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Nacida en 1886, Delmira Agustini desde temprana edad mostró pasión por
los libros y por la escritura. Su adolescencia trajo consigo una producción increíble
de diversos poemas, dando como resultado la publicación de “El libro blanco”, que
asombró a la críticos de la época por la madurez intelectual y literaria que se
mostraban en dichas producciones, teniendo la poetisa apenas 20 años. Su obra
está plenamente influenciada por el modernismo, el romanticismo y el
decadentismo, teniendo como tópico el amor y las emociones que se despiertan en
ella como mujer. Su muerte trágica a manos de su ex pareja en 1914 finaliza de
forma prematura no solo su vida sino su creciente obra, impregnada de vida y de
fervientes deseos de explorar su feminidad.
Los cálices vacíos se constituye como la última antología de Agustini, donde
se presentan diversos poemas con una estructura más profunda respecto de sus
obras anteriores, impregnada de referencias al deseo erótico femenino, donde la
mujer deja su rol pasivo para demostrar su capacidad de goce sexual. En su
prólogo “Pórtico”, el escritor Rubén Darío le dedicó estas palabras:
En otros poemas la poetisa transmite de una forma sumamente emotiva cómo esa
angustia fue transformada en goce y liberación:
En esta obra, Agustini busca la unión de las partes que están desmembradas con el fin
de dar sentido a la existencia. Por ello, anhela fervientemente la unión de los opuestos,
anhelo que en muchas ocasiones ante la imposibilidad de verse satisfecho dejará la
sensación de cáliz vacío. Sin embargo, Agustini crea un universo particular y propio
en el que se funde la naturaleza, la sexualidad, el amor y la poesía, el deseo y del que
emerge su obra como un cáliz para llenar los corazones.
Referencias bibliográficas: