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Fecha: 4/06/2022
Ensayo de las mujeres en la revolución
francesa
En la iconografía cotidiana (estamos, medallones, etc.) estos retrasos de la nueva sociedad están
muy presentes porque se pensaba que las mujeres eras más bien agitadoras, iniciadoras de fuegos
y conflictos.
Uno de los conceptos importantes de esta época es el término “tricoteuses” (tejedoras), que se
refieren a las mujeres que participaban en los debates en las asambleas, lo que permitió ver que
las mujeres tenían interés en la política cotidiana de hemiciclo. Sin embargo, estas participaciones
en estos debates no fueron frecuentes.
Resultó en la prohibición definitivas de las mujeres de usar los bancos públicos de la asamblea en
1795.
El programa de Olimpia de Gauges incluía libertad, igual y derechos políticos para las mujeres,
incluyendo el derecho de votos. Estos derechos son cruciales para el avance hacia una sociedad
justa. Tal vez uno de los derechos más conocidos del movimiento feminista y los derechos de las
mujeres sea el sufragio femenino. Los varones que dirigían la revolución, incluso los más radicales,
no compartían la perspectiva feminista.
Théroigne de Méricourt defendía el porte de armas y, al igual que muchas otras, fue encarcelada
en manicomios mientras que otras fueron condenadas a la guillotina y a la muerte, como Olymoe
de Geuges en octubre de 1793.
En un paisaje bucólico de la ciudad de Caen en 1793, Tony Robert-Fleury la retrata como una
mujer apacible con un libro entre las manos. Este retrato refleja mejor su personalidad de mujer
inquieta que el de Paul Badry, donde se la ve como una heroína romántica. Siempre se la vio como
una mujer que nunca sintió la necesidad de desperdiciar su tiempo en algo degradante como la
vida rutinaria guiada por las costumbres provincianas. La historia lo ayudó a evitarlo. Sucedió
durante la primavera de 1793, cuanto una gran cantidad de girondinos se refugiaron en Caen para
evitar las represalias de los jacobinos liderados por Jean-Paul Marat.
Para las historiadoras feministas, la Revolución Francesa no solo nos dio derechos, sino que
también dividió lo público y lo privado en términos de género: las mujeres debían ocuparse de
alimentar y cuidar a los ciudadanos.
Por lo tanto, afirmamos que la revolución he dejado una herencia diferente en nuestras
sociedades, que surge de la exclusión y la emancipación. La importancia de mantener una
constante referencia al legado revolucionario en cuanto a los derechos civiles fue crucial, ya que
esto resultó en numerosos beneficios. En 1791, el matrimonio se convirtió en un contrato civil, y
en 1792, se otorgó el derecho al divorcio, una medida ampliamente respaldada por las mujeres. En
1793, se llevó a cabo una reforma en el régimen sucesorio que eliminó el derecho de masculinidad
y el derecho de primogenitura, estas nuevas reformas podrían permitir la igualdad entre hombres
y mujeres en los ámbitos conyugal y familiar, lo que sería un gran paso para todas las mujeres.
A pesar de estos, es importante recordar que el feminismo continúa luchando por los derechos no
solo de las mujeres, sino también por un progreso igualitario entre ambos sexos para una mejor
convivencia y progresos como especie humana. Es cierto que las luchas de las épocas pasadas
fueron muy difíciles, y muchos sacrificios tuvieron que hacerse para avanzar, pero todo esto fue
posible gracias a la organización e inteligencia excepción de aquellas mujeres. Desde hace mucho
tiempo, es evidente que no todo era así, ya que a pesar de ser una lucha compartida, se fragmentó
en ideologías, de la cual surgió una rama del feminismo mucho más violenta y que parecía actuar
de forma errática, desprestigiando el movimiento, aun que se puede considerar que no era del
todo malo en aquel entonces, si las cosas no eran lo más ético o moral, pero para ser escuchados
en una época en la que no lo eran. Pasaron muchas décadas para que las mujeres en nuestra
sociedad tengan algunos privilegios incluso mayores que los hombres, pero al final, ha sido una
lucha con un propósito noble y coherente.
Pero ahora puedo decir que se ha tergiversado tanto que esto ya no es feminismo, lo que es, es
todo lo contrario, mancha la imagen del feminismo y le da mala fama.
Actualmente, esto ya está fuera de control en cierta medida, aunque aún hay cosas por las que se
puede luchar, pero es muy pequeña la cantidad de personas que quieren y luchan por esto, lo que
indica una evidente decadencia en gran parte del movimiento. Esto no tiene como objetivo
desacreditar al movimiento, ya que es algo humano y necesario. Sin embargo, la realidad es muy
cruda en la actualidad y el grupo que busca hacerlo es descreditado por incluso otros grupos de su
movimiento. Estos grupos creen que es más efectivo defecar y orinar en plazas, agrediendo a
hombres incluso cuando son ancianos, llegando a ejercer violencia física en muchas ocasiones.
Este grupo se pinta como una señal de “protesta” que ya no se nota que busca una igualdad, sino
una superioridad en la cual cometen la mayor falla posible, generalizar, tachan a todos los
hombres de violadores, abusadores que les impiden crecer por un techo de cristal y un patriarcado
inexistente, sector que cree que es aceptado que los hombre sean golpeados y agredidos e incluso
llegando a decir que en sencillos términos no deberían de existir, un sector que sugiere un
genocidio masivo en contra de los hombres y llena las redes sociales con argumentos tan
infundados que cualquiera con dos dedos de frente puede desmentir.
Es triste y preocupante ver cómo un sector importante es opacado y consumido por uno que se ha
convertido en una nueva forma de racismo extremadamente radical que, en lugar de abordar los
problemas reales, solo hace campañas de odio contra todas las personas con rasgos masculinos. Es
triste ver cómo la lucha que debería ser tomada como por aquellos lugares donde las mujeres son
vistas más como una propiedad, ahora pasa muy desafortunadamente un movimiento que solo
tienen como objetivo volver a generar divisiones, superando cualquier opinión y oprimiendo
incluso con ofensas y actos muy deshumanos a cualquiera que no esté de acuerdo.
Eso es inquietante y, en cierta medida, inquietante, ya que preocupa pensar en la pregunta del
millón, ¿Qué nos depara el futuro como especie?