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EL IDEALISMO MODERNISTA DE LOS

SIGLOS XIX Y XX EN AMÉRICA


LATINA
Una mirada reflejada en el Ariel de Rodó

CÁTEDRA:
HISTORIA DE AMÉRICA II
PRESENTA:
PÉREZ MORALES, TOMÁS A.
Introducción

“No veo la gloria, ni el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos, —su genio
personal— para imponerles la identificación con un modelo extraño al que ellos
sacrifiquen la originalidad irreemplazable de su espíritu; ni en la creencia ingenua de
que eso pueda obtenerse alguna vez por procedimientos artificiales é improvisados de
imitación” (Rodó, 1900)
Ariel (1900), de Rodó fue una obra significativa qué, lejos de ser rupturista como la han
denominado algunos autores —en referencia con el antiimperialismo o contra la vanguardia
de las generaciones anteriores— fue más bien una reivindicación de aquellos valores del
progreso, reservando la estética modernista, pero alzándose por no dejar de lado “lo
humano” y el «espíritu».
El presente trabajo, abordará sobre la historia de las ideas entre la etapa finisecular del siglo
XIX y el comienzo del siglo XX en América Latina, pretendiendo dilucidar como surgió y
que impacto tuvo en los países el llamado Arielismo de Enrique Rodó, en la esfera del
campo político, cultural e intelectual de nuestra historia latinoamericana.
Palabras claves: Arielismo; América Latina; Modernismo; Estados Unidos; Shakespeare.

1
Arielismo y modernismo: Una introducción de contexto

Como bien mencionamos anteriormente, Ariel fue una obra significativa en Latinoamérica
por aquellos años a partir del siglo XX. Sin embargo, su obra no fue la apertura a estas
ideas, ya que estas, venían gestándose desde de 1860 con la reivindicación por la identidad,
pero aún más se profundizó con las obras del padre del modernismo 1, Rubén Darío,
asentadas a finales del siglo XIX atendiendo a los problemas que se vivían en el continente,
y no solo por el motivo de la guerra entre España y Estados unidos por Cuba, —entre las
que se refirió Martí— sino por todos los previos acontecimientos sucedidos de lo que
implicaba el pleno expansionismo norteamericano en nombre de la doctrina del «Destino
Manifiesto»2 (Krauze, 2003).
Frente al ascenso de las burguesías al poder; el utilitarismo positivista como sustrato a sus
modos de enriquecimiento; el darwinismo social que explicaba las estructuras vigentes; así
como la prepotencia de los Estados Unidos de Norte América que, en su creciente
expansionismo, era un signo de peligro para todas las demás naciones, se presentan como el
panorama al que se enfrentan los artistas modernistas.
Sumado a esto, ya antes de Rodó, se habían escrito obras y ensayos —todas
manifestaciones de aquel espiritualismo finisecular— inspirados en La tempestad de
William Shakespeare y las comparativas realizadas en base a sus personajes principales
(Ariel, Próspero y Calibán) estableciendo interpretaciones políticas en ella referidas a lo
que ocurría en aquel contexto.
Estos idealistas, observaban el creciente periodo de incertidumbre y decadencia moral en
aquel positivismo extremista y los semejantes a él, en cuanto los paradigmas de
pensamiento en Estados Unidos que ignoraba el arte y se concentraba en lo materialista y lo
utilitarista de la cultura como menciona Rodó. Así también, en 1899, entre las eminentes
figuras modernistas en nuestro país, Juan Agustín García, decía en su discurso en la
colación de grados de la Facultad de Derecho de Buenos Aires:
“Si al pensar en el porvenir de la República la imaginara como una colosal estancia
cruzada de ferrocarriles y canales, llena de talleres, con populosas ciudades, abundante en
riquezas de todo género, pero sin un sabio, un artista, un filósofo, preferiría pertenecer al
más miserable rincón de la tierra, donde todavía vibra el sentimiento de lo bello, de lo
verdadero y de lo bueno.”3 (Romero, 1965)

1
Modernismo fue un movimiento filosófico, cultural y artístico que promulgaba los valores de lo americano
frente al materialismo y positivismo extremista norteamericano, influenciado por el romanticismo y las ideas
que abogaban los intelectuales de las generaciones anteriores simbolizadas en el progreso; por ejemplo, Juan
Bautista Alberdi, Andrés Bello, Domingo Sarmiento, etc.
2
La doctrina del destino manifiesto, es una frase e idea que expresa la creencia en que los Estados Unidos de
América es una nación elegida y destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico.
3
En referencia al olvido de la importancia de la identidad, el espíritu, el arte y la razón puestas en marcha
durante la Generación del ’80 en Argentina (periodo de gran impulso de creación de ferrocarriles, inmigración
e inversiones). (Romero, 1965)

2
Ya en 1900, Rodó en Ariel cristalizó por medio de su obra, aquel descontento discurso de
la élite intelectual que abogaba en contra del expansionismo norteamericano, y de la
codicia, como manifestaba Martí. A esto, se entiende al ensayo de Rodó como una
propuesta de unidad latinoamericana, con carácter antiimperialista y que buscaba defender
y revalorizar las culturas precolombinas, españolas y antiguas (griega y romana) frente a los
poderos del norte. Por esto es que en su obra lo expone de manera análogo-comparativa
entre Ariel y Calibán; por un lado, Ariel era aquello que expresaba «lo mejor de nuestra
cultura», «la parte noble y alada del espíritu», aquél sentimiento cuya expresión se hallaba
en lo artístico y lo cultural; mientras que, Calibán 4, simbolizaba represión, impulso,
irracionalidad y sensualidad. (Pascal, 2012)
Aquí se manifiesta una oposición binaria entre la América Latina contra la América
Anglosajona. Sin embargo, realmente el trasfondo de la obra de Rodó y su pensamiento, lo
que trata no es de formar un hiato entre estas dos, ni tampoco formular un pseudo-
nacionalismo, como otros autores lo interpretaron 5 sino que, desde su lugar en la América
Latina, les pide principalmente a los jóvenes que son el porvenir —aunque también hace
una crítica a los dirigentes— que no se detengan a limitarse en un marco imitativo
(esnobismo político), pero tampoco a la plena aberración por aquella sociedad, y se refiere:
“La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes
pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes […] Y de admirarla se pasa por una
transición facilísima a imitarla. […] Es así como la visión de una América deslatinizada
por propia voluntad —sin la extorsión de la conquista— y regenerada luego á imagen y
semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros
interesados en nuestro porvenir. […] Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle
los límites que la razón y el sentimiento señalan de consumo” (Rodó, 1900)
Dentro de la historia de América, es conocido que muchos de los intelectuales, sobre todo
de corte liberales, fueron exiliados, u en otros casos viajaron por misiones diplomáticas, a
los países más desarrollados y en ellos supieron observar su sistema y nutrirse de grandes
influencias, por lo que es innegable el desarrollo de sus sociedades, cuando luego fueron
plasmadas en los países hispanoamericanos. Tenemos casos tales como Sarmiento, Justo
Sierra, José Martí, etc.
Rodó en su obra, reconoce, si bien no amar, pero si admirar algunas características de la
cultura norteamericana. Justo Sierra, en su libro “En tierra yankee”, su diario de viaje
escrito durante su paso por Estados Unidos, expresa sobre el inestable balance de este país;
las dos caras de Jano: Imperial y democrático.

4
Este personaje ha sido reutilizado por la literatura modernista, reinterpretándolo como un símbolo
del materialismo frente al idealismo. A su vez, puede tener su origen en una transliteración de la palabra
«caníbal»
5
Véase, “Delirio americano”, de Carlos Granés, quien ofrece un panorama oportuno, para el análisis de este
trabajo, de la relación entre cultura y política en América Latina a lo largo de más de un siglo. Este ensayo
erudito y polémico muestra que el nacionalismo y la búsqueda de culpables en el exterior o en el pasado no
conducen a la liberación sino al atraso. De esto culpa a los intelectuales por sus ideas utópicas, por lo que
expresa su título “delirio”.

3
“Pertenezco a un pueblo débil, que puede perdonar pero que no debe olvidar la espantosa
injusticia cometida contra él hace medio siglo; y quiero como mi patria tener ante los
Estados Unidos, obra pasmosa de la naturaleza y de la suerte, la resignación orgullosa y
muda que nos ha permitido hacernos dignamente dueños de nuestros destinos. Yo no niego
mi admiración, pero procuro explicármela, mi cabeza se inclina, pero no permanece
inclinada; luego se yergue más para ver mejor”. (Sierra Méndez, 1895)
Sierra, por las heridas abiertas del pasado, cuando la anexión de Texas, también escribe
sobre la codicia de estos al reunirse con intelectuales cubanos que residían en el norte al
comentarle las novedades de la guerra entre España y Estados Unidos; una cuestión entre la
emancipación de los españoles, y la caída en manos del nuevo grande del norte:
“Lo que aquí hay es una formidable codicia; lo que aquí existe es el mismo cínico apetito
que determinó al Congreso americano a aceptar la anexión de Texas [...] la verdad es que
Cuba es un gran business [...] la preparación quedará completa en el curso de 98;
entonces la amonestación amistosa a España se convertirá en aspérrima intimidación, y el
coloso levantará su voz formidable para formular un ultimátum... una guerra por Cuba
que empezará por hacer de Cuba misma la prenda pretoria, sería aquí enormemente
popular”
Ante estos hechos, es que surge la reacción de los modernistas, particularmente del
Arielismo, en la búsqueda por constituir un proyecto literario hispánico, pero qué,
entendido por hispánico, no se cerrara a las manifestaciones foráneas, sino, más bien a un
sistema permeable. Pero por permeable, de ninguna manera implicaba adoptar
imitativamente las concepciones artísticas de las naciones «más desarrolladas» 6 que no sean
fieles a la idiosincrasia latinoamericana:
“el cosmopolitismo, que hemos de acatar como una irresistible necesidad de nuestra
formación, no excluye, ni ese sentimiento de fidelidad á lo pasado ni la fuerza directriz y
plasmante con que debe el genio de la raza imponerse en la refundición de los elementos
que constituirán al americano definitivo del futuro”. (Rodó, 1900)
Al contrario, como afirma Martí, el pueblo norteamericano es «Gran pueblo» —y es de allí
de donde nuestros hombres fueron por las grandes ideas de desarrollo para la América—
pero en lo que peca, es en su fuerza de enorgullecerse de su prosperidad y de estar en
constante búsqueda de alcanzar su apetito y éxito por avaricia, es por eso qué «aquello en lo
que tropieza, es necesario estudiar a este pueblo, para no tropezar como él». (Martí, 2003)

6
El discurso, como todas las obras de Alberdi, posee un largo título: Doble armonía entre el objeto de esta
institución, con una exigencia de nuestro desarrollo social; y de esta exigencia con otra general del espíritu
humano. En él, el autor habla sobre un problema de la reciente nación argentina, la actitud imitativa, pero sus
reflexiones se pueden aplicar a las otras naciones latinoamericanas: «Continuar la vida principiada en mayo,
no es hacer lo que hacen la Francia y los Estados Unidos, sino lo que nos manda hacer la doble ley de nuestra
edad y nuestro suelo; seguir el desarrollo es adquirir una civilización propia, aunque imperfecta, y no copiar
las civilizaciones extranjeras, aunque adelantadas. Cada pueblo debe ser de su edad y de su suelo». Las
cursivas nos pertenecen. (Alberdi, 1977. Pág. 140)

4
El arielismo, según Krauze, fue la primera ideología moderna generada en nuestros países
frente a las ya surgidas ideas de liberalismo clásico, positivismo, evolucionismo, entre
otros, que ya corrían por los pensamientos de los hombres. Luego esta, devino en
convertirse en un trasfondo de los grandes “ismos”, es decir, en una manera de definirse
ideológicamente con una corriente acompañada del arielismo.
Retomando la esencia del arielismo, esta, desde el pensamiento de los modernistas era un
proyecto para revalorizar la conciencia americana, los valores espiritualistas y la
reivindicación cultural de lo propio. Algo así como lo que propuso Oswald de Andrade en
su “Manifiesto Antropofágico” que proponía para los artistas sudamericanos la forma de
fundir el arte y las ideas modernas con los temas indígenas.7
Fue a partir de la influencia del modernismo, que hacia 1917, en Santiago del Estero, bajo
el gobierno de José Cabanillas, se lanzaron diversas políticas culturales mediante las cuales
otorgó subvenciones a toda institución cultural con el objetivo de promover aquellas ideas y
los espacios a fines intelectuales como lo fueron; la remodelación del Archivo Histórico, la
remodelación del Teatro 25 de mayo y la compra de libros para la biblioteca 9 de julio. Así,
como también la Municipalidad y otros centros privados como el Club de Ajedrez o el
Conservatorio santiagueño.
A partir de estos movimientos y organizaciones culturales, nos dice Guzmán, se
multiplicaron las sociedades culturales juveniles, entre las cuales cabe mencionar, el
surgimiento en ese mismo año de “Los inmortales”, quienes formaron su propia Sociedad
Literaria que se dedicó a la producción cultural por medio de la prensa y las revistas —
espacio por donde daban a conocer sus ideas.
Esta sociedad naciente en Santiago del Estero, se identificaba con el modernismo por la
visión que compartían con la obra de Rodó, respecto de aquella manifestación en contra del
positivismo más crudo y extremo, para posicionar una reacción moderada e idealista.
La concepción de arte en América del Norte, explica Rodó, se subordina a los propósitos
inmediatos de la utilidad, frente a eso el verdadero arte se caracteriza por ser «la
acumulación de los elementos propios para hacer posible el total y armonioso
desenvolvimiento de nuestro ser». (Ibídem: 98)
En el caso del arte latinoamericano, dice que aún:
“Falta tal vez, […] el contorno seguro de la «personalidad». Pero en ausencia de esa
índole perfectamente diferenciada y autonómica, tenemos —los americanos latinos— una
herencia de raza, una gran tradición étnica que mantener, un vínculo sagrado que nos une
á inmortales páginas de la historia, confiando á nuestro honor su continuación en lo
futuro” (Ibídem.: 88)
Esa búsqueda, que fue que la que emprendieron los modernistas, será la que en la obra de
Rodó, el personaje de Próspero que lleva la voz en Ariel, le encargue a la juventud ilustrada
del nuevo siglo:
7
Esto podemos apreciarlo también en las revistas Amauta de Mariátegui sobre el indigenismo.

5
“Á vuestra generación toca […]; á la juventud que se levanta, sangre y músculo y nervio
del porvenir. Quiero considerarla personificada en vosotros. Os hablo ahora figurándome
que sois los que destinados á guiar á los demás en los combates por la causa del espíritu”
(Ibídem: 126).
Por otro lado, quizás en un plano más textual, y a partir de la obra de Rodó, hemos
intentado dar cuenta de lo que supuso la “contaminación genérica” del modernismo, dicho
que su discurso dirigido hacia los jóvenes, llega a insertarse en un contexto que demandaba
transformaciones. Posterior a la muerte de Rodó (1917), al año siguiente su discurso se
instaló en lo que fue la manifestación por la Reforma Universitaria en Córdoba, durante el
gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, y que no tardaría en llegar y difundirse por toda
Latinoamérica.
Para concluir, también hemos dado cuenta de cómo los artistas modernistas, lejos de
perderse en los preciosismos del lenguaje, en la pose cosmopolita o en el exotismo cultural,
reflexionaban sobre la propia realidad latinoamericana y sobre las circunstancias en las que
ejercían su profesión.

6
Bibliografía
Alberdi, J. B. (1837). Salon Literario. Discursos Inaugurales. Doble Armonia entre el objeto de esta
institución con la exigencia de nuestro desarrollo social y de esta existencia con otra
general del espiritu humano. Buenos Aires: Imprente de la Independencia.

Andrade, O. d. (1928). Manifiesto Antropofagico. Brasil: Revista de Antropofagia.

Granés, C. (2022). Delirio Americano. España: Penguin Random House Grupo Editorial.

Guzman, D. (2014). El idealismo modernista en Santiago del Estero en 1917. La Razón Histórica.
Revista hispanoamericana de Historia de las Ideas. ISSN 1989-2659, 174-179.

Krauze, E. (2003). La invención de Ariel. Revista de Historia Internacional, 138-142.

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Pascal, E. (2012). EL ARIELISMO FINISECULAR O LA BÚSQUEDA UTÓPICA DEL MODERNISMO.


Revista Académica Hologramática, 17-27.

Pezzolano, H. B. (s.f.). Biblioteca Miguel de Cervante. Obtenido de ¿Cuales son las raices de Ariel?

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Rodó, E. (1900). Ariel; Liberalismo y jacobinismo (Biblioteca Artigas. Colección. Vól. 44 ed., Vol. 44).
Montevideo: Biblioteca Artigas.

Romero, J. L. (1965). El desarrollo de las ideas en la sociedad Argentina del siglo XX. México: Fondo
de Cultura Económica.

Sierra Méndez, J. (1895). En tierra yankee (notas á todo vapor). México: Palacio Nacional.

Valdés, E. D. (2000). Del Ariel de Rodó a la CEPAL (1900-1950) (Tomo I ed.). Buenos Aires: Editorial
Biblos.

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