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TURISMO ROMANO

Por Luis LAVAUR*

Esta inquisitiva andadura por el pasado de convincente, la emergencia del turismo en


la más noble y gratificante manera de viajar, tiempos de Augusto, y más aún durante la
inicia su curso adentrándose por la más his- plácida dinastía Antonina, al gozar como
toriada parcela del mundo clásico: el Imperio nunca el mundo —el mundo romano— de la
Romano. Y no ciertamente por oportunismo bendición de la paz, unida a una prosperidad
expositivo, propiciado por abundancias do- de suficiente calado social.
cumentales, sino por entender, de acuerdo
con una de las pocas tesis que un trabajo Además del expuesto, otro factor inoitó al
romano a la práctica del turismo. Este de
desprovisto al máximo de teorías se sustenta, índole psicológica, una vez superada la no-
por estimar que fue en el marco socio-eco- toria incapacidad del humano, como prota-
nómico del mundo romano y romanizado gonista de su propia historia, para percibir de
donde se registraron las primeras manifes- manera precisa los rasgos distintivos del
taciones del turismo en acción. Y no por azar, tiempo en que vive inmerso. No así el subdito
sino por darse en el encarte de aquella civili- de los Antoninos, bajo cuya férula el turismo
zación matriz, y por vez primera, las con- ascendió a cumbres de imprevisto esplendor.
diciones objetivas indispensables para la Plinio el Joven, preclaro servidor de varios
eclosión del fenómeno en una gama de mo- soberanos de aquella dinastía, elogió con
dalidades sorprendente por su variedad. arrobo, al parecer sincero, aquella Pacis Ro-
manae immensa maiestas. Siglos después,
en el XVIII, un historiador del talante severo
La «Pax Romana» de Gibbon, calificaba a la misma era como
«el período de la historia en el que la con-
Por entre la prolífica serie de slogans dición de la raza humana fue más próspera y
lanzados a la palestra del tópico para pu- feliz» (1).
blicitariamente cantar las excelencias del tu-
rismo, destaca por su optimismo uno que a De soslayar cualquier cotejo comparativo
escala ecuménica le adjudicó en tiempos la montado sobre base tan resbaladiza y pro-
función de pasaporte para la paz. Bien es blemática como la felicidad personal, es el
verdad que por involucrar el estereotipo de caso que el patricio romano del siglo II, amén
modo manifiesto los términos de la cuestión, de vivir persuadido de existir en un Saeculum
circuló tarado por la inanidad de lo pero- Aureum, como rezaba el cuño de algunas
grullesco. Sin embargo, salta a la vista el monedas al uso, demostró, de modo feha-
superior fundamento histórico que adquiere ciente, poseer clara conciencia de las opor-
la noción de colocar a sus dos componentes tunidades desplegadas a su alcance para re-
invirtiendo su relación causal, lo que entre correr casi todo el orbe hasta entonces co-
otras cosas serviría para explicar, de modo nocido, sin clase alguna de trabas, legales o

* Investigador para temas históricos del Instituto (1) Edward Gibbon, The Decline and Fall of the
Español de Turismo. Román Empire. (Cap. III).
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burocráticas, coartándole su libertad de mo- para el romano. Parcas en promesas para


vimientos. atraer el divagar del culto las comarcas se-
ñaladas por el vector izquierdo disparado
Consideración que aminora la carga re- hacia los Finís Terrae de la Hispania y las
tórica de los elogios de cierto orador griego de Galias. Una especie de far west en variable
nota, empecinado trotamundos como tantos grado de latinización o de colonización, con-
otros de su gremio y nación, trasladado en ceptos homónimos en el caso. Territorios,
tiempos de Antonino Pío, desde la costa que por culpa de la inferioridad de toda copia
asiática a la Urbs por antonomasia. En el respecto al modelo, desprovisto de interés
panegírico, que puesta la vista en el mecenas para cebar la curiosidad del visitante me-
de turno, compuso en loor de los tiempos en tropolitano. Paisajes carentes de historia por
los que le tocó vivir, intercaló un vibrante mucho templo, anfiteatro y acueducto que
párrafo exaltador del aliciente clave procu- tuvieran. Solar de una serie uniforme de
rado por el Imperio al amigo de deambular ad ciudades, calcos deliberados, en piedra per-
libitum por el ancho mundo. Se agudizan los durable, pero de quiero y no puedo, de la
acentos de viajero agradecido al proclamar rutilante capital del Imperio. Al fin y a la
en el curso de su perorata: postre, eje y motor del turismo romano en
«Por fin la tierra entera es madre y patria común todo su volumen e integridad.
de todos. No hay hombre, griego o extranjero, que no
pueda trasladarse de una a otra comarca cuando Relegado el signo de dos de los vectores
desee, con sus pertenencias o dejándolas tras de si. Ni del diagrama a la función de proveer de
las puertas Cilicias le inspiran ya temor ni los
angostos y arenosos senderos que nos llevan a Egipto visitantes a Roma, queda el tecer ramal,
a través de la Arabia. Tampoco las infranqueables proyectado hacia Levante. El único de los
montañas ni los pueblos bárbaros y hostiles. Para tres que revistió importancia en términos de
viajar salvo y seguro, basta ser romano o subdito de turismo puro, en su doble versión receptora y
,Roma» (1). emisora. Dilatándose en forma de triángulo,
hincado su vértice en Roma, y apoyada la
base en Atenas y Alejandría, su perímetro
Cinemática del turismo romano abarcó un espacio ubérrimo en vestigios de
añejas culturas y empapado de gran acopio
De proyectar sobre un mapa, en gráfica de recuerdos históricos y mitológicos. Jus-
representación, las rutas transitadas de pre- tamente, el imán de potencia suficiente para
ferencia por el turista romano, el diagrama sacar al romano culto o ricachón de sus
resultante reviste simplicidad extrema, al casillas, y decidirle a embarcarse rumbo a
adoptar de modo inalterable, y al correr de Oriente, durante los meses de menos cierzo y
los tiempos, la forma de una T invertida. Con más luz solar. Los únicos en que se dejaba
la Aeterna Urbs en el punto de intersección navegar el Mare Nostrum, el de ellos en
de un esquema que diríamos trifásico, mar- aquel entonces y de nadie más. Para por rutas
cando el punto hacia donde, como decía el surcadas por Ulises y Eneas, satisfacer las
dicho, todos los caminos llevaban y desde el apetencias constitutivas del turismo romano
que tantos otros partieron también. en su más eximia manifestación.
Una interpretación semiótica de los tó- Ningún exceso de simplificación supone el
picos consustanciales al turismo podría pre- planteamiento geográfico del tema in partes
cisar que el brazo de la T apuntando hacia el tres, conforme abordó Julio César la descrip-
Norte señalaba el habitáculo de los fríos ción de las Galias. Al menos coincide con la
hiperbóreos y de la barbarie: tierras ingratas respuesta que a la pregunta genérica del Quo
Vadis? del romano, y bajo el epígrafe tourist
(1) Arístides de Smyrna. Encomium Romae. travel, enuncia un texto de historia romana,

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utilizado por largo tiempo en las universi- pasear vista y espíritu por el vasto espacio
dades inglesas: circundante que les perteneció por derecho de
conquista, más parecen de índole endógena
While provincials flocked into Rome to que extrínseca. El análisis de sus conductas
gaze at its wonders, Italians peregrinated, viajeras hacen sospechar que el factor res-
guide-book in hand, to the historie sites oj ponsable del abandono de su habitat en
Greece, to Troy, toEgypt-(l). ausencias prolongadas, vino a ser una especie
de cosquilleo interno, con cierta similitud,
pongamos por caso, con esa sed nada más
Motivaciones que presunta que durante sus horas de trabajo
empuja a la mecanógrafa, de manera cíclica o
Debido a lo poco —o nada— que ha regular, hacia la cafetería vecina. Breves in-
cambiado la naturaleza humana desde la in- terrupciones de la rutina laboral, que como
vención de la rueda, pocas diferencias o bien sabe la compañera de trabajo que inva-
novedades se encuentran al indagar la fuerza riablemente le acompaña, obedecen por ge-
motriz, las ideas-fuerzas que incitaron a visi- neral más a unas nalgas cansadas que a las
tar determinadas parcelas de su Imperio al demandas de una garganta reseca. Y que el
anónimo viator, protagonista de este humano ansia de distanciarse de la silla del despacho
menester del viaje turístico. Por el contrario, supera la atracción ejercida por el corto de
abundan pruebas de que los estímulos deter- café o la Coca-Cola.
minantes de los viajes del romano ocioso y
adinerado, fueron, en lo fundamental, tan La hipótesis implícita en el símil la inte-
varios y proteicos como los que en la actua- lectualiza Séneca consciente de los motivos
lidad actúan en el albedrío del turista y de la de aquella manía de cambiar de sitio por
misma manera. cambiar, latente en los vaivenes de tantos de
sus coetáneos, orquestando en la segunda de
La pura curiosidad por delante y por des- sus Epistolae ad Lucilium una conocida dia-
contado. Sin descartar la posibilidad, en tan triba contra aquel divagar, calificándolo co-
obvio apartado, de derivarse el primum mo- mo síntoma de «ánima enferma», extiende en
vens o causa causans de sus curiosos ires y otro de sus escritos una nada cordial bien-
venires, de la dinámica del tedio, del tanto de venida a un amigo recién llegado de una
esnobismo y hastío, acicate poderoso y nada excursión:
aturístico en todo tiempo y lugar entre clases
económicamente superdotadas, y que super- «¿Te extrañas cómo si fuera un hecho anómalo
abundantemente se dio entre las clases pri- haber vuelto de un viaje tan largo y variado sin
conseguir disipar la tristeza de su corazón? No te
vilegiadas de la sociedad romana extrañes. Es de alma de lo que necesitas cambiar. No
Un aspecto de la cuestión que no le pasó de clima» (2).
inadvertido a un psicólogo del calibre de
Tácito. En trance de determinar lo que movió Como buen moralista el cordobés propen-
a Tiberio al abandono de Roma para retirarse de a lo reiterativo. De ahí la frecuencia de sus
a la isla de Capri, diagnostica con lucidez de repulsas contra el viaje como placer vital,
experto: «Los motivos no hubo que buscarlos junto a otras amenidades del existir. Sin
fuera de él mismo». Asimismo, el carácter de motivos para tomar su actitud, eminentemen-
los impulsos que al romano de la edad aúrea, te retórica como todo el estoicismo romano
o al de la argéntea que le sigue, le invitaron a más en serio de lo que merece. Véasele

(1) J. M. Cary. History of Rome. l.« ed. (Lon-


dres, 1935a). (2) Séneca, «Epístolas» (III. 28).

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reprobar la riqueza con saña, mientras en su Configurado lo que se podría llamar el


calidad de primer ministro de Nerón amasó entramado psicológico de sus desplazamien-
una de las fortunas más formidables de su tos, o tal vez, y mejor, la sociología de aquel
tiempo. Los pocos reparos que opuso, y el turismo, trámite obligado revisar su proyec-
gran provecho que extrajo, de «cruzar mares ción en el terreno de los hechos, a través de
e ir de ciudad en ciudad», no fueron óbice un repaso tópico a la diversidad de notas que
para tras mirar enderredor, cálamo en mano, sonaron en el oído del romano invitándole al
se preguntara recriminatoriamente: viaje.
Quin prodest mare traicere et urbes muían?
Quid per se peregrinatio prodesse cuiquam potuit? (1). Turismo cultural

Con la misma elocuencia con que formula Encomiable apetencia la de instruirse de-
en sus epístolas ad Helvia y ad Lucilium leitándose por medio de un viaje de placer. El
furibundas diatribas contra el viajar por viajar, patricio presa de tan notable aspiración con-
en su De Tranquillitate Anima cambia de vertíase de modo inmediato en blanco vul-
registro para hacer su apología con las pa- nerable y preferente de lo arqueológico, al
labras: Vectatio, iterque et mutata regio vi- quedar incursos dentro de su imperial do-
gorem dant. O sea: «echarse al camino y minio los tres máximos focos de la civili-
cambiar de paisaje, dan vigor». zación clásica, compitiendo aún y en no
pocos aspectos con la suya propia. En ar-
Contradiciones que más que falta de ila- monía con el gusto del romano por lo antiguo,
ción, exponen la síntesis de contrarios que expresado por Séneca en aquel Senectus in
informan el viaje turístico como evasión. Que urbis sacra est, el más valorado atributo en
tiene cumplida contrafigura en el viaje tu- las ciudades que conoció. De ahí que el re-
rístico inducido por simple mimetismo social, finado encanto helénico y decadente de Ate-
que comparece con bastante relieve en los nas, Efeso y Alejandría polarizaran aguda-
viajes del romano opulento, al configurar a mente su interés.
través de los textos las complejas y sutiles
púas psicológicas incitantes al viaje. El de- Independientemente de que sensu strictu
jarse modelar conductas propias, por ejem- se preste a discusión su carácter turístico,
plos ajenos, es consecuencia bastante pre- cabe incluir en este apartado la costumbre de
visible en el seno de una sociedad clasista y al final de la República, y al comienzo del
compacta, cimentada en una intensa vida de Imperio, de enviar el pater familias al joven
relación. Así lo sugiere Jannine Assa al in- patricio a pasar una temporada completando
dicar «lo que preponderantemente les inte- su educación en las acreditadas escuelas es-
resó fue conocer cosas conocidas e incluso, tablecidas en los lugares citados y en algún
demasiado conocidas». En efecto, ya en otro del Mediterráneo oriental. Sin que su-
tiempos romanos popularidades como las de ponga descubrir Mediterráneo alguno apun-
las Pirámides revelan el alto justiprecio al- tar el fuerte paralelismo de aquellos viajes
canzado por monumentos calificados por su con el Grand Tour británico del XVIII,
excepcionalidad de nunca vistos. Con la par- analogía señalada, entre otros, por el espe-
ticularidad de jamás atribuirse el epíteto a cialista francés H. Taylor:
curiosidad alguna antes de haberla contem- «Los jóvenes romanos que visitaron Grecia, Áfri-
plado considerable cantidad de seres. ca y Asia Menor estuvieron inspirados exactamente
por el mismo espíritu con el que los jóvenes ingleses
del XVIII hicieron el Grand Tour por Italia».
(1) «¿De qué sirve atravesar mares e ir de ciudad en
ciudad? ¿Qué puede aprovechar a uno un viaje per se?». Paralelismo acrecentado al observar las
Séneca. «Epístolas Morales» (CIV). repercusiones, abiertamente turísticas esta

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vez, que aquel tráfico comportó, tan pronto prominente, hasta mediados del XIX, del
sustituyeron en aquellos viajes los padres a programa de visitas napolitanas del turismo
los hijos. En otras palabras: cuando los ex europeo.
estudiantes, ya maduros y socialmente situa- Menos exégesis precisa detectar el por qué
dos, retornaron para revisitar de modo más de las giras al campo de batalla de Carinas al
gratificante y aleccionador, lugares conocidos Sudeste de Roma, o las más triunfalistas al de
a la fuerza en su juventud. Un hecho turístico Zama, en las afueras de Cartago, donde cayó
de tantos en el que una misma historia se derrotado Aníbal, vencedor en Cannas. Por
repite en tiempos y escenarios distintos. más que como sucede en nuestra Numan-
cia, y en el campo de batalla de Maratón,
Turismo historicista escaso pasto visual ofrecieron aquellos de-
solados escenarios épicos a la retina del
En seres tan profundamente imbuidos de visitante.
sentido histórico como los romanos, sobre-
salen los efectos impresos en sus itinerarios Reparando en el estado de ruina en que
por la atracción dimanada por lugares pres- yacían la mayoría de los puntos atiborrados
tigiados por densas asociaciones históricas, de asociaciones históricas, favorecidos por la
siempre y cuando de modo real o imaginario curiosidad del romano, hace pensar en cuan
los vieran vinculados a su propio ayer. disonante en raza distinguida por su genio
mecánico y constructivo resuello, que en nin-
Razón determinante de la necrofilia sub- gún caso conocido tradujeran su devoción por
yacente en las visitas a parajes tales como la los restos arquitectónicos del pasado de ma-
«villa» en los alrededores de Gaeta en la que nera práctica. Poniendo enjuego la cabria, la
asesinaron a Cicerón, y a otra en la car- espuerta, la pala y el azadón, para deses-
taginesa Utica, donde Catón se suicidó, mo- combrar y restaurar algunas de las antiguallas
tivo presente en las peregrinaciones a la tum- que con tanta asiduidad y reverencia contem-
ba de Diógenes «el Cínico», en Corinto, y en plaron. Inhibición que sitúa a los romanos ex-
Siracusa, a la de Arquímedes, descubierta puestos a merecer el mismo reproche estam-
personalmente por Cicerón, el año —74, con- pado contra los griegos por Spengler en su
forme queda referido su hallazgo con todo obra fundamental:
detalle en una de sus epístolas.
«Destruida Atenas por los persas —dispara ira-
Hállese o no sepultado Virgilio en el co- cundo el historiador—, las viejas obras de arte fueron
lumbario situado en lo que podríamos llamar arrojadas a la basura, de donde las estamos sacando,
dintel de la crypta Neapolitana, o gruta de y nunca se vio a nadie por la Hélade que se molestase
Possilipo, el túnel enlazando a Ñapóles con en llegarse a Mycenas o a Festos con el objeto de
descubrir restos históricos. Leían a Hornero, pero a
Baiae, hecho probado que en cumplimiento nadie se le ocurrió, como a Schliemann, excavar la
de orden de Augusto se trasladó el cadáver colina de Troya. Los griegos querían mitos: no his-
del poeta desde Brundissium, donde murió, toria» (1).
para inhumarlo en los alrededores de Ñapóles*
donde había nacido. También consta en un Poco más o menos, lo mismo que los
epigrama de Marcial, que su tumba, adqui- romanos en sus viajes por Grecia. Por mucho
rida por Silio Itálico, gran admirador del que leyeran a Hornero, y devoraran la «Enei-
autor de la «Eneida», era meta de numerosas da» de Virgilio, es claro que de los episodios
visitas, posiblemente, no pocas procedentes de la historia griega sólo les interesaron los de
de la vecina Baiae, sede de tanto ociosos
predispuestos a sacudirse el aburrimiento de
un día de clima adverso, con una pequeña (1) E. Spengler. «La Decadencia de Occidente».
excursión a la tumba, integrante de modo (Berlín, 1918).

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alguna manera relacionados con la suya pro- Turismo emisor


pia.
Cediendo a casi irresistibles imperativos
Visto lo expuesto de un modo nada más históricos y climáticos, el turismo romano
que somero, cabe anticipar por delante del propiamente dicho se orientó desde el primer
análisis tópico de sus movimientos, que en momento hacia las tierras matrices de su
sustancia el romano se desplazó por su mun- religión y cultura. Pero es durante el reinado
do motivado por el mismo repertorio de ali- de Adriano, y posiblemente estimulado por
cientes e incitaciones que hoy siguen con- su imperial ejemplo, cuando con ímpetu re-
tando. Fueran educativos o culturales, re- novado se desata una caudalosa corriente
ligiosos, climáticos o terapéuticos. Sin olvidar viajera desde Roma, y zona de influencia,
el factor mimético, plasmado en el prurito de hacia el Mediterráeno oriental. Alcanzando
presumir ante vecinos más sedentarios, quie- niveles preocupantes por su densidad en la
nes lo probable es que reaccionaran no que- estimativa de Plinio el Joven, consumado
dándose a la zaga renunciando a un acto de viajero y notorio participante en aquel frenesí
gran lucimiento social. O, en algún caso, el por conocer in situ vestigios de ilustres y
más generalizado tal vez, por el simple placer exóticas culturas. Flujo tan uniteral y ex-
de mudar temporalmente de habitat: por lo cesivo a su parecer, como para inducirle a
que se dice viajar por viajar. Incentivo activo formular un reproche, inopinado por su apli-
cual ninguno en el abanico de opciones turís- cación a tiempos actuales:
ticas, aunque el predominio de las motiva-
ciones enunciadas en lo más mínimo impli- «En Roma, y en los alrededores de la capital, hay
multitud de cosas curiosas que nadie ve, y que ni
cara la exclusión de una combinación con las siquiera conoce por referencias. Tendrían muchísi-
demás. mas más probabilidades de ser conocidas si nos las
ofrecieran Grecia, Asia Menor, Egipto, o cualquier
Prácticamente negligibles, pues, los ries- otro país rico en curiosidades, que supiera hacerlas
gos de error o de exagerar que incurre quien valer» (1).
diccionario en mano, y esgrimiendo como Por si sólo se manifiesta, sin necesidad de
argumento la definición que del turismo cons- comentarios, el sentido de la invectiva. Re-
ta en los palabreros, afirme que con la ex- fleja un estado de opinión frecuente en re-
cepción del alpinismo, de los deportes de sidentes de activos centros emisores de tu-
invierno, y de modalidades estrechamente rismo, quienes es habitual lamenten la infra-
relacionadas con el tren, el auto y el avión, no valoración de la oferta turística de su zona,
hubo forma de turismo cuya práctica en la subyugada por el reclamo de la competencia.
época imperial quedara fuera del alcance del Sobre todo cuando en la era Antonina tanto
romano de posibles. Independientemente del romano partía en dirección a Grecia, Siria y
porcentaje de población incursa en dicha Egipto. Curiosamente, y mentadas en el mis-
categoría, que es cuestión ajena a lo esencial mo orden, las comarcas que a juicio del
del tema, sin otras variables con el presente propio Plinio, claro está que emitido en otra
que las meramente de orden numérico y de sus epístolas, las comarcas que todo ro-
material, relativas a volúmenes viajeros y mano amante de la cultura tuvo poco menos
dispositivos técnicos para realizar el viaje, y, que la obligación de visitar.
hablando de variantes, sobre todo en materia
de estilo. Cualidad atesorada por el romano
(1) C. Plinio Secundo. Epistolae. (Libro VIII-
de casta en dosis superlativas. 20).

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TURISMO ROMANO 283

LA ROMA DEL TURISTA

Una vez determinadas las rutas enfiladas ditada, como convencional, potente por de-
por el romano capitalino, en ocasión de ceder más y por exclusión de posibles rivales la
al nisus viajero que de vez en vez le espoleó el atracción ejercida por la reina de las ciuda-
ánimo, y antes de pasar al contenido de sus des, otro calificativo vigente en la época.
viajes de placer, se glosarán primero, y con Valgan para ilustrar su poder de captación las
cierta extensión, el comportamiento viajero referencias de dos escritores hispanos en ella
de su complemento: el del provincial. Con su avecinados. Primero, la del baturro Marcial,
punto de destino en Roma capital. La meta y en una composición sobre las diversiones
que de manera casi exclusiva acaparó los ofrecidas en los anfiteatros de la capital:
pasos de la peregrinación procedente de las
más remotas poblaciones del Imperio, con- Quae tam, seposita est quae gens tam barbara, Caesar,
vergiendo en la Aeterna Urbs, como enjam- ex quae spectator non sit in urbe tua? (2).
bre de mariposas atraídas por el resplandor
irradiado por todo el Orbe por la Urbe anto- Tema, el de los visitantes de Roma, en el
nomásica y por excelencia. que consecuente con su peculiar modo de ver
cosas y personas, incide Séneca desde una
Desde el Renacimiento para abajo abun- óptica más torva y menos triunfalista:
dan panegíricos exaltando literariamente la
gloría visual de la Roma cesárea. Válido «Contemplad esta muchedumbre a la que apenas
cualquiera de ellos para concretar el tópico y bastan las viviendas de una ciudad innumerable. Casi
proporcionar idea del reflejo de su suntuo- exclusivamente formada por gentes no nacidas en
Roma. Precipitándose aquí, como un río, desde sus
sidad en las estupefactas pupilas de los foras- municipios, de sus colonias, de toda la faz de la tierra,
teros: epítome de miríadas del mismo tenor la unos empujados por su ambición, otros por el de-
suscrita en tiempos modernos por un emi- sempeño de funciones públicas... no faltan quienes
nente romanista ruso: desean satisfacer su gusto por las letras y las artes y
los hay que llegan impulsados por su pasión por los
«Los edificios públicos destacaban por su tamaño, espectáculos».
la belleza de sus líneas y la elegancia de sus empla-
zamientos. En ningún otro lugar se veían tan nobles
templos o foros tan lujosos, adornados con arcos
triunfales, columnas conmemorativas y bosques de «Sightseeing» romano
estatuas; ninguna ciudad del imperio podía mostrar
tan inmensos teatros, anfiteatros y circos; ninguna Al tratar de los monumenta videre, como sin
tenía tantas bibliotecas y museos públicos, o una merma de su connotación esencial se deja
galería de estatuas como la que erigió Augusto en su
foro, en honor de famosos caudillos romanos. Dis- traducir el anglosajonismo del epígrafe, obvia
tinguíase Roma por sus vastos y lujosos baños pú- la imposibilidad de condesar en una especie
blicos y también por sus nobles basílicas donde se de instantánea visual, algo tan cambiante
administraba justicia. Ninguna capital podía rivalizar como la fisonomía de la Roma imperial, en el
en parques públicos, mercados y espléndidos co- curso de los tres siglos largos que separan el
mercios. Los palacios imperiales se levantaban en el
Palatino y magníficos sepulcros a orillas del Tiber. reinado de Augusto del de Diocleciano. Tan-
La vida era fácil y alegre en esta ciudad mara- to más cuando por pocos que fueron los
villosa» (1). emperadores no fallecidos violentamente an-
tes de lo previsto, no hubo ninguno que a
Sin perjuicio de escudriñar algo más tarde, nada que logró mantenerse en el solio se
y desde dentro, imagen tan brillante y acre-
(2) «¿Qué pueblo hay, ¡oh, César!, tan lejano o
(1) M. Rostovzeff, Rome.{ Oxford University Press. bárbaro, que no envíe algún admirador a tu ciudad?». M.
New York, 1960). Valerio Marcial. De Spectaculis. Lib. III.

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Interior del Templo de Júpiter - Capitolino

privara de dar suelta sobre su capital aquella Ninguna del bulto y corpulencia del templo
infinita cupiditas aedificandi atribuida por de Júpiter Capitolinus, tantas veces rehecho
Lactancio a Diocleciano. como consumido por el fuego, recamado su
maderamen de mármoles preciosos y bronces
De sintetizar en el viejo Foro lo sucedido dorados, con una imponente imagen de Jú-
por el resto de Roma, podría decirse que el piter Optimus Maximus, copia del Zeus de
visto por un abuelo en su juventud, se pareció Olympia. A un costado, y como estuvo man-
bastante poco al conocido por su nieto, de- dado, el templo de su esposa Juno, el de Juno
bido al constante derribo y construcción de Moneta, la vigilante o la monitora, depósito
templos, basílicas, arcos triunfales y de toda de los troqueles acuñadores de los metálicos
clase de edificos erigidos en el insigne recinto. discos, perpetradores en el orden económico
Impedimento grave para cualquier exposición de la advocación de la diosa, y al otro lado el
en regla, que a costa de cierta inconsideración no menos meritorio templo dedicado a Mi-
respecto a fechas, se intentará sortear evo- nerva, hija de la divina pareja.
cando la Roma admirada por el turista dando
cierta preeminencia a la de fines del siglo II. Al descender del Capitolio, el mejor ob-
Comenzando la evocación, y por todo lo alto, servatorio del Foro romano, un hervidero de
en la acrópolis del Capitolio, fortaleza y curiosidades ofrecía a la vista del visitante el
santuario a la vez, con la roca Tarpeya a un máximo escaparate de la gloria del Imperio.
lado, y erizada la cima de la colina de es- No en su actual estado de cementerio de
pléndidas construcciones. mármoles fracturados, sumido en un hondón,

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muy por bajo del nivel de las calles, sino a la Máximo en la arbolada explanada del Pala-
altura propia de lo que era el centro neu- tino, el Coliseo Flavio, columnas conmemo-
rálgico de la vida pública de Roma. De rativas, como las de Trajano y Marco Aure-
hecho, un conglomerado apretujado y bas- lio, las únicas que aguantaron los embates del
tante caótico de construcciones, en una mez- tiempo, labrados en espiral sus fustes con
colanza de templos, columnas, arcos, escul- episodios históricos a la manera de comics, los
turas, por entre las que repteaba la Vía Sacra. exóticos obeliscos transportados desde Egip-
Particularmente interesantes para los visitan- to, los «Pórticos», copia de las stoas helé-
tes, objetos como el Milliarum Aureum, eri- nicas, concurridos puntos de reunión y convi-
gido por Augusto, esculpidas en la superficie vencia al amparo de la lluvia y del soL En el
del broncíneo cilindro, y en letras numerales Campo de Marte, los por su magnitud casi
meramente doradas, las distancias de Roma a faraónicos sepulcros imperiales. Muy en es-
las principales ciudades del Imperio. Situado pecial dos por su carácter antológico. El
entre la Curia, o Senado, en cuyo interior se sepulcro de Augusto, compuesto por varios
discutían en un excelente latín los destinos de cilindros superpuestos, guardando en su in-
la población de gran parte del mundo y el terior los restos de los emperadores de la gens
templete de Vesta. Un edículo circular, guar- Julia y de la dinastía Flavia, y miembros de
dando el objeto más admirado por el romano sus familias. Perpetuada la familia de Augus-
y que contadísimos seres pudieron ver. el to en retratos de impresionante realismo en
sacro Palladium, el gran tótem tutelar, una los relieves del Ara Pacis —los más finos de
estatuilla en madera de Pallas Atenea, traída todos los romanos— esculpidos nueve años
desde Troya por Eneas. antes del nacimiento de Cristo, y por disposi-
ción señorial, en conmemoración del adveni-
Cualquiera pudo en cambio contemplar a miento de la Pax Romana, obra del buen hacer
las vestales, residiendo semi-conventualmen- de Augusto. Al otro lado del río, la todavía
te en un lujoso edificio de dos pisos, justo más enorme y visible Mole Adriana, panteón
detrás del templo, encargadas de mantener de los Antoninos.
viva la fogata ardiendo en él. Famosísimas
las singulares sacerdotisas, nunca más de Paseos inolvidables en una ciudad poco
seis, ofrendadas desde muy niñas al servicio apta para paseos los realizados por las már-
de la diosa, por las más linajudas familias de genes del Tiber, enlazadas sus orillas por una
Roma. Hacían voto de castidad, pero no de serie de puentes, en número y belleza insu-
pobreza, cubriéndose su rapada cabeza con perados por ciudad alguna, desfilando bajo
un no del todo translúcido velo. Disfrutando sus arcos un tráfico hace tiempo desapare-
de los privilegios adscritos a su elevado rango cido: el marítimo llegado aguas arriba del río
por espacio de treinta años, pudiendo hacer al que hizo de Roma un puerto de conside-
término de su sacro compromiso y con las ración. Rebosante de navios descargando in-
riquezas acumuladas, cuanto les vino en ga- gentes cantidades de cereales, aceites y otras
na. Despachado el viejo Foro, y recorrido el vituallas precisas para la subsistencia de la
centro comercial de los adyacentes Foros capital, descargando en los muelles del Em-
Imperiales, mayestáticos y funcionales, den- porium, los almacenes del Estado, al pie del
tro de su unidad estilística, quedaban por ver Aventino, llamados horrea un tanto a la
el resto del cúmulo de curiosidades de Roma. gallega.
Arduo seleccionar los monumentos claves Un muestrario, nada más que indicativo,
del caserío de una ciudad rabiosamente mo- de los más sobresalientes componentes de la
numental. Cabe destacar en una relación de fachada externa de la más suntuosa y poblada
prolija reseña el complejo de palacios ce- capital del mundo conocido. Más específi-
sáreos erigidos dominando el Foro y el Circo camente conectados con la curiosidad del
286 ESTUDIOS

turista el contenido de algunos de los edificios el conquistador de Siracusa, tras desvalijar a


recién mencionados de pasada. conciencia a una ciudad griega hasta la mé-
dula (1).
Operación reiterada por Roma con tan
Museos romanos
rapaz fruición y contumacia hizo que al co-
Únicamente desde considerandos lexicográ- rrer de los tiempos, y de las conquistas, sus
ficos puede imputarse de flagrante anacronía templos se museizaran más y más, originán-
el relacionar a los romanos de la antigüedad dose un proceso dividido en dos fases o
con museos. Por más que de sobra justifique tiempos, latente en las génesis del museo artís-
el uso hecho aquí del término en cuestión el tico como es hoy entendido. De modo y
recuerdo de su etimología, proviniente, como manera que si bien al principio la gente debió
es sabido, del nombre de Museion dado en desplazarse para contemplar obras artísticas
Atenas a cierto templo dedicado a las Musas, de crecido mérito e interés, al reunirías en un
provisto, al uso de casi todo templo griego, de mismo lugar desaparece la necesidad del via-
su correspondiente «tesoro». Posiblemente, je. Nada más que en teoría, al no detenerse el
sin pasar a mayores y a nosotros denomi- proceso en este punto en el plano turístico.
nación tal, de no haberle llamado Museion el Antes bien, el proceso revierte su curso al
que ya en rigurosa concordancia con su con- estado inicial, debido a que la exhibición de
tenido fundó Ptolomeo Philadelphos en Ale- obras artísticas, procedentes de otras tierras y
jandría. culturas, insuflan en el ánimo de los con-
templadores el deseo de conocer los climas y
El hecho lingüístico de no conocer los paisajes donde se engendraron tales mara-
romanos otro museo que el alejandrino, ca- villas. Premisa actuante en nuestros días y de
rece de relevancia objetiva. Como sucede al seguro subyacente en las iniciativas promo-
vocablo turismo, en nada obstó la demora en cionales hoy plasmadas a través del traslado
la confección del término a que en la capital temporal, de Roma a Nueva York, de la Pietá
romana se visitaran establecimientos clasi- de Miguel Ángel, pongamos por caso, o el
ficables como museos, y en cantidad: con- envío desde Madrid y París a Tokyo de una
cretamente los templos y santuarios de la selección de Goyas o de la Mona Lisa.
religión oficial del Imperio. Discerniéndose la
razón de la concurrencia de público a muchos Volviendo al tema, y a los templos roma-
de ellos, reparando en lo mucho que aquellos nos, es preciso tener presente su diferencia
sacros edificios, tuvieron en común con los funcional con sus equivalentes cristianos,
grandes museos modernos, aparte de proso- siempre y cuando olvidemos en la presente
popéyicas similitudes en su arquitectura ex- ocasión la manera con que en el curso de una
terna. excursión suelen visitarse los templos anti-
guos de las localidades, españolas o italianas,
El origen de la vertiente museística de los que los poseen en abundancia. Los templos
templos de Roma, idéntica, por otra parte, a paganos fueron otra cosa. En ningún caso
la de sus modelos, los griegos, lo expuso con lugares de asamblea (eclesia), ni de oración;
toda claridad, Tito Livio al reseñar los, hacía sino el domicilio terrenal de un dios o de una
tiempo erigidos por el general Claudius Mar- diosa, que pudo ser, en efigie, de un empera-
cellus, a su triunfal regreso de Sicilia, ad dor e incluso de un ente moral. En muchas
externis ad portam Capenam, y advertir lo ocasiones, no todas, reclusa su imagen en la
visitadísimos que fueron visebuntur templa celia correspondiente, a veces reservada su
propter excellentia eius generis ornamenta: a visión a sus sacerdotes de plantilla. Pero
causa de las magnificas estatuas (signa) y
cuadros (tabula), traídos consigo a Roma por (1) Tito Livio. Ab Urbe Condita. (Libro XXV-39).

18
TURISMO ROMANO 287

quedando el resto del recinto a libre dispo- los visitantes una copa de ámbar, procedente
sición de los curiosos, que parece ser exa- de Rodas, modelada su concavidad en con-
minaron sus curiosidades descalzos y con las tacto con uno de los pechos de la legendaria
sandalias en la mano. Ya que muchos tem- Helena de Troya. En los santuarios engala-
plos, sin detrimento con el carácter privado nados por tales portentos —que ciertamente
del culto y sacrificios, además de estatuaria, se prestaban a explicaciones— se encargaron
exhibieron valiosos conjuntos de vasos, án- de explicarlas a los visitantes, los sacerdos o
foras, camafeos de respetable tamaño y otras cusios, incrementando así, y de paso, su
piezas preciosas. Joyas que al contemplarlas erario personal y el de sus templos.
los modernos en sus museos, y a despecho de
formas externas en constante evolución, de- Recopilando datos dispersos del tiempo,
muestran cuan leves variantes con el pasado no recogidos por las Historias del Arte por
yacen en el trasfondo de numerosas manifes- elementales imperativos de seriedad, el tem-
taciones turísticas. plo de Júpiter Capitolinus aparece envane-
ciéndose de cosas tales como un descomunal
La notoriedad gozada por templos parcos trozo de cristal de roca, donado por Livia, la
en prestancia arquitectónica hace pensar en cuarta esposa de Augusto. Orgullosísimo, por
que su atractivo primario se basó en el ama- su parte, el templo de Venus Genitrix, de
sijo de curiosidades acumulado en su interior. poder exhibir, como preciada reliquia, una
A veces carentes en su mayoría de signi- vistosísima armadura cubierta de perlas, par-
ficación religiosa alguna, pero dotadas de te del botín conquistado en Bretaña por Julio
suficiente coeficiente de rareza para polarizar César, donante también de seis colecciones
el gusto del populus, rebelde por naturaleza a de piedras preciosas al tesoro de Venus, su
dejárselo guiar por las valoraciones estéticas presunta antepasada.
de los connoiseurs. El templo de la Concordia, al parecer el
más museístico de todos, ofrecía al visitante
Sin indicios de que lo peculiar de la sacra visiones no fáciles de olvidar. Por ejemplo, un
raigambre de ciertos objetos, expuestos en rarísimo anillo, perteneciente a Policrates,
determinados santuarios, imprimiera desfa- tirano de Samos, montado en una cornucopia
llecimiento alguno en la estimativa de sus de oro, ofrenda de Augusto. Más tarde, y
contempladores. En parte por el alto precio según el historiador judío Flavio Josefo, con-
que tanto griegos como romanos pagaron por temporáneo de los hechos que cuenta, engro-
el hecho de compartir una religión, nutrida en saron el templo, nada menos que, las más
una mitología delirantemente imaginativa y hu- sacras preseas del templo post-salomónico de
manizada al mismo tiempo. Protagonizada, Jerusalén, frecuentado por Jesucristo. Entre
como un relato de ciencia-ficción, por el ellas el Tabernáculo original, el candelabro
modo imprevisto y nada convencional del de oro de los siete brazos y las rituales
comportamiento de dioses y semidioses en trompetas de plata; objetos triunfalmente
pleno ejercicio de su sobrenaturalidad. transportados a Roma por Tito, con la pompa
De lo que se derivó la posibilidad de que perpetuada con vivido grafismo en el arco
hubiera templo presumiendo, la mar de ufa- triunfal que en el Foro lleva el nombre del
no, de custodiar un huevo «puesto» por Leda, reconquistador de Jerusalén, claramente per-
resultante del idilio de aquí te pillo, aquí te ceptible en unos relieves bastante bien con-
fecundo, vivido por la bella, sujeto pasivo de servados por haberlos esculpido en la curva
un ramalazo erótico de Júpiter, cuya violen- interna del monumento.
cia indujo al jefe de los dioses a adoptar forma Puede proseguir la lista de curiosidades
de cisne para satisfacerlo. Hubo otro templo, laicas que acrecentaban el interés de los
y que seguro que sin pestañear, mostraba a templos con la mención del candelabro, en

19
288 ESTUDIOS

forma de árbol, entronizado en el templo de nombre y los títulos oficiales que estimes
Apolo, en el Palatino, guardándose en el de la adecuados» (1).
Fortuna Viril la milenaria túnica vestida por
Servio Tulio. Consecuente con el carácter Curiosísimo en el Foro, y en sentido opues-
sincrético del edificio, el Panteón, llamado de to, el templete circular de Vesta, la Hestia
Agripa, se adornaba con multitud de curio- griega, diosa del hogar. El hecho de no ser
sidades, entre ellas una estupenda Afrodita venerada en efigie no excluyó su visibilidad.
de mármol pantélico, sin otro ornato para su Simbolizada en la sacra hoguerilla que de-
desnudez —según Zerffi— que un pendiente bería arder día y noche, atendida por la
prendido de una de sus divinas orejas, ofren- singularísima institución de las vestales. En
dado por Cleopatra en el transcurso de su una ceremonia, casi continua, como el relevo
visita a Roma. Todo ello y mucho más en un de la guardia en la tumba de Lenin, consti-
templo-muestrario de heteróclitas divinida- tutiva de uno de los más interesantes espec-
des. Sin menoscabo de su ornamentación táculos que pudieron permanentemente verse
externa, diríamos normal, en el estilo consig- en el Foro.
nado por Plinio en su «Historia» (XXXVI-
4), en su informe sobre el Panteón: La latitud de la gama de los objetos exhi-
bidos en los templos se dilataba lo suficiente
para comprender ciertos productos exánimes
«Decorado por Diógenes de Atenas, se consideran del reino animal, más de uno codiciado en
obras maestras las cariátides que se ven en los nuestros días por cualquier museo de Historia
intercolumnios del templo, asi como las estatuas
colocadas en su tejado, insuficientemente admiradas Natural. Cocodrilos disecados, parientes de
a causa de la altura del emplazamiento». los que hasta principio del pasado siglo pen-
dieron en los claustros del monasterio de
Montserrat, o del que pende sobre una de las
Demasiado decorados tal vez, y a juzgar puertas de acceso a la catedral de Sevilla.
por las monedas en curso corriente que re- Colmillos de elefante de excepcional longitud
producen su fachada, de modo que hacen difícil y grosor, cornamentas de unicornios, plumas
no equiparar el conjunto al de una tómbola del Ave Fénix, etc., aparecen a menudo
en día ferial. referidas a los templos de una capital, que al
margen de cuantas vicisitudes y aconteci-
Importante la contribución de los particu- mientos compusieron su turbulenta biografía,
lares al enriquecimiento estético de los sacros ejerció en sus visitantes una fascinación in-
edificios, con donativos en especie artística tensa e inmarcesible.
de índole un tanto disonante con usos ac-
tuales. Nos lo revela con su habitual exqui-
sitez informativa Plinio el Joven, en epístola Realidad urbana de la Roma imperial
dirigida a Annius Severus, participándole la
compra en Grecia de una estatua en bronce Sentado lo anterior, y como ocurre en las
de Corinto, representando la efigie de un megalópolis de hoy, y sin perdernos por lo
anciano desnudo. Al enviarle la estatua, laica obvio en parangones entre los tiempos ro-
hasta las cachas, Plinio ruega a su amigo manos y los nuestros, la reina de las ciudades,
gestione su emplazamiento en el interior del como el dios Jano en su templo privativo,
templo a Júpiter en su villa natal de Como. presentó al visitante una fisonomía dual. De
Eso sí: muy al estilo en el que los particulares su destreza maniobrera, y de los medios de
donan hoy estatuas y cuadros a los museos. que dispuso, dependió el que en el recuerdo
Sin olvidarse de confeccionar —palabras de
Plinio— «un pedestal del mármol que quie-
ras, —y, por supuesto— en el que conste mi (1) Plinio el Joven. «Epístolas» (Libro III-6).

20
TURISMO ROMANO 289

Arco de Tito y el fragmento de uno de sus relieves.

21
290 ESTUDIOS

del visitante prevaleciera el de la faz rutilante mando sudor, enojo y reconcomio avanza
y deslumbrante de la capital, a costa de esquivando como mejor pudo los estacazos
sortear la impronta de la cara torva y huraña, asestados por el insolente y corpulento eunu-
en el grado en que le fue posible sortearla. co, que aporreando a la muchedumbre, abre
Dado que del reverso de la Urbe se desprende paso a los portadores de la silla de manos
una impresión totalmente diferente a la pro- (sella gestatoria), transportando el epicúreo
ducida por su anverso, con el obligado resul- patricio, o la litera cerrada (lectica), en cuyo
tado de que el verdadero ser y parecer de la interior, invisible y fisgona, cruza reclinada
Roma cesárea vino a ser una mezcla inar- tras el dosel de damasco la opulenta matrona,
mónica de las dos. En todo caso, muy distinta casada por descontado, por prohibirse a solte-
de la imagen representada en las aduladoras ras, viudas y divorciadas el derecho al uso de
reconstrucciones en celuloide tecnicolor ser- aquel medio de transporte urbano. De aquí la
vidas por los estudios de Hollywood, o im- conveniencia, o el imperativo de utilizar en la
presas en forma de maqueta ilustrativa en los visita a Roma la silla de manos o la mulilla:
textos históricos del pasado siglo. en todo caso, caminando por el centro lo
menos posible, precaución y gasto en abso-
Para empezar, y en contraste con la mag- luto superfluos visto el informe de Juvenal.
nificencia de los edificios públicos, la vivien-
da del romano medio era de escasa prestancia Hasta en tiempos preimperiales, la Roma
y dimensión, y edificada formando calles republicana era ya como residencia una autén-
estrechas culebreando en repecho por las tica pesadilla para seres de un sistema neuro-
estribaciones de las famosas siete colinas, vegetativo normal. Principalmente, a causa
reservadas sus cimas para residencia de los de su poco envidiable ubicación para fiorituras
privilegiados: dioses o humanos. Irritantes urbanísticas, agravada por la falta de planifi-
por demás y por lo inevitables las molestias cación constructiva necesaria para encauzar
producidas en el callejeo por el casco antico, su incensante expansión. Merecedora en con-
en brega constante por entre elfumum et opes junto de un bastante desfavorable juicio de al-
streptumque Romae, que tanto sulfuró a Ho- guien que conoció a fondo la ciudad, al com-
racio, y el odorem culinarium fumantium tan pararla con la villa favorita de Aníbal, y de
ofensivo para el olfato de Séneca. Humos y bastantes veraneantes romanos:
estrépitos inaguantables para Juvenal, quien «Los capuanos —escribe Cicerón— ensalzan la
en su Sátira III nos legó una secuencia, por su excelencia de sus campos y la abundancia de sus
colorido y plasticidad casi cinematográfica, cosechas, la salubridad, orden y belleza de su ciu-
expresiva de las abrasivas incomodidades dad... ridiculizan y desprecian a Roma, construida
que en su tránsito callejero asediaron al su- sobre un amasijo de colinas y cañadas, colgados sus
pisos y boardillas sobre pésimas calles y angostos
frido peatón. pasadizos: todo muy inferior comparado con su Ca-
pua, extendida sobre terreno llano y admirablemente
Nada más que relativo el alivio procurado situado» (1).
por la prohibición decretada por Claudio, y
mantenida por siglos, suspendiendo durante Más tarde, y en tiempos imperiales, y para
el día el tráfico rodado dentro del recinto colmo de inconvenientes la capital del mundo
murado de la ciudad. Con la autoridad deri- apestaba terriblemente. Tanto así, que el
vada de la experiencia personal del corto en éxodo de los ricachones en villeggiatura ve-
dineros, el satirista se autorretrata apretujado raniega, constituyó por igual una vía de es-
por una compacta masa humana de tran- cape al rigor de las temperaturas como una
seúntes, que camina embestida por los carros medida profiláctica, por incorporarse a las
cargados de materiales de construcción
—una constante las obras edilicias en el
paisaje urbano de Roma— mientras rezu- (1) Cicerón. De Lege Agraria (11-35).

22
TURISMO ROMANO 291

molestias de los ruidos, de los malos olores y ¿El silencio nocturno? Pura metáfora de
del tráfico incontrolable y demencial, una poetas quebrado el de la noche romana por
amenaza aún más grave. El mortífero azote los balidos y mugidos de los densos rebaños
periódico de las palúdicas y epidemias, hijas de reses camino de los mataderos, hormi-
de un deficiente sistema de alcantarillado. gueando por entre las reatas de carromatos
Totalmente insuficiente pese a la Cloaca Má- envueltos en un estruendo de mil demonios,
xima, y a sus hediondos afluentes, en relación acarreando las ingentes montañas de leña
con la magnitud del censo urbano de la precisas para mantener bien calientes los
metrópolis más metropolitana del mundo co- tepidarium y calidarium de las monumen-
nocido. tales thermae públicas, en las que el cives
romano, impenitente glotón, gustó derretir
durante el día sus grasas.
Roma de noche
Ni siquiera al aproximarse la madrugada
Sin despejarse la situación al declinar el remitía el bullicio de la noche romana Antes
día y empeorando tan pronto apuntaba el bien, se acrecentaba por el tránsito de carrua-
anochecer. Ya previno un trotacalles del pe- jes dispuestos para viajes, de longitud varia,
laje de Juvenal al trasnochador en cierne alia apresurados en cargar y descargar impedi-
ac diversa pericula noctis, escribiendo de menta, con el fin de abandonar la capital al
seguido en plan de experto consumado en amanecer, pues una de las muchas cosas
Rome la nuit: realizadas por los romanos con notoria efi-
Possis ignaras haberi
cacia y diligencia fue el percibir impuestos y
et subiti casus improvidus, ad cenam multas.
si intestatus eas...
«Muchos enfermos mueren aquí por falta
motejando de insensato a quien sin antes otor- de sueño» (Plurimus hic ager moritur vi-
gar testamento abandonó su domus de no- gilando), suspira Juvenal aludiendo a la ba-
che, para cenar en la del prójimo. Toda raúnda callejera nocturna, que debió ser in-
precaución poca para el noctivago. Amén de fernal, convirtiéndosele al noctámbulo Mar-
atracos y otros sobresaltos, nunca imprevis- cial el trasnochar en una pesadilla diurna:
tos por calles angostas, precariamente alum-
bradas con teas, en el mejor de los casos. «No se puede dormir por la mañana —pro-
Levantada la veda al tráfico rodado, no pudo testa en el epigrama XII— con los maestros
ser insólito que en su prisa por llegar a la de escuela, ni por la noche con los panaderos.
mansio amiga, donde le esperaban para la La gente que pasa riendo me despierta» y
caena, algún joven y atolondrado patricio rubrica su protesta con una frase estupen-
casi atrepellara con su utilitaria biga de dos damente gráfica: «Tengo a Roma en la ca-
caballos, a algún ciudadano de a pie, o quizá becera de mi cama».
a algún edil, quien maldiciendo bajo la toga
mancillada por las salpicaduras del barro Se comprende perfectamente que en otro
—raras más bien las calles decentemente epigrama posterior, autobiográfico como tan-
pavimentadas que tuvo la «Urbs»— mas- tos de los suyos, consigne su aspiración a
cullaría indignado y con harta razón, Quid retirarse a su Bílbilis bucólica y rural, rure
hercle faciamus de obstructione?, tomado de vero barbaroque, que es como elogiosamente
cierta comedia del tiempo, interjección, que califica el rudo paisaje bilbilitano, con el
actualizada pasa a ser un «¿Qué diablos objeto de somniusque quae magna negabit
vamos a hacer con el incordio del tráfico?», Roma mihi; en simple y liso castellano, para
juicio marcadamente revestido de moderni- recuperar parte del mucho sueño perdido en
dad. la Roma de sus ensueños.

23
292 ESTUDIOS

Evidentemente, consiguió la nox cum ciosas Baeticae crotallistriae, postre favorito


somno (Epig. 11-90) de sus ansias, de lo de las orgiásticas coenae de los patricios en
contrario, este hombre que como buen ara- plan de refocilo y francachela, en el preciso
gonés impregnó a sus textos de enorme sin- momento en que los vinos y la ausencia de
ceridad, no habría escrito ya de retorno en su inhibiciones fluyeron en desmadrada profu-
pueblo natal: sión, constituyendo sus danzas, al metálico
«Gozo profundo, prolongado sueño repiqueteo de sus ancestrales castañuelas, la
Que a veces dura más de la hora tercia, más picante salsa de toda juerga romana que
Y aquí reparo todas las vigilias, se respetó... por su falta de respeto.
Sufridas en el curso de treinta años» (Ep. XII-18).
Los textos latinos que las evocan indican
Trasladándonos al polo socialmente opues- con nitidez lo poco que la popularidad gozada
to, y muy superpuesto además al abigarrado por las peculiarísimas danzas de aquellas
mundo abisal por el que brujuleó un bohemio casquivanas compatriotas nuestras, entre la
congénito y a la cuarta pregunta como Mar- plebe y el señoritismo romano, tuvieron que
cial, se aprecia que las incomodidades de ver con efluvios orientales ni con la estética,
Roma y a despecho de afirmación en contra al informarlas la libido pomo y doscocada,
de Juvenal, —magnis opibus dormitur in con algo de folklore atlántico por imperativos
urbe— las molestias urbanas fueron pade- geográficos. Leídas rectamente las referen-
cidas en sus lechos respectivos al igual por cias directas a las puellae, denotan que el
ricos y pobres. Cuestión en la que el linajudo arte cultivado por las gaditanae —gaditanos
y opulento cordobés Séneca coincide plena- jamás— se caracterizó por su despampanante
mente con el cínico y desgarrado baturro, al lubricidad a palo seco. Reducida la coreo-
confesar que una de las razones que le grafía a un remeneo lascivo de los glúteos,
indujeron a pasar cuanto tiempo pudo en sus más sísmico que rítmico, capaz de escanda-
villae rusticae, de las que por cierto poseyó lizar a seres ostensiblemente vacunados con-
una verdadera colección, era para resarcirse tra toda clase de espantos, como Juvenal y
del insomnio padecido en Roma. Ya en su Marcial, quienes si mencionaron en sus es-
villa de Nomentum, el distinguido estoico critos a las «bailaoras» proto-andaluzas, fue
exulta de epicúreo placer al redactar allí su para vituperarlas como practicantas de un
epístola CIV, en la que celebra haber podido arte, a su juicio, de un mal gusto inenarrable.
zafarse de «la opresión de la ciudad y de los
humos apestosos de sus cocinas», o como él Pero ejercido con un éxito singular. Ci-
puntualiza, libre al fin de la gravitatem urbis frada su magnitud en el increíble número de
et illem odorum culinarium fumantium. «bailaoras» afincadas en Roma, entrado el
Independientemente de lo bien o mal que Imperio en su decadencia. La profusión del
durmiera por la noche, el ciudadano romano, gremio consta a través de una estupenda
no perteneciente al núcleo de los que traba- noticia, respaldada por la autoridad de un
jaran, hubo de madrugar. Así se lo impuso el buen historiador, al reseñar en trance tan
rígido ritual del ritmo social de su urbe, del imprevisto como al hablar de las plagas de
que formaba parte la rentable salutatio ma- hambre provocadas por las depredaciones
tutina a su protector. En cambio, a la hora vándalas y visigodas que azotaron a Roma en
sexta, o mediodía, gozó de su siesta, como su el siglo V. En el curso de una de ellas, y para
etimología delata, invención no tan española reducir al mínimo el número de bocas que
como se repite. alimentar, las autoridades de la ciudad abor-
daron el problema expulsando del recinto
Quedaría un tanto incompleto el cuadro de ciudadano a todos los extranjeros operegrini,
las diversiones nocturnas sin un recuerdo a incluidos los profesores de artes liberales,
las puellae gaditanae, las procaces y bulli- griegos y galorromanos en su mayoría. Pero

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TURISMO ROMANO 293

—y relata refero— autorizando a permanecer Romano sería el solar inicial de Roma. Con
intramuros a tres mil bailarínas, con magis- cluido el festival como el Rosario de la Auro-
ter, los contratistas o apoderados de las mo- ra, figuraría en la conciencia histórica del
zas, auténticos tratantes de blancas y de romano transmutado en el acta natalicia de
morenas, explotadores de las avisadas explo- todo un Imperio.
tadoras del aburrimiento del romano (1).
Trasladándose del mundo de la fabulación
al de los hechos, más tarde no fueron precisas
añagazas ni subterfugios de ninguna especie
Turismo festivo para que desde remotos puntos del Imperio
acudieran verdaderas muchedumbres para
Inevitable comentar con el detenimiento presenciar los ludi romani Suetonio, escritor
debido el atractivo turístico ejercido por los engagé a probar que cualquier tiempo pasado
festivales romanos primordialmente para- fue peor, al evocar los celebrados en tiempos
deportivos denominados genéricamente ludi, de la dinastía Flavia escribe: «Tal multitud
cuyo alto potencial para atraer forasteros acudía a estos espectáculos que muchos fo-
aparece consagrado en los propios orígenes rasteros tenían que acomodarse en tiendas
de Roma. Pese al tiempo transcurrido, ni levantadas a lo largo de los caminos... y era
siquiera los niños italianos en edad escolar tan grande la aglomeración que muchos pere-
ignoran que el célebre episodio del rapto de cieron, a veces, aplastados».
las Sabinas no fue un acto de gamberrada
erótica perpetrado por sus antepasados con- Sin pasar de ser en su esencia aquellos
tra sus antepasadas, sino pura fábula simbó- atrayentes ludi otra cosa que los juegos hele-
lica de la fusión de dos clanes rivales, latinos nos, tomándoselos los romanos, insignes co-
y sabinos, por medio de connubios, a lo sumo piones, adaptándolos a su imagen y seme-
algo más forzados de lo que es normal en todo janza. Dada la infidelidad del plagio, se deri-
tiempo y lugar. La realidad oculta bajo todo van las diferencias que distanciaron a la copia
gran mito, tampoco le priva a éste de valor del original. Estribó una importante variante
informativo, al comparacer en la fábula las en la actitud del espectador del romano ante
Sabinas en plan de incautas espectadoras de el deporte. Otra en que las olimpiadas pan-
un festival cívico-deportivo, destinadas a ser helénicas, además de reducirse las compe-
raptadas en su curso por los astutos latinos, ticiones a cinco días, cada cuatro años, se
sufriendo al parecer un serio déficit femenino fundamentaron en el atletismo puro, en el
en su censo tribal. Se trataba en suma de un
simple problema demográfico resuelto a las desnudismo integral, con exclusión absoluta
bravas y con extrema simplicidad. Una vez de estamento femenino tanto en pista como
reducida la cuestión a encandilar a las mu- en grádenos. Los ludi, en cambio, en un
chachas del cerro de enfrente al Palatino, con el profesionalismo mercenario, provisto de bas-
señuelo de un programa de festejos con ali- tante adminiculo y faldamento, con múltiples
cientes capaces para inducirles a abandonar, ocasiones para satisfacer la afición del ro-
por unas horas, sus inaccesibles villorrios mano y de la romana a apostar como des-
empinados en las colinas del Capitalino y del cosidos desde su asiento en el anfiteatro,
Quirinal. La existencia de Roma prueba el mientras se desrriñonaba sobre la arena el
éxito de la treta. Las jóvenes descendieron bárbaro que para ganarse la vida hubo de
como corderillas a un prado existente entre jugársela divirtiéndoles.
las tribus rivales, que con el nombre de Foro
También difirió del gusto griego, nada ma-
lo en materia de festivales, que se erigieran
(1) Samuel Dill. Román societyfrom Ñero to Mar- en reinas de los deportes-espectáculos ro-
cus Aurelius. (Londres, 1904). manos las carreras de caballos, inevitable-

25
294 ESTUDIOS

mente tirando de carros los animales, moda- mana de nuestras plazas de toros. De modo
lidad con la que se hallará adecuadamente más evidente su interior, parentesco acre-
familiarizado\quienquiera no le incapacitó su centado por la pompa, o desfile inicial de
edad para librarse de contemplar las suce- gladiadores, quienes tras el Morituri te salu-
sivas versiones cinematográficas del «Ben tant, del ritual, sustituían sus vistosos equipos
Hur». de paseo por los genuinos trastos de matar: de
matarse unos a otros, en su caso.
Era en la elipse de los circus donde
aquellas pruebas tuvieron lugar. En lo arqui- En su conjunto áspera y chabacana, sin
tectónico, fieles réplicas del stadion griego, disputa, la tónica dominante en aquellos ludí,
pero auténticos hipódromos atendida su fun- de los que los scaenici formaron parte. Mer-
ción. Pálidos remedos cuantos circos exis- ced a esas afinidades que en literatura suelen
tieron del Maximus de Roma, activo por entrelazar sujeto y objeto, pudieran explicar
siglos en el hoy inmenso descampado apra- que artista tan exquisito de la palabra escrita
derado en la herbosa explanada que separa al y hablada como Cicerón, usara términos, por
Palatino del Aventino. los chulapones, desusados en el purísimo
léxico del meticuloso prosista, al informarle
El fenomenal éxito de masas obtenido por desde Roma a un amigo ausente: Omino ludi,
los circenses radicó en su gratuidad para el si quaeris, apparatissimi, sed non tui sto-
espectador, llegándose en una década deter- machi(l).
minada al punto de que más de la mitad de los
días del año hubo ludi en Roma, sufragados Prueba la vitalidad de los ludi en Roma
casi siempre con cargo al fiscus o erario capital que subsistieran en pleno auge hasta
imperial. Imperando Calígula, las carreras en los momentos en los que el Imperio se
alcanzaron cimas de exaltación popular, por venía abajo desvencijado por todos los lados
lo delirantes, acaso muy por encima de las y fronteras. Hay una impresionante referen-
más enfervorizadas horas de pasión futbo- cia a la perdurabilidad de los circenses en los
lera. En sintonía con la pasión por los ca- hábitos del pueblo romano, fechada en el año
ballos que aquel demente, no carente de 419, campando ya imparables y por toda
cierto extraño sentido del humor y de la Italia los invasores bárbaros. En el poema
política, cumplidamente probado, según el sic viajero que con el título De Rédito suo com-
dicitur de Suetonio, al ascender a uno de los puso Rutilius Namatianus, que entre otros
cuadrúpedos de su cuadra, «Incitatus» de cargos desempeño en Roma el de Praefectus
nombre, al rango consular. Urbi, o alcalde de la capital, relata el retorno
por mae a su Galia natal, alejándose de
Otros espectáculos funcionaron simultá- Roma en uno de los más críticos momentos
neamente para diversión del populus y entre- de su historia. Dramático contrapunto con el
tenimiento de los peregrini de visita. De gran hecho de que al izar anclas el barco en el
acepción y aforo los anfiteatros, creación Portus Ostiensis, y con los bárbaros a las
típicamente romana tanto en lo arquitectó- puertas de la ciudad, resonaran en los oídos
nico, como en el tipo de atracciones por lo de Namatianus saepius attonitas resonant
general programadas en su arena, al servir de cercensibus aures), el estrépito de los ludís
escenario para las luchas de gladiadores, uno circenses, cotidianamente celebrados en el
de los rasgos más repulsivos y al mismo anfiteatro vecino (2).
tiempo expresivos de aquella civilización,
principal substrato de la nuestra. (1) «Si bien es cierto que todos los juegos han sido
espectaculares, no al gusto de tu estómago». M. T.
Tópico resobado ya señalar, a despecho de Cicerón. Ad Familiares. (VII-1).
la intempestiva ornamentación moruna que (2) Jérome Carcopino. Recontres de l'histoire et de
externamente las reviste, la ascendencia ro- la littérature romaines. (París, 1963).

26
TURISMO ROMANO 295

El viajero, ex alcalde al fin y a la postre, no das de entusiasmo anuncian hallarse las gra-
se escandaliza. Y estampa su adiós postri- derías repletas». Un buen soporte al tópico de
mero, complacido, anotando, Nuntiat accen- que la ciudad alegre y confiada agonizaba
sus plena theatra favor. Es decir «las olea- entre espasmos de placer.

LA GRECIA DEL ROMANO

Lord MacAuley, historiador de pro y du- emperadores, y tantos otros personajes de


cho sintentizador en conceptos claros y ro- rango y notoriedad inferiores, visitaron la
tundos el intríngulis de complejas cuestiones, patria natal de los dioses y héroes de su
escribió en 1860: «El espíritu de las naciones panteón oficial.
más famosas de la antigüedad fue marca-
damente exclusivista. Es hecho cierto que los Los suficientes como para dudar que exis-
griegos sólo se admiraron a sí mismos: los tieran miembros del elenco del haute monde
romanos únicamente a sí mismos y a los romano, que osaran arriesgar su status, per-
griegos». mitiéndose lo que pudo ser la contraesnobería
de desconocer la patria de Hornero, Sófocles,
Admiraciones por lo ajeno, tanto más si Fidias y Pericles. Tan sólidas las constancias
moderadamente ignoto y distante, acostum- de sus viajes como los indicios para localizar
bran cristalizar en el ámbito turístico, esti- uno de sus móviles más efectivos. Cifrado en
mulando a las gentes receptivas al estímulo a el embeleso que debieron sentir, ya de regreso
conocer de visu lo admirado. De ahí que lo al lar, reviviendo entre sus pares las impre-
que pudo entonces decirse turismus, con ab- siones personales recogidas ante las glorias
soluta corrección léxica, se diera por Grecia arquitectónicas de Delfos, Epidauro y el Par-
con mayor pureza y plenitud que por parte tenón, perorando en el patio de su domus o
alguna del Imperio. Viniendo a ser su pro- villa: adornado con toda probabilidad con
vincia de Achaia, para el patricio romano, lo objetos artísticos adquiridos a modo de me-
mismo que la Italia del XVIII para un gent- moranda o souvenirs, en parajes donde tanto
leman inglés del Grand Tour, o Europa para abundaron.
un americano venido a más del XIX en
adelante. El lugar que era menester visitar Viaje casi rutinario y perfectamente or-
para ser tomado en cuenta en círculos mun- ganizado, por otra parte. Máxime a partir del
danos de alto coturno o de alto nivel intelec- día en que Trajano estiró la Appia hasta
tual: por tratarse de la excursión que automá- Brundissium, como para que no pudiera de-
ticamente confería al viajero cierta prestancia cirse en lo sucesivo, y en la moderna acep-
o barniz cultural y social. ción, que el viaje de Italia a Grecia fuera obra
de romanos. Cuando se hizo tan factible y
La falta de relatos viajeros sería más de hasta delectable de acompañar la suerte. Un
lamentar de no suplir la carencia la misma buen madrugón en Brindisi, combinado con
literatura latina y las biografías de sus más vientos propicios y vigorosas remadas, per-
eximios cultivadores, logrando entre todos mitían a un navio ordinario cruzar el Adriá-
que pertenezca al lugar más común y con- tico antes del anochecer, y anclar en Dyrra-
sabido la asiduidad con que desde Cicerón a chium, en la costa ilirica o albanesa. Para
Plutarco, pasando por Virgilio, Horacio y empalmar allí con la Vía Egnatía, rozando el
Petronio, más los dos Plinios, y sin incluir Norte de Grecia, tras atravesar los Balcanes,

27
296 ESTUDIOS

y terminar en el Hellesponto. Sin lograr la cristiano, lo que significó el fiscal al aludir a


gran carretera deshancar en viajes a la Hela- una escultura que no mucho antes de men-
de la íntegra utilización de la vía marítima, tarla debió admirar en un villorrio cercano a
con mucho la más favorecida. Por la cortedad Atenas, es que a aquella estatua «se debía el
de la distancia a Corinto, navegando en cabo- que Tespia fuera visitada», añadiendo para
taje por el normalmente plácido y archipiela- remachar el clavo la interesantísima coletilla
guizado mar Jónico. de que num alia visendi causa nulla est; o
sea, «pues no hay ninguna otra razón para
visitar la población». Referencias posteriores
La cara fea del turismo suscritas por autores griegos y romanos cer-
tifican la veracidad del tajante dictamen de
Al principo, que principio requieren las Cicerón, alusivas al número de viajeros que
cosas, en las postrimerías de la República el se desplazaban desde Atenas a Tespia, con el
magnetismo ejercido por la Grecia romana exclusivo objeto de admirar el Eros conser-
entre sus dominadores no tuvo consecuencias vado por la por tantos otros conceptos insig-
demasiado perniciosas para el terminal re- nificante villa natal de Phriné, la modelo
ceptor. Turista altamente representativo de favorita de Praxiteles. Circunstancia repetida
aquella época Cicerón, abogado brillante y en las escalas en el puerto d« Cnidus, por
prometedor, embarcado en un tour por Gre- muchos romanos rumbo a Rodas y Efeso,
cia y Asia Menor para reponer su salud: desde Atenas, sin otro propósito que el de
episodio del que guardó imborrable recuerdo contemplar la celebérrima Aphrodita de Pra-
durante el resto de su existencia, con opor- xiteles, cuyo renombre, y por ausencia de la
tunidad de servirse de sus experiencias via- escultura original, perdida en Constantinopla
jeras al poco de su excursión. durante la Edad Media, ha llegado a nuestros
días gracias al acopio de copias, más de una
Al intervenir como fiscal en el proceso adquirida de fijo por algún turista romano.
incoado contra Caius Verres, praetor de Si-
cilia, acusado ante el Senado de un cúmulo de De todos modos, y visto lo expuesto, ha-
tropelías en el desempeño de su prebenda. bremos de convenir que si semejante tipo de
Entre otras, la de haberse apropiado, pro excursiones no fueron turísticas, convendrá
domo sua, de un importante acopio de esta- invitar a Zeus a bajar del Olimpo para sus-
tuaria griega. En la furibunda requisitoria tanciar el pleito.
contra el rapaz gobernador ( Verrinae. Actio La facilidad con que en aquellas calendas
Secunda. Líber Quartus. De Signis), Cice- se realizó el tránsito de la admiración estética
rón puso en hábil juego su experiencia turís- pura, al latrocinio descarado —cuestión de
tica al valorar en sextercios, como el más
competente de los anticuarios, el hurto ma- tiempo— pone elocuentemente de manifiesto
sivo del praetor, en ciudad tan intensamente el simple hecho de que aquel sobresaliente
griega como Siracusa. Entre las estatuas Eros, elogiado por Cicerón, terminó sus días
apropiadas por Verres, mencionó Cicerón en Roma, al llevárselo allí, y por las bravas,
cierto Cupido de mármol, atribuido a Praxi- un amante de la estatuaria griega del calibre
teles, hermano gemelo de otro, propter quent de Nerón.
Thespiae visumtur. Un episodio aparentemente anecdótico de-
ja de serlo por constituir uno de tantos que
Excepcional valor informativo de un dato sumados forman parte del monumental expo-
que permite entrever la forma en que invir- lio artístico llevado a cabo en Grecia durante
tieron su ocio, en sus andanzas por Grecia, el siglo I de nuestra era. Ninguna saca más
turistas del paladar y clase social a la que monstruosa, por premeditada y alevosa, que
Cicerón perteneció. Porque dicho más en la perpetrada por la cleptomanía artística de

28
TURISMO ROMANO 297

Nerón, empeñado en adquirir por la vía rá- Acrato la despaciosa tournée por la patria de
pida objetos de alta calidad para decorar su Fidias realizada en el año 66 por Nerón,
soberbia Domus Áurea. Un insolente pala- acompañado del refinado y escéptico Petro-
cio, según algunos arqueólogos, de extensión nio, amigo suyo por algún tiempo y más tarde
superior a Versailles y El Escorial, que se víctima de aquel verdugo. Virajes afectivos
construyó el emperador tras aquel memo- nada infrecuentes en tiempos neronianos, co-
rable incendio de Roma, que en un puñadito mo además de los del propio Petronio dan fe
de días convirtió a gran parte de la capital del los postreros suspiros de nuestros paisanos
Imperio en un inmenso solar calcinado... Séneca y Lucano, integrantes del censo de
fácilmente edificable. Para ornamentar con quienes perdido el cesáreo favor dieron por
arreglo a su delirante fantasía los aposentos, terminados sus días seccionándose las ar-
patios, baños y jardines de tan espectacular terias dentro de una bañera. Por venir de la
mansión, que de tan corta existencia disfrutó, pluma del autor del «Satiricón» no tienen
el emperador destacó a Grecia una especie de desperdicio los detalles de la gira imperial
comisión artística con la consigna de arram- que en cartas escritas desde Grecia comunica
blar con cuanta obra maestra transportable Petronio a su amigo, el gramático Marco
que digna del capricho imperial encontraran Valerio, resaltando el carácter turístico del
por allí. Acaudillaba la expedición un liberto viaje en su estilo elegantemente zumbón:
asesorado por el filosofastro Carinas, cum- «Al pasar cerca del lago Alción, en el Peloponeso,
pliendo el mandado en los términos evocados "nuestro Divino" —así denomina de vez en vez el
por un moderno comentarista: incisivo satírico al excéntrico emperador— decidió
medir su profundidad. Obtuvo unas cuerdas de más
«Jamás se reunió con mayor rapidez y reparando de un estadio de longitud y las arrojó al agua con un
menos en gastos tan fabulosa colección de esculturas, gran peso amarrado a uno de sus cabos».
pinturas y objetos de arte. Mas de dos mil estatuas
fueron a poblar las galerías de la Domus Áurea tras Noticia'expresiva de loable curiosidad por
escudriñar la pareja hasta la última aldea griega. Sólo arte del augusto viajero, merece muy diferen-
de los templos de Delfos extrajeron quinientas. Por te calificación otra consignada por Petronio
aquí y allá surgieron protestas por el secuestro ma-
sivo de dioses y héroes. En algunos casos Acrato y en otro párrafo de la misma carta, en la que
Carinas tuvieron que pedir protección a las guar- reaparece la escultura del diocesillo del amor,
niciones locales contra la multitud enfurecida. La celebrada páginas antes por Cicerón:
«Venus de Milo» perdió sus brazos en la disputa,
cuando una noche un grupo de ciudadanos fue a «De Tespia nos llevamos la estatua de Eros, obra
rescatarla al puerto donde estaba embalada para su de Praxiteles, pero en Micenas hemos ofrecido a
embarque, y la escondieron tan bien, que durante casi Juno una corona de oro y una túnica de purpurea. En
dieciocho siglos la mutilada Venus, permaneció per- Pisa, cerca de Olimpia, Nerón se apoderó de la
dida para la humanidad» (1). estatua de Ulises, del grupo de representa a los
capitanes griegos decidiendo quien de ellos debía
aceptar el desafio de Héctor».
Estampa válida de pasar por alto la cir-
cunstancia, secundaria al fin y al cabo, de que Aquellas reprobables depredaciones ma-
la buena moza quedó manca mucho después, sivas tuvieron por lo menos ciertas atenuan-
en el curso de una reyerta librada en 1820 tes, de cara al romano, digamos medio, a
entre los vecinos de Melos y los arqueólogos cargo de su obligado corolario: las repercu-
franceses que se llevaban al Louvre la estatua siones turísticas que comportaron. Lógico
de Aphrodita que acababan de redescubrir. imaginar que su familiaridad con tanta excelsa
joya del arte griego, desplegada ante su mirada
Para desventura del acervo artístico de en los más públicos lugares de Roma, si no la
Grecia poco desmereció de la expedición de engendró, hubo al menos de fomentar y vul-
garizar más tarde, el auge de una moda
(1) Cario María Franzero. The Life and Times of consistente en la visita sistematizada de los
Ñero. (Londres, 1954). focos matrices de tan sublime belleza.

29
298 ESTUDIOS

La Grecia del turista tectónicas y artísticas lo que primordialmente


orientó hacia Atenas y alrededores los pasos
Periclita un siglo, el I, para ceder paso al de la mayoría de los turistas romanos, de
que sucede. En el paisaje heleno ya no son tomar literalmente una de las epístolas de
ruido, sino ecos de un ayer, el chocar de Atticus a su amigo Cicerón:
espadas y cesa por los caminos de Grecia el «Ejercen fuerte impresión en nosotros los lugares
chirriar de carretas spolis Orientis onustos, que preservan huellas de quienes admiramos y reve-
transportando a los puertos, con destino a renciamos. No me atrae tanto mi querida Atenas por
Roma, enormes cargamentos de obras maes- sus edificios y monumentos del antiguo arte griego,
tras de estatuaria clásica. como por los sitios en los que sus grandes hombres
vivieron, hablaron y yacen enterrados».
Cambiaron los tiempos tanto como las Entrado en años el Imperio se acentúa la
romanas gentes que en son de paz visitan la transferencia del gusto viajero de lo histórico
provincia más insigne del Imperio. La nueva a lo estético. Un anónimo vate del tiempo de
grey se desplaza impelida por el más potente Nerón, y en un poema, Aetnae de nombre, al
incentivo turístico de acción interna de cuan- exaltar las maravillas panorámicas del volcán
tos se conocen: visitar una comarca previa- siliciano, cambia de tercio para enfrascarse
mente visitada por muchos más. en una interesante disquisición acerca de los
Los de ahora son más numerosos, menos motivos inductores del viaje a Grecia. Tras
belicosos y con mucho sextercio. En lugar de exponer en lugar preferente los estímulos de
procónsules, estudiosos y autoridades de al- tipo histórico, aduce de seguido otro motivo
tas ínfulas y coturnos, acompañados de vo- adicional:
luminosos séquitos, los optimates —míresela «Numerosos también los seres atraídos por las
como se la mire, pésima clientela para las pinturas y estatuas de los griegos. La " Anadiomene",
comarcas obligadas a soportarla— integran el con sus cabellos chorreando, la terrible "Medea",
nuevo alud visitante promociones patricias de con sus hijitos jugando a sus pies, el sacrificio de
nuevo cuño, los honestiores, imitados por Ingenia, con su padre que oculta la faz tras el velo, y
libertos enriquecidos en el negocio y el agio. alguna obra de Myron, son obras que a muchos
incitan a cruzar tierras y mares para contemplarlas».
Todos preocupados en cambiar de aire y
ambiente, cultivarse un poco, realizar com- Aprovechando los servicios marítimos pre-
pras y pasarlo bien. valentes, el turismo romano camino de Ate-
nas se ahorra varios días de navegación,
El expolio a los griegos de su patrimonio renunciando a contornear las arideces de la
artístico adopta formas inocuas. Lejos de costa Sur del Peloponeso, estableciendo con-
retornar al latrocinio abierto y descarado, los tacto con su Grecia a través de una ciudad, la
visitantes encargan a buen precio copias de más poblada y rica de todas las griegas, que
las obras originales que más les placen, bas- conservaba muy poco de helena.
tantes de las cuales figuran hoy con luci-
miento único en las salas de estatuaria griega
de los principales museos.
Corinto la descocada
Conviene señalar, para situar los sucesos
en su punto y sazón, la evolución registrada Capital administrativa de toda la Achaia,
en el gusto viajero en el siglo II, que es como denominó la burocracia imperial a lo
cuando la especie laica y andariega del pere- que poetas y vulgo siguieron llamando Gre-
grinus, antecedente directo del turista, ad- cia, era Corinto y sin disputa, la ciudad más
quiere los semánticos perfiles que le distin- póspera, cosmopolita y desenfadada de toda la
guen. En fechas previas, no parece fuera al provincia. Destruida por Mumnius, en un
principio el placer de contemplar obras arqui- acto de vandalismo integral perpetrado siglo

30
TURISMO ROMANO 299

y medio antes de nuestra era, lo poco que tuaria y vinícola ciudad las eróticas eutra-
pudo quedar de la Korínthos griega es más pelias que tan escandaloso renombre le pro-
que probable desapareciera al reconstruirla curaron. Non cuivis hominis adire Corín-
Julio César, en el año —46, a los cien años thum, escribió Horacio en vena epicúrea,
justos de su destrucción. Para renacer a una dando cabida con aquel «no está al alcance
opulencia y bienestar desconocidos en tiem- de cualquiera ir a Corinto», a un proverbio
pos helenos. romano traducido del griego. Que el sabe-
lotodo Aulo Gelio atribuye su razón de ser a
Asentada equidistante entre dos puertos los precios prohibitivos en que las hetairai
—bimarismi Corinthi la llama Horacio en locales tarífan el usufructo momentáneo de
una Oda— sitos a cada lado del itsmo por el sus corporales encantos. Lo que con la fuerza
que circuló enorme flujo y reflujo de mer- probatoria de todo refrán, refrenda el grado
cancía y personal, a principios del siglo II el que como lugar de pasaje y de moda, la
peculiar atractivo de la Corinto romana se Corinto romana permaneció fiel a sí misma y
hallaba en plena ebullición, y a su paso por a su reputación.
ella, en tiempo de Marco Aurelio, anotó
puntual en su guía un griego romanizado: Merced en gran medida al número y cele-
bridad de su aún famosas rameras, instalado
«Corinto no está ya habitada por ninguno de los su centro de operaciones en las dependen-
antiguos corintios, sino por colonos enviados por los cias adjuntas al templo de Aphrodita Pande-
romanos» (1). mos, advocación pintiparada para la patrona
tutelar de los pandemóniums nocturnos que
Y por sirios, alejandrinos, áticos, espar- tan verdusca notoriedad dieron a la disoluta
tanos y judíos, entre quienes tantos prosélitos capital. Que como recuerdo de tiempos aún
para su credo reclutó San Pablo en un año y más despreocupados preservó en el interior
del santuario la tumba de Lais, la legendaria
medio de estancia Lo de que la frecuentara prostituta Como señala Pausanias, que ase-
tanto turista de paso se lo debió a su reputa- gura lo vio, rematando su sarcófago, con
ción. Por brindar creación tan típicamente exquisito sentido del símbolo, por la efigie de
romana, al romano distante a la Roma de sus una desafiante y erecta leona, apoyadas sus
pecados, oportunidades sin tasa para, sobre garras en el lomo de un cabrito, por las
suelo extraño, y a la vez familiar, gozar de las muestras, extenuado, posando el bajo vientre
mismas diversiones que en su capital. En contra el suelo en posición de en su lugar
ninguna otra ciudad de Grecia encontró el descanso.
visitante tan generosas ocasiones para el pla-
cer y el desenfreno organizado y comercia- Patentiza el influjo de Corinto en los gus-
lizado, llegando la hospitalaria Corinto al tos del romano, que en cuestión de estilos
significativo extremo de implantar en su re- arquitectónicos, entre todos los griegos, es-
cinto luchas de gladiadores, espectáculo, pese cogiera para la mayoría de sus construcciones
a que se intentó, imposible instaurarlo en de rango el llamado orden corintio: el menos
Atenas ante la efectiva repulsa de aquellas griego de todos. La trascendente función tu-
carnicerías por parte autóctona rística de Corinto no se circunscribió a la
juerga y al relajo. En materia de entreteni-
Sin tener que superar el romano de la mientos de más respetable índole que los que
metrópoli traba alguna para compartir con el le hicieron famosa, la ciudad celebró cada
vecindario y población flotante de la por- dos años los Juegos Itsmicos, en honor de
Poseidón, compitiendo en pruebas de fuerza
(1) Pausanias. El lados Periegesos. Lib. II. Pág. y destreza los más fornidos atletas del Medi-
135. (Ed. Peter Levi S. J. Londres, 1971). terráneo oriental.

31
300 ESTUDIOS

Excursiones radiales villoso golfo de su nombre, y tras desem-


barcar en Kirra, «el puerto de Delfos», según
Estratégicamente situada, avezada al trans- Pausanias, ascender a lomo de caballería al
porte de personas por tierra y mar, Corinto principal centro peregrino de Grecia en có-
ofreció al vístante cómodos medios para co- moda caminata.
nocer diversos puntos cercanos de acreditado
interés. A la villa de Argos, próxima de los
semi-mitológicos restos de Mycenas, capital Atenas la bien amada
de la trágica dinastía de los Atridas, y al
balneario-santuario de Aesklepios en Epi- Corta la distancia que a la orgiástica Co-
dauro, por citar tan sólo los puntos más rinto separó de Atenas, la esteta y cerebral.
sobresalientes en aras de la brevedad. De splendidissima civitate, la calificó en
No mal punto de partida Corinto para tiempos monumentalmente esplendentes
llegarse hasta Olympia, donde mientas el Cornelio Nepote, contertulio y biógrafo de
Imperio aguantó, continuaron celebrándose, Nerón, a la meca suprema de la peregrinación
cada cuatro años, sin interrupción, y por del romano. Pese a la proximidad itineraria
espacio de varios siglos más, las milenarias radicalmente distinta la forma en que ambas
Olimpiadas. Sin que lo estricto del calendario ciudades fueran visitadas. Por lo visto, no con
de la programación le supusieran al romano la necesaria veneración e información en el
visitante de Olympia, fuera de plazo, pérdida caso ateniense para satisfacer a un pensador
alguna de tiempo y dinero. Ampliamente de la talla y talante de Spengler. El modo de
remuneró su excursión inspeccionando las pis- entender el turismo prevalente entre roma-
tas de las pruebas, la gigantesca estatua se- nos, frivolos y superficial a su personal en-
dente de Zeus (Olímpico), esculpida por Fi- tender, le vino al pelo para con su pesimismo
dias en oro y marfil. Una de las siete mara- característico resaltar con un buen ejemplo
villas del mundo antiguo, enjuiciada por nues- práctico su tesis medular acerca de la índole
tro Quintiliano (Inst Orat. XIII), opinando interna de las crisis sufridas por la civiliza-
que «la majestad de la imagen igual a la del ción occidental, tan pronto como las «élites»
dios», y de Epicteto la opinión de que «morir dominantes dejan intelectualmente de serlo.
sin haberla visto deberá ser considerado co- Frunciendo el ceño reprobatoriamente an-
mo un infortunio». te la imagen del visitante pudiente de Atenas,
Portento desaparecido en el siglo V por un Spengler arrimó el ascua de su indignación a
incendio que dejó malparado a su templo, el su aristocrática sardina conceptual, arreme-
mayor de la Grecia continental. Hasta sufrir tiendo con el regusto con que el ideólogo puro
Olympia su golpe de gracia, bajo el reinado gusta embestir, contra el turista corriente y
de Teodosio, un hispano de tendencias anti- moliente, acomodando a su tesis el tipo de
paganas y antiturísticas, que decretó la sus- relaciones mantenidas entre visitantes y visi-
pensión de las olimpiadas atentatorias a las tados sobre el más entrañable pedazo de
buenas costumbres. suelo heleno:
«En la despoblada Atenas —denuncia el historia-
También ofreció Corinto al visitante la dor desenvainando su más acre tono apocalíptico—
oportunidad de acercarse al santuario de Del- que vivía de los turistas y de las fundaciones de
fos, de modo más racional y ameno del que extranjeros opulentos, se enseñaba a la plebe viajera
hoy se emplea. Por vía marítima, en lugar de de los nuevos ricos romanos las obras del siglo de
atravesar desde Atenas uno de los más mo- Péneles, de las cuales el ricachón romano entendía
tan poco como los americanos que visitan hoy la
nótonos y desangelados paisajes helenos. En Capilla Sixtina entienden de Miguel Ángel. Ya en-
tiempos romanos, se prefería navegar desde tonces todas las obras de arte habían sido sustraídas o
Corinto por las mansísimas aguas del mara- compradas a precios fabulosos, a precios de moda,

92
TURISMO ROMANO 301

miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiimmiiiim

Stoa de Attalos. Atenas.

levantándose, en cambio, colosales y presuntuosos «Mera sobra de su antigua grandeza, la decadencia


edificios, junto a las profundas y humildes obras del de Atenas pareció atraer con más intesidad que
tiempo pasado» (1). nunca a los visitantes romanos. Su quietud y soledad
realzaban las memorias de su gran pasado».
Cabe suponer que, de conocerla, la expo-
sición del profesor alemán hubiera merecido Ambas no van más allá que de reflejar
socarrón refrendo por parte de algunos ate- unilateralmente un aspecto de una más com-
nienses que tan buena maña se dieron para pleja realidad. Cierto el alto relieve que el
resarcirse de su condición de subditos, explo- aura crepuscular de la ciudad revistió ante la
tando a mansalva a sus acaudalados visitan- consideración del romano. Incitándole a visi-
tes. De modo especial los periegetai locales, tarla en actitud anímica comparable a la
aludidos por el profesor Day en su magistral sentida al entrar en contacto con su pasado
estudio de la economía ateniense durante la por los más leídos segmentos de la problación
denominación romana (2). viajera de media América, en sus tours por
Inglaterra y los de la otra media en sus
No hay, sin embargo, razones objetivas de recorridos por España y Portugal. Pero sin
peso para aceptar como de recibo el depri- llegar al punto de que en momento alguno de
mente cuadro de la vida ateniense esbozado la dominación romana le sentaran a Atenas ni
por Spengler y sólo a medias el presentado medio bien epítetos como los de Brujas la
por Friedlander al incidir en el mismo tema: muerta o Toledo la despojada.

(1) Oswald Spengler. «La decadencia de Occiden- Indudables las pérdidas de población y de
te». («La Revista de Occidente». Tomo I. «Introduc- hegemonía política y económica sufridas por
ción»). (1923). ella tras el asalto y toma, en —146, por las
(2) Undoubltedly some Athenians earned a livelf- tropas de Sila, en castigo de la intentona de
hood by acting in the capacity ofguides for tourists.
John Day. «An economic History of Athens under sacudirse el yugo romano aliándose al de
Román Domination». (Columbia University Press. New momento victorioso Mitrítades VI, el rey del
York, 1942). Ponto en guerra contra Roma. Pero aparte de

33
302 ESTUDIOS

la carnicería realizada por los asaltantes entre que los cimientos, no hay otra opción que
los resistentes, y el desplazamiento a Corinto suponer la prestancia del Odeón, o teatro
del centro de operaciones mercantiles y ma- cubierto, erigido en el año 18 en el Agora, por
rítimas, pueden reputarse de veniales las mer- Agrippa, en nombre de Augusto. En el 40
mas padecidas por Atenas en un inmenso Calígula hizo más soportable la notoria du-
tesoro artístico. reza de la ascensión a la Acrópolis, dotándola
de una hermosa escalinata de mármol, con un
Hasta sufrir el vandalismo en el año 267 ancho rellano entre los Propyleos, mostrán-
de una invasión de godos acaudillada por dose Nerón, a su paso por Atenas, marcada-
Alarico, la ciudad conservó prácticamente mente circunspecto en sus requisas. En el
intacto erconjunto monumental de la Acró- siglo siguiente Atenas se beneficia a tope de
polis, sobre el altivo pedestal de roca viva que la cesárea generosidad, durante las dos largas
tanto contribuye a su belleza. Aun en su sitio, estadías del emperador Adriano, filoheleno
en el exterior del Partenón, los frisos y relieves perdido. Por citar tan sólo obras aún visibles
de Fidias, con su chillona policromía, y en su en diverso grado de conservación, hizo levan-
interior, erecta como un obelisco, la gran tarse próxima al Agora, una stoa más, con
efigie, en madera revestida de oro y marfil, de una suntuosa biblioteca pública, haciendo
Athenea Parthenos, de Atenas la Virgen, que Atenas recibiera por vez primera en su
patrona de la ciudad que lleva su nombre. historia agua potable en abundancia, trans-
Sembrada la superficie de la plataforma en portada desde Kephissia por medio de un
roca viva de estatuas y templos dominados valiente acueducto. Con escrupuloso respeto
por los nueve metros de alto bronce de Athe- al estilo en que fue comenzado, Adriano
na Promachos, apoyada en su lanza dorada. reemprendió las obras del gigantesco templo
La más excelsa expresión de la Atenas de de Zeus Olímpico, término o divisoria de la
Pericles, de la que le separaban cinco siglos nueva Atenas que en terrenos deshabitados
de historia, y la que buscó para admirarla el se empezó a construir, con la finalidad, de-
visitante romano. liberada y declarada, de no alterar el aspecto
y espíritu de la antigua Atenas que tanto
Por otra parte, y aún sumida en su ocaso, idolatró. «Atenas resultó malamente herida
Atenas no cesó de recibir repetidas pruebas en su guerra con Roma —resumió Pausanias
de homenaje o de compasión en el transcurso poco después—, pero de nuevo floreció du-
de su declive. Empezando por la amplia auto- rante el reinado de Adriano». Que es cuando
nomía administrativa otorgada y mantenida arrecian las visitas turísticas a la capital.
por el Senado romano. Relevante, bien a la
vista del turista de nuestros días, y en pleno Ni en décadas en las que empezaron a
Agora, la stoa en rico mármol, de dos pisos rodar las cosas bastante mal para el Imperio
superpuestos y porticados, construida en se vio Atenas privada de dádivas que aumen-
—138 por Attalos II, un reyezuelo helenizado taron su patrimonio monumental. El año 180
del Asia Menor, en cuya familia persistió enriquecía su colección con un rico y es-
viva su veneración por Atenas en años par- pacioso Odeón, al pie de la Acrópolis, cons-
ticularmente duros para la ciudad (1). truido a expensas propias, y en memoria de
su esposa Regula, por Heredes Atticus, un
Con el Imperio se redoblan las pruebas de acaudalado negociante y banquero local.
respeto a Atenas. Por no quedar de él más
Como es propio en comarca tan saturada
de historia, amplísima la relación de excur-
(1) Hermosísima estructura, completamente restau- siones posibles de realizar desde Atenas. De
radaen 1956, y por móviles sentimentales o de prestigio
personal en nada dispares a los de Attalos, con dólares todas ellas, moralmente ineludible para el
en gran parte suministrados por John Rockefeller Jr. romano de casta la efectuada en el día a la

14
TURISMO ROMANO 303

llanura de Maratón, al Norte de la ciudad, Debe recordarse que a principio de nuestra


con el fin de edificarse ante el «monumento a era nada quedaba de la Ilion griega, lo que no
los caídos» —eufemismo usual entre griegos quiere decir homérica. La ciudad, o lo que
para distinguir aquella clase de monumen- fuera, la redujo a pavesas el general Mario,
tos— en la ocasión a los caídos en la decisiva azote de Atenas, al ocuparla durante las
batalla. De hecho, con casi nada que ver, guerras civiles que dieron al traste con la
excepto un cónico montículo artificial de República, en castigo del apoyo de Ilion a la
tierra, todavía visible, con unas tabletas de causa de Sila. Como escribió el historiador
mármol —ya desaparecidas— con los nom- Arrianus, «ni siquiera Agamenón causó tanto
bres de los guerreros atenienses que lanza en destrozo a la ciudad».
mano perdieron la vida cerrando el paso al
persa invasor. Sin que entre romanos se olvidara el re-
cuerdo de que al visitarla Jerjes y Alejandro
Bien exprimida, la literatura de la época el Grande, celebraron sacrificios en honor de
ayuda lo suyo a determinar lo mucho que Palas Atenea, patrona de la villa, sobre la
Atenas significó para el romano que vino a tumba de Aquiles, de cuya muerte no dice ni
verla. La bella polis decadente y venida a palabra la «Ilíada».
menos, que a quien la visitó por gusto o
placer, confirió elegante notoriedad. Cabe Como en tantos otros booms computados
añadir algo que no dice la literatura. La por la historia privativa del turismo, la po-
ciudad de la que se regresaba cargado de pularidad de Troya, Ilium más exacto, figura
compras valiosas, adquiridas con divisa fuer- estrechamente ligada a la literatura, y en el
te, a precios aparentemente ventajosos. caso romano, más que a la «Ilíada», a la
publicación de un best seller del rango de la
«Eneida», en cuyo segundo libro consta con
todo lujo de detalles, hasta itinerarios, el
«Ubi Troia furt..» informe personal facilitado por Eneas, funda-
dor de Roma, a la sentimental Dido, acerca
Una excursión bastante favorecida por el del célebre sitio y aniquilamiento de su villa
visitante romano de Grecia, muestra la posi- natal.
bilidad de discernir la frecuencia con que tras
muchas eclosiones de turismo, provocadas o Si bien el interés turístico del romano por
espontáneas, polarizadas en determinados lu- la Troya física data de la publicación de la
gares, suele esconderse en última instancia «Eneida», al poco lo intensificó la aparición
una mitificación a gran escala de algún gran de la «Farsalia», poema en el que sin venir
lugar común: fruto, casi siempre, de la acción muy a cuento proliferan viajes y peripecias
de la en tiempos modernos llamada propa- por el Mediterráneo oriental, narrados, sin
ganda, término de rancio abolengo latino si duda, por alguien conocedor de primera mano
los hay. de aquellos parajes. En el épico cordobés se dio
de lleno el poético don de adelantarse a los
Procede indicar en un apartado donde los tiempos vaticinando acontecimientos venide-
ejemplos proliferan, que a este equívoco li- ros, al retratar a Julio César, protagonista del
naje de impulsos pertenece la fuerza que en poema, visitando a «Illium madre de Roma»,
tiempos de Augusto catapultó a primer plano al poco de ganarle a Pompeyo, en Farsalia, la
de los viajes, la visita turística a Ilion, un batalla que denomina a la obra. No obstante,
olvidado villorrio en la costa mediterránea del tratarse de licencia de literato, desvela una
Asia Menor, episodio ilustrativo de la explo- pista válida para fijar el inicio del curso
tación turística de un oscuro acontecimiento a seguido por un claro proceso de mitificación
caballo entre la historia y la mitología turística.

35
304 ESTUDIOS

Porque en tiempo previo a la publicación rnero (1). Plantada la semilla, en forma de


de la «Eneida» y de la «Farsalia», a ningún piedra labrada, el resto, las visitas, serían
romano normal se le ocurrió aproximarse a mera cuestión de tiempo, como irónicamente
un lugar, sin nada interesante que ofrecer a la señala un moderno historiador
vista fuera de un paisaje, por su aridez, poco «Reconstruida la vieja Troya en una colina, como
en concordancia con su gusto en la materia. la "Nova Illium", el lugar se convirtió en meta para
Situación radicalmente cambiada al decidir numerosos turistas, cuyos guias les iban señalando el
Augusto, el más ávido lector de Virgilio, punto exacto en que ocurrió cada episodio de la
elevar a la aldea de Illium, con el nombre de "Iliada", incluida la cueva en la que París falló el
concurso de belleza entre Hera, Afrodita y Athe-
Alejandrina Troada, al entonces codiciado na» (2).
rango de colonia, en memoria del presunto
origen troyano de Roma, y del no menos
presunto de su imperial familia. Como com- (1) Por supuesto, distante de! Hissarlik, la colina en
que practicando Schliemann lo que jamás hicieron los
plemento de una resolución, al fin y al cabo romanos —excavar ruinas— descubrió, como desho-
administrativa, e inspirada por motivaciones jando un pastel de hojaldre, no ¡a que andaba buscando,
políticas de carácter personal, hizo que sus sino nueve Troyas superpuestas, con algunas condicio-
arquitectos erigieran, en una elevación de no nes, el piso sexto, a contar desde abajo, de ser la Ilion de
Hornero.
muchas pretensiones cercana a la costa, un
(2) Will Durant. The Story of Civilization. Tomo
simulacro de la Ilion de Príamo y de Ho- III. Pág. 516. (Nueva York, 1944).

EL EGIPTO DEL ROMANO

Toda la problemática del ingreso de Egipto atención que despierta hoy entre el turismo inter-
en el turismo, y por la puerta grande, cabe nacional. El rico senador, la voluble cortesana, el
hombre de ciencia y la muchacha joven, intelectual
esquematizarla en la acción de tres tantos emancipada, como los viajeros de nuestros tiempos,
decisivos y un resultado que al país le vino quisieron conocer aquel pais famoso, que era la cuna
por sí sólo y de añadidura. A saber: era di- de la humanidad. El viaje se hacía cómodamente por
ferente, fácilmente abordable y el romano lo mar hasta la boca del Nilo, y después se remontaba el
supo. río hasta el Alto Egipto; los templos de Filé, asen-
tados en la primera catarata, están llenos de nombres
Y sin posibilidad alguna de que su Aegy- y grafitos de los turistas de la época romana. Escri-
tores como Plinio hablan de las pirámides como de un
ptus le defraudara. Tierra de religiones enig- monumento muy conocido y aún familiar» (1).
máticas y esotéricos ritos, fertilizada por las
puntuales inundaciones del Nilo, cuyas fuen- Consecuencia, parcial al menos, de la pu-
tes nadie conocía, sus extraños monumentos blicidad más o menos indirecta o subliminal
y gentes, su flora y su fauna, todo sedujo a la gozada por los viajes turísticos a Egipto, en
imaginación del romano orientándola hacia cuyo lanzamiento hubo de jugar algún efecto
una provincia bien uncida a su Imperio, en- promocional la fuerte presión icónica ejercida
lazado con ella por unas comunicaciones hacia aquellos territorios, y tanto sobre el
marítimas de excepción y dotada de un clima romano capitalino, como en el ánimo del
invernal prodigiosamente seco y soleado. visitante de Roma, por el formidable plantel
Particularidades convincentemente llevadas de obeliscos, rigurosamente faraónicos en su
a su lógica consecuencia en una obra, por su mayoría, que en función de pétreos signos de
valía, difundida con merecida amplitud:
«En la época imperial romana, se visitó el valle del (1) J. Pijoan. «Historia del arte». Tomo I. (Salvat
Nilo por pura moda y con la misma superficial Ediciones. Barcelona, 1973).

36
TURISMO ROMANO 305

admiración puntuaron con su esbelta vertica- Exotismo del Aegyptus cesáreo


lidad el paisaje urbano de la capital del
mundo. Los viajes turísticos a tierras egipcias nos
confrontan con la manifestación primigenia
Importados los dos primeros, desde Helio- de la acción de un ingrediente subjetivo, pro-
polis y en el año diez de nuestra Era, por el fundamente imbricado en la entraña del viaje
propio Augusto. Procurándole a uno de ellos, del occidental de todas las épocas: la nuestra
hoy en la piazza del Popólo, multitudinaria inclusive y muy en particular. Se cifra en una
visibilidad al replantarlo sobre la spina del especie de constante animada por el sortilegio
Circo Másimo, dedicando el otro al menester ejercido por lo exótico en la erótica del viaje.
de servir de «aguja», marcando la hora del O, de examinar la cuestión desde la ladera
día en un reloj de sol, diseñado sobre el opuesta, en el magnetismo irradiado por los
pavimento del Campo Marzio, en Monte- entornos ambientales, por lo general de clima
citorio. cálido, considerados por el viajero potencial
antípodamente dispares al suyo propio. Atrac-
Renunciando a relacionar los obeliscos ción ineluctablemente traducida en el orden
perdidos o reerigidos en diversos emplaza- turístico en una corriente viajera impelida por
mientos de la capital, famoso por su ubi- la síntesis de dos componentes de signo con-
cación actual el de la plaza vaticana de tradictorio. En el deseo de conocer, general-
San Pietro, transportado de Heliopolis por mente de modo superficial, lugares ofertando
Caligula, y en el año 37, para decorar la pista máximos coeficientes de contraste y rareza,
de carreras de cuadrigas en un gran circo combinados con mínimos de riesgo y de in-
cercano. comodidad.
Función desempeñada a la perfección por
Acción publicitaria, la de los obeliscos, el Egipto romano, enfáticamente diferente y
que tuvo su contrapartida o complemento al apenas romanizado. Cumplido catalizador de
estampar el tráfico turístico a Egipto honda la más aguda querencia del romano hacia lo
impronta en la plástica de la época, a través exoticus, término de raíz griega usado por
de la multitud de frescos y de mosaicos de la Plauto y otros, como sinónimo de extraneus:
llamada escuela nilótica. Ninguno más es- lo extraño, lo extranjero (1).
pectacular, por su temática y tamaño, que el
descubierto en Praeneste (Palestrina), repre- Orientación viajera cuyos contradictorios
sentando al país del Nilo como uno fabuloso, ribetes afloran al observar que no fue el
pleno de couleur lócale, poblado de seres, Egipto más frecuentado por aquella corriente
animales, plantas y edificios de formas insó- el faraónico, sino el ptolemaico: el Bajo Egip-
litas y aire imprevisto. to, en el delta del Nilo, Alejandría y su
hinterland: capital de una provincia rica y
El acusado carácter de affíche del mosaico desarrollada, regida por un praefectus nom-
de Palestrina, anima a establecer equivalen- brado en directo por el emperador, sin in-
cias entre la profusión de ornamentación tervención del Senado. A mayor abunda-
egipcia en las viviendas de bastantes romanos miento, auxiliado en su gobierno por un re-
y la actual costumbre, obviamente más eco-
nómica, de empapelar con carteles turísticos
alguna sala o habitación, de quienes, como (1) Recordemos, por si de algo sirve, que el término
Ulises, hicieron un beau voyage. En un exótico, y a través del francés, se acomoda en las
marco insuperable para interpolar el discurrir principales lenguas europeas hacia medidados del si-
glo XIX, poco más o menos, por las mismas fechas, y
de una vida ordinaria un episodio exótico y siguiendo iguales cauces de penetración léxica, que el
sensual. vocablo turismo.

37
306 ESTUDIOS

ducido número de funcionarios enviados des- situados próximos a las llaves de la despensa
de la metrópolis, más unas guarniciones no de Roma. Frescos en su mente los nefastos
muy nutridas, respaldo de su autoridad y efectos políticos producidos por el voluptuoso
garantes de que en las vías de comunicación ambiente de la región, en sus allegados Julio
interior imperaran el orden y la seguridad. César, Pompeyo y Marco Antonio, le inspiró
grandes recelos que las clases dominantes del
Condiciones propicias para el que visitante Imperio que acababa de estrenar se entre-
se aferrara al hecho cultural de ser el Bajo garan a goces conturbadores del dépayse-
Egipto una extensión ultramarina de Grecia, ment. Temió que la molicie del habitat del
entendiéndose sus habitantes en griego. Con- delta del Nilo implicaba serias amenazas de
tribuyendo a acentuar el carácter diferencial desromanización en el espíritu de los visi-
de Egipto, con el modelo romano, lo po- tantes metropolitanos. Un hipotético peligro
quísimo construido allí en estilo propio por resuelto de modo expeditivo. A su regreso de
los máximos urbanistas de la antigüedad. Egipto (20 a.d.J.C), y curándose en salud
Carreteras al mínimo, apenas anfiteatros ni contra los riesgos de la contaminado, el
puentes de relevancia, circunscribiéndose su sobrino del amante de Cleopatra adoptó la
acción colonizadora a dejar las cosas a su aire inusitada medida de prohibir la visita a Egip-
y a organizar la explotación intensiva e in- to, sin obtener antes su autorización personal,
tegral del granero principal de Roma. sin reparo alguno, en ocasiones, en negársela
La escasa romanidad del A egyptus romano a más de un emperingotado senador.
se tradujo en una baza subjetiva, poderosa y
elemental, de notoria eficacia en el turismo Circunstancia expuesta por Tácito al ano-
occidental de todos los tiempos. Afianzán- tar en sus «Anales» la severa reprimenda que
dose la popularidad turística de Egipto por se ganó Germanicus, de su tío el emperador
ser la región del Imperio donde sin merma de Tiberio, por haber realizado un viaje incues-
confort se saboreó con intensidad ese senti- tionablemente turístico por Egipto, «sin con-
miento, un tanto irracional y vago, pero pla- sentimiento suyo e infringiendo la disposición
centero, denominado por los franceses, de de Augusto que prohibía a senadores y a
modo expresivo e intraducibie, dépaysement. ilustres quirites entrar en Egipto sin su li-
La sensación de encontrarse temporalmente cencia».
inmerso en otro plano, físico y moral, distinto Consta, no obstante, ya antes de fallecer
al habitual. Augusto, la flexibilidad con que se aplicó la
exigencia de proveerse de un documento
equiparable a un pasaporte con visado, para
Los comienzos del turismo en Egipto la visita del imperial dominio, a personas de
rango medio. Sin que numerosos pacientes
Se inició considerablemente más tarde que pudientes y catarrosos, tropezaran con impe-
por Grecia, pero con lucimiento y brío. Ane- dimentos de monta para obtener de los mé-
xionado Egipto, más que a un imperio en dicos de Roma prescripciones para pasar
formación, al patrimonio personal de Augus- invernadas en la exótica y accesible capital
to, el atractivo natural del territorio contó con de Egipto. Apasionante excursión, ¡qué duda
la complicidad de ser por algún tiempo hortus cupo! En nada ensombrecida, antes al con-
clausus, factor muy positivo en estos lances. trario, que el capricho de visitar tierras egip-
cias llevara aneja la obligación de pasarse en
Un emperador de talante tan suspicaz co- ellas cuando menos todo un invierno: y a ver
mo Augusto no pudo ver con buenos ojos la qué vida al interrumpirse la navegación por el
eventualidad de verse privado de pobticos Mare Nostrum, hasta bien entradas en días
claves en caso de necesidad y mucho menos las primaveras.

38
TURISMO ROMANO 307

La Alejandría El hecho de figurar el Faro por antono-


helenizada masia catalogado entre las siete maravillas
del mundo antiguo, constituye exponente de
Hasta sucederle lo que a la Cartago ori- una magnificencia glosada brillantemente por
ginal, y luego a nuestros Gades y Cartago un novelista inglés de relieve, en una poca
Nova, materialmente deshechos y asolados al conocida guía de la ciudad:
fuego lento de la desidia musulmana, en
tiempos romanos Alejandría preservó cuanta «Causaba impresión tremenda. Afectada a la vez
pujanza y esplendor poseía al pasar a sus al sentido de la belleza y al gusto por la ciencia típico
manos. Sin apreciarse mermas sensibles en de la época. Poetas e ingenieros lo encomiaron. Al
igual que se identificó al Partenón con Atenas, y a San
su prestigio cultural en años en los que ascen- Pedro con Roma, el Faro devino Alejandría y Ale-
dieron a la fama el gran filósofo judío. Philo, jandría al Faro. Nunca en la historia de la arqui-
y el no menos afamado geógrafo Claudio tectura fue un edificio civil admirado con tal intensidad,
Ptolomeo. adquiriendo una vida espiritual propia. Iluminó la
imaginación, no sólo de los navios en el mar, sino que
mucho después de apagarse su luz, resplandecería su
En gracia a la fidelidad a sus orígenes, la memoria en las mentes humanas» (1).
neoplatónica Alejandría se mantuvo intelec-
tualmente superior a la propia Roma, aña-
diéndola su conquistadora un especial dis- Numerosos edificios de porte soberbio en-
tingo al convertirla en un poderoso imán riquecieron la monumentalidad de Alejan-
turístico. Lo más probable por lo poco que dría. Única en su género la gran Biblioteca
tuvo de romana, después de la Urbs, la del Museion, formando parte del Serapeum,
segunda población del orbe en población. La un complejo plantado en el montículo, soporte
singularidad capital de Alejandría radicaba hoy, de «el Pilar de Pompeyo», erigido en
en el aire helenístico que privaba hasta en su loor del emperador Diocleciano: de hecho,
caserío. Construida de nueva planta, cua- una columna superviviente de las doscientas,
driculadas sus calles en retícula, por los ur- o más, similares del templo primado de Ale-
banistas de Alejandro el Grande, derivó su jandría.
opulencia y riqueza de su puerto sin par, El romano amante de su historia pudo
principal proveedor de Roma de cereales, darle en Alejandría un emotivo repaso en el
frutos y de productos procedentes de Oriente. curso de una visita a unos cuantos monumen-
El puerto adoptaba la forma de una T muy tos de imborrable recuerdo. Empezando por
mayúscula, debido a la isla de Pharos que el Caesareum, dedicado al culto de Julio
protegía su doble bocana, unida a la ciudad César por su amante Cleopatra, y el Heroon,
por el Heptastadio, una pasarela-paseo casi a restaurado por Adriano, y dentro un sarcó-
ras de las aguas. Sobre una peninsulilla de la fago con la cabeza de Pompeyo, el gran rival
isla resplandecía la gala suprema de la capital de Julio César asesinado cerca de allí por el
de Egipto. Un blanquecino portento arqui- primer marido de Cleopatra; cuyo cuerpo, el
tectónico de altura desmesurada. Elevándose de Cleopatra, en unión del de Marco An-
sus cuatro pisos de mármol, en el centro de un tonio, su compañero en suicidio, se conser-
gran patio porticado, sustentáculo en su cús- vaba en el panteón de los Ptolomeos.
pide de una inmensa fogata de leños encen-
didos, marcando durante el día una gran hu- Exhibiéndose en su interior, y parece ser
mareda el recto derrotero a los vigías de las que no ante la vista de cualquiera, ni mucho
naves e iluminando por las noches la negrura menos, el «Soma» de Alejandría, el cadáver
del mar. Hasta extinguirse para siempre y momificado de Alejandro el Grande, funda-
perder sus mármoles y su luz víctimas de
más de unos cuantos siglos de ocupación (1) E. M. Forster. Alexandria. A History and a
mahometana. Guide. (Alejandría, 1938).

39
308 ESTUDIOS

dor de la ciudad. Transportado desde Persia, maica, para que ciertos residentes habituales
y luego desde Menfis, por Ptolomeo Fila- de Roma, y de otras ciudades del Imperio,
delfo, para algo más que para presidir el acostumbraran pasar algún invierno que otro
panteón de la dinastía que fundó el lugar- en Canopus, terminando por convertir a una
teniente del gran conquistador macedonio. villa, en origen, suburbana y residencial, en
En el interior de una urna de cristal, y al estilo una especie de Baiae, corregida pero no
de las momia de Lenin, Dimitroff y Mao, si aumentada. Abigarradamente cosmopolita y
bien inmersa la de Alejandro en un baño de permisiva, con una industria hotelera en for-
miel constantemente renovada: como lo vio ma, sustituyendo la carencia de thermae con
hacia el año 24 el geógrafo Strabo. Habién- óptimas instalaciones piscinarias, colectivas
dolo visitado pocos años antes Augusto, y y al aire libre, para baños de agua marina y de
luego también Caracalla, quien, abarracado sol.
por naturaleza como sus termas, acrecentó la
colección de ofrendas donando al tesoro del Altamente apetitosos los términos en que
«Soma» su manto purpúreo, el cíngulo im- el geógrafo Strabo, conspicuo vecino de la
perial y otras joyas de gran valor. Hasta capital de Egipto, describe el ambiente im-
desaparecer la segunda atracción monumental perante en la sana barriada, «a 120 estadios
de Alejandría, allá por el siglo IV, y esta vez, de Alejandría (alrededor de 22 kilómetros)
como la Biblioteca, a manos cristianas, en por vía terrestre», conforme precisa el autor
una de las infinitas convulsiones padecidas en un párrafo que transcrito continúa así:
por una ciudad desde siempre poblada por
un ebulliente conglomerado de razas, creen- «Existe en Canopus un templo de Serapis muy
concurrido y afamado por sus curaciones. Gran mul-
cias y sectas polémicas que se llevaron li- titud de visitantes llegan a él navegando por un canal
teralmente a matar. abierto desde un brazo del Nilo... el espectáculo más
curioso es el de la muchedumbre que durante las
Orgullo de la Alejandría cotidiana y nor- panegyrias acude de Alejandría Canopus por el ca-
mal la «Platea», o gran avenida, de cuatro nal, que día y noche aparece cubierto de embar-
caciones, cargadas todas de hombres y mujeres que al
millas de longitud y respetable anchura, atra- son de instrumentos musicales se entregan sin reposo
vesando recta como una saeta el caserío de la ni tregua a las danzas más lascivas, mientras que en
gran ciudad, cuyo nombre de Canópica no le el mismo Canopus los hoteles que bordean el canal
vino así como así o por eruditismo edilicio. ofrecen a todos los recién venidos facilidades para
Sino por conducir directamente a un lujoso disfrutar de las danzas y de la buena comida» (1).
suburbio, sito en el Delta, en un brazo del
Nilo próximo al mar, denominado Canopus En dos ocasiones residió Adriano en Ca-
en memoria del piloto de uno de los buques nopus, ofrendando en una de ellas, en el
participantes en la guerra de Troya. Serapeum local, una hermosa efigie del buey
Serapis, una de las tantas devociones que
profesó profesar al caprichoso viajero, pro-
moviéndola vigorosamente entre sus subditos
El hechizo alejandrino de Canopus masculinos, quiza para contrapesar la fuerza
con que los cultos a Isis prendieron entre
En primer lugar, no hay por qué tomar al doncellas y matronas romanas.
pie de la letra el sacro significado del Cano-
pus oficial, una población formada en torno al Sin en momento alguno asentar Canopus
templo erigido en loor a Serapis, contracción su fama entre romanos en su célebre Sera-
helenística del buey Apis y Osiris, el esposo peum, sino en la óptima vida que se dis-
de Isis, en el año —235, por el helenizado frutaba por la bondad de sus playas, en la
Ptolomeo III. Un aditivo los báquicos y
festivos cultos y ritos, en su versión ptole- (1) Strabo. Geographika (Lib. XVII-17).

40
TURISMO ROMANO 309

bocana de una de las desembocaduras del turista, y por razón de peso, la incitante
Nilo en el mar. Responsables de las conse- promesa de Herodoto, en el libro «Euterpe»
cuencias venteadas en su Sátira XV por de su «Historia» íntegramente dedicado a
Juvenal, hablando ipse nobis, por experiencia Egipto:
propia:
«Porque posee más maravillas que cualquier otra
«Hórrida sane Aegyptos, sed luxuria comarca y monumentos, tan grandes algunos que
Quantum ipse notavi, non cedit turba Canopo...» escapan a cualquier descripción».

Nada queda hoy en pie de la lujosa Ca- Maravillas a la espera de los visitantes en
nopus. Gracias a la manía constructiva del posición económica y social para hacer uso
emperador Adriano es hoy posible contem- de las facilidades, que según un moderno
plar, no lejos de Roma, en su supervilla de historiador americano, reacio a sentar afir-
Tívoli, un atisbo, si no fiel del todo, indicativo maciones desprovistas de adecuado respaldo
al menos de la suntuosidad de su canal. Lo documental, tuvo a su disposición: «la Ale-
que en Tívoli se enseña consiste en un estanque jandría romana era un centro turístico equi-
oblongo y rectangular, ornado de estatuaría, pado de hoteles, guías e intérpretes para los
reflejando sus aguas una alta nave semicircu- visitantes que acudían a ver las Pirámides y
lar, cubierta por una bóveda de mármol arte- los majestuosos templos de Tebas»(l).
sonado. Reproduciendo en versión más o
menos libre y estilizada, el celebérrimo Sera- Indefectiblemente navegando por las aguas
peum de Canopus, cuya celebridad, y por del Nilo. Es de lamentar la carencia de
razones desveladas por Estrabón, emuló en- relatos viajeros de giras por el gran río egip-
tre cierto tipo de visitantes la fama del de cio, incluso las de personajes de alto relieve
Alejandría. histórico, como el crucero organizado por
Cleopatra, en beneficio de Julio César, en la
Producto de los trabajos de desescombro y hora estelar de su fugaz idilio erótico-poli tico.
de restauración, practicados entre 1954 y Laguna subsanada en texto tan imprevisto a
1958, vuelve el conjunto de la Villa Hadriana bote pronto como los «Anales» de Tácito,
a ser cosa de ver y admirar por el turismo ac- historiador de vena moralizante y opuesto por
tual. De nuevo flanquean el canal gráciles fac- principio a frivolizar su pluma informando a
símiles de las cariátides del Erecteón, escol- la posteridad acerca de hedonismos de nin-
tadas por barbudos y musculosos Silenos, guna clase. Debilidad en la que incurre al
junto a la petrificada mueca dental de unos historiar un episodio de la breve biografía de
cocodrilos, con las fauces abiertas, tintando a Germanicus, personaje que en vida y muerte
la residencia favorita del más turístico de los gozó de una popularidad, que para sí la
emperadores, con un toque oportuno de exo- hubiera querido su tío Tiberio, emperador
tismo y nostalgia. distinguido por Tácito con la más acerba de
sus repulsas. Al reseñar la excursión egipcia
del malogrado heredero al solio imperial,
Cruceros por el Nilo Tácito facilita un interesante dato sobre un
crucero típico por el Nilo, al precisar, «du-
Los marmóreos cocodrilos de la Villa Ha- rante el consulado de Silenus y Norbanus
driana hacen bastante más que bostezar. Su partió Germanicus para Egipto congoscen-
incongruente presencia entre excelentes ejem- dae antiquitates». Motivación en impecable
plares de estatuaria helena sirve de recor- armonía con el itinerario seguido a través de
datorio de hallarse el Egitpo esencial tierra paisajes faraónicos por Germanicus, idéntico
adentro y distante del romano-helenizado
delta del Nilo. Cuyo curso era menester (1) Will Durant The Story ofCivilization. Tomo III.
remontar para materializarse ante la vista del (Nueva York, 1944).

41
310 ESTUDIOS

en todas sus partes al recorrido hoy por las xor), «la de las cien puertas». Desierto y
excursiones en vapor por el más famoso río despoblado el pugnaz reducto faraónico a
de la antigüedad: consecuencia de su resistencia a doblegarse a
la férula de los Ptolomeos, exteriorizando ya
«Salió Nilo arriba, desde Canopus, visitando los claros síntomas de ruina su formidable pareja
diversos afluentes del rio consagrado a Hércules,
para llegar hasta los grandiosos restos de la antigua de super-templos. Exceptuado el estupor cau-
Tebas, donde en testimonio de su antigua grandeza, sado por la vestustez, rareza y magnitud de
todavía se elevan los soberbios obeliscos, en los que los monumentos, virtualmente incógnito para
esculpidos en letras egipcias se menciona la pasada el romano el sentido de la civilización que los
opulencia de la ciudad» (1). construyó. Misterio parcialmente vislumbra-
do quien contó el auxilio, que según Tácito
Tonificado el ánimo del sobrino del em- dispuso Germanicus, al confrontar su curio-
perador, con tan elocuente lección práctica sidad con los enigmáticos jeroglíficos de los
sobre el carácter perecedero de los grandes pilones y obeliscos de Karnak:
imperios, de provecho sumo para un romano
de la clase dirigente, el viajero dirigió su «Ordenó a uno de los ancianos sacerdotes le
atención hacia curiosidades de interés más interpretase aquellas inscripciones, todavía legibles,
tópico y general: enterándose de los tributos impuestos a los pueblos
vecinos, el peso del oro y de la plata entregados, el
«También quiso ver Germanicus las demás ma- número de armas y caballos, las ofrendas de marfil y
ravillas de la región, las altas pirámides erigidas en de especias para el culto de los templos, productos no
forma de montaña por la riqueza de los antiguos menos valiosos que los que se hace pagar el poderío
reyes, que luchan contra el tiempo en medio de romano».
yermos arenales peinados por el viento: los lagos
excavados para recibir las aguas rebosantes del cauce Nada sorprendente el silencio sobre los
del Nilo y estrechos desfiladeros, impenetrables para hipogeos del Valle de los reyes, justo al otro
quien desee medirlos». lado del río. Mutismo que pudiera tener ex-
Las Pirámides, medidas y requetemedidas plicación cumplida en lo indelicado entre
ya, constituian saliente etapa en el viaje. Por romanos de pro reconocer, de modo explícito,
su carácter oficial de maravilla, una de las haber violado la paz de las tumbas, sepul-
siete, para ser exactos. Se abordaban an- tadas bajo tierra, exentas de identificación
clando el navio en algún paraje ribereño del exterior. Y sin duda alguna de haber sido vio-
Nilo próxima a ellas. O, en su defecto, y a ladas más de una, leídas las incontrovertibles
falta de población de importancia por los pruebas aducidas por Friedlánder en su es-
contornos, en la ya en declive, pero fascinante y pléndido estudio del turismo romano:
levítica Menfis, cuartel de un destacamento «Más de un centenar de inscripciones han sido
legionario, preservando aún destellos de vie- halladas, apresudamente esculpidas a la luz de an-
jos ritos faraónicos. Suetonio retrata el em- torchas y pintadas en bermellón. La mayoría ro-
manas, fechadas desde el reinado de Trajano al de
perador Tito sacrificando un buey a Apis, Constantino, y ninguna anterior a los Ptolomeos.
tocado con una mitra faraónica. Marcial elige
a la ciudad para el verso inicial de su poema Muchas son simplemente nombres y fechas y alguna
exclamación de estupor. "Los que no han visto esto,
De Spectaculis: no han visto nada", reza una inscripción griega en la
tumba de Ramsés IX —felices los que la vean» (1),
Barbara Pyramidum sileant miraculum Memphis...
«Enmudezca la extraña Menfis ante la maravilla En el programa de visitas de Germanicus
de las Pirámides...».
en Tebas, recogido por Tácito, destaca, la
Una semana poco más o menos de nave- realizada a «la colosal estatua en piedra de
gación Nilo arriba, para llegar a Tebas (Lu-
(1) Ludwig Friedlánder. Darstellungen der Sitten-
geschichte Roms in der Zeit von A ugust bis A usgang der
(1) Tacitus. «Anales» Lib. II. Antonine. (Leipzig, 1862-70).

42
TURISMO ROMANO 311

Memnon, que al ser herida por los rayos del sol vancia bastante para justificar un viaje a Mega-
naciente, emite un sonido semejante a la voz ra con el objeto de comprobarlas, al menos
humana». Alusión a lo que bien pudo ser, no brindaron al autor magnífica ocasión para pre-
sólo el objetivo cumbre de la excursión por el sumir de experiencia viajera. Oportunidad
Alto Egipto del joven aprendiz del empera- que aprovechó para intercalar por entre la
dor, sino el de bastantes otros romanos, «des- explicación de Megara una interesante dis-
cendiendo» Nilo arriba, hasta paralelos y quisición de las suyas:
latitudes, por muchos siglos venideros, inac- «Cruzando el Nilo por la Tebas egipcia —informa
cesibles al turista normal. Pausanias— vi una estatua sedente que omitía un
sonido. Muchos la llaman de Memnon, que dicen
conquistó Egipto desde Etiopía, hasta más allá de
Susa. Los tebanos, sin embargo, aseguran que no es
Natalicio y óbito de la octava maravilla del una estatua de Memnon, sino de un nativo llamado
turismo romano Phamaenoph y oí decir a algunos que de Sesostris. La
estatua fue partida en dos por Cambises, y en el
En contraposición a las dificultades que presente está destruida desde la cabeza a la cintura;
pero el resto permanece, y cada día, al ponerse el sol,
entraña determinar, de modo preciso, el in- hace un ruido comparable al de la cuerda de un arpa o
flujo ejercido en las rutas turísticas del ro- lira que se rompe» (2).
mano por las siete maravillas del mundo
antiguo, diversos textos de la época coinciden De sobra se sabe hoy que la insólita esta-
en patentizar la fama disfrutada por la estatua tua era una de las dos gemelas erigidas a sí
visitada por Germanicus. En una sátira ínte- mismo por Amenotheph II, el magnífico, bajo
gramente de temática egipcia, Juvenal, que cuyo teocrático mandato la civilización fa-
pudo conocerlo, menciona el sitio «donde raónica se remontó a impresionantes cumbres
mágicas cuerdas resuenan del medio del trun- de brillantez. Y a la que pertenece otra ma-
cado Memnon, cerca de donde las cien puer- ravilla para el turismo moderno: el ajuar
tas de la vieja Tebas yacen en ruinas» (1). mortuorio de Tut-Ank-Amon, descubierto no
muy lejos del lugar donde los célebres co-
En su guía turística de Grecia, Pausanias losos, y en un patético dúo de silencio, con-
recoge testimonio concluyente del «gancho» tinúan dando la bienvenida a los turistas
viajero adscrito al momento. A su paso por procedentes de Luxor.
Megara, y en cumplimiento de la obligación
que se impuso el autor de enumerar las Monumentos reveladores de que la afición
particularidades que la ilustre villa ofrecía al del turista romano por la arquología en ge-
turista de su tiempo —no muchas que di- neral, y muy en particular por la egipcia, no
gamos— menciona cierta piedra embutida en era del todo sana ni sería tampoco. Evidencia
la muralla de la ciudad, que al ser golpeada su peculiar naturaleza que tanto Pausanias,
con un canto sonaba como una lira. «Aunque como Plinio y Estrabón, y cuantos certifi-
me maravilló —reconoce el exhaustivo in- caron la veracidad del fenómeno, al narrarlo se
formante del mundo antiguo— no tanto como refieran única y exclusivamente al partido por
el coloso de Egipto». la mitad: al dimidio Memnonae de Juvenal.
A lo que no era entonces más que la parte
Si bien las propiedades acústicas del pe- inferior de una de las dos estatuas del faraón,
drusco megarense, imposible reunieran rele- ignorando por completo a la vecina Más
merecedora de atención por parte del genuino
(1) Juvenal. (Sátira XV. 5-6). Dimidio magicae amante de la antigüedad por conservarse
resonant ubi Memnonae chordae, atque vetus Thebe virtualmente intacta, bien que mordida ya
centum iacet obruta portis. En sus Zeitschrift (18444),
opinó K. F. Hermann que la Sátira en cuestión atacaba entonces por quince siglos de intemperie.
la egiptomania que invadió Roma durante el reinado de
Adriano. (2) Pausanias. Periegesis. (Attika. XLII).

43
312 ESTUDIOS

A estas dos gigantescas estatuas sedentes, execrable, pero a quien debemos interesantes
apoyadas en las rodillas la palma de las datos sobre el tour imperial. Gracias a men-
manos y los antebrazos en los muslos, los cionarlo en dos poemitas elegiacos, esculpi-
griegos las llamaron stelae, o columnas de dos en la pantorrilla de un Memnon, todavía
Memnon. Un personaje mitológico involu- legibles, sabemos que Adriano, y por dos
crado en la guerra de Troya, a quien para veces consecutivas, escuchó lo que vino a
complicar aún más las cosas se le hizo hijo de escuchar. Incorporadas a estas composicio-
Eos: la aurora en latín. Por saber los romanos nes, otras más sencillas, grabadas antes y
de historia egipcia tan poco como los griegos, después, algunas con un escueto audimos
los llamaron a su vez colossi, y el que de Memnonem, sobre un nombre y una fecha, se
veras les interesó, es el de la derecha según se sirve de ellas un moderno biógrafo del trashu-
les mira de frente: admirado, mejor que a mante emperador para extrapolar interesan-
pesar, a causa de perder de resultas de un tes estimativas turísticas:
terremoto ocurrido en el año 27, su parte
superior, del talle para arriba; accidente del «La visita de Adriano hubo de estimular no poco el
que data un curioso fenómeno acústico, de tráfico turístico hacia el lugar, pues si se computan las
sencilla explicación natural, pero que por lo inscripciones esculpidas en el pie izquiero de Mem-
non (que puede el curioso examinar en las láminas de
leído trajo de cabeza a turistas e indagadores la Description of the East, publicada por Richard
romanos. Pococke en 1743) y que abarcan desde los tiempos
de Nerón hasta los de Caracalla, observará que no
Sucedía al poco de amanecer. Al calentar menos de veintisiete pertenecen al reinado de Adria-
el sol naciente las piedras del desmochado no» (1).
monumento. O dicho más en consonancia
con la fantasía de los visitantes: al surgir la Curiosamente irónico el destino de esos
aurora por el horizonte, y besar sus tibios grafitti, con los que cuando nadie le ve o se lo
rayos de luz, con ardor maternal, la efigie de impide, gusta el viajero de todos los tiempos
su hijo Memnon. Y habas contadas el resto. macular momentos de importancia, en el me-
Al dilatarse el aire encerrado dentro de su jor de los supuestos, esculpiendo nada más
granítico corpachón, de las entrañas de la que su nombre y apellido. En el caso de las
estatua, y perfectamente audible, emergía Pirámides y de otros monumentos egipcios, y
una especie de silbido prolongado y agudo. a falta de otros datos, estas vandálicas mani-
Un sonido que en el tímpano de los muchos festaciones de egotismo suministran al inves-
que lo escucharon les sonó como el vagido de tigador prueba irrefutable de la intensidad del
un recién nacido. turismo romano en Egipto, y de lo poco que
De las numerosas visitas al coloso de las se paró en barras el romano para llegarse
que existe noticia, ninguna documentada con hasta donde le fue greciso, para edificarse y
el detallismo de la del emperador Adriano, apuntalar su orgullo regalándose con el ca-
quien en el invierno del año 130 de nuestra pricho de contemplar restos de misteriosas
era, tras presidir el sepelio de su hijo adoptivo y remotas civilizaciones, uncidas al yugo de la
Antinoo, navegó centenares de kilómetros suya.
Nilo arriba, acaso con la finalidad primordial Mentalmente incapacitado en multitud de
e emocionarse oyendo el célebre vagido ma- casos para comprenderlas. Pues las expresio-
tinal. Lo soportable de las incomodidades nes de admiración estampadas en el sonoro
inherentes a tan prolongada excursión por monumento parecen dan a entender que un
paisajes semidesérticos parece encontrar har- simple fenómeno acústico, disparó su aten-
to sustento en el hecho de que le acompañara
su esposa, la emperatriz Sabina, formando
parte del séquito la poetisa Julia Balbilla, (1) Stewart Perowne. «Hadrian». (Londres, 1960).
TURISMO ROMANO 313

ción con fuerza mayor que el cúmulo de perial visitante, Septimius Severus, en la flor
maravillas arquitectónicas que sin cruzar el de empeñarse en mejorar una ruina, que,
Nilo pudo admirar en Tebas, hoy Luxor, y como la mayoría, lucía mejor en estado rui-
entonces una soledad fantasmal y funeral, noso. La reconstrucción con sillares de as-
entre dos templos de impresionante grandio- perón de la mitad perdida por el monumento,
sidad. Indiferencia inexcusada en tan apa- tuvo desastrosos resultados para el turismo
sionado amante del pasado por el hecho de del tiempo. Vuelto a su estado original el
separarle, ya entonces, más de mil quinientos Memnon enmudeció. La presión de los ma-
años de aquellos recuerdos de la XVIII di- cizos bloques superpuestos obturó de cuajo
nastía. las vibraciones acústicas producidas en su
interior por los bruscos cambios diarios de
Hasta extinguirse el plañido de Memnon a temperatura propios de los climas desérticos.
los dos siglos de exhalar el primero. Y a fe Con lo que de resultas de la bien intencionada
que no por designio deliberado. Seguía el reparación, jamás volvió a escucharse el alu-
lacerante lamento saludando los amaneceres cinante gemido en las auroras del semide-
del Valle de los Reyes, hasta dar otro im- sierto tebano.

PLAYISMO Y TERMALISMO

La aserción de que el espectro del turismo vida, distanciándose por algún tiempo de la
romano, de puro vario, engloba prácticamen- Roma de sus ruidos y de sus pecados, para
te cuantas facetas caracterizan al turismo congregarse, a la vera del mar, en cualquier
moderno, encuentra relevante apoyatura en eslabón de la cadena de auténticos edenes
la necesidad de cambiar estacionalmente de playísticos que tuvo a su disposición.
habitat, autoimpuesta por quienes se hallaban
en posición económica de huir temporalmen-
te del ajetreo y hacinamiento de la capital del «Seaside resorts» latinos
Imperio. Sin aminorar en un ápice esta ten-
dencia a la evasión, lo mucho que la monu- Para empezar, y a cómoda distancia de la
mentalidad y animación de su esplendente capital del mundo, le esperaba «el lugar en
capital pasmó a los forasteros de visita o de que el mar se halla tan cerca de Roma», como
paso. en el libro V de sus epigramas lo identifica
El romano posesor en abundancia de Marcial, al referirse al gratus quae regís
Antium, que es como en su Oda primera
otium y de denarius, contó con varias op- saluda Horacio al Anzio de hoy. En aquel
ciones vacacionales para satisfacer su anhelo tiempo, una extensa playa, humedecida su
de supervivencia, disfrutando de aire puro y arenosa cadera por la rítmica caricia del Tirre-
de tranquilidad en parajes más soleados y no, recostada en inevitable guirnalda de villae,
salubres que el encerrado en el vasto recinto en una de las cuales se les apareció a los
amurallado, lamidas las bases de sus siete renacentistas el Apolo del Belvedere; como
célebres y archiedificadas colinas, por un para recordarles el lujo y buen gusto que reinó
Tiber maloliente y contaminado. Si así lo donde nacieron Calígula y Nerón.
deseó, y de no impedírselo imperiosas obli-
gaciones sociales o políticas, siempre le cupo Algo más al sur venía la playa de Nettuno,
el recurso de mudar de paisaje y de tono de aún hoy denominada de tan adecuada manera.

45
314 ESTUDIOS

Millas más abajo la de Astura, donde, y punto playístico en el único punto tagante de
¡cómo no!, poseyó Cicerón una «villa» de su la Appia con el mar, una jornada más y el
colección. Y en zona excepcional además, in viajero, a punto de finalizar el viaje, tendría
locus amoenus et in mare ipse, según precisó ocasión de presenciar lo prometido por Esta-
el eximio grafómano a su amigo Atticus, al do: ver acostarse al sol, en lecho de aguas
indicarle que desde su finca contemplaba el marinas, en un paraje de maravilla, al abrigo
mons Circeis, como supo todo lector de del promontorio Miseno, domador de las
Hornero, sin necesidad de aclaración, la re- brisas norteñas que oreaban el golfo de Nea-
sidencia de la maga que sin más encantos que polis. Lo que significaba haber rendido etapa
los de su cuerpo serrano, demoró más de la en el punto de destino: en una bellísima bahía
cuenta el retorno de Ulises al hogar conyugal. donde al decir de los más, la vida resultaba
Esta es la villa en la que, «contando las olas», divina para los menos.
buscó Cicerón consuelo de la muerte de su
hija Tulliola.
A primera vista, o prima facie, tentadora «Divina Baiae» (Horacio)
sobremanera la playa de Antium, por su
proximidad con el principal foco emisor del Escasos los restos de la pasada grandeza
turismo romano. Demasiado cercana a Ro- de Baiae subsisten hoy en el extenso litoral,
ma para competir en el mercado turístico de presidido por las Acquae Cumanae, su de-
la capital con otra playa mucho más distante, nominación geoturística original. Una suce-
y más selecta por ende, pero que en breve sión de terremotos, maremotos, más unas
viaje por la Appia Via, a quien con inten- cuantas invasiones, entre ellas, tres siglos de
ciones de pasárselo en grande lo emprendió, hidrófoba ocupación sarracena, transforma-
le condujo a lo que en todos los órdenes ron a un paraje en tiempos atractivo, en el
funcionó como un gigantesco centro de espar- alucinante amasijo de tierras removidas que
cimiento para la gente verdaderamente adi- hoy se divisa.
nerada de la Ciudad Eterna.
Lo hasta ahora exhumado y recompuesto
Obvio que en su propagandista fervor Sta- confirma lo que de siempre se supo. Que
tius exageró más de lo permisible, incluso a aquel imponente complejo turístico —Baiae
poetas, al versificar: «al viajero que saluda a en puridad nunca fue ciudad sino una gran
la Aurora al pie del palacio del Palatino, zona vacional dependiente de Puteoli— debió
puede despedir a los últimos resplandores del en sus buenos tiempos parecerse horrores a
día, retirándose tras la colina de Cumae», un Marbella a la romana antes de la invasión
ciudad y colina, que a dos mil años de de los vuelos chartered. Muíais mutanda lo
distancia, se visitarán tal y como en tiempos imprescindible, se adivina que vino a ser una
de Statio fueron visitadas. Pero verdad es que especie de resort á la mode un edénico oasis
recorrer ciento cuarenta millas, en medio día subtropical para el epicúreo friolento y pu-
de luz solar, aunque posiblemente hacedero, diente, con ciertos toques de Sodoma, Go-
parece demasiado recorrido para un romano morra, Baden-Baden y el Saint-Tropez de los
en plan vacacional. Si bien pudo despachar- años cincuenta. Un voluptuoso litoral pletó-
las, sin innecesaria fatiga, en un par de días, a rico de archipámpanos, mandamases y mán-
bordo de un ligero carpentum, o en una rauda damenos, celebridades y desaprensivos, to-
raeda, tirada por un par de muías o caballos dos y todas tan preocupados en mantener en
canjeables por otros de refresco, en las muta- forma su corpus, añejo o juvenil, como en
tios instaladas en la ruta mejor del Imperio. sustraer a la mens del taedium que acibaró el
De pernoctar a medio camino, en cualquier otium de quienes poseyeron todo cuanto con
hospitium de los de Anxur (Terracina), otro dinero se pudo comprar.
TURISMO ROMANO 315

Pudo imputárseles que como buenos ro- mana. En lo que a Baiae respecta, no antes
manos limitaron sus relaciones con el mar a de concluirse las ingentes obras de infra-
contemplarlo desde distancia prudencial. estructura (palabra desconocida por los ro-
Practicando en seco un rito playero incapaz manos pese a su prístina latinidad), orde-
de suscitar sorpresas a estas alturas, moti- nadas por Augusto, para desecar unas me-
vado por la afición del romano elegante y fíticas marismas y malolientes Sulfataras, de-
coquetón a exhibir, vuelto a sus lares y masiado vecinas a la zona residencial, cuan-
penates, una epidermis bien tostada por el do le daba a Eolo por soplar recio e inso-
sol. Todo hacer suponer que los piscinarii, portables con el calor estival. Obras y pro-
como despectivamente los llamaba Cicerón, blemas concluidos al penetrar las aguas del
satisfacieran su propósito exponiendo el cuer- Tirreno en los lagos Lucrinus y Avernus,
po a los rayos dorados de Helios, preferi- aventando sus miasmas y convirtiéndolos en
blemente tumbados al borde de la piscina amenos y salubres parajes, tanto para el
aestivaria de su thermae particular, mientras sudoroso paseante, como para el flemático
regalaban la mirada con el retozar de las pescador.
matronas de buen ver, ataviadas con breves y
funcionales «bikinis»; tal como las retratan Superado el escollo de la estacionalidad, la
los mosaicos descubiertos en la localidad afluencia a Baiae recibió fortísimo impulso
siciliana de Piazza Armerina. O sin necesi- sin necesidad de recurrir a la propaganda, al
dad de ir tan lejos en pos de pruebas, vis- menos tarifada. Su publicidad corrió a cargo
tiendo el «dos piezas» que lleva la buena de la rutilante nómina de clientes, que di-
moza reproducida en otro mosaico de tema fundieron urbi et orbe, su fama. En lo referen-
marinero, hace algún tiempo aparecido en la te a emperadores, el rooming list de Baiae
«Casa del Mithreum», junto a la plaza de resplandeció. En la villa de su tío Julio (Cé-
toros de nuestra Emérita Augusta. sar) en el cabo Misseno, buscó Augusto
respiro para los mordiscos de la ciática, en la
residencia luego frecuentada por Calí gula y
Tiberio. Una netamente neroniana se cons-
Veraneo romano truyó Nerón para proseguir degradándose y a
otra ajena se retiró Adriano desde su fastuosa
Como en Las Palmas, Torremolinos y villa de Tívoli para morir.
previamente en la Costa Azul, la saison en
Baiae durante la época republicana y hasta Descendiendo un peldaño en el escalafón
Augusto en la imperial, fue, en principio de las celebridades, Mario, Sila, Pompeyo,
invernal, sin extenderse al estío hasta des- Lúculo y Creso (este último, por supuesto y
cubrir los romanos el veraneo a orillas de descontado), poseyeron allí su villa respec-
mares cálidos. Acontecimiento producido por tiva, así como Cicerón y el retórico Hor-
lo menos un siglo antes de que Aulo Gelio tensio. Ambos enfrascados en mantener al
iniciase un capitulito de sus «Noches Áticas» rojo vivo su rivalidad senatorial, renunciando
con el dato siguiente: «El retórico Antonio los eximios charlatanes a una excelente opor-
Juliano y yo nos trasladamos a Ñapóles tunidad de conceder a sus lenguas un bien
durante el estío, huyendo de los calores de ganado descanso.
Roma».
Como en tantos otros apartheid costeros, de
Acto colectivo bastante incongruente, des- la denostada sociedad de consumo, que no es
de el punto de vista climático, emprender preciso especificar, los optimates, como los
rumbo hacia el Sur, para evadirse de las grandes por su casa o sus méritos, se auto-
furias térmicas del verano, en el que vol- denominaron en Roma, prefirieron edificar
verían a incurrir los europeos a los veinte sus residencias discretamente distanciadas
siglos de practicarlo la buena sociedad ro- del mar y de la pleamar de los advenedizos.

47
316 ESTUDIOS

Terminando por tener que mirar el mar por el hastío y la hipocondría; fuese cultivando la
encima de las terrazas de la villae de los mente a través de los ojos o dándole gusto al
demás. Sobre todo, al hacer acto de presencia cuerpo a fuerza de jarana, francachela y di-
la más desaforada especulación de suelo, versión.
llegada a extremos suñcientemente agudos Para empezar, y hallárase donde se ha-
para que más de un plutócrata de la política, llara, nunca a gran distancia de la ciudad
dueño en algún remoto lugar del Imperio de portuaria de Puteoli. Ya en la «Roma chi-
media provintia, se las vio y deseó en Baiae quita» (lapusilla Roma de Cicerón), podría
para en zona de grand standing adquirir, a entregarse al disfrute de un quehacer típico
precios inflacionados por la demanda, una del turista contemplativo, desocupado y bo-
única y no muy extensa parcela. nachón. Pura y simplemente: presenciar en
Penuria de terreno agudizada por la hiper- calidad de mirón el trabajo de los ocupados.
urbanización desatada al borde del mar, don- Bien las faenas de carga y descarga en los
de la escasez de espacio edifícable obligó a muelles de uno de los puertos principales de
construir no pocas villae sobre plataformas Italia con Oriente o a la servidumbre esclava
sustentadas por pilones anclados bajo las acaudillada por el maiordormus proveyéndose
aguas. Para desesperación de Horacio, adalid de vituallas en el supermercado central. El
de la conservación del paisaje y acérrimo nombre que mejor le cuadra al enorme ma-
enemigo de la polución, quien entre las insen- cellum de comestibles local, que por su espa-
satas extravagancias que en una de sus Odas ciosidad y lujo, incluso en el destartalado
imputa a un anónimo nouveau riche, blanco estado en que hoy se encuentra, siguen cele-
de sus sarcasmos, le censura con marcada brándose guías y artículos como templo de
insistencia: «te crees poco rico porque sólo te Serapis, malinterpretando la función orna-
pertenece tierra en la orilla y contratas már- mental de la deidad egipto-romana que se
moles para construirte casas haciendo retro- limitó a decorar el interior del estableci-
ceder al mar rugiente de Baiae» (1). miento.
Denuncia confirmada por la moderna ar- Mucho más excitantes espectáculos pudo
queología submarina, al descubrir en el fondo presenciar el turista, primero, en el viejo
del mar, donde finalmente yacen, los restos anfiteatro de Puteloi, famoso por la ferocidad
de la opulenta fachada marítima y en cor- de sus luchas de gladiadores, y asistiendo
niche de Baiae, donde quedó sumergida bajo acaso, cuando se terció, y como para hacerle
las nada rugientes aguas de la bahía, en el recordar a uno otras costas de hoy, alguna
curso de un maremoto de tantos padecidos buthysia, una especie de corridas de toros, de
por la zona. urus silvestres y de gran cornamenta y trapío.
Quizá aquella en la que según el historiador
Dion Casius dejó Nerón estupefacto al re-
Baiae turística
yezuelo de Armenia al que agasajaba, al
saltarse el imprevisible emperador el proto-
colo y la barrera, como un espontáneo cual-
Una vez instalado el recién llegado en villa quiera, plantificándose en la arena del ruedo
propia o alquilada, tiempo de sobra dispuso para matar a dos toros con una misma ja-
para ir descubriendo la prodigalidad con que balina.
los alrededores del lugar escogido para vacar
le ofrecían sitios y pasatiempos para sacudir índice expresivo de la demanda para la
diversión del contingente vacacional de Baiae
(1) Tu secunda marmora locas sub ipsum struis y contornos, cierto sucedido, relatado por
domos marisques Baias, parum locuplex continente Suetonio. Dice el historiador que debido al
ripe. (Horacio. Oda 11-18). llenazo producido en el anfiteatro de Puteloi

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TURISMO ROMANO 317

por los celeberrimi ludi que allí tuvieron diluido en su ambiente el sello vagamente
lugar, ni siquiera todo un señor senador ro- oriental, impreso por sus primeros ocupantes,
mano pudo ocupar un triste tendido, por los griegos. Un estímulo más para la imagi-
llegar un poco mas tarde que elpopulum de a nación y sensibilidad del romano mediana-
pie. Afrenta que el emperador Augusto re- mente instruido, consciente de ser la «Magna
paró instrumentando por medio de una ley al Grecia» comarca civilizadísima mucho antes
efecto, un sistema de prioridades jerárquicas, de que Eneas pusiera en su capital el primer
aplicable a las localidades de todos los circos ladrillo fundacional.

El mercado o «Templo de Serapis».

y anfiteatros del Imperio. Problema resuelto Lo que salvó al turista intelectualoide y


en Puteoli más tarde, en tiempos de Ves- amante de los recuerdos históricos de hallarse
pasiano, al construir el anfiteatro cuyos restos en aquel emporio de lujo y hedonismo lúdico
aún se ven, con un aforo de 40.000 espec- como gallina en corral ajeno. En materia de
tadores, el tercero de Italia. turismo cultural la zona, como se decía en-
La polivalencia con que Baiae satisfizo tonces de las cosas dignas de ser vistas,
toda suerte de gustos y apetencias turísticas poseyó «videnda» para dar y tomar. Un
exige enumerar por separado otro tipo de paseito por la Via Domitiana, el ramal que
alicientes contribuyentes a su popularidad. enlazaba a Baiae con la Appia, rodando por
Además de su clima, termas y de su ve- una calzada de lastras poligonales en parte
getación subtropical, otro de sus máximos todavía visibles, le conducía hasta la vecin-
incentivos radico en un ingrediente al alcance dad de la semiabandonada ciudad griega de
de la comprensión de cualquier admirador Cumas, la más antigua de Italia, la ianua
nórdico de las playas andaluzas o tunecinas Baiarum de Juvenal. En todo caso, el deca-
de hoy: Baiae era diferente. dente escenario escogido por el elegante Pe-
tronio para morir en tiempos de Nerón, en
una bañera, abiertas las venas de los brazos
La Baiae histórico-cultural por la misma mano que escribió el «Sati-
ricón»: estupendo retrato de la complicada y
Al romano de pro Baiae y su entorno le costosa manera en que se entretuvo matando
embriagaron con un atractivo de raíz exótica el tiempo sobrante, la sociedad que para sus
e índole subjetiva. Como su toponimia entera orgías gustó hacer rancho aparte en aquellos
lo denota, la Campania Félix preservaba parajes.

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318 ESTUDIOS

Insuperable guía para visitarlos con fruto fantasmal cubículo donde entre Eneas y la
el libro VI de la «Eneida», más que probable Sibila se desarrolló la dramática escena de la
redactado en la villa allí poseída por su autor. profecía, emitida —según la «Eneida»— por
Gracias a describir Virgilio el paisaje tal y unos orificios en el flanco de la colina, que no
como lo vio, según se acercaba el turista a la pudo menos de percibir, aunque en número

Cumas. Ingreso al antro de la Sibila.

ciudad muerta de Cumas, vería, elevarse ante


su vista como Eneas en su desembarco
«... quibus altis Apollo
praesidet horrendaquae procul secreta Sybylla»
una colina coronada por el templo de Apolo.
Y ¡por Júpiter poderoso! No sólo continuaba
allí el templo, sino que restaurado a concien-
cia por Agusto, sin posibilidad de yerro, el
más atento lector de cuanto cantó y contó
Virgilio, por redactar el poeta sus versos ad
majorem gloria de su emperador. Ingresando Cumas. «Dromos» o galería que conduce al antro de la
por un largo túnel o dromos de unos 200 Sibila.
metros de longitud, en forma de V invertida,
excavado en la ladera de la montaña, le bastante inferior a los centum ostia por los
llevaría hasta el mismísimo antro de la Sibila, que según Virgilio, en función de profeta del
de la Sibila de Cumas, vividamente descrito pasado, fluyó al exterior la sobrecogedora
por Virgilio que debió visitarlo más de una voz de la interlocutora de Eneas: multiplicada
vez, cuando los oráculos de la pitonisa no por cien, prediciendo, a dos mil años vista,
eran más que puro recuerdo entreverado de con impecable exactitud, los destinos del
mito y leyenda. pueblo romano: justamente hasta los tiempos
de Augusto.
En este antro (redescubierto con su galería
en 1932), el turismo romano se encontraría Libro en mano, y alertas el ojo y la ima-
en el corazón de uno de los más emotivos e ginación, el excursionista experimentaría la
impresionantes lugares del mundo antiguo inefable emoción de introducirse por el bello
que tanto le gustó explorar. En el pétreo y pasado de su raza penetrando en otra galería

50
TURISMO ROMANO 319

todavía mayor, la crypta de Cocceius, cons- desde Baiae a Puteoli, y regreso al atardecer,
truida por dicho arquitecto perforando en al muchacho, cuya muerte prematura —se-
línea recta la base de una colina. Mejor gún Plinio— lloró con tan audible amargura
informado que los turistas neoclásicos y ro- el servicial cetáceo.
mánticos, desconocedores del auténtico, no
se le ocurriría pensar que aquel túnel abierto Inolvidable repaso a la Historia, romana
al tráfico rodado, era el antro de la Sibila, que por supuesto, pudo darle su devoto colocán-
acababa de abandonar. Le enteraría su «Enei- dose en manos de algún cicerone o ductus
da» hallarse transitando por el locu nigro, profesional, para que le fuera mostrando,
nemerumque tenebris, por el que Virgilio, entre otras cosas, ilustres moradas de insig-
inspiradamente anacrónico, hizo pasar a nes personajes, como la «Academia», como
Eneas con su Sibila, camino de lago Averno, afirman la tradición y los guías que hoy
situado al final del túnel. muestran sus restos, la «villa» en la que
Cicerón compuso algunas de sus obras de
Efectivamente, ¡Facilis descensus Averni!, mayor nombradla. Estremeciéndose de ho-
como dijo el poeta. Tanto más desde la rror, si tal fue su gusto, al descender a la
apertura del túnel. Llegado al lago en cues- playa de Baulij en el camino de regreso,
tión, contemplaría un viejo cráter volcánico, mirando una semicueva de cara al mar. La
de austera solemnidad, y desde las obras tumba de Agrippina según decía y dicen,
urbanísticas de Augusto, depósito de aguas estrangulada por orden de su hijo Nerón,
más claras y translúcidas que las humeantes erigida a la chita callando, como Tácito ex-
por las que el esforzado Eneas, como Orfeo plica, «por los criados de la difunta, camino
tras su Eurídice, tuvo que sumergirse para al Misseno, cerca de la villa de César que
descender a los infiernos. domina el golfo».
Cosas menos fantásticas y espeluznantes Dadas las buenas relaciones del turismo
regalaron la curiosidad del turista por la zona con la gastronomía, ¡qué mejor remate de la
costera. La Piscina Mirabilis, por ejemplo excursión que enfrentado a un refrigerio en
de cosas todavía visibles. Una cisterna cu- otro lugar no menos historiado! En las caupo-
bierta, ciertamente maravillosa y porticada, nae del lago Lucrinus, sede de los criaderos
excavada en la plataforma rocosa del cabo de las ostrae lucrinenses, elogiadas por Cice-
Miseno con el fin de suministrar a los resi- rón, engordando en sus viveros compartiendo
dentes, y a los buques de la flota imperial aguas comunes con los mejillones pondera-
estacionados en su base del Mare Morto, dos por Horacio y Juvenal. Manjares, como
agua corriente y potable a discrección. Ópti- un placer más de los ofrecidos por Baiae no
ma atalaya para extasiarse contemplando en precisamente baratos. Palabra de Marcial
todo su paisajístico esplendor la mayestática (Ep. I-XIX):
bahía de Baias o Baiae, con el Vesuvius al «Dat Batana mihi quadrantes sportulacentum
fondo de la villa de Neapolis más a mano. ínter delicias quid fácil istafames?».
Recordando consejas como las recogidas por
Plinio el viejo, a quien a menudo se le vio por al quejarse de la insuficiencia de la sportula,
allí: la última, aquel mal día que salió en una el donativo cotidiano en dinero repartido por
embarcación para observar de cerca la erup- el administrador del .rico mecenas entre los
ción del Vesubio que acabó con Pompeya y clientes de su amo. Suma que «inter delicias»
con la vida del minucioso catalogador de cu- del lugar, apenas le llegaba al poeta para
riosidades de todo tipo y pelaje. Entre todas las malcomer. Al preguntar quejumbroso a su
leyendas, bella como ninguna, aquella del del- amigo Flaccus,
fín que a caballo en su lomo azul acostum-
braba trasladar matinalmente a su escuela, «Tam male cum coenem, curbene, Flacce, laver?»

51
320 ESTUDIOS

«¿De qué me sirve bañarme tan bien, si do por una especie de malentendido, de no
luego he de comer tan mal?», Marcial declara jerarquizar las motivaciones viajeras, como
con una especie de retruécano, interrogativo, es sabido, sometiéndolas a la que parece fue
lo caro que solia salir, para el no sobrado de la decisiva y fundamental. Suponer fueran el
denarius, el veraneo en Baiae. clima, la terapia, el paisaje o las antiguallas,
todo junto o por separado, lo que en verdad
Baiae balnearia posibilitó aquel milagro turístico, como se
Consecuentes con su genio para armonizar diría hoy, equivale a infligir al sector más
lo útil con lo grato, amén de enormemente friolero y desocupado de la buena sociedad
divertida e instructiva, para muchos romanos de la Roma pagana un insulto a todas luces
Baiae actuó como un centro terapéutico de inmerecido. Porque en su realidad «la divina
primer orden, gracias a sus thermae de mo- Baiae» de Horacio se comportó muy hu-
numentalidad aún perceptible y de eficacia mana, y hasta demasiado humana hubiera
reconocida. Entre otros agüistas y bañistas, pensado Nietzsche, de hacerla conocido
por el plácido Horacio, menos plácido en su cuando mereció la pena. En el mercado de las
realidad que el tono de sus poesías dan a preferencias turísticas de su clientela, bien
entender. Llegado a Roma con un tremendo claro dejó establecido cotizarse más alto su
déficit de sueño y al borde del colapso el función de refugium peccatorum que como
sistema neurovegetativo, corroído por el trá- salus infirmorum.
fico y bullicio de la capital, en el verso Nullus
in orbe sinus Batís praelucet amoenis, pro- Cotejados los vejámenes, escarnios, de-
clama en su Epístola I la sin igual belleza nuestos y dicterios que la zona provocó, con
del sinus, del golfo, pórtico de un encendido sus restos arqueológicos, cuyas magnificen-
panegírico empapado de resabios publicita- cias, aunque malparadas, a la vista están, la
rios de buena ley. Elogio cuya sinceridad compulsa conduce a una conclusión, depri-
corrobora en la Epístola XV, exclamando al mente o alegre, según el ángulo desde el que
abandonar el lugar «Dije adiós al agua sul- se la mire. Pura y simplemente: que como
furosa de Baiae que infunde paz a los nervios luego les aconteció a Ischia, Ibiza o a Saint
enfermos»; textualmente, nervus elidere mor- Tropez, y como les ocurre a ciertas revistas y
bum. comedias teatrales hodiernas, en las que con
vestimenta mínima actrices y actores profie-
Los enemigos de la humedad en todas sus ren malsonancias de alto calibre sin venir a
formas, y más sobrados de achaques que de cuento, no cabe duda de que la clave del éxito
olfato, tuvieron opción a tratarse asmas, reu- fenomenal del Baiae dimanó por encima de
mas, bronquitis y sinusitis, introduciéndose todo de su mala reputación.
con sus adiposidades a cuestas, en las pe-
numbras de las luego llamadas Stufe de Ñe- Negligibles en el trance el valor informa-
ro ne, rehabilitadas hace algún tiempo, con tivo de los panegíricos de Horacio y de
fines declaradamente turísticos, para uso de Virgilio, poco proclive éste a echar piedras a
germanos y escandivanos. Unas saunas natu- su napolitano tejado, aparte de escribir ambos
rales consistentes en unas angostas grutas, en en tiempos de Augusto, severo e intransigente
zona de solfataras, caldeado su lóbrego inte- como casi todo aquel para quien es normal
rior por ardientes corrientes de aire, exhala- andar mal de salud. La literatura no oficia-
das por aguas plutónicas o submarinas. lista que privó bajo emperadores no tan aus-
teros como el sobrino de César, miran a
Baiae con óptica más realista mostrándola a
«Baiae dissoluta» su verdadera luz. Explícito y lapidario cual
El auténtico significado de Baiae en el ninguno Marco Terencio Varro, al afirmar en
turismo romano quedaría un tanto desvirtua- una de sus sátiras, que en Baiae las doncellas

52
TURISMO ROMANO 321

eran propiedad común, que los viejos se giendo deplorar la suerta de la casta Livia,
convertían allí en muchachos y los mucha- candidamente refugiada en Baiae para pro-
chos en la viceversa. teger su virtud. De sobra unas semanitas
junto al mar napolitano, para crucificarla el
Muy en su papel de cusios morum del maldicente bilbilitano en el verso:
prójimo, y de adusto aguafiestas del placer
ajeno, sigúele Séneca, escribiendo para un «.Relicto conjuge, Penelope venit, abit Helena».
tipo muy específico y atípico de turista en De modo y manera que por referirse a
tiempos de Nerón: Baiae todo el mundo en Roma le entendió: en
«El sabio no irá a Baiae porque es la guarida y el especial los cónyuges relictos, o abandona-
cuartel general del vicio. Es allí donde la impudicia se dos, a quienes por aquello del do ut des, y del
toma las mayores licencias y hay reuniones que
deberá el sabio evitar por contrarías a las buenas
de donde las dan las toman, no pareció
costumbres. Yo la he abandonado por ser lugar donde preocuparles demasiado el regreso de sus
es peligroso residir». Penélopes al lar conyugal, transmutadas en
Helenas.
Óptima la doctrina y como conducta ejem-
plar. Pero prerrogativa de sabios el cambiar Eventualidad que nada más pensarla ator-
de opinión. El mismo locus diabolicus, del mentó lo indecible a Propercio, poeta saca-
que rezumando escándalo y desprecio por rinoso y masoquista, de los de ni contigo ni
todos los pliegues de su toga, afirmó el gran sin ti, previniendo una y otra vez a su Cynthia
estoico haber escapado el mismo día de su no fuera a Baiae littora inimica puellis. A
llegada, es el caso que después lo visitó con juzgar por las ocasiones que su amada le
bastante asiduidad, pues es de suponer que brindó para seguir dedicándole poemas año-
para algo se compraría allí una de sus villae rando su ausencia, es de presumir lo mucho
más caras el multimillonario cordobés. A que a su Cynthia le encantó «la costa ene-
mayor abundamiento, en otra villa de la miga de las doncellas», circunstancia expli-
vecindad, y al lado de su ex discípulo Nerón, cativa del sonoro improperio de Propercio,
le sorprenden los eruditos punto menos que in contra el protervo lugar
fraganti, redactando a la luz de un velón, «Ah, pereant Bajae crimen amoris acquae...».
cierto escrito, dirigido al Senado, con el que
el moralista andaluz intentó justificar al im- maldición contra las aguas asesinas del amor,
perial matricida de lo injustificable. Del ase- que dos o tres siglos después de proferida
sinato de su madre Agríppina, recién per- estaba en vías de consumarse (1).
petrado no muy lejos del lugar de la escena de
la redacción del escrito. Un recordatorio de
tantos, como diría Séneca, de lo mucho que Termas y balnearios
acortaron distancias el vicio y la virtud en la
promiscua Baiae. Entre enterados, hace tiempo archipro-
bada la inexistencia en el cuadro de las
Salidas más tarde madre de las gentes y las civilizaciones la ninguna capaz de competir
costumbres de la buena sociedad romana, y con la romana en su pasión por conectar el
acusar Baiae síntomas de pollutio y de ma- cuerpo humano con aguas tibias. Ya en su
sificación, predecible no hubiera cálamo tiempo, exageró el viejo Plinio muy poco al
puntero en la Urbs, que no pusiera a parir al escribir «durante seiscientos años los roma-
no del todo inocente paraje, proporcionán-
dole, de paso y de rebote, como es habitual,
publicidad impagable. Lo conseguido con to- (1) Interesantes precisiones sobre el turismo romano
en Baiae en: Luis Fernández Fuster. «Teoría y Técnica
da probabilidad por Marcial, en uno de sus del Turismo». Tomo II. Pags. 729 y ss. Sexta edición.
más cáusticos e ingalantes epigramas, fin- (Madrid, 1981).

53
322 ESTUDIOS

nos no han conocido otro médico que sus de los tiempos en ciudades de respetable
baños». Baños que entendidos de aquella entidad. Supuesto en el que se inscriben
manera carecen de relación con la afición desde Vichy, Wiesbaden, Baden-Baden, y va-
constitutiva siglos después del principal nú- rios Badén más, hasta el de Bourbon, en la
cleo del turismo moderno. En primer lugar, Auvernia, elogiado por Marcial, al escribir
por lo reacio que el buen romano se mostró a Omnia Borbonis cedant miracula thermis...,
satisfacer su manía por los baños zambu- así como el Bath británico, cuantos Aix fi-
lléndose entre olas marinas. Prefirió gozar guran desperdigados por territorio galo y to-
sus aguas dulces y no salobres, humeantes y das nuestras Caldas y Alhamas sin excep-
bien calentitas, recluido con sus pares dentro ción. Generadores todos y todas en tiempos
de sus thermae, vocablo de estirpe griega, romanos de flujos viajeros de densidad sufi-
válido para designar tanto las irrigadas por ciente para inscribirse de lleno, los balnea y
aguas caldeadas artificialmente, como las sus flujos, en ámbitos turísticos. Animó la
emergentes del suelo naturalmente calientes: uniformidad del rango social de quienes fre-
como la madre Tierra las parió. cuentaron unos parajes amables por natu-
raleza y vocación, la diversificada proceden-
Plutarco, griego al fin, trató de clarificar cia de la clientela que recibieron. Suetonio
cierta confusión léxica estableciendo distin- sitúa al endémicamente enfermizo Octavio,
gos entre aguas plutonianas y neptunianas. enemigo de las thermae artificiales, disol-
Por bien que se le entendiera, la cosa estuvo viendo sus patogenias en las aguas de Albula
más clara para su contemporáneo Vitruvio, el y las Acquae Tarbellicae (Dax), se jactan de
arquitecto de Augusto, hombre castizo y for- haber desbravado por algún tiempo las nin-
malista como sus edificios, amigo de llamar fomanías del temperamento de Julia, su hija.
pañis al pan y vinus al vino, denominando en
su tratado «De Architectura» thermae a las En justa reciprocidad ciertos balnearios
salas de baños, públicas o privadas, y bal- itálicos recibieron agüistas de puntos lejanos
nearia a los balnearios. Cae de su peso que del Imperio; por ejemplo, las Acquae Apo-
únicamente estos últimos, que con el nombre llinares, hoy Vicarello, al Norte de Roma.
de acquae o thermae funcionaron doquier Evidencia la remota oriundez del tráfico al
circularon romanos o romanoides, revisten que atendieron el famoso trío de «Vasos
evocados a distancia significado turístico. Y Apolinares», de plata maciza, allí descubier-
en alto grado. tos en 1852, en compañía de muchos más. De
unir el carácter de ex votos, atribuido a los
No es preciso resaltar la tendencia de la recipientes por los arqueólogos, el hecho de-
historia humana a repetirse para detectar en mostrado de haberse fabricado en Cádiz, en
el resurgir del termalismo europeo del XIX, tiempos de Trajano, su reaparición en el
las funciones desempeñadas en el ordena- corazón de Italia se interpreta como prueba
miento social, y por razones extrínsecas a las tangible de la boga del balneario entre agüis-
terapéuticas, por los balnea romanos. Cuan- tas procedentes de la Baetica.
do tantos romanos y romanas acudieron ad
acquas, como entonces se dijo, por motivos El termalismo de alto bordo y luengo reco-
en gran parte vagamente relacionados con la rrido dio vida a tipos de viaje considerados
higiene y la salud, al menos corporal. Del prima facie como peregrinaciones. Erróneo
mismo modo con que el dictum de que Acquas supuesto en el que quedan comprendidos,
condunt urbes, aparece confirmado por la entre otros, los viajes desde Italia a Epidauro,
geografía del termalismo europeo, a través próximo al centro portuario y excursionístico
del número de Balnearios, ubicados muchos de Corinto, un superbalneario cuajado de
de ellos a considerable distancia de pobla- historia y mitología, cuyo significado reli-
ciones importantes, convirtiéndose al correr gioso era un factor secundario en tiempos

54
TURISMO ROMANO 323

Balneario de Bath (Inglaterra), e\ Agua Sulis romana.

romanos. Sin otorgarle los visitantes de la era na, construida por los romanos. Un teatro
imperial especial importancia al hecho de superior en aforo y monumentalidad a cual-
haberse erigido aquel espléndido conjunto quiera de los erigidos por cualquier balneario
arquitectónico, hoy destrozado, en torno a europeo, del XIX en adelante, para diversión
unos milagrosos manantiales presididos por y solaz de los agüistas.
un santuario dedicado a Esculapio. Es de Bastante débiles, pues, los fundamentos
suponer más decisivo en su popularidad la para calificar sensu strictu de peregrina a la
calidad de sus hospederías o xenodochios, y clientela romana que por generaciones con-
los actos programados en su célebre teatro, currió al bello paraje griego, con intención de
virtualmente intacto a excepción de su scae- desoxidarse el hígado y los pulmones, en

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324 ESTUDIOS

selecta compañía, amenizándose el trata- de haber nacido mucho antes que los román-
miento con el disfrute de suculentas raciones ticos, los verdaderos descubridores del pai-
de paisaje, clima y diversión. saje tal como es modernamente entendido.
Sin tener el caso de Epidauro nada de En sus viajes el romano lo entendió de
excepcional por repetirse en diversos puntos manera mucho más primaria y elemental.
en los que la proximidad del mar redobló los Hombres amantes del campo, saborearon vi-
goces del termalismo a la romana, por lo sualmente una naturaleza de aguas mansas y
general en lugares reedescubiertos por el tu- verdísimos prados: del tipo cuya contempla-
rismo muchos siglos después. Un aspecto de ción tanto entusiasmó a don Quijote y a
la cuestión ilustrado por la insólita magnitud Lamartine, y que conmueve por igual a se-
de los romanísticos establecimientos termales ñoras de natural efusivo y a gentes de secano
de Cemenelum (hoy Cimiez), dominando integral. Con base a semejante predilección,
desde una panorámica prominencia el puerto muy bien pudiera achacársele «el inaceptable
ex griego de Nikaia (hoy Niza). prejuicio de no considerar bellos más que los
paisajes donde la verdura triunfa», que señala
Sin olvidar la imposibilidad de interpretar Ortega y Gasset, prejuicio de honda acepta-
en su plenitud la razón de la sobresaliente ción en las preferencias del turismo ambulan-
fastuosidad del resort playístico de Baiae, te, ya percibido entre sus conciudadanos por
cercano a Ñapóles, sin vincular la delicia Séneca, por Séneca padre o el viejo, al escri-
paisajística del litoral a su riqueza en aguas bir sobre los topia, o pinturas de paisaje
sulfurosas. Plinio, siempre el viejo en estos decorando a menudo, y al fresco, los muros
particulares, no es ante su lujosa franja de de los domicilios de sus coetáneos:
villae ante lo que extasía en su «Historia
Na tura lis» (XXXI-2), sino ante su abun- «Me cuesta trabajo creer que quienes copian en
dancia de thermae, punto de arranque del sus casas bosques, mares y ríos, hayan admirado en
formidable centro turístico ya evocado. sus vidas grandes extensiones de tierra irrigadas por
un río calmoso o torrencial o visto el mar desde una
En cuanto a las termas urbanas, por ejem- altura en la placidez del verano o en una tempestad
plo, las fantásticamente grandiosas de Roma, Invernal. Pues, ¿quién, tras ver tan magnificos es-
pectáculos se conformaría con una mezquina repro-
que despojadas incluso de bronces y már- ducción?».
moles, aún infunden sus osamentas de ladrillo
estupor y respeto por su monumentalidad, por Debido a la ausencia en su esquema men-
inmensa la trascendencia social y hasta cul- tal de la noción de lo pintoresco en la natu-
tural que en sus tiempos atesoraron, y como raleza, en sus viajes el romano se resignó de
sucede con la moderna eclosión de piscino- buen grado al goce de panoramas modera-
filia masiva desencadenada en las metrópolis damente aparatosos, aptos para la tarjeta
de secano, resulta mínima, por no decir nula, postal y el fresco pompeyano: dos represen-
su incidencia con la cuestión aquí analizada, taciones de la naturaleza distantes en el tiem-
por su total desconexión con el viaje. po, pero más próximas entre sí de lo que
aparentan.
El romano ante el paisaje Puede precisarse más y no como timbre de
sensibilidad en el sujeto. Pragmático hasta en
Noción, la del paisaje, por subjetiva y surta sus exteriorizaciones sentimentales, el romano
en la psique de cada contemplador, fluctuante disfrutó del paisaje con mentalidad semivacu-
y sujeta a modas y modos en el sentir co- na y agropecuaria, deleitándole la visión de
lectivo. Un sentimiento de inspiración ma- campos poblados por faunas y botánicas pro-
yormente literaria motivó que los romanos en ductivas y pignorables en el mercado. Disposi-
plan de viaje pagaran bastante caro el precio ción de ánimo frecuentemente detectable en

56
TURISMO ROMANO 325

Horacio y también en el excelso Virgilio, Lo cuenta la existencia, en medio de un


hombre éste capaz de redactar en versos bosque de cipreses, de un templo dedicado a
impecablemente épicos un tratado de Agri- Clitumnus, con una estatua de la divinidad
cultura, con el nombre de «Geórgicas», y por fluvial vistiendo toga de magistrado, rayadas
igual afectuoso con sus dioses y héroes como las columnas del edificio por inscripciones de
y también con sus abejas y ovejas. Suceso visitantes. Las translúcidas aguas se reman-
que multiplicado por dos acaece en la prosa san en una lagunilla dejando ver los guijarros
epistolar de Plinio el joven, uno de los textos del fondo y las monedas arrojadas por quie-
latinos donde el paisaje se menciona con nes no es necesario señalar. Hasta el puente
mayor sentimiento y reiteración, pero enten- que separa a la corriente del río en dos partes
dido siempre como terrenos feraces, provistos tiene asignada una función ordenadora:
de sombra en abundancia y exuberante vege-
tación, y valorado principalmente, y desde «Destinada la superior a la navegación y la de
perspectivas turísticas, en razón directa con aguas abajo a la natación. En los terrenos concedidos
por el divino Augusto a los ciudadanos de Hispellum,
la cantidad de confort susceptible de propor- existe un balneario público, o municipal, y un ho-
cionar al viandante o al mero contemplador. tel (1).

Este posicionamiento utilitario ante una


naturaleza domesticada y vestida de sus me- Fiel a su manía reprobatoria de conductas
jores galas escenográficas se patentiza en los ajenas, una vez más toca a Séneca quinta-
elogios y ditirambos de Plinio al visitar uno esenciar con máximo vigor la recta actitud
de los paisajes consagrados por la mejor li- ante el paisaje en general:
teratura del siglo anterior. El nacimiento del «El viajar te beneficiará al darte conocimiento de
río Clitumno, un afluente del Tíber, en los al- las gentes, la forma de las montañas, las llanuras que
se extienden hasta lejanías ignotas, valles con aguas
rededores de Spoleto: cercano a Roma, por internas que se filtran, o algún insólito río, como el
consiguiente, y de benevolente clima estival Nilo con sus inundaciones estivales, o el Tigris, que
en gracia a su altitud. se desvanece de la vista, para remerger tan ancho
como siempre».
En sus Geórgicas Virgilio dedica unos Exposición rematada con una observa-
cuantos versos panegíricos al albi, Clitum- ción, más o menos aguda, pero reveladora de
nos, flumine sacro, y en una elegía del tenor, la postura del intelectual romano ante las
y al enumerar las maravillas de Italia que salidas de madre de la naturaleza:
despliega ante un amigo ausente, Propercio
incluye una mención a los formosa Clitum- «Estos ríos atraen viajeros, no por su belleza, sino
nusflumina luco. por su magnitud, fama o cualidades extrañas, pero no
te harán más sabio o mejor».
Un siglo más tarde, y ya en el terreno de la En cuanto a las altas montañas el romano
prosa, Plinio ofrenda al popularísimo lucus adoptó una actitud incuestionablemente de
una epístola entera, en la que la sacra faceta rechazo. Imitando a los griegos, mucho las
del lugar aparece gravemente diluida, al ini- admiraron, pro desde lejos. Fijaron en ellas la
ciarla, dirigiéndose a su amigo, Vaconius Ro- residencia predilecta de sus más poderosos
manus, con un Vidistine aliquando, Clitum- dioses, pero absteniéndose de treparlas para
nusfontem?, pasando de seguido a referirle, y rendirles sus respetos. De no ser alguna cu-
en un texto que suena como el de un folleto de riosidad turística protuberante y bien dotada
propaganda turística, lo mucho que se perdía
de no acudir a contemplar el nacimiento del
(1) «Superiore parte navigare tantum, infra etiam
río, convertido en un centro de deportes flu- natare concessum. Balneum Hispellates, quibus illum
viales, con todos sus dispositivos y agra- divus Augustus dono dedit, publicae praebant et hos-
vantes. pitium». C. Plinius. «Apistolae» (Lib. VIII-8).

57
326 ESTUDIOS

de accesos y refugios como el Etna, la ascen- fondo supersticioso, que se tradujo margi-
sión a cumbres de altitud por encima de lo nándolas de sus itinerarios cuanto les fue
normal estuvo fuera de lugar. Inhibición de- posible.
mostrada con harta claridad por el hecho de
que aunque en muchos de sus viajes no La confrontación del romano con la gran
tuvieron más remedio que trasponer los Ape- montaña halla correlato exacto en su actitud
ninos o los Alpes, las posibilidades estéticas frente a la palpitante infinitud del mar. Bello
latentes en la experiencia naufragan en sus como espectáculo y numen socorrido en poe-
escritos invariablemente ahogadas por el re- mas y prosa de finos quilates literarios. Pero
cuerdo del terror y los sobresaltos sufridos en «burlador de las humanas esperanzas», le
el trance. Sillius Italicus describe a los Alpes apellida el realista Petronio en el «Satiricen»,
como un horrendo desierto inhóspito, y Tito al narrar la espeluznante escena del nau-
Livio les aplica el adjetivo foeditas, o sea, el fragio. Ambivalencia que en vena humorís-
colmo de la fealdad. tica e inmisericorde compendia un hombre de
la seriedad de Lucrecio {De Rerum Natu-
rae XXXI-1), al escribir:
Inéditos aún los violentos conceptos ro-
mánticos de la naturaleza, la exaltación de «Suave, mari magno turbantibus aequore ventis
E térra magnum spectare laborem».
lo espectacularmente bravio, de lo abrupto y
desgarrado, poquísimo lo que las serranías Que, aproximadamente, queda en un:
atrajeron a aquellos señores, y, por el con- «Dulce el contemplar desde la tierra la lucha
trario, todo contacto viajero con ellas, por del prójimo con las turbulentas aguas y vien-
tangencial que fuese, les produjo un pánico de tos del mar».

EL CAMINO Y LA POSADA DEL VIAJE ROMANO

Si superabundantes las fuentes coetáneas fluyendo por aquella pétrea red arterial viaria
expresivas de los dispositivos del viaje ro- inundó de romanitas, o de latinidad, los más
mano denominado por la terminología actual dispares puntos del Imperio.
infraestructura turística, linda con lo inma-
nejable la plétora de modernos estudios que
sesudamente los glosan. Estudios éstos que Carreteras romanas
poca ayuda prestan en trances como el pre-
sente, por concretar su punto de mira, más Al esbozar el entramado material del viaje
en las vertientes estáticas del viaje, que en su del romano en plan turista, comparece muy en
dinámica: justamente la que incide con el primer plano la carretera, no en vano una de
turismo. Por tanto, raro que estos exhaustivos las creaciones más típicas y perdurables de
trabajos, mayormente ingenieriles, proporcio- aquella civilización. La mayoría de los empe-
nen datos utilizables para enterar al inte- radores, o, en su defecto, los mandos mili-
resado del comportamiento viajero de la par- tares y el Senado en pleno, y por la cuenta
cela humana que los utilizó. que a todos les tuvo, tuvieron muy presente
La literatura de la época, de tratarla con la que del mantenimiento en forma de una tu-
consideración debida, suele mostrarse bas- pida red de comunicaciones dependía la sub-
tante generosa dándonos ideas de los modos y sistencia del Imperio.
maneras de viajar del caudal humano, que Al principio, durante la república, la cons-

58
TURISMO ROMANO 327

trucción de las viae, aún consulares, res- Roma y en el centro del Foro por anto-
pondió en todo momento y lugar a impera- nomasia.
tivos primordialmente castrenses, empleando
en la tarea al ejército y enormes sumas de A las ventajas informativas de las estelas
dinero. Hasta promulgarse más tarde leyes miliarias podría añadirse otra más, de utilidad
transfiriendo la carga de mantenerlas en con- señalada por nuestro compatriota Quintiliano:
diciones, bien onerosa por cierto, a los muni- «Cuando se viaja por los caminos, distraemos la
cipios adyacentes a sus recorridos, siguién- fatiga leyendo las distancias en las piedras miliarias.
dose procedimiento similar en materia de El placer de apreciar la pesada distancia ya recorrida,
puentes, el tour de forcé ingenieril del ar- y el saber lo que falta para llegar, hace que recorra-
mos más animadamente el resto de la etapa».
quitecto romano.
En las provintiae, y en campo abierto, la Además de a las viae, también contaron
responsabilidad del orden viario, y de la con tan útil dispositivo las carreteras secun-
seguridad personal del viator en tránsito por darias, que al igual que las strade de nuestros
las carreteras estatales, persistió siendo co- días, sus herederas, se denominaron en origen
metido militar, garantizado por destacamen- con el nombre genérico de strata. Término a
tos de soldados, situados en cruces impor- cuya perdurabilidad deben su toponimia no
tantes (estacionados sería más adecuado), pocas ciudades europeas de clara genealogía
por albergarse en unos edículos, statíones, carreteril, tales como Strattford (Inglaterra),
que vinieron a ser una mixtura de caseta de Strassbourg (Alsacia), Strasskirchen y Stras-
peones camineros y cuartelillo de la Guardia senhaus (Alemania) y La Estrada (Ponte-
Civil. La labor puramente técnica de preser- vedra).
var las viae en buen estado de rodaje y Otro rasgo distintivo de las vías romanas,
conservación, corrió a cargo del ilustre cuer- herencia griega al parecer, y de seguro que
po de curatori viarum, subsistente contra por vía etrusca, el discurrir a la entrada y
viento y marea, hasta la extinción del Im- salida de las ciudades flanqueadas de her-
perio, por nacer dotado de las enormes reser- mosos sepulcros. Así lo impuso la religión, la
vas para la supervivencia características a ley y la costumbre, al prohibir enterrar dentro
los organismos estatales bien remunerados. del perímetro habitado por los vivos. Del
hecho de erigir los mejores sepulcros en res-
Las principales carreteras estuvieron per- puesta a un designio ornamental de la ruta
fectamente señalizadas. Infinitamente mejor salió altamente beneficiado el turismo mo-
y con mucho que en la Edad Media y en derno que visita el tramo inaugural de la
algún que otro siglo posterior, en los que entre Appia para contemplar la colección de ele-
otras desfavorables circunstancias el analfa- gantes tumbas que lo decoran. Costumbre
betismo proliferó. Las carreteras romanas ejemplarizada dentro de nuestra casa y mo-
corrieron jalonadas por las famosas estelas destia en la alineación del grupito de en-
militares en las que acostumbraba figurar el trañables sepulcros exhumados hace algún
nombre consular del Emperador a quien se le tiempo en la recoleta plaza barcelonesa de la
adjudicaba la gloria de su construcción, o de Villa de Madrid, a cuatro pasos de las Ram-
su modernización, además de unas cifras, blas, donde tras atravesar la diminuta Bar-
precedidas de las letras MP, indicando las cino la Vía Augusta reemprendía rumbo ha-
millia passuum, o los mil pasos, aún con- cia la opulenta Tarraco.
servados con el nombre de millas por los
marinos del todo el mundo y los pueblos de Los conjuntos sepulcrales romanos tuvie-
habla inglesa. Distancias todas referidas a ron poco o nada de funeral, liberándose de
una columna, más bien dorada que de oro, la fúnebres resabios para testimoniar un con-
miliarum aureum, erigida por Augusto en cepto del mundo pagano frente a la muerte

59
328 ESTUDIOS

radicalmente diferente del nuestro. Los muer- tros de la Vía Valeria separando hoy a Roma
tos romanos, cuyo caudal o el de sus deudos de su vieja colonia, al incrementarse con
les eximió de ser sepultados en una necró- muchas más curvas que la vieja, la nueva
polis o en la fosa común, no quedaron aisla- carretera supera en más de 12 kilómetros las
dos del todo de la comunidad de los vivos, sesenta y dos millas de la vía original (1).
como puntualiza una autoridad en el tema:
Sin arredrarles a los romanos en tramos
«Los romanos depositan sus muertos a lo largo de distinguidos por un tráfico denso y cualifi-
sus grandes vías, cerca de las puertas de las ciudades,
donde sintieran a los viandantes y el ruido de los cado darle fluidez por medio de túneles exca-
vehículos. Al sepultarlos a la vera de las carreteras vados en roca, reduciendo a la horizonta-
más frecuentadas, no era su deseo, como han querido lidad, y a fuerza de pico y pala, obstáculos de
interpretarlo algunos filósofos, recordar su destino bulto. Perforada en roca por Agrippa, una
final a los mortales. Por el contrario, lo que querían
es hacerles olvidar su destino a quienes ya no exis- especie de ministro de obras públicas vitalicio
tían. Lo demuestra asi un epitafio que reza: "Veo y de Augusto, todavía preserva su carácter
contemplo a los que van y vienen de la ciudad". Y turístico la por siglos celebrada grotta de
otro en el que se lee: "Lolüus ha sido colocado al lado Paussilipo, que tanta distancia sigue acor-
del camino para que todos los transeúntes puedan tando entre Ñapóles y Pozzuoli. Túnel que
decirle 'buenos días, Lollius'"» (1).
contó entre sus distinguidos usuarios a Sé-
Ya en plena ruta, un atributo de las viae neca, no muy marinero como buen cordobés,
afectando directamente al usuario su propen- quien prefirió recorrerlo en tinieblas, antes de
sión a la línea recta. Norma que si bien en recurrir al barco que pudo trasladarle de
terreno llano procuraba obvias ventajas al Baiae a Ñapóles. Famosa por su valor des-
viajero, no así en tramos montañosos, donde criptivo la epístola en la que con marcado
engendraba empinamientos o cambios de ra- disgusto refiere la opresión moral sufrida al
sante, con consecuencias para el tráfico ro- atravesar la crypta Neapolitana, al resplan-
dado de dureza fácil de imaginar. Confron- dor de unas antorchas.
tado más de un experto con la notoria ten-
dencia ingenieril a tirar por el cerro de en Cuantos datos se poseen sobre el sistema
medio (quae próxima iter est, que decía Cé- viario romano reafirman la noción, por otra
sar), en pos de la más corta distancia entre parte hace mucho arraigada, de su magni-
dos puntos, los hay que atribuyen esta ten- ficencia, tanto en concepción como en eje-
dencia a una simple razón: al desconocimien- cución, como en eficacia y belleza, mere-
to universal del eje variable en el juego de- ciendo en su conjunto elogiosa calificación de
lantero de ruedas de los carruajes. un historiador británico, inclinándole a su-
poner, brincando por encima de varios siglos
La rectitud a ultranza de las vías romanas de no generalizado progreso: «hasta la apa-
es condición brillantemente demostrada en rición de los ferrocarriles y vapores, es du-
1957, y sobre el terreno, por un investigador doso hubiera época en la historia en la que
holandés, tras varios años de estudios practi- fuese el viajar más fácil y general» (2).
cados en un trecho de la Valeria que unía a
Roma con el Adriático, coronando casi por Opinión coincidente con la de la autora del
derecho las cotas apeninas y las de los Abra- estudio Rome in Albion, quien tras deslizar
zos. Midiendo cuidadosamente la distancia un vistazo comparativo a las congestionadas
entre Roma y la miliaria 62, conservada in carreteras inglesas de veinte siglos después de
situ en el recinto de Alba Fucens, el arqueó-
logo holandés evidenció que los 113 kilóme- (1) C.C. Van Essen. The Via Valeria from Tivoli
to Collarmate (1957).
(1) Franz Cumont After Life in Román Paganism. (2) Samuel Dill. Román Society from Ñero to
(Yale University Press, 1922). Marcus Aurelius. (Londres, 1904).

60
TURISMO ROMANO 329

la ocupación romana, llega a la conclusión de Orgullo de la Appia su pavimento, fir-


que en la Gran Bretaña sólo existieron dos mísimo y especial, compuesto por un ciclo-
periodos en los que las carreteras respon- peo mosaico de lastras poligonales de bien
dieron de modo adecuado a las exigencias del pulido granito o basalto. Hollado preponde-
tráfico: «Uno, en el siglo XVIII, al producir rantemente en sus inicios por las caligae de
las diligencias las carreteras pavimentadas, y las centurias legionarias, que marcharon mar-
el otro durante los cuatro siglos en los que cando el paso reflejando el sol en sus yelmos,
Brítania fue colonia romana. De los dos, no escudos y coseletes de escamas metálicas. Al
hay duda cuál fue la época mejor. La ro- fin y al cabo, la principal razón para cons-
mana». truirla Más tarde, el tráfico castrense fluyó
hacia el Norte por la Vía Flaminia o bien
Veredicto aplicable hasta no hace mucho, desfiló hacia el mar por la Ostiense, para
y acaso con mayor literalidad a nuestra pe- embarcarse y cosechar laureles y tierras por
nínsula, singularmente favorecida en materia remotos ultramares. Tras la derrota de Aní-
de carreteras durante aquella dominación, en bal, un imprevisto usuario de las viae, la
violento contraste con la desidia musulmana Appia incluida, y verse la península libre de
en cuestión de caminos y puentes. Sin que sobresaltos procedentes del exterior, trans-
esté de más resaltar que por imperativos currió poco tiempo para sobre su bruñido
turísticos se empezara a rehabilitar en nuestro envés deslizarse las raedae y cárnicas trans-
suelo el fundamento del viejo sistema viario portando romanos y romanas a lugares de
hispanoromano, recortándole sus ínfulas cen- clima benevolente, sitos al mediodía de la
tralistas al kilómetro cero de la Puerta del capital. Pavimentada de modo garante de
Sol, con la construcción de la gran autopista firmeza y pulcritud, pero no apta para gran-
mediterránea, que, como la Via Hercúlea, y des velocidades. Como recuerda Horacio en
bordeando el Mare Nostrum, va camino de su Sátira V, al decir minus est gravis Appia
enlazar en su día a la Tarraconense con la taráis, o lo que es lo mismo, «es menos
Baetica. incómoda la Appia para el viajero sin pre-
muras».

La Appia propiamente dicha, pues hubo


La «Regina Viarum» paralela otra con el mismo nombre, arran-
caba de la Porta Capena, abierta en el viejo
Los romanos, y con toda justicia, deno- recinto mural, aproximadamente entre el Co-
minaron la reina de las carreteras a la más losseo y las Termas de Caracalla. Porta, que
célebre e historiada vía del orbe clásico, mientras existió, sirvió de acceso principal de
paradigma arquetípico de las miríadas de Roma para multitud de viajeros y trajinantes,
rutas construidas por ellos en sus dilatados congregados muy en particular en una pla-
caminos. Inaugurando una ilustre costumbre, zoleta adyacente, el Área Carruces, como
la primera de las grandes calzadas romanas insinúa su nombre bien a las claras, una
ostentó el nombre del cónsul que en —312 la especie de estacionamiento de vehículos, al
construyó: Appius Claudius Coecus, o el aire libre, lleno de cisarii o cocheros de
ciego, por serlo. Aunque como todas las de la alquiler, quienes impedidos de penetrar du-
época republicana, el trazado de la Appia rante el día en la ciudad con sus carruajes,
respondiera a imperativos militares, la «vía» forzaban al cliente a llegarse hasta ellos
terminó atendiendo a demandas tan turísticas transportando extramuros el equipaje, a lomo
como pudieron ser el unir a Roma con Capua, de muía, burro o esclavo.
estratégico nudo viario para distribuir el trá-
fico entre la Urbs y los tibios resorts vaca- Enmarcada por un gran acueducto, el Mar-
cionales de la cálida Campania. cio, obviamente romano, la estampa cotidia-

61
330 ESTUDIOS

na de la C apena debió parecerse mucho a la toles» (XXIX-15), y con una hostería re-
plaza segoviana del Azoguejo, en día ferial, y gentada por un tal Claudio, receptor de un
por supuesto, en fechas previas a la invención comentario elogioso de Horacio, en calidad
del automóvil. Punto de cita y de reunión de cliente.
para los dados a entretener el ocio con el espec-
táculo del trajín y vaivén de las gentes. Ad Desde el Forum Apii, siempre rectilínea,
veterus arcus medidanque Capenam, se si- recorría un trayecto de 19 millas, el mo-
túa Juvenal, en su Sátira III, eligiendo la nótono decemnorium, a través de las Pa-
caleidoscópica encrucijada caminera para ludae Pontinae, comarca desolada y malsa-
asentar ante sus lectores la credibilidad de su nísima, hasta transformarla los ingenieros
furibunda diatriba contra las mortificaciones agrónomos de Mussolini en campiña feraz.
de la vida en una capital, de la que a pesar de Una jornada más por bellos paisajes y la vía
todo raramente se distanció. Plenamente jus- rendía etapa final a las puertas de Capua,
tificada la presencia del satírico en el lugar al antesala de Neapolis (Ñapóles), la janua
retratarse como un desocupado de tantos, en Baiarum, como la denominó Juvenal.
ocasión de acudir a despedir a un amigo, que Hasta que a los cinco siglos de construirla,
hastiado abandona la incómoda Roma para ya en el siglo II, toma cartas en el asunto
radicarse en Cumae, «dulce retiro, cabe grato Trajano, como muchos grandes soldados as-
litoral, a las puertas de Baiae». cendidos al poder, hombre muy dado a las
obras públicas de empuje, quien por rutas
Muy ricas reminiscencias ofrece un re- montañosas prolongó el recorrido de la Appia
corrido por la Appia antica al viandante de hasta Tarento y Brindisi, en el tacón de la
hoy. De iniciarlo desde el parque de la Porta península, puntos de embarque idóneos para
Capena, contemplará a su izquierda el se- Corinto y Alejandría.
pulcro de los Scipiones, de amplio interior
aún visitable, reposo de las cenizas de una
auténtica dinastía de poderoso predicamento
en la Roma republicana. Traspuesta la puerta El «Populusque Romanum» y el transporte
Appia, hoy Porta S. Sebastiano, y franquea- turístico
do el recinto mural aureliano, se llega por
entre hermosísimas tumbas al cilindrico mau- La práctica demuestra que para historiar
soleo de Cecilia Metella, hija del general que de manera efectiva, y en su faceta dinámica,
conquistó para Roma la isla de Creta. Punto una actividad tan eminentemente humana
desde el que la vía, recta como una jabalina, como el viaje, sea el romano, o el de cualquier
inicia su trayecto hacia el Sur. Flanqueada época anterior al advenimiento del ferrocarril,
durante millas por elegantes sepulcros paga- resulta altamente provechoso desde el punto
nos, mientras en la lejanía arquean sus lomos de vista informativo conocer el sistema de
de ladrillos las sierpes rotas de varios acue- correos operante en cada tiempo y lugar, por
ductos hace tiempo en desuso. ser postal el surco principal por el que dis-
currieron de preferencia los tráficos viajeros
A unos 23 kilómetros de Roma la «via» más concomitantes al turístico.
cruza la villa de Ariccia, llena en tiempos de
mesones siempre prestos a dar de yantar al Procedimiento particularmente aplicable
viandante. En un módico hospitio de Ariccia al caso de Roma. No en vano su sistema
se aloja el parsimonioso Horacio en la pri- postal, además de inmejorable, fue una de las
mera jornada de su Sátira «El viaje a Brin- pocas cosas no copiadas por los romanos a
disi». A parecida distancia la carretera lle- los griegos. Cosa diñcil por otra parte dada la
gaba al Apii Forum, o a las Tre Tavernae, tendencia de las gentes helenas a relacionarse
mencionado en los «Hechos de los Após- por medio de la conversación, sin parecer

62
TURISMO ROMANO 331

haberles preocupado gran cosa sistematizar emperador Trajano desde su puesto en Bythi-
el rápido transporte de la palabra escrita, nia, a orillas del mar Negro, en la que el
mientras a través de la charla y el diálogo, vis detallista escritor y posiblemente probo fun-
a vis y más o menos capcioso, sentaron las cionario, se considera obligado a dar toda
bases de la filosofía occidental. clase de explicaciones al emperador, por ha-
Por las vías romanas circularon infinidad berse permitido expedir en favor de su es-
de cosas además de legiones y la corres- posa Calpurnia un diploma tractorio, con el
pondencia oficial. Viajeros en especial. Apro- objeto de que con ayuda del cursus publicus
vechándose del hecho de hallarse jalonadas pudiera la dama acelerar su llegada cerca de
las vías, y de modo muy racional, por cierto, una tía suya enferma en Roma.
por un rosario de mutationes, antecedente de Curioso por demás que obra tan impor-
los reíais de la vieja posta francesa: es decir, tante, al menos para el propio autor, Plinio
relevos donde se mudaban los tiros de los decidiera concluirla insertando un par de
carruajes, así como por mansio, componen- oficios de índole administrativa, que hoy ca-
tes de una red paraestatal de alojamientos en lificaríamos de puro trámite, relativos al viaje
campo raso, equipados con cuadras y dor- de su cónyuge. Dice así Plinio a Trajano en
mitorios donde pasar la noche. Regida cada su escrito:
mansio por unpraepositus, o manceps, según
«Hasta ahora, señor, he adoptado la norma inva-
la época, en lo funcional vinieron a ser un riable de no expedir un diploma que permita el uso de
equivalente bastante cercano a los «moteles» la Posta Imperial de no ser a quien viaje en servicio
hoy instalados en las carreteras de mucho oficial, pero acabo de verme obligado a hacer una
tránsito. excepción. Mi mujer recibió noticia de la muerte de
su abuelo y sintió ansia de visitar a su tía. Pensé que
Ahora bien. El hecho de que el servicio no sería razonable denegarla un permiso cuando la
postal romano —el cursus publicus— nom- prontitud significa tanto en el cumplimiento de un
deber de esta clase, en la seguridad de que vuestra
bre oficial de la ilustre institución, en prin- majestad lo aprobaría por tratarse de un viaje por
cipio o de jure, se montara para exclusivo uso razones familiares. Lo que me impulsó a actuar sin
de la «res publica», o sea, estatal, lo contradice demora, fue porque si hubiera solicitado su permiso,
la plétora de referencias reveladoras de que in la respuesta hubiera llegado demasiado tarde».
factum, los dispositivos instalados con este
propósito, vehículos, monturas y alojamien- Por más de ignorarse lo que tardó la res-
tos inclusive, no sólo fueron utilizados por puesta del emperador sevillano, no pudo ser
funcionarios en comisión de servicio, sino por más efusiva dentro de su laconismo:
viajeros civiles de influencia suficiente para «Tenías plena razón, mi querido Plinius, al confiar
obtener la indispensable diplomata tractoria, en mi beneplácito. No necesitabas haber dudado si
que daba derecho a manutención gratuita al debieras haber esperado mi autorización, con tal de
apresurar el viaje de tu esposa usando los permisos
afortunado titular y compañía, o el diplo- que te extendí para servicios oficiales. Era tu deber
ma a secas y en corto: literalmente, doblado hacer doblemente grata la visita de tu esposa a su tía
en dos. Documento que constituye un ante- con su pronta llegada» (1).
cedente directo del pasaporte, así como, y en
casi todas las lenguas europeas, la denomi- Ciertamente arriesgado tomar ad pedem
nación de una carrera administrativa de gran- litterae tamaña escrupulosidad, habida cuen-
des perspectivas viajeras y alto prestigio so- ta la obsesión del joven Plinio, en su ma-
cial. durez, comprometido a labrarse un concepto
La profusa correspondencia de Plinio el favorable sobre su actuación pública. Por lo
joven, editada y publicada por el propio Pli-
nio para arrobo y admiración del público (1) Epistolario de Plinio el joven». libro X. Car-
lector, concluye con una epístola dirigida al tas 120 y 121.
332 ESTUDIOS

que la correcta interpretación de las cartas «Uno puede bien imaginar sin esfuerzo —apostilla
que publicó, exige no perder de vista el hecho el gran investigador irlandés— que en aquellos tur-
bulentos tiempos, personas interesadas por razones
de destinarlas a ser leídas por contribuyentes particulares en llegar a remotos distritos, bien por
al fisco. medio de donativos o por el influjo ilegitimo de su
rango social, obtendrían de los funcionarios de la
posta facilidades para viajar en ella que a la larga
Según iba el Imperio extendiéndose y serían fatales para la regularidad del servicio guber-
ablandándose su musculatura, no parece hu- namental y onerosas para los contribuyentes provin-
bo en la práctica insurmontables cortapisas ciales obligados a sufragarlo» (1).
para que determinadas personas, no cuali-
ficadas por ley, pero sí por sus muchos sex- Testimonio la robustez congénita al sis-
tercios o sus buenas relaciones, renunciaran tema el que a trancas y barrancas el cursus
así como así, a edulcorar sus desplazamientos funcionara ut mos (como de costumbre), has-
dejando de recurrir al mejor servicio de trans- ta el postrero estetor del Estado. Todavía en
porte y de alojamientos por muchos siglos el año 467, infiltrándose a granel las oleadas
existente en el mundo. Especialmente desde bárbaras por las tambaleantes limes Imperio,
que Nerva liberó a los municipios de tener el escritor galo-romano Sidonius Apolinar
que contribuir al sostenimiento del cursus —y para algo era yerno y paisano del em-
publicus, transfiriendo la servidumbre al fisco perador Avitus— se servía de los eficaces
imperial, cuyos servicios mejoraron al insti- dispositivos del cursus para realizar un rá-
tuir Adriano el cargo de praefectus vehicu- pido y confortable viaje, de carácter privado,
lorum, creado para mantener operativo el de Lyon a Roma, descrito en su epistolario
«parque móvil». con suficiente detalle para satisfacer al más
inquisitivo curioso.
El cursus subsistió hasta los últimos días
del Imperio, y texto tan tardío como el «Itine-
rario de Burdeos a Jerusalén», acredita que el Vehículos y carruajes
servicio postal romano no siguió el proceso
de decadencia sufrido por el sistema político A efectos de singularizar en la medida de
que lo creó, y que hasta la víspera de su lo posible la figura trashumante y borrosa del
disolución continuó operante. Según el pre- turista del ayer, desligándola de otros seres
cioso documento, fechado en el año 333, en con los que hubo de compartir al macomún
aquel tiempo entre Burdeos y Arles se con- mismas rutas y transportes, deberán de ex-
taban 11 mansiones y 30 mutationes, y 22 cluirse de esta reconstrucción los que andu-
mansiones y 63 mutationes desde Arles a vieron ambulando, o séase a pie o a pata, por
Milán. Cifras, que para zonas predominan- decirlo al modo del hispano vulgo. Por más
temente rurales, suponen una densidad más que la restricción elimine a andarines del
que aceptable tanto en materia hotelera como resuello del filosofastro Aristides de Esmirna,
en, digamos, estaciones de servicio. caminante perpetuo y de por vida, que se
tomó la molestia de facilitar informes de
Más tarde hasta el cursus se vio afectado utilidad suma para aclarar ciertos aspectos
por el empeoramiento general. Al estudiar del viaje romano poco conocidos.
Samuel Hill la sociedad romana del siglo V, Para establecer un módulo clasificador que
anota el gradual deterioro del cursus publi- distinga al viajero turístico, del viajero a
cus, y los abusos registrados en la expedición secas, presta bastante ayuda la diversidad de
del privilegio de evectio, que había sustituido modelos y tipos de vehículos en rodaje por las
al «diploma», pero permitiendo al portador
del documento seguir viajando, rápido y bien, (1) S. Hill. Román Society in the last century ofthe
por cuenta del Estado: Western Empire (1983).

64
TURISMO ROMANO 333

calzadas romanas, extensa en demasía para hotelera influyó a que nada tuviera de infre-
ser enumerada. Húbolos de toda clase, ta- cuente que en viajes prolongados viajeros
maño, forma y condición, cada uno con su pudientes transportaran tiendas de campaña.
nombre privativo. La gama se dilató desde los Una circunstancia más contribuyente a que
carruces, antecedente rústico de las carrozas, entre las muchas cosas buenas que es preciso
y el cómodo y ligero carpentum, con su reconocer a la Pax Romana, el que tendrían
capota contra la lluvia, el polvo y el sol, hasta que transcurrir bastantes centurias, más el
el veloz cisium, de dos ruedas, versión uti- advenimiento masivo del automóvil, para que
litaria de la biga de las carreras circenses, y gentes de paz, exentas de cromosomas be-
antecedente de la silla de posta inglesa del duinos o gitanos en su sangre, osaran acam-
XVIII, y la espaciosa y despaciosa raeda, de par por las noches, sin escolta ni temor, al
cuatro ruedas. borde de las carreteras europeas.
En armonía con la asombrosa cantidad de Subsidiaria en algunos casos, y fundamen-
cosas que el romano gustó hacerlas en de- tal en la mayoría, la contribución de la inicia-
cúbito supino, el summum del confort viajero tiva privada en el ramo transporteril. Consta
se lo proporcionó la cárnica dormitorio, en que al igual que en la Porta Capena y la
la que Cicerón, Séneca y Plinio —y consta el Ostiense de Roma, en los accesos extramu-
dato en sus respectivos epistolarios— entre- rales de centros urbanos como Praeneste,
tuvieron el tedio de un viaje a paso de muía o Tibur y Pompeya, funcionaran empresillas de
buey, con la lectura tumbados sobre muelles cisiarii y de jumentarii, al servicio de via-
colchones, llegando al punto de ir dictando jeros de presupuesto limitado, donde podían-
sus esquelas al taquífrafo (notarius), sin ne- se alquilar, incluso en régimen análogo al
cesidad de detener el carruaje. drive yourself, una serie bastante variada de
En desplazamientos por terrenos acciden- modestos carruajes y cabalgaduras.
tados, recomendable la litera Liburna, una
especie de triclinium ambulante, provisto de No deja, por contra, de producir justificada
extrañeza, que civilización tan práctica y
un juego de ruedas desmontables; su adap- aficionada a artefactos e ingenios, fuera in-
tación a la calle o a la carretera, requería una capaz de descubrir lo que más tarde, pero no
simple operación de poner o quitar ruedas, y antes del siglo X, revolucionaría tan a fondo
sustituir la tracción animal por la humana. la tracción animal. Linda con lo inexplicable
Juvenal registra con su acostumbrada cla- que no se les ocurriera a gentes tan dadas a la
ridad el efecto que le produjo contemplar el mecánica y a los cachivaches confeccionar
paso por una calle de Roma a uno de los atalaje mejor que el asfixiante dogal, que
afortunados posesores de aquella superlitera: oprimió el cuello de la bestia de tiro al
«... atque obiter ¡eget aut scribet vel dormiet intus: servicio de la prisa del romano. Incompren-
namquefacil somnum clausa lecticafenestra... » (1), sible no hiciera en el trance acto de presencia
puntualizando el satirista con envidia de sem- la indispensable chispa de inventiva precisa
piterno peatón: «Dentro de ella lee, escribe y para sustituirlo por la sencilla collera, que
hasta duerme, pues las cerradas ventanas del apoyada en el pecho y hombros del animal,
hubiera multiplicado considerablemente la
carruaje incitan a la somnolencia». celeridad y el rendimiento laboral de la trac-
En viajes largos y por tramos poco po- ción de sangre latina.
blados el turista acomodado practicó sin re-
paro alguno el camping de roulotte, rodando Algo muy semejante a lo ocurrido con la
algunos tipos de vehículos, como la cárnica herradura, desconocida no sólo por los ro-
dormitorio, perfectamente acondicionados manos, sino también por los visigodos y las
para pecnoctar en su interior. La penuria primeras avalanchas de conquistadores ára-
334 ESTUDIOS

bes, pese a la forma dada por ambas culturas Cierto que disfrutó del agua, pero en sus
a los arcos de sus edificios. Más que justi- baños y lo más caliente posible. De no tener
ficada, por esta razón, la perplejidad de Mr. más remedio que embarcarse, procuró que
Gilbert M. Tucker al señalan «parece in- sus travesías fueran remis velisque, es decir,
verosímil que tras haber conseguido el hom- a remo y vela simultáneamente. Un dual
bre predecir los eclipses solares, hubieran de sistema no a disposición de cualquiera por
transcurrir tantos siglos para que aprendiera a poco menos que privativo de los buques de la
enganchar y a herrar propiamente sus ca- marina de guerra. Por lo general, el no muy
ballos». bien situado socialmente tuvo que confor-
marse con las navis onerariae, o comerciales,
más pausadas y pesadas, pero impelidas a
vela. En todo caso, siempre ansioso de pisar
El viaje marítimo tetra firma, elemento natural de una raza
más guerrera que marinera.
Es improbable sea accidental que la obra
cumbre de la literatura latina, la «Eneida» Sin embargo, hay una faceta náutica en la
dedicada a exaltar el épico origen del pueblo que la supremacía del romano sobre el griego
romano, simbolice al mismo tiempo y a la resultó aplastante: en materia de ingeniería
perfección la renuente actitud del cives ro- naval, bien que tuviera su significado fuera la
manum respecto al mar. Los seis primeros helenista Alejandría sede de los principales
cantos de los doce que integran el inmortal arsenales del Imperio. Provoca asombro la
poema, relatan a las mil maravillas las acci- pericia del romano en el ramo con sólo con-
dentadas singladuras por el Mare Nostrum siderar el respetable tonelaje que hubieron de
de Aeneas, hijo de Venus (o de Amphitrite si alcanzar las naves encargadas de transportar
se desea precisar más), desde Troya hasta la del Nilo al Tiber, la descomunal serie de
embocadura del Tiber. Texto no precisamen- obeliscos faraónicos, retrasplantados desde
te invitativo al navegar por lo adusto y pro- Egipto a plazas y circos romanos, ad ma-
celoso del mar que protagoniza esta parte del jorem Imperii gloriam.
azaroso periplo. El amigo de exprimir de los
hechos todo su valor simbólico, halla pasto Carente el romano como navegante de la
abundante para la imaginación en el hecho de intrepidez aventurera del griego, exteriorizó
que Virgilio, según dijeron y corroboró su un pánico supersticioso hacia las tempestades
epitafio, Mantua me genuit, Calabri rapuere, y oleajes, interpretándolos como rasgos del
pereció nada más desembarcar en el puerto mal humor de sus temperamentales dioses,
de Brundissium, al regreso de un viaje ne- Neptuno en particular, no muy alto en el
tamente turístico por Grecia, a punto de dar rango de sus devociones. Sin perjuicio de
los toques finales a una obra que dejó in- inclinarle su sentido práctico a seguir el con-
conclusa. sejo de duchos meterólogos, peritos en el arte
de predecir la aparición de vientos de pre-
La peripecia personal de Virgilio, elocuen- dominancias coincidentes con la derrota de
te cantor del mar, pero pésimo navegante, sus navios.
convierte a la «Eneida» en un caso de tantos
de la fábula nutriendo sus fantasías en rea- Ventosa, por ejemplo, la razón que man-
lidades. Porque en cuanto al viaje por mar, o tuvo a Rutilius Namatianus, presto a regresar
iter maritimus, fiel el romano a su cos- a su Galia de origen, esperando varios días en
tumbre de copiar a su modelo griego siempre Roma la arribada del novilunio otoñal, por-
que pudo, pero siempre también de modo tador de vientos propicios que permitieran
insuficiente, no se comportó excesivamente zarpar del Portus Ostiensis, al buque en que
marinero que digamos. embarcaría; como él mismo nos informa:

66
TURISMO ROMANO 335

«Explórala fide pelagi ter quienque diebus, mente a su propia manutención, proveyén-
Dum melius lunae fideret aura novae...» dose de vituallas antes de embarcar.
O dicho más en cristiano, ya que el poeta
fue un pagano recalcitrante y empedernido: Cediendo al irresistible atractivo de todo
«espiamos durante quince días el momento atajo sin trabajo, en algunos trayectos el iter
de fiarnos del mar, hasta que, tranquilizados maritimus era favorecido por el tráfico via-
por la luna nueva, sopló mejor brisa». jero, como por ejemplo, desde Brundissium a
Corinto, y también entre la metrópolis a
Rasgo saliente en las singladuras del pa- Hispania. Génesis de un tráfico activo en
sajero marítimo romano su preferencia por el extremo entre Ostia y Tarraco, travesía en la
cabotaje, navegando oras legere, es decir, que normalmente debieron invertirse más de
leyendo la costa, procurando perder de vista los siete días, que tardó Plinio el viejo, y que
el litoral lo menos posible. Como en muchos lo indica hablando por propia experiencia.
otros aspectos, y a falta de documentación
mejor, también en éste resulta arquetípico el Pese a la radical limpia llevada a cabo por
viaje de Namatianus, estudiado exhaustiva- Pompeyo, persistió durante bastante tiempo
mente por Carcopino. En su De rédito suo, el el peligro de los piratas, acrecentando la
viajero sintetiza las escalas del navio en los peripecia inherente a toda la navegación del
términos siguientes: período, como hubo de comprobarlo Julio
César al caer en manos bucaneras en un via-
«Todas las mañanas, al amanecer, leva el ancla; je por mar a Grecia, turístico por cierto y a
luego, durante el día, en horas que varían según el
viento y la distancia navega hasta los fondeaderos mayor abundamiento, teniendo que abonar
más próximos, pero siempre antes del anochecer, fuerte rescate para recuperar su libertad de
pasa en tierra la noche para volver a empezar al otro acción. Otro factor negativo, de carácter per-
día» (1). manente por periódico, el interrumpirse la
navegación por el Mare Nostrum de octubre
Consecuentemente con aquellos mini-cru- a marzo, la época del mare clausum, a la
ceros, pues con tanto embarque y desem- espera de días mejores y más prolongados,
barque el de Namatianus lo fue, el turista sobre todo.
marítimo optaba por buques chicos y de
escaso calado, según puntualiza el mismo Señalado acontecimiento también anual el
informador reinicio de la actividad marítima inserto con
«Progredimus per ¡inora próxima cymbis firmeza en el regimentado ritual de la vida
Quam perfugio creba pateret humus...» pública romana. Entre los signos que anun-
ciaban la puntual llegada de la primavera,
O sea: «avanzamos a lo largo de las costas Horacio, en la Oda 4 del libro I, incluye en su
cercanas, en pequeñas embarcaciones, capa- enumeración a «las naves que bajan al mar
ces de hallar refugio en las calas del litoral». resbalando sobre rodillos». Es probable que
al redactar su verso el poeta tuviera in mente
A base de pernoctar a menudo en tierra, la visión familiar del bello ceremonial de la
las travesías debieron resultar lentísimas, pe- fiesta de Isis, patrona de los navegantes, e
ro baratísimo el precio del pasaje, y parece inventora de la vela, que tenía lugar cada 5 de
ser que como en muchos siglos por venir, marzo. Día en el que la población de casi
el pasajero romano debió proveer individual- todos los pueblos costeros del Imperio seguía
a los sacerdotes y devotos de la popular diosa
(1) Jérome Carcopino. «Fecha y sentido del viaje de
egipcia en solemne procesión al puerto o
Rutilio Namaciano». («Contactos entre la historia y la litoral, arrastrando un carro portador de un
literatura romanas». Espasa-Calpe, 196S). bote de vela en miniatura, cargado de es-

67
336 ESTUDIOS

pecias y pintado a la manera egipcia, de Duración de los viajes


donde provino la costumbre; el Isis Navi-
gium, simbólicamente ofrendado al mar entre Tiempos los imperiales en los que cuando
el alborozo de la gente marinera (1). fue menester pudo viajarse con celeridad ex-
traordinaria, circunstancia de suyo poco tu-
Uno de los textos en el que de manera rística, pero digna siempre de ser constatada
sucinta constan interesantes datos sobre la como exponente de una posibilidad. En ma-
navegación romana, y de los azares que para teria de records viajeros, tal vez pudiera
el viajero comportó, son los dos últimos ca- aspirar a la cinta azul uno vertiginoso en
pítulos de «Los Hechos de los Apóstoles», extremo llevado a cabo el fatídico año 68 de
dedicados al relato de la accidentada travesía nuestra era, que, como nuestro republicano
de San Pablo, desde Cesárea, en la costa 1873, y por similares razones, distinguen los
palestina entre San Juan de Acre o Jaffa, historiadores como el año de los tres em-
hasta Putteoli (Ñapóles), con una invernada peradores.
no programada en Malta, impuesta por la
prudente costumbre de arriar velas, y man- Inició la serie el fallecimiento del primero
tenerlas al pairo en puerto abrigado, durante del trío, Nerón, al decidir las legiones acuar-
los meses invernales. teladas en el Castro Pretorio de la capital
cancelar el sistema hereditario de sucesión al
Más acusadamente turístico que el viaje solio imperial, introduciendo un método más
del Apóstol (San Pablo fue transportado a expeditivo, consistente en poner y quitar em-
Roma como prisionero político malográndole peradores a golpe de sable, por su pretoriana
su proyecto de evangelizar Hispania) las ex- cuenta y razón. Los soldados inauguraron
cursiones fluviales, a veces de larga duración. una modalidad, no del todo nueva en el
Modalidad acerca de la cual nos ha llegado pasado, por medio de un «pronunciamiento»
una fascinante descripción, impresionista y en toda regla, que terminó con la vida del
divagatoria, suscrita por Decimus un político, desnivelado histrión y de su precaria dinastía,
abogado y retórico de Burdeos, Magnus Auso- entronizando en su lugar a Galba, legatus
nius (309-395), en su poema De navigio suo Augustus de la Citerior, un generalote seten-
o El Mosela, en el que en melifluos exá- tón, competente y bonachón, fundador de la
metros narra la deliciosa gira acuática que Legio VII, Gemina, y de casual rebote, y sin
realizó, a contracorrientes de las aguas, por el siquiera enterarse, de nuestra ciudad de León.
Rhin y el Mosela, desde Bingen, a orillas del
Rhin, hasta Tréveris. También se le debe al Mientras por los alrededores de Roma
cristianizado autor la obrita Ordo Nobilium terminaba Nerón su corta existencia, Galba
Urbium, que pretende ser, y hasta cierto se encontraba al frente de la Legión VI, la
punto lo consigue, un prontuario descriptivo Victrix, residiendo en su cuartel general de
de las más importantes ciudades que conoció Clunia Sulpicia, un montón de ruinas se-
en su intensa'vida viajera. miolvidadas en un pelado y empinado cerro
sobre el Duero, al Sur de la provincia de
Burgos, hallándose hoy sus maltrechos restos
en proceso de ser excavados por la Univer-
(1) En «El Asno de Oro», de Apuleyo, consta una sidad de Valladolid. La autoridad de Plutarco
espléndida reseña del festival, ubicada en Corinto y refrenda el hecho de que tras el suicidio
fechada en tiempos de Marco Aurelio. Sin entrar en la forzado de Nerón, el liberto Icelus salió dis-
valoración de las posibilidades turísticas que pudiera parado a comunicar a su antiguo amo Galba
ofrecer tan jubiloso acontecimiento, la fecha en que tenia
lugar ha dado suficiente pie a algunos investigadores para la noticia de su alta designación, realizando el
situar en el desfile anual del carras navalis los dis- raudo correveidile el viaje de Roma a Clunia
cutidísimos orígenes del Carnaval. en el increíble tiempo de siete días, velocidad
TURISMO ROMANO 337

que hasta bien entrado el siglo XIX ni con Al añorar el poeta el camino a recorrer por un
mucho volvería a ser alcanzada. ejemplar del libro acabado de concluir, en-
Tuvieron que soplar vientos forzosamente viado a su villa natal con su amigo Flacio,
favorables y muy robustos los brazos que precisa:
impulsaron los remos que empujaron al navio «Altam Bilbilin Salonem
en el que Icelus navegó de Ostia a Cartagena, quinto forsitan essedo videbis...»
ignorándose los caballos de la posta reven-
tados para llegar finalmente a Clunia. A una El quinto essedo es la quinta etapa, o
velocidad total de 16 kilómetros hora, por mansio, del servicio de la posta o cursus
mar y tierra, según cálculo de un erudito entre Tarraco y Toletum, y la alta Bilbilis
amante apasionado de la precisión, que tuvo (hoy Calatayud y en terreno bajo) sobre el
la curiosidad de dividir la distancia entre las dos cerro de la Bambola, sobre la ribera del río
ciudades por el número de días —con sus no- Salón, hoy Jalón. Pese a la ambigüedad del
ches invertidos en recorrerla. forsitan, los versos transcritos suministran
suficientes elementos de juicio para hacernos
Aunque de más modestas magnitudes, otro saber las cinco etapas diurnas de viaje en
viaje raudo si los hubo el de Tiberio Nerón, posta, para trasladarse de Tarragona a Cala-
hijo de Tiberio y tío de Nerón, utilizando tayud. A una media de unos 60 kilómetros
indudablemente el velox cursus de la posta diarios: milla más o menos, la distancia re-
imperial, para salir de Ticinium para reunirse corrida en una jornada de viaje ordinario y sin
con su hermano Drusus que agonizaba en premuras.
Alemania, recorriendo 600 kilómetros en día
y medio, tan sólo repostando tres veces en las
mansiones del camino. Modos y modas viajeras
Aunque inferior en espectacularidad, nada
excesivos los 23 días invertidos por Julio Consecuencia obligada en una sociedad
César para costeando por la orilla norte del exacerbadamente clasista y formalista como
Mediterráneo trasladarse desde Roma a Car- la romana que el estilo de viajar de cada cual,
tagena, para engrosar su cosecha de laureles constituyera un signo externo más, exponente
triunfando en Munda, en los olivares de los del rango ocupado por cada quisque en el
alrededores de Córdoba. Especialmente de escalafón jerárquico. Reduciendo un tráfico
tener en cuenta que el gran estadista y eximio heterogéneo por naturaleza, a casos extre-
estratega navegaba acaudillando un conside- mos, por ello dotados de especial notoriedad,
rable ejército con toda su impementa. Pérdida es costumbre tomar como punto de referen-
irreparable para la literatura latina la del cia, o de expresión típica del viaje turístico
poema Iter (o el viaje), citado, entre otros, del romano al colosalismo de los desplaza-
por Suetonio (Vita doudecim Caesarum), en mientos de los cesares. Suele en este sentido
cuya composición César entretuvo su tra- escogerse como ejemplar los supuestos mil
vesía desde Ostia hasta la Hispania ulterior. vehículos, y las muías con los cascos reves-
tidos de plata, que según Suetonio arrastraba
Casos significativos por lo excepcional tras de sí Nerón en el curso de sus viajes.
rasgo aturístico por naturaleza Otras menos Otorgando crédito inmerecido a noticias de
llamativas referencias cronometran con ma- tan infiable e hiperbólico historiador, quien es
yor precisión la duración del viaje pacífico y posible se arriesgara a tomar literalmente
normal. Por bonita y española, sirva de ex- especies, como cierto pasaje en carta de
ponente la programación implícita de un viaje Petronio a Marco Valerio, en la que el dandy
por nuestro país inserta en el último epigrama entre los dandies relató en su habitual estilo el
del libro X, de Marcial, redactado en Roma. inicio del viaje de Nerón a Grecia:
338 ESTUDIOS

«Como sabes, partimos de Roma cuando hacia un para que bastantes tatarabuelos de los italia-
tiempo lo bastante malo para enfriar el entusiasmo de nos de hoy comenzaran a resultarles su Italia
cualquiera. Nunca pensé nos acompañara tan ex-
traordinaria comitiva. Tu sabes que nuestro divino demasiado cotidiana y familiar, gustando del
(Nerón) nunca viaja con menos de mil carros de placer de ausentarse de ella por algún tiempo.
impedimenta: pero esta vez el séquito que nos espe-
raba, cerca de Praneste, era suficiente para una Desde Trajano, el de Itálica, un miles
expedición a la India». gloriosus, amante de los buenos vinos y de
construcciones, más que esplendorosas, efi-
El moderno lector se halla en mejor posi- caces, robustas y perdurables, como la dinas-
ción que la erudición chismográfica del pa- tía que fundó, hasta Marco Aurelio, a cuya
sado para discernir que los guarismos de estirpe anda la moderna investigación bus-
Petronio, ostensiblemente inflacionados con cándole orígenes cordobeses, el Imperio pros-
ánimo caricaturizante, son ingredientes usuales peró mansamente regido por hombres en los
en el humorismo del autor del «Satiricón»; en que predominan los de hispana oriundez. No
oposición a más fiables evidencias expresivas lo hicieron nada mal. Mantenida la casa en
de que los viajes imperiales, aunque apara- orden se procuraron de vigilar personalmente
tosos, movilizaron más moderadas impedi- que las limes del Imperio permanecieran es-
mentas. A la luz de mejores testimonios los tables y consolidadas. Política de que rebote
viajes imperiales se realizaron a menudo con originó un clima social propicio en grado
escaso relumbrón. Gracias a la minucia in- sumo al viaje de placer, epitomizado en la
formativa del anecdótico Suetonio, sabemos persona de Adriano, más afín su estilo de
que Augusto, quien imperó en una fase de viajar al de Augusto que al de Nerón.
precalentamiento o de lanzamiento del tu-
rismo hacia el exterior, prefirió desplazarse Los incesantes desplazamientos de Adria-
con parsimonia, de acuerdo con su tempe- no, por los más distantes lugares del Imperio,
ramento y precaria salud: imprimieron su tono a la Aetatis Áurea del
turismo romano, haciéndole merecedor de
«Viajó en litera —precisa Suetonio— casi siempre Tertuliano el epíteto de omnium curiosita-
de noche y con lentitud, a pequeñas etapas, invinien- tum explorator. A este respecto resulta per-
do dos días para ir a Praneste o a Tibur de poder tinente costatar que las andanzas del empe-
realizar un trayecto por mar, prefería este modo de
transporte». rador hispano no produjeron en la metrópolis
sobresalto político alguno, pese a pasarse
Detonante en este orden de cosas el con- más de la mitad de los veintiún años de su
traste entre la dinastía Antonina con la que reinado deambulando fuera de la península,
inició el Imperio. Con la excepción de Augus- probando de modo concluyente las excursio-
to y Claudio, implicados en empresas mili- nes al exterior de aquel déspota ilustrado y
tares de conquista que velis nolis reclamaron andariego la madurez alcanzada por la ma-
su cesárea presencia a retaguardia de las quinaria administrativa imperial: las ausen-
legiones, y en la salvedad de Nerón, en su cias del amo en nada obstacularizaron a la
memorable tournée semicircense por Grecia, relojería burocrática seguir moviendo en Ro-
raro el dinaster de las primeras ternas im- ma sus ruedecillas, suavemente y con mayor
periales que por puro capricho se atrevió a eficacia que nunca.
poner sus pies fuera de suelo italiano.
Por su longitud itineraria sobresale el per-
Con la dinastía Antonina se abrió una era, fectamente documentado tour de cinco años
no de grandes creaciones en el campo del arte ininterrumpidos realizado por Adriano del
ni de conquistas, pero apta sobremanera para 121 al 126. Comenzó por las fronteras del
el descanso, para volver la vista atrás y Danubio y del Rhin, desembarcando en Bri-
saborear de modo epicúreo y hedonista lo tannia, donde supervisó las obras del vallum
mucho conseguido. Insuperables condiciones Hadriani, de 110 kilómetros de muralla de

70
TURISMO ROMANO 339

mar a mar que ordenó construir una cu- de Horacio, quien dedica una de sus sátiras a
riosidad turística que con el nombre de Ha- exponer los beneficios de no ser personaje de
drian's Wall, es hoy una de las ruinas más relieve, aduciendo razones de peso para de-
importantes y cuidadas de Inglaterra mostrar las ventajas derivadas en sus viajes
Atravesó después las Galias, de Norte a de un moderador status social:
Sur, para descender a su Hispania natal y «De ser persona importante, al ir al campo o de
dedicar al reposo un invierno entero al borde viaje, debería llevar un par de esclavos, pues no
del mar en la dulce y soleada Tarraco, donde estaría bien viajar sólo. De ahí no hay más que un
paso a verme obligado a sustentar muchos acemileros
en ocasión de visitar las canteras del Medol y caballos, y habríanme de seguir carrozas de cuatro
estuvieron en un tris de terminar sus días y ruedas. Ahora, si me da la gana, puedo irme hasta
sus viajes bajo el puñal de un demente. El Tarento, caballero en mi pequeño mulo, aunque la
incidente no pasó del susto, y luego, de un grupa del animal vaya desollada por la albarda y sus
lomos por el jinete. No como tú, praetor Tullio, que
tirón, y sano y salvo, pudo llegarse hasta el cuando vas a Tibur (a la vuelta de la esquina como
Asia Menor, pasando por la Mauritania y la aquel que dice), te critican porque no llevas tras de ti más
Libia romanas, para rendir etapa en su año- que cinco criados con cántaros de vino e instrumentos
rada Atenas, con una prolongada estancia, de cocina» (2).
satisfaciendo durante el viaje de regreso un
deseo, ya en su tiempo, y entre su clase, no En otra de sus Sátiras (la V del libro I),
demasiado original: contemplar el amanecer facilita información supletoria sobre el tema
desde la cúspide del Aetna. En una obra ma- relatando en vena jocosa el amenísimo viaje
gistral dice de este tour una de las mejores de doce días, realizado en la primavera del
biografas del emperador año 37, de Roma a Brundissium, en com-
pañía de Virgilio y del acaudaladísimo Me-
«La politique, en apparence du moins, n'eutaucu- cenas, su protector. Aunque Mecenas se di-
ne pan dans ce voyage: Ce Jut une excursión de rigía a Bríndisi, enviado por Augusto para
plaisir et d'étude» (1).
negociar una reconcialización con Marco
Del año 129 al 134 Adriano se los pasa en Antonio, y concertar una segunda prórroga
movimiento continuo. Empieza con su idola- del triunvirato, Horacio tiene el exquisito
trada Atenas, y desde allí se dirige al Líbano, gusto de no aludir para nada a los motivos
y a la alucinante Petra, capital de los naba- políticos del viaje, constituyendo la com-
teos, y seguidamente a Jerusalén. Se dirige posición que lo narra una de las más preciadas
por último a Egipto, llegando Nilo arriba joyas de la literatura turística de todos los
hasta la isla de Philé, en la primera catarata, a tiempos, suministrando insustituibles datos para
más de 1.200 kilómetros de Alejandría. captar el espíritu y formas del viaje turístico de
su época. De su poema se deduce la ausencia
Los prolongados tours del emperador an- del elemento de aventura en el viaje romano y
daluz sirvieron para ilustrar, de modo arque- que tan pronto se abandonaban las vías más
típico, las enormes posiblidades turísticas an- transitadas, hasta los más conspicuos persona-
te el romano de su tiempo, potenciadas por el jes hubieron de sufrir incomodidades y dificul-
ejemplo dado a sus subditos por el augusto tades sin cuento, af divagar fuera del radio de
viajero. Por más que los desplazamientos de acción de su influencia.
Adriano no se distinguieran por su pompa ni
el desmesurado volumen de sus séquitos, en Imposible en pueblo ritualista hasta el tué-
absoluto constituyó el viaje del procer el tano como el romano dejar al iter, al «viaje»,
ideal. Mucho menos para gentes del talante exento de formalismos presentes en todo acto
de alguna importancia en su vida de relación.
(1) Margueríte Yourcenar. Mémoires d'Hadrien.
(Paris, 1951). (2) Q. Horacio. «Sátiras». (Libro I. Sat VI).

71
340 ESTUDIOS

En conexión con la consulta a los augures y pero decorados con temas mitológicos, rela-
aruspices, y de otros tanteos a los hados, cionados con los lugares en que fueron ad-
propios de unos seres eminentemente supers- quiridos.
ticiosos, importante la llamada coena viatica,
que formó parte integrante de los prepara- Tanto en el encuadre turístico como en el
tivos de todo desplazamiento de larga dura- artesano encajan a la perfección los millares
ción. Interesante el vínculo del viaticum, de copias en mármol de originales de esta-
provisión de vituallas, dinero e impedimenta tuaria en bronce heleno, que se fabricaban en
caminera, por no ser ni más ni menos que la Atenas, y que la especie más selecta de visi-
raíz etimológica y semántica del vocablo via- tantes de Grecia se las llevaban a Roma
je en varias lenguas europeas. En cuanto a la como souvenirs (1). La nomenclatura de la
coena en cuestión, más que un festín, una época, y con su tanto de zumba, denominó a
ceremonia protocolaria, entre parientes y estos turistas philokaloi. Sin faltar quien con
amigos, cumplida por quienes al amanecer, y absoluta seriedad, y sobra de razones, ads-
después de los postres, habían de emprender criba a aquellos turistas una benemérita fun-
el iter, echándose al camino. No sin antes ción en los dominios del arte:
ptorgar testamentum, precaución raramente
omitida y olvidada por todo patricio a punto «Al gusto refinado y erudito de estos philokaloi
—escribe el profesor García Bellido— debemos la
de abandonar suelo itálico. conservación de la casi totalidad de los modelos de
los grandes escultores griegos, que en múltiples co-
Al igual que en provincias, donde también pias han llegado a nosotros. Gracias a ellos, sólo de la
se acostumbraba realizar ante el ara de al- «Venus Púdica» de Praxiteles, conservamos unas
quinientas copias de buena calidad».
guna divinidad el rito de la ofrenda votiva pro
itu et reditia para la ejecución de un buen La razón estriba en que el bronce, como es
viaje con un retorno feliz. Magnífico el ejem- sabido, y no lo ignoraron generaciones pos-
plar de esta clase de ex voto el expuesto en el teriores mucho menos sensibles a la estética,
Museo Arqueológico de la Alcazaba mala- a diferencia del mármol, es fácilmente fun-
gueña, plasmado en el colosal pie de mármol, gible y utilizable para la confección de armas
del siglo III, calzado de bota ferrada. y cachivaches útiles para la subsistencia,
circunstancia responsable de que sean tan
pocos los ejemplares de auténtica estatuaria
Artesanía turística griega de calidad que como los caballos de
bronce de la basílica de San Marcos han
Como sucede en nuestros tiempos, en el llegado hasta nuestros tiempos.
pasado romano no dejaron de surgir al paso
reiterado del turista pequeñas industrias y
(1) En su brillante estudio de la economía ateniense
comercios, dedicados a satisfacer ese curioso bajo la dominación romana, el profesor Day suministra
y ancestral impulso adquisitivo que experi- importantes datos sobre esta nobilísima industria, la
mentan los viajeros de hacerse con objetos de única importante que sobrevivió en la depauperada Ate-
recuerdo, preferentemente de manufactura lo- nas, señalando que su clientela principal fueron «los
cal, en los lugares en que se encuentran de ricos visitantes y estudiantes que acudían a la ciudad en
gran número». Añade también que cuando un artesano
visita. Los vasos-mapa en plata maciza, ela- ateniense fabricaba una estatua para la exportación, se
borados en Cádiz, y arrojados como ex votos preocupaba de esculpir su nombre, no en el pedestal, sino
en las aguas termales de Vacarello, sustan- en la propia estatua, añadiendo el gentilicio romanizado
cian el aserto, y de modo más convincente la athenaios, debido a que una estatua firmada por un
genuino escultor ateniense, incrementaba el precio que la
extraordinaria abundancia de cáteras y va- obra adquiría en el mercado romano. John Day. An
sos de cerámica griega, descubiertos en mul- Economic History ofAthens underRomán Domination.
titud de villas romanas, de no mucha calidad, (Columbia University Press, 1942).

72
TURISMO ROMANO 341

Pueden, asimismo, considerarse, al menos En efecto; y dejando en paz a mucho del


de manera parcial, como típico y excelso damasquinado más eibarrés y menorquino
producto de artesanía turística, las estatuillas que toledano, comprado por el turista en
en terra-cotta denominadas genéricamente nuestra imperial ciudad, basta leerles a Lord
tanagras por fabricarse originalmente en la Byron, Southey y Walter Scott, acerca de sus
villa de Tanagra, en la Boecia, no muy lejos visitas a Waterloo, para comprobar la repe-
de Atenas. Producidos en serie, a base de tición de una vieja historia de tantas. Vién-
moldes, y luego pintados a mano, estos de- doles recorrer el famoso campo de batalla,
liciosos bibelots no fueron en rigor obra de mezclados con las oleadas de turistas bri-
artistas, sino de artesanos. Debieron ser muy tánicos adquiriendo como descosidos, no sólo
baratos, además de portátiles, y su presencia bayonetas, gorros y botones de los soldados
en las vitrinas de casi todos los museos muertos no hacía mucho en aquellas pra-
arqueológicos del mundo proviene de que deras, sino una heterogénea serie de objetos
raramente han dejado de hallarse doquier de uso personal, asegurándoles los vendedo-
residieran romanos. Nunca de tema religioso, res haber pertenecido los más caros a Na-
predominan las figuras femeninas, sentadas o poleón y a sus derrotados mariscales, y los
de pie, pero casi siempre caprichosamente ves- baratos a soldados desconocidos.
tidas, a menudo con atuendo viajero, tocadas
con puntiagudo sombrero de anchas alas y un Importantes en Alejandría las ventas al
abanico en la mano. En tan grata compañía detall de papiros, de lienzos de calidad, esca-
suele figurar Eros, dios del Amor, pero en su rabeos, todavía auténticos, cocodrilos momi-
versión de angelito alado y mofletudo, forma ficados, vasos de iridiscente vidrio, y otros de
que sólo al dejar Grecia de ser realmente esmalte verdoso, por citar tan sólo productos
Grecia hizo su aparición. de universal aceptación. En cambio, mercan-
tilmente ortodoxo el contexto en que tuvo
Uno de los rasgos integrantes de la sor- lugar el voluminoso negocio de souvenirs
prendente modernidad que se descubren in- sacros, modalidad que alcanzó notable auge
dagando por las formas adoptadas por el en determinados puntos orientales del mundo
turismo romano es el tanto de picaresca sur- romano, concurridos por peregrinaciones pa-
gido en algunos puntos por el negocio de ra-turísticas. De modo prominente las que
mementum o de souvenirs. En términos iró- tanto contribuyeron a la prosperidad de la
nicos y un tanto exagerados, quizá, alude un populosa y entonces portuaria Efeso, en el
publicista alemán al mercado organizado a Asia Menor, sede, como es bien sabido, de
costa de los turistas en los que fueron campos una de «las siete maravillas del mundo an-
de batalla de Acquae Sextias o de Cannas: tiguo», cifrada en su espléndido santuario (y
«En los tiempos del Imperio, los romanos afluían principal banco de la ciudad): el templo de
allí a bandadas, y previa la correspondiente propina, Artemis, en tiempos romanos, el mayor y
podían entrar en posesión de un «valioso recuerdo», más lujoso de toda la Hélade.
quizá una punta de lanza o de flecha, y hasta de una
espada rota. Con las armas halladas en estos campos
de batalla, y que fueron vendidas en el transcurso del
En su Naturalis Historiae (XXXVI), Pli-
tiempo, hubiera habido bastante para equipar a un nio el viejo alude encomiásticamente a sus
ejército de millones de hombres. Según referencias graecae magnificintae, «lleno de esculturas,
llegadas hasta nosotros, otro tanto ocurría en los que de Praxiteles casi todas», deduciéndose no
fueron campos de batalla áticos o púnicos. Real- fue la dimensión religiosa del monumento lo
mente, si nos detenemos a reflexionar en este aspecto
de la explotación del viajero, vemos que la Humani- que incitó a visitarlo a numerosos compa-
dad no ha aprendido nada a lo largo de los^iglos» (1). triotas suyos. Por su parte, Pausanias, que
escribió para turistas romanos, al registrar en
(1) Pieter Coli «Esto ya existió en la antigüedad». su «Guía de Grecia», la popularidad gozada
(Ed. Aymá. Barcelona, 1964). por Efeso en la lejana Messenia, enumera los

73
342 ESTUDIOS

incentivos para su visita jerarquizándolos en puestas las condiciones prevalentes en el


un orden significativo: «Tres cosas han con- siglo I en la Efeso romana, al venir del
tribuido a su fama: el tamaño de su santuario, cálamo de San Lucas evangelista, en su Pra-
que sobrepasa a cualquier otra construcción xeis Apostolon («Hechos». XIX. 24-40).
humana, el floreciente estado de la ciudad y
la notable primacía en ella de la diosa». Entre los amables atributos del escueto
estilo literario de los «Hechos de los Após-
Por ser la Efeso romana, frecuentadísima toles» figura la precisión telegráfica con que
escala de peregrinaciones, especialmente en lo compuso San Lucas (Lucanus), ciudadano
el mes de mayo, dedicado en su integridad a romano de Antioquía, médico de profesión,
fenomenales festivales en honor de la vene- evangelista por prescripción divina, y en re-
ratrix Efesum virgo, que dice el riojano Pru- lación con su obra, testigo presencial de
dencio, en esos días la ciudad se transfor- algunos de los «hechos» de San Pablo que
maba en una de esas cuya vida urbana se con tanta admiración relata: insuperables
consume como una lámpara votiva, constan- condiciones todas ellas para transmitirnos
temente encendida en loor a la divinidad a la con la viveza con que lo hizo los detalles de
que en no pequeña parte deben su existencia un curioso incidente local, ocurrido en Efeso
y notoriedad. Aproximadamente, lo que des- un buen día del año 53.
de orígenes y hasta provincializarle los ro-
manos su jerarquía fue Atenas. La ciudad de Encomiable la corrección con que San
Athenais, o de Parthenos, literalmente «la Lucas denomina a la patrona de la ciudad,
virgen», como familiarmente denominó el megale e Artemis Ephesion, es decir, la gran
«demos» a la inteligente hija de Zeus todopo- Artemis de los efesios, una divinidad oriental,
deroso, entronizada en el Partenón. Valga de de acuerdo con su origen y con el apretado
ejemplo comparativo lo que son hoy Lourdes, racimo de pechos apezonados que la cubren
Fátima y Loreto, y en lo que apurando las desde la cepa del cuello a la cintura. En
cosas se convertía cada octubre, hasta no hace consecuencia, una diosa hierática y obesa, sin
tanto, nuestra Zaragoza, por obra y gracia del nada en común con la ágil e intrépida Ar-
inconmensurable fervor baturro por su Pila- temisa de los griegos, excepto la identidad de
rica. nombre, y ni siquiera eso con la Diana de-
No cabe duda de que la vida pública, fama portista y minifaldera de los romanos, aunque
y bienestar de Efeso descansaban en las sea esta última, a pesar de todo lo dicho, con
multitudinarias visitas al templo de Artemis, la que por lo general, sigan identificando a la
originándose un complejo económico, que diosa Efeso algunos manuales de historia de
como indefectiblemente lo hace en ciudades arte y nuestros Nuevos Testamentos.
eminentemente turísticas, terminó por gene-
rar otro, y bien serio, en la mentalidad colec- De todas formas, la metrópolis elegida por
tiva de sus habitantes. Exteriorizado a través San Pablo para desarrollar intensa labor evan-
de una agudísima hipersensibilidad respecto a gélica, por cierto bendecida con éxito feno-
cuanta actividad o actitud en la que detec- menal, probado por el reguero de conversos
taran intenciones de menoscabar o despres- al cristianismo captados por su ardiente pa-
tigiar, ante el forastero, la buena fama del labra entre los residentes de la ciudad: tanto
máximo atractivo local. entre judíos como entre gentiles, griegos éstos
en su mayoría. Justamente, cuando al final de
tres años de proselitismo, disponíase el Após-
Autodefensa artesana tol a reemprender camino hacia otras paganas
latitudes, estalló en Efeso, y con violenta
Pristina y solvente a carta cabal la fuente furia, y como una traca hostil de despedida, el
de donde proviene la noticia de ser las ex- efecto del choque de su celo evangélico con

74
TURISMO ROMANO 343

los bolsillos de los mercaderes del templo, muchedumbre de papanatas, que en vocife-
redactando San Lucas, con precisiones y rante manifestación callejera les siguió al
sentido de la actualidad de un buen reportaje, bello teatro de la ciudad, uno de los mayores
el tiberio que con este motivo se organizó: lo del mundo grecoromano, conservado hasta
que permite al moderno lector discernir la nuestros días en aceptable estado de ruina.
enorme importancia adquirida por el turismo
en la vida de Efeso. La magnitud de la marimorena organizada
con este motivo incita a San Lucas a salpi-
Despréndese de su información, como ca- mentar su relato con una irónica puntada
racteriza a toda meca de peregrinaciones sobre la psicología de las masas salidas de
multitudinaria, el esplendoroso desarrollo en madre, al indicar que la mayoría de cuantos
Efeso de una pujante industria de artesanía berreaban en el teatro no tenían ni la más
turística (o paraturística si se prefiere, al remota idea del motivo que les congregó. No
haber una diosa de por medio—) dedicada a la así San Pablo. Enterado de lo que por culpa
manufactura y venta de naous, o pequeñas suya estaba ocurriendo (y sordo hubiera te-
reproducciones de Arthemis y su templo, con- nido que ser para no percibirlo) decidió en-
feccionadas con los más diversos materiales, frentarse con la plebe para salvar a sus dos
que los visitantes adquirían y se llevaban como discípulos, logrando otros que estaban a su
recuerdo, —o credencial— de su visita a la lado disuadirle de poner en práctica su noble
ciudad. Puede relacionarse la gran acogida de arranque.
las naous hechas de plata que el episodio Difícil situación resuelta por un tal Ale-
narrado por San Lucas lo iniciara Demetrios, xandros, grammateus o secretario del muni-
el argirokomos o presidente del sindicato cipio, superando a fuerza de labia y savoir
local de plateros, quien convocó a comicio a faire la desventaja inicial que le deparaba en
los artesanos y comerciantes directamente el confrontamiento su condición de judío,
relacionados con la industria, para exponer- componente, por lo tanto, de una comunidad
les la gravedad de la situación. Seria amenaza local sometida a serios impedimentos confe-
para sus intereses expuesta por Demetrios a sionales para sentir el más mínimo respeto
los afiliados al sindicato con exquisita cla- por el rango divino atribuido a Artemis y a
ridad y concisión: sus imágenes.
«Compañeros —les dijo el jerarca sindical— sa-
béis que nos ganamos el pan con este arte. También Únicamente a fuerza de derrochar talento
habéis visto a ese Paulo que anda por Epheso tra- dialéctico por arrobas pudo salirse Alexan-
tando de persuadir a nuestros clientes que no son dros con la suya. Empezó dando la razón, a la
diosas lo que hacemos con nuestras manos. Así pues, plebe, método seguido por las personas in-
nos las habernos no sólo con el riesgo de que nos
estropeen el negocio, sino que a la vez la gran
teligentes para quitársela a quienes no la
Artemis pierda su prestigio y se destruya la popu- tienen. Utilizó con éxito el mismo procedi-
laridad de que goza en Asia y en el resto del mundo». miento que según el «Julio César» de Shakes-
(«Hechos» Cap. XIX 25-27). peare, esgrimió Marco Antonio, en el discur-
so que espetó a la canalla romana de pie junto
Arenga de efecto fulminante. Sus palabras al cadáver caliente del César recién ase-
tocaron nervio. La bolsa de los comerciantes sinado.
de la ciudad, cuyo condumio dependía del
volumen de las visitas turísticas, plateros y Alexandros, por medio de una ristra de
vendedores abandonaron la reunión sindical sutiles distingos, mayormente legales, reco-
dando alaridos por las calles de la ciudad, y gidos por San Lucas en esencia, pero que de
tras apresar a dos discípulos del Apóstol que seguro resbalaron por los excitados caletres
se cruzaron en su camino, provistos de tan de la chusma a quien iban dirigidos, el caso es
atrayente cebo, consiguieron reclutar una que consiguió que rompieran filas, soltaran a

75
344 ESTUDIOS

sus dos prisioneros, abandonara mansamente Lógico predominarán las referidas a Gre-
el teatro, y se reintegraran a sus casas y cia y al Próximo Oriente, a menudo helenís-
ocupaciones: coyuntura aprovechada por San tico, destacando con mucho, por supervivir a
Pablo para abandonar discretamente Efeso, y textos por naturaleza perecederos, la Ellades
proseguir su evangelización por menos levan- Periegesos o Descriptio Graeciae, de Pau-
tiscos parajes. Y Efeso prosiguió celebrando sanias, muy socorrida en el pasado y tam-
sus Artemisias, concurridas por gran número bién, y como habrá sido obvio, en la elabo-
de romanos. ración del trabajo presente. Compuesta en la
segunda mitad del siglo II, de cara al turista
romano por un griego intensamente latini-
Guías turísticas zado, por su estructura interna y nula voca-
ción de estilo, la obra justifica el calificativo
En materia de guías, y aludiendo prime- de Baedeker ante litteram que tantas veces se
ramente a su versión libresca, parecen de le aplica, confirmado por la plétora de in-
existencia relativamente tardía, suplidas en el formación, frecuentemente trivial e indigesta,
ínterin por informes extraídos de textos de pero también por el esmero con que cataloga
geógrafos y de periegetas. Referidas a Roma los monumentos, obras de arte y lugares de
capital, abundan indicios para suponer que de interés histórico, engarzándolos de forma ra-
fines del siglo II en adelante circularon textos cional en un sistema de tours radiales, par-
catalogando y puede que describiendo el pa- tiendo de puntos focales atinadamente ele-
trimonio monumental de la Urbs. A esta gidos (3).
rama de la información del forastero deben
pertenecer los documentos publicados en 1871, Avala la exactitud del aluvión de datos que
bajo el título Curiosum Urbis Romae y Noti- a caño roto fluye de la guía de Pausanias, el que
tiae de Regionibus, ajuicio de Homo (1), una promociones enteras de arqueólogos se hayan
especie de guides offíciaux, con bastantes servido en sus excavaciones con óptimo fruto
probabilidades de tratarse de dos versiones de de una obra aún hoy no desprovista de utili-
un mismo texto, hasta ahora incógnito. Po- dad para el visitante exigente de Grecia. Aun-
siblemente, el «Inventario» de Septimio Se- que no sea más que para informarse del
vero, ya que la relación de monumentos y cúmulo de gloria artística que en tiempos
lugares de nota, reseñados en los textos arriba mejores ornamentó muchos de los ruinosos
mencionados, corresponde a la Roma regida amasijos que hoy ha de contemplar.
por aquel emperador.
Tanto el viajero de ánimo curioso y esfor-
zado, como el turista frivolo y comodón,
En cuanto a las guías referidas al turismo pudieron encarrilar con provecho sus pasos
propiamente dicho, o sea, al extrapeninsular, por el mundo conocido y transitable recu-
parece ser que no escasearon, tanto más por rriendo a Geografías como las de Strabón y
la fecha que señala un moderno tratadista Ptolomeo, todas ellas de carácter eminen-
belga, al establecer una causa y su efecto: temente descriptivo además de ameno. Por
«Es sobre todo en el siglo II, bajo Adriano, cuando consiguiente, y de tener acceso a estas obras,
los romanos empiezan a viajar más. Para ellos se crea bastóle al presunto turista prescindir de su
un nuevo género literario: las guias de viaje» (2). aparato científico, nada denso por otra parte,
para tener entre manos unos vademécum,
aunque impersonales, por ser compilaciones
(1) Leo Homo. Rome Impértale et l'urbanisme dans
l'antiquité. (Albin Michel. París, 1951).
(2) Edgar de Bruyne. «Historia de la Estética». (3) Vide: Luis Lavaur. «Pausanias, una guia mi-
Tomo I. Pág. 335. (Biblioteca de Autores Cristianos. lenaria». («El Turismo en su Historia». Editur. Bar-
Madrid, 1963). celona, 1974).

76
TURISMO ROMANO 345

de textos y experiencias ajenas, pero bastante preciso instante pudiera encontrarse el objeto
próximo a lo que hoy entendemos por libros de su amor.
de viajes. Y de un género resueltamente vul-
garizador e informativo. Por lo menos en Roma, el plano turístico
encontró la más egregia de las representa-
Vendíanse también mapas con el nombre ciones, a cargo de un descomunal plano en
de Itineraria, habiéndolos de dos clases; Iti- mármol de la ciudad, llamado por los arqueó-
neraria picta e Itineraria adnotata, oscripta logos Forma Urbis, emplazado a principios
complementándose los unos a los otros. Iti- del III, y bien visible, en un muro exterior del
nerarios, como los famosos «Antoninos», Templarum Sacrae Urbis, construido por
conservados en la biblioteca de El Escorial, y Vespasiano en el foro que llevó su nombre.
los vasos apolinares, son modelo de adno- Del siglo VI hasta hoy considerable parte del
tatus, aunque no de mapas en el sentido templo en el que se veneró la ciudad perdura
gráfico con que hoy son entendidos. Ejemplo dedicado a los santos Cosme y Damián, y fue
de pictus, o mapa propiamente dicho, es la en unas excavaciones realizadas en 1562 en
tabla Peutengeriana llamada así en razón del esta iglesia donde aparecieron los primeros
humanista de Augsburgo, Konrad Peutinger, fragmentos del superplano, en el que figura-
que la poseyó y publicó en 1625. Consiste en ban, claramente representados, la estructura
doce | bandas | de pergamino | enrollable, fá- topográfica y edilicia de la ciudad, con in-
ciles de manejar para su consulta, que se dicación de sus principales monumentos.
conservan en la Biblioteca Imperial de Viena. De 1874 en adelante siguieron aparecien-
Desde un punto de vista rigurosamente car- do trochos del plano hasta superar hoy en día
tográfico, estas tablas no son cosa del otro el millar. Más que suficiente para poder
jueves dada la escasa atención que prestan al reconstruirse la mayor parte de aquella mara-
contorno real y accidentes geográficos del villa, en el «Campidoglio», y exhibirla ante
mundo conocido en el siglo IV de nuestra era; la admiración del turista moderno adheridos
en cambio, es sorprendente la minuciosidad sus restos a un gran muro en el jardín del mu-
con que de manera gráfica consignan las seo «de los Conservadores».
distancias que separaban a unas ciudades de
otras, así como los alojamientos y rutas que
las enlazaban entre sí, constituyendo irrepa- Guías turísticos
rable pérdida que no haya supervivido la
parte correspondiente a Hispania. En investigaciones como la presente apor-
ta útiles ayudas la localización de la figura del
Ya en la época de Augusto, el uso de guía por suministrar su presencia la huella
mapas debió de ser bastante común, incluso más fidedigna del paso contingentado de tu-
entre civiles. Despréndese así de un con- ristas en todo tiempo y lugar. De aquí la
movedor poema del ultrarromántico Proper- extrema importancia que reviste dilucidar si
cio, en el que con su morosidad habitual en la antigüedad existieron o no guías tu-
escudriña los sentimientos de una muchacha rísticos, por depender de la resolución de la
que añora en Roma la ausencia de su amante incógnita nada menos que contar o no, ante la
que guerrea en Oriente contra los partos. El consideración del excéptico, la más definitiva
poeta describe a la acongojada joven: e irrecusable prueba de la existencia de tu-
rismo en remotos parajes y ayeres.
«Cogor et a tabula pictos ediscere mundos»,
Quede al arbitrio del lector determinar el
es decir, destilando una gota de consuelo para valor probatorio de algunas noticias disponi-
su soledad entretenida en emplazar en un bles sobre el particular. Las de la Periegesis
mapa el rincón del mundo en que en aquel de Pausanias, por ejemplo, así como otras

77
346 ESTUDIOS

referencias dispersas en obras del mismo ceso instruido por el Senado romano, en
género, conocidas fragmentariamente tan el —70, al rapaz pretor de Sicilia, Caius
sólo. Noticias que de modo terminante de- Licinius Verres, actuando de fiscal en la
latan la actuación en algunos lugares de Gre- causa Cicerón. En el contexto de su demo-
cia de grupos de exegetai, pues exégetas, o ledor alegato Cicerón aludió con precisión
explicadores, denominaron aptamente por el singular a cierto tipo de guías, en una po-
mundo helenístico a aquellos profesionales blación tan helenística como Siracusa, con
del enseñar al forastero que no supo y quiso estas palabras:
saber. «Ji qui hospites ad ea visenda sunt solent ducere
En su «Guía de Grecia» Pausanias tro- et unumquidque ostendere, quos Mi mystagogos
vocant (literalmente, explicadores de misterios), los
pieza en repetidas ocasiones con el epicho- cuales conducen a los viajeros o forasteros (hos-
rion exegetes: autónomo o en enjambre, pero pites) ante todo lo que merecer ser visto, (unumquid-
siempre a bocamina o a pie de obra —tem- que ostendere) mostrándoselo uno a uno» (2).
plos, monumentos, ruinas de subido interés
mitológico o histórico— esperando la llegada Ejerciendo, pues, un menester, a cuyos
de turistas, sin parecer presumible que su practicantes —e ironías de la vida— siglos
presencia en aquellos lugares, obedeciera, más tarde denominaría «cicerones» la termi-
como vulgarmente se dice, por amor al arte. nología de la industria del viaje.
Más lógico suponer que se encontraban allí
para ganarse la vida derrochando sapiencia y
paciencia, psicología e imaginación, mientras La «Lingua» y la «Moneta»
explicaban a los visitantes los monumentos y
su contenido. También se suscitaron por entonces y por
entre la viajera grey, ciertos problemas de
De los informes obrantes se deduce que, comunicación entre pueblos diversos, y las
entonces como hoy, rara avis el capaz de gentes que les visitaron, ajenos a los sistemas
satisfacer a todos sus clientes, y mucho me- de transporte. Persistieron los de entendi-
nos de tocarle lidiar con alguno de la alcurnia miento mutuo, que en el orden turístico es
intelectual de Plutarco, otro griego archirro- cuestión que atañe a la lingüística. Y jus-
manizado, como Pausanias, que también via- tamente en este área del conseguir ser enten-
jó lo suyo. Cuenta que enojado por las gárru- dido al hablar, es donde se registraron algunas
las peroratas de los exegetai de Delphos, fisuras en el seno de la compacta y arrolla-
dedicados a enseñar lo poco que quedaba en dora romanidad del Imperio.
pie de las maravillas artísticas acumuladas en
torno al célebre centro peregrino, el autor de Problema enconado debido a que como le
las «Vidas Paralelas» estampó en su relato ocurre al norteamericano, para el romano
una observación de modernas resonancias, al medio y andariego fue su lengua atributo
advertir «cualquier pregunta interpolada en el cardinal encargado de mantener enhiesta y
terreno de sus explicaciones, los hace enmu- arrogante su personalidad, cuando en aras de
decer en seco» (1). su curiosidad arrostró los riesgos de asomarse
al exterior. Por consiguiente, al romano sito
Siempre asociado a lugares y monumentos por los suburbios de su ámbito lingüístico, se
de relevante interés aparece en algunos textos le cariacontecía la psique como los bronquios
latinos el Ductor Hospitum, incapaz de admi- de un pez fuera del agua. Un tipo de angustia
tir mejor traducción que la de guía del foras- ejemplarizado por Ovidio, a orillas del mar
tero. La figura aparece en el curso del pro- Negro, distrayendo los diez años de exilio

(1) Plutarco. De Pythiae Oraculis. 1 (2) Cicerón. Verrinae. Actio secundae.

78
TURISMO ROMANO 347

que le impuso Augusto, componiendo des- todos sus actos, desabrochado y espectacu-
garradoras elegías. En un momento de lace- lar. La conducta del imperial viajero y extra-
rante depresión, el poeta, literato al fin, se vagante soberano, se descarga en la ocasión
autodiagnostica la entraña de su pena al de su habitual excentricidad atendidas las
lamentarse en una de sus «Tristes»: razones que Petronio, acompañando a su
«Barbarus hic ego sum, quia non intelligo ulli, emperador, expone en carta confidencial a un
et rident stolidi verba Latina...» (1). amigo residente en Roma: «Debo decirte que
Nerón ha tenido buen cuidado en omitir la
De escasa monta en cambio los problemas visita a Atenas y a Esparta. Le asusta la
lingüísticos con que en sus andanzas por no rudeza de los espartanos no menos que el
tan remotas provincias tropezó el romano. ingenio de los atenienses».
Como en parte le pasó al griego en sus
momentos boyantes, y como en grado posi- Es el caso que por helénicas latitudes y al
blemente superior le sucede hoy al anglo- encararse frontalmente con el griego en su
sajón, el hecho de que cediendo el resto del propio terreno, al latín jurídico y legionario le
mundo occidental al peso de una hegemonía flaqueaban las rodillas del vocabulario que
manifiesta, más o menos a regañadientes era un primor. Por eso al turista rumbo a la
aceptada, pero aceptada, se dedicara a apren- patria de Platón, Aristóteles, Pausanias y
der latín, le privó al romano el incentivo Plutarco, le convino saber la mayor cantidad
básico para la posesión de un moderado de griego que le fue hacedero. Pero no del
poliglotismo, saber que nunca estorba ni al homérico o platónico, aprendido de niño por
viajero ni a la cultura a la que pertenece. Bien el romano culto en la escuela, sino del koiné,
que para justificarse pudo aducir, y sin exa- asignatura incógnita en las aulas, pero que
geración alguna, pues tal era el poder del daba la casualidad de ser el habla con la que
sextercio y la sombra de las legiones, que le el heleno de entonces ahora se entendía con
bastó su latín para circular entendiéndose con su vecino. Dificultad fácil de obviar en tran-
la gente por cualquier lado del orbe por él ces viajeros al existir la solución de alquilar
frecuentado. en calidad de correo-intérprete los servicios
Al menos por su parte mayor, pues hubo de algún graeculo buscavidas, parásito y lati-
lugares en los que el orgulloso dictum, Ubi- nizado, de los que en Roma pudieron con-
cumque lingua romana, ibi Roma, aunque tratarse por tres al cuarto.
exacto como metáfora, en la realidad tuvo En contrapartida, en sus andanzas por
más limitativo alcance. Quebrándose curio- Grecia y comarcas limítrofes, Alejandría in-
samente la norma en parajes absolutamente cluida, el romano no tuvo problema alguno
bajo su imperium, como en Sicilia, el mundo con su moneta, al tener a su alcance medios
helenístico, Alejandría y el Bajo Egipto in- para reducir todos sus problemas crematís-
cluidos. Por allí se invertían los papeles con- ticos a expresiones mínimas. Como siempre
virtiéndose paradójicamente el latín en lingua sucede en el mundo del turismo, lo funda-
peregrina, que el griego, resabiado por na- mental era disponer de dinero, o denarius en
turaleza y siempre recalcitrante respecto a cantidad. Dado supuesto tal, no era menester
sus denominadores, tuvo especial cuidado en ni aconsejable someter el talle al castigo de
pretender ignorar. No otra la causa de ciertas transportar monedas de oro y plata, ocultas
anomalías observables en el itinerario del en cinturones huecos de cuero, como hacían
viaje realizado por Nerón a Grecia, como muchos, que de venir mal dadas perdían
dinero y cinturón, cuando existía la posibili-
dad de recurrir a los servicios de los ban-
(1) «Extranjero soy en este lugar, pues nadie en- queros del Foro (argentarii), quienes a cam-
tiende lo que digo, y se ríen estúpidamente de mi habla
latina». (O vidius. Tristia. V-10-37). bio de las cantidades que tomaban en de-


348 ESTUDIOS

pósito, extendían giros (praescriptiones), del espíritu de los tiempos. En consecuencia


contra sus corresponsales de ultrapuertos y no es probable sorprendieran a muchas ma-
de allende los mares. Lo que a más de uno tronas infringiendo la Lex Oppia de Luxu
permitió amasar cuantiosa fortuna, con cui- Feminarum (—215), que entre otras restric-
darse de perfeccionar su savoirfaire, mante- ciones prohibía taxativamete a la romana
niendo alerta y al día la cotización de la franquear las limes metropolitanas.
moneta en todo lugar del Imperio.
Más adelante, conforme se afianzan el
El riquísimo Cicerón, que poco debió de- Imperio y su economía, los vientos de la
jarse en el tintero al confeccionar el for- moda y de las costumbres cambian de cua-
midable acopio de su epistolario, refiere que drante. Sin que la prosperidad derogue auto-
a tan sencillo procedimiento recurrió al en- máticamente la rigidez inherente a las dis-
viar a su hijo a estudiar en lo que ante posiciones coercitivas, es hecho observable lo
litteram llamaríamos, como suele ser lla- mucho que mitiga su aplicación la ausencia
mada, Universidad de Atenas. Gracias a la de agobios pecuniarios. Difícil imaginar más
providencia de su padre, el joven no abandonó plausible explicación de la virulenta arenga
suelo patrio atosigado su viatucum por una pe- antifeminista pronunciada el año 20 de nues-
sada pila metálica de pecunia, como no hubie- tra Era en pleno Senado por Caecina Seve-
ra tenido más remedio de realizar su viaje en la rus, que honrando su cognomen, o apellido,
alta Edad Media, pongamos por caso. Sino espetó a los senadores un discurso que puso a
como explica su padre, se libró de tamaño en- las mujeres viajeras como una toga en hara-
gorro con tan sólo portar unapraescríptio, o le- pos. Pues por lo visto —y con referencia al
tra de cambio, negociable en Atenas, extendida mejor de los casos denunciados por el estricto
en Roma por quienes en el campo del viaje, y senador— numerosas esposas de dignatarios
al flanco del comercio, negociaron con este y altos burócratas, como la mujer de Poncio
ilustre y remoto precedente del traveler's Pilatos sin más lejos de Judea, transgredían
check. limpiamente la vieja ley republicana al acom-
pañar a sus maridos en sus remotos puntos de
destino.
Turismo femenino Es en el siglo II cuando se produce la gran
emancipación femenina, y el progreso —una
Notable por su larga duración el tiempo vez deportivamente admitido que lo fue—
que en la entraña del turismo romano actuó tuvo sus correspondientes repercusiones en el
un factor disuasorio y discriminatorio, des- plano turístico, así como en sastrerías y pelu-
provisto además de galantería. Concretizado querías, pues por razones nada difíciles de
en una corriente de misoginia respecto al precisar, rara la conmoción político-social,
viaje, plasmada en la promulgación de cierta digna de tal nombre, sin considerables re-
prohibición, que por muchos años, al menos flejos capilares e indumentarios. Caso en el
legalmente privó a la ciudadana romana del que figura incurso por partida doble el propio
placer de regalarse con una excursión fuera emperador Hadriano, un esteta de voluntad
de los límites del territorio peninsular. La errática y vagabunda, y muy dado por ende, y
disposición, como es de suponer, entró en naturaleza a innovaciones a quien pronto pu-
vigor durante la República, fase belicosa y dieran contemplar sus subditos favoreciendo
austera en todos los sentidos, en la que la insólita medida de dejar de rasurarse la
circularon con suma parsimonia el dinero y barba. Más importante, por sentar un ejemplo
las gentes en son de paz. Se comprende que más difícil de seguir, realizando su segundo
en fechas tan tempranas, el viaje turístico se grand tour hacia Atenas, pasando por Egip-
hubiera manifestado demasiado a redropelo to, en compañía de su esposa, Vivia Sabina,

80
TURISMO ROMANO 349

sobrina de Trajano. Mujer de hispana estirpe, y Cartago, y por muchos otros lugares de más
como su marido, y tolerante hasta limites cómodo acceso: como la región francesa que
impresionantes de conceder la importancia llamamos Provenza y los romanos Provintia a
que los historiadores romanos otorgan al he- secas.
cho de que en la larga excursión realizada por
la augusta pareja, no se separó del matri- Por más que los miembros femeninos de la
monio el bellísimo Antinoo, cuyas mórbidas familia imperial, jamás quedaron incursos en
hechuras perpetúan en museos de medio la prohibición de viajar acompañando a pa-
mundo el sin fin de estatuas del agraciado dres o esposos, carece de explicación sufi-
joven mandadas esculpir a la temprana muer- ciente que la cura de sol y distracción pres-
te de su favorito por el emperador Hadríano. crita por su médico a Cornelia Salvia, esposa
del emperador Galieno, no la efectuara en
litorales itálicos, sino en una costa provenzal
Del siglo III en adelante, y en consonancia más tarde llamada Azul.
con el gradual ablandamiento de las estruc-
turas de la sociedad romana los perfiles del Lejos de las politiquerías de una Urbs, más
viaje turístico se desmaculinizan, y aunque insegura y menos atrayente cada vez, las
nunca práctica del todo generalizada —po- alegres comadres de Roma insuflaron cierto
dría añadirse que hasta la segunda mitad efímero resurgir en la dolce vita provincial de
del XVIII— deja de ser insólita la presencia un Imperio que fenecía. Ultimo destello de
de la romana curiosa y pudiente por los más una forma de viajar que se esfumaba para
atrayentes y domesticados parajes del Impe- ceder el puesto a otra de radicalmente distinto
rio. Por ejemplo: Atenas, Corinto, Alejandría espíritu.

E PI LO G U S

En el supuesto de precisar el turismo broso descubrimiento en Jerusalén de la


romano alguna forma de rehabilitación, muy Vera Cruz, por la emperatriz Helena (326),
bien pudiera venir a cuento un sobresaliente en la cripta de un templo romano erigido a
sucedido, producto de la dignificación social Venus por Adriano, próximo al lugar en el
de la mujer acaecida al cristianizarse aquella que la tradición fijaba el punto en que fue
sociedad. Consiste en que el más importante crucificado el Señor.
texto turístico del Bajo Imperio, figura redac-
tado por una intrépida viajera, hispana de Producido el hallazgo —Invención lo de-
nación y religiosa de condición, inscribién- nomina la Iglesia al conmemorarlo cada 3 de
dose su recorrido de los Santos Lugares, y mayo— se registran una importante serie de
territorios aledaños, muy a fines del siglo IV, acontecimientos en rápida sucesión. La vieja
en un acontecimiento registrado en el ámbito ciudad pierde su nombre ácAelia Capitolina,
del viaje en las postrimerías del Imperio: la que le puso el emperador Adriano tras re-
peregrinación regular y sistematizada a Pa- construirla muy al estilo romano de la des-
lestina. trucción de Tito, y recupera su ancestral
nombre de Hyeroslim. Más importante. A
La «peregrinatio» cristiana
una ciudad hasta entonces marginada por el
viajero, afluyen grupos visitantes procedentes
Puede decirse que el hecho se inició de de diversos puntos de la cristiandad, para
resultas e inmediatamente después del asom- prosternarse ante el Santo Sepulcro.

81
350 ESTUDIOS

Loca Sancta, los Santos Lugares, es el de Arezzo. El título que puso a su hallazgo, al
nuevo nombre de Palestina y da fe del ímpetu publicarlo cuatro años más tarde, Sanctae
con que se inicia su visita que figure tan tem- Silvae Aquitanaeperegrinatio ad Loca Sanc-
pranamente fechado como es el año 333, el ta, identificaba a la autora con Silvia, la
sucinto e informativo Itinerarium a Burdi- santa hermana del escritor Rufino de Aqui-
gala Hyerusalem usque, anteriormente men- tania. Atribución nutrida por pura inferencia
cionado en el epígrafe consonante con el y sin soporte documental alguno, defecto del
carácter del texto. Un «vademécum» apto en que adoleció la de Kóhler, atribuyendo la
grado sumo para ser utilizado en épocas cuya maternidad del escrito nada menos que a
dureza imponía desplazarse con bagaje livia- Galla Placidia, hija del emperador Teodosio
no, y presto el ánimo a pechar contra toda y esposa de Ataúlfo, nuestro primer rey, a
clase de contingencias. Un portable opuscu- tenor de la nómina clásica en los centros de
lito que en prosa, por esquelética y desgar- primera enseñanza.
bada, similar a la de un horario ferroviario,
enumerando con precisión las etapas de una Conjeturas apuntando demasiado alto en
peregrinación de Burdeos a Jerusalén, al pa- la escala social. Demostrándolo así un con-
recer standard, regresando a las Galias por vincente estudio publicado en 1903 por el
Roma y Milán, custodias a su vez y ya de sabio benedictino Dom Ferotin. Tras elimi-
estupendas reliquias. nar por simples imperativos cronológicos,
ambas presunciones, y algunas otras más,
Medio siglo después tiene lugar la pere- estableció de forma inapelable la imposibi-
grinación de Egeria, constituyendo el relato lidad de no ser otra la elusiva viajera que
de su excursión un precioso testimonio di- Egeria, española y gallega por más señas.
recto de los inicios del turismo romano-cris-
tiano, que obediente al nuevo espíritu que Lo curioso es que la clave del enigma
informa a los pueblos del Imperio, evoluciona constaba bien a la vista, y en letra impresa,
de modo natural hacia la forma de pereg- por figurar en obra tan consultada por his-
rinatio, esta vez genuinamente religiosa. El toriadores como la «España Sagrada», del pa-
escrito de Egeria sirve de base para que dre Flórez, en cuyo tomo XVI se transcribe
algunos bibliógrafos nuestros confieran a su cierta epístola dirigida el año 695 por San
autora el honor de considerarla como la pri- Valero ad monachos Burdigenses, a los mon-
mera escritora española conocida, revistien- jes del Bierzo, en la que con emocionado
do acaso, y en la ocasión presente, superior pormenor parafrasea el santo relato de la
pertinencia el hecho de que el fragmento de monja, «que anduvo peregrinando por tierra y
su obra llegada hasta nosotros identifique a su mar con el devoto afán de conocer los mo-
autora con la primera turista española de numentos célebres de la cristiandad». Texto
nombre documentalmente adverado. indudablemente conocido en su integridad
por el anacoreta leonés.
Distinto desgraciadamente nuestro caso.
Egeria y su «peregrinatio» No obstante, su regular extensión, el único
códice conservado de la Peregrinatio —pos-
Tan interesantes las incidencias del viaje teriormente aparece en Limoges mención de
de la peregrina como las circunstancias en las otro desaparecido expresivamente titulado
que el texto que lo narra surgió a la moderna Itinerarium Egeriae abbatissae— no es más
curiosidad, al descubrirlo accidentalmente que un fragmento de la obra, carente de su
en 1884 el investigador Gamurrini, en oca- parte inicial que más nos podría interesar la
sión de hallarse rastreándoles la pista a un etapa desde Galicia a Palestina, pasando por
puñadito de códices olvidados en un convento Constantinopla y Egipto. La lectura del texto

82
TURISMO ROMANO 351

disponible, aparte de informativa, pone muy imperial: como en la etapa de Ramesses, una
de relieve, que además de incansable y fis- población en el delta del Nilo hace mucho
gona (ut sum satis curiosa, afirma en más de desaparecida:
una ocasión), Egeria se comportó en su viaje
«Desde este punto despedimos ya a los soldados
como una turista típica, en toda la extensión que nos habían prestado su protección en nombre de
de la palabra la autoridad romana mientras atravesábamos lugares
peligrosos, pero entonces nos hallábamos en el ager
publicus de Egipto, que atravesaba la ciudad de
Arabia».
Otra fémina andariega
Se alojó en las mansio de la posta, (faciens
Turista, lo que se dice turista, no hay duda iterper singular mansiones) donde las hubo,
de que Egeria lo fue y en grado superlativo. o bien en establecimientos como «el albergue
De sobra lo certifican tres años de andanzas que llaman Mansocrenas, al pie del monte
dedicados al curioso visiteo de los Santos Tauro», o en su defecto, en cenobios, suma-
Lugares y territorios comarcanos. Como su- mente abundantes por los parajes que re-
cede entre los miembros de la raza humana, corrió, siendo deplorable la ausencia de las
asimismo múltiples a nivel personal las di- páginas relativas Belén, donde es fácil, hubo
ferencias acusadas por los integrantes de la de disfrutar de la hospitalidad de San Jeró-
tipología viajera. Comparando a Egeria con nimo, que regía la hospedería peregrina que
Santa Teresa, ejemplo de monja literata que había instalado en la villa natal de Nuestro
consumió media vida viajando, son tan de Señor.
bulto las disparidades entre ambas religiosas
hasta el punto de admitir una el calificativo de Consta en su obra un pequeño detalle que
turista y simplemente el de viajera la mística la clasifica como buena turista. El llevar
doctora. siempre una buena guía al alcance de la
mano; como en el monte Horeb, donde «hi-
La abulense se desplazó a ritmo febril, cimos una oración muy fervorosa y se leyó
como una gestoría ambulante, en pugna cons- precisamente aquel pasaje del libro de los
tante con burócratas eclesiásticos y seglares, Reyes, pues ante todo, siempre era mi deseo
ensimismada siempre en sus negocios y mu- que dondequiera llegáramos se leyera el pa-
chísimo más en su riquísima vida interior. A saje de la Biblia correspondiente al lugar».
costa, claro está, de faltarle tiempo y humor
para dedicar su piuma a reflejar el semblante
del mundo externo, y hacernos así copar-
tícipes del sinfín de lugares y paisajes (his- La primera escritora turística
panos en exclusiva) que recorrió: y que tan
genialmente los hubiera descrito de propo- Entre diversas cuestiones aún indescifra-
nérselo. das de máxima entidad, en el ámbito de la
erudición, el relato de Egeria plantea al lector
Viajera y literariamente Egeria se sitúa en no especializado una disyuntiva sin opción ni
el polo antípoda. Sin traicionar el móvil reli- alternativa alguna. Una de dos. O se repudia,
gioso, goza extraviando su pluma por los as- como inexistente, la vertiente turística de su
pectos accesorios de la peregrinación, redac- peregrinación, lo que a nuestro juicio y vistos
tando sus impresiones viajeras fuertemente los testimonios repudiados por la propia ima-
proyectadas hacia el exterior. Se desplaza en ginación es mucho repudiar, o no hay más
grupo y por lo común en cabalgadura, y en- remedio que conferir a la viajera una primacía
tramos itinerarios poco seguros —loca sus- más; el título de primera escritora turística de
pecta— cuenta con la escolta de los legio- la que consta noticia, resolución mucho más
narios estacionados en las mansio de la posta galante y por ello bonita.

83
352 ESTUDIOS

Es imposible negar que Egeria, como es- la redactora, delata temperamento y pupila de
critora, satisface plenamente los atributos turista en la persona que lo escribió. Además
exigibles a todo practicante del genero. Por lo de a conciencia, con los ojos bien abiertos
detallada y personal, expone su pericia en la Egeria recorrió el bajo Egipto, Palestina y el
especialidad su apasionante descripción de la Asia Menor, determinando la zigzagueante
Semana Santa en una Jerusalén netamente trayectoria de su ruta cuanto lugar memo-
cristiana, centrada en torno a la veneración rable y digno de nota yació a tiro de su
de la Vera Crux, en su época, la motivación insaciable curiosidad, sin dejar de visitar ni
suprema, por no decir exclusiva, de la pere- uno sólo, «dando gracias a Dios por per-
grinado por excelencia, una reliquia custo- mitirme ver cuanto deseo», como no cesa de
diada —como gracias a ella lo sabemos— en reconocer con sencilla reiteración.
la cripta de la basílica Martyrium construida
en el Gólgota por el emperador Constantino, Para fortuna nuestra, y de la historia de la
sobre el preciso lugar en que su santa madre cultura, mucho fue lo que deseó ver aquella
descubrió la por mucho tiempo más preciada mujer y mejor aún que cuanto contempló, que
reliquia de la cristiandad. debió ser considerable, lo anotara con entra-
ñable y concisa plasticidad. Para arrobo y
En su reseña del Viernes Santo hierosi- delicia de sus lejanas compañeras de con-
militano destaca por su emotiva simplicidad vento, por más que para desgracia del mo-
la ceremonia de la adoración colectiva del derno lector sepa a muy poco lo que de su
Lignum Crucis, al aire libre, y en el mismo escrito se conserva.
Gólgota, ante la vigilante mirada del obispo
de la ciudad: Entre las irreparables lagunas que maculan
«Siéntase el obispo in cathedra en una silla y ante el único códice superviviente, son de deplorar
él colocan una mesa cubierta por un lienzo, situán- las que nos privan de noticias sobre el semblan-
dose en pie, y en torno a la mesa, los diáconos. Se te y monumentos de Jerusalén y de Constan-
trae un relicario de plata dorada en el que está el tinopla, así como referencia de su viaje desde
santo madero de la Cruz; se le abre y quedan
expuestos sobre la mesa tanto el madero como el Galicia al Oriente próximo. El único texto
rótulo. El pueblo entero desfila, uno a uno, incli- disponible comienza de sopetón con su lle-
nándose ante la mesa, tocando primero con la frente y gada al Sinaí, para concluir en Constanti-
luego con los ojos, la cruz y el rótulo; besan la Cruz y nopla, «dando gracias a Cristo, nuestro Dios,
pasan, pero nadie alarga la mano para tocarla» (1). porque se dignó a concederme tan gran favor
Hasta aquí la noticia podría haber sido como es el haberme dado, no sólo el deseo de
suscrita, mirando al cielo, por cualquier fer- viajar (non solum voluntatem eundi, sed et
voroso peregrino. En cambio, en tangencia facultatem perambulandi quae desiderabam),
total con el mundo de tejas abajo la infor- sino la facultad de recorrer los lugares que
mación que la complementa: deseaba»: palabras que pudieran servir de
«El obispo, sentado, oprime con sus manos el
perfecta plegaria al buen turista, que, como
sagrado madero, mientras que los diáconos situados Ulises, afait un beau voyage.
alrededor lo vigilan. Y lo guardan de esta manera
porque cuentan, que en cierta ocasión, uno clavó los En Constantinopla terminan su libro y los
dientes y robó una astilla de la santa reliquia. Por eso informes sobre su peregrinación. Pero no su
ahora los diáconos la vigilan, no sea que alguno al viaje, al consignar de seguido el designio de
pasar se atreva a hacer lo mismo». ponerse de nuevo en camino para realizar un
Preciso convenir que el párrafo transcrito, acto devoto, que algunos siglos más tarde, al
sin perjuicio de la incuestionable devoción de descubrirse en Compostela los restos de San-
tiago Apóstol, hermano del Apóstol San Juan,
(1) Ethérie. Jorunal de Voyage. (Ed. Héléne Petré. encontraría espectacular arraigo en su región
París, 1948. natal. Pues, «señoras mías, luz de mi vida

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TURISMO ROMANO 353

—como a veces alude a las destinatarias de Tantos los visitantes que parecieron hasta
su relato, un ramillete de monjitas reclusas en demasiados. Por lo menos a juicio de San
algún cenobio de la remota Galicia— tengo Jerónimo, quien en una misiva cursada desde
ya el propósito de ir a Asia, esto es, a Efeso, Belén, donde residió por espacio de treinta y
para orar ante el sepulcro del santo y bie- cuatro años, el Santo, evidentemente exage-
naventurado Apóstol San Juan». Frase pos- rando la nota de su indignación, informa al
trera con la que concluye su obrita sin par. obispo Paulinus: «Vienen aquí de todo el
* * * mundo, toda la humanidad llena la ciudad».
Laperegrinatio de Egeria podría clausurar Consta la infinita hospitalidad de San Je-
de modo arquetípico el rutilante ciclo del rónimo, en la hospedería que con el fin de
turismo romano. El elegante estilo del texto atender a los peregrinos instaló en Belén,
en que la relata, y el de su forma de viajar, de junto a la iglesia de la Natividad. No tanta su
sobra justifican que inicialmente se atribu- paciencia de intelectual, absorto en honda
yeran viaje y escrito a una reina, hija de labor traductora de las Santas Escrituras.
emperador o a una dama de aristocrática Reticencia deducible de otra epístola de las
estirpe. Identificada la verdadera protagonis- suyas, en la que se queja de lo que distur-
ta y aclararse las cosas, la figura de Egeria, baban sus tareas escriturísticas el incesante
como viajera, reviste un signo ambivalente tráfico de peregrinos. No es que San Jerónimo
situándola en el punto de intersección o de se hallara por principio resuelto a ponerle la
divisoria entre dos modos distintos de en- proa a la visita de Tierra Santa, y menos
tender y practicar el viaje. como acto piadoso, individual o colectivo.
Todo lo contrario. Mal pudiera censurarlo
En el plano espiritual, sus andanzas cons- quien predicando con el ejemplo realizó su
tituyen la premonición de un futuro que se primera visita a los Santos Lugares, acau-
aproxima, al recorrer more peregrino los dillando desde Antioquía a un grupo de ricas
caminos de Asia. Caracterizando, por otra matronas, de amigas espirituales como tiene a
parte, a la viajera la vertiente laica de su bien aludirlas en su epistolario, recomendan-
viaje, como hija de una época y de una do luego en una de sus epístolas:
cultura. Al desplazarse a lo grande dame ro-
mana, del Bajo Imperio, encarna aún una «Del mismo modo que se comprenden mejor los
forma específica de viajar, de enorme estilo y historiadores griegos cuando se ha visto Atenas, y el
libro III de la "Eneida" cuando se ha venido, de
tradición, a punto de desaparecer para siem- Troya a Sicilia, y de Sicilia a la desembocadura del
pre, y ceder el puesto, por largo tiempo, a su Tiber, de igual forma se comprende mejor la Sagrada
heredera directa: la peregrinación devota del Escritura cuando se ha visto, con ojos propios, la
medievo. Judea y contemplado las ruinas de sus antiguas
ciudades» (1).
Desde fines del IV en adelante, o sea, al
poco de la peregrinatio de Egeria, tienden a Ahora bien. El aspecto más antipático de
multiplicarse los piadosos visitantes en trán- los excesos es su tendencia a equilibrarlos
sito por Palestina. A la fulminante popula- con otros de signo contrario, magnificando el
ridad del viaje a los Santos Lugares debieron lado negativo de todo viaje en quien el paso
coadyudar las oleadas de los bárbaros pene- de los años decreció la erótica del viajar. Tal
trando a borbotones por las limes de un es el caso del Santo, al arremeter en una de
Imperio en derrumbe. El viaje curioso, fuerte- sus misivas, fechada en su senectud, no con-
mente matizado de religiosidad, se orienta tra el viaje a Tierra Santa en sí, sino contra
hacia el Oriente próximo, al fin y al cabo, las repercusiones, tan turísticas, de la ma-
comarca relativamente próspera a la sazón, y, sificación y comercialización de la peregri-
sobre todo, plácida y libre de amenazas, de
momento. (1) San Jerónimo. «Epístolas» (XLVI-9).
354 ESTUDIOS

nación, advirtiendo a los peregrinos poten- Ya del siglo V en adelante, y con el Imperio
ciales desde su observatorio de Belén: «Lo en liquidación acelerada y por derribo, la pere-
hermoso es ser cristiano, y no el parecerlo, y grinación cristiana pasa a convertirse en la dé-
no es lo importante venir a Jerusalén, sino bil columna vertebral o repositorio de todo des-
practicar el cristianismo en la residencia de plazamiento homologable como turístico. Los
cada uno». únicos viajes que con ínfima evidencia do-
cumental, compensada con esfuerzos de in-
La postura negativa de San Jerónimo ante tuición, posibilitan destilar de su seno algunos
el fenómeno tiene algo más tarde adecuada rudimentos de turismo, jamás en formas pu-
réplica en la segunda epístola del obispo ras, diluidos en la peregrinación religiosa del
Gregorio de Niza (394), fustigando con re- más Alto Medievo. Cuando sin llegar al
tórica acritud los abusos que a su juicio, y punto de certificar su defunción, puede que el
ante su vista, dada la ubicación de su sede turismo se involucionó sobre sí mismo, y
episcopal, se cometían en ocasión de pere- retornó por bastante tiempo a su estadio
grinar a Jerusalén (1). paleolítico, como aquel que dice.

(1) Dr. B. Altmer. Patrología. (Madrid, 1953).

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TURISMO ROMANO 355

RESUME

LUIS LAVAUR: Le lourisme romain.


Nouvellement nous nous approchons á l'histoire du tourisme, qui présente dans ce numero se qui pou-
rrait se classifier comme un des premiers, sinon le premier point de cette chaine historique: le tourisme
romain.
Le présent étude s'arréte spécialement au Heme siécle aprés Jésus Christ, période dans laquelle les An-
toniens détenaient le pouvoir en grande párlie. On s'interresse spécialement á démontrer que les coutumes
touristiques-voyageuses du romain obeissaient clairement au désir de connaitre "in situ" ees lieux que l'his-
toire rendait si familiers et proches, cas de la Crece et du Méditerranéen Oriental, ou uussi pour des raisons
incroncrétes tel que le bon clima hivernal qui attirait quelques voyageurs au lointain et exotique Egipte,
peut-étre le premier précédent de celui qu'on dénomme comme tourisme d'hiver.

SUM MARY

LUIS LAVAUR: Román Tourism.


Trying to dive into the history of Tourism, we present in this issue, as a new chapter, that period
which can be considered one of the first links, if not the very first one, in this historical chain: Román
Tourism.
This study stops specially at the II century after Christ. when the Antonins were in power. The author
emphasizes the ¡dea of demónstrate how the travelling and touristic trends of Romans, obeyed motivationally
a clear desire of knowing "in situ" those áreas, whose history was very cióse and familiar to them, such as
Greece. Eastern Mediterranean, etc. These were also other reasons, less concrete, like the wish of looking
for mild winter weather, as it was shown by those who travelled to the far and exotic Egypt. This could
be considered as the origin of what we know now-a-days as winter tourism.

ZUSAMMENFASSUNG

LUIS LAVAUR : Der mmanische Tourismus.


In einem neuen Annaehrungsversuch an die Historie des Tourismus, praesentiert man in dieser Ausgabe,
in Form einer neuen Uebergabe, was man ais einen der ersten. um nicht zu sagen den ersten Kettenglied
in dieser Historie: den romanischen Tourismus.
Das gegenwaertige Studium konzentriert sich besonders im 2. Jahrhundert unserer Zeitrechnung, in der
Periode. in welcher die Antonianer ihre Macht ausuebten. Es wird mit besonderem Interesse versucht, zu
beweisen. dass die touristischen Gewohnheiten der Roemer ihren Ursprung darin hatten. "in situ" diejenigen
Orte kennenzulernen, die ihnen familiaer und nahe gelegen waren, wie zum Beispiel Griechenland und
das oestliche Mittelmeer, oder aber auch aus weniger konkreten Gruenden wie ein gutes Winterklima, wel-
ches im exotischen Egypten gefunden werden konnte. was vielleicht ais der erste Vorlaeufer des heutigen
Winter-Tourismus zu bezeichnen ist.

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