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También se puede definir la familia como una “comunidad de intimidades”, es el lugar en donde el
trato es propiamente personalizado, ya que sus integrantes están relacionados por un sentido
unitivo otorgado por el amor vincular que los fundadores, padre y madre, le han otorgado.
Todos conocemos lo qué es una familia, pero vivimos en tiempos en los que parece que el
concepto de familia se ha relativizado, se intenta llamar familia a situaciones que no lo son, incluso
se pretende obligar a aceptar esto a través de la promulgación de leyes que no solamente
van en contra de la verdad, sino que además atentan contra la dignidad de la persona.
Existe siempre una gran polémica sobre si la familia es “natural” o si es un invento del
hombre, es decir un invento de la sociedad. Esta diferencia es fundamental para el futuro de una
persona y el de la humanidad, ya que hoy, con mucha fuerza, existen tendencias que desean
suprimir a la familia como parte esencial de la sociedad.
2. Esa tendencia inicial hace que dos personas se conozcan y lleguen a unirse.
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5. Si no existiese esta tendencia natural a unirse entre un hombre y una mujer, nuestra especie
estaría en peligro
6. El hombre también es un ser social, por ello que también busca vivir con otros, pero en
particular, dentro de la comunidad general, busca formar una comunidad especial que llamamos
familia.
Pero la familia ¿es únicamente natural? Por supuesto que sobre la base natural que tiene la familia
la sociedad influye y modela esta institución.
El que la familia sea una institución natural no significa que la sociedad no deba tratar de ella. Al
contrario, las leyes y el estado deben proteger y promover a la familia.
En síntesis, la familia es una institución de orden natural, siempre el hombre ha tendido a unirse a
una persona del sexo opuesto para formar una comunidad particular dentro de la sociedad que
está inserto.
La familia es un núcleo conformado por los padres y sus hijos que viven como comunidad y cuyas
relaciones son profundamente íntimas y esenciales.
La familia tiene su origen en el amor y en particular en ese amor especial que se da entre un
hombre y una mujer, que es el amor conyugal, entendido como la tendencia natural de un varón a
unirse con una mujer y viceversa. Por eso que la familia no es un invento del hombre, sino
que su origen es natural, está inscrito en nuestra propia naturaleza. Esta tendencia unitiva
se materializa en un vínculo que contraen un hombre y una mujer y con ello se constituyen en los
fundadores de una nueva familia.
El amor conyugal tiene tres etapas que son muy importantes de identificar:
1. La conmoción
Es el momento en el que hay una persona del sexo opuesto que me produce un atractivo inmenso,
y a pesar de que puedan existir otras personas que tengan buenos atributos, esa persona en
particular se transforma en alguien especial.
Debemos detallar que inicialmente este encuentro con aquella persona especial es
normalmente sexual, es decir físico, me llama la atención su risa, su manera de caminar, sus ojos,
la voz, la simpatía, etc. Cuando hablamos de sexualidad estamos refiriéndonos al concepto amplio
de entender a una persona como masculina o femenina.
Este primer encuentro me produce una conmoción, es decir un estado anímico diferente,
excitante. Frente a esa persona me pongo nervioso, deseo verla a cada rato, produce cierto
nerviosismo estar cerca, etc.
2. Alegría
Una vez que he formalizado con esa persona un mutuo acuerdo de conocimiento, a ello le
llamamos propiamente en Chile el “Pololeo”, se produce una etapa de alegría, ya que ahora poco
a poco, con calma (sin tanta conmoción), cada uno va develando su intimidad, la realidad
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de quien es cada uno, y se pasa de un interés físico o externo a un atractivo
profundamente personal. Esa persona que en un comienzo es “especial”, poco a poco va
transformándose en “incomparable”
Esta etapa es muy importante en el futuro de la vida conyugal, ya que es éste el momento en el
que cada uno de los pololos va mostrando su verdadera identidad y ello permite definir si
efectivamente existe la posibilidad de conformar un proyecto de vida común en el futuro.
Esta etapa poco a poco va transformándose en la preparación de una posible unidad vincular entre
los amantes.
3. Amor conyugal
Es la etapa real de amor, definido como donación, es decir, es el momento de decidirse a unirse,
de entregarse para conformar con su amada o amado una nueva vida.
Hasta la etapa de “pololeo” ambos enamorados, de manera muy romántica, podían inscribir en la
corteza de un árbol la inscripción: “Tú y Yo”. Ahora en la etapa de unidad conyugal con toda
propiedad deberán inscribir en dicho árbol: “Nosotros”.
Este “nosotros” representa una “tercera persona”, ya no somos “tú más yo”, sino que ahora
conformamos una nueva unidad, que es el origen de la unidad familiar. Este nuevo ser, el
nosotros, no quita que cada uno siga siendo un ser individual, pero ahora entregado de
manera voluntario al otro. Cada uno de los amantes tiene derechos y deberes sobre el otro.
Conocimiento 4: El Matrimonio
Para qué limitarnos a pensar en las firmas o celebraciones. El verdadero compromiso que crea
esta institución es el que surge de la voluntad de la pareja, de la libre decisión de
entregarse al otro, motivada única o principalmente por el amor. “El matrimonio lleva a los
amantes a reorganizar su vida y a convertir al otro en proyecto y tarea de su propia
biografía”. En estas reflexiones está la clave. Quien contrae matrimonio lo hace porque así lo
quiere, y lo quiere tan fuertemente que no llega a imaginarse su vida de otro modo. Por eso, ese
individualismo que lleva a algunos a escapar del compromiso, es superado por una
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sensación de amor tan grande que es el otro quien se transforma en la preocupación central de la
vida de uno mismo, porque en su felicidad, está la propia felicidad.
Hay que recordar que el hombre por naturaleza es un ser social, que no puede existir sin ser en
otros, por lo que el “otro” adquiere ese valor de identidad y de reafirmación en sí mismo. Es la
sociedad la que me convierte en alguien, ante la pregunta quién eres no podemos dejar de
lado nuestra condición social, “soy hijo de”, “soy chileno”, “soy técnico en”, “trabajo en tal lugar”,
si bien es cierto que esas respuestas no completan todo el complejo y profundo ser que
cada uno es, sin duda que son base objetiva (jurídica) de quién uno es.
Lo mismo ocurre con el amor entre un hombre y una mujer, necesitan validarlo, porque los actos
humanos son sociales, al casarme establezco un compromiso que implica derechos y deberes y
que, frente a los demás, me comprometo a respetar. Si esa unión no tiene marco jurídico,
entonces no es posible existir y si no existe no hay posibilidad de ejercer los derechos.
El matrimonio es la base de la familia y adquiere un carácter tan sagrado y valioso, que entiende
por lógica consecuencia su exclusividad y perpetuidad. Cierto es que mucho se ha discutido acerca
de esto, al surgir propuestas tales como el divorcio. Pero la discusión parte por un error de
concepto: si el matrimonio fuera sólo un contrato civil, efectivamente podría disolverse. Sin
embargo, este vínculo parte de una promesa de amor y de entrega, que compromete a
ambas personas por entero para incluir en el futuro su amor presente. Sobre esta base podemos
decir que algunas de las características esenciales del matrimonio son:
• Exclusividad: Si el deseo de casarse con una persona surge porque la amamos a ella, por ser tal
como es, entonces ese amor puede estar sólo destinado a esa persona, así como todas sus
manifestaciones. Si el matrimonio supone la entrega de uno, como persona, hacia otro
individuo que también se nos entrega como persona, en cuerpo y alma, no podemos dividirnos o
“fotocopiarnos” y entregarnos de la misma manera a 2, 3 ó más personas. Cuando uno está
enamorado, lo está de una persona en exclusivo, porque resulta única e incomparable.
• Perpetuidad: Este puede ser el fundamento más problemático en el último tiempo, sobre
todo por los debates generados en relación al tema del divorcio. Y efectivamente, no es fácil dar
una opinión simple, considerando la cantidad de argumentos que defienden la posibilidad
cierta de un divorcio: violencia intrafamiliar, ausencia absoluta de amor, familias totalmente
acabadas. Pero eso no significa que podamos partir de la premisa de que el matrimonio no
nace para ser perpetuo. Si no se basara en esto, entonces estaríamos hablando de otro
tipo de unión, pero no de matrimonio. Las promesas no son a plazo; no se vencen ni caducan.
Los acuerdos y contratos sí, pero no las promesas, pues si nacen del amor, nacen de un
sentimiento que no tiene plazos, que no es momentáneo, sino fluido. Y si ese amor implica
una entrega y la promesa de darse a otro por entero, en cuerpo y alma, no podemos darnos
pensando en que dentro de un tiempo nos retractaremos o vamos a quitarle a nuestra pareja lo
que le hemos regalado: nuestra propia persona.
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•Sexualidad y fecundidad: Comunes en nuestros días son las llamadas “uniones libres”, que
comprometen a un hombre y una mujer sólo a nivel de convivencia y de sexualidad, olvidando,
en este sentido, algunos deberes fundamentales de la familia, como el de la procreación. Pero
un fin natural de la sexualidad es precisamente ésta, que debe darse en una familia para que
el fruto de esa unión (los hijos) estén protegidos y sean educados. Quienes se unen con la
voluntad de fundir su vida con el otro –al casarse-, están creando con ello una nueva identidad:
están creando más que una vida de pareja, una vida de familia. Y en tanto que uno es conciente de
esa nueva identidad y es feliz porque ella exista, pretenderá también consolidarla y prolongarla en
el tiempo. Cuando uno ama algo o a alguien, pretende que ese algo no desaparezca y, por el
contrario, crezca y se fortalezca. La sexualidad es el ámbito propio en el que puede
realizarse esto, precisamente por poseer además un carácter original y creativo: origina vida, crea
vida. En otras palabras, la manera de perpetuar aquella vida que amamos, es logrando que
alguien continúe viviéndola y es eso precisamente lo que realizan los hijos: consolidan un
amor y una vida para proyectarla más allá de las personas que la han fundado.
Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua de los esposos, la procreación de los hijos y
la educación de éstos.
Amor conyugal: tendencia unitiva entre un varón y una mujer, que finalmente llevado a su
máxima expresión, establece la unidad entre ambos amantes; y es, por lo tanto, el origen del
matrimonio.
Vínculo conyugal: es lo que une a ambos novios y les hace pasar del tú y yo al nosotros. Este
vínculo es perpetuo, hasta que la muerte naturalmente lo separa.
Vida Matrimonial: es el diario vivir, la convivencia, la comunicación y la logística del día a día.
Siendo esto importante, no se puede confundir vida matrimonial y vínculo matrimonial, ya que
aunque el matrimonio se separe por falta de sana convivencia, el vínculo permanece intacto.