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Algunos aspectos del margen en la novela la ciudad de Alfredo Gómez Morel

La Ciudad, segunda novela de una tetralogía autobiográfica escrita por Alfredo Gómez
Morel (1917 – 1984) publicada el año 1963, que continúa la narración del personaje con
variados nombres: Toño, Luis o Alfredo, presentada en la primera novela de las cuatro,
llamada El Río. Gómez Morel, delincuente, decide escribir su autobiografía en un
primer momento para lograr “una vida llena de satisfacciones: dinero, mujeres,
comodidad, notoriedad, todas aquellas cosas, en fin, que acarrea la gloria literaria”[1],
pero incentivado por su siquiatra en la cárcel de Valparaíso, Milton Calderón, logró
encontrarle una nueva finalidad a su autobiografía: “deseo que mi caso no se repita con
la dolorosa frecuencia que se está repitiendo desde hace miles de años”[2]. Podemos
desprender de la cita anterior que la narración de Gómez Morel se enmarca en el
discurso de un otro subalterno, un hombre que proviene del mundo del hampa y como
nos señala Ramírez:

”El testimonio aparece como historia alternativa que posibilita a los sujetos silenciados
o excluidos de la "Historia Oficial" acceder al espacio letrado, salir de la
marginalización y generar un discurso contracultural que se propone dar cuenta de la
contrahistoria, por una parte, y de la subalteridad política y social, por la otra, en la
búsqueda de una reivindicación (testimonio de disidentes), o una denuncia social
(delincuentes)”[3].

La novela La Ciudad nos narra la historia de Toño, un joven del hampa chileno que
llega a Perú con 18 años. Pero en realidad su historia no comienza allí, tiene su
precedentes en la novela El Río, donde se nos narra que luego de haber sido criado en
un orfanato, crecido sus primeros años con la Sra. Catalina en San Felipe, conocer a su
madre prostituta y a su falso padre: el papá Mono, es trasladado a Santiago, donde
conoce a su padre real: Alfredo y obtiene la primera imagen que lo marcará para
siempre: el río Mapocho; allí es violado, se convierte en ratero, se transforma en líder y
como consecuencia de aquello logra la libertad total que buscaba.

En la primera novela, se produce una tensión entre la gente del río y los de la ciudad; los
jóvenes que viven en el río Mapocho se sienten al margen de la sociedad y la repudian;
la gente que vive en la ciudad se convierte en su enemiga:
“Me sentí río, totalmente río. Me identifiqué con todos los delincuentes, a la espera del
avance. Los sentí hermanos, como si hubiesen sido los únicos seres respetables y por los
que debía luchar. Recuerdo que miré hacia la ciudad y escupí despectivamente”[4]

“La aurora despuntaba y en las orillas del río empezaba a agolparse la gente para no
perder el espectáculo. Varios hombres, oficiosamente, daban consejos a los policías, y
eso me produjo más odio, más ira contra la ciudad…”[5].

Las dos citas anteriores explicitan las diferencias entre un bando y el otro, explican la
posición que toman ambos sectores, los del río con el mundo de la delincuencia, la
gente de la ciudad con los carabineros que se encargan del resguardo de la sociedad.
Carrasco en su texto canonización e identidades, explica que la literatura marginal busca
modificar las normas canónicas aprendidas en las metrópolis a través del rechazo y que
éstas revelan la discriminación, la exclusión, la diferencia, la búsqueda, el conflicto, la
atracción y el rechazo del otro.

Es interesante observar la identificación que presenta Toño con su grupo periférico del
río, en contraposición a la segunda novela que se llama La Ciudad. No es azarosa la
coincidencia, ya que la traslación geográfica del río a la ciudad no es conceptual, la vida
en la urbe que nos presenta la novela en cuestión sigue teniendo relación con el mundo
del hampa. En El Río se explica mejor el por qué de la necesidad del protagonista de
emigrar, ya que existe una jerarquización en el mundo del hampa:

“Para licenciarse hay que “dar prueba”, entrando – el primero – al lugar del hecho,
soportando las flagelaciones, si hay detención, debe viajar, conocer diferentes cárceles
de distintos países: hay que internacionalizarse”[6]

Y Toño, al haber adquirido ya el rango de líder, debía dar el salto, éste es uno de los
motivos del viaje que realiza del río a la ciudad:

“Zanahoria hizo escribir unas líneas al cabrón, las firmó temblorosamente como suelen
hacerlo quiénes sólo saben escribir sus nombres, me las pasó y le agradecí al recibirlas,
la confianza y el honor que me dispensó en público”[7].

“Con mis “cartas credenciales” en la mano me despedí y fui en busca de dinero para
financiar mi viaje”[8].
Es acá donde comienza La Ciudad, Toño llega al Perú en barco, con 18 años. Debido al
azar no se relaciona con el mundo del hampa peruano, se convierte en traficante de
drogas. El mundo de las drogas y el hampa son diferentes, pero se relacionan en varios
puntos en la cosmovisión del mundo: “en el mundo de las drogas –como en el del
hampa- se perdona todo, menos la traición”[9], es decir, aunque no es lo mismo, se
trabaja de manera similar.

La inserción en el mundo de las drogas por parte de Toño se debe al encuentro con un
ciudadano chino: Mao, que es uno de los principales traficantes de drogas en Perú que
oculta su verdadera labor con un restaurante. Toño se gana la confianza del chino al
intentar engañarlo con la comida y esto tiene su referente a nivel textual, la aceptación
se produce con un cambio en los enunciados del chino:

“ - ¿Un encalgo? ¿Quién manda encalgo a Tao Chang? ¿Le dices tú a Mao?”[10].

“- ¿Y por qué no venil tripulante? ¿Le dices tú a Mao?”[11].

“- ¿Y qué clase de encalgo tlae tú a Tao Chang? ¿Le dices tú a Mao?”[12].

“- ¿Hotel Lima? Pelo si ese sel muy glande hotel. Ese hotel estal en gilón de La Unión.
Hotel muy glande. Debe sel impoltante paquete. ¿ ¿Comprende tú a Mao?”[13].

En el “¿Comprende tú a Mao?”, se produce la aceptación del chino y aunque sabe que


es un engaño reconoce su audacia. También con este mismo ejemplo, podemos observar
una diferencia con la primera novela. Concordamos con León que en El Río: “el
lenguaje es un reflejo de lo que es el río, es decir un lugar que, pese a situarse en la
ciudad y ser algo característico de Santiago, se sitúa fuera de Santiago. Porque en el río
existe otra ley, la ley del hampa. Y el lenguaje empleado en esta novela es un lenguaje
bastardo que tiene por madre al coa o a la calle”[14], en cambio en La Ciudad, el único
lenguaje que se busca determinar es el de Mao, que podría considerarse una
caracterización simplista y estandarizada de los chinos en Latinoamérica, ya que sólo se
dedica a cambiar el fonema /r/ por el /l/, esto hace que la lectura se haga entrecortada y
la gracia que puede encontrarse en un principio a la mirad de la novela se haga
agotadora:
“Mao está en dos güelas pol evitál que gentes civilizadas no vendieran dloga a su
pueblo. Mao ganal las güelas pelo peldel la paz. Gentes civilizadas metieron a
cañonazos la dloga a Cantón. Mao la mete en Amélica con mucha suavidad. Mao ablaza
a Amélica con un abrazo blanco y cristalino de amol y amistad”[15]

No obstante hay que señalar, que esta caracterización arquetípica del habla del chino en
un momento en la novela desaparece y da paso a una narración fluida, con la que se
logra establecer parámetros de qué es el hombre y cómo se comporta. Este suceso no
ocurre con un diálogo, sino que es Toño cree “oír el monólogo de un alma torturada.
Voz baja, pausada y lejana”[16], es la voz de Mao:

“Soy hombre. Monstruosamente hombre.

Lo soy porque en el momento solemne de de creer en mi precaria condición, me niego


con mis cobardías. Huyo de la vida por temor a la muerte. En la vida busco un refugio y
una fe, pero voy caminado arrastrado por el temor a morir”[17].

Sin analizar aún el fondo del extracto, podemos observar la diferencia en la narración, la
utilización de la variación de fonemas se omite en este monólogo, ya que, el narrador
busca entregar credibilidad a lo que se nos señala, intenta demostrar la sabiduría de los
habitantes del pueblo chino: “y con la majestad que le daban los quinientos millones de
años vividos por su vieja raza, abrazándose tiernamente su enorme panza, se fue hacia el
mostrador”[18]. Pero, creo que se produce, al momento de la lectura, un quiebre cómo
si la aleación no hubiese sido bien soldada, obtiene un momentode mayor fluidez en la
narración, específicamente en la del chino, pero pierde en continuidad con toda la
novela.

Otro aspecto de la narración donde también pierde fuerza la novela, es la utilización de


una mayor reflexión, que no estaban presentes en El Río. Podríamos considerar que esto
se debe a que Toño a crecido y ya no sólo narra sino que también comienza a
cuestionarse los hechos, sin embargo, ambas novelas tienen marcas textuales que
demuestran que el sujeto de la enunciación se sitúa desde un punto lejano de la vida, por
ejemplo:

“Tal fue mi primer encuentro con la mujer que me dio la vida.


Vendrían muchos”[19].

“Yo había comido todo. Confieso que la cerveza se me metió a la cabeza. Eso me hizo
sentir más seguridad en mí mismo. Y eso fue lo que me hizo equivocar tres veces
seguidas”[20].

La presencia de la conjugación en verbos en pasado como fue, la existencia de la


distancia par reconocer, por ejemplo, los tres errores y la posibilidad de conocer el
futuro “vendrían muchos”, son algunas marcas textuales que apoyan esta idea. Por lo
tanto, más que en la edad del personaje, la diferencia se encuentra en lo que González
señala como la segunda característica de la autobiografía:

“el tipo de enunciación, es decir, si el relato se verbaliza desde un solo punto


cronológico o se apoya en dos o más situaciones enunciativas, como también si el sujeto
narrador concede más importancia a los sucesos acaecidos durante su vida (relato
histórico) o a sus reflexiones acerca de su vida (comentario)”[21].

La diferencia entre la narración de El Río y La Ciudad, se encuentra en la importancia


que le da el narrador en la primera novela a los sucesos que ocurren en su vida, en
cambio en la segunda, a los comentarios de su vida y sus circunstancias:

“Se me ocurre pensar que el hombre puede ir a la cumbre impulsado por tres grandes
fuerzas: la Fe, el Amor y la Esperanza. Por una fe se muere. Por un gran amor, se
batalla. Por una gran esperanza, se vive. La fe engendra confianza Mata todo temor. El
amor engendra fuerza. Mata toda debilidad. La esperanza engendra anhelos superiores.
Mata toda sensación de fatiga”[22] .

“Por un miedo infundado a real, el hombre mata, o se mata. Por la miseria, constante o
temporal, el hombre se vende. Traiciona o se enloda .Por el odio, el hombre se destroza
y pierde toda conciencia de su condición humana”[23].

Es así que este tipo de reflexiones nos presentan el fondo de la novela: las injusticias, la
falta de oportunidades, la manera que los sujetos subalternos tienen que sobrevivir
frente a la sociedad-oficial:
“Ambos veníamos del barro. Ambos conocíamos el amargo sabor de las soledades. Los
dos creíamos tener muchas cuentas por cobrar a la Sociedad. Nos sentíamos jueces de
un mundo que nos había maltratado mucho”[24].

El caso de Toño se explica con detalle en la novela El Río: una escasa vida familiar, no
haber sido salvado por su padre, la violación de los sacerdotes y la búsqueda de la
libertad, entre otros, pero en La Ciudad nos encontramos con la situación de Mao,
personaje que odia a la humanidad porque no pudo llevar a cabo su concepto de
sociedad.

“Conoció a Sun Yat Sen y con él conspiró para luchar contra las fuerzas imperiales que
le negaban el sagrado derecho a tener patria. Batalló a la usanza china: con paciencia y
constancia. Triunfó la revolución. En 1912, él fue uno de los miles de ilusos, que
antorcha en mano, vivaron en la plaza principal de Cantón el advenimiento de la
República”[25].

Pero no llegó el orden, sino que comenzó una guerra civil Estado contra Estado y, Mao
al ver “como se desvirtuaba y pisoteaba el ideal por el que sus abuelos, sus padres y el
mismo habían luchado”[26], decide dar un vuelco a su vida: enfrentar a la sociedad. El
chino había dado muerte a hombres en batalla por la República, pero es cuando decide
irse a América –dándole vuelta la espalda a China –que mata para desquitarse de la
sociedad que lo había engañado:

“Lo cargó, lo tendió hacia delante y diciendo con acento monótono y oriental: “No,
Mao, no va a la guerra. Mao se irá para América”, le descerrajó un tiro en plena frente
al malandrín”[27] .

Este acontecimiento le da libertad a Mao para engañar, robar, matar y comercializar


droga. Carga unos dados en el barco que venía, hace dinero para llegar a Lima y
comprar un local. Se establecía en América para cobrar su desquite:

“Se vengaba de la humanidad que, según él, lo había engañado.

Vendía cocaína.

Compraba y vendía “chicas” para los lenocinios de Lima y Callao.


Arrendaba pistoleros.

Disfrazaba su verdadera actividad vendiendo comida, refrescos y golosinas”[28].

Pero Mao vuelve a creer no en la humanidad, sino en el hombre. Toño se convierte en


ese hombre que vuelve a inculcarle la fe, incluso lo llama hijo:

“Hijo.

Eso era yo para Mao”[29] .

Incluso sin proponérselo casi salva a Toño de esta vida marginal. Le encarga la atención
de las mesas del local, luego le compra las herramientas para lustrar zapatos, agranda su
local, agrega revistas y cuando Toño creía que podía trabajar en esto, ganar dinero
independizarse e incluirse a la sociedad, Mao lo “ascendió a distribuidor de
cocaína”[30].

Y Toño vuelva a su antigua vida, vuelve al roce del mundo del hampa:

“Únicamente que mi vida volvía al cause oscuro del que había estado a punto de salir. Y
si Mao me dio ese puesto y esa labor, no lo hizo con el objeto de perjudicarme. Ganaba
mucho. Empecé a rozarme con al flor y nata del hampa limeña”[31].

Pero Toño ya no es el mismo, la vida en la ciudad, su relación con el chino le enseñan


que un hombre es lo que es, sin importar lo que le haya sucedido y siempre quedará la
esperanza:

“Mao murió matando: como fue su vida toda.

Pudo matarlo todo y no morir él.

Pero prefirió que vivera la Esperanza.

Supo elegir: era Hombre”[32].

Incluso la muerte de Mao lo deja peor que cuando llega a Perú, ya no tenía cuatro
nombres como en El Río, sino que ahora era un anónimo, sin saber hacia dónde va y
queriendo olvidar su pasado, así con casi 21 años viaja a Colombia:
“¿Quién era?

El “Hijo de Mao”

¿Adónde iba?

No lo sabía.

¿De dónde venía?

Quería olvidarlo.

¿Cómo se llamaba?

¿Qué importancia tiene un nombre en la vida de un hombre?”[33]

Bibliografía:

Carrasco, Iván. Literatura chilena: canonización e identidades. Estud. filol. 2005, n.40,
pp. 29-48.

Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile.

Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago de


Chile.

González Becker, Marina. La metanarración en la autobiografía. Rev. signos,


Valparaíso, v. 32, n. 45-46, 1999.

León, Gonzalo. “Cuando El Río Suena Alfredo Gómez Morel”.En Revista Escáner
Cultural, N 53, 2003

Ramírez de Ramírez, F. “El testimonio venezolano. Una puesta al día”. En Argos, N`


17, 1993, PP 71-83.

[1] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile. P. 11.
[2] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 15.

[3] Ramírez de Ramírez, F. “El testimonio venezolano. Una puesta al día”. En Argos, N`
17, 1993, PP 71-83.

[4] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile.P. 146.

[5] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile. P. 146.

[6] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile. P. 140.

[7] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile. P. 294.

[8] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile. P. 295.

[9] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 132.

[10] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 50

[11] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 50

[12] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 51

[13] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 51

[14] León, Gonzalo. “Cuando El Río Suena Alfredo Gómez Morel”.En Revista Escáner
Cultural , N 53, 2003

[15] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 117

[16] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 138

[17] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 138

[18] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 137

[19] Gómez Morel, Alfredo. El Río. Editorial orbe, 1969. Santiago de Chile. P. 33.

[20] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 48.
[21] González Becker, Marina. La metanarración en la autobiografía. Rev. signos,
Valparaíso, v. 32, n. 45-46, 1999.

[22] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 121.

[23] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 122.

[24] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 134.

[25] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 44.

[26] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 44.

[27] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 45.

[28] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 45.

[29] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 134.

[30] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 55.

[31] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 55.

[32] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 142.

[33] Gómez Morel, Alfredo. La Ciudad. Editorial Librería Renacimiento, 1963. Santiago
de Chile. P. 143.

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