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Abogado. Magister en Cultura Jurídica, UACH, U. de Girona y U. de Génova.
Para finalizar, si uno acoge este fenómeno sin tomar los debidos resguardos, nos podemos
enfrentar a una sobrevaloración de la Constitución, y de esa manera, caer en un régimen de
“autarquía” (dominio de sí mismo; autosuficiencia) más que de supremacía constitucional.
Fuente principal: Hernán Corral Talciani. “Algunas reflexiones sobre la
constitucionalización del Derecho privado”. Publicado en Derecho Mayor (Universidad
Mayor) N° 3, Octubre, 2004, pp. 47-63).
Constitucionalidad de la ley
La Constitución es el fundamento de nuestro ordenamiento jurídico y base de la
institucionalidad de nuestro país. Sobre ésta no existe otra ley de mayor jerarquía.
En términos generales, cuando las leyes generales guardan conformidad con la
Constitución, se dice que son constitucionales.
Ahora bien, la constitucionalidad abarca dos aspectos: uno de fondo y otro de forma.
El de fondo se cumple cuando el contenido de la ley respeta los derechos fundamentales
consagrados en la Constitución.
El de forma se cumple cuando la ley es dictada por los órganos competentes y con las
formalidades que para su generación y promulgación establece la Constitución.
Cabe hacerse la pregunta: cuando una ley es inconstitucional ¿debe ser obedecida?, esto es,
¿produce efectos?
La respuesta es que, en principio sí. Al igual que cuando se trata de un acto jurídico que
puede ser declarado nulo, mientras no ocurra dicha situación, el acto es sólo anulable y
mientras tanto produce todos sus efectos jurídicos.
Lo que interesa recalcar en este punto, es que el procedimiento que establece la
Constitución para reclamar la inaplicabilidad de una ley por inconstitucional, solo producirá
efecto, en caso de ser acogida, respecto del caso concreto que se trata.
4. Abstracción: por ser las normas generales, también son abstractas. Es decir, no
prevén casos concretos, sino situaciones tipo. Por ej. Las normas no disponen que si
Pedro no paga su deuda a Diego, deberá indemnizarle los perjuicios. Sino que se
refiere a deudor y acreedor.
Derecho constitucional
Derecho administrativo
Derecho público Derecho penal
Derecho procesal
Derecho nacional
La ley fundamental está constituida por la Constitución. Es ley fundamental no sólo porque
establece la forma en que deben dictarse las leyes, sino también porque establece límites a
la discrecionalidad legislativa.
Las leyes deben dictarse no sólo conforme a la Constitución sino que además no pueden
contravenir sustantivamente los preceptos constitucionales.
Bajo la Constitución, encontramos las siguientes leyes:
Competencia normativa conferida por la Cpol al PdR para establecer las normas que crea
necesarias para la ejecución de las leyes o bien para regular todas aquellas materias que no
sean propias del dominio legal.
Decretos con fuerza de ley (DFL) Art. 64 Cpol: acto normativo que representa una forma
excepcional de ejercicio de la potestad legislativa, realizado exclusivamente por el PdR, en
virtud de un acto de delegación de la potestad legislativa que se expresa en la dictación de
una “ley delegatoria”. Esto es, la potestad reglamentaria puede extenderse a materias
propias de una ley.
Decretos leyes (DL): acto normativo que, sin ser realizado en ejercicio de la potestad
legislativa constitucionalmente reconocida, pretenden producir efectos jurídicos
equivalentes a los de una ley. Típica producción de norma durante período de ruptura
constitucional. Ejemplos: DL N° 3.500, que fija el régimen de previsión social derivado de
la capitalización individual y establece nuevo sistema de pensiones; DL N° 2.251, que
bonifica la contratación de trabajadores ciegos y sordomudos y otorga subsidio a enfermos
del Mal de Hanssen; DL N° 3464, por el que se aprueba la Constitución Política de la
República, etc.
5. Promulgación: es el acto por el cual el PdR fija el texto definitivo del proyecto de
ley, lo firma y lo ordena cumplir como ley de la República. La promulgación debe
hacerse dentro del plazo de 10 días contados desde la sanción del proyecto y se
expresa a través de un decreto supremo que asigna además a la ley su número
correlativo (art. 75, inc. 2° Cpol).
Por último, el tiempo de duración del proceso de formación de la ley es variable y depende
del grado de controversia que susciten sus disposiciones. Los proyectos son discutidos en el
orden cronológico de presentación, a menos que el PdR ejerza su facultad de alterar ese
orden de tramitación calificando un proyecto como “urgente” (art. 74 Cpol).
Según el grado de urgencia con que el PdR califique un proyecto “Simple urgencia”;
“Suma Urgencia”; “Despacho inmediato”, cada Cámara debe discutirlo y aprobarlo en
determinados plazos.
De esta manera:
1. Simple urgencia: Su discusión y votación en la Cámara requerida deberán quedar
terminadas en el pazo de 30 días.
2. Suma urgencia: Plazo será de 15 días.
3. Discusión inmediata: Plazo será de 6 días.
FUERZA OBLIGATORIA DE LA LEY
Vigencia
Desde que una ley entra en vigencia se impone y hace obligatoria respecto de todas las
autoridades, los jueces, el estado y sus órganos y las personas en general.
La pregunta por la fuerza obligatoria de la ley se refiere a los requisitos que las leyes deben
cumplir para vincular a todos los habitantes de la República. El Código Civil regula esta
materia en los artículos 6 a 8.
El principio es que las leyes sólo son obligatorias cuando se cumplen dos requisitos: (a) la
promulgación, que se realiza mediante el decreto supremo en virtud del cual el Presidente
de la República ordena, como jefe del Poder Ejecutivo, que sea observada; y, (b) la
publicación, que es el acto en virtud del cual la ley es hecha conocida a todos quienes deben
observarla.
Promulgación. El acto de promulgación de la ley es su primer acto de ejecución, pues
ordena que sea cumplida y observada en toda la República. Es un típico acto de gobierno y,
por eso, corresponde al Presidente de la República. Respecto de leyes (en sentido amplio)
que no emanan del Poder Legislativo, como es el caso de los decretos y de las resoluciones
administrativas, el acto de promulgación se identifica por lo general con el de aprobación.
Publicación. La sola promulgación de la ley no basta para que se entienda obligatoria: es
necesario que se haga conocida por los sujetos a los que se pretende aplicar. Este es el fin
de la publicación de la ley. La publicidad es, pues, un elemento que puede estimarse
perteneciente al concepto de ley: hay una cierta contradicción entre la idea de ley y la de
secreto. Se entiende, por tanto, que todas las leyes sean públicas. Aunque en el pasado se
dictaron algunas disposiciones legales secretas, hoy la propia Constitución dispone este
trámite, fijando al Presidente un plazo para hacerlo: cinco días desde que quede totalmente
tramitado el decreto promulgatorio.
Desde el momento de su publicación la ley entra en vigencia (“será obligatoria”) y se
entiende conocida de todos.
La ley entra en vigencia usualmente el mismo día de su publicación. Esta regla admite las
excepciones de la retroactividad, afectando sucesos ocurridos antes de su dictación, y de la
vacancia legal, que la posterga para más adelante. A ambas nos referiremos más adelante,
al tratar los efectos de la ley en el tiempo.
Presunción de conocimiento
La ley se presume conocida por todos, desde su publicación (art. 7), con el efecto de que
nadie puede alegar ignorancia de la ley después de su entrada en vigencia (art. 8).
La norma original del Código, tomando en consideración la escasa población del país y la
relativamente larga extensión de su territorio, establecía un sistema de vigencia escalonada
de la ley. En la actualidad (y desde 1949), una vez entrada en vigencia la ley se aplica
instantánea y simultáneamente en todo el país. Por regla general la publicación de la ley
trae consigo la aplicación inmediata de la misma y, consecuencialmente, la presunción del
art. 7.
Esta presunción de conocimiento de la ley, por injusta que pueda parecer en un caso
concreto, es una exigencia inevitable de seguridad jurídica: en un sistema normativo la
aplicabilidad u obligatoriedad de las reglas no puede estar sujeta a discusión. Si pudiere ser
alegada la ignorancia de la ley, su obligatoriedad sería ilusoria, porque ella sería
permanentemente alegada para eximirse de cumplir los deberes.
Distintas normas del Código Civil asocian el desconocimiento del derecho a una presunción
de mala fe (art. 706, inciso final CC). Esta es una exigencia de seguridad jurídica, pues se
pretende evitar que alguien se sustraiga del imperio del derecho con la excusa del
desconocimiento.
De estas reglas (artículos 8, 706 y 1452) se ha inferido por buena parte de la doctrina y la
jurisprudencia el principio de que en el ordenamiento jurídico chileno el error de Derecho
es siempre inexcusable.
Sin embargo, (y según da cuenta claramente el manual de Derecho Civil Parte General de
Carlos Ducci -cuarta edición actualizada- pp. 56-58.), hay numerosos casos en que el error
de Derecho es excusable y, en este sentido, la ficción de conocimiento de la ley tiene
distintos alcances. El desconocimiento de la ley no excusa su cumplimiento a los
particulares, pero, en cambio, pueden estar protegidos si han obrado equivocadamente y de
buena fe por desconocer el Derecho. Concluye este autor, señalando que ya nos hemos
separado de una presunción irreal y absoluta del conocimiento de la ley. (Precaución: esto
está abierto a discusión. Se aconseja a cada estudiante recurrir a las fuentes directas y
obtener sus propias conclusiones).
Los conceptos de ley ya los estudiamos. Por ahora, respecto a la definición de sentencia
judicial, sólo nos interesa tener presente que la sentencia definitiva es aquella resolución
que pone fin a la instancia y resuelve el asunto controvertido que ha sido objeto del juicio;
y que la sentencia interlocutoria, es aquella que resuelve un incidente, estableciendo
derechos permanentes en favor de las partes o que falla sobre un trámite que sirve de base
para el pronunciamiento de una sentencia definitiva o interlocutoria.
Semejanzas entre ley y sentencia judicial:
1. Ambas emanan de un poder público.
2. Tanto una como otra son obligatorias.
3. El cumplimiento de las dos puede ser exigido por la fuerza pública.
Diferencias:
1. La ley emana del Poder Legislativo; la sentencia emana de los Tribunales de
Justicia.
2. La ley es un medio de servir los intereses generales; la sentencia, los particulares.
3. La ley obliga a todas las personas, es general y abstracta; la sentencia sólo obliga a
las partes del juicio (efecto relativo).
4. El legislador puede dejar sin efecto una ley en cualquier momento; el juez no puede
modificar su sentencia después de notificada a las partes (desasimiento), salvo que
se trate de errores de copia, referencia o cálculo numérico que aparecieren de
manifiesto en la misma sentencia.
INTERPRETACIÓN DE LA LEY
Métodos
Generalmente se agrupan en dos categorías. Por un lado, el método lógico tradicional; y
por otro, los llamados métodos nuevos o modernos de interpretación.
1. Método lógico tradicional: Este método pretende sobre todo acertar la voluntad de
la ley al momento de ser redactada y promulgada. Centra la búsqueda de la
intención del legislador en los textos legales, en sus palabras, antecedentes y
motivos. Su máxima es: “los textos ante todo”.
Para encontrar el pensamiento del legislador, se vale de diversos medios. Los
pertinentes en destacar son:
1.1 La exégesis o explicación gramatical y semántica de las palabras
empleadas en la ley. Se supone que el legislador domina el lenguaje que
exterioriza su voluntad. Esta doctrina tiene como características el culto
del texto de la ley; el predominio de la búsqueda de la intención del
legislador en la interpretación del texto de la ley; el concepto de la
omnipotencia del legislador y de su infalibilidad.
1.2 Los trabajos preparatorios. Esto es, los anteproyectos, exposiciones de
motivos, debates parlamentarios.
1.3 La conjetura. Es decir, el juicio probable sobre la verdadera intención
del legislador que se desprende del espíritu general de la ley y de la
apreciación lógica de las consecuencias a que llevaría cada una de las
interpretaciones en pugna.
2. Métodos modernos: Son muchos y difieren entre sí, pero a todos los une el mayor o
menor repudio al método lógico tradicional:
Método de la Escuela
del Derecho libre
• DOCTRINAL O PRIVADA
Judicial (arts. 19 a 24 CC)
• DE AUTORIDAD O PÚBLICA
Legal o auténtica (art. 3 CC)
Conviene destacar, que según los autores clásicos, los distintos elementos de interpretación
deben aplicar a la vez. Es decir, la forma de desentrañar el verdadero significado de la ley
se realiza aplicando todos los elementos de interpretación. Así, por ejemplo, don Carlos
Ducci sostiene que la ordenación de estos elementos no significa que ellos deban emplearse
sucesiva y subsidiariamente; todos ellos deben ser utilizados para fijar el sentido de la ley
frente al caso específico al cual debe aplicarse. Es decir, su concurrencia permitirá al juez
llegar a la determinación jurisdiccional del Derecho. Sin embargo, doctrina más moderna,
entre ellos Pablo Rodríguez Grez y Gonzalo Figueroa Yáñez, sostiene que hay que seguir
un orden en la aplicación de los elementos de interpretación, partiendo por el gramatical, y
finalizando con el sistemático, pudiéndose recurrir, sólo como último recurso, a los
principios generales del Derecho y a la equidad.
Elemento gramatical
Se encuentra consagrado en:
Artículo 19, inciso 1° del CC. Éste dispone: “cuando el sentido de la ley es claro, no se
desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar su espíritu”.
Según los tratadistas Alessandri, Somarriva y Vodanovic, al prescribir el CC que cuando el
sentido de la ley es claro, quiere significar que cuando el entendimiento o la inteligencia de
ella no ofrecen dudas, debe estarse a su tenor literal. Pero, ha de observarse, sostienen, que
para estimar claro el sentido de una ley, no basta que la parte consultada, un artículo de ella,
esté redactada en términos que no provoquen dudas; también es necesario que no haya otro
precepto que la contradiga, porque si lo hay, el sentido de la ley no es claro, ya que éste (el
sentido) resulta del conjunto de sus disposiciones y no de manera aislada.
En este orden de ideas, el sentido de la ley es claro, cuando el alcance de la disposición se
entiende por su sola lectura, sea porque considerada aisladamente de las demás no origina
dudas, sea porque relacionada con ellas no denota discordancia.
Según G. Figueroa Y., el Código dispone que, ante todo, se atienda al tenor literal de la ley
cuando su sentido es claro, y que sólo se puede consultar su intención o espíritu para
interpretar una expresión oscura de la ley. Esto quiere decir que se debe atender al elemento
gramatical de la interpretación. Continúa señalando este autor, que cuando la ley es clara,
tenemos este pensamiento netamente declarado, conocemos la intención del legislador por
su propia boca y no podemos eludirla; y el juez debe, por graves que sean las
consideraciones que se puedan oponer a la ley, aplicarla tal como está escrita.
Sin embargo, esto no quiere decir que el intérprete deba atenerse servilmente al texto de la
ley; esto nos llevaría a una interpretación judaica. Es decir, que a fuerza de respetar el
texto, viola el pensamiento del legislador, y por tanto, la esencia de la ley. De esta manera,
cuando el texto de la ley deja la menor duda, es necesario recurrir a los otros elementos de
interpretación, o sea, a la interpretación lógica que del contexto y armonía de las diversas
partes de la ley, de la historia de su establecimiento y del papel que la ley está llamada a
llenar en el sistema general de la legislación. Todos elementos que nos conducirán a la
intención o espíritu del legislador.
Tenemos pues, en conclusión, según este autor, que es al tenor literal lo primero a que debe
atenderse. Y, para fijarlo, el CC ha cuidado de dar algunas otras reglas.
En ese sentido, la pregunta que cabe hacerse a continuación es: ¿En qué sentido deben
tomarse las palabras de la ley?
La regla general viene dada por el art. 20 CC, que dispone: “se entenderán en su sentido
natural y obvio, según el uso general de las mismas palabras”.
Según C. Ducci, durante mucho tiempo nuestros tribunales estimaron que este sentido
natural debía encontrarse en el Diccionario de la Real Academia Española. Hoy, en
consideración de los cambios que sufre continuamente el lenguaje, se ha reaccionado frente
a este criterio y se ha considerado que el sentido natural de una palabra o frase es el que se
le atribuye en el medio que la emplea. De hecho, sostiene, el artículo 51 CC respalda esta
tesis.
Las excepciones al sentido natural y obvio vienen dadas por dos criterios:
El primero: art. 20, inciso final CC: “pero cuando el legislador las haya definido
expresamente para ciertas materias, se les dará en ésta su significado legal”.
El segundo: art. 21 CC: “las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el
sentido que les den los que profesan la misma ciencia o arte; a menos que aparezca
claramente que se han tomado en sentido diverso”.
Por ejemplo, cuando encontremos en un artículo la palabra “concepción”, deberemos darle
el sentido que le dan los biólogos; cuando en otra disposición leamos las expresiones
“sector privado” y “sector público”, deberemos darles, a falta de una definición legal, la
inteligencia que les dan los economistas, etc.
En cuanto a la parte final de este artículo 21 CC, se puede señalar lo siguiente. Una palabra
técnica puede ser empleada impropiamente en una ley, por falta de conocimientos
especiales de su autor u otras razones. Entonces, ¿sería racional tomar esa palabra en
distinto sentido que el dado por el legislador? La respuesta es que no. (Ejemplo sobre esto
–en relación al término “demente”- en p. 187 del Tratado de Derecho Civil de Alessandri,
Somarriva y Vodanovic).
Elemento sistemático
Se encuentra consagrado en:
Artículo 22 inciso 2° CC: “Los pasajes obscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio
de otras leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto”; y
Artículo 24 CC: “En los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de interpretación
precedentes, se interpretarán los pasajes obscuros o contradictorios del modo que más
conforme parezca al espíritu general de la legislación y a la equidad natural”.
El fundamento de esta regla se halla en la idea de que todas las leyes de un país obedecen,
en un momento histórico dado, a una misma norma superior que las condiciona, y esa
norma puede descubrirse analizando las diversas leyes, sobre todo las que regulan un
mismo asunto. Se basa en la conexión interna que une a todas las instituciones jurídicas en
una gran unidad.
Según El Tratado, el espíritu general de la legislación no puede ser conocido sino después
de estudiarla toda, o al menos, aquellas partes que tengan relación con la materia de que se
trate; a veces es muy difícil percibirlo, y entonces naturalmente serán débiles los
argumentos que en él se funden.
Es espíritu general de la legislación, por ejemplo: dar amplias garantías a los intereses de
los menores; facilitad la libre circulación de la riqueza; dar cumplimiento de los contratos
de buena fe, etc.
Ahora bien, en relación a la equidad, se la puede definir como el sentimiento seguro y
espontáneo de lo justo y lo injusto que deriva de la sola naturaleza humana, con
prescindencia del Derecho positivo. En otras palabras, es el sentimiento de justicia para el
caso en concreto.
Nuestro CC no permite usar la equidad para corregir la injusticia que en un caso dado
pueda resultar de la aplicación de una norma general y abstracta; privilegia la seguridad
jurídica. Pero, sí permite recurrir a ella como último elemento de interpretación.
Asimismo, si una ley puede tomarse en dos sentidos, y conforme a las reglas de
interpretación precedentes no se puede determinar cuál de ellos es el genuino, el juez se
inclinará por el que más conforme parezca a la equidad natural. En ese sentido, la equidad
deberá ser aplicada por el juez en armonía con el espíritu general de la legislación.
Por último, la equidad rige los casos que constituyen lagunas de ley. Según el Código de
Procedimiento Civil, en su artículo 170 N° 5: “Las sentencias definitivas de primera o de
única instancia y las de segunda que modifiquen o revoquen en su parte dispositiva las de
otros tribunales, contendrán: N° 5. La enunciación de las leyes, y en su defecto de los
principios de equidad, con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo”.
Retroactividad (vigencia hacia Vacancia legal (vigencia con posterioridad Ultra actividad (vigencia más
allá
Entrada en Derogación
vigencia
Derogación expresa: Según expresa disposición del CC, será expresa cuando la nueva ley
diga expresamente que deroga la antigua. Sin embargo, existen diversas posiciones
doctrinales al respecto.
Unos, entre ellos C. Ducci, sostienen que para que exista derogación expresa es necesario
que la nueva ley diga que deroga tal ley, o el artículo tal de tal ley, o el inciso, frase o
palabra de tal artículo de tal ley. En ese sentido, esta postura sostiene que la frase corriente
en muchas leyes: “quedan derogadas todas las disposiciones contrarias a la presente ley” no
constituye una derogación expresa, sino solamente la innecesaria consignación por escrito
de la derogación tácita.
Otros, entre ellos los tratadistas, argumentan que dicha mención que hace el legislador de
las leyes que deroga, la puede hacer “en globo”, como cuando se dice ”quedan derogadas
todas las leyes anteriores a ésta que versen sobre la misma materia”, o indicando una por
una, como cuando se dice: “deróguense las leyes 1, de fecha tanto, 2 de fecha tanto, etc.”.
En esta línea, el ejemplo típico de derogación expresa es el artículo final del CC, que
establece.
Derogación tácita: se funda en que, existiendo dos leyes contradictorias de diversas épocas,
debe entenderse que la segunda ha ido dictada por el legislador con el propósito de
modificar o corregir la primera. Pero como no debe llevarse esta presunción más allá de su
razón y objeto, la derogación tácita, conforme lo advierte el artículo 53 CC “deja vigente en
las leyes anteriores, aunque versen sobre la misma materia, todo aquello que no pugna con
las disposiciones de la nueva ley”.
• Sin duda, es más conveniente que el legislador use la derogación expresa. De esta
manera se evitan dudas; se facilita la labor del juez en la aplicación de los preceptos,
etc.
• Los tratadistas son bastante severos en este punto. Ellos sostienen que si la
derogación expresa no se usa a menudo por el legislador, es debido a su ignorancia
sobre las leyes anteriores; a la pereza para consultar sus disposiciones y
mencionarlas en la ley derogatoria, etc.
• Por último, según Ducci, hay que tener presente que la primacía de la norma
especial sobre la general (establecida en los arts. 4 y 13 CC) en concordancia con lo
dispuesto en el art. 53, respecto a la derogación tácita, implica que la ley general
posterior no deroga tácitamente la ley especial que verse sobre la misma materia.
Las disposiciones especiales, señala, o excepcionales, deben ser derogadas
expresamente por la ley general posterior. (No obstante, los tratadistas sostienen que
esto es materia de discusión en la doctrina; no hay acuerdo, ya que otros autores
estiman que se trataría de una cuestión de interpretación que se debería resolver
caso a caso de acuerdo a la intención del legislador).
Territorialidad de la ley
Se denomina territorialidad de la ley a su aplicación dentro de los límites del territorio del
Estado. Extraterritorialidad, a su aplicación fuera de dichos límites.
El principio general en nuestro Derecho es la territorialidad de la ley. La extraterritorialidad
es excepcional.
La territorialidad se encuentra establecida en el art. 14CC y en el art. 16, inciso 1° CC. Por
último, del artículo 17CC se desprende que la forma de los actos otorgados en el país se
rige por la ley chilena.
Extraterritorialidad de la ley
Aà Aplicación de la ley extranjera en Chile:
Según el art. 16, inc. 2°CC, da valor en Chile a las estipulaciones de los contratos otorgados
válidamente en el país extranjero. Por lo tanto, según esta disposición, la ley extranjera va a
tener efecto en Chile, no sólo en cuanto ha regulado la validez del contrato otorgado en el
extranjero, sino también al principio- casi de aplicación universal- consistente en “la Ley
del contrato”. Es decir, al hecho de entenderse incorporadas en el contrato las leyes
vigentes al momento de su otorgamiento (art. 22 Ley sobre efecto retroactivo de las leyes).
Pero, los efectos de los contratos otorgados en país extranjero, para cumplir en Chile, se
arreglarán a las leyes chilenas. Así lo dispone el art. 16, inc. 3° CC.
Bà Aplicación de la ley chilena en el extranjero:
El art. 15CC establece: “a las leyes patrias que reglan las obligaciones y derechos civiles,
permanecerán sujetos los chilenos, no obstante su residencia o domicilio en país extranjero.
1° En lo relativo al estado de las personas y a su capacidad para ejecutar ciertos actos, que
hayan de tener efecto en Chile;
2° En las obligaciones y derechos que nacen de las relaciones de familia; pero sólo respecto
de sus cónyuges y parientes chilenos”.
Esta disposición es doblemente excepcional. En primer término, en cuanto a las personas a
quienes afecta, ya que rige exclusivamente para los chilenos y no se aplica a los
extranjeros. En segundo lugar, en cuanto a las leyes a que queda sujeto el chileno en el
extranjero, porque no se refiere a todas las leyes, sino sólo a las que taxativamente
enumera.
• Por último, en relación a las leyes relativas a los actos. Para que se produzca un
conflicto de legislación en materia de actos, es necesario que el acto se celebre en
un país y produzca efectos en otro. Para la ley chilena el problema es el relativo al
acto celebrado en el extranjero y que produce efectos en Chile. (Para quien desee
saber más al respecto, estudiar desde p.80 Ducci Claro, Carlos (2008), Derecho
Civil. Parte General. 4° edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile).