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Para Bidart Campos los posibles fundamentos para justificar la existencia de los derechos
humanos, que surgen de la corriente más difundida del pensamiento ius filosófico, que es el
iusnaturalismo, serían: el derecho natural, la naturaleza humana, la ética o la moral, el consenso
social generalizado, la tradición histórica y las valoraciones sociales, que componen el nivel
cultural de la sociedad.
Cabe señalar que ciertos autores sostienen en general que los derechos humanos derivan de la
dignidad de la persona, y no de la voluntad del Estado, quien no los inventa ni los concede, sino
que los reconoce.
Es decir, que los derechos humanos no tienen origen en el orden jurídico positivo, sino en un
derecho natural de toda persona porque lo contrario sería sostener que no habría derechos
humanos en épocas anteriores de que fueran reconocidos legalmente.
Sostiene Nino en este sentido, que si bien el reconocimiento jurídico de los derechos humanos le
da más certeza, la ausencia de normas reguladoras de los mismos no significa su inexistencia
porque estos derivan de principios morales válidos.
Así algunos autores afirman que el contenido de la Declaración Universal de Derechos Humanos,
adoptada el 10 de diciembre de 1948, se funda en la propia naturaleza humana, y se inspira en la
filosofía del derecho natural; y a tal efecto se puede mencionar que en el preámbulo de la DUDH,
la libertad, la justicia y la paz surgen de la dignidad y de los derechos iguales de la sociedad en
general.
Rabossi entiende que los derechos humanos son de gran importancia para la sociedad humana,
pero esto no significa que sean derechos morales; y en función de ello Bobbio considera que no
son el producto de la naturaleza, sino de la civilización humana, dado que son cambiantes y van
evolucionando y transformándose.
Por lo tanto el reconocimiento de los derechos humanos va cambiando según las épocas y
culturas, y son el resultado de largas luchas entre los individuos y el poder; ya que había sectores
privilegiados de la sociedad que eran beneficiados y donde otros quedaban excluidos, entre los
que se encontraban por ejemplo los esclavos o determinados grupos de extranjeros.
Es por eso que la vocación universalista de los derechos humanos no era tan amplia; su alcance se
detenía ante los desposeídos, los pobres, las mujeres, los niños, y el reconocimiento del carácter
universal de los derechos humanos recién se llevará a cabo luego de la Segunda Guerra Mundial
cuando se configura un nuevo orden internacional y se conocen las masivas violaciones de
derechos cometidas por las potencias del eje como por las fuerzas aliadas.
En síntesis, la noción actual de los derechos humanos implica, no solamente la vigencia legal de los
derechos necesarios para el normal desarrollo de la vida del ser humano (los cuales deben ser
garantizados por el Estado), sino también la responsabilidad internacional del Estado que debe
responder en caso de violación no reparada.
El derecho internacional público es el conjunto ordenado de normas jurídicas que regulan las
relaciones entre los sujetos de la comunidad internacional.
El sujeto originario y necesario del derecho internacional es el Estado, y goza de plena capacidad
jurídica. Cabe señalar que también integran el derecho internacional público los actores de las
relaciones internacionales, que no son los Estados, pero que a partir de sus actividades influyen en
las relaciones de estos, por ejemplo, las organizaciones no gubernamentales.
A los fines de analizar el contenido del moderno derecho internacional es necesario remitirse al
surgimiento de los Estados-Naciones que se dio en el periodo comprendido en los siglos XV y XVII,
y especialmente en el periodo posterior a la guerra de los 30 años, en el que nacen los Estados
soberanos seculares en la Europa Occidental.
La Paz de Westfalia marcó el fin de una época y el inicio de otra en la evolución del derecho
internacional, promoviendo su laicización al separarlo de cualquier contexto religioso, incluyendo
en un plano de igualdad tanto a los Estados republicanos como a los monárquicos.
A partir de allí se crea un ordenamiento jurídico regulando las relaciones entre los Estados, siendo
el acuerdo de voluntades de cada uno la fuente formal de derechos y obligaciones; y por ende los
Estados eran los generadores de las normas jurídicas, sus sujetos y los que interpretaban el
contenido y el alcance de las mismas.
Como los Estados se auto regulaban, cuando existía alguna controversia entre ellos, se resolvía, o
por negociaciones directas o recurriendo a otro soberano, como por ejemplo El Papa, ya sea como
consulta o como laudo no arbitral.
En el caso de que no se resolviesen las controversias, ello podría conducir a una situación de
tensión, en donde uno de los Estados era capaz de declarar la guerra a su oponente, y sustituir las
relaciones de paz por un estado de beligerancia.
En este sentido Gross entiende que luego de la guerra de los 30 años se perdió la oportunidad de
crear una sociedad de Estados, y en su lugar se inició una etapa donde los Estados absolutistas no
reconocían ninguna autoridad superior.
Por lo expuesto Cassese caracteriza el periodo comprendido entre la Paz de Westfalia y mediados
del siglo XX sobre la base de tres rasgos principales:
Sin embargo, las relaciones internacionales entre los Estados se ponen en duda con el comienzo
de la Primera Guerra Mundial (acontecimiento fundador del siglo xx) que marcó un punto de
inflexión en el desarrollo del derecho internacional.
El conflicto armado sirvió para afirmar los valores nacionalistas, y trajo como consecuencia la
muerte anónima masiva y la masacre indiscriminada. Además demostró el fracaso del modelo de
igualdad entre los Estados y la política de coordinación entre ellos para resolver las controversias.
No obstante, la solución a la que arribaron los Estados terminada la Primera Guerra Mundial, no
modificó el modelo, si no que por el contrario profundizó las contradicciones. Así, el 28 de junio de
1919, con la firma del Tratado de Paz en Versalles, se crearon la Organización Internacional del
Trabajo para organizar las relaciones entre los empresarios, los Estados y los trabajadores, y
también la Sociedad de las Naciones.
El pacto de la Sociedad de las Naciones dispuso como fines promover la cooperación internacional
y alcanzar la paz internacional. Y para ello introdujo límites en el derecho de los Estados a recurrir
al uso de la fuerza.
A lo que podemos agregar que los miembros de la Sociedad de las Naciones no se involucraban en
los conflictos entre un Estado y sus habitantes, y tampoco se protegía a las minorías. Además el
pacto de la Sociedad de las Naciones no se interesaba sobre la protección de los derechos de las
personas, no incluía los derechos humanos ni las libertades individuales.
No obstante, algunos autores encuentran normas que protegen a las minorías étnicas, lingüísticas
y religiosas, a través del régimen de mandatos creados por el pacto de la Sociedad de las Naciones,
que constituyen los primeros intentos de internacionalizar la protección de los derechos
humanos.
Incluso a medida que como consecuencia de las guerras se trazaban nuevas fronteras entre los
Estados, las minorías ètnicas, religiosas y lingüísticas se fueron desarrollando. Y de esta manera y
como regla los miembros de esas minorías eran ciudadanos del Estado en el que vivían, aunque
eran protegidos por el Estado de donde provenìan, al que estaban asociados por razones ètnicas,
linguìsticas, religiosas o culturales. Y por lo general se ubicaban en la frontera que dividía el Estado
de donde provenían del Estado donde vivían. Y entonces los acuerdos bilaterales estaban
destinados a asegurar los derechos mínimos de esas minorías, como utilizar su propio idioma en
los colegios, y ante las autoridades judiciales y estatales, y para las designaciones topográficas.
Las potencias mandatarias, Inglaterra y Francia en la mayoría de los casos, administraban los
territorios donde se radicaban las minorías y firmaban los mandatos con la Sociedad de las
Naciones para establecer los derechos mínimos de esas minorías. Y la Sociedad de las Naciones
designó una Comisión de Mandatos para analizar los informes presentados por los Estados
mandatarios y analizar los pedidos de estas minorías. Y según Nowak estas actividades significan el
comienzo de un procedimiento destinado a proteger los derechos humanos.
Recién con el nuevo orden mundial que surge a partir de 1945 aparece el Derecho Internacional
de los Derechos Humanos. Como sostuvo Alex de Waal, la nueva religión global de la actualidad .
Entre los años 1939 y 1945 se desarrolló la Segunda Mundial, un conflicto armado a escala
mundial, que abarcó más de un continente.
(Se enfrentaron las “Potencias del Eje”, formado por Alemania, Italia y Japón, y los “Aliados”,
integrados por Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética, Estados Unidos y China).
El saldo de personas muertas superó los sesenta millones, provocados entre otras causas, por el
holocausto del pueblo judío, y la utilización de armas de destrucción masiva como las bombas
atómicas de Hiroshima y Nagasaki .
La violencia nazi se perpetró entre los años 1939 y 1945, en el marco de una guerra que aplicaba
los principios del imperialismo clásico. De este modo Alemania aplicó en Polonia, Ucrania y Rusia
los mismos principios y métodos que Francia y el Reino Unido ejercieron en Africa y Asia.
Pese a las grandes violaciones de los derechos humanos cometidas en este período, la primera
declaración de los Aliados se efectuó el 14 de agosto de 1941, cuando se suscribió la Carta del
Atlántico, y se fijaron sus principios fundamentales, señalándose entre otros, el derecho de los
países a fijar sus cambios territoriales, y sus formas de gobierno, a acceder libremente al
comercio, al transporte marítimo, y a la libertad de expresión y de cultos, y exigir el desarme de las
naciones que amenacen con una agresión.
Esta Carta del Atlántico fue reafirmada por la Declaración de la Naciones Unidas el 2 de enero de
1942: 26 Naciones la firmaron, a las que se agregaron 14 más.
Posteriormente los países integrantes de las fuerzas Aliadas celebraron encuentros (el más
importante el de Yalta en 1945) destinados a lograr el triunfo sobre los Aliados –especialmente
Alemania- y lograr la paz internacional.
Algunos autores sostienen que recién a partir de la Segunda Guerra Mundial, y especialmente
derivado de las atrocidades cometidas por Alemania, el Derecho Internacional se comprometió a
regular los derechos de los individuos en relación con sus gobiernos (y lo equivocado de considerar
que la forma de proteger a los ciudadanos era manteniéndolos separados de sus gobiernos).
Y es evidente que el mayor impulso experimentado por el Derecho Internacional surge luego de
finalizada la Segunda Guerra Mundial, y la aparición de nuevos sujetos del Derecho Internacional ,
como las Organizaciones Internacionales, que crean los Estados a través de acuerdos
multilaterales. Y el temor a una Tercera Guerra Mundial hizo que estas Organizaciones
internacionales adquirieran cada vez más poder y autonomía, y capacidad para poner
restricciones a los Estados.
Y precisamente este tenor a una Tercera Guerra Mundial hizo que del 25 de abril al 26 de junio de
1945 cincuenta y seis Estados se reunieran en la ciudad de San Francisco y firmaran la Carta de las
Naciones Unidas, que entró en vigor el 24 de octubre de 1946, quedando disuelta en abril de este
año la Sociedad de las Naciones.
Kelsen criticó el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas cuando afirma que la misma es
producto de los “pueblos de las Naciones Unidas”, dado que, sostiene, esta es producto de la
decisión de los Estados representados por sus gobiernos, y no de” los pueblos”.
Lo que ocurre en 1945 es el nacimiento del moderno derecho internacional. La Carta de las
Naciones Unidas se constituyó en un único sistema de normas jurídicas que regula las relaciones
entre los Estados. Y el reconocimiento al principio de la igualdad soberana de todos los Estados
miembros de la ONU.
Tomuschat sostuvo que recién con los juicios de Núremberg, y la Carta de la ONU surge la
comunidad internacional como un concepto jurídico, que va más allá de una construcción
académica.
Y a partir de la toma de conciencia de lo que significó el régimen nazi y las atrocidades cometidas
durante la Segunda Guerra Mundial , se van operando modificaciones en el derecho internacional
al fijarse deberes de los Estados y de los individuos destinados a respetar la dignidad de todos los
seres humanos, que sirven de fundamento al surgimiento del derecho internacional de los
derechos humanos.
Así se define al Derecho Internacional de los Derechos Humanos como, una rama del Derecho
Internacional clásico cuyo objeto es la protección y promoción de las libertades fundamentales del
hombre y cuya violación genera responsabilidad internacional estatal.
Es decir, como sostuvo la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), la protección de
los derechos humanos persigue garantizar la dignidad del ser humano.
Luego de esta paso fundacional que significó para el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos la Carta de la ONU, se profundizó en el período 1945-1950 la internacionalización de los
Derechos Humanos. Y al respecto podemos mencionar:
- Adopción por el Consejo de Europa del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y las Libertades Fundamentales.
Con posterioridad a la Carta de las Naciones Unidas comenzaron a surgir dificultades entre los
Estados:
- En primer lugar, por las diferencias que se suscitaban entre los Estados en materia económica,
social y cultural.
Ello llevó a que el tema de los Derechos Humanos se planteara en las organizaciones estatales
regionales.
La primera etapa en la evolución histórica del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, se
extendió hasta, al menos, la adopción en 1966 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos , y del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Se define este
primer período como la consolidación normativa del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos.
Un segundo período comienza a fines de la década de 1960, y se prolonga por alrededor de veinte
años. Y se caracteriza por la creación de mecanismos de protección de los derechos humanos,
tanto regionales, como universales.
Este tercer período coincide con un proceso de “sectorización” de los derechos humanos: se ha
empezado a individualizar problemas específicos –el trabajo forzado, la igualdad entre los sexos, la
libertad religiosa- o a sectores sociales determinados –las mujeres, los refugiados, los niños-.
Sistema africano
El “sistema africano” se vio afectado por el contexto que rodeó la adopción de la Carta Africana de
Derechos Humanos y de los Pueblos, donde los Estados africanos eran complacientes con los
regímenes dictatoriales de las décadas de los años 60 y 70.
Como consecuencia de los conflictos políticos e ideológicos de los Estados africanos se firmó la
Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos recién en 1981. Pero como una
demostración de la escasa importancia que se le otorgaba, en dicho documento no se hacía
ninguna mención a la democracia como requisito para la promoción de los derechos humanos, a la
vez que se establecen restricciones a los derechos civiles y políticos de los habitantes.
Continente asiático
A su vez el Congreso de la Liga Arabe adoptó en 1994 la Carta Arabe de Derechos Humanos, que
entró en vigor el 15 de marzo de 2008. En lugar de crear un Tribunal Internacional como órgano
de aplicación, se estableció un Comité Arabe de Derechos Humanos, que recibe informe de los
Estados árabes y emite recomendaciones.
Como síntesis de la evolución de los derechos humanos, mencionamos las Conferencias Mundiales
de los Derechos Humanos:
b) En 1993 un nuevo Pacto de Derechos Humanos se estaba por negociar en Berlín, que fue
transferido a Viena, donde se suscribió la Declaración de Viena.
En esta Declaración de Viena se señaló que, todos los derechos humanos son universales,
indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí, lo cual no evita que existan
diferencias en cuanto al modo de ejercerlos.
Pero no hay diferencias en cuanto a la jerarquía de los derechos humanos, y la distinción entre
derechos civiles y políticos, sociales y culturales, obedece meramente a razones históricas y no a
su naturaleza jurídica.
No obstante, cabe señalar que todos los derechos admiten restricciones a su goce y ejercicio de
conformidad con los estándares establecidos en el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, se reconoce la existencia de limitaciones a todos los derechos inherentes a los derechos
de todas las personas que resultan de convivir en una sociedad.
Capítulo 2
- Considerando que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos es una rama del Derecho
Internacional Público, a los efectos de estudiar sus fuentes debemos hacer referencia a las del
Derecho Internacional general.
Una definición moderna del Derecho Internacional Público nos permite clasificar las fuentes en
“Materiales” y “Formales”.
Las “Fuentes Materiales” hacen referencia a “las razones históricas, políticas, económicas, sociales
que llevan a la adopción de una determinada norma jurídica”.
Las “Fuentes Formales” se pueden distinguir entre “Fuentes Formales en sentido amplio”, y
“Fuentes Formales en sentido estricto”.
Las “Fuentes Formales en sentido amplio” constituyen los medios para verificar la existencia, el
sentido y el alcance de una concreta norma positiva de derecho.
Las “Fuentes Formales en sentido estricto” son los procedimientos válidos a través de los cuales es
creado el Derecho Internacional.
- Respecto de las “Fuentes Formales en sentido amplio”, debemos remitirnos al art. 38 del
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (C.I.J.) al disponer que, en las controversias que le
sean sometidas deberá aplicar:
Además de estas fuentes reguladas en el art. 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia,
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH) reconoce dos fuentes adicionales:
1.- Obligación universal que rige sobre los Estados de respetar y garantizar los Derechos Humanos
de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
2.- El carácter de “ius cogens” que posee la Carta de las Naciones Unidas.
2. Tratados Internacionales
Entre las fuentes principales del Derecho Internacional de los Derechos Humanos debemos
mencionar en primer término a los Tratados Internacionales, que en sentido amplio se ha
entendido como “el acuerdo de voluntades entre dos o más sujetos de derecho internacional que
tiende a crear, modificar o extinguir derechos de este ordenamiento”.
A su vez la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969 define a los Tratados
en los siguientes términos:
“Se entiende por "tratado" un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido
por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos
conexos y cualquiera que sea su denominación particular”.
a) Especificidad de los Tratados de Derechos Humanos
Como lo señaló la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los Tratados sobre Derechos
Humanos en general, y en particular, la Convención Americana de Derechos Humanos, no son
tratados multilaterales de tipo tradicional destinados a convenir un intercambio de derechos para
el beneficio mutuo de los Estados contratantes, sino que su objeto y finalidad son la protección de
los derechos fundamentales de los seres humanos, independientemente de su nacionalidad,
tanto frente a su propio Estado como frente a los otros Estados contratantes.
Y agregará:
“No puede ser vista sino como lo que ella es en realidad: un instrumento o marco jurídico
multilateral que capacita a los Estados para comprometerse, unilateralmente, a no violar los
derechos humanos de los individuos bajo su jurisdicción”.
Es decir, los Tratados de Derechos Humanos no se refieren a un intercambio de obligaciones entre
los Estados: se refieren a la otorgación de derechos a las personas.
Contrariamente al principio del Derecho Internacional General, en el Derecho Internacional de
los Derechos Humanos no existe el principio de la reciprocidad entre los Estados.
El campo del derecho de los tratados era eminentemente consuetudinario hasta la entrada en
vigencia de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, por lo que sus normas en
general codifican el derecho consuetudinario vigente.
Art. 19. Formulación de reservas
Un Estado podrá formular una reserva en el momento de firmar, ratificar, aceptar o aprobar un
tratado o de adherirse al mismo, a menos:
b) Que el tratado disponga que únicamente pueden hacerse determinadas reservas, entre las
cuales no figure la reserva de que se trate;
Art. 26. "Pacta sunt servanda". Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por
ellas de buena fe.
Art. 27. El derecho interno y la observancia de los tratados. Una parte no podrá invocar las
disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado. Esta
norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46.
- Además de los Tratados que obligan a los Estados por ser parte en esos instrumentos de carácter
convencional, existen otros instrumentos internacionales no convencionales de distinta naturaleza
y obligatoriedad donde los Estados también se comprometen formal y voluntariamente a respetar
sus disposiciones:
- Declaración Universal:
- Declaración Americana
Se lo define como una serie de “principios y prácticas del derecho internacional, de carácter no
vinculante y especialmente originados en el sistema universal de Naciones Unidas, que surgen de
declaraciones, normas, directrices, recomendaciones, etc. sobre temas de derechos humanos
aceptados por la mayoría de los Estados”.
- La norma “jus dispositivum”, que son de naturaleza dispositiva, las que son creadas y, también,
derogadas por acuerdo de voluntades.
- La norma “jus cogens”, que son de naturaleza imperativa que limita la voluntad de los Estados:
no pueden los Estados celebrar Tratados, o establecer cláusulas o normas que contradigan lo
dispuesto en las normas “jus cogens”.
El efecto que se produce al entrar en conflicto un Tratado, o una norma de Derecho Internacional,
con una norma de “ius cogens”, es la nulidad o invalidación de las primeras.
Las normas “ius cogens” son aquellas normas imperativas del Derecho Internacional General que
tienen prevalencia o supremacía sobre cualquier norma o Tratado del Derecho Internacional, de
modo que no admiten ni la exclusión ni la alteración de su contenido, o sea, que cualquier norma
o Tratado que sea contrario a una norma “ius cogens” será declarado nulo.
A partir de la supremacía del “ius cogens”, el conflicto de un Tratado con una norma “ius cogens”
hace inválido el Tratado, o una disposición de este, sin importar si el Tratado es bilateral o
multilateral. A igual solución se llega cuando el conflicto es con una norma consuetudinaria, o con
Resoluciones de las Organizaciones Internacionales.
El art. 53 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados define el “Ius Cogens” como el
conjunto de normas imperativas de Derecho Internacional General establecidas por la Comunidad
Internacional de Estados.
Las normas de “ius cogens” no pueden ser derogadas, salvo por otra norma del mismo rango.
Cualquier Tratado Internacional o norma del Derecho Internacional contrario a una norma “ius
cogens” es nulo.
En este sentido el art. 64 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados dispone: “Si
surge una nueva norma imperativa de derecho internacional general, todo tratado existente que
esté en oposición con esa norma se convertirá en nulo y terminará”.
La importancia del “ius cogens” o derecho imperativo internacional se deriva de su contenido. Sus
normas protegen valores esenciales compartidos por la comunidad internacional.
Y si bien no existe ningún catálogo oficial, se considera que constituyen normas imperativas “jus
cogens”, entre otras, las siguientes:
La prohibición del uso de la fuerza; la prohibición del genocidio, la prohibición del racismo y el
apartheid, la prohibición de la esclavitud y la trata de esclavos, el derecho de autodeterminación
de los pueblos, la prohibición de la tortura, así como las normas fundamentales del Derecho
humanitario.
Algunos autores consideran que, las prácticas de desaparición forzada de personas, las
ejecuciones sumarias, y la falta de garantías del debido proceso, también integran estas normas
imperativas, o “ius cogens”.
Las normas de “ius cogens” generan obligaciones a todos los sujetos de la comunidad
internacional, por lo que el nivel de responsabilidad derivada de la violación de una norma
imperativa es muy superior a la derivada de un ilícito común.
La relación entre el concepto de “ius cogens”, y los Derechos Humanos es evidente, y por eso el
derecho imperativo ilustra perfectamente el proceso de "humanización" del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos.
I. El Derecho de cada Estado se origina y funciona conforme a reglas y principios distintos de las
reglas y principios del Derecho Internacional.
Una ley de un Estado se sanciona a través del procedimiento previsto en la Constitución de ese
Estado, y sólo rige para las personas sujetas a la jurisdicción de ese Estado. Un Tratado en cambio
nace, y sus condiciones y vigencia están establecidas en el Derecho Internacional.
II. Cómo deben relacionarse las normas del Derecho Interno y el Derecho Internacional?
Deberíamos determinar cuál es el mejor acuerdo institucional para incorporar las normas del
Derecho Internacional al Derecho Nacional:
La exigencia para que una norma de Derecho Internacional tenga vigencia en el Derecho Interno
es que exista una norma del Derecho Interno que así lo disponga.
*El otro modelo se denomina “monista”, quienes consideran que el Derecho Interno y el Derecho
Internacional constituyen un único universo de normas, sin necesidad de que el Estado una vez
asumida una obligación internacional deba dictar una norma específica aceptándola como norma
interna.
El “dualismo” permitiría que el Estado, antes de dictar la norma interna que haga exigible la
norma internacional, efectúe las enmiendas que mejor atiendan a los intereses nacionales.
El “monismo” por su lado apunta a la posibilidad de homogeneizar las normas, tanto las de su
propia jurisdicción, como las internacionales.
III. Jerarquía constitucional de las normas de Derecho Internacional al Derecho Nacional
Es el Derecho Internacional incorporado al Derecho Interno superior, o igual o superior a las leyes
locales?
El Derecho Internacional no regula el sistema que debe adoptar cada Estado, pero es concluyente
la obligación de cumplir con los acuerdos celebrados en el Derecho Internacional. El Derecho
Interno nunca puede impedir el cumplimiento de los deberes y obligaciones internacionales.
El Derecho Internacional normalmente no exige que sus disposiciones sean aplicables por los
tribunales nacionales, pero en muchos casos la incorrecta aplicación del Derecho Internacional, o
la ausencia de aplicación de sus principios, generan responsabilidad internacional al Estado.
O a la inversa, en ocasiones algunas cuestiones del Derecho Interno son estudiadas a nivel
internacional a los efectos de verificar si las decisiones adoptadas o las resoluciones dictadas en el
país están ajustadas a las exigencias legales internacionales.
Por ejemplo, si un proceso judicial interno respetó las exigencias procesales contenidas en un
Tratado de Derechos Humanos.
Todo ello generó jurisprudencia destinada a lograr actuaciones judiciales que eviten condenas
judiciales, adoptando a nivel interno las normas internacionales adecuadas.
Varios Tratados integran la Constitución Nacional, y la Corte Suprema de Justicia ha dictado fallos
receptando la “costumbre internacional”, modificando antiguos criterios jurisprudenciales.
Cuatro normas de la Constitución Nacional, tres del original texto de 1853, y el Inciso 22, del art.
75 de la Reforma de 1994, resuelven la integración y la jerarquía del Derecho Internacional.
El Derecho Internacional integra el derecho argentino, y con rango superior al de las leyes.
El art. 31 de la CN establece que esta Constitución, las leyes de la Nación y los Tratados con las
potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación.
A su vez el art. 118 reconoce el “Derecho de Gentes”, una expresión que hoy podemos considerar
como equivalente a Derecho Internacional, incluyendo a la costumbre internacional y demás
fuentes.
El art. 27 finalmente dispone que el Gobierno Federal está obligado a afianzar sus relaciones de
paz y comercio con las potencias extranjeras por medio de tratados que estén en conformidad con
los principios de derecho público establecidos en la Constitución.
- El Derecho Internacional, sobre la base del modelo “monista” que adopta la Argentina, no
necesita de ninguna aprobación para ser parte del derecho argentino.
Hasta la Reforma Constitucional de 1994 se debatió acerca de la jerarquía de las normas del
Derecho Internacional, y la exigibilidad judicial de las normas contenidas en los Tratados.
Hasta 1992 la Corte sostenía que los Tratados y las leyes tenían igual jerarquía.
Con relación al “derecho de gentes”, un sector de la doctrina considera que el art. 118 de la CN
autoriza a los jueces argentinos a aplicar el “derecho de gentes” en todos los casos.
Para otros solo implica que los delitos cometidos fuera de la jurisdicción nacional podrán ser
juzgados por jueces argentinos aplicando el derecho internacional.
El caso “Ekmekdjian c/ Sofovich” en 1992, y la Reforma Constitucional de 1994, intensificaron la
presencia del Derecho Internacional en el ordenamiento jurídico argentino. Y en 1992 la Corte se
pronunció respecto de la operatividad de los Tratados
Con esta mayor jerarquización del Derecho Internacional de los Tratados, se generó la necesidad
de adecuar la Ley Nacional al Derecho Internacional. Un caso emblemático es “Giroldi”, de 1995,
donde la CSJN declaró inconstitucional una norma del Cód.Proc.Penal que limitaba el Recurso de
Casación por ser incompatible con la Convención Americana sobre Derechos Humanos: es decir, la
Ley Nacional fue declarada inconstitucional por ser incompatible con un Tratado.
La Reforma Constitucional de 1994 estableció en la Constitución Nacional que los Tratados regían
en “las condiciones de su vigencia”, expresión que recibió dos interpretaciones distintas. En la
Asamblea Constituyente de 1994, los convencionales entendieron que “las condiciones de su
vigencia” exigían atender al conjunto de reservas formuladas y al exacto alcance de su vigor
internacional. En el caso “Giroldi”, en 1995, en cambio, la CSJN entendió que la expresión “en las
condiciones de su vigencia” significa que los Tratados rigen en nuestro país del mismo modo que
se aplican e interpretan en el ámbito internacional, es decir, del mismo modo que lo aplican e
interpretan los órganos internacionales.
Posteriormente y a través del procedimiento establecido en el último párrafo del art. 75, inc. 22,
de la Constitución Nacional (con el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros
de cada Cámara) se les otorgó jerarquía constitucional a tres Tratados más a los ya incluidos en
1994: la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, la Convención sobre
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y la Convención sobre Derechos de las Personas con
Discapacidad.
Se plantea la posibilidad de conflictos que podrían aparecer entre normas y principios de la CN, y
el Derecho Internacional constitucionalizado. Y entonces cabe preguntarse, si se detectan casos en
los que la CN y el Derecho Internacional constitucionalizado son divergentes, como deberían
solucionarse?
- Cierta corriente doctrinaria considera que la Constitución siempre debe prevalecer. Y se basan en
dos normas constitucionales: el art. 27 de la CN que indica que los Tratados con las potencias
extranjeras deben “estar en conformidad con los principios de derecho público establecidos en
esta Constitución”; y el art. 75, inc. 22, que expresamente señala que tratados
constitucionalizados, “no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución, y
deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos”.
En caso de contradicción entre una norma constitucional, y una del derecho internacional
constitucionalizado y el derecho internacional, cualquiera sea su fuente, regiría la Constitución
Nacional.
- Otra corriente y la propia CSJN no son tan contundentes y, antes bien, tienden a exigir un
esfuerzo interpretativo que impida considerar una regla internacional en colisión con una norma
constitucional. Y sobre la base de la concepción “monista”, sostienen que se debería intentar una
nueva interpretación hasta lograr una armonización de las normas constitucionales e
internacionales constitucionalizadas. Es decir, las diferencias deberían resolverse privilegiando la
armonía e integridad de todo el bloque constitucional de derechos (“Chocobar” y “Monges”).
VII.- En la actualidad aparece como consolidada la armonización del Derecho Internacional con la
CN. No obstante hay quienes sostienen que esa pretendida armonización implica violentar algunas
normas constitucionales.
Por ello, a medida que más cuestiones son resueltas a través de tratados y procedimientos
internacionales, se acota el espacio regulatorio de las provincias, y se amplían los casos que deben
ser resueltos por la jurisdicción federal.
Finalmente cabe señalar que, en función de la dinámica de las comunicaciones y los mercados, se
exige la renovación de nuevas opciones constitucionales.
Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones
internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía
superior a las leyes.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el
Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada
Cámara para gozar de la jerarquía constitucional.
A su vez el art 31 de la CN establece que “esta Constitución, las leyes de la Nación que en su
consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados que en consecuencia se dicten por el
Congreso y los tratados que en consecuencia se dicten con las potencias extranjeras son la ley
suprema de la Nación”.
La cuestión de la jerarquía de los tratados frente a las leyes, sin embargo ha producido mucho
debate doctrinario y jurisprudencial.
Los preceptos constitucionales actualmente vigentes (art. 75, inc. 22, y art. 31) no permiten
determinar con precisión la jerarquía que detentaban en nuestro ordenamiento jurídico los
Tratados Internacionales antes de la Reforma Constitucional de 1994.
Evolución jurisprudencial:
b) Luego sostuvo la igualdad jurídica entre ambas fuentes (Los Tratados y las leyes), pues sostuvo
que no existía un orden de prelación entre ambos, sino una igualdad jurídica, por lo que en el
supuesto de conflicto, era aplicable el principio de que “ley posterior deroga la anterior”:
Fallos:
- En 1968: “Petrolera Argentina c/Gobierno Nacional” ratifica criterio fallo “Martín y Cía….”.
Pese a ello, la CS se encargó de aclarar que los Tratados no eran jerárquicamente superiores a la
CN.
Fallos:
Además el art. 75 enumera una serie de Convenciones de Derechos Humanos a los cuales se les
confirió “jerarquía constitucional”. Y se estableció que pueden adquirir esta misma jerarquía otros
Tratados con intervención del Congreso, con el voto de las dos terceras partes de la totalidad de
los miembros de cada Cámara.
-En 1995 el caso “Priebke s/ solicitud de extradición”, donde prevaleció lo resuelto por un tratado
internacional de que frente a un caso de genocidio, los asesinatos de civiles y prisioneros de
guerra son imprescriptibles.
-En 2004 en el caso “Arancibia Clavel…” se estableció la imprescriptibilidad de los delitos de lesa
humanidad.
Asimismo, el nuevo Inciso 22 del art. 75 y respecto de la “jerarquía constitucional” de los Tratados
dispuso que las mencionadas Convenciones la recibían “en las condiciones de su vigencia”, que
dichos instrumentos internacionales “no derogan artículo alguno de la primera parte de la
Constitución”, y deben entenderse "complementarios de los derechos y garantías en ella
reconocidos". Cabe formular algunas aclaraciones al respecto.
Por esto el Tribunal sostiene que "las cláusulas constitucionales y las de los tratados tienen la
misma jerarquía, son complementarias y, por lo tanto, no pueden desplazarse o destruirse
recíprocamente".
De acuerdo con esta doctrina, pareciera ser que cuando el Congreso de la Nación otorga jerarquía
constitucional a un tratado internacional — conforme lo establecido en el art. 75, inc. 22— se
encuentra ejerciendo funciones constituyentes, realizando el juicio de comprobación de
compatibilidad entre cada instrumento internacional y las cláusulas constitucionales.
1- Que los tratados estén en vigor, es decir, los tratados se incorporan al derecho argentino
siempre y cuando estén vigentes en el ámbito internacional. Ejemplo: que los tratados
pierdan vigencia porque algunos Estados se apartaron.
En primer lugar, la vigencia refiere a que los tratados deben ESTAR EN VIGOR: que estén vigentes
en la comunidad internacional (puede suceder que un instrumento esté firmado pero no esté
vigente).
En segundo lugar, debe estar de acuerdo a las declaraciones interpretativas y de acuerdo a las
reservas que haya realizado cada Estado.
Esta expresión se refiere al modo en que ha sido aprobado o ratificado el Tratado, es decir, cuando
expresa con las reservas y declaraciones interpretativas se refiere a la declaración unilateral que
efectúa el Estado cuando pretende excluir o limitar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones
del Tratado.
- En Bramajo (1996), donde se resolvió que la opinión de la Comisión IDH poseía calidad de guía
para la interpretación de los preceptos convencionales, dado que el Estado Argentino reconocía la
competencia de la Comisión IDH para intervenir en todos los casos relativos a la interpretación y la
aplicación de la CADH.
- En agosto del 2013, en el caso “Carranza Latrubesse” la CSJN debió resolver si las
recomendaciones formuladas por la Comisión IDH al Estado argentino en los Informes previstos
por el art 51.2 de la CADH son obligatorios, y en caso de serlos, qué efectos tienen en términos de
responsabilidad internacional.
La mayoría sostuvo el carácter vinculante y obligatorio de los informes emitidos en el marco del
art 51 de la CADH. ¿SON OBLIGATORIOS LOS INFORMES DEL ART 51 CADH? SÍ LO SON DESDE EL
AÑO 2013 EN VIRTUD DEL FALLO CARRANZA LATRUBESSE.
Los hechos se vinculaban con las publicaciones que se habían hecho en la Revista Noticias que
tenían que ver con la existencia del hijo extramatrimonial del entonces presidente Menem. A raíz
de las publicaciones, Menem interpuso una demanda por daños y perjuicios contra Fontevecchia,
D'Amico y la revista Noticias con el objeto de obtener un resarcimiento por considerar que sufrió
una invasión a su privacidad.
Una vez firme la sentencia y habiéndose cumplido con la reparación económica, los demandados
Fontevecchi a y D’Amico iniciaron una petición ante el Sistema IDH por considerar que la condena
de la CSJN había violado la libertad de expresión prevista en el art. 13 de CADH. En su sentencia
definitiva, la Corte IDH reconoció la responsabilidad internacional del Estado Argentino y le ordenó
una serie de reparaciones a favor de los periodistas, entre ellas, dejar sin efecto la condena civil,
publicar las Sentencias de la CSJN, y de la Corte IDH, y reintegrar la suma de dinero que había
establecido la CSJN a favor del actor.
Y sostuvo que se encuentra fuera de discusión que las sentencias de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos dictadas en procesos contenciosos contra el Estado argentino son, en
principio, de cumplimiento obligatorio para este. Sin embargo, dicha obligatoriedad alcanza
únicamente a las sentencias dictadas por el tribunal internacional dentro del marco de sus
potestades remediales y es precisamente con ese alcance que el Estado argentino se ha obligado
internacionalmente a acatar las decisiones de la Corte Interamericana.
Se ha planteado ante la Corte Suprema la específica cuestión relativa al impacto que una sentencia
en la instancia internacional tiene respecto de un fallo de nuestro Máximo Tribunal.
En el fallo "Espósito", la Corte Suprema analizó el caso de la muerte de Walter Bulacio, víctima de
represión policial. En el proceso penal local se había declarado extinguida la acción penal por
prescripción de la acción. La cuestión fue luego llevada a los estrados internacionales, donde el
Estado argentino reconoció su responsabilidad internacional.
La CS no tuvo otra opción más que seguir la decisión de un tribunal internacional juzgando la
responsabilidad del Estado.
La Corte dio un paso más en el caso "Derecho". René Derecho había sido sobreseído parcial y
definitivamente por la extinción de la acción penal por prescripción en una causa originada por la
supuesta tortura infligida en una comisaría en 1988 a Juan Francisco Bueno Alves, quien recurrió la
decisión argumentando que se trataba de un crimen de lesa humanidad.
La CS, haciendo suyo el dictamen del procurador, no estuvo de acuerdo con esa calificación y
confirmó la extinción de la acción1074. Paralelamente, Bueno Alves llevó su caso al sistema
interamericano, proceso en el cual la Corte IDH dictó sentencia considerando que sí se trataba de
una violación grave de derechos humanos".
Bueno Alves ocurrió en queja a la CS, que desechó el fallo anterior e interpretó que la orden de
investigar de la Corte IDH implicaba aplicar el precedente "Bulacio", dado que "cuando la Corte
IDH ha dado otro alcance a la reparación estadual ha sido categórica". Ello, una vez más, para
asegurarse de no incurrir en responsabilidad internacional.
El actor había sido removido de su cargo de juez de primera instancia de la provincia del Chubut
mediante un decreto dictado por el PEN de facto de dicha provincia el 17/6/1976. Restablecida la
democracia, promovió en junio de 1984 una acción reclamando la nulidad de esa medida y la
reparación de los daños (más no la reposición en el cargo).
El tribunal entendió que la causa configuraba una cuestión política no justiciable y el recurso
extraordinario federal no fue admitido. Con posterioridad, el actor presentó una petición ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado argentino, sosteniendo que se
había violado su derecho a las garantías judiciales del art. 8vo de la Convención. La Comisión
recomendó al Estado la indemnización a Carranza Latrubesse.
Una vez más, a pesar de su decisión anterior, la CS aceptó el caso y sostuvo que, si un Estado
suscribe y ratifica un tratado internacional, especialmente si trata de derechos humanos, debe
realizar sus mejores esfuerzos para aplicar las recomendaciones de un órgano de protección como
la Comisión que es, además, uno de los órganos principales de la Organización de los Estados
Americanos.
En consecuencia, sostuvo que corresponde reconocer el carácter obligatorio para el Estado de las
recomendaciones del art. 51.2 de la Convención Americana formuladas en el caso.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió luego, en una nueva composición, respecto de
un pedido formulado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para que cumpla, en lo
que corresponda y de conformidad con su competencia, la sentencia dictada por la Corte IDH en el
caso "Fontevecchia y D'Amico c. Argentina", en fecha 29/11/2011.
La Corte Suprema sostuvo que "las sentencias de la Corte Interamericana, dictadas en procesos
contenciosos contra el Estado argentino son, en principio, de cumplimiento obligatorio para este",
pero afirmó que "dicha obligatoriedad, sin embargo, alcanza únicamente a las sentencias dictadas
por el tribunal internacional dentro del marco de sus potestades remediales”.
En consecuencia, entendió que "dejar sin efecto la sentencia dictada por esta Corte Suprema en la
causa ́Menem ́ implicaría transformar a dicho tribunal, efectivamente, en una 'cuarta instancia”.
Concluyó que "revocar la sentencia firme dictada por este Tribunal implica privarlo de su carácter
de órgano supremo del Poder Judicial argentino y sustituirlo por un tribunal internacional, en clara
transgresión a los arts. 27 y 108 de la CN".
I.- Introducción
Como consecuencia de la rápida evolución del Derecho de los Derechos Humanos, en más de una
ocasión un conjunto de normas internacionales, e internas de los Estados, se superponen en el
tratamiento de una misma cuestión, o de cuestiones que tratan aspectos análogos.
El principio “pro homine” es un criterio hermenéutico que informa todo el Derecho de los
Derechos Humanos, en virtud del cual se debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación
más extensiva, cuando se trata de reconocer derechos protegidos e, inversamente, a la norma o a
la interpretación más restringida cuando se trata de establecer restricciones permanentes al
ejercicio de los derechos o su suspensión transitoria.
Este principio determina la característica fundamental del Derecho de los Derechos Humanos, esto
es, estar siempre a favor del hombre.
Y en este sentido, los Instrumentos Internacionales de los Derechos Humanos establecen que
ninguna de sus disposiciones autoriza a limitar los derechos protegidos o la libertad reconocidos
en una norma internacional o interna vigente, ni a excluir o limitar los Derechos Humanos que
surjan de normas consuetudinarias.
La pluralidad de fuentes, internas e internacionales, del Derecho de los Derechos Humanos, obliga
a compatibilizar las distintas normas a los efectos de determinar el alcance de los derechos
protegidos, y las obligaciones asumidas por el Estado.
Para ello se debe recurrir a principios del Derecho Internacional, y principios del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, para obtener pautas de interpretación.
Y en este sentido hay plena coincidencia en que la aplicación e interpretación de los Derechos
Humanos debe hacerse a la luz del principio “pro homine”, del principio de “no discriminación” y la
de “interpretación teleológica”.
El principio de “no discriminación”, a la vez que un derecho en sí mismo, constituye un criterio que
determina la forma de aplicación de las normas sobre Derechos Humanos.
La “interpretación teleológica” de los instrumentos de los Derechos Humanos significa que debe
tenerse en cuenta su objeto, y finalidad, es decir, la protección de los derechos fundamentales de
los Derechos Humanos.
El principio “pro homine” impone, por ejemplo, que si una norma específica sobre tortura detalla
con más precisión los derechos de las víctimas, y las obligaciones del Estado, y por esto supera las
disposiciones contenidas en Pactos o Tratados Internacionales, debe aplicarse la norma específica
que supera las contenidas en los Pactos o Tratados Internacionales. Es decir, nada obsta que en el
ámbito interno de un Estado puedan consagrarse derechos regulados por la legislación local en la
medida que tengan un alcance mayor que el establecido en las normas internacionales; debe
recurrirse a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva.
Además este mismo principio “pro homine” determina que las normas consuetudinarias que
explicitan los contenidos de los derechos protegidos en los Tratados deben ser aplicadas en el
ordenamiento jurídico interno de un Estado, siempre que enriquezcan sus disposiciones locales.
(Las normas de Derecho Consuetudinario constituyen una fuente del Derecho Internacional,
porque al ser asumidas por los Estados como una práctica repetida, son consideradas como
obligatorias).
Más aún, las Sentencias Judiciales que reconozcan un alcance de protección más amplio deberían
prevalecer, especialmente las de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cuando se refieran al
contenido de la normas de Derechos Humanos.
III.- El principio “pro homine” como una pauta para la regulación jurídica de los Derechos
Humanos
Los Derechos Humanos consagrados por el orden jurídico son esencialmente relativos y, por ello,
susceptibles de ser reglamentados razonablemente.
- Son restricciones legítimas los límites que se imponen al ejercicio de algunos derechos a los
efectos de lograr determinados objetivos que interesan a la sociedad.
- La suspensión apunta a una situación extraordinaria en que se encuentra una Nación que hace
necesario suspender el ejercicio de determinados derechos por el tiempo que dure esta situación
extraordinaria.
Y sobre la base del principio “pro homine” no se debe imponer más allá de lo estrictamente
necesario la extensión de las restricciones, ni mucho menos la de las suspensiones.
“En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente
sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el
respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral,
del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática”.
Además, una ley que, si bien restringe el ejercicio de los Derechos Humanos, debe priorizar el
respeto al principio de igualdad, y no debe ser arbitraria, ni insensata, ni discriminatoria.
En este sentido, la Corte Interamericana señala que “sólo la ley adoptada por los órganos
democráticamente elegidos y constitucionalmente facultados, ceñida al bien común, puede
restringir el goce y ejercicio de los derechos y libertades de las personas”.
Y este mismo Tribunal señala que la ley debe ser accesible, es decir, que el ciudadano pueda tener
acceso al texto de la misma, y además, que sea formulada con claridad y precisión.
* Respecto de los fines que justifican o legitiman una restricción a los Derechos Humanos
debemos señalar, en primer lugar, que está poblado de conceptos indeterminados.
Así los instrumentos internacionales refieren conceptos tales como necesidad democrática, orden
público, seguridad nacional, bien común, salud pública, o moral.
-El concepto de “necesario” está equiparado al de “necesidad imperiosa”, es decir, una necesidad
de tal gravedad que justifique la restricción.
-El criterio de “orden público” refiere al conjunto de reglas fundamentales sobre las cuales se
erige una sociedad.
-Sobre la base de la experiencia de países que han sufrido Terrorismo de Estado, como la
Argentina, el alcance que se da a la “seguridad nacional” es el más estricto. Y se entiende que la
restricción al ejercicio de los Derechos Humanos se debe aplicar cuando existe una efectiva
amenaza o un uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de un país
(debido a que el calificativo de nacional refiere a un país, y no a un gobierno). Porque ninguna
violación a los Derechos Humanos puede justificarse sobre la base de la “seguridad nacional”,
dado que la seguridad nacional consiste precisamente en la inviolabilidad de los derechos
humanos de sus habitantes.
-La “seguridad pública” apunta a restricciones que permitan proteger a las personas de los
peligros de la seguridad personal, y de sus benes.
-El “bien común” ha sido entendido como un concepto destinado a lograr que la sociedad alcance
un pleno desarrollo personal, y la vigencia de los valores democráticos.
-La “salud pública” sólo puede justificar la restricción de determinados derechos en la medida que
esta le permitan al Estado prevenir o enfrentar serias amenazas a la salud de la población.
-La “moral” es uno de los conceptos de mayor imprecisión, dado que varía con el transcurso del
tiempo, y de una cultura a otra. Por lo que se acepta que, como causa de restricción a la vigencia
de los derechos humanos, se acepta que los Estados gozan de cierto grado de apreciación cuando
la invocan, y queda librado a las circunstancias propias del momento histórico.
En síntesis, cabe afirmar que sobre la base del principio “Pro Homine” los fines destinados a
restringir la vigencia de los Derechos Humanos deben interpretarse en forma absolutamente
limitada. Y escogerse aquella restricción que afecte en menor escala el derecho protegido, o que
afecte un derecho de menor jerarquía.
Y atender al principio según el cual los derechos de cada uno terminan donde comienzan los
derechos de los demás.
Los tratados de Derechos Humanos, tanto universales como regionales, autorizan a los Estados a
disponer la suspensión del ejercicio de determinados derechos humanos en razón de un “estado
de excepción”, o un “estado de sitio”.
Estas actitudes de los Estados, que afectan el ejercicio de los Derechos Humanos, condujo a la
necesidad de señalar los requisitos que deben ser cumplimentados para otorgar legitimidad a la
suspensión.
Por aplicación del principio Pro Homine debe exigírsele al Estado que dispone la suspensión de
determinados derechos humanos mediante la declaración del estado de emergencia, la vigencia
simultánea de las diversas normas internacionales e internas sumándolas acumulativamente.
Los derechos humanos, son justiciables, pueden ser reclamados y defendidos ante el Poder
Judicial.
El derecho a la tutela judicial efectiva y el derecho a recurrir son derivados del derecho a la
jurisdicción, que significa ocurrir ante un órgano jurisdiccional y obtener una sentencia útil,
mediante la aplicación de una ley general a un caso particular.
Constituye una violación a los derechos humanos, la tolerancia de los Estados a situaciones que
limitan, restrinjan o impidan a los individuos acceder a los recursos internos. Este derecho se
encuentra dentro del IUS COGENS por la aplicación inmediata e imperativa.
La justiciabilidad es aplicable a todo tipo de derecho pues los derechos pensados individualmente
como civiles, políticos, económicos, sociales, son interdependientes entre sí formando un todo
indivisible.
• Caso “Acevedo Buendía” la Corte IDH explico, que por la interdependencia entre derechos
civiles, políticos, sociales, culturales y económicos, todos deben ser entendidos integralmente
como derechos humanos, sin jerarquías entre sí y exigibles en todos los casos ante las autoridades
competentes”.
• El Juez Canzado Tricande, en “Trabajadores del Senado del Congreso” entendió que todos los
derechos humanos inclusive los económicos, sociales y culturales, son de pronta aplicación e
inmediatamente justiciables”.
Pues, la proclamación de derechos sin la provisión de garantías para hacerlos valer queda en el
vacío, por ello es preciso establecer las garantías que permitan reclamar el reconocimiento de
derechos, su recuperación, y restablecimiento en caso de que sean vulnerados.
A. La Corte Suprema de Justicia de la Nación en reiterados fallos ha señalado que, cuando enuncia
Derechos Humanos, “lo hace para que éstos sean efectivos, no ilusorios”.
Con esta enunciado la CSJN daba plena acogida a lo que para el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos constituye el “principio de efectividad” o del efecto útil (“effet utile” en
francés) de las normas de Derechos Humanos.
B. El “Principio de efectividad” surge de la norma “pacta sunt servanda” (que significa “lo pactado
obliga”, o “el contrato es ley entre las partes”, es decir, todo acuerdo debe ser fielmente cumplido
por las partes que lo han celebrado), y en este sentido, su importancia como principio fundamental
del Derecho de los Tratados había sido consagrado por haberse establecido en el Preámbulo y en
el art. 2.2 de la Carta de las Naciones Unidas.
Y en tales condiciones está plenamente aceptado que nuestras convenciones están dirigidas a
“reconocer derechos y libertades a las personas y no a facultar a los Estados para hacerlo”. Y por
ello si un Tratado en vigencia obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe, “se
requiere” que a sus disposiciones les “sea asegurado el efecto útil en el plano del derecho interno
de los Estados Partes”.
Lo mismo puede afirmarse en relación al objeto y fin de las normas del Derecho Internacional de
los Derechos Humanos, que no son otros que la protección “efectiva” de los Derechos Humanos,
tal como lo señaló la Declaración Universal de los Derechos Humanos. O sea, que las normas del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos deben contribuir a la protección del individuo.
Así en “La última tentación de Cristo” la Corte Interamericana de Derechos Humanos sostuvo: en
el derecho de gentes una norma consuetudinaria, universalmente aceptada con respaldo
jurisprudencial, prescribe que un Estado que ha ratificado un Tratado de Derechos Humanos debe
introducir en su derecho interno las modificaciones necesarias para garantizar los derechos en
aquél enunciados, y asegurar el “fiel cumplimiento” de las obligaciones asumidas, lo cual implica
que las medidas de derecho interno han de ser “efectivas”.
Y repitió esta doctrina expresando: el Estado tiene la obligación de consagrar y adoptar en su
ordenamiento jurídico interno todas las medidas necesarias para que lo establecido en la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sea realmente cumplido y puesto en práctica por los
Estados.
Control de Convencionalidad
Los partidarios de la “tesis monista” sostienen que el Derecho Internacional Público, y el Derecho
Nacional, integran un solo ordenamiento jurídico, de forma tal que el Derecho Internacional
Público es supremo al Derecho Nacional, por lo que no se requiere de actos estatales posteriores
para la vigencia y aplicación inmediata de las obligaciones internaciones.
En cambio los partidarios de la “tesis dualista” sostienen que el Derecho Internacional Público, y el
Derecho Nacional son dos ordenamientos jurídicos separados , cada uno supremo en sus
respectivos ámbitos de competencia.
* Definición
El Control de Convencionalidad puede ser definido como “una obligación de origen internacional a
cargo de todas las autoridades del Estado –especialmente los jueces- de interpretar cualquier
norma jurídica nacional en casos sujetos a su jurisdicción (Constitución, Ley, Decreto, etc.) con el
“corpus iuris” interamericano (principalmente la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
y la jurisprudencia de la Corte IDH), y en caso de incompatibilidad manifiesta abstenerse de
aplicar la norma nacional. Las autoridades estatales deberá ejercer “de oficio” el control de
convencionalidad, pero siempre actuando dentro de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes”.
Fundamentos jurídicos
-Obligación internacional;
Es decir, Estados parte deben dictar disposiciones de Derecho Interno que garanticen la vigencia
de los derechos y libertades de todas las personas bajo su jurisdicción, sin discriminación por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, etc., que puedan originarse por su
situación económica, lugar de nacimiento, o cualquier otro motivo.
Sujetos de la obligación
Objeto de la obligación
a) La primera conducta exige que, frente al texto de una ley de derecho interno, la interpretación
de dicha norma debe ajustarse al texto de la norma internacional. Y si una norma de derecho
interno permite más de una interpretación, deberá optarse por la que coincida con la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
b) La segunda conducta requerida es que las autoridades nacionales no apliquen las Leyes
Nacionales que sean contrarias o que no admitan ninguna interpretación concordante con las
normas convencionales. Y como se decidió en el Caso de los Trabajadores Cesados, se extiende no
sólo a las leyes del derecho interno que resulten incompatibles con la Convención, sino también
aquellas normas que aún siendo válidas en el derecho interno, resultan incompatibles con las de
la Convención.
Es decir, si una norma es válida en el Derecho Interno, pero incompatible con la Convención, la
autoridad debe garantizar que tampoco se aplique en el orden interno.
c) La tercera conducta es la obligación de los Estados de llenar los vacíos legales que permiten la
impunidad de delitos que estén vinculados a graves violaciones de los derechos humanos y que no
se encuentren tipificados.
Este aspecto del control de convencionalidad se relaciona con la obligación de los Estados de
tipificar el delito de desaparición forzada de personas como un delito autónomo, lo cual es una
obligación derivada del artículo III de la Convención Interamericana sobre la desaparición forzada
de personas. Es decir, no es suficiente que se lo sancione sobre la base de un delito vinculado al
plagio o secuestro, tortura u homicidio, sino que es necesario que directamente se lo sancione por
el delito de desaparición forzada.
Por esto, en casos de investigaciones penales por masacres, los jueces nacionales deben realizar
un control de convencionalidad de forma tal de remover todos los obstáculos de jure y de facto
que impidan “iniciar, continuar, impulsar y reabrir las investigaciones que sean necesarias para
determinar, y en su caso, sancionar a los responsables de las violaciones de los derechos
humanos”. De esta forma la doctrina del control de convencionalidad refuerza la idea de que los
jueces nacionales tomen una actitud pro víctima para impulsar investigaciones ex officio (de oficio)
y evitar que se perpetúe la impunidad de los responsables.
d) La cuarta conducta se relaciona con la obligación de las autoridades de dar cumplimiento a las
sentencia de la Corte Interamericana en aquellos casos donde el Estado haya sido parte de una
controversia.
Esta faceta del control de convencionalidad fue mencionada por primera vez en la Resolución de
cumplimiento en el Caso Gelman c/ Uruguay (2013) donde la Corte IDH estableció que la doctrina
tiene un rol importante en el cumplimiento de la Sentencia, especialmente cuando dicho
acatamiento queda a cargo de los jueces nacionales.
Una de las características centrales del “control de convencionalidad” es que este debe ser
ejercicio de oficio, es decir, aunque las partes no lo invoquen.
Sin embargo cabe señalar que este ejercicio del control de convencionalidad debe ejercerse de
acuerdo al derecho nacional, ya que la Corte IDH misma ha considerado que dicho control debe
ser ejercido por las autoridades “en el marco de sus respectivas competencias y de las normas
procesales correspondientes”. Existe un límite en el derecho nacional para ejercer el control de
convencionalidad, que significa que las autoridades no pueden actuar más allá de las facultades y
atribuciones que le impone la legislación nacional.
Por esto la intensidad del control de convencionalidad opera según el ordenamiento jurídico
donde se aplica. Esto significa que en aquellos países donde los jueces tienen mayores
atribuciones de ejercer el control de convencionalidad, la obligación de ejercer el mismo será más
intenso que en aquellos países donde los jueces nacionales tienen menos atribuciones, o donde
las regulaciones procesales son más estrictas.
En este sentido podemos afirmar que en principio la Corte IDH no obliga a los Estados a establecer
un sistema difuso o concentrado de control de constitucionalidad o de convencionalidad, por lo
que en países donde se ha establecido un control difuso de constitucionalidad, el control de
convencionalidad sea ejercido con mayor eficacia que en países de características distintas.
Y los conceptos de “ley” y “normas jurídicas” deben ser entendidos de forma amplia, sobre leyes
federales, provinciales, decretos, y en general sobre cualquier disposición que constituya una
norma jurídica. Y, por ende, el control de constitucionalidad también deberá ser ejercido sobre
normas constitucionales, tal como lo estableció la Corte IDH en el Caso Boyce y en el Caso Radilla.
Un elemento central del control de convencionalidad son las nomas internacionales que sirven
como base a las autoridades nacionales para su ejercicio.
Desde el Caso Almonacid quedó definido que las fuentes principales para “controlar” la
convencionalidad de leyes nacionales son el texto de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y las interpretaciones que del mismo hecho la Corte IDH.
Respecto de las interpretaciones de la Corte IDH que deben servir como base del control de
convencionalidad son aquellas que haya hecho en ejercicio de su jurisdicción consultiva,
contenciosa, preventiva o ejecutiva. Los que fija la Corte IDH en ejercicio de su competencia
contenciosa y consultiva no existe diferencia respecto de su fuerza vinculante, debido a que en
ambos casos los criterios fijados por la Corte IDH adquieren el carácter de “cosa juzgada
internacional” debido a la firmeza de sus sentencias. Los criterios fijados por la Corte IDH en
ejercicio de su competencia consultiva deben ser tomados como guía y prevención para la
protección de los derechos a nivel nacional.
Y cabe distinguir: para los jueces que pertenecen a un Estado al que se le ha dictado una
sentencia, el criterio de la Corte IDH produce una eficacia directa y subjetiva; para los jueces de
Estados que no han sido parte del procedimiento internacional, produce una eficacia
interpretativa objetiva e indirecta
El control también debe ser ejercido sobre la base de los derechos humanos que estén
reconocidos en otros Tratados, como el Protocolo relativo a la Abolición de la Pena de Muerte, o el
Protocolo de San Salvador, así como otros Tratados adoptados en el seno de la Organización de
Estados Americanos (OEA), como son la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura, y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.
Como expresa García Ramírez, “el Derecho Internacional de los Derechos Humanos es el piso de
los derechos, no el techo”.
En función de ese decreto se ordenó el cese de las investigaciones y el archivo del expediente de la
ejecución extrajudicial del Señor Almonacid Arellano, entre otras múltiples violaciones a los
derechos humanos.
Y la Corte IDH calificó la ejecución del Señor Almonacid como un crimen de “lesa humanidad”, y
declaró la nulidad del Decreto Ley 2191.
Y señaló que si el Poder Legislativo no cumple con su tarea de suprimir leyes contrarias a la
Convención Americana sobre los Derechos Humanos, cuando un Estado ha ratificado un Tratado
Internacional el Poder Judicial permanece obligado a respetar y garantizar los derechos protegidos
por la Convención.
2) (El Control de Convencionalidad debe ser realizado de oficio, pero en el marco de las
respectivas competencias y regulaciones procesales correspondientes: el Caso de los
Trabajadores Cesados del Congreso)
Este hecho ocurrió en el año 2006, e involucró a 257 trabajadores del Congreso Peruano que
fueron despedidos como parte de un proceso de racionalización administrativa autorizado
mediante Decreto Ley 25.640.
La Corte IDH consideró que era una facultad del Tribunal Constitucional de Lima no aplicar la
norma sobre la cual se rechazó el amparo, y pudo haber entrado a evaluar el fondo del asunto, por
lo que determinó que, cuando un Estado ha ratificado un Tratado Internacional, sus jueces
también están sometidos a ese Tratado Internacional, y no puede ser anulado por aplicación de
normas jurídicas nacionales contrarias a las disposiciones de la Convención Americana sobre los
Derechos Humanos. Es decir, los órganos del Poder Judicial Peruano deberían haber ejercido un
“control de convencionalidad” de oficio entre las normas internas y la Convención Americana.
3) (El Control de Convencionalidad se realiza sobre todas las normas del sistema jurídico
nacional: el Caso Boyce y otros)
Este caso implicó la responsabilidad del Estado de Barbados por violación de la Convención
Americana sobre los Derechos Humanos por haber impuesto la pena de muerte contra Boyce y
otras tres personas por la Ley de Delitos contra las Personas de 1868.
Por otro lado, el art. 26 de la Constitución de Barbados, sancionada en 1966, establece una
“Cláusula de Exclusión” que dispone que los tribunales pueden declarar la inconstitucionalidad de
leyes promulgadas antes de la entrada en vigor de la Constitución.
La Corte IDH declaró que la Ley de Delitos contra las Personas es una ley que impide el derecho a
no ser privado de la vida, por lo que es contrario a la Convención Americana sobre los Derechos
Humanos, estando el Estado obligado a suprimirla o eliminarla de acuerdo al art. 2 de dicha
Convención. O sea que a través de las autoridades judiciales debió realizarse un “control de
convencionalidad” sobre todas las normas del sistema jurídico nacional para garantizar la
efectividad de los derechos reconocidos por la Convención Americana sobre los Derechos
Humanos, lo que incluye normas de rango constitucional.
Esto nos permite sostener que los jueces no sólo deben controlar la constitucionalidad de las leyes
nacionales, sino también su convencionalidad. Y entonces los jueces se debe negar a aplicar una
norma que sea constitucional en su derecho interno, pero contrario a la Convención Americana.
8) ARTICULOS CADH:
Artículo 1
Obligación de respetar los derechos y libertades y garantizar los derechos sin discriminación a
todas las personas en su jurisdicción
Y esta obligación de respetar los derechos y libertades implica la obligación de los Estados a no
violar, directa o indirectamente, por acción u omisión, los derechos y libertades previstos en la
Convención. Y corresponde a cada Estado al margen del cumplimiento de los otros Estados Partes.
2) Además existe por parte de los Estados la obligación de “garantizar” el libre y pleno ejercicio de
sus derechos y libertades a todo habitante de cada Estado. Y ello porque la primera obligación del
Estado es el de asegurarse de que las normas internacionales operen dentro de su jurisdicción.
Y esta garantía del Estado implica el deber de prevenir, investigar y sancionar las violaciones a los
DDHH, así como su restablecimiento y reparación.
3) Las medidas que debe adoptar el Estado para asegurar el goce y ejercicio de los derechos
pueden ser generales o especiales.
Son medidas generales cuando están dirigidas a toda la población, en forma indiscriminada, y,
Son medidas especiales cuando se centran en un grupo vulnerable específico, que es discriminado
por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, o también por su origen étnico, posición
económica, etc.
4) Además y en la hipótesis de tratarse de amenazas de agentes públicos o privados, el Estado
debe adoptar medidas concretas destinadas a prevenir y evitar que esas amenazas se concreten.
Esto porque si bien no cualquier violación a los DDHH dentro de su jurisdicción genera
responsabilidad internacional, ya que el Estado pudo desconocerla al momento de producida, si
generará responsabilidad internacional si el Estado falló en adoptar medidas que la hubiesen
prevenido.
5) El Estado tiene la obligación de prevenir las violaciones a los DDHH, y en caso de que se
produzca una, debe investigarla seria, efectiva e imparcialmente y de oficio y sancionar a los
culpables, ya que es una obligación de medios y no de resultado.
6) En caso de violación a los derechos humanos, el Estado deberá reparar adecuadamente a las
víctimas de manera integral. Según la CIDH, existen 3 tipos de reparaciones: por un lado, debe
garantizar el goce de los derechos y libertades reconocidos, por otro, debe reparar las
consecuencias de las violaciones cometidas por agentes privados o estatales y finalmente, debe
ordenar el pago de una indemnización justa.
7) El Estado debe cooperar con los órganos internacionales para que estos puedan ejercer sus
actividades de control, es decir, debe proporcionar información oportuna, pertinente y veraz
respecto de la situación general de los derechos humanos en el Estado, o de un hecho en
particular del que el Organo Internacional haya tomado conocimiento.
Aunque en el DIP también se han presentado casos donde un Estado tiene un control efectivo y
potestad y soberanía sobre un territorio extranjero.
Si bien en su concepción original la CADH solo buscaba declarar como sujetos de DDHH a las
personas físicas, al determinar que "persona" es "todo ser humano", la Com. IDH haciendo uso de
una interpretación dinámica de la CADH ha admitido también la legitimación activa de ciertos
actores múltiples, como los accionistas de empresas y las comunidades indígenas (es decir,
incluye –utilizando los términos del art. 1740 del CCyC- además de las personas físicas, a las
“personas jurídicas”).
Artículo 2
Es decir, debe tanto sancionar leyes que protejan esos derechos, como derogar leyes que los
violen.
- Jurisprudencia:
*En el caso Awas Tingni, la CIDH determinó que Nicaragua no había adoptado las medidas
necesarias de derecho interno para delimitar y otorgar los títulos de propiedad de las tierras a las
comunidades indígenas que las habitaban, por lo cual ordenó que se adopten las medidas
legislativas y de otro carácter, necesarias para realizar dicha delimitación y titulación.
*En el caso Yakie Axa, la CIDH ordenó a Paraguay que estableciera normas cesibles para que la
comunidad indígena pueda lograr la devolución de sus tierras.
*En el caso Saramaka, la CIDH ordenó a Surinam que tome las medidas necesarias para que la
comunidad Saramaka pudiera controlar efectivamente y ser propietaria de sus tierras a fin de que
la utilicen según su derecho consuetudinario.
*En el caso Yatama, la CIDH ordenó a Nicaragua que adecue sus leyes electorales a fin de
garantizar el derecho a ser elegido en condiciones de igualdad por parte de la comunidad Yatama,
ya que las leyes electorales vigentes le eran ajenas a sus usos y costumbres.
- Leyes de amnistía:
Tanto en el caso Barrios Alto como en el caso Almonacid, la CIDH determinó que las leyes de
amnistía sobre delitos que violen los DDHH o sobre delitos de lesa humanidad violan el art. 2 al
impedir la investigación y sanción de los responsables de dichos delitos. Y determinó, además, que
no alcanzaba con que dichas leyes de amnistía no sean aplicadas, sino que se requiere su
derogación formal. Su simple promulgación constituye una violación al art. 2.
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la
ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro
carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena
igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado
o no según la legislación interna si el inculpado no se defendiere por si mismo ni nombrase
defensor dentro del plazo establecido por la ley;
3. La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza.
4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los
mismos hechos.
5. El proceso penal ser público salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la
justicia.
Las garantías procesales mencionadas en el artículo 8 son muchas, y muy diversas. Tal es su
extensión y diversidad, que podría pensarse que la enumeración es taxativa, y que allí están
previstas todas las posibilidades que pueden presentarse en los distintos tipos de proceso. Sin
embargo, resulta más apropiado considerar que el número de garantías es susceptible de
ampliación, conforme a una interpretación teleológica, sistemática y dinámica del texto
convencional, en función de las especificidades que se presenten en cada caso concreto, y a la luz
de los nuevos avances en el Derecho de los derechos humanos.
El debido proceso legal es una garantía irrenunciable de la que gozan to- das las personas, que al
establecer límites y condiciones al ejercicio del poder de los distintos órganos estatales frente a los
individuos, representa la protección más fundamental para el respeto de sus derechos.
En cuanto a los titulares del derecho a las garantías judiciales, una lectura literal de la norma
permite determinar que las garantías judiciales son exigibles en dos supuestos:
a) para “toda persona [...] en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella”,
es decir, para el acusado; y
b) para “toda persona [...] para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”.
Sin embargo, frente a casos de graves violaciones de derechos humanos, el Tribunal ha dispuesto
que la alegada violación al derecho a las garantías judiciales se analiza respecto de los familiares
de la víctima, a quienes el Estado debe garantizar el acceso a la justicia.
-Al hablar de las garantías propiamente dichas, el art 8 (inc1) en primer lugar menciona el
“derecho a ser oído”, que implica, en términos generales, la posibilidad cierta de recurrir ante los
órganos del Estado que resulten competentes para adoptar una decisión que pueda afectar
derechos o intereses, a los fines de hacer valer una o más pretensiones, y explicar sus razones.
Además esta obligación, debe ejercerse “dentro de un plazo razonable”; ya que la adopción de
decisiones a destiempo carece de toda utilidad, y por ello afecta gravemente la satisfacción de la
garantía del debido proceso legal.
Así, la razonabilidad del plazo reviste una importancia superlativa para el efectivo cumplimiento de
la finalidad del debido proceso legal, y comprende tanto plazos máximos para evitar atrasos
injustificados como mínimos que den a los individuos la posibilidad de ejercer eficazmente su
derecho de defensa.
Luego el art nos dice “por un juez o tribunal”, y consiste en que las garantías procesales allí
previstas son aplicables, en cuanto sean compatibles, a todos los tipos de proceso,
independientemente de cuál sea el órgano estatal interviniente o el tipo de función ejercida,
siempre que sus potestades decisorias pudieran afectar los derechos de las personas.
Dicho juez o tribunal debe “ser competente”. La competencia, entendida como el conjunto de
facultades y atribuciones conferidas por el ordenamiento jurídico a un órgano estatal para el
ejercicio de sus funciones, constituye un requisito esencial de toda decisión —siendo una garantía
del debido proceso cuando ella puede afectar los derechos de las personas—, y es exigible no sólo
respecto de aquellas emitidas por jueces o tribunales, sino también a las decisiones de los órganos
administrativos y legislativos.
También debe ser “independiente”. La garantía de independencia de los órganos del Estado
implica tanto la autonomía que debe regir sus relaciones mutuas, exigida por el principio de
división poderes, como también la inexistencia de intereses privados, ya sean propios de las
personas que integran los órganos estatales, o ajenos, que puedan tener tal incidencia en sus
decisiones, que conduzcan a una desnaturalización de la defensa de los intereses públicos por los
que deben velar.
Además se requiere que sea “imparcial”. La imparcialidad supone que las personas integrantes de
los órganos estatales con competencia para adoptar decisiones públicas, no tengan prejuicios o
intereses personales de ningún tipo en relación con las partes en un proceso, que puedan afectar
la rectitud de su pronunciamiento. Los mecanismos más usuales para resolver estas cuestiones
son la recusación y la inhibitoria.
Otra exigencia es que sea “establecido con anterioridad por la ley”. Esta garantía implica, además,
el requisito de que los jueces sean nombrados de acuerdo a los procedimientos establecidos
previamente por cada ordenamiento jurídico.
-El inc2 establece que “toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su
inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad”:
Así, siguiendo esta pauta interpretativa, puede afirmarse que la presunción de inocencia es una
garantía procesal aplicable —con distintos matices— a todos los tipos de proceso. Esta garantía
supone, en términos generales, que es la parte demandante o acusadora la que tiene la carga de
probar la responsabilidad del acusado o demandado —ya sea la existencia del hecho ilícito o
dañoso, la autoría del hecho, la relación de causalidad entre el daño y el hecho, o el dolo o culpa
del acusado—.
Para concluir, es importante resaltar que la presunción de inocencia obliga a todas las autoridades
públicas a garantizar que las personas —en especial las acusadas de un delito— sean tratadas
como si fueran inocentes hasta que se demuestre lo contrario, fuera de toda duda razonable y
mediante una sentencia firme.
Además dicho inc consagra: Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a
las siguientes garantías mínimas:
Evidentemente, si una persona no comprende el idioma utilizado en un proceso del que es parte,
no podrá de ninguna manera participar de forma útil en él, todas las garantías del debido proceso
resultarán obsoletas, y se verá totalmente obstaculizado su derecho de defensa. Así, el derecho de
las personas a comprender los procesos en que sus derechos u obligaciones están en juego es tan
básico y elemental, que el Estado tiene la obligación de garantizarlo en forma totalmente gratuita,
y desde el comienzo mismo del proceso.
El propósito de este derecho es asegurar que las personas cuyos derechos u obligaciones estén
siendo discutidos en el marco de un proceso, conozcan y entiendan las actuaciones que se están
llevando adelante, la situación en que se encuentran, y que puedan ser oídos y entendidos por los
órganos estatales correspondientes.
Con el propósito de garantizar que las personas puedan preparar en for- ma apropiada la defensa
de sus derechos, este inciso contempla en forma conjunta dos exigencias: Por un lado, que se
otorgue tiempo suficiente para el ejercicio del derecho de defensa; y por el otro, que se concedan
los medios adecuados para hacerlo.
Por su parte, los medios adecuados para la preparación de la defensa incluyen, además del
derecho a ofrecer y producir prueba, el conocimiento completo de los cargos, la realización de
todas las diligencias probatorias conducentes para ejercer el derecho de defensa, así como el
acceso a todos los documentos y testimonios que el acusado necesite para preparar su defensa.
En primer lugar, este inciso consagra el derecho de toda persona a elegir si desea defenderse
personalmente o si prefiere contar con un abogado defensor, y, en este último caso, a escogerlo
sin restricciones. Esta garantía procesal se ve complementada, a su vez, por el inciso siguiente del
artículo 8.2, según el cual, cuando una persona no ha optado por ninguna de las dos opciones
señaladas precedentemente, el Estado debe proporcionarle al acusado, un defensor que lo asista.
Así, si bien una lectura literal podría sugerir que este inciso sólo hace referencia al derecho de
hacer comparecer e interrogar testigos, peritos u otras personas frente al tribunal, una
interpretación más rigurosa del texto convencional, permite afirmar que su alcance es muchísimo
más amplio, y que, en rigor de verdad, el artículo 8.2.f ) de la Convención Americana consagra el
principio de contradicción, en virtud del cual, cada parte en un proceso, debe ser puesta en
condiciones de conocer y rebatir los argumentos y las pruebas aducidos por la contraria,
garantizándose el derecho de los litigantes de ofrecer, y exigir la producción, de todas las medidas
de prueba que estimen conducentes en sustento de sus fundamentos.
En todos los procesos penales las personas inculpadas tienen el derecho a una segunda instancia,
en aras de garantizar que una sentencia adversa pueda ser revisada por un juez o tribunal distinto
y de superior jerarquía orgánica, con anterioridad a que ella adquiera calidad de cosa juzgada. De
este modo, se busca proteger el derecho de defensa otorgando durante el proceso la posibilidad
de interponer un recurso para evitar que quede firme una decisión que fue adoptada con vicios y
que contiene errores que ocasionarán un perjuicio indebido a los intereses de una persona.
-El inc 3 establece: “La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de
ninguna naturaleza”.
-El inc 4 establece: “El inculpado absuelto por una sentencia rme no podrá ser sometido a nuevo
juicio por los mismos hechos”.
El artículo 8.4 de la Convención Americana consagra la garantía del non bis in idem, que impide
que una persona pueda ser sujeta a un proceso penal en más de una oportunidad, por la
imputación de los mismos hechos.
Cabe señalar que la garantía del non bis in idem no se limita a las personas inculpadas absueltas,
sino que es aplicable a todas aquellas que fueron sometidas a un proceso penal,
independientemente de si resultaron absueltas o condenadas.
-El inc 5 por su parte establece: “El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario
para preservar los intereses de la justicia”.
La publicidad de los actos de gobierno es uno de los pilares fundamenta- les de la forma
republicana de gobierno, y constituye una garantía de la transparencia e imparcialidad de todas las
decisiones estatales, en tanto permite el control social, y fomenta la participación de los
ciudadanos en los asuntos públicos.
Así, como vemos, el principio de publicidad puede estar sujeto a algunas limitaciones, a los fines
de “preservar los intereses de la justicia” —según los términos de la Convención— aunque, como
ha señalado el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, “aun en los casos en que el
público quede excluido del proceso, la sentencia, con algunas excepciones estrictamente
definidas, debe hacerse pública”.
a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado decidirá sobre
los derechos de toda persona que interponga el recurso;
c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya
estimado procedente el recurso.
El artículo 25 de la CADH reconoce una garantía secundaria o jurisdiccional, que más allá de su
función jurídica, ha recibido diferentes denominaciones como “acceso a la justicia”, “derecho a la
jurisdicción”, “derecho a la protección judicial” o “derecho de peticionar”, entre otros.
En relación con el concepto de garantía, la Corte IDH ha entendido que sirven para proteger,
asegurar o hacer valer la titularidad o el ejercicio de un derecho. En consecuencia, el derecho
previsto en el art. 25 de la CADH consiste básicamente en la posibilidad de toda persona de ser
oída y peticionar ante las autoridades judiciales exigiendo el respeto de otros derechos que
considera afectados o en peligro y la obtención de una respuesta adecuada.
La Corte IDH ha establecido que los Estados tienen, como parte de sus obligaciones generales, un
deber positivo de garantía respecto de los individuos sometidos a su jurisdicción. Ello implica la
necesidad de un rol activo por parte del Estado y supone adoptar todas las medidas necesarias
para remover los obstáculos que puedan existir para que los individuos puedan disfrutar de los
derechos previstos en la Convención.
En consecuencia, se ha considerado que la tolerancia del Estado a circunstancias que impidan a los
individuos acceder a los recursos internos adecuados para proteger sus derechos, constituye una
violación del artículo 1.1 de la CADH.
“Toda persona”
Aquí se hace referencia al titular del derecho, al sujeto activo, y éste incluye tanto a las personas
físicas como las ideales. Por su parte, el sujeto pasivo es en un sentido amplio el Estado, que debe
asegurar que el sujeto activo acceda a un órgano judicial. Asimismo debe tenerse en cuenta que el
derecho asiste no sólo a quien demanda sino también quien es demandado, esto es, incluye a toda
aquella persona que, voluntariamente o sin su libre iniciativa, interviene en un proceso judicial.
Debe entenderse que la protección judicial es aplicable tanto contra conductas activas como
omisivas cometidas por el Estado o por particulares.
La redacción del artículo exige que el derecho fundamental que se proteja por medio de la acción
judicial esté reconocido en la Constitución, en la CADH o en la ley.
“Aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones
oficiales”
En cuanto al inc2: La CIDH ha reconocido que la protección judicial que reconoce la CADH
comprende el derecho a procedimientos justos, imparciales y rápidos como el amparo, que
brinden la posibilidad, pero nunca la garantía de un resultado favorable. En sí mismo, un resultado
negativo emanado de un juicio justo no constituye una violación de la CADH.
En consecuencia, en esos casos no se produce una violación de los artículos 8 y 25. Lo fundamental
aquí es que la resolución sea motivada y fundada, así como razonable, congruente y justa, lo cual
es una exigencia que deriva de la legitimación democrática del poder. Asimismo, resulta esencial
que la persona tenga la posibilidad de impugnar la decisión a través de un recurso judicial. Es
decir, la persona debe tener el derecho a que la decisión sea revisada por otra auto- ridad judicial
(art. 8 de la CADH).
Asimismo, la Corte IDH consideró que la falta de ejecución de sentencias emitidas por el Poder
Judicial después de casi ocho años de dictadas constituyen una violación al derecho de protección
judicial.
ART. 13 CADH:
*No ser utilizado por el Estado para difundir ideas o valores contrarios a los qué profesa.
*No ser obligado a revelar sus ideas y creencias: el art. 7, inc. 3, de la ley 25.326 prohíbe la
confección de registros sobre datos ideológicos de las personas.
La Opinión Consultiva 5/85 de la Corte IDH fue la primera oportunidad en que se estableció la
aplicación del art. 13, en un caso donde Costa Rica consultó a la CADH sobre una ley de
colegialización obligatoria de periodistas.
En este caso, la CADH determinó que esta ley violaría el art. 13 y definió el “Estándar
Democrático”, sobre la base del principio “No hay Democracia sin Libertad de Expresión”, es decir,
la falta de libertad de expresión pone en peligro la democracia.
*Dimensión social: el derecho de toda persona de recibir ideas e información de otras personas.
Ambas dimensiones deben ser protegidas simultáneamente. Y cada una adquiere sentido en
función de la otra.
La CIDH analizó el ART. 13 inc. 3), el cual prohíbe la restricción de la libertad de expresión por vías
o medios indirectos. Ya en la OC 5/85 la CIDH había hablado sobre las violaciones del ART. 13
CADH, que pueden ser supresiones de la libertad de expresión o restricciones que van más allá de
lo legítimo.
La CIDH también estableció que los medios indirectos no son taxativos y que pueden incluso
provenir de particulares cuando el Estado, por omisión, no proteja la libertad de expresión.
- Acceso a la información:
La CIDH determinó la existencia del derecho humano surgido del art. 13, el derecho a buscar y
recibir información. Así, se estableció que para ejercer este derecho no hace falta acreditar un
interés directo, y además se estableció el principio de máxima divulgación, por el cual se presume
que toda información es accesible y que las excepciones deben estar fijadas previamente en la ley,
sobre la base de proteger los derechos o reputaciones de otras personas, o por razones de
seguridad pública.
También determinó la CIDH que en caso de violaciones a DDHH, el Estado no puede ampararse en
mecanismos como el secreto de Estado, razones de interés público o seguridad nacional para
evitar entregar la información requerida por las autoridades para la investigación de los hechos.
- Difamación criminal:
La CIDH trató los delitos de difamación criminal en el caso Herrera Ulloa, quien había sido
condenado en Costa Rica por el delito de injurias y calumnias contra Preborski, quien era en ese
entonces un funcionario público, y no había podido probar la veracidad de la información
difundida. Aquí, la CIDH dijo que no iba a analizar si Herrera Ulloa había cometido o no un delito,
sino que iba a analizar si las condenas penal y civil que recibió constituían una violación a su
libertad de expresión. En este sentido, la CIDH determinó que las expresiones concernientes a
funcionarios públicos deben gozar de un margen de apertura a un debate amplio respecto de la
función pública, en los términos del ART. 13 inc. 2., ya que esto es esencial para el funcionamiento
democrático de la sociedad. En la Rep. Argentina, en el caso Kimel, la CIDH invalidó la sentencia
penal dictada contra un periodista por considerar que la tipificación de los delitos de injurias y
calumnias eran poco específicos, violando así el principio de legalidad ya que los elementos del
delito no estaban descriptos en la ley.
- Leyes de desacato:
En el caso Palamara Iribarne, la CIDH determinó, por un lado, que la censura previa sólo era
posible respecto de espectáculos públicos para proteger la moral de menores y adolescentes, y
por el otro, pidió a Chile la derogación de las leyes de desacato que tenía vigente en su
Constitución, al ser estas violatorias de la CADH.
En el caso Fontevecchia, referido a la condena civil que tuvieron los periodistas Fontevecchia y
D'Amico por la difusión de la información sobre un supuesto hijo entre el entonces presidente
Menem y una diputada nacional, la CSJN determinó que se había violado el derecho a la privacidad
de Carlos Menem. La CIDH determinó luego que la información publicada era de interés público,
que para ese entonces ya era de público conocimiento y que el presidente Menem no había hecho
nada para evitar que se difundiera, con lo cual, la responsabilidad civil ulterior impuesta a
Fontevecchia y D'Amico resultaba innecesaria.
Y en este mismo fallo expresa que una sanción civil desproporcionada puede resultar intimidante
para el ejercicio de la libertad de expresión, con el posible resultado de la autocensura.
Doctrina de la CSJN
-“Doctrina del Reporte Final”: No es responsable quien reproduce los dichos de un tercero que
afecten su honor, si cumple con alguno de los siguientes requisitos: a) atribuye el contenido a una
fuente; b) utiliza el tiempo potencial (“ se habría …”); c) reserva el nombre de los supuestos
implicados.
-“Doctrina de la Real Malicia”: Sólo debe responder quien publica noticias sabiendo que son falsas,
o en forma imprudente.
-“Caso Patitó”: Extiende la doctrina de la Real Malicia a las opiniones. Ampara a la prensa, y
establece que cuando una persona pública considera que ha sido difamada con expresiones falsas,
debe demostrar que el periodista conocía la falsedad de la noticia, y obró con “real malicia” con el
propósito de calumniar o injuriar.
- ART. 14 CADH:
El art. 14 CADH trata sobre el derecho de rectificación o respuesta, que para la CIDH son términos
intercambiables ya que se trata de un solo derecho.
Esta norma protege la dignidad de las personas, y establece que cuando una persona es afectada
por informaciones inexactas o agraviantes, tiene derecho a exigir que el medio periodístico que lo
publicó se rectifique de esa información. Así, si bien existen tesis que niegan al derecho de
rectificación o respuesta por considerar que se estaría censurando al medio al cual se obliga a
publicar la rectificación, la doctrina de la CIDH es de admitir su existencia pues la libertad de
expresión es un valor importante, pero no absoluto.
Para el ejercicio del derecho de rectificación o respuesta no debe entenderse que se requiere sí o
sí una ley nacional que regule el ejercicio del derecho a rectificación, ya que la CIDH estableció que
debe realizarse aunque no haya ley formal que lo regule. Además, la CIDH clarificó que el término
"ley" utilizado en este párrafo debe ser entendido, no como ley formal, sino en sentido amplio, a
fin de garantizar el efecto útil de la CADH.
Para la aplicación de este artículo, la CIDH considera que cada Estado debe reglamentarlo sobre la
base de la propia interpretación, pero siempre dentro de lo razonable y conforme a los criterios de
la CIDH.
El uso del término "informaciones" en el artículo 14 quiere decir que el derecho a rectificación no
alcanza a las “opiniones”. No obstante, pueden surgir supuestos en donde una información se
disfraza de opinión, y por ello –aunque se denomine de “opinión- resulta agraviante, por lo cual
depende del criterio interpretativo del caso concreto.
Para que proceda el derecho a rectificación se requiere que la información, aparte de inexacta, sea
también agraviante. En cuanto al carácter de “inexacta” y “agraviante” de una información
también depende del criterio para determinar la gravedad de la información.
Origen
Fue convocada para tratar dos asuntos: a) La situación en la República Dominicana, y b) El ejercicio
de la democracia representativa y los derechos humanos.
Desde el principio se integró con siete miembros elegidos por la Asamblea General de una lista de
candidatos propuestos por los Estados miembros de la OEA, aunque no formen parte de la CIDH,
quienes también participan de la votación porque la CIDH ejerce su cometido con relación a todos
ellos.
La Comisión interamericana de Derechos Humanos representa a todos los Miembros que integran
la Organización de Estados Americanos.
Y si bien Comisionados elegidos representan a todos los Estados miembros de la OEA, no reciben
de dichos Estados instrucciones ni remuneración, y actúan con total independencia de criterio.
La CIDH posee una mesa directiva integrada por un presidente y dos vicepresidentes.
b) Función de protección: Esto es, velar por la observancia y respeto a los Derechos Humanos.
En este sentido, reciben denuncias de violaciones de los Derechos Humanos. Y deben constatar la
veracidad de tales denuncias, otorgando amparo y protección a las personas afectadas, y castigo a
los responsables de las violaciones verificadas.
Sistema dual
Objeto
El Derecho Internacional de los Derechos Humanos no tiene por objeto aplicar penas a las
personas responsables de la violación de derechos humanos, sino amparar a las víctimas, y
disponer la reparación de los daños que les hayan sido causados por los Estados responsables de
tales acciones.
Toda denuncia de violación de los Derechos Humanos tutelados por la Comisión Americana de los
Derechos Humanos (CADH) debe presentarse indefectiblemente ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (Com. IDH).
Recibida la denuncia, la Com. IDH inicia la tramitación dando curso a la denuncia. También puede
iniciarla de oficio.
La tramitación se desarrolla en dos sentidos: a) Una no contradictoria, pues procura la solución
amigable del conflicto; y b) otra que puede calificarse de contenciosa, que se inicia si fracasa la
solución amigable.
Esta segunda hipótesis, a su vez, reconoce dos etapas: b.1) la admisibilidad de la denuncia, y de
aceptarse esta, b.2) la de procedencia de la denuncia, en que la Com. IDH eleva un informe sobre
el fondo del asunto.
Con posterioridad, y de conformidad a la gravedad de la situación, la Com. IDH puede optar por
someterlo a la Corte IDH, o emitir un informe final donde expresará su opinión y conclusiones, e
impondrá un plazo al Estado para que tome las medidas que remedien la situación.
1. Para que una petición o comunicación presentada conforme a los artículos 44 ó 45 sea admitida
por la Comisión, se requerirá:
a) que se hayan interpuesto agotado los recursos de jurisdicción interna conforme a los principios
del Derecho Internacional generalmente reconocidos;
b) que sea presentada dentro del plazo de seis meses, a partir de la fecha en que el presunto
lesionado en sus derechos haya sido notificado de la decisión definitiva;
d) que en el caso del artículo 44 la petición contenga el nombre, la profesión, el domicilio y la firma
de la persona o personas o del representante legal de la entidad que somete la petición.
a) no exista en la legislación en la legislación interna del Estado de que se trata el debido proceso
legal para la protección del derecho o derechos que se alega han sido violados;
De ser posible se dará el nombre de la víctima, y de cualquier autoridad pública que haya tomado
conocimiento del hecho que se denuncia. No es necesario el consentimiento de la víctima.
Contendrá una relación de los hechos que constituyan una violación de derechos, especificando el
lugar y la fecha. Esto a los efectos de verificar, en primer lugar, si han ocurrido en jurisdicción del
Estado denunciado; y además, comprobar si los hechos denunciados son posteriores a la
ratificación de la CADH por el Estado denunciado. O el ingreso a la OEA del Estado denunciado.
En su fase inicial es la Secretaría Ejecutiva quien tiene la responsabilidad del estudio y tramitación
de las peticiones, analizando si cumplen con todos los requisitos establecidos por la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (CADH). Si no los reúne podrá solicitar a su peticionario que
los complete y si tuviera alguna duda sobre el cumplimiento de los requisitos, consultará a la Com.
IDH.
Una vez cumplimentado los requisitos, la Secretaría Ejecutiva debe recibir y encauzar las
peticiones presentadas, y registrarlas, haciendo constar fecha de presentación, y otorgando al
peticionario el acuse de recibo.
Si bien, como regla general, la petición debe ser tramitada por orden de entrada, se autoriza
adelantar la evaluación en los supuestos de que, 1) el transcurso del tiempo pueda hacer privar de
sus efectos a la denuncia; 2) las presuntas víctimas sean personas enfermas, o menores de edad,
privadas de libertad, etc.; 3) el Estado denunciado manifieste su intención de entrar en un proceso
de solución amistosa; 4) la decisión pueda impulsar cambios legislativos que favorezcan los
derechos humanos; etc.
Al contrario, la Com.IDH declarará inadmisible una petición cuando, a) no exponga hechos que
caracterizan una violación de Derechos Humanos; b) resulte de la propia exposición del
peticionario o del Estado ser manifiestamente infundada e improcedente.
Fondo - (Informe Preliminar Art. 50 Convención Americana sobre Derechos Humanos –CADH-)
A partir del Informe de Admisibilidad, la petición se convierte oficialmente en un “caso”, y se le
asigna un número, entrando en la fase denominada “fondo”.
También pueden reducirse los plazos a uno “razonable” si se considera que la vida o integridad de
una persona se encuentra en peligro.
Una vez que las partes han presentado sus respectivas alegaciones, la Com.IDH presentará una
decisión sobre el fondo del caso.
Si concluye que no hubo violación así lo expresará en el Informe que será publicado en el Informe
Anual a la Asamblea General de la OEA.
Si considera que existió violación a los derechos humanos, redactará un Informe Preliminar de
naturaleza confidencial en el que expondrá los hechos y conclusiones, y las recomendaciones que
juzgue adecuadas. El Informe será transmitido a los Estados interesados, quienes no estarán
autorizados a publicarlo. Este informe se conoce como “Informe del art. 50”, porque se emite de
acuerdo al art. 50 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH).
Notificará al peticionario la adopción del Informe, y le permitirá fijar su posición respecto del
sometimiento del caso a la Corte IDH si el estado aceptó la jurisdicción contenciosa de la Corte
IDH.
Decisiones posteriores: sometimiento del caso a la Corte IDH ó Informe definitivo (art. 51
Convención Americana sobre Derechos Humanos – CADH)
Una vez producido el Informe Preliminar del art. 50, y remitido a los Estados interesados, la Com.
IDH debe solicitar al Estado concernido que le exponga acerca de las medidas que adoptó a fin de
cumplimentar las recomendaciones.
A su vez el art. 51 dispone que si la Com. IDH estima que el asunto no ha sido solucionado, o
sometido a la decisión de la Corte IDH por la Com. IDH o el Estado interesado, tiene dos opciones:
a) Someter el caso a conocimiento de la Corte IDH o, b) Producir un segundo Informe final o
definitivo que publicará en el Informe Anual a presentar a la Asamblea General de la OEA.
Solución amistosa
Una vez que la Com.IDH declaró la admisibilidad la petición generalmente se pone a disposición de
las partes para alcanzar un acuerdo de solución amistosa. Este instituto brinda la oportunidad a las
partes sin necesidad de que la Com. IDH se pronuncie sobre el fondo del asunto.
Si se logra la conciliación, la Com. IDH emitirá un Informe Final dando cuentas de los hechos que
motivaron la denuncia y de la solución alcanzada, el que será remitido al peticionario y a todos los
Estados parte, y comunicado al Secretario General de la OEA.
Seguimiento
Una vez publicado el Informe Final o Definitivo previsto en el art. 51, la Com. IDH queda facultada
para tomas las medidas de seguimiento que considere oportunas, con el objeto de comprobar el
cumplimiento de las recomendaciones efectuadas, o las que obren en los acuerdos de solución
amistosa. Para ello podrá requerir informes, o celebrar audiencias, quedando a su criterio a utilizar
para brindar esa información al público en general.
Dentro de sus atribuciones, sea para conocer una situación individual, sea para conocer la
situación de los Derechos Humanos, en un estado determinado, la Com. IDH cuenta con la llamada
“visitas in loco”.
Las visitas se llevan a cabo por decisión de la Com. IDH a solicitud de un órgano político de la OEA,
o del propio Estado concernido, pero en todos los casos se requiere la anuencia de este.
Su finalidad es conocer en el terreno de los acontecimientos (in situ) la situación general de los
Derechos Humanos imperantes en el país de que se trate. Si bien es empleada generalmente en la
averiguación de violaciones masivas, también puede vincularse a casos individuales.
La Com. IDH se entrevista con autoridades gubernamentales, con la oposición política, organismos
técnicos de derechos humanos, ONG, sindicatos, medios de comunicación, iglesias, etc.
Usualmente al concluir la visita la Com. IDH emite un comunicado de prensa. Ya en su sede
elabora un Informe Preliminar, que trasmite al Estado, posibilitando su defensa, para luego
redactar un Informe Final.
La República Argentina fue objeto de una “visita in loco”, en 1978, en oportunidad de la última
dictadura militar, que es recordada por sus beneficiosas consecuencias.
Medidas cautelares
La Com. IDH está facultada para adoptar las medidas que considere necesarias para el desempeño
de sus funciones, entre ellas, solicitar a un Estado que tome Medidas Cautelares para proteger a
personas, o grupos de personas, por su pertenencia política, o social, o étnica, etc. Para ello
deberá tomar en cuenta la gravedad o urgencia de la situación, el daño irreparable que se está
ocasionando o podría ocasionarse, etc. Pueden solicitarse de oficio, o a petición de parte, y
periódicamente la Com. IDH evalúa las medidas cautelares vigentes, y su cumplimiento, para
eventualmente mantenerlas o levantarlas, o modificarlas.
Las recomendaciones de la Com. IDH, aunque no son ejecutorias, sí son vinculantes, por lo que
deben cumplirse por los Estados miembros de la Convención Americana.
En síntesis, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos influye en todo nuestro Derecho
Positivo, y le da una visión innovadora. No aplicarlo es no aplicar el derecho vigente, frustrando las
expectativas que genera a la ciudadanía la evolución internacional que se opera en materia de
derechos humanos.
Todo el trámite está previsto en el Reglamento de la Corte IDH, que es similar a un Código de
Procedimientos.
El Estatuto de la Corte IDH también contiene disposiciones de índole procesal, aunque su finalidad
es la de establecer la organización interna y de gestión del tribunal. De todos modos, ambos
documentos, el Reglamento y el Estatuto de la Corte IDH constituyen lo que podría denominarse
el “Código Procesal” del sistema interamericano de los derechos humanos.
Inicio del caso ante la Corte IDH: elevación por el Estado, o sometimiento por la Comisión IDH
Si no se alcanzó una solución amistosa ante la Com. IDH, o si transcurrieron tres meses desde que
el Informe definitivo fuera notificado al Estado interesado sin que se hubiere solucionado el tema
objeto de la denuncia, según el art. 61 de la CADH, sólo los Estados parte y la Com. IDH podrán
someter el caso a tratamiento ante la Corte IDH. Son los únicos que poseen Legitimación Activa.
La víctima, si bien puede intervenir en todas etapas del proceso, no puede promover la demanda
(no posee legitimación activa).
Genera dudas respecto de cuáles son los “Estados parte” que pueden promover una demanda. En
general la doctrina coincide que se refiere al Estado que ha sido denunciado ante la Com. IDH, y
sólo en relación con ese caso.
Normalmente la mayoría, sino la totalidad de los casos que se someten a la Corte IDH lo son por
iniciativa de la Com.IDH. Y en este sentido cabría analizar los criterios de selección de casos que
utiliza la Com. IDH para elevarlos a la Corte IDH.
El actual Reglamento impone a la Com. IDH cuando somete un caso a la Corte IDH el deber de
explicar los “motivos” que lo llevaron a elevar el caso. Y si bien los motivos han ido evolucionando
(inicialmente estaban solo relacionados con violaciones al derecho a la vida o a la integridad
física), hacia otros derechos más sofisticados, aún no se puede identificar una línea coherente en
la selección de vasos.
Antes de proceder al análisis del caso, la Corte IDH, como todo tribunal, debe verificar su
competencia en tres órdenes: respecto de las personas, la materia y el tiempo. Esta facultad de la
Corte IDH deriva del Derecho Internacional General y ha sido reiterada por el tribunal en
numerosos pronunciamientos.
Para aceptar la competencia del tribunal en relación con el Estado, además de haber ratificado a la
Comisión Americana de Derechos Humanos (CADH), conforme al art. 62 se requiere una
declaración donde manifiesta que reconoce la competencia de la Corte IDH. Esta declaración
puede hacerse “incondicionalmente o bajo condición de reciprocidad, por un plazo determinado o
para casos específicos”.
El reconocimiento expreso y previo de la competencia de la Corte IDH es requisito tanto para que
el Estado sea demandado, como para que pueda incoar una demanda por ante este Tribunal.
Con relación a la legitimación activa de la Com. IDH, cabe el interrogante si la Com. IDH “es parte”
en este proceso. Porque siendo el trámite ante la Corte IDH un proceso judicial, corresponde
determinar cuáles son las partes cuyos derechos serán confrontados durante el trámite.
En la primera etapa del funcionamiento de la Corte IDH y desde el punto de vista formal, las únicas
“partes” en el proceso ante la Corte IDH fueron la Com.IDH y el Estado. Y si bien había acuerdo
que el individuo no era parte en el proceso, también había acuerdo en que el único realmente
interesado era la víctima, calificada como “parte lesionada”.
La Com. IDH que demanda ejerce una facultad propia y exclusiva, al punto que es ella quien decide
cuáles casos serán objeto de elevación a la Corte IDH. La presunta víctima por el contrario espera
le sea notificado el escrito de sometimiento del caso a la Corte IDH para presentar su “escrito de
solicitudes, argumentos y pruebas” en forma autónoma, ofrecen pruebas, opinan sobre las
procedencia de las que ofrezca el Estado y tienen una participación principal en la audiencia.
Luego de esto la presunta víctima y sus representantes continuarán actuando de esta forma
durante todo el proceso, otorgándoseles de esta forma legitimación para hacer presentaciones
genéricas durante todo el transcurso del proceso
A partir de la última reforma al Reglamento de la Corte IDH, la Com. IDH actúa en realidad como
una especie de Fiscalía o Ministerio Público, en tanto la presunta víctima ejercita evidentemente
el papel de demandante, dado que ésta o sus representantes están habilitados a presentarse con
amplitud probatoria.
El actual Reglamento omite toda referencia a los familiares de las presuntas víctima; no obstante
pueden resultar ellos mismos víctimas de alguna violación a los derechos humanos, y por ello
mismo acreedores a reparaciones. Su intervención en el proceso se rige por las mismas cláusulas
que para las presuntas víctimas, a las que los asimila.
Finalmente se incorpora una nueva garantía, un “defensor interamericano”, que deberá actuar en
los casos que la presunta víctima no posen representación legal, que las representará durante
todo el proceso.
Según el art. 62.3, de la CADH, la Corte IDH constituye la única competencia material para
entender en cualquier caso relacionado con la interpretación y aplicación de las disposiciones de la
CADH.
Sin embargo otros Tratados de Derechos Humanos también les confieren competencia para
entender casos de violaciones de derechos. Así, la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura y el
Protocolo de San Salvador (Protocolo Adicional a la Convención Americana en materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales).
La única condición para asumir la competencia es que el Estado demandado haya ratificado el
Tratado cuya violación se discute, y los hechos denunciados hayan ocurrido con posterioridad a
dicha ratificación.
Tres etapas deben considerarse para admitir la competencia temporal de la Corte IDH:
a) Idioma
Los idiomas oficiales de la Corte IDH son: el español, el inglés, el portugués y el francés.
Corresponde a la Corte IDH fijar cada año el idioma de trabajo. Ello no impide que en un
determinado caso prefiera adoptar también el de alguna de las partes. El texto auténtico será
aquel del cual la Corte IDH de fe, conste en la publicación y en su informe anual.
Si alguna de las partes no conociere suficientemente el idioma de trabajo, la Corte IDH puede
autorizar a expresarse en su propia lengua, asegurando la presencia de un intérprete, quien
deberá dar juramento de reserva de los hechos de que tome conocimiento.
b) Representación procesal
-Los representantes de los Estados se denominan “agentes”, y puede ser cualquier persona
designado por el Estado. Debe acreditar su identidad y domicilio procesal ante la Corte IDH.
-En cuanto a los representantes de las presuntas víctimas, deben acreditarse ante la Corte IDH. De
existir pluralidad de presuntas víctimas deberá designarse un interviniente común para todos
ellos.
Estos han sido establecidos en el Reglamento. Y se computan como “día natural”, es decir, “días
corridos”, sin interrupción por feriados u otros no laborables. Los plazos en meses se computan
como mes calendario. La solución es como consecuencia de tratarse de plazos que deben
computarse en un tribunal ajeno a los países intervinientes con distintos calendarios.
Una primera, donde quedan fijados los hechos contradictorios, las pruebas ofrecidas y agregados
los documentos acompañados.
Todos los escritos, incluso la demanda, pueden presentarse a través de cualquier medio:
personalmente, vía Courier, fak, télex, correo postal, e-mail o cualquier otro. La documentación
también puede remitirse por cualquiera de estos medios, pero si se hubiera un medio electrónico,
o no estuvieran firmados, los originales y sus anexos deben ser presentados en la sede de la Corte
IDH en el término de veintiún días, con dos juegos de copias.
En los supuestos de identidad de partes, o de objeto, en expediente distintos, la Corte IDH podrá
ordenar su acumulación previa consulta a los agentes, delegados y presuntas víctimas. Y también
la acumulación de diligencias, declaración de testigos, etc.
a) Escrita
Esta etapa varía según el caso sea sometido por la Com.IDH, o el Estado.
En este caso se exige un “escrito motivado”, con iguales requisitos que el exigido a la Com.IDH,
salvo que deberá indicar las “pruebas que ofrece”; en cambio la Com.IDH debe presentar las
“pruebas que recibió”.
-Recepción de la demanda
Si del examen preliminar de la demanda surgiera que alguno de los requisitos no ha sido cumplido,
el Presidente de la Corte IDH debe conceder un plazo de veinte días para subsanarlo.
La demanda será notificada por el Secretario al Presidente y miembros de la Corte IDH, al Estado
demandado, a la Com. IDH –si no es ella la demandante- y a la presunta víctima, sus
representantes y el Defensor Americano. A partir de la notificación el Estado y la Com. IDH
cuentan con treinta días para designar a los agentes respectivos. Si la Com. IDH no designa sus
delegados, hasta que lo haga lo representará su Presidente.
Asimismo la presentación del caso será notificada a la presunta víctima o sus representantes,
quienes cuentan con un plazo de treinta días para presentar su “escrito de solicitudes, argumentos
y pruebas.
- Contestación de la demanda
El plazo para que el Estado conteste la demanda es de dos meses, que se cuentan a partir de la
recepción del escrito de solicitudes, argumentos y pruebas presentado por la víctima o sus
representantes. Plazo que se extiende a cuatro meses si consideramos el plazo de dos meses que
tiene la víctima para presentar el escrito de solicitudes, argumentos y pruebas. En el mismo plazo
podrá oponer excepciones preliminares.
El plazo de dos meses que tiene el Estado desde el escrito de solicitudes, argumentos y pruebas
presentado por la víctima, puede ser ampliado por la Presidencia de la Corte IDH en caso de existir
pluralidad de víctimas.
El contenido de la contestación de demanda incluye la determinación de cuáles son los hechos que
se aceptan, y los contradictorios. Sólo estos son materia de prueba, dado que los que no hayan
sido expresamente negados podrán ser tenidos por aceptados.
-“Amicus curiae”
La figura del “amicus curiae” fue incorporada en la reforma del Reglamento en enero 2009. Se
trata de la presentación de escritos por personas o entidades ajenas al proceso, pero interesadas
en emitir su opinión.
Procesalmente se reconoce al “amicus curiae” como un “amigo del Tribunal” ajeno al litigio que
comparece voluntariamente en algún momento del proceso para aportar consideraciones jurídicas
como aporte para la solución del caso.
La presentación del escrito del “amicus curiae” no está sujeto a formalidades y puede efectuarse
hasta quince días posteriores a la celebración de la audiencia pública en la etapa oral, o bien a los
quince de señalarse la fecha para presentación de los alegatos y prueba documental
b) Etapa oral
La apertura de esta etapa será realizada por el Presidente, donde se fijan las fechas de las
audiencias en que será receptada la prueba oral.
En la Audiencias el Presidente tendrá a su cargo la dirección del debate, deberá moderar las
preguntas que hagan los otros jueces a las presuntas víctimas, testigos, peritos, etc.
Durante el debate los jueces podrán efectuar las preguntas que estime correspondan. Y también
podrán hacerlo las presuntas víctimas, y el Estado demandado o demandante.
Una vez que se haya concluido la etapa de las preguntas, la Presidencia concederá la palabra a las
posibles víctimas y al Estado para que presenten los alegatos.
Las Audiencias se celebran en la sede del Tribunal, en la ciudad de San José de Costa Rica, pero
nada impide que se celebren en otros lugares. E incluso en otros Estados a invitación de estos, con
el acuerdo de la mayoría de la Corte IDH y la aceptación del Estado
Las pruebas
La totalidad de las pruebas que ofrezcan las partes tendrán que ser ofrecidas en los respectivos
introductorios. No obstante la Corte IDH podrá admitir una prueba no ofrecida oportunamente en
la etapa que corresponda. Si la prueba fuera ofrecida en forma incompleta, la Corte IDH se dará un
plazo a quien la propuso para subsanar el defecto.
Una innovación importante es la que permite la incorporación de prueba que haya sido producida
ante la Com. IDH, siempre que lo haya sido con adecuado contralor. Es lo que se denomina
“prueba trasladada”.
La parte que propone una prueba, se encargará de la comparecencia al Tribunal. Y este, a su vez,
está facultado para realizar diligencias probatorias de oficio.
La única que puede desistir del caso es la Com. IDH, renunciando a continuar con el reclamo.
b) Allanamiento
En estos casos corresponde a la Corte IDH resolver sobre la procedencia del allanamiento, sus
efectos jurídicos, las reparaciones si fueran procedentes y las costas.
c) Solución amistosa
Medidas provisionales
Sin embargo Morello y otros autores consideran que en ambos casos se trata de “Medidas
Cautelares”.
No obstante, se destaca como diferencia el efecto vinculante que tienen las “Medidas
Provisionales”, y que en el caso de las “Medidas Cautelares” dependen del grado de aceptación en
el Derecho Interno de las decisiones de la Com. IDH.
Durante el proceso pueden ser decretadas por la Corte IDH a pedido de parte. Si el asunto todavía
no ha sido sometido a la Corte IDH, sólo se hará a pedido de la Com. IDH.
La sentencia: características
La sentencia puede reflejar la opinión unánime de todos los jueces, o el voto individual de alguno
de los jueces. Si hubiera disidencias los jueces tienen que tener integrados sus votos con
anterioridad a la notificación de la sentencia. No es necesario la firma de todos los magistrados
que integran el tribunal, siendo suficiente que lo hagan la mayoría y el secretario.
La Sentencia tiene carácter definitivo, por lo que una vez dicta no puede ser impugnada. Pero ello
no impide que cualquiera de las partes solicite aclaraciones sobre el sentido y el alcance del fallo,
lo que se denomina “Recurso de Interpretación”. Mediante este Recurso de Interpretación se
permite a las partes esclarecer o aclarar algún punto de la sentencia a fin de posibilitar su
adecuado cumplimiento. Deberá promoverse en el plazo de noventa días a partir de la notificación
de la sentencia.
La Corte IDH dispondrá los medios para supervisar el cumplimiento de la sentencia, incluso
requiriendo informaciones a la Com. IDH..
Cuando la Corte IDH decida que hubo violación de derechos, o de libertades, dispondrá que se
garantice al lesionado en el ejercicio de sus derechos y libertades conculcadas. Además que se
reparen las consecuencias con el pago de una justa indemnización.
En casos de extrema gravedad y urgencia y para evitar daños irreparables, la Corte IDH podrá
tomar las medidas provisionales que considere pertinentes. Y si se tratare de asuntos que aún no
están sometidos a su conocimiento, podrá actuar a solicitud de la Com. IDH.