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E n d e c a s íl a b o
48 43 58 41 72 (98)
190 170
70 45 52 37 66 (75)
204 175
34 45 56 50 40 61 (70)
191 171
40 62 34 52 46 68 (125)
«- — - - - -- ----------— — —^ 1 .
194 193
Coordinación de variantes 201
mado por H. Keniston, Garcilaso de la Vega, Nueva York, 1922, pág. 334,
ha sido comentado y ampliado por Dámaso A lonso, “Sobre los orígenes
de la lira”, en su libro Poesía española, Madrid, 1950, págs. 649-656. Se
trata de la oda del Tasso, “O pastori felici”, que en las antologías ita
lianas suele figurar con el título de “Loda de la vita pastorale”, ya asig
nado a esta composición en la reedición de las poesías del citado autor
en 1560.
11 Cuatro de los cinco cuartetos de la com posición de El Pastorcico
terminan con el mismo verso: “Y el pecho del amor muy lastimado”. El
texto anónim o sobre el cual reelaboró San Juan de la Cruz esta poesía
fue dado a conocer por J. M. Blecua en RFE, 1949, XXXIII, 378-380.
Rengifo distinguió al cuarteto de rimas abrazadas, ABBA, con el nombre
de cuartete y al de rimas cruzadas, ABAB, con el de serventesio, pero ha
sido más corriente llamar cuartetos a ambas variedades. El serventesio
fue en provenzal e italiano una poesía generalmente satírica que podía
componerse en cuartetos cruzados o en otras estrofas (A. Ottolini, P er la
storia dei serventesi, Roma, 1913).
Rima encadenada 209
O c t o sílabo
en los versos tercero, sexto, noveno y duodécimo fue usada por Garcf
Sánchez de Badajoz en la cuarta parte de sus Lecciones de Job, incluidas
en Canc. siglo X V , núm. 1045.
24 El pie quebrado de cinco sílabas se administraba con m enos su
jeción que en el siglo XV a las condiciones de la sinalefa y compen
sación. Se observaban en cambio esas condiciones, aunque sólo con ca
rácter excepcional, entre octosílabos enteros, como efecto del predominio
de la impresión rítmica sobre la regularidad métrica: “Que nadie muere
de sed — pues presto se guisa la cena”, Castillejo, Serm ón de amores,
153-154; “O gran Dios, e quan estraño — es el amor si es lisonjero”,
Ibid.., 812-813. Estos y otros ejemplos análogos fueron señalados por
Aurelio M. Espinosa, “La sinalefa y la compensación en la versificación
española”, en R R , 1929, XX, 44-53.
Epigrama 221
cuyas rimas eran repetidas por unas breves palabras que seguían
inmediatamente a los versos respectivos. La identidad entre la
terminación del verso y su eco se producía como en la rima ordi
naria a contar desde la vocal de la sílaba acentuada, con marcada
tendencia a incluir también la consonante inicial de la misma
sílaba. Juan del Encina ofreció el primer ejemplo castellano de
este género en una composición formada por cincuenta octosíla
bos con sus correspondientes ecos, Canc. grcd. II, págs. 21-22:
Eco, N ise laureada, III, 3, y más tarde Baltasar del Alcázar en su co
nocido D iálogo, además de los varios coloquios en prosa con eco del
Cancionero de Sebastián de H orozco.
29 Una glosa del C redo, en redondillas, a cada una de las cuales
sigue una frase de la oración en latín, y otra glosa del A v e M aría,
en tercetos de arte mayor, ABB, con análoga disposición del texto
glosado, se hallan en el Canc. X im énez de Urrea, págs. 23 y 44. Se
asemeja a la glosa de estribillos del llamado villancico de Santillana
una com posición del Cancionero d e Pedro del P ozo, ed. por A. Rodrí
guez M oñino, Madrid, 1950, pág. 120, en la que las doncellas sorpren
didas en la floresta por el caballero, mientras lavan sus ropas, cantan
un dístico octosílabo después de cada estrofa.
M e t r o s d iv e r s o s
F o r m a s t r a d ic io n a l e s
38 Las líneas del villancico se funden con las del cósante mediante la
repetición y encadenamiento de los versos del estribillo entre los d e la
mudanza, com o muestra el ejemplo “N o tengo cabellos, madre, — no ten
go bonico donayre”, recogido por J. Romeu Figueras, A nuario M usical,
1950, V, núm. 35. Ejemplo de elaboración artificiosa es el Dechado de
colores, formado por quince villancicos, ab b : cd d c : cbb, sobre quince co
lores distintos, con su correspondiente significación emblemática, en Can-
cionerillos de la Biblioteca Ambrosiana, en R H i, 1919, XLV, 510-624,
núm. 96. Una reseña del villancico con somera referencia a sus preceden
tes y breve comentario de ejemplos de los siglos XV y XVI se halla en
Sister Mary Paulina, A S tu d y of the villancico up to Lope de Vega,
Washington, D. C. 1940.
Letrilla 237
40 Entre los 803 números del Romancero general, 1600, apenas pasan
de una docena los romances con asonancia aguda. Son aún más escasos
los de rima aconsonantada. La cuarteta com o unidad de composición no
llegó a establecerse de propósito hasta Gabriel Lobo Lasso de la Vega,
1589, según puede verse en S. Griswold Morley, “Are the Spanish roman
ces written in quatrains?” , en R R, 1916, VII, 42-82.
Romance 239
llana. En los pocos casos que llevan estribillo, éste suele consistir
en dos versos de las mismas medida y rima que las del romance:
«Mal haya quien fía — de gente que pasa», 85; «No me olvides,
niña; — no me olvides, no», 158.
La bella malmaridada,
de las más lindas que vi,
si quieres tener amores,
linda, acuérdate de mí.
41 A las seguidillas del siglo XVI citadas por F. Hanssen añade Hen-
ríquez Ureña las d e varios otros autores del mismo tiempo, especial
mente las reunidas por Juan Vázquez en sus Villancicos, 1551, y por
Miguel de Fuenllana en su Orfénica Lira, 1554 (Versificación, 155-156).
Sus caracteres m étricos coinciden con los de la indicada colección de los
Rom ancerillos d e Pisa.
42 En la copla de “Arrojóme las naranjicas” la medida de los cuatro
versos es 9-10-9-9; en “V entecico murmurador”, 9-8-10-9. Otros ejem
plos de Tonos castellanos, en Gallardo, Ensayo, I, 1194-1203: “Cuando
taño y repico al alba — no repico ni taño al albor”, 9-10-8-9; “Al ladrón,
al ladrón, señores,-— tengan aquese ladrón”, 9-8-10-9; “Bailad en la
fiesta, zagalas, — que la gaita os hace el son”, 9-8-9-9; “Daba el sol en
los álamos, m ad re,— y a su sombra me recosté,” 10-9-9-8.
16
242 Renacimiento
A c c id e n t e s d e l v e r so
152. P o lim etr ía .-— Son numerosos los testimonios del em
pleo de estrofas distintas en la misma poesía, contra la ordinaria
norma de mantener uniformemente el tipo establecido al principio
de cada caso. Una canción de la Diana de Montemayor (Menéndez
y Pelayo, Orígs. de la nov. II, 329-330), está formada por tercetos
endecasílabos cuya rima continúa en varias liras enlazadas entre
sí y seguidas a su vez por octavas con las cuales se enlazan otros
tercetos finales. De manera semejante, la canción de Berardo, en
la Diana de Gil Polo, muestra en primer lugar tercetos endeca
sílabos esdrújulos, a los cuales siguen tercetos llanos, liras y oc
tavas reales. Hasta once combinaciones diferentes de estrofas oc
tosílabas se registran en las Lecciones de Job, de Garcí Sánchez
de Badajoz, Canc. Siglo XV, núm. 1045.
Producto peculiar de la inclinación polimétrica fueron las com
posiciones llamadas ensaladillas. Las cinco poesías de esta especie
recogidas en el Romancero general tienen por base un relato, en
romance, redondillas o coplas castellanas, en el cual se intercala
de vez en cuando alguna canción. Las que llevan los números 488
y 655 son en realidad simples romances adicionados con dos com
plementos en redondillas y villancicos; en el 670, el relato en
redondillas incluye una letrilla octosílaba, unas coplas de danza y
una letrilla hexasílaba; la narración en el núm. 721 está en coplas
castellanas y los elementos intercalados son cuatro villancicos; el
número 790 es una serie de romances que alternan con villancicos
y canciones. Finalmente, la ensaladilla dada como ejemplo por
Rengifo dejó de ser un romance con interpolaciones para apare
cer como simple yuxtaposición de una serie de canciones sin relato
'coordinativo.43
El punto de partida de la ensaladilla parece haber sido el romance
con desfecha. Carece de base la semejanza que se le ha atribuido con el
Complementos rítmicos 245
44; «La vengativa mano de Cupido», 150; «Mas a la fin los brazos
le crecían», 161.
Adquiere notorio relieve la correspondencia que muchos ver
sos ofrecen entre las parejas de vocales que ocupan sus tiempos
marcados: «Que hizo de Apolo consumirse en lloro», 151; Torna
ba con su sangre coloradas», 184; «Amada en el Amado transfor
mada», San Juan de la Cruz; «El corriente que nace de esta
fu ente», San Juan de la Cruz; «Y el Santo de Israel abrió su
mano», Herrera; «Despedazada con aguda lanza», Herrera.
De vez en cuando la repercusión de los tiempos marcados se
extiende a alguna otra de las cláusulas del verso: «Gozar quiero
del bien que debo al cielo», Fray Luis de León; «Y precia la ba
jeza de la tierra», Fray Luis de León; «Y aquellas en la guerra
gentes fieras», Herrera; «Perezca en bravas llamas abrasada»,
Herrera.
No puede parecer casual el que Garcilaso, al describir la sere
nidad de la hora y la transparencia de la luz en el momento que
las ninfas de su égloga tercera iban a sumergirse en el Tajo, in
sistiera en las claras rimas en á-a a través de dos octavas, versos
265-279, contra el uso normal en tales estrofas de consonancias
diferentes y alternas, y repitiera esa misma vocal a en varios apo
yos rítmicos dentro de los versos:
E n d e c a s íl a b o
nales entre sí, además de las interiores encadenadas, se halla en una octava,
de La Picara Justina, ed. Puyol, Madrid, 1912, I, 174.
260 Siglo de Oro
14 La r e d o n d illa fu e la e s tr o fa d o m in a n te e n la s c o m e d ia s d e L op e,
T irso , G u illé n d e C a stro y M o n ta lb á n ; fu e d ism in u y e n d o a m ed id a q u e
266 Siglo de Oro
Góngora, con los estribillos de «bien puede ser» y «no puede ser»,
sigue el esquema aab : ccb. Una poesía satírica de Calderón apa
rece compuesta en redondillas abba con el último verso quebrado.
Solían emplearse las coplas de píe quebrado, no sólo para efectos
de tristeza, como indicó Rengifo, sino en general para asuntos de
marcado carácter lírico. Fueron en todo caso mucho menos fre
cuentes que en la poesía de la gaya ciencia y del Renacimiento.
Tuvieron escasa representación en el teatro del Siglo de O ro.17
M e t r o s d iv e r s o s
de tal elem ento rítm ico: “Quien fuerza tanto un alma", Bermúdez, 95
por 100; “Pobre barquilla m ía”, Lope, 86 por 100; “M oriste, ninfa bella”,
Góngora, 65 por 100; “Yo vi sobre un tom illo”, Villegas, 48 por 100. La
proporción del éTemplo de Góngora, 65 por 100, se repite aproximada
m ente en “El cuidado primero”, de Trillo, y en “Sabrás, querido Fabio”,
de Sor Juana Inés de la Cruz.
284 Siglo de Oro
y deja dolorido,
en lágrimas deshecho,
el rostro, el corazón, el alma, el pecho.
fe1.
208. H e x a s í l a b o .— Se empleó el hexasílabo en villancicos*
letrillas, endechas y romances. La redondilla hexasílaba, llamada
redondilla menor, se utilizó principalmente en letrillas y. villan-
cicos. Es abundante en poesías del Conde de Villamediana y de
Pedro de Quirós. Lope la usó en algunos pasajes de sus primeras
comedias (Morley y Bruerton, Chronology, 104). Mucho más co
rriente fue el uso del hexasílabo en romancillos líricos y satíri
cos, profanos y sagrados. Con este carácter desempeñó papel im
portante en el teatro. El romance hexasílabo de tema sentimental
y melancólico continuó siendo la forma más frecuente de la en
decha, no obstante la moderna introducción del heptasílabo en
el mismo campo. No se aplicó el heptasílabo a canciones pasto
riles, ni a letras de baile con excepción de la seguidilla, ni a le
trillas burlescas, ni a romances devotos. Tampoco el hexasílabo
por su parte se empleó sino rara vez en asuntos anacreónticos.
La materia de la endecha se repartió en cambio entre uno y otro
metro.
Al incorporarse a la lírica culta el hexasílabo se inclinó hacia el
ritmo trocaico, como se hizo notar en el período anterior con refe
rencia especialmente a las endechas de Francisco de la Torre.
Parece que en la reelaboración de este metro se trató de contrarres
tar la superioridad con que el sello dactílico venía caracterizán
dolo en la lírica popular desde las serranillas del Arcipreste de
Hita. La actitud del Marqués de Santillana y de Juan del Encina
había consistido en combinar equilibradamente las dos variedades
citadas. Álvarez Gato, Gil Vicente y más tarde Hurtado de Men
doza habían seguido la corriente popular. Desde fines del si
glo XVI, el cambio indicado en favor del elemento trocaico se afir
mó entre los nuevos poetas. Los hexasílabos de tipo dactílico repre
sentan una proporción notoriamente inferior a los trocaicos en
los villancicos, letrillas y romancillos de Góngora, Lope, Ledesma,
Valdivielso, etc.35
35 En la endecha de Francisco de la Torre que empieza: “El pastor
más triste — que ha seguido el cielo”, la proporción de los hexasílabos
dactilicos aparece reducida al 14 por 100. Aunque tal tipo rítmico volvió
a elevarse en las endechas y letrillas del Siglo de Oro, su nivel quedó ordi-
Pentasílabo 285
tre los últimos años del siglo xvi y los primeros del xvii, decreció
en el transcurso del presente período. Casos en que el elemento
adicional es en sí mismo una canción con forma propia aparecían
aún en romances como el de Lope: «Corría un manso arroyue-
lo — entre dos valles al alba», terminado en cinco redondillas, o
el de Góngora: «Apeóse el caballero, — víspera era de San Juan»,
en el cual figura intercalada la canción de la Colmeneruela. Entre
los romances de Trillo y Figueroa tal práctica se reduce a termi
nar la composición con una seguidilla, en dos únicas ocasiones,
Rivad. XLII, 87 y 88. Sor Juana Inés de la Cruz se limitó a usar
una terminación análoga en un romance que llamó «letra para
cantar», Obras, I, 30.
En cuanto a la intercalación periódica de algún estribillo, el
procedimiento más empleado fue el que siguió Cervantes en el
romance de Altisidora, donde un dístico endecasílabo con la mis
ma asonancia del romance se repite de tres en tres cuartetas, Qui
jote, II, 57; Lope utilizó análogo recurso en un romance de La
Arcadia (Rivad., XXXVIII, 109). Se hizo uso asimismo del estri
billo formado por heptasílabo y endecasílabo, como se ve en oteo
ejemplo de la citada obra de Lope, I b i d 253. El estribillo es un
pareado octosílabo con rima diferente de la del romance en la
chacona de La ilustre fregona, de Cervantes: «El baile de la cha
cona— encierra la vida bona». En los romances de sus Juegos de
Noches Buenas, Alonso de Ledesma, 1605, se sirvió de varios es
tribillos populares: «Luna que reluces, — toda la noche alum
bres»; «Caracol, col, — saca tus hijuelos al rayo del sol»; «Vente
a mí, torillo hosquillo, — toro bravo, vente a mí», Rivad., XXXV,
419-426.40
El estribillo, en forma breve, se repite después de cada octo
sílabo en el romance monorrimo de las avellanicas, de Lope, El
villano en su rincón, III: «Deja las avellanicas, moro, — que yo te
las varearé». Canciones de esta especie existían sin duda en ía
lírica popular, como prueba la que recogió Ledesma en un
217. B ailes .—De las letras de bailes del Siglo de Oro quedó
abundante información, en novelas, comedias y sainetes. En mu
chos casos la letra consistía en un simple romance, como en el
baile que la Gitanilla de Cervantes ejecutó acompañándose de
unas sonajas. Romances con estribillos eran las letras de los bailes
de la Chacona, la Colmeneruela y el Ay, ay, ay. Otras veces,
además del romance, la letra contenía alguna seguidilla. La termi
nación de los entremeses solía consistir en un breve baile a base
de un romance y de una seguidilla final. En el Baile de Leganitos
y en el de La casa de Amor, el elemento principal de la letra lo
constituían las seguidillas.
La primera forma de la famosa Zarabanda había consistido en
coplas de zéjel: «La zarabanda está presa — que de ello mucho me
pesa — que merece ser condesa — y también emperadora: — A la
perra mora, a la perra mora». En versiones posteriores se cantó
como villancico octosílabo y como letrilla en pareados hexasílabos
(Cotarelo, Entremeses, I, pág. CCLXVII). El Baile del Amor y el
Interés estaba compuesto en coplas de villancico, afrb: cddc: cb,
con este estribillo: «Amor, pues quedáis vencido, — no tiréis, —
porque os arrepentiréis» (Ibid., núm. 190).
Otro de los bailes que alcanzaron mayor popularidad, el de
Marizápalos, estaba compuesto en cuartetos asonantados de deca
sílabos dactilicos y versos de arte mayor: «Marizápalos, vente
conmigo — al verde sotillo de Vaciamadrid». Igual combinación de
metros se usó en el baile de la Españoleta, del cual dejó una ele
gante letra Sor Juana Inés de la Cruz: «Pues la excelsa, sagrada
María, — humana y benigna, quiere reducir», Obras, I, 182. Sirvió
la unión de los dos metros indicados en los bailes incluidos en
diversas obras dramáticas, de los cuales es ejemplo escogido el
que figura en el primer acto de San Isidro Labrador de Madrid,
de Lope: «Molinico que mueles amores, — pues que mis ojos agua
te dan...» A veces entraban en la combinación el hexasílabo o
el eneasílabo, como se ve en la estrofa 10-6-10-12, de la letra «A
la sombra de un monte eminente», en El castillo de Lindabridis,
III, de Calderón, y en 9-12-12-10-12, de «Ruiseñor que volando
vas — cantando finezas, cantando favores», en Los dos amantes del
cielo, I, del mismo autor.45
45 En la misma forma de decasílabos y arte mayor de la Españoleta,
compuso Sor luana la letra d el Canario: “El Canario que suena festivo,
— pagado y contento de buenos pasajes”, II, 247. Com o en el caso d e la
Ametría 295
A c c id e n t e s d e l v e r so