se me rasga la manga.
¡Bastardo!
—¿Cuál es tu maldito problema? —le digo bruscamente. Me agarra el brazo
con tanta fuerza que solo consigo hacerme daño cuando intento soltarlo—. Me haces
daño, Grayson. Suéltame.
Inclinando la cabeza hacia la derecha, sus ojos se entrecierran sobre mí.
—¿Crees que estás en posición de decirme lo que tengo que hacer? Debe de
ser verdad —dice negando con la cabeza.
—¿Qué? —casi gruño al mundo porque estoy perdiendo seriamente los nervios
45 con este imbécil.
—Que las rubias son tontas. —La mueca de su rostro se acentúa, solo para darle
un aire más arrogante.
Como si eso fuera posible.
Harta de este canalla, intento separar sus dedos de mi brazo con la mano
derecha y, como no lo consigo, solo consigo que se ría, le clavo las uñas en la piel.
—Maldita —suelta un chasquido, pero al menos sus dedos se sueltan, y yo
aprovecho el momento para poner tanta distancia entre nosotros como puedo.
Trotando por el sendero, solo soy consciente de que tengo que volver al campus, sin
tiempo para pensar en mis emociones o en lo que acaba de pasar.
Estoy tan enloquecidamente concentrada en correr tan rápido como puedo que
suelto un grito cuando Grayson se abalanza sobre mí por detrás.
Mierda, es más rápido que yo.
Me abraza por detrás y me arrastra fuera del sendero. Arrastrada hacia atrás,
siento como si el bosque me tragara entera mientras los árboles se cierran a mi
alrededor.
Oh, Dios. Esto es malo. Realmente malo.
Empiezo a forcejear en su agarre, haciendo todo lo posible por lanzar mi
cuerpo hacia delante, hacia donde está el sendero. No puedo dejar que me arrastre
hacia el bosque. Solo Dios sabe lo que pasará entonces.
Mientras forcejeo, golpeo accidentalmente la parte posterior de mi cabeza
contra su barbilla, pero funciona porque sus brazos aflojan su agarre sobre mí y
consigo lanzarme hacia delante.
Mi respiración estalla sobre mis labios secos, quemándome la garganta
mientras mi corazón late como loco en mi pecho.
¡Corre, Layla!
Mi voz interior, presa del pánico, me espolea mientras me precipito sobre el
inestable suelo esquivando árboles.
Las raíces me frenan y, sintiéndome frenética y angustiada, se me escapa un
grito cuando Grayson me agarra de la coleta.
—Te estás buscando problemas —gruñe mientras me arrastra hacia atrás.
Tropiezo y me estrello contra el duro suelo. En cuestión de segundos, Grayson
está encima de mí, haciendo que el miedo explote por todo mi cuerpo. Me inmoviliza
con su peso, me agarra de la camiseta y me la rompe por delante, dejando al
descubierto parte de mi sujetador deportivo. Su boca se acerca brutalmente a la mía
y, sin pensármelo dos veces, le hundo los dientes en el labio inferior. Obtengo la
reacción deseada y él se aparta.
Se pasa el pulgar por la piel rota y mira la sangre del dedo.

46 —Zorra, ¿de verdad me has mordido?


—Estás enfermo —grito enfadada mientras me arrastro lejos de él. Me pongo
en pie cuando me agarra por el hombro. El miedo y la ira se arremolinan en mi
interior, creando una vertiginosa tormenta de emociones. Levanta la mano y, antes de
que me dé cuenta, la piel húmeda de su palma choca con mi mejilla.
Oigo la bofetada, pero tardo un instante en sentir el escozor extenderse por un
lado de mi rostro.
Un momento de estupor en el que se agarra a la parte delantera de mi camiseta
rota mientras vuelve a levantar la mano.
Pero es solo un momento que es rápidamente apartado por una rabia que nunca
antes había sentido.
Me abofeteó.
Al ver rojo, levanto la rodilla entre los dos. Cuando choca con su ingle, siento
que parte de la vulnerabilidad que me hizo soportar da paso al coraje y la
determinación de salvarme.
Se agacha y se lleva las manos a la ingle, dejando escapar un gemido de dolor.
—No vuelvas a tocarme —siseo enfurecida antes de darme la vuelta y
emprender rápidamente el camino de vuelta al sendero.
Cuando llego al sendero, oigo sus pasos crujir justo detrás de mí, y eso solo me
anima a empujar con más fuerza. Justo antes del puente que lleva a la parte trasera
del restaurante del campus, oigo rugir a Grayson:
—¡Vas a pagar por eso!
Su mano me golpea la nuca y, al perder el equilibrio, me empuja hacia delante,
haciéndome caer de rodillas. El impacto me sacude el cuerpo y me quema donde me
ha arrancado la piel de mis rodillas.
Antes de que consiga levantarme, Grayson me agarra de la coleta y, tirándome
hacia un lado, su puño conecta con mi mandíbula, justo debajo de la oreja. Un
zumbido me llena los oídos y un dolor agudo me atraviesa la cabeza.
Aturdida, un sentimiento desesperado me penetra en el alma.
Levántate y huye.
Las palabras dan fuerza a mis piernas y, mientras me empujo hacia arriba,
arremeto a ciegas, arañando cada superficie de piel expuesta que encuentro. A mitad
de camino, Grayson me da un cabezazo. El impacto solo me aturde aún más, pero me
niego a ceder al frenético terror que se arremolina en mi pecho.
Mientras arremeto repetidamente, golpeando y arañando a Grayson, me siento
animal. Siento la necesidad de infligirle tanto dolor como él me ha infligido a mí.
Quiero que sienta el mismo miedo y la misma vulnerabilidad que él me hizo sentir al
intentar usar su fuerza de hombre contra mí.
Nunca pensé que sería este tipo de persona.
47 Yo solía ser el tipo de chica que corre a saltar sobre su cama después de apagar
la luz.
Yo solía ser el tipo de chica que huye de una avispa mientras chilla “tú ganas...
tú ganas”.
Asqueada por lo que está ocurriendo, empujo a Grayson con brusquedad y
echo a correr. Empujo hacia delante y solo siento una pizca de tensión brutal cuando
me acerco a los dormitorios.
—¡Layla! —La voz de pánico de Kingsley penetra a través de la conmoción, el
miedo y la rabia enloquecedora en la que estoy sumida, y actúa como un interruptor
que me drena al instante todas mis fuerzas.
Me tiemblan las piernas al aminorar la marcha y, cuando me detengo, alargo la
mano y me agarro a los hombros de Kingsley para no caer al suelo. Las lágrimas me
queman el fondo de los ojos y empiezo a temblar como si me estuviera congelando.
—¿Qué demonios ha pasado? —pregunta, con la sangre escurriéndose de sus
mejillas siempre sonrosadas.
Abro la boca, pero en lugar de palabras solo sale un sollozo. Kingsley me
estrecha contra ella y, cuando sus brazos me rodean con fuerza, dejo caer las
lágrimas. Después del horrible encuentro con Grayson, por fin siento algo de
seguridad en sus brazos.
—¡Te voy a demandar, maldita sea! Mira lo que me has hecho en la cara. —El
rugido de Grayson detrás de mí hace que el pánico y el miedo vuelvan a inundar mis
venas.
Suelto a Kingsley y miro por encima del hombro mientras me lanzo hacia la
izquierda y entro en Hope Diamond para ponerme a salvo en mi habitación, pero
acabo chocando con otra persona.
—¿Layla? —suena distante la voz de Lake.
Debe ser la angustia que me marea. No creo que pueda luchar por mucho más
tiempo.
Ese pensamiento hace que un sentimiento de impotencia inunde mi corazón.
De algún modo, consigo concentrarme en el rostro que tengo delante. Veo los
suaves ojos marrones y contrastan totalmente con los azules que me perseguirán en
mis pesadillas a partir de ahora.
Me agarro a la camisa de Lake y fuerzo las palabras para superar el nudo de
miedo que tengo en la garganta:
—Ayúdame.
Sintiéndome agotada de todas mis fuerzas, necesito a alguien más fuerte que
yo, y espero en Dios que Lake sea ese alguien.
Lake me lleva las manos al rostro y, acunando mis mejillas, se inclina para
48 mirarme. Sus ojos se llenan de preocupación al verme demacrada.
—¿Qué ha pasado? —Veo las palabras formarse en los labios de Lake, pero no
puedo oírlas más allá del zumbido de mis oídos cuando la conmoción de la terrible
experiencia empieza a hacer mella en mí.
Permaneciendo cerca de Lake, me giro para poder apuntar con un dedo
tembloroso hacia el exterior. Cuando veo a Kingsley gritándole a Grayson, me siento
culpable.
La dejé ahí fuera con él.
Lake se aparta de mí y eso arranca un sollozo quejumbroso de mi ardiente
pecho. El temblor de mi cuerpo aumenta incontrolablemente mientras mis ojos
permanecen pegados a Lake, que corre hacia Kingsley.
Cuando el puño de Lake hace que la cabeza de Grayson se eche hacia atrás, mi
visión empieza a nublarse. Agotada hasta la médula, las últimas fuerzas se
desvanecen de mis piernas.
Mientras la oscuridad se apodera de mí, unos brazos me rodean y evitan que
caiga como una tonelada de ladrillos.
Falcon

—¿H
as vuelto a saber algo de Julian? —pregunta Mason
mientras bajamos en el ascensor.
Las puertas se abren mientras respondo:
—No. Aún no puedo creer que pensara que le
daría un poder sobre mis acciones.
49 —Sí, fue un movimiento audaz.
Al entrar en el vestíbulo, veo a Lake hablando con alguien.
—Va a llegar tarde a la cena con sus padres —le comento. Lake salió de la suite
diez minutos antes que nosotros para acudir a su cita habitual de los miércoles para
cenar. Me sorprende encontrarlo todavía aquí porque nunca hace esperar a sus
padres. Lake se lanza hacia delante y empieza a trotar.
Sí, lleva tu trasero al restaurante.
El pensamiento se congela en mi mente cuando mis ojos se posan en el rostro
manchado de lágrimas de Layla. Su cuerpo se estremece con cada sollozo que sale
de ella.
¿Qué demonios?
Tiene el cabello revuelto y la camiseta blanca y azul rasgada por delante. Tardo
un momento en procesar lo que estoy viendo.
Moretones rojos en su rostro demasiado pálido.
Ojos muy abiertos, desenfocados y desorbitados por el pánico.
Hojas en su cabello.
Rasguños por todas las piernas.
Mis ojos recorren su cuerpo, y con cada magulladura y salpicadura de sangre
que capto, crece en mi interior una ira despiadada.
De algún modo, consigo avanzar para llegar hasta ella. Se aparta de mí con
dificultad y la alcanzo justo a tiempo, cuando sus piernas ceden. La rodeo con mis
brazos por detrás y la sujeto para que no caiga al suelo.
Mis ojos se encuentran con los de Mason antes de que ambos miremos hacia
donde Lake está golpeando a Grayson.
—La tengo. Ve a ayudar a Lake. —Las palabras suenan raras, como si no fuera
mi voz la que sale de mis labios.
Mientras Mason corre hacia las puertas, aflojo un poco el agarre para poder
moverme alrededor de Layla. Inclino la cabeza hacia un lado e intento verla mejor,
pero tiene el cabello revuelto y le oculta el lado izquierdo del rostro.
—¿Qué ha pasado? —pregunto, y acercando una mano para apartarle el
cabello, me quedo helado cuando se sobresalta.
La gravedad del momento me golpea justo en las tripas, haciendo que sienta
como si la respiración se me atascara en la garganta. He vivido una vida protegida y
nunca antes había tenido que enfrentarme a algo así. No tengo ni la más maldita idea
de cómo manejar esta situación. Las emociones empiezan a intensificarse en lo más
profundo de mi corazón, desde la protección hasta la preocupación.
50 Lucho por mantener la calma y estoy a punto de volver a preguntar cuando sus
ojos se centran en mi rostro. Se le escapa un sollozo:
—Falcon.
Esta vez más despacio, subo una mano y le paso suavemente las hebras salvajes
por detrás de la oreja. Al ver el otro moretón en su mandíbula, mi ira aumenta
rápidamente.
Asumiendo que Grayson tiene algo que ver con esto, pregunto:
—¿Grayson...? —La rabia me hace sonar furioso y, como no quiero asustar más
a Layla, me aclaro la garganta antes de susurrar—: ¿Grayson te ha hecho esto?
Empieza a asentir, pero antes de que pueda responderme, un alboroto detrás
de nosotros la asusta. Me agarra de la chaqueta y se me echa encima, escondiéndose
tras la escasa protección que le ofrece la tela. Su reacción hace que mi lado protector
explote como nunca antes. Una puerta se cierra detrás de nosotros y Layla vuelve a
sobresaltarse. Le paso el brazo izquierdo por los hombros y el derecho por detrás de
la cabeza, para que se sienta segura entre mis brazos.
Miro hacia atrás para ver qué demonios está pasando. Mason empuja a Grayson
hacia delante, haciéndole caer de rodillas sobre el suelo de mármol. Grayson se pone
rápidamente en pie y se aleja de Mason mientras lucha por sacar su teléfono del
bolsillo.
—Voy a presentar cargos contra ti —se atreve a amenazar Mason.
Estoy acostumbrado a ver a Mason fuera de control, pero cuando Lake se
acerca a Grayson y le planta cara, la sorpresa me invade.
—¿Quieres presentar cargos? ¡Tú no eres la maldita víctima aquí!
Grayson usa la palma de la mano para limpiarse parte de la sangre del corte
que tiene sobre el ojo izquierdo.
—¡Me ha mordido, demonios! —ruge, con las venas abultadas en el cuello.
Señalándose el rostro con un dedo tembloroso, continúa despotricando—: ¡Mira los
arañazos! Si me deja cicatrices, ella pagará la maldita factura.
—¿Qué has hecho para que te muerda y te arañe? —grita Kingsley, con las
mejillas teñidas de rojo y las manos temblorosas. Nunca había visto a Kingsley tan
alterada.
—No hice nada. La perra está loca. Esto es lo que pasa cuando permites a los
malvivientes entrar en Trinity.
Vuelvo a mirar a Layla y algo en mí cambia cuando se encoge más cerca de mí.
Llevo mis manos a sus hombros e intento tirar de ella un poco hacia atrás.
—Layla, dime qué ha pasado.
51 Niega con la cabeza y vuelve a arrimarse a mi pecho. Sin volverme para mirar
a Grayson, porque sé que voy a perder los nervios y a matarlo a golpes, gruño:
—Conténganlo en la suite. Me encargaré de él cuando me haya ocupado de
Layla.
Con la necesidad de poner distancia entre nosotros y Grayson, me agacho y,
colocando un brazo bajo sus piernas y otro detrás de su espalda, la levanto.
—Kingsley, abre la puerta de Layla por mí.
Kingsley me rodea para recuperar la tarjeta del bolsillo de Layla. Tiene que
pasarla dos veces antes de abrir la puerta. Entro y me dirijo al sofá. Dejo a Layla en el
sofá y miro a Kingsley, que está cerrando la puerta.
—Llama a un médico.
La palabra doctor llama la atención de Layla porque empieza a negar con la
cabeza.
—No doctor. No estoy herida.
Agachado frente a ella, casi le pongo una mano en la rodilla magullada, pero
me detengo justo a tiempo. Necesitado de tocarla de alguna manera, dejo que mi
brazo descanse en el sofá junto a su pierna.
—¿No estás herida? —pregunto incrédulo—. Layla, necesitas atención médica.
O viene el médico o te llevo al hospital.
Sus ojos se clavan en los míos.
—Ningún hospital. Mi madre no puede saberlo.
—Podemos hablar de eso más tarde —digo para tranquilizarla y le doy un
suave apretón en la cadera—. Haz la llamada, Kingsley —ordeno mientras saco mi
propio teléfono del bolsillo. Saco el número de Lake y espero a que lo tome—.
Asegúrate de que Mason no mate al cabrón —digo.
—Eso hiere gravemente mis sentimientos —responde Mason, haciéndome
fruncir el ceño.
—¿Dónde está Lake?
—Dándole una paliza a Grayson.
—Maldita sea, Mason, sepáralos —solté—. Llama al padre de Lake.
Necesitamos a un legal aquí para que se encargue de este maldito lío.
—Lo estoy llamando ahora, para que no tenga que lidiar con un caso de
asesinato.
No puedo culpar a los chicos. Si tuviera que ver a Grayson ahora, pronto estaría
enfrentando cargos por asesinato.
Después de llamar al médico, Kingsley viene a sentarse junto a Layla, y odio
52 alejarme de ella, pero Kingsley sabrá mejor cómo manejar la situación.
Tomo asiento en el lado opuesto de la mesa de café. Kingsley rodea a Layla con
los brazos mientras mis ojos saltan de un moretón a otro.
¿Qué pasó entre ella y Grayson?
Oscuros pensamientos comienzan a abrirse paso en mi mente, haciéndome
rechinar los dientes. Sé qué tipo de persona es, lo que solo hace que las imágenes de
mi mente se descontrolen.
—Layla. ¿Gray...? —Mi voz suena ronca por el pavor que teje una telaraña
alrededor de mi corazón. Al no ser capaz de decir las palabras exactas que estoy
pensando, intento ser sensible con mi enfoque—. ¿Te forzó?
Mi pregunta hace que la conmoción recorra la habitación. Kingsley se echa
hacia atrás y sus ojos se amplían de horror al saltar sobre el rostro de Layla.
Los movimientos de Layla son espasmódicos, se lleva las manos al pecho y,
agarrando la camiseta rota, intenta cubrirse.
La última vez que sentí este tipo de emoción fue en el funeral de Jennifer. Ver el
dolor de Mason por la pérdida de su hermana hizo que se me partiera el corazón por mi
amigo.
Con los tortuosos escenarios inundando mi mente, y el estado traumatizado de
Layla, el impulso de golpear algo es abrumador.
Me levanto, rodeo la mesa y vuelvo a agacharme frente a Layla. Coloco las
manos a ambos lados de ella e intento captar su mirada mientras le pregunto:
—¿Lo hizo?
Sus ojos bailan desorbitados sobre mi rostro y niega con la cabeza.
—No. —Agarra con más fuerza los trozos de su camiseta.
Siento cero alivio después de oírla decir que no, y eso me agita. Miro a Kingsley
y le pregunto:
—¿Por qué tarda tanto el doctor?
—Lo volveré a llamar. —Kingsley se levanta corriendo hacia la puerta. Cuando
sale al vestíbulo, ocupo el lugar que ella ha dejado libre. Con cuidado, paso el brazo
por los hombros de Layla, y cuando se vuelve hacia mí y apoya la frente en mi
hombro, siento un ligero alivio.

Después de que el médico atienda a Layla, le da algo para ayudarla a calmarse.


—¿Puedo ducharme? —pregunta al médico justo cuando llaman a la puerta. Me
levanto, abro la puerta y mis ojos se posan en el señor Cutler. Por primera vez esta
53 noche, siento que la tensión se alivia en mi interior.
—Sí, puedes bañarte o ducharte. Te dejaré la pomada. Vuelve a aplicársela
cuando termine —responde el médico.
El señor Cutler entra en la habitación y, cuando Kingsley empieza a ayudar a
Layla a levantarse del sofá, menciona rápidamente:
—Antes de que te duches, tenemos que tomar fotos.
Los ojos de Layla me miran a mí y al señor Cutler, lo que me lleva a
presentarlos.
—Este es el señor Cutler. Es el padre de Lake.
El escaso color que Layla ha conseguido recuperar desaparece de su rostro.
Parece muy incómoda y se envuelve el cuerpo con la manta que Kingsley le había
traído antes.
—Lo siento, señor Cutler. No deberían haberlo llamado.
—Tonterías, señorita Shepard. —Se acerca a ella y, tomándola de la barbilla, le
mira los moretones del rostro—. Siempre supe que el chico Stateman era
problemático. ¿No te advertí que no lo dejaras ir a Trinity?
—Sí, señor.
Tomando su bolso, el médico dice:
—Ahora me voy.
—Gracias por tomar la llamada de emergencia —menciono mientras le dejo
salir antes de cerrar la puerta tras él.
—Entiendo que ha tenido una noche bastante traumática, pero necesito tomar
fotos, señorita Shepard. Si esto va a juicio, necesitamos todas las pruebas que
podamos conseguir.
—¿Pruebas? —Los ojos de Layla empiezan a brillar con lágrimas, y
rápidamente corro a su lado.
—No habrá juicio. Lo prometo.
—¿Pero fotos? —Niega con la cabeza, con aspecto totalmente agotado de su
lucha por la vida—. No quiero pruebas de lo que ha pasado hoy.
—Señorita Shepard, nadie verá las fotos a menos que vayamos a juicio.
Una lágrima resbala por su mejilla y, levantando la mano, se la limpio con el
pulgar. Layla me mira a los ojos y la mirada suplicante que me dirige casi me rompe
el corazón.
—No quiero que mi madre lo sepa. Si esto sale a la luz, tengo miedo... —traga
con fuerza la emoción antes de continuar—, esto podría poner en peligro su carrera.
Arrastrará a CRC al lío, y no puedo permitirlo. Será un frenesí mediático.
Llevo mis manos a su rostro, le acaricio las mejillas y mantengo la mirada fija
54 en ella.
—Nunca saldrá.
—Pero Grayson… —Empieza a discutir, pero la corto.
—No te preocupes por Grayson. Yo cuidaré de él. Sé que ahora es difícil, pero
intenta confiar en mí.
Tras un par de segundos, se humedece los labios y luego dice:
—Solo daré mi consentimiento para las fotos si se hacen con mi teléfono y las
conservo. Lo siento, necesito saber que nadie más tiene acceso a ellas.
Miro al señor Cutler para ver qué opina, pero en lugar de discutir con Layla,
añade:
—Recoge todas las hojas y mételas en una bolsa con todo lo que llevas puesto
ahora mismo.
—De acuerdo —responde rápidamente Layla, con el alivio suavizando las
arrugas de su frente.
Respirando hondo, el señor Cutler empieza a caminar hacia la puerta.
—Vamos a tratar con el señor Stateman. —Se detiene de repente y mira hacia
Layla—. Por desgracia, la vida está llena de degenerados como Grayson. Lamento
que te haya ocurrido esto en la Academia Trinity.
Le doy un apretón en el hombro a Layla y luego tomo la tarjeta de la mesita.
—Me llevo la tarjeta. Volveré en cuanto se solucione el problema.
—Gracias. —Las palabras son suaves, pero la mirada de agradecimiento en el
rostro de Layla hace que cada momento desagradable merezca la pena.
Al entrar en la suite que comparto con Mason y Lake, mis ojos se clavan en
Grayson, que está sentado en el sofá. Cuando ve al señor Cutler, se levanta
rápidamente.
—Señor Stateman —dice el señor Cutler, con voz gruesa de desaprobación. Se
acerca a la mesa del comedor, coloca su maletín sobre ella y la abre—. Vamos, tome
asiento.
Mientras Grayson hace lo que se le ordena, el señor Cutler mira a Lake.
—¿Estás bien, muchacho?
Lake se mira las salpicaduras de sangre de las manos y, echándoselas a la
espalda, asiente.
—Gracias por venir, papá.
El señor Cutler mira a Mason.
—Para variar, yo soy el bueno —bromea Mason, lo que me hace negar con la
55 cabeza. Confía en Mason para decir algo así en un momento como este.
—El infierno se va a congelar, y yo esperaba jubilarme en un lugar cálido, así
que no le demos más vueltas a lo de que eres bueno —bromea el señor Cutler, y eso
ayuda a aliviar la tensión en la sala.
Aclarándose la garganta, Grayson vuelve a centrar la atención en sí mismo.
—Señor Cutler, sé que esto pinta mal, pero le agradecería que escuchara mi
versión de la historia.
El señor Cutler saca un documento de su maletín y lo deja delante de Grayson.
—Señor Stateman, si deseas contar con representación legal, te recomiendo
que los llames ahora.
—¿Representación legal? —pregunta Grayson, y sus ojos se clavan en el
documento—. ¿Acuerdo de confidencialidad?
Voy a ponerme al lado del señor Cutler, para que la mesa quede entre Grayson
y yo, porque es difícil hablar con el cabrón y no poder matarlo.
—Después de firmar el acuerdo de confidencialidad, abandonará el campus
inmediatamente y no volverá a poner un pie aquí. —Es la única opción que le doy.
Grayson se levanta disparado de la silla, pero da un respingo de dolor al
agarrarse el costado.
—¿Por qué tengo que ser yo quien se vaya?
—Si no lo haces, filtraré tu sucio secretito a todos los medios de comunicación
del país —lo amenazo. Las imágenes que tengo de Grayson drogándose con una
menor de edad serán suficientes para dañar el nombre de su familia, si no arruinarlo.
—¿Nadie se va a molestar en escuchar mi versión de la historia? ¿Van a creer
lo que ella diga?
La mirada ofendida de Grayson me hace rechinar los dientes mientras me
inclino hacia delante. Pongo las manos sobre la mesa y no oculto mi odio hacia ese
cabrón.
—Esto no es una audiencia, y yo no soy un juez. No me importa tu versión. Firma
el formulario y sal de nuestra propiedad antes de que pierda la poca paciencia que
me queda.
—Vaya. —Dándome una mirada oscura, Grayson extiende la mano—. Dame un
bolígrafo.
El señor Cutler saca un bolígrafo del bolsillo interior de su chaqueta y, mientras
lo coloca sobre la palma de la mano de Grayson, dice:
—No estoy seguro de lo que los chicos tienen contra ti, pero como ha dicho
Falcon, esto no es una audiencia. Estas prevenido, señor Stateman. Un paso en falso
por tu parte y tendremos nuestro próximo encuentro en el tribunal.
Grayson al menos tiene la decencia de parecer escarmentado, pero entonces
56 sabe que no tiene ninguna posibilidad contra nosotros. Firma el documento antes de
dejar caer el bolígrafo sobre él.
—Si me voy, quiero el video —se atreve a exigirme.
—No estás en posición de exigir nada —lo corto. Tomo el documento y se lo
entrego al señor Cutler—. Muchas gracias por venir. Permíteme acompañarte.
—Hijo mío, llama a tu madre. Solo dejará de preocuparse cuando sepa de ti —
le dice el señor Cutler a Lake mientras cierra su maletín.
—La llamaré ahora mismo —contesta Lake, y empieza a ir su teléfono, que está
sobre la mesita.
—Lávate las manos primero —ordena el señor Cutler mientras sacude la
cabeza.
—Ah... sí. —Lake se apresura al baño.
Mason da un paso más cerca de Grayson.
—¿Tengo el honor de escoltarlo fuera de la propiedad?
—Dios mío. —Suspira el señor Cutler—. Me duele saber que nuestro futuro está
en tus manos, Mason. Solo puedo imaginarme cómo serán las reuniones del consejo.
Acompáñame fuera y deja que Falcon se encargue del problema.
Mason corre al lado del señor Cutler y le pasa un brazo por los hombros.
—Admítelo, estás deseando que me incorpore a las reuniones de la junta. Voy
a animar el lugar.
—Como un cartucho de dinamita en un gallinero.
Espero a que salgan de la suite y me dirijo a Grayson.
—Tienes diez minutos.
—¿O qué? Me tomaré mi maldito tiempo —se burla—. Lo que he dicho iba en
serio. Quiero ese video.
Cierro los ojos un momento e intento no perder la cabeza.
—A la mierda con esto —gruño y, acechándolo, tiro del brazo hacia atrás. El
alivio que buscaba se apodera de mí cuando mi puño choca con su piel—. Saldrás de
mi propiedad antes de que te mate. El video debería ser la menor de tus
preocupaciones.
Con la arrogante sonrisa borrada de su rostro, Grayson empieza a mostrar
pánico, que ya era maldita hora.
—No eres un maldito intocable, Falcon —grita.
Con todo el CRC Holdings detrás de mí, empiezo a sonreír lentamente.
—Sí, lo soy.
La confianza de mi voz hace que Grayson se altere aún más y empiece a
57 tartamudear:
—B-bien... De todas formas, este sitio está muy sobrevalorado y no es la única
academia a la que puedo asistir.
Sigo a Grayson fuera del edificio y lo veo entrar en su auto. Cuando se marcha,
llamo a seguridad de la puerta principal para avisarles de que no vuelvan a permitir
la entrada a Grayson Stateman. Terminada la llamada, me paro en la zona de
estacionamiento junto a los dormitorios y miro de un edificio a otro hasta que mis ojos
se detienen en Hope Diamond.
Quienquiera que dijera que el dinero puede comprar estatus estaba muy
equivocado.
Layla

K
ingsley se ha dormido hace un par de minutos y el silencio ha empezado
a corroer mis frágiles nervios. Echo un vistazo a su apacible rostro
tumbado en la cama. Puede que no la conozca desde hace mucho, pero
hoy me ha demostrado su amistad de una forma que nadie debería tener que hacerlo.
—Gracias —susurro, increíblemente agradecida por todo lo que ha hecho hoy
por mí.
Me acerco a la ventana de mi habitación y contemplo la oscuridad de la noche.
58 Me siento nerviosa, como enjaulada por las paredes de mi habitación, pero tengo
demasiado miedo para salir.
Esta mañana me sentí segura mientras paseaba por el campus. Nunca se me pasó
por la mente estar en guardia. Y ahora...
Mis ojos siguen el camino de abajo hasta que se desvanece en la noche.
Ahora no sé si volveré a sentirme segura.
Sé que no debo dejar que el incidente manche toda mi vida, pero es difícil no
dejarlo. Falcon dijo que se encargaría de Grayson, pero ¿cómo puedo seguir en el
mismo campus que ese tipo? ¿Cuántos de los estudiantes son como Grayson y yo les
confié tontamente mi seguridad?
La confianza. Es algo tan frágil. Basta un golpe para destruirla.
Oigo abrirse la puerta de mi suite y, por un segundo, mi cuerpo se agarrota y
mi corazón empieza a latir más deprisa. Solo cuando Lake entra en mi habitación,
suelto el aliento que estaba conteniendo.
Mis ojos se encuentran con los de Lake, y la calidez que veo en ellos ahuyenta
parte del frío de mi cuerpo. Camina hasta donde estoy y, sin decir nada, me rodea
con sus brazos.
No hay necesidad de alejarse. No cuando se trata de Lake.
—Gracias por ayudarme —susurro contra su hombro. Cierro los ojos y me
concentro en el hecho de que me siento segura con él. Me recuerdo que no todos los
hombres son como Grayson.
Lake es seguro.
Me da un beso en la cabeza y me pregunta:
—¿Necesitas algo?
Niego con la cabeza y, cuando empieza a retroceder, mis manos se disparan
hacia sus costados y lo agarro de la camisa.
—Sólo un minuto más.
Sus brazos vuelven a rodearme y es tan reconfortante que me esfuerzo por no
llorar del alivio que me produce.
—¿Cómo se las arregla Kingsley para dormir después de esta noche? —Oigo
preguntar a Mason. Levanto la cabeza, me asomo por encima del hombro de Lake y
veo que tanto Falcon como Mason miran fijamente a Kingsley, que yace
desordenadamente sobre la cama.
Esta vez, cuando Lake se aparta, lo suelto, aunque estaría encantada de
abrazarlo durante toda la noche.
—Gracias —le vuelvo a decir. Creo que nunca podré decírselo lo suficiente.
Levanta una mano hacia el lado izquierdo de mi rostro y una mirada triste cruza
59 sus facciones mientras me roza con el pulgar el moratón de la mandíbula.
—De nada.
Con su mano tan cerca de mi rostro, un destello rojo me llama la atención.
Levanto la mano y se la tomo para poder verla mejor. Tiene moretones en los nudillos,
y al verlos vuelvo a alterarme.
—¿Te has hecho daño? Lo siento.
—Deberías ver lo que… —Mason se detiene a mitad de frase cuando Falcon le
da una palmada en el brazo.
—Ella no tiene por qué saberlo —susurra, lanzando a Mason una mirada de
advertencia.
—Deja que te ponga un poco de la pomada que te ha dejado el médico en la
mano. —Llevo a Lake a los pies de la cama y lo llamo con la cabeza—. Siéntate. —
Intento forzar una sonrisa mientras paso junto a Falcon y Mason, pero enseguida me
siento cohibida por las marcas de mi rostro. Tomo el ungüento y no le quito ojo
mientras camino hacia Lake. Me arrodillo en el suelo y agradezco la distracción de
atender sus cortes.
Cuando termino, y necesito desesperadamente otra cosa que hacer, les
ofrezco:
—¿Puedo hacerles café a todos?
—No, gracias —responde primero Mason—. Voy a subir a la suite. Sólo quería
ver cómo estabas.
—Gracias por todo lo que has hecho por mí esta noche. Te lo agradezco de
verdad.
—Siempre es un placer, nena —me dice Mason, y luego sale de la habitación.
Lo sigo con la mirada durante un momento y pienso que, después de todo, no es tan
mal tipo.
—Llama si necesitas algo —me dice Lake, y, dándome un apretón en el codo,
me da otro beso en la sien. Cuando se va, no tengo más remedio que mirar a Falcon.
Lake se siente como un hermano mayor, y eso hace que sea fácil estar cerca de
él.
La actitud distante de Mason y su temperamento rápido mantienen a todos a
distancia, incluyéndome a mí.
Pero Falcon... Confundida no empieza a describir cómo me siento. Antes de
que la mierda golpeara el ventilador, mi mayor preocupación era la atracción que
sentía por él. Esta noche, él tomó el control y se ocupó de mi problema.
Mientras sucedía, no tuve tiempo de procesar nada, pero cuando nuestras
miradas se cruzan y veo los rescoldos de preocupación que aún arden en ellas, sé
60 que es demasiado tarde para apartarle de mi corazón.
—Tú también necesitas dormir un poco —dice, y luego hace un gesto hacia la
cama—. ¿De qué lado sueles dormir?
—La izquierda. —Colocando una rodilla en la cama, Falcon desliza los brazos
por debajo de Kingsley y la mueve hacia el lado derecho.
—Esperemos que se quede así, si no, dale una patada —comenta mientras la
cubre con una manta.
—Nunca pensé que vería el día en que metieras a alguien en la cama —bromeo.
Los ojos de Falcon encuentran los míos, y entonces la comisura de su boca se
levanta en una sonrisa sexy.
—No se lo digas a nadie. Arruinaría mi reputación.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
Falcon camina hasta donde yo sigo torpemente de pie frente a la cama y,
poniéndome una mano en la parte baja de la espalda, me da un suave empujón.
—Métete en la cama. Esta será tu única oportunidad de que te arrope.
Suelto una carcajada.
—No hace falta. Tú también debes de estar cansado. Te dejaré salir primero.
Niega con la cabeza y vuelve a darme un codazo.
—Sé que no tengo que hacerlo. Métete en la cama.
Sabiendo que Falcon no parará hasta que le haga caso, camino hacia el lado
izquierdo y me meto bajo las sábanas. Sale de la habitación y me pregunto si se va,
pero entonces vuelve con la silla de mi mesa de trabajo. La deja junto a la cama y se
sienta.
—Realmente no tienes que quedarte. —Porque no hay forma de que duerma
sabiendo que estás aquí.
—Lo sé. —Se echa hacia atrás y estira las piernas hacia delante—. Cierra los
ojos.
En lugar de escuchar, mis ojos encuentran los suyos. Tiene tanta confianza en
sí mismo que me gustaría tomarlaprestada.
—Duerme, Layla —susurra.
Niego con la cabeza y me miro las manos con las que me agarro a las mantas.
—¿Tienes miedo? —La voz de Falcon es un murmullo bajo, y me hace sentir
que podría compartir todos mis secretos con él.
Asiento, sin apartar los ojos de mis manos.
—Muévete —me dice, y levantándose viene a sentarse a mi lado. Se apoya
contra la cabecera y cruza los brazos—. Me quedaré hasta que te duermas.
61 Está claro que no se irá hasta que me duerma, así que decido fingir para que se
vaya a descansar él también. Cierro los ojos y subo la manta hasta que me cubre el
moretón de la mandíbula.
Espero que las marcas desaparezcan rápido porque no hay manera de que
pueda ir a ninguna de mis clases con este aspecto.
Empiezo a preocuparme por todo el trabajo que me perderé cuando Falcon se
desliza hasta tumbarse a mi lado y, empujando un brazo bajo mi cabeza, utiliza la otra
mano para atraerme contra su pecho.
—Deja de preocuparte. Yo me ocuparé de todo. —Su voz es un murmullo bajo
y, por la forma en que me abraza, casi puedo creer que se preocupa por mí.
—¿Por qué eres tan amable conmigo?
—Sucedió en mi propiedad. Lo haría por cualquiera. —La respuesta suena bien
ensayada.
Cuando intento echarme hacia atrás para mirarle, me lleva una mano a la nuca
para impedírmelo. Me da un beso en la cabeza y me susurra:
—Shh, Layla. No hagas más preguntas.
Cediendo, cierro los ojos e intento no pensar por qué Falcon es amable
conmigo, ni en nada de lo que ha pasado hoy.
En lugar de angustiarme por el incidente, mis últimos pensamientos son sobre
lo tranquila que me siento teniendo a Falcon a mi lado.
Falcon cumplió su palabra. Cuando me desperté, solo estaba Kingsley, que
yacía medio encima de mí. Se fue poco después de despertar, y desde entonces he
estado limpiando mi suite.
Un golpe en la puerta hace que mis ojos se dirijan hacia ella. Me pregunto quién
puede ser y me acerco.
—¿Quién es? —pregunto, algo que no había hecho antes.
—Soy yo. Rápido, la bolsa pesa mucho.
Abro la puerta de un tirón y no puedo evitar sonreír cuando la veo con una
enorme bolsa de caramelos, su portátil y una bolsa de viaje.
—Nos merecemos un día de comilonas y mimos. Creo que me las he arreglado
para traerlo todo.
—Parece que te mudas —me burlo mientras cierro la puerta. La sigo hasta el
sofá y veo cómo tira la bolsa de caramelos sobre la mesita—. Y has asaltado el pasillo
62 de los caramelos.
—Este es mi alijo privado. —Abre su neceser y saca de él un producto facial
tras otro—. Juro que me siento como si hubiera envejecido diez años después de ayer.
—Tú y yo —convengo mientras me siento a su lado.
—No, levántate. Tenemos que lavarnos las manos y el rostro antes de empezar.
—Pero acabo de ducharme.
Me mira con severidad y me señala el baño.
—Tenemos que hacer una limpieza adecuada.
La definición de Kingsley de una limpieza adecuada significa restregar una
capa de piel.
—¿Cómo puede ser esto bueno para ti? —pregunto, siguiéndola de vuelta al
sofá.
—Tenemos que eliminar todas las células muertas para que todo lo bueno
pueda impregnarse.
Se sienta y me da una mascarilla de carbón.
—Créeme, cuando acabemos, te sentirás como nueva.
Hacer tratamientos faciales con Kingsley es una experiencia totalmente nueva,
pero es agradable y justo la distracción que necesitaba.
—He oído que dejó la Academia —dice de repente.
—¿Quién? —Solo cuando la palabra me abandona me doy cuenta de quién—.
¿En serio?
—Sí, no tengo todos los detalles, pero al parecer Falcon lo escoltó fuera del
campus.
—¿Dónde te has enterado? —pregunto, preocupada porque los rumores ya se
extienden por el campus.
—Escuché a dos chicas hablando. Serena también me dijo que Grayson la
llamó para comunicarle que tenía que volver a casa por motivos personales.
—¿Ella dijo eso? ¿Le crees? ¿No crees que le dijo más? ¿Y si...?
Kingsley me toma la mano y me la aprieta.
—Serena no sabe la verdadera razón. No me lo preguntaría si lo supiera. Es de
las que se lo contarían a todo el mundo. No te preocupes. Estoy segura de que no sabe
nada de lo que pasó ayer.
—¿Y si se lo cuenta a alguien? —expreso mi preocupación.
—Yo que tú no me estresaría. Estoy segura de que el señor Cutler se encargó
de todo.
—Fue muy amable por parte de los chicos ayudar anoche —menciono.
63 —Sí, pero sinceramente, nunca había visto a Lake tan alterado. —Kingsley abre
un paquete de Swedish Fish y se mete uno en la boca—. La forma en que le dio un
puñetazo a Grayson —mastica y traga, luego se ríe—, la cabeza de Grayson se fue
hacia atrás así. —Intenta enseñármelo, pero solo se ríe con más fuerza—. Sus ojos se
pusieron en blanco. —Suelta un bufido y se ríe a carcajadas—. Creo que acabo de
esnifar un trozo de pescado sueco.
Empiezo a reír porque la risa de Kingsley es contagiosa. Esta chica ha entrado
en mi corazón y lo ha reclamado.
Falcon

C
amino hacia mi siguiente clase, aminoro el paso cuando veo que Layla
y Kingsley vienen hacia mí.
Layla ha conseguido cubrir los moretones con maquillaje.
Mirándola, casi cuesta creer que sea la misma chica de hace tres días. Su fortaleza es
admirable.
—Hola —saluda Kingsley y deteniéndose frente a mí se mete un trozo de
chocolate en la boca.
64 —¿No es un poco pronto para caramelos? —Aunque la pregunta va dirigida a
Kingsley, mis ojos no dejan de escrutar el rostro de Layla en busca de cualquier
indicio de que no esté superando el incidente.
—Nunca es demasiado pronto. —Kingsley empieza a caminar a mi alrededor y
saluda a Layla con la mano—. Nos vemos en la biblioteca después de clase.
—Claro.
Un grupo de estudiantes que viene hacia nosotros me llama la atención, así que
rápidamente me agarro del brazo de Layla y la acerco a la pared.
—¿Cómo te va?
Me sonríe, y cuando llega a sus ojos, hace que una sonrisa mía propia me tire
de la boca.
—Estoy mucho mejor. Kingsley ha sido una madre gallina —responde—.
Gracias por todo lo que han hecho por mí.
—Ya nos has dado las gracias —le recuerdo.
—Lo sé. —Arruga la nariz, parece un poco incómoda—. Es que estoy muy
agradecida.
Sin saber qué más decir, recurro a como eran las cosas entre nosotros antes del
ataque.
—Hice que me reservaran libros sobre renta variable. Ya que estás en la
biblioteca, échales un vistazo.
—De acuerdo.
—Justo la persona que estoy buscando —suena la voz de Serena detrás de mí.
Susurrando “Demonios”. Cierro los ojos un segundo.
—Me voy a clase. Traeré los libros más tarde —me dice Layla, dejándome para
que me ocupe de Serena, que viene a ponerse delante de mí.
—Yo también tengo que ir a clase —intento excusarme.
Serena tiende una mano cuidada y me la pone en el brazo.
—Solo será un minuto.
Suelto una risita.
—Nunca te tomas ni un minuto.
—¿Tuviste algo que ver con la marcha de Grayson? —Esta mujer es tan mala
ocultando cualquier cosa. Puedo ver la sospecha escrita en su rostro, pero de ninguna
manera voy a darle la respuesta que quiere oír.
—¿Se fue? —fingí ignorancia.
—Vamos, Falcon. Ambos sabemos que nada ocurre en Trinity sin que tú estés
al tanto.
65 Me quedo mirándola, deseando que esta conversación termine pronto.
—Bien, si no vas a hablar de Grayson, pasemos al siguiente tema.
—Querido Dios. ¿Tienes más de una asignatura? —refunfuño, nada contento.
—¿Pasa algo entre tú y Layla?
Definitivamente, no voy a discutirlo con ella. Miro a los estudiantes que pasan
a nuestro lado.
—Me haces perder el tiempo.
—Hay rumores por el campus, y tengo que admitir que estoy un poco
preocupada. No es que sea competencia, pero odiaría que me dejaran en ridículo.
El enfado burbujea en mi pecho mientras mis ojos se posan con fuerza en
Serena.
—Con quién tenga una relación no tiene nada que ver contigo, Serena. ¿No
crees que te estás dando demasiada importancia en mi vida? Lamento decírtelo, pero
estás quedando como una maldita idiota al correr detrás de mí.
Una mirada calculadora se instala con fuerza en su rostro mientras levanta la
barbilla a la defensiva.
—No creo que tu madre esté de acuerdo.
La amenaza solo me enfada, y dando un paso adelante, no me importa estar
intimidando a una mujer en este momento.
—La diferencia entre tú y yo es que a mí me importa una mierda lo que piense
mi madre. Tú y mi madre pueden maquinar todo lo que quieran, pero no va a pasar.
Ninguna de las dos tiene nada que decir en mi vida. —Me acerco un paso más y bajo
la voz—. Nunca sentiré nada por ti. Nunca te besaré. Nunca compartiré la cama
contigo. Nunca te daré mi nombre. Nunca. Nunca. Me. Casaré. Contigo. —Levantando
una ceja, espero cinco segundos, para que mis palabras tengan tiempo de calar—.
¿He sido claro?
Las comisuras de sus labios empiezan a bajar y se cruza de brazos.
—Cuidado, Falcon. Si vuelas demasiado cerca del sol, acabarás quemándote
las alas. Aún no estás en un puesto de poder.
No puedo evitar que la risa se me escape por los labios. Ya no pierdo ni un
segundo más tolerando a esta mujer y empiezo a alejarme.
—Oye, al menos caeré en un resplandor de gloria.

He decidido faltar a clase después del encuentro con Serena, que solo ha
66 conseguido arruinarme el día. De camino a la suite, me encuentro con Mason y Lake.
—¿A dónde se dirigen?
—Vamos a nadar —responde Lake—. ¿Quieres venir con nosotros?
—Claro, tomo mis cosas y nos vemos en la piscina.
Después de pasar por la suite, me dirijo a la casa de la piscina. Mason y Lake
ya están haciendo largos. Me agarro el dobladillo de la camiseta, me la paso por
encima de la cabeza y la tiro en las sillas situadas alrededor de la piscina. Me zambullo
y nado un par de vueltas antes de parar a recuperar el aliento.
Un grupo de chicas se ha acomodado junto a las ventanas. Una saluda
entusiasmada cuando miro en su dirección.
—Hola, Falcon.
Durante el instituto, solía sentirme halagado por la atención, pero como todo
en mi vida, ahora me irrita.
No me molesto en devolverle el saludo y nado hacia el otro lado de la piscina,
donde Lake y Mason están apoyados en el borde, tan molestos como yo por la
intrusión.
Cuando llego hasta ellos, Lake pregunta:
—¿Nos vamos?
—Más vale —respondo, y espero a que Mason y Lake salgan antes de
agarrarme a la barandilla para poder subir las escaleras fuera del agua.
Mis ojos se posan en Layla mientras Lake me lanza una toalla que cae al suelo.
Layla recorre mi cuerpo con la mirada y, cuando saca la lengua para mojarse los
labios, se me dibuja una sonrisa en el rostro. Sin duda es una mirada de interés.
Cuando sus ojos se cruzan con los míos y ve que la he sorprendido viéndome,
se aclara la garganta y vuelve rápidamente la cabeza hacia Lake.
—Te ves bien, Lake.
Levanto una ceja y miro entre Lake y Layla.
—Puedes mirar cuando quieras —se burla Lake.
—Sí, dinos a qué horas estarás aquí y lo incluiremos en nuestros horarios —
bromea Kingsley.
—Ya tenemos un club de fans —comenta Mason y luego le tira la toalla húmeda
a Kingsley.
Rápidamente la aparta de un manotazo.
—Oh, ni siquiera te vi allí.
—¿Por qué estás aquí otra vez? —pregunta Mason, dando un paso hacia
Kingsley.
67 —Uhm... Pasábamos por aquí y los vimos a través de las ventanas. Sólo quiero
dejar los libros que me pidió Falcon —responde rápidamente Layla, y,
interponiéndose entre Kingsley y Mason, me tiende los libros—. Aquí tienes.
Camino hacia ella y, cuando sus ojos se posan en mi pecho, se agrandan
ligeramente antes de apartar la mirada. Le quito los libros y espero a que levante la
vista. Cuando por fin cede y sus ojos se cruzan con los míos, un rubor le sube por el
cuello.
¿Escuchó los rumores? ¿Por eso está incómoda?
—¿Supongo que habrás oído los rumores? —pregunto.
—=Rumores? —pregunta Mason.
—No he oído nada —menciona Lake.
—Sí, y tienes que hacer algo al respecto, Falcon —dice Kingsley—. Layla está
recibiendo miradas de muerte del llamado club de fans. —Pone los ojos en blanco
antes de que caigan sobre Mason con una mirada fulminante.
—No, está bien. Son sólo rumores. No hay de qué preocuparse. —Layla sonríe,
y sus ojos bajan hasta mi pecho antes de saltar de nuevo a mi rostro mientras empieza
a divagar—: Mierda, no es que esté diciendo que no sea nada salir contigo. Quiero
decir, quién no querría salir contigo. —El rubor llega a sus mejillas, y empieza a
inquietarse mientras el pánico se dibuja en su rostro—. Mierda, eso ha sonado mal.
—Señala la salida y empieza a retroceder—. Ya me voy. Tú tienes tus libros. Ya está.
Disfruta del baño. —Sus ojos vuelven a posarse en mi pecho—. O del secado. Disfruta
de lo que vayas a hacer ahora. —Se da la vuelta y camina rápidamente hacia la salida
mientras niega cono la cabeza.
—Vaya, se acaba de enterrar viva ahí —dice Mason y luego empieza a reír—.
Pagaría por ver eso otra vez.
—Mason, por esto la gente dice que eres un imbécil —comenta Kingsley con
sorna.
—Hay que estar a la altura del título —le contesta bromeando justo antes de
marcharse para seguir a Layla.
—Me van a llevar todos al alcohol —refunfuña Lake mientras empieza a
alejarse.
Tomo la toalla y la envuelvo alrededor de mi cintura, luego agarro mi camiseta
y me la pongo sobre la cabeza.
—Espera. —Paso al lado de Lake y pregunto—: ¿Pasa algo entre Layla y tú?
Lake frunce el ceño y me lanza una mirada que me pregunta claramente si he
perdido la mente.
—¿Por qué piensas eso? ¿Recuerdas que me comprometo el próximo verano?
—Eres amigo de ella —digo porque, pensándolo bien, no tengo mucho en lo
68 que basar mi sospecha.
—Soy amigable con todo el mundo. Además, no olvidemos que el rumor en el
campus es sobre ti y Layla.
—Cierto. Sólo se me ocurrió preguntar. —Me paso una mano por el cabello
mientras cruzamos la calle para llegar a Hope Diamond.
Al entrar en el edificio, Lake hace un gesto hacia la puerta cerrada de Layla.
—La verdadera pregunta es si se trata de un rumor o de un hecho.
—¿Qué? ¿Layla y yo? —Suelto una carcajada y pulso el botón del ascensor—.
Sí, claro.
Las puertas se abren y entramos. Cuando se cierran, Lake dice:
—¿Cuándo vas a admitir que te gusta?
—No es así.
—Lo haces.
—Lake.
—Falcon. —Me mira y suspira—. Te gusta Layla. Te conozco desde que estás
en pañales, y no te preocuparías por una chica ni aunque yaciera moribunda a tus
pies. Por la forma en que estuviste con ella la otra noche, está claro que te importa.
Las puertas se abren justo a tiempo y, tratando de ignorar las palabras de Lake,
avanzo por el pasillo para poder llegar a la intimidad de mi habitación.
“Está claro que te preocupas por ella”.
“Te gusta Layla”.
Al entrar en la suite, me dirijo directamente a mi habitación. Cuando cierro la
puerta, me quedo mirando al suelo como un idiota al que le acaba de caer un rayo.
¿Cuándo pasó de ser mi ayudante a gustarme? Sí, claro que sentí una chispa de
atracción, ¿pero preocuparme por la mujer?
¿Realmente me preocupo por ella?
—Maldita sea, ¿ha habido alguna vez en la que una mujer me haya importado
de verdad? —Intento recordar, pero me quedo con las manos vacías.
—No te lo pienses demasiado —llama Lake desde el otro lado de la puerta—.
Si quieres mi opinión, creo que los dos harían muy buena pareja. Ella no aguanta tu
mierda.
Abro la puerta de un tirón y fulmino a Lake con la mirada.
—No quiero saber tu opinión. —La cierro de un portazo y miro la madera con
el ceño fruncido.
Ella no acepta mi mierda. Nunca la he visto echarse atrás en una pelea.
—Maldita sea.
69 —Sí, te lo dije. —Se ríe Lake.
Layla

A
l entrar en mi clase de redacción jurídica, miro a Serena, que está de
pie delante.
¿Por qué tenía que ser la profesora de esta clase?
Me siento junto a Kingsley y abro el portátil.
—¿Da clase hoy?
—Sí, no tenemos suerte —murmura Kingsley, pero entonces una amplia sonrisa
70 se dibuja en su rostro—. Hay una fiesta este sábado. Vas a venir, ¿verdad?
—¿Una fiesta? No he oído nada.
—Sólo es una velada que organiza la Academia, pero será agradable mezclarse
con todos.
—Sí, a este lugar le vendría bien una fiesta. Solo han pasado dos semanas desde
que empezaron las clases, y ya estoy lista para las vacaciones de verano otra vez.
—Tú y yo. —Kingsley se ríe entre dientes.
Serena empieza la clase, y aunque no me cae muy bien, tengo que admitir que
es buena presentando la clase.
Cuando la clase llega a su fin, Serena dice:
—Entreguen sus tareas el viernes antes de Acción de Gracias. Contará un
veinte por ciento para la nota final. —Sus ojos recorren el pasillo y se detienen en
mí—. Layla, ven a verme.
El ruido llena el pasillo mientras todos los estudiantes se levantan. Miro a
Kingsley.
—¿Por qué querría verme?
Kingsley se levanta y se coloca la correa de la bolsa sobre el hombro.
—No tengo ni idea. Iré a pedir comida para nosotros, así podremos comer
fuera. Nos vemos en el parque detrás de la casa de la piscina.
—Bien. —Cuando empieza a caminar hacia el pasillo, añado rápidamente—:
Tráeme un bocadillo de pollo, por favor.
—Te tengo. —Kingsley saluda con la mano y baja las escaleras.
A regañadientes, meto mis cosas en el bolso antes de bajar hasta donde me
espera Serena. Deteniéndome frente a ella, espero a oír de qué se trata.
Cruza los brazos sobre el pecho y me recorre con la mirada antes de decir:
—No hemos tenido tiempo de hablar. He preguntado por ti en mi círculo social,
pero nadie te conoce. ¿Quiénes son tus padres? ¿Cómo entraste en Trinity? ¿Por qué
tienes una habitación en The Hope Diamond?
Parpadeo un par de veces mientras me lanza una pregunta tras otra.
—¿Por esto me retuviste? —pregunto—. Lo siento, pero no te conozco lo
suficiente como para hablar de mi vida personal contigo.
Molesta, empiezo a caminar hacia la salida, cuando Serena grita:
—Tengo la sensación de que ocultas algo, y voy a averiguar qué es.
—Pásalo bien con eso. —Le devuelvo la llamada y salgo de la clase.
Maldición, no esperaba que fuera tan confrontativa. ¿Y si descubre que solo
71 estoy aquí porque el señor Reyes me dio la oportunidad?
Cuando salgo del edificio principal, veo a Falcon y a los chicos junto a un auto
deportivo. Me apresuro hacia ellos para asegurarme de que guardarán mi secreto.
—¿Chicos? —Los tres me miran al mismo tiempo, pero Lake es el primero en
sonreír. Miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie más me oye y pregunto—
: Solo quería asegurarme de que no le dirán a nadie quién es mi madre. Lo
mantendrán en secreto, ¿verdad?
—¿Qué hay para mí? —pregunta Mason, apoyando la espalda en el auto.
Sinceramente, empiezo a pensar que me imaginaba a Mason siendo amable conmigo
la noche del ataque, y que mi primera impresión de él era correcta. ¿Quién es
realmente? ¿El imbécil o un buen tipo que solo se esconde detrás de una fachada para
mantener a la gente a distancia?
Falcon empuja a Mason contra el hombro y, con el ceño fruncido, le dice:
—Ve a apoyarte en tu propio auto.
Mis ojos se dirigen a Falcon, y no puedo evitar recordar nuestro encuentro en
la piscina. Nunca olvidaré sus abdominales, ni su piel dorada, ni esos músculos, ni...
maldita sea, era la viva imagen de la perfección.
Niego con la cabeza y me aclaro la garganta, apartando rápidamente los ojos
antes de que me descubran mirándole fijamente.
—Mientras seas una buena ayudante, tu secreto está a salvo —me dice Falcon,
haciendo que me olvide de no mirarle mientras frunzo el ceño.
—¿Me estás sobornando? Vaya, no me lo esperaba. Pensé que habíamos
superado todo eso y que nos estábamos haciendo amigos.
—Ignora a Mason y a Falcon. No se lo diremos a nadie —me contesta Lake.
—Gracias, Lake —digo, y sintiéndome confusa por el comportamiento frío y
caliente que estoy recibiendo de Falcon y Mason, camino hacia el parque donde
Kingsley está esperando.
Eso no ayudó en absoluto. Ahora estoy más preocupada por mi secreto que antes
de preguntarles.

El resto de la semana ha pasado sin que ocurriera nada fuera de lo normal, cosa
que agradezco enormemente. He vuelto a mi rutina y no he vuelto a oír rumores sobre
la marcha de Grayson ni sobre la supuesta relación que mantenemos Falcon y yo.
Sí, claro. En todo caso, solo me ha estado dando más órdenes. Todos los días
tengo que correr a la biblioteca por él, y al ritmo que pide café, estoy segura de que
72 pronto tendrá una sobredosis de cafeína.
Mi teléfono emite un pitido donde está en mi cómoda, pero primero termino de
ponerme los vaqueros antes de consultarlo.
Ven a lustrarme los zapatos.
Juro que noto cómo me tiembla un ojo mientras se me enciende el
temperamento.
¿Lustrarle los malditos zapatos? ¿Qué demonios parezco?
—Sí, me equivoqué. Sigue siendo un idiota —refunfuño mientras me meto el
teléfono en el bolsillo y salgo de mi habitación para poder subir a su suite.
Tras subir al ascensor, miro con el ceño fruncido los números que van
subiendo.
Necesito seriamente hablar con Falcon sobre este asunto de asistente. Está
empezando a interferir con mi tiempo de estudio.
Al salir, mi ceño se frunce cada vez más al acercarme a su puerta. Cuando llego
a su suite, estoy tan enfadada que golpeo la puerta.
La puerta se abre de un tirón y Mason me fulmina con la mirada.
—¿Qué te ha entrado por el trasero?
Respiro hondo, tratando por todos los medios de refrenar mi temperamento
mientras correspondo a la oscura mirada de Mason con una de las mías. No me
molesto en contestarle y entro en la suite.
—Que brillen aquí. Los necesito en diez minutos —dice Falcon mientras sale
de una habitación a la izquierda de la suite.
Separo los labios y me olvido de parpadear cuando mi mirada se posa en él.
En momentos como estos desearía tener memoria fotográfica. Pecho desnudo.
Snap. Pantalones de traje, desabrochados y colgando sueltos de sus caderas.
Chasquido. Chasquido. Pies desnudos. Snap.
Suspiro. Puede que sea un imbécil, pero es un imbécil buenísimo.
—¿Layla? —Falcon ladea ligeramente la cabeza, y la comisura de sus labios
comienza a levantarse.
Uf, luego añade la sonrisa sexy.
Empiezo a parpadear rápidamente y miro alrededor de la habitación.
—¿Dónde están los zapatos?
Falcon hace un gesto en dirección al salón, y me fijo en la caja de cuero marrón
que hay sobre la mesita.
—No los rasques. —Con la advertencia, Falcon vuelve a su habitación, dando
una rápida visión de su bien tonificada espalda.
73 Maldición, esos hombros.
Mason deja escapar una sonrisa burlona mientras cierra la puerta.
—Tienes algo de baba ahí.
—Huh. —Le miro con el ceño fruncido y me limpio estúpidamente la boca con
el dorso de la mano antes de darme cuenta de que me está tomando el pelo.
Bueno, eso no era obvio en absoluto. Así se hace, Layla.
Me siento en el sofá y acerco la caja. Cuando quito la tapa y veo los zapatos,
que no tienen ni una mota de polvo, refunfuño para mis adentros:
—Solo te está poniendo un cebo, Layla. No caigas en la trampa.
Miro a Mason y, cuando veo que me sonríe, tomo un zapato y hago ademán de
soplarle el polvo invisible antes de hacer lo mismo con el otro.
Tapo la caja y me levanto.
—Todo listo. —Saludo a Mason con una sonrisa en el rostro, paso junto a él y
me permito salir.

Después de tener que limpiar los ya impolutos zapatos de Falcon, que deben
costar más que todo mi armario, no estoy de humor para una fiesta.
Haré una aparición para Kingsley y luego me meteré en la cama a ver una serie.
Tomo el camino más corto hacia el edificio principal, pasando por detrás de la
biblioteca. En cuanto piso el camino pavimentado, a un par de metros de la entrada
de la sala donde se celebra la fiesta, me detengo bruscamente.
Una chica pasa a mi lado vestida con un vestido de gala. Mientras mis ojos
pasan de una alumna a otra, trago saliva porque todas van vestidas de etiqueta.
Ahh...
Mierda.
Oigo a alguien reír a mi derecha y me muero de vergüenza cuando veo a Lake
y a Mason caminando hacia mí.
—No se rían —les regaño. Me muero de vergüenza.
Lake se detiene a mi lado y me rodea el hombro con un brazo. Aprieta los labios
y se le humedecen los ojos por el esfuerzo de no reírse en mi rostro.
—Eso no es mejor —me quejo.
74 Echa la cabeza hacia atrás y se ríe tan fuerte que atrae miradas indeseadas
hacia nosotros.
—Para, Lake —siseo en voz baja, dándole una ligera palmada en el pecho.
Finalmente se contiene y me arrastra mientras empieza a caminar de vuelta a
los dormitorios.
—Eres tan adorable. Vamos, seré tu hada madrina por esta noche.
—Mientras ustedes dos juegan a disfrazarse, yo voy a buscar algo más fuerte
que el maldito café que me ha estado metiendo Falcon toda la semana —refunfuña
Mason.
No llego a preguntarle a Lake qué está planeando porque saca su teléfono y
empieza a hacer varias llamadas. Llegamos a The Hope Diamond justo cuando
Kingsley sale de su dormitorio.
—Layla —me llama y me saluda con la mano antes de cruzar la carretera—.
¿Por qué no estás lista? Vamos a llegar tarde.
—Estaba preparada —murmuro—. No me dijiste que era un evento formal.
—Pero... —Kingsley frunce el ceño, con cara de desconcierto—, he dicho que
es una fiesta.
—Eso de ahí detrás —señalo con el pulgar por encima del hombro en dirección
al vestíbulo—, es un evento formal. De donde yo vengo, una fiesta es informal, con
estudiantes borrachos haciendo estupideces de las que se arrepienten al día
siguiente.
Una vez pronunciadas las palabras, me doy cuenta de mi error.
Kingsley frunce el ceño y pregunta:
—¿De dónde eres?
—Vamos a cambiar a Layla primero y luego pueden continuar la conversación.
—Lake intenta salvarme.
Los tres subimos a la suite y, mientras esperamos a que llegue quienquiera que
Lake haya llamado, decido ser sincera con Kingsley. Se ha ganado mi confianza en las
dos últimas semanas y estoy segura de que no me juzgará.
—Kingsley —me siento a su lado en el sofá y me giro ligeramente hacia ella—,
quiero decirte algo.
—Claro. —Sonríe alegremente como si ya hubiera olvidado nuestra
conversación de hace diez minutos.
—Mi madre es asistente personal del señor Reyes, y mi padre es... ah, digamos
que es bloguero de viajes. No vengo de una familia adinerada. El señor Reyes me
regaló la oportunidad de estudiar en Trinity —suelto la verdad antes de perder los
nervios.
Kingsley se queda callado un momento, y eso no ayuda a la ansiedad que
75 siento.
—Bien —responde finalmente—. No me importan esas cosas, Layla. Pero
entiendo que pueda ser un problema en lo que respecta a los demás alumnos.
—Especialmente Serena —menciono.
—Sí, sobre todo ella. Tendremos que asegurarnos de que no se entere. —
Kingsley asiente, y luego añade—: Mi familia no siempre ha sido rica, así que soy la
última persona que juzgaría a alguien por su saldo bancario.
—Gracias, amiga. —Me acerco y le doy un apretón en la mano, apreciándola
aún más que antes de que tuviéramos la charla. Un golpe en la puerta pone fin a la
conversación, pero me siento mejor al no tener que seguir ocultándoselo a Kingsley.
Lake va a abrir la puerta y pronto la suite parece convertida en una casa de
modas. Kingsley aplaude como una niña pequeña, con los ojos brillantes de emoción.
Se lanza hacia delante y, agarrando el vestido que cuelga más cerca de ella,
gira y me lo pone en los brazos.
—Pruébate este primero.
Se me desorbitan los ojos al ver todos los vestidos.
—No voy a probármelos todos. Estaremos aquí toda la noche.
—Cierto —acepta, y mordiéndose el labio inferior, empieza a mirar
detenidamente cada vestido. Escoge otros tres de la amplia selección y los coloca
sobre el respaldo del sofá—. Pruébate estos tres. Devuélveme ese.
Hago lo que me dice y tomo el primero. Es plateado y, una vez dentro, mis ojos
se posan en mi pecho. El material cuelga tan bajo y suelto que si tengo que inclinarme
hacia delante será una vista libre para todos.
Abro ligeramente la puerta.
—Psst... Kingsley. —Cuando capto su atención, le hago un gesto para que
entre.
Al igual que Lake, Kingsley aprieta los labios para no reírse.
—Oooh... con un sujetador push-up, tendrás un escote de infarto.
Empiezo a negar con la cabeza, mirándola con cara de no puede ser.
—Bien, nada de enseñar los tatuajes. Déjame agarrar el siguiente vestido. —
Sale corriendo del baño y un par de segundos después me empuja el siguiente.
Es un vestido de volantes rosa rubor y, una vez puesto, se me forma una sonrisa
en los labios porque es muy bonito. Me giro ligeramente para poder verlo por detrás.
Lleva un cordón en la espalda que deja ver la piel, pero no me molesta.
Abro la puerta y, al salir, me ajusto uno de los volantes.
Lake es el primero en fijarse en mí.
—Sí, ése. —Levantando un dedo, se dirige hacia donde hay cajas alineadas en
76 la mesa del comedor—. Este par complementará el vestido.
—Estás guapísima. —Se ruboriza Kingsley y luego frunce el ceño mirando a
Lake—. Déjame verlos primero. —Mira dentro de la caja antes de mirar a Lake con
ojos enormes—. Maldita sea, eres bueno. Valentino siempre triunfa.
Lake suelta una risita y, acercándose a mí, me entrega la caja. Me siento en el
sofá y, al agarrar un tacón de la caja, tengo que admitir que son preciosos.
Diez centímetros. Seguro que puedo hacerlo sin caerme de bruces.
La piel de napa de color rubor alrededor de los bordes del tacón negro le da
el acabado perfecto para combinar con el vestido que llevo.
Me los pongo en los pies y me levanto con cuidado. Tras dar un par de pasos,
sonrío a Lake.
—Preciosa —me piropea con una cálida sonrisa que le llega hasta los ojos.
—¿Mi cabello y otras cosas están bien? —pregunto. No me he maquillado bien
y tengo el cabello suelto en rizos por la espalda.
—Estás realmente impresionante —opina Kingsley—. Pongámonos en marcha
o llegaremos muy tarde. Los dejaré salir a todos —le dice al equipo al que Lake pidió
ayuda.
Mientras Kingsley está ocupado, me acerco a Lake y, apoyando una mano en
sus hombros, me estiro de puntillas para darle un beso en la mejilla.
—Gracias, Lake. Siempre me estás salvando.
—De nada. —Sus ojos se centran en alguien que está detrás de mí, y supongo
que es Kingsley, pero entonces me dice—: Has vuelto. ¿Se te ha olvidado algo?
Miro por encima de mi hombro y veo que es Falcon, y siento que algo me
recorre porque está devastadoramente guapo con el esmoquin azul marino que lleva.
—¿Interrumpo algo? —pregunta, sus ojos se mueven de mí a Lake.
—No, Lake sólo me estaba haciendo un gran favor —respondo, no queriendo
malentendidos. Mirando de nuevo a Lake, sonrío—: Nos vemos en el vestíbulo.
Gracias de nuevo por todo lo que haces por mí.
Mientras me dirijo a la puerta donde Falcon sigue de pie, la cabeza de Kingsley
asoma por detrás de su hombro.
—¿Vienes?
—Sí. —Los ojos de Falcon se deslizan sobre mí, y cuando no se aparta, me
detengo delante de él—. ¿Puedo pasar rápidamente?
Asiente ligeramente y se pone de lado, lo que me obliga a pasar a su lado. El
aftershave que lleva huele de maravilla y respiro hondo. El vello de mi brazo derecho
parece hipersensible cuando paso a su lado.
Cada vez que veo a Falcon, mi atracción hacia él crece, y en serio que no lo
77 entiendo porque me enfurece mucho más que los escasos momentos en los que
conseguimos llevarnos bien.
La semana pasada, cuando me abrazó hasta que me dormí, parece un sueño
lejano.
Falcon

M
aldita sea mi vida, su vestido no ayuda.
Llevo toda la semana luchando contra esta maldita atracción
entre Layla y yo porque, seamos sinceros, que salgamos juntos
creará una tormenta de mierda. A mi madre le dará un infarto y mi
padre... no sé cuál será su reacción si salgo con la hija de su asistente.
Sigo con la mirada a Layla mientras camina con Kingsley hacia los ascensores,
y prácticamente bebo en la suave piel pálida de su espalda desnuda como un
78 ahogado.
—¿Cuánto tiempo piensas luchar contra tus sentimientos? —pregunta Lake, y
apoyándose en la pared con el hombro, cruza los brazos sobre el pecho.
—¿Qué sentimientos? —murmuro, y mis ojos se dirigen de nuevo a Layla. Están
esperando a que se abran las puertas y ella se ríe de algo que dice Kingsley.
¿Cómo puede alguien ser más bella cada vez que la ves?
Lake agita la mano delante de mí rostro y atrae mi atención hacia él.
—¿Qué sentimientos? —pregunta, lanzándome una mirada incrédula—. Creía
que ya lo habíamos hablado. ¿Vas a seguir negándolo?
—No, simplemente voy a ignorarlo —digo, y entrando en la suite, voy a mi
habitación a recoger mi teléfono donde lo olvidé encima de la cama.
—¿Por qué? —pregunta Lake en cuanto salgo de mi habitación.
—Porque no funcionará.
—¿Por qué?
Miro a Lake mientras salimos del traje.
—Déjalo ya.
De nuevo empieza a formar la palabra con la boca.
—Sabes por qué —le digo, impidiéndole preguntar—. Puede que le eche
mierda a mi madre por querer que me case con Serena, pero traer a casa a una chica
como Layla sería suicida.
—¿Así que te vas a casar con Serena? —pregunta Lake, y agarrándome del
codo, me obliga a dejar de andar—. Teníamos un trato. Yo acepté el matrimonio
concertado. Mason aceptó unirse a CRC. Lo hicimos por ti, Falcon. —Lake clava sus
ojos en los míos, y sé que no es el momento de ignorarlo ni de joderlo—. Lo único que
tenías que hacer era centrarte en hacer despegar el nuevo negocio.
—No me voy a casar con Serena —digo para que deje de preocuparse.
Colocando mi mano sobre su hombro, le doy un apretón—. Pero eso no significa que
pueda casarme con cualquiera.
—Sí, puedes. Esa era la condición. Estoy llevando el negocio con mi
matrimonio con Lee-ann. Tú y Mason no tienen que preocuparse por eso —argumenta
su punto Lake.
Tiene razón, ese fue nuestro trato cuando los tres nos sentamos a discutir
nuestro futuro.
—Mis padres nunca aprobarán que salga con Layla —expreso mi mayor
preocupación.
—¿Desde cuándo te importa su aprobación? —me reta Lake.

79 Siempre ha sido capaz de ver a través de Mason y yo.


—Hay muchas razones para no salir con ella —admito—. Para empezar, es la
hija de Stephanie. Stephanie tendrá mis pelotas en bandeja de oro si le hago daño a
su hija. Tampoco olvidemos que sabe todo sobre nosotros y CRC. Sería un estúpido
si metiera la pata con eso.
—Stephanie es una profesional, Falcon.
—Layla se convertirá en un objetivo. Lo que pasó con Grayson será solo el
principio.
—La protegeremos —responde Lake a mi preocupación.
—¿Quién dice que querrá salir conmigo de todos modos? —Empiezo a
revolverme en busca de razones.
—Sí, tienes razón. Has sido un cabrón la semana pasada. Por favor, para con los
pedidos de café. Mason y yo no podemos beber mucho más.
Se me dibuja una sonrisa en la boca, pero entonces Lake dice:
—¿Tanto te gusta?
Me he hecho la misma pregunta tantas veces desde que Layla se durmió en mis
brazos y la respuesta es siempre la misma.
—Sí.
—Entonces deberías darle una oportunidad a una relación con ella, Falcon. No
dejes que se te escape de las manos.
Asiento, sabiendo que será algo de lo que me arrepentiré si la dejo marchar.
—Pero primero tendrás que arrastrarte. Flores, bombones, cruceros, Tiffany &
Co. —Asiento con más fuerza y empiezo a reírme cuando añade—: Es una buena
pareja para ti. No te aguantará.
—¿Como tú? —pregunto, acercándolo para darle un abrazo fraternal.
—Sí, y como yo ya estoy tomado, tendrá que conformarse —bromea.

De algún modo, llegamos al vestíbulo antes que Layla y Kingsley, aunque


salieron diez minutos antes que nosotros.
Nos reunimos con Mason en nuestra mesa designada. Me desabrocho la
chaqueta antes de sentarme y vuelvo a mirar las mesas.
—¿A quién buscas? —pregunta Mason, con cara de aburrimiento.
—Nadie —respondo, y agarrando el vaso que hay delante de Mason, me lo
llevo al rostro y lo huelo—. ¿Whisky? —Vuelvo a bajarlo y me reclino en la silla.

80 —Sí, o mataré a alguien. —Sus ojos se dirigen hacia donde está sentado West.
—Si es tan difícil para ti le pediré que se vaya —le ofrezco.
Mason niega con la cabeza y da un sorbo a su bebida antes de decir:
—Es que odio verle respirar. —Una mirada de sangre fría endurece sus
facciones—. El cabrón se salió con la suya.
Lake y yo hemos intentado hablar con Mason sobre el accidente en el que
murió su hermana. Lógicamente, fue un accidente. Nevaba copiosamente la noche en
que Jennifer perdió el control de su auto y chocó contra un árbol. West también perdió
el control de su auto y chocó contra la parte trasera del auto de Jennifer.
Mason lo sabe en el fondo porque estaba en el auto con ella cuando sucedió,
pero la pérdida fue demasiado y demasiado repentina. Odiar a West es la forma que
tiene Mason de sobrellevarlo porque definitivamente no está lidiando con la pérdida
de Jennifer.
—Disculpen —dice uno de los novatos, desviando nuestra atención de West—
. Lake, Mason, me he dado cuenta de que aún no han elegido a sus ayudantes, y me
gustaría entregar mi solicitud para el puesto. Si les parece bien, claro.
Mason se levanta y agarrando el vaso medio vacío, empieza a caminar hacia el
balcón.
—De ninguna manera me someteré a ese nivel de tortura. Es todo tuyo, Lake.
Al principio, el novato parece un nerd cualquiera, pero cuando lo miro más de
cerca, veo la inteligencia en sus ojos.
Apostaría mis acciones a que este tipo es el genio que aceptamos.
—¿Cómo te llamas? —pregunto, y le hago un gesto hacia una silla vacía para
que se siente.
—¿De verdad? —Apoya una mano en el respaldo de la silla, esperando, y
cuando asiento, se sienta rápidamente—. Gracias. Soy Preston Culpepper. Es un gran
honor estudiar en Trinity. Gracias por aceptarme.
—Estudias Economía, ¿verdad? —pregunto, e inclinándome hacia atrás en mi
silla, sonrío a Preston.
—¿Sabes lo que estoy estudiando? —pregunta Preston, con cara de asombro.
—Sí, pero no el motivo.
Lake apoya los codos en la mesa.
—Chicos, no es por interrumpir su incipiente romance, pero soy yo quien
necesita un ayudante. —Una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios—. Por otra parte,
yo podría quedarme con Layla y ustedes con Preston. No me importa cambiar.
—Preston, eres el ayudante de Lake. Enhorabuena —digo rápidamente porque
de ninguna manera voy a renunciar a Layla.
81 —¿Estás bromeando ahora? —pregunta Preston, con una mirada insegura
frunciendo las cejas.
Lake tiende la mano a Preston, que la toma con cautela.
—Empiezas mañana.
—¿Conseguí el puesto? —El rostro de Preston pasa de no saber si le estamos
tomando el pelo a estar a punto de llorar de alegría—. Muchas gracias. Lo haré lo
mejor que pueda.
Lake le suelta la mano.
—Hombre, relájate. Yo soy el bueno de los tres.
—Lo sé, eso es lo que más agradezco —dice Preston, con cara de estar
demasiado emocionado.
—Sí, yo también querría llorar si tuviera que ser la ayudante de Mason —dice
Kingsley de repente detrás de mí.
—¿Es así? —pregunta Mason mientras se acerca por detrás a Kingsley.
Normalmente se me da bien leer a Mason, pero ahora mismo no sé si está
bromeando o enojado. Me levanto y me pongo a su lado por si acaso.
Kingsley sonríe torpemente mientras se gira para mirar a Mason a la cara. Una
mirada nerviosa se instala rápidamente en su rostro cuando lo mira a los ojos.
—En ese caso. —Sonríe Mason, lo que me tranquiliza, nunca sonríe mientras
pierde los estribos, así que Kingsley debería sobrevivir a lo que se traiga entre
manos.
Mason se acerca a ella y, poniéndole una mano en la espalda, la empuja hacia
delante, mientras grita:
—Todo el mundo, tengo que hacer un anuncio.
Se hace el silencio a nuestro alrededor y Kingsley empieza a negar con la
cabeza, con los ojos muy abiertos hacia Mason.
—No, Mason. De verdad que no...
Una enorme sonrisa se dibuja en el rostro de Mason.
—Kingsley Hunt es mi ayudante. Démosle un aplauso. —Los ojos de Mason se
clavan en los de ella cuando susurra—: Lo va a necesitar.
Se aleja y empieza a moverse de mesa en mesa, hablando con los estudiantes
y dejándome con una Kingsley de mirada consternada.

Tras el anuncio de Mason, que atrajo la atención de todos, mis ojos se posan en
Layla.
82 ¿Tanto te gusta?
Sí.
Entonces no dejes que se te escape de las manos.
Layla le da unas palmaditas reconfortantes a Kingsley en el hombro y, por la
expresión de dolor en sus rostros, se diría que Kingsley ha recibido una sentencia de
muerte.
Bueno, estamos hablando de Mason aquí.
—Estarás bien —le digo, tratando de ofrecerle algún tipo de ánimo.
Empieza a negar con la cabeza.
—No, no lo haré porque esperará de mí que esté siempre a su entera
disposición y, admitámoslo, el infierno se congelará antes de que eso ocurra.
—Seguro que Layla tiene un par de consejos para ti sobre cómo puedes ganarte
a Mason. Ha estado haciendo un gran trabajo conmigo —digo, sabiendo
perfectamente que mis palabras tomarán desprevenida a Layla.
—¿En serio? —pregunta Layla, con una expresión de asombro en el rostro.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Kingsley, con la mirada totalmente
perdida.
Hago un gesto entre Layla y yo.
—Nos llevamos bien —miro fijamente a Layla esperando no equivocarme—, y
nos caemos bien. —Hago una pausa intentando calibrar la reacción de Layla a mis
palabras. Se me queda mirando con el ceño ligeramente fruncido. Mirando de nuevo
a Kingsley, le digo—: Hay esperanza para ti y para Mason.
—No estoy tan seguro de eso —comenta Kingsley, con los ojos clavados en la
espalda de Mason.
Me acerco dos pasos a Layla e inclino ligeramente la cabeza para mirarla a los
ojos.
—¿Sobre que Mason y tú sobrevivan o sobre que Layla y yo nos gustemos? —
pregunto.
—Sobre que Mason y yo no nos matemos el uno al otro. —Kingsley suelta un
chasquido, y luego añade rápidamente—: Ohh... Ohhhh. Mierda, no me lo esperaba.
Ahh, los dejo a los dos para que hablen.
Se aleja de nosotros y sé que me estoy arriesgando mucho al hacer esto
públicamente, pero es por Layla. Todo el mundo lo sabrá, y si intentan joderla,
tendrán que vérselas conmigo.
—Salgamos, Layla.

83 Se puede oír caer un maldito alfiler sobre la alfombra de felpa. Estoy seguro
de que no soy el único que contiene la respiración mientras espero a que diga algo.
Layla

¿S
algamos?
¿Le dijo Mason que no le limpié los zapatos y ahora se está
vengando de mí?
¿Me está tomando el pelo?
Mierda, no sé si habla en serio o en broma.
Todos nos miran y no sé qué hacer. Suelto el aliento que he estado conteniendo
84 junto con una risita nerviosa. Necesitada de calmar la situación, decido seguir el
juego. Si es una broma, todo el mundo se reirá, si no... No, estoy segura de que Falcon
está bromeando.
—¿Por qué no? Ahora mismo no tengo mejores ofertas. —Escucho las palabras
salir de mi boca, y prometo por todo lo sagrado que eso no era lo que quería decir.
Sí, salgamos.
Claro, ¿quieres empezar ya?
Por supuesto, me encantaría.
Cualquiera de esos habría sido mejor. Pero... ¿No tengo mejores ofertas? ¿Qué
demonios, Layla?
Estoy a punto de empezar a rezar para que el suelo me trague entera cuando
Falcon sonríe. Una sonrisa de oreja a oreja, sexy, que despierta mis hormonas
hibernantes.
—Eso es un sí, ¿verdad? —pregunta acercándose a mí. Me agarra el brazo que
ha estado colgando a mi lado como un fideo flácido. Despacio, su tacto desciende
hasta llegar a mi mano. Cuando sus dedos se cierran en torno a los míos, un cosquilleo
recorre mi cuerpo como un tsunami monstruoso.
Asiento, incapaz de pronunciar una maldita palabra ahora mismo.
Falcon me mira por encima del hombro y asiente, y pronto las notas de piano
empiezan a llenar la sala. Me toma de la mano y me lleva hacia un espacio abierto
donde hay un violinista junto a un piano de cola.
—No puedo bailar —susurro con urgencia—. ¡Falcon!
Se vuelve hacia mí con una mirada tan intensa que sólo puedo tragar saliva.
Lleva mi mano a su hombro antes de colocar la suya en la parte baja de mi espalda y
luego acorta la escasa distancia que nos separa hasta que nuestras frentes se tocan.
Mi respiración empieza a acelerarse cuando levanta nuestras manos unidas y da un
paso adelante.
Oh. Dios. Dios.
Falcon me sujeta muy fuerte, dándole todo el control sobre nuestros
movimientos. Por la gracia de Dios, consigo no meter la pata y, cuando me
acostumbro al patrón de nuestros pasos, tengo un momento para apreciar la música.
Delicadas notas flotan a mi alrededor, y parece como si todo se ralentizara,
todo se desvaneciera hasta que sólo quedamos nosotros y la pieza de piano.
Poco a poco mis ojos suben hasta encontrar los de Falcon, y de nuevo me olvido
de respirar.
Hablaba en serio.
Falcon hablaba muy en serio, y se le nota en el rostro mientras me mira
85 fijamente.
Nos llevamos bien... y nos gustamos.
Le gusto a Falcon.
Por un momento, mientras las notas tejen un hechizo a nuestro alrededor, la
felicidad fluye a través de mí.
Pero es solo un momento.
Porque es Falcon Reyes.
¿Y yo? Sólo soy Layla.

Lengua trabada.
Fuera de mi alcance.
Y tan elegante como un bebé alce dando sus primeros pasos.
Sí, eso resume la última hora de mi vida. He hecho todo lo posible por ser
sociable, pero desde el baile, toda mi existencia se tambalea.
También está Serena, que de alguna manera sigue apareciendo en mi campo
de visión y sus miradas son lo suficientemente gélidas como para salvar al mundo del
calentamiento global.
Y por último, pero no por ello menos importante... Lentamente, giro la cabeza
hacia Falcon, que está a mi lado. Mis ojos recorren su perfil lateral. Sus hombros
seguros de sí mismos. Su sonrisa culta cuando habla con los demás.
Él es un dios y yo una simple mortal.
Él es un puma, y yo soy... una cría de alce.
Él es Júpiter y yo Mercurio.
Es el tipo de hombre con el que solo sueñas porque estar con él es el final
disfrazado de principio. Es el fin de tu individualidad porque no hay forma de que tu
luz siga ardiendo y no sea consumida por su infierno.
No creo que pueda renunciar a lo que soy por nadie. Papá me enseñó a amarme
primero a mí misma. Solo entonces podré amar a otra persona incondicionalmente. Si
tengo que renunciar a mis sueños, a quién soy y a quién quiero llegar a ser, solo
acabaré resentida con él.
La tristeza brota en mi corazón porque la oportunidad de enamorarme de
Falcon solo fue una cruel ilusión.
—¿Estás lista para irnos? —pregunta Falcon.
Mis ojos vuelven a enfocar su desgarradoramente bello rostro. Asiento y él me
86 toma de la mano, uniendo nuestros dedos. Sigo a Falcon fuera del vestíbulo, con la
mirada clavada en nuestras manos unidas.
Intento memorizar la sensación de su piel contra la mía. Intento recordar lo que
sentí al apoyar la cabeza contra su pecho la noche que me consoló.
Lo intento.
Mis pies se detienen entre las sombras de dos farolas. Falcon se vuelve hacia
mí y yo miro con nostalgia nuestras manos por última vez antes de soltar la mía.
—¿Lo decías en serio? —pregunto, sin querer parecer idiota si Falcon solo
estaba bromeando.
—¿Qué? —pregunta y se pone delante de mí—. ¿Sobre lo de salir juntos?
—Sí. —Miro fijamente el botón superior de su camisa de vestir, sin tener el
valor suficiente para mirarle a los ojos.
—Lo dije en serio.
Saco la lengua y me mojo los labios, que están resecos.
—Falcon, eres heredero de CRC Holdings.
—Mi familia no tiene nada que decir sobre con quién salgo —me interrumpe
Falcon.
Ve a través de mí con esos preciosos e inteligentes ojos.
—Venimos de dos mundos diferentes. —Levanto los ojos para mirarle—. Tú
tienes un jet privado. A mí me gusta viajar por carretera. Tú vas a complejos turísticos
de categoría mundial. A mí me gusta vivir en una cabaña. El traje que llevas cuesta
más que todas mis pertenencias juntas. Pero yo amo mis cosas. Amo mi vida con los
pies en la tierra.
Una brisa me toma el cabello y me lo pasa por el cuello. Falcon agarra los
mechones y me roza el cuello con los nudillos mientras me lo echa hacia atrás.
—Esa es una de las cosas que me gustan de ti, Layla. No hay fingimiento. Nunca
dudas en mostrar lo que sientes. Tienes espíritu, y no creo que entiendas el
significado de echarse atrás incluso cuando te superan en número. Las chicas con las
que crecí —niega con la cabeza—, seguirían en el hospital después de pasar por lo
mismo que tú. Pero tú no. Te defiendes en lugar de llamar al abogado de la familia o
hacer que tu madre se ocupe del problema.
—Probablemente me moriría un día dando patadas y gritando en lugar de irme
con gracia —intento bromear.
—Layla. —Falcon baja la voz y me toma el rostro mientras acorta la pequeña
distancia que nos separa. Me echa la cabeza hacia atrás y nuestros ojos se cruzan. El
momento es tan intenso que mi cuerpo respira al mismo ritmo que el suyo—. Mi vida
es en blanco y negro, y no sabía lo que era el color hasta que te vi. Estoy de acuerdo
87 en que somos diferentes, pero eso no significa que no quiera experimentar tu mundo.
—Realmente no te veo haciendo un viaje por carretera y quedándote en una
cabaña.
—Te propongo un trato —dice con un semblante tan serio que uno juraría que
está ocupado con una reunión del consejo de administración—. El viaje de esquí de
diciembre. En lugar de volar hasta allí y alojarme en la estación, dejaré que lo
planifiques tú. Si me gusta, tienes que estar de acuerdo en que podemos trabajar. Si
lo odio, estaré de acuerdo en que no lo haremos como pareja.
—¿Me dejarás planear todo el viaje? —pregunto para asegurarme de que
ambos entendemos lo que implica el trato.
—Sí. Todo.
—De acuerdo —acepto—. Trato hecho, señor Reyes. —Me echo hacia atrás y
le tiendo la mano. Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando la estrechamos.
Antes de soltarme la mano, añade rápidamente:
—Hasta entonces, quedamos. —Me sonríe—. Nos dimos la mano para que no
puedas echarte atrás en el trato.
—Pero.
Falcon se da la vuelta y comienza a alejarse.
—Falcon, espera. Eso no era parte del trato. —Intento correr tras él, pero los
estúpidos tacones me frenan. Me detengo, me los quito y lo alcanzo cuando entra en
nuestro edificio—. Un momento —le digo rodeándole y bloqueándole el paso con los
brazos abiertos y un zapato en cada mano—. ¿No crees que tenemos que hablar de
nuestras citas? Esta mañana he sido tu ayudante. —Aprieto la nariz y recuerdo lo de
esta tarde—. ¿Por qué le pides a la chica que te gusta que te lustre los zapatos? —
Pongo las manos en las caderas, frunciéndole el ceño.
Me señala el rostro.
—Para conseguir esa mirada.
—¿Qué mirada? —Intento ver mi reflejo en las ventanas, pero estoy demasiado
lejos.
—La mirada donde no soy Falcon Reyes. Sólo soy un tipo que te molestó. —
Hace una pausa mientras sus palabras calan—. Sólo soy un tipo.
Oh, Falcon.
Mi corazón se estruja dolorosamente por él. Está hambriento por la vida
restringida que ha estado viviendo, y no puedo culparle. Yo me marchitaría y moriría
si tuviera que vivir como él.
—Te voy a enseñar lo que es vivir —susurro.
—¿Promesa?
—Lo prometo, así que será mejor que te prepares para un viaje infernal.
88 Sonrío a Falcon, emocionada por poder mostrarle la belleza de mi mundo. Me
agarra la barbilla y me roza el labio inferior con el pulgar. Cuando sus ojos se posan
en mi boca, siento un revoloteo en el estómago. Falcon empieza a inclinarse y la
expectación crece entre nosotros, haciéndome desear que el momento dure para
siempre, pero al mismo tiempo que me bese ya.
—Voy a despertarla si está durmiendo. —Escucho la voz de Kingsley.
Nos separamos y, en mi intento de buscar la tarjeta, se me caen los malditos
zapatos al suelo.
—¿Estás tirando los zapatos? ¿Por qué? —pregunta Kingsley.
—Se me cayeron. Por accidente. —Mi respiración es demasiado rápida, y
Kingsley se da cuenta porque empieza a sonreír.
—¿Las dos necesitan otro minuto para terminar lo que interrumpimos?
Podemos volver a salir. ¿Verdad, Lake?
—Podemos pasear por el edificio —añade Lake.
—A la mierda, estoy cansado —refunfuña Mason.
—¡Mason! —se queja Kingsley.
—¿Qué? Su habitación está justo ahí. Pueden entrar —argumenta mientras se
dirige a los ascensores.
—Me he dejado la tarjeta-llave en tu suite —menciono mientras señalo hacia
arriba—. Voy a subir a agarrarla.
Todos nos reunimos con Mason delante del ascensor y Kingsley murmura en
voz baja:
—Asesino romántico.
Siento la mano de Falcon rozar la mía, y luego sus dedos se enlazan con los
míos.
Cuando se abren las puertas, entramos todos. Mientras subimos, casi puedo
creer que nuestro pequeño grupo pueda encajar de algún modo en la vida de los
demás.
Mason con su temperamento. Kingsley con su humor y descaro. Lake con su
calidez. Falcon con su valentía para luchar por la vida que quiere. ¿Y yo? Seré su
arcoíris.

89
Falcon

E
ntramos todos en la suite y, de mala gana, suelto la mano de Layla para
que se ponga los vaqueros y la camiseta que se ha dejado antes.
—¿Hay comida aquí arriba? —pregunta Kingsley.
—¿Por qué sigues aquí? —Mason se deja caer en el sofá y le lanza una mirada
molesta.
—Estoy esperando a Layla —responde y luego mira esperanzada a Lake—.
90 ¿Algo de comer?
Sonriendo, Lake niega con la cabeza.
—¿Puedo pedir algo?
—No, está bien. Tengo un alijo de caramelos en mi habitación.
Layla sale del baño con el vestido colgando del brazo.
—Gracias, Lake. Llevaré el vestido a la tintorería antes de devolverlo.
Lake la mira perplejo.
—¿Por qué? Es tuyo.
—¿Mío? ¿No lo has alquilado? —Los ojos de Layla se clavan en los de Lake, y
desearía poder decirle a Lake que se ponga a cubierto.
—¿Por qué iba a alquilarlo? —pregunta Lake mientras se sienta en el sofá
opuesto al de Mason.
—Laaaaaake… —gime Layla—. ¿Por qué compraste el vestido? Debe de haber
costado medio brazo y un riñón. ¿No puedo devolverlo?
El rostro de Lake se transforma al instante en una mirada muy parecida a la de
un ángel. Miro a las dos y me pregunto si Layla será inmune a esa mirada. Muchos lo
han intentado y han fracasado. Demonios, la mirada funciona incluso con Mason.
—Por favor, quédate con el vestido. Es un regalo.
Layla parpadea a Lake un par de veces, pero luego levanta la barbilla.
—La verdad es que no puedo. Es demasiado para un regalo, y no voy a muchos
sitios donde pueda llevarlo.
Aprieto los labios para no sonreír.
Mason se gira ligeramente y levanta la mano.
—Mujer, choca esos cinco. O tienes un corazón de piedra o mucha más fuerza
de voluntad de la que creía.
Layla parece desconcertada mientras frunce el ceño ante Mason y duda antes
de darle una palmada en la mano.
—No estoy segura de por qué estamos chocando los cinco, pero está bien.
—Lake acaba de intentar usar su superpoder contigo, y no funcionó. Todos
fallamos. Repetidamente —explica Kingsley.
—¿Te refieres a la adorable mirada inocente que acaba de poner? —pregunta
Layla, y luego estrecha los ojos hacia Lake—. Es adorable, pero aun así, no voy a
ceder.
Lake se encoge de hombros y saca su teléfono.
—Valía la pena intentarlo. Voy a pedir pizza. ¿Se quedan o se van?
—Vamos —responde Kingsley por ellos totalmente ajeno a que yo quiera pasar
91 más tiempo con Layla.
Antes de que pueda decir nada, Layla se acerca a Lake y, agachándose, le da
un beso en la mejilla. Levanto una ceja e inclino la cabeza. Cuando Layla se vuelve
hacia Mason, doy un paso adelante.
Mason vuelve la mejilla mientras me sonríe. El cabrón.
—Todavía no estamos tan cerca. —Layla se ríe entre dientes y en su lugar le
hace un gesto con la mano que me hace sonreír burlonamente.
—Llevaré el vestido a la tintorería y luego podremos devolverlo —menciona
de nuevo, y Lake solo asiente porque ya está llamando para pedir comida.
Miro a Layla mientras camina hacia mí. Me lanza una mirada incómoda, no
parece muy segura de cómo debe decir buenas noches.
Nuestro primer beso no será delante de este grupo. Levanto la mano y la
deslizo por detrás de su cuello.
—Que pases buena noche. Hasta mañana. —Me inclino y le rozo la frente con
la boca. Respiro profundamente su suave aroma floral antes de retirarme.
Abro la puerta y tengo que morderme el labio inferior cuando un rubor colorea
las mejillas de Layla. Sonríe y me saluda con la mano.
Me inclino a mi derecha y veo a las chicas caminar por el pasillo. Layla vuelve
a saludar con la mano al entrar en el ascensor y mantenemos el contacto visual
mientras se cierran las puertas.
—Malditos —suelta Lake mientras cierro la puerta.
—¿Qué? —Mason se lanza hacia arriba y rodea la mesita para llegar hasta Lake.
Él mira el teléfono para ver lo que tiene Lake maldiciendo—. Mierda, eso no es bueno.
Preocupada, voy a colocarme detrás del sofá y, apoyando las manos en el
respaldo, me inclino.

Ojos estrellados, estrellados.


¿Está Falcon Reyes fuera del mercado o aún disponible?
Síguenos para descubrir quién es la chica misteriosa
en nuestra próxima edición.

El titular acompaña a una foto que alguien hizo mientras bailábamos. Por suerte
muestra a Layla de espaldas.
—Es tendencia —refunfuña Lake.
Esperaba pasar más tiempo con Layla antes de que se supiera la noticia y los
92 paparazzi empezaran a cercarnos como buitres.
—Llamaré a Relaciones Públicas para que lo quiten —refunfuña Mason, y
empieza a sacar su teléfono del bolsillo.
—No pasa nada. —Se giran los dos para mirarme—. Tarde o temprano se sabrá.
Si intentamos ocultarlo, las cosas empeorarán. La prensa no puede entrar en el
campus. Mañana enviaré un aviso a los estudiantes. Si alguno nos hace fotos, será
expulsado.
—Si no los mato antes —gruñe Mason.

Estoy ocupado eligiendo un reloj de mi colección cuando llaman a la puerta.


—Yo lo tomo —grita Mason.
Tras hacer mi selección, cierro el cajón y, mientras me sujeto el Vacheron
Constantin a la muñeca izquierda, salgo de mi habitación.
—Falcon, deja ya el café —grita Mason, y apartándose de Layla, que sostiene
los tres cafés de rigor, me ve y frunce el ceño—, me estás matando —saca el móvil y
envía una nota de voz mientras camina de vuelta a su habitación—, Kingsley, trae tu
trasero aquí. Tengo un encargo para que lo pases a máquina.
Caminando hacia Layla, se me levanta la comisura de los labios.
—Buenos días. —Agarro el portacafés y voy a colocarlo sobre la mesa—. Ya no
tienes que traernos el café.
—¿Por qué? El barista acaba de acertar con tu pedido. ¿Quieres algo más?
Niego con la cabeza mientras vuelvo hacia ella. Cuando la rodeo con los
brazos, suelta un “¡Oh!” sobresaltado. La abrazo contra mi pecho y respiro hondo.
—Ah... Uhm... —Sus manos se posan en mis costados un momento antes de
apartarse de nuevo.
—Abrázame, Layla.
—Ohh de acuerdo —susurra, con aire incómodo. Se mueve bruscamente, pero
me rodea la cintura con los brazos y se queda inmóvil—. Falcon —susurra como si
estuviera compartiendo un secreto.
—¿Mmm?
—Va a costar acostumbrarse a esto —admite.
—Podemos quedarnos así hasta que te parezca bien la idea. —Se pone rígida
entre mis brazos, lo que me hace sonreír al instante.
—Tengo que ir a la ciudad. —Lleva los brazos a mis costados e intenta echarse
93 hacia atrás. Niego con la cabeza, apretando más fuerte—. Tengo que llevar el vestido
a la tintorería. —Vuelvo a negar con la cabeza—. Esto es raro. No creía que fueras de
los necesitados —refunfuña.
Suelto una carcajada silenciosa, pero me retiro.
—¿Quieres ir ya a la ciudad? —pregunto y compruebo la hora.
—¿Por qué? ¿Necesitabas que hiciera algo? —pregunta.
—Ya no tienes que correr por mí.
Entrecierra los ojos, parece tan intimidante como un gatito.
—¿Me estás despidiendo? —Antes de que pueda responder, levanta la
barbilla—: Bien, porque me pagaban mal y trabajaba demasiado.
—Tu jefe parece un imbécil —afirmo, haciendo lo posible por parecer serio.
En realidad se lo piensa hasta que ladeo la cabeza, lanzándole una mirada
incrédula.
—¿Qué? Eras un imbécil la mayor parte del tiempo —se defiende.
—¿Por qué te gusto entonces? —pregunto, ya sin demasiada confianza. De
nuevo, se toma su tiempo para pensar.
—Tú y Mason se parecen mucho —responde finalmente—. Los dos tienen esos
muros levantados queriendo que la gente crea que son idiotas, pero no lo son. No
dudaste en ayudarme, y eso me demostró quién eres en realidad.
No he hablado con ella del ataque desde que ocurrió. Levanto una mano y le
rozo la mandíbula, donde el moratón está cubierto de maquillaje.
—No te lo he preguntado porque no estaba seguro si preferías no hablar de
ello, pero ¿se está curando todo? ¿Duermes bien?
Asiente, se mira los pies y se encoge de hombros.
—Es el pasado. No me gusta darle vueltas a las cosas. —Se rodea la cintura con
los brazos y empieza a balancearse sobre las puntas de los pies.
Memorizo todos sus gestos nerviosos para tenerlos en cuenta en el futuro antes
de agarrarla del brazo y estrecharla contra mi pecho. Con la mano en la nuca y la otra
alrededor de los hombros, le doy dos besos en el cabello.
—Háblame.
Esta vez no duda en rodearme con sus brazos, y su abrazo es mucho más fuerte.
—Simplemente me asustó. No he salido a correr desde entonces y voy a tomar
una tonelada de peso con todos los dulces que Kingsley me está dando.
—¿Ayudará si salgo a correr contigo? —pregunto inclinando la cabeza hacia la
derecha para verle el rostro.
Me mira de reojo y, demonios, me meto en un lío cuando me lanza una mirada
94 adorable que hace que la de Lake parezca un maldito ceño fruncido. Asiente y sus
labios se curvan en una bonita sonrisa.
—Voy a besarte hasta dejarte sin sentido si sigues mirándome así —gruño.
Sus ojos se agrandan y se echa rápidamente hacia atrás. Da una palmada y se
vuelve hacia la puerta.
—Vámonos. Tengo clase a las once.
Layla

E
sto es raro.
Tan, tan raro.
De pie junto a Falcon en el ascensor, soy muy consciente de cada
movimiento que hace, de cada respiración que hace y, sobre todo, de cada vez que
sus ojos se posan en mí.
Parece como si hubiéramos pasado de cero a cien en un abrir y cerrar de ojos.
95 —Ahora entiendo el significado de ser asertivo —murmuro en voz baja.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Falcon.
Salimos al vestíbulo y nos dirigimos a mi habitación.
—Estás acostumbrado a conseguir lo que quieres. —Abro la puerta y me dirijo
al sofá para recoger mis cosas—. No lo digo en el mal sentido. —Cuelgo el vestido
sobre el brazo izquierdo y me pongo el bolso sobre el hombro derecho, luego me
vuelvo hacia Falcon—. Nunca te han rechazado, así que es fácil que te lances por todas
en un negocio o... ahh... relación.
Falcon se acerca y me quita el vestido.
—¿Te han rechazado? ¿Quién?
Frunzo ligeramente el ceño y empiezo a contar todas las veces con la mano
izquierda.
—Primero fue Stephanie, de preescolar. No quería jugar conmigo. Luego... sí,
¿cómo olvidar a Ross? No aceptaba mis pasteles de barro. Pequeño cabeza de mierda.
Falcon intenta no reírse, pero no lo consigue.
—Tienes buena memoria.
—Me marcaron de por vida —afirmo sin rodeos, manteniendo el ceño fruncido.
Falcon niega con la cabeza y, pasándome un brazo por el hombro, me empuja
hacia la puerta.
—No voy a caer en la trampa. Ya me has demostrado que no cicatrizas
fácilmente. Pongámonos en marcha.
—Oh, espera. —Me escabullo de debajo de su brazo y voy a agarrar las llaves
a mi habitación. Dándoles vueltas alrededor de un dedo, digo—: No podemos ir
andando a la ciudad.
—¿No vamos a agarrar mi auto? —pregunta Falcon mientras cierro la puerta
tras nosotros y caminamos hacia el estacionamiento.
—No, desde luego que no vamos a agarrar tu auto —le digo, y luego le sonrío—
. Lulubelle es sensible, así que no la insultes.
—Le pusiste nombre a tu auto —murmura Falcon y luego deja de caminar—.
No voy a mentir, todo el mundo en el campus pensaba que era el auto del conserje.
Me doy una palmada en el corazón.
—Eso duele. —Finjo parecer dolida.
—¿Está en condiciones de circular? —pregunta Falcon, acercándose a mi
Volkswagen Escarabajo azul.
96 —Ahora te estás buscando una paliza —le amenazo mientras desbloqueo el
lado del conductor. Subo y abro la puerta del acompañante para su alteza real.
Falcon sube y se echa el vestido sobre el regazo. Me aguanto, pero cuando me
empiezan a llorar los ojos, estallo en carcajadas.
Falcon se gira en el asiento y, colocando su mano derecha en mi
reposacabezas, se inclina hacia mi lado. Intento tragarme la risa, pero cada dos
segundos me sale a borbotones. Sus ojos captan los míos y empieza a inclinarse hacia
mí.
Mi risa se seca y mis pulmones olvidan cuál es su función principal. Mis dedos
envuelven con fuerza el juego de llaves del auto.
Sus ojos no se apartan de los míos y, a medida que se acerca, puedo distinguir
pequeñas motas verdes dispersas en sus profundos iris marrones.
Un auto cerca de nosotros emite un pitido y luego suenan las risas de un grupo
de estudiantes.
Sin pensármelo dos veces, me agarro al cuello de Falcon y lo empujo hacia
abajo, haciendo lo posible por esconderme también.
Cuando oigo que el otro auto se detiene, miro por encima del tablero para
asegurarme de que no haya moros en la costa.
—Ha estado cerca —susurro mientras vuelvo a incorporarme.
Falcon se reclina contra su asiento y se tapa los ojos con la mano izquierda. Sus
hombros tiemblan por la risa silenciosa.
Pongo la llave en el contacto y arranco el auto, lo que hace que Falcon mire a
Lulubelle como si fuera una forma de vida extraterrestre.
—No recuerdo cuándo fue la última vez que vi un auto que necesitara llave.
Salgo del estacionamiento y le enarco las cejas a Falcon.
—Quédate conmigo y experimentarás todo tipo de cosas.
—Sí, pero no lo que es besarte por lo que parece —murmura.

Falcon vuelve a mirar la hora y solo han pasado cinco minutos desde que
hicimos el pedido. Cuando me mira, señalo su reloj.
—No paras de mirar la hora. ¿Tienes que estar en algún sitio?
—No, es que no estoy acostumbrado a esperar.
—La paciencia es una virtud —bromeo.
—¿De verdad crees eso? —pregunta, echándose hacia atrás en la cabina en la
97 que estamos sentados—. Es de la Biblia, ¿verdad?
Me inclino hacia delante, cruzo los brazos sobre la mesa y sonrío.
—Es de un poema. Piers Plowman, escrito por William Langland.
Gracias, papá, por enseñarme poesía.
—No lo sabía. —El interés parpadea en el rostro de Falcon.
—Piers Plowman contiene la primera referencia conocida de Robin Hood. —
Intento recordar el verso que me contó papá—. Algo así como que la Conciencia
enseña sobre el perdón, y la Paciencia enseña a abrazar la pobreza.
—¿Estás de acuerdo? —pregunta Falcon.
El camarero trae nuestro pedido, y yo primero doy un sorbo a mi zumo antes
de responder:
—En cierto modo sí. —Como no me gusta desayunar, solo he pedido tostadas.
Unto la rebanada con mantequilla antes de seguir explicando—: Creo que debería
ser al revés, la pobreza enseñándote a abrazar la paciencia. No puedes hacer y tener
lo que quieres con un chasquido de dedos. Tienes que ahorrar y esperar para hacer
realidad algunos de tus sueños. Si todo en la vida está listo, esperando a que lo tomes,
es demasiado fácil. No existe la alegría de conseguir por fin tu objetivo o
experimentar tu sueño.
Falcon asiente con la mirada fija en algo que hay fuera de la ventana.
—Entonces todo es blanco y negro, sin color —murmura sumido en sus
pensamientos. De repente, me mira y sonríe—. Eres muy perspicaz.
Me encojo de hombros y mastico el bocado que acabo de dar. Trago saliva y
respondo:
—No, es que tengo un padre increíble.
—No lo conozco. —Toma los cubiertos y empieza a comer.
—Mis padres se divorciaron cuando yo tenía seis años. Mi padre es un alma
vieja, y sus vidas no seguían los mismos caminos. Está viajando por el mundo. Cuando
acabe la carrera, me gustaría unirme a él.
—¿Te pareces a tu padre?
Asiento y sonrío con orgullo.
—Mis recuerdos favoritos de la infancia eran las veces que venía a casa y
pasábamos las vacaciones de verano en una cabaña. Me contaba todos los lugares a
los que había viajado y lo que había visto. Me enseñaba una foto y tejía toda una
historia a su alrededor. —Suelto un suspiro de felicidad—. Mi padre es mágico.
En el rostro de Falcon se refleja una emoción parecida al dolor. ¿Añoranza?
Observo cómo se recompone.
—Tu padre parece increíble. —Espero, dándole tiempo a Falcon, para que me
98 diga lo que está pensando, pero en lugar de eso, señala mi tostada a medio comer—
. Terminemos para que podamos volver al campus.
Como no quiero obligarle a abrirse conmigo, sonrío y sigo comiendo. Cuando
terminamos y Falcon saca la cartera, niego con la cabeza.
—Yo pago.
Sus ojos se clavan en los míos y veo que quiere discutir. No puedo resistirme a
aprovechar el momento para burlarme de él. Me levanto, camino alrededor de la
mesa y me deslizo rápidamente a su lado. Pongo una mano sobre la mesa y me inclino
muy cerca de él. Cuando mis labios se separan, sus ojos se posan inmediatamente en
mi boca, y entonces susurro:
—Gracias.
Frunce el ceño.
—¿Eh?
Luchando por no reír, digo:
—¿Te mataría decir gracias?
Falcon suelta una carcajada y me agarra de la barbilla, manteniéndome cerca
de él. Sus ojos brillan con calidez al mirarme fijamente.
—Gracias, Layla.
—De nada, Falcon.
Quiero oírle reír, acorto rápidamente la distancia que nos separa, le doy un
beso en la boca y salgo corriendo de la cabina. Tiro el dinero sobre la mesa y me
alejo de él lo más rápido que puedo, pero su risita me sigue hasta la salida.
Cuando salimos, le sonrío.
—Has sobrevivido comiendo en un restaurante. Estoy impresionada.
—No lo celebremos todavía. La intoxicación tarda en hacer efecto —bromea.
—¡Señor Reyes!
Ambos miramos en dirección a la persona que llama a Falcon, pero antes de
que pueda ver quién es, Falcon me agarra y me empuja contra su pecho.
—De vuelta a la cafetería —Falcon suelta un chasquido, y yo no tengo más
remedio que moverme con él, porque no me suelta—. ¿Cómo llego a la entrada
trasera?
Solo cuando corremos por un estrecho pasillo me suelta Falcon, pero entonces
me agarra de la mano.
—Tenemos que correr.
—¿Por qué? ¿Quién era? —pregunto, y la expresión de preocupación en el
rostro de Falcon me hace mirar por encima del hombro para ver si nos están
99 siguiendo.
—Son paparazzi. Mantén la cabeza gacha para que no te hagan fotos del rostro.
Espera, espera. Espera.
Aturdida, sigo a Falcon por la parte de atrás y automáticamente corro con él.
No me fijo en lo que me rodea ni hacia dónde nos dirigimos. Oigo vagamente a Falcon
hacer una llamada.
¿Falcon no quiere que le vean conmigo en público?
¿Pero prácticamente lo anunció ayer a toda la Academia?
¿Pero la prensa? Eso lo descubre todo el mundo, incluida su familia.
Un Bentley se detiene junto a nosotros haciendo chirriar los neumáticos, y
entonces Lake grita:
—Sube. Sube, rápido. —Falcon abre de un tirón la puerta trasera y me empuja
dentro antes de deslizarse a mi lado. Se quita la chaqueta y me envuelve con ella,
cubriéndome la cabeza.
¿Por qué me arden los ojos de lágrimas?
¿Por qué me siento menos?
Porque Falcon te está escondiendo. Eres un secreto, Layla.
No debería estar herida. Sabía que esto pasaría. Nuestras vidas están a años
luz. A quién engañaba al pensar que si realmente lo queríamos, podríamos hacer que
funcionara.
Falcon se casará con una esposa trofeo que se vea bien en su brazo, no con la
hija de la asistente que consiguió un viaje gratis porque su padre se sintió caritativo.
Falcon

E
stuvo cerca. Mantengo a Layla a cubierto, y cuando Lake atraviesa las
puertas de Trinity, echo un vistazo a las furgonetas de prensa estacionada
fuera.
No debería haber dejado a Layla salir del campus. Fue un error estúpido.
Lake estaciona justo delante de nuestro dormitorio y nos mira.
—¿Están bien?
100 —Sí, debería haberlo esperado después del artículo. —Abro la puerta y salgo.
Dándome la vuelta, tiendo la mano a Layla, pero en lugar de agarrarla, se baja y me
empuja la chaqueta contra mí.
Sin mediar palabra, comienza a caminar de vuelta hacia la entrada, donde está
acampada toda la prensa.
—Layla —llamo tras ella—, ¿qué haces?
No se detiene y, cuando la tomo del brazo, me lo arranca de un tirón.
—Voy por mi auto.
Me lanzo delante de ella y la agarro por los hombros, para que no me rodee.
Baja los ojos hasta nuestros pies, se rodea la cintura con los brazos y empieza a
mecerse lentamente hacia delante y hacia atrás.
Malditos.
—¿Qué pasa? ¿Qué es lo que va mal?
Layla niega lentamente con la cabeza, levanta la vista y el dolor de su rostro me
atraviesa. Nunca me había sentido fracasado, pero delante de esta mujer me siento
inadecuado por primera vez.
—Soy una persona increíble, Falcon —susurra, y a medida que continúa, su voz
se hace más fuerte—. Mis padres están orgullosos de mí. Estoy orgullosa de mí misma.
Sinceramente, no lo vi venir. Pero debería haberlo hecho. No me degradaré a ser el
secreto de algún heredero hasta que él termine la escuela.
Estoy tan perplejo por lo que está diciendo que consigue soltarse. Me paro
como un zombi y miro fijamente el lugar vacío donde estaba Layla hace un segundo.
¿Secreto? ¿Pieza lateral?
Poco a poco, la ira empieza a arder en mi pecho.
Enfado con la prensa. Con este mundo en el que vivo.
Y a Layla, por dudar de mí.
Levanto la vista y mis ojos se encuentran con los de Lake. Debe de ver mi
enfado porque rápidamente dice:
—Falcon, dale tiempo para que se calme.
Dejo caer la chaqueta y, dando vueltas, empiezo a correr. Layla está a medio
camino de la puerta cuando la alcanzo. La tomo de la mano y tiro de ella el resto del
camino.
—Suéltame la mano… —suelta las palabras. Oigo su sollozo, pero no quito los
ojos de la prensa. Cuando nos ven, se apresuran a hacer fotos.
Me detengo y atraigo a Layla contra mí. Llevo las manos a su rostro y le fuerzo
la cabeza hacia atrás, y entonces mi boca se estrella contra la suya. Me lleva las manos
101 al pecho y empuja contra mí, pero cuando otro sollozo le obliga a separar los labios,
inclino la cabeza hacia la derecha y dejo que mi lengua se cuele dentro.
Layla se queda inmóvil un momento, pero entonces sus manos suben hasta mi
cuello. Se levanta sobre las puntas de los pies y su lengua empieza a jugar con la mía.
Es nuestro primer combate.
Es la primera vez que nos hacemos daño.
Es nuestro primer beso.
Es la primera vez que me ven públicamente con una mujer... y no será la última.

Layla

No es como si fuéramos pareja, ¿por qué duele tanto?


Una estúpida lágrima rueda por mi mejilla y me la limpio con rabia.
¿De verdad pensaba tan mal de mí?
Se me escapa un sollozo, y me molesta aún más estar llorando por algo que ni
siquiera duró un día.
De repente, Falcon me agarra de la mano y me arrastra tras él. Frunzo el ceño
a su espalda e intento liberar mi mano.
—Suéltame la mano —digo, y odio no sonar enfadada. Intento reprimir un
sollozo, pero la estupidez suena más fuerte que la anterior.
Falcon se detiene y me atrae hacia él. Me agarra el rostro y su boca choca
contra la mía.
Mi mente tarda un momento en darse cuenta de lo que está pasando. Llevo
veinticuatro horas deseando este beso. Quería sentir sus brazos a mi alrededor y sus
labios sobre los míos, explorando y reclamando.
Por fin me besa.
Espera un momento. Estás enfadada, ¿recuerdas?
Levanto las manos entre los dos e intento empujarlo hacia atrás, pero otro
sollozo traidor le da acceso a mi boca y en cuanto su lengua roza la mía, pierdo toda
la determinación de luchar.
Falcon.
Mi alma suspira su nombre mientras estiro la mano para poder acercarme a él.
Le devuelvo el beso y mi corazón empieza a tejer esperanzas y sueños de tener la
102 oportunidad de enamorarme de este hombre.
Me suelta el rostro solo para rodearme con los brazos, aprisionándome a su
cuerpo, y profundiza el beso. Su lengua hace que todos mis pensamientos se esfumen
mientras roza con fuerza la mía.
Taaaaan bueeeeeno.
Rodeo el cuello de Falcon con los brazos y me aferro a él, sin querer que el
beso termine. Pero en lugar de que las cosas se calienten como yo quiero, él ralentiza
el beso.
Se echa hacia atrás y, cuando abro los ojos, es solo para encontrarme con su
mirada ardiente.
—No dudes nunca de mí —me dice, y soltándome, me toma de la mano y nos
gira para que nos enfrentemos a los flashes de las cámaras, de los que me había
olvidado por completo.
—¿Cómo se llama?
—¿Están saliendo?
—¿Qué efecto tendrá esto en CRC Holdings?
—Solo responderé a dos preguntas, y luego espero que respeten mi intimidad
—afirma Falcon.
Me pasa un brazo por los hombros y me atrae hacia sí, mirándome con el afecto
que suaviza sus facciones.
—Les presento a mi novia, Layla Shepard.
Falcon

Después de dar a la prensa el espectáculo que querían, prácticamente arrastro


a Layla de vuelta a la residencia y, una vez en su habitación, me pongo delante de
ella.
Por un momento, nos quedamos mirándonos.
—No te escondía de la prensa. Quería protegerte de ellos —explico mis actos
de antes—. Ahora... —me llevo una mano al cabello, lamentando haber sido tan
impulsiva—, ahora tu rostro va a aparecer por todo el maldito país. —Me doy la vuelta
y mi mente se acelera buscando una forma de arreglar el desastre que he hecho—.
Malditos demonios.
—Lo siento. Lo he entendido mal. —La oigo decir. Me pone una mano en el
103 hombro y se pone delante de mí. Pone el mismo rostro adorable de esta mañana y se
me derrite el corazón.
—Eso es injusto —gruño—. Ahora mismo no puedes mirarme así.
Se acerca un paso y, de alguna manera, consigue parecer aún más mona.
—Lo siento, Falcon.
—Nunca voy a ganar una discusión entre nosotros —gimoteo.
—Déjame compensarte. Podemos hacer lo que quieras. —Sonríe y empieza a
asentir con entusiasmo—. Cualquieeeeeeer cosaaa.
—¿Y no puedes decir que no? —pregunto, gustándome mucho la idea.
—Por supuesto, hay ciertas cosas que no podemos hacer, como asesinar a
alguien, comer fresas porque soy alérgica... —Hace una pausa para pensar.
—Solo quiero hacer una cosa —digo.
—¿Oh? ¿Qué?
Me acerco un paso y acerco mis manos a su rostro, enmarcándolo suavemente.
Al mirarla a los ojos, la expectación que habíamos sentido las veces anteriores vuelve
de golpe. Tenía miedo de que desapareciera tras el beso impulsivo de la puerta
principal.
Layla se agarra a mis antebrazos, su respiración se acelera.
Lentamente, me inclino hasta que nuestras respiraciones se entremezclan. No
aparto los ojos de los suyos, y la corriente entre nosotros se carga, haciendo que la
piel se me ponga de gallina. Los latidos de mi corazón se aceleran cuando sus pupilas
se dilatan, y entonces aprieto mi boca contra la suya.
Me quedo quieto y cierro los ojos, saboreando este momento que debería
haber sido el primero. Inclino la cabeza y respiro su aroma. Siento que su piel se
calienta bajo mis palmas y no puedo esperar más. Acerco mi cuerpo al suyo, todo lo
que puedo con la ropa que nos separa. Nuestras bocas empiezan a moverse, suaves
y curiosas, hasta que mis dientes rozan su labio inferior. Lo suave se convierte en
chupar y morder.
Nuestras lenguas se exploran mutuamente, el calor de su boca me lleva al
borde de perder el control. Un suave gemido suyo es todo lo que necesito para llegar
al límite.
Utilizando mi cuerpo, la empujo hacia atrás hasta que se encaja contra la pared.
Por un momento, nuestras bocas se separan y, jadeante, la miro fijamente. Al verla
tan excitada y sin aliento como yo, la agarro por los muslos y la levanto contra mí. Sus
piernas me envuelven y, cuando mi boca vuelve a aferrarse a la suya, deseo que no
haya ropa entre nosotros para poder enterrarme profundamente en su interior.
Me pierdo tanto en Layla que me olvido de respirar. Pero maldita sea, si tengo
que morir por falta de aire, sería una forma perfecta de morir.
104 Me tira del cabello y me chupa el labio inferior, arrancándome un gemido.
Esto es lo que he estado buscando. Esto es lo único que nunca podría comprar.
Un momento.
Un momento en el que soy todo su universo. Está tan centrado en mí como yo
en ella, sin que nada más importe en este momento.
Sólo nosotros besándonos.
Layla

L
e rozo los hombros con las manos, necesito sentir más de él. El beso se
vuelve cada vez más apremiante, nuestras bocas se presionan tanto la una
contra la otra que casi resulta doloroso.
Pero es un dolor dulce que enciende un dolor en mi abdomen. Algo parecido
a un millón de mariposas alzando el vuelo.
Llaman a mi puerta.

105 —Layla, vamos a llegar tarde a clase.


Falcon libera mi boca, pero no retrocede. Sus ojos se clavan en mí y tengo que
aclararme la garganta antes de gritar sin aliento:
—Dame cinco minutos.
La respiración de Falcon es tan agitada como la mía, sus ojos son dos infiernos
gemelos. A medida que el calor del momento se desvanece, las emociones me
invaden.
Si alguien tuviera que preguntarme cuándo fue el momento en que me enamoré
de Falcon Reyes, le diría que me enamoré de él cuando me besó como si estuviera
envenenado y yo fuera solo remedio.
—Tienes que alejarte. No soy lo bastante fuerte para dejarte ir —susurra, y
parece como si las palabras tuvieran un significado más profundo.
Bajo las piernas y me escurro del espacio entre Falcon y la pared. Con una
mano temblorosa, intento alisarme el cabello antes de abrir la puerta. Bloqueando el
interior de mi suite con mi cuerpo, digo:
—Voy a tener que perderme la clase de hoy. ¿Puedes tomar apuntes por mí?
Una lenta sonrisa se dibuja en el rostro de Kingsley.
—Claro. Podemos intercambiar notas más tarde, aunque apuesto a que las
tuyas serán mucho más interesantes que las mías.
Le saco la lengua, lo que solo la hace reír mientras se aleja.
—Disfrútalo.
Niego con la cabeza mientras cierro la puerta y, dándome la vuelta, me apoyo
en ella.
Falcon sigue de pie exactamente donde lo dejé, apoyado con las manos en la
pared. Dejo que mis ojos se deslicen por su ancha espalda, su cintura ceñida, su
trasero perfecto y sus fuertes piernas.
Hay tanto poder en este hombre.
No solo es fuerte físicamente, sino que tiene un tipo de influencia que la
mayoría de la gente ni se imagina.
Y yo... soy una chica de dieciocho años que consiguió hacerle perder el control.
Por un momento, me invade una vertiginosa sensación de poder. Me tapo la
boca con una mano temblorosa al darme cuenta.
Falcon se gira y apoya la espalda contra la pared, y cuando sus ojos encuentran
los míos, veo que se ha dado cuenta de lo mismo.
—En mi mundo tener una debilidad es peligroso —admite, con la voz baja y
ronca. Hay una vulnerabilidad en sus ojos que me dan ganas de abrazarlo—. Tú eres
106 mi debilidad.
Niego con la cabeza y, quitándome la mano de la boca, corro hacia él. Le rodeo
con los brazos y lucho por evitar que mis emociones me dominen.
Cuando sus brazos se quedan colgando a su lado en lugar de devolverme el
abrazo, levanto la vista hacia él. Hay algo en sus ojos que nunca pensé que vería...
miedo.
—No sabía que costaría tanto.
Me echo hacia atrás y me rodeo con los brazos.
—¿Qué?
—Un momento —susurra. Se me frunce un poco el ceño, pero luego me
explica—: Un momento de ser el próximo aliento de alguien. De significar algo más
que esto... —Parece a punto de llorar, y eso hace que se me nublen los ojos de
lágrimas—. Algo más que esta existencia en blanco y negro.
—¿Cuál era el precio? —pregunto, sin estar segura de querer oír su respuesta.
Sus ojos bajan al suelo y pasan minutos antes de que vuelva a mirarme.
—Dándote el poder de aplastar lo único a lo que nadie más tiene acceso.
Sabiendo exactamente lo que quiere decir, niego con la cabeza.
—No haré eso.
—Esa es una promesa que no puedes hacer, Layla.
—Puedo —argumento.
—Nada dura para siempre —susurra, con una mirada desgarradoramente triste
que se dibuja en su rostro.
—No en tu mundo, Falcon. En el mío, hay cosas que duran.
—¿Cómo puedes decir eso cuando tus padres están divorciados? —pregunta.
Sonrío más allá de la tristeza que siento por él.
—Porque nunca terminaron, Falcon. Acaban de divorciarse, pero siguen
siendo buenos amigos. Siguen compartiendo una copa de vino, y mi madre se quejará
de su trabajo, y mi padre se quejará del retraso de los vuelos. —Una lágrima resbala
por mi mejilla, pero sigo sonriendo—. Mis padres aún se aman. Nunca han dejado de
hacerlo.
—¿Qué sientes por mí, Layla? —pregunta Falcon con una mirada resignada que
le hace parecer distante de nuevo.
—Me gustas, Falcon.
La comisura de sus labios se levanta, pero solo un poco.
—Ése es el problema. Soy solo el que ha caído. —Se aparta de la pared y
camina hacia la puerta.
107 —No. ¡Espera! —grito, y paso corriendo junto a él. Bloqueando la puerta con
mi cuerpo, digo—: He caído.
Falcon cierra los ojos un momento antes de abrirlos para mirarme.
—Falcon, estoy enamorada de ti.
Me mira fijamente un rato más, sus ojos buscan la verdad en los míos.
—Estoy enamorada de ti —susurro, con la garganta cerrada por todo lo que
siento.
Cada latido doloroso porque me di cuenta de que Falcon no ha sido amado
antes. Se le ha dado todo, menos amor.
Lentamente, me alejo de la puerta y levanto las manos hacia su rostro. Aprieta
la mandíbula mientras lucha con sus propias emociones.
—Nunca usaré tus sentimientos hacia mí en tu contra.
Te prometo esto.
—En vez de ser yo tu debilidad, déjame ser tu fuerza.
Por favor. Por favor, déjame demostrarte que soy una persona leal que nunca te
utilizará.
Agarrándose a mis caderas, baja la cabeza hasta que su frente se apoya en la
mía.
—Esto se puso serio muy rápido —susurra.
Dejo escapar una risita cansada, agotada por las intensas sensaciones.
—Sí. —Me encorvo un poco, para poder verle a los ojos—. ¿Quieres echarte
una siesta conmigo?
—Sí.
—Vamos. —Caminamos hasta mi dormitorio y cierro las cortinas.
Falcon se tumba en el mismo sitio que la noche del ataque y me tiende el brazo.
Me subo a la cama, me arrastro hasta él y, tumbada de lado, apoyo la cabeza en su
pecho. Me pone la mano en la cabeza y gira su cuerpo hacia el mío, rodeándome con
el otro brazo.
Me da un beso en el cabello y me susurra:
—Gracias. —Aunque estoy pegada a él, intento acurrucarme más—. Gracias
por entrar en mi vida.
No soy una persona que llore con facilidad, pero ahora que he aprendido lo
solitario que debe ser estar en la cima para Falcon, no puedo evitar llorar por él.
Y Mason. Ahora entiendo por qué arremete tan a menudo.
Aprieto los labios para no emitir ningún sonido mientras una lágrima rueda por
un lado de mi rostro.
108 Y Lake. Dulce y gentil Lake.
Mi cuerpo empieza a temblar por todo el esfuerzo que me está costando no
romper a sollozar.
Falcon me abraza con más fuerza y me da otro beso en el cabello.
—No pasa nada.
Asiento y me limpio las lágrimas en su camisa.
—Estaba abrumado. Ya he vuelto a la normalidad. No tienes de qué
preocuparte.
Vuelvo a asentir y rápidamente giro el rostro hacia su pecho, amortiguando el
sollozo.
Nunca supe que mi corazón pudiera doler tanto.
Falcon se echa hacia atrás y, llevándose la mano al rostro, me seca una lágrima.
—¿Por qué lloras?
—Porque es muy injusto —susurro.
—¿Qué?
—Ese dinero te roba tu humanidad. —Otro sollozo se desliza por mis labios—.
Ahora voy a ser la maldita madre gallina de los tres.
—No mimes demasiado a Lake y ten cuidado, Mason podría morder.
Me río entre lágrimas y apoyo la barbilla en su pecho mientras le miro.
—¿Y tú?
Sigue pasándome la mano por el rostro, y la mirada cariñosa de antes ha vuelto.
—Voy a estar necesitado y requeriré muchos abrazos y besos.
Una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro.
—¿Me lo prometes?
—Oh, definitivamente lo prometo —bromea, y empujándome sobre nuestra
espalda, me da un rápido beso en la boca. Se mueve un poco hacia abajo, apoyando
la cabeza en mi pecho.
—Cierra los ojos —susurro y, llevando una mano a su cabello, paso suavemente
los dedos por las hebras. Su respiración no tarda en hacerse más profunda—. Voy a
salvarlos, Falcon —susurro—. Voy a salvarlos a los tres.

109
Falcon

H
e pasado la mayor parte del día poniéndome al día con el trabajo que
me faltó ayer. Cierro el portátil y miro el reloj para asegurarme de que
tengo tiempo suficiente.
Después de ducharme y ponerme ropa nueva, salgo de la suite. Subo por las
escaleras hasta la azotea y compruebo que todo está listo para la sorpresa de Layla.
Por suerte, hace buena noche y no corre brisa, aunque está nublado. Enciendo todas
las velas y me aseguro de que han subido los aperitivos que quería.
110 Bajo rápidamente y llamo a la puerta de Layla.
Estoy acostumbrado a tener el control total de mi vida, pero con Layla es
emocionante y aterrador al mismo tiempo. Estoy experimentando cosas y
sentimientos que no sabía que existían, pero saber que puedo perderlos igual de
rápido, demonios, es aterrador.
Tengo que dejar de pensar en lo que puede pasar y centrarme en lo que tengo
ahora mismo, pero es más fácil decirlo que hacerlo.
Layla abre la puerta y, en cuanto mi mirada se posa en su rostro, me invade una
oleada de emoción, mis ojos se llenan de color y el corazón me late con más facilidad.
Me acerco a ella, la estrecho entre mis brazos y la aprieto contra mi pecho.
—Uhhhh. —Me pone un rostro simpático mientras se esfuerza por mantenerse
en pie—. Injusto, tú eres más alto —me dice con una mueca y, como no puedo negarle
nada, le doy un beso en los labios fruncidos. Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro,
iluminándola más que el sol—. Otra vez. —Sonrío y obedezco, pero el beso es corto—
. Otra vez —susurra, empujando su cuerpo un poco más arriba.
Aflojo mi agarre sobre ella, levanto las manos hacia su rostro e inclinando la
cabeza, bajo suavemente mi boca hasta la suya, luego me quedo quieto.
Vacío y solo. Así eran todos los días ante ella.
Pero ayer, cada hora se sentía diferente, rebosante de todo lo que pensé que
nunca tendría.
Al mover los labios, el corazón se me sube a la garganta y me aferro a ella con
una necesidad abrumadora y feroz.
Y gano otro momento.
Un latido lleno de estaciones de color. Un instante lleno de eternidades de tocar
y saborear la sustancia inestimable de esta mujer.
Reduzco la velocidad con la intención de continuar en el tejado, tomo a Layla
de la mano y cierro la puerta tras nosotros.
—Mis zapatos. —Layla se ríe mientras la arrastro hacia el ascensor.
—No los vas a necesitar. —Mi voz es grave y gruesa, y cuando las puertas se
abren, la meto dentro.
Empujo a Layla contra la pared y la aprisiono con mi cuerpo. Cuando empiezo
a bajar la cabeza y las puertas comienzan a cerrarse, la aguda voz de Serena me
golpea la espalda.
—Falcon, ¿cómo has podido? —Miro por encima del hombro y vislumbro su
rostro enfadado antes de que se cierren las puertas.
—¿No deberíamos...? —Layla empieza, pero la detengo con un movimiento de
111 cabeza.
—No he oído nada —susurro mientras bajo la boca hasta su cuello. Chupo su
suave piel, mi lengua traza círculos alrededor de su pulso acelerado hasta que
llegamos al piso superior.
Layla suelta un gemido cuando me echo hacia atrás, y eso hace que se me forme
una sonrisa alrededor de la boca.
—Querido Señor, por supuesto, también tienes que regalarme esa sonrisa —
murmura en voz baja.
Tomándola de la mano, la conduzco a las escaleras, mientras le pregunto:
—¿Qué sonrisa?
Me señala el rostro y entrecierra los ojos.
—Esa sonrisa. La sexy que me hace olvidar todas las advertencias que me hizo
mi padre.
—¿Advertencias? —Salgo al tejado y, en cuanto está a mi lado, le tapo los ojos
con la mano. Me coloco detrás de ella y le rodeo la cintura con el brazo. Me inclino
hacia su oído y le susurro—: ¿Advertencias para que tenga cuidado con tipos como
yo?
Ella asiente y levanta las manos, agarrándome de los brazos.
Exhalo un suspiro sobre su piel y siento cómo un escalofrío recorre su cuerpo.
—¿Quien quiere besarte?
Vuelve a asentir antes de tragar saliva.
—¿Quien quiere besar cada centímetro de tu cuerpo? —Rozo con mi boca su
pulso atronador.
Su cuerpo se hunde de nuevo en el mío e inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Quien quiere dejar su marca en tu suave piel?
La respiración de Layla se agita sobre sus labios entreabiertos cuando cierro
los labios sobre su pulso y chupo con fuerza. Cuando gime, empujándose contra mí,
chupo con más fuerza, asegurándome de dejarle una marca.
La atracción entre nosotros es abrumadora. Paraliza mis temores de que
vayamos demasiado rápido y caigamos demasiado fuerte. Aumenta mi necesidad de
conquistarla y apoderarme de ella, de enterrarme tan dentro de ella que no quede
espacio para nadie más.
Deseosa de que esta noche dure más de cinco minutos, retiro la mano de sus
ojos y, a regañadientes, aparto el rostro de su cuello.
Abre los ojos y parpadea un par de veces antes de que una lenta sonrisa se
dibuje en su boca.
—Falcon. —Es un susurro lleno de asombro.

112 Dejo de rodearla con el brazo cuando se adelanta y la observo mientras recorre
el pasillo de las velas.
—No creía que fueras del tipo romántico —dice, girando en redondo mientras
observa todas las llamas parpadeantes.
—Yo tampoco lo creía —reconozco. Camino hacia donde está ella, cerca de las
mantas que hice extender a los novatos.
Se sienta y, sonriéndome, palmea el lugar que hay a su lado. Sus ojos están
llenos de galaxias de sueños.
—¿Alguna vez has sido adicta a algo? —pregunto mientras me arrodillo.
—No. —Sus ojos se amplían—. ¿Y tú?
—No hasta ahora —admito. Avanzo y, agarrándola por el rostro, aplasto mi
boca contra la suya. Me pierdo mientras chupo, lamo y muerdo hasta que nuestros
labios se hinchan y solo estamos concentrados en una cosa: consumirnos
mutuamente—. Soy adicto a tu sabor —murmuro contra su boca. Uso mi cuerpo para
empujarla hacia atrás hasta que se tumba.
Los ojos de Layla se nublan de deseo mientras me mira.
Una gota de agua salpica mi mano que está apoyada junto a su cabeza. Otra
golpea mi espalda.
—Está empezando a llover —digo, pero no me muevo, protegiéndola de las
gotas.
Layla me lleva las manos al rostro y, agarrándome, tira de mí hacia abajo.
—No quiero que pares. Quiero que continúes hasta que seas adicto a algo más
que a mi sabor.
Suelto un suspiro, que se convierte en otro cuando aceleran junto con la lluvia
que cae sobre nosotros.
—Quiero que seas adicto a cómo se siente mi piel contra la tuya.
Malditos demonios.
Layla es mágica. Teje un hechizo a mi alrededor hasta que estoy dispuesto a
hacer cualquier cosa por ella.
Llevo una mano a su cintura y, agarrándola por la camisa, la empujo hacia
arriba hasta que arquea la espalda para que pueda ponérsela por encima de los
pechos. Ella toma rápidamente el relevo y tira de la tela para quitársela. Coloco una
mano sobre sus costillas, acaricio su piel sedosa y bajo la cabeza hasta su pecho. Rozo
suavemente con la boca el encaje que cubre su pezón hasta que se frunce y se
convierte en un capullo duro, y entonces lo introduzco en mi boca.
La lluvia cae en forma de chaparrón y ayuda a enfriar el calor abrasador que
generan nuestros cuerpos cuando empezamos a explorarnos mutuamente.
113 —Tengo tantas ganas de estar dentro de ti, Layla —digo las palabras, pensando
que ella está de acuerdo conmigo, pero queriendo asegurarme.
Empieza a tirarme de la camiseta mojada y yo me agarro a la tela del cuello y
me la tiro por la cabeza.
Sus manos se aplastan contra mi pecho y sus dedos se abren en abanico sobre
mi piel.
—Definitivamente quiero lo mismo —dice, asintiendo mientras sus ojos se
beben mi pecho antes de deslizarse hasta mis abdominales—. Joder, Falcon. Estás
muy bueno, y no me refiero a que te sobrecalientes —comienza a divagar, haciendo
que se me levante la boca.
Le doy un beso rápido en los labios para que deje de divagar y vuelva a
concentrarse en el momento.
Se da cuenta de lo que estaba haciendo y arruga la nariz, con cara de adorable.
La miro a los ojos y subo la mano hasta cubrirle el pecho. Un escalofrío recorre su
cuerpo y sus pestañas bajan ligeramente.
Desciendo por su cuerpo y le desabrocho los vaqueros. Mientras le bajo la tela
mojada por las piernas, mis ojos recorren su cuerpo brillante por las gotas de lluvia.
Es un espectáculo precioso que me deja sin aliento. Me quito rápidamente los
pantalones para poder acercarme a ella. Pongo las manos a los lados de sus caderas
y le beso la piel por encima de la rodilla. Saco la lengua y la lamo hasta llegar a sus
bragas. Mueve las piernas, abriéndolas más, y lo único que odio de la lluvia es no
saber si está mojada por mi culpa.
Sigo besando su cadera y cambio de dirección hacia su ombligo. Agarro sus
bragas y se las bajo lentamente. Cuando veo sus rizos castaños, se me hace la boca
agua. Impaciente, la necesito desnuda, se las bajo de un tirón y nuestras miradas se
cruzan durante los segundos que tardo en quitarle los calzoncillos y el sujetador.
Sus ojos se clavan en mi rostro con gran intensidad mientras desliza una mano
por mi brazo. Su otra mano se desliza por mi cuello y una mirada que nunca olvidaré
se posa en su rostro. La expresión es todo lo que he estado sintiendo. Necesidad y
anhelo.
—Yo también te deseo —susurra—. Te deseo tanto, Falcon.
Cierro la boca sobre la suya y la beso hasta que me hormiguean los labios de
tanto morderla y amasarla. Manteniéndome apoyado en mi brazo izquierdo, mi mano
derecha se desliza sobre su abdomen y desciende entre sus piernas. Cuando siento
el deslizamiento de su deseo por mí, la sangre corre por mis venas y mi cuerpo se
calienta hasta el punto de que no me sorprendería que las gotas de lluvia se
convirtieran en vapor.
Presiono la zona sensible que hay sobre su abertura y le arranco un gemido.
114 Aprieto la frente contra la suya y, cuando las gotas caen por mi mandíbula, su lengua
sale y las atrapa. Sus manos se mueven hacia mi espalda y descienden hasta mis
costados, donde sus uñas se clavan en mi piel mientras introduzco un dedo en ella.
Al ver el placer florecer en su rostro y sabiendo que soy responsable de ello,
no puedo contenerme más, pero al colocar mi pelvis contra la suya, suelto un gemido.
—No traje condón. —No pensé que nos arrancaríamos la ropa tan pronto—.
Pero estoy limpio. Controles obligatorios cada seis meses.
—¿Cuándo fue la última revisión? —pregunta, y se le frunce ligeramente el
ceño—. Es muy difícil concentrarse en ser un adulto responsable mientras sigues... —
Enrosco mi dedo dentro de ella, amando cómo pierde toda noción del pensamiento—
. Me hice la mía el mes pasado.
—No he estado con nadie desde la última revisión —admito, y luego
pregunto—: ¿Tomas la píldora?
Solo puede asentir mientras le presiono el clítoris con la palma de la mano.
—¿Te parece bien que esté desnudo? —Saco el dedo y agarro mi polla, la froto
arriba y abajo por su piel resbaladiza y, maldita sea, se siente tan condenadamente
bien, haciendo que el placer se estremezca por todo mi cuerpo.
Ella asiente más rápido, sus uñas se clavan más en mi espalda.
Alineo la cabeza de mi polla con su abertura y me agarro a su cadera.
Otro momento.
Dejo que mis ojos recorran su rostro sonrojado y le doy un beso en la frente.
Gracias por darme esto, Layla.
Le doy otro beso en la punta de la nariz y una suave sonrisa se dibuja en sus
labios.
Gracias por irrumpir en mi vida y obligarme a verte.
Le doy un beso rápido en los labios y fijo mis ojos en los suyos.
Gracias por verme y no todo lo que tengo.
Lentamente, empujo dentro de ella.

115
Layla

L
a expresión del rostro de Falcon al entrar en mí será para siempre uno de
mis recuerdos más preciados.
Mi cuerpo se tensa por la sensación ligeramente incómoda hasta
que su pelvis presiona contra la mía y está completamente dentro de mí.
Solo he tenido sexo una vez, y los dos éramos adolescentes torpes.
Por otra parte, esto no puede ser sólo sexo.
116 Falcon se echa hacia atrás y, cuando vuelve a empujarse, sus ojos se clavan en
los míos y parece como si entre nosotros florecieran los primeros pétalos del amor.
Sus dedos en mi cadera se tensan y, apoyando su frente en la mía, sus labios se
separan mientras empieza a moverse más deprisa. Nuestros cuerpos se mecen en
perfecta sincronía, nuestras respiraciones se entremezclan mientras nuestros ojos
expresan en silencio todo lo que sentimos.
Cuando el abrumador momento de estar con Falcon por primera vez se
desvanece, me da la oportunidad de centrarme en lo físico.
Llevo las manos a sus hombros y me encanta sentir cómo sus músculos se
anudan y aflojan bajo mis palmas, como si imitaran los latidos de su corazón.
Su pecho duro y sus abdominales se deslizan sobre mi piel, y cada vez que me
penetra, su pelvis roza mis nervios sensibles, haciendo que el placer se acumule en
mi abdomen hasta que mi cuerpo se estremece como la cuerda de un violín.
El sonido de nuestra piel al juntarse se mezcla con la lluvia que cae a nuestro
alrededor, creando una canción perfecta.
Falcon empuja con más fuerza que antes y me hace jadear. Llevo la mano
izquierda a su bíceps y la derecha a su cuello cuando se retira. Noto cómo su cuerpo
se tensa e inclino las caderas a su encuentro cuando él empuja hacia delante.
Nuestras respiraciones se entremezclan más deprisa, nuestros cuerpos se
apresuran a conectar lo más profundamente posible. El placer que empieza a
recorrerme es tan intenso que lo único que puedo hacer es clavar las uñas en Falcon.
Aprieto los ojos y rechino los dientes cuando siento una intensa tensión en el
abdomen. La sensación es atormentadora e increíble al mismo tiempo.
—Layla. —Mi nombre es un susurro sin aliento en los labios de Falcon. Abro los
ojos y él me susurra—: No los cierres.
Una mirada dolorosa tensa sus facciones antes de transformarse en la expresión
más desgarradora. Las gotas que caen de su rostro podrían ser lágrimas.
Los movimientos de Falcon pasan de ser rápidos y potentes a permanecer
enfundado dentro de mí mientras aplasta su pelvis contra la mía. Mi respiración se
entrecorta un instante, luego un gemido se desliza por mis labios y mi cuerpo se
estremece al sentir una sensación increíble.
A través de mi orgasmo, veo que el asombro oscurece los ojos de Falcon,
intensificando el momento. Su cuerpo se sacude contra el mío y empieza a
penetrarme de nuevo. Sus movimientos se aceleran, cada vez más profundos, hasta
que se tensa. El brazo que le sujeta cede y se desploma sobre mí. Me entierra el rostro
en el cuello y sigue estremeciéndose mientras se vacía en mí.
Su aliento estalla sobre mi piel y, girando la cabeza hacia él, le beso el cabello.
Llevo las manos a su mandíbula y le levanto el rostro para darle un beso en la frente,
luego en la punta de la nariz y, por último, en los labios entreabiertos.
117 Recuperando fuerzas, separa su pecho del mío y me suelta la cadera. Me
recorre el costado con los dedos y, agarrándome el pecho, baja la cabeza hasta
besarme el pezón.
Deja caer besos sobre mi piel, recorriendo mi cuello y mi mandíbula. Sus ojos
encuentran los míos y susurra:
—Daría todo lo que tengo por poder quedarme dentro de ti.
Le sonrío.
—Nunca he pensado en acoger a un residente permanente. —Mi sonrisa se
convierte rápidamente en vergüenza y empiezo a divagar—: Mierda, parezco una
zorra. No quería decir eso. —Cuando veo que Falcon se esfuerza por no reír, añado—
: Confía en mí para arruinar un momento romántico.
Niega con la cabeza y sonríe ampliamente.
—No, tus divagaciones lo hacen perfecto.

Cuando dejó de llover, esparcí nuestra ropa mojada por el tejado. Mientras yo
me escondía bajo una manta mojada, Falcon se escabulló hasta su suite para traernos
ropa seca. Sus pantalones de chándal son demasiado grandes y me ahogo en su
camiseta, pero de momento sirve.
Sentada entre las piernas de Falcon, apoyo la espalda en su pecho. Su barbilla
descansa sobre mi hombro y sus brazos me rodean mientras contemplamos las
lejanas colinas y valles.
Esto es perfecto.
Miro hacia las nubes que se separan y, cuando el sol se abre paso, señalo con
el dedo al cielo donde se acaba de formar un tenue arcoíris.
—Mira.
Nos quedamos mirándolo, y entonces Falcon susurra:
—Así es exactamente como yo explicaría las dos últimas semanas de mi vida.
—¿Un arcoíris?
Niega con la cabeza.
—Primero, las nubes y luego el arcoíris.
Giro la cabeza y le sonrío. Enrollo mis brazos sobre los suyos y entrelazo
nuestros dedos.
—¿Eres una persona nocturna o matutina? —pregunto.
Piensa antes de responder:
118 —Yo diría que una mezcla de ambas cosas. ¿Y tú?
—Ambas cosas, pero Dios ayude a la persona que me despierta mientras
duermo. —Después de que pasen un par de minutos, pregunto—: ¿Solo son Mason y
Lake tus amigos?
Asintiendo, dice:
—Son mi familia.
—¿No te llevas bien con tus padres?
—No.
No puedo imaginarme algo así. Nunca me he peleado con mis padres.
—Mi padre pasa todo el tiempo en el trabajo. En realidad es un desconocido.
—Me callo, esperando que me cuente más cosas y al final lo hace—. A Clara Reyes
solo le importa una cosa, su estatus. Antes me llevaba bien con Julian, mi hermano
mayor, pero las cosas se han vuelto muy competitivas entre nosotros. A veces me
pregunto si los recuerdos que tengo de nosotros no son sólo ilusiones.
—¿Y los padres de Lake? ¿Te llevas bien con ellos?
Falcon asiente.
—Lake tiene los mejores padres de los tres.
Me hace feliz oír eso.
—¿Y Mason? ¿Está en una situación similar a la tuya?
Falcon niega con la cabeza y pasan unos minutos antes de decir:
—Eran como la familia de Lake, pero después de que Jennifer, la hermana
mayor de Mason, muriera en un accidente de auto, los Chargill se desmoronaron. El
señor Chargill trabaja hasta que se queda dormido en el escritorio. Rara vez vuelve a
casa.
—¿Y la madre de Mason?
—Entra y sale de rehabilitación.
Cierro los ojos mientras la empatía por Mason llena mi corazón.
—¿Qué edad tenía cuando ocurrió el accidente?
—Diecisiete. Jennifer chocó contra un árbol. Murió cuando el auto de West la
chocó por detrás. Mason culpa a West.
—¿Por eso se pelean mucho?
Falcon asiente de nuevo, y me pregunto si no habrá una forma de ayudar a
Mason. Toda esa rabia y ese dolor son destructivos, y podría acabar haciendo algo
malo.
—Háblame de ti —murmura.
119 —¿Qué quieres saber?
—¿Quiénes son tus amigos? ¿Alguno es un chico?
Suelto una risita.
—Kingsley es mi primer amiga de verdad.
Falcon me desplaza hacia la derecha para poder mirarme.
—¿Por qué?
—Tenía muchos conocidos, pero no creo que ninguno mantuviéramos el
contacto después de terminar la escuela. Solo solíamos pasar juntos los recreos.
Durante un par de minutos, observamos la puesta de sol y luego pregunto:
—¿Te unirás a CRC cuando termines tus estudios?
—No.
Me estoy acostumbrando a que Falcon haga una pausa antes de responder.
—Los tres hicimos un trato con nuestros padres. Mason se unirá a CRC y yo
crearé una nueva empresa. Mi padre sigue intentando que me una a CRC, pero eso
no sucederá.
—¿Por tu hermano?
—Sí, además, Julian tiene la mayoría de las acciones de nuestra familia.
—¿Te molesta?
Niega con la cabeza.
—Tengo a Mason y a Lake. Nuestras acciones combinadas votan a todos los
demás.
—¿Así que Lake también se unirá a CRC?
Falcon no responde a la pregunta y en su lugar dice:
—Lake se merece a alguien como tú más que yo.
Miro hacia Falcon.
—Lake ya está prometido. La boda está prevista para el próximo verano.
—¿No te gusta su prometida? —Intento recordar si alguno de ellos la ha
mencionado alguna vez, pero no hay nada.
—Nunca la he conocido —admite Falcon—. Es un matrimonio concertado.
—¿Qué? —Me siento hacia delante y me giro para poder mirar a Falcon—. ¿Por
qué?
—Uno de nosotros tiene que casarse con ella. —Las palabras de Falcon me
dejan helada—. Hablamos mucho de ello antes de tomar una decisión. Mason sería la
mejor persona para trabajar junto a Julian. Gané mi primer millón cuando tenía
120 diecinueve años y, por eso, es mi trabajo hacer despegar nuestra empresa.
—Y que dejó a Lake —susurro.
Falcon asiente e intenta sonreír.
—Parece que le parece bien. Los he oído hablar por teléfono y no parecía
incómodo. Solo lo sabré con seguridad cuando los vea juntos.
—Tú y Mason son muy protectores con Lake —menciono—. Pero entiendo por
qué. Quiero protegerle, y solo hace un par de semanas que le conozco.
—Mataría por Lake y Mason.
La afirmación suena dura, pero escucho la lealtad que hay detrás. Tienen un
vínculo inquebrantable, y me hace sentir mejor que se tengan el uno al otro.
Falcon

—S
implemente cobró vida propia. —Mason, Lake y yo estamos
sentados en nuestro salón, poniéndonos al día antes de irnos a
la cama—. En un segundo me estaba dando cuenta de que me
gusta Layla y al siguiente...
—Ella se volvió importante para ti —completa Lake mi frase.
Asiento mientras miro nuestros pies, apoyados en la mesita.

121 aquí.
—Esto no es muy cómodo, sin embargo lo hacemos cada vez que nos sentamos

Mason frunce el ceño y levanta la vista de su teléfono.


—¿Qué?
—Nuestros pies sobre la mesita. La maldita cosa está dura —le explico.
—Deberíamos conseguir algo más suave. —Lake está de acuerdo.
—Kingsley estará tumbada ahí si me salgo con la mía —gruñe Mason antes de
tirar su teléfono a un lado.
Lake tose para disimular una carcajada, y yo me río entre dientes y pregunto:
—¿Es que ignora tus mensajes?
Mason niega con la cabeza con el ceño fruncido.
—Solo es cuestión de tiempo que la mate.
Se me escapa una risa silenciosa.
—Recuerdo haber pensado exactamente lo mismo sobre Layla.
—Ahora la estás matando con... —Le lanzo mi teléfono a Mason porque es lo
que tenía cerca.
—Cállate —gruño.
Tomando mi teléfono, Mason lo desbloquea.
—No hay nada ahí dentro —le advierto.
—Estoy mandando un mensaje a Kingsley y que Dios ayude a esa mujer si lee
tu mensaje.
Lake empieza a reír, renunciando a intentar ocultarlo.
—Lo ha leído, maldita sea —exclama Mason. Marca su número y pone el
teléfono en altavoz.
—Hola, Falcon —contesta Kingsley—. Layla está en la ducha. ¿La estás
buscando?
Quitando los pies de la mesa, me siento hacia delante.
—¿Está en la ducha?
Lake comienza a reír de nuevo.
—Conseguir el horario de la ducha de Layla puede esperar —chasquea
Mason—. ¡Hunt! ¿Qué demonios? ¿Cómo te atreves a ignorar mis mensajes?
Un fuerte suspiro llega a través del teléfono.
—Mason, no estamos durmiendo juntos y seguro que no me estás pagando, así
que viendo que no eres mi sugar daddy, leeré tus mensajes cuando tenga algo de
tiempo libre.
122 Me cubro el rostro y vuelvo a apoyarme en el sofá mientras me parto de risa
porque es la mejor respuesta que he oído nunca. Cuando Lake se agarra el estómago
y se cae del sofá, prácticamente me pongo a llorar.
Incluso Mason tiene una sonrisa en el rostro.
—¿Quieres que sea tu sugar daddy, Kingsley?
—Oh, Dios. —Lake resopla—. No puedo... respirar.
—Layla, ayuuuuuuuuda —grita Kingsley.
—¿Qué está pasando? Si es otra araña voy a quemar este lugar. —La voz de
Layla llega a través de la línea.
Debe de oírnos reír, porque enseguida se le escapa una suave risita y pregunta:
—¿Se están metiendo con Kingsley?
—No, sólo Mason —respondo rápidamente.
—Espera —dice Mason—. Kingsley todavía tiene que responderme.
—¿Qué quería? —pregunta Layla.
—Si quiero que sea mi sugar daddy —refunfuña Kingsley.
Layla parece estupefacta cuando dice:
—Oh... vaya... no me lo esperaba.
—Preferiría ahogarme en la bañera —murmura Kingsley.
—Te dejé toallas limpias en el baño.
—¿Kingsley se va a bañar ahora? —pregunta Mason mientras se levanta, lo que
hace que Lake se levante del suelo y yo me levante corriendo.
—Sí, así que ustedes. —Mason corta la llamada, y cuando corre hacia la puerta,
nos ponemos tras él.
Ignora el ascensor y sube por las escaleras, lo que hace que Lake gima:
—¿Por qué estoy corriendo detrás de él?
—Para ver qué hace después —respondo.
Mason llega primero a la puerta de Layla y la aporrea. Lake intenta parar pero
empieza a resbalar porque el idiota lleva calcetines.
Choca con Mason mientras Layla abre la puerta y ambos caen a su habitación,
lo que me hace caer de rodillas de la risa.
—¿Me has colgado? —Layla intenta fruncir el ceño, pero cuando me mira, se
tapa la boca y se da la vuelta, soltando una carcajada.
Mason se pone en pie y entra en la habitación de Layla.
—¡Qué demonios, Mason! —grita Kingsley y entonces un chillido resuena por
123 toda la suite.
Cuando Mason sale de la habitación con Kingsley al hombro, me agarro a la
pared para ponerme en pie.
—¿Y si me estuviera desnudando? —le grita.
—Entonces sacaría tu trasero desnudo de esta suite —gruñe Mason.
—Layla, ¡ayuda!
Mason sale de la suite y, cuando Kingsley nos ve a todos reír, frunce el ceño.
—¡Vaya amigos que son!
Lake, Layla y yo tenemos que trotar para alcanzar a Mason mientras se dirige
en dirección a la casa de la piscina.
Cuando Kingsley se da cuenta de a dónde se dirigen, empieza a abofetearle la
espalda.
—¡Bájame! Mason, no te atrevas a tirarme.
Al acercarse a la piscina, Mason empieza a correr y luego salta, llevándose a
Kingsley con él.
En cuanto sus cabezas atraviesan el agua, Mason gruñe:
—Prefieres ahogarte, ¿verdad?
Kingsley balbucea y trata de alejarse de él, lo que hace que Mason ladee la
cabeza y pregunte:
—¿No sabes nadar?
—Maldita sea. —Kingsley suelta un chasquido antes de sumergirse, lo que hace
que Lake se tire al agua antes de que yo pueda reaccionar.
—¿Por qué malditos demonios están entrando en pánico? Está en la parte
menos profunda —exclama Mason.
Lake llega hasta Kingsley y la ayuda a levantarse, luego frunce el ceño a Mason:
—No está bien.
Poniendo un brazo alrededor de Kingsley, comprueba si está bien.
—Saca a Mason de la piscina para que pueda matarlo —gruñe Kingsley. Suena
bien, lo que hace que me relaje.
—Casi se me para el corazón —susurra Layla a mi lado.
La miro y veo que sigue mirando a los tres en la piscina con los ojos muy
abiertos. La rodeo con un brazo y la atraigo hacia mí.
—Bonito pijama.
—¿Verdad? Los compré en rebajas. —Mira el conjunto amarillo cubierto de
ovnis verdes.
124 —¿Qué están haciendo? —La voz de Serena resuena en la casa de la piscina.
—Maldición —murmuro.
Layla suspira mientras Lake y Kingsley se quedan helados.
Mason, por su parte, levanta los brazos.
—Ahí va la maldita noche.
Layla resopla y rápidamente intenta ocultarlo enterrando el rostro contra mi
pecho. Aprieto los labios y se me llenan los ojos de lágrimas.
La risa de Mason estalla en la habitación.
—Falcon está llorando.
—En serio, todos tienen que madurar —se burla Serena.
—Parece que lo están pasando bien —dice otra persona, y al echar un vistazo
por encima de mi hombro, veo a Serena de pie entre un grupo de chicas.
—No, no lo hace —suelta Serena.
—Claro —acepta rápidamente la chica, con cara de disgusto.
Serena centra su mirada en mí.
—Falcon, tenemos que hablar.
¿Se rendirá alguna vez esta mujer?
—Concierte una cita con mi asistente.
—¿En serio? —suelta. Camina hacia nosotros y se cruza de brazos. Con cara de
desdén, mira a Layla—. En realidad tengo algo que decirle a tu ayudante.
Layla se da la vuelta para mirar a Serena, lo que me hace apretar los dientes.
—¿De verdad crees que llegar a la cima durmiendo funcionará? —Los ojos de
Serena se vuelven gélidos—. Una vez puta, siempre puta.
—Uno... dos... tres... cuatro... —susurra Layla, luego asiente y dice—: Intenté
contar hasta diez. No funcionó.
Cuando abofetea a Serena, me quedo con la boca abierta. Los jadeos suenan
como un maldito coro a mi derecha, donde está el grupo de Serena.
Layla da un paso más hacia una Serena atónita que se lleva una mano
temblorosa a la mejilla.
—No soy del tipo violento, pero no te atrevas a hablarme así.
—¿Me has abofeteado? —pregunta Serena, y entonces su rostro pasa de
parecer incrédulo a asesino—. Esta noche has cometido un grave error.
—Ya basta —gruño, interponiéndome entre ellas.
Serena me mira a los ojos y el odio que hay en ellos me preocupa. Su
125 respiración se acelera mientras gimotea:
—Me degradaste y ofendiste a mis padres delante de toda la nación.
Negando con la cabeza, pregunto:
—¿Cómo lo he hecho?
—Nuestras familias estaban en pláticas sobre un matrimonio, y tuvimos que
enterarnos por la prensa de que estás saliendo con... —Serena señala con el dedo a
Layla—, esa mujer.
Me llevo una mano al rostro y me pellizco el puente de la nariz.
—Por última vez, nunca te hice ninguna promesa de compromiso.
—¡Nuestras familias estaban discutiendo las condiciones! —me grita, con las
mejillas enrojecidas.
—Nunca. Te. Hice. Ninguna. Promesa. De. Compromiso. A. Ti —enuncio cada
maldita palabra.
Aprieta la mandíbula y me mira fijamente hasta que siento un escalofrío que me
recorre la espalda.
Esta mujer es inestable.
No rompo el contacto visual con ella, no dispuesto a ser el primero en echarme
atrás.
“Voy a arruinarte”, me escupen sus ojos.
“Dame lo mejor de ti, pero prepárate para las consecuencias”, le advierto en
silencio.
Después de que Serena se colara en nuestra fiesta, decidimos dar por
terminada la noche. Cuando vuelvo a la suite y tomo el teléfono, empieza a sonar.
Madre.
Llevo dos días evitando sus llamadas y sé que seguirá llamando hasta que
conteste.
Respiro hondo y acepto la llamada.
—Mamá.
—¡Vuelve a casa ahora mismo!
—¿Por qué?
—¿Por qué? —Jadea y suelta una carcajada incrédula—. ¿Por qué? —grita—.
¿Cómo has podido hacernos eso? Las fotos están por todas partes. RRPP no puede
quitarlas todas.
Permanezco callado y saludo a Lake y Mason con la mano antes de dirigirme a
126 mi habitación.
—¡Nos has deshonrado a todos!
Cerré la puerta tras de mí.
—Y... y... —balbucea entre su enfado—, ¿con la hija del fiscal? Sinceramente,
Falcon. ¿Es esta tu forma de rebelarte?
Me siento en la cama y me tumbo.
—Pondrás fin a ese ridículo asunto y harás un anuncio público que Stephanie
tendrá listo mañana.
Me vuelvo a levantar.
—¿Hiciste que Stephanie escribiera una disculpa?
—Es su trabajo, y sabe cuál es su lugar, a diferencia de esa hija suya.
Le cuelgo a mi madre y busco el número de Stephanie. Cuando lo marco, suena
el tono de ocupado. Abro de un tirón la puerta de mi habitación, lo que hace que Lake
levante la cabeza de donde está tumbado en el sofá.
—¿Qué pasa?
—Mi maldita madre —gruño. Al salir de la suite, vuelvo a bajar las escaleras.
Cuando llego a la habitación de Layla, aporreo la puerta.
La abre, se pone el dedo delante de la boca y se señala la oreja.
—Lo sé, mamá.
Maldición.
Le tiendo la mano para que me dé el teléfono, pero ella niega con la cabeza.
—Deja que yo me ocupe de esto —digo bruscamente y le arrebato el teléfono.
Me lo pongo en la oreja y empiezo a disculparme—: Stephanie, lo siento mucho. Por
favor, no escribas las disculpas. No haré ningún anuncio. Y de nuevo, te pido
disculpas por el comportamiento de mi madre.
—Falcon —su voz es tranquila y suave como siempre—, como le decía a Layla,
los dos son adultos. Si quieres salir con mi hija, lo único que pido es que la trates bien.
Ya le he comunicado al señor Reyes que no escribiré una disculpa en su nombre.
Dejo escapar un suspiro de alivio y, caminando hacia el sofá, me siento.
—Gracias.
—¿Puedo hacer una pregunta?
—Por favor —respondo rápidamente.
—¿Lo de Layla va en serio? —Stephanie siempre ha sido tranquila y serena, y
al oír el tono de preocupación en su voz, me doy cuenta de lo preocupada que está.
127 —Lo es. Estoy muy enamorado de tu hija. No tengo intención de poner fin a las
cosas entre nosotros.
—Tu padre no permanecerá en silencio. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí. Estoy dispuesto a aceptar todas las consecuencias, sean cuales sean.
—Tengo que advertirte. No dudaré en sacar a Layla de la Academia si siento
que su vida está siendo alterada de alguna manera.
—La protegeré. Te lo prometo.
—Voy a sostenerte eso, Falcon. Amo a Layla más que a nada ni a nadie. Por
favor, mantenla a salvo.
—Lo haré, Stephanie.
Terminamos la llamada y aspiro una profunda bocanada de aire. Miro el reloj
y veo que ya es más de medianoche. Me levanto y, tomándole la mano a Layla, la llevo
al dormitorio. Me quito la camiseta y me tumbo, abriéndole el brazo. Se sube a la
cama, se arrastra y se acurruca contra mí.
La rodeo con mis brazos y le doy un beso en el cabello.
—Siento lo que ha pasado.
—No es culpa tuya —susurra—. Tus padres parecen muy disgustados por lo
que me ha contado mi madre.
—No importa —la tranquilizo.
Levanta la cabeza y me mira.
—Lo hace, Falcon.
Llevo una mano a su rostro y rozo con el pulgar el oleaje de su mejilla.
—No te preocupes por nada de eso. Yo me ocuparé de mis padres.
Se me queda mirando un rato y luego me dice:
—Gracias por disculparte con mi madre. No tenías por qué hacerlo, pero
significa mucho para mí.
Una sonrisa se dibuja en mi boca.
—Duerme mi arcoíris.
Una enorme sonrisa se dibuja en su rostro.
—Eso me gusta.
Le doy otro beso en la frente y vuelvo a acercarla a mi pecho.
Mucho después de que Layla se haya dormido, sigo mirándola.
Voy a luchar para mantenerte.
Voy a luchar por nosotros.
Incluso si eso significa que tengo que renunciar a todo.
128
Layla

S
entada en clase, mantengo el rostro lo más inexpresivo posible mientras
Serena expone la lección. Cada dos segundos, sus ojos me miran y un
escalofrío me recorre la espalda.
En cuanto acaba la clase, agarro mi mochila y salgo corriendo hacia la puerta.
—¡Layla! —La oigo chasquear detrás de mí, pero hago como que no la oigo y
salgo corriendo al pasillo.

129 —Espera —me llama Kingsley. Ralentizo el paso y, cuando me alcanza,


refunfuña—: No ha sido nada incómodo.
—Me lo dices a mí —murmuro.
—De todos modos, la clase ha terminado. —Kingsley mira el lado positivo—.
¿Vamos a la biblioteca? Quiero terminar este proyecto de una vez.
—Sí, vamos a hacer una gran mella en él hoy. Me he retrasado un par de días,
lo admito.
Kingsley engancha su brazo con el mío.
—Mmm... ¿Me pregunto por qué?
Suelto una risita y le doy un codazo en el hombro.
—Pero ha merecido la pena.
—¿Quién hubiera pensado que Falcon y tú saldrían juntos?
—Si me lo hubieras dicho la semana pasada, te habría preguntado qué drogas
tomabas —bromeo.
—Eso demuestra que puede pasar cualquier cosa —reflexiona.
—¿Sí? ¿Como tú y Mason? ¿Va a ser tu sugar daddy? —bromeo, lo que la hace
fruncir el ceño y golpearme el hombro.
—Para, esa mierda da miedo —refunfuña.
Mientras caminamos por el césped que se extiende a espaldas de los
dormitorios en dirección a la biblioteca, pregunto:
—¿Por qué da miedo?
Kingsley me detiene y me mira confusa.
—¿No tienes miedo de Mason?
Niego con la cabeza:
—¿Por qué iba a hacerlo?
Ella levanta los brazos.
—Oh, no lo sé. Solo un trillón de razones. —Extiende la mano izquierda y
empieza a enumerarlas—. Su temperamento, por ejemplo. Es agresivo. Lo he visto
golpear a West hasta dejarlo hecho un desastre.
—Realmente creo que todo esto no es más que una cortina de humo —ofrezco
mi opinión.
—Si alguna vez me dejas a solas con Mason, no volveré a dirigirte la palabra.
Realmente me aterroriza. Ojalá pudiera salir de esta mierda de ser su ayudante.
—¿Quieres que le pregunte a Falcon? —ofrezco, odiando que Kingsley se
sienta tan incómodo.
Niega con la cabeza:
130 —Son mejores amigos. No quiero causar problemas entre Falcon y tú.
Empezamos a andar de nuevo y, deseando que Kingsley se sienta mejor, le
paso el brazo por los hombros.
—No te preocupes. Te cubro las espaldas. No te dejaré sola con él.
Me dedica una sonrisa de agradecimiento.
—Gracias, amiga.

Mi teléfono vibra en la mesa junto a mi portátil. Al comprobarlo, veo un mensaje


de Falcon.
¿Quieres que nos veamos en el tejado?
Una sonrisa se dibuja en mi rostro, lo que hace que Kingsley susurre:
—¿Falcon?
Asiento:
—¿Te importa que me vaya?
Niega con la cabeza.
—Voy a terminar esta página y luego a echar una siesta.
—Te mando un mensaje luego. —Recojo mis cosas y, enganchándome la correa
del bolso al hombro, salgo rápidamente de la biblioteca.
Al bajar las escaleras, suben dos chicas y, cuando pasan a mi lado, una de ellas
se me encaja con fuerza. Consigo estabilizarme agarrándome a la barandilla.
Mirando hacia atrás, las dos me lanzan miradas de desprecio.
—Discúlpame —se burla la chica que ha chocado conmigo.
Les dirijo una mirada fría, me deshago de ellas y me voy.
Eres mejor que ellas. No vas a morder el anzuelo. No reaccionar es la mejor
reacción.
—Yyyyyyy ahí van todas mis buenas intenciones —murmuro en voz baja
cuando veo a Serena de pie más adelante. Está hablando con una mujer mayor, que
supongo que es su madre.
Me salgo del camino y me meto en la hierba, con la intención de darles
esquinazo.
—Oh, Layla —dice Serena, con una voz tan condenadamente dulce que me da
dolor de estómago—. Deja que te presente.
Reprimo las ganas de poner los ojos en blanco y, recordando mis modales, me
131 sonrío y me vuelvo hacia ellos.
Los ojos de la mujer mayor me recorren con un movimiento de barrido, y luego
su boca forma una línea dura.
Sí, definitivamente madre e hija.
Con una sonrisa angelical, Serena dice:
—Esta es Clare Reyes, la madre de Falcon.
Mieeeeeeerda.
Mi corazón empieza a latir más deprisa mientras mi mente intenta ponerse al
día.
Doy un paso adelante y tiendo la mano a la señora Reyes.
—Es un placer conocerla.
Serena se inclina hacia la señora Reyes y le dice:
—Esta es la chica de la que te hablé, Layla Shepard.
La señora Reyes me mira la mano con desdén antes de traer sus ojos a los míos.
Me siento muy incómoda y retiro la mano.
Esto es tan malo. Muy, muy malo.
—Serena querida —prácticamente arrulla la señora Reyes—, déjame un
momento a solas con la señorita Shepard. Cuando termine, podemos ir a comer.
—Iré al restaurante y haré que enfríen tu vino favorito —se ofrece Serena.
—Eso sería maravilloso.
Sé fuerte, Layla.
Eres la hija de Stephanie y Rob.
No tienes nada de qué avergonzarte.
La señora Reyes empieza a pasar a mi lado.
—Sentémonos bajo el árbol. No tengo intención de tener esta charla al sol.
La sigo hasta el banco de hierro forjado y espero a que se siente. Bajo mi bolso
a la hierba pero permanezco de pie.
Con expresión desinteresada, señala el asiento de al lado.
—Siéntese. No tengo intención de mirarte.
—Me quedaré de pie.
Echa un vistazo a la biblioteca y luego recorre el campus con la mirada,
evitándome a propósito.
No te dejes intimidar, Layla.
Exasperada, muerde:
132 —Estoy esperando.
—¿Para qué, señora Reyes? —pregunto, manteniendo mi tono respetuoso.
—¿Para qué? —se burla—. Nos debes a mi familia y a mí una disculpa.
—Lo siento —le digo, y cuando sus ojos se dirigen a los míos, continúo—, pero
no tengo ni idea de a qué se refiere.
Su rostro se vuelve de piedra. Al mirarla bien, intento ver un parecido entre
ella y Falcon. Su cabello se ha teñido de castaño, lo que hace que sus ojos grises claros
parezcan hielo congelado.
No se parecen en nada.
—Acabarás con esta ridícula fachada —exige.
—Sigo sin saber a qué se refiere.
Con elegancia, se pone en pie.
—Ser estúpida no te sienta —suelta—. No estoy segura de cuáles son tus
intenciones con mi hijo, pero no me quedaré de brazos cruzados viendo cómo te
aferras a él.
Respiro hondo, intentando que sus palabras no me afecten.
—He visto muchas chicas como tú. Eres joven y medianamente guapa, y crees
que conquistar a un hombre rico te dará estatus y fortuna. No mi hijo. —Se acerca un
paso más a mí y levanta la barbilla, mirándome con altanería—. Tú...
—Me preocupo por Falcon. —Las palabras me abandonan precipitadamente.
—Crees que sí —se burla—. Tienes dieciocho años. Mi hijo es el príncipe de
tus sueños. Puedo entender que eso te haga pensar que tienes algo especial con él.
—Tenemos algo especial —afirmo, no dispuesta a quedarme de brazos
cruzados mientras ella reduce nuestros sentimientos a meros caprichos.
—Si no te distancias de Falcon, lo tomaré como un acto de guerra —advierte.
—No quiero pelear contigo —admito—. Pero no estoy dispuesta a renunciar a
Falcon. Le prometí que me quedaría a su lado.
Me fulmina con la mirada durante un largo instante y luego afirma con frialdad:
—Entonces, que así sea. —Empieza a pasar a mi lado, pero se detiene y gira
ligeramente la cabeza—. Nunca te acogeré en nuestra familia. Falcon se casará con
Serena.
Cuando se aleja, espero un par de segundos antes de mirar por encima del
hombro. La veo avanzar por el sendero hacia el restaurante. Serena y elegante.
Al agacharme para tomar mi bolso, noto cómo me tiembla la mano. Sostengo
ambas frente a mí, deseando que el temblor cese.
133 Me siento en la hierba y cierro los ojos.
Quiero seguir siendo fuerte, incluso después de que ella se haya ido, pero las
emociones empiezan a inundarme.
¿Qué voy a hacer?
No soy rival para los padres de Falcon.
Necesito oír una voz de apoyo, saco el teléfono de la bolsa y llamo a mi padre.
—Hola, pequeña. —La animada voz de papá entra por la línea—. ¿Qué tal el
colegio?
—Hola, papá. —Respiro y fuerzo una sonrisa en mi rostro—. La escuela está
bien. ¿Dónde estás ahora?
—Nam... —El viento sopla del lado de papá, lo que dificulta oírle.
—¿Dónde, papá?
—Ee... dentro. —Espero un par de segundos y empiezo a recoger las briznas
de hierba—. ¿Puedes oírme ahora?
—Sí, mucho mejor. ¿Qué decías?
—Estoy en Namibia.
—¿Dónde está eso?
—Suroeste de África. Pequeña, ojalá estuvieras aquí. Estoy acampando en la
Costa de los Esqueletos. Es... es impresionante.
—¿Qué ves? —pregunto, necesitando escapar hacia donde está papá.
—Es brutalmente hermoso. Vastas llanuras secas hasta donde alcanza la vista.
Restos esparcidos como cadáveres. Los bosquimanos la llamaban la tierra que Dios
hizo con ira.
Se me llenan los ojos de lágrimas y una resbala por mi mejilla. Cierro los ojos,
empapándome de la voz emocionada de papá, llena de reverencia.
—Ojalá estuviera allí ahora mismo —susurro—. Te echo de menos, papá.
—¿Layla? —Rara vez me llama por mi nombre—. ¿Necesitas que vuelva a casa?
Empiezo a asentir, deseando desesperadamente decir que sí.
—No, papá. Estoy ocupada con la escuela. Solo quería oír tu voz. ¿Me mandas
una foto?
—Tomaré una para ti ahora mismo. Nos vemos en Navidad. He reunido muchas
baratijas para ti.
—Estoy impaciente por verlas.
—Mira hacia arriba, pequeña.
Se me corta la respiración y me esfuerzo por no sollozar mientras inclino la
cabeza hacia atrás y miro al cielo azul.
134 —Estamos bajo el mismo cielo —dice papá.
—Estamos bajo el mismo cielo, papá.
Cuando termina la llamada, me levanto y corro, dejando atrás mi mochila.
Corro lo más rápido que puedo junto al restaurante, subo por el sendero y solo
cuando llego al mirador, me detengo.
Mi aliento estalla sobre mis labios secos mientras miro desesperadamente la
cordillera Topatopa en la distancia.
En cuanto recupero el aliento, grito. El sonido resuena e imagino que se lleva
todas mis incertidumbres y mi desesperación.
Falcon

E
spero treinta minutos y, cuando Layla no aparece, intento llamarla de
nuevo.
La llamada salta directamente al buzón de voz y, preocupado,
marco el número de Kingsley.
—Más vale que seas tú, Falcon —advierte al responder.
—Soy yo. ¿Está Layla contigo? —Subo las escaleras hasta el vestíbulo.
135 —Pensé que estaba contigo —dice Kingsley—. Acabo de salir de la biblioteca,
déjame intentar llamar. —Kingsley hace una pausa y un par de segundos después
dice—: Su bolso está en un banco junto a la biblioteca. —Hay otra pausa—. No la veo.
¿Quizá ha ido al baño?
Un mal presentimiento se instala con fuerza en mi estómago mientras salgo del
edificio. Esto no es propio de Layla.
Sabiendo que Kingsley está a mi izquierda, giro a la derecha.
—Voy a comprobar el restaurante. Avísame si la encuentras.
—Lo haré. No te preocupes demasiado. Seguro que está por aquí.
Corto la llamada, me meto el teléfono en el bolsillo y camino más deprisa. Los
estudiantes se dispersan al verme llegar y, cuando abro la puerta y entro en el
restaurante, mi preocupación se convierte en miedo. Al ver a mi madre cenando con
Serena, la ira empieza a hervir en mi pecho. Me acerco a ellas y, al detenerme junto
a la mesa, mi madre levanta la vista y una sonrisa falsa se dibuja en su boca.
—Falcon, qué sorpresa.
—No puede ser una gran sorpresa, ya que voy a la escuela aquí —respondo
cínicamente.
—Sin embargo —señala la silla vacía frente a mí—, ¿por qué no te unes a
nosotros?
Ignorando la invitación, pregunto:
—¿Qué haces aquí?
Madre toma su copa de vino y bebe un sorbo antes de responder:
—Creo que se explica por sí solo. Voy a comer con Serena.
Maldita sea. Podemos dar vueltas todo el día, pero no me ayudará a encontrar
a Layla.
Sin mediar palabra, me alejo de su mesa. Una vez fuera, siento que el miedo
me aprieta el corazón.
¿Mi madre se enfrentó a Layla?
¿Se las arregló para abrir una brecha entre nosotros?
Suena mi teléfono y me apresuro a sacarlo del bolsillo. Cuando aparece el
número del despacho de Stephanie, el corazón me late con fuerza.
—Stephanie —respondo, rezando a los dioses para que no me diga que deje
en paz a Layla.
—Buenas tardes, Falcon —su voz profesional llega a través de la línea,
haciendo que mi corazón se estruje dolorosamente de miedo—, por favor espere al
señor Reyes.
136 Malditos. Malditos. Demonios.
Esto es malo.
Transfiere la llamada y entonces suena la voz de mi padre:
—Tengo diez minutos. Explícate.
—No hay nada que explicar, señor. —Me muevo a un lado del restaurante para
tener algo de intimidad.
—¿Qué es eso que he oído sobre ti y Layla Shepard?
—Estamos saliendo —respondo con sinceridad.
Le oigo soltar un fuerte suspiro.
—Eres joven, y el impulso de esparcir tu semilla puede ser abrumador. Lo
entiendo, pero lo haremos con discreción.
Cierro los ojos y aprieto los dientes para no acabar insultándole.
—Tu madre está muy disgustada —suelta otro suspiro—, y no tengo tiempo
para escuchar sus quejas. Corta los lazos con la chica.
—Con el debido respeto, señor, no puedo acceder a su petición.
—Falcon, no dudaré en cortarte el paso —amenazó.
—Si sientes que eso es lo que tienes que hacer. —Me llevo una mano al rostro
y me pellizco el puente de la nariz—. Soy capaz de mantenerme a mí mismo.
—Desgraciadamente, es cierto —reconoce para mi sorpresa—. No me deja
otra opción. Se ordenará a la Academia que expulse a la señorita Shepard de las
instalaciones.
La ira detona tras mis ojos, cegándome momentáneamente.
—Hazlo y me iré con ella. Me casaré con ella y le regalaré mis acciones como
regalo de bodas. No me amenaces, padre. —Salen las palabras—. Olvidas que soy tu
hijo, lo que significa que he aprendido todas las formas posibles de rechazar una
amenaza. —Tomo aire y termino diciendo—: A menos que quieras ver a Layla en todas
las reuniones del consejo, por supuesto, cumple tus amenazas.
Corto la llamada y, sintiéndome como un animal enjaulado, acecho de vuelta al
dormitorio. Golpeo la puerta de Layla, pero no abre. Salgo corriendo e intento pensar
adónde puede haber ido.
Decido comprobar si su auto sigue aquí, corro hasta el estacionamiento y,
cuando veo el beetle azul, suelto un suspiro de alivio.
—Tiene que estar en el campus —murmuro mientras vuelvo en dirección a los
dormitorios. Al pasarlos, y a punto de caminar hacia los edificios académicos, la veo
mientras pasa junto al restaurante.
Empiezo a correr hacia ella, tan malditamente aliviado de verla por fin. Sus ojos
137 se posan en mí y se detiene. Disminuyo la velocidad y, abalanzándome sobre su
cuerpo, la rodeo con mis brazos.
—Maldita sea, estaba tan preocupado.
Sus brazos me rodean la cintura y sus manos se agarran a mi camisa.
—Siento haberte preocupado —susurra.
Me echo un poco hacia atrás, llevo mis manos a su rostro y, ahuecando sus
mejillas, inspecciono cada centímetro de ella.
—¿Qué ha pasado?
Intenta negar con la cabeza e incluso me sonríe, pero le falta la chispa en los
ojos.
—Dime qué ha pasado. No puedo arreglarlo si no lo haces —insisto.
—Echo de menos a mi padre. Hablé con él y me emocioné un poco. No es nada.
No sé si dice la verdad.
Su sonrisa se ensancha.
—No pasa nada, Falcon. —Me toma la mano y, apartándola de su rostro, enlaza
nuestros dedos—. Siento haberte hecho esperar en el tejado. ¿Todavía quieres subir?
Asiento porque estaremos solos y me dará la oportunidad de averiguar si me
oculta algo.

Tengo los ojos clavados en el rostro de Layla, que se ríe de algo que ha dicho
Lake.
No he sabido nada de mis padres desde la confrontación de ayer, y Layla me
aseguró que sólo estaba triste porque echa de menos a su padre.
Mi teléfono suena y, al sacarlo de la chaqueta, veo un mensaje de Julian.
The Rose Acre. Suite Penthouse. Encuéntrame ahora.
—Chicos —digo, metiéndome de nuevo el teléfono en el bolsillo—, me han
llamado. No debería tardar mucho. —Me levanto, pongo la mano en el hombro de
Layla y me inclino para darle un beso en la frente.
—¿Va todo bien? —pregunta, con el ceño fruncido por la preocupación.
—Sí, he quedado rápidamente con Julian —la tranquilicé.
—Avísanos si necesitas refuerzos —me dice Mason, con la mirada fija en mí.
—Lo haré.
Camino hasta el estacionamiento y, al subirme al auto, salgo de la Academia.
Solo tardo un par de minutos en llegar a The Rose Acre. Le doy las llaves al valet, entro
138 en el exclusivo hotel y me pregunto por qué Julian quiere reunirse aquí precisamente.
Cuando llego a la suite, llamo, y un par de segundos después, mi molestia abre
la puerta.
—Adelante —refunfuña, con los ojos puestos en el documento que tiene entre
las manos.
Tomo aire, entro en la habitación y cierro la puerta tras de mí.
—Siéntate —ordena.
—Me quedaré de pie.
Julian deja caer los documentos sobre la mesa de café y me fulmina con la
mirada.
—Siéntate, Falcon.
—No soy uno de sus empleados a los que puede dar órdenes —le recuerdo—.
¿Por qué nos reunimos aquí?
Julian se apoya en el sofá y apoya el brazo en el respaldo.
—Es curioso que preguntes eso. Después de la bomba que lanzaste, nuestra
casa familiar se convirtió en un campo de batalla.
Sí, solo puedo imaginarlo.
—Te he hecho venir porque tengo una pregunta para ti. —Toma el vaso con
whisky de la mesa auxiliar y bebe un sorbo.
—Pregunta.
—¿No te casarás con Serena Weinstock?
Es la última pregunta que esperaba de él.
Frunzo el ceño, camino hasta el otro sofá y me siento.
—No, no lo haré.
—¿Hablas en serio de esta chica —hace una pausa y señala un periódico que
hay a su lado en el sofá—, Layla Shepard?
Mis ojos se centran en los suyos e intento averiguar hacia dónde se dirige esto.
—Lo soy.
Lentamente, asiente y da otro sorbo a su bebida.
—Estoy dispuesto a hacer un trato contigo. —Finalmente va al grano—. Me
casaré con Serena.
La sorpresa me recorre y, por un momento, solo puedo mirar a mi hermano.
—¿Por qué harías eso?
—A diferencia de ti, estoy dispuesto a cerrar el trato comercial entre nuestra
139 familia y los Weinstock.
—Te felicitaría, pero sabrás que no soy sincero. Antes de comprometerte con
Serena, creo que deberías saber que es inestable. —Puede que no me lleve bien con
Julian, pero no quiero que mi hermano se case con una persona potencialmente
demente.
—¿Oh? —Sus ojos muestran interés por primera vez—. Eso podría facilitarme
las cosas —reflexiona.
—¿En qué sentido?
—Puedo casarme con ella y luego internarla. Así ganamos todos.
—Maldita sea —niego con la cabeza, dejando escapar una carcajada cínica—,
eso es frío, incluso para ti.
Julian ladea la cabeza y se burla:
—¿No tienes suerte de tenerme como hermano?
—Todo depende de lo que me cueste tu amable sacrificio. —Me inclino hacia
atrás, sabiendo ya lo que quiere.
La comisura de la boca de Julian se levanta.
—Sabes lo que quiero.
Me aclaro la garganta y le sonrío.
—¿Por qué iba a darte mis acciones, Julian? Para empezar, no iba a casarme
con Serena.
—Hay dos contratos sobre la mesa. —Los señala con un gesto—. En el primero
te compro el diez por ciento. —Cuando abro la boca para decirle que eso nunca
ocurrirá, levanta una mano—. El otro contrato es en el que firmas la promesa de que
nunca competirás por la presidencia y renuncias a todos los derechos sobre el billete
de Woodrow Wilson. Firma cualquiera de los dos y no solo me casaré con Serena,
sino que respaldaré tu relación con esa tal Layla.
Mis ojos se clavan en los suyos y eso le hace sonreír triunfante.
Sigo mirando a Julian, y tal vez sea por el tiempo que pasé con Layla, pero en
lugar de sentir amargura, la tristeza me invade el corazón.
¿Qué haría Layla ahora mismo?
—Buscaría la razón de tu comportamiento —murmuro confundiendo a Julian.
—¿Qué? —pregunta.
Me siento hacia delante y apoyo los codos en los muslos.
Suelto una carcajada silenciosa y sonrío mientras enlazo las manos.
—Te comportas de forma extraña —me dice mientras deja su vaso—. ¿Has
bebido antes de venir?

140 Niego con la cabeza y respondo:


—Simplemente he aprendido a ver las cosas desde otro punto de vista.
—¿Qué significa eso?
Layla sería brutalmente honesta.
Volviendo a posar mis ojos en los suyos, le pregunto lo único que siempre he
querido saber:
—Julian, ¿por qué me odias tanto?
Su boca se levanta en una mueca.
—No te odio, Falcon. Sólo eres competencia.
Me levanto, me acerco a las ventanas y miro las luces nocturnas.
—Nunca quise nada de esto —murmuro. Cierro los ojos mientras afloran años
de amargura y dolor—. Nunca quise ser tu competencia.
—Toro. —Se ríe.
“En vez de ser yo tu debilidad, déjame ser tu fuerza”.
Recordar las palabras de Layla hace que me ardan los ojos. Los cierro y, al
girarme para mirar a Julian, no oculto mis sentimientos.
No hay máscara.
Sólo yo.
La decepción. El anhelo. El dolor.
Julian me mira y la sonrisa se le borra del rostro.
—Nunca quise trabajar en la empresa —digo, con la voz baja y ronca—. Tengo
otros planes para mi futuro, y entre ellos no está el CRC.
Julian se levanta sin apartar los ojos de los míos.
—¿Cuáles son tus planes?
Una ráfaga de aire estalla sobre mis labios y lucho por contener las lágrimas.
—Ninguno de ustedes me ha hecho nunca esa pregunta. —A través de la
emoción, sonrío—. Quiero montar mi propio negocio.
—¿A qué te dedicarías? ¿Qué tipo de negocio? —El interés parpadea en el
rostro de Julian.
Siempre el hombre de negocios.
—Comprar derechos de patente. —Respiro hondo y comparto uno de mis
sueños con mi hermano—: Quiero ayudar a crear el futuro. Quiero ayudar a dar vida
a los sueños.
—¿En serio? La verdad es que es una buena idea. ¿Tiene en mente algún
posible inversor?
141 —Todavía no. ¿Por qué? ¿Te interesa? —Suelto una risita cuando sonríe.
—Invertiré lo que quieras si eso significa que consigo CRC.
Cierro los ojos cuando recibo el golpe.
Siempre CRC.
Abro los ojos, me dirijo a la mesita y tomo los contratos. No debería sentirme
disgustada al leer ambos, pero me duele más de lo que pensaba.
Levanto la vista del papel y miro fijamente a Julian.
—Todo lo que quería era un hermano mayor. Por una vez quería oírte decir que
significaba más para ti que las acciones. —Saco un bolígrafo del bolsillo, me agacho
junto a la mesita y empiezo a poner mis iniciales en las páginas del contrato donde
renuncio a mis derechos tanto a la presidencia como al billete. Cuando llego a la
última página, hago una pausa—. ¿Puedes mentirme?
—Sobre —susurra, lo que hace que levante la vista hacia él.
Cuando veo la emoción en el rostro de Julian, tengo que forzar las palabras:
—¿Puedes decirme que me amas y que estás orgulloso de mí?
Aprieta la mandíbula y mira hacia las ventanas.
Ni siquiera puede mentirme.
Intento reprimir el sollozo, escribo rápidamente mi firma en la línea de puntos,
me levanto y salgo de la suite.
Corro por el pasillo y aprieto el botón del ascensor mientras me esfuerzo por
contener las lágrimas. Inclino la cabeza, veo los números borrosos y se me cae la
primera lágrima cuando se abren las puertas. Entro y, cuando pulso el botón de la
planta baja, veo a Julian salir de la suite.
—¡Falcon, espera!
Lo veo correr hacia mí mientras las puertas empiezan a cerrarse, sin
detenerlas.
Estoy tan cansado, Julian.
Ya no puedo luchar contra ti.
Las puertas se cierran justo antes de que Julian llegue al ascensor.
—Adiós, Julian —susurro.
En lugar de que el ascensor comience a descender, las puertas se abren de
nuevo y Julian entra corriendo. Su cuerpo choca contra el mío y sus brazos me rodean.
Su respiración se acelera mientras me agarra con más fuerza.
—Lo siento. —Cierro los ojos y aprieto la boca contra su hombro mientras un
grito me desgarra—. Lo siento mucho —susurra de nuevo.

142 Me pongo en brazos de mi hermano y lloro por todo lo que he perdido, por
todo lo que nunca tuve y por todo lo que nunca tendré.
—Te amo, Falcon.
Me duele el corazón al oír esas palabras. Es un dolor físico, pero curativo al
mismo tiempo.
Le rodeo con los brazos y me agarro a su chaqueta.
—Estoy muy orgulloso de ti, Falcon.
Cuando las puertas empiezan a cerrarse de nuevo, Julian lo detiene. Me pasa
un brazo por los hombros y me saca del ascensor.
Volvemos a la suite y, tras cerrar la puerta, me pregunta:
—¿Por qué firmaste el contrato?
Con las palmas de las manos, me limpio el rostro.
—El CRC no puede formar parte de mi vida si quiero conservar a Layla.
—¿Tanto te preocupas por ella?
Asiento y, mirándole a los ojos, digo las palabras en voz alta por primera vez:
—La amo. Me encanta todo de ella. Es... —Sonrío porque solo hay una palabra
para describirla—. Es de color.
—Si ella significa tanto para ti, te apoyaré.
—¿Lo dices en serio?
Su boca se curva en una cálida sonrisa, la misma que tenía cuando éramos
muchachos.
—Lo digo en serio.
Se acerca a la mesa auxiliar y sirve dos vasos de whisky.
—Tómate una copa conmigo.
Acercándome, le quito el vaso y él levanta el suyo, brindando:
—Por sobrevivir a la maldición de ser un Reyes.
—Es una forma de decirlo —convengo.
—Vamos a sentarnos. —Se acerca al sofá y, mientras tomo asiento frente a él,
me pregunta—: ¿Cuánto necesitas para poner en marcha el negocio? ¿Has hecho
planes?
Suelto una carcajada.
Siempre el hombre de negocios.

143
Layla

P
reocupada por Falcon, voy a sentarme fuera de nuestro edificio, en la
acera, y me quedo mirando la carretera. Por enésima vez, pienso en
llamarle, pero como no quiero interrumpir algo importante, me
contengo.
Se acercan unas luces y, con la esperanza de que sea Falcon, me levanto. Mi
esperanza se desvanece cuando un Rolls Royce negro se detiene frente a la
residencia.
144 Retrocedo hasta la entrada y veo cómo el conductor se baja y, rodeando el auto,
abre la puerta trasera.
Cuando me mira y hace un gesto hacia el interior del auto, frunzo el ceño.
—El señor Reyes quiere hablar con usted.
—¿Yo? —Me señalo el pecho mientras la sorpresa me recorre.
¿Cómo sabía que estaba sentada aquí?
¿Nos están vigilando ahora?
Me acerco con cautela y echo un vistazo al interior del auto.
El señor Reyes está ocupado leyendo un periódico, mientras dice:
—Regálame un minuto, señorita Shepard.
—Sí, señor —digo, y me deslizo hacia la parte de atrás.
El conductor cierra la puerta y siento una punzada de pánico.
No me hará daño. ¿No es cierto?
Dobla el periódico y gira la cabeza hacia mí.
—Déjame que te eche un vistazo.
Me quedo helada, sin saber qué hacer.
Al mirarle a los ojos, mis labios se crispan cuando veo de dónde ha sacado
Falcon su mirada intimidatoria. Falcon se parece a su padre.
—No te pareces a Stephanie —comenta.
—Me parezco a mi padre, señor.
Asiente y luego afirma:
—Tú y mi hijo han causado un gran revuelo.
Me callo, como hice con la señora Reyes.
—Deja a mi hijo, y te transferiré una cantidad de tu elección a tu cuenta
bancaria.
Inclino la cabeza y, sin romper el contacto visual, miro fijamente al señor Reyes.
No hay ninguna expresión maliciosa en su rostro, no como con la señora Reyes.
Me está poniendo a prueba.
—No, gracias, señor. No necesito dinero.
—Es la primera vez. ¿Hay una sola alma en este planeta que no necesite dinero?
—La hay —Una sonrisa se extiende por mi rostro—. Mi padre.
—Es un viajero, ¿verdad?
Asiento.
145 —¿Cómo se las arregla para viajar sin dinero?
—Tienes razón. —Sus ojos se clavan en mí—. Permíteme que me exprese de
otro modo. No necesito tu dinero. Tengo dos padres maravillosos que cubren todas
mis necesidades.
La comisura de su boca se tuerce, y eso ayuda a aliviar el nudo que tengo en el
estómago.
—¿Cuáles son tus planes futuros?
Pensándolo bien, respondo:
—Voy a viajar con mi padre.
—Sentimental pero poco ambicioso —comenta.
Una suave sonrisa se dibuja en mis labios.
—¿Ha oído decir que la belleza está en los ojos del que mira?
—Sí. —Se gira más en su asiento, mostrando interés.
—Creo que el mismo principio se aplica a la ambición. Lo que usted considera
ambicioso no será lo mismo para mí. Ha pasado su vida creando esto... —hago un
gesto hacia el exterior—, y es nada menos que un imperio. Se ha hecho feliz verlo
crecer.
—Cierto —acepta.
—Mi felicidad reside en las experiencias. Quiero estar en el lugar que Dios
creó con ira y experimentar su inmensidad. Quiero estar donde una vez estuvo el
muro de Berlín y experimentar lo mucho que ha cambiado el mundo.
Las facciones del señor Reyes se suavizan ligeramente, y lo tomo como una
buena señal.
—Me preocupo por Falcon. En las últimas semanas, he aprendido mucho sobre
él. Creo sinceramente que tenemos mucho en común. Apreciaría su aprobación, pero
no es vital para el éxito de mi relación con Falcon.
—Respeto tus opiniones y tu forma de ver la vida, señorita Shepard —dice
mientras agarra el periódico. Al abrirlo, pregunta—: ¿Tengo razón al decir que no
aceptarás fondos de mi parte?
—Sí, señor.
—¿Y no renunciarás a salir con mi hijo?
—¿Sí, señor?
—Entonces está decidido. No veo ninguna razón por la que ustedes dos no
puedan salir.
—Sí... ¿espera? ¿Qué? —Mis ojos se amplían de sorpresa, y no estoy segura de
haberle oído bien.
146 —Puedes salir con mi hijo, señorita Shepard —repite, y luego, mirándome,
levanta la comisura de los labios—. Como ha dicho Stephanie, los dos son adultos.
—Gracias, señor Reyes. —Reprimo el impulso de abrazarle.
—Que tengas una buena noche, señorita Shepard.
—Usted también, señor.
Abro la puerta y salgo.
—Conduzca con cuidado —le digo antes de cerrar la puerta.
El conductor me saluda con la cabeza y vuelve al auto. Cuando empiezan a
alejarse, Falcon viene a toda velocidad por la carretera.
Pongo mala cara y cierro un ojo cuando parece que no va a parar a tiempo. Mi
corazón empieza a latir con preocupación.
—¡Mierda, Falcon! ¡Para!
Cuando pisa el freno, de los chirriantes neumáticos salen nubes de humo.
El Rolls Royce se detiene, pero me da igual. Corro hacia donde está saliendo
Falcon de la maldita trampa mortal y, levantando ambas manos, le empujo en el
pecho.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Has perdido la mente? ¿Quién conduce así? ¿Me
das las llaves? —Le tiendo la mano, con la palma hacia arriba.
Falcon me pone las llaves en la mano y me mira por encima del hombro.
—¿Qué hace mi padre aquí?
—¡No intentes cambiar de tema! —le regaño—. Podrías haber provocado un
accidente.
—Falcon. —Escucho la voz del señor Reyes detrás de mí y al darme la vuelta
casi alucino.
Esto realmente está resultando ser una noche extraña.
—Señor —saluda Falcon a su padre—. ¿Por qué estás aquí?
—Me apetecía dar una vuelta por el carril de los recuerdos. —El señor Reyes
mira las llaves en mi mano—. ¿Las guardará, señorita Shepard?
—Sí, señor.
—Bien. Hazle sufrir para recuperarlas.
—Definitivamente lo haré. —Le lanzo una mirada fulminante a Falcon antes de
caminar al lado del señor Reyes—. Deje que le acompañe hasta el auto.
—No te pareces a tu madre, pero suenas como ella —comenta mientras
recorremos la corta distancia que nos separa.
—Me lo tomaré como un cumplido —bromeo.
147 —Más te vale. Tu madre es un infierno de mujer.
La emoción me embarga por completo y, sin pensar con claridad, le echo los
brazos al cuello al señor Reyes y le abrazo.
—Gracias por ser tan bueno con mi madre —susurro.
Me da dos palmaditas en la espalda.
—Debería agradecerte por todas las veces que te la he robado.
Me echo hacia atrás y sonrío.
—No pasa nada. Voy a pasar más tiempo con Falcon, así que me lo estoy
robando.
Esta vez una sonrisa se forma alrededor de su boca.
—Hazlo.
Se sube al auto y yo los saludo con la mano cuando se van.
—¿Qué acaba de pasar? —pregunta Falcon detrás de mí.
Me doy la vuelta y le miro con el ceño fruncido.
—Acabas de perder el permiso de conducir, eso es lo que ha pasado.
—Hablo en serio, Layla.
—Yo también. —Señalándome el rostro, pregunto—: ¿Parece que estoy
bromeando?
—No —me dice, dándose cuenta por fin de que estoy enfadada con él—. Siento
el exceso de velocidad.
—Y no lo volverás a hacer —le digo.
—No lo volveré a hacer.
Intenta parecer arrepentido e inocente, lo que me arranca una sonrisa.
—No es el mismo que el de Lake. El look sexy y ardiente te queda mejor.
Me sonríe.
—¿Ah, sí? ¿Así?
Empiezo a caminar hacia mi habitación.
—Espera, dime qué pasó con mi padre.
—Hablamos. Nos pusimos de acuerdo. Nos abrazamos.
—Me estás asustando —susurra Falcon.
Me doy la vuelta porque lo último que quiero es preocupar más a Falcon, pero
entonces veo en su rostro una fingida expresión de miedo.
—Ahora suenas como mi padre.
148 —¿Estás buscando mi lado malo, Falcon? —pregunto, poniendo las manos en
las caderas.
—No. —Acorta la distancia entre nosotros y se inclina—. Pero estoy buscando
entrar dentro de ti.
—Y yo que pensaba que eras un romántico —murmuro.
—Ahora lo he visto todo, maldita sea —dice Mason, sonando atónito.
—¿Verdad? —pregunta Lake.
Mirando por encima de mi hombro, los veo sentados en el suelo junto a la
ventana.
—¿Por qué están sentados ahí? —pregunto.
—Vimos llegar el Rolls y se nos ocurrió quedarnos —responde Lake.
Mason mira a Lake.
—¿Has visto alguna vez al señor Reyes abrazar a alguien?
—No la abrazó exactamente. Fue más como una palmada incómoda.
—Tienes razón. —Asiente Mason.
—¿Quieren que les confisque también las llaves del auto? —les gruño.
Mason es el primero en ponerse en pie y caminar hacia la salida.
—No. No, estoy bien.
Lake se levanta y bosteza mientras se estira.
—Me amas demasiado como para quitarme las llaves.
—Lake —chasquea Falcon.
—Falcon. —Lake sonríe, moviendo las cejas.
Lo vemos correr detrás de Mason y luego Falcon me rodea por el medio con un
brazo y tira de mí para acercarme. Me empuja hacia la puerta con el rostro serio.
—¿Dijo mi padre algo que te molestara?
Niego con la cabeza y, al chocar con la puerta, busco detrás de mí y la abro.
Una vez dentro, Falcon la cierra de una patada.
—¿De verdad te acaba de hablar? —pregunta, rodeándome también con el
otro brazo.
Asiento e intento ponerme de puntillas para besarle, pero él solo me sujeta con
más fuerza para mantenerme en mi sitio mientras me sonríe.
—Injusto —me quejo.
—Primero prométeme algo —me dice, la sonrisa desapareciendo de su rostro.
—¿Qué?
149 —No me ocultarás nada. Si mis padres hacen algo que te moleste, dímelo, por
favor.
—Está bien. —Falcon me levanta una ceja—. Te prometo que no te ocultaré
nada.
—Bien. —Suelta el agarre y por fin puedo ponerme de puntillas. Le doy un beso
rápido en la boca y salgo de su agarre—. ¿Sólo un besito?
—Oh, tienes que hacerte algunas promesas antes de que te las hagan.
—¿Un par de minutos con mi padre y ya me estás sobornando? —me llama
Falcon mientras entro en mi habitación.
Agarro el pijama y me dirijo al baño, cuando entra Falcon y me dice:
—¿Por qué vas a cambiarte? Ya te he visto desnuda.
Me detengo en la puerta y miro la tela que tengo en la mano mientras admito:
—Fue en el calor del momento. Me sentiré incómoda vistiéndome delante de
ti.
Falcon se acerca a mí y, tomándome de la barbilla, me levanta el rostro. Tiene
una mirada cálida que me hace sentir mejor.
—No pasa nada. Nunca hagas algo con lo que no te sientas cómodo.
—Gracias por tu comprensión.
Se inclina y me da un beso en la boca.
—¿Te parece bien que me quede a dormir esta noche para que podamos
hablar?
Asiento y, deslizándome hasta el cuarto de baño, cierro la puerta.
Hago rápidamente mi rutina nocturna y, cuando salgo, Falcon no está por
ninguna parte.
Encogiéndome de hombros, reviso rápidamente todo lo que necesitaré para
las clases de mañana. Dejo la bolsa junto a la mesita cuando se abre la puerta de mi
suite. Entra Falcon, vestido con su chándal y una camiseta.
—¿Estás lista para ir a la cama? —pregunta, dejando la llave-tarjeta sobre la
mesa.
—Sí, ha sido un día raro.
Una vez que estamos cómodos en nuestra posición habitual, Falcon pregunta:
—¿De qué hablaste con mi padre?
Levanto la vista hacia él.
—Sobre ambición, experiencias, La Costa de los Esqueletos y el muro de
Berlín.
150 Falcon ladea la cabeza, una expresión de confusión cruza sus rasgos.
—Nos vinculamos —explico en términos sencillos.
—Mi padre no se vincula. Con nada —afirma Falcon.
—Bueno, lo hizo conmigo. Supongo que hay una primera vez para todo.
Falcon me abraza con fuerza.
—Nunca he visto a mi padre abrazar a nadie.
—¿Has pensado que es porque nadie le abrazó?
Piensa en lo que he dicho y pregunta:
—Sinceramente, nunca lo había pensado.
—Puede que no te guste oírlo, pero te pareces mucho a tu padre. Sólo tienes
que encontrar la grieta en su armadura.
—¿Cuál es?
—Escuchar lo que tiene que decir. Demostrarle que lo comprendes, aunque
tengan opiniones diferentes.
Falcon permanece callado y yo vuelvo a levantar la vista.
—Como tú, Falcon. Quiere ser visto.
La emoción inunda el rostro de Falcon y, cuando veo que se resiste, me
incorporo y lo estrecho entre mis brazos. Aprieto su cabeza contra mi pecho y,
entrelazando los dedos con su cabello, le susurro:
—No pasa nada. Sólo están un poco perdidos. Encontrarán el camino.
Falcon asiente y, rodeándome la cintura con los brazos, me abraza con fuerza.
Veo cómo la lucha emocional se dibuja en su rostro y se me llenan los ojos de
lágrimas.
Al cabo de un rato, le pregunto:
—¿Cómo te fue con tu hermano?
Falcon no me contesta inmediatamente, y yo sigo jugando con su cabello.
—Hablamos y escuchamos por primera vez.
Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios.
—Primero nos peleamos, luego hablamos —se corrige—. Las cosas entre
nosotros no son perfectas, pero es un comienzo.
—Me alegra oír eso. —Tomo aire y luego digo—: Ayer conocí a tu madre.
Falcon se incorpora.

151 —Sabía que algo debía haber pasado.


—¿Has cenado alguna vez con tu padre y Julian? ¿Los tres solos?
—¿Por qué sólo nosotros tres? —pregunta.
—Después de conocer a tu madre, he estado pensando mucho y cuando hablé
con tu padre me confirmó mis pensamientos.
—¿Sobre mi madre?
—Sí. —Tomo aire, esperando no estar cometiendo un error—. Tu madre es una
mujer fría, Falcon. Puede que sea la responsable de muchas de las peleas entre Julian
y tú, y también con tu padre. —Cuando Falcon no dice nada, añado rápidamente—:
Puede que me equivoque. No la conozco tan bien. Es que me recuerda mucho a
Serena.
Falcon deja escapar un suspiro.
—Tienes razón. —Se echa de nuevo hacia atrás y me atrae hacia su pecho—.
Voy a ver si puedo organizar una cena con mi padre y Julian.
—Creo que les ayudará a todos.
Me da un beso en el cabello.
—Gracias.
Se hace el silencio entre nosotros, pero al cabo de un rato, Falcon susurra:
—¿Estás durmiendo?
—No —susurro de vuelta.
—¿Por qué no?
—Aún no lo has dicho.
Suelta una risita.
—Duerme, mi arcoíris.

152
Falcon

—N
o pasa nada, puedes perdonar a Julian —le dice Mason. Yo
seré el imbécil implacable que le recordará que fue un cabrón
contigo.
—Me alegro tanto de no ir a trabajar al CRC —murmura Lake desde donde está
tumbado en el sofá.
—¿Estás despierto? —pregunto.

153 —Mhhh.
—Al menos sabemos que está vivo —refunfuña Mason—. ¿Cómo duermes
tanto?
—Hace falta mucha energía para comer —murmura Lake.
Mason se ríe:
—Eso está jodidamente claro.
—¿De verdad te parece bien trabajar en el CRC? —le pregunto a Mason.
Asiente, luego mira hacia donde está Lake.
—Estoy más preocupado por él.
—No hay de qué preocuparse. —Lake bosteza y se incorpora.
—¿Estás seguro? ¿Te parece bien casarte con una completa desconocida?
Lake empieza a sonreír y, sacando su teléfono, mira algo.
—Estoy seguro.
—¿Por qué sonríes? —pregunto levantándome de la silla del balcón. Cuando
llego hasta Lake, me tiende su teléfono. Lo tomo y miro la foto de una chica. Un
segundo después, la sorpresa me invade—. ¿Es ella?
—¿Quién? —Mason casi se cae de la silla en su prisa por levantarse. Se acerca
y me mira por encima del hombro—. Sexy, maldita sea. ¿Es Lee-ann?
—Sí. —Lake vuelve a tumbarse con una enorme sonrisa en el rostro.
—El cabrón ha estado jugando con nosotros. Sufre mi trasero. Está
consiguiendo el mejor negocio de los tres —se queja Mason.
Vuelvo a mirar la foto. Su cabello es una mezcla de castaño y pelirrojo, y sus
ojos son oscuros. Su piel es tan suave que parece una muñeca.
—Es preciosa —le digo, mientras le devuelvo el teléfono a Lake—. ¿Y te llevas
bien con ella?
—Las veces que hemos hablado han estado bien.
—Maldito bastardo con suerte —gruñe Mason mientras camina de vuelta a su
silla—. Tú consigues una chica sexy como el infierno, Falcon consigue empezar el
nuevo negocio, y yo... estoy jodidamente atrapado con Julian y nuestros padres.
Lake se ríe entre dientes mientras se tapa los ojos con el brazo.
Sentado, digo:
—Hablando de padres, esta noche ceno con el mío.
—Me estás jodiendo.
—Con Julian también —añado.
Mason se inclina hacia delante y mira al cielo.

154 —En serio pensaba que empezaría a nevar ahora.


Pateo la única pata de su silla.
—¿Qué ha hecho posible este milagro? —pregunta.
—Layla.
—¿Sí? —Mason parece realmente impresionado, lo que no es nada fácil de
conseguir—. Hace milagros. ¿Quizás debería pedirle que haga algo de su magia con
Kingsley?
—¿Por qué? —pregunto, estirando las piernas hacia delante.
—Está actuando raro. Ella solía darme mierda hasta que la hice mi asistente.
Ahora está... rara.
—¿No crees que es porque casi la ahogas? —pregunta Lake.
—¡Era el maldito extremo superficial!
—Sólo decía —murmura Lake.

Vamos a cenar en la suite de Julian, así que tendremos intimidad. Fuera de la


habitación, respiro hondo un par de veces antes de llamar a la puerta.
Julian abre la puerta y parece aliviado cuando ve que soy yo.
—Gracias a Dios. Me preocupaba que papá llegara antes y me quedara con él.
Entro y estamos a punto de cerrar la puerta cuando oímos refunfuñar en el
pasillo:
—¿Por qué siempre toman los pisos de arriba? Todo el maldito ejercicio que
hay que hacer para llegar a la habitación no tiene ningún sentido.
Padre se detiene ante la puerta abierta y mira de Julian a mí.
—Bien, ya estás aquí. Vamos a comer. —Entra y va directo a la mesa. Se sienta
a la cabecera y echa un vistazo a la habitación—. ¿No tienes periódicos?
Cierro la puerta mientras Julian recoge el periódico del sofá.
—Aquí tiene, señor.
Padre lo agarra y, mientras lo abre, dice:
—Siéntate, la comida se enfría.
Julian me mira y luego inclina la cabeza en dirección a papá. Yo sacudo la mía
y, enarcando una ceja, miro a papá justo cuando baja el periódico. Los dos
componemos la expresión a la velocidad de la luz, y se oye el ruido metálico de los
utensilios al agarrarlos.
155 —¿Qué tal la reunión con el...? —padre frunce el ceño y luego mira al techo—,
¿con quién te has reunido?
—Los Meester. Van a abrir una nueva planta en Dallas —le recuerda Julian—.
Ha ido bien. Deberíamos firmar la semana que viene.
—Bien. Bien. —Padre vuelve los ojos hacia mí—. ¿Recuperaste las llaves de tu
auto?
—Lo hice.
—¿Te hizo arrastrarte?
Antes de que pueda contenerme, una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Lo hizo.
—Bien. Bien.
—¿Llaves del auto? —pregunta Julian.
—Tu hermano conducía como un borracho. Layla tomó las llaves de su auto. Me
gusta el espíritu de la chica.
—¿La has conocido? —pregunta Julian a papá.
—Lo hice. Tuvimos una charla encantadora. —Padre corta un trozo de filete.
Después de tragarlo, pregunta—: Julian, ¿no te interesa una mujer? —Padre vuelve a
mirar al techo y luego dice a la fuerza—: O un hombre.
Al ver la cara de asombro de Julian, agacho rápidamente la cabeza y aprieto
los labios para no hacer ruido.
Mi padre toma el periódico y me golpea en el hombro.
—¿Qué? No tiene nada de malo mientras tu hermano sea feliz.
—Oh Dios. Padre, soy hetero —exclama Julian.
Rápidamente me tapo la boca, pero no sirve de nada porque me echo a reír.
—¿En serio? Bien, ¿para cuándo mi primer nieto?
Se me seca la risa cuando papá mira de Julian a mí.
Empiezo a negar con la cabeza, lo que hace que Julian diga:
—Tú eres el que tiene novia.
—Tiene dieciocho años —protesto—. Además, Layla probablemente te daría
una bofetada por tirarla debajo del autobús.
—Puedo verla haciendo eso. —Asiente el padre—. Entonces, depende de ti,
Julian. Eres el mayor, después de todo.
Carraspeando, Julian dice:
—He estado pensando en el negocio con los Weinstock.
156 Padre deja el cuchillo y el tenedor y mira a Julian.
—¿Por qué?
—Tienen influencia en el mundo jurídico.
—¿Y?
—¿Qué quieres decir? —pregunta Julian, frunciendo el ceño.
—Más les vale tener algo más que un par de contactos en el mundo jurídico si
quieren casar a su hija con uno de mis hijos.
—¿No estabas de acuerdo con esto? —pregunto.
—¡Claro que no! ¿He dicho alguna vez tal cosa? —Padre resopla. Dirige a Julian
una mirada dura—. No te casarás con esa chica. Por encima de mi cadáver. Está tan
loca como su madre.
—Te lo dije —exclamo—. ¿No te dije que es inestable?
—¿Entonces por qué mamá y tú han estado presionando a Falcon? —pregunta
Julian.
—Sólo tu madre.
Julian se inclina hacia delante.
—Si no estabas de acuerdo, ¿por qué no la detuviste?
Una lenta sonrisa empieza a dibujarse en los labios de mi padre, que me deja
con la boca abierta.
—Esperaba que todas sus quejas sirvieran para acercarlos a Falcon y a ti. —Se
encoge de hombros—. Y así ha sido, así que problema resuelto.
—¿Problema resuelto? —gruñe Julian. Empuja su silla hacia atrás y se levanta—
. ¿Y todas las amenazas sobre la presidencia?
—Siéntate, Julian. Eres demasiado mayor para andar haciendo berrinches —le
regaña Padre—. Tu abuelo me enseñó que la mejor forma de aprender es a través de
la experiencia. —Padre se detiene y frunce el ceño—. Pues mira tú por dónde. Es lo
mismo que decía Layla. —Empieza a asentir, parece impresionado—. Chica brillante,
pero divago. —Padre se echa hacia atrás en la silla—. Me ha costado más de lo que
pensaba, pero han llegado a un acuerdo, ¿verdad?
Pongo cara de confusión.
—No te entiendo.
—Tiré un hueso en un campo de perros, esperando que mis hijos se dieran
cuenta de que no eran perros, sino lobos. Los perros se pelean por los huesos. Los
lobos cazan en manada. Cazan las presas grandes.
“Escuchar lo que tiene que decir. Demostrarle que le entiendes, aunque tengan
opiniones diferentes”.
—Querías asegurarte de que nos apoyaríamos mutuamente durante un ataque
157 —digo, comprendiendo por fin.
—¡Sí! —Padre golpea la mesa con las manos—. ¡Sí, hijo mío! —Su rostro se tensa
de emoción mientras se pone en pie—. ¿Cómo podría dejarte el trabajo de mi vida si
no estuviera seguro de que lo protegerías? —Su barbilla empieza a temblar y me hace
tragar saliva por la emoción—. No se trata del dinero. Siempre se puede ganar más.
CRC es nuestro legado. Perteneció a mi padre y a sus mejores amigos. Perteneció a
mis mejores amigos y a mí. Pertenecerá a ustedes dos, Mason y Lake. Es un legado
de confianza, de lealtad... —Abrumado por la emoción, padre se deja caer de nuevo
en su silla y se tapa los ojos con una mano temblorosa.
Miro a Julian, cuando dice:
—Es un legado de hermandad.
Papá parece agotado y se mete la mano en el bolsillo del pecho. Saca una caja
y la deja sobre la mesa, entre Julian y yo.
—Woodrow Wilson. —Mantiene la mano en la caja—. ¿Quién me sustituirá?
Me tomo un momento para ordenar mis emociones. Me levanto, me enderezo
la chaqueta, me aclaro la garganta y le tiendo la mano a Julian.
—Confío en que tú y Mason cuiden bien de CRC.
Julian se levanta y, poniendo su mano sobre la mía, nos estrechamos.
Cuando volvemos a tomar asiento, padre desliza la caja al lado de Julian.
—Bien. Bien. Empiezas mañana. Me retiraré oficialmente en la celebración de
Acción de Gracias. Tomarás posesión en una reunión especial del consejo que se
celebrará el miércoles después de Acción de Gracias.
—¿Tan pronto? —pregunta Julian, un poco pálido.
—Estoy cansado, Julian. Es un barco muy grande. Me temo que si sigo al timón,
lo conduciré a mares tormentosos.
Ni siquiera me he incorporado a la empresa, y estoy cansado, así que solo
puedo imaginar cómo se debe sentir mi padre.
—¿Qué vas a hacer cuando te jubiles? —pregunta Julian.
—Voy a comer con Layla y a averiguar dónde está ese lugar que Dios hizo
mientras estaba enfadado. Eso sonó interesante.
—Te gusta de verdad —afirma Julian.
—Sí, lo hace. Lo hace. —Una expresión de pérdida cruza los rasgos de padre—
. Supongo que es lo que pasa cuando envejeces. Te encuentras cara a cara con lo que
podría haber sido. Le miras a los ojos y ves viejos sueños.
Santo cielo.
¿Amaba a Stephanie?
158
Layla

E
sta vez he tomado prestado uno de los vestidos de Kingsley. Realmente
no veo la necesidad de comprar un vestido para el par de ocasiones a las
que asistiré en el futuro. Las dos llevamos vestidos de lana de tweed
porque hace frío y no pensamos congelarnos el culo.
Una vez que estamos listos y es hora de irnos, nos reunimos con los chicos en
el vestíbulo para asistir a la función de Acción de Gracias de CRC Holdings.
Los ojos de Falcon hacen un lento barrido sobre mí, y entonces su sonrisa sexy
159 sale a relucir.
—Estás preciosa —me dice, y el orgullo de su voz me hace sentir realmente
guapa.
—Pongámonos en marcha —dice Mason.
Cuando salimos del edificio, Serena camina hacia nosotros.
—¿Con quién voy?
—¿Vas a ir a la función de Acción de Gracias? —pregunta Falcon, que no
parece muy contento.
—Sí, tu madre fue muy dulce y me invitó —se jacta.
—Por suerte, mi auto solo tiene dos asientos. —Falcon se acerca a su
Lamborghini y abre la puerta del copiloto—: ¿Layla?
Le sonrío al entrar y oigo a Mason refunfuñar:
—Kingsley, tú conmigo. Es menos probable que te mate.
—Supongo que eso te deja a ti, Lake —dice Serena.
Cuando todos estamos listos, Falcon arranca y Mason y Lake le siguen. Al mirar
por la ventanilla, me doy cuenta de que los estudiantes se detienen y miran fijamente
cuando pasamos a su lado, y me deslizo hacia abajo en el asiento, levantando la mano
para cubrirme el rostro.
Falcon suelta una risita.
—¿Por qué te escondes?
Al salir por las puertas de la Academia Trinity, Falcon empieza a acelerar.
—No estoy acostumbrada a que la gente me mire, y será mejor que no superes
el límite de velocidad.
—Sí, señora.
Entramos en un carril doble y Mason se detiene a nuestro lado. Echo un vistazo
al interior del auto y veo a Kingsley mirando por la ventanilla, con la cabeza apartada
de Mason.
—Me pregunto si alguna vez se llevarán bien —murmuro.
—¿Quién? —pregunta Falcon, sin apartar los ojos de la carretera que tiene
delante.
—Kingsley y Mason.
—Estoy seguro de que lo harán, con el tiempo.
—Eso espero.
Llegamos al hotel donde se celebra el acto y, al salir del auto, nos reunimos
160 todos frente a la entrada antes de entrar.
—Tengo algo de lo que ocuparme —dice Serena, y suelto un suspiro de alivio
mientras se aleja de nosotros.
—Gracias por eso, chicos —murmura sarcásticamente Lake.
—Siempre es un placer —se burla Mason.
Cuando entramos en la sala designada, los nervios empiezan a tejer una
telaraña en mi estómago hasta que veo a mamá. La saludo con la mano y, cuando se
acerca, no me importa guardar las apariencias y la abrazo.
—Te he echado de menos —susurro, saboreando la sensación de los brazos de
mi madre a mi alrededor.
—Yo también te he echado de menos. —Se echa hacia atrás e inspecciona mi
rostro—. Estás bien, ¿verdad?
Asiento.
—Sí, estoy ganando en esto de la universidad.
Mamá dirige su sonrisa a Falcon:
—Me alegro de volver a verte.
—A ti también, Stephanie.
Mamá mira hacia mí y me dice:
—He hablado con tu padre. Estaba un poco preocupado por ti.
Hago un gesto con la mano, ignorándolo.
—Sólo le echaba de menos. Estoy deseando que venga de visita.
—Solo un par de semanas más —me tranquiliza.
—Ahh... miren quién por fin decidió acompañarnos —dice el señor Reyes
mientras se acerca por detrás de mamá—. Stephanie, debo felicitarte por hacer un
trabajo maravilloso criando a Layla. Es toda una mujer.
—Gracias, Warren.
—Me alegro de verle de nuevo, señor —le saludo.
—Padre—dice Falcon con un movimiento de cabeza.
—Ustedes dos disfruten de la fiesta. —El señor Reyes agarra a mamá por el
codo y la guía hacia más invitados que acaban de llegar.
De fondo suena una suave música de piano que complementa el murmullo de
las voces mientras la gente habla en pequeños grupos.
Me inclino más hacia Falcon y le pregunto:
—¿Qué se supone que debemos hacer?
—Comemos, sonreímos y nos vamos después del anuncio.
161 —¿Qué anuncio? —pregunto.
Falcon sonríe y hace un gesto a alguien. Colocando una mano en mi espalda
baja, dice:
—Permíteme que te presente.
—Realmente has venido —dice un hombre mientras estrecha la mano de
Falcon.
Enseguida veo las similitudes. Tienen la misma estatura y el mismo cabello
oscuro con rasgos afilados.
—Tú debes de ser Layla —me dice tendiéndome la mano—. Soy Julian Reyes,
el hermano de Falcon.
Con una cálida sonrisa en el rostro, le tomo la mano.
—Es un placer conocerte por fin.
—¿Por fin? —Levanta una ceja y se le tuerce la comisura de los labios—.
¿Significa eso que Falcon ha estado hablando de mí?
Todos los hombres Reyes tienen los mismos gestos.
—Solo he oído cosas buenas —le aseguro.
—Eso es difícil de creer —se burla Julian.
—¿Estás listo? —le pregunta Falcon.
—Tan preparado como nunca lo estaré. —Julian respira hondo y echa un vistazo
a la habitación—. Es un poco anticlímax ahora que ha llegado el día.
—¿Cómo es eso?
Levantando un vaso con líquido ámbar, explica:
—Es como el momento en que te regalan tu primer auto. Nunca volverá a haber
un momento así. Estoy seguro de que dentro de seis meses odiaré ser el presidente.
Falcon suelta una risita.
—Mejor tú que yo.
Alguien llama la atención de Julian.
—Es la hora. —Me sonríe—. Ha sido un placer conocerte. Estoy seguro de que
nos veremos en un futuro próximo.
Asiento y veo cómo Julian se dirige a la parte delantera de la sala, donde hay
un pequeño podio. El señor Reyes ya está detrás de la estructura de cristal. Mira a
Falcon y le indica que pase al frente.
—Solo llevará un minuto. Tómate algo mientras esperas —dice Falcon, y
ajustándose la chaqueta, se dirige a la entrada.
Kingsley viene a ponerse a mi lado y me tiende una flauta.
162 —No te hagas ilusiones. No es alcohólica.
Se lo quito.
—Maldita sea, tanto esperar, pero gracias, amiga mía.
—¿Cómo fue conocer a Julian? —pregunta.
Me encojo de hombros mientras bebo un sorbo de la bebida, pero en cuanto
me entra en las papilas gustativas, tapo la copa y lo escupo. Corro al baño y me
enjuago rápidamente la boca.
Eso fue realmente estúpido por mi parte. Debería haber sabido que cualquier
cosa burbujeante en una flauta sería zumo de manzana.
—¿Estás bien? —pregunta Kingsley.
Me seco la boca y respondo:
—Sí, era zumo de manzana. Soy alérgica a las fresas y las manzanas son de la
misma familia, así que lo evito.
—Mierda, no lo sabía. ¿Puedes tomar uvas? También sirven chardonnay con
sabor a uva. Puedo traerte una.
—Las uvas son seguras. —Sonrío.
Volvemos al vestíbulo y, al entrar, el señor Reyes dice:
—Treinta y dos años.
Todo el mundo se calla y se gira para mirar al frente.
El señor Reyes coloca las manos a ambos lados del podio, con la cabeza
inclinada. Julian está de pie a su derecha
Falcon, Mason y Lake están detrás de ellos, acompañados por el señor Cutler y
un hombre que solo puedo suponer que es el señor Chargill.
—Treinta y dos años —repite el señor Reyes, luego gira lentamente la cabeza.
Me inclino más hacia Kingsley y le pregunto:
—¿Es el señor Chargill el que está junto al señor Cutler?
Kingsley asiente y susurra:
—Sí.
—Todd, ¿recuerdas lo borrachos que nos pusimos después de firmar nuestro
primer acuerdo?
—Asher y tú fueron los que se emborracharon. Yo, por supuesto, era el
conductor designado —llama el señor Cutler.
—Oh, claro. —Se ríe el señor Reyes—. Nunca olvidaré el primer contrato que
firmamos. No fue nada grande, pero el orgullo que sentimos. —El señor Reyes levanta
163 la vista y suspira con fuerza—. Señor, el orgullo que sentimos. No tenía precio.
Vuelve a inclinar la cabeza y pasan un par de segundos.
—Ha llegado el momento de dejar la presidencia. —Levantando los ojos hacia
el público, empiezo a emocionarme, cuando dice—: Estoy indescriptiblemente
orgulloso de anunciar que cederé el timón a Julian, mi hijo mayor. Confío en que todos
le muestren la misma lealtad que me han mostrado a mí.
El señor Reyes se vuelve hacia Julian y le pone la mano izquierda en el hombro
mientras le tiende la derecha. Mientras Julian le toma la mano, el señor Reyes le dice:
—Señor presidente, le entrego CRC Holdings y su legado con el corazón en
paz y seguro.
Julian inclina ligeramente la cabeza.
—Gracias —hace una segunda pausa—, padre. Haré todo lo posible por llenar
el insuperable espacio que dejarás.
Suena una salva de aplausos y yo me uno a ellos con una amplia sonrisa.
—Les dejo entonces —dice el señor Reyes mientras se aleja del estrado para ir
a situarse junto a Falcon.
Julian recorre con la mirada a todas las personas que han contribuido a
convertir CRC en lo que es hoy.
—Solo llevo cuatro años en la empresa, y había días en que me maravillaba de
cómo mi padre, el señor Chargill y el señor Cutler se las habían arreglado para
llevarla durante treinta y dos años. —Sonríe—. Por suerte, los tendré a todos ustedes,
y Stephanie ha aceptado quedarse como mi ayudante. —Julian mira a mamá—.
Gracias, Stephanie.
Mamá le saluda con una sonrisa de orgullo en el rostro.
Julian se gira, y no estoy seguro de a quién está mirando, entonces dice:
—Mason, ¿me acompañas?
Mason mira a su padre, que le hace un gesto con la cabeza para que vaya.
—En seis meses, Mason se unirá a nosotros y, al cabo de un año, será investido
presidente.
Cuando Mason está junto a Julian, me pregunto qué significa para el futuro de
la empresa que Falcon y Lake no se unan a ellos.
—Me considero afortunado de saber que tendré a Mason a mi lado. Estoy
seguro de que puedo hablar en nombre de los dos cuando digo que tenemos grandes
planes para el futuro.
La boca de Mason se levanta en la esquina, y sus ojos no muestran ninguna
emoción, mientras dice:
—Definitivamente.
164 —Ahí va el futuro de CRC —refunfuña Kingsley suavemente a mi lado.
Mason hace un gesto a Falcon y Lake, y añade:
—No nos olvidemos de Falcon y Lake. Aunque solo son accionistas,
desempeñarán un papel importante en nuestro crecimiento futuro.
Sonrío al contemplar el futuro de CRC.
—Creo que todos van a formar un gran equipo —le susurro a Kingsley.

Falcon

Estoy de pie con Mason y Lake, observando cómo los invitados disfrutan de la
selección de aperitivos y cócteles.
—Creo que le haría la competencia a Lake a la hora de comer —dice de pronto
Mason.
—¿Quién? —pregunta Lake mientras intenta reprimir un bostezo.
—Kingsley. —Mason hace un gesto hacia las mesas del banquete a lo largo del
lado izquierdo de la sala—. Ese es su tercer plato que está ocupada cargando.
Sonrío cuando mis ojos se posan en Layla y me saluda con la mano.
—Falcon —dice mamá mientras se acerca a mí, tan elegante como siempre—.
¿No vas a saludar a tu madre?
Manteniendo las pretensiones, me inclino y rozo con mis labios su mejilla.
—Mamá.
—¿No está preciosa Serena esta noche? —pregunta sonriendo hacia la mesa
donde Serena está ayudando a los camareros a organizar la comida.
—No me he dado cuenta.
El ceño se frunce rápidamente en el rostro de la madre.
—¿Por qué está aquí? —pregunta Mason, para mi sorpresa.
—La invité, por supuesto.
Mason ignora la mirada de desaprobación de mi madre y afirma:
—Más le vale que lo disfrute. En cuanto me haga cargo, eso cambiará.
—Honestamente, Mason. Tu agresividad hacia Serena está fuera de lugar —
murmura mamá.
Mason suelta una risita seca.
165 —Fuera de lugar mi trasero.
Madre lo mira con el ceño fruncido.
—Me asombra cómo Asher y Candice lograron criar a un hijo tan imprudente.
—Madre —dice Julian al unirse a nosotros—, ¿agitando la olla como siempre?
Jadeando, se vuelve hacia Julian con los ojos muy abiertos.
—No estoy haciendo tal cosa. El chico no tiene ni idea de ser respetuoso.
Julian sonríe amablemente y, tomando el codo de madre, le susurra:
—El respeto se gana. Déjalos en paz y ve a hablar con las otras esposas.
Su mirada se clava en nosotros antes de rendirse y hacer lo que le decimos.
—Vaya, me ha escuchado. Te demuestra el poder de un título —murmura
Mason.
Echo un vistazo a la zona de la comida y, al no ver a Layla, sigo recorriendo la
habitación. Mis ojos se posan en ella, donde está junto a Stephanie y Kingsley.
Suelta el plato que llevaba en la mano y, cuando Stephanie se agarra a su
hombro, empiezo a caminar hacia ellas.
De repente, Layla cae de rodillas y el pánico se refleja en el rostro de
Stephanie. Alarmado, empiezo a correr y, cuando las alcanzo, Layla tose como si
tuviera algo atascado en la garganta.
—¿Se está ahogando? —pregunto, colocándome detrás de Layla, que me da un
susto de muerte cuando se desploma hacia atrás, perdiendo el conocimiento.
—No, es una reacción alérgica —dice Stephanie con voz urgente mientras
rebusca en su bolso. Saca algo parecido a un rotulador—. No te muevas, pequeña.
Mamá te tiene. —Coloca la mano izquierda sobre el muslo de Layla y golpea con el
rotulador en la parte exterior de la pierna—. Cinco, cuatro, tres, dos, uno —cuenta
antes de retirarlo. Me mira y me pregunta—: ¿Alguien ha llamado al 911?
—No sé. —Muevo el cuerpo para poder deslizar los brazos por debajo de Layla
y, tomándola en brazos, le digo—: La llevaré antes al hospital.
Cuando me doy la vuelta y empiezo a correr hacia la salida, Stephanie me grita:
—¡Diles que les he administrado un EpiPen! —Lo último que oigo desde el
pasillo es a Stephanie gritando—: ¡Lake, agarra el auto!
Mason pasa a mi lado y le oigo gritar al valet:
—¡Autos! ¡Ahora mismo!
Hay prisa y, en cuanto llega mi auto, Mason abre la puerta del pasajero. Dejo a
Layla en el asiento y, mientras la abrocho, mis ojos se clavan en su rostro. Parece
como si hubiera estado en una maldita pelea y hubiera perdido. Temiéndome lo peor,
corro alrededor del auto.
166 —Te despejaré el camino —dice Mason mientras cierra la puerta de un portazo
y corre hacia su Bugatti La Voiture Noire.
Mason arranca rápidamente su auto y sale disparado a mi lado. Cuando me
alejo, miro por el retrovisor y veo a Lake y Stephanie entrando en su Koenigsegg
Regera.
No me importan los límites de velocidad, piso el acelerador a fondo y, por
suerte, el primer semáforo está en verde. Avanzamos entre los demás autos y, al
acercarnos a un semáforo que acaba de ponerse en amarillo, Mason pisa el
acelerador a fondo. El Bugatti avanza como un cohete y, cuando el semáforo se pone
en rojo, detiene el auto en medio de la intersección y el trasero se desvía hacia un
lado.
Lo adelanto volando y él arranca, repitiendo la acción en cada semáforo hasta
que por fin llegamos al hospital. Acelero hacia el lado donde está la entrada de
urgencias, freno demasiado tarde y, girando bruscamente el volante, detengo el auto
con una sacudida cuando la parte trasera izquierda choca contra un pilar.
Salgo corriendo del auto y rápidamente agarro a Layla.
—Reacción alérgica. Su madre le dio un EpiPen —digo al primer miembro del
personal de urgencias que veo.
Tengo la sensación de estar atrapado en un aturdimiento de pesadilla mientras
dejo a Layla en la cama que me indican. Mis pasos se desequilibran mientras
retrocedo lentamente.
Miro a toda la gente que corre hacia ella, pero no oigo lo que dicen mientras
empiezan a trabajar en Layla.
Alguien me pone una mano en el hombro y, a través de la bruma, veo a Mason.
Cuando Lake viene a ponerse a mi otro lado, tapándose la boca con las dos
manos como si estuviera rezando, me asalta un pensamiento.
¿Y si pierdo a Layla?

167
Falcon

S
eguimos de pie a un lado cuando oigo a una enfermera hablando con
Stephanie.
—Su presión sanguínea ha bajado de uno-cuarenta y dos sobre
ochenta y nueve, a uno-treinta y tres sobre noventa y tres. Está
respondiendo al tratamiento. Vamos a trasladarla a la UCI para que podamos
vigilarla.
Estefanía asiente.
168 —Iré a completar el papeleo mientras tú la acomodas. —Le sonríe a la
enfermera antes de acercarse a nosotros.
¿Cómo es que está tan malditamente tranquila?
Mi mundo yace inconsciente en una cama de hospital, con aspecto de haber
sido golpeada hasta casi perder la vida.
Stephanie me dedica una sonrisa reconfortante, que no lo es en absoluto, ya
que puedo ver la preocupación en sus ojos.
—Estará bien, Falcon. No te preocupes. Tenía el EpiPen y los médicos se están
ocupando de ella.
—Se... —Mi voz es demasiado ronca y me aclaro la garganta—. ¿Se pondrá
bien?
Stephanie nos mira a los tres y nos señala una sala de espera.
—Layla estará bien cuando se le pasen los efectos. Ya ha pasado antes y,
mientras actuemos con rapidez, estará bien. Sinceramente, los tres tienen peor
aspecto. Vayan a sentarse. Les traeré algo de beber cuando haya firmado todos los
formularios en recepción.
Hacemos lo que nos dicen y, cuando estamos sentados, Lake pregunta:
—¿Son cifras normales para la tensión arterial?
—Demonios si lo sé —susurra Mason, mientras vuelve a ponerme la mano en
el hombro mientras se echa hacia atrás, cruzando una pierna sobre la otra.
Todos estamos malditamente susurrando, todavía asustados fuera de nuestras
mentes.
Miro la mano de Mason y digo:
—No voy a ninguna parte.
—No es por ti —murmura—. Es por mí. Así ahora no hago ninguna tontería.
—¿De qué estás hablando? —pregunto.
—Sólo locuras. No me hagas caso.
Me siento y miro de verdad a Mason. Cuando veo el brillo letal en sus ojos, que
normalmente solo está reservado para West, le pregunto:
—¿A quién quieres matar?
—Serena —escupe el nombre—. Ella sirvió los platos. Antes de esta noche,
nunca la había visto levantar un maldito dedo en ninguna de las funciones a las que
hemos asistido con ella. Ella le dio a Layla ese plato. Ella es una TA. Tiene acceso a
los registros de los estudiantes. Mi instinto me dice que se enteró de la alergia.
—Vamos —interviene Lake—. A mí tampoco me gusta, pero eso es pasarse un
poco.
169 —Mi instinto nunca se ha equivocado —murmura Mason.
Eso es verdad.
Reproduzco la noche desde el momento en que llegamos a la sala. Serena
dejándonos para ocuparse de algo. Mi madre sin decir ni una sola vez nada sobre
Layla.
—¿Estás seguro de que la viste darle el plato a Layla? —pregunto para
asegurarme.
Mason asiente mientras aprieta los dientes.
—Me llamó la atención porque me pareció raro que Serena le sonriera a Layla.
—Mi mente es un poco lenta. ¿Puedes recordar si mi madre dijo algo sobre
Layla?
Los tres pensamos en ello.
—No lo creo —responde Lake.
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —pregunta Mason.
—Estoy demasiado asustado para responder a esa pregunta. No sé qué haré si
tenemos razón.
Mason se levanta.
—No tendrás que hacer nada. Yo me encargo. —Sale de la habitación sin
decirnos adónde va.
Giro la cabeza hacia Lake.
—Ve con él.
—¿Seguro?
—Sí, Stephanie está aquí, y estoy seguro de que Kingsley llegará pronto.
Cuando Lake corre tras Mason y me quedo solo, mi desconfianza empieza a
crecer hasta que una ira incontrolable me quema el pecho.
Que Dios les ayude si tienen algo que ver con que Layla esté ahora mismo en la
maldita UCI.

Layla

Al despertar, siento como si mi cabeza estuviera a punto de explotar.


Tardo un momento en recordar lo ocurrido y no me sorprendo cuando oigo el
170 pitido de las máquinas. Alguien me toma de la mano y, al abrir los ojos, giro la cabeza
hacia la derecha, donde veo a Falcon sentado junto a la cama. Levanta la cabeza y me
da un beso en los dedos antes de cerrar los ojos.
—Estoy bien —susurro.
Levanta la cabeza y, al ver que estoy despierta, se levanta de la silla. Se sienta
a un lado de la cama, apoya los brazos a ambos lados de mi cabeza y se inclina hacia
mí. La preocupación grabada en su rostro le hace parecer mayor de veintidós años.
—¿Cómo te sientes? —pregunta mientras sus ojos recorren cada centímetro de
mi rostro.
—Estoy segura de que me veo peor de lo que me siento —bromeo—. Ahora
mismo no estoy guapa, ¿verdad?
Sus ojos se clavan en los míos y la sonrisa de amor de su rostro hace que la
emoción me suba por la garganta.
—Eres preciosa.
Cuando mi rostro se desmorona y las lágrimas acuden a mis ojos hinchados,
vuelvo la cabeza hacia otro lado.
Falcon me pasa los brazos por debajo y me abraza con fuerza. Me da un beso
en la sien y yo vuelvo la cabeza hacia otro lado, porque no quiero que me vea así.
Siento que me echa el cabello hacia atrás y me da otro beso en la mandíbula.
—Siempre serás hermosa para mí. —Beso—. Gracias por despertar.
—No quiero que me veas así —admito entre lágrimas.
Falcon me agarra de la barbilla y me aparta el rostro de su brazo.
—Mírame. —Cuando no lo hago, repite—: Mírame, mi arcoíris. —Llevo mis ojos
a los suyos y vuelve a sonreír—. Te amo.
Escuchar las palabras mientras luzco mi peor aspecto tiene mi corazón
rebosante de amor por este hombre.
Inclinándose, me besa los labios hinchados.
—Te amo, Layla.
Falcon sigue pasándome la mano por el cabello mientras me mira hasta que
mamá viene a colocarse en el lado izquierdo de la cama.
—¿Cómo te sientes, pequeña?
—Mejor —respondo. Confundida, le pregunto—: ¿Qué he comido? Tomé un
sorbo de zumo de manzana, pero lo escupí inmediatamente y me enjuagué la boca.
No puedo creer que me haya sentado tan mal.
—¿También eres alérgica a las manzanas? —pregunta Falcon mientras se
desplaza de nuevo a la silla de mi derecha.
—Forman parte de la misma familia de frutas —explica mamá—. Hay toda una
171 lista de frutas que tiene que evitar. —Mamá me sonríe, tranquilizadora—. Le
preguntaré al médico.
Falcon se levanta y saca su teléfono del bolsillo.
—Tengo que hacer una llamada rápida. Ahora vuelvo. —Sale de la habitación
y lo único que oigo es—: Mason. Layla tomó zumo de manzana.

Falcon

—¿Lo hizo? —pregunta Mason.


—Sí, me acaban de decir que hay toda una lista de frutas que Layla no puede
tomar.
—¿Entonces no es cosa de Serena? —pregunta, aún sin parecer convencido.
—No, por una vez es inocente.
—Estoy viendo las imágenes de seguridad de la función, y muestran a Serena
llevando solo una tarta, y es la que le dio a Layla.
—Déjalo, masón —le digo, sintiéndome agotado—. Layla lo ha dicho ella
misma, ha tomado zumo de manzana. —Respiro hondo—. Déjalo. Estás buscando algo
que no está ahí.
—De acuerdo.
—¿Está Lake contigo? —pregunto, queriendo asegurarme de que Mason no
hace nada estúpido.
—Sí, se cierne sobre mi hombro mientras hablamos. Toma el teléfono. —Los
oigo pasarse el teléfono y luego Lake dice:
—Oye, ¿está mejor Layla?
—Lo está. Sólo está hinchada por la reacción. No vengas todavía. Solo hará que
se sienta incómoda.
—Bien, pero mantenme al día.
—Lo haré. Gracias por todo lo de esta noche. Dile a Mason que le digo gracias.
—Lo haré. Intenta relajarte.
Cortamos la llamada y, cuando vuelvo a entrar en la habitación, Kingsley está
con Layla.
—Lo siento mucho. Ojalá lo hubiera sabido —dice Kingsley, con cara de haber
estado llorando toda la noche.
—No pasa nada, de verdad. Debería haberlo sabido —argumenta Layla.
172 —Podría haber matado a mi mejor amiga. —Kingsley solloza.
Layla me lanza una mirada suplicante, a punto de llorar de nuevo. Rodeo a
Kingsley con un brazo.
—Oye, estas cosas pasan. No es culpa de nadie. Lo importante es que Layla está
bien.
Kingsley niega con la cabeza y, llorando con más fuerza, entierra el rostro
contra mi pecho. La abrazo sin dejar de mirar a Layla.
—Gracias —susurra.
Asiento y acaricio la espalda de Kingsley.
Layla

D
espués de recuperarme, he pasado mucho tiempo con Kingsley. Hemos
estado planeando el viaje de esquí y nos ocupamos de repasarlo todo
mientras nos hacemos tratamientos faciales.
—He hecho el pago del condominio —confirmo—. El tipo dijo que podemos
llegar en cualquier momento después de las tres de la tarde.
—Genial. —Kingsley suelta una carcajada que suena maligna y luego dice con
voz cantarina—: Los chicos se van a cagar encima.
173 Me río de ella.
—Vamos, el sitio no está tan mal.
—Para ellos, es un par de niveles más bajo que el infierno —explica.
—No quiero que odien el viaje —musito—. Quizá debería buscar un lugar
mejor.
—No. —Kingsley se inclina sobre la mesita y me quita el teléfono de las
manos—. Serías feliz quedándote allí, ¿verdad?
—Sí, pero así soy yo.
—¿No es el propósito de que te pongas a planear el viaje de esquí, para que
los chicos puedan experimentar un tipo diferente de vacaciones?
—Lo es —admito. Le tiendo la mano—. Dame el teléfono, no cambiaré nada.
Kingsley me mira con severidad:
—¿Me lo prometes?
—Lo prometo.
Cuando recupero el teléfono, vuelvo a comprobar que se ha efectuado el pago
de la Ford Transit y, al confirmarlo, lo tacho de la lista.
—La furgoneta también está reservada. Ahora sólo nos falta comprar los
aperitivos para el viaje.
Kingsley vuelve a reír.
—Sin jet privado. Hecho. Nada de resort de cinco estrellas. Hecho. Ni chefs
gourmet. Hecho.
—Me haces sentir mal —le gruño, dejando caer el móvil sobre la mesa.
—Lo siento, estoy disfrutando mucho con esto.
Tomo una chocolatina y la apunto.
—Te das cuenta de que vas con. Sentada atrás con Mason y Lake. Hecho.
Compartiendo habitación con Mason y Lake. Hecho.
Finalmente se da cuenta, y una mirada dolorosa cruza su rostro.
—Oh, mierda. —Se deja caer de espaldas en el sofá—. Y así, sin más, has
reventado mi burbuja.

Falcon

174 —¿Dafuuuc? —pregunta Mason mientras todos nos quedamos fuera de la


residencia, mirando la furgoneta de culo enorme que ha alquilado Layla.
Lake coloca su brazo alrededor de los hombros de Mason.
—Eso, mi amigo, es nuestro viaje al infierno.
Mason me fulmina con la mirada y luego refunfuña:
—Las malditas cosas que hago por ti.
Miro a Layla para asegurarme de que no se ofende y veo que Kingsley y ella
hacen todo lo posible por no reírse, pero fracasan estrepitosamente.
Mientras todos cargan su equipaje en la parte de atrás, rodeo a Layla con el
brazo e, inclinándome hacia ella, le susurro:
—Te lo estás pasando bien, ¿verdad?
Ella asiente, con una amplia sonrisa.
—Va a ser muy divertido.
—Estoy dispuesto a apostar mi pellejo izquierdo a que será cualquier cosa
menos divertido —murmura Mason mientras abre la puerta lateral—. Más vale que
estos asientos se conviertan en malditas camas de cinco estrellas.
Entra y Lake le sigue con cara de inseguridad.
Cuando Kingsley entra, Mason dice:
—No vuelvas aquí, Hunt. Viajar en esta cosa es suficiente tortura para mí.
—No pensaba acercarme a ti, imbécil —le responde Kingsley mordiendo.
—Niños, papá ha tenido un año muy largo y le gustaría relajarse. Intenten
llevaros bien porque estamos atrapados en este trasto durante las próximas diecisiete
horas y Layla va a conducir —les dice Lake, con voz demasiado paciente mientras
reclina el asiento y cierra los ojos.
Me siento en el asiento del copiloto y Layla se sienta detrás del volante.
—¿Layla conduce? —Mason se agarra a los reposacabezas que tiene delante—
. Espera. Yo me bajo.
Layla arranca el motor y, al alejarse, la furgoneta da un par de sacudidas antes
de que ella pise el acelerador, haciéndola salir disparada hacia delante.
Me pongo rápidamente el cinturón de seguridad y miro por encima del hombro
cuando Mason se queja:
—Voy a morir, maldición.
—¿Quieres callarte de una vez? —suelta Kingsley.
—No me digas que me calle, Hunt. Te tiraré de la camioneta.
Kingsley le responde levantándole el brazo derecho y haciéndole un gesto con
175 el dedo corazón.
—¿Es el mismo dedo que usas para masturbarte?
—¿Qué demonios, Mason? —grito desde el frente.
—Te voy a tirar de la camioneta —amenaza Lake y, levantándose, trepa hasta
el asiento para poder sentarse junto a Mason. Mirándole fijamente, Lake le suelta—:
Te reto a que digas una palabra más.
—No pasa nada, chicos —dice Kingsley—. No es que esperara algo mejor de
él.
Miro a Kingsley para asegurarme de que está bien.
—¿Quieres sentarte delante con Layla?
—Estoy muy bien —me susurra.
—Podemos cambiar cuando paremos para ir al baño —dice Layla, mirando
rápidamente a Kingsley por el retrovisor.
Kingsley sonríe.
—No pasa nada, chicos. Disfrutemos del viaje.

Layla

Estaciono la furgoneta y apago el motor. Salgo y me estiro, agarrotada por las


cuatro horas de viaje.
Doy la vuelta a la furgoneta y, cuando Mason sale, le agarro del brazo y tiro de
él hacia un lado.
—¿Qué? —me dice bruscamente.
—No vuelvas a hablarle así a mi amiga y no estropees esta semana a todos. —
Respiro hondo y animo a Mason a hacer lo mismo—. Vamos, respira hondo.
Tranquilízate. Vamos a pasarla bien.
No deja de mirarme.
—¿Por qué estás tan molesto, Mason? Nadie te obligó a venir.
—Genial. Tomaré un taxi y volveré a casa —me dice con desprecio. Cuando da
un paso a la derecha para rodearme, me muevo con él—. Layla —me advierte,
bajando la voz.
Le miro fijamente durante un par de segundos. Mason hace una mueca que da
miedo.
176 Me pongo de puntillas y le echo los brazos al cuello, abrazándole con fuerza.
—¿Qué demonios haces? —gruñe.
—Te doy un abrazo. Me preocupo por ti. Quiero que lo pases bien con nosotros.
No quiero que estés enfadado toda la semana —digo divagando.
Pasan un par de segundos y entonces siento que su mano me aprieta la espalda,
en lugar de apartarme.
—Respira hondo —susurro.
Escucha y lo hace un par de veces.
—¿Te sientes mejor? —pregunto.
—Sí —responde, sonando mucho más tranquilo.
Me echo hacia atrás y le sonrío.
—¿Quieres comer algo? Yo pago.
Echa un vistazo a la tienda.
—¿Es seguro comer algo de allí?
Suelto una risita y, tomándolo de la mano, tiro de él hacia la entrada.
—Seguro que encontramos algo.
Mientras pago el café y las donuts, Falcon viene a ponerse a mi lado.
—Te vi hablando con Mason. ¿Va todo bien?
Asiento y le doy el dinero a la cajera.
—Sí, solo necesitaba desconectar.
—Gracias por eso. No mucha gente tiene paciencia con él.
Falcon toma el portacafés y yo agarro la bolsa de donuts.
—Sólo menciono esto, para que lo sepas y no causes problemas. Kingsley tiene
miedo de Mason. ¿Puedes hablar con él, que se tranquilice un poco sin que se entere
de lo que ha dicho Kingsley?
—¿Lo tiene? —pregunta—. ¿Ella te dijo esto?
—Sí. Dice que es porque es muy agresivo —le explico.
—¿Estás bien con Mason? —pregunta.
Asiento.
—Oh, sí. Sé que en el fondo es un buen tipo.
—Bien. Odiaría que no te llevaras bien con él o con Lake.
—Son buena gente. —Le sonrío a Falcon para que no se preocupe.
—Venga, muchachos —llama Lake—. Yo conduzco.
177 —¿Estás seguro? —pregunta Falcon.
—Sí. —Lake se sube detrás del volante y se inclina sobre el lado del copiloto
mientras llama a Kingsley—. Siéntate delante conmigo.
Entramos todos y, mientras esperamos a Mason, reparto los cafés.
—Oh, mira, aquí viene mi viejo —me dice Lake, lo que me hace reír entre
dientes antes de agarrar un donut de la bolsa.

Falcon

—Sobrevivimos al viaje —digo, dejando la maleta en medio del salón. Miro a


mi alrededor, luego al techo y, al ver todas las telarañas, murmuro—: Aunque eso
podría cambiar.
—¿Has encontrado este lugar después de ver una película de terror? —
pregunta Lake.
—No está tan mal —dice Layla—. Vamos a instalarnos, luego podemos ir a ver
qué hacen el resto de los estudiantes.
—¿Podemos ir al complejo? —pregunta Lake, una mirada esperanzada ilumina
su rostro.
—Por supuesto. Estamos de viaje de esquí con ellos —dice Layla, con cara de
preocupación—. Si esto es demasiado para ustedes, entonces no lo fuercen. Podemos
quedarnos en la estación.
—Sólo te estamos jodiendo —dice Mason, pasándole el brazo por los
hombros—. ¿Así que esto es lo que llaman rudeza?
—No, eso sería una tienda de campaña en medio del bosque —responde
Layla—. Esto es... ahh... un nivel por debajo de la vida salvaje.
Mason mira a Layla y se ríe entre dientes:
—En otras palabras, esto es el nivel cuatro de la vida salvaje. —Asiente y,
soltándola, se dirige a la puerta corredera. Intenta abrirla y tiene que tirar de ella un
par de veces, lo que hace reír a Lake.
Cuando Mason por fin tiene la puerta abierta, se da la vuelta y, lanzando los
brazos al aire, grita:
—¡A subir de nivel!
Después de decidir quién duerme dónde, desempaquetamos algunas de
nuestras cosas.
178 Al ver a Kingsley bajar las escaleras, troto para alcanzarla.
—Oye, Kingsley. ¿Podemos hablar rápido? —pregunto, señalando hacia la
puerta corredera.
—Claro. —Me sigue fuera y me pregunta—: ¿Qué pasa?
Agarrándola del brazo, me aseguro de que Mason no nos vea y la saco de la
vista del salón.
—Layla mencionó que te sientes incómoda con Mason —le explico—. Sólo
quería asegurarte que es realmente inofensivo. Nunca te haría daño.
Kingsley echa un vistazo a la naturaleza que nos rodea y se humedece los labios
antes de decir:
—No quiero montar una escena. Estoy aprendiendo a manejarlo.
—¿Me dirás si alguna vez cruza la línea?
—¿No será demasiado tarde entonces? —pregunta.
—Cierto. Te lo diré de otra manera. Si actúa de una manera que realmente te
asusta, dímelo para que pueda ocuparme de ello antes de que se te vaya de las manos.
Ella asiente y una leve sonrisa se dibuja en su boca.
—Gracias, Falcon. Probablemente estoy exagerando. Quiero decir que es
amigo tuyo y de Lake, así que seguro que sólo tengo que conocerle mejor.
—Él nunca te haría daño físico —me reafirmo.
—En el fondo, lo sé —admite—. Intentaré ser más paciente con él.
—Gracias, Kingsley. —Hago un gesto hacia la puerta—. Vamos a ver si los
demás están listos para ir al complejo.
Falcon

D
espués de tomar un chocolate caliente en la estación y de que nos
informen de cuándo podemos subir a la montaña, volvemos a la cabaña
para dormir temprano después de tanto conducir.
Bostezo y me estiro en la cama mientras espero a que Layla termine de
ducharse.
Cuando entra en la habitación y apaga la luz, me acerco al lado izquierdo y
espero a que se tumbe para rodearla con un brazo y acercarla.
179 Cara a cara, pregunta:
—¿Qué tal tu primer día en el campamento Layla?
No voy a mentir, fue toda una experiencia.
—Sin duda no es a lo que estoy acostumbrado, pero no puedo decir que lo
odiara.
—¿Bueno o malo?
—Sorprendentemente bien. —Deseando estar cerca de ella, le susurro—: Pero
espero que aún no haya terminado.
—¿Sí? —Mueve su mano derecha hacia mi pecho y la roza hasta mis
abdominales—. Tus abdominales son mi parte favorita de tu cuerpo —murmura.
Me levanto con el brazo izquierdo y la empujo hacia su espalda antes de
inclinarme y acercar mi boca a la suya. Tenía la intención de ir despacio hasta que mi
lengua se desliza dentro de su boca. Parece que ha pasado una eternidad desde
nuestra primera vez juntos.
Rozo su lengua con la mía e imito lo que quiero hacerle. Lamiendo y mordiendo,
la beso con fuerza hasta que gime en mi boca. Agarro su camiseta y, rompiendo el
beso, le digo sin aliento:
—Quiero sentir tu piel contra la mía.
Layla asiente rápidamente, lo que me hace quitarle la ropa tan rápido como
puedo. La urgencia por estar con ella me está haciendo perder la maldita mente.
—Quiero penetrarte hasta que grites mi nombre en éxtasis —susurro con voz
ronca mientras le agarro un pecho y aprieto con fuerza mientras mi boca se estrella
contra la suya.
Quiero correrme dentro de ti.
Tengo tantas ganas de follarte que no puedo pensar con claridad.
Deslizo la mano hacia abajo, la meto entre sus piernas y, cuando le meto un
dedo y noto lo mojada que está, ni se me ocurre quitarme el chándal. Me bajo la tela
y, liberando mi polla, la coloco en su entrada. Empujo con fuerza y me siento tan
malditamente bien que tengo que apoyar la frente en la almohada que está a su lado
y tomarme un momento para recuperar el control de mi cuerpo.
Layla me rodea con los brazos y, con las uñas, las arrastra hasta mi trasero.
Joder.
Me cuesta mucho esfuerzo no embestirla hasta correrme. Levanto la cabeza y,
mirándola a los ojos, le advierto:
—Si vuelves a hacer eso, no podré ir despacio.
—¿Me lo prometes? —se burla, y vuelve a llevar sus manos a mis hombros, y
180 las arrastra hacia abajo más despacio y con más fuerza que antes, lo que me vuelve
loco de deseo por ella.
Apoyándome en el brazo derecho, la penetro con todas mis fuerzas. Layla echa
la cabeza hacia atrás y separa los labios en un gemido. Bajo la cabeza, me agarro a su
cuello y chupo con la misma fuerza con la que la estoy follando, queriendo...
necesitando dejar mi huella.
Esta mujer.
Es la única que tiene el poder de hacerme perder el control total.
Necesitado de sentirla entera, aprieto mi pecho contra el suyo y, bajando
ambas manos por los costados de su cuerpo, las meto por debajo y le agarro el
trasero. Entierro mi rostro en su cuello y mis caderas se mueven más deprisa, tocando
su punto más dulce. Creando un ritmo perfecto, mi cuerpo se estremece de lo bien
que se siente.
Layla aprieta la boca contra mi hombro, ahogando sus gemidos, mientras su
cuerpo empieza a convulsionarse bajo el mío. El sonido, junto con la sensación de su
orgasmo, me hace apretarle más el trasero para poder moverme más deprisa.
—Oh, Dios... Falcon —grita, su cuerpo arqueándose contra el mío.
Sin aliento y colocado por el éxtasis, gimo:
—¡Joder!
Soy adicto a ella. A sentir su humedad cubriendo mi polla, sus paredes internas
apretándome con fuerza.
La embisto y, cuando los gemidos de su éxtasis llenan mis oídos, el placer me
recorre la espalda y mi cuerpo empieza a estremecerse mientras me vacío en ella.
Sigo moviéndome, necesito derramar cada gota dentro de ella.
La satisfacción es tan intensa que me recorren espasmos de placer que me
hacen sacudirme lentamente dentro de ella hasta que suelto un gemido sin aliento y
mi cuerpo se paraliza.
Cuando el placer desaparece, no me atrevo a apartarme de ella. Vuelvo el
rostro hacia el suyo y le beso la mandíbula mientras recupera el aliento.
—Hacerte el amor es como tener una experiencia extracorpórea —le susurro
al oído.
—Definitivamente —acepta, deslizando sus manos a lo largo de mi espalda—.
¿Podemos dormir así?

Layla
181
Me uno a Kingsley en la cocina para tomar café e intento ser lo más informal
posible cuando le pregunto:
—¿Has dormido bien?
—Me quedé inconsciente —dice—. Pensé que tendría que hacer cincuenta
cambios de postura y un sacrificio a los dioses para dormirme en la extraña cama,
pero en cuanto mi cabeza tocó la almohada, se apagaron las luces para mí.
—Oh, sí —dice Mason al entrar en la cocina—. ¿Qué sacrificarías?
Los ojos de Kingsley se desvían hacia él.
—¿De verdad quieres que responda a eso?
—El café puede esperar —dice Lake mientras se da la vuelta en la puerta y sale
de nuevo.
Suelto una carcajada y le digo:
—Te prepararé un poco y te lo llevaré al salón.
Mason abre uno de los armarios y un bicho sale disparado de su escondite,
dándole un susto de muerte.
Cuando grita, alcanzando una nota alta que yo ni siquiera creía que fuera
posible para él, me parto de risa.
—Jo-derrr. Jo-derrr. Jo-der. ¿Qué demonios ha sido eso? —enloquece mientras
retrocede alejándose del armario.
Kingsley estalla en carcajadas y al instante se hunde en el suelo mientras señala
a Mason.
—Hay un sacrificio para ti, Hunt. —Mason intenta recuperar la compostura,
pero cuando echa un vistazo al armario abierto, casi me meo encima—. Maldición,
compartimos la cabaña del infierno con la fauna salvaje —murmura mientras sale de
la cocina.
Cuando Kingsley y yo por fin conseguimos dejar de reír, vuelvo a preparar el
café, incluyendo también una taza para Falcon.
Los brazos me rodean y Falcon apoya la barbilla en mi hombro.
—¿Uno de esos es para mí?
—Sí. —Giro el rostro hacia él, una sonrisa feliz juguetea en mis labios.
Me da un beso rápido y luego susurra:
—¿Por qué no nos quedamos aquí mientras los demás van a esquiar? Se me
ocurren un par de cosas que podemos hacer.
—Por mucho que me guste esa idea, no creo que nos dejen quedarnos atrás.
182 —Cierto. —Alcanza una taza y me da un beso en la mejilla—. Gracias por el
café.
Después del café, digo:
—Todos parecemos despiertos. —Miro a Lake, que está estirado en el sofá—.
Bueno... casi todos. Lake, ¿estás durmiendo?
—Estoy despierto —murmura.
—Pongámonos en marcha entonces. —Dando palmadas de emoción, digo—:
Nunca he esquiado, así que hoy será interesante.
—No te preocupes, solo lo he hecho una vez y lo único que recuerdo es el frío
—dice Kingsley.
—Mason es bastante bueno —menciona Falcon—. ¿Y Lake...?
Cuando Falcon hace una pausa, Lake levanta la cabeza.
—Eh, al menos ya no me caigo.
—Cierto, sólo tienes que aprender a parar —se burla Mason.
—¿Sabes esquiar? —le pregunto a Falcon.
—No soy el mejor, pero puedo arreglármelas —responde, y rodeándome con
un brazo, tira de mí para acercarme más.
—Layla, está mintiendo —dice Mason—. Él me enseñó a esquiar.
—¿Ah sí? ¿Me enseñarás? Así no tendré que buscar un instructor.
El ceño se le frunce.
—¿Instructor? ¿Qué instructor? Si dejas que un tipo se acerque a ti, habrá un
asesinato en esa ladera.
Suelto una carcajada y muevo las cejas.
—He visto a este guapo instr...
Mis palabras se interrumpen cuando Falcon se agacha y me lanza por encima
de su hombro. Me da una palmada en el trasero, haciéndome reír sin control.
Sale por la puerta principal refunfuñando:
—Guapo es mi maldito trasero.
Entre risas y tratando de respirar colgado boca abajo, se me escapa:
—Ella... es.... realmente... guapa.
Falcon se detiene junto a la furgoneta y me pone de nuevo en pie.
—¿Ella?
Asiento, con los ojos llorosos. Me toma de la barbilla y me da un beso fuerte en
la boca.
183 —Enseñaré a esquiar a mi mujer.
Mi mujer.

Nos encontramos con algunos alumnos de la Academia mientras esperamos


nuestro turno para subir a la pista.
—Se me congelan las orejas. Parecen dos bloques de hielo —se queja Kingsley,
apretándose la diadema contra las orejas.
Mason se coloca detrás de ella y le aparta las manos.
—¿Qué haces? —Kingsley frunce el ceño, pero antes de que ella pueda girar la
cabeza hacia él, él le pone las manos sobre las orejas e, inclinándose hacia delante,
le sopla aire caliente entre la mano ahuecada y la oreja.
Lake, Falcon y yo solo podemos mirar asombrados.
Kingsley se congela como si alguien le hubiera echado un cubo de hielo por
encima. Empieza a parpadear más deprisa y pregunta con voz cautelosa:
—Ahh... ¿qué está pasando ahora?
—Estoy siendo amable —murmura Mason antes de calentarle la otra oreja.
Los ojos de Kingsley se dirigen a los míos, donde sigo mirándolos fijamente,
sin procesar del todo lo que estoy viendo.
Mason le ajusta la diadema de la cabeza, le da unas palmaditas en la espalda y
se dirige hacia las sillas que están llegando.
—¿Debería preocuparme? —pregunta Kingsley, con los ojos desviados entre
Falcon y Lake—. ¿Crees que quizá ha perdido la mente?
Lake se frota la mandíbula con una mano y luego dice:
—La verdad es que no estoy seguro. Quizá tenga la gripe.
—Ves, cuando soy agradable, todos ustedes piensan que estoy loco. Lleven sus
traseros a las sillas para que pueda empujar a Hunt cuesta abajo. —Se sube a una,
gruñendo en voz baja—: No se puede ganar, joder.
—Está bien —dice Falcon, dándome un codazo en la espalda para que camine.
La vista mientras subimos con las sillas es increíblemente hermosa. Cuando
llegamos arriba, Falcon me ayuda a ponerme todo el equipo. Me toma de las manos
y me pone de pie.
—Junta las piernas antes de hacer el splits. —Se ríe entre dientes.
Salto, cierro la brecha y le sonrío.
184 —¿Puedo esquiar ahora?
Suelta una carcajada.
—No, tú te quedas mirándome.
En cuanto me suelta las manos, caigo de culo.
—No pasa nada, me sentaré a mirarte. —Me río mientras me sacudo la nieve
de los guantes.
—Voy a hacer un par de carreras cortas, para que puedas ver los movimientos
y lo que hago para parar. Después de eso, intentarás una distancia corta.
Lo hace parecer tan condenadamente fácil mientras empuja y hace sin esfuerzo
un patrón en zig-zag.
—Oh mierda. Oh, mierda. Oh, mierda. —Escucho a Kingsley entrar en pánico
y miro a mi derecha. Está a punto de perder el equilibrio cuando Mason se acerca por
detrás y, poniéndole las manos en las caderas, la ayuda a recuperar el equilibrio.
Se aleja de ella esquiando y grita:
—Intenta no romperte el cuello, Hunt.
De alguna manera llega hasta mí y luego se cae hacia atrás.
—Es mucho más difícil de lo que parece.
—Sí, estoy de acuerdo. Al menos no somos las únicas que apestan. —Señalo a
un grupo de estudiantes que también intentan mantenerse en pie sin caerse.
—Layla. —Oigo decir a Falcon, y levanto la vista hacia él—. ¿Van a sentarse las
dos y relajarse, porque entonces puedo bajar?
—Uy, se me olvidó mirar. —Hago un bonito rostro y le tiendo las manos—. Lo
siento.
Niega con la cabeza y, sonriendo, me agarra y tira de mí hacia arriba.
—Voy a esquiar hacia atrás. Todo lo que tienes que hacer es seguirme.
Pasamos la mañana bien. Casi me caigo, pero Falcon me atrapa y, mientras le
sonrío a los ojos, no puedo creer lo feliz que soy.
Aferrándome a él, miro por encima del hombro y mis ojos saltan de Lake a
Kingsley y a Mason.
¿Cuánta suerte tengo de tener a este grupo de gente increíble en mi vida?

ASPEN, Colorado
—Esta mañana, dos personas han quedado atrapadas en una avalancha
provocada por un esquiador en la ladera oeste de la montaña de Aspen.
El desastre fue provocado por un esquiador, que tras esquiar unos
cincuenta metros ladera abajo, provocó una gran avalancha. El deslizamiento
185 atrapó a los dos esquiadores que se encontraban debajo de él, según la oficina
del sheriff del condado de Pitkin. Formaban parte de un grupo de estudiantes.
Uno de los esquiadores fue arrastrado unos cien metros ladera abajo y
quedó sepultado, pero escapó sin apenas lesiones, informó la oficina del sheriff.
Se sigue buscando al otro esquiador, desaparecido desde hace más de dos horas.
Las autoridades están utilizando la triangulación de teléfonos móviles para
localizar al esquiador.

Continuará
(Trinity Academy Book 2)

186

Eres mi asistente.
Las palabras mágicas que todas las chicas de la Academia Trinity se mueren
por oír.
Pero soy yo la que se queda atrapada con Mason Chargill, la estrella de las
fantasías de la mayoría de las mujeres, pero mi pesadilla. Uno de los herederos de
CRC Holdings, puede que sea peligrosamente guapo, pero su comportamiento frío e
insensible lo convierte en un príncipe de hielo.
Espera que acate la jerarquía de la Academia, que esté a su entera disposición.
Sí, claro... el infierno se congelará antes de que eso ocurra.
Desafortunadamente para él, no soy fácil de convencer.
Desafortunadamente para mí, está decidido a quebrarme.
Si solo hubiera una manera de derretir ese fragmento de hielo que él llama
corazón.
187

Michelle Heard es una de las autoras de novelas románticas más vendidas de


USA Today, Wall Street Journal y Amazon. Escribe historias emotivas y desgarradoras
con mucho de mafia y romance que te harán sonreír de satisfacción. Cada libro tiene
un giro inesperado que mostrará la fuerza de los personajes que tienen que luchar
por su Felices para Siempre.
Antes de ser escritora, Michelle trabajó en el sector bancario. Vive en Sudáfrica
con su hijo.
Si te ha gustado este libro o cualquier otro, considera la posibilidad de dejar
una reseña. Los autores lo agradecen.
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