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EL ROL DE LA VÍCTIMA EN EL SISTEMA PROCESAL PENAL ACTUAL.

Considero víctima a aquel sujeto que se postula o aparece como puntual y concretamente
ofendido por hechos delictivos. Es quien aduce ser sujeto pasivo de las acciones ilícitas, aquel
que ha padecido de manera real, la ofensa criminal
La víctima frente al proceso penal, puede asumir el rol de "particular damnificado" o
"querellante" (según la denominación que al respecto, le dé el Código Procesal Penal de cada
provincia), que es la víctima legitimada dentro del proceso con patrocinio letrado y con las
facultades y obligaciones que la legislación procedimental le otorga; o bien no asumir el
mencionado rol y continuar como "víctima propiamente dicha", conservando aun así, una serie
de derechos, prerrogativas y cargas procesales, que detallaremos más adelante. Sin embargo, al
pasar los años, la víctima ha pasado por distintos estadios de consideración en el ámbito del
proceso.
Desde las llamadas "Teorías Absolutas o Retribucionistas", pasando por las "Teorías Relativas o
de Prevención". De esta manera, la víctima reclama desde la historia un reconocimiento tanto
público como privado:
Por un lado, hacía la tutela de la víctima dentro del propio proceso penal y hacía la búsqueda de
su resarcimiento, para paliar las consecuencias material y moralmente dañosas producidas por el
delito.
A lo largo de la evolución del proceso penal, la víctima ha pasado de ocupar un rol de
protagonismo absoluto, marcado por la venganza por propia mano ante el delito; hasta
prácticamente su neutralización desde el momento en que se cedió al Estado la protección de
determinados bienes.
Al principio el particular damnificado no tenía participación en el proceso, luego fue
adquiriendo algunos derechos, pero siempre debía contar con el impulso del Ministerio Público
Fiscal. Al pasar el tiempo consiguió su autonomía como parte querellante pudiendo llegar en
solitario en juicio oral y hasta solicitar al juez una pena.
La víctima, es un sujeto olvidado del proceso penal. Sin embargo, en la actualidad, alguna
actitud beligerante ha generado que comiencen a levantarse nuevamente voces en contra de su
participación en el procedimiento. Frente a esta dicotomía (sujeto olvidado-sujeto del que hay
que olvidarse) resulta interesante reflexionar acerca de qué aspectos deben ser tenidos en cuenta,
respecto del tema que nos convoca, al momento de pensar la transformación del sistema de
justicia penal.
Un ordenamiento respetuoso de la Constitución nacional debe permitir una participación plena
del damnificado y, a su vez, impone al Estado la obligación de brindarle la debida protección
judicial con el objeto de lograr una defensa más efectiva de sus intereses y evitar que el proceso
incremente los daños que le han causado. Esto significa que se debe brindar al ofendido las
herramientas para que pueda acceder a los tribunales en busca de una respuesta razonada de su
conflicto. Y esto no significa que debe darse la razón a la víctima, sino que hay que explicarle
por qué su pretensión puede prosperar o no. Por otro lado, es necesario establecer un concepto
amplio de víctima que no se circunscriba únicamente al directamente ofendido por el delito
como ocurre en el código. Esto ha permitido una discrecionalidad de los tribunales respecto de
la amplitud de dicho término. Son los jueces los que determinan si la persona que presenta el
conflicto queda o no abarcada en dicho papel.

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