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Arielismo

El arielismo fue una corriente ideológica latinoamericana de principios del siglo XX que tomó
su nombre de la obra Ariel del escritor uruguayo José Enrique Rodó. Se caracterizaba por
oponer al utilitarismo anglosajón los valores de la cultura greco-latina. Expresaba una visión
idealista de la cultura latinoamericana como modelo de nobleza y elevación espiritual en
contraposición a la cultura de los Estados Unidos como ejemplo de sensualismo y grosería
materialista.1
A principios del siglo XX, después de la consolidación del sistema de Estados
iberoamericanos, la búsqueda de la originalidad latinoamericana se intensificó. Muchos de los
intelectuales, escritores y filósofos se sentían muy decepcionados ante el triunfo del
positivismo y el liberalismo que había caracterizado el pensamiento social y filosófico de la
última mitad del siglo XIX.2
En 1900 se publicó en Montevideo la primera edición de Ariel, obra dedicada por su autor a la
juventud de América. El trabajo constituyó la tercera entrega de la serie “La vida nueva” y
significó la consagración de Rodó como escritor en Uruguay y en América. La obra fue
elogiada por la crítica de habla hispana de la época y tuvo gran impacto en toda América. En
ella Rodó proponía el rescate de la cultura latinoamericana en toda su unidad y en su
conjunto. A quienes, en la búsqueda de la identidad, no solamente uruguaya sino americana,
dirigían su mirada hacia Europa o hacia los Estados Unidos, Rodó ofrecía una respuesta
nueva.3
A Rodó le inquietaba el tema de la identidad cultural de su país y de su región, ante la
aceleración de las transformaciones modernizadoras y la llegada masiva de inmigrantes, la
emergencia de los Estados Unidos como potencia y la derrota española en la guerra hispano-
estadounidense de 1898 en Cuba. Rodó propuso a la juventud de América una nueva
valoración de su pasado y una nueva mirada hacia su futuro. 4
El simbolismo de la obra de Rodó está directamente tomado de la comedia de William
Shakespeare, La tempestad. En ella se presentan los personajes de Ariel,Calibán y Próspero.
El simbolismo e ideologización que de esos personajes hizo Rodó fue antecedido por los del
filósofo e historiador francés Ernest Renan y del educador y periodista brasileño José
Veríssimo. Renan, en su drama filosófico “Calibán, suite de La Tempête” (1878), simboliza a la
cultura aristocrática en la figura de Próspero, que es derrocado cuando Calibán, sinónimo de
las masas, asciende al poder. El ascenso de las masas y de la democracia hace sucumbir a
Ariel, espíritu de aristocracia. Veríssimo, a partir de sus reflexiones sobre la educación en su
país, atacó a la cultura y a la ciencia estadounidenses, considerándolas mediocres y
utilitaristas en contraposición a un ideal de identidad nacional brasileña. Rodó retomó el uso
simbólico de Renan, pero, dándole a los personajes shakespereanos otra orientación, y de
Verissimo asumió el esquema dualista, maniqueo, ampliándolo al ámbito hispanoamericano. 5
Rodó propuso al personaje Ariel como símbolo de la espiritualidad de América Latina. Tal
espiritualidad hundía sus raíces en el ideal grecolatino de belleza y el ideal cristiano de
caridad, componentes que consideraba indispensables para forjar una sociedad moderna,
valiosa, no sensualista, no preocupada sólo por valores materiales y no condenada a la
mediocridad. Una sociedad así debía basarse en un sistema democrático que capacitaría a
los mejores para ubicarse como dirigentes, lo cual, por añadidura, daría lugar a una cultura
superior. Esa elite de los mejores estaría encarnada en los jóvenes intelectuales, que
contribuirían a elevar a su sociedad sobre el materialismo. Rodó creyó encontrar así una
solución cultural a la profunda problemática económico-política de América Latina.
El pensador uruguayo estimaba que la espiritualidad de Ariel no la poseía la cultura de
Estados Unidos. El personaje de Ariel era el contrapunto de Calibán (anagrama de caníbal),
que simbolizaba al craso utilitarismo estadounidense.
A diferencia de Renan y su concepto aristocratizante de la cultura, Rodó no negaba que una
democracia funcional debía basarse en un nivel de vida adecuado y en igualdad de
oportunidades educativas para todos. Ello era el prolegómeno para algo más grandioso, la
constitución de un ideal supranacional que tenía que conducir a la unidad de las naciones
latinoamericanas, inspirando así a los pueblos y a los individuos un alto sentido de acción más
allá de los meros fines nacionales. En tanto que un sólo país podía tener poca tradición
cultural, América Latina, considerada como una totalidad, poseía una vasta y profunda
tradición. Rodó descubrió que entre las naciones latinoamericanas preexistía unidad cultural
por encima de las diferencias que las separaban.
A Rodó no se le ocultaban los efectos del impacto y acelerada penetración de la cultura
estadounidense en América Latina, por lo que el arielismo tenía también como objeto combatir
la asimilación de los valores pragmáticos y materialistas de Estados Unidos. Para ello, Rodó
promovió la reivindicación del pasado latinoamericano, en particular el hispánico.
El concepto arielista de integración y unidad cultural latinoamericana probablemente haya sido
la contribución más importante de Rodó a la ideología nacionalista burguesa de su tiempo.
También contribuyó a valorizar el poder de los ideales y las ideas en la confirmación de la
sociedad, que por extensión debían impulsar la teoría educativa y su reforma para
gradualmente transformar la vida social y política de América Latina. Asimismo, el idealismo
latinoamericanista proporcionó a la actuación de los intelectuales mayor sentido del que
podrían lograr los nacionalismos estrechos, capacitándolos a la vez para ver por encima de
sus frustrantes y limitadoras situaciones regionales o nacionales, lo que fue una inspiración
para pensadores como el argentino Manuel Baldomero Ugarte y el mexicano José
Vasconcelos.
En su aspecto negativo Ariel consolidó un mito maniqueo en el que la parte mala la llevaban
los Estados Unidos, al considerar a ese país como carente de cultura y a su pueblo, poseído
por el materialismo. Esta visión de los Estados Unidos fue repetida por intelectuales como el
colombiano Carlos Arturo Torres y el venezolanoRufino Blanco Fombona.
1. ENSAYO HISPANOAMERICANO TEMATICAS, ESCRITORES Y TECNICAS
2. EL ENSAYO  Es una forma particular de comunicación de ideas, realizada por un
autor que nos da a conocer su pensamiento y lo hace con gran libertad.  Es un escrito
en prosa, generalmente breve, que expone sin rigor sistemático, pero con hondura,
madurez y sensibilidad, una interpretación personal sobre cualquier tema, sea
filosófico, científico, histórico o literario
3. SUS CARACTERISTICAS  Tono agresivo y polémico  Variedad y libertad temáticas;
con frecuencia se refiere a asuntos literarios, pero en realidad cualquier disciplina
puede ser tema de un ensayo  No aspira a la verdad definitiva
4. CARACTERISTICAS  Su objetivo es inquietar; más que dar ideas se propone hacer
pensar  Participa por igual de la imaginación artística que del razonamiento científico:
busca la verdad  El ensayo es un escrito que requiere de una estricta ordenación
lógica en la exposición
5. ESTRUCTURA DEL ENSAYO En el planteamiento o introducción, se cuenta con la
exposición del problema y la tesis que se ha de defender en el desarrollo En el
desarrollo, se presenta la defensa de la tesis a través del análisis de los juicios que
giran entorno a las posturas que tiende a defender la tesis, La conclusión, se estructura
a través de regresa a la primera parte, el planteamiento del problema, con la finalidad
de resaltar la importancia de los hechos que validaron la hipótesis, para finalmente
atar cabos y dar una respuesta a las interrogantes planteadas
6. CLASIFICACION DEL ENSAYO El ensayo puro El ensayo poéticodescriptivo Es el texto
que guarda las características analizadas en esta unidad Es la prosa poética, es un
ensayo donde el autor hace uso de figuras retóricas El ensayo crítico-erudito Se
diferencia del ensayo propiamente dicho en su extensión —es casi siempre un libro— y
en la importancia de su parte expositiva.
7. PRINCIPALES ENSAYISTAS  JOSE VASCONCELOS  ALFONSO REYES  OCTAVIO
PAZ  ALFONSO CASO  CARLOS FUENTES
EL ENSAYO HISPANOAMERICANO

Para enmarcar este tema, se ha tomado en cuenta un extenso fragmento del


trabajo realizado por la profesora Cesia Ziona Hirshbein, titulado “El ensayo en
Venezuela” y cuyas referencias se colocan al final de la publicación del el blog.

EL ENSAYO EN HISPANOAMÉRICA

(…) Los más remotos orígenes del género en Hispanoamérica se trasladan a la


época colonial. Algunas Crónicas de Indias las podemos considerar como
ensayos, sobre todo con las que se puede establecer cierta relación literaria. Tenemos a Cristóbal
Colón (c. 1451-1506) con sus cartas, diarios de navegación y relaciones breves, igualmente los
Naufragios y comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1507-155-9) y la Historia verdadera de
la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (1496-1585), soldado de Hernán Cortés. Son
especialmente importantes Los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616)
mestizo, hijo de un capitán extremeño y de una princesa incaica y la Nueva crónica y buen
gobierno del peruano Felipe Guamán Poma de Ayala (c. 1534- ...) entre otros. Haciendo la
advertencia que estas crónicas se escribieron sin propósito literario confesado. Otros ejemplos
importantes de prosa colonial son los escritos barrocos del colombiano Hernando Domínguez
Camargo, también la famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (México, 1691) de Sor Juana Inés
de la Cruz (1648-95), o los escritos también barrocos de Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-
1700). En algunos de estos textos no es difícil percibir ya una clara actitud americanista, que
dominará después todo el siglo XIX y también la primera mitad del XX.

Las luchas independentistas traen nuevas preocupaciones ideológicas y políticas, las cuales por
supuesto se convierten en el tema fundamental de la literatura Latinoamericana a partir de 18l0, y
el ensayo por su idiosincrasia reflexiva y concientizadora es el texto más idóneo para expresar los
conflictos y las preocupaciones de este momento histórico tan convulso. Se levantan voces que
hablan de la tolerancia religiosa, de los derechos individuales, de la libertad
intelectual y la sociedad igualitaria y republicana.. El espíritu de la Ilustración se
muestra en todo su alcance ya que circulaban -aún cuando en forma clandestina-
libros de orientación moderna: la Encyclopédie, obras de Bacon, Descartes,
Copérnico, Gassendi, Boyle, Leibniz, Locke, Condillac, Buffon, Voltaire,
Montesquieu, Rousseau, Lavoisier, Laplace. Pertenece a este momento nuestros
precursores, en primer lugar el Libertador Simón Bolívar (1783-1830) no sólo por
sus proclamas y correspondencia, sino también por su sentido de lo estético que
está reflejado en algunos textos que le pertenecen. Muy leídas son las cartas y escritos de don
Francisco de Miranda (1750-1816). Igualmente Simón Rodríguez, el maestro del Libertador (1771-
1854) lo podemos incorporar dentro de los pioneros del género junto a Andrés Bello (1781-1865)
por sus escritos sumamente reflexivos. Estos son los precursores de los escritores, pensadores y
más específicamente, ensayistas que buscaban la emancipación mental. Ya que con la
independencia no sólo se quiso cancelar el gobierno colonial sino que estos hombres se esforzaron
por expresar una nueva ideología. Casi todos ellos son hombres de pensamiento y de acción,
fecundos y enormemente influyentes.

Le continúa un grupo de escritores que hemos deseado reunir en un solo bloque porque integran
cronológica e ideológicamente el momento más significativo del desarrollo de un pensamiento
americanista. Entre los primeros tenemos a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), Juan
Montalvo (1832-89), quien aparte de escribir sobre la realidad americana, escribe ensayos al estilo
de Bacon con títulos como "De la nobleza", "De la belleza en el género humano", "Los héroes"
(Simón Bolívar), "Los banquetes de los filósofos". Igualmente debemos destacar a Eugenio María
Hostos (1839-1903) y Manuel González Prada (1844-1918). Recordemos también a Manuel Ugarte
y los hermanos García Calderón. Va surgiendo la preocupación de una expresión típicamente
americana: elaboración de un pensamiento, que sin desligarse de los contenidos universales,
reflejan un modo de ser, de reaccionar frente a las cosas, arraigo de ideas.

Hay que entender pues ese inicial auge del ensayo como un fenómeno asociado a la realidad
social-histórica de un continente que quería cobrar total autonomía tanto política como cultural
frente a España. Esto explica que el ensayo moderno surge en América antes que en la Península:
aparece sobre todo como una necesidad y un instrumento de la búsqueda de la identidad y
expresión original de las nuevas naciones. Este aspecto ha quedado como una constante
permanente en el ensayo y el pensamiento de los escritores hispanoamericanos más destacados.
Como lo afirma José Miguel Oviedo (Breve historia del ensayo hispanoamericano, p.22), "hay una
clara línea que va del Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmiento al Martín Fierro (1872) de
José Hernández y de éste a Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes", y continúa
diciendo que "el influjo de El laberinto de la soledad (1950) de Octavio Paz sobre la novela
mejicana es también evidente, así como el magisterio de reyes sobre algunos poetas
contemporáneos de su país. Hay una viva interrelación entre los géneros que se cultivan en
Hispanoamérica, y en esa red de estímulos y ecos es de justicia reconocer el papel seminal que
cumple el ensayo..."

Al tiempo surge un pensamiento que reacciona frente a los bárbaros del


norte. Se empieza a tomar partido por lo latinoamericano. Martí abogó por
una expresión literaria hispanoamericana libre y verdadera, pero a la vez
se mostró atento a las aportaciones de otras culturas. Independencia a
conciencia. Rubén Darío acertó a resumir un clamor continental que fue muy importante para la
formación de una conciencia latinoamericana, igualmente José Enrique Rodó en su Ariel (1900).

Este pensamiento se entreteje con el positivismo (surgido también hacia fines del siglo XIX) y su
adopción en Latinoamérica, favorecida por el éxito de las teorías de la ciencia se desplegó en
todos los campos del conocimiento: la filosofía, la educación, la psicología y hasta las
manifestaciones artísticas y literarias, y sobre todo las históricas. Paralelamente con el positivismo,
el modernismo cobra vigencia literaria y posibilita el trabajo del escritor venezolano Manuel Díaz
Rodríguez (1871-1927), quien con sus signos llenos de sugestiones publica Camino de perfección
(1908), modelo que la prosa modernista del momento. Recordemos que luego, el también
venezolano Rufino Blanco-Fombona (1874-1944) escribirá su diario Camino de imperfección, en un
juego de los destinos que se bifurcan pero que paradójicamente confluyen en un interés común, la
preocupación por América. Igual carácter americanista tendrán los ensayos del dominicano Pedro
Henríquez Ureña, el maestro mejicano Alfonso Reyes y nuestro Mariano Picón Salas.

Acerca del ensayo contemporáneo hispanoamericano, mientras la


poesía se fue renovando, la literatura en prosa adquirió las formas
más variadas. Las que predominaron fueron las del ensayo y la ficción
(novela y cuento). Y este ensayo continuó en algunos escritores en
torno del problema de comprender a América que estaba unida a la
protesta contra la agresividad de la política norteamericana que ya se
había dado a comienzos de siglo con la mayoría de los ensayistas
mencionados, lo cual creó un clamor continental y no debe ignorarse
su importancia para la formación de una conciencia latinoamericana.
Pero igualmente el ensayo se abrió hacia lo político nacional, y el
nuevo rumbo se marcó sobre todo por lo estético lo literario, y en
algunos casos por lo universal. Algunos nombres: Jorge Luis Borges
(1899-1986), José Lezama Lima (1910-1976), Alejo Carpentier (1904-
1980), Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Julio Cortázar (1914-1984), Octavio Paz (1914). La lista
es grande, pero demuestra la vitalidad de un género atento tanto a las preocupaciones estéticas
como a las sociales, políticas y culturales de cada hora.

CONOCIENDO A DOS AUTORES Y SU OBRA

JOSÉ MARTÍ. La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor
cubano. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos
económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el
colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en
las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a
su educación. El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas
revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la guerra de los Diez
Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó una gacetilla El
Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema «Abdalá». A
los diecisiete años José Martí fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos
independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió
el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama
Adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la
Universidad de Zaragoza. Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país,
aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución
Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores
cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por
instalarse en México.

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