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“LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Y EL ABORTO”

E. Natalia Miranda Parra *


RESUMEN

El tratamiento legislativo del Código del Sistema Penal, finalmente promulgado y


publicado en fecha 20 de diciembre de 2017, sin duda activó nuevamente el debate
sobre la despenalización del aborto en Bolivia, exponiéndose manifestaciones de
diferente índole pero que finalmente convergen en una misma discusión, el debate
entre moral y derecho. Frente a tal coyuntura, el presente trabajo desarrolla algunos
criterios sobre la temática, partiendo de la realidad jurídico constitucional vigente, pero
fundamentalmente de los derechos de las mujeres y su efectivo ejercicio cuando se los
vincula a la temática en cuestión; dejando para el análisis de los lectores si legalizar un
acto, realmente garantiza su justificación.

Palabras Clave: Derechos, mujer, concebido, aborto

SUMMARY

The legislative treatment of the Criminal System Code, finally promulgated and
published on December 20, 2017, undoubtedly reactivated the debate on the
decriminalization of abortion in Bolivia, exposing different manifestations but finally
converging in the same discussion, the debate between moral and law. Given this
situation, this paper develops some criteria on the subject, based on the current
constitutional legal reality, but fundamentally on the rights of women and their effective


Abogada, cursó la Maestría en Derecho Constitucional y Procedimientos Constitucionales de la Universidad Mayor de San Andrés, diplomada
en Organización y Administración Pedagógica del Aula., fue Asesora en la Vicepresidencia del Estado Plurinacional, Directora de Desarrollo
Constitucional y de Justicia y Derechos Fundamentales en el Ministerio de Justicia, Coordinadora General del Área de Derecho en la Unidad de
Postgrado y Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho y Cs. Políticas de la UMSA. Actualmente Docente Titular de la Universidad
Mayor de San Andrés con la cátedra de Derecho Constitucional. Correo Electrónico: miranda-parra@hotmail.com

1
exercise when they are linked to the subject in question; leaving for the analysis of the
readers if legalizing an act, really guarantees its justification.

Keywords: Rights, woman, conceived, abortion

INTRODUCCIÓN

La aprobación de la Constitución boliviana vigente, obliga al legislador a construir


desarrollo normativo en función al nuevo paradigma constitucional; generándose un
reto histórico al respecto el cual es construir un sistema jurídico acorde a nuestra
realidad pero, en sujeción estricta de los parámetros constitucionales. Dicha tarea, es
verdaderamente histórica, pues involucra una enorme responsabilidad toda vez que
hablamos de la construcciónn del nuevo derecho boliviano, ese conjunto de normas
que tendrán por función los siguientes años, regular nuestra conducta en procura de
alcanzar la consolidación de una sociedad armónica, con paz social y por supuesto con
“justicia”, elemento fundamental para todo ordenamiento jurídico1.

Ahora bien, el debate generado, sobre la regulación del aborto dentro del Código del
Sistema Penal como parte del desarrollo normativo que se establece en nuestro país,
nos motiva a efectuar el presente análisis, considerando los argumentos planteados a
favor de la norma que fueron vinculados a los derechos de las mujeres; sin dejar de
lado, como contraparte, la significancia de la protección de la vida del concebido.

Al efecto, es menester, partir de realidades jurídicas que parecen indiscutibles, la


primera, la Constitución boliviana, Norma Suprema del ordenamiento jurídico en

1
“El derecho, considerado como categoría ética, equivale a la justicia. La Justicia no es otra cosa que la noción de un orden social justo.”…“Para
ser “Derecho”, se dice, el orden jurídico positivo estatal ha de tener alguna participación en la justicia, ya sea porque aspira realizar un mínimun
ético, ya sea porque constituya el ensayo – aun cuando esté condenado al fracaso – de ser Derecho justo; el Derecho positivo, pues, se afirma,
ha de responder, aunque sea en una medida bien modesta, a la idea del Derecho. Véase: Hans Kelsen en el “El Método y los Concepto
fundamentales de la Teoría Pura del Derecho”, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, Págs. 18 y 22.

2
nuestro Estado, protege la vida como derecho fundamental. La segunda, la propuesta
normativa que se plantea, hoy en día promulgada y publicada, amplía en el tipo penal
de referencia las causales excluyentes de la sanción penal, desarrollándolas con
evidente laxitud con el fin de evitar la aplicación de la sanción privativa de libertad.
Pretendiendo soslayar, por su ubicación en la norma, que el bien jurídico que se proteje
en el tipo penal en cuestión (Aborto), es la vida.

LA PROTECCIÓN DE LA VIDA Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES

Parte del argumento que sustenta la defensa de la mencionada norma, desnuda en


nuestro país una realidad irrefutable, lanzado cifras alarmantes sobre la cantidad de
abortos diarios que se practican en Bolivia en el ámbito de la clandestinidad. Al efecto,
vale la pena precisar una primera afirmación en este ensayo, la conducta delictiva
(concebida como tal a la fecha, con ciertas eximentes prescritas en la norma penal,
concretas y razonables) existe, es una realidad evidente. La pregunta es, ¿cuántas de
las mujeres que incurren en el tipo de referencia, hoy en día purgan sanciones
privativas de libertad por tal conducta?.

Al respecto, se entiende que el derecho Penal, al ser en esencia objetivo debiera


abstenerse de tipificar conductas cuya sanción punitiva no es posible concretar debido
a la dificultad en la persecución y sanción del delito. En el caso objeto de análisis, la
conducta penal, esto es, el aborto provocado, existe, y resulta cuando menos
complicado, que se ejercite con efectividad el poder punitivo del Estado, respecto de la
gran cantidad de abortos practicados diariamente, cuyas cifras resultan ser
absolutamente imprecisas, debido a la clandestinidad con la que se opera en el tipo
penal de referencia. Lo cual, ciertamente podría desarrollar un argumento importante
para quienes defienden la norma fundando el mismo en “la ineficacia del sistema penal
en relación a la conducta en cuestión”.

3
Sin duda la realidad sobre el aborto es preocupante, como lo son también otras
conductas de altísima gravedad: feminicidios, asesinatos, homicidios, violaciones a
niños, en fin; delitos que hoy en día “se cometen” con una frecuencia aterradora, el
último reporte replicado en octubre, a través de los medios de comunicación sobre
feminicidios, por ejemplo, nos lanza una cifra de 73 casos, cuando menos, al tercer
trimestre de la gestión 2017. Asimismo, diariamente se denuncian infinidad de casos
de niños víctimas de violaciones, cuyos culpables, incluso, son miembros del propio
entorno familiar, lo cual incrementa el grado de impunidad en estos aberrantes hechos.

La realidad en el país es absolutamente cruel y alarmante, verificándose con mayor


frecuencia, casos que llegan a afectar groseramente la sensibilidad humana,
cometiéndose conductas delictivas siempre contra el más vulnerable, aquél que no
puede defenderse, aquél que se halla desprotegido y al cual es más fácil violentar sus
derechos de forma alevosa y en la mayoría de los casos, impune. Sin embargo, jamás
pensaríamos en despenalizar tales figuras, menos en función al argumento expuesto
sobre el derecho penal y su eficacia, pues ello, no sería razonable y menos coherente2.
Es obligación del Estado, su persecución y sanción, en pro de la justicia, en pro del
Derecho.

Ahora bien, cuando tocamos la temática sobre el aborto, primero, se desarrolla


nuevamente la controversia sobre el reconocimiento o no, de los derechos del que está
por nacer, y segundo, se plantea la conducta, como si la misma constituyera
efectivamente un derecho.

Sobre lo primero, quienes están a favor de la norma que despenaliza la figura del
aborto afirmarán vehementemente que el que está por nacer, no tiene derechos,
2
Al respecto: “… si el Derecho – considerado con criterio puramente positivista – no es otra cosa que un orden coactivo exterior, conviértase en
una específica técnica social: la situación social deseada prodúcese, o trátese de producirla, enlazando como consecuencia en un acto coactivo
(privación coactiva de un bien: la vida, la libertad, un valor económico) a la conducta contraria a esa situación. De este modo, puede
perseguirse cualquier finalidad social”. (Las negrillas son nuestras). Véase en: “El Método y los Concepto fundamentales de la Teoría Pura del
Derecho”, por Hans Kelsen, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid.

4
porque no es considerado persona; olvidando un fundamento de significativa
importancia, basado en la obligación del Estado, pues como contraparte, éste, tiene el
deber, por mandato de la Constitución, de proteger la vida humana, aún aquella que
está en el vientre de la mujer.

Por supuesto, no hablamos del “derecho del concebido” en sí, para quienes no lo
consideran persona; hablamos del deber del Estado de proteger la “vida” del que está
por nacer, configurado como mandato constitucional. Desde tal perspectiva y partiendo
del derecho fundamental y proyección del valor superior, “vida humana”, se deduce que
el Estado tiene cuando menos, dos obligaciones al respecto, la negativa, de no lesionar
la esfera institucional protegida por los derechos fundamentales, y la positiva, de
contribuir a la efectividad de tales derechos, cuyo alcance concreto, respecto de la vida
del concebido, se intenta perfilar.

De esta manera se parte del concepto constitucional de vida humana como proceso
que comienza con la gestación y que termina con la muerte, sometida a cambios
cualitativos de naturaleza somática y psíquica. De todo ello se deduce que la vida del
concebido es un bien jurídico protegido por la Constitución, no pudiendo desprotegerse
la vida humana “en aquella etapa de su proceso que no sólo es condición para la vida
independiente de claustro materno, sino que es también un momento del desarrollo de
la vida misma”. De lo cual se puede inferir, que si bien, como algunos arguyen, el
concebido no tiene en sí un derecho fundamental a la vida, lo indiscutible es que, la
vida del nasciturus es, manifestación de un valor superior, un bien jurídico protegido.
Por lo que el Estado, tendrá la obligación negativa de abstenerse de interrumpir el
proceso natural de gestación, y la positiva, de establecer un sistema de protección a la
vida que incluya las normas penales como última garantía3.

3
Sobre la jurisprudencia Española: véase a DIAZ REVORIO, Francisco Javier, “Estudios sobre los Derechos y sus Garantías en el Sistema
Constitucional Español en Europa”, 25 años CNDH, México, 2015, Págs. 15-21.

5
Sobre lo segundo… los derechos de las mujeres. Se entiende bien que los derechos
como facultad, subyacen de la libertad. “El derecho como facultad designa la palabra
derecho, en primer término, un poder subjetivo. En el sentido de poder facultad,
empleamos la palabra cuando decimos los seres humanos tienen derechos. Decir que
un ser humano tiene derechos equivale a sostener que puede obrar libremente”4.

Al respecto, es fundamental detenerse en este acápite, permitiéndome para ello, acudir


a los términos descritos por la filósofa Laura Klein en su libro: “Entre el Crimen y el
Derecho – El problema del Aborto”5, que aunque discurre en varios elementos respecto
a la temática, señala con profunda honestidad académica lo siguiente: “Una decisión
trágica no es una elección libre”. En efecto, dicha afirmación en su texto, vislumbra y
desarrolla una realidad irrefutable: “… El aborto es siempre una experiencia trágica….
Cuando se trata de un aborto espontáneo o terapéutico, es decir, cuando la mujer
quería tener ese hijo, resulta obvio. Pero abortar es una experiencia trágica también
cuando una mujer no quiso ser madre y decidió abortar, se arrepienta tarde o no. ¿Qué
mujer “quiere” abortar? En todos los casos, está en un trance ético, se ve coercionada
a tomar una decisión en el aquí y ahora, no hay retirada ni paz. Se encuentra en una
situación de la cual no hay evasión posible ya que no decidir implica continuar
embarazada”. “… Los derechos a la libertad de elección, la autonomía personal, la
autodeterminación, el control del propio cuerpo, tanto legitiman el derecho abortar
cuanto traicionan las experiencias de sexo, anticoncepción, embarazo, aborto y
esterilidad”6.

Esto es, la libertad que podría otorgar la norma para la interrupción del embarazo, no
libera a la mujer de una situación de angustia y menoscabo de su tranquilidad e
integridad, tanto física como psicológica; está forzada a un evento por el cual jamás

4
VIVES E., Francisco en “Filosofía del Derecho”, Editorial Nascimento, Santiago Chile, Págs. 106-107.
5
KLEIN, Laura, “Entre el Crimen y el Derecho-El problema del Aborto”, Editorial Plural, Pág. 27.
6
KLEIN, Laura, “Entre el Crimen y el Derecho-El problema del Aborto”, Editorial Plural, Págs. 41 y 43.

6
quisiera pasar. En consecuencia, dicha decisión, ojo, no elección libre, siempre será
“violenta”, por ello, coincidiendo con lo establecido por la autora mencionada, la
situación de una mujer embarazada que no quiere tener un hijo no es una elección,
sino una decisión. Al no ser una elección deja de tener, por completo, la calidad de
“derecho como facultad”, que contrario sensu, debe responder a un acto libre y
espontáneo, de beneficio para el titular, de disfrute, de goce del titular, pero reiteramos,
¿qué mujer disfruta un aborto?, ¿cómo es que éste, razonablemente, puede
considerarse un beneficio a su favor?.

De lo esgrimido puede establecerse que el aborto, no es ni puede constituirse en un


derecho. Es más, de entenderse como una “decisión” asumida por las circunstancias
que obligan a la mujer a tomar tal determinación, probablemente habría que analizar, si
la decisión, debe recaer en la misma de forma absolutamente unilateral, revisemos al
respecto, la reciente sentencia judicial asumida en la legislación uruguaya, donde el
aborto no es una conducta punible, pero cuyo criterio judicial amplió de alguna manera
el derecho a decidir sobre la continuidad de la vida de un ser humano, también al
progenitor7.

7
Fallo histórico en Uruguay: la justicia impidió un aborto por pedido del padre del bebé: La decisión la tomó una jueza del departamento de
Soriano, pese a que en ese país rige desde 2012 la Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. La madre manifestó su deseo de interrumpir
el embarazo y el padre fue quien inició el procedimiento para hacerse cargo del menor. La Justicia uruguaya emitió un fallo en el que se ordena
suspender la realización del aborto a una mujer, tras un recurso de amparo solicitado por el padre y pese a que rige en ese país la conocida
como ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Este fallo "histórico", según medios locales, fue otorgado por una jueza del departamento
de Soriano (suroeste), en el que se fundamenta sobre el convenio de los derechos de los niños, que fue solicitado por el padre. Además, fuentes
judiciales indicaron a la agencia de noticias EFE que la madre manifestó su deseo de interrumpir el embarazo y el padre fue quien inició el
procedimiento para hacerse cargo del menor. Según detalla el diario local El País, la sentencia de la jueza señala que "toda persona tiene
derecho a que se respete su vida". La ley del aborto fue aprobada en 2012 bajo la presidencia de José Mujica. "Este derecho estará protegido por
la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente", añadió la magistrada. La Ley
18.987, o también conocida como "ley del aborto", fue aprobada en 2012 bajo la presidencia de José Mujica (2010-2015) y entre sus artículos se
detalla que la interrupción voluntaria del embarazo no será penalizada cuando la mujer cumpla con los requisitos establecidos y se realice
durante las primeras doce semanas de gravidez. En la sentencia de la jueza, a la que el periódico montevideano El País tuvo acceso, se detalla
que —en la audiencia— la embarazada sostuvo que "tiene un rechazo natural" al embarazo."Yo no tengo ganas de estar embarazada ni
soportar que me obliguen. Conociendo mis derechos, que me otorga la ley, pude acceder a iniciar el trámite y hacerlo. Aparte de lo natural, que
no tengo ganas, todo lo que es ámbito social, económico, laboral, psicológico; todo eso me lleva a ratificar la idea de no tenerlo", explicó.
(INFOBAE. AMÉRICA LATINA, 24 de febrero de 2017).

7
Sin embargo, cuando parece lógico aceptar que “el aborto”, no es un derecho basado
en la autodeterminación del cuerpo de la mujer como consecuencia de una libre
elección, volvemos al pavoroso índice de mujeres que proceden al aborto en la
clandestinidad, lo cual trae como resultado innumerables casos de mortalidad en esta
población, por las condiciones en las que se lleva a cabo el procedimiento en cuestión,
señalando que al despenalizar la figura del aborto, estamos apostando por la vida de
las mujeres, defendiendo sus derechos, entendiendo a la problemática como un tema
de salud pública, y en procura de que los abortos, se efectúen en condiciones
adecuadas.

Pues bien, valdría la pena, en relación a este argumento, que también se vincula a los
derechos de las mujeres, como una forma de precautelar su vida y evitar las
alarmantes cifras sobre mortalidad femenina a causa de la mala práctica, acercarnos
un poco a nuestra realidad y analizarla objetivamente.

Al respecto, en la gestión 2002, por ejemplo, Suiza aceptó en votación popular


(referendo) una nueva legislación permitiendo la interrupción voluntaria del embarazo
en las 12 primeras semanas de gestación, legalizando la figura en el referido país.
Posteriormente, en la gestión 2014, se planteó una nueva iniciativa popular que fue
propuesta por el partido UDC (Unión Democrática del Centro) para “privatizar el
aborto”, entendiendo que, dicho procedimiento, al ser una decisión personal de la
mujer, debiera ser subvencionado por la misma y no así por el Estado. Lo que se
pretendía era que para abortar las mujeres pudieran pagar el procedimiento de forma
particular. El resultado de dicho referendo, rechazó la propuesta en un 70%, razón por
la cual hoy en día las mujeres pueden acudir a que se les practique el aborto, sin
erogar de forma particular ningún gasto, toda vez que el mismo es cubierto por el
Estado.

8
Ahora bien, con tal antecedente, conviene aterrizar en nuestra realidad; al respecto,
primero, la mayor cantidad de mujeres que proceden al aborto en Bolivia, resultan ser
mujeres adolescentes, de escasos recursos económicos o que tienen una dependencia
económica, razón por la que, tal cual se expuso en los medios de comunicación, el
órgano correspondiente, incluso inicialmente planteó en la redacción de la norma, que
el factor económico sea otra de las causales eximentes de la sanción privativa de
libertad para la mujer. Esta realidad, no será distinta con la despenalización de la
figura, pero lo más grave, nadie garantiza, que ésta población femenina acuda a
centros de salud públicos donde se les garantice un procedimiento adecuado que
resguarde y proteja su integridad física. El riesgo de acudir a centros clandestinos de
práctica del aborto, no se elude con la despenalización de la figura, debido a que el
tema está vinculado no sólo al factor económico, sino también social y, la censura
social que la mujer enfrenta cuando procede a un aborto, constituye una carga
insoslayable para ésta, irresuelta con la norma que se plantea.

Segundo, al legalizarse la figura, estamos abriendo una peligrosa puerta a la


proliferación de centros o lugares que se dediquen a esta práctica, propiciando en el
peor de los casos un mercantilismo donde la oferta y la demanda, en vinculación
directa con el factor económico de las mujeres, definirán la calidad de tratamiento
médico que reciba esta población, esto es, “las lesiones como mercancías
intercambiables en el conflicto de derechos individuales convertido en mercado…” 8 .
Como vemos, al parecer el problema no se resuelve con la despenalización de la
figura, el mismo únicamente podrá abordarse con seriedad cuando se diseñe e
implemente política pública vinculada al ejercicio de los derechos sexuales y
reproductivos de las personas, dejando claro que el aborto no es un método
anticonceptivo.

8
KLEIN, Laura en “Entre el Crimen y el Derecho-El problema del Aborto” , Editorial Plural.

9
Ahora bien, más allá de lo expuesto, resulta importante hacer notar que,
independientemente del acceso de las mujeres a servicios médicos adecuados, aunque
cada caso responda a una realidad diferente que la mujer enfrenta también de distinta
manera, dependiendo de su situación 9 , el “procedimiento” inherente al aborto
practicado en el cuerpo de la mujer, jamás será distinto, debido a que en todos los
casos resulta ser invasivo, transgresor del cuerpo de la mujer, violento y provocador de
efectos secundarios. Pero lo más grave es que, no sólo hablamos de efectos físicos
en el cuerpo de la mujer sino aquellos que socavan lo más profundo de su espíritu,
aquellos que pueden trastocar su integridad psicológica incluso de por vida.

Al efecto, cuando la norma propuesta es defendida, enarbolando la garantía de los


derechos de las mujeres, como bien se expuso antes, la argumentación resulta fallida
al advertir que el aborto, en primera instancia, no constituye un derecho como facultad.
En los hechos, y siguiendo a Klein “esa mujer (vale decir, la mujer que aborta) está
entre la espada y la pared, ni quiere tener un hijo ni quiere abortar. Le está vedado
batirse en retirada, quisiera no haberse embarazado, quisiera perderlo
espontáneamente. Como en muchas otras cosas de la vida, decide hacer algo que no
quiere. Signifique para ella una experiencia traumática o solamente desagradable, su
situación tiene un sesgo trágico”. Pero algo más grave aún, dicha conducta implica el
sometimiento de la mujer, a un procedimiento que es por demás vulneratorio de su
integridad, sea física o sea a psicológica. Las mujeres que asumen tal decisión,
siempre estarán en riesgo de perder la vida (qué médico podría garantizar lo contrario),
de quedar estériles, de ser portadoras en un futuro, de algún tipo de cáncer o de
convivir con las secuelas psicológicas de por vida.

9
“Cada aborto es un fenómeno único, excepcional, absolutamente singular en cada mujer, en cada momento de su vida. Tanto si tiene hijos
como si no, se enfrenta al fantasma de quedar estéril después de la operación. Cuenta o no cuenta con el apoyo del hombre que la dejó encinta,
tanto si decide tener un hijo como si decide abortar. Y por más firmes que sean sus principios religiosos o ideológicos, no la liberan de tomar-
aquí y ahora – una decisión. No puede saber qué valor tendrá esa decisión para ella en el futuro… pues nunca se sabe del todo qué nos espera
del otro lado de los cortes que hacemos cuando vivimos. KLEIN, Laura en “Entre el Crimen y el Derecho-El problema del Aborto”, Editorial Plural,
Págs. 41 y 42.

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Estas secuelas psicológicas a las que hacemos referencia, probablemente, jamás
serán tratadas sea por el temor a la censura social, por haberse tomado la decisión
sola, por entenderse internamente como algo malo, porque no se cuentan con los
recursos económicos para ello, etc., las razones podrían ser diversas. Dicho sesgo,
entiéndase por la culpa, acto interno - fuera del alcance de lo jurídico, o por el
procedimiento al que ha sido sometido su cuerpo; afectan de manera directa a su
psiquis por lo que, la integridad psicológica de la mujer se halla también violentada. Al
respecto, y tomando en cuenta que la propuesta normativa se la vincula a los derechos
de las mujeres, estableciendo que el aborto constituye un problema de salud pública,
resulta cuando menos extraño, que nadie haga referencia a la necesidad de garantizar
a favor de las mujeres un tratamiento post – aborto, evidentemente necesario,
considerando los efectos del procedimiento.

Por último, siguiendo con el tema relacionado a los derechos de las mujeres; durante
décadas, este sector de la población, ha liderizado una lucha aguerrida exigiendo el
respeto a sus derechos, la igualdad y no discriminación. Dicha corriente ha sido
marcada con un fin muy claro: lograr la igualdad, el respeto a nuestra efectiva
autodeterminación como seres pensantes y capaces de construir sociedad, aspecto
que poco o nada se entiende cuando seguimos bajo la lógica de un sistema patriarcal.

Evidentemente, la hegemonía del hombre respecto de la mujer, es una conducta


recurrente en nuestra sociedad, en nuestras relaciones interpersonales, aquellas que
tienen que ver con la pareja, la familia y que luego se replican en la propia comunidad.
Es común escuchar aún que las mujeres por su naturaleza “deben” ser madres, como
si la procreación humana, fuera un mandato imposible de eludir para la mujer, en
cualquier momento, las veces que llegue, independientemente de su voluntad. Bajo esa
lógica resultan totalmente comprensibles los discursos que exigen el respeto de los
derechos de las mujeres.

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Empero, precisamente en ese marco reivindicatorio de nuestros derechos, es necesario
tener claro que la procreación humana involucra a dos personas, que en el marco de la
racionalidad, eligen construir una familia y asumir tal responsabilidad de manera
“compartida” y sin justificaciones eximentes; esto… ciertamente es un derecho. El
elegir ser padre o madre, constituye un derecho. El elegir, cuándo, cuántas veces, y
con quién quiero procrear mi descendencia, también es un derecho; estos son
Derechos Reproductivos, previstos en la Constitución boliviana como derechos
fundamentales, que el Estado no sólo debe proteger sino se halla obligado a garantizar
su ejercicio de manera efectiva. Para ello, harto se ha escrito sobre planificación
familiar, el asunto es educarnos y quien tiene la obligación de generar política pública a
través de las instancias competentes para una adecuada educación sexual y
reproductiva de las y los ciudadanos bolivianos, es precisamente el Estado a través de
sus instituciones creadas para el efecto.

Cuando un hombre y una mujer deciden tener relaciones sexuales, tal decisión siempre
estará ligada a la posible existencia o procreación de un nuevo ser, obviamente me
refiero a una relación consensuada y llevada a cabo en el más absoluto ejercicio de la
voluntad, lo contrario, la ley penal “abrogada”, ya lo había regulado, y en relación al
aborto, había excluido la sanción punitiva, cuando el embarazo deviene de una relación
en detrimento de los derechos e integridad sexual de la mujer.

Ahora bien, es necesario ser conscientes que, en la sociedad boliviana, es muy común
la no utilización de métodos anticonceptivos, sea por desconocimiento, sea por
irresponsabilidad. De hecho, la consecuencia de ello se halla confirmada por los
recientes reportes sobre altos índices de adolescentes embarazadas en nuestro país,
con cifras por demás alarmantes. De cualquier forma, no cabe duda de que estamos
frente a un problema incluso de orden cultural. La posibilidad de que sea la mujer la
que asuma la decisión de protegerse para evitar un embarazo, es visto como un acto
vergonzoso, lo cual cae nuevamente en los todavía vigentes parámetros de

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sometimiento de la mujer y desigualdad respecto del hombre. Esta realidad, nos
enfrenta a un problema más, el empoderamiento del hombre sobre la mujer en la
sociedad boliviana, que no es un mito feminista, es una problemática vigente que
puede palparse aún por las mujeres en los diferentes ámbitos en los que se
desenvuelve, sea en la familia, en los colegios, las universidades o el trabajo.

Ahora bien, veamos precisamente este punto como otro de los fundamentos de vital
relevancia cuando analizamos la nueva norma penal aprobada. Vale decir, la
problemática de referencia (sistema patriarcal vigente) transversalizada al tema del
aborto, vinculando dicha problemática, esta vez, efectivamente a los derechos de la
mujer.

Al respecto, negaremos en primera instancia que su legalización (esto es, la


legalización del aborto) permita garantizar los derechos de las mujeres, no sólo por las
razones antes esgrimidas, sino también porque al pretender que la decisión del aborto,
ojo, no como derecho, sino como un acto constreñido por cualquier determinante que
obliga a la mujer a proceder al mismo, “sólo recaiga en la mujer”, y con consecuencias
físicas y psicológicas únicamente dirigidas a la mujer y su cuerpo.

Entonces, resulta ser cierto, que muy a pesar de los discursos que supuestamente
defienden los derechos de las mujeres, con la propuesta normativa, prácticamente,
seguimos apostando por una sociedad en la cual el hombre deslinda todo tipo de
responsabilidad al momento de procrear, ejerciéndose un igual o mayor
empoderamiento sobre la mujer. Parece pertinente, entonces cuestionarnos, si es que,
no estamos propiciando y alimentando una conducta irresponsable en los hombres
cuando soslayan las consecuencia de una relación sexual sin la obligación de
protegerse, pues total, en caso de una consecuencia, vale decir un posible embarazo,
no deseado para el hombre, será la mujer la única que asuma, no sólo la decisión de
abortar, sino las consecuencias probablemente atentatorias contra su propia integridad

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física y psicológica al someterse al procedimiento del aborto. Éste, sin duda, constituye
un fundamento digno de análisis para quienes alegan que la despenalización del
aborto, en los términos expuestos por la propuesta normativa, es una victoria a favor de
las mujeres; aspecto que considero importante dentro del presente trabajo y que nos
permite cuestionarnos, si lo que se defiende es o no, el derecho de las mujeres hoy en
día.

En suma, de los fundamentos expuestos se colige que el debate sobre el aborto, puede
desentrañar diversos criterios de orden moral, jurídico o constitucional. Empero cuando
el mismo pretende ser argumentado en función a los derechos de las mujeres, no
parece tener un sustento que agote todos los elementos que se vinculan a la
problemática que es por demás compleja, en consecuencia su despenalización no
parece ser el camino que nos lleve a su resolución, coligiendo de ello que, la
legalización del acto, en el presente caso, no garantiza su justificación.

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