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HILDA GONZÁLEZ NEIRA

Magistrada ponente

STC7197-2023
Radicación n.º 11001-02-03-000-2023-02783-00
(Aprobado en Sala de veintiséis de julio de dos mil veintitrés)

Bogotá, D.C., veintiséis (26) de julio de dos mil veintitrés


(2023)-.

Desata la Corte la tutela que Hernando Nossa instauró


contra la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Bogotá, extensiva al Juzgado Séptimo Civil del Circuito de
la misma ciudad y demás intervinientes en el consecutivo
2018-00551.

ANTECEDENTES

1.- El libelista, a través de apoderada, exigió la


protección de los derechos al «debido proceso y acceso a la
administración de justicia», para que se «dejar[a] sin valor ni efecto la

providencia emitida el 16 de mayo de 2023» en el asunto de la

referencia y, en consecuencia, se ordenara a la Magistratura


accionada «dict[ar] nuevamente sentencia, atendiendo a lo normado en
el numeral 3° del artículo 1781 del Código Civil, a lo dictado por la
Radicación n.° 11001-02-03-000-2023-02783-00

jurisprudencia vigente y a lo pactado en la escritura pública N° 5273 del


19 de septiembre de 2002».

En sustento adujo que el Juzgado Séptimo Civil del


Circuito de Bogotá desestimó las pretensiones de la demanda
verbal que promovió contra Marlene y Christian Alexander
Montoya Castañeda y Alfredo Alfonso Martín Rozo con el
propósito que se declarara «la simulación absoluta del contrato de
compraventa contenido en la escritura pública N° 3292 del 30 de agosto
de 2004, [suscrita por éstos últimos respecto del] predio distinguido con
folio de matrícula inmobiliaria N° 50S-700479» y, por ende, se

señalara «a [la primera] como la verdadera compradora»; se «ordenar[a]


la restitución del bien, así como los frutos naturales y civiles percibidos
desde el 1 de septiembre de 2004 hasta la fecha en que se realice [esta]
al haber de la sociedad conyugal formada por [él] y la demandada (…)»
y, se «declarar[a] que [ésta], por haber ocultado o distraído dolosamente
el inmueble, perdió su porción y debe restituirla doblada, a causa de la
sanción establecida en el artículo 1824 del Código Civil» (rad. 2018-

00551), en determinación (9 jun. 2022) que el Superior

confirmó (16 may. 2023).

Sostuvo que dicha Colegiatura incurrió en los defectos


«fáctico, sustantivo y desconocimiento del precedente», ya que realizó

una indebida valoración de la «escritura pública N° 5273 del 19 de


septiembre de 2002, mediante la cual se firmaron capitulaciones
matrimoniales», dado que en ella «no quedaron excluidos de la futura
sociedad conyugal, los dineros producto del trabajo de la demandada
antes de su matrimonio, como tampoco los bienes que se adquirieran por
cada cónyuge con dichos dineros», «omitió aplicar lo dispuesto en el

numeral 3° del artículo 1781 del Código Civil», e inobservó el criterio

fijado por la Corte Constitucional en la «sentencia C-278 de


2014».

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2.- La Sala Civil del Tribunal Superior y el Juzgado


Séptimo Civil del Circuito de Bogotá defendieron la legalidad
de su proceder.

Marlene Montoya Castañeda y Christian Alexander


Montoya Castañeda se opusieron al auxilio, tras señalar que
«carece de fundamentos tanto facticos como Jurídicos, pues como se
puede observar, (…) el Juzgado Primero (01) de Familia de Bogotá, fue
Claro expreso y preciso al determinar que efectivamente no hubo bienes
que repartir por cuanto el demandado y demandante mediante escritura
pública realizaron Capitulaciones».

CONSIDERACIONES

1.- Confrontado el escrito genitor con la prueba


recaudada en el plenario, muy pronto se anuncia que la
salvaguarda no tiene vocación de prosperidad, porque la
providencia que ratificó el fallo dictado por el a quo en la Litis
n.° 2018-00551, no fue el resultado de criterios que, con
independencia que la Corte discrepe o no de ellos, puedan
calificarse de subjetivos o antojadizos.

En efecto, el gestor se duele del veredicto adoptado el


16 de mayo de 2023 por la Sala Civil del Tribunal Superior
de Bogotá, por medio del cual resolvió: «CONFIRMAR la sentencia
proferida el 9 de junio de 2022 por el Juzgado 7° Civil del Circuito de [la
misma ciudad]», que, a su vez, decidió «deneg[ar] las pretensiones

de la demanda», dado que, en su sentir, no efectuó una correcta

estimación de la «escritura pública N° 5273 del 19 de septiembre de


2002»; dejó de aplicar el «numeral 3° del artículo 1781 del Código

Civil», sumado a que definió el asunto de espaldas al

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«precedente» contenido en la directriz «C-278 de 2014» proferida

por la Guardiana de la Carta Política.

Sin embargo, al escrutar los fundamentos de tal


proveído, se aprecia que el juez plural recriminado observó
las normas y el «precedente jurisprudencial» que gobiernan el sub
judice (acción de simulación), insumos de los cuales coligió
en paralelo con la información que arroja el dossier, que el
demandante no estaba legitimado para demandar, a favor de
la sociedad conyugal que conformó junto a Marlene Montoya
Castañeda, la «simulación» del negocio jurídico contenido en la
«escritura pública N° 3292 del 30 de agosto de 2004», toda vez que el

bien objeto del mismo «no era social», razón suficiente para no
expedir concepto alguno sobre la «sanción» establecida en el
artículo 1824 del Código Civil y la nulidad absoluta del
contrato, máxime cuando esta última no fue una aspiración
inicial en la lid, de ahí que era evidente la improcedencia de
lo reclamado, pero por ese motivo.

Para soportar dicha inferencia, acotó lo siguiente:

«(…) advierte la Sala que en el plenario no hay una prueba


contundente que demuestre que el referido predio pertenecía a la
sociedad conyugal como lo señala el inconforme.

Nótese que en el plenario se encuentran acreditados los siguientes


hechos: (i) Por medio de escritura pública N° 5273 del 19 de
septiembre de 2002, otorgada en la Notaría 18 de Bogotá, los
señores Hernando Nossa y Marlene Montoya Castañeda pactaron
capitulaciones matrimoniales8 ; (ii) el 21 de septiembre de 2002
contrajeron matrimonio, el cual fue inscrito en la Notaría 3ª de esta
ciudad9 ; (iii) mediante sentencia dictada el 17 de mayo de 2016,
el Juzgado 1° de Familia de Bogotá dispuso “la cesación de los

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efectos civiles del matrimonio católico” y “declarar disuelta y en


estado de liquidación la sociedad conyugal” 10; y (iv) en la
audiencia llevada a cabo el 19 de abril de 2017, el citado despacho
judicial resolvió “declarar próspera la objeción de los activos
inventariados a instancias de la parte demandada señor
Hernando Nossa”, en consecuencia, “los inventarios y avalúos se
aprueban en ceros”.

Así mismo, está demostrado que, el 20 de diciembre de 2003, esto


es, durante la vigencia de la sociedad conyugal, la señora Marlene
Montoya Castañeda, en calidad de prometiente compradora,
celebró un contrato de promesa de compraventa12 con el señor
Alfredo Alfonso Martín Rozo, como prometiente vendedor, quien se
comprometió a dar en venta el inmueble distinguido con folio de
matrícula inmobiliaria N° 50S-700479, por valor de $105’000.000,
pagadero así: (a) $20’000.000, mediante cheque de gerencia del
Banco Lloyds TSB Bank, recibido por el vendedor a la firma de la
promesa; (b) $3’150.000, representado en cheque del Banco
Sudameris Colombia, girado a nombre de Luis Hernando
Castañeda, por concepto de comisión; (c) $35’000.000,
representados en el vehículo marca Renault Megane de placas
CSU – 156; (d) $45’850.000, para cancelar las obligaciones
cobradas en cuatro (4) procesos ejecutivos que cursaban en contra
del prometiente vendedor; y (e) $1’000.000, como garantía para el
pago de servicios públicos (cláusula tercera). Se pactó, además,
que la entrega del bien se efectuaría el 20 de diciembre de 2003
(cláusula cuarta) y la escritura pública se otorgaría a favor de
Christian Alexander Montoya Castañeda -hijo de la compradora-
el 12 de febrero de 2004 en la Notaría 18 de Bogotá».

Seguidamente, anotó:

«El contrato prometido se protocolizó mediante escritura pública N°


3292 del 30 de agosto de 2004 de la Notaría 12 de Bogotá13,
donde intervinieron Alfredo Alfonso Martín Rozo, en calidad de

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vendedor, y Christian Alexander Montoya Castañeda, en


condición de comprador.

Respecto de esa negociación, la demandada Marlene Montoya


declaró en la diligencia de interrogatorio lo siguiente: “(…) yo nunca
he negado como adquirí este bien inmueble, yo tenía un
fideicomiso y siempre, en la audiencia de divorcio y liquidación de
la sociedad, lo dije yo tenía un fideicomiso en el Banco Sudameris,
una plata, antes de casarme, eso me dio el derecho de poder
disponer de esos bienes, de ese dinero en efectivo, yo sí di esa
plata como estaba ahí en la promesa de compraventa, inicialmente
se le dio al señor vendedor Alfredo Martín Rosso $20’000.000,
entregué un automóvil casi nuevo, un Renault Megane, modelo
2001, avaluado en $35’000.000, que estaba en las capitulaciones
matrimoniales, era mi vehículo propio. También tenía una plata en
el Banco Sudameris, yo llevaba ya muchos años antes de casarme
trabajando, comencé el 1º de septiembre del año 1994 a trabajar
con Naciones Unidas, mi profesión me permitía tener varios
contratos a la vez, trabajaba en revisoría fiscal (…) tenía mis
dineros ahorrados (…) yo le entregué le di la casa a mi hijo (…) le
dije, yo le entrego esta casa, usted cuando tenga que empiece a
trabajar, que le produzca la casa, que se paguen embargos,
hipotecas, me da una compensación”.

Según el relato del demandado Christian Alexander Montoya


Castañeda “la casa se pagó con los recursos de [su] mamá, los
cuales estaban estipulados, que son de su propiedad de fruto de
su trabajo, como se contempló y lo firmó con Hernando en las
capitulaciones matrimoniales, en el cual le permitía que ella, con
sus recursos, podía disponerlos como ella quisiera y por eso se
tomó la decisión con Hernando, con todos como familia en su
momento de que esté bien, mi mamá me lo iba a dar (…) ella me
dio el bien para que pudiera hacer uso de él y que fuera mi
propiedad para tener algo de patrimonio, debido a que en ese
momento estaba muy joven (…) ¿cuál fue el compromiso como tal
intrínseco? yo a mi mamá le he dado más del valor de esa casa

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¿porque puse esos comprobantes de transferencia? debido a que


es mamá yo soy el hijo único de ella y tengo todo el derecho de
retribuirle todo, nunca llegamos a un tema de un pago específico
de la casa, es una compensación, yo a mi mamá le podría
demostrar, eso es una mínima parte de lo que yo le he dado porque
es mi responsabilidad moral darle la mano a ella siempre (…)”.
Cuando la apoderada de la parte demandante le interrogó si
existía algún documento que sustentara el presunto préstamo,
respondió: “Señora abogada, como usted lo está mencionando es
un error, debido a que nunca hemos hablado de un préstamo,
siempre fue que mi mamá me dio el bien a mí y quedó a nombre
mío, la compensación de que yo hablo es todo lo que yo como hijo
le puedo dar a mi mamá para que tenga una vida digna y que
pueda vivir mucho mejor, esos son todos los recursos que yo le doy
y por eso lo hago, pero nunca hemos hablado de un préstamo,
siempre hemos sido claros en todo momento, de que el bien mi
mamá lo me lo dio, nunca se ha negado eso, y Hernando siempre
lo supo (…)”.

Por su parte, la testigo Ana Leslie Guevara Espinosa manifestó que


la compra del inmueble se hizo “a nombre del señor Christian
Alexander Montoya Castañeda, eso fue en el año 2003, en
diciembre del 2003, se realizó la compra con dineros de los bienes
de la señora Montoya Castañeda, que es la señora Marlene, y de
los bienes que estaban estipulados dentro de las capitulaciones
que tenían el señor Hernando Nossa y la señora Marlene Montoya
Castañeda desde antes de casarse. (…) En febrero del 2007 [el
demandante] abandonó el hogar que compartía con la señora
Montoya Castañeda y después la señora Marlene me comentó que
habían tomado la decisión en el año 2015 de realizar el divorcio,
para lo cual yo actué como testigo (…)”».

Después, reflexionó que:

«Conforme a las anteriores declaraciones, se tiene que la compra

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del bien inmueble se hizo con los dineros propios que la señora
Marlene Montoya obtuvo de su actividad laboral antes del
matrimonio y con el vehículo que era de su propiedad;
manifestaciones que no fueron desvirtuadas en este asunto.
Incluso, se observa que el demandante al absolver el interrogatorio
de parte reconoció que “siempre estuvo claro que la casa la pagó
ella [Marlene Montoya] con sus recursos”.

No puede pasarse por alto que, en el contrato de promesa de


compraventa aportado con el libelo introductorio, los negociantes
estipularon que una parte del precio del inmueble se pagaría con
el vehículo de placas CSU-156. Y según el pacto matrimonial, dicho
automotor fue expresamente excluido de la sociedad conyugal,
según consta en la escritura pública N° 5273 del 19 de septiembre
de 2002, cláusula tercera, razón por la cual no puede afirmarse
que el predio adquirido tiene la condición de social.

Es cierto que en la cláusula quinta del instrumento que contiene


las capitulaciones matrimoniales se pactó “Que también se
excluyen de la futura sociedad conyugal los bienes que en el futuro
adquiera cada cónyuge con el producto de su propio trabajo.
Siempre que de ello se deje constancia escrita firmada por
ambos cónyuges”. Sin embargo, nótese que en este caso no
resultaba necesario acreditar la mencionada constancia por
escrito, dado que, en la disposición cuarta de esa misma escritura
pública, los contratantes convinieron que “Se excluyen de
manera definitiva de la futura sociedad conyugal que
formarán los comparecientes, los bienes descritos en las
cláusulas anteriores, y el ingreso (dinero) que se reciba por
la venta de cualquiera de estos bienes muebles e inmuebles
anteriormente descritos o por la compra de otros bienes
inmuebles o muebles que se adquieran con este dinero
productos de las ventas o herencias que se reciban”, sin que
allí se hubiere contemplado alguna exigencia o formalidad
adicional. Por consiguiente, no es de recibo la censura planteada

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en ese sentido por el apelante». (Negritas propias del texto).

Premisas a partir de las cuales, concluyó:

«Bajo esos presupuestos, no es dable colegir que el inmueble


involucrado en este litigio hace parte del activo de la
sociedad conyugal, pues si bien la negociación se produjo en
vigencia de ésta, lo cierto es que los elementos de convicción
recaudados muestran que el predio se adquirió con los bienes
propios de la señora Marlene Montoya, excluidos de la sociedad
conyugal en virtud del pacto matrimonial, de allí que al
demandante no le asiste interés jurídico para reclamar la
declaratoria de simulación absoluta o relativa del contrato
de compraventa controvertido» (Destaco adrede).

De ahí que,

«la aspiración consecuencial de aplicar la sanción establecida en


el artículo 1824 del Código Civil tampoco está llamada a prosperar,
como quiera que tal figura se estructura cuando uno de los
cónyuges o sus herederos, “dolosamente hubiere ocultado o
distraído alguna cosa de la sociedad” y, en este asunto, no se logró
probar que el inmueble objeto del proceso hiciera parte de la
sociedad conyugal conformada entre Hernando Nossa y Marlene
Montoya, menos aún el alegado ocultamiento con la intención de
causar algún daño».

Finalmente, adveró:

«(…) se observa que el censor solicitó en el escrito de sustentación


del recurso la declaratoria de nulidad absoluta del contrato “por
falta de la autorización judicial o de la insinuación exigida por el
artículo 1458 del Código Civil”, empero, tal pretensión no fue
formulada por el interesado en el libelo demandatorio, de manera

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que es un asunto ajeno a lo debatido en este proceso.

En todo caso, como el artículo 1742 del Código Civil establece que
“la nulidad absoluta puede y debe ser declarada por el juez, aún
sin petición de parte, cuando aparezca de manifiesto en el acto o
contrato; [y] puede alegarse por todo el que tenga interés en ello”,
se debe tener en cuenta que en el caso analizado no es patente el
interés jurídico del señor Hernando Nossa para reclamar la
invalidación del negocio contenido en la escritura pública N° 3292
del 30 de agosto de 2004, si se considera que el acto jurídico
atacado involucra un inmueble que no hace parte del haber de la
sociedad conyugal, como se reseñó en precedencia, lo que
descarta la causación de un perjuicio económico cierto al
demandante.

La jurisprudencia ha dicho que el interés jurídico para el ejercicio


de una acción “está dado por el perjuicio cierto, legítimo y concreto
que ostenta determinada parte o interviniente procesal para
obtener sentencia de fondo cuando han sido lesionados sus
derechos o éstos se encuentren en peligro. Por tal razón, se predica
por la doctrina de esta Sala que debe ser cierto, serio, actual y
concreto de modo que se halle facultado para formular la
respectiva pretensión o excepción en cada caso específico” (CSJ,
SC21761-2017); supuesto que no aparece demostrado en este
caso particular». (Archivo PROVIDENCIAS E-85 MAYO 18 DE

2023 pdf., págs. 120 a 136).

Bajo este panorama, se vislumbra que tales


elucubraciones no revisten arbitrariedad o capricho alguno,
por cuanto no se perciben carentes de lógica y razón, sumado
a que están amparados en la garantía de autonomía que
tienen los juzgadores para «valorar pruebas» y dictar sus
«decisiones».

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2.- Así las cosas, de la resolución del Tribunal de Bogotá


no emerge defecto alguno que configure «vía de hecho» como lo
sugiere el impulsor, quien busca imponer su propia visión
acerca de la solución que debió darse al pleito debatido, sin
que tal designio acompase con la finalidad de la vía
superlativa, cuyo objetivo no es servir de tercera «instancia»
para rebatir los «argumentos de la autoridad judicial» en el ámbito
de sus facultades (STC, 6 may. 2011, Rad. 00829-00;
reiterada recientemente, entre otras, en STC6691-2023 y
STC6693-2023).

3.- Son estas explicaciones las que llevan al fracaso del


socorro implorado.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


en Sala de Casación Civil y Agraria, administrando justicia
en nombre de la República de Colombia y por autoridad de
la Constitución, NIEGA la tutela instada por Hernando
Nossa.

Infórmese por el medio más expedito y, de no


impugnarse esta determinación, remítase el expediente a la
Corte Constitucional para su eventual revisión.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

MARTHA PATRICIA GUZMÁN ÁLVAREZ


Presidenta de Sala

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Radicación n.° 11001-02-03-000-2023-02783-00

HILDA GONZÁLEZ NEIRA

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

LUIS ALONSO RICO PUERTA

OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

FRANCISCO TERNERA BARRIOS

12
Firmado electrónicamente por:

Martha Patricia Guzmán Álvarez


Presidente de sala

Hilda González Neira


Magistrada

Aroldo Wilson Quiroz Monsalvo


Magistrado

Luis Alonso Rico Puerta


Magistrado

Octavio Augusto Tejeiro Duque


Magistrado

Francisco Ternera Barrios


Magistrado

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en artículo 103 del Código General del Proceso y el artículo 7 de la ley 527 de 1999

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