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Introducción
El elemento más propio del Jueves Santo está en la institución de la Eucaristía, su nacimiento, y que ocurre en la
Última Cena. Por tanto nos encontramos en el momento y en el contexto más adecuado para mirar la Eucaristía y
reconocer aquello que es más esencial en ella. Junto a ella hay también otros dos elementos que aparecen en la
Última Cena y que la acompañan, y que son: el mandamiento nuevo del amor (cuyo signo es el lavatorio de pies)
y la institución del sacerdocio ministerial. De estos tres elementos nace el esquema de la charla.
Lo que queremos entonces en este rato es mirar la Eucaristía a partir de su centro que está en la Pascua, de modo
nos sintamos animados a participar activa y conscientemente en la celebración del misterio del Jueves Santo.
Una participación activa y consciente, por tanto, nos involucra por entero, nos exhorta a estar con el corazón
preparado y con la mirada bien puesta en el sentido del misterio que estamos celebrando. Sensibilizándonos
con el contenido y con el espíritu que la celebración tiene; conectar con sus signos, fijarse en los gestos y en
las palabras que hay, preparar el corazón y la mente, eso produce inmediatamente en nosotros un efecto. Las
veces que hemos participado en liturgias y hemos experimentado algo importante, ha sido porque algo se
activó en nosotros. Muchas veces nos podemos encontrarnos en ella queriendo que se termine luego, cuando
en realidad debería ser lo mejor que nos pudiera pasar, porque “La liturgia permite la entrada de Dios en el
mundo, es el acto con que Él nos toca y nosotros lo tocamos a Él” (Benedicto XVI). Es la presencia de Dios y
de sus ángeles, son las fuerzas del Cielo las que se ponen en marcha de forma especial en la liturgia, y para
eso nosotros debemos hacernos conscientes de eso y activar nuestros corazones para reconocer a Dios que
sale allí a nuestro encuentro.
Esquemáticamente podemos resumir la celebración de los momentos esenciales de la Pascua de Jesús durante el
triduo pascual de la siguiente manera:
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Introducción o apertura: Jueves Santo
Lo relevante del Jueves Santo, en cuanto introducción, es que celebra la Última Cena mirando hacia la cruz y la
resurrección. Jesús instituye la Eucaristía y anticipa todo lo que va a acontecer a partir del día siguiente en
perspectiva triunfal y de victoria.
Mirando este esquema lo que aparece es una misa común y corriente salvo por algunos momentos especiales: el
lavatorio de los pies y la parte final donde se traslada el sacramento y se desnuda el altar. Esto es así porque,
como hemos señalado, lo propio del Jueves Santo es la Eucaristía.
1. La Eucaristía
Dado la riqueza y la amplitud que tiene la Eucaristía podemos acercarnos a ella desde distintos ámbitos: desde la
presencia de Cristo en el pan y el vino, desde el celebrante principal, la asamblea, la acción de gracias, el
banquete, el sacrificio, etc. Sin embargo, la gran clave de la Eucaristía está en comprenderla y experimentarla en
clave pascual, y es por eso que estamos en el momento más adecuado para hacerlo.
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Para ello vamos a entrar en las lecturas de la liturgia de la palabra de ese día que nos ayudarán a reconocer el
paralelo entre la pascua judía y la cristiana, ya que existe una fuerte continuidad ente ellas. Cristo instituye la
Eucaristía en el contexto judío de la cena pascual, cuyo contenido era la conmemoración del Éxodo y a la que Él
le otorgará un contenido nuevo: su propia Pascua. Esto es lo que señalan la primera y segunda lectura:
Cuadro resumen para proyectar y llenar juntos. Lo escrito señala a lo que se busca llegar, lo más elemental
- En las vísperas del Éxodo. - En las vísperas del viernes de la pasión y un día antes de la cena
pascual.
- Cena, pan, vino, cordero, bendiciones y cantos, sangre. - Cena, pan, vino, cordero, bendiciones y cantos, sangre.
Conclusión Conclusión
- Memorial: Este día será memorable para vosotros. - Memorial: Haced esto en memoria mía.
Momento de la institución: Dios le entrega a los israelitas un rito justo antes que el Éxodo ocurra para dejarles
una celebración que lo celebre y conmemore después que esta haya ocurrido, el día 14 de Nisán de cada año.
Signos del rito: es una cena familiar, con panes ázimos y cordero. Con el paso del tiempo se incorporaron
elementos nuevos donde se iban intercalando bendiciones con copas de vino, cantos de salmos y una cena normal.
Los salmos eran el 114 como canto de entrada y terminaban con el canto final del Hallel (salmos 116-118)
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Memorial: “Este será un día memorable para vosotros” ¿Qué es? “En el sentido empleado por la Sagrada
Escritura, el memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de
las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres (cf Ex 12, 14; 13,8). En la celebración litúrgica,
estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su
liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la
memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos”. (Juan Pablo II, Ecclesia de
Eucharistia)
Para Israel acordarse de Yahvé era invocarlo y hacerlo presente, lo que implicaba siempre una actuación de Él.
Así, hacer memorial de la pascua era hacer presente todo su contenido y salvación. El memorial es ante todo una
actualización. Ver Ex 13, 8.
Momento de la institución:
- Los evangelios sinópticos ponen la última cena durante el momento de la cena pascual (ver Mt 26, 26+).
Mientras que Juan la coloca un día antes (ver Jn 13, 1). Sabemos por las fuentes que la Pascua, el 14 de Nisán
de ese año, fue del atardecer del viernes al atardecer del sábado (los judíos calculaban el término y comienzo
de cada día con la puesta del sol, y no como nosotros que lo hacemos con la 00:00 hrs.). Entonces los judíos
comieron la cena pascual el viernes en la noche.
- La línea que se impone es la de Juan, ya que no es probable, como el mismo Juan afirma, que los judíos
procesaran a alguien durante la pascua. De hecho querían apurar el proceso de Jesús para poder celebrarla. Por
tanto, si la Pascua fue la tarde del viernes podemos concluir entonces que la Última Cena fue el Jueves, un día
antes de la cena pascual; mientras los judíos comían su cena pascual el viernes en la noche, Cristo ya estaba en
el sepulcro.
- Pregunta: teniendo en cuenta lo que vimos en la 1ª lectura: ¿por qué Jesús habría querido instituir la Eucaristía
el Jueves, un día antes de la cena pascual…?
o Se anticipó al igual que Dios lo hizo con los israelitas en la 1ª lectura para establecer el memorial de su
pascua antes de que ésta sucediera.
o Para darle plenitud con su pascua a la pascua de Israel: “La esencia de esta cena de despedida no era la
antigua Pascua, sino la novedad que Jesús ha realizado en este contexto. Aunque este convite de Jesús
con los Doce no haya sido una cena según las prescripciones rituales estrictas del judaísmo, se ha
puesto de relieve claramente en retrospectiva su paralelo y conexión interna a través de la muerte y
resurrección de Jesús: era la Pascua de Jesús. Y, en este sentido, Él ha celebrado la Pascua y no la ha
celebrado: no se podían celebrar los ritos antiguos; cuando llegó el momento para ello Jesús ya había
muerto. Pero Él se había entregado así mismo, y así había celebrado verdaderamente la Pascua con
aquellos ritos. De esta manera no se negaba lo antiguo, sino que lo antiguo adquiría su sentido pleno.
(Benedicto XVI)
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o La sangre tenías además para los israelitas un significado espiritual, tenía un valor sagrado. Era el principio de la
vida que Dios ponía en los seres. Por lo tanto le pertenecía a Él (Gn 9, 6+: y de manera eminente la sangre del
hombre hecho a su imagen). Los hombres no podían disponer de ella, por eso los Israelitas tenían que desangrar a
los animales antes de comerlos. Y como la sangre le pertenecía a Dios, únicamente Él podía ofrecerla y entregarla,
y eso es lo que hace Jesús cuando dice “esta es mi sangre”.
- Cáliz: beber de la misma copa es unirse a alguien y participar de la misma suerte (cf. Con los hijos de
Zebedeo)
- Por vosotros y por muchos: aunque pareciera limitada, la cifra “muchos” busca señalar la totalidad.
Memorial: “haced esto en memoria mía”: en este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización perenne
del misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa " contemporaneidad " entre aquel Triduo Sacro y el
transcurrir de todos los siglos’. Cuando se celebra la Eucaristía ante la tumba de Jesús, en Jerusalén, se retorna
de modo casi tangible a su " hora " la hora de la cruz y de la resurrección. A aquel lugar y a aquella hora vuelve
espiritualmente todo presbítero que celebra la Santa Misa, junto con la comunidad cristiana que participa en
ella”. (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia)
Pregón pascual: “Esta es la noche…”
Homilía Francisco, Vigilia Pascual 2014. El Papa dice que el cristiano es “memorioso”, porque se acuerda de lo
que Dios ha hecho en su vida.
“Volver a Galilea quería decir para los discípulos releerlo todo a partir de la cruz y de la victoria; sin
miedo, «no temáis». Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las
defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto
supremo de amor.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también, otra «Galilea», una «Galilea» más
existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo.
En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada,
cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; volver a Galilea
significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento
en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Se trata de hacer
memoria, regresar con el recuerdo. ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y
la encontrarás
El evangelio es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su
resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego
que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra”.
El memorial nos dice entonces de qué debemos acordarnos en nuestra vida y la forma en que debemos hacerlo:
reconociendo el paso de Dios en nosotros y viendo lo bueno, ya que “en todas las cosas interviene Dios para el
bien de los que ama”. Los malos recuerdos, que a veces son verdaderos apegos enquistados y anquilosados en el
fondo del alma, quedan removidos cuando Cristo los lava con su sangre y cuando los lava también en el lavatorio
de los pies. Porque Cristo al lavar los pies de esas personas lavó también su historia. Y con esto pasamos al
lavatorio de los pies ya que por la pascua está también asociado hacia la Eucaristía.
El Evangelio es Jn 13, 1-15, el Lavatorio de los pies y que señala el sentido esencial que anima la pascua de Jesús;
el mandamiento nuevo del amor al modo de Él, hasta el extremo, y del cual el lavatorio de los pies es signo.
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El lavatorio de los pies es un signo pascual, ya que además de ser un signo de entrega, de servicio, de
abajamiento, etc. está asociado también al lavado de la cruz. De modo que cuando Cristo lavo los pies de sus
discípulos, lavo también la historia de esas personas. Cristo conocía a esos hombres, conocía esos pies, habían
caminado con él desde el principio, lo habían seguido “distingues mi camino y mi descanso, familiares te son
todas mis sendas. Si escalo hasta el cielo, allí está tú; si me acuesto en el fondo del abismo, allí te encuentro”
(Sal 139). Por tanto cuando Jesús dice que nosotros debemos lavarnos los pies unos a otros se trata de un muy
fuerte llamado a hacer comunidad y de amar al modo que lo hizo él. La comunidad que se reúne en Cristo es
medicina, es lugar de sanación, de regeneración. La comunidad tiene una tarea en ser imagen del amor de Cristo
para lavar todas nuestras oscuridades, porque la verdadera impureza no está en los pies sino que tiene lugar en el
interior del hombre y depende de las condiciones de su corazón. Y la sanación viene cuando las personas son
tocadas interiormente por el Espíritu de Dios, que abre su corazón y lo purifica.
En esa línea toda la Cuaresma es como un lavatorio de pies que se extiende por 40 días, donde vamos corrigiendo
y purificando nuestros pasos, los lugares por donde hemos caminado, por donde nos hemos tropezado y caído,
esos lugares por donde hemos entrado o hemos salido, en definitiva todo nuestro andar, de modo que este
concluya en la cena pascual, donde nos sentamos a la mesa con Cristo. La comunidad apostólica es la primera
testigo de eso.
Todo sacerdote actúa en nombre de Jesucristo. Porque la consagración y la misión del sacerdocio ministerial es
una participación en el sacerdocio de Cristo, a quien representan como la Persona que preside la Eucaristía. Por lo
tanto el sacerdote es sacerdote en Cristo y no por cuenta propia. Es Cristo, actuando en el sacerdote el que
preside en la Misa.
Y su sacerdocio está al servicio del sacerdocio común de los fieles en donde también actúa Cristo, en todos los
bautizados, a través del ofrecimiento de la propia vida. Por tanto, el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los
bautizados, tienen en común lo siguiente: que ambos participan del sacerdocio de Cristo y ambos deben trabajar
juntos. ¿Cómo? El fin del sacerdocio ministerial es presidir en nombre de Cristo la Eucaristía y toda liturgia, y el
fin del sacerdocio común es llevar a la Eucaristía el ofrecimiento de la propia vida, cosa que el Sacerdote recoge y
coloca sobre el altar. Por eso el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común de los fieles.
Ejemplo de la oración sobre las ofrendas: “Rogad hermanos para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a
Dios nuestro Señor”.
El origen del sacerdocio ministerial está en el mandato de Jesús a los apóstoles cuando les dice “Haced esto en
memoria mía”. Los apóstoles después lo entregaran a sus sucesores los obispos y ellos lo compartirán con sus
colaboradores que son los presbiterios y los diáconos. Por tanto los que tienen la plenitud del sacerdocio
ministerial son los obispos, y ellos lo comparten en un segundo grado con los presbíteros y en un tercer grado con
los diáconos. Eso es lo que aparece en la misa crismal el jueves en la mañana, donde cada obispo, como sucesor
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de los apóstoles, y en su catedral, celebra la misa con todos sus presbíteros y diáconos. Todos ellos celebran allí el
origen y la misión de su sacerdocio ministerial, que nace de Cristo, reciben de su obispo, y ejercen para servir el
sacerdocio común de los fieles en los lugares donde estos se encuentren
IV. Claves para vivir la celebración.
“Sobretodo el Señor desea que cada uno de vosotros en particular y todos juntos, en la gracia que viene de su
Nombre, os reunáis en la Eucaristía con una misma fe, y en Jesucristo "del linaje de David según la carne", hijo
del hombre e hijo de Dios, y que lo hagáis para obedecer al obispo y al presbiterio en unidad de mente,
rompiendo un mismo pan que es antídoto del alma, medicina de inmortalidad y alimento para vivir en Jesucristo
por siempre”. (San Ignacio de Antioquia, Carta a los Efesios)