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PRECISIONES CONCEPTUALES SOBRE LA

“INDEMINIZACIÓN” POR EL USO EXCLUYENTE DEL


BIEN SUJETO A COPROPIEDAD

Vicente Brayan Villalobos Villalobos*


Universidad de San Martín de Porres (Lima, Perú)

Resumen: La casación 2832-2018-Cusco, no es más que una muestra de la subsistencia de la


dialéctica a nivel jurisprudencial concerniente al sentido interpretativo del artículo 975 del Código
Civil, norma que impone al copropietario que usa el bien común parcial o totalmente con
exclusión de los demás, la obligación de indemnizarlos en las proporciones al valor de sus
respectivas alícuotas. Frente a esta disidencia hermenéutica, el autor defiende la tesis que
identifica la naturaleza jurídica de esta pretensión en el enriquecimiento por intromisión. En
consecuencia, concluye además que el plazo prescriptorio de esta pretensión es el aplicado para
las acciones personales, esto es, 10 años computados desde que el copropietario privado del uso
del bien puede ejercer la acción.
Palabras clave: Copropiedad / uso del bien común / enriquecimiento por intromisión / efecto
restitutorio / acción personal / plazo prescriptorio.
Marco normativo:
• Código Civil: artículos 969, 970, 971, 972, 973, 974, 975, 976, 977, 978, 981, 1993 y 2001.
Sumario: I. La dialéctica jurídica en torno a la interpretación del artículo 975 del Código Civil;
II. Noción de copropiedad y contenido de la facultad de uso del bien común; III. Cuestiones sobre
la obligación de “indemnizar” al copropietario excluido; 3.1. Sobre el supuesto de hecho
configurador; 3.2. Sobre la naturaleza de la consecuencia jurídica; 3.2. Sobre el plazo prescriptorio
al que está sujeta la pretensión; 3.3. Sobre el inicio del cómputo del plazo prescriptorio; VI.
Conclusiones; V. Fuentes de información.

I. La dialéctica jurídica en torno a la interpretación del artículo 975 del Código Civil
He de confesar que una de las características del derecho como área del conocimiento humano
que me causan mayor intriga, es su naturaleza controvertida. Podría decirse que el derecho es una
guerra civilizada por principios y reglas que orientan la conducta humana en sociedad y gestionan
los conflictos derivados de las relaciones interpersonales. Las normas jurídicas que componen el
ordenamiento han sido creadas para garantizar a las personas cierto grado de seguridad sobre la
forma y el sentido en que serán resueltas sus desavenencias; sin embargo, a pesar de los esfuerzos
denodados, este propósito de estabilidad es incapaz de contener de manera absoluta la producción

*
Bachiller por la facultad de derecho de la Universidad de San Martín de Porres (USMP). Miembro del Centro de
Estudios de Derecho Civil (CEDC) y del Centro de Estudios de Derecho Administrativo (CEDA), ambas
organizaciones de la misma institución universitaria. Miembro del círculo estudiantil Lex Patria – C. Jurídico. Ex
practicante preprofesional de la Zona Registral N° IX – Sede Lima y ex practicante profesional de la Comisión de
Dumping, Subsidios y Eliminación de Barreras Comerciales No Arancelarias del Instituto Nacional de Defensa de la
Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi). Correo de contacto:
vicentevillalobos2196@gmail.com. ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-2384-9771.

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Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
a copropiedad

de ideas reformadoras, motivadas por la creatividad, la diversidad de perspectivas, la


disconformidad y, en suma, la libertad. El derecho civil no es ajeno a esta característica, a pesar
que desde hace ya buen tiempo se le viene criticando por utilizar preponderantemente la lógica-
formal para construir los esquemas conceptuales que configuran todo su bagaje teórico.
No obstante, que el derecho sea dinámico no significa que otorga licencia a sus operadores para
la inconstancia y la insustancialidad. Detrás de cada demanda, contestación y resolución judicial,
hay una voluntad que sostiene la tesis expresada en ellas; voluntad que, en aras de vencer y
trascender, deberá valerse de la argumentación jurídica, entendida como la actividad intelectiva
elucubrada para sustentar una idea conveniente a ciertos intereses. No es admisible, por tanto, las
dudas e incertidumbres indefinidas, sino más bien se requiere que ante una situación se tome
partido por alguna de las opciones viables y defenderla con los instrumentos que el derecho
provee. Es precisamente este defecto el que advierto en la casación 2832-2018-Cusco (cuaderno
de excepción de prescripción extintiva), que gentilmente se me ha pedido comentar.
Antes de desarrollar mis precisiones conceptuales sobre lo discutido en la referida casación,
convendrá al lector tener una sucinta descripción de los antecedentes que le dieron mérito. Debo
advertir a quienes decidan leer el texto de la resolución que, su calidad narrativa, en cuanto a los
antecedentes, deja mucho que desear, por lo que en ciertos puntos he tratado de hilar los datos allí
consignados, a fin de tener una idea clara sobre los hechos litigiosos. La interpretación y
aplicación de las instituciones jurídicas siempre han de estar definidas en base a su contexto.
El proceso inicia con la demanda de “indemnización por lucro cesante” planteada por Ángel
Custodio Hernández Alarcón y Juan Bautista Hernández Alarcón (demandantes), dirigida contra
Antonieta Hernández Alarcón (demandada), quien de alguna manera –tal vez ilícita– habría
logrado ser declarada como única y universal heredera de Carmen Luisa Hernández Alarcón. En
su petitorio, los demandantes solicitaron el pago de S/1´492.065.48 soles, repartidos en función a
las alícuotas que le corresponden, por concepto de indemnización por el uso total de los bienes
inmuebles que conformaban la herencia de su hermano y causante, Aurelio Hernández Alarcón.
Fundamentaron su pretensión aduciendo que la demandada venía aprovechándose de los bienes
inmuebles excluyéndolos desde el 10 de setiembre de 2011, motivo por el cual alegaron que les
correspondía el pago de la suma fijada más los periodos devengados hasta la fecha en que la
demandada pusiera los bienes a disposición de todos los coherederos, y más los intereses legales
devengados hasta la fecha del pago total del monto resultante.
Como medio de defensa de forma, la demandada dedujo excepción de prescripción extintiva de
la pretensión indemnizatoria por daños y perjuicios, por cuanto, al tratarse de –a su criterio– una
obligación derivada de responsabilidad civil extracontractual, la misma habría prescrito el 10
de setiembre de 2013, en aplicación del inciso 4 del artículo 2001 del Código Civil (C.C.). Para
reforzar su contradicción, sostiene que el plazo prescritorio debía computarse desde el 10 de
setiembre de 2011, fecha en la que inició su posesión con exclusión de los demandantes. Una vez
formado el cuaderno incidental, los demandantes absolvieron la excepción deducida
argumentando que no era posible computar el decurso prescriptorio pues la afectación de sus
derechos continuaba hasta entonces. Tras la realización de los actos procesales correspondientes,
la Jueza del Segundo Juzgado Civil de la Corte Superior de Justicia del Cusco, resolvió declarar
fundada en parte la excepción de prescripción extintiva, en base a las siguientes consideraciones
que paso a parafrasear:

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• Se aprecia que la actora interpone demanda de indemnización de daños y perjuicios por las
rentas dejadas de percibir desde el mes de setiembre de 2011 hasta la actualidad, por lo que,
para efectos del cómputo del plazo prescriptorio se deberá tener en cuenta que sólo se
encuentra vigente la indemnización de daños y perjuicios de los dos últimos años hasta la
fecha de la interposición de la demanda; esto teniendo en cuenta que la pretensión demandada
es por responsabilidad extracontractual, la misma que de conformidad con lo establecido por
el inciso 4 del artículo 2001 del Código Procesal Civil (C.P.C.), prescribe a los dos años.

• La excepción deducida deberá ser amparada en parte, por haberse producido la prescripción
respecto de la indemnización de las rentas dejadas de percibir desde el mes de setiembre del
2011 hasta el 10 de Julio de 2015, debiendo continuarse con el trámite del presente proceso
respecto de la indemnización de las rentas dejadas de percibir desde el 11 de julio de 2015
hasta la fecha de la interposición de la demanda, esto es el 11 de julio de 2017.
Contra esta resolución adversa, los demandantes interponen recurso de apelación, manifestando
que el a quo incurrió en error in iudicando al aplicar indebidamente el inciso 4 del artículo 2001
del C.C., lo que produjo el recorte de la suma peticionada como retribución o compensación por
el periodo que va desde el 10 de setiembre de 2011 hasta el 10 de setiembre de 2015. Por su parte,
la demandada también apeló la resolución, aunque con argumentos algo contradictorios a sus
propios intereses, pues sostuvo que “la indemnización regulada en el artículo 975 del C.C., es una
de naturaleza legal”1 y que “cuando un copropietario usa de manera excluyente un bien,
impidiendo dicho uso a los demás copropietarios del mismo, nace la obligación (crediticia) de
indemnizarles (más bien retribuirles o compensarles) por la privación del referido uso (artículo
975 C.C.)”2. La Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Cusco, resolvió declarar nulo todo
lo actuado e improcedente las pretensiones de los demandantes en base a los siguientes
argumentos:
• Los demandantes postularon una pretensión de indemnización cuyo daño consiste en el lucro
cesante, sin precisar si se trata de responsabilidad contractual o extracontractual.

• Los actores en su escrito de apelación de fecha dieciséis de abril de dos mil dieciocho,
afirmaron lo siguiente: "Cuando un copropietario usa de manera exclusiva un bien, impidiendo
dicho uso a los demás copropietarios del mismo, nace la obligación (crediticia) de
indemnizarles (más bien retribuirles o compensarles) por la privación del referido uso
(Artículo 975 C.C.)"; siendo que el uso de un bien por parte de un copropietario, con exclusión
de los demás, origina una obligación de crédito.

• Así planteados los hechos, si a juicio de los demandantes la indemnización es un crédito, y lo


que pretenden es exigirlo, no corresponde plantear indemnización, sino una obligación de
dar suma de dinero.

• No hay conexión lógica entre el petitorio (indemnización por lucro cesante), la


fundamentación fáctica y los agravios expresados en el recurso de apelación, por lo que debe
declararse improcedente la demanda en aplicación del inciso 4 del artículo 427 del C.P.C. A
pesar de que el ad quem haya conocido la pretensión en vía incidental, ello no obsta para que

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Énfasis agregado.
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Énfasis agregado.

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Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
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se pronuncie sobre los vicios insubsanables de la demanda, pues este examen es obligación de
los órganos jurisdiccionales en todas las instancias.
Los demandantes interpusieron recurso extraordinario de casación contra el auto de vista,
denunciando para tal efecto la existencia de vicios in procedendo vinculados a la debida
motivación de las resoluciones judiciales (incisos 3 y 5 del artículo 139 de la Constitución,
concretizados en los artículos 7 y 12 de la Ley Orgánica del Poder Judicial) y a la calificación de
la demanda en la etapa postulatoria del proceso (inciso 4 del artículo 427 del C.P.C.). La Sala
Civil de la Corte Suprema de la República resolvió declarar fundado el recurso de casación y, en
consecuencia, nulo el auto de vista, explicitando para tal efecto las siguientes consideraciones que
constituyen su ratio decidendi:
• El auto de vista adolece de vicio insubsanable que acarrea su nulidad, debido a que su
motivación vulnera el principio de congruencia aplicado al recurso de apelación, según el cual
el órgano de alzada no está facultado para pronunciarse sobre todo lo actuado en primera
instancia, sino solo respecto a la expresión de agravios realizada por la parte recurrente,
cumpliéndose de este modo con el aforismo tantum devolutum, quantum appellatum (el
alcance de la impugnación de la resolución recurrida determinará los poderes del órgano ad
quem para resolver de forma congruente la materia objeto del recurso). Así, el ad quem no
debió analizar la improcedencia de la demanda derivada de la supuesta falta de conexión
lógica entre la pretensión, los fundamentos de hecho y la expresión de agravios contenida en
el recurso de apelación, sino más bien debió controlar la aplicación del inciso 4 del artículo
2001 del C.C., efectuada por el a quo, lo que a su vez suponía desarrollar una interpretación
sobre el artículo 975 del C.C., y así esclarecer si se está ante un caso de responsabilidad civil
extracontractual.

• A manera ilustrativa, se trae a colación las resoluciones emitidas en el expediente 00012-2012,


invocado por la demandada en su recurso de apelación para informar al ad quem que los
demandantes ya habían demandado indemnización por daños y perjuicios correspondientes a
los años 2001 al 2011, contra Carmen Luisa Hernández Alarcón, causante de la demandada
en la presente causa. En aquel proceso el Primer Juzgado Civil de Cusco, resolviendo la
excepción de prescripción extintiva deducida por la entonces demanda, expresó que:

(…) no se puede iniciar el cómputo del término prescriptorio al fallecimiento del causante
Aurelio Hernández, como pretende la excepcionante, pues mientras la demandada continúa
haciendo uso de aquellos bienes, es lógico, que el daño alegado por los actores continúe
produciéndose; en tanto, no puede existir punto de inicio para el cómputo del término
prescriptorio. (Énfasis agregado)

Apelada esta resolución emitida en el cuaderno incidental del expediente referido, la Sala Civil
de la Corte Superior de Justicia del Cusco resolvió confirmarla por idénticos argumentos, esto
es, que no es posible iniciar el cómputo del plazo prescriptorio debido a que el daño no había
cesado pues la demandada seguía excluyendo a los demás coherederos del uso de los bienes
inmuebles que componen su herencia. Ya en el cuaderno principal del mencionado expediente,
el órgano de primera instancia expidió sentencia inhibitoria, lo que motivó su apelación. Así,
mediante sentencia de vista el órgano de segunda instancia declaró nula la apelada,
sosteniendo que:

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(…) en rigor, no nos encontramos dentro del marco de la responsabilidad civil, dentro del
cual debamos constatar la producción de un daño, así como los demás elementos constitutivos,
sino que, la obligación de indemnizar nace de un hecho jurídico objetivo, cuando se configura
el soporte fáctico de la norma: el copropietario que usa el bien parcial o totalmente con
exclusión de los demás. Dicho de otro modo, corresponde constatar si en la realidad se
presenta dicho supuesto contenido en la norma (incidencia), para determinar la indemnización
(rectius: retribución) en la proporción que corresponda. (Énfasis agregado)

De lo resumido se deduce que la controversia se reduce a tres cuestiones, una consecuencia de la


otra: i) ¿el artículo 975 del C.C., regula un supuesto de responsabilidad civil?; ii) ¿a qué plazo
prescriptorio está sujeta esta pretensión?; y, iii) ¿desde qué momento debe computarse tal plazo
prescriptorio? Como se habrá notado, hay mucha discrepancia sobre estas interrogantes, tanto
entre los órganos jurisdiccionales como entre las partes procesales. Es más, las Salas de la Corte
Suprema ya han tenido la oportunidad de pronunciarse sobre esta materia en varias ocasiones,
aunque de igual manera sin establecer jurisprudencia. Así, tenemos la casación 2351-2013-Lima,
en la cual se señaló que no puede ampararse la pretensión indemnizatoria sustentada en el artículo
975 del C.C., si el accionante no ha acreditado los daños padecidos como consecuencia de haber
sido excluido del uso del bien sometido al régimen de copropiedad:
(…) la parte accionante no ha cumplido con fundamentar adecuadamente este extremo de su
pretensión, pues no ha establecido ni ha acreditado los tipos de daños que habría sufrido según
lo manifiesta en la demanda en cuestión, así pues, la accionante debió acreditar el daño en
la interposición de su demanda o en la actuación del proceso, no más bien limitarse a señalar
que estima el daño en cuarenta mil nuevos soles (S/. 140,000.00) por el solo hecho de haber
transcurrido tiempo (trece años), lo cual incluso debería determinarse en ejecución de
sentencia.
DÉCIMO PRIMERO.- En consonancia con lo expuesto, los Jueces Revisores al analizar la
pretensión del demandante y señalar respecto de la indemnización que: i) no solo debe
alegarse la pretensión, sino también probarse fehacientemente, constituye una motivación
insuficiente puesto que la misma contiene solamente la conclusión a que su razonamiento les
ha llevado, pero no están exteriorizadas y expuestas las premisas que han conducido a dicha
conclusión, dado que corresponde a los Jueces Superiores analizar si la indemnización
contenida en el artículo 975 del Código Civil presupone o no la existencia de daños y
perjuicios, teniendo en cuenta que el contenido de dicha disposición reposa en el derecho
individual que tiene todo copropietario de aprovecharse del valor de uso directo que el bien
le pueda proporcionar y en la consiguiente facultad de negociar ese derecho a favor de quien
usa excluyentemente el bien para permitir que este pueda gozar de un derecho individual más
amplio que el que le corresponde.(Énfasis agregado)
En sentido opuesto, la casación 3117-2014-Piura tiene por resuelto lo siguiente:
Se debe tener en cuenta que para que prospere la indemnización a que se refiere el artículo
975 del Código Civil en el que ampara su demanda el accionante, basta que se pruebe que el
copropietario (en este caso las codemandadas mencionadas) por intermedio de la factoría de
su propiedad, han usado el bien parcialmente con exclusión de los demás (entre ellos el
demandante); no obstante, debe precisarse que el pago dispuesto no tiene la naturaleza de
una indemnización propiamente dicha, en la medida en que no está determinado por alguno
de aquellos supuestos que en nuestro ordenamiento jurídico son susceptibles de dar lugar a la

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misma, sino que se trata de la retribución del valor de uso que no estuvo siendo aprovechado
por el demandante en su facultad de uso; razón por la cual este Colegiado no comparte el
criterio del A quo en fijar el monto ordenado en la sentencia recurrida como lucro cesante;
sino que ha debido utilizarse como parámetro de valuación el costo que por el uso mensual
fijó el propio demandante en su carta de fojas cuarenta y uno conforme a la pretensión
contenida en la demanda al amparo del artículo 975 del Código civil, indemnización por el
no uso del bien común. (Énfasis agregado)
Finalmente, la casación 2477-2013-Lima,
Sin embargo, el término “indemnizarles” a que alude la norma mencionada resulta equívoco,
pues la exclusión practicada por el copropietario no presupone la existencia de daños y
perjuicios, razón por la que en vez de indemnización debió consignarse retribución. Esta
postura se sustenta en que la norma bajo estudio hace referencia a que la indemnización a
favor de los demás copropietarios tendrá lugar en las proporciones que les corresponda en tal
sentido, si se estuviera indemnizando el daño causado por un acto ilícito tendría que abonarse
montos diferenciados por daños diferenciados y no un monto total a distribuirse entre los
demás copropietarios proporcionalmente, inclusive, cuando la norma usa el término
“proporciones” está aludiendo en realidad a las cuotas ideales que corresponden a cada
propietario. Por tanto, el monto que debe abonar el copropietario que excluye a los demás
copropietarios en el uso de bien común no es un monto indemnizatorio, como equívocamente
señala la norma bajo comentario, sino se trata de una compensación por el valor del uso a
favor de los demás copropietarios. (Énfasis agregado)
Pareciera que la Corte Suprema termina por inclinarse a favor de la tesis retributiva o
compensatoria de la consecuencia jurídica establecida en el artículo 975 del C.C., en contrapartida
con la tesis resarcitoria que exige un juicio de responsabilidad para tutelar al copropietario privado
del uso del bien común. Sin embargo, lo planteado en el Pleno Jurisdiccional Nacional Civil y
Procesal Civil, llevado a cabo el 15 de octubre de 2021, denota que el asunto aún no está zanjado,
toda vez que subsiste un sector de jueces partidarios de la tesis resarcitoria. En efecto, el Tema 03
de este Pleno estuvo referido al plazo prescriptorio de la pretensión indemnizatoria regulada en el
citado artículo 975 del C.C. La primera ponencia consistió en concebir a esta disposición
normativa como un supuesto abarcado por el sistema de responsabilidad civil extracontractual,
sobre la base del deber genérico positivizado en el artículo 1969 del C.C., según el cual aquel que
cause daño a otro está obligado a indemnizarlo. Así, para quienes formularon esta ponencia, la
privación del uso del bien común en perjuicio de algún copropietario, es una conducta ilícita
motivada por un factor de atribución doloso; en consecuencia, para esta postura, la pretensión de
indemnización ejercida por el copropietario excluido prescribe a los 02 años, al tratarse de una
obligación derivada de responsabilidad civil extracontractual. Cabe añadir que, hubo 04 votos a
favor de esta ponencia y 13 abstenciones, de lo cual se infiere que estos magistrados no se
convencieron de la tesis retributiva.
Sin duda sería especulativo afirmar que las cuestiones aquí identificadas motivarán la
convocatoria a algún pleno casatorio civil; pero lo cierto es que la dialéctica en torno al sentido
interpretativo del artículo 975 del C.C., no ha arrojado una síntesis pacífica, de modo que pensar
en aplicar el artículo 400 del C.P.C., no resultaría baladí, pues la técnica del precedente judicial
en sede casatoria es instrumental a los fines tradicionales de esta institución procesal, cuya génesis
la encontramos en la Francia revolucionaria: por un lado, está la finalidad nomofiláctica, que en

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sencillo faculta a las Cortes de Casación a garantizar la correcta interpretación y aplicación del
derecho objetivo al caso concreto mediante el control de las infracciones normativas denunciadas
por los recurrentes; y, por otro, la finalidad uniformizadora, que consiste en la función de las
Cortes de Casación para garantizar la seguridad jurídica, la predictibilidad y la igualdad ante la
ley, por medio del establecimiento de reglas vinculantes para todos los órganos jurisdiccionales
de la nación que ostenten la misma competencia por razón de la materia.
Debido a la falta de consenso sobre las cuestiones aquí identificadas, en los siguientes apartados
desarrollaré de manera concisa los argumentos que me llevan a sostener que a la hipótesis
normativa regulada en el artículo 975 del C.C., le corresponde una consecuencia jurídica de
naturaleza restitutoria, cuyo fundamento radica en el enriquecimiento por intromisión. Para tal
efecto, empezaré abordando la noción de copropiedad y el contenido de la facultad de uso que le
corresponde a todo copropietario respecto del bien común. Estos conceptos preliminares me
permitirán interpretar el supuesto de hecho regulado en el artículo 975 del C.C., y esclarecer la
naturaleza de la “indemnización” establecida como su consecuencia jurídica. La tesis que aquí
adopte condicionará la determinación del plazo prescriptorio al que está sujeta esta pretensión: el
plazo de dos años establecido para las obligaciones indemnizatorias derivadas de responsabilidad
civil extracontractual o el plazo de diez años establecido para el ejercicio de las acciones
personales. Por último, responderé la interrogante referida al momento de inicio del cómputo del
decurso prescriptorio; tema este muy trascendente en razón de que el efecto extintivo de esta clase
de prescripción restringe el derecho fundamental a la tutela jurisdiccional efectiva en aras
salvaguardar la seguridad jurídica que, como se sabe, es uno de los valores superiores del Estado
Constitucional de Derecho.
II. Noción de copropiedad y contenido de la facultad de uso del bien común
La copropiedad es un fenómeno jurídico-real por el cual dos o más personas son propietarias
respecto de un bien común, calificando, por tanto, como un tipo de comunidad de bienes. Es decir,
entre la comunidad de bienes y la copropiedad hay una relación de género a especie. La sociedad
de gananciales, por ejemplo, además de ser un régimen patrimonial del matrimonio, es un tipo de
comunidad de bienes, pero diferente a la copropiedad en cuanto a su perdurabilidad. Otro ejemplo
es el de las secciones comunes de una edificación sometida al régimen de propiedad exclusiva y
propiedad común (propiedad horizontal), los cuales, a pesar de estar sometidos al dominio común
de los propietarios de las secciones exclusivas, están sujetos a un régimen jurídico distinto al de
la copropiedad regulada por el Código Civil debido a la función instrumental que cumplen
respecto de las unidades inmobiliarias de domino exclusivo y de la estructura arquitectónica de la
que son partes integrantes.
Esta diferencia sustancial de categorías jurídicas se puede explicar a partir de los antecedentes de
la comunidad de bienes. Conforme a Jorge y Francisco Avendaño, históricamente la comunidad
de bienes ha sido regulada por dos sistemas jurídicos: la comunidad romana y la comunidad
germana, las cuales se diferencian por la filosofía política subyacente en cada una de ellas.
Mientras la comunidad romana defiende una concepción individualista de la persona,
considerando por ello a la copropiedad como una situación jurídica-real transitoria y divisible por
ser antieconómica, la comunidad germana, por el contrario, adopta una concepción colectivista,
que busca la estabilidad y permanencia de la copropiedad, y en la que el derecho del grupo

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a copropiedad

predomina sobre los individuos que la componen.3 De aquí que, la copropiedad romana otorgue
a cada condómino la titularidad de una cuota ideal representativa de su participación jurídica en
el bien común, sobre las cuales ostentan las facultades de un propietario exclusivo (principio de
libertad individual), y además tienen el derecho potestativo de extinguir este régimen de
comunidad en cualquier momento; esto, en cambio, no sucede en la copropiedad germana, por
cuanto los condóminos no son propietarios de porciones abstractas (cuotas ideales) ni pueden
poner fin a la comunidad con su sola declaración de voluntad, sino solo están habilitados a
participar de manera proporcional a su interés en la liquidación final del bien.
Resulta claro que los codificadores de 1984 tomaron partido por la concepción romana de la
comunidad para formular el sistema jurídico de la copropiedad, salvo la medianería que es un
supuesto de indivisión forzosa regulada en los artículos 994 al 997 del C.C. El artículo 969 del
C.C, corrobora esta afirmación cuando define a la copropiedad como la hipótesis en la que “un
bien pertenece por cuotas ideales a dos o más personas”; alícuotas que, a tenor del artículo 977
del C.C., son de dominio exclusivo de cada condómino, por lo que, en aplicación del principio de
libertad individual, pueden ser disfrutadas, enajenadas y gravadas sin necesidad del asentimiento
de los demás copropietarios. En contrapartida, las decisiones sobre el bien común se adoptan por
unanimidad o mayoría, esto es, aplicando el principio democrático para la adopción de acuerdos,
los cuales se clasifican por el artículo 971 del C.C., en base a la repercusión y trascendencia del
acto en los intereses de los condóminos. La cualidad transitoria y antieconómica de la copropiedad
regulada en nuestro sistema jurídico queda indiscutiblemente reflejada por el artículo 984 del
C.C., el cual otorga a los copropietarios y sus acreedores el derecho potestativo de solicitar la
partición del bien común, momento a partir del cual surge la obligación inexcusable de efectuarlo;
y por el artículo 985 del C.C., que establece la imprescriptibilidad de la acción de partición.
De estas normas que componen el régimen jurídico de la copropiedad civilista, se extraen tres
notas configuradoras que la distinguen de la propiedad ordinaria: i) pluralidad de sujetos; ii)
unidad de objeto; y, iii) existencia de cuotas ideales4. En palabras de Gonzáles Linares, “el
copropietario al ostentar una cuota ideal sobre el bien común ejerce un derecho de propiedad
individual fraccionado idealmente, con la particularidad que todos en conjunto asumen la
titularidad sobre la integridad del bien material”5. Es decir, en la copropiedad hay dos clases de
bienes sobre las cuales coexisten dos titularidades: i) alícuotas o participaciones (bien inmaterial)
que corresponde al dominio exclusivo de cada copropietario; y, ii) bien común (bien material),
sometido al dominio comunitario de los copropietarios.
Ahora bien, que la medida de los intereses de los comuneros se represente en alícuotas (porción
abstracta de una entidad igualmente abstracta), no significa que el derecho de uso (ius utendi) esté
limitada per se a un espacio o fracción física, sino todo lo contrario, cada condómino está
facultado para servirse de la totalidad del bien común, con los dos únicos limites estipulados en
el artículo 974 del C.C, a saber: i) que no se altere el destino inherente al bien, lo que no obsta
claro está, para que los copropietarios mediante acuerdo unánime lo destinen a un uso distinto; y,
ii) que no se vulnere el interés de los demás copropietarios. De esta definición se tiene que, el ius

3
Avendaño Valdez, Jorge y Avendaño Arana, Francisco. Derechos reales. Lima: Fondo Editorial PUCP (Colección
“Lo Esencial del Derecho N° 1”), primera edición, 2017, p. 94.
4
Gonzáles Barrón, Gunther. Derechos reales. Lima: Ediciones Legales, segunda edición (primera reimpresión,
2010), 2009, p. 494.
5
Gonzáles Linares, Nerio. Derecho civil patrimonial. Derechos reales. Lima: Palestra Editores, primera edición,
2006, p. 493.

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Vicente Brayan Villalobos Villalobos

utendi es para el copropietario una situación jurídica subjetiva autosuficiente, porque el


asentimiento de los demás no es necesario para su ejercicio, como sí lo es para la eficacia de los
negocios jurídicos celebrados en ejercicio del ius fruendi y ius abutendi del bien común, los cuales
requieren unanimidad conforme lo prescribe el inciso 1 del artículo 971 del C.C.
En este punto es donde suelen suscitar las controversias, por cuanto todos los copropietarios
ostentan idénticas facultades de uso sobre el bien común, independientemente –reitero– del valor
porcentual de sus alícuotas, las cuales sí cumplen una función organizadora de las participaciones
en los frutos generados, así como en la cobertura de los gastos de conservación, cargas y
gravámenes que pesen sobre el bien, conforme al principio de proporcionalidad que rige la
copropiedad romana. En este sentido, aunque un condómino tenga, por ejemplo, el 80% de
acciones y derechos, no tiene a priori preferencia temporal o preponderancia física en la
utilización del bien común, mas sí podrá percibir mayor rédito por su explotación y, a su vez,
asumirá más gastos de conservación, cargas y gravámenes. A decir de Arata Solís:
La facultad de uso dará lugar al establecimiento de un complejo haz de relaciones jurídicas
internas entre aquellos [los condóminos], las cuales podrán ser tanto de carácter personal
como real; estarán necesitadas de una regulación que se integrará no solamente con las reglas
que el Código prevé para el instituto de la copropiedad.6 (Énfasis agregado)
Esta complejidad de relaciones generadas por la autosuficiencia del derecho de uso, exige para su
armonía práctica una reglamentación de intereses formulada mediante acuerdo de los
copropietarios. En efecto, la organización de los condóminos en cuanto al uso del bien se
determina, en principio, por la autonomía privada y, solo en caso de desavenencia, por el juez,
quien deberá aplicar las reglas sobre la administración judicial, conforme lo establece el último
párrafo del artículo 974 del C.C. Por tanto, el principio de autonomía privada que rige a la
copropiedad puede matizar los ya mencionados límites legales a la facultad de uso, a fin de
garantizar un aprovechamiento racional y ordenado en base a las necesidades particulares de los
condóminos y a las características físicas del bien común, las cuales no son previstas –y no tienen
que serlo– por la ley. El programa contractual puede consistir en el fraccionamiento físico o
temporal para la asignación –no necesariamente equitativa– del uso entre los comuneros, o
inclusive puede acordarse la asignación el bien a un comunero a cambio de una compensación a
favor de los excluidos. No obstante, debo recalcar, que estos acuerdos, en tanto negocios jurídicos
contractuales, solo tienen eficacia entre las partes y no pueden desnaturalizar el sistema jurídico
legal de la copropiedad. Así lo explica Gonzales Barrón cuando apunta que:
Si los copropietarios deciden usar el bien común a través de una división en porciones físicas
de éste, no caben dudas de que ello será legítimo en virtud del principio de autonomía privada;
sin embargo, este acuerdo no incide en los terceros sub-adquirentes (el acuerdo no los obliga,
ni los vincula), ni modifica el estatuto legal de la copropiedad, es decir, ésta seguirá siendo
una comunidad de varios sujetos "por cuotas ideales” en el ámbito jurídico-real, mientras en
el ámbito obligacional (sin oponibilidad a los terceros) el acuerdo entre los copropietarios
será válido, pero solo entre ellos.7
A la luz de estos conceptos, corresponde ahora interpretar la disposición normativa contenida en
el articulo 975 del C.C., con el propósito de determinar la naturaleza jurídica de la obligación

6
Arata Solís, Moisés. Derechos y obligaciones de los copropietarios. En “Código Civil comentado por los 100
mejores especialistas”. Tomo V. Lima: Gaceta Jurídica, primera edición, 2003, p. 464.
7
Gonzáles Barrón, Gunther. Op. cit., p. 498.

9
Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
a copropiedad

“indemnizatoria” impuesta al copropietario que usa el bien común con exclusión de los demás,
así como el plazo prescriptorio al que está sometida.
III. Cuestiones sobre la obligación de “indemnizar” al copropietario excluido
3.1. Sobre el supuesto de hecho configurador
La primera incertidumbre en torno al artículo 975 del C.C., radica en la interpretación de su
hipótesis normativa (fattiespecie) que a la letra formula lo siguiente: “El copropietario que usa el
bien parcial o totalmente con exclusión de los demás (…)”. De entrada, debo poner de manifiesto
que esta disposición normativa confirma la separabilidad entre el derecho de uso, que recae sobre
el bien común (bien material), y el derecho de propiedad exclusiva, que recae sobre las alícuotas
(bienes inmateriales), en dos planos diferentes, uno de orden fáctico y otro de orden jurídico-
abstracto. Si esto no fuera así, no habría razón para integrar a esta hipótesis normativa el supuesto
del copropietario que usa el bien parcialmente con exclusión de los demás, por cuanto dicha
parcialidad estaría justificada por el valor porcentual de las acciones y derechos asignados a los
copropietarios. Por otro lado, resulta sencillo reconocer que el típico caso subsumible en esta
hipótesis es el del condómino que priva, impide, conjura, restringe, obstruye, veta el acceso al
bien a los demás condóminos; es decir, supuestos en los que el copropietario realice un
comportamiento activo dirigido a prohibir el aprovechamiento material al resto de comuneros.
Sobre lo que no hay consenso es si, a diferencia del supuesto anterior, esta hipótesis normativa
también integra el caso del copropietario que usa el bien común de manera exclusiva, pero no
excluyente; es decir, el supuesto de que el copropietario sea el único que se sirve del bien, pero
no debido a que haya realizado un comportamiento activo destinado a proscribir el acceso de los
demás, sino porque estos se hayan mantenido inactivos, mostrándose indiferentes y desinteresados
respecto a la utilidad que les pueda reportar el bien común. Frente a esta cuestión, Jorge y
Francisco Avendaño nos dicen que la doctrina se divide en dos posiciones:
Por un lado, los que argumentan que el uso exclusivo, aunque no sea excluyente, perjudica
el interés de los demás copropietarios, porque estos no podrían arrendar el bien y obtener
un beneficio a través de la renta –ya que para arrendar el bien común se requiere acuerdo
unánime, y es evidente que el ocupante del bien no prestará su consentimiento por estar
ocupando el bien–. Por otro lado, los que sostienen que no debería haber indemnización
porque los copropietarios que no usan el bien tienen derecho de hacerlo.8
Los autores toman partido por la última postura, explicitándola mediante esta interrogante:
“¿Cómo puede haber indemnización si no se ejerce voluntariamente un derecho?”9 Me adhiero a
esta tesis por cuanto, a mi juicio, se sustenta en consideraciones elementales que paso a exponer.
Como ya lo dejé anotado en el apartado anterior, la copropiedad regulada en nuestro Código Civil
se rige –entre otros también ya apuntados– por el principio de autonomía privada, según el cual
los comuneros están facultados para servirse del bien sin necesidad del asentimiento de los demás,
y, en aras de garantizar una utilización eficiente, la reglamentación de sus relaciones internas se
determina en primer lugar mediante un negocio jurídico contractual y solo ante la desavenencia
cabe solicitar la administración judicial; en uno u otro caso los condóminos forman una voluntad
interna (discernimiento, intención y libertad) que luego es exteriorizada, sea para asentir o
discrepar. La “indemnización”, por tanto, solo podría operar a favor de los copropietarios cuando

8
Avendaño Valdez, Jorge y Avendaño Arana, Francisco. Op. cit., p. 97.
9
Idem.

10
Vicente Brayan Villalobos Villalobos

se vean frustrados de llevar a cabo este proceso volitivo hasta su exteriorización, sea para usar el
bien directamente o para configurar el contenido del negocio jurídico respecto a la organización
del uso en base al criterio espacial y/o temporal.
Aunado a este argumento, cabe mencionar que el derecho de uso de los condóminos no es solo
una situación jurídica autosuficiente, sino también puede ser clasificado como una libertad, según
las categorías desarrolladas por la teoría del derecho subjetivo. La libertad implica no solo un
hacer, sino también un no hacer que queda a la autodeterminación de la persona. Ejemplos de este
tipo de derecho subjetivo son la libertad de conciencia, libertad de tránsito, libertad de expresión,
libertad contractual, libertad de empresa, la propiedad en sus facultades tradicionales (usar,
disfrutar, edificar, enajenar y gravar), etc., por cuanto su ejercicio depende exclusivamente del
arbitrio de su titular. Así, la inactividad del copropietario deriva también del derecho de uso que
la ley le otorga; es decir, este comportamiento constituye la dimensión negativa del derecho de
uso, motivo por el cual no surge la obligación de “indemnizar”.
Por lo demás, el uso con exclusión mencionado en el artículo 975 del C.C., configura un supuesto
de enriquecimiento injustificado, lo que no abarca el caso del uso exclusivo, pero no excluyente,
puesto que, desde una concepción clásica de esta teoría, uno de sus requisitos es que el incremento
patrimonial de una esfera jurídica, con el consecuente detrimento del patrimonio de otra, no
responda a una justa causa, lo que no ocurre con los copropietarios que voluntariamente deciden
no servirse del bien. Sobre esto abundaré en el siguiente apartado; bastará señalar aquí que, no
interpretar en este sentido el supuesto de uso con exclusión, propiciaría el enriquecimiento sin
causa de los copropietarios inactivos y desinteresados.
Como argumento de refuerzo, diré que esta tesis encuentra respaldo normativo en la figura de la
administración de hecho, la cual, a diferencia del Código Civil de 1936, que en su artículo 908 la
restringía a los fundos, naves y los negocios industriales, el Código vigente, en su artículo 973, la
extiende a toda clase de bienes. Esta disposición normativa permite que “cualquiera de los
copropietarios pueda asumir la administración y emprender los trabajos para la explotación
normal del bien, si no está establecida la administración convencional o judicial”. Jorge Avendaño
afirmó en su exposición de motivos a la reforma del Código precedente que, "esta nueva regla
responde a la conveniencia de propiciar la pronta y permanente explotación de los bienes sujetos
a condominio, incluso antes de que haya acuerdos o decisión judicial sobre el régimen
administrativo”10. Gonzáles Barrón, por su parte, define a esta modalidad de administración del
bien común como un tipo de “estructura de copropiedad fundada en una organización; es decir,
aquella en donde existe una administración encargada de tomar las decisiones en forma
centralizada respecto a la explotación del bien, su conservación y el reparto de los rendimientos
económicos producidos durante la gestión”11, con la particularidad de que su función no deviene
de un nombramiento (contractual o judicial), sino de la ley. Menciono todo esto porque el uso y
disfrute son facultades que suelen converger en la realidad, de modo que la práctica nos muestra
que quien se sirve de un bien suele además buscar la manera de generar frutos; la copropiedad no
queda exenta de esta dinámica socioeconómica.
En consecuencia, si la administración de hecho es una función que cualquier copropietario puede
asumir de manera unilateral en defecto de una administración convencional o judicial, con el

10
Avendaño Valdez, Jorge. Exposición de motivos del libro de derechos reales. En “Comisión Reformadora del
Código de 1936. Proyectos y anteproyectos de la reforma del Código Civil”. Tomo I, p. 802.
11
Gonzáles Barrón, Gunther. Op. cit., pp. 501 y 505.

11
Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
a copropiedad

objetivo de evitar las consecuencias económicamente negativas del desinterés de los demás en
cuanto al uso, ¿sería admisible que quien asuma la asuma tenga la obligación de “indemnizar” al
resto de condóminos? Todo lo contrario, según los artículos 980 y 981 del C.C., el administrador
de hecho tiene el derecho a ser reembolsado por las mejoras, los gastos de conservación y los
pagos de cargas y gravámenes que haya efectuado, más una retribución con una parte de la utilidad
–en caso de disfrute– por sus servicios, conforme al último párrafo del artículo 973 del C.C. Para
este punto ya se habrá notado que esta figura está emparentada con la gestión de negocios regulada
en el artículo 1950 del C.C., que se presenta cuando una persona, a pesar de carecer de facultades
de representación y sin estar obligada, asume conscientemente la gestión de los negocios o la
administración de los bienes de otra que lo ignora.
En síntesis, esta hipótesis normativa se configura cuando un copropietario ejerce un uso del bien
común de forma excluyente. Reitero, no interpretar en este sentido el supuesto de hecho regulado
en el artículo 975 del C.C., propiciaría el enriquecimiento sin causa de los copropietarios inactivos
y desinteresados.
3.2. Sobre la naturaleza de la consecuencia jurídica
Una vez delimitada la hipótesis normativa de la disposición objeto de estudio, corresponde ahora
identificar la naturaleza de la consecuencia jurídica atribuida por el derecho positivo tras la
verificación de aquella. Resolver esta cuestión resulta relevante, por cuanto esto determinará el
tipo de efecto que produce su aplicación y el plazo prescriptorio al que está sometida la pretensión.
Conviene ahora reproducir completamente el artículo 975 del C.C., que a la letra dice: “El
copropietario que usa el bien parcial o totalmente con exclusión de los demás, debe indemnizarles
en las proporciones que les corresponda, salvo lo dispuesto en el artículo 731.” Esta disposición
normativa puede reformularse considerando lo desarrollado en el apartado anterior, a saber: Si un
copropietario usa el bien común parcial o totalmente de manera excluyente, [entonces, por tanto,
por consiguiente, en consecuencia] debe indemnizar a los copropietarios excluidos en proporción
al valor porcentual de sus alícuotas; es decir, su esquema lógico o estructura interna sería: Si
S→C. La trascendencia de entender la naturaleza sustantiva de esta consecuencia jurídica, radica
en precisar los alcances e implicancias de la pretensión “indemnizatoria” a nivel procesal, y más
concretamente, en las etapas de juzgamiento y ejecución.
Antes que nada, cabe mencionar que esta disposición forma parte de un sistema jurídico de
solución de conflictos generados entre las personas en su vida de relación social. Por ello, se ha
dicho con certeza que en los derechos subjetivos subyace un interés humano que el ordenamiento
jurídico ha considerado merecedor de tutela. Así, lo que se busca al determinar la naturaleza
jurídica de las pretensiones que forman parte de la estructura de los derechos subjetivos, es
identificar el tipo de tutela que el ordenamiento ha seleccionado para proteger a las personas cuyos
intereses hayan sido lesionados en circunstancias previstas, en abstracto, en las distintas hipótesis
normativas
En este orden de ideas, lo que la doctrina y la jurisprudencia se han venido cuestionando es si el
supuesto regulado en el artículo 975 del C.C., se enmarca en el sistema de responsabilidad civil
o, lo que yo llamó, el sistema compensatorio de lesiones a intereses jurídicamente tutelables.
Considero que este entrampamiento teórico es consecuencia de la falta de un tratamiento sistémico
de la teoría de la responsabilidad civil en nuestro Código Civil vigente. Con frecuencia se advierte
del texto de varias disposiciones normativas el uso indistinto del término “indemnización” para

12
Vicente Brayan Villalobos Villalobos

hacer referencia a la obligación de un sujeto de satisfacer patrimonialmente a otro tras la


ocurrencia de un hecho que colocó a este último en una situación desventajosa.
El asunto cobra mayor importancia cuando se advierte la diferencia metodológica empleada para
concretizar en la realidad el precepto legal aplicable. En efecto, la teoría de la responsabilidad
civil supedita la tutela resarcitoria a la previa realización del denominado “juicio de
responsabilidad”. Esta metodología exige que el juzgador, antes de fijar una cuantía por concepto
de resarcimiento de las lesiones invocadas por el demandante, verifique la concurrencia copulativa
de la antijuricidad, el nexo de causalidad, el factor de atribución (subjetivo u objetivo) y el daño
(patrimonial y/o extrapatrimonial). Desde esta óptica, debo reconocer que el supuesto del
copropietario que usa el bien común con exclusión de los demás pareciera enmarcarse dentro de
este sistema, sea en su vertiente contractual, en caso la conducta del copropietario infrinja el
acuerdo celebrado entre los condóminos respecto al uso del bien común, o extracontractual, en
caso no exista tal acuerdo. Sin embargo, lo que me lleva a deslindar de esta tesis es una
observación que el maestro Lizardo Taboada ha manifestado al explicar el elemento de la
antijuricidad, y es que “en el ámbito de la responsabilidad civil no rige el criterio de tipicidad en
materia de conductas que pueden causar daños y dar lugar a la obligación legal de indemnizar”12.
En otras palabras, los supuestos de responsabilidad civil no emergen de un esquema lógico
jurídico representado en un Si S→C, formulado con antelación por el legislador, sino del
renombrado juicio de responsabilidad efectuado necesariamente en el ámbito jurisdiccional.
Lo anterior justifica que se haya delineado una frontera conceptual entre los supuestos de
responsabilidad civil y los supuestos de “indemnización” preceptuados en nuestro Código,
señalando que en este último la obligación nace con la sola verificación de la hipótesis normativa
(fattiespecie), sin necesidad de un previo juicio de responsabilidad en la que el juzgador deba
corroborar la concurrencia simultánea de los cuatro elementos que la configuran. Desde esta
perspectiva, el artículo 975 del C.C., no puede ser integrado al sistema de responsabilidad civil,
por cuanto su esquema normativo constriñe al juez a la sola verificación del supuesto de hecho
formulado por el legislador; aunque, claro está, este parámetro no impide el empleo de los
métodos de interpretación jurídica para la construcción de un sentido que responda mejor a los
principios del derecho civil patrimonial.
Ahora, si la disposición normativa bajo examen no constituye un supuesto de responsabilidad
civil, ¿cuál es la fuente de la obligación de “indemnizar” a cargo del copropietario que se sirve
del bien común en forma excluyente? Aseverar que la ley es la fuente, sería dejar incontestada la
pregunta. A mi juicio, la tesis de Geldres Campos es la que mejor resuelve esta controversia
teórica. Para este académico el artículo 975 del C.C., configura un supuesto de enriquecimiento
sin causa vista desde una concepción moderna13. Como se sabe, la concepción clásica de esta
teoría está regulada en los artículos 1954 y 1955 del Código vigente, que la define como un
mecanismo subsidiario de restitución de transacciones patrimoniales llevadas a cabo de manera
injustificada. Así, tanto la doctrina como la jurisprudencia civil tradicional han construido el
enriquecimiento injustificado sobre la base de cuatro requisitos copulativos, a saber: i)

12
Énfasis agregado. Taboada Córdova, Lizardo. Elementos de la responsabilidad civil. Comentarios a las normas
dedicadas por el Código Civil a la Responsabilidad Civil Contractual y Extracontractual. Lima: Grijley, tercera
edición, 2013, p. 36-37.
13
Geldres Campos, Ricardo. (18 de diciembre de 2019). “Uso del bien común por parte de uno de los copropietarios
con exclusión de los demás: ¿indemnización o restitución?” En La Ley[En línea]: https://laley.pe/art/8963/uso-del-
bien-comun-por-parte-de-uno-de-los-copropietarios-con-exclusion-de-los-demas-indemnizacion-o-restitucion.
(Consultado el 25 de mayo de 2022)

13
Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
a copropiedad

empobrecimiento patrimonial; ii) incremento patrimonial; ii) relación de causalidad entre estos;
y, iv) falta de causa justa. Esta forma de tutela restitutoria se fundamenta en los valores de justicia
y equidad.
Por otro lado, la concepción moderna del enriquecimiento injustificado no se limita a lo regulado
en los artículos 1954 y 1955 del Código, sino todo lo contrario, tiene un alcance transversal en
este cuerpo sustantivo (derechos reales, obligaciones, familia, sucesiones, contratos, derechos de
la personalidad), así como en leyes especiales (derecho de marcas y patentes, derecho de autor,
derecho de la competencia, derecho bancario). El autor previamente citado sostiene que la labor
teórica en este campo “consistirá en identificar, en las leyes citadas, las normas que regulan el
enriquecimiento injustificado, y a partir de los conflictos restitutorios similares que detecte, deberá
construir “tipos” de enriquecimiento, es decir, un conjunto de casos que por compartir un mismo
conflicto de intereses merezca coherentemente una misma solución”.14 Así, de un estudio de las
disposiciones normativas que establecen como consecuencia jurídica una obligación de
”indemnizar”, “restituir” o “reembolsar” a cargo del sujeto que ostenta una situación jurídica
subjetiva de desventaja dentro de la hipótesis normativa, es posible construir una tipología del
enriquecimiento sin causa, que la clasifica en15: i) enriquecimiento por prestación16; ii)
enriquecimiento por inversión17; y, iii) enriquecimiento por intromisión. En lo que respecta a la
cuestión del presente trabajo, el supuesto del artículo 975 del C.C., se enmarca dentro del tercer
tipo de enriquecimiento.
En otras latitudes el enriquecimiento por intromisión ya ha sido desarrollado dogmáticamente. De
manera muy sintética, la doctrina brasileña lo conceptualiza como “una ventaja patrimonial
obtenida a partir de la explotación no autorizada de un bien o de un derecho ajeno”18. Habrá, por
ejemplo, enriquecimiento por intromisión cuando la voz o imagen de una figura pública es
utilizada por una empresa para fines comerciales sin su autorización; o cuando un proveedor
explota una marca ajena sin previa autorización de su titular, logrando con ello posicionarse en el
mercado; o el caso de quien adquiere la propiedad de un objeto fabricado con materiales ajenos y
sin permisión de los dueños. En todos estos casos existe el común denominador de una invasión
no autorizada de un sujeto en la posición jurídica de otro, generando con ello el uso y disfrute de
los derechos de este, quien no necesariamente deberá sufrir un detrimento patrimonial para que
se active la tutela restitutoria.
Es de notar, pues, que el copropietario que usa el bien común de manera excluyente realiza una
invasión no autorizada en los derechos de uso de los demás condóminos, por lo que emerge la
obligación de restituirles en dinero tal privación. Nótese además que esta tesis es compatible con

14
Geldres Campos, Ricardo. (26 de mayo de 2021). “Ha nacido una nueva disciplina en el Derecho Privado Peruano:
El ‘derecho de enriquecimiento injustificado’”. En Asociación Corpus Iuris[En línea]:
https://corpusiuris.pe/2021/05/26/ha-nacido-una-nueva-disciplina-en-el-derecho-privado-peruano-el-derecho-de-
enriquecimiento-
injustificado/#:~:text=El%20enriquecimiento%20por%20intromisi%C3%B3n%20se,exclusivo%20de%20uso%20o
%20disfrute). (Consultado el 25 de mayo de 2022)
15
Idem.
16
En supuesto de este tipo de enriquecimiento es el pago indebido.
17
En este supuesto se encuentra el derecho al valor actual de las mejoras necesarias y útiles existentes al momento
de la restitución de la posesión.
18
Silva, Rodrigo da Guia. El enriquecimiento por intromisión en el derecho brasileño: propuesta de calificación como
enriquecimiento injustificado. Revista de Derecho Privado, núm. 40 (ene. 2021), p. 313.
https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/derpri/article/view/6927.

14
Vicente Brayan Villalobos Villalobos

la delimitación conceptual efectuada en el apartado anterior, consistente en que no todo uso


exclusivo da lugar a esta tutela restitutoria, sino solo aquel que tenga carácter excluyente, es decir,
que sea opuesto a la voluntad de los demás condóminos. Y es que, a diferencia de los supuestos
de enriquecimiento por intromisión regulados en el derecho de autor, de marcas y patentes, entre
otros, el régimen jurídico de la copropiedad estatuido en nuestro derecho civil, otorga a los
copropietarios el derecho de uso sobre la totalidad física del bien común, con los únicos límites
legales referidos al destino inherente al bien y al interés de los demás comuneros.
Aunado a todo lo anterior, y como último apunte en este apartado, el enriquecimiento por
intromisión se diferencia también de la responsabilidad civil en la forma de cuantificar el monto
restitutorio. En efecto, la restitución pecuniaria justificada en este tipo de enriquecimiento, no se
realiza en función de los daños irrogados, sino en el valor que hubiera percibido el sujeto invadido
en su esfera jurídica de haberlo autorizado. Así, en el supuesto del artículo 975 del C.C., el
copropietario que se sirve del bien común de manera excluyente, estará obligado a restituir el
valor de licencia de uso, esto es, aquella retribución que hubiera pagado en caso los demás
condóminos lo hubieran autorizado. Claro está que, a fin de evitar arbitrariedades, la licencia de
uso debería determinarse en función del valor de mercado que tiene el bien al momento de la
remoción de las trabas que impedía el acceso de los copropietarios excluidos al bien.
3.3. Sobre el plazo prescriptorio al que está sujeta la pretensión
Como lo mencioné al inicio del presente trabajo, otra discrepancia teórica advertida en la
jurisprudencia citada consiste en determinar el plazo prescriptorio al que está sujeta la pretensión
“indemnizatoria” derivada del enriquecimiento por intromisión que supone el uso excluyente del
bien sujeto a copropiedad. En este punto ya resulta sencillo resolver esta cuestión, por cuanto la
respuesta es una consecuencia lógica de lo desarrollado en el apartado precedente. En efecto, tras
haber descartado que la obligación impuesta por el artículo 975 del C.C., tenga como fuente la
responsabilidad civil, se colige, por tanto, que el plazo prescriptorio aplicable a esta pretensión es
el de diez años estipulado en el inciso 1 del artículo 2001 del C.C., en tanto se trata de una acción
personal.
En rigor técnico, la acción personal se define como una situación jurídica de ventaja activa que
tiene un sujeto frente a otro que, por el contrario, soporta una situación jurídica de desventaja
pasiva. Desde la óptica de la teoría del derecho subjetivo, esta acción es una pretensión, entendida
como la facultad que tiene una persona para exigir de otra un determinado comportamiento
(prestación) consistente en un dar, un hacer o un no hacer (objeto de la prestación). Es por esta
razón que el derecho de crédito es una pretensión por excelencia, ya que su ejercicio no es
autosuficiente para su titular, sino más bien este requiere del comportamiento ajeno para satisfacer
su interés jurídicamente tutelado.
Así, a diferencia de las acciones reales que vinculan a un sujeto y un objeto, las acciones
personales nacen de relaciones jurídicas obligacionales, es decir, de vínculos entre dos o más
situaciones jurídicas subjetivas derivados de cualquiera de las fuentes de las obligaciones: el
contrato, la promesa unilateral, la responsabilidad civil por inejecución de obligaciones, la
responsabilidad civil extracontractual, la gestión de negocios, el enriquecimiento sin causa y la
ley en general19. Por ello, no es acertada la idea expresada en la jurisprudencia descrita en el

19
A decir verdad, tal como lo afirma el maestro Castillo Freyre, las obligaciones nacen de dos grandes fuentes: la
voluntad humana y la ley. Véase: Castillo Freyre, Mario. Derecho de obligaciones. Lima: Fondo Editorial de la PUCP
(Colección “Lo Esencial del Derecho N° 13”), primera edición 2017 (primera reimpresión, 2018), pp. 22-23.

15
Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
a copropiedad

primer apartado, según la cual un crédito solo entraña una obligación de dar suma de dinero; en
realidad el derecho de crédito supone un acreedor y un deudor, vinculados mediante una relación
jurídica obligacional nacida de cualquiera de las fuentes antes mencionadas, y que consiste en la
posibilidad que tiene el primero de exigir al segundo la ejecución de una prestación que no solo
puede consistir en el pago de una suma dineraria, sino también en la entrega de otro bien, en un
hacer o un no hacer, según lo que haya determinado la voluntad humana o la ley.
Lo esencial de la acción personal es que su ejercicio recae solo sobre el deudor de la relación
obligacional, no sobre los bienes. Bajo esta lógica, la pretensión por enriquecimiento por
intromisión solo podrá dirigirse contra el copropietario que haya usado el bien común parcial o
totalmente con exclusión de los demás, por lo que, en caso realice algún acto traslativo de dominio,
esta obligación no se transmite al nuevo propietario20. Por lo demás, esta pretensión califica como
una acción personal y, por ende, su ejercicio está limitado por el plazo prescriptorio de diez años.
3.4. Sobre el inicio del cómputo del plazo prescriptorio
La última incertidumbre jurídica a dilucidar es la concerniente al momento del inicio del decurso
prescriptorio para el ejercicio de la pretensión por enriquecimiento por intromisión regulada en el
artículo 975 del C.C. Apunté al inicio de este trabajo que la judicatura no ha arribado a un
consenso sobre esta cuestión de suma importancia para la tutela restitutoria del condómino
excluido en el uso del bien común. Para algunos jueces es imposible iniciar el cómputo del plazo
prescriptorio mientras el copropietario no ponga a disposición de los demás el uso del bien;
mientras que, para otros, este plazo corre desde que el copropietario excluido pueda ejercer la
pretensión ante el Poder Judicial. Por mi parte, encuentro a esta última tesis más acorde con el
régimen de la prescripción estatuida en nuestro Código Civil, motivo por el cual me adhiero a ella
en base a los siguientes argumentos.
La disposición normativa clave para resolver esta incertidumbre es el regulado en el artículo 1993
del C.C., según el cual “la prescripción comienza a correr desde el día en que puede ejercitarse la
acción y continua contra los sucesores del titular del derecho”. Se trata de la actio nata, que hace
referencia al nacimiento de la acción como condición para su ejercicio, por cuanto el tiempo no
puede extinguir lo que no ha nacido (actioni non natae non praescriptibur). Así, no bastará la
existencia del derecho para el inicio del cómputo prescriptorio, sino que para ello es necesario que
haya nacido la acción, momento en el cual el titular del derecho puede exigir la satisfacción de su
interés lesionado mediante una pretensión encauzada procesalmente. De esto se colige que,
nuestro sistema jurídico civil ha adoptado la teoría de la lesión para fijar el inicio del decurso del
plazo prescriptorio. A decir de Varsi Rospigliosi:
La pretensión es accionable luego que el derecho es violado, lesionado, transgredido, y la
parte está en condiciones de exigir el resguardo de la ley. Vulnerado el derecho, surge la
facultad de accionar (…) La prescripción ha de concernir a un tiempo útil para el ejercicio de
la acción; [por tanto], no basta que el derecho exista, es necesario que haya nacido la acción

20
A tenor del artículo 978 del C.C., “si un copropietario practica sobre todo o parte de un bien, acto que importe el
ejercicio de propiedad exclusiva, dicho acto será válido desde el momento en que se adjudica el bien o la parte a
quien practicó el acto”. Esta validez debe entenderse como eficacia en sentido estricto, debido a que las causales de
ineficacia estructural (invalidez) acarrean la nulidad del negocio jurídico, patología esta de carácter insubsanable.

16
Vicente Brayan Villalobos Villalobos

para defenderlo o ejercitarlo. Para ello, se requiere la violación del derecho y que su defensa
sea dentro del plazo que confiere la ley.21
En consecuencia, nuestro sistema jurídico civil ha establecido que, para el inicio del decurso
prescriptorio se requiere el nacimiento de la acción (actio nata) y la posibilidad de ejercer la
pretensión, mas no que la lesión al interés jurídicamente tutelado haya cesado. La antítesis a esta
idea es incompatible con la estructura de la prescripción extintiva, la cual se funda en la
inactividad del titular del derecho; y es contraria a lo fines abstractos que persigue esta institución:
la paz social, el orden público, la armonía social, el interés particular y la seguridad jurídica22,
objetivos que son realizables si se eliminan las incertidumbres mediante el sometimiento de las
relaciones jurídicas al efecto destructivo del tiempo. En materia de derecho civil patrimonial esto
adquiere mayor significancia. Sería un absurdo, por ejemplo, que el decurso prescriptorio para el
ejercicio de las acciones personales derivadas de inejecución de obligaciones inicie con el “cese”
de la lesión del crédito, esto es, con el pago por el deudor; o que el decurso prescriptorio de la
acción pauliana se compute desde el restablecimiento de la garantía patrimonial del acreedor
defraudado por su deudor. Ambos casos serían totales contrasentidos.
Así, esta lógica no podría aplicarse tampoco al supuesto del copropietario que usa el bien común
con exclusión de los demás, puesto que ello implicaría la posibilidad de convertir de facto a esta
pretensión en imprescriptible, además de desnaturalizar la institución de la prescripción extintiva
en materia civil, en tanto su operatividad dependería no de la inactividad del titular del derecho,
sino de la voluntad del obligado a satisfacer la pretensión. En conclusión, la pretensión restitutoria
derivada del supuesto de enriquecimiento por intromisión regulado en el artículo 975 del C.C.,
debe ejercitarse dentro del plazo de 10 años computados desde que el copropietario excluido toma
conocimiento de la privación, pues es desde este momento en que surge la acción (actio nata) y
está en la posibilidad de solicitar tutela jurisdiccional efectiva. Antes de tal conocimiento bien
puede tener el derecho, mas no la acción. Esto sucede, por ejemplo, en el caso de los herederos
que toman conocimiento de la sucesión intestada de su causante realizada hace varios años, pero
en la que no concurrieron porque fueron excluidos de mala fe por sus coherederos. En abstracto,
estos herederos asumieron la titularidad de los bienes que conformaban la masa hereditaria, sin
embargo, como no tenían conocimiento de ello no pudieron ejercer la pretensión de restitución
por el uso excluyente que venían efectuando los coherederos declarados sucesores universales.
IV. Conclusiones
En la casación 2832-2018-Cusco, se discutió en la vía incidental si la disposición regulada por el
artículo 975 del C.C., constituye un supuesto de responsabilidad civil o de una obligación legal
de “indemnizar”. La respuesta en uno u otro sentido determinaba el plazo prescriptorio aplicable
a la pretensión de los demandantes. La Corte Suprema resolvió anular la sentencia impugnada y
dispuso el reenvío del expediente, a fin de que el a quem renueve el acto viciado. Sin embargo,
no hubo un pronunciamiento sobre el contenido sustantivo de las categorías jurídicas involucradas
en el caso. En esta ocasión me propuse esbozar algunas precisiones conceptuales respecto a la
materia controvertida. Las conclusiones a las que pude arribar son las siguientes:
− El supuesto de hecho regulado en el artículo 975 del C.C., debe interpretarse en el sentido de
que el copropietario que usa el bien común total o parcialmente con exclusión de los demás,
21
Varsi Rospigliosi, Enrique. Tratado del derecho de la prescripción y la caducidad. Lima: Fondo Editorial de la
universidad de Lima, primera edición, 2021, p. 110.
22
Ibid., p. 41

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Precisiones conceptuales sobre la “indemnización” por el uso excluyente del bien sujeto
a copropiedad

lo haga de manera excluyente. Por tanto, esta disposición no abarca los casos de inactividad
de los condóminos para servirse del bien.

− La consecuencia jurídica atribuida a tal supuesto de hecho no es produce efectos resarcitorios,


sino restitutorios. La razón de esta idea radica en que la exclusión de los condóminos en el
uso del bien no es un supuesto de responsabilidad civil, sino de enriquecimiento por
intromisión, el cual, desde una concepción moderna, es un tipo de enriquecimiento sin causa.
En este sentido, la valuación del monto restitutorio no ha de efectuarse en función de los daños
producidos, sino en el costo de licencia de uso del bien.

− Como consecuencia lógica, el plazo prescriptorio al que está sujeta esta pretensión es el de
diez años correspondientes para las acciones personales, conforme lo prescribe el inciso 1 del
artículo 2001 del C.C. El enriquecimiento por intromisión, al ser una fuente de las
obligaciones, otorga un derecho de crédito que faculta a su titular a exigir de su deudor un
comportamiento destinado a satisfacer su interés.

− El inicio del decurso prescriptorio al que está sometida esta pretensión, debe efectuarse desde
que el copropietario excluido del uso del bien tomó conocimiento de este impedimento, y no
desde el cese de esta lesión. El artículo 1993 del C.C., solo exige para el inicio del plazo
prescriptorio el nacimiento de la acción (actio nata) y la posibilidad de ejercicio de la
pretensión, lo que es compatible con la seguridad jurídica que fundamenta la institución de la
prescripción extintiva.

V. Fuentes de información
Arata Solís, Moisés. Derechos y obligaciones de los copropietarios. En “Código Civil comentado
por los 100 mejores especialistas”. Tomo V. Lima: Gaceta Jurídica, primera edición, 2003.
Avendaño Valdez, Jorge. Exposición de motivos del libro de derechos reales. En “Comisión
Reformadora del Código de 1936. Proyectos y anteproyectos de la reforma del Código Civil”.
Tomo I.
Avendaño Valdez, Jorge y Avendaño Arana, Francisco. Derechos reales. Lima: Fondo Editorial
PUCP (Colección “Lo Esencial del Derecho N° 1”), primera edición, 2017.
Castillo Freyre, Mario. Derecho de obligaciones. Lima: Fondo Editorial de la PUCP (Colección
“Lo Esencial del Derecho N° 13”), primera edición 2017 (primera reimpresión, 2018).
Geldres Campos, Ricardo. (18 de diciembre de 2019). “Uso del bien común por parte de uno de
los copropietarios con exclusión de los demás: ¿indemnización o restitución?” En La Ley[En
línea]: https://laley.pe/art/8963/uso-del-bien-comun-por-parte-de-uno-de-los-copropietarios-
con-exclusion-de-los-demas-indemnizacion-o-restitucion. (Consultado el 25 de mayo de 2022)
Geldres Campos, Ricardo. (26 de mayo de 2021). “Ha nacido una nueva disciplina en el Derecho
Privado Peruano: El ‘derecho de enriquecimiento injustificado’”. En Asociación Corpus
Iuris[En línea]: https://corpusiuris.pe/2021/05/26/ha-nacido-una-nueva-disciplina-en-el-
derecho-privado-peruano-el-derecho-de-enriquecimiento-
injustificado/#:~:text=El%20enriquecimiento%20por%20intromisi%C3%B3n%20se,exclusiv
o%20de%20uso%20o%20disfrute). (Consultado el 25 de mayo de 2022)

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Vicente Brayan Villalobos Villalobos

Gonzáles Barrón, Gunther. Derechos reales. Lima: Ediciones Legales, segunda edición (primera
reimpresión, 2010), 2009.
Gonzáles Linares, Nerio. Derecho civil patrimonial. Derechos reales. Lima: Palestra Editores,
primera edición, 2006.
Silva, Rodrigo da Guia. El enriquecimiento por intromisión en el derecho brasileño: propuesta de
calificación como enriquecimiento injustificado. Revista de Derecho Privado, núm. 40 (ene.
2021), pp. 311–327. https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/derpri/article/view/6927.
Taboada Córdova, Lizardo. Elementos de la responsabilidad civil. Comentarios a las normas
dedicadas por el Código Civil a la Responsabilidad Civil Contractual y Extracontractual.
Lima: Grijley, tercera edición, 2013.
Varsi Rospigliosi, Enrique. Tratado del derecho de la prescripción y la caducidad. Lima: Fondo
Editorial de la universidad de Lima, primera edición, 2021.

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