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ISSN: 0 5 1 4 - 7 3 3 6

EL CASTRO DE SACEDA Y LA JERARQUIZACION


TERRITORIAL DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO
EN EL NOROESTE IBÉRICO

Saceda hillfort and the regional hiérarchisation


of the Second Iron Age in the NW of the Iberian Peninsula

Alfredo G O N Z A L E Z RUIBAL
a_ruibal@yahoo. co. uk.

Fecha de aceptación de la versión definitiva: 01-10-04

BIBLID [0514-7336 (2005) 58; 267-284]

RESUMEN: Al contrario que en otras regiones ibéricas, los lugares centrales y la jerarquización territo-
rial en el norte de Portugal y noroeste de España (Gallaecia) se han considerado tradicionalmente un fenó-
meno tardío, derivado de la conquista romana del área. A partir de la revisión de un castro gallego escasa-
mente conocido, se ofrece una nueva aproximación a los lugares centrales de fines de la Edad del Hierro
en Gallaecia.
Palabras clave: Edad del Hierro tardía. Complejidad social. Lugares centrales.

ABSTRACT: Unlike in other Iberian regions, central places and regional hiérarchisation in northern
Portugal and the NW of Spain (Gallaecia) have been traditionally considered late phenomena, a by-pro-
duct of the Roman conquest of the area. Starting from a re-examination of a scarcely known hillfort from
Galicia (NW Spain), a new interpretation of the Late Iron Age central places in Gallaecia is offered.
Key words: Late Iron Age. Social complexity. Central places.

1. Introducción: jerarquización territorial y costa levantina, desde fines del siglo V a.C. (Buri-
lugares centrales en el noroeste ibérico llo, 1998: 2 2 0 ) . El m i s m o proceso en el sur de
Iberia seguiría pautas mediterráneas que explica-
Gracias a los datos arqueológicos y a las rían el surgimiento de "ciudades" desde el siglo
fuentes clásicas sabemos de la aparición de gran- VII a.C. al menos y la existencia de un paisaje de
des p o b l a d o s , con funciones de lugar central, oppida bien desarrollado en el siglo V-IV a.C.
entre diversos pueblos de la Hispania i n d o e u r o - (Ruiz y Molinos, 1993: 113-122, 191-199). Fren-
pea antes de la conquista romana (p. ej. Burillo, te a este panorama, el norte de la Península habría
1998: 216 y ss.; Álvarez Sanchís, 1999: 112-113). sido u n a zona retardataria en la cual los lugares
En la Meseta española, el proceso de concentra- centrales no habrían hecho aparición más que a
ción poblacional d u r a n t e los siglos III y II a.C. raíz de la conquista romana y como un fenóme-
sería paralelo al que se produce en otras regiones n o relativamente marginal, en comparación con
de la Europa templada (Collis, 1984; Audouze y las grandes "ciudades" celtibéricas, por ejemplo
Büchsenschütz, 1989; Woolf, 1993), a u n q u e es (Almagro, 1995; Alma gro y Dávila, 1995). Se ha
posible que en la Celtiberia haya que adelantar considerado incluso q u e los castros de mayores
el origen a fechas no m u y diferentes a las de la dimensiones serían resultado de la reorganización

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propuesto cronologías antiguas para


el surgimiento de los oppida, en
torno a mediados del siglo II a . C ,
pero se suele entender que la apari-
ción de estos poblados viene moti-
vada por la presencia romana en el
área - a partir de la expedición de
Décimo Junio Bruto en torno al
137 a.C.—. Algunos autores parecen
dejar entrever la posibilidad de que
realmente exista una raíz indígena
en el proceso (Martins, 1990: 205),
pero incluso entre los partidarios de
unos orígenes locales, se tiende a
considerar el período de los oppida
como indígeno-romano (p. ej. Par-
cero, 2002), debido a que es esta
fase (entre Augusto y los Flavios) la
mejor representada arqueológica-
mente en los grandes poblados. Sin
embargo, existen datos suficientes
para demostrar que los procesos de
sinecismo en el sur de Gallaecia
comenzaron antes de lo que tradi-
cionalmente se ha considerado, que
cuando Roma conquistó y ocupó de
forma efectiva el noroeste la inmen-
sa mayoría de los oppida ya existían,
y que los lugares centrales siguen
unas pautas semejantes a los del
resto de la Europa templada (Gon-
zález Ruibal, e. p.).
Duero >=.- Es necesario especificar que el
dominio efectivo de Gallaecia no se
puede considerar anterior a época
augustea, en el marco de las Gue-
FlG. 1. Ubicación de Saceda en el noroeste. rras Astur-Cántabras, las cuales, si
bien no debieron afectar directa-
del territorio impuesta por Roma, que establece- mente a la mayor parte del territorio galaico
ría un sistema de civitates al modo mediterráneo como escenario bélico, sí otorgaron a la región
(Fernández-Posse y Sánchez-Palencia, 1998). El un papel de zona de apoyo al teatro de opera-
período prerromano se caracteriza básicamente ciones, como lo demuestra la fundación en época
por el predominio de sociedades segmentarias a augustea del campamento militar en el solar de
lo largo de Gallaecia y Asturia, que tendrían en la futura Lucus Augusti (Rodríguez Colmenero,
pequeños castras autosuficientes y autónomos su 1996). Significativamente, no es hasta los últi-
expresión territorial, si bien recientemente se mos años del siglo I a.C. que se fundan las pri-
admite un panorama algo diferente en la zona meras ciudades romanas en Gallaecia, como el
mencionado Lucus o Bracara (Martins y Delgado,
sur (Sastre, 2002). Algunos autores, sobre todo
1989-1990; Martins et al, 1990). Si la asimilación
portugueses (Silva, 1986; Martins, 1990), han

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FIG. 2. Vista del castro.

efectiva de la región al Imperio R o m a n o hubiera 2. El castro de Saceda


sido anterior a Augusto, cabría esperar fundacio-
nes anteriores, c o m o se conocen en otras zonas El castro de Saceda se e n c u e n t r a situado a
de la Península. Igualmente hay que señalar que 8 0 0 m e t r o s de altitud, al este de la aldea del
la aparición masiva de productos romanos en el mismo nombre, en el ayuntamiento de Cualedro
noroeste se p r o d u c e a partir de época augustea, ( O u r e n s e ) , n o lejos d e la frontera p o r t u g u e s a
lo que ha de considerarse reflejo de la reorgani- (Fig. 1). Se e n c u e n t r a situado a corta distancia
zación administrativa de la zona, la construcción al n o r t e de la C i d á de San Millán, u n oppidum
de ciudades de nueva planta, p u e r t o s y vías en q u e h a sido objeto de diversas intervenciones
el territorio galaico. arqueológicas (López Cuevillas, 1 9 5 5 , 1 9 5 8 ;
M i intención en este artículo es dar a conocer López Cuevillas y Taboada, 1 9 5 3 , 1955; Rodrí-
algunos datos sobre u n castro escasamente cono- guez González y Fariña, 1986). O t r o castro veci-
cido, situado en el sur de Ourense, el cual resulta n o en el que se h a n practicado excavaciones es
interesante para c o m p r e n d e r mejor los procesos el de Novas (Rodríguez C o l m e n e r o , 1 9 7 6 ) . El
de concentración de la población y fortalecimien- yacimiento de Saceda se ubica sobre una peque-
to de las jerarquías que se producen en el sur de ña colina rocosa (Fig. 2 ) , al pie de u n a amplia
Gallaecia desde mediados del siglo π a.C. llanura que une Portugal y Ourense.

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Las primeras noticias sobre la existencia del vendría dada por una fecha de C 1 4 de la que
poblado prerromano de Saceda se encuentran en no se ha publicado el resultado, si bien sabemos
Taboada (1953: 333-334). Antonio Rodríguez que situaba el nivel en el 450 a.C. Damos por
Colmenero lo incluyó en su tesis en la nómina supuesto que se trata de una fecha calendárica
de castros romanizados, aunque dice que no exis- no calibrada y que, por lo tanto, el nivel a que
ten vestigios romanos en su superficie, al contra- nos referimos se situaría en torno al siglo VIII-V
rio que en unas huertas que se extienden a sus a.C. calibrado, pues se encuentra en la meseta
pies (Rodríguez Colmenero, 1977: 107). A este de la curva de calibración para este segmento
arqueólogo y a Covadonga Carreño Gascón se temporal. Este nivel antiguo se extiende dentro
deben varias campañas de excavaciones llevadas del primer recinto del castro por debajo de las
a cabo entre 1982 y 1988 en el yacimiento. Pese a casas de piedra posteriores, desde la que deno-
la amplitud de los trabajos, los datos publi- minamos n.° 1 hasta la n.° 8, cerca de la prime-
cados se reducen a algunas breves referencias ra muralla. Las estructuras lignarias se extienden
ofrecidas en Carreño (1991: 59-61), Rodríguez en los espacios vacíos entre las cabanas de piedra.
Colmenero (1995) y en una guía turística sobre Sólo en algún caso (cabana 8) se citan distintos
los castros gallegos (Dorribo y Reboredo, 2000: niveles dentro de una estructura de piedra.
137-145). Aquí utilizaremos los amplios infor- Posteriormente, en un momento que sus
mes preliminares depositados en el Servicio de excavadores sitúan a partir del 300 a . C , sin que
Arqueoloxía de la Xunta de Galicia (Rodríguez conozcamos los motivos, empieza un nuevo
Colmenero, 1983; Rodríguez Colmenero y Ca- período de ocupación en el castro que remataría
rreño, 1984; Carreño, 1985, 1986) 1 , los datos a inicios de nuestra era. A este segundo episodio
recogidos en la visita al yacimiento y la revisión corresponderían todas o la inmensa mayoría
de una parte significativa de los materiales depo- de las cabanas de piedra (Fig. 3). Las casas son de
sitados en el Museo Arqueolóxico Provincial de planta circular en su mayor parte, aunque las
Ourense 2 . de planta cuadrada o rectangular de ángulos
A partir de los datos procedentes de infor- vivos no son en modo alguno escasas. La super-
mes y publicaciones se deduce la existencia de, ficie de estas estructuras es bastante reducida, si
al menos, dos niveles importantes de habitación. la comparamos con las que conocemos de otros
El más antiguo de ellos pertenecería a la Prime- castros, como Santa Trega, Briteiros o Sanfins.
ra Edad del Hierro y estaría compuesto por En estos oppida, el diámetro canónico para las
estructuras realizadas en materiales perecederos. viviendas principales es de 5,5 metros. En cam-
El final de esta etapa vendría marcado por un bio, las cabanas de Saceda suelen tener una
gran incendio en el que se detectan restos abun- amplitud de entre 3,5 a 4 metros. La organiza-
dantes de semillas (mijo, trigo, habas y bello- ción del espacio tampoco recuerda a la de los
tas), cerámica y vestigios de manteados de barro oppida occidentales: no encontramos aquí las
y ramas. Este nivel reposa directamente sobre habituales casas-patio, es decir, los conjuntos de
la roca madre, en la que se realizaron agujeros habitación formados por varias construcciones
de poste y zanjas correspondientes a las cabanas de de función especializada pertenecientes a una
material perecedero mencionadas. Su datación misma familia y que aparecen bien delimitados
por muros perimetrales y las propias paredes de
las construcciones. Los elementos claves en la
organización del espacio, en este caso, parecen
ser los aterrazamientos en que se ubican las
1
Agradezco al Prof. Dr. Antonio Rodríguez Col- estructuras (Fig. 4). Es posible que estos aterra-
menero, de la Universidad de Lugo, su amabilidad al
zamientos permitiesen delimitar los conjuntos
dejarme consultar la información recogida en dichas
memorias. familiares de forma semejante a las casas-patio
2
Agradezco al Sr. D. Francisco Fariña Busto, direc- de la zona occidental. De hecho, hemos de con-
tor del Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense, las siderar que cada familia poseería varias construc-
facilidades otorgadas para consultar los materiales arqueo- ciones, dado su reducido tamaño. Así, las casas
lógicos del castro de Saceda.

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n. os 1-2, las n. os 3-5 y las n. os 7-8 Zona con tégula,


tienen todos los visos de pertenecer vidrio y moneda
de César.
a tres conjuntos de habitación dife-
rentes. Este tipo de organización en Casa con varios
niveles de
terrazas aparece en poblados del ocupación
noroeste de Portugal como el cas-
tro de Lanhoso o Sao Juliao. En
ambos casos, la solución viene
motivada por la escabrosa topogra-
fía de los castras. En Saceda encon-
tramos algún elemento que recuer-
da a la arquitectura típica del sur
de Gallaecia: éste es el caso de las
casas con atrio, de la que ha apare-
cido un ejemplar en el segundo
recinto del poblado, cerca de la pri-
mera muralla. No obstante, su
carácter extraordinario dentro del
conjunto de arquitectura del po-
blado, indica que Saceda no se
encuentra dentro de la órbita de la
tradición arquitectónica bracarense.
La ausencia total de decoración
arquitectónica -que se puede hacer
extensible a los vecinos castros de
San Millán, Novas y Muro da Pas-
toría-, así lo hace pensar también.
El límite oriental de expansión
de la plástica bracarense se encon-
traría en Outeiro de Baltar, a pocos
kilómetros al noroeste de Saceda
(López Cuevillas, 1958a). Las ca-
racterísticas arquitectónicas, pues,
como la cerámica, que veremos más
adelante, revelan el carácter margi-
nal de Saceda dentro del mundo
galaico. Algunas de las casas pudie- FlG. 3. Planimetría de la excavación en el primer recinto. A partir del
ron contar con un segundo piso, plano de Rodríguez Colmenero (1983), datos de los informes
como se comprueba en una casa inéditos y los restos actualmente visibles en el yacimiento.
circular del segundo recinto, que
cuenta con un muro perimetral por la parte pos- lado sur, abrupto y rocoso, aparece protegido por
terior. Un rasgo habitual en la mayor parte de
una sola línea de murallas, mientras que el lado
las edificaciones es la existencia de complejos
norte, que desciende suavemente hacia el valle,
canales de drenaje que rodean las cabanas o que
posee tres hileras de fortificaciones. A ellas hay
desaguan las terrazas.
que sumar un foso en el lado oriental. En su
En estos momentos el castro alcanza unas momento de mayor expansión el castro debió
dimensiones considerables: su expansión se ha ocupar cerca de cinco hectáreas, lo que si es
producido hacia el norte y se ha ido jalonando un tamaño reducido para un oppidum, no deja
de murallas. Los recintos no son concéntricos: el de constituir una superficie inusitada hasta el

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FlG. 4. Vista de las estructuras 3, 4, 5 y 6 del primer recinto.

momento dentro del noroeste, donde la media que se encontraba ocupado supuestamente des-
superficial de los poblados se sitúa en torno a de la Primera Edad del Hierro, debió ser cicló-
una hectárea hasta avanzado el siglo II a.C. Las pea en origen, con una entrada directa, flan-
murallas resultan interesantes desde un punto de queada por jambas de piedras colosales (Fig. 5).
vista arquitectónico y cronológico. La cerca más El muro aprovecha los múltiples afloramientos
antigua, la que ciñe la parte superior del poblado rocosos en su recorrido. Posiblemente en un
momento indeterminado de
fines del Hierro se revistió este
muro en determinadas zonas con
aparejo helicoidal. Los otros dos
recintos presentan aparejo heli-
coidal desde el origen, de muy
buena factura, semejante al que
encontramos en otros poblados
de la zona de Ourense, como el
recinto interior de San Millán
(Rodríguez González y Fariña,
1986), Mosteiro (Orero, 1988),
Laias (López González y Alvarez
González) y Las (Pérez Outeiri-
ño, 1985) y de Chaves (Portu-
gal), como Muro da Pastoría
(Soeiro, 1985-1986). La puerta
del segundo recinto (Fig. 6) pre-
senta ya más complejidad que la
del primero: se trata de una
entrada en rampa acodada, ado-
sada al muro, de indudable uti-
lidad poliorcética. La tercera
FlG. 5. Entrada al primer recinto.

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entrada (Fig. 7) es la más mo-


numental con diferencia: nue-
vamente el acceso es por una
rampa de piedra, que se pro-
longa en una calzada enlosada
que penetra hacia el interior
del poblado. El acceso es lige-
ramente indirecto y la puerta
se encuentra flanqueada por '
r**¿w xdt
- • * » ·*

dos potentes torres con forma


de proa de barco. A una de
ellas, la situada a la izquierda
para quien entra al poblado,
se le adosó un cuerpo rectan-
gular por detrás. Esta entrada
recuerda llamativamente a las
que encontramos en el oppi-
dum de Lánsbrica-San Cibrán
de Las (Rodríguez Cao et al.,
1992). Las características del
aparejo hacen pensar que el
FlG. 6. Entrada al segundo recinto.
segundo y tercer recinto debie-
ron construirse o remodelarse
en un momento cercano en el
tiempo, mientras que la mura-
lla ciclópea pudo realizarse en
el momento de la fundación
del poblado y ser posterior-
mente reconstruida al tiempo
que se hicieron las puertas de
los otros recintos. El hecho
de que se diferenciaran diversas
remodelaciones y varios nive-
les de uso en la entrada al ter-
cer recinto (Rodríguez Colme-
nero, 1983) hace pensar en un
momento relativamente anti-
guo para la ampliación del
castro. La coincidencia en el
aparejo de las murallas y el de
la mayor parte de las casas
de piedra -aunque obviamente
los mampuestos empleados en
estas últimas son considerable-
mente menores y no tan bien
trabajados— permiten conside-
rar un momento de construc-
ción semejante para la arqui-
tectura pública y la privada FlG. 7. Entrada al tercer recinto.

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apreciación. Sin embargo,


los bordes multiaristados
aparecen siempre en con-
0ψ ASÁ
textos tardíos (s. π a . C -
mediados s. I d . C ) . N o se
:M:[£iÎ* c o n o c e n i n g u n o en con­
texto anterior al siglo II
a.C. Así pues, el segundo
nivel de Saceda pertenece-
ría todo él a un m o m e n t o
avanzado de la S e g u n d a
Edad del H i e r r o . Es más,
podría ponerse en duda la
datación del nivel más
antiguo si es cierto que los
estratos de a r q u i t e c t u r a
perecedera también sumi-
nistran bordes multiarista-
dos o, al menos, aristados.
FlG. 8. Aparejo de las estructuras 4 y 5- La estructura 4, al fondo, es L· que tiene En n u e s t r a revisión de
el mejor aparejo, la estructura 5, que se le adosó mas tarde no presenta L· los materiales depositados
misma calidad. en el M u s e o de O u r e n s e
encontramos pocas cerámi-
cas cuyas formas o caracte-
rísticas técnicas pudieran
(Fig. 8). La datación del aparejo poligonal n o hacer pensar incontestablemente en el Hierro
está clara, a u n q u e i n d u d a b l e m e n t e pertenece a Antiguo —las que más se aproximan a los produc-
momentos tardíos de la Edad del Hierro. Lo más tos alfareros de ese período son las recogidas en la
verosímil es su datación en los siglos II y I a . C , Figura 10, n. os 6-9 y 18—. Esto n o significa que
datación prerromana que corrobora el yacimiento n o haya existido u n nivel arcaico: es posible
o u r e n s a n o de Laias (López González y Alvarez que realmente la acrópolis del castro haya tenido
González, 2000) y probablemente C o t o do Mos- una ocupación a inicios del Hierro, pero a la vista
teiro (Orero, 1988). Las murallas más tardías, de los materiales, resulta i g u a l m e n t e verosímil
c o m o los recintos exteriores de Sanfins, Santa pensar que la mayor parte del nivel lígneo perte-
Trega o Briteiros carecen de este tipo de aparejo. neciese, realmente, a una ocupación de la Segunda
El castro de San Cibrán de Las sí posee este tipo Edad del Hierro, es decir, posterior al 4 0 0 a.C.
de técnica constructiva. Por ahora sólo se puede D e hecho, en los castros de las zonas interiores
afirmar con rotundidad una ocupación del oppi- de Galicia y el norte de Portugal no se generaliza
dum a fines del siglo I a.C. e inicios del siguiente. la arquitectura pétrea antes del siglo II a . C : en el
Significativamente, el recinto exterior del cercano vecino castro de Novas (Rodríguez C o l m e n e r o ,
castro de San Millán posee u n aparejo ciclópeo, 1976), por ejemplo, debajo del nivel de casas de
en ocasiones poligonal, pero ya n o helicoidal piedra circulares, d a t a d o en el c a m b i o de era y
(Rodríguez González y Fariña, 1986: figs. 4 y 5). con materiales semejantes a Saceda o posteriores,
Por lo que se refiere al mobiliario, los mate- aparecen restos de manteados de barro, asociados
riales a p u n t a n asimismo a u n a datación en los a cerámicas de la Segunda E d a d del H i e r r o . El
siglos Il-I a.C. La forma cerámica p r e d o m i n a n t e castro de M u r o da Pastoría (Soeiro, 1985-1986),
es el borde multiaristado (Figs. 9-10). Según sus coetáneo igualmente de Saceda, posee arquitec-
excavadores esta forma aparece desde los niveles tura lígnea hasta fines del siglo I a.C.
más antiguos: la revisión de los materiales depo-
La cerámica resulta semejante a la del castro
sitados en el M u s e o de O u r e n s e corrobora esta
de Novas (Rodríguez C o l m e n e r o , 1 9 7 6 ) , San

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Millán (Rodríguez González Bordes multiaristados

y Fariña, 1986) y Muro da


Pastoría (Soeiro, 1985-1986),
en el municipio de Chaves
pero lindando con la provin-
cia de Ourense. Posee coc-
ciones oxidantes y mixtas,
con colores claros - p o r lo
general ocre—. El desgrasante
es granítico y de calibre fino
o medio. El modelado es
cuidadoso: las superficies de
las vasijas aparecen bien ali-
sadas y conformadas. Los Bordes aristados
engrosados
bordes multiaristados pueden
estar revelando el uso de
torno lento. Los perfiles son
mayoritariamente flexiona-
dos. No hay perfiles arista-
dos, los cuales resultan fre-
cuentes, en cambio, en otras
zonas del interior de Galicia
y Portugal. Los labios suelen
ser engrosados, una caracte-
rística de la cerámica costera
de las Rías Baixas poco habi-
tual en la alfarería ourensa-
na. El repertorio formal es
escaso: encontramos ollas de
cocina, recipientes de alma-
cenaje muy semejantes a las
ollas pero de mayores dimen-
siones y algunos vasos de
dimensiones más reducidas
quizá empleados para consu-
mir líquidos. La simplicidad
de las decoraciones (Fig. 11 )
nuevamente concuerda con FlG. 9. Cerámica de Saceda y castres vecinos. Formas. 1, 3, 4, 7-17: Saceda. 2:
un momento avanzado de la Novas (Rodríguez Colmenero, 1976). 5-6, 18: Muro da Pastoría (Soeiro,
1985-1986).
Edad del Hierro: los siglos II
y I a.C. son testigos de un
gran empobrecimiento formal y una notable exvasado engrosado que posee dos franjas para-
estandarización, que tienen que ver con la apa-
lelas pintadas en el cuello de color negro (Fig.
rición de producciones masivas y muy especiali-
12). La pintura vascular es prácticamente desco-
zadas en el sur de Gallaecia. Los motivos más
nocida en el mundo castreño prerromano, al
abundantes son impresiones sencillas realizadas
menos por lo que respecta a producciones indí-
a peine de forma repetitiva y que forman cene-
fas en torno al hombro de la vasija. La decora- genas, si bien se han señalado algunos ejempla-
ción más destacable es la de una vasija de borde res que pudieran ser autóctonos (Lorenzo,
1956). En este caso, es posible que la pintura se

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Vasijas de cuello troncocónice- que la tipología bracarense


3 alcance su apogeo —en época
/ augustea e i n m e d i a t a m e n t e
"' 3 posterior-, pero también a la
Vasijas de cuello estrangulado
situación marginal de Saceda
d e n t r o de la región de los
galaicos brácaros.

? 5
En cuanto a los materiales
metálicos, se d o c u m e n t a r o n
numerosos elementos de hie-
Vasijas de borde engrosado
rro y bronce, algunos de los
cuales se p u e d e n considerar

) ;i •<* restrictivos de un grupo social


diferenciado (armas, adornos,
bocados de caballo). E n c o n -
tramos un número nutrido de
artefactos de hierro, hecho
n a d a habitual en los castros
14
del noroeste y que a p u n t a ,
_. nuevamente, hacia fechas tar-
-•.===—ψ J días: t a m b i é n en el resto de
17 E u r o p a los siglos inmediata-
Otras vasijas de borde exvasado mente anteriores al cambio de
•— —-—) era ven u n incremento signi-
*~*W ficativo de útiles metálicos
TS- ' y ,9 (Jimeno et al, 1 9 9 9 ) . E n t r e
estos artefactos contamos con
mazos de cantero, hachas, pi-
lo cm C O S ) espadas cortas afalcata-
das (Fig. 13), clavos, tenazas
FlG. 10. Cerámica de Saceda y castres vecinos. Formas. 1-8, 10-14, 16-19: (Fig· 14), lingotes de plomo y
Saceda. 9: Novas (Rodríguez Colmenero, 1976). 17: Muro da Pasto- lingotes circulares de plata,
ría (Soeiro, 1985-1986). i n s t r u m e n t o s de cocina, etc.
Las tenazas metalúrgicas y los
lingotes revelan la existencia
deba a un influjo ibérico o púnico. Pese al carác- de un taller de herrero en el castro. Precisamente
ter tardío de la alfarería documentada, no se han en el cercano poblado de Muro da Pastoría apa-
identificado recipientes hechos a torno, cosa que reció una herrería (Soeiro, 1985-1986). Además
sí sucede en los vecinos castros de Novas (Rodrí- de herrero, debió existir con toda probabilidad
guez C o l m e n e r o , 1976) y O u t e i r o de Baltar un aurífice: así lo pone de manifiesto la existen-
(López Cuevillas, 1958a). Sólo ha aparecido un cia de u n zarcillo de oro y, sobre t o d o , de dos
asa de oreja, típica de los poblados bracarenses en tortas de plata. Pese a que la orfebrería castreña
el siglo I a.C./d.C. y no se han localizado fuentes se basa en el oro, se conoce un número conside-
de asas interiores, ni vasos de cuello estriado —estos rable de pellas y lingotes de plata (Pérez Outeri-
últimos responden a una producción masiva que ño, 1992), lo cual se debe probablemente al uso
se reconoce en otros castros ourensanos, como el de este metal en las aleaciones áureas. Se locali-
de Outeiro de Baltar (vasijas inéditas en el Museo zaron asimismo varios fragmentos de calderos
Arqueolóxico Provincial de Ourense)—. Esto puede de remaches, lo cual resulta de gran interés,
deberse a que el poblado se a b a n d o n a antes de pues los calderos se relacionan con fiestas y

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A. Gonzalez I El castro de Saceda y L· jerarquización territorial de la Segunda Edad del Hierro... 277

rituales —en Novas se localizó SS concatenadas


u n o j u n t o a u n a roca con
lacus sacrificial (Rodríguez
C o l m e n e r o , 1 9 7 6 : fig. 1, n.°
5 y fig. 2, n.° 3 ) - . E n t r e los
a d o r n o s se p u e d e n señalar
algunas agujas decoradas para
el cabello, varias fíbulas trans-
m o n t a n a s , varias hebillas y
broches de cinturón y u n tor-
ques de bronce (Fig. 15). Por
ú l t i m o , se localizaron varias \
'ÍSüCEte
argollas y enganches de boca-
dos d e caballo ( R o d r í g u e z
C o l m e n e r o y Carreño, 1986),
artefactos extremadamente in- Estampilla tipo peine
frecuentes en los castros del
noroeste (aunque nuevamente
existe u n ejemplar en Novas:
Rodríguez C o l m e n e r o , 1976: Medallones
fig. 1, n.° 2).
El n ú m e r o de objetos exó-
ticos en el castro es m u y redu-
cido: se d e s c u b r i e r o n siete
cuentas de pasta vitrea, tres
de ellas oculadas y el resto de
color azulado o d o r a d o . Las
oculadas son i n d u d a b l e m e n t e
de origen p ú n i c o (s. IV-III
a . C ) , m i e n t r a s q u e las otras
p u e d e n ser p ú n i c a s o, sobre
t o d o p o r lo q u e se refiere a FlG. 11. Cerámica de Saceda y castros vecinos. Decoración. 1-2, 4-11: Saceda.
las d o r a d a s , p r o c e d e n t e s del 5: Novas (Rodríguez Colmenero, 1976).
comercio itálico. La ausencia
de materiales de i m p o r t a c i ó n
que n o sean cuentas es característica de los cas- de tégula junto a la cabana n.° 3. N o se recuperó
tros situados al interior y que no se encuentran ningún fragmento de cerámica c o m ú n romana o
bien c o m u n i c a d o s p o r grandes ríos (González ánfora, ni t a m p o c o fíbulas de omega o aucissas
Ruibal, 2 0 0 4 ) . N o obstante, el n ú m e r o de cuen- q u e p u d i e r a n hacer pensar en u n a o c u p a c i ó n
tas es n o t a b l e para u n y a c i m i e n t o s i t u a d o tan i m p o r t a n t e en época julio-claudia. Todos estos
lejos del litoral y tan p o c o accesible p o r vías materiales, en cambio, aparecen en el cercano
terrestres o fluviales. Pese a la amplia superficie O u t e i r o de Baltar (López Cuevillas, 1958a). A
excavada, los hallazgos romanos son s u m a m e n t e tenor de los datos, parece que el castro se aban-
escasos y localizados: aparecieron tres m o n e d a s , d o n ó en torno al último tercio del siglo I a.C. y
dos republicanas (Gens Porcilia, 7 9 - 7 7 a . C ; que posteriormente fue reocupado de forma resi-
César, 4 4 a.C.) y u n a julio-claudia (denario de
dual por campesinos o pastores, cuya aldea se
T i b e r i o , 1 4 - 3 7 d . C ) . A p a r t e de eso, se cita la
encontraba a los pies del castro, d o n d e se han
aparición de u n fragmento de sigillata hispánica
localizado materiales romanos y una necrópolis de
Drag. 29 en el nivel h ú m i c o y varios fragmentos
tégulas (Rodríguez Colmenero, 1977: 107, 161).

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278 A. Gonzalez I El castro de Saceda y L· jerarquización territorial de L· Segunda Edad del Hierro...

la calidad de sus defensas permiten considerarlo


u n p o b l a d o al m e n o s i m p o r t a n t e , en una zona
. Ιι.-Ι! i •!. : i .: '
d o n d e los castros suelen poseer superficies infe-
riores a una hectárea y un solo recinto. Así suce-
de con los vecinos yacimientos de Novas (Rodrí-
guez C o l m e n e r o , 1976), Medeiros (Taboada,
1953), Iglesiña dos Mouros (Rodríguez C o l m e -
nero, 1977: 109) y O u t e i r o de Baltar —si n o se
cuenta el barrio tardío de viviendas extramuros,
situado a u n centenar de metros del castro
(López Cuevillas, 1958a)—, yacimientos a los que
se pueden añadir la mayor parte de los recogidos
por Taboada (1950, 1955). La m o n u m e n t a l i d a d
de las defensas y accesos de Saceda lo alinea con
FlG. 12. Cerámica pintada. los oppida más que con los castros, especialmen-
te por lo que se refiere al acceso al tercer recinto
cuya similitud con las murallas de Lánsbrica ha
sido ya señalada. La organización del espacio
doméstico resulta también compleja. Parece evi-
d e n t e q u e obedece a u n plan previo - p o r la
estructuración de las terrazas y los desagües— y
no encuentra paralelo en pequeños poblados de
la zona c o m o los mencionados Novas o Medei-
ros, de los cuales poseemos planimetrías.
Por lo que respecta a los materiales apareci-
o ~ 5 10 cm
dos, sólo contamos con datos lejanamente com-
parables en c a n t i d a d en los castros de O u t e i r o
FlG. 13. Dos de las falcatas aparecidas. de Baltar y nuevamente Novas. En n i n g u n o de
los dos casos h a n aparecido metales preciosos,
importaciones pre-augusteas ni armas. Lo mismo
se puede hacer extensible a la mayor parte de los
pequeños castros del sur de Gallaecia a fines del
Hierro, cuyos hallazgos distan de la espectacula-
ridad de los de Saceda. T e n e m o s otra vez q u e
buscar en los oppida para encontrar testimonios
FlG. 1 4 . Tenazas de metalúrgico. equiparables: objetos en metales preciosos y lin-
gotes de oro o plata h a n aparecido en lugares
centrales como Santa Trega (Carballo, 1994: 3 0 -
3. Saceda como lugar central 3 3 , l á m . IX), B a g u n t e (Ladra, 2 0 0 1 ) , T r o ñ a
(Ladra, 1999) o, en la provincia de O u r e n s e ,
A partir de los datos expuestos se p u e d e n C a s t r o m a o (L. O r e r o , c o m . pers.). D e Saceda
obtener algunas conclusiones sobre la organiza- procede también u n torques de bronce (Fig. 15),
ción social que se e n c u e n t r a detrás de castros a d o r n o p o c o h a b i t u a l en los castros, del q u e
como Saceda y su papel en la zona. n u e v a m e n t e t e n e m o s paralelos en otros oppida
Saceda, con apenas cinco hectáreas, n o es bracarenses, como Santa Trega (Carballo, 1994:
equiparable en extensión a los oppida clásicos del figs. 1 7 - 1 8 ) . Los calderos de remaches n o son
noroeste c o m o Sanfins (14 ha) o Santa Trega privativos de los grandes lugares centrales, pero
(20 ha). Sin embargo, como ya hemos señalado, en éstos aparecen siempre, y en ocasiones liga-
tanto su t a m a ñ o como el n ú m e r o de recintos o dos a materiales de prestigio (armas, a d o r n o s ,

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A. Gonzalez I El castro de Saceda y h jerarquización territorial de la Segunda Edad del Hierro... 279

vajilla de bronce), como suce-


de en el caso de Alvarelhos.
Aquí se advierte claramente la
vinculación entre banquetes y \x***^**-~«™-!y
elementos aristocráticos (cas-
cos montefortinos, aspergillus
y jarras de bronce) (Almeida,
1980). Los banquetes son un
mecanismo fundamental en la
construcción del poder en las
sociedades de jefaturas (Arnold,
1999). Las importaciones en la
zona occidental de Gallaecia
son menos raras, por la cer-
canía del litoral y la buena
comunicación a través de los
cursos bajos de los ríos, no
obstante, poblados como Santa
Trega (Peña, 1985-1986) o
Sanfins (Silva, 1999) han pro-
porcionado un volumen de
importaciones (púnicas e itá-
licas) notablemente superior
al de otros castros de dimen-
siones más reducidas. Extra-
polado al castro de Saceda, en
una cronología algo anterior a
la de los dos oppida menciona-
dos, el relativamente elevado
número de cuentas de pasta
vitrea y las dos monedas repu-
blicanas que se han localizado
no tiene parangón en otros
castros cercanos. De hecho, las
monedas republicanas en el
noroeste aparecen sistemática-
mente en grandes poblados
(González Ruibal, e. p.).
FlG. 15. Algunos de los adornos aparecidos en Saceda: 1. Hebilla de cinturón.
Por lo que respecta a las
2. Fíbula transmontana (s. JIM a. C). 3. Torques de bronce.
armas, la media docena de fal-
catas y cuchillos afalcatados
de Saceda (dos enteros), a las que se puede aña- ejemplar en la zona bracarense, procedente del
dir una empuñadura de puñal de antenas (que oppidum de Sanfins (Silva, 1986: LXXXVIII, 1),
no he podido localizar en el Museo de Ouren- mientras que de Briteiros proceden dos piedras
se), resultan un conjunto extraordinario dentro con grabados que representan esta herramienta
de la parquedad de este tipo de testimonios en (Calo, 1994: 184). Estas últimas piezas destacan
el noroeste. Sólo el oppidum de Sao Juliáo ha la importancia simbólica de las tenazas y el ofi-
proporcionado tantas falcatas como Saceda (Mar- cio de metalúrgico, pues las representaciones
tins, 1990). Las tenazas de metalúrgico tampoco figurativas son sumamente extrañas en la plástica
son habituales: de hecho, sólo se conoce otro galaica. En general, el trabajo del hierro y del

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280 A. Gonzalez I El castro de Saceday la jerarquización territorial de la Segunda Edad del Hierro...

dudas la zona artesanal del pri-


mer recinto de Laias (López
González y Alvarez González,
2001).
Los objetos señalados indi-
can claramente que en Sace-
da se concentraban actividades
especiales y de prestigio que
aparecen muy raramente repre-
sentadas en castras de menores
dimensiones: la orfebrería, la
gestión de la violencia, una
arquitectura colectiva monu-
mental, la capacidad de adqui-
rir objetos lejanos, etc. No se
trata, además, del simple hecho
de su constatación, sino de la
forma en que se han constata-
do: el buen estado de los mate-
riales y la forma de deposición
podría indicar que los lugares
en que se han encontrado,
por ejemplo las espadas y los
mazos, son "depósitos especia-
les", de carácter ritual (Hill,
1995) más que simples basure-
ros (González Ruibal, e. p.). Su
presencia, en algún caso, junto
a las puertas de entrada a los
FlG. 16. Castro de Souteliño, Xurenzas (Boberas, Ourense). Interpretación de recintos amurallados corrobora
la fotografía aérea. El espacio circular original del castro tiene un
esta idea. Significativamente,
diámetro de 125 metros aproximadamente.
por ejemplo, algunas de las
cuentas oculadas aparecieron
junto a una punta tipo Pálmela de cobre en el
bronce se encuentra muy bien representado en
acceso al primer recinto, lo que hace sospechar de
la mayor parte de los lugares centrales del nor-
un depósito votivo.
oeste, lo que indica, si no un monopolio, sí una
producción especialmente intensa e importante En cualquier caso, parece claro que nos
en estos sitios. Pueden añadirse además elemen- hallamos ante una sociedad de corte desigualita-
tos poco habituales en los castras como restos de rio, dado que el acceso a determinados artefac-
varias hebillas de cinturón decoradas y un tor- tos difícilmente podría ser generalizado.
ques de bronce como prueba de la capacidad La semejanza que presenta Saceda con oppi-
adquisitiva y el estatus de sus habitantes —torques da bien conocidos del noroeste permite afirmar
y broches de cinturón aparecen representados en que se trataba de un lugar central, aunque en un
las estatuas de los guerreros galaicos—. Rodríguez estado embrionario, quizá una de las "ciudades" de
Colmenero (1983) señala la existencia de mate- la etnia de los Tamagani o los Bibali. El hecho
riales asociables a un alfar en la puerta de entrada de que no haya alcanzado un tamaño superior
del tercer recinto. La documentación de procesos se debe, probablemente, a que a fines del siglo I
de fabricación cerámica en los castras es suma- a.C. fue fagocitado por el vecino oppidum de
mente raro. Aparte de casos tardíos, como Bri- San Millán, que posee un momento de ocupa-
teiros, sólo se puede señalar sin ningún género de ción especialmente importante entre fines del

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A. Gonzalez IEl castro de Saceday la jerarquización territorial de la Segunda Edad del Hierro... 281

siglo I a.C. e inicios del siglo II d.C. —el castro IV a.C, con el claro aumento de la población, la
continuó ocupado (o fue reocupado) en época territorialización de las comunidades políticas,
tardorromana— (Rodríguez González y Fariña, la mayor presión sobre la tierra, y la conquista
1986). De hecho, parece que la gran ampliación de las tierras de fondo de valle tuvieron que faci-
de San Millán se construyó en pleno declinar de litar la aparición de una mayor jerarquización
Saceda, quizá para acoger a los habitantes de este no sólo intracomunitaria, sino intercomunitaria
castro. No sería descartable pensar, incluso, que también (González Ruibal, e. p.). ¿Por qué Sace-
antes de que San Millán comenzase a crecer, da aumentó durante la Segunda Edad del Hie-
Saceda pudiese haber desempeñado la función rro, hasta el punto de cuadriplicar su espacio ori-
de caput populi para alguna de las dos etnias ginal, mientras otras aldeas fortificadas de la zona
mencionadas, que se consideran habitantes de la apenas crecieron o no lo hicieron en absoluto?
cuenca del Támega y el Búbal. Algunas de las razones que se pueden apuntar es
la existencia de amplios terrenos cultivables de
suelos profundos en el entorno de Saceda, un
4. Conclusión: jerarquización territorial elemento que parece tener un papel muy impor-
prerromana en el noroeste tante en la elección de emplazamiento en el
Segundo Hierro (Parcero, 2002). También se
Volviendo a la cuestión que abría este artícu- puede señalar su situación estratégica a lo largo
lo, Saceda demuestra que el origen y devenir de una vía de comunicación natural que discu-
de los lugares centrales - o la jerarquización terri- rre en dirección norte-sur, desde Portugal hacia
torial— en el noroeste no pueden vincularse sim- la zona central ourensana. Esta buena comunica-
ple y directamente a la presencia romana en la ción explicaría la aparición de las importaciones
zona. Por lo que respecta al origen, es evidente prerromanas del castro. El entorno de Saceda es
que Saceda no sólo se fundó mucho antes de la rico en recursos estanníferos, pero esta causa
conquista romana, sino que su expansión pobla- afecta de igual o mayor manera a otros enclaves
cional y su auge como lugar central son también de la región, como el castro de Outeiro de Bal-
anteriores a la ocupación del noroeste por parte tar —donde se localizaron restos de trabajo mine-
de Roma. Es obvio que Saceda puede difícilmen- ro y metalúrgico (López Cuevillas, 1958a)—.
te considerarse una "ciudad", ni puede equipa- Motivos de índole política y social que difícil-
rarse a los grandes poblados bracarenses. Sin mente dejan rastro en el registro arqueológico
embargo, se trata de un castro que muestra indi- debieron jugar un papel fundamental en la pree-
cios claros de una mayor jerarquización social minencia regional de Saceda a fines del Hierro.
dentro del poblado -por los materiales señala- En cuanto a la evolución de los lugares cen-
dos— y de una mayor jerarquización territorial trales, no todos los grandes poblados de fines del
en la región -por sus tres recintos, la calidad de Hierro se debían encontrar ocupados a inicios
sus defensas, la organización del espacio y el del siglo I d.C. ni tuvieron en época julio-clau-
tamaño—. Cualitativamente, por lo tanto, Saceda dia su momento de "esplendor" —cualquiera que
se emparenta más fácilmente con los oppida que sea el significado que se atribuya a esta palabra—.
con los pequeños castros habituales en la Segun- Los procesos de sinecismo debieron ser muy
da Edad del Hierro en la zona. ¿A qué se debe variados: es posible que, como señala García
esta mayor desigualdad social a partir del siglo II Quíntela (2004), algunos grupos se unieran sin
a.C? Los motivos son los mismos que operan en que el sinecismo diera lugar a una agregación
el resto del noroeste y, a una escala mayor, en la poblacional, también pudieron producirse seg-
Europa templada. De forma indirecta, la expan- mentaciones de poblados ya agregados, la unifi-
sión romana y las guerras peninsulares sin duda cación de dos lugares centrales o la sustitución
debieron contribuir al incremento de las jerar- de determinados oppida por otros. Esto último
quías en la periferia del conflicto. Desde un es lo que sucedió en Saceda y no se trata de un
punto de vista endógeno, el propio desarrollo caso único en el noroeste: quizá el mejor parale-
local de las sociedades castreñas a partir del siglo lo que podemos encontrar sea el del castro de

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282 A. Gonzalez I El castro de Saceda y L· jerarquización territorial de L· Segunda Edad del Hierro...

Sabroso. Este poblado, de dimensiones semejan- q u e estaban en pleno m o v i m i e n t o c u a n d o se


tes a Saceda, igualmente con tres recintos adosa- produjo el contacto (Dietler, 1998: 289). Desde
dos y con huellas más que evidentes del carácter m e d i a d o s de los años 7 0 la arqueología de la
poderoso de algunos de sus habitantes - e n este Edad del H i e r r o en el noroeste de la Península
caso d e m o s t r a d o p o r algunos magníficos ejem- Ibérica ha c o n s t r u i d o u n a narrativa colonial
plos de relieves de piedra (Calo, 1994: 4 2 3 - sobre el pasado indígena, en la cual todas y cada
432)—, llegó a su fin con t o d a p r o b a b i l i d a d una de las creaciones de los pueblos de la zona
d u r a n t e época preaugustea. Los restos r o m a n o s h a n sido consideradas u n s u b p r o d u c t o de la
son mínimos y se reducen a escasísimos fragmen- influencia r o m a n a . Resulta necesario construir
tos de ánfora i n d e t e r m i n a d a (Soeiro, Silva y otras historias, a partir de una lectura más dete-
Centeno, 1982: 345), por m u c h o que con crite- nida del registro arqueológico, que rescate la
rios endebles se pretenda asegurar su pervivencia importancia de los procesos locales y reconside-
hasta mediados del siglo I d.C. (Calo, 1994: 4 2 1 - re, bajo una nueva luz, lo que realmente supuso
422). Al igual que Saceda, Sabroso tiene u n pro- la "romanización".
bable origen en la Primera E d a d del H i e r r o
- c e r á m i c a de ese p e r í o d o aparece en (Cardozo,
1970: taf. 2 0 e ) - y un crecimiento notable duran- Bibliografía
te los m o m e n t o s finales del S e g u n d o H i e r r o .
C o m o Saceda, también Sabroso se vio absorbido ALMAGRO GORBEA, M. (1995): "From Hill-forts to
por otro lugar central, en este caso de enormes Oppida in 'Celtic' Iberia". En CUNLIFFE, B. y
d i m e n s i o n e s : el castro de Briteiros. La C i t â n i a KEAY, S. (eds.): Social Complexity and the Deve-
posee u n m o m e n t o de gran extensión en época lopment of Towns in Iberia. From the Copper Age
augusteo-tiberiana, c o m o lo demuestra su gran to the Second Century A.D. Proceedings of the
British Academy, 86. Londres, pp. 175-207.
colección de sigillata itálica (Cardozo, 1976), lo
ALMAGRO GORBEA, M. y DAVILA, A. F. (1995): "El
que significa que es t e m p o r a l m e n t e consecutiva
área superficial de los oppida en la hispania célti-
a Sabroso, del m i s m o m o d o q u e el apogeo de
ca", Complutum, 6, pp. 209-233.
San Millán es temporalmente consecutivo a Sace- ALMEIDA, C. A. F. de (1980): "Dois capacetes e tres
da. Sería interesante investigar otros posibles copos en bronze, de Castelo de Neiva", Gallaecia,
oppida abandonados a fines del siglo I a.C. para 6, pp. 245-255.
comprender mejor la organización y el papel de ALVAREZ SANCHÎS, J. (1999): Los vettones. Madrid:
los lugares centrales en el noroeste antes de la Real Academia de la Historia.
o c u p a c i ó n r o m a n a de Gallaecia. Los mejores ARNOLD, B. (1999): "Drinking the Feast: Alcohol and
candidatos para ello son aquellos poblados de the Legitimation of Power in Celtic Europe",
grandes dimensiones que, situados en las i n m e - Cambridge Archaeobgical Journal, 9(1), pp. 71-93.
diaciones de oppida mayores, no pudieron evitar AUDOUZE, F. y BÜSCHENSCHÜTZ, O. (1989): Villes,
ser asimilados por éstos. El castro de Souteliño, villages et campagnes de UEurope Celtique. Paris:
Hachette.
en Xurenzás (Boborás, Ourense) (Seminario de
BURILLO MOZOTA, F. (1998): Los celtíberos. Etnias y
Estudos Galegos, 1930), en las inmediaciones del
estados. Barcelona: Crítica.
oppidum de Lánsbrica-San C i b r á n de Las, con
CALO LOURIDO, F. (1994): A plástica da cultura cas-
u n a superficie de cerca de 8 hectáreas (dos trexa galego-portuguesa. 2 vols. A Coruña: Funda-
m e n o s q u e Lánsbrica) y formidables obras de ción Pedro Barrié de la Maza, Conde de Fenosa,
fortificación (Fig. 16), podría ser u n b u e n can- Catalogación Arqueológica y Artística del Museo
d i d a t o , con Saceda y Sabroso, para analizar el de Pontevedra.
devenir de los lugares centrales prerromanos. CARBALLO ARCEO, L. X. (1994): Catálogo dos mate-
rials arqueolóxicos do museu do Castro de Santa
Para concluir, creo que es p e r t i n e n t e recor- Trega: Idade do Ferro. A Guarda: Padroado do
dar que los arqueólogos que estudian fenómenos Monte de Santa Trega.
de contacto cultural - c o m o la " r o m a n i z a c i ó n - CARDOZO, M. (1970): "Die Vorgeschichtliche
olvidan que los grupos indígenas tienen sus pro- Hôhensiedlung von Penha bei Guimaráes (Portu-
pias historias "largas, complejas y dinámicas", gal)", Madrider Mitteilungen, 11, pp. 90-95.

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A. Gonzalez I El castro de Saceda y la jerarquización territorial de L· Segunda Edad del Hierro... 283

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