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FACULTAD DE HUMANIDADES
Licenciatura en Educación Administrativa
“PERSONA Y SOCIEDAD”
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................... 4
1. Objetivos del capitulo .............................................................................................................................. 6
2. ¿Qué temas se aprenderán en este capítulo? ..................................................................................6
3. Desarrollo de contenido ......................................................................................................................... 6
3.1. ¿Quién es el hombre? ...................................................................................................................................... 6
3.2. ¿De dónde viene y adónde va el hombre? ................................................................................7
3.3. Características distintivas del ser humano-corporalidad, inteligencia, voluntad y
afectividad, y sus operaciones propias. ............................................................................................. 7
Capítulo 2. El hombre en sociedad ............................................................................................ 41
1. Objetivos del capítulo ........................................................................................................................... 41
2. ¿Qué temas se aprenderán en este capítulo? ............................................................................... 41
3. Desarrollo de contenido ...................................................................................................................... 41
3.1. ¿Qué significa vivir en sociedad?..............................................................................................................41
b) El individualismo:...........................................................................................................................................43
c) El personalismo comunitario: ...................................................................................................................44
3.2. Reglas de la vida en sociedad que permiten fomentar la armonía entre los hombres, la
concordia entre los pueblos y la paz entre las naciones .................................................................46
a) El lenguaje .........................................................................................................................................................46
b) Los valores.........................................................................................................................................................47
c) Las normas sociales .......................................................................................................................................47
3.3. El papel de la educación en el progreso de las naciones. ...............................................................48
Capítulo 3. Doctrina Social de la Iglesia................................................................................... 49
1. Objetivos del capítulo ........................................................................................................................... 49
2. ¿Qué temas se aprenderán en este capítulo? ............................................................................... 49
3. Desarrollo de contenido ...................................................................................................................... 49
3.1. ¿Cuál es la mirada que posan las instituciones de la sociedad civil sobre esta
cuestión? .................................................................................................................................................... 49
3.2. Los filósofos, las asociaciones, los gremios, los organismos internacionales y las
iglesias reflexionan acerca del devenir de la sociedad............................................................. 53
3.4. El hombre en todas sus dimensiones: personal, familiar, profesional, social y
espiritual. .................................................................................................................................................. 57
Capítulo 4. El trabajo humano..................................................................................................... 63
1. Objetivos del capítulo ........................................................................................................................... 63
2. ¿Qué temas se aprenderán en este capítulo? ............................................................................... 63
3. Desarrollo de contenido ...................................................................................................................... 63
3.1. El hombre que encuentra en el trabajo la satisfacción, el placer y la alegría de la Obra
Bien Hecha, que lo dignifica y lo acerca a su creador. .....................................................................63
a) Motivos Extrínsecos: .....................................................................................................................................64
b) Motivos internos. ............................................................................................................................................65
c) Motivos de mejora personal.......................................................................................................................65
3.2. El gusto por la obra bien hecha es uno de los primeros deberes del educador. ..................65
a) La Obra Bien Hecha .......................................................................................................................................66
b) ¿Qué se consigue a través de la Obra Bien Hecha? ...........................................................................66
c) La O.B.H. es exigente......................................................................................................................................66
d) La obra bien hecha debe estar ..................................................................................................................66
INTRODUCCIÓN
El estudio de la persona humana inició desde la misma existencia del ser humano,
cuando estudió todo aquello que lo rodeaba y descubrió la maravilla del universo, el uso y
manejo de las cosas, el medio ambiente y todo lo que le proveía, hasta el conocimiento de
su propio ser.
El ser que fue descubriendo al paso de los tiempos, fue uno con capacidades y
facultades completamente diferentes a los demás seres vivos, las mismas que le
permitieron interrelacionarse con los demás, vivir en sociedad.
Son ellos quienes nutren el presente documento, Juan Fernando Selles con su libro
Antropología para inconformes, los investigadores Lorda y Álvarez con el libro Antropología
Teológica, Antonio Lucas Marín con el libro Sociología el Estudio de la Realidad Social, José
Ramón Ayllón con el libro En Torno al Hombre, entre otros.
Cada uno de los capítulos contiene un texto que nos introduce al tema y que nos
lleva a la reflexión, incluye un contenido temático y unas lecturas complementarias que
aborda el tema tratado, en muchas ocasiones desde otra perspectiva.
3. Desarrollo de contenido
3o. Libertad moral. Desde este punto de vista se referimos a la dimensión ética y
perfeccionamiento de la persona mediante los hábitos o virtudes morales. Con las
virtudes («hábitos operativos buenos») crece la capacidad operativa de la persona,
mientras que los vicios («hábitos operativos malos») entorpecen la auténtica
realización personal.
A los dos primeros sentidos de libertad se les puede denominar «libertad innata o
nativa» puesto que todos los hombres la poseen por derivarse necesariamente de
la esencia metafísica del hombre. A las dos últimas, por el contrario, se la llama
«libertad adquirida» ya que es una libertad conquistada mediante la
autodeterminación personal.
Así pues, la persona humana es una realidad que posee el ser en sí mismo, y por lo
tanto es principio de sus operaciones, principalmente conocer y amar que son las
operaciones específicamente humanas. El hombre posee unas enormes
posibilidades de perfeccionamiento a través de estas operaciones: puede conocer
cada vez más cosas y, sobre todo, puede cada vez amar más intensamente. Esas
posibilidades no se dan ya perfeccionadas en acto desde un principio, sino que se
deben perfeccionar en el tiempo. A ese proceso de perfeccionamiento algunos
autores lo denominan «realización»; en el hombre es más preciso hablar de
«autorrealización» porque su realización como persona en el plano dinámico-
existencial no procede de un principio extrínseco, o «desde fuera», sino que es una
realización «desde dentro mismo del sujeto». El trozo de mármol se puede
perfeccionar hasta llegar a ser el Moisés de Miguel Ángel, pero su perfeccionamiento
se produce gracias a la acción de un agente externo (el artista). Sin embargo, el
hombre con sus acciones libres se perfecciona a sí mismo (se «auto perfecciona»);
con otras palabras, se convierte en protagonista de su vida, autor de su propia
biografía.
Hay que tener en cuenta que no está asegurado el buen uso de la libertad. En algún
momento se ha hecho mal uso de la libertad. La persona virtuosa es la que posee la
facilidad para obrar bien. En gran medida, obrar bien quiere decir obrar por lo que
la inteligencia le presenta a la persona como bueno, por encima de las inclinaciones
sensibles (o pasiones): un aspecto importante de la libertad moral consiste en la
educación de las tendencias naturales. De manera elemental se puede describir la
libertad moral como la capacidad de querer realmente bienes arduos, difíciles de
conseguir a través de un esfuerzo. En último término sería lo que vulgarmente se
llama «fuerza de voluntad», es decir, no sólo la capacidad de elegir un proyecto vital
(libertad de elección) sino de realizarlo efectivamente: o lo que es lo mismo, la fuerza
moral para llevarlo a cabo. ¿Por qué se llama libertad? Porque para querer
realmente bienes arduos es preciso ser capaz de superar obstáculos e inclinaciones
orientadas a la satisfacción sensible que es agradable. Es libertad porque supone
autodominio y no ser esclavo de esas tendencias.
Lectura complementaria
Persona humana, Educación y Libertad
Licda. Jacqueline Wurmser
Como sabemos, la sociedad de hoy navega dentro del materialismo en todas sus
facetas: la del consumo, la de lo útil, la del placer, la del relativismo. En otras palabras, todo
esto redunda en la evasión de cualquier cosa que signifique esfuerzo. En la barca del aula,
encontramos jóvenes que se escudan y disfrazan en toda suerte de conductas repelentes que
no hacen más que manifestar su profunda inseguridad y vulnerabilidad, pues, en algunos
casos, tanto padres como maestros, no les han enseñado a desarrollar una interioridad fuerte
que les permita enfrentar el duro embate que significa ser comprados y no ser queridos. Es
decir, pienso que muchos estudiantes hoy en Guatemala, están acostumbrados a llevar una
máscara que les asegura un anonimato en el que se resguardan por no sentirse entendidos ni
queridos.
En pocas palabras: la libertad nos constituye como personas, porque ese per se (hacer
por uno mismo) es lo que nos distingue de todo otro ser animado. Detrás de todo acto libre
siempre hay alguien, es decir, todo acto humano es imputable, atribuible a un sujeto
ejecutor. Por tanto, el sujeto que lo realiza debe responder de él. Del mismo modo que la
libertad es el poder de elegir con vistas a una finalidad, la responsabilidad es la aptitud para
dar cuenta de esas elecciones. Libre y responsable son las dos caras de la moneda humana,
y por eso se ha dicho que a la Estatua de la Libertad le falta, para formar pareja ideal, la
Estatua de la Responsabilidad.
Sin entendimiento no hay libertad; sin voluntad, tampoco. Antes de actuar, hay que
pensar –esto es lo que Aristóteles denominó prudencia- y enseñar a pensar es la clave de la
educación para la libertad.
La dignidad de la persona humana se deriva precisamente de ese actuar libre y
responsable. Ahora bien, por dignidad hemos de entender una superioridad que se deriva
de esa naturaleza y todo ello en forma independiente del modo en que una persona actúe.
Se es digno por naturaleza, no por el modo de comportarse. La dignidad de la persona
humana es de su ser, no de su actuar. Es decir, si se compara un hombre que obra
moralmente bien con otro de conducta reprobable, se concluye que “tan persona” es el uno
como el otro, aunque el primero sea “mejor persona”.
Como es sabido, desde los inicios del quehacer filosófico, uno de los más importantes
argumentos ha sido demostrar, por la vía racional, la existencia de Dios. Y el ser humano
puede demostrar, con sólo pensar, que Dios existe. Y, si Dios existe, el ser humano es una
criatura suya. Dicha condición de criatura lo eleva a un destino trascendente que es Dios
mismo.
Ahora bien, si el ser humano es una criatura con una finalidad trascendente, ¿cómo ha
de concebirse el camino que le lleva a ésta? Es decir, ¿cómo debe ser considerada la
educación? Al buscar la referencia etimológica de educación, encontramos varios
significados de los que podemos escoger algunos: conducir y extraer. Si la educación es
conducir, a mi modo de ver hay que conducir a nuestros alumnos hacia su propio fin, es decir
a su propio camino, a su propia felicidad, a su propia plenitud vital, o dicho en términos más
filosóficos, a su propia perfección. Si educar significa “sacar de, extraer”
¿qué hemos de extraer en cada uno de nuestros alumnos? Esto se logra facilitando el
ejercicio recto de sus potencias o facultades superiores: el entendimiento y la voluntad.
Por lo tanto, educar significa ayudar a los alumnos a buscar lo alto, y eso alto son el bien
y la verdad. Al hablar de bien no se refiere a querer el bien una vez, sino una, otra y otra vez,
en buscarlo siempre; por eso es necesario que, a fuerza de buscar, de repetir una y otra vez,
de continuar en el esfuerzo, los alumnos vayan afianzando eso que se llama virtud, la cual se
define como el hábito de hacer el bien. Interesa que los alumnos aprendan a buscar el bien,
viviendo las virtudes. Sólo quiero recordar que las principales - prudencia, justicia, fortaleza
y templanza- no han dejado de ser provechosas ni deben desaparecer del vocabulario y de
la vida de las personas, pues ayudan a que el ser humano alcance la felicidad. Son el modo
de caminar en la felicidad. Como dije antes, educar es conducir y extraer, por lo tanto, educar
es ayudar a desarrollar las propias capacidades en forma integral.
Para realizar una educación integral es de vital importancia que el maestro se adelante,
es decir que “ponga la muestra” que arrastre con su propio ejemplo, y esto se consigue con una
voluntad fuertemente desarrollada, que sea un líder, viviendo él mismo el constante
esfuerzo de superarse. Esto se nota y contagia.
El contagio de un entusiasmo vital a ir hacia arriba se logra sirviendo. Servir significa ser útil
y hacerse útil por una interior disposición de darse a los demás. Hay algunas profesiones en
las cuales el servicio se hace más patente que en otras. No es lo mismo trabajar con un barro
inerte como lo hace el ya aludido alfarero que trabajar con personas. Cuando se trabaja con
personas es más fácil servir y meter el corazón.
Lectura complementaria
La Unidad de la persona humana
Extracto Medicina Pastoral
Miguel Ángel Monge
Corporeidad y espiritualidad
Se ha llamado al hombre, con razón, “un espíritu en el cuerpo”1. Pero el cuerpo no es
entendió como una cárcel o tumba para el espíritu humano, de la que sería preciso escapar,
tal como sostenían los platónicos y pitagóricos. Es visto, más bien, como la realidad material
y sensible que es actualizada por un principio espiritual, que es el alma. Ambas magnitudes
son inseparables. Una vez que se unen, forman una sola sustancia. De ahí que se afirma que
le hombre es un compuesto sustancial de cuerpo y alma (una “unidad sustancial”). El alma
es la fuerza configuradora del cuerpo (” forma corporis”); vivifica y estructura la materia para
que sea un cuerpo humano, y se mezcla y funde tan estrechamente con éste, que sólo
juntos constituyen una existencia.
El alma es aquello “por lo que primeramente vivimos, sentimos, nos movemos y
entendemos”2 Es el principio de todas las operaciones, tanto somáticas como psíquicas y
espirituales, y, en cuanto tal, está en todo el cuerpo y en cada una de sus partes. Una vez
unida al cuerpo ya no hay más que una sola sustancia responsable de todos los actos del
hombre3
Dicho esto, podemos obtener cierta luz sobre las relaciones concretas entre alma y
cuerpo, mente y cerebro. El hecho de que algunos se plantean estas interacciones mutuas
como un problema, indica que, en el fondo, se parte de una concepción dualista. El cerebro
no es materia sólo (mientras pertenece a un ser vivo) ni la mente es algo desencarnado. El
cerebro, como el estómago, están animados por el mismo principio. Por esto se ha llegado
a decir: “Uno piensa y digiere con todo su organismo”. Es como decir: “Es el hombre quien
piensa y digiere. Es la persona la que realiza toda la acción”. No es la inteligencia la que
entiende algo, sino el hombre4.
El cuerpo del hombre goza de una dignidad especial ya que está, junto con el alma,
en estrecha relación con Dios. Los órganos humanos (cerebro, corazón, hígado, etc.) por
tanto, aunque morfológica y bioquímicamente sean parecidos a los de los animales, sin
autodeterminación, sino también la base del propio cuerpo. La estructura de este cuerpo es tal, que le permite
ser el autor de una actividad puramente humana”, p. 2
embargo, mientras pertenecen al hombre vivo, son esencialmente distintos. Se distinguen
por el principio que los vivífica; éste no es un “alma” animal (vegetativa o simplemente
inmaterial), sino un alma humana. Los órganos corporales del hombre no son mera materia,
ya que están sustancialmente unidos a un alma espiritual. Tienen el valor que les da el alma.
Esto no obsta para no perder de vista que lo que da sentido y valor a cada órgano es el todo,
es la persona.
Cuando hablamos del cuerpo humano, hablamos del alma que los estructura e
informa (o formaliza). Cuando hablamos del alma, decimos algo sobre el cuerpo que lo
manifiesta. No es posible separar uno del otro ya que –como hemos visto- cuerpo y alma
no son dos “cosas”, sino más bien dos aspectos recíprocamente implicados de un solo ser real, que
es la persona humana.
10 Cfr. Yepes Stork, R. Las claves del consumismo, Rialp, Madrid 1989 pp. 10-12
Lectura complementaria
La distinción entre las funciones animales y humanas a nivel vegetativo
Antropología Filosófica, Fernando Sellés
Si la vida y alma son equivalentes, las plantas y árboles también tiene un alma. De
manera que llamar “animado” a un bosque no es una metáfora literaria, sino una realidad
básica. Lo que pasa es que se trata de un alma peculiar, muy distinta –por inferior- de la
sensible y, por supuesto, que la humana. La vegetativa está conformada exclusivamente por
tres funciones: nutrición, reproducción celular y desarrollo.
Como es sabido, la vida vegetativa es un movimiento vital que transforma en su propia vida
lo inerte (nutrición), reduplica su propia vida (reproducción celular) y desarrolla su vida
especializándola en determinadas funciones (desarrollo). No es la vida vegetativa una
acción-reacción como los movimientos físicos, tal como se da, por ejemplo, en el impulso
que recibe una pelota de tenis al ser golpeada por la raqueta del jugador, sino una
incorporación de lo externo a sí, transformándolo en su propia vida, y sacando de ello más
vida. Las funciones vegetativas son las que tienen por objeto el mismo cuerpo, siendo éste
vivificado por el alma a través de ellas. Se trata de tres funciones jerárquicamente distintas
vinculadas entre sí, por una neta subordinación de la inferior a la superior.
La primera de las funciones vegetativas, la más baja, es la nutrición, a la que también
se le llama metabolismo. Consiste en asimilar a sí, al propio cuerpo, lo externo posible de
ser asimilado. Por eso no respeta lo otro en su ser, sino que lo cambia amoldándolo en la
medida que puede al modo de ser propio. En efecto, al ser asimilado, lo inorgánico es
trasformado, porque pasa a ser orgánico, vida de la vida del ser vivo. La nutrición transforma
la índole de lo físico. Es decir, para que el alimento se incorpore a la vida del ser vivo debe
dejar de ser la realidad inerte o viva que es. Los compuestos químicos, por ejemplo, del
subsuelo en el que el árbol hunde sus raíces dejan de estar como estaban tras absorberlos,
y pasan a incorporarse a la vida del vegetal: en nuestro cuerpo hay hierro, pero no en las
mismas condiciones que en la realidad física, sino en mejor disposición. Lo que era
meramente inerte ha pasado a ser un movimiento intrínseco: vida. La manzana que come
una muchacha deja de ser la naturaleza vegetal que era para transformare en la propia vida
corpórea de la chica. Sin embargo, no todo se asimila por igual en la nutrición. De lo
contrario la dietética estaría de más. Además, no todo se asimila. Por eso, lo que sobra se
expulsa.
La reproducción es la actividad mediante la cual se reduplica un organismo. Como
los vegetales y animales están cada uno de ellos en función de la especie, la reproducción
es el medio por el cual estos seres vivos perviven en sus especies, es decir, el medio del que
disponen para perpetuarse en el tiempo. A distinción de la nutrición, la reproducción
respeta lo otro como otro, no como alimento para uno. El otro generado no se subordina a
uno, como en el caso del alimento, sino que se respeta su relativa independencia, su vida.
No se trata de la vida aislada, sino por así decir, de una co-vida, y ello tanto en la
reproducción asexuada (celular) como en la sexuada (animal). En efecto, el conjunto de las
células de un organismo no es la sumatoria extrínseca de individuos que nada tenían que
ver entre sí, sino un conjunto unitario interrelacionado ordenadamente según una clara
subordinación de lo inferior a lo superior. La forma vegetativa superior en el organismo vivo
es el sistema nervioso, pero de éste carecen los vegetales. A su vez, lo inferior nace de lo
superior, tiene a éste como a su fin y es gobernado por él. Por su parte, un conjunto de
animales forma su especie, ninguno es ajeno o superior a ella, sino que la especie se reparte
entre los individuos y todos están en función de ella.
Al desarrollo también se le suele llamar con otros nombres: ontogénesis,
crecimiento, etc. El desarrollo o crecimiento es la función central de la vida vegetativa. En
sentido estricto, no consiste en un aumento de tamaño, en ser más alto, grueso, etc. Sino
en la operación que lleva a cabo la distinción orgánica.
CAPÍTULO 5. EL CUERPO HUMANO
EXTRACTO ANTROPOLOGÍA PARA INCONFORMES
Juan Fernando Selles
En esta Parte II del Curso se estudia la naturaleza humana, la vida recibida. Tampoco
esto en lo más importante en el hombre. En efecto, las biografías no se limitan a decir cómo
fueron los rasgos físicos y el contexto espacio temporal del personaje estudiado, sino que
se centran en mayor medida en sus hechos y dichos, y si el historiador es más perspicaz, en
el significado de los mismos, para mejor descubrir de ese modo la personalidad del
protagonista.
De modo similar, lo más importante en antropología no estriba en el estudio de la
corporeidad humana, porque ninguna persona se reduce a su cuerpo, aunque esta tesis sea
un poco sorprendente en una sociedad como la nuestra en que se rinde bastante culto al
cuerpo, y se miden en exceso las cualidades y relaciones humanas en función de él. Con
todo, por tratarse del cuerpo de la persona humana, este tema es digno de atención, pero
no debe perderse de vista que el sentido del cuerpo se entiende si se subordina al sentido
personal, no a la inversa.
1. Cuerpo orgánico
El cuerpo humano vivo, sus funciones y facultades constituyen la naturaleza
humana, la vida recibida; la herencia biológica que debemos a nuestros padres. De ellos no
hemos recibido la persona que somos, a saber, el acto de ser personal, ni tampoco la esencia
humana, es decir, el partido que cada cual saca de sus facultades superiores sin base
orgánica. Señalábamos en el Capítulo 1 de este Curso que la vida no es algo sobreañadido
extrínsecamente al cuerpo orgánico, sino su movimiento intrínseco. Conviene añadir ahora
que la vida es lo que hace que un cuerpo sea precisamente un organismo. Vivificar a un
cuerpo es constituirlo como organismo.
El cuerpo vivo no es tal antes de recibir la vida. Sin ella las realidades físicas no son
cuerpo orgánico, sino materia inerte. Cuerpo con vida es cuerpo orgánico. Los órganos son
los soportes biológicos de las potencias o facultades (de ellas se trata en el Tema 6) de que
está dotado un ser vivo corpóreo (ej. los oídos son los órganos de la facultad auditiva, los
ojos lo son de la visiva, etc.). Tales potencias con soporte orgánico son principios próximos
que ordenan, configuran, informan, una parte del cuerpo, no el cuerpo entero, sino cada
una a su órgano (ej. la facultad auditiva activa a los oídos; la de la vista, a los ojos, etc.). La
vida es el principio remoto unitario que vivifica enteramente al cuerpo. Es, por tanto, el
origen del que dimanan todas las facultades o potencias, que contribuyen a que el cuerpo
sea un organismo. La vida (lo que los antiguos denominaban alma) es, pues, la que ordena
y coordina las distintas facultades y las hace compatibles entre sí. Es curioso que el cuerpo
humano reciba su vida del alma y que “no hay mayor duelo que el del alma y del cuerpo”. Algo
debe de haber ocurrido para que se haya producido un notable desajuste entre ambos;
desorden agudo que, además, al fin de esta vida termina inexorablemente con la ruptura
definitiva.
Los cuerpos orgánicos tienen mayor o menor complejidad dependiendo del mayor
o menor número de potencias o facultades que posean y del tipo de las mismas. Los órganos
son para las facultades; no al revés (ej. el ojo es para la vista, no la vista para el ojo; no se
trata sólo de que veamos porque tengamos ojos, sino de que los ojos son para ver). De
modo semejante, hay que recordar a menudo que el cuerpo es para el alma, y no a la inversa.
De ahí la importancia de seguir el consejo de aquella sentencia castiza: “hoy en la vida, mañana
en la fosa y mortaja; bienaventurado el cuerpo que por su alma trabaja”. No se pueden
comprender, pues, enteramente los órganos desde una perspectiva meramente anatómica,
fisiológica, biologicista, sino que se los entiende bien sólo en atención a las facultades (ej.
no se advierte enteramente el sentido del ojo desde un mero estudio fisiológico, es decir,
al margen de que el ojo es el órgano de la visión, o sea, de que está configurado para ver).
A la par, no cabe una entera compresión de cada órgano por separado, ni tampoco una
entera comprensión psicológica de cada facultad por separado. La comprensión completa
es la que compara unos órganos con otros y unas facultades con otras en atención a la
armonía jerárquica del conjunto.
En suma, se trata de ver que el fin del cuerpo no es el cuerpo, sino, en rigor, el alma.
El fin del cuerpo no es corpóreo, y no sólo en cada una de sus partes, sino en el conjunto
(ej. el fin del ojo es ver, pero el ver no se ve, no es corpóreo. No se puede estudiar anatómica
o biológicamente el ver, porque tal acto no es ni anatomía ni biología ninguna, sino
conocimiento, que es el fin de aquéllas. Tal conocer no es vida puramente biológica, sino
vida cognoscitiva). Del mismo modo, el fin del cuerpo, tomado enteramente, tampoco es
corpóreo. El fin del cuerpo humano es el alma humana, su principio vital. No es ésta para
aquél, sino el cuerpo para el alma. El yo ni es cuerpo ni es para el cuerpo, sino que el cuerpo
es para el yo, para manifestar sensiblemente, en la medida de lo posible, el sentido del yo.
Por eso, concepciones filosóficas que describen a la persona según la "unidad" o "totalidad"
del alma y cuerpo tales como la de Zubiri, no pueden dar razón de la persona post mortem.
El cuerpo humano es el cuerpo vivo más complejo de la realidad, no sólo por la
composición biológica, sino por el de su funcionalidad. Aunque la biología y la ciencia
médica han progresado mucho, todavía estamos en los prolegómenos la investigación del
cuerpo humano, al menos en alguna de sus partes neurálgicas, como es el sistema nervioso
central. Nos admiramos ante la pluralidad de las células de nuestro cuerpo, diversificadas
entre sí desde la embriogénesis, de cómo esas pueden desarrollarse a partir de una única
célula; nos sorprende la intrincada armonía que guardan los diversos órganos, funciones y
facultades entre sí. No sólo eso, sino que, además, el cuerpo humano
es incomprensible al margen de su engarce con lo que no es meramente orgánico o
corpóreo, a saber, con lo inmaterial y espiritual (ej. una sonrisa no es sólo un movimiento
facial, sino expresión, a través del gesto, de algo que no es meramente biológico:
agradecimiento, felicidad, engaño, etc.). El cuerpo y el alma no funcionan cada cuál por su
cuenta -al menos no es pertinente que así procedan-, sino que están vinculados
armónicamente. La unión es de subordinación del cuerpo al alma. El uno depende de la
otra.
El cuerpo no es la persona, sino de la persona. El cuerpo tampoco es el yo. Es
manifiesto que no cabe persona humana en este mundo sin cuerpo, pero si la persona se
midiera como tal por el cuerpo, uno sería menos persona en la niñez, en la enfermedad, en
la vejez, en las lesiones, con el cuerpo deshecho (la realidad parece justo la contraria, en
esas situaciones resplandece más, si se sabe advertir, el carácter de persona de los
humanos). Sería menos persona cualquiera de la calle que un atleta, o lo sería menos
cualquier ama de casa que “miss Universo”. Además, dejaría de ser persona al morir. Todo ello es
absurdo. No; el cuerpo es de la naturaleza humana, pero no es la persona humana. El cuerpo
es para la persona, no la persona para el cuerpo. Si no fueran asuntos distintos esta
afirmación sería ininteligible. Cabe preguntar ¿para qué de la persona? Se puede ofrecer
esta respuesta: para que la persona se manifieste sensiblemente en cierto modo a través
de su cuerpo, o, al menos, para que no encuentre impedimentos en su corporeidad para
expresar en cierto modo quién es. Esto constituye una peculiaridad exclusiva de los
humanos.
Aunar los diversos órganos faciales para reír es una finalidad sobreañadida a la
meramente biológica de los mismos. En efecto, los labios son para sorber, pero también
para hablar, e incluso para besar. El beso es sólo humano, aunque hay muchos modos de
besar: unos indican sensualidad, otros amores, y aún otras traiciones. El hombre puede
desear como los animales, pero es el único que puede amar. Inclinar la cabeza indica
reverencia, petición de perdón, a veces timidez, otro rechazo, etc. Sólo el hombre puede
pedir perdón, pues los animales no pueden hacer el mal a sabiendas “son siempre
inocentes”, porque sólo pueden obrar de un modo, ya que no son libres, ni, en
consecuencia, responsables. Ningún animal reverencia a otro, porque cada uno de ellos no
está en función de ningún otro, sino en función de la especie. En cambio como advertía
Tomás de Aquino entre los hombres siempre existe algo en la naturaleza humana por lo
cual podemos considerar a los demás superiores a nosotros, y ello no sólo en virtud de
alguna de sus cualidades naturales (altura, fortaleza, salud, belleza, etc.), sino también de
las adquiridas (facilidad para hablar, para los idiomas, simpatía, claridad en la inteligencia,
firmeza en la voluntad, etc.). No obstante, cada persona es y se sabe superior a todas las
cualidades la naturaleza y esencia humanas (si no repara en ello: señal cierta de que se está
despersonalizando).
El alma (sindéresis) vigila el cuerpo y a las potencias de éste; vigila asimismo sus
propias potencias: la inteligencia y la voluntad; es “el pastor” de ellas, pero no del ser
extramental (como propone Heidegger), porque éste no depende de ella. El hombre es "el
pastor" del mundo a nivel de las facultades superiores (inteligencia y voluntad). Con ellas
el hombre "pastorea" de la esencia de la realidad física, y de los asuntos artificiales que,
aprovechando el mundo, produce la acción humana. No es "pastor" del mundo por su alma
o sindéresis, sino por algo inferior a ella: merced a su razón, a sus hábitos racionales
adquiridos, y a su voluntad, sus actos y virtudes. La persona humana no es el "pastor" del
mundo, de las demás personas o de Dios. Sólo "pastorea" su esencia y la de las demás
personas. Tampoco es "pastor" de sí misma como persona. A nivel de acto de ser personal,
sólo Dios es el "pastor" de cada persona. De ella depende la docilidad al guía.
Capítulo 2. El hombre en sociedad
3. Desarrollo de contenido
a) El Colectivismo:
Su tesis principal es la primacía de la sociedad sobre el individuo. A partir de
diferentes bases teóricas (organicismo, hegelianismo, etc.), los diferentes tipos de
colectivismo (marxismo, nazismo, fascismo), mantienen que el individuo debe estar
al servicio de la sociedad porque esta es la entidad realmente importante y
trascendnete a la precaridad del individuo. La sociedad permaneces y es
insustituible mientras que el individuo perece y es intercambiable. Para ellos un
individuo puede ser sustituido por otro en el mecanismo social sin que nada cambie
de manera significativa.
Tiene las siguientes características:
• Incorpora valores ideales que se proponen a los individuos que la componen: la
primacía de la raza, la revolución del proletariado, la conquista de un Imperio,
etc.
• Apela al altruismo y al sacrificio para la consecución y realización de esos valores
o proyectos, se presenta como único medio de resolver los problemas del mundo
o de la sociedad en la que se vive.
• Se propone a la persona que sustituye su pequeñez individual por la
identificación con un proyecto colectivo. “Tu como individuo, no eres más que un
ente anónimo igual a muchos otros, pero idealmente te puedes hacer tan grande
como el proyecto al que te entregas”.
Partiendo de estos presupuestos, el colectivismo logró la movilización de enormes
masas humanas, pero los grandes errores antropológicos en los que se funda
acabaron transformando esa energía en un cúmulo enorme de tragedias y dolor: el
nazismo, la Segunda Guerra Mundial, las dictaduras marxistas, algunas de las cuales
todavía perviven, etc.
Su error antropológico es la primacía absoluta de la colectividad y de sus valores
sobre el individuo, lo que significa que todo sirve y se justifica si se dirige a la
consecución del objetivo de la colectividad, se trate este de la dictadura del
proletariado o la construcción del tercer Reich. La persona se convierte en un
instrumento al servicio de la sociedad, por lo que puede ser maltratada o desechada
si el interés supremo lo aconseja. Los ejemplos, lamentablemente, abundan: las
eliminaciones de judíos para asegurar la pureza de la raza, la anexión forzada de
países enteros para extender el imperio o la revolución, el fomento de la violencia
para acelerar la lucha de clases, las emigraciones forzosas por imperativos
demográficos o económicos, etc. Un efecto secundario, pero de terribles
consecuencias, es la degradación moral de muchos individuos que iniciaron su
colaboración con el sistema colectivista por un motivo altruista. Cuando advierten
que el sistema por el que han luchado es intrínsecamente inmoral, puesto que el fin
justifica los medios, solo les cabe un enfrentamiento heroico, pero muy difícil, contra
ese poderoso sistema o una asimilación triste y cínica de las consecuencias sociales
de los presupuestos colectivistas.
b) El individualismo:
Su tesis principal es que el hombre está al servicio de sí mismo y de sus intereses y
no de la sociedad que, con frecuencia, se entiende como una estructura arbitraria y
externa que tiene a aprovecharse de los ciudadanos. Por eso, estos deben pagarle
con la misma moneda, aprovecharse de ella en beneficio propio, una actitud que
encuentra soporte moral en las teorías económicas que sostienen que la búsqueda
egoísta del propio beneficio conduce, de modo misterioso pero real, al bien común.
Un ejemplo extremo del individualismo lo encontramos en las primeras fases de la
Revolución industrial que tuvo lugar en Inglaterra en el paso del siglo XIX al XX.
Tiene las siguientes características:
• Se basa en la autonomía, independencia, capacidad y valor del sujeto individual.
• Estimula a la persona a la laboriosidad e iniciativa, a solventar sus dificultades de
manera autónoma y a desarrollar al máximo sus capacidades para alcanzar el
máximo bienestar, pero sin preocuparse de las dificultades ajenas.
• Tiende a separar de forma abrupta la esfera privada y a la esfera pública,
evitando en la medida de lo posible las interferencias que coartan la libertad o
la autonomía individual.
Frente al colectivismo, el individualismo tiene de positivo que valora a la persona
por encima de la sociedad y le impulsa desarrollar sus cualidades con esfuerzo e
iniciativa para que reviertan en beneficio propio. Para el individualismo, en efecto,
el hombre no es una parte informe de la colectividad, sino al contrario, un ser
independiente y autónomo.
En donde el individualismo falla, como constante Yepes, es en su tendencia hacia la
insolidaridad y el egoísmo. “Si por egoísmo entendemos la actitud de no dar cuando
se puede dar, el individualismo es una conducta que no comparte, que no dialoga ni
acepta ayudar, ni realizar tareas comunes, porque considera que el hombre es
autosuficiente, y no necesita de los demás. Ambas cosas no son exactamente lo
mismo, pero en ambos casos el resultado es que cada uno tiene que arreglárselas
por sí mismo, solo. Una mentalidad individualista puede incurrir fácilmente en
egoísmo sin sentir ningún remordimiento”.
Por esta razón, el individualismo produce también una cierta desarticulación social
ya que entiende la sociedad principalmente como un medio de conseguir beneficios
y que interesa solo y exclusivamente en la medida en que los proporciona, no como
un medio en el que habitar y convivir con los demás.
c) El personalismo comunitario:
Surgió como una alternativa al colectivismo y al individualismo, cuando en el
intermedio entre las dos guerras mundiales, estas eran las ideologías dominantes.
El personalismo comunitario,12 la versión política del pensamiento, buscó ofrecer
una opción práctica que permitiera evitar los errores de la otra postura y recoger
algunos de sus elementos positivos. Su influencia ha sido importante y ha quedado
recogida entre otros lugares, en las constituciones de diversos Estados europeos y
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la ONU en
1946.
El personalismo comunitario fue desarrollado principalmente por Emmanuel
Mounier y Jacques Maritain.
Tiene las siguientes características:
12 También se entiende por personalismo comunitario la corriente personalista que se basa principalmente
en las teorías de Mounier.
• Primacía social de la persona. Es el principio básico del personalismo filosófico
aplicado a la relación persona-sociedad. Si la persona es el ser digno y valioso
por excelencia, esto significa, ante todo, que la sociedad está al servicio de la
persona y no al revés, es decir, que el Estado con sus organismos de gobierno,
las empresas y demás instituciones sociales alcanzan su sentido en la medida en
que sirven de un modo o de otro al bien de la persona, que es quien tiene al
rango ontológico más elevado. Esto significa también que la persona tiene unos
derechos inviolables (Derechos humanos) que el Estado no puede nunca
traspasar porque significaría violar su dignidad y alterar el orden adecuado de
las cosas que va de la persona a la sociedad.
• Deber de solidaridad por parte de la persona. La primacía social de la persona se
compensa con el desarrollo de otro principio antropológico: la necesidad de
darse a los demás para lograr la plenitud personal. Ya hemos analizado esta
cuestión desde el punto de vista de las relaciones interpersonales. En su
vertiente social, este principio impone la obligación moral a cada hombre y a
cada mujer de esforzarse para aportar su contribución a la sociedad y lograr así
un incremento del bien común. Este deber puede llegar a ser en ocasiones muy
grave hasta el punto de imponer a las personas sacrificios onerosos en
situaciones de emergencia o de crisis social, pero esta exigencia nunca puede
cobrarse a costa de los derechos fundamentales de la persona y especialmente
de su dignidad. Si esto ocurriera, significaría que la sociedad se estaría
imponiendo por encima de la persona dando al traste con el orden adecuado
que debe privilegiar siempre al sujeto.
Con este planteamiento, el personalismo logra –en el nivel de los principios
generales- superar los problemas del colectivismo y del individualismo, y recoger
parte de sus elementos positivos.
Del colectivismo rechaza su visión reductiva de la persona al afirmar que esta
prevalece siempre sobre cualquier idea abstracta (nación, raza, revolución del
proletariado, etc.), pero al mismo tiempo recoge la idea de que las propuestas
altruistas y las ideas colectivas sirven para aunar y compactar a la sociedad. El deber
de solidaridad social, en efecto, impone el deber de construir la sociedad dedicando
buena parte de las ilusiones, recursos y esfuerzos.
Y, por lo que respecta al individualismo, sucede algo similar, si bien en una dirección
opuesta. Se recogen parte de sus elementos positivos, en concreto, la primacía del
individuo sobre la sociedad y la intuición de que las estructuras sociales deben
revertir, sobre todo, a favor de las personas concretas e individuales, pero se
rechaza su actitud insolidaria cercana al egoísmo. La persona no puede enfocarse en
su habilidad e independencia para olvidarse de los débiles, de los necesitados, de
los infelices o, simplemente, de las personas que
nos rodean y con los que convivimos. La persona, en cuento ciudadano, debe ayudar
a aquellos que le rodean poniendo en práctica, en diversos modos y medidas, el
principio antropológico del amor al prójimo.
El personalismo comunitario o social se completa con otros principios también
importantes: la reivindicación de las comunidades intermedias, en línea con la
reciente filosofía comunitarista; la aceptación de la libertad como principio supremo
del orden social con la consiguiente aceptación positiva del principio pluralista que,
a su vez, debe estar regulado por los derechos humanos expresados en las
constituciones; la necesidad del bien común para la construcción armónica de la
ciudad, etc.
3.2. Reglas de la vida en sociedad que permiten fomentar la armonía entre los
hombres, la concordia entre los pueblos y la paz entre las naciones
Los animales no necesitan “aprender” a resolver las necesidades de la vida, porque eso es
algo que les viene dado con los instintos. En cambio, el ser humano si necesita aprender a
solucionar sus problemas.
La cultura es el conjunto de conocimientos, actitudes y signos, históricamente
transmitidos de generación en generación, por medio de los cuales los hombres se
comunican entre sí y organizan su vida en sociedad.
Los principales componentes de la cultura que permiten fomentar la armonía entre
los hombres, la concordia entre los pueblos y la paz entre las naciones son:
a) El lenguaje
Es un sistema de signos que permite a los miembros de una sociedad comunicarse
entre sí. El lenguaje interactúa con la vida al:
• Están jerarquizados, hay algunos más altos y otros inferiores, unos resultan
prioritarios o más urgentes que otros.
• Inspiran la conducta, mueven a comportarse de acuerdo con las actitudes y
normas que anuncian.
• Aportan criterios de juicio, las actitudes (las posiciones interiores iniciales o
predisposiciones) y las acciones de las personas.
• Atraen a las personas, pero no las arrastran, pues la participación auténtica en
ellos requiere libertad.
Existen valores de tipo vital, estético, ético, religioso, etc., que orientan la existencia
de las sociedades y de las personas, pues buscan participar en ellos para ser felices.
Cada persona o sociedad participa más o menos en determinados valores. Así, hay
sociedades que destacan por su libertad; otras por su seguridad, etc.
Aunque los valores –la vida, la salud, la libertad, etc.- son, en general, comunes a
todos los humanos y sociedades, cuando hacemos estimaciones de valores
concretos se puede discrepar.
Pero el hecho de que un valor o un bien no sean reconocidos en un momento
determinado por alguien o por una sociedad, no significa necesariamente que dejen
de ser verdaderamente reales y objetivos. Por ejemplo, el respeto a la vida o la
defensa de la libertad no siempre han estado plenamente vigentes, lo que no
significa que no sean bienes perennemente valiosos.
13 http://www.planeducativonacional.unam.mx/CAP_00/Text/00_05a.html
Capítulo 3. Doctrina Social de la Iglesia
1. Objetivos del capítulo
Conocer el planteamiento de la Iglesia, con relación al ser humano y a su entorno.
3. Desarrollo de contenido
3.1. ¿Cuál es la mirada que posan las instituciones de la sociedad civil sobre esta
cuestión?
3.2. Los filósofos, las asociaciones, los gremios, los organismos internacionales y
las iglesias reflexionan acerca del devenir de la sociedad.
c. Dimensión profesional
270. El trabajo humano tiene una doble dimensión: objetiva y subjetiva. En sentido
objetivo, es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el
hombre se sirve para producir, para dominar la tierra, según las palabras del libro del
Génesis. El trabajo en sentido subjetivo, es el actuar del hombre en cuanto ser dinámico,
capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que
corresponden a su vocación personal: «El hombre debe someter la tierra, debe dominarla,
porque, como “imagen de Dios”, es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de
manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí
mismo. Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo».586
El trabajo en sentido objetivo constituye el aspecto contingente de la actividad
humana, que varía incesantemente en sus modalidades con la mutación de las condiciones
técnicas, culturales, sociales y políticas. El trabajo en sentido subjetivo se configura, en
cambio, como su dimensión estable, porque no depende de lo que el hombre realiza
concretamente, ni del tipo de actividad que ejercita, sino sólo y exclusivamente de su
dignidad de ser personal. Esta distinción es decisiva, tanto para comprender cuál es el
fundamento último del valor y de la dignidad del trabajo, cuanto, para implementar una
organización de los sistemas económicos y sociales, respetuosa de los derechos del hombre.
271. La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide
considerarlo como una simple mercancía o un elemento impersonal de la organización
productiva. El trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es
expresión esencial de la persona, es «actus personae». Cualquier forma de materialismo y
de economicismo que intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de
producción, a simple fuerza-trabajo, a valor exclusivamente material, acabaría por
desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más
noble y profundamente humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo: «En
efecto, no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado
completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona».587
La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva,
porque es la del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y
su más alto valor. Si falta esta conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo
pierde su significado más verdadero y profundo: en este caso, por desgracia frecuente y
difundido, la actividad laboral y las mismas técnicas utilizadas se consideran más
importantes que el hombre mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad.
272. El trabajo humano no solamente procede de la persona, sino que está también
esencialmente ordenado y finalizado a ella. Independientemente de su contenido objetivo,
el trabajo debe estar orientado hacia el sujeto que lo realiza, porque la finalidad del trabajo,
de cualquier trabajo, es siempre el hombre. Aun cuando no se puede ignorar la importancia
del componente objetivo del trabajo desde el punto de vista de su calidad, esta
componente, sin embargo, está subordinada a la realización del hombre, y por ello a la
dimensión subjetiva, gracias a la cual es posible afirmar que el trabajo es para el hombre y
no el hombre para el trabajo y que « la finalidad del trabajo, de cualquier trabajo realizado
por el hombre —aunque fuera el trabajo “más corriente”, más monótono en la escala del
modo común de valorar, e incluso el que más margina—, sigue siendo siempre el hombre
mismo ».588
273. El trabajo humano posee también una intrínseca dimensión social. El trabajo
de un hombre, en efecto, se vincula naturalmente con el de otros hombres: «Hoy,
principalmente, el trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es un hacer algo para
alguien».589 También los frutos del trabajo son ocasión de intercambio, de relaciones y de
encuentro. El trabajo, por tanto, no se puede valorar justamente si no se tiene en cuenta su
naturaleza social, « ya que, si no existe un verdadero cuerpo social y orgánico, si no hay un
orden social y jurídico que garantice el ejercicio del trabajo, si los diferentes oficios,
dependientes unos de otros, no colaboran y se completan entre sí y, lo que es más todavía,
no se asocian y se funden como en una unidad la inteligencia, el capital y el trabajo, la
eficiencia humana no será capaz de producir sus frutos. Luego el trabajo no puede ser
valorado justamente ni remunerado con equidad si no se tiene en cuenta su carácter social
e individual».590
274. El trabajo es también «una obligación, es decir, un deber».591 El hombre debe
trabajar, ya sea porque el Creador se lo ha ordenado, ya sea porque debe responder
a las exigencias de mantenimiento y desarrollo de su misma humanidad. El trabajo se perfila
como obligación moral con respecto al prójimo, que es en primer lugar la propia familia,
pero también la sociedad a la que pertenece; la Nación de la cual se es hijo o hija; y toda la
familia humana de la que se es miembro: somos herederos del trabajo de generaciones y,
a la vez, artífices del futuro de todos los hombres que vivirán después de nosotros.
275. El trabajo confirma la profunda identidad del hombre creado a imagen y
semejanza de Dios: « Haciéndose —mediante su trabajo— cada vez más dueño de la tierra
y confirmando todavía —mediante el trabajo— su dominio sobre el mundo visible, el
hombre, en cada caso y en cada fase de este proceso, se coloca en la línea del plan original
del Creador; lo cual está necesaria e indisolublemente unido al hecho de que el hombre ha
sido creado, varón y hembra, “a imagen de Dios” ».592 Esto califica la actividad del hombre
en el universo: no es el dueño, sino el depositario, llamado a reflejar en su propio obrar la
impronta de Aquel de quien es imagen.
d. Dimensión social
580. La finalidad inmediata de la doctrina social es la de proponer los principios y
valores que pueden afianzar una sociedad digna del hombre. Entre estos principios, el de la
solidaridad en cierta medida comprende todos los demás: éste constituye «uno de los
principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política».1217
Este principio está iluminado por el primado de la caridad «que es signo distintivo
de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35)».1218 Jesús «nos enseña que la ley fundamental de
la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento
nuevo del amor» 1219 (cf. Mt 22,40; Jn 15,12; Col 3,14; St 2,8). El comportamiento de la
persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado
al amor. Esta verdad vale también en el ámbito social: es necesario que los cristianos sean
testigos profundamente convencidos y sepan mostrar, con sus vidas, que el amor es la única
fuerza (cf. 1 Co 12,31-14,1) que puede conducir a la perfección personal y social y mover la
historia hacia el bien.
581. El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales: 1220
especialmente aquellos que tienen el deber de proveer al bien de los pueblos «se afanen
por conservar en sí mismos e inculcar en los demás, desde los más altos hasta los más
humildes, la caridad, señora y reina de todas las virtudes. Ya que la ansiada solución se ha
de esperar principalmente de la caridad, de la caridad cristiana entendemos, que
compendia en sí toda la ley del Evangelio, y que, dispuesta en todo momento a entregarse
por el bien de los demás, es el antídoto más seguro contra la insolvencia y el egoísmo del
mundo ».1221 Este amor puede ser llamado « caridad social » 1222 o « caridad política »
1223 y se debe extender a todo el género humano.1224 El « amor social » 1225 se sitúa
en las antípodas del egoísmo y del individualismo: sin absolutizar la vida social, como sucede
en las visiones horizontalistas que se quedan en una lectura exclusivamente sociológica, no
se puede olvidar que el desarrollo integral de la persona y el crecimiento social se
condicionan mutuamente. El egoísmo, por tanto, es el enemigo más deletéreo de una
sociedad ordenada: la historia muestra la devastación que se produce en los corazones
cuando el hombre no es capaz de reconocer otro valor y otra realidad efectiva que, de los
bienes materiales, cuya búsqueda obsesiva sofoca e impide su capacidad de entrega.
582. Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario
revalorizar el amor en la vida social —a nivel político, económico, cultural—, haciéndolo la
norma constante y suprema de la acción. Si la justicia « es de por sí apta para servir de
“árbitro” entre los hombres en la recíproca repartición de los bienes objetivos según una
medida adecuada, el amor en cambio, y solamente el amor (también ese amor benigno que
llamamos “misericordia”), es capaz de restituir el hombre a sí mismo ».1226 No se pueden
regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia: « El cristiano sabe
que el amor es el motivo por el cual Dios entra en relación con el hombre. Es también el
amor lo que Él espera como respuesta del hombre. Por eso el amor es la forma más alta y
más noble de relación de los seres humanos entre sí. El amor debe animar, pues, todos los
ámbitos de la vida humana, extendiéndose igualmente al orden internacional. Sólo una
humanidad en la que reine la “civilización del amor” podrá gozar de una paz auténtica y
duradera».1227 En este sentido, el Magisterio recomienda encarecidamente la solidaridad
porque está en condiciones de garantizar el bien común, en cuanto favorece el desarrollo
integral de las personas: la caridad «te hace ver en el prójimo a ti mismo».1228
e. Dimensión espiritual
105. La Iglesia ve en el hombre, en cada hombre, la imagen viva de Dios mismo;
imagen que encuentra, y está llamada a descubrir cada vez más profundamente, su plena
razón de ser en el misterio de Cristo, Imagen perfecta de Dios, Revelador de Dios al hombre
y del hombre a sí mismo. A este hombre, que ha recibido de Dios mismo una incomparable
e inalienable dignidad, es a quien la Iglesia se dirige y le presta el servicio más alto y singular
recordándole constantemente su altísima vocación, para que sea cada vez más consciente
y digno de ella. Cristo, Hijo de Dios, «con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con
todo hombre»; 197 por ello, la Iglesia reconoce como su tarea principal hacer que esta unión
pueda actuarse y renovarse continuamente. En Cristo Señor, la Iglesia señala y desea
recorrer ella misma el camino del hombre,198 e invita a reconocer en todos, cercanos o
lejanos, conocidos o desconocidos, y sobre todo en el pobre y en el que sufre, un hermano
«por quien murió Cristo» (1 Co 8,11; Rm 14,15).199
108. El mensaje fundamental de la Sagrada Escritura anuncia que la persona
humana es criatura de Dios (cf. Sal 139,14-18) y especifica el elemento que la caracteriza y
la distingue en su ser a imagen de Dios: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó» (Gn 1,27). Dios coloca la criatura humana
en el centro y en la cumbre de la creación: al hombre (en hebreo «adam»), plasmado con
la tierra (« adamah »), Dios insufla en las narices el aliento de la vida (cf. Gn 2,7). De ahí que,
«por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es
solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y
entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su
Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su
lugar».204
109. La semejanza con Dios revela que la esencia y la existencia del hombre están
constitutivamente relacionadas con Él del modo más profundo.205 Es una relación que
existe por sí misma y no llega, por tanto, en un segundo momento ni se añade desde fuera.
Toda la vida del hombre es una pregunta y una búsqueda de Dios. Esta relación con Dios
puede ser ignorada, olvidada o removida, pero jamás puede ser eliminada. Entre todas las
criaturas del mundo visible, en efecto, sólo el hombre es «“capaz” de Dios» («homo est Dei
capax»).206 La persona humana es un ser personal creado por Dios para la relación con Él,
que sólo en esta relación puede vivir y expresarse, y que tiende naturalmente hacia Él.207
110. La relación entre Dios y el hombre se refleja en la dimensión relacional y social
de la naturaleza humana. El hombre, en efecto, no es un ser solitario, ya que « por su íntima
naturaleza, es un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades, sin relacionarse
con los demás ».208 A este respecto resulta significativo el hecho de que Dios haya creado
al ser humano como hombre y mujer 209 (cf. Gn 1,27): « Qué elocuente es la insatisfacción
de la que es víctima la vida del hombre en el Edén, cuando su única referencia es el mundo
vegetal y animal (cf. Gn 2,20). Sólo la aparición de la mujer, es decir, de un ser que es hueso
de sus huesos y carne de su carne (cf. Gn 2,23), y en quien vive igualmente el espíritu de
Dios creador, puede satisfacer la exigencia de diálogo interpersonal que es vital para la
existencia humana. En el otro, hombre o mujer, se refleja Dios mismo, meta definitiva y
satisfactoria de toda persona».210
Capítulo 4. El trabajo humano
1. Objetivos del capítulo
Reflexionar sobre el compromiso personal, como fundamentos del trabajo profesional
y la importancia de desarrollar el juicio crítico ante la realización del trabajo
3. Desarrollo de contenido
a) Motivos Extrínsecos:
Se trataría de trabajar para obtener dinero, fama, éxitos, etc.; para comprarse unas
joyas, una moto, o pasar las vacaciones en hoteles de lujo... Con estas razones, lo ideal sería
ganar mucho dinero trabajando poco, conseguir éxitos sin esfuerzo, etc. No se aprecia el
valor del trabajo en sí mismo ni de la laboriosidad. Y no hay alegría pues dinero, éxitos y
fama escasean.
b) Motivos internos.
Estos motivos de laboriosidad son mejores. Se trabajaría para sacar adelante la
familia o la sociedad, para contribuir al bien de los demás, etc. Por ejemplo, una enfermera,
un fontanero, un ama de casa realizan una labor que beneficia directamente a otras
personas.
¿Y los estudiantes?
Los estudiantes tienen dificultades para encontrar el motivo de servicio, pues sólo
aparece en el futuro: estudian ahora para servir después, desarrollando una profesión. Por
esto, sus motivos habituales son de menor categoría: aprobar, quedar bien, evitar peleas,
pasarlo bien en verano, o simplemente, cumplir con el deber. Son motivos válidos.
Lo importante del trabajo es que se colaborar en la creación. Dios Nuestro Señor creó
un mundo bueno, pero sin ser completamente perfecto. Y encargó al hombre que lo
mejorase. De este modo el Señor eleva la dignidad del hombre haciéndole colaborador suyo
en la tarea creadora.
Así, el trabajo humano cobra un sentido nuevo, pasando a ser colaboración del
hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la Creación, participación en la
obra creadora de Dios. Esto es algo de mucha categoría y válido para cualquier labor.
El trabajo forma parte de los planes de Dios para el hombre, de modo que quien
trabaja, cumple la voluntad divina y por tanto ama a Dios, crece en santidad. El Espíritu Santo
se sirve de nuestras tareas para santificarnos. Y así trabajo y laboriosidad cobran un tercer
sentido revalorizaste: son medio de santificación, y por tanto de felicidad.
3.2. El gusto por la obra bien hecha es uno de los primeros deberes del educador.
Sólo lo bien hecho educa y el principio de la educación es la actividad, siempre y
cuando esté bien realizada. Lo mal hecho, lo deficiente, no es causa de educación, sino un
motivo para educar.
Esto significa que le hombre dotado de inteligencia y voluntad, tiende por naturaleza
a la búsqueda del bien y de la felicidad.
a) La Obra Bien Hecha
Se caracteriza por el cultivo de la capacidad para descubrir el bien y la llamada a la
conciencia del bien poseído que suscita la alegría.
c) La O.B.H. es exigente
• Supone motivar a hacer bien cualquier actividad y exige no sólo el desarrollo cognitivo
y profesional de mayor calidad, sino la mejora de toda la persona hasta donde sea
capaz de dar.
• También exige la excelencia personal en educador y educando, en la actividad
realizada y en los resultados obtenidos. Exigencia en todas las pequeñas
manifestaciones de la vida.
• Bien preparada
✓ Prever: actividades, técnicas y materiales.
✓ Poner en juego la prudencia para establecer el orden, extensión y tiempo
adecuados.
• Bien realizada
✓ Requiere:
• Voluntad inicial
- Es el empuje que ordinariamente constituirá la motivación.
- Esa voluntad inicial está determinada por los objetivos y las metas que se
proponga.
• Voluntad continuativa
- Para seguir la tarea comenzada, se requiere constancia y perseverancia.
- Es el momento de acompañar cuando la tarea empieza a hacerse cuesta arriba.
- Orientar haciendo ver la meta
• Bien valorada
- Valorar la calidad técnica, científica y de utilidad.
- Valora el estudiante, el asesor y la institución.
- La valoración permite la rectificación y la mejora, facilitando la responsabilidad.
- La rectificación abre el camino a la alegría.
PRINCIPIOS Y OBJETIVOS EN LA EDUCACIÓN
DE VALORES Y VIRTUDES1
Otra definición nos dice que el valor es todo lo que responde a las necesidades y tendencias de
la persona, esto se refiere a que el hombre tiende a valorar según sus necesidades, por ejemplo,
valora la comida, la vivienda, porque son necesidades que hay que saciar. También se refiere a
la tendencia social de la persona, a relacionarse con los demás, valora lo que le permite convivir
con los demás.
Desde el punto de vista socio-educativo, los valores orientan el comportamiento humano hacia
la transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada
orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social. Los valores son
entonces las cualidades de la realidad, de los seres creados, las características buenas de las
personas que lo llevan a perfeccionarse.
Los valores se descubren en el ambiente que nos rodea, en las personas, en la naturaleza. Se
aprecian, no se crean; solo porque alguien no conozca o no perciba un valor no significa que no
exista, sino simplemente no lo ha descubierto, nadie puede crear un valor, éste existe por sí
mismo. Los valores no nos son indiferentes, se notan, resaltan de quién o qué los posee, residen
en la esencia de las cosas. No dependen de una persona u otra, ya que cada uno tendrá sus
prioridades de valores, donde pondrán unos primeros y otros después, pero todos existen. No
depende de una época histórica, siempre han existido, por eso decimos que son absolutos y
perennes.
1
Síntesis extraída del texto “Educar en valores, educar en virtudes” (López de Llergo, 2002).
b) ¿Qué es una virtud?
Un concepto relacionado con el término de valor, es el de virtud, por lo que es importante esa
estrecha relación. El término virtud viene del latín “vir” que quiere decir fuerza o potencia y del
griego “areté” que significa: perfección, fuerza. Es un recto modo de proceder. La práctica de
los valores se convierte en virtud. Las virtudes son los hábitos buenos, que se van construyendo
al repetir comportamientos correctos, o sea que se forman en la persona a partir de acciones
buenas, que al practicarlas facilitan el ejercicio de los valores. La inteligencia busca la verdad,
descubre los valores, la voluntad busca el bien, apetece los valores y ambas se perfeccionan con
las virtudes. El verdadero desafío es convertir los valores en virtudes. La adquisición de virtudes
es posible, solamente mediante un esfuerzo personal, los valores se quedan en mera teoría si
no se hacen vida. Las personas, por su carácter y temperamento, están con una disposición más
grande para aplicar unas virtudes y otras personas, otras.
Lo importante es observar, que las virtudes se van a desarrollar cuando la persona quiera
hacerlas vida, no puede nadie obligarlo, tiene que ver el bien que esa virtud le hará a su vida y
a la relación con los demás. La práctica de las virtudes tiene un fin social, porque la perfección
de la persona se realiza con la relación que tiene con los demás. Según la misma autora, López
de Llergo, las virtudes humanas, que buscan la perfección de la persona pueden ser
intelectuales o morales. Las virtudes intelectuales disponen a la persona a conocer la verdad,
perfeccionan la inteligencia. Las virtudes morales llevan a obrar el bien propio natural.
Cuando se dice que la persona es virtuosa, y decide practicar los valores que ve que le convienen
para ser mejor y vivir mejor con los demás, entonces se involucra la libertad. Esa capacidad de
decidir hacer el bien, decidir perfeccionarse, decidir ser una persona que trasciende y ve más
allá de lo temporal, es el ejercicio de la voluntad y la libertad. La educación es el proceso ideal
para formar virtudes, a través de los hábitos operativos buenos, en todas las edades y
situaciones diarias del proceso educativo.
c) Valoraciones:
Toda persona, por el hecho de existir, posee valores, es capaz de valorar también y diferenciar
lo bueno de lo malo. La persona también es perfectible, capaz de reflexionar y cambiar en sí
mismo y el ambiente que le rodea. Es capaz de darse cuenta que existen cosas y situaciones
que quizás no están bien, pero que, por falta de formación ética, las acepta y cree que no se
pueden cambiar. Ya se dijo que la persona posee características que la potencian para cambiar
y ser mejor. Esas potencias son los instrumentos para transformar actitudes negativas en
positivas, que solamente se logran a través de la práctica de las virtudes.
d) Jerarquía de valores:
Cuando se habla de educación se refiere al proceso intencional activo que busca el desarrollo
integral de la persona a quien se educa, se dirige desde la razón hacia el desarrollo de todo el
potencial humano, promueve los hábitos buenos, o sea la práctica de las virtudes. La educación
en valores, también es la actividad intencionada para desarrollar un juicio moral que permita la
adopción de valores, adquirir habilidades necesarias para hacer coherente el juicio y la acción
moral, en todo ámbito donde la persona se desenvuelve.
El término “educación en valores” ha venido a significar una de las formas óptimas de concretar
la educación integral. Se trata de una meta o un proyecto de educación en el que intervienen
todas las facultades humanas: inteligencia, afectividad, voluntad libre. Los pilares
fundamentales de la educación en valores, entonces, son el cultivo de la inteligencia y de la
voluntad y el desarrollo de la afectividad, ya que se necesita “conocer” los valores -que se
presentan como meta a conseguir- y “querer” realizar los actos que, al ser repetidos, se
convertirán en virtudes.
Los valores, por lo tanto, siempre hacen referencia a hábitos buenos, que como vimos
anteriormente, son buenos precisamente porque se orientan a la perfección de la persona. La
educación en valores es la orientación a la educación de la inteligencia, con el apoyo de la
voluntad, para profundizar y respetar los valores que se encuentran en lo más íntimo de la
naturaleza humana. Esto quiere decir que la base para educar en valores es la persona misma.
En ella se encuentran la inteligencia, capaz de impresionarse por el valor, la voluntad, que es la
energía para adueñarse de la bondad del valor y convertirlo en parte propia, con el esfuerzo
por adquirir hábitos buenos que son práctica de las virtudes.