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Temas Selectos de la Investigación de la Familia I

Síntesis “La familia: un modelo para armar”

Por familia, podemos entender, una institución social y cultural cuyas


manifestaciones históricas pueden unificarse bajo su aspecto
biológico: la propagación y conservación de la especie humana.

Desde esta perspectiva, la base de la institución familiar sustenta la


relación sexual con el fin de la procreación, sin embargo y justamente
como resultado de la actividad humana, se halla sujeta a las
expresiones culturales, económicas, educativas, religiosas, afectivas e
incluso geográficas que han confrontado un aspecto constante en
toda realidad social: la regulación de las relaciones sexuales, la
paternidad, la convivencia y el derecho de padres e hijos, que surgen
a partir de la unión de dos personas, de ahí que el matrimonio ha
sido considerado la base de la familia como institución social

Hemos visto como una definición de familia circunscrita al aspecto


puramente instintivo de la supervivencia del género humano, nos da
una idea un tanto unificada acerca de lo que consideramos el grupo
primario de una sociedad, sin embargo, los mismos aspectos
culturales e históricos que la justifican, también diversifican las
condiciones, razones e incluso funciones de ésta.

Ha sido por ejemplo, el modelo occidental de familia,


tradicionalmente sostenido por el aspecto femenino que procrea, que
procura, que cuida, un modelo que hasta el siglo XIX se basó en los
intereses y relaciones económicas y sociales del linaje, pasando luego
a fundarse en las relaciones afectivas entre los cónyuges, para
terminar fracturándose con la revolución sexual del siglo XX.

Esta revolución, identificada como la época de la liberación femenina,


de la liberación de tabúes sexuales y de liberación de la tradición, ha
implicado ciertamente independencia, pero paradójicamente, la
libertad e independencia para decidir son al mismo tiempo erráticas
pues tomar decisiones implica justificar cada una de ellas y sobre
todo, la independencia depende del ejercicio de la libertad, de la
autonomía y la responsabilidad, del ejercicio de la individualidad, que
en este punto, se parece más al esfuerzo de dos sujetos por
conservar, su independencia, autonomía y voluntad aún a pesar de la
relación. Es decir, cada uno de los involucrados se enfrenta a una
multiplicidad de posibilidades que definirá desde su propia
perspectiva ¿Casarse o no? ¿Tener hijos?, y si es así ¿Cuándo?
¿Cuántos?, etc., de tal suerte que las expectativas personales se
convierten en aspiraciones que anteponer a la pareja.

El ejercicio de la individualidad remite entonces la cuestión de la


familia a una cuestión en primer lugar de la pareja, donde el buen
funcionamiento de la familia dependerá del buen funcionamiento de
la pareja, y no necesariamente viceversa. Tomando como referencia
que una familia se funda con la aparición de la descendencia, un
modelo de familia es en realidad, dos modelos, uno de pareja y uno
de familia, pero lo que entendemos por familia, se ha convertido en
algo por construir.

Partiendo de la aspiración cultural de cada individuo por afirmar su


propia voluntad, autoestima e independencia como ejercicio de la
individualización, parece que una buena parte de la sociedad
occidental ha entendido desobligación por libertad, autosuficiencia por
autonomía e insolidaridad por libertad, según han apuntado culturas
africanas, orientales e islámicas, reconociendo aquí como patrón de
conducta una ética individualista, que puede explicarse dentro del
contexto así: el matrimonio ha sido la unión formal de dos individuos
que han deseado mantener su independencia, y cuya independencia,
al final, ha triunfado. Esto nos devuelven al sentido inicial de la
decisión de formar en primer lugar una pareja: la decisión de dos
individuos que quieren convivir.

Esto no significa renunciar a la propia individualidad, sino abordar esa


individualidad que busca complementarse en la convivencia, desde un
sentido moral, de comportamientos y normas de conducta, donde la
individualidad sea afirmada por una libertad afectivamente vinculada,
y una autonomía que necesita de los demás para aumentar sus
posibilidades.

Es así como el respeto a la individualidad del otro, ve a ese otro como


aquel con quien propiciar una convivencia satisfactoria, basada en un
primer momento en la buena educación, entendida como urbanidad,
cuidado de las maneras, cortesía tipificadas en los períodos de
noviazgo y conquista; luego, en la empatía o capacidad para ponerse
efectivamente en el lugar del otro, en la búsqueda compartida de
sentimientos agradables y positivos, en la confianza que la relación
produce ese bienestar, y en un sentimiento de cooperación hacia
metas comunes que proyecte aquella ética de individualización en
una ética de la lealtad que al mismo tiempo mantenga la facultad
para valorar esas condiciones.
Desde este punto de vista, surgen una serie de lineamientos o
métodos que abren el campo afectivo de la pareja y la familia y que
se dirigen a más o menos esbozar cierta concepción del amor

Al respecto, JA Marino distingue dos estirpes amorosas. En primer


lugar, la atracción o el amor sexual, que fija el deseo en otra persona
y podría ser reflejo del impulso primario de procreación, y que sin
embargo, como apego sexual complementado con ese componente
de estabilidad afectiva y sentimental se manifiesta en la relación de
pareja tal como la entendemos. En segundo lugar aparece, la idea del
amor maternal, como un amor natural definido por Iräeneus
EibllEibesfeldt como cifrar la propia felicidad en la felicidad de otra
persona, y en que ella sienta lo mismo.

Si consideramos el amor maternal como inspirador del amor paterno,


vemos en la pareja una condición de cuidado compartido, condición
semejante a la amistad donde se involucran sentimientos de
identificación, comprensión, entendimiento mutuo y comunión de
intereses, amistad o filia que al asociarse al eros se manifestará como
una forma más acabada del amor.

La reivindicación de esta cualidad de cuidado, podría apoyar la


regeneración de los modelos de pareja y familia, sostenida primero
en el establecimiento de relaciones afectivas más satisfactorio.
Entender cuidado como esa capacidad de respetar, valorar, proteger,
impulsar y reforzar los vínculos entre las personas, como una
capacidad natural de la mujer que puede universalizarse, es lo que
Marino llama maternalizar al mundo.

COMENTARIOS

En términos del autor, una reducción biológica sobre la noción de la


familia sería el reconocimiento formal de las relaciones sexuales con
el fin de la procreación. Si bien ésta reducción unifica el punto de
partida de la reflexión -aun cuando es específico al aclarar que la
cultura la diversifica-, me parece que deja de lado algunas
precisiones sobre lo que implica la unión formal entre dos personas a
través del matrimonio como el hecho de ver en éste la primera
institución social.

Partir de esta perspectiva biológica, deja sobre entendida la unión de


los principios masculino y femenino, que en la naturaleza –salvo
casos excepcionales- son el sustento de toda posibilidad de
reproducción. Esto, aunado a las preguntas que aparecen como
resultado de ese momento de liberación que fue la revolución sexual
del siglo XX, que significan el rompimiento de la tradición y el
ejercicio de la individualidad, pero también libertad y con ello la
responsabilidad de la toma de decisiones, mi a parecer significarían la
fractura, en primera instancia, de lo que puede considerarse un
modelo, es decir la ruptura hasta de la necesidad de aspirar a un
modelo de familia. De tal forma que a las interrogantes ¿Queremos
casarnos o convivir?...¿vivir juntos?, ¿Tener hijos..?, etc., también se
abrirían interrogantes como formar o no una familia, e incluso de
acuerdo con tendencias contemporáneas, de qué filiación, hetero u
homosexual

De este modo, habría que ser más precisos en la noción de lo que por
familia debemos entender, pues al proponer una reorganización o una
redefinición del modelo -que llama tarea de armar-, sigue
preservando la idea de modelo o molde, sugiriendo la idea de un
deber, como algo que se establecerá bajo los lineamientos de algunos
ideales más o menos convenientes. Me parece que la ruptura del
modelo tradicional implicaría reconsiderar la concepción de familia
desde una perspectiva mucho más amplia, desde la calidad de una
sociedad –y en eso concuerdo con el autor,- pero también desde la
pluralidad de sus expresiones. En este sentido, creo que hablar de
modelo se delimita a cierta interacción entre progenitores y
descendencia, sin embargo la noción de familia en términos comunes,
también suele extenderse a un amplísimo número de efectos de
consanguinidad y parentesco, de tal forma que las distintas familias
suelen fungir como entidades que regulan cierto grado de identidad
de sus individuos dentro de una realidad social.

Al hablar de individuos considero apropiado enfatizar una diferencia


entre los términos individualidad e individualización. Entendiendo por
individualidad el efecto de unidad, distinción, diferenciación y
separación inherente de uno frente a un otro, y por individualización
un proceso de apropiación; por un lado, hablar del ejercicio de la
individualidad como ejercicio del derecho a la libertad y autonomía,
adopta un sentido positivo y por otro lado, la acción de individualizar
se refiere a la desvinculación que desemboca en indiferencia,
adoptando un sentido negativo.

La familia, como modelo me remite a la definición de un microcosmos


contenido en el tejido social, pero como comunidad, me refiere a una
organización, a un sistema u organismo difícilmente tipificable, cuyo
funcionamiento dependerá de la interacción de sus
individualizaciones; me parece demasiado arriesgado hablar de
modelos de pareja o modelos de personalidad, sin embargo,
concuerdo con la idea de que el influjo que la sociedad ejerce en el
desarrollo de la identidad y la conformación de una individualidad,
para concluir que una definición de cualquier tipo de relación puede
descubrirse a través de los modos de convivencia.

La propuesta del autor descubre el fondo moral de la cuestión, la


construcción de relaciones entre individuos capaces de crear vínculos
sólidos más allá de lo prescrito por el deber o la obligación, asentados
en condiciones afectivas satisfactorias, que reproduzcan
ineludiblemente la calidad humana, personal, psicológica, afectiva y
ética de la sociedad en que se manifiestan

Elizabeth Gallardo Wong

Enero 2013

REFERENCIA

José Antonio Marina, La familia: un modelo para armar, en


www.fad.es/sala_lectura/IICongresoFamilias_conf.pdf

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