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29-4-2021 Filosofía.

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Dominical Unan – León
Grupo G3
Tema: Biografía de Augusto Comte

Tania Fabiola Martínez Penado. Carnet-21-14586-9


Danny Ramón Vásquez Martínez. Carnet-21-04069-9
Augusto Comte
(Auguste Comte; Montpellier, 1798 - París, 1857) Pensador francés, fundador del
positivismo y de la sociología. Con la publicación de su Curso de filosofía positiva (1830-
1842), Augusto Comte apadrinó un nuevo movimiento cultural del que sería considerado
iniciador y máximo representante: el positivismo. Tal corriente dominaría buena parte del
siglo XIX, en polémica y algunas veces en compromiso con la tendencia filosófica
antagonista, el idealismo.

Augusto Comte

Como todos los grandes movimientos espirituales, el positivismo no se deja fácilmente


encasillar en las etiquetas de una definición estricta y precisa. En sentido muy lato, puede
decirse que es una revalorización del espíritu naturalista y científico contra las tendencias
declarada y abiertamente metafísicas y religiosas del idealismo.

Biografía

Rompiendo con la tradición católica y monárquica de su familia, Augusto Comte se orientó


durante la época de la Restauración hacia el agnosticismo y las ideas revolucionarias.
Después de una primera juventud cerrada y rebelde, ingresó en 1814 en la Escuela
Politécnica de París, donde, en contacto con las ciencias exactas y la ingeniería, se sintió
atraído fuertemente, junto con muchos compañeros de escuela, hacia aquella especie de
"revolución de los técnicos" que iba predicando el Conde de Saint-Simon.

Disuelta la Escuela Politécnica por el gobierno reaccionario de 1816, Comte, contra la


opinión de sus padres, permaneció en París para completar sus estudios de forma
autodidacta, ganándose el sustento con clases particulares de matemáticas, que durante casi
todo el resto de su vida fueron su fuente principal de ingresos. Desde 1817 se vinculó
a Saint-Simon, para el cual trabajó de secretario hasta su ruptura en 1824. Ese año un
trabajo de Comte (Plan de los trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad)
fue reprobado por su maestro.

El motivo de la discordia era mucho más profundo: Saint-Simon y Comte habían


compartido durante largo tiempo el concepto de una reorganización de la sociedad humana
a través de la dirección de las ciencias positivas, y formaron conjuntamente el plan de
renovar por completo la cultura para elevarla al nivel de tales ciencias; pero Saint-Simon
quería pasar de los planes científicos a la organización práctica de aquel "sacerdocio" que
habría de dirigir la nueva sociedad, en tanto que Comte no consideraba todavía completos
los desarrollos teóricos.

La publicación por su cuenta de aquella obra le granjeó la amistad y aprecio de numerosos


historiadores, políticos y científicos (François Guizot, Alexander von Humboldt, el
duque Albert de Broglie), sintiéndose Comte estimulado para emprender su gran obra,
aquella enciclopedia de las ciencias positivas que sería luego el Curso de filosofía
positiva (1830-1842). Mientras tanto, sin la aprobación de sus padres, se había unido en
matrimonio civil con una joven y cultísima dama de París, mujer de eminentes cualidades
intelectuales, enérgica y devota de su marido, pero quizá no tan tierna y sumisa como él
hubiera deseado. Precisamente por aquel tiempo (1826-1827) sufrió Comte su primer
acceso de locura; los padres hubiesen querido recluirlo, pero su esposa supo retenerlo junto
a sí con gran energía y curarlo.
Ya repuesto, Comte concentró sus energías en el Curso de filosofía positiva (1830-1842).
Habiendo apreciado, bajo la influencia de Saint-Simon, la urgencia del problema social,
Comte consagró su esfuerzo a concebir un modo de resolverlo, cerrando la crisis abierta
por la Revolución Francesa y sus consecuencias. Halló la respuesta en la ciencia, hacia la
que estableció un verdadero culto: el conocimiento objetivo que proporciona la ciencia
debía aplicarse a la ordenación de los asuntos políticos, económicos y sociales, superando
las ideologías apoyadas en la imaginación, los intereses o los sentimientos.
Augusto Comte (detalle de un
retrato de Louis Jules Etex)

Contra la libertad de pensamiento, origen de la anarquía moral que atribuía a la Revolución,


no oponía el dogma religioso o los principios de la tradición, sino la «ciencia positiva» que,
al atenerse a los hechos tal como son, proporcionaba según Comte el único punto de apoyo
sobre el que se podría edificar un futuro de «orden y progreso». Contrario al individualismo
y a la democracia, confiaba en un mundo regido por el saber, en el que productores y
banqueros ejercerían una especie de dictadura. Tales ideas, fundamento del pensamiento
positivista, tendrían un gran éxito en los países occidentales desde mediados del siglo XIX,
proporcionando un credo laico para el mundo del capitalismo liberal y de la industria
triunfante.
Sin embargo, Comte vivió una vida desgraciada: el exceso de trabajo agravó sus trastornos
psicológicos, y acabaría provocando un intento de suicidio y el abandono de su mujer. Su
rebeldía y su intransigencia, por otra parte, le impidieron insertarse en el mundo académico.
Al tiempo que redactaba el Curso de filosofía positiva, Augusto Comte fundó con antiguos
compañeros de la Escuela Politécnica la Asociación Politécnica, destinada a la difusión de
las ideas positivistas, y, a pesar de la enorme fama conseguida, no logró nunca una sólida
posición oficial; llegó a enseñar en la Escuela Politécnica desde 1832, pero no pudo obtener
cátedra en ella, y fue expulsado en 1844.
Esta vida agitada, la constante concentración mental, el empeoramiento de las relaciones
con su esposa, que terminaron con la separación (1842), y finalmente un nuevo amor senil
y compartido sólo a medias por Clotilde Devaux, originaron hacia 1845 una nueva crisis
mental, cuyos efectos se advierten en sus últimas obras, el Sistema de política
positiva (1851-1854) y el Catecismo Positivista (1852). Esta última, en la que expuso el
evangelio de la nueva religión positivista de la humanidad, ofrece matices desconcertantes
en muchos aspectos y en su lenguaje.
Para fomentar el nuevo espíritu positivista había fundado también, en 1845, una especie de
cenáculo en el que se reunían amigos y discípulos, pero este heraldo de la filosofía
científica contemporánea había perdido por entonces todo contacto con la ciencia viva de
su tiempo, concentrado sólo en sus meditaciones subjetivas. Sólo la ayuda económica de
algunos admiradores (como Émile Littré o John Stuart Mill) lo salvó de la miseria. Con
todo, lo mejor de su pensamiento, reflejado en el célebre Curso de filosofía positiva (1830-
1842), estaba destinado a ejercer una gran influencia sobre las más diversas ramas del
conocimiento (filosofía, medicina, historia, sociología) y sobre corrientes políticas diversas
(incluyendo el pensamiento reaccionario de Charles Maurras).
El positivismo
Augusto Comte tomó el término positivismo del que había sido su maestro, Saint-Simon,
responsable de su acuñación a partir de la expresión “ciencia positiva”, aparecida en el
siglo XVIII. En la historia de la filosofía, se designa con esta palabra la corriente de
pensamiento iniciada por Comte; surgida en Francia en la primera mitad del siglo XIX,
pronto se desarrollaría en todos los países occidentales durante el resto de la centuria.
Aunque se entiende el positivismo como filosofía contrapuesta al idealismo y, en particular,
a la figura de Hegel (1770-1831), positivismo e idealismo hegeliano tienen puntos en
común. Ambas corrientes parten de Kant (1724-1804), aunque desarrollan aspectos
distintos: el idealismo, la idea kantiana de la actividad creadora de la conciencia; el
positivismo, la necesidad de partir de datos y la negación de que el conocimiento metafísico
pueda superar al científico. Como Kant, Comte cree inalcanzable el objeto de la metafísica
porque el saber humano no puede ir más allá de la experiencia, y, al igual que Hegel,
aborda la concepción de la historia universal como un proceso unitario, evolutivo y
enriquecedor.
A pesar de la constatación de tales puntos de acuerdo, en la configuración de la filosofía del
positivismo influyeron también otras corrientes varias, alejadas del idealismo: el empirismo
inglés representado por John Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1776), el
materialismo (como negación de las substancias espirituales y reconocimiento únicamente
de la existencia de substancias corpóreas) y el escepticismo del siglo XVIII francés.
La filosofía positivista

Inducido por el propósito de mostrar que la tendencia que sigue la filosofía es la de acabar
siendo absorbida por la ciencia, Augusto Comte enfocó su estudio hacia el conocimiento de
los hechos y de la sociedad, prescindiendo de cualquier tipo de anteposición de doctrina
filosófica alguna. Así pues, convencido de que el objeto de la ciencia eran indudablemente
el progreso y la paz, la metafísica tradicional (a la que tildó de especulativa por recrearse en
polémicas insolubles) fue el blanco de sus críticas, si bien no como defensa de una postura
filosófica o tesis elaborada, sino como una conclusión ineludible: el final de la metafísica
era el resultado natural de la madurez que iba alcanzando la humanidad en su proceso
evolutivo.
El positivismo de Comte es un discurso complejo que comprende al menos una teoría sobre
el conocimiento, una interpretación sobre el sentido de la historia y una posición política
ante la sociedad. En cuanto a lo primero, el positivismo afirma que, en sentido estricto, el
conocimiento lo es sólo de datos verificables o “hechos” (esto es, de fenómenos cuya
regularidad puede ser contrastada al modo de, por ejemplo, una ley física o química) y que
todo conocimiento, además de cierto (indudable, exacto) y sistemático, ha de ser útil, es
decir, ha de traducirse no en teorías, sino en un aumento de la capacidad de control e
intervención tecnológica sobre los fenómenos.

Lo que caracteriza el advenimiento de una ciencia es el paso de una explicación teológica


(las causas de los fenómenos son atribuidas a divinidades), o bien metafísica (las causas de
los fenómenos son abstracciones personificadas), a una explicación positiva. Un saber
positivo es un saber que instituye unas relaciones entre los hechos y renuncia a la
explicación absoluta; no busca las esencias ni las causas de las cosas sino las leyes que las
gobiernan. La ciencia positiva aspira a saber únicamente aquello que es posible saber; es
una actitud de pensamiento que sustituye la pregunta "¿por qué?" por la pregunta
"¿cómo?".

Augusto Comte

En cuanto a la historia, Augusto Comte considera que la humanidad progresa hacia el


bienestar y la felicidad generales, poniendo el desarrollo científico y tecnológico como
motor y meta de ese proceso. Es la llamada ley de los tres estados, según la cual la
humanidad había ya pasado por dos etapas, denominadas por el propio Comte “teológica” y
“metafísica”.

En la etapa teológica, los fenómenos naturales se explicaban por causas extrínsecas a la


naturaleza e intervenciones sobrenaturales (por ejemplo, dioses o seres mitológicos); en la
etapa metafísica, las fuerzas sobrenaturales fueron sustituidas en la explicación por
esencias, causas o fuerzas inmanentes a la naturaleza pero ocultas, que sólo podían ser
confiadas al pensamiento abstracto (por ejemplo, el concepto de gravedad en física). La
época contemporánea corresponde, a su entender, a una tercera etapa: la “científica” o
“positiva”. En el estado “positivo” acabarán por borrarse los vestigios de las etapas
anteriores, y el pensamiento abstracto y deductivista será sustituido por la comprobación
experimental.

Por esa misma razón, la filosofía se convertirá en “positiva”, y su característica será que
reconocerá que el verdadero saber humano se halla en las ciencias (una matemática, física,
química o biología desarrolladas ya de manera autónoma); tal filosofía, ajena a cualquier
intento de definir esencias, se dirigirá, en cambio, al establecimiento de los hechos y de las
leyes que los regulan. En sus últimos años, sin embargo, Comte estableció una síntesis
subjetiva de sus planteamientos anteriores resumida en el concepto de “religión de la
humanidad”, duramente criticada por su discípulo Émile Littré por considerarla una vuelta
al espíritu teológico.

Por último, el positivismo de Comte entiende los problemas sociales como desórdenes
orgánicos del sistema y propone como solución reformas (ejecutadas por el poder y a la
fuerza, si es necesario) que integren funcionalmente a todos los miembros de la sociedad, a
la humanidad entera. Comte considera que el progreso social es paralelo al desarrollo de las
ciencias positivas, advirtiendo en las ciencias una relación inversamente proporcional entre
el grado de complejidad y el ámbito de aplicación. Así, la primera ciencia serían las
matemáticas, aplicables a todos los campos, pero de complejidad reducida. Después
vendrían la física, la química, etc., hasta llegar a la ciencia más compleja de todas y cuyo
único ámbito de aplicación sería la sociedad humana: la sociología. El objetivo último de la
sociología sería controlar el sistema social estableciendo de manera positiva y útil
relaciones entre sus diversos fenómenos.

La sociología

Por las ideas contenidas en el párrafo anterior se considera a Augusto Comte el fundador de
la sociología. Para Comte, la creación de una sociología independiente está dirigida por la
ley de la evolución del espíritu humano. Al emprender la famosa clasificación de las
ciencias, Comte enumera seis de ellas, que clasifica por orden creciente de complejidad, de
las más generales a las más particulares: las matemáticas, la astronomía, la física, la
química, la biología y la sociología.

Pero esta última todavía ha de ser creada. De ahí el tema constante del pensamiento de
Augusto Comte: el progreso científico no es nada si no culmina en una ciencia social, y la
ciencia social no puede establecerse si las ciencias que la preceden en la clasificación no
han sido lo suficientemente desarrolladas. Comte imaginaba esta sociología aún no
constituida (por la enorme dificultad que entraña explicar la complejidad del
comportamiento social) como una "física de las costumbres" o "física social" que
descubriría las leyes de las asociaciones humanas y permitiría formular una reforma
práctica de la sociedad, regulando su destino ético y político.

Comte entiende la sociología como ciencia de los hechos humanos, y, a tenor de lo ya


expuesto, es evidente que los hechos humanos se inscriben en la historia. Estudiarlos desde
el punto de vista de su evolución es estudiar la dinámica social. Esta rama de la sociología
encierra la ley del progreso de la humanidad, es decir, la ley de los tres estados que
constituye la filosofía de la historia de Comte, en la cual el estado político está
condicionado por el estado intelectual y por las creencias de una época.

Debe subrayarse sin embargo que, para Comte, la evolución de la humanidad no es


discontinua: el paso de un estado a otro es anunciado por signos precursores, y siempre
subsisten, en cada estado, vestigios del estado precedente. Así, el desorden de las mentes
que culminó en la Revolución Francesa se había venido preparando desde que, en el siglo
XIV, se inició la decadencia del poder espiritual. Una época orgánica se extingue mientras
otra se prepara.

Pero el progreso desemboca en el orden: toda evolución termina en un estado de equilibrio


cuyo estudio es objeto de la estática social (a la que está dedicado el Sistema de política
positiva, mientras que el Curso de filosofía positiva tiene por objeto la dinámica social).
¿Cuál es el fundamento del equilibrio de una sociedad positiva? No la providencia (idea
teológica), sino el descubrimiento positivo de que todo individuo sólo es lo que es por
referencia a una vasta totalidad, la humanidad. A partir de este tema, Augusto Comte
construyó una teoría del Estado fundada en la religión de la humanidad, una religión en la
que los sumos sacerdotes tendrían que ser los sabios y los filósofos; tal religión, en la
formulación de Comte, contenía además una serie de elementos cuanto menos pintorescos,
y fue rechazada por muchos positivistas.
Su influencia
El positivismo se extendió por toda Europa en vida de Comte y después de su fallecimiento.
Hay que destacar el desarrollo profuso del positivismo en Inglaterra, donde su máximo
representante fue John Stuart Mill (1806-1873). Al cultivar la “filosofía positiva”, Mill
adoptó una orientación psicológica, tanto en la investigación emprendida como en el
método empleado, en directa conexión con el empirismo inglés clásico. Autor de obras de
moral, en las que unió el positivismo con el utilitarismo inglés, consagró gran parte de su
trabajo a la epistemología científica y otra gran parte a la lógica.
Más especulativo, pero entusiasta del progreso como Comte, fue el positivismo de Herbert
Spencer (1820-1903), convencido defensor de la aplicación del evolucionismo de Charles
Darwin a la vida social. Frente al positivismo comtiano, el positivismo inglés se convirtió
con Spencer en la expresión ideológica paradigmática de una clase social, la burguesía, y,
como tal, en una doctrina individualista, liberal y enemiga radical del socialismo.
Cómo citar este artículo:
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Augusto Comte. En Biografías
y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado
de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/comte.htm el 28 de abril de 2021

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