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En el pasado, muchos médicos y enfermeras creían que el tubo digestivo funcionaba tan mal que en los pacientes
críticamente enfermos la nutrición enteral no era aconsejable. Debido a esta creencia sólo había dos opciones:
comenzar la nutrición parenteral o evitar todo tipo de aporte. En consecuencia, muchos pacientes no recibían
nutrientes debido a los riesgos, los costos y la complejidad de la vía parenteral. Sin embargo, con el tiempo se
descubrió que la nutrición enteral ofrece ventajas sobre la parenteral y que la primera es mucho más
práctica de lo que se creía. Además, es probable que algunos pacientes con aumento del catabolismo, en
especial los que experimentan sepsis, utilicen los nutrientes administrados por cualquier vía de manera
ineficaz. Incluso aunque los sustratos administrados se puedan emplear en su totalidad en los tejidos de los
pacientes con enfermedades graves, la elevada probabilidad de sobrevivir y la estadía breve de la mayoría de los
pacientes de la UCI hace dudar de la capacidad de cualquier forma de nutrición para mejorar la supervivencia o
reducir el tiempo de internación (o por lo menos demostrar algún beneficio en un ensayo clínico). La evaluación
de la práctica actual indica que la mayoría de los especialistas en cuidados intensivos prefiere retrasar el soporte
nutricional entre 2 y 4 días. Una vez que se decide aportar suplementos nutricionales, se deben responder tres
preguntas fundamentales: (1) ¿qué vía de alimentación se utilizará?, (2) ¿cuántas calorías y cuántas proteínas se
administrarán? Y (3) ¿hay alguna consideración especial relacionada con enfermedades subyacentes del
paciente?
La mayoría de los pacientes previamente sanos tolera bien la privación calórica durante 1 semana antes de
requerir suplemento nutricional. Aunque no se demostraron beneficios, es probable que el soporte nutricional
no se deba retrasar en los pacientes que no podrán alimentarse durante períodos prolongados o en los que
presentan requerimientos nutricionales masivos. Los candidatos probables que se pueden beneficiar con el
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suplemento nutricional son: (1) los incapaces de comer durante un período prolongado debido a intubación
endotraqueal o gastrointestinal, (2) los pacientes con requerimientos calóricos elevados (p. ej., quemaduras,
sepsis, cirugía mayor o traumatismo), (3) los pacientes que experimentan grandes pérdidas de proteínas (p. ej.,
uso de cortiocoides o tetraciclina, síndrome nefrótico o fístulas que drenan) y (4) los pacientes desnutridos en el
momento de la internación en la UCI.
Se desarrollaron escalas complejas para la evaluación nutricional que incorporan mediciones antropométricas y
estudios de laboratorio. Si bien en ocasiones estos índices tan precisos del estado nutricional pueden ser útiles,
la evaluación clínica simple (antecedentes de descenso de peso, hábitos dietéticos y enfermedades subyacentes)
permite realizar un análisis operativo adecuado. De las medidas para determinar el estado nutricional
disponibles en forma amplia, la anamnesis, el recuento absoluto de linfocitos y las concentraciones séricas de
proteínas en el momento de la internación serían los datos más útiles.
En los pacientes que perdieron el 5% del peso corporal durante el último mes o más del 10% en los últimos 6
meses antes de la internación se puede diagnosticar el estado de desnutrición con certeza. Los recuentos
absolutos de linfocitos menores de 1.200 células/mm3 y de 800/mm3 se asocian con desnutrición moderada y
grave, respectivamente. Hay una creencia muy difundida que indica que como en condiciones normales la
albúmina posee una vida media larga (alrededor de 18 días), se necesitan varias semanas de deficiencias
nutricionales para producir hipoalbuminemia. Esto no se aplica a los pacientes de la UCI porque la
permeabilidad vascular para la albúmina suele aumentar de manera significativa, el hígado deja de producir
albúmina durante la enfermedad grave y el compartimento de líquido extracelular se suele expandir en forma
significativa. El efecto neto de estos procesos es ocasionar hipoalbuminemia en pocas horas o días. Incluso
se pueden observar descensos más rápidos durante el estrés catabólico intenso. La transferrina y la globulina
fijadora de hormonas tiroideas (TBG) prealbúmina pueden representar indicadores agudos más sensibles de la
respuesta a la depleción nutricional o al tratamiento porque poseen vidas medias más cortas. En ausencia de
hipotiroidismo, hepatopatía grave o síndrome nefrótico, las reducciones importantes de las concentraciones
séricas de colesterol indican en forma confiable la privación calórica. La fiebre, la sepsis, los corticoides y los
agentes inmunosupresores reducen la concentración de la respuesta de la prueba cutánea contra los antígenos
hasta el punto de que pierda su utilidad clínica.
Requerimientos nutricionales
Energía/calorías
Las fórmulas que permiten calcular los requerimientos calóricos (gasto de energía basal) suelen ser
complicadas, como se ilustra en la ecuación de Harris-Benedict:
Gasto de energía basal (mujeres) = 655 + (9,6 peso) + (1,8 altura) – (4,7 edad)
(La VO2 y la VCO2 se expresan en litros/minuto y el gasto de energía en reposo se expresa en kcal/día.)
Alrededor del 80% de las calorías debe provenir de fuentes no proteicas. En forma típica, la glucosa
proporciona entre la mitad y las tres cuartas partes de estas calorías (entre 2 y 4 g/kg/día) y el resto
proviene de los lípidos. Las proporciones exactas de glucosa y lípidos no tienen una importancia crucial. Sin
embargo, se deben administrar por lo menos entre 100 y 150 kilocalorías no proteicas por gramo de
nitrógeno (alrededor de 20 calorías por gramo de proteína) para evitar el empleo de aminoácidos como
fuente de energía. Se necesita cierta cantidad de glucosa para conservar las proteínas y proporcionárselas a los
tejidos que necesitan glucosa de manera obligatoria (p. ej., el cerebro). Sin embargo, cuando se administran
cantidades excesivas, como por ejemplo 7 mg/kg/min, la mayor parte de la glucosa se transforma en grasa y se
pueden producir complicaciones, como por ejemplo alimentación excesiva (sobrecarga de volumen,
hiperglucemia, aumento de la producción de CO2 e hígado graso).
Proteínas
Los adultos normales necesitan entre 0,5 y 1 g/kg/día de proteínas; no obstante, el paciente promedio
internado en la UCI puede requerir hasta entre 1,5 y 2 g/kg/día. La cantidad correspondiente de nitrógeno
administrado se puede calcular mediante la división de los gramos de proteínas por 6,25 (alrededor de 0,15 g de
N2/kg/día). Los suplementos nutricionales proporcionan aminoácidos capaces de reensamblarse dentro de las
células para constituir proteínas estructurales y enzimas. Si se administran concentraciones más elevadas de
aminoácidos que las necesarias no se obtienen efectos beneficiosos. (El exceso de aminoácidos no se puede
almacenar; por ende, la alimentación excesiva se asocia con la oxidación y la excreción de estos compuestos en
forma de desechos nitrogenados a través de la orina.) En la mayoría de los pacientes, la administración de más
de 1,5 g/kg/día de proteínas no estimula el anabolismo o la conservación de las proteínas. Además de las
vías normales del catabolismo, se puede perder una concentración elevada de proteínas a través de la orina (en
el síndrome nefrótico), los drenajes quirúrgicos o los tubos de tórax (en especial en el quilotórax). El aporte
adecuado de proteínas se puede evaluar a través del balance del nitrógeno urinario (que se detallará a
continuación); sin embargo, en la práctica, estos estudios son complicados y costosos y, en consecuencia, no se
suelen realizar.
La distinción clásica entre los aminoácidos "esenciales" y no "esenciales" es artificial. La histidina, la
isoleucina, la leucina, la lisina, la metionina, la fenilalanina, la treonina, el triptófano y la valina se consideran
esenciales, pero en los pacientes críticamente enfermos es probable que sean "esenciales en forma condicional".
(La glutamina, la alanina y el aspartato son los únicos aminoácidos no esenciales, pero algunas evidencias
actuales incluso sugieren que la administración de suplementos de glutamina también es beneficiosa.)
Lípidos
Se necesita ingerir una cierta cantidad de lípidos para evitar el desarrollo (luego de varias semanas) de
deficiencia de ácidos grasos esenciales (linoleico). Se calcula que los requerimientos diarios mínimos de ácido
linoleico oscilan entre 3 y 20 gramos, una cantidad que se adquiere con facilidad si se aporta sólo el 5% de las
calorías en forma de lípidos. Las dosis habituales de lípidos administrados oscilan entre 0,5 y 2 g/kg/día. (En la
mayoría de los pacientes, los límites del metabolismo lipídico se aproximan a 4 g/kg/día.) Los lípidos también
representan una fuente rica en calorías en un pequeño volumen. Este hecho encuentra respaldo en la
observación de que la sedación con propofol en su vehículo lipídico aporta entre 1 y 2 kcal/cc del fármaco
infundido. El menor cociente respiratorio que caracteriza a la oxidación de los lípidos en comparación con la de
los hidratos de carbono indica que los lípidos producen una carga menor de CO 2 en forma independiente de las
calorías ingeridas. Para lograr un metabolismo lipídico efectivo el hígado debe funcionar bien; en consecuencia,
los lípidos podrían no representar la mejor elección calórica en los pacientes con disfunción hepática.
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Vitaminas y oligoelementos
Las vitaminas y los oligoelementos actúan como antioxidantes y cumplen funciones fundamentales como
cofactores intracelulares de las reacciones enzimáticas y productoras de energía. Se identificaron más de una
docena de vitaminas y oligoelementos diferentes que se consideran esenciales para la función fisiológica normal.
Se sabe que las concentraciones plasmáticas de estos sustratos suelen ser anormales en el plasma de los
pacientes críticamente enfermos.
En general, las vitaminas liposolubles (K, E, D, A) son menos susceptibles a sufrir cambios agudos inducidos por
la enfermedad crítica debido a los depósitos relativamente grandes en la mayoría de los pacientes. Las
concentraciones de vitaminas liposolubles pueden disminuir en los pacientes sometidos a inanición o
malabsorción durante un período prolongado y en los pacientes tratados con antibióticos de amplio espectro,
compuestos con warfarina o fármacos que secuestran bilis. En cambio, se pueden producir reducciones rápidas
de las concentraciones de las vitaminas hidrosolubles (C, folato y otras vitaminas del complejo B) cuando los
pacientes reciben dietas inadecuadas. (La vitamina B 12 es una excepción a esta regla.)
Las deficiencias individuales de los oligoelementos cobre, cinc, selenio, cromo, manganeso y molibdeno se
asocian con síndromes específicos. La descripción detallada de estos síndromes supera el interés de este libro.
Resulta suficiente si se explica que las deficiencias clínicas significativas de estos elementos son raras incluso a
pesar de que el aporte nutricional sea aún más escaso. Afortunadamente, todos los productos disponibles para la
alimentación por sonda y casi todas las soluciones para nutrición enteral contienen por lo menos los
requerimientos cotidianos mínimos de vitaminas y oligoelementos, por lo que las deficiencias clínicas son
infrecuentes.
Los mismos índices que se utilizan para detectar la desnutrición también se pueden emplear para determinar la
efectividad del suplemento nutricional. Como la albúmina tarda mucho en agotarse, no es un índice muy útil
para determinar una mejoría o un deterioro agudo del estado nutricional. Con una vida media mucho más breve,
tanto la prealbúmina como la transferrina pueden ser más útiles. Se debe señalar que la deficiencia de hierro
puede incrementar las concentraciones de transferrina en forma independiente del estado nutricional. El
aumento de peso no siempre es un signo relacionado con la nutrición; el edema puede ocasionar un aumento
rápido del peso sin que el estado nutricional mejore.
Es posible que el balance de nitrógeno sea el mejor indicador de la homeostasis nutricional. Como las pérdidas
no urinarias (piel y heces) de nitrógeno suelen ser escasas (alrededor de 2 g/día), la recolección de orina
durante 24 horas permite medir en forma efectiva la pérdida de nitrógeno. La concentración urinaria de urea
representa el 80% de la pérdida urinaria total de N 2 y las enfermedades agudas estimulan la excreción urinaria
de nitrógeno debido al incremento del catabolismo. En consecuencia, salvo que se desarrollen pérdidas
excesivas de nitrógeno por vías no urinarias (p. ej., a través de fístulas o heridas quirúrgicas abiertas), el balance
entre el ingreso y el egreso de nitrógeno se puede calcular de manera aproximada con la siguiente fórmula:
Hay algunos productos que sirven para complementar las dietas orales y que se administran por vía enteral. Se
puede aportar un refuerzo calórico con hidratos de carbono complejos (Polycose ® 2 kcal/mL) o aceites (aceites
con triglicéridos de cadena mediana, Microlipid ® 4,5 kcal/mL). Algunos suplementos pueden ser útiles en
particular para los pacientes que reciben dietas líquidas o restringidas en lípidos (Citrotein ®, ProMod®
proporcionan 5 g de proteínas/cuchara). Los budines compuestos a partir de fórmulas completas son ideales
para los pacientes con dietas restringidas en líquidos.
La alimentación balanceada se puede lograr con fórmulas poliméricas, en las que las proteínas, los lípidos y los
hidratos de carbono se encuentran como moléculas complejas, o con dietas elementales, en las que los
aminoácidos aportan nitrógeno y los oligosacáridos funcionan como fuente de hidratos de carbono. Los
alimentos poliméricos son útiles cuando la digestión de los lípidos y las proteínas en el intestino es normal. Las
fórmulas empleadas con mayor frecuencia (Isocal ®, Ensure®, Ultracal®, Osmolite® y Precision LR®) pueden
proporcionar concentraciones suficientes de proteínas y lípidos y entre 1 y 2 kcal/mL. El contenido elevado de
lípidos en los alimentos poliméricos mejora su sabor si se administran por vía oral. La probabilidad de diarrea
con estas fórmulas es baja porque tienen escasa o nula cantidad de lactosa, un volumen residual pequeño y
escasa osmolaridad. Algunas fórmulas que contienen fibras (p. ej., Enrich ®, Ultracal®, Jevity® y Complete B®)
pueden ayudar a regularizar la evacuación intestinal. Casi todos los productos disponibles en el mercado no
poseen gluten.
Las dietas elementales compuestas por oligosacáridos como fuente de hidratos de carbono y aminoácidos como
fuente de nitrógeno (Vivonex ®, Vital-NH® y Travasorb®) casi no contienen lípidos, no poseen lactosa y el
material residual es escaso. En consecuencia, requieren una digestión mínima, lo que las hace ideales para los
pacientes con síndrome del intestino corto, enfermedad intestinal inflamatoria e insuficiencia pancreática. Su
escasa viscosidad determina que sean útiles para la alimentación por yeyunostomía con catéter de aguja.
Desafortunadamente, estos preparados son bastante costosos y su osmolaridad elevada predispone al desarrollo
de diarrea a pesar del escaso volumen residual. También se deben administrar ácidos grasos esenciales. Aun no
se demostraron de manera convincente ventajas específicas de los productos individuales en las diversas
enfermedades.
Cuando se inicia una alimentación hipertónica (entre 550 y 850 mOsm) a través de la sonda, la infusión suele
comenzar a una velocidad de entre 25 y 50 mL/hora. A esta velocidad rara vez se producen molestias, distensión
y diarrea. Si el paciente experimenta diarrea, se prefiere reducir la velocidad de infusión en lugar de diluir la
fórmula. Sin embargo, la continuación de este protocolo retrasa el aporte de la cantidad total de calorías y
proteínas. Las fórmulas isotónicas se deben establecer en toda su potencia desde el principio, pero a una
velocidad equivalente a la cuarta parte o a la mitad de la indicada. Aunque no se cuenta con evidencias
definitivas, parece sensato avanzar la velocidad de infusión durante no más de 1 o 2 días de acuerdo con la
tolerancia.
Tipos de sondas
Las sondas de gastrostomía ofrecen las ventajas de que se pueden colocar en una posición estable y tienen un
diámetro grande. La sonda de gastrostomía de mayor diámetro permite administrar medicamentos
pulverizados, una ventaja sobre las sondas de yeyunostomía o las nasogástricas, que se obstruyen con
frecuencia. Aunque las sondas de gastrostomía se introducen en el estómago en forma directa a través de la
pared abdominal, no impiden la regurgitación y la aspiración. La colocación de sondas de gastrostomía
percutáneas por vía endoscópica, o sea sondas "PEG", ganó popularidad en etapa reciente, dado que evita
muchos costos y los riesgos de la cirugía a cielo abierto. La alimentación por yeyunostomía requiere la
introducción directa de un catéter de diámetro más pequeño en forma quirúrgica. La yeyunostomía evita la
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regurgitación y se puede retirar más adelante (sin necesidad de una reoperación); la fístula que queda se cierra
en forma espontánea.
El problema que surge con mayor frecuencia cuando se emplea nutrición enteral es la "intolerancia". Esta
"intolerancia" a menudo equivale a una incapacidad para iniciar el intento de alimentación a través de la sonda
en un paciente con distensión abdominal leve o ruidos intestinales mínimos. En otras ocasiones, la intolerancia
representa una preocupación excesiva por un "volumen residual gástrico" arbitrario o distensión abdominal
como consecuencia de una velocidad de infusión inicial demasiado rápida. A veces, la alimentación por sonda se
interrumpe debido a la detección de residuos gástricos de sólo 100 mL (7 cucharadas). En general, se deben
emplear límites más liberales para los residuos gástricos, con mayor énfasis en la tendencia del residuo y no en
un valor absoluto. Si se observa un aumento del residuo en forma horaria que equivale exactamente a la
cantidad infundida se debe considerar la probabilidad de regurgitación.
La alimentación por infusión en lugar de en bolo y la elevación de la cabecera de la cama por lo menos 30º de la
posición horizontal pueden reducir la posibilidad de aspiración, que es la complicación más importante y
peligrosa de la alimentación por enteral. No se sabe si la colocación de la sonda en posición pospilórica o el
mantenimiento de residuos gástricos menores pueden proteger al individuo contra la aspiración.
En el 30 al 40% de los pacientes internados en la UCI se produce diarrea y ésta es una razón frecuente de
interrupción de la alimentación por sonda. La mayoría de los casos en los pacientes alimentados por vía enteral
no se deben a este tipo de alimentación sino al uso concurrente de otros fármacos, hipoalbuminemia o
infecciones enterales. En los casos donde no se encuentra otra causa de diarrea, la reducción del volumen de los
alimentos, la osmolaridad de la solución y el contenido de hidratos de carbono pueden disminuir la frecuencia
de esta complicación. El agregado de pectina a la solución de alimentación puede ser una contramedida útil. En
los pacientes que reciben alimentación por sonda, la diarrea se puede deber a proliferación bacteriana; en
consecuencia, estos preparados no se deben conservar a temperatura ambiente durante más de unas pocas
horas. Además, parece razonable enjuagar las bolsas para la infusión de alimentos y las tubuladuras en forma
regular y mantener prácticas adecuadas en relación con la higiene de las manos cuando se preparan y se
administran los alimentos por sonda.
Las sondas gástricas se suelen obstruir y, en este caso se deben destapar o reemplazar. Se debe evitar el empleo
de un punzón de metal para destapar las sondas debido al riesgo de perforación del tubo digestivo. Una forma
de corregir una obstrucción consiste en instilar una bebida gaseosa fría a través del tubo con una
jeringa. Cuando la solución se calienta, se elimina el CO2 de la solución y éste eleva la presión en el tubo,
que a su vez elimina el bloqueo. La obstrucción se puede evitar si no se administran fragmentos de
comprimidos y si se infunde agua en la luz de la sonda varias veces por día. La colocación de sondas de
alimentación de menor diámetro con un punzón de metal se debe llevar a cabo con precaución para evitar la
perforación esofágica o la introducción translaríngea del catéter en el espacio pulmonar o el pleural.
El efecto neutralizante del pH de la alimentación enteral estimula la proliferación de bacterias patógenas, lo que
predispone al desarrollo de infecciones digestivas y respiratorias. Resulta paradójico que las soluciones para
alimentación por sonda ricas en fibras ocasionen con mucha frecuencia retención de heces debido al desarrollo
de hipomotilidad colónica y a la naturaleza no digerible de la fibra. El diagnóstico correcto suele pasar
inadvertido porque los pacientes suelen presentar diarrea por "rebosamiento" y presentan materia fecal
impactada en el colon transverso o el ascendente (más allá del alcance del tacto rectal). Los laxantes suelen ser
efectivos después de confirmar el diagnóstico con radiografía de abdomen.
La nutrición parenteral total periférica aislada es una forma costosa de administrar los requerimientos mínimos
a los pacientes; sin embargo, no es aceptable para los pacientes con aumento del catabolismo que requieren este
tipo de nutrición durante un período prolongado. Tanto en la nutrición parenteral total central como en la
periférica se utilizan soluciones proteicas similares. No obstante, para evitar la flebitis relacionada con la
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osmolalidad, la concentración de glucosa en las soluciones periféricas es menor que la concentración en las
soluciones centrales. En consecuencia, en un volumen infundido se proporcionan menos calorías. Si no se
emplean lípidos como fuente principal de calorías, se pueden requerir hasta 7 L/día de solución periférica para
cubrir los requerimientos de calorías y proteínas en forma completa. Incluso aunque se administre un 60% de
calorías como lípidos por vía intravenosa, todavía se necesitan entre 3 y 3,5 L de líquido para aportar 2.100
calorías (3 L de glucosa con aminoácidos y 500 mL de solución lipídica al 20%). En consecuencia, cuando se
emplea la alimentación periférica se suele administrar una cantidad insuficiente de nutrientes.
La naturaleza corrosiva de la solución de nutrición parenteral total ocasiona otro problema importante asociado
con la administración periférica. La inflamación venosa se produce debido a la osmolaridad y al contenido de
potasio elevados de las soluciones de nutrición parenteral total. Si se emplean en forma aislada, las mezclas de
glucosa y aminoácidos son muy irritantes. Hasta el 50% de los pacientes que reciben soluciones de 600 mOsm
(estándar) desarrolla flebitis dentro de los primeros 2 días. Por ende, los sitios intravenosos periféricos se deben
modificar por lo menos cada dos días. Sin embargo, la infusión concurrente de lípidos a través de una vía en Y
reduce el riesgo de flebitis química. Debido a los numerosos problemas prácticos asociados con la nutrición
parenteral total periférica, ésta se emplea con escasa frecuencia.
La administración de nutrición parenteral total por una vía central se asocia con todos los riesgos de la
canalización de un vaso grande. Es importante confirmar la posición de la punta del catéter antes de iniciar la
alimentación para evitar la infusión inadvertida de líquido en el espacio pericárdico o el pleural. Para reducir al
mínimo el riesgo de infección, es más beneficioso introducir una vía nueva para presión venosa central con el fin
de iniciar el tratamiento. Se debe lograr el equilibrio entre los riesgos relacionados con la introducción repetitiva
del catéter y el de infección si no se modifican los sitios en forma regular. En los catéteres multiuso (los que se
introducen o se emplean para infundir otros líquidos además de solución parenteral total), los intervalos de 5
días entre los cambios de catéter podrían lograr el equilibrio más aceptable entre estos dos riesgos que
compiten entre sí. Aunque hay muchas controversias en torno a esta afirmación, es probable que el intervalo
entre los cambios de catéter de 10 a 14 días sea aceptable para los catéteres nuevos. Cuando se introduce un
catéter en un túnel cutáneo en forma exclusiva para la administración de nutrición parenteral total, no está claro
si se deben realizar cambios salvo que el catéter funcione mal o se infecte de manera persistente. Debido a estas
razones, los catéteres de alimentación no se deben emplear para llevar a cabo flebotomías, administrar
medicamentos o soluciones diferentes a nutrientes salvo que sea absolutamente necesario. (Los catéteres
multiuso de tres vías traen muchos problemas, dado que aumentan el riesgo de infección.) Aunque el manejo
óptimo de un paciente con un catéter para nutrición parenteral total que desarrolla fiebre de etiología
desconocida es controversial, el tratamiento más seguro suele ser la extracción del catéter (con cultivo de su
punta y hemocultivo) y la reinserción de otro catéter en un sitio nuevo. El cambio de los catéteres sobre tutores
guía no tiene sentido excepto que no haya un sitio alternativo para introducir un catéter nuevo.
Después de confirmar la introducción apropiada de la vía central, se administra una solución muy concentrada
(en general entre 1.400 y 1.800 mOsm) de aminoácidos al 5 o al 10%, mezclados con glucosa al 40 o al 50%. La
solución de aminoácidos al 8,5% se suele mezclar con un volumen equivalente de glucosa al 50 o al 25% para
obtener una solución con entre 150 y 200 kcal/g N2. Las vitaminas y los oligoelementos específicos añadidos a
las soluciones de nutrición parenteral convencionales varían de un hospital al otro. Para evitar la proliferación
bacteriana en las soluciones, las botellas no deben quedar colgadas más de 24 horas en la vía.
La composición normal de electrolitos de una solución de nutrición parenteral total consiste en 40 a 50 mEq/L
de sodio, 30 a 45 mEq/L de potasio, 40 a 220 mEq/L de cloruro, 14 a 30 mEq/L de fosfato, 25 mEq/L de
magnesio y 20 mEq/L de calcio, junto con un anión (en general acetato) necesario para equilibrar las cargas
eléctricas de la solución.
Las mezclas con porotos de soja (Intralipid ®) o aceite de cártamo aportan calorías adicionales y evitan las
deficiencias de ácidos grasos esenciales. En condiciones normales, las soluciones lipídicas isosmolares
proporcionan todos los ácidos grasos esenciales (ácido linoleico, ácido linolénico y ácido oleico). Si se administra
una cantidad tan escasa como 500 mL de solución lipídica al 10% una vez por semana, se evitan las deficiencias
de ácidos grasos esenciales. Las soluciones lipídicas también sirven como fuente concentrada de calorías y
proporcionan 1,1 kcal/mL en las soluciones al 10%. No se debe aportar más del 60% de las calorías diarias en
forma de grasas. Los lípidos están contraindicados en los pacientes con hiperlipidemia. La infusión de grandes
volúmenes de lípidos en forma rápida puede producir disfunción pulmonar o trombocitopenia. El agregado de
heparina a las soluciones lipídicas (hasta 1.000 U/L) puede acelerar la eliminación de los triglicéridos a través
de la activación de la lipoproteinlipasa. Se debe señalar que el vehículo empleado para solubilizar el sedante
propofol proporciona un suplemento significativo de lípidos (1 kcal/cc).
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La nutrición parenteral total aumenta el peso y los parámetros nutricionales de muchos pacientes con cáncer.
Sin embargo, el beneficio en la supervivencia sigue siendo cuestionable. Los mediadores catabólicos (p. ej., el
factor de necrosis tumoral) secretados en muchas neoplasias a menudo reducen los efectos anabólicos de la
nutrición parenteral total. La ganancia de proteínas no es tan rápida en los pacientes con cáncer como en otros
candidatos que reciben este tipo de nutrición, pero la ganancia de grasas es similar. La nutrición parenteral total
puede mejorar la tolerancia a la quimioterapia en algunos pacientes; un estudio realizado en pacientes
sometidos a trasplante de médula ósea sugirió un incremento en la supervivencia tanto en el largo plazo como
en el corto plazo.
Neumopatía crónica
En los pacientes con neumopatía crónica se suele detectar desnutrición debido a la disminución de la ingestión
de alimentos y al aumento del gasto de calorías. Estos pacientes podrían requerir gran cantidad de energía para
respirar cuando experimentan crisis de insuficiencia respiratoria. Incluso después de la institución de la
asistencia respiratoria mecánica, los requerimientos calóricos permanecen un 10% por encima de los valores
normales. En escasas oportunidades se desencadena o se prolonga una crisis de insuficiencia respiratoria debido
al consumo de demasiados nutrientes o hidratos de carbono. La alimentación excesiva conduce a la producción
de una concentración desmesurada de CO2, lo que empeora la limitación en su capacidad de excreción. La
alimentación excesiva produce con mayor frecuencia hipercapnia cuando los hidratos de carbono son la fuente
de energía predominante porque la oxidación de los azúcares genera un 30% más de CO2 en comparación con la
producida por la combustión de la cantidad de grasa necesaria para aportar la misma magnitud de calorías. Con
el fin de evitar el problema del aporte de una cantidad excesiva de hidratos de carbono, se debe limitar su
porcentaje a menos del 50% de la carga total de calorías, que se deben administrar a una velocidad menor a 4
mg/kg/minuto. Después de un período de inanición prolongado, los pacientes con neumopatía pueden
experimentar el "síndrome de realimentación". Cuando se restituye el aporte nutricional después de un ayuno
largo, se pueden producir hipofosfatemia, hipopotasemia e hipomagnesemia significativas, que a su vez
ocasionan intolerancia a la glucosa, alteración de la función de los músculos respiratorios y depresión de la
contractilidad miocárdica.
Las fórmulas nutricionales especiales ricas en ácidos grasos omega-3 o aminoácidos de cadena ramificada se
emplearon en forma experimental en los pacientes con neumopatías, pero todavía no se demostraron beneficios
con estos compuestos.
Insuficiencia renal
Los estudios revelan que en general la insuficiencia renal aguda propiamente dicha ejerce un impacto leve sobre
las tasas de gasto de energía en reposo. A diferencia de los beneficios observados en los estudios iniciales, no se
pudo demostrar con certeza un efecto positivo de la nutrición parenteral sobre la evolución de la insuficiencia
renal aguda. Los objetivos de la terapia nutricional total en la insuficiencia renal aguda son el aporte de entre
2.000 y 3.000 calorías y entre 0,6 y 1,5 g/kg de proteínas con alto valor biológico por día. (Los requerimientos de
proteínas se pueden calcular en función de las pérdidas urinarias, si es que el individuo produce orina.) Para
lograr este objetivo suele ser necesaria la administración de una cantidad suficiente de líquido, sodio y proteínas
la institución más temprana de diálisis de mantenimiento, cuya necesidad podría surgir durante el período de
ayuno. Las concentraciones elevadas de glucosa sirven para reducir al mínimo el volumen administrado. Hay
evidencias que sugieren que aunque la nutrición parenteral total no estimula la recuperación de la función renal,
podría reducir los síntomas urémicos al limitar el catabolismo. El empleo de aminoácidos esenciales e histidina
como fuente de proteínas podría promover la síntesis hepática de proteínas y el anabolismo en forma más
efectiva que las fórmulas convencionales. En teoría, el reciclado de nitrógeno durante la síntesis de aminoácidos
no esenciales puede disminuir la producción de urea, lo que a su vez reduce la necesidad de diálisis. Algunos
aminoácidos como la glutamina podrían ser esenciales en forma condicional en los pacientes con catabolismo
intenso. Se deben emplear soluciones con escaso contenido de sodio y potasio, salvo que el paciente
experimente depleción de volumen o pérdida de sodio. Las determinaciones de la concentración urinaria de
sodio pueden ayudar a establecer la cantidad necesaria de sodio que se debe infundir con la solución de
nutrición parenteral total.
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En los pacientes con insuficiencia renal crónica, un objetivo apropiado es proporcionar entre 0,5 y 1 g/kg/día de
proteínas de alto grado; en general no se debe restringir el aporte de proteínas a menos de 20 g/día. Como las
pérdidas pueden ser masivas en el síndrome nefrótico, el ingreso de proteínas no se debe limitar. Los pacientes
con nefropatía terminal se deben dializar a una velocidad suficiente para permitir una ingestión de proteínas
cercana a la normal. La depleción de vitaminas es un problema potencial en los pacientes con insuficiencia renal
porque casi todas las dietas hipoproteicas se caracterizan por deficiencias vitamínicas y las vitaminas
hidrosolubles se pierden durante la diálisis.
Insuficiencia hepática
Es importante realizar un control meticuloso para evitar complicaciones y asegurar que la nutrición parenteral
total logre sus objetivos. Se debe determinar el peso en forma cotidiana para establecer el estado de los líquidos.
(El aumento de más de 0,5 kg por día podría indicar acumulación de líquido.) Es necesario medir con frecuencia
la glucemia durante el establecimiento de la nutrición parenteral total para evitar la hiperglucemia y la
hiperosmolaridad. El examen macroscópico del suero en busca de lipemia entre 3 y 6 horas después de la
infusión o la ingestión de lípidos puede confirmar hiperglucemia inducida por suplementos lipídicos. Se deben
controlar los electrolitos (incluso magnesio, calcio y fósforo), las pruebas de funcionamiento hepático, la
creatinina, las proteínas y la albúmina por lo menos dos veces por semana. Una vez por semana se debe
determinar la concentración de urea en orina de 24 horas para evaluar el balance de nitrógeno.
Puntos clave
3. Tanto la nutrición enteral como la parenteral se asocian con complicaciones significativas: aspiración con
el primer tipo de nutrición y complicaciones metabólicas y sépticas con el segundo tipo.
4. La alimentación enteral administrada a través del estómago con una sonda nasal u oral de pequeño
diámetro es preferible a la nutrición parenteral total en casi todas las situaciones siempre que el intestino
funciona bien.
5. Si se debe administrar soporte nutricional por vía intravenosa, la mejor opción es la nutrición parenteral
total a través de un catéter nuevo específico. La prescripción se debe adaptar para cubrir los requerimientos
y las limitaciones del paciente en función de las insuficiencias orgánicas subyacentes.