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vestigación

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PLANEACIÓN
MINISTERIAL
ASPECTOS CL AVES PARA CREAR TU
MISIÓN Y VISIÓN MINISTERIAL
P O R D I E G O S O L Í S

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Llevaba más de noventa minutos sentado en el auto. Su cabeza era un torbellino de ideas que
cuestionaban la razón de haber aceptado subirse. Iba incómodo, al igual que varias de las ca-
ras de quienes compartían el viaje; miraba por la ventana y no reconocía el lugar por el que
pasaban, tampoco sabía cuál era el destino, y entonces empezó a impacientarse. Intentó en-
contrar los ojos de su amigo Juan, quien conducía el auto y cantaba con el propósito de ani-
mar a quienes emprendieron la aventura con él; lo malo era que solo él conocía el destino fi-
nal, y sus acompañantes estaban frustrados. No aguantó un segundo más y alzó la voz: «¡Dinos
hacia dónde vamos! Estoy cansado y no me gustan las sorpresas». Juan quiso hacer gracia y le
respondió: «No seas aguafiestas, a todos les gustan las sorpresas».

La realidad es que no, no a todos les gustan las sorpresas, y menos cuando se trata de un des-
tino. No puedes planificar tu vestimenta, tus idas al baño, tus suministros, tu tiempo… Lo que
Juan inició como un plan para invitar a sus amigos a la aventura, ahora era el motivo por el
que sus amigos estaban frustrados con él. «¡Detente!», mencionó uno; le agradeció la inten-
ción, se bajó del auto y llamó un taxi al que le pidió que lo llevara a casa. Juan siguió manejan-
do. No sabemos quiénes se quedaron con él, o si llegaron al lugar, o cómo era el lugar…

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Uno de los mayores vicios organizacionales con los que me encuentro cada

¿Hacia dónde vez que me siento a conversar con líderes y colaboradores es la frustración
que les genera trabajar de ocho de la mañana a seis de la tarde, contes-
tar cientos de correos electrónicos, hablar con sus subalternos sobre cómo

se dirigen atender la nueva urgencia que emerge, y sentir que no se avanzó en nada.
Hay tantas ideas, tantos planes, tanta necesidad, pero lo urgente se prioriza
sobre lo importante y nunca queda tiempo para planear, ejecutar, contro-

nuestros lar y analizar los resultados. Al mismo tiempo, este tipo de culturas generan
personas frustradas, alta rotación y constantes conflictos entre ellos.

ministerios?
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Hay diferentes causas raíz, sin embargo, la más fuerte de ellas obedece a la falta de
planificación estratégica. Esta planeación es la capacidad de analizar el entorno y los
recursos internos para que puedan definirse los principios estratégicos que nos per-
mitan diseñar las tácticas para alcanzar el cumplimiento de nuestro llamado, y sí, esto
inicia desde la correcta definición de la misión y la visión de nuestros ministerios.

¿Existe una ruta clara? ¿Saben los líderes a los que dirigimos el camino que tenemos
como iglesia? ¿Entienden los asistentes a nuestra congregación el propósito de nues-
tra iglesia? ¿Pueden identificar un proceso en el que sepan los pasos que siguen?

En términos organizacionales, un colaborador comprometido puede rendir hasta


un 22% más que un colaborador no comprometido (según un estudio realizado por
CID Gallup en el que analizó más de 1,4 millones de colaboradores), y uno de los prin-
cipales facilitadores del compromiso de las personas es el entendimiento de la visión
del lugar en que están.

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¿De qué manera podemos comparar una empresa con la iglesia? ¿No estás «mundanizando» aquello que es sacro?
Lo que quiero proponerte en este momento es que veamos estos principios como herramientas y que no nos aislemos
en la burbuja de la improvisación solo por no entender cómo funcionan las organizaciones; debemos aprovechar los
conceptos actuales para generar un mayor impacto en el ministerio que Dios ha puesto en nuestras manos.

Uno de los factores fundamentales de éxito para nuestros ministerios es el entendimiento completo de la visión y la
misión por parte de quienes nos siguen, y en el caso de este artículo, puntualmente los líderes que trabajan a nuestro
lado. Para que esto cobre sentido, debemos detenernos y no aventurarnos a improvisar estos conceptos en el aire; estos
conceptos son más que un rótulo a la entrada de nuestros edificios, son la guía que seguir y se convierten en la brújula
cuando el entorno se vuelve cambiante o hay que tomar decisiones grises.

Queremos sugerirte que esta construcción no solamente trata sobre el ideal a conseguir, sino la ruta que debemos ca-
minar. Una visión sin estructura es simplemente un sueño, y al principio los sueños emocionan, pero su efecto va bajan-
do cuando no se puede demostrar ningún avance tangible. Las personas necesitan sentirse parte de algo.

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¿Qué fue lo que Dios te mandó a hacer? ¿A
quiénes? ¿Cómo están ellos actualmente?
El ¿A cuál estado los debes llevar? ¿Qué otras
influencias están recibiendo?
entendimiento Cuando Dios nos da un llamado, es
del entorno: muy importante que lo plasmemos de la
manera correcta; esto nos permitirá definir
la clave para construir si estamos cumpliéndolo o no, y al mismo
la misión y la visión tiempo se convertirá en la guía para quienes
correcta se unen bajo esa dirección a nuestro lado.

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¿A quiénes va
dirigido?

¿Hay alguien
más que esté ¿Cuál es el
haciendo lo alcance?
mismo?

Llamado
¿De qué forma
¿Cuál es el
puedo medir el
avance?
estado inicial?

¿Cuál sería el
estado ideal?
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Lo que estamos a punto de abordar es la estructura en la cual pasamos de


nuestro llamado a una misión y visión concretas, para poder ejecutarlas y com-
partirlas de la mejor manera con el propósito de cumplir efectivamente lo que
Dios puso sobre nosotros.

El llamado es la «carga» o el compromiso que Dios ha puesto sobre nuestras vi-


das, es el deber de todo creyente. Es la causa que ha encendido el Espíritu San-
to y que nos pide movernos y actuar. No existe una forma única en la que el lla-
mado toque la puerta: a veces inicia con un plan que crece poco a poco, otras
veces se manifiesta apasionadamente desde el principio. Desde nuestro llama-
do inicia la construcción de nuestros ministerios y de su estrategia.

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¿A quiénes va dirigido?

Nuestros ministerios deben tener un foco: Jesucristo mismo inició su tarea enfocado en Israel.
Delimitar claramente el sector de la población con que vamos a trabajar nos ayudará a deci-
dir las mejores estrategias. Enfocarnos nos permitirá subir nuestra efectividad ministerial.

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¿Cuál es el alcance?

Nuestros ministerios se complementan entre sí, por lo que es un error tratar de abordar mu-
cho más de lo que podamos hacer bien. Definir el alcance desde el principio nos permitirá
tomar decisiones fácilmente, principalmente aquellas en las que tenemos que decir no. Entre
las cosas que hacen que la gente pierda interés en los proyectos está la volatilidad: debemos
apuntarle a algo y darle con todo. Lo pongo con un ejemplo: si decidimos emprender un pro-
yecto de responsabilidad social que limpie ríos, y a su vez dedicamos media hora a la sema-
na a recoger basura de un río diferente de nuestro país, al finalizar un año habremos gastado
energía y recursos, y muy probablemente no veamos el cambio. Sin embargo, al enfocar esa
media hora a la semana en un mismo río durante todo el año, podremos ver el cambio. Este
impacto genera compromiso con la visión.

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3 ¿Cuál es el estado inicial?

Antes de iniciar es necesario saber en qué estado estamos, caso contrario no podríamos de-
terminar qué tanto debemos invertir en tiempo y recursos para poder cumplir con nuestro
llamado. ¿Cómo están? ¿Cuáles son los puntos más urgentes por trabajar? ¿Cuáles son los
puntos más importantes por trabajar? ¿Con qué recursos contamos? Estas son algunas pre-

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guntas clave que debemos hacernos.

¿Cuál sería el estado ideal?

A partir del entendimiento de la situación actual, tenemos un mejor panorama de lo que de-
bemos hacer, cuáles cosas son viables y cuáles no. Este punto debe servirnos para definir la
visión sobre la cual debemos trabajar y al mismo tiempo estructurar las metas. Es un tema
muy amplio que merece su propio espacio de discusión; sin embargo, el punto a reafirmar en
esta oportunidad es la necesidad de definir el estado final con mucha claridad. Al tener claro
el estado de la situación y el destino, nos permitirá trazar la ruta a seguir, una ruta clara que
debe de comunicarse a quienes comparten nuestro llamado.

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5 ¿De qué forma puedo medir el avance?

Entiendo que no pueden hacerse mediciones humanas a cosas espirituales, pero es impor-
tante definir mecanismos de medición de efectividad, y no estoy hablando de crecimiento
en número de feligreses necesariamente. Todo plan necesita ser evaluado contra su cumpli-
miento, por lo que debemos analizar muy bien nuestro destino final y definir cómo medirlo.
Me permito usar un ejemplo: si uno de los propósitos de nuestro ministerio implica el creci-
miento en el conocimiento de las Escrituras de las personas que Dios nos ha encomendado
pastorear, entonces es importante hacer evaluaciones periódicas de forma tal que puedas sa-
ber si los métodos que usamos están siendo efectivos. Si se trata de desarrollar testimonio en
la comunidad, entonces podemos definir una cantidad mínima de proyectos que impacten
directamente nuestro barrio, y lo medimos contra su implementación. Si se trata de evange-
lismo, podemos medirlo contra los nuevos creyentes que se incorporan a la iglesia, teniendo
en cuenta que no es un efecto inmediato. El punto clave es analizar los frutos para mejorar la
estrategia, aclarando que esto es un tema del cómo y que va a cambiar con el paso del tiem-
po, pero el fundamento nunca va a cambiar.

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6 ¿Hay alguien más que esté haciendo lo mismo?

Somos un solo cuerpo, y como tal debemos de funcionar. Es muy importante poder analizar
si estamos iniciando un proyecto en el cual otras personas han invertido tiempo y recursos. La
pregunta sobre si alguien está haciendo lo mismo desencadena otros interrogantes más pro-
fundos:
• ¿Qué aprendizajes puedo obtener a causa de su experiencia?
• ¿De qué forma puedo aplicar lo aprendido en mi ministerio?
• ¿Qué cosas no puedo aplicar directamente?
• ¿Cuál fue el reto más importante contra el que tuvo que luchar?
• ¿Cómo puedo unir fuerzas para fortalecer el trabajo de ambos?
• ¿Es realmente necesario que yo comience algo nuevo?
• ¿Qué errores puedo cometer que no estoy midiendo en este momento?

Puede haber muchas preguntas más, pero es muy importante que analicemos cada pregun-
ta a fondo para poder sacar el máximo provecho a nuestro análisis.

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FACTORES DE COMPORTAMIENTO QUE FACILITARÁN EL ÉXITO PARA ESTE ANÁLISIS
La mayoría de los líderes ministeriales tenemos personalidades carismáticas o dominantes, en las cuales la
confianza en nosotros mismos y la velocidad con la que pretendemos tomar las decisiones nos hacen co-
meter errores que pudimos haber evitado, o tener que improvisar sobre la marcha. Le pido varios favores
por el bien del ministerio en general:

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1. No corras tratando este artículo como una lista de verificación. No estás compitiendo contra el
reloj, así que dedica tiempo de oración y tiempo de análisis. Preguntate si tienes realmente cla-
ro cada aspecto, y por favor no improvises. Tu gente va a agradecértelo. Recuerda que cada se-
gundo planeando te optimiza dos ejecutando.

2. Incluye a otros. La visión de quienes trabajan a tu lado es importante. Con esto no estoy dicien-
do que le pidas permiso a toda la congregación para poder hacer algo, pero sí que tomes crite-
rios de los demás. Las personas se comprometen cuando se sienten parte de algo: ve esto como
una oportunidad.

3. Utiliza datos para tu análisis, no creas que todo lo sabes. Permitete encuestar, medir, analizar
realmente lo que tienes en frente. Investiga, pídeles ayuda a otros en estas fases. Házlo paciente-
mente.

4. No abuses/elimines el optimismo. Recuerda cuestionar esto una y otra vez, ya que tendemos a
plasmar estados ideales inalcanzables o a poner la barda muy fácil. Analiza todo contra la infor-
mación recolectada.

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Después de analizar cada uno de estos factores a profundidad es que


tenemos la posibilidad de estructurar correctamente las declaratorias de
misión y visión, entendiendo la realidad en la que Dios nos ha puesto a
trabajar. Retomaremos nuestra conversación a partir de este punto en un
nuevo artículo.

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