Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contenciosoadministrativo Federal,
sila IV (CNFedContenciosoadministralivo)(SalaIY)
Fecha: 30/04/1986
Partes: Padilla, Miguel y otros c. Gobierno nacional -Ministerio de Educación y
Justicia
Publicado en: LA LEY 1986-D. 316
SUMARIOS:
1. La tutela de la matrícula constituye uno de los
medios para controlar que las profesiones
liberales sean ejercidas por quienes están
habilitados para ejercerlas.
2. La ley 23.187 (ADLA, XLV-C, 2006). que
crea el Colegio Público de Abogados de la
Capital Federal no se opone a ninguna garantía
constitucional, siendo sólo el ejercicio de un
adecuado control de la profesión.
3. La colegiación obligatoria (imperativa),
resulta de la facultad de controlar la matricida,
esto es de las facultades administrativas del
colegio, o sea de aquella actividad regida por el
derecho público.
4. El contralor superior del ejercicio de las
profesiones, siempre que no se menoscabe el
carácter particular y privado de ellas, que es su
esencia y de la esencia de un sano orden social,
es indispensable. Más aún en el caso de la
abogacía que está enraizada con la función de la
justicia que es esencial para la propia existencia
del Estado.
5. El tribunal a crearse por la ley 23.187
(ADLA. XLV-C, 2006), que es de ética, tiene
competencia en todos los actos que alejan al
abogado de un ejercicio regular de su profesión.
No es un tribunal de derecho, sino de conducta,
por lo que la "irregularidad” de la conducta será
juzgada de acuerdo con lo que es normal en el
momento y lugar.
6. La matriculación establecida por la ley
23.187 (ADLA. XLV-C. 2006), no tiene
relación alguna con cuestiones de índole social,
gremial, previsional, etc., sólo se refiere a un
control adecuado de los que abogan.
7. El Tribunal de Etica y las facultades
disciplinarias ante el mal ejercicio de la
profesión establecido por la ley 23.187 (ADLA,
XLV-C. 2006), no es en manera alguna
inconstitucional.
8. El ejercicio eventual por parte del Colegio
Público de Abogados de la Capital Federal de
¡as facultades acordadas en los incs."c", "e", "f’
y V i d art 20 y "k" del art. 21 de la ley
23.187 {ADLA, XLV-C, 2006), no pueden serle
atribuidas a la parte actora, ni obligarla. (Del
voto en disiásiQa parcial del doctor Galli).
9. El derecho fijo establecido por el art. 51, inc.
d), de la ley 23 187 (ADLA. XLV-C, 2006), que
da nacimiento a la abtígactón de pago no tiene
relación directa coa la actividad del colegio sino
con el inicio efe sin ja km : se ta ta de un tributo
de competencia « d a i v a y excluyeme del
Congreso Nacional y atraqoe se admitiera
delegación de ley, que la pernála, ea el caso, es
inconstitucional, pues l a oaÉádh la fijación de
la alícuota, elemento esencia! dd tributo.
10. El régimen de colegiados áe los abogados
no vulnera la libertad de asodaise.
TEXTO COMPLETO:
2a Instancia. - Buenos Aires, abril 30 de 1986.
¿Se ajusta a derecho la sentencia apelada“1
El doctor Hutchinson dijo:
1) A fs. 167/170 el juez de primera instancia,
hizo lugar a la acción de amparo inténtate por
los actores y declaró la inconstitucionaiidad de
la ley 23.187 por conculcar el derecho a
asociarse libremente, en lo que hace al voto
obligatorio (arts. 24. 27 y 30), aportes (53)
obligación de aceptar su representación por la
entidad (art. 20, inc. ”c") etcétera.
Las costas las impuso a la vencida.
2) A 6. 181/188 el apoderado del Ministerio de
Educación y Justicia apela el pronunciamiento
antes mencionado.
En el escrito sostiene que el a quo en unos
pocos considerandos ha declarado la
inconstitucionaiidad de una ley sancionada por
tnás de doscientos diputados y cuarenta
senadores, luego de estudios en las respectivas
comisiones y de largos y fimdados debates en el
seno de cada Cámara. A ello agrega que dicha
ley es una regulación similar a aquéllas de la
mayoría de las provincias argentinas y que se
encuentra de acuerdo con jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia, contando con el
beneplácito de la mayoría de los abogados del
foro local, salvo algunos casos aislados.
Afirma que lo que la ley trata es de la
obligación de los abogados a matricularse,
obligación que existía con anterioridad, pero
que debía cumplirse en una oficina del Estado,
en tanto que por la ley impugnada la atribución
ha quedado en manos de los propios abogados.
Se remite a doctrina de la Corte Suprema de
Justicia que menciona.
A fs. 194/206 los actores contestan el traslado
conferido, haciendo un pormenorizado análisis
de las discusiones parlamentarias de la ley
tratando de distinguir el campo de las facultades
de policía estatales en relación a la profesión de
abogado y la libertad de asociación y de trabajar
de los profesionales.
3) Esta sala ha decidido ya las dos cuestiones
que en autos se intenta distinguir la
constitucionalidad de la "matriculación" (causa
10.681 "Del Azar" del 28/2/86) y la no
conculcación -en el análisis de las normas de la
ley*, de esa matriculación obligatoria en un
colegio profesional con la mentada "libertad de
asociación" (causa 10.238 "Ferrari, Alejandro
M." del 25/9/85 -Rev. LA LEY, t. 1985-E. p.
352-).
4) En esta causa no se discute la
constitucionalidad de la matriculación pero cabe
abordar primeramente este tópico por la
implicancia que ella tiene en el segundo que
aquí, como en la causa "Ferrari" ciL se
cuestiona
5) Como dije en "Del Azar. Suaya" cit. "la
cuestión, aunque parezca redundante, requiere
tomar el término 'abogado' en su exacta
acepción: aquel perito en derecho que se dedica
a defender en juicio, por escrito o de palabra,
los derechos e intereses de los litigantes y
también a dar dictamen sobre las cuestiones o
puntos legales que se le consulten (Dicc. Real
Academia). El vocablo proviene del latín:
’advocatus’ que deriva de 'ad vocare'
(defender)".
"El tema, pues, trata sobre el abogado de
actuación tribunalicia. aquel que se presenta en
pleito firmando escrito, concurriendo a las
audiencias, con oficina abierta al público, etc.
Es decir aquel que 'aboga'. Cabe acotar aquí que
cuando el abogado ejerce su profesión en el
pleito no está ejerciendo simplemente su
derecho a trabajar -como otro profesional- sino
que ejerce una función pública como auxiliar de
la justicia, asegurando, además, a su cliente el
principio cardinal de la defensa en juicio -
derecho fundamental y básico-".
6) "Por ello la exigencia de una reglamentación
para esa actividad parece obvia. Mediante el
'poder de policía' el Estado reglamenta el
ejercicio de la profesión (arts. 14, 28 y concs..
Constitución Nacional) y lo hace en una manera
'justa y razonable' exigiendo la matriculación de
aquel que quiere ejercer la profesión.
Matriculación que se requiere desde los albores
de nuestra Nación, que no ha sido cuestionada
en su momento por los aquí actores, y que el
Estado consideró necesaria para el control de la
fimción que cumple el abogado y, que como
dijéramos anteriormente, exorbita el solo
derecho a trabajar".
"Esta inatricuiación no tiene relación alguna con
cuestiones de índole social, gremial, previsional,
etc. sólo se refiere a un control adecuado de los
que abogan. Cierto es que distinguida doctrina
considera que es suficiente tutela la que de por
sí ejercen los jueces en el proceso, pero el
Estado no lo ha considerado así. Sin desconocer
el poder que los jueces ejercen en el proceso
respecto de los abogados, lo cierto es que el
Estado, aparte de este control, creyó necesario
la necesidad de la matriculación y la tutela que
de la misma deriva, a fin de que el ejercicio de
la profesión de abogado se mantenga dentro de
límites regulares".
7) "Este requisito en modo alguno se ha
demostrado que sea irrazonable, antes bien por
el contrario, por la finalidad que persigue la
profesión de abogado, la reglamentación del
ejercicio de la misma no puede ser medida con
la misma vara que la reglamentación del
ejercicio de cualquier otra profesión liberal, y
sin embargo, no se lia avanzado más allá que en
las otras, sólo se exige la matriculación en un
registro".
Así como existe el derecho a circular por todo el
territorio y. sin embargo se exige un registro
que habilita para conducir automóviles, así
también, -guardando las distancias- si bien
existe el derecho a trabajar y a ejercer toda
profesión, se exige la inscripción
correspondiente para poder abogar.
8) "Esta matriculación y el control de la
profesión correspondiente era ejercida por un
órgano del propio Estado -en este caso la Corte
Suprema de Justicia-, Hasta ei día antes de la
promulgación de la ley que se cuestiona, los
abogados se encontraban matriculados ante
aquélla. Esta matriculación era llevada por un
organismo oficial en el cual se 'registraban' los
abogados que, de esa manera, quedaban
habilitados para ejercer. A partir de la ley
23.187 esa matriculación la Ueva un organismo
no estatal. Pero no por ello ningún abogado de
la Capital pertenecerá a un grupo al cual no
perteneciera antes, sino que continuará
perteneciendo al mismo grupo al que accedió
con su matriculación -maguer los fallecimientos
e incorporaciones propias que ocurren por el
propio devenir biológico".
''Es decir que había un 'foro', integrado por los
abogados habilitados para ejercer, preexistente,
que sigue subsistiendo. No hay. pues, una
'asociación' distinta a la que existía entre el
grupo anteriormente matriculado. Lo único que
se hizo fue crear una entidad hasta entonces
inexistente a la que se le traspasó ’la matrícula’
(el registro). No hay, por ahora, un tipo de
asociación formada por un conjunto de
voluntades coincidentes en obtener un
mejoramiento de clase o de condiciona
laborales, en robustecer los intereses de la
categoría frente a otros iaiereses opuestos®.
"No hay así ’asociación obligatoria' alguna -sea
asociación pública o privada- sólo hay una
matriculación común, cuyo control es llevado
por un organismo no estatal formado por los
propios abogados. Nada se opone, pues, a la
facultad de asociarse o no asociarse".
"Lo que en el caso el Estado lia hecho es valerse
de una entidad intermedia, creada al efecto, para
que cumpla con la función de vigilar y controlar
el ejercicio profesional. La elección, por parte
del Estado para que este colegio realice una
actividad que le es propia, no es sino una
alternativa organizatoria: frente a una gestión
burocrática pura y simple, que en el caso
realizaba, opta por aprovechar estructuras ajenas
que le liberen del montaje y sostenimiento de
unos servicios propios".
"El contralor superior del ejercicio de las
profesiones, siempre que no se menoscabe el
carácter particular y privado de ellas, que es su
esencia, y de la esencia de un sano orden social,
es indispensable. Más aún en el caso de la
abogacía que está enraizada con la función de la
Justicia que es esencial para la propia existencia
del Estado. Y es que como decia Bielsa ('La
abogacía', p. 64. 3a ed., Ed. Abeledo Perrot,
Buenos Aires 1960), 'las razones que se tuvieron
presentes para la institución de la abogacía, no
pueden ser más elevadas y justificadas, una
necesidad de orden jurídico y moral, sobre todo,
impuso el reconocimiento de esa institución.
Los consejeros de Alfonso el Sabio, maestros de
derecho, influyeron no poco en esta
organización legal de la abogacía...'".
"La presencia del abogado indispensable para la
realización regular del derecho es un hecho que
por conocido no requiere demostración ('el
oficio de los abogados es muy útil para la mejor
decisión de los pleitos...' -preámbulo del título
6o. partida 39-). Siendo, pues, la función de!
abogado auxiliar a la justicia, por ello la
conducta del abogado trasciende los límite del
proceso y el ámbito del tribunal".
10) "De allí que existe una facultad indiscutible
del Estado para reglamentar el ejercicio de esta
noble profesión -facultad o 'poder de policía
para los más clásicos- para no poner en peh^ro
la seguridad, la moral, el orden pubhxi»
etcétera.
"Poá© el Estado exigir la matrkalacáóai pasa
M riiüar d geirsc» de la pcfesaa. podo
también 'delegar1 esa íaaciáa y taaie pedo
hacerte es sisa mtiásd espedatraeoie oreada al
efecto, c w podo valerse deí afgana
'asociación’ ya existente para cumplir tal fin -
siempre que ésta aceptara-. Ea este ú lt» » caso,
claro está, esta institución -con» la mayoría de
los 'colegios' profesionales- realizaría una doble
actividad: la administrativa -matriculación y sus
consecuencias- y la gremial -defensa y
representación de los intereses del grupo-. En
este caso sí, además de la matriculación habría
habido una asociación, por lo que aquí podría
entrar en colisión con el art. 14 de la
Constitución".
11) Tal como se lo regula en la ley, nada hay
que se oponga a garantía alguna constitucional,
desde el momento en que ni se afecta el derecho
a trabajar -los actores ni siquiera tienen que
matricularse nuevamente, desde el momento en
que todo el registro, en el que se hallan
incluidos, pasa a manos del colegio- ni se afecta
derecho de asociarse alguno, toda vez que no se
crea asociación alguna con otros miembros que
no existiera ya.
12) "Como ya se ha dicho, la tutela de la
matrícula constituye uno de los medios para
controlar que las profesiones liberales sean
ejercidas por quienes estén habilitados para
ejercerlas, y antes de esta ley, la matriculación -
en el caso de los abogados de la Capital- era
fiscalizada por el Poder Judicial".
"Existiendo dos posibilidades de ejercer dicho
control: por un órgano estatal o por un ente no
estatal constituido por los miembros de una
misma profesión, la ley optó por el segundo.
Ello evita la injerencia estatal inmediata y
directa con la consiguiente hipertrofia de la
burocracia. Parece que hace más a la esencia de
la filosofía liberal de nuestra Constitución que
el Estado se achique y que sea la propia
sociedad la que recupere la gestión de sus
asuntos".
13) "Conviene no confundir el interés de la
categoría profesional con el interés público. Una
cosa es que el Estado regule la constitución y
funcionamiento del ente, asegure su control
mediante la concesión de personalidad jurídica
y un Estatuto que le conceda poder sobre sus
miembros, y otra muy distinta que haga suyos -
que asuma- los intereses del grupo en cuanto tal.
Estos últimos intereses no son públicos -
estatales y generales, sino privados, aunque
colectivos, o si se quiere, público-sociales- su
titularidad no está atribuida al Estado sino a un
grupo social organizado en forma pública como
colegio".
"A través de lo dicho es factible distinguir
distintas zonas de actividades de estos colegios.
Existen asi aquellos intereses profesionales que
requieren apoyo e interconexión con el Estado
los que necesitan la existencia de una cohesión
mínima del grupo: intereses que, además, no
son indiferentes al ciudadano común".
"Tenemos así, en estos intereses que hacen al
bien común, las relaciones con el Estado, las
actividades dirigidas a conseguir una mínima
cohesión del grupo y aquellas que repercuten en
los intereses de los ciudadanos. Todas ellas
relacionadas con la matricula, su fiscalización,
las potestades disciplinarias, lo atinente a la
ética y a combatir la intrusión".
14) "Los colegios profesionales tienen así un
papel frente al Estado y la sociedad y otro fíente
a la profesión y en virtud de este última, ejercen
potestades que van a repercutir en las personas
privadas (clientes) atendidas por los
profesionales".
La colegiación obligatoria (imperativa) resulta
de la facultad de controlar la matrícula, esto es
de las facultades administrativas del colegio, o
sea de aquella actividad regida por el derecho
público.
15) En relación al Tribunal de Etica y a las
facultades disciplinarias ante el mal ejercicio de
la profesión, la solución legal no es en manera
alguna inconstitucional. Sin desconocer el poder
disciplinario de los jueces sobre los abogados en
el proceso, el tribunal a crearse, que es de ética,
tiene competencia en todos los actos que alejan
al abogado de un ejercicio regular de su
profesión. Este no es tribunal de derecho sino de
conducta, por lo que la "irregularidad" de la
conducta será juzgada de acuerdo con lo que es
normal en el momento y lugar.
No podía dársele a un órgano judicial
competencia para estas cuestiones, toda vez que
éstos conocen y deciden en todas las causas que
versen sobre puntos regidos por la Constitución
y por leyes de la Nación; esto quiere decir que
no pueden entender más que en cuestiones
donde se debatan materias jurídicas, en otras
palabras, en las que se controvierte el derecho.
En alguna oportunidad -ley 22.192- se creó un
Tribunal de Etica cuyos miembros eran
designados por la Corte Suprema En este el
Tribunal de Etica estará formado por miembros
matriculados en el colegio público. Ambas son
soluciones posibles dentro de nuestro
ordenamiento legal. No cabe al tribunal juzgar
sobré la conveniencia de Uno u otro sistema Lo
cierto es que el de la ley que analizamos no se
opone a ninguna garantía constitucional, siendo
sólo el ejercicio de un adecuado control de la
profesión.
16) Cabe, como se hiciera en el caso "Ferrari"
citado, analizar si existe norma alguna de la ley
que no obstante lo dicho, en cuanto al alcance
de la matriculación, implique alguna
"asociación" o "agremiación" que exorbita el
agrupamiento derivado de la matriculación.
El capítulo I del título I de la ley 23.187 se
refiere a los requisitos para el ejercicio
profesional; ello, sin duda hace a la función
específica para la que fue creado el colegio. En
el capítulo 11 se tratan los deberes y derechos
del abogado. Si bien sólo algunos se relacionan
con el ente creado (así. art. 6o, incs. "b”. "c" y
"d"), ya que las demás normas tienen existencia
propia, con o sin colegio, (ej. arts. 5o. 6o, incs.
"a" y " f. etc.) ellas hacen a aspectos de la
profesión relacionados con el interés público. El
título II y el captado I del título III hace
estrictamente a aspectos relacionados con la
matriculación de los abogados.
El capitulo III. del título III se refiere a la
constitución de los órganos del colegio; el título
IV a los poderes disciplinarios de éste, el título
V al patrimonio y el VII al régimen electoral.
Como el fin esencial del colegio es lo atinente al
régimen de control del ejercicio profesional, a
través de la tutela de la matriculación. todo ello
se refiere a este régimen cuya constitucionalidad
fue analizada.
Efectúo este análisis pormenorizado por cuanto
los actores lo relacionan en general con la
imperatividad de su "asociación", en aquellos
aspectos no relacionados con la matriculadón y
su control.
17) Nos queda, pues, por analizar el capitulo II.
del título III que es, entiendo, el meollo de la
cuestión. De las normas contenidas en el
mismo, no cabe dudar que los arts. 20, incs. "a*.
•V y "g" y 21, incs. "a", "b", "cn, "d", "e", **h" y
"j" hacen a la función especifica del colegio a
que nos hemos referido anteriormente: la
matriculación y su control. El inc. "d" del art. 20
hace a la relación con los dientes carentes de
recursos (patrocinio gratuito) y el "e" se refiere
a la contribución que, como cualquier
ciudadano, puede efectuar el colegio -o
cualquier otra asociación de abogados- para el
mejoramiento de la justicia señalando las
deficiencias e irregularidades. Esto último no
hace sólo a un interés estrictamente sectorial,
sino que trasciende a él e involucra
conjuntamente el interés general. Tampoco estas
dos cuestiones hacen a lo discutido en el "sub
lite”.
Los fines públicos del colegio traen consigo, por
necesidad, la adjudicación correlativa de los
medios idóneos para llevarlo a cabo, bajo la
condición de que los que se usen sean
razonables y compatibles con aquéllos, es decir,
mientras no se le asignen facultades abusivas o
impropias de su carácter de contralor de la
matricula.
18) Al derecho de asociarse con fines útiles
corresponde, sin duda, la libertad de no
asociarse. Pero tanto aquel derecho como esta
libertad, se refieren a situaciones distintas al
tema de autos. El régimen de colegiación no
vulnera la libertad de asociarse según como se
lia analizado, esta libertad sólo se vería
vulnerada por aquellas relaciones que escapan a
los fines públicos de la matriculación. No está,
pues, en juego el deber de entrar en una
estructura social cuya constitución el Estado ha
realizado por razones de orden, sino de aquellas
cuestiones que hacen esencialmente a la persona
y a sus derechos fuera de la colegiación o
matriculación, situación que ya poseía el actor
antes de ahora.
Los incisos que hemos mencionado como
sujetos a la discusión en el "sub lite", podrían no
haberse incorporado a la normativa y el colegio
podría cumplir sus funciones específicas propias
sin menoscabo alguno. Es decir que quizá
podría argumentarse que son normas
inoportunas, pero el juzgamiento de esta
eventualidad está vedado a los jueces. La
pregunta es: ¿son estas normas
inconstitucionales por violar el derecho a no
asociarse?.
19) La defensa a los miembros del colegio para
asegurarles el libre ejercicio de la profesión
conforme a las leyes, velar por la dignidad y el
decoro profesional de los abogados art. 20, inc.
®c* está íntimamente ligado a la matriculación y
al gerrido de la profesión. Aquel que lleva la
aatrieafca. qne habilita para ejercer la profesión,
que cobra por ello, debe también proveer lo
necesario para preservar dicho ejercicio. Por
supuesto seria mu cuestión gremial la defensa
de ciertos intereses, por ejemplo lo referente a
honorarios, desgaabhaes, etc. Por lo tanto las
cuestiones que puedes « star les principios
constitucionales surgirán es el momento en que
esa defensa sea ejercida, fe cual implica una
situación coyuntura! im&osfitMs. de realizar en
esta oportunidad. Asiiaiaao, cáse decir que se
descuenta que así como existe la fenrftari del
colegio de defender a sus wkzBámm,. existen
también el derecho del matriculado a <pe no se
lo defienda.
El afianzamiento de la armonía eatre ios
abogados es un fin común a cualquier
organización, incapaz de causar agravio alguno.
Por cierto que, tanto en uno como en otro caso,
la cuestión estará en la forma en que se defienda
o se afianza la armonía de los miembros, pero
ello será, en sucaso, motivo de agravio
oportuno.
20) En cuanto a la evacuación de las consultas
que le sean requeridas referentes a la
designación de magistrados, es una facultad que
parece relacionada con los poderes
disciplinarios. Si el propuesto como magistrado
es un matriculado del colegio pareee lógico que
se le cousulte acerca de si lia sido objeto de
sanciones o no. Podría aun suponerse, que la
consulta no esté relacionada con dichas
circunstancia pero de todos modos no parece
inconveniente que se intente -ya que es
facultativo- consultar al colegio, como a otras
asociaciones de derecho acerca del magistrado a
proponerse. Que pueden surgir problemas con
motivo de estas consultas es algo hipotético que
uo puede ser juzgado aquí y que. además, no
hace a esta facultad sino a un indebido ejercicio
de la misma.
21) Una inflexión similar puede hacerse con el
art. 20, inc. "h". La colaboración con los
poderes públicos en la elaboración de la
legislación en general es una fruición que no
puede soslayar ninguna entidad de las
reconocidas legalmente. Dicha colaboración es
un derecho de cada habitante desde el momento
en que "no delibera ni gobierna sino por medio
de sus representantes..." (art. 22, Constitución
Nacional.). Se inserta este derecho en lo
establecido por el art. 33, siendo un correlativo
lógico del derecho de peticionar (art. 14,
Constitución Nacional). Si cualquier particular
puede "colaborar" presentando un proyecto en
la mesa de entradas del Congreso, no podría
negarse a una entidad como la creada por la ley
23.187 tal facultad, máxime si la legislación
hace al ejercicio de la profesión o a las
incumbencias de la misma.
Nuevamente aquí debemos destacar que esta
cláusula es inocua y no genera agravios. Estos
podrían producirse a partir de la colaboración de
la entidad en la elaboración de la legislación que
pueda afectar las creencias religiosas, políticas,
sociales, etc. de alguno de sus miembros -
aunque sean minoría- y siempre que se haga a
nombre de ellos. Pero una vez más nos
encontrarnos ante una situación conjetural,
insuscepüble de ser justiciables en esta
oportunidad. No podría coartarse aquella
facultad en aras de un hipotético mal empleo.
22) Igual consideración puede hacerse respecto
del art. 21, inc. "f\ La cooperación en los
planes de estudio o académicos que hacen a la
profesión cuya matrícula tiene a su cargo el
colegio, tiene vinculación, sin duda alguna, con
la jerarquización de la profesión que controla.
23) Nos queda, el art. 21. inc. "k" donde se
faculta al colegio para solicitar el
enjuiciamiento de magistrados siempre que en
la decisión concurra al voto de los 2/3 de los
integrantes del Consejo Directivo. Cierto es que
esta norma es redundante, desde el momento en
que cualquier ciudadano puede pedir juicio
político. Pero si esto es así no aparece agravio
alguno para los miembros del colegio por el
hecho de que las 2/3 partes de su Consejo
Directivo soliciten el juicio político,
demostrando las irregularidades y deficiencias
en el desempeño de la función judicial.
Situación ésta que corresponde a la legislatura
analizar.
24) En lo que hace al voto, cuestión no discutida
en "Ferrari", cabría analizarlo desde dos puntos
de vista: a) como facultad o derecho de cada
uno de los miembros, es decir como ejercicio de
un derecho emanado de los principios
democráticos y republicanos y b) como carga u
obligación.
Desde aquella óptica, la cuestión sólo queda
reservada al compromiso de cada cual con
aquellos principios, y por tanto vedado a los
jueces su resolución, desde esta última,
debemos decir que en cuanto constituiría una
carga pública, habría violación constitucional,
pero tal como aparece en la ley. no se
contemplan sanciones en caso de
incumplimiento con dicha obligación, por lo
que pierde virtualidad su consideración.
25) Respecto a los aportes cabe señalar: a) La
cuota de inscripción y anual, aparece como una
"patente" para el ejercicio de la profesión, con la
cual se sostiene al ente encargado de la
matrícula. Parece válida esta solución, desde el
momento en que los que se ven favorecidos con
el control de la matrícula, evitando la intrusión,
abonen el sostenimiento de esa función. Todo
ello claro está, en la medida que el ejercicio de
esta facultad de fijación no se ejerza
irrazonablemente.
b) Distinta es la situación en lo que hace al
denominado derecho fijo. El hecho que dé
nacimiento a la obligación de pago no tiene
relación directa con la actividad del colegio sino
con el inicio de un juicio tratándose de un
tributo que es de competencia exclusiva y
excluyente del Congreso Nacional y aunque se
admitiera la delegación, la ley que la permite, en
el caso, ha omitido la fijación de la alícuota,
elemento esencial del tributo. No hay, pues,
limitación alguna, desde que no tiene ese
carácter al establecer que se fijará un porcentaje
de la tasa correspondiente a juicios de monto
indeterminado.
Siendo así debe declararse esa cláusula
inconstitucional.
26) Todas estas finalidades, deberes y
facultades, no son requisitos sustanciales
referentes al control del ejercicio profesional.
Pero aceptada la colegiación, estas normas
aparecen con una cierta relación con los fines
esenciales del colegio, orientadas a lograr una
cierta cohesión en la materia a su cargo. Son
reglas establecidas en base a aquella
colegiación, apareciendo como prudentes y
razonables en relación al aspecto profesional
que se relaciona con el interés público o
general, más allá del interés "estrictamente
gremial" de los asociados, en cuyo caso cabría
el cuestionamiento. No llevan, pues, a la
destrucción del derecho a agremiarse o
asociarse con fines estrictamente privados o a
aspectos no públicos de la profesión, sino que
están en armonía con las exigencias de la
colegiación y contribuyen a dicho objeto.
Creemos que no se puede disociar y desarraigar
ésta de las restantes connotaciones de índole
social, cultural, etc., aspectos que son
integrativos de la profesión.
Dije ya que algunas de estas facultades podrían
muy bien no existir sin que afectara el control
del ejercicio profesional, pero ello tiene relación
con la forma en que lia de llevarse ese control.
El mismo puede ser espartano y limitarse a la
confección de un libro, donde sólo se asientan
los nombres de los matriculados, o puede ser
más completo y abarcar la jerarquización de la
profesión, su defensa, la potestad disciplinaria,
el problema de las incumbencias, etc., como
sucede también en otras profesiones; facultades
éstas que han sido admitidas por la
jurisprudencia (Fallos, t. 65, p. 58; L 97, p. 367;
L 115, ps. 82 v 343; t. 117, p. 432; L 145, p. 47.
t. 164, p. 133;’t. 197, p. 569; 1 199, p. 202 -Rep,
LA LEY, t. V, p. 249, sum. 61; Rev LA LEY. t
35, p. 656- por no citar sino a los más antiguosK
27) No se le impone a los actores la consatucion
de una agrupación distinta a aquella a que se
incorporo por el seto becfe© de iascrftirse en la
matrícul- > ejercer en el foro de la Capital su
profesión -facultad legal que no cuestionó al
matricularse-, formalizándose dicha comunidad
a través de una normativa que hace a la
disciplina y el mejor resguardo moral del
ejercicio de la profesión en dicho fuero.
Quedan, por lo demás, los abogados en la
facultad de constituir con fines lícitos las
asociaciones con fines privados que desean, y
asociarse a ellas o no hacerlo. También pueden
éstas realizar aquellas actividades que hemos
analizado como cuestionables (colaborar en la
legislación, pedir el juicio político de algún
magistrado, cooperar en los planes de estudio
etcétera).
Con lo dicho, no cabe dudar que ciertas
facultades otorgadas por la ley se relacionan
tanto con los fines privados como con los
públicos de la profesión, pues no existe un claro
deslinde de ciertas actividades. Pero tal como
están redactadas las normas en cuestión no
aparecen como algo ajeno al fin esencial de la
colegiación, y si es así. por ende, se legisló sin
tener en mira el interés privado -agremiación,
asociación-. Esta, entendiendo es la
interpretación correcta, no sólo porque debe
prevalecer aquella interpretación que tienda a la
constitucionalidad de las leyes (Fallos, t 255, p.
192; t. 261. p. 89; t. 262, p. 41; t. 263. p. 63; t
281. p. 146 -Rep. LA LEY, t. XXIV. p. 907.
sum. 21; Rev. LA LEY, t. 118, p. 201; t. 119, p.
5; t. 122. p. 945. fallo 13.667-S; L 146, p. 687,
fallo 28.856-S-; t. 284, p. 2, entre muchos), sino
porque este propio parlamento poco tiempo ha,
sancionó la ley 23.054 (Convención Americana
sobre Derechos Humanos), que en su art. 16
establece que "todas las personas tienen derecho
a asociarse libremente..." y que "el ejercicio de
tal derecho sólo puede estar sujeto a las
restricciones previstas por la ley que sean
necesarias en una sociedad democrática...". No
puede válidamente pensarse que el misa»
parlamento haya entendido apartarse de dicha
principio de raigambre constitucional, por lo
demás, e inmiscuirse compulsivamente en la
esfera de la asociación privada sin mendóa
expresa en la ley o a i su debate.
28) Con lo opties&t, proponga revocar la
sesteadarecwfiáa.
facultad «fe establecer el defecto fije-, por
enleader qs* Jas m m m q&t mes&kmm ks
xMmsk, c o b fimámmitM te ta s e s , a p&mxa
jKÉifiasdas es t e hechos. por la aecestdad de
saí«¡piafdar ú sutefés püáieo que tev© ea
cuenta el Estado al áeeüir afargar, a la eatidaá
que se crea, ia responsabilidad éd ejercicio de
la profesión de abogado. Son facultades
congruentes con el carácter del fin esencial de la
entidad y están en el ámbito de las atribuciones
que se relacionen con el control otorgado, sin la
destrucción de derecho alguno que exceda los
límites de la inatriculacióu que poseían los
actores al momento de dictarse la ley.
Costas por su orden, atento que los actores
sostienen una posición jurídica firme y
respetable, con fundamento suficiente para
litigar (art. 68. Cód. Procesal).
El doctor Miguens adhiere al voto precedente.
El doctor Galli dijo:
1) En su sentencia de fe. 167/170 el juez de
primera instancia eximió expresamente a los
actores de las cargas que les corresponderían
como miembros del Colegio Público de
Abogados de la Capital Federal "tales como las
del voto obligatorio (arts. 24, 27 y 30), aportes
(art. 53), obligación de aceptar su
representación por la entidad (art. 20, inc. V);
declarando que el ejercicio eventual por parte
del colegio de las facultades otorgadas por los
arts. 20. inc. 'e'. 'f. y 'h' y 21, inc. V de la ley
23.187. no pueden serle atribuido a los
accionantes, ni obligarlos".
2) La cuestión de fondo, queda limitada a la
decisión del juez y a los agravios de la
accionada, por lo que ha de tenerse como
prenrisa de examen de la causa la
constitucionalidad del ejercicio de la matrícula y
de la disciplina profesional por parte del
Colegio Público de Abogados de la Capital
Federal.
El escrito de agravios del Estado resulta difuso
en cuanto al ataque de las distintas cuestiones
resueltas por el a quo, sin embargo como su
argumentación, fundado en el voto mayoritario
de la sentencia "Ferrari, Alejandro M.", tiende a
acreditar la constitucionalidad de todo el
sistema entiendo necesario la consideración de
los distintos aspectos de la sentencia apelada.
3) El sentenciante eximió a los actores de la
obligatoriedad del voto en las elecciones
internas para la constitución de las autoridades
del colegio, haciendo mención a los arts. 24, 27
y 30, que establecen que la elección se efectuará
"por voto directo, secreto y obligatorio de los
matriculados".
Salvo esta última afirmación en ninguna parte
del articulado de la ley se prevé sanción alguna
al incumplimiento de esta pretendida
obligación, por lo que la cuestión -a esta altura
de los acontecimientos- se toma abstracta. Ello
así porque toda obligación para cuyo
incumplimiento no está prevista una sanción, no
es una obligación.
4) También exime el juzgador a los accionantes
de la obligación de realizar aportes al colegio
público, a este respecto adhiero al voto de mi
colega preopinante.
5) Finalmente resta la última declaración
contenida en la sentencia en el sentido de que el
ejercicio eventual por parte del colegio de las
facultades otorgadas en los arts. 20, incs. "c".
"e", " f y "h". y 21. inc. "k" de la ley 23.187 no
pueden serle atribuido a los accionantes, ni
obligarlos.
En ese aspecto, ya sostuvo el sentenciante la
causa "Ferrari. Alejandro M." c. Gobierno
nacional (P. E. N.) s/amparo" el 18 de setiembre
de 1985 -reiterado en la sentencia del 28 de
febrero de 1986 "in re”: "Del Azar Suaya.
Abraham y otros c. Gobierno nacional (P. E. N.)
s/amparo" que no podemos ignorar que el
hombre no sólo tiene derechos en su condición
de tal. sino que frente a sus semejantes y a la
sociedad en su conjunto tiene deberes que nacen
de la necesidad de la creación del ambiente
necesario para que esos derechos puedan ser
ejercidos por todos en un pie de igualdad. Pero
al cumplimiento de esos derechos, salvo
situaciones de emergencia y la imposición de
legítimas cargas sociales que puede imponer el
Estado, deben venir por propia iniciativa de la
persona y no a través de la imposición de la
fuerza, negación del respeto a la persona
humana. Pues la convivencia que se exige entre
los hombres "tiene que realizarse en la libertad,
es decir en el modo que conviene a la dignidad
de los seres llevados, por su misma naturaleza
racional, a asumir la responsabilidad de las
propias acciones" (Ene. "Pacem in terris", núm.
35). Ello así por cuanto "el hombre no es
verdaderamente hombre más que en la medida
en que. dueño de sus acciones y juez de su
valor, se hace el mismo autor de su progreso,
según la naturaleza que le ha sido dada por su
creador y de la cual asume libremente las
posibilidades y las exigencias" (Ene.
"Populorum Progressio", núm. 34).
6) Los fines útiles mencionados en el art 14 de
la Constitución -dije más adelante- no son
sinónimos de lucrativos, sino que se extienden a
toda finalidad que legítimamente pueda
pretender alcanzar el hombre con el auxilio de
otros fines que pueden ser particulares de sus
miembros o extenderse a colaborar en la
obtención del bien común, entendido como la
"suma de condiciones que consienten a los
individuos y a las colectividades alcanzar su
propia perfección más plena y rápidamente...1'
(Concilio Vaticano II. "Gaudium et Spes". núm.
26). Ello, además, en tanto tal consecución del
bien común sea asumida libremente por los
miembros de la asociación, pues faltando la
libertad se resiente la finalidad, en la medida
que la libertad de la persona humana forma
parte integrante de las condiciones necesarias
para alcanzar su plenitud y, por tanto, es la base
de la consecución del bien común.
7) Sobre tal base, y las demás consideraciones
que allí he vertido y a las cuales me remito por
razones de brevedad, propuse hacer lugar a la
acción intentada declarando que el ejercicio
eventual por parte del Colegio Público de
Abogados de la Capital Federal de las
facultades acordadas en los arts. 20, incs. "c",
"e", V y "h" y 21, inc. "k" de la ley 23.187 no
pueden serie atribuidas a la parte adora, ni
obligarla, voto que en este aspecto reproduzco.
8) Párrafo aparte merece la invocación del Pacto
de San José de Costa Rica invocado en su apoyo
por los actores a través de su remisión a la
opinión consultiva OC-5/85 de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos del 13 de
noviembre de 1985.
Ha dicho la Corte Suprema de Justicia que "ni el
art. 31 ni el 100 de la Constitución Nacional
atribuyen prelación o superioridad a los tratados
con las potencias extranjeras respecto de las
leyes válidamente dictadas por el Congreso de
la Nación.
Ambos -leyes y tratados- son igualmente
calificados como 'ley suprema de la Nación’, y
no existe fundamento normativo para acordar
prioridad de rango a ninguno... Respecto de
tratados y leyes rige, en cuanto ambos son
integrantes del ordenamiento jurídico interno de
la República, el principio por el cual las
posteriores derogan a las anteriores. En su
expresión clásica 'leges posteriores priores
contrarias abrogant' ha sido también admitido
como consecuencia necesaria de la igualdad
jerárquica señalada por la doctrina y la
jurisprudencia norteamericana" (Fallos, t. 257,
p. 99 -Rev. LA LEY, L 113, p. 458-; en igual
sentido. Míos, t 277, p. 7).
Siendo la ley 23.187 posterior a la ratificación
del mencionado Pacto por ei Congreso
Nacional, no puede invocarse colisión con las
normas de libertad de asociación allí
reconocidas. apareciendo sólo una
responsabilidad del Estado nacional ante las
demás potencias signatarias por incumplimiento
de lo pactado, sin perjuicio de las acciones que
en dicho tratado se les reconozcan a sus
habitantes.
Por todo ello voto por la confirmación parcial
de la sentencia apelada en cuanto declara
inaplicable a los actores las disposiciones de los
arts. 20, incs. "c'\ "e", T y "h" y 21, inc. "k" de
la ley 23.187, revocándola en lo demás,
debiéndose dejar constancia que resulta
abstracta, a esta altura, toda decisión en relación
a la supuesta obligatoriedad del voto por parte
de los accionantes, así como en relación a la
constitucionalidad de los aportes a exigir a los
matriculados. Las costas por su orden en razón
de las particularidades de la causa.
En virtud del resultado que instruye ei acuerdo
que antecede se revoca la sentencia apelada y se
declara la inconstitucionalidad del art. 51, inc.
"d" de la ley 23.187, con costas por su orden. -
Tomas Hutchinson. - Pedro A. Miguens. -
Guillermo P. Galli. (Sec.: Laura Labarthe).