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(coordinadora)
Datos de catalogación
401.93
N313n
Nacer y crecer en Mesoamérica y los Andes: teorías parentales y prácticas de crianza
infantil contemporáneas / Lourdes de León Pasquel (coordinadora). -- Ciudad de Méxi-
co : Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2019. 292
páginas: fotografías, tablas; 23 cm.--(Publicaciones de la Casa Chata)
Incluye bibliografía
ISBN 978-607-486-580-6
La presente publicación pasó por un proceso de dos dictámenes avalados por el Comité Editorial del ciesas,
que garantizan su calidad y pertinencia científica y académica
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sin permiso previo por escrito del editor.
ISBN: 978-607-486-580-6
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
4. Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien:
los infantes en los rituales orales de las parteras totonacas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Jorge Tino Antonio
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
La comunidad de estudio y el registro de las invocaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
De etnoteorías e invocaciones como “rituales orales” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
¿Quiénes son las parteras en Olintla? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
Akit skulinkiináɁ, yo soy purificadora: la partera como sacerdotisa. . . . . . . . . . . 133
El vínculo estrecho con los grandes dioses: Natsi’tni’ y Natlaatni’ . . . . . . . . . . . 135
El ser humano: una flor en la concepción y las invocaciones
de las parteras totonacas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
El embarazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Índice
Fotografía 2.1 Sk’el k’ucha’al chpech’omaj sme’e li unen tsebe, niña observa
fijamente a su madre haciendo pulseras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Fotografía 2.2 Kerem ta skolta svix ta slok’esel spix pats’, niño ayuda a
su hermana a quitarle la envoltura a los tamales de frijol. . . . . . . . . . . . . . 72
Fotografía 2.3 Me’il xch’il arros xchi’uk sk’ox tseb. Una madre fríe arroz
y su pequeña hija colabora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Fotografía 2.4 K’oxetik ak’batik snichimal skoj mu xch’unik mantal, curación
para los niños y las niñas que no obedecen los mandatos. . . . . . . . . . . . . 88
13
14 Lourdes de León Pasquel
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16 Lourdes de León Pasquel
de los niños y las niñas, y el espacio cúbico y cerrado del aula en una lengua
ajena a la del hogar era y es una reflexión siempre presente.
Empezamos a explorar entonces qué es ser niño o niña en Indoamérica.
Como parte de la investigación para el curso, o para sus tesis, los estudiantes
condujeron entrevistas y conversaciones con abuelas, madres y parteras, y descu
brieron saberes que no se habían hecho explícitos.
Realizaron investigación etnográfica y desarrollaron lentes actualizados
para mirar su infancia y la de sus comunidades de origen. Descubrieron histo-
rias compartidas sobre saberes locales y empezaron a reconocer que no son
simplemente “creencias” sino que constituyen cuerpos sistemáticos de cono
cimiento ancestral. Encontraron temas comunes entre sus propios saberes origi
narios y los de otras comunidades indoamericanas. Se conectaron con expe
riencias de cuando eran niños o niñas que les parecían a veces incomprensibles
a los ojos de la cultura escolar y nacional. Reconocieron, en una indagación
autobiográfica, que ser diferente es ser similar o igual en Indoamérica pero ser
desigual en la cultura nacional. En este proceso, algunos de ellos optaron por
investigar más a fondo temas relacionados con la socialización y la adquisición
de su lengua y cultura materna en sus comunidades.
La presente obra reúne las voces de varias investigadoras e investigadores
originarios de diversas comunidades de Mesoamérica y los Andes —de Bolivia,
en particular— que han participado como estudiantes en el Posgrado de Lin-
güística Indoamericana del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (ciesas). Varias de las investigaciones han sido realizadas
como parte de proyectos de tesis de maestría y tesis doctoral, o bien, como par-
te de proyectos de investigación financiados por el Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología (Conacyt).1 Algunos de los capítulos aquí reunidos resultan de
capítulos de tesis que fueron revisados y adaptados para la presente publicación
en coordinación con la organizadora del volumen temático, otros se elabora-
ron en especial para este libro, de corte académico, que se complementa con
dos libros más, de difusión (De León y De la Torre, 2016; 2020), en versiones
1 Lourdes de León Pasquel fue receptora de un financiamiento de Ciencia Básica del Conacyt
(Proyecto número 133492) y ofreció apoyo para la investigación en diversas etapas de sus te
sis de maestría o doctorado a Jaime Chi Pech, Margarita Martínez Pérez, Faustino Montes
Castañeda, Elodia Ramírez, Eder Santiago García y Bernabé Vázquez Sánchez. Algunos
de ellos colaboran en este libro.
Introducción: explorar nuestras infancias 17
bilingüe (2016) y multilingüe (2017), sobre etnoteorías parentales entre los ma-
yas de Zinacantán, referidas aquí como “sabidurías, enseñanzas y consejos”.
Estos libros son de la comunidad y para ella, ya que de ésta brotaron las reflexio-
nes y conocimientos aquí vertidos.
El propósito general de esta obra es mostrar que la infancia es una cons-
trucción sociocultural y que una manera eficaz de abordarla y reivindicarla es
desde centros múltiples que desafíen el etnocentrismo euroamericano y las polí
ticas homogeneizadoras del Estado. Para este fin, el primer paso es dejar hablar
a los actores, sujetos y autores de sus propias autobiografías y sus propias etno
graf ías de sus comunidades de origen. Éste es el primer libro que reúne una
etnografía de la infancia indígena hecha por investigadores que han sido sus
protagonistas, quienes documentan a través del lente de su propia lengua y cul-
tura las distintas facetas de lo que significa nacer y crecer en Mesoamérica y
los Andes. Estas dos regiones indoamericanas son representativas, en tanto Me
soamérica constituye una región cultural con características ampliamente docu
mentadas (véase el capítulo 1), los quechuas andinos, por su parte, representan
un grupo étnico mayoritario en Sudamérica que muestra paralelismos intere
santes en cuanto a la concepción de la persona y su constitución dual, cuerpo/
espíritu, en la socialización de los niños y las niñas (véase el capítulo 7). En este
volumen señalamos estas conexiones y su utilidad para investigaciones futuras.
El objetivo particular de la presente obra es documentar las teorías parenta
les —también llamadas etnoteorías o teorías locales— y las prácticas de crianza
de los infantes en algunas comunidades de Indoamérica, en particular, comu
nidades de origen tsotsil, ch’ol, totonaco, mixe y quechua de Bolivia. Este ma-
terial surge de las experiencias e investigación endógena de actores originarios
de las áreas de estudio aquí presentadas. Al centrarse en la documentación de
las teorías parentales y prácticas de crianza —sobre todo de infantes tiernos
pequeños—, las voces principales que nutren el libro provienen de madres,
abuelas, parteras y cuidadoras, así como de las reflexiones autobiográficas de
los autores. En este sentido, no se trata de una etnografía de los niños y las niñas
y sus voces como protagonistas y agentes de su propia socialización, sino de los
niños y las niñas desde la perspectiva de quienes los cuidan y los socializan en
su contexto cultural específico. Al documentar esto, hacemos presentes algunas
voces de los niños y las niñas mayores, quienes reflexionan sobre sus experien
cias de vida, o bien, las voces de los autores cuando eran infantes; sin embargo,
18 Lourdes de León Pasquel
la mayor parte de los saberes brota de los agentes socializadores, de sus reflexio-
nes y la sistematización de esta información. Estamos conscientes del lugar que
ocupan los pequeños como agentes activos y participativos en sus propios pro-
cesos de socialización en los estudios más recientes de la antropología de la
infancia (Corona y Pérez, 2000; Corona y Morfín Stoopen, 2001; De León, 2015;
Medina y Martínez, 2016); sin embargo, la prioridad de la presente investi
gación es documentar las teorías parentales como cuerpo de saberes hechos
explícitos por los cuidadores y sus implicaciones en la socialización de la niñez
de comunidades originarias.
En el capítulo 1, titulado “Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil:
entrecruces étnicos y culturales en Mesoamérica y los Andes”, a cargo de la que
suscribe, se desarrolla el marco conceptual del trabajo. Se parte del planteamien-
to de que el desarrollo de la niñez está mediado, en parte, por la cultura y el len-
guaje en prácticas cotidianas situadas y se ofrece una vista general sobre las
teorías parentales en varias culturas del mundo, para luego aterrizar en Mesoa
mérica y tocar, de manera panorámica, las teorías parentales entre los quechuas.
En el capítulo 2, de Margarita Martínez Pérez, titulado “Teorías parentales y el
mantal como recursos socializadores entre los mayas tsotsiles de San Juan Chamu-
la, Chiapas”, se investiga el cuerpo de consejos llamado mantal, que los mayores
utilizan para dirigir a sus hijos o sus hijas de acuerdo con el lekil kuxlejal, el
buen vivir, y se indica su vigencia en nuestros días. Con esta finalidad, se exploran
y analizan las etnoteorías parentales que orientan el proceso de enseñanza de las
actividades valoradas culturalmente en la vida cotidiana de la comunidad tsot-
sil de Ichintón, Chamula. Martínez Pérez examina la importancia de los prin
cipios de participación y desarrollo de la responsabilidad de la niñez en las ac
tividades cotidianas, el papel del mantal, es decir, de los consejos u orientaciones
verbales, y de enseñar con las acciones —demostrar con el ejemplo de la acción—
como recursos socializadores en la construcción de la persona tsotsil. El docu-
mento se organiza en torno al desarrollo de la niñez a través del tiempo: desde
que un bebé empieza a comunicarse, pasando por ser niño o niña y su gradual
participación, hasta el adulto que desarrolla y construye su vida y destino como
persona tsotsil. El estudio está fundamentado en una etnografía rica, realizada
en la comunidad de estudio con diversas familias, parteras y cuidadoras.
En el capítulo 3, “Lakpusik’al, nuestro corazón. Teorías locales del desarrollo
infantil y el aprendizaje en la comunidad chʼol de la Esperanza, Chiapas”,
Introducción: explorar nuestras infancias 19
2 Debido al carácter antropológico y lingüístico del libro, una parte considerable de la base
de datos consiste en testimonios y entrevistas en lengua indígena. Sin embargo, el material
que se presenta en estas lenguas no se glosa ni analiza gramaticalmente, excepto cuando
se trata de un análisis metalingüístico de términos y construcciones cuyo significado con-
tribuye a la comprensión del dato.
22 Lourdes de León Pasquel
Referencias bibliográficas
Introducción
Lo que pasó con mi hijo es que vi que se arqueaba, se veía que sufría algún dolor,
vimos en su espaldita que estaba rojo, rojo; en su cuello, de atrás; como si fuera
gordura, no sabíamos si era lot’.2 Por eso lo llevamos al pediatra particular en San
Cristóbal, quien le hizo un chequeo y dijo que no tenía nada, que lo que traía en su
cuello era su gordura, y normal, que no caigamos “con el mito del tsukum”, eso dijo.
Tal vez él tiene alguna idea o sabe del lot’ pero él lo llama tsukum.3 Entonces me
1 “Temos o direito a ser iguais sempre que a diferença nos inferioriza; temos o direito a ser
diferentes sempre que a igualdade nos descaracteriza” (Boaventura de Sousa Santos, 2006:
316; traducción propia).
2 De acuerdo con la medicina tradicional maya en el municipio tsotsil de Zinacantán, Chiapas,
lot’ es una enfermedad de los infantes. Se describe como hinchazón o gordura en el cuello y
espalda del niño; es como una inflamación con irritación de la piel y causa mucho dolor
y llanto continuo en los bebés. Hay lot’ negro y lot’ blanco. Se dice que el negro es el más
peligroso pues puede morir el infante.
3 El tsukum es el azotador, una oruga urticante. Esta clase de orugas produce irritación en la
piel, por contacto. En el español de San Cristóbal de Las Casas se le llama tsukumo. Posible-
mente, el médico pensó que éste era el problema del pequeño, pues a veces los menores las
tocan.
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26 Lourdes de León Pasquel
dijo que no debemos creer cosas del pasado, que por naturaleza trae su gordura y
no tiene nada, que el problema que llevamos como padres era “psicológico”. Sólo
nos dio una lista sobre los periodos de cambio del bebé. Por ejemplo, a qué edad
levanta la cabeza, distinción de colores de su excremento, que hay que hablarle en
una distancia de 20 a 30 centímetros de su oído y otros comentarios. Insistió que el
niño estaba sano, casi casi nos regañó porque estábamos creyendo esas cosas.
Salimos desesperados. Entonces fuimos con una anciana de Zinacantán a que
lo revisara, y de pronto nos dijo que era lot’, esa infección ya la traía desde una se-
mana después de su nacimiento pero poco a poco fue avanzando.
De verdad, si no se le cura [con una curandera], el niño muere, ha habido casos
así (testimonio de AT, Zinacantán, 8 de mayo de 2015).4
Traer a un niño o una niña al mundo representa miradas diversas sobre el embara
zo, el parto, la crianza, la salud, la formación y la educación, todas éstas permeadas
por cuerpos de conocimientos, principios, preceptos y marcos morales asociados a
prácticas de pertinencia cultural. Este conjunto integrado de saberes parentales
ha sido llamado etnoteorías parentales por los psicólogos del desarrollo y algunos
antropólogos (LeVine, Miller y Maxwell, 1988; Harkness y Super, 1992; 1996;
2006; LeVine et al., 1994; Gaskins, 1999; 2006; Rogoff, 2003; Gottlieb, 2004;
Keller, 2007; Gaskins y Paradise, 2010; Lancy, 2010; Harkness et al., 2015), o
bien, teorías parentales o teorías locales de la socialización infantil, por los an
tropólogos lingüistas (Ochs y Schieffelin, 1984; 2012; De León, 2005; Pfeiler,
2007, Paugh, 2012; Ochs y Kremer-Sadlik, 2013; Goodwin y Cekaite, 2018). El
planteamiento es que cada cultura opera con sus propios parámetros, los cuales
le dan congruencia a las prácticas cotidianas que socializan a la niñez.
La crianza de los infantes, por lo tanto, no responde sólo a la reproducción
biológica de la especie. En realidad, la adaptación cultural es milenaria, por lo
tanto, los humanos somos “biológicamente culturales” (Rogoff, 2003: 63).
Esta perspectiva de investigación subraya que la cultura es inherente al desa
rrollo de la infancia y revela los peligros del etnocentrismo y de los modelos de
déficit en su socialización. En consecuencia, el desarrollo infantil no es de tipo
lineal sino que sigue muchas rutas posibles. El estudio clásico de Elinor Ochs y
Bambi B. Schieffelin (1984), titulado “Adquisición del lenguaje y socialización:
6 Sara Harkness et al. (2015) proponen una alternativa a los modelos categoriales o dimensio-
nales y optan por agrupar modelos por las similitudes que comparten en varios dominios, en
zonas definidas por lazos geográficos o históricos.
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 29
7 “Niñas, niños y adolescentes que pertenezcan a un grupo indígena tienen derecho a disfrutar
libremente de su lengua, cultura, usos, costumbres, religión, recursos y formas específicas
de organización social” (Unicef, s.a.: 20). Véase también el artículo tercero constitucional,
relacionado con el papel de educación en el desarrollo favorable de las facultades humanas,
que implica reconocer y fomentar el desarrollo de los infantes de manera congruente con su
entorno cultural, lingüístico y comunitario (H. Congreso de la Unión, 2016: 4).
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 31
8 Estos libros son un complemento para la comunidades de habla tsotsil y tienen la finalidad
de difundir la investigación y hacerla llegar a los actores y miembros de esta comunidad.
Fueron escritos originalmente en tsotsil.
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 33
Varias de las teorías parentales que se presentan en este libro, de las zonas mixe,
totonaca y ch’ol de la Esperanza, muestran esta estructura bimembre con un an-
tecedente y un consecuente (véanse los capítulos 3, 5 y 6, respectivamente). El
hecho de que un grupo de etnoteorías en diversas lenguas y regiones tenga una
estructura lógica similar indica que éstas constituyen un género discursivo por
sí mismo, cuya función primordial es didáctica. Los contenidos constituyen
cuerpos de saberes que se organizan en diversas temáticas relacionadas con prin-
cipios que rigen la socialización de los niños y las niñas en los niveles físico,
espiritual y moral (véase el capítulo 5).
Nuestra intención no es presentarlas como verdades absolutas y literales,
sino como saberes congruentes que orientan la socialización de los niños y las
niñas de manera reflexiva sobre sus relaciones con los demás y su comporta-
miento apropiado socialmente. Su realidad actual es que devienen de manera
gradual en saberes parcialmente devaluados por otras visiones que se imponen
y entran en conflicto con ellos. En este proceso, los saberes resisten, persisten y
permean, a pesar de la escolarización, la migración y la pérdida de otras prácti-
cas culturales, o son desplazados y olvidados poco a poco. Si están vivos, habrá
un reconocimiento y tendrán vigencia; si no lo están, su documentación se vuel-
ve imperativa como parte de un legado ancestral. Se presentan aquí todavía en
su carácter de documento vivo, que brota de la boca de los padres/madres,10 de
las parteras y curanderas, abuelos y abuelas, madres, padres y hermanitas que cui
dan a los infantes totonacos, mixes, ch’oles y de otros pueblos mesoamericanos
y de los Andes. Las razones para documentarlos son diversas, entre ellas, por su
forma, su contenido y sus evocaciones, pero también, de manera más importan-
te, por su vigencia y fuerza actual en la vida cotidiana de muchas comunidades.
A continuación, se ofrece un panorama de las teorías parentales que susten-
tan la crianza de los infantes en varias geografías y poblaciones.
neses la meten en la mitad de un coco, con flores y dinero ritual, después de la-
varla con agua de flores; luego se cubre el coco con la otra mitad, se envuelve
con una tela y se entierra (Diener, 2000). Entre los mixes de Tlahuitoltepec, se
mete en una olla de barro y se entierra (Martínez Jiménez, 2016; véase el capítu
lo 6). Ésta es una práctica común en otros pueblos de Mesoamérica. Otras prác-
ticas similares se han documentado entre los nahuas (Castañeda-Camey, 1992:
531) y los mayas tsotsiles (Guiteras, 1986: 99), así como en estudios sobre las
parteras de otras regiones del país (Pelcastre et al., 2005: 378-379).
Entre los nahuas y los balineses, la partera y los cuidadores le hablan al in-
fante con un lenguaje elegante que incluye honoríficos.11 En un gran número de
poblaciones muy diversas —desde Bali o los beng de la Costa de Marfil (Gottlieb,
2000) hasta pueblos de Medio Oriente y Mesoamérica—, se les ponen brazaletes
a los infantes para la protección de su espíritu contra el mal de ojo o la brujería.
En muchas de estas comunidades se considera que la persona está constitui-
da por cuerpo, espíritu, y en algunos casos, un ser que lo acompaña —nagual o
chanul—. Entre los mayas de los Altos de Chiapas, por ejemplo, se considera
que el ser humano se compone de cuerpo y de dos entidades anímicas, a saber:
“el ch’ulel, elemento inmortal de la persona, y el chanul o vayijelil, compañero
animal, elemento mortal o inmortal según el contexto; lo que suceda a uno afecta
a los otros. En algunos pocos casos existe también el quibal o nagual, el doble-
animal, cuando el ch’ulel y el chanul de la persona son muy fuertes” (Pitarch,
1996; Page, 2005: 208; De León, 2005). La diversidad, entonces, es vasta e invi-
ta a ser reconocida. Pasemos ahora a mirar con más detenimiento estos saberes
en Mesoamérica.
11 Sobre el uso de honoríficos con infantes y en la zona náhuatl de Tlaxcala, véase Flores Náje
ra, 2010; entre los balineses, véase Diener, 2000.
36 Lourdes de León Pasquel
mientos y prácticas que informan sobre formas de habitar y pertenecer sin im-
plicar necesariamente una homogeneidad generalizada. En Mesoamérica, desde
el centro de México hasta Centroamérica, hay una variedad de etnias y lenguas
que constituyen un mosaico articulado por prácticas compartidas con manifes-
taciones variadas, muchas de las cuales persisten a través de las generaciones.12
A pesar de los desacuerdos sobre cómo caracterizarla como área cultural, es
un hecho que el México del presente hunde sus raíces en esta civilización. Gui-
llermo Bonfil Batalla (1987) lo llamó “el México profundo”, al subrayar que la
presencia de las culturas indígenas, en algunos aspectos, es tan cotidiana que
rara vez se reconoce en ella el largo proceso histórico que hizo posible su huella
en sectores sociales que no se identifican como indígenas. En cuanto a lo que le
da coherencia a esta noción, está, en parte, lo que Alfredo López Austin (1984;
1999) ha denominado “el núcleo duro”, que se refiere, entre otras cosas, a la ar-
ticulación holística de los ámbitos naturales, sociales, morales y espirituales de
la persona en Mesoamérica.
López Austin (1984; 1999) entiende el núcleo duro como el conjunto de ele
mentos que muestran resistencia al cambio histórico. Está constituido por
estructuras, esquemas y elementos que tardan mucho en cambiar y transformar-
se, y cuando lo hacen, la transformación es muy lenta y paulatina. El núcleo duro
estructura y da forma a los elementos nuevos y maleables que se van incorpo-
rando al sistema o cuerpo de saberes y teorías locales llamado “la cosmovisión”.
López Austin introdujo este concepto para explicar las largas continuidades
ideológicas presentes en la historia mesoamericana.
No queda lo que se aprende por la boca, es por el alma que aprendemos. El ch’ulel
lo repite en el corazón, no en el pensamiento, y sólo entonces lo sabe uno hacer.
Cuando uno sueña es el ch’ulel, uno ve las cosas, uno tiene enfermo, se sopla, se
12 Sus límites geográficos generales comprenden del centro al sur del territorio mexicano actual,
así como Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En cuanto a la
antigüedad de las civilizaciones mesoamericanas, éstas datan, aproximadamente, del año
1500 a. C., si se toman como punto de partida los testimonios arqueológicos de la cultura ol
meca.
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 37
reza y por la noche en los sueños, el ch’ulel aprende todo (palabras de un j’ilol, ci-
tado en Guiteras, 1986: 131).
13 Fray Bernardino de Sahagún (1982, 12: 57) comenta que la observación de que “el niño aún
no entiende bien” implica que el espíritu todavía no tiene pleno desarrollo.
38 Lourdes de León Pasquel
sona supone un equilibrio entre cuerpo físico, vida emotiva y ch’ulel, cuyas re-
laciones involucran el orden sociomoral y el orden sobrenatural.
La noción de ch’ulel se traduce como alma pero dista de ser igual a la noción
cristiana, ya que puede residir en el cuerpo pero también perderse, quedarse o
diseminarse en la tierra, el agua, el bosque, a causa de accidentes, brujería, mal
de ojo o enfermedad. Pedro Pitarch (1996), en su estudio del ch’ulel entre los
tzeltales, señala lo siguiente:
De hecho, hay una tensión original entre la fragilidad del cuerpo y la incertidum-
bre de la permanencia del ch’ulel. El ch’ulel está amenazado por la brujería, la
enfermedad, el satil o mal de ojo, los vientos, el susto, el tránsito por lugares
peligrosos y los accidentes. Normalmente, las etnografías de los mayas documen
tan la existencia del ch’ulel en relación con su pérdida y las formas para reesta-
blecerlo por medio de curaciones y rituales.
La fragilidad del ch’ulel y su permanencia en el cuerpo es aún más crítica
en las primeras etapas de vida (De León, 2005).14 Este punto se correlaciona con
la alta mortalidad infantil en los Altos de Chiapas. Se piensa que el ch’ulel de los
recién nacidos puede salirse o escaparse del cuerpo de los infantes con facilidad
(Guiteras, 1986). La madre y los miembros de la familia viven con el temor de
la posible pérdida del ch’ulel, que puede conducir a la muerte del pequeño. Por
esto lo cuidan celosamente, tanto de miradas de extraños como en su tránsito
por la casa y los sitios fuera de casa. Las caídas de los pequeños que aprenden a
caminar producen que “el espíritu se quede en la tierra”. Ésta es la enfermedad
llamada komel, quedarse en la tierra; balamil, tierra; o bien, xi, miedo, susto.
Entre los mayas —y los mesoamericanos en general— se ha documentado
que el desplazamiento del bebé a lugares extraños también puede provocar que
14 Las secciones que siguen, sobre crianza en Zinacantán, Chiapas, se alimentan de De León
(2005).
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 39
se quede algún pedazo de alma y que ésta se pierda en otro lado, lo que puede
causar enfermedad o muerte. Los depósitos de agua y pozos en la casa son es-
pecialmente peligrosos pues atrapan el alma de los infantes con sólo mirarlos.
De esta forma, se les disuade para que no miren ni se acerquen al agua. Asimis-
mo, puede haber lugares “vivos” —k’uxul— en la casa, donde no se debe dormir
o permanecer.
Las caídas y los riesgos de pérdida del alma asociados al susto están aún presen-
tes en toda Mesoamérica, incluso en el México mestizo.
En los estudios en comunidades tsotsiles y tzeltales encontramos varias
menciones sobre el peligro de las caídas en los infantes. En Chenalhó, implica la
pérdida del ch’ulel, por lo que es necesario que después de que ésta ocurra se
establezca una comunicación directa con la tierra y luego se proceda a limpiar
al infante con unas ramas:
Tan pronto como el niño empieza a dar sus primeros pasos tambaleantes los padres
temen una caída, acto que implicaría la posible pérdida de su alma a favor de la
Tierra, que querría conservarla de criada o mocito. Si se cae, la autora de sus días
lo levanta rápidamente, regañándolo […]. Luego se dirige a la Santa Tierra y le su-
plica que perdone al pequeño y no guarde su alma, y cortando tres ramitas del ar-
busto más próximo, las para sobre el niño, comenzando por la mano derecha, la
hace subir por el brazo, le cruza el cuerpo y la hace bajar por la pierna izquierda
haciendo lo mismo del lado opuesto (Guiteras, 1986: 108).
Una madre maya zinacanteca, después de que se cayó su hija pequeña, le da tie-
rra del lugar de la caída y le dice que se la trague:
Procede a escupirle buches de un licor de caña —pox— con el que le limpia sus
extremidades y también le pone sal en la frente y se la da a comer.
Entre los nahuas de Siete Palmas, Ixcatepec, en la Huasteca de Veracruz,
Dominga Cruz Reyes, originaria de esta comunidad, nos cuenta que “cuando un
niño se cae y se asusta lo curan de espanto. Cuando un niño se cae en un pozo,
le ponen lodo del pozo en su cara, también se le hace probar un poco de tierra.
También se le va a dejar algo al pozo como una ofrenda para que el niño que se
cayó no se enferme” (Gutiérrez, 2011: 7).15
La idea de dar tierra del lugar de la caída, documentada entre los tsotsiles y
nahuas, también existe entre los mixes: “en esta cultura si es leve la caída se le
dan tres palmadas en la espalda al niño. Se realizan diversos rituales como dar-
le de comer un poco de tierra en el mismo lugar donde se asustó para restituir el
alma en el cuerpo y que no se quede en el lugar ya que esto causaría enfermedad”
(2011: 12).
En Mitla, Oaxaca, una comunidad con raíces zapotecas pero con alta migra-
ción nacional e internacional, que además es un centro turístico, los rituales para
curar de susto a los infantes y restituir su espíritu todavía se practican. Eder San-
tiago García (2011: 16-18; 2015), originario de esta comunidad, nos cuenta lo que
sigue y comparte su entrevista-conversación con su madre, doña Guadalupe
García, quien reporta haber aprendido este ritual con las parteras. Comienza por
hablar de la necesidad de un ritual que restituya el lastô, corazón del niño, des-
pués de una caída:
Cuando se cura a un niño de susto se dice que éste se asustó en algún lugar y en ese
mismo sitio se quedó su “corazón” lastô, por lo tanto, es necesario llamarlo median-
te un ritual de curación. Existen dos formas de hacerlo, la primera es en el lugar
donde las personas saben que sucedió el susto del niño, en este caso se va a ese lu-
gar y se lleva a cabo este ritual. Cuando no se sabe en dónde fue el susto, el ritual
se realiza en la casa del niño acompañado por su mamá regularmente (2011: 16-18).
15 Todos los testimonios que se presentan aquí, en español, fueron redactados en esta lengua
por los investigadores cuya cita aparece al calce, a menos que se indique lo contrario. La in-
formación se obtuvo en la lengua del investigador.
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 41
“Ven por el camino, por el camino, levántate del sol, levántate del aire, ven aquí
te estamos esperando, ven” (2011: 16-18).
Al terminar la primera parte del ritual de la limpia y la llamada del lastô, la cu-
randera hace “una lectura” del copal quemado para ubicar el lugar preciso en el
que se quedó el lastô del niño o la niña:
Cuando se deja el cántaro y los carrizos, se espera a que el copal deje de quemarse
para ver en dónde se encuentra el lastô “corazón” del pequeño. Cuando esto sucede,
la curandera toma con cuidado el copal, que está caliente, y lo mira cuidadosamen-
te. Después de una observación muy minuciosa se dirige a la madre y le dice lo que
ve en el copal, le describe un lugar en donde se pueden observar, cerros, caminos,
animales u objetos, las razones por las que se asustó el pequeño y el lugar en el que
se encuentra perdido el corazón.
Al terminar la curación se pide que el niño se acueste y descanse, luego se colo-
ca la cubetita que contiene los pétalos de flores en la cabecera de la cama del niño
quien en muchas ocasiones queda profundamente dormido (2011: 16-18).
Hablar de la zona andina implica cubrir una región geográfica amplísima que
incluye los países de Bolivia, Perú, Ecuador y el noroeste de Argentina, en los
que habita una población mayoritariamente quechua y aymara, aparte de otra
diversidad de grupos. No es nuestra intención ahondar en esta región como lo
hemos hecho con Mesoamérica, donde hemos trabajado la mayor parte de los
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 43
16 Este concepto tiene diversas correspondencias con la noción de corazón en otros grupos me-
soamericanos, como los nahuas (López Austin, 1984) y los ch’oles (Vázquez, 2017), entre
otros.
Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 45
para su edad (De Suremain, 2010; Remorini, 2013). Este ritual persiste incluso
en condiciones de migración a entornos urbanos (Chagnollaud, 2013).
En suma, encontramos ciertos paralelismos entre las teorías parentales de
la Mesoamérica actual y las de los quechuas de Bolivia, que aún persisten en el
presente poscolonial en algunas culturas originarias de Indoamérica. Habrá que
indagar esto de manera más sistemática.
Reflexiones finales
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Teorías parentales y nichos de desarrollo infantil 57
Introducción
1 Para más información sobre la gramática del tsotsil, véanse Aissen, 1987; Haviland, 1981; so
bre el tsotsil de Chamula en específico, véase Martínez Pérez, 2016. Los datos que se analizan
en este capítulo corresponden al que se habla en el municipio de San Juan Chamula y que el
Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales (clin) clasifica como bats’i k’op, tsotsil del centro
(inali, 2008).
59
60 Margarita Martínez Pérez
Miguel León Portilla (1991), por ejemplo, refiere que en la cultura náhuatl
se acostumbraba hacer pláticas de padres a hijos, conocidas como huehuetlah
tolli, la palabra antigua. Dichas pláticas consistían en discursos que los abuelos
dirigían a los jóvenes, los maestros a los estudiantes, los padres a los hijos, con
la finalidad de aconsejar y educar de generación en generación. En suma, el hue
huetlahtolli era la palabra de la casa, el consejo y la exhortación para los hijos.
En su discusión sobre el significado de este término, León Portilla (1991) llega a
la conclusión de que se refiere al discurso de los viejos.
De igual manera, en la cultura maya tsotsil contemporánea de la región de
los Altos de Chiapas, entre los tsotsiles de Ichintón, San Juan Chamula, en espe
cífico, vemos que guiar con el mantal, es decir, con consejos, de padres a hijos,
para el lekil kuxlejal o buen vivir, aún está presente en nuestros días.
Con base en estos antecedentes, el presente capítulo tiene como objetivo
explorar y analizar cómo las etnoteorías parentales orientan el proceso de ense-
ñanza de las actividades valoradas en la vida cotidiana de la comunidad tsotsil
de Ichintón para encaminarse hacia el lekil kuxlejal. En particular, se ocupa de
documentar la importancia de los principios sobre la participación y el desarro-
llo de la responsabilidad de los niños o las niñas en las actividades cotidianas, el
papel del mantal —consejos, orientaciones verbales— y de enseñar con las
acciones —demostrar con el ejemplo— como recursos socializadores en la cons
trucción de la persona tsotsil.
Para este fin, el capítulo se organiza en torno al desarrollo de la niñez a tra-
vés del tiempo: desde que un bebé empieza a comunicarse, pasando por el niño
o la niña que durante su desarrollo comienza a participar, hasta el adulto que
desarrolla y construye su vida y destino como persona tsotsil.
El estudio se llevó a cabo en una comunidad maya ubicada en los Altos de Chia-
pas, llamada Ichintón, que pertenece al municipio de San Juan Chamula y cuenta
con 786 habitantes, aproximadamente,2 todos hablantes del tsotsil.
2 Datos obtenidos en la Unidad Médica Rural (umr) de la comunidad de Ichintón, San Juan
Chamula.
Teorías parentales y el mantal 61
La metodología
Los datos para la realización de este artículo provienen de las entrevistas semies-
tructuradas a madres, abuelas y niños y niñas de cinco familias: una focal y cua-
tro complementarias, con niños y niñas de edades comprendidas entre los 2 y
los 12 años. La mayoría de las madres y abuelas eran monolingües en tsotsil;
y los niños y niñas, bilingües en tsotsil y español. Dichas entrevistas se llevaron
a cabo considerando un formato de diálogo entre la investigadora con las madres
de familia y los niños y las niñas. Todas estas pláticas fueron videograbadas y
conducidas en tsotsil, lengua propia de la comunidad, de los colaboradores del
estudio y también de la investigadora.
Asimismo, se registraron en diarios de campo todos los datos obtenidos
mediante las observaciones etnográficas que se llevaron a cabo de 2009 a 2012,
durante la convivencia con las familias del estudio. La transcripción y la codifi-
cación de los datos se hicieron en tsotsil, con su respectiva traducción al español,
con el programa Elan. Las conversaciones trataron varios temas: cómo criar a
los recién nacidos; cómo y a qué edad les emerge el habla a los infantes; las teo-
rías locales de las madres sobre el aprendizaje de la lengua; los sistemas de crian-
za para la socialización de los infantes; los estilos de enseñanza-aprendizaje; la
importancia de la participación de los niños y las niñas en las actividades de
la vida cotidiana; la importancia, o no, del juego dentro del contexto tsotsil.
3 “Parental ethnotheories are cultural models that parents hold regarding children, families,
and themselves as parents […]. The term ‘cultural model’, drawn from cognitive anthropo
logy, indicates an organized set of ideas that are shared by members of a cultural group”
(2006: 3). Véase también Harkness y Super, 1992.
62 Margarita Martínez Pérez
Entre los estudios sobre las teorías locales parentales acerca del cuidado
y la socialización infantil se encuentran las investigaciones sobre las culturas
kaluli y samoa de Papúa Nueva Guinea (Ochs y Schieffelin, 1984; Schieffelin,
1990); la isla Dominica, en el Caribe (Paugh, 2012); los maya-yucatecos (Gas-
kins, 1999), y los maya-tsotsiles zinacantecos (De León, 2005; De León y De la
Torre, 2016), entre otros. En estos estudios se destaca la importancia del enten-
dimiento de las etnoteorías parentales como piezas clave de las estrategias que
los padres utilizan para ayudar a sus hijos a crecer y a convertirse en miembros
adecuados y exitosos de su comunidad (Ochs y Schieffelin, 1984; Schieffelin,
1990; Harkness y Super, 1992; De León, 2005; Paugh, 2012).
En este marco, la exploración y documentación de las teorías locales paren-
tales desde la ideología, concepción y conocimiento de los propios colabora
dores —familias— tsotsiles de San Juan Chamula, nos abre una ventana para
adentrarnos y entender la constelación de principios que rigen la socialización
de la infancia tsotsil del estudio. A su vez, la voz de los propios actores de la co-
munidad orienta y encamina la comprensión de los diferentes procesos de cam-
bio y las distintas prácticas comunicativas que ocurren en los nichos socializa-
dores de los menores de San Juan Chamula.
A continuación, se desarrollan las distintas teorías parentales partiendo de
la adquisición de la lengua materna, el aprendizaje, la participación y el desarro-
llo de responsabilidades en los niños y las niñas para la realización de las ac
tividades cotidianas.
Antes de comenzar a hablar acerca de cómo los niños y las niñas participan y
aprenden a realizar las actividades de su vida cotidiana, es importante conocer
y entender las ideologías que tienen las madres o los cuidadores sobre cómo los
infantes aprenden a hablar y a desarrollar la lengua en una etapa previa a su par-
ticipación y contribución en las actividades de la vida familiar.
Entre los estudios que se han hecho sobre la adquisición del lenguaje entre
los niños y las niñas mayas de los Altos de Chiapas, se encuentra el trabajo de
Lourdes de León Pasquel (2005) acerca de los infantes tsotsiles de Zinacantán.
De León señala que “la palabra me’ ‘mamá’ aparece alrededor del primer año”
(2005: 198). Asimismo, Nancy Modiano (1974: 79), en su estudio sobre los tsot-
Teorías parentales y el mantal 63
siles y tseltales de los Altos de Chiapas, señala que los infantes dan pruebas cla-
ras de comprender el lenguaje y ser capaces de pronunciar algunas palabras hacia
el año de edad.
Ahora pasaremos a conocer la sabiduría y el conocimiento de las abuelas y
madres del estudio.
En las conversaciones con las madres tsotsiles de Ichintón,4 San Juan Cha
mula, todas ellas confirmaron que el balbuceo y la vocalización, como “uku, uku”,
comienza a los seis meses de edad. Al año, los infantes producen sus primeras
palabras, como tot, padre, y me’, madre. De este modo, poco a poco, a medida que
desarrollan sus primeras palabras, se incorporan a ciertas rutinas de interacción.
En esta etapa, se considera que los infantes son protohablantes, dada la gradual
emergencia del infante como interlocutor y participante (De León, 2005):
Ta seis mes-e ja’ li “uku, uku” xie, ta seis mes, mi laje ta añoe “mamí” xi, “papá”
xi, “le’e” xi. K’alaluk ta xlok’ ta año-medio ne, lek xa xlo’ilaj belantik-o, chal xa
“chive’ ” xchi, “ve’ ” xchi. Ja’ jech-o. Ta dos año-e lek xa-o, sk’an xa k’u sk’an sla
jes mansana, turasno, k’usi xkaltik xao. Ja’ jech me ch’iemik un, “chive’, ta jk’an
li’e, jlajes le’e”, xchi xkaltik-o, “va’ ne”5 chil xa k’usi xtal xchonel xkaltik, sk’an xa
la komel stuk-o.
A los seis meses, así “uku, uku” [vocalización], dice a los seis meses; si cumple el
año “mamí” dice, “papá” dice, “mira eso” [demostrativos con apuntamiento], dice.
Cuando ya va cumplir el año y medio, ya habla bien unas cuantas palabras/frases,
“ya quiero comer” dice, “comer” dice. Así es. A los 2 años, ya está bien, ya solicita
lo que quiere comer, manzana, durazno, lo que sea, digamos. Así es como han cre-
cido, “voy a comer”, “quiero comer esto”, digamos que dice “ya mira lo que vienen
a vender”, digamos, que “ya quiere/pide solo” [por sí mismo].6
4 Así como también en las conversaciones con las madres tsotsiles de Huixtán.
5 Va’ ne viene de la expresión ch-av-a’i ne. Está formado por el prefijo ch-, que indica marca
de aspecto incompletivo; el prefijo de segunda persona singular av-; el verbo a’i, oír, sentir,
y el enclítico ne. En el discurso actual, se usa chava’ne y la forma contraída va’ ne. Va’ ne, la
forma contraída, es la que se usa con más frecuencia en el discurso conversacional y funciona
como un conector discursivo, aunque no hay certeza de la traducción adecuada. En ocasiones
funge como un consecutivo, como “entonces”, “por lo tanto”. En otras, parece mantener y
atraer la atención de su interlocutor sobre la conversación.
6 Conversación, madre de la familia Díaz López, 74TSOCHAM_ 00.02.21-00.03.00.
64 Margarita Martínez Pérez
Una vez que los infantes han comenzado a producir sus primeras palabras y a
crecer, la madre incorpora al infante como interlocutor, poco a poco, en las ru-
tinas de interacción, mediante directivos como “mu me xa-ok’ ”, “no vayas a
llorar”; “ta me xachan xanbal ech’el”, “tienes que aprender a ir caminando”; o
bien, mediante rutinas demostrativas, como “k’elo k’usi le’e”, “mira qué es esto”,
según el registro de las interacciones de los infantes tsotsiles de Huixtán (Mar-
tínez Pérez, 2008; 2013; 2014). También, mediante rutinas exhortativas, se les
incorpora en actividades de la vida cotidiana, como “ba jk’eltik chij”, “vamos a
cuidar los borregos”; “chijbat ta karro”, “vamos en carro”, tal como comenta una
de las madres:
Mi ch’i, ch’i xa tal jutuk ne “papí”, xi, “mamí”, xi, “va’ ne” ja jech xch’i, xch’i tal
un, “va’ ne” “mu me xa-ok’, k’elo k’usi le’e xkutik xao, xanavan, ta me xachan
xanabal ech’el, ba jk’eltik chij”, xkutik-o, “chijbat ta karro”, xkut-o, jech k’usi
xkalbetik ech’el, xkaltik-o, “va’ ne”, mi sna’ xa ek ne, “chibat ti ummm [ruido del
carro]” xchi xa –ek-o, “va’ ne” te xchan-o ti xanabal ne, te xchan jlikel ta lo’il-e,
xkaltik ek ne, xlo’ilajik jlikel un.
Si crece, ya creció un poco, “papí”, dice; “mamí”, dice; así es como crece, viene
creciendo; “no vayas a llorar” le decimos, “mira qué es esto” ya le decimos; “tienes
que aprender a ir caminando, vamos a ir a ver borregos, vamos en carro”, le digo.
Así le vamos diciendo; si ya sabe, también dice “voy en ummm [onomatopeya para
carro]”; allí aprende a caminar, allí aprende a comenzar a platicar; digamos también
comienza a platicar/conversar de inmediato.7
“Va’i” “k’ali bik’itik xa xlik jchanubtastik tal-e”, “va’ ” “ ja’ xa te xlik stak’ talel
ek-o”. “Ja’ xa te xlik stak’ talel k’uxi xa xkalbetik”, “va’i” “ jp’el xlik yal tal stot, ta
7 Ibidem, 74TSOCHAM_00.49.00-01.15.00.
Teorías parentales y el mantal 65
sme’ ” xkaltik. Jamuk-e, “va’i” “ta jchanubtastik xa bal, ja’ xa jech xlik xa xchan
talel un, xlik xa jamuk tal ye ne”. “Ja’ me xchantal li k’uxi chijlo’ilaj ne. Ja’ xchan
tal li k’uxi chijlo’ilaje, “va’i” “cha’i xkaltik”. “Xkalbetik, jk’opontik, ja’ xa xlik,
xlik xchan tal-o jech”. Yalel toyol xlik jamuk ye’ ti olol-e. “Dies meses-e, chal xa
papá, ta dies meses, ja’ to ox jech to-o ti papá”. Ja’ te xlik yal, jamuk tal […] ta la
juneb u, ta lajuneb u. “va’i” “ta ja’bil o’lol xkaltik ne, xk’opoj xa, xk’opoj xa”. “Ta
chib a’bil, mal lek chib a’bil une ta xa, ta xa xlo’ilaj, ta xa xlo’ilaj”, pero li’ yane
mo’oj un, naka to ta xk’opoj, naka to, ja’ to, naka to, […] ja’ me ta a’bil o’lol, “va’ ”
mi ta chib a’bil, jatik to. “Oy ta chib a’bil o’lol bal ja’tik to xk’opoj. Oy jech jkot
keremi ta oxib to a’bil lek xlo’ilaj […] jbankilale, ja’ to jech”.
8 Xlik jamuk ye, comienza a abrirse su boca, es una expresión que se usa para referirse al in-
fante que empieza a producir sus primeras palabras, cuando le emerge el habla.
9 Conversación, madre de la familia López López, 79TSOICHAM_00.01.06-04.52.
66 Margarita Martínez Pérez
Las madres tsotsiles de Ichintón mencionan que los infantes aprenden a ha-
blar al escuchar la conversación adulta. Al respecto, una de las madres con la
que se dialogó sostiene lo siguiente:
Sí, los niños aprenden cuando hablamos; allí es donde aprenden. Si no hablamos,
tampoco ellos hablan.10
Vamos a enseñarle, cuando son bebés, digamos; vamos a hablarle, digamos. Le deci-
mos: “¿qué haces?, ¿sí estás bien?”, le decimos, digamos. Cuando son bebés, digamos,
le decimos… “uku, uku”, ya dice. Si ya ve, digamos, mira/escucha/siente, “nene ve”
[con apuntamiento], “míralo”, “mira el pájaro”, “mira el perro, ya vino”, “mira el
gato”, le decimos; ahí va a aprender a platicar/conversar, digamos.11
Ta jchi’intik ta lo’il, k’alal nene, ka’l ta chib u, ta oxib ue ta jchi’intik ta lo’il, k’alal
primero nene aku’ aku’ aku’ xkutik chava’ ne… Ja’ jech, jech xchanik batel ta k’ope,
“ku” xchi chava’, xkopoj li olol ek ne.
Los acompañamos a platicar cuando son nenes [bebés]. Primero, cuando son bebés,
cuando tienen dos meses o a los tres meses, los acompañamos a platicar, les deci-
mos “aku’ aku’ aku’ ”… Así van a ir aprendiendo a hablar. “Ku” [balbuceo] dicen
también. Habla también el bebé.12
Mi ch’i, mi ch’i xa ech’el xkaltik ne, “va’ ne” chanav xa, chil xa k’usi ta jpastik ek
ne, stsak tal si’, k’usi stsak tal, chil chij-abtejkutike, ta xipech’omaj ek, ta xits’iso
maj ek, xi xa ta xal. Mi ch’i, ch’i-ik xa tal jutuk xkaltik ne, xchan xa ech’el, ta x-ab
tejik xa ech’el-o, “va’ ne” mas ta jelavel xkaltik, li’ xa ta 6 año, 7 años ne, “va’ ne”
70 Margarita Martínez Pérez
chibat, xbat xa ta si’uk un, ta xa skuch tal juteb snini vach’ik-o, xchanoj xa me
mantal xch’i chava’ ti olole, jech xkaltik taje.
FOTOGRAFÍA 2.1
Sk’el k’ucha’al chpech’omaj sme’e li unen tsebe, niña observa fijamente
a su madre haciendo pulseras
FOTOGRAFÍA 2.2
Kerem ta skolta svix ta slok’esel spix pats’, niño ayuda a su hermana
a quitarle la envoltura a los tamales de frijol
Claro, aprenden si les enseñas; si no, no. Aunque tú lo hagas, no [va a aprender].
Pero si le enseñaste, “hazlo también”, le dices. Aprenden, aprenden todo lo que les
demuestres. Ellos lo hacen también.14
En este sentido, las madres piensan que el aprendizaje va desde el ch-il, ver/ob-
servar, hasta el chav-ak’-b-ik il-uk, darle a ver, darle a demostrar, para el desa-
rrollo de la actividad misma, hasta el mantal, mandatos, órdenes —de manera
específica, la orientación verbal—, y el ak’ mantal, aconsejar, dar buena crianza.
Todos éstos son elementos que contribuyen al desarrollo de la responsabilidad,
de la autosufiencia y el aprendizaje del niño o la niña.
Por otro lado, si bien la iniciativa del niño o la niña para contribuir y par
ticipar en el abtel, la actividad, comienza desde muy pequeño, la edad es un
indicador fundamental para que empiece a colaborar de manera activa en el tra-
bajo. La opinión de las madres varía mucho al respecto: una señala que cuando
los niños o las niñas ya caminan, ya pueden colaborar y contribuir en las activi
dades; una abuela menciona que desde los 7 años de edad; otras madres dicen que
desde los 8 o 10 años. Esto depende más bien del tipo de actividad y el nivel de
complejidad para realizarla. A continuación, se muestran algunos comentarios:
Xkoltavan li’ ta yut nae, 8 año lek xa, lek xa skoltaot, smes sna, suk’ atraste xkutik,
lek xa, xtojob xa, ta s-ocho año lek xa xtojobik, “umju”, xtojobik xa jech taje, ja’
no’ox mi achanubtas ne, mi ch’abale mu xchanik xtok-o. Ta s-ocho año-e xu’ xa,
spas xa, sk’elan yut snaik ek-o, ja’ to no’ox-o. Ma’ ti xavak’be xa tsots abtele, mi
ja’uk to xu’ yu’un. Te xchanik ta k’unk’un, ja’ no’ox k’unk’un.
Ayudan acá adentro de la casa, a los 8 años ya está bien, ya te ayuda bien: barre su
casa, lava tus trastes. Le decimos, ya está bien. Ya sabe correctamente, a los 8 años
ya saben correctamente, “sí”, ya saben, sólo si les enseñas, si no, no aprenden tam-
poco. A los 8 años ya pueden, ya hacen, miran adentro de sus casas [cuidan/limpian
sus casas], sólo eso. Si ya les das un trabajo duro, todavía no pueden. Ahí van a
aprender poco a poco, solamente poco a poco.15
Aprenden, siente que quiere mirar [desea mirar] cómo vamos a trabajar, si vamos
a bordar, si vamos a trenzar [hacer pulseras]. Es lo que ven/observan. Veo que así
es como aprenden. Quiero mi hilo, ya dicen. Si le damos [el hilo], le damos a mos-
trar, aprenden, lo trenzan. También si bordamos, aprenden si les damos a jugar la
manta, les damos una aguja, lo bordan… Les tenemos que dar a mostrar a que lo vean:
“así”, les dices, “así le haces acá”, les decimos, lo has escuchado. Así van a ir apren-
diendo. Sí aprenden, aprenden a bordar para siempre, entonces les vamos a vender
sus trabajos.16
La oportunidad que tienen los niños y las niñas para explorar pequeñas activi-
dades por medio del juego es igualmente importante, como lo menciona una
madre de familia.
15 Ibidem, 78TSOCHAM_00.45.33-00.46.06.
16 Conversación, madre de la familia Díaz López, 74TSOCHAM_00.05.11-00.05.52.
Teorías parentales y el mantal 75
Ya pe mi mu sna x-abtej ti totil me’ile mu xchan abtel, k’us xa no’ox xchan. Buch’u
no’ox chal avu’un, ch’abal me chava’i. K’alal ava’ jna’tik jutuk k’usi jpastike, ja’
ech xkalbetik li olole, muyuk’ k’usi jpastik jset’uke mu k’usi xchan lek.
Ya, pero si los padres no saben trabajar, [el niño] no va a saber trabajar. ¿Cómo va a
aprender?, ¿quién va a decir por ti?, nadie. Cuando sabemos algo que hacer, así es
como le decimos un poco al niño. Si no sabemos hacer algo, nada bueno aprenderán.17
Otro dato bastante significativo es que el niño o la niña debe aprender desde muy
pequeño, porque cuando ya es grande tomará su propia decisión sobre el camino
de la vida que quiera vivir. Mientras esto no ocurre, es responsabilidad de los
padres contribuir a su desarrollo por medio de la demostración puntual y guiada:
K’alal ch’inik toe ja’ ti xkak’betik no’ox yil xkaltik, k’usuk to no’ox xkak’betik xcha
nik-o ech’el xkaltik ne, mi ch’i’ik xkaltik ne, te xa no’ox snopik xkaltik un, k’usi xa
xu’ ta x-abtejik oe.
Cuando aún son pequeños [los infantes], les vamos a mostrar o dar a que vean [dar
a observar las acciones adultas]. Cualquier cosa les podemos dar a que aprendan.
Cuando crezcan, ellos ya pensarán en qué pueden trabajar.18
En la fotografía 2.3 se muestra a una madre que fríe arroz junto a su hija de 6
años de edad. La niña observa la acción de la madre, y al mismo tiempo, explora
la actividad ayudando. De este modo, al colaborar, desarrolla su habilidad para
FOTOGRAFÍA 2.3
Me’il xch’il arros xchi’uk sk’ox tseb, una madre fríe arroz
y su pequeña hija colabora
Hemos notado que las madres utilizan con frecuencia las expresiones: “mantal,
jpastik ta mantal”, “los mandamos”; “xkak’betik mantal”, “les damos manda-
tos”; “xkaltik mantal”, “les decimos mandatos”; “xkak’betik iluk mantal”, “les
damos a ver/demostrar mandatos”. Pero ¿qué implica y en qué consiste el mantal
para los tsotsiles, y en específico, para el grupo de estudio?
El mantal es una práctica de socialización que se utiliza principalmente con
los niños y las niñas un poco mayores k’alal oy xa xch’ulelik, cuando ya tienen
conciencia/entendimiento/capacidad de raciocinio; y también se aplica entre los
adultos. El mantal es un tipo de guía verbal; es un consejo, una orientación liga-
da a las acciones y actividades valoradas; un complemento importante para la
socialización tsotsil, desde la infancia.
78 Margarita Martínez Pérez
19 Ésta es una de las traducciones que ofrecen los propios hablantes del tsotsil de la comunidad
de estudio, y así ha sido traducido también por los tsotsiles de Zinacantán (Laughlin, 2007).
20 En un estudio sobre los tsotsiles de San Andrés Larráinzar, el término mantal se relaciona
con términos constitucionales y jurídicos (Hernández, 1997: 26).
21 Estas traducciones fueron proporcionadas por otros hablantes de tsotsil, de diferentes varie-
dades lingüísticas y municipios de los Altos de Chiapas, a quienes se consultó por medio de
la red social Facebook.
22 Traducción proveniente del tsotsil huixteco, realizada por mis padres.
23 Traducción propia, y mi aportación a este término.
Teorías parentales y el mantal 79
término mantal se aborda aquí desde este ángulo, como orden y orientaciones
verbales, aunque más adelante veremos que no se reduce únicamente a lo verbal
sino que también se extiende a las acciones.
Una de las abuelas explica la importancia de dar o decir los mandatos, las
órdenes, las orientaciones verbales o consejos:
Ja’ lek xkaltik mantal ne, mu xaval mantal ne, jech simaron amu ol xbat. U’mm,
muyuk’ lek amu ol, mu xch’un mantal, mu simaron spas sbaik, mu xa me xch’unbu
tik chavil. K’el xavil jMoy te to xivulvunkutik xkak’betutik mantal chavil.
Es mejor que digamos mantal; [si] no dices o no das mantal, tu hijo irá a ser un ci-
marrón.24 No estará bien tu hijo, no obedecerá el mantal, se convertirá en un cima-
rrón, ves que ya no nos acepta/obedece. Mira, mi Moy, ahí estamos, hable y hable
diciéndole el mantal; lo estás viendo.25
Se les dice “aprendan a tejer”, van a aprender. Si les decimos “teje”, lo tejen. Es algo
difícil, no queremos tejer… Tal vez es el padre quien le da a mostrar el trabajo, le
va a decir [que] trabajen; “apresúrense, vamos a trabajar”, les decimos cuando no
quieren ir a trabajar. También cuando no quieren, no quieren, ahí ellos ya van a
pensar adónde van a ir.26
24 Cimarrón es ser desobediente, indolente, poco trabajador. Una persona cimarrona es una
persona floja y desobediente, un niño respondón, berrinchudo y sin control.
25 Conversación, abuela de la familia Gómez Luna, 76TSOCHAM_00.45.13-00.45.31.
26 Conversación, madre de la familia Gómez Luna, 77TSOCHAM_00.13.44-00.14.29.
80 Margarita Martínez Pérez
Notamos que tanto mostrar con las acciones, como expusimos en la sección an-
terior, como decir —mantal— son importantes para construir la independencia
y desarrollar la responsabilidad y el ser de un niño o una niña.
En la siguiente conversación, la madre expresa la importancia de decir man
tal, principalmente para advertirles a los niños y las niñas que no incurran en
acciones indebidas:
Naka xkal vu’uni, ja’ mas lek ti xkalbetik mantale, mu spasik ti chopol. Mi jech xa
no’ox xkutantik xtoke muyuk’ lek, pero k’alal mi oy k’usi spas chopole ja to lek k’alal
xkalbetik mu xapas jech le’e, tsotsik xa xkalbetik, lek ono’ox, xkal vu’une.
Yo digo que es mejor que les digamos los mandatos, no hagan nada malo. Si así
nada más los regañamos, no sirve; pero cuando están haciendo algo que no está
bien, es mejor decirles “no hagas así”. Les decimos de manera fuerte, yo digo que
eso está bien.27
Chano me abtel, ja’ ti k’usi jtosukal abtel xa tae, xana’ spasel k’usuk no’ox abtelal,
mu me elek’uk chapas, oyuk no’ox lek akuxlejal
Aprende a trabajar, cualquier trabajo que encuentres, serás capaz de hacer cualquier
oficio, no vayas a robar, que siempre tengas una buena vida.28
No juegues con las jovencitas, si la vas a querer, debe ser en serio, que no sólo jue-
gues con ella.29
¿Cómo los niños y las niñas aprenden el buen vivir o la buena vida?
Creo que nosotras, las madres, les decimos el mandato. Creo que depende de cómo
los padres y las madres les enseñamos. Se les dice los mandatos, se les dice bien.
Cuando realmente ya no obedecen, no entienden/no escuchan lo que les decimos,
les jalamos la oreja, los asustamos [amenazamos]; sólo así [entienden] un poco,
amenazado/asustado va a escuchar [obedecer] el mantal. Pero si no los asustamos
[amenazamos] un poco o nada, quién sabe cómo entenderá, no entenderá, no será
[una persona] correcta. Quién sabe cómo será, no le entrará por ningún lado, no le
entrará [los mandatos] en el oído lo que le decimos. Si los asustamos [amenazamos]
un poco, se espantan [asustan]. Así es, así vi. Así es como lo tengo presente en la
cabeza [en el pensar], de cómo mi padre, mi madre me pegaban cuando no obedecía;
hasta ahí me asustaba. Así es como lo sé, al parecer es así como lo tengo [presente]
en mi corazón.30
Kak’tik mantal, es decir, dar mandatos a los hijos, es importante, pues además
tiene la implicación de que se es una buena madre o un buen padre. Kalbetik
mantal implica decir las cosas de buena manera, explicarles, orientar a los hijos,
darles consejos. Sin embargo, cuando los menores no obedecen el mantal que le
da el adulto, entonces es necesario regañarlo, y en ocasiones, es necesario el cas-
tigo físico. Sin embargo, cabe aclarar que cuando se habla de castigo físico, en
realidad se hace referencia a toda una forma de pensamiento, a una ideología al
respecto. El castigo, en este caso, no se relaciona para nada con la violencia. De
hecho, el uso del castigo tiene que ver más con la provocación de un susto; por
lo mismo, no se usa cualquier objeto ni se le pega al niño o niña en cualquier
parte del cuerpo. Además, este tipo de castigos únicamente está dirigido a niños
y niñas mayores, que ya tienen conciencia de sus actos; es decir, a quienes ya les
emergió el ch’ulel, el alma, el entendimiento, la capacidad de raciocinio.
A continuación, pasaremos a discernir por qué, dónde y con qué se asusta
a los niños y a las niñas. Uno de los castigos que se emplea es el uso de la vara
en las nalgas:
Ta xkabetik no’ox vach’ liii, li’ xkaltik [en la parte trasera] nan, mi xamajbe la sjol,
mi buyuk no’oxe ja’ la ti ta sok la snopben-e xi’ik, ta la sok snopben xi’ik.
Tal vez le damos una varita [castigo físico], sólo que tiene que ser acá [la madre
señala las nalgas de su hija]. Si le pegas en la cabeza, si le pegas donde quieras, di-
cen que le descompones su pensar, dicen que le descompones su pensar.31
Otra de las madres comenta que cuando un niño o niña ha rebasado los lí-
mites de la desobediencia, puede haber otro tipo de castigos físicos:
Ati chalik xka’ ono’ox xkaltike, mi tsots xa no’ox lavak’be ti yijil te’ mu xa xtun, sk’an
la ti k’usi lek jmajtik ti chalike, vach’ la, jich’il vach la, jts’ijbetik ta yok, ja’ to te
xu’, ta yok, xi’ik no’ox xi. Yan vu’uni, jnitbetik, oy jnitbe jmu kerem mu xch’un leke,
jnitbe sjole, ma’uk xchikin, li’i, vi[…], es que yik’al xmak xchikin la mi tsots
jxach’betike, chalik ne, pere mu jna’ mi jech ek ne. Mu me xa xach’be tsots xchiki
ne, oy me ali xmaklan xchikinik mi tsots jxach’betike, xi’ik chava’.
Recuerdo que dicen, si les pegamos con un palo fuerte, no está bien. Para que le
peguemos bien, dicen, con una vara, una vara delgada, le damos en el pie. Eso sí se
puede, en el pie; sólo eso, dicen. En cambio, yo le jalo a mi hijo, le jalo [señala la
patilla] cuando no obedece bien, le jalo el cabello [en la patilla], no su oreja, mira
acá [muestra la acción], […] porque tal vez se le tape el oído si le jalamos las orejas,
dicen. Pero no sé si también es verdad. No le vayas a jalar fuerte la oreja, se le ta-
parán los oídos si les jalamos fuerte, dicen.32
Cuando los padres regañan o castigan físicamente a los niños y las niñas sin
haber dado antes el mantal, la guía verbal y con acciones, no se les considera
buenos padres. Ser un buen padre o una buena madre implica primero saber de-
cir, saber hacer y saber dar el mantal, tal como lo destaca una de las niñas cuan-
do nos habla sobre el valor y la importancia del mantal:
Lek, ja’ jbijumtaseltik, yu’un me ja’ kich’eltik ta muk’, kich’eltik ta k’ux. K’alal chalbu
kutik mantale, ja’ sk’anik ti lek jkuxlejaltike, lek jch’ieltike, ja’ sk’anik ti lej chijk’opo
jotike, ja’ sk’anik ti mu jch’ay jbatik ta pox, mu ch’ayjbatik ta chopol kuxlejal, mu
xij-elk’aj.
Es bueno, es nuestra sabiduría, que nos quieren y nos aprecian. Cuando nos dan
consejos, es porque quieren nuestro buen vivir, que crezcamos con bien, quieren
que sepamos hablar bien, quieren que no nos perdamos en el alcohol, que no nos per
damos en la mala vida, que no robemos.33
Ti mas jba’el, ja jech ti ox oxvots ti tas ch’o jech li’e, tas ch’o. Ja’ ti stase, stas ch’o,
stas. Va’un, sa’ xa jech jun b’in chak li’, bik’itik bin [señala un vaso].[…] Jech sne
ne bin. Suk xi ochel li tas ch’o une, ta jtijanbetik jutuk sk’ak’alil vi, tij xi sk’ak’alil
tas ch’o ne, stik xi ochel oxib oxib ich ne, oxib, ox oxpich’, ox pich’, oxvol, k’ux-en
ti tas ch’o ne, oxkot ich. K’alal mi te xatik’il ich, mi tsak tal jutuk li ich ne, jutuk
no’ox, mu masuk ep ti tas ch’oe. Xi xi smaaaaakel, ochel ta ye’, ochel ta sni’, pero
ta xlok’ ti slikoke, mi och ta sni’ li ich e ta xlok’. Mi lok’ tal ti slikok ne, ti sim une,
ja’ la me skoreja, ja’ me, ja’ me jech te xjam ti xchikine. Skoj ti mu xch’unike, skoj ti
mi albatik mantal yu’un sme’ike puro tak’avel. Paso me li’e mi xi’e, “paso” xi, yu’un
jech ta xal li’ jun kereme yu’un xkalbetik oe, pe mu bu la jpasbekutik jech.
Anteriormente con tres, tres bolas de nido de rata; así, nido de rata. Es el nido de la
rata, el nido. Se busca una olla como ésta [señala un vaso]. […] Así, una ollita pe-
queña. Se le mete el nido de rata [adentro de la olla], le prendemos fuego, se le pren-
de fuego al nido de rata [dentro de la olla], se le mete tres, tres chiles, tres, tres bolas,
tres bolas, tres bolas de nido de rata y tres chiles. Cuando ya está adentro el chile y
está prendido con un poco de fuego, un poco, no mucho, así se le tapa [para que
inhale el niño o la niña], se le mete en la nariz y la boca, pero le sale la saliva. Si el
chile le entró en la nariz, le sale el moco. Si le sale la saliva y el moco, le sale el co-
raje. Así es, así es como se le abren las orejas [para que sean obedientes]. La razón
o motivo [de esta práctica] es cuando se les manda, se les dan órdenes, orientaciones
por sus madres y ellos son respondones. “Haz esto”, si les dicen, ellos responden
“hazlo tú”. Así responde este chamaco [señala a su hijo] cuando le decimos algo,
pero no le hicimos así [no le dimos chile].34
34 Entrevista con Maruch Méndez, mujer tsotsil, K’atixtik, San Juan Chamula, 82TSOCHAM_
00.14.00-00.02.14.
35 El número tres es sagrado entre los mayas antiguos y aún lo es entre los mayas contemporá-
neos; refiere a los tres niveles del universo: el inframundo, el plano terrestre y el celestial.
Este tema será tratado en otra investigación.
86 Margarita Martínez Pérez
Jech ali jun ali jsobrino xtok, ali te ta na, pere yijil vinik xa, pere yu’un ono’ox lek
ibat jutuk. Oxib belta laj yich’ li ich-e. Ta primero laj yak’bik yaile, ja’ ti yu’un toj
tu: pere yu’un na’tik k’ucha’al stoy sba tajek. Mi avak’be sve’el sjip, mi la sjipe chi
ve’, “aaay, chive’ ” xchi xtok. Mi ak’bat tal sve’el xtoke, sjip, ta svok’ li sets’e. Mi laj
t’ajbat ech’el majel ne, slok’ li sk’u, slok’ li svex-e, jeche xa balalij ta banamil, sjop
tal li lume, svajbe li sme’e. Chopol keeerem, li kerem, pere yu’un jujun, toj pak’al
xa’isba ti kereme yu’un jun. Ja’ oy vakib ti tsebetike, naka tseb, jun tal li kereme.
Peeere toj toj chopol, xchi ti yayil ne, ja’ ti sme’e snitbe ti xchikin ne. St’ajbe te’,
chak’be vach’o sjisbe. Bueno laj yil ti yayil ne, “mu xu’” xi. “Mi atuch’be li xchi
kine ta x-ipaj li xchikine, xmak li xchikine, mas xa xbolib o, mas mejor ak’bo ich”.
Primeroe ali sk’asbe xch’ut xkaltik ich li xi vi, skitsbe ta anil xi’ee, mu xa’i. Jech-o
tal no’ox xchi’bal belta xtok. Ali mas xa ep, ep iyak’be jutuk, stsakojbe xa li’e [se
ñala la cabeza y la cabellera], mu xa’i. Ta yoxibal belta ne lakanbil xa li ich-e, la
slakan ta nene bin, oxkot li ich-e, lakanbil xa, tok’on lek xa li nene ich-e, stsak be
li ich une, k’alal, laj jtsak ek, vu’un jtsakojbe li yok-e. Oy jun svixe, ja’ smich’ojbe li
sk’obe, ja’ stsakojbe li snuk’-e, lik sjuch’be li ich-e. Ep ibat un, pere ep ilok’ tal jmoj
sime, toj ech no’ox lok’ tal ti slikok-e, ti sim-e […]. Laj xchan, laj un, laj. J-al man
tal jutuk un, lek ibat un, oy srazooon, ilaj xa spas abtel. Lek ono’ox jutuk ta ich-e,
ja’ jeche ti puru majel, puru majel. Jech smantal ti totil me’il laj yalik mantale, mu
sk’anik ta jmajtik ta te’ xi, ali mi jnit xi, oy me xi snitbik tajek ti xchikinike, mu xtun,
ta x-avan li xchikine, x-avan li xchikine, xmak, sok xa sjol, sok-o jech avole, xi.
Así, mi sobrino, ahí en la casa, ahora ya es un hombre, ahora ya creció bien. Tres
veces le dieron chile. Primero, le dieron picante; pero no entendía su comportamien-
to, era bien creído. Si le das comida, la tira. Si tira la comida, dice “ay, quiero co-
mer”. Si le das de nuevo la comida, la tira, quiebra el plato. Si le pegan, se quita la
ropa, se quita el pantalón y se tira en el suelo, recoge un puñado de tierra y se
la espolvorea a su madre. El chamaco no está bien, es el único hijo varón, se siente
único el chamaco. Tiene seis hermanas, él es el único hijo varón, puras niñas. La
madre le jala la oreja [representa jalón de oreja], le pega con un palo, busca una va-
rita y le da. Nos platican que cuando la abuela vio todo eso comentó que no se podía
seguir así: “si le pegas, más se echará a perder; si le jalas la oreja, se va a enfermar
del oído, puede quedar sordo, se volverá más tonto; mejor dale chile”. El proceso
para este castigo es primero partir a la mitad el chile y pasárselo por los labios del
Teorías parentales y el mantal 87
niño; si no entiende y sigue igual, se le aplica por segunda vez poniendo un poco
más; si no obedeció, viene la tercera vez; pero en esta ocasión se hierven tres chiles
en una pequeña ollita; ya hervidos y bien cocidos, se toma al niño agarrándole de
los pies, las manos, la nuca, y se le refriegan en la boca; en este caso ya se le echa
bastante […]. Ahora ese niño ya es consejero [quien da los mandatos], razona muy
bien y ya hasta ha tenido cargos como autoridad. La reflexión que continúa haciendo
la abuela para este caso es que es mejor un poco de chile y no nada más puro golpe
que no sirve. Así son las orientaciones [mantal] de los padres y madres; quienes las
han dado, no quieren que a los niños se les pegue con el palo o se les jale las orejas
demasiado fuerte, pues eso no sirve, “les va a doler y puede enloquecerlos, de ese
modo se echa a perder a un hijo”.36
Antes de que a un menor se le den a inhalar los tres chiles quemados, se le hace
una ceremonia que consiste en ofrecer velas y rezos para que el señor interceda
por la salud del menor, en caso de que se trate de un asunto emocional, con la
finalidad de que la actitud del menor mejore (véase la fotografía 2.4).
Esta ceremonia de curación es para sanar el ch’ulel de los pequeños, para
controlar su desobediencia y para que cambie su actitud perezosa, que pudo ha-
ber sido originada por factores externos, ajenos al menor, y no necesariamente
por decisión propia. Sin embargo, cuando esto no es suficiente y los niños o las
niñas no muestran indicios de un cambio, entonces se entiende que no tienen la
intención de contribuir, de participar y colaborar, y se les obliga a inhalar los tres
chiles quemados.
La práctica de castigar a un niño o niña desobediente y perezoso ha sido re-
gistrada también entre los matsigenkas del Perú. En este grupo cultural se suelen
narrar cuentos sobre animales, plantas y otros agentes que se utilizan para cas-
tigar a los perezosos, tacaños y enojones. Si las amenazas expresadas mediante
las narraciones no son suficientes para cambiar la actitud de un pequeño, se re-
curre a otras acciones, como bañarlo en agua caliente o frotarle una planta que
pica y produce mucho ardor; en ocasiones, hasta se recurre a la humillación pú-
blica (Ochs e Izquierdo, 2009).
36 Entrevista con Maruch Méndez, mujer tsotsil, K’atixtik, San Juan Chamula, 82TSOCHAM_
00.02.32- 07.25.
88 Margarita Martínez Pérez
FOTOGRAFÍA 2.4
K’oxetik ak’batik snichimal skoj mu xch’unik mantal, curación
para los niños y las niñas que no obedecen los mandatos
En suma, en esta sección mostramos la importancia del papel que juega el man
tal como práctica de socialización. A partir de la voz y la experiencia de las ma-
dres y abuelas, sabemos lo que implica que una madre o un padre no sepa darle
o decirle los mandatos a sus hijos e hijas, pues ser un buen padre o una buena
madre significa saber dar y decir el mantal; es decir, saberlos guiar y orientar. Dar
y decir mantal no sólo es guiar verbalmente, también es guiar con acciones.
Conclusión
CUADRO 2.1
Resumen de conceptos eje de la etnoteoría tsotsil
Aproximaciones al español,
Tsotsil metacomentario
ch-il
icp-ver Observación puntual
“lo observa”
x-k-ak’-b-etik il-el-uk un
nt-a1-dar-apl-pl mirar-nf pas-irr encl Demostración general
“le damos a mirar”
x-k-ak’-b-etik mantal,
nt-a1-dar-apl-pl consejos Orientación verbal
“le damos consejos”
j-pas-tik ta mantal
a1-hacer-pl prep consejos Hacer para aprender (educar)
“los mandamos”
Chan-ub-tas-el
aprender-instr-caus-nom Enseñanza
“enseñanza”
x-k-ak’-b-etik x-chan-ik
nt-a1-dar-apl-plnt-aprender-pl Aprendizaje causado por el adulto
“le damos a enseñar”
j-chan-ub-tas-tik
agt-aprender-instr-caus-pl Les enseñamos
“les enseñamos”
(Continúa)
Teorías parentales y el mantal 91
CUADRO 2.1
Resumen de conceptos eje de la etnoteoría tsotsil
Aproximaciones al español,
Tsotsil metacomentario
a1, a3 = marca del juego a (prefijo ergativo o posesivo) de la primera, segunda y tercera per
sona, agt = agente, adv = adverbio, apl = aplicativo, caus = causativo, cond = condicional,
encl = enclítico, deic = deíctico, inc = incompletivo, instr = instrumento, irr = irrealis,
nom =, nt = neutro, a1 =, nf pas = no-finito pasivo, pl = plural, prep = preposición.
Fuente: Elaboración propia.
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3. Lakpusik’al, nuestro corazón.
Teorías parentales del desarrollo infantil y el aprendizaje
en la comunidad ch’ol de La Esperanza, Chiapas
Ñaxambä kpäk’ixim
Kojaxtyo tsa’ kpäk’ä jiñi ixim, yik’oty kojaxtyo tsa’ kcha’le bajañ e’tyel yik’oty ki
chañ. Tyijikñajax yila che’ ya’ jk’otyeli kome tsa’ ksube cha’añ yälojach tsa’ kña’tya
majlel. Jiñi kichañ tsa’ itsepe kpäk’ojib cha’añ mi jk’äñ tyi pak’. Tsa’ isu’beyoñ
cha’añ mi kñochtyañ majlel cha’an uts’aty tsolokña mi kxäñ majlelojoñ. Che’
ma’añik woli kmejlel woli yilañ tsa’ ityik’iyoñ tyi uts’aytbä ty’añ, tsa’ isu’beyoñtyak
bajche’ tsa’ päsbentyi che’ ch’och’oktyo. Yik’oty tsa’ isubeyoñ isujmlel jiñi
lakpäk’ojib, jiñ abi yejtyal ixim; mi tsa’ abi lakñol ak’ä tyi lum o mi tsa’ abi lakyä
sa, che’ abi yila sam jiñi ixim, muk’ abi iyajle ja’el.
Che’ mi jkäytyä majlel tyi pak’, mi ikotyañoñ majlel jiñi kichañ, mi itsol ch’äm
majlel wolibä kpäk’ majlel, jiñtyo mi kcha’ ktyaje’. Baki junya tsa’äch käsiyi, jiñ
che’ tsa’ ichokoyoñ majlel tyi pamxajlelol cha’añ muk’ix klajolontyesañ majlel aj
kp’äklojoñi. A joñoñi tsajax kwawats päk’ä majlel; mi käl tsa’ iña’tya cha’añ mach
tyojik woli kmel, tsa’ letsi tyi ora ya’ baki añoñi, tsa’ kaji ityoj’esañ majlel. Tsa’
isu’beyoñ che’ jiñi: “muk’ix iwajleñoñobla aj ch’e mach tyojik mi laktsol majleli,
muk’ix yälob, majkibä alob tsa’ imele aj ili, che’eñ”. Tsa’ kaji icha’ weñ mele’ tyi
utsjach; jixku ajoñoñi, tsa’ kaji kcha’ lok’e majlel aj iximi tsa’ixbä klon päk’ä.
Maxtyo jali tsa’ ipoj subeyoñ cha’añ tsa’äch koli jiñi iximi. Tyijikñajax kpusik’al
che’ jiñi.
Mi primera siembra
Fue la primera vez que sembré maíz, fue también la primera vez que trabajé junto
con mi tío. Lo vi muy contento cuando me vio llegar, le dije que me nació ir a tra-
bajar con él. Mi tío cortó y arregló mi vara para sembrar, me pidió que fuéramos
lado a lado para ir sembrando en filas. Cuando me quedaba, porque no podía seguir
97
98 Bernabé Vázquez Sánchez
Introducción
Entre los mayas de Zinacantán, al referirse a un niño o niña con la expresión “oy
xa xch’ulel”, “ya tiene alma”, se indica que ya muestra entendimiento, discurso
apropiado y responsabilidad social. En esta comunidad, la emergencia de la per-
sona está relacionada con dar señales de tener ch’ulel, alma o entendimiento (De
León, 2005: 39). En la comunidad maya ch’ol de La Esperanza, Chiapas, este
mismo proceso se define como ipasel lakpusik’al, la emergencia de nuestro co-
razón, tema que se explora en este capítulo, para ahondar en su relación con el
desarrollo de la infancia ch’ol en el contexto de las teorías parentales que orien-
tan la socialización y el aprendizaje mediante actividades de pertinencia cultural.
La estructura del capítulo es como sigue: en una primera sección se describe
la comunidad de estudio; a continuación se presentan los principios de sociali
zación relacionados con la participación de los niños y las niñas; después se de-
sarrolla la noción de persona en esta comunidad; en las dos secciones finales se
documenta cómo se concibe el desarrollo infantil de acuerdo con las concepcio-
nes locales de la infancia y el aprendizaje. Al final, se hace una recapitulación
de los puntos centrales del texto.
El estudio
La comunidad de estudio
papel que juegan los cuidadores en este proceso (Schieffelin, 1979; Gaskins,
1999; 2010; De León, 2005; Duranti, Ochs y Schieffelin, 2012; Paugh, 2012).
Diversos estudios acerca de las teorías parentales sobre el crecimiento y
desar rollo de los niños y las niñas han reportado, de manera general, que los
criterios para su valoración se basan en los aspectos motrices, cognoscitivos y
lingüísticos. Por ejemplo, entre los mayas yucatecos, se describe como un “pro-
ceso definido por el desarrollo de habilidades motoras o cognoscitivas tales
como: saber sentarse, pararse, caminar o la capacidad de ingerir ciertos tipos de
alimentos” (Gaskins, citado en De León, 2005: 40).
Las teorías parentales, por su naturaleza cultural, deben ser analizadas como
históricamente situadas y en dinámicas de persistencia y cambio de generación
en generación. Permiten, además, comprender los procesos de reproducción, así
como de cambio lingüístico y cultural (Kulick, 1992; Garrett y Baquedano, 2002).
La comprensión y conocimiento de estas concepciones locales nos ayuda a
adentrarnos en los procesos mediante los cuales los cuidadores diseñan las estra
tegias necesarias para alcanzar las metas de socialización que una comunidad
cultural considera pertinente.
Principios de socialización
La socialización infantil tiene entre sus metas formar a los nuevos miembros
de la comunidad (Gaskins, 1999; 2010; Keyser, 2015). Sobre este tema se han
ocupado los estudios antropológicos, que lo analizan como un proceso interac-
cional entre los miembros adultos, grupos de pares y hermanos, que tiene como
meta integrar a niñas y niños como miembros competentes, capaces de guiar a
otros, en interacción con ellos (Ochs y Schieffelin, 1984; 1986; Ochs, 1988; De
León, 2005).
Esta perspectiva nos conduce a estudiar la vida infantil como una actividad
situada (Gaskins, 1999; 2010; Rogoff et al., 2003). Suzanne Gaskins, en su tra-
bajo sobre la infancia maya yucateca, sugiere que para entender sus procesos de
socialización es indispensable estudiarlos “en el desempeño de sus actividades
cotidianas para observar la unidad del niño en actividad en contexto, que es don-
de se ubica el proceso de desarrolloˮ (2010: 39). En este sentido, propone tres
Lakpusik’al, nuestro corazón 101
En el caso de los niños y las niñas mayas yucatecos, la vida de las familias de la
comunidad está organizada en torno a la primacía de las actividades de los adul-
tos, que giran en torno a la atención de las necesidades cotidianas, en las cuales los
niños y las niñas pueden tener una participación, pero siempre estará regulada
por los adultos. De esta manera, la participación de los niños y las niñas está con
dicionada al principio de la primacía del trabajo adulto (Gaskins, 2010).
Por otro lado, existe un sistema de creencias que enmarca el crecimiento y
desarrollo de los infantes y que da las pautas sobre la manera de criarlos y educar
los. Atendiendo a estas consideraciones, las nociones locales sobre la madura
ción de los infantes son las directrices de las que disponen los adultos para deli-
mitar su participación en las diferentes actividades de la vida cotidiana.
Asimismo, el aprendizaje de los niños y las niñas proviene de su propia mo-
tivación, por ello tienen un margen de independencia amplio para sus propias
actividades. Esto se deriva de la regulación de su participación en el trabajo adul-
to. Al estar limitada, ellos toman sus propias decisiones para buscar a qué dedi-
carse, sin la intervención ni la influencia del cuidador adulto (Gaskins, 2010).
Entonces, tenemos que los tres principios de socialización, aunados al con-
texto en el que se desenvuelven los niños y las niñas, influyen en su desarrollo.
Estos principios funcionan de manera conjunta y simultánea, lo que permite
entender la forma en que se inserta su participación en la vida cotidiana, en su
interacción con los adultos y los grupos de pares.
La noción de persona
6) Doña Juana compara a sus hijas —a partir de la edad y de sus acciones ante un
visitante—:
Ñumeñ añix ipusik’al aj Aurora bajche’ Adelaj.
Aurora ya entiende más que Adela.
Lit. Aurora ya tiene más corazón que Adela.
En estos ejemplos observamos que el corazón se concibe como un ente que cons-
tituye una parte vital, que define a la persona chʼol. Se nace sin corazón, en sentido
metafórico, y éste emerge por sí mismo: “wolix ijulel ipusik’al”, “ya está llegan-
do su corazón”. Pero requiere que los cuidadores lo cultiven: “mi lajk’ele’ majlel”,
“lo vamos guiando”, para que crezca y se desarrolle en la forma esperada.
Un aspecto esencial de la noción de “tener corazónˮ, entre las personas ma-
yores, comprende un término que en chʼol se denomina pʼejw. Éste es el núcleo
que conforma la reciprocidad entre los miembros de la comunidad. Pʼejw es un
eje importante del aprendizaje e implica una noción de persona compartida, re-
cíproca; es el centro de los valores que ha fomentado la fe católica como parte
de los esfuerzos por construir una teología india, que tiene su representación aún
incipiente en lo que llaman “altar mayaˮ.
En la práctica, compartir se traduce en lo siguiente —en palabras de Jere-
mías, diácono de la Iglesia católica local—: “si algún hermano llega a pedirte
algo, no se lo niegues, no digas que no tienes; si tienes aunque sea un poco, tienes
que compartirlo”.2 Compartir, visto desde otro ángulo, lleva al concepto de rique
za, cuya esencia consiste en que “cuando compartes con el hermano, no te em
pobrece; al contrario, te enriquece”.3
La noción de compartir es una forma de vida, un proyecto comunitario tá
cito, algo cotidiano. No proviene de una ideología —por militancia política o
4 Para el caso purépecha, véase Keyser, 2015; para los tsotsiles zinacantecos, véase De León,
2005: 58-63; para el pueblo náhuatl de San Isidro Buen Suceso, véase Flores, 2010.
106 Bernabé Vázquez Sánchez
objetivo de hacer que los infantes participen en las interacciones aunque maxtyo
añobik ipusik’al, todavía no tienen corazón, entendimiento. Sin embargo, se ob-
serva que ya comienzan a interactuar de manera muy activa mediante gestos y
vocalizaciones. En este contexto, “la noción de ‘participante’ permite entender
la presencia del infante en la interacción y comunicación preverbal, antes de la
producción lingüística, y su capacidad de aprender en estructuras participativas
complejas, en donde tiene que trabajar identidades fluctuantes de diversos par-
ticipantes” (De León, 2005: 125).
El periodo que va desde el nacimiento hasta los tres o cuatro meses es el de
mayor fragilidad, porque existe la amenaza de pérdida del ch’ujlel o alma, por
espanto, enfermedades, mal de ojo o males echados. También puede ser “co
mido” por el xtyäk’laya, brujo que se alimenta de los pequeños.5 Por ello, la aten
ción del infante en esta etapa corresponde exclusivamente a la madre y la partera.
Como la madre debe asumir sus responsabilidades en el hogar, le preparan al
menor una hamaca de tela o de costal en la cocina, para tenerlo cerca y vigilado.
Se procura no dejarlo solo. Conforme crece y se fortalece, los cuidados dis
minuyen.
b) Aläl. Este término se aplica a niñas y niños sin distinción. Comprende de
los seis meses a los 3 o 4 años de edad, aproximadamente. En ocasiones, se pro-
longa hasta los 5 años, de acuerdo con el desarrollo motriz que demuestran los
pequeños,6 quienes comienzan a desplazarse arrastrándose y poco a poco inten-
tan pararse apoyándose en los objetos que encuentran, al mismo tiempo que van
desarrollando el habla. Por lo regular, se les improvisa una especie de cerco en
la cocina. Esta etapa, que se caracteriza por gatear, pararse y comenzar a andar,
al tiempo que comienzan a hablar, ha sido reportada con rasgos similares en un
estudio sobre los quechuas (Yapu y Torrico, 2003: 64).
En este periodo de su desarrollo, las hermanas o los parientes cercanos so-
meten a los menores a rutinas de otro estilo. Por ejemplo, la hermana le pasa los
dedos por la boca, le toca la cara con la intención de hacerlo reír o molestarlo,
y no ceja en hacerlo hasta que lo fastidie o alguien la regañe por provocadora.
5 Este peligro se reconoce de manera abierta entre las personas que profesan la fe católica.
Cuando fallece un recién nacido de las otras iglesias, se retoma esta concepción.
6 Este término se utiliza también para expresarle afecto al niño o la niña. Las abuelas suelen
usarlo incluso con los jóvenes.
Lakpusik’al, nuestro corazón 107
FOTOGRAFÍA 3.1
Paco explora su entorno
Es el periodo en que los niños y las niñas comienzan a desarrollar fuerza muscu
lar y alcanzan el dominio motriz para desplazarse.
c) Aläch’ityoñ, aläxch’ok. Aläl, pequeño, funciona como adjetivo que le an-
tecede al nombre, ch’ityoñ para los niños y xch’ok para las niñas; este último
necesita el clasificador nominal x-. En las interacciones cotidianas, se les llama
todavía de manera indistinta para expresarles afecto. Esta etapa comprende des-
de los 4 hasta los 6 o 7 años de edad, cuando el niño o la niña ha desarrollado la
gramática de su lengua y en el transcurso del periodo logrará su dominio: “las
formas ya adquiridas se enriquecen con otras nuevas o se relacionan de manera
más compleja con las ya existentes; los contenidos, por su parte, cobran más
fuerza y profundidad al expandir los significados subyacentes y ampliar el es-
pectro de su uso” (Barriga, 2002: 157). El comportamiento de niños y niñas se
regula en esta etapa conforme a las normas socialmente aceptadas. El deseo de
las niñas de colaborar en las actividades del hogar se acentúa y solicitan inter-
venir para contribuir. De acuerdo con la concepción local, es la edad en que wo
lix ijulel ipusik’al, les comienza a emerger el corazón.
La información de algunas entrevistas nos permite entender cómo los adul-
tos se dan cuenta si a una niña o un niño comienza a emergerle el corazón. Doña
Estela, por ejemplo, manifiesta lo siguiente:
Muk’ix ijak’ chuki mi laksu’beñ, mi woli laktyik’ bajche’; muk’ix ikäy ityäk’lañob
ibäj tyi alas, chu’bätyak’.
Muk’ix ijak’ chuki mi laksu’beñ [...] muk’ix ichämbeñ isujm mi lakña’tyañ che’ jiñi.
Jiñ ja’el aläxch’oki kome muk’ix tsa’ ijak’ mi isubeñtyel chuki mi ipok o mi ik’u[ñ]
ñopix misujel, chuki jachix mi isu’beñtyel imel. Che’ wolix ip’äty-añ majlel ipensar,
iña’tyä’bal pejtyel chuki mi isu’beñtyel chejñ, muk’ix tsa’ ijak’tyak, entonces;
muk’ix ich’ämbeñ isujm yu’bil.
Lakpusik’al, nuestro corazón 109
Ya hacen caso [...] podemos decir entonces que ya entienden. Las niñas ya obedecen
cuando se les dice que laven algo, que barran o cualquier cosa que se les pide que
hagan. Al fortalecerse su entendimiento, cuando se les pide que apoyen, ya obede-
cen, entonces podemos decir que ya entienden.
Otras personas coincidieron con don Manuel y doña Estela al expresar que la
emergencia del corazón se refleja a partir de su reflexividad, obediencia y deseo
de colaboración en algunas actividades de la vida cotidiana. De acuerdo con las
teorías locales, a partir de esta edad los niños y las niñas externan de manera
más activa su deseo de colaborar; es el momento en el que se les debe guiar, y su
contribución en la casa debe estimularse. En ocasiones, se les interrumpe el jue-
go para que realicen alguna actividad.
d) Ch’ityoñ, niño; xch’ok, niña. Esta etapa comienza aproximadamente entre
los 6 o 7 años de edad y culmina hasta los 15 o 16 años. Tanto niñas como niños
contribuyen de manera más formal como compañía en la milpa o el cafetal y
trayendo consigo de regreso productos para el consumo de la familia. Ya han
desarrollado fuerza muscular para resistir largas caminatas por senderos acci-
dentados y pendientes, y se desplazan con mucha precaución con sus pequeñas
cargas.
Aunque aún requieren mucho cuidado, contribuyen a la vida familiar y ellos
mismos le atribuyen valor y significado, tal como lo expresa don Manuel:
Tyijikñatsa’ woli yu’biñ cha’añ añäch chuki woli ikuch tyile; matsa’ wolikix ipäs
cha’añ p’ätyälächix woli yu’biñ tyi ipusik’al.
Se siente contento porque de regreso trae cargando algo [para la familia]; es una ma-
nera de demostrar que ya es capaz de hacer las cosas [ya siente fuerte su corazón].
Che’bä ch’och’okoñtyo maxtyo kujilik pechom, jiñi kmama tsa’ kaji ikäñtyesañoñ
majlel bajche’ yom mi kñope’. Ñaxañ mi kweñ ch’ujch’uj k’ele’ bajche’ muk’ tyi
pechom jiñi kmama; che’ jiñi, mi kaje kloñ nope’ kpechañ ja’el jiñi waj; ma’añik mi
imejlel kpechañ, muk’ jach ixejty’eltyak jiñi waj, ma’añik mi ilok’el iñäk’, che’ jiñi
mi kcha’käye’ kpechañ kome tyajol wolijach klaj-asiñ jiñi sa’. Tyi yambä k’iñ, che’
woli tyi pechom jiñi kmama tsa’ isubeyoñ: “ch’ämä tyilel ak’äb aläl, la’lakpul ila
tyi iñäk’ waj cha’añ mi añope’ pechom, che’eñ”. Muk’äch kjak’e’ ja’el, jajaya muk’
tyi pechom jiñi kmama mi ipulbeñoñtyak jiñi imal k’äbi cha’añ abi mi ilok’el iñäk’
kwa. Che’ jiñi k’uñtye’ k’uñtye’ tsa’ kaji kñope’ majlel, k’älälmeku wäle kujil jiñi
pechom.
Cuando aún era niña no sabía hacer tortillas, mi mamá comenzó a enseñarme poco
a poco cómo debía hacerlas; primero observé intensamente cómo las hacía mi
mamá y luego trataba de practicarlo también; pero no me salían bien; se me hacían
pedazos y no les salía la pancita; entonces dejaba de hacerlas porque pensaba que
solamente estaba desperdiciando la masa. En una ocasión, cuando mi mamá estaba
torteando, me dijo: “hija, trae tus manos, vamos a ‘quemarlas’ para que ya aprendas
a hacer las tortillas”, dijo. Yo le hacía caso; cada vez que mi mamá se ponía a tortear
me quemaba la palma de la mano derecha, me dijo que lo hacía para que ya le sa-
liera la pancita a mis tortillas. Poco a poco fui aprendiendo conforme practicaba.
Ahora sé hacer tortillas (conversación con Paty, Hidalgo, 20 de mayo de 2018).
112 Bernabé Vázquez Sánchez
Las etnoteorías parentales están estrechamente relacionadas con otros aspectos del
entorno cultural del niño. Este ambiente no es una colección fortuita de costumbres,
valores estéticos, interacción interpersonal, situaciones físicas y creencias sobre el
mundo […], juntos constituyen un nicho de desarrollo (Harkness et al., 2010: 68).8
7 “Parental ethnotheories about children as learners provide a foundation for the ways that
parents think about children’s enviroments for learningˮ (Harkness et al., 2010: 16).
8 “Parental ethnotheories are closely related to others aspects if the child’s culturally cons
tructed enviroment. This enviroment is not a random collection of unrelated social customs,
aesthetic values, interpersonal interaction, physical situation, and beliefs about the word
[…] together constitute a development nicheˮ (Harkness et al., 2010: 68).
Lakpusik’al, nuestro corazón 113
a) Mu’tyo kaj iñop, aún va a aprender. Esta locución se utiliza con frecuencia
para referirse al aprendizaje gradual de un menor. De acuerdo con la concepción
local, hay una edad idónea para estimularlos, que comienza alrededor de los 6 o
7 años y coincide con la edad en la que ya demuestran mayor reflexividad. Antes
no, porque no es la prioridad del niño y la niña, kome alasjaxtyo yomob, porque
sólo desean jugar. Aunque mucho antes los estimula un ambiente en el que ven
que los demás colaboran y ellos mismos contribuyen, todavía no se requiere su
apoyo y aún no están aptos para aprender.
Existe un consenso en que ésta es la edad oportuna para que comiencen a
participar en función de su género y para regularles el tiempo destinado al juego.
Esta orientación requiere tanto de la iniciativa del propio niño o niña como de la
motivación de los cuidadores. Esta concepción sobre la edad óptima de los niños
y las niñas para estimular su participación en la actividad adulta es la que guía
a los cuidadores.
b) Che’äch tyilem wäle, a lo mejor vino para eso, nació para eso. Asimismo,
con base en el comportamiento de los hijos, los padres “auguran su vocaciónˮ,
lo que remite a la idea de que su inclinación por determinados trabajos u oficios
no requiere motivación externa sino que los propios infantes lo traen de naci-
miento y conforme crecen lo van manifestando. Cuando llegan a la edad óptima,
ellos por sí mismos buscarán la manera de aprender. Para ilustrar lo anterior, el
caso de las niñas se ajusta muy bien: algunas prefieren estar en casa, colaboran-
do con la mamá, cultivando el huerto; otras prefieren cumplir con diligencia las
actividades escolares. A partir de estas inclinaciones y preferencias, los padres
les reconocen una cierta vocación y un tipo de vida, que no siempre se logra.
c) Che’äch ikoli’bi, así era su abuelo; lajal bajche’ ichuchu’, se parece a la
abuela. Ésta es otra teoría local relacionada con el aprendizaje, que se refiere a
que el temperamento y el carácter se trae de nacimiento o se hereda de algún
familiar de generaciones anteriores. Esta concepción conlleva algunos conoci-
mientos y destrezas que no necesariamente se aprenden, sino que se nace con
ellos. Lo mismo sucede con el temperamento, sea proclive al enojo, la violencia o
la reciprocidad.9 El papel de los cuidadores consiste en prodigarles un ambiente
sano para que se desarrollen las actitudes positivas y se reorienten las negativas
de manera adecuada.
9 En generaciones anteriores, a partir del temperamento de una persona era posible saber cuál
era su nagual.
114 Bernabé Vázquez Sánchez
Otra teoría local sobre el aprendizaje versa sobre lo que acontece entre las
personas adultas, cuando se les revelan conocimientos mediante los sueños —en
particular, formas de curación y especialidades, como rezos—. Como esto no
incumbe a los niños y las niñas, basta con solamente mencionarlo.
A partir de estas tres formas de concebir el aprendizaje, la comunidad con-
sidera que ciertos factores inciden en su falta o retraso. Entre los más comunes,
están las caídas en su primera infancia, las enfermedades mal atendidas o el ha-
berse espantado, lo que lleva a tener consideraciones con el aprendiz.
En este sentido, no hay mejores aprendices. Todos aprenden, de acuerdo con
sus propias capacidades, limitaciones y motivaciones, dentro de un entorno de
afecto y respeto. Por lo mismo, habrá niños y niñas que aprenderán más rápido
que otros, sin que se demerite a los demás. Más bien, a cada uno se le reconoce
su facilidad o dificultad para aprender. Estas diferencias sirven para estimular a
todos los niños y las niñas para crear un sentido de empatía hacia los otros.
Éstas son las representaciones locales de que disponen los cuidadores para
guiar el desarrollo de los hijos —ikosäñtyel lakalo’bilob—. Existe consenso
acerca de que es necesario encaminar su aprendizaje. Sin embargo, en ciertos
aspectos, las representaciones locales contravienen las teorías de aprendizaje
escolarizado, en especial cuando los cuidadores reconocen de manera abierta
que sus hijos o hijas aprenderán en su momento, cuando sientan la necesidad de
aprender. Esta forma de respeto a la agencia del niño o la niña como sujeto que
toma la iniciativa en su propio aprendizaje en ocasiones se considera una falta
de responsabilidad de los padres.
Por otro lado, si bien se destaca la agencia del menor en su aprendizaje, éste
no se dará por sí mismo, sino que requiere la contribución de los cuidadores adul
tos, hermanos o grupo de pares. Al respecto, la comunidad considera cinco ma-
neras para guiar este proceso:
Desde pequeño, cuando aún está chico, ya se le debe decir que no debe hacer tales
cosas. Si no hace caso, se le pega, porque aún siente cuando le pegan. Poco a poco
se le va diciendo. Si se le comienza a decir [recomendar], a los 2 años ya hace caso,
ya puede comprender lo que no debe hacer.
Yom mi lakpäsbeñ cha’añ mi ik’el bajche’ yujil mejlel ame itsep ibäj, ame ilow ibäj. Mi
tsa’ix ik’ele bajche’, muk’ix kaj ibajñe ñope’ imel. Muk’ jaxtsa’ lakweñsubeñ majlel.
Se le debe mostrar cómo hacerlo para que no se corte o se lastime. Una vez que lo ha
observado, ya lo intenta por sí mismo. Después, solamente se le va diciendo cómo.
Tyi uxp’ej jab abi mi ikaj tyi käñtyesäñtyel, mi chu’bä joñtyol woli imel chejñi mi
lakbajbeñ ik’äbi cha’añ mach che’ mi imel. Mi ikaj lakcha’weñsu’beñ che’ ujtyi
lakjats’i, utsix, xlami tyi uk’el: “ma’añik mi atyäl, ame kcha’ jats’ety”, che’tsa’ mi
kaj laksu’beñ.
116 Bernabé Vázquez Sánchez
A los 3 años de edad se debe comenzar a hacerle entender; si está haciendo cosas
indebidas, se le pega en las manos para que no lo vuelva a hacer. Después que se le
haya pegado, se le explica bien [ya sin pegarle]. Cuando ya esté tranquilo y haya
dejado de llorar: “no lo toques [maltrates] porque te vuelvo a pegar”, le decimos.
4) Mi laktyoj’esañ, lo guiamos. Las personas organizan sus ideas con base en los
dominios de su experiencia. Una comunidad eminentemente agrícola toma como
ejemplo el crecimiento de las plantas para ilustrar el desarrollo de los infantes.
Como las plantas, sostiene don Manuel, un niño o niña requieren cuidados para
que nada estorbe su desarrollo, y hace referencia a las plantas de café, a las que
se debe cuidar de las malas hierbas y bejucos que estorban su desarrollo.
Cuando los padres aconsejan, reprenden o le pegan a los niños y las niñas,
es semejante a cuando un campesino le corta los retoños a la planta; lo hace para
que pueda dar fruto abundante. Ésta es una forma de cultivarlos que, en palabras
de don Manuel:
Kome añ jiñi tyojbä mi ikolel jiñi tye’, ity’ojoljax tyi jajmel chejñi, mi ilimkolel. Chañ
mi ikolel, pe mi mach tsa’ akächbe tye’i, mi tsa’ tyili ik’, mi tsa’ rojki, añ mi ixujlel,
añ mi lok’el ibuts, entonces, ya’ ba’ jalixtsa’ mi ikolel, kome añixtsa’ ibuts. Cha’añ
tyoj mi ikolel, ma’añik chuki wol ikäche’ majlel cha’añ tyoj mi ty’ume’ letsel majlel.
Kome che’tsa’ yom mi yälob aj laktyaty lakña’ob aj wajali chejñi. Cha’añ jiñi woli
ityoj’esañ majlel mi yäl cha’añ tyojäch mi iñop majlel ja’el. Cha’añ mach mi ibajñel
mel aj bajche’ yom.
Hay plantas que crecen derecho, se ve, pues, hermoso; en verano crecen frondosos;
crecen muy alto, pero si no le amarraste varas a esas plantas [para que la sostengan
y le sirvan de guía], cuando venga el viento y si se doblan, en ocasiones se quiebran,
luego le salen retoños y por eso ya se desarrollará más lento. Para que crezca recto,
no debe estorbarle nada, para que siga derechito la guía [la vara]. Porque así decían
nuestros padres-madres. De esta manera, ellos los enderezaban conforme crecían
para que aprendan la forma correcta. Para que no hagan lo que les plazca.
sencia se observa sobre todo con los niños y las niñas de alrededor de 4 o 5 años
de edad, cuando presentan dificultades en el manejo de ciertos instrumentos.
Mi imejlel tyi päjyel majlel tyi 6 o 7 año tyi k’uñtyo’o cholel, tyi k’uñ wa’akñiyel pe
maxtyo weñ jalik mi imajlel kome ka’bäljaxtsa’ us o uch’ ja’ chuki mi ityäk’lañ,
wi’ñal. Cha’ wolixtsa’ ibäk’k’ajtyiñ isujtyel, pe k’uñtye’ k’uñtye’ mi iñäm-añ majlel;
kaj ak’el, mi ikuchtyel chuki mi imejlel ikuch, ya sejbä. Añ ja’ ch’ityoñ muk’bä imu
lañ ikuch tyo’o albä, pe maxtyotsa’ mi iläty’e’, jiñtyo mi awäk’eñ ikuch chuki sejbi.
A los 6 o 7 años pueden servir de compañía para ir a la milpa, aunque sea sólo a
pasear, a caminar, pero no por mucho tiempo porque hay muchos mosquitos, mos-
cos que lo molestan y porque le da hambre. También comienza a pedir que ya se
regresen. Poco a poco se va acostumbrando; luego te das cuenta de que comienzan
a cargar cosas que no son pesadas. Aunque hay niños que les gusta cargar cosas
que pesan, pero todavía no las aguantan; se les debe dar a cargar cosas que aún no
sean pesadas.
Con esta mirada a las teorías locales que aportan las personas mayores sobre la
forma adecuada de educar a los hijos, hemos abarcado un amplio espectro sobre
las actividades y los papeles que asumen los participantes en cada caso. Tanto el
experto como el aprendiz tienen una función importante en este proceso, aunque
al final la responsabilidad de aprender recae en el menor. En la expresión k’uñtye’
k’uñtye’ mi iñäm-añ majlel, se habituará poco a poco, se sintetiza la concepción
del papel activo del menor en su calidad de aprendiz, mediante una disciplina que
se impone a sí mismo para cumplir con los requerimientos que lo habilitarán
como miembro competente y autónomo de su comunidad.
118 Bernabé Vázquez Sánchez
Recapitulación
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Lakpusik’al, nuestro corazón 121
Introducción
1 En el campo de la lingüística, tenemos ya una noción de cómo los infantes totonacos se apro-
pian y usan la semántica de determinados conceptos espaciales como parte de su desarrollo
lingüístico. De manera puntual, mi investigación sobre el uso infantil de los verbos de pos-
tura corporal constituye una primera entrada a ese mundo fascinante de la semántica espacial
del totonaco (Tino, 2013). En la misma línea, el trabajo de Faustino Montes Castañeda (2014),
acerca de la adquisición semántica de raíces léxicas topológicas que denotan contacto y sepa
ración, registra el proceso seguido por los infantes totonacos para apropiarse de estas cate-
gorías espaciales, muy ricas en esta lengua en particular.
2 El subrayado es de Carlo Antonio Castro.
123
124 Jorge Tino Antonio
bachiller, sastres, carpinteros, o bien, con otros oficios, que son parte de la vida
del pueblo de Olintla. Debido a las condiciones económicas y de otra naturale
za, la mig ración de los olintecos a las grandes ciudades es también un hecho
constante.
De una u otra forma, la “esencia” totonaca del pueblo de Olintla está ya in-
serta en el mundo global; unas veces se resiste a convivir con él, otras se mezcla
con las prácticas sociales y culturales modernas, lo cual provoca distintas formas
de ser totonaco olinteco.
Con todas esas características, los datos e invocaciones olintecas que aquí
se exponen son producto de una rica tradición oral, así como del conjunto de et-
noteorías totonacas sobre el nacimiento y desarrollo físico y simbólico del infan
te totonaco. Si bien hoy en día dichas invocaciones ya están perdiendo vigencia,
en muchos casos aún son muy importantes para algunos habitantes del pueblo
de Olintla.
El primer registro de algunas invocaciones se consiguió gracias a una pláti-
ca que sostuvimos mi madre y yo con la señora María, médica tradicional ya
finada, quien durante la conversación empezó a relatarnos el complejo ritual que
hacían las parteras “antiguas”. En su memoria todavía estaban presentes algunas
de las invocaciones que su madre, con oficio de partera, decía cuando realizaba
el ritual del levantamiento del infante. En ese momento, las invocaciones que
explicaban de manera simbólica el papel de la partera totonaca y del ser humano
en su infancia en el mundo totonaco llamaron poderosamente mi atención, pero
mi objetivo en ese entonces estaba más enfocado en registrar el cambio y las
continuidades en el oficio de las parteras olintecas, es decir, en documentar su
papel en el marco de la historia contemporánea.
Dada su importancia, me di a la tarea de registrar más invocaciones referen-
tes al oficio de partear. Así, la elección de las parteras y médicas tradicionales
que colaboraron durante la investigación se hizo conforme a los objetivos plan-
teados en mi tesis de licenciatura (Tino, 2002). La prioridad fue dar voz tanto a
las parteras que ya no ejercían el oficio como a las que lo ejercían al momento de
realizar el trabajo de campo, para que relataran sus vivencias y sus significados.
Además, consideré importante seguir la huella de las parteras “antiguas”, y eso
fue posible al entrevistar a dos médicas totonacas, quienes, aunque no fueron
parteras, tuvieron por madres a parteras; ambas tenían muchos conocimientos
al respecto y aún recordaban las invocaciones que sus progenitoras decían cuando
Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 127
existen conceptos que no se ajustan a los del español y muchas veces son difíci-
les de traducir. Realicé la traducción de los textos e invocaciones con la ayuda
de mi madre, Luisa Antonio, y con la colaboración de mis tías, las señoras Flora
y Guadalupe Antonio, bajo un criterio que no desvirtúa lo que las parteras y
demás mujeres relataron sobre el oficio de partear. Opté por su ayuda debido a
que desconozco algunos términos totonacos, y más tratándose de un lenguaje
especializado, como lo es el de las parteras.
En su libro La llegada del alma. Lenguaje, infancia y socialización entre los mayas
de Zinacantán, Lourdes de León Pasquel (2005) apunta que el principio biológico
no es suficiente para definir las distintas infancias y su desarrollo porque…
4 Procedente del modelo de la etnografía del habla, formulada por Hymes, el enfoque de la
comunicación cultural tiene como propósito dar respuesta a las siguientes interrogantes: “¿de
qué modo la comunicación refleja y crea la identidad del grupo de pertenencia? ¿Cómo se
refuerza la pertenencia al grupo por medio del discurso interpersonal? ¿Cómo resuelve la
comunicación las cuestiones relativas a la identidad personal y comunal en situaciones par-
ticulares?” (Van Dijk et al., 2000: 234).
130 Jorge Tino Antonio
tintas funciones que ejercen estas mujeres no se dan al azar, si consideramos que
“los hablantes no pretenden solamente ser personajes diferentes, se convierten
en ellos y son tratados como si lo fuesen; los seres humanos existen en tanto que
seres sociales, precisamente porque son entidades que pueden asumir diferentes
personajes sociales y representar diversos puntos de vista” (Duranti, 2000: 396).
En ese sentido, las parteras son sacerdotisas que juegan diversos papeles discur-
sivos rituales en la construcción de la persona totonaca en su infancia.
Para poner en contexto a las parteras olintecas, comenzaremos por dar un
panorama general acerca de ellas.
Por tal motivo, la gente totonaca utiliza el término makaka’tsiiy para referirse a
la que es hábil y experimentada en su oficio. La expresión está formada por el
morfema corporal maka-, mano, y el verbo ka’tsiiy, sabe, y significa literalmente
“sabe, conoce con las manos”, ya que precisamente esta parte del cuerpo es una
de sus principales herramientas para hacer su tarea; es decir, con sus manos
“soba”, “acomoda” al infante, maniobra durante el parto; además de proporcio-
nar hierbas, hacer el ritual, purificar, etcétera.
Debido a estas características, dentro del abanico de médicos totonacos, las
parteras olintecas eran mujeres muy valoradas por sus vastos conocimientos para
tratar todo lo relacionado con la reproducción, pero también las críticas eran
fuertes si no ejercían bien el oficio. En épocas recientes, ya es muy difícil cons-
tatar, salvo en contadas excepciones, que una partera se ocupe de un parto en el
pueblo de Olintla; su labor se ha restringido a vigilar el embarazo de la gestante
y canalizarla a la Unidad Médica Rural (umr) para su revisión cotidiana, a fin
de que cuando llegue el momento de dar a luz la parturienta sea trasladada al
Hospital Rural del Instituto Mexicano del Seguro Social (imss) que se ubica en
el pueblo de Ixtepec, donde el médico alópata atenderá el parto. Por lo tanto, ya
es imposible que un infante nazca en su propia casa o en la de sus abuelos, como
solía suceder hace algunos años en Olintla. Esta situación provoca que el respe-
to por la labor de la partera, y hacia ella por consiguiente, vaya a menos en la
actualidad. El desplazamiento de su práctica se acentuó con su capacitación, que
fue promovida por personal de la umr. Según el comentario que hizo la docto-
ra en aquel entonces, con la capacitación “mejoraron la atención del embarazo,
parto y puerperio, y además adquirieron la responsabilidad, más que nada, de
que atienden personas”,5 testimonio que deja ver, de cierta forma, la ideología
de los facultativos sobre las parteras adiestradas. En cambio, para las pocas que
no fueron capacitadas, el arte de partear tradicional es mejor que el que practican
las parteras capacitadas, pues su práctica se ve mermada hoy más que nunca por
ésa y otras razones. Sin embargo, la mutilación del oficio no ha hecho desaparecer
a las pocas parteras olintecas que aún ejercen, aunque bajo una modalidad dis-
tinta a la de sus predecesoras.
Es un poco diferente la forma en la que las mujeres dedicadas al arte de
partear adquirían y aún adquieren los conocimientos para afrontar los proble-
mas relacionados con el embarazo, parto y posparto, y por ende, para incorpo-
rarse al grupo de médicos totonacos. Así, unas se inician de manera incidental
y otras heredan el oficio de sus madres o abuelas. Las técnicas empleadas en el
oficio de partear son relativamente diversas; sin embargo, se complementan con
otro tipo de recursos para enfrentar el difícil momento de la llegada de un nue-
vo ser a la tierra.
A pesar de que en cierta forma, y con sus limitaciones, las parteras son las
encargadas de la salud materno-infantil en Olintla, ellas, como mujeres, no están
exentas de las actividades relativas a su género. Su vida cotidiana transcurre en-
tre atender a sus hijos o nietos y limpiar la casa; además, traen leña o cortan café
cuando es la temporada, y ayudan a traer la mazorca, salvo cuando ya son de-
masiado grandes de edad.
Las aqtuqunaniin, las parteras, son, hasta la fecha, por lo regular mujeres
viudas, analfabetas y monolingües en totonaco. Empiezan a ejercer cuando ya
tienen una edad considerable porque “ya tienen el conocimiento en las manos”
para “salvar” a las parturientas, o en todo caso, para “sobar” a las embarazadas.
“Les gustaron mis manos” es la expresión que acuñó una partera para referir que
ha sido aceptada en el pueblo olinteco.
Sin embargo, una partera totonaca en Olintla no sólo tenía —o tiene— que
dominar las técnicas de su oficio y saber de hierbas para hacer su importante
tarea; también era muy necesario que supiera invocar a las divinidades que la
acompañaban en su labor para realizar el ritual del levantamiento del infante cuan-
do terminaba su compromiso en la casa donde había sido solicitada. En el pre-
sente, los rituales e invocaciones se hacen poco, pero aún tienen un peso consi-
derable entre los totonacos guardianes de su cultura y de su lengua.
“Mujer que, sin tener estudios o titulación, ayuda o asiste a la parturienta”, así
define a una partera la Real Academia Española (rae, 2018). Descifrar de esta
forma a la partera totonaca es quedarse muy corto en la exposición de su queha-
cer. La razón es que en el mundo indígena la salud/enfermedad se enmarca en
su cosmovisión y es indisociable de la religión que profesa: “si la medicina tra-
dicional es íntimamente religiosa, los terapeutas también lo son como parte del
pueblo y como especialistas que, en contacto que va de lo natural a lo sobrena-
134 Jorge Tino Antonio
tural, tratan de restablecer la salud de la gente, así como la armonía del cosmos”
(Anzures, 1999: 188). La curación que ofrecen los médicos tradicionales, y por
ende, las parteras, es en extremo religiosa. Esta característica se deriva de los
siguientes medios:
Oculto tras cada actividad del especialista palpita un conjunto de creencias e ideas,
unas predisposiciones filosóficas que entremezclan creencias anímico-corporales;
es decir, una concepción concreta de la persona y del entorno así como de las rela-
ciones establecidas entre ambos. Cuerpo y ecosistema alcanzan un isomorfismo en
el plano conceptual donde sus esencias e interioridades compositivas mantienen
una inestable relación en base a equivalencias anímico-constitutivas. Esta conti-
nuidad entre cuerpo y, llamémosle, el entorno natural posibilita manifestaciones
tales como las técnicas tradicionales de curación totonaca, intervención que regula
las relaciones del continuum persona-naturaleza-cosmos (2010: 29-30).
inseparable de las divinidades, sean éstas nativas o católicas. Sólo así su vida
tiene sentido. Por estas características, se hace necesario ocuparse de la partera
y su oficio en el marco de las etnoteorías y la comunicación cultural, tomando en
cuenta que su papel en la medicina tradicional va más allá de la simple atención
médica, pues se encarga de los ritos de purificación y protección. Las mujeres,
como parteras, al vincular el mundo sagrado y sobrenatural con el mundo terre-
nal, se despegan de su papel tradicional y ganan así una gran autoridad. En la
actualidad, esta cualidad se va perdiendo debido a la mutilación que sufre el ofi-
cio a causa de las políticas públicas en materia de salud.
Para enlazar lo divino con lo terrenal, las parteras emplean una terapéutica
que involucra una doble función. Como médicas tradicionales totonacas, deben
saber “llamar” o “hablar” con los seres sobrenaturales para propiciar su lado
benéfico, puesto que las divinidades totonacas tienen también su parte maléfica
(Ichon, 1973). Su oficio requiere el consentimiento, designio y ayuda de Nat
si’tni’ y Natlaatni’. Estas diosas y dioses son los que hasta ahora se han ocupado
de “enfermar” a las mujeres totonacas, de hacerlas “florecer” y de sanarlas de su
“enfermedad” vía las laktsikan, las viejitas, pues ellas son las mediadoras entre
los humanos y las divinidades.
6 El término Natsi’tni’ quiere decir, literalmente, madres. Doce son las deidades mujeres; por
cierto, muy complejas. Al indagar sobre estas divinidades, me encontré con diferentes res-
puestas. Algunas de las parteras dijeron: “es aquella que manda las flores”; otras: “es nuestra
madre”; unas más: “es la Virgen María”, en su advocación de Guadalupe o de la Inmaculada
Concepción; y en especial, aseveraron: “son las lavanderas [parteras] que antes vivieron en
136 Jorge Tino Antonio
el tiempo”; y algunas otras dijeron: “son las [parteras] que empezaron a lavar primero”. Como
se percibe, no hay unanimidad en cuanto a quién es Natsi’tni’ en particular, pero lo cierto es
que esas divinidades son las patronas de las parteras, y quizá lo más importante, son las dio-
sas madres y creadoras de los totonacos (Ichon, 1973). Natlaatni’ significa, literalmente, pa
dres, deidades de las que escasamente se habla entre los totonacos; sin embargo, son de suma
importancia porque son el complemento de las grandes diosas. Para los totonacos, esas di-
vinidades están constituidas por 12 personajes; son los padres de la humanidad. Por este
motivo, es necesario ofrendarles.
Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 137
lenguaje que le permita enlazar el mundo natural con el mundo divino durante
el ritual del levantamiento de un infante. En este evento participan distintos
oyentes, la mayoría de los cuales casi nunca toman parte activa en él. A conti-
nuación, se ponen a consideración los fragmentos de invocaciones 1 y 2, que se
pronuncian durante el ritual para concluir las labores de la partera en el hogar en
el que fue solicitada:
Chaali o tuu’xama’
¿Mañana o pasado
ni akin nakchaanparayaaw
adónde nosotras llegaremos?
Ni akin naktlaawanparayaaw
¿Adónde nosotras caminaremos?
Ni akin nakinkaaputsaparakanaan
¿Adónde nos buscarán?
Nakanparayaaw
Volveremos a ir,
Naa naktaxtuparayaaw
También nos saldremos,
Nii’antiya naktawilayaaw
No allí nos quedaremos,
2) Chu katlaawantit
Ahora caminen.
Chu katatanpuxtutit
Ahora sálganse.
Akit chaqanáʔ
Yo soy lavandera.
Akit skulinkii’náʔ
Yo soy purificadora.
Qalhakutiy Natsi’tni’
Doce Madres.
Qalhakutiy Natlaatni’
Doce Padres.
Chu natlaawanaaw
Ahora caminaremos.8
7 Entrevista con María †, 4 de septiembre de 1999. Salvo una de ellas, todas las parteras entre
vistadas ya fallecieron. No especifico su edad, que oscilaba entre los 60 y 75 años aproximada
mente, porque no la sabían con exactitud cuando las entrevisté pero también para mantener-
las un tanto en el anonimato, debido al tipo de información que proporcionaron.
8 Entrevista con Carmen †, 12 de noviembre de 1999.
Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 139
9 “El paralelismo combina elementos repetidos idénticos, casi idénticos o sinónimos, el ‘co-
texto’, y elementos contrastivos llamados pares. En su forma más sencilla, la estructura pa-
ralelística se define por el contraste entre dos términos diferentes anclados en un cotexto
idéntico o similarmente repetido” (Monod y Becquey, 2008: 113).
140 Jorge Tino Antonio
de su lengua para involucrar en el ritual oral tanto a los destinatarios —las dei-
dades— como a los oyentes —los progenitores, familiares e invitados—.
Además, por medio del ritual oral, las parteras informan a los oyentes acer-
ca de su incertidumbre respecto de hacer bien las cosas, siempre en presencia de
las divinidades y con su ayuda. En este tipo de comunicación cultural es de sumo
interés poner de relieve la manera en la que las parteras meditan, mediante inte-
rrogantes, sobre sí mismas y su encomienda en el mundo totonaco, sin dejar de
lado el sentido mismo de la vida de la mujer y el hombre en su infancia. Asimis-
mo, ante sus oyentes y destinatarios se muestran como sacerdotisas, como inter-
mediarias entre los seres humanos y las divinidades, pues tienen la tarea de pu-
rificar al neonato, a la madre y a la tierra donde nació la criatura, y propiciar el
crecimiento simbólico del infante totonaco.
En suma, la labor de las parteras significa caminar, para no quedarse en un
solo lugar, para ir adonde la voluntad y el deseo de los dioses y diosas se hace
presente de nuevo. Para que ese propósito se manifieste en el mundo terrenal, es
necesario que las parteras actúen de buena gana allí donde se les solicita. Es de-
cir, la práctica del oficio conlleva una moral aceptada y comprometida.
tra precisamente este cometido en los ejemplos de las invocaciones de las parte-
ras que he seleccionado.
El embarazo
klakawii kiliichaqanat
tengo pendiente lo que lavaré,
Niinaktamaamaaxaniy.
No me pondré en vergüenza.
Niinaktaaqsan Puchináʔ
No hablarán de mí, Dios.
Chu liipaaxuwa’.
Ahora [es] alegría.
Tlaan kapaqlhi.
Que brote bien.
Tlaan kaxanalh.
Que florezca bien.
Tlaan kaksaklhi.
Que yo la levante bien.
Tlaan kakchu’kulh.
Que yo la corte bien.
la encargada de madurar o comerse “la flor”. Las parteras suelen invocarla por
este motivo —al menos así lo hacían las que ya abandonaron el oficio—, con el
propósito de que el astro-dios no malforme el producto y lo madure bien, como
se aprecia en la siguiente invocación:
liipaaxuwa’,
alegría,
liilaqatit.
bonita.
kamaaka’tlalh.
que la madure.
Niikaliiqamaananti.
No la juegues.
Chu kastaklhi,
Ahora que crezca,
chu kaka’tlalh,
ahora que madure,
liiwana kamaaka’tlii’.
madúralo bien.
Wix maastaanii’ta’,
Tú lo diste,
13 En totonaco la luna tiene género masculino, pero en la traducción al español, usamos el gé-
nero femenino.
146 Jorge Tino Antonio
Chu nastaka,
Ahora crecerá,
chu natlankan.
ahora será grande.
Liiwana kamaaka’tlii’.
Madúralo muy bien.14
solicitaban sus servicios, que había sido acordado de manera previa, e invocaba
a las divinidades:
7) Wix kimpuchináʔ,
Tú eres mi Dios,
kintlaatika’n.
nuestro Padre.
Kinqalhakutiy Natsi’tni’,
Mis Doce Madres,
kinqalhakutiy Natlaatni’,
mis Doce Padres,
puxumutaati’,
veinticuatro,
…anta ni kimputsamaakah,
…allí donde me están buscando,
nakstaala,
seguiré,
naklaqachixkuwii’nan.
obedeceré.
Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 149
8) Qalhakutiy Natsi’tni’,
Doce Madres,
qalhakutiy Natlaatni’,
doce Padres,
puxumutaati’
veinticuatro.
Tlaan kiiliimaakah.
Me están llevando bien.
Kstaalamaah,
Lo estoy siguiendo,
Dios ka’tsiiy,
Dios sabe,
16 Ibidem.
Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 151
kamaqlhtipara cho.
quítasela otra vez ahora.
María Concepción…
María del Rosario…
laantla maaxkii’lh,
como se la dio,
laantla liikaaxtlawalh,
como la preparó,
nakmaakii’y,
la levantaré,
nakchaqaay,
la lavaré,
nakskulinkii’y
y la purificaré.17
Como hemos visto en las otras invocaciones, el paralelismo también está muy
presente en la invocación 9. Aquí, las bases verbales maaxkii’-, se lo da, y kaaxt
lawa-, lo prepara, se complementan para aludir al bebé momentos antes de nacer;
mientras que en el otro par, los nombres tsi’, madre, y tlaat, padre, están en opo-
sición. Incluso encontramos un cuádruple en el que se hace referencia a la labor
de la partera con las siguientes bases verbales: sikii’, lo levanta; maakii’, lo le-
vanta; chaqaa-, lo lava, y skulinkii’-, lo purifica. En el marco de la cosmovisión
totonaca, las palabras de Dolores —por cierto, ya sacralizadas— ponen en evi-
dencia con gran claridad que las divinidades son las que otorgaron a la mujer una
flor, en forma de capullo, para que se embarazara; una flor que estuvo madurando
en su vientre. Por lo tanto, con el nacimiento, los dioses y diosas, de nueva cuen-
ta, son los que deben “quitar” esa flor a la gestante y entregársela a la partera
cuando la solicite mediante sus invocaciones. Pero la voluntad de las divinidades
es ambigua, por eso la partera dice: “no me la vuelvas a quitar”, en alusión a la
muerte de la flor. Si las divinidades ya concedieron una flor, no deben quedár
sela, tienen el compromiso de hacerla brotar o florecer para que la partera la le-
vante, la asee y la purifique, y ayude a su crecimiento. Entonces, si el resultado
era favorable, la partera salía triunfante y su nombre no andaba en boca de todos,
es decir, no “se ponía en vergüenza” ante el pueblo.
17 Ibid.
Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 153
De acuerdo con las etnoteorías parentales, después del brote de una flor; es decir,
al mes o a los 15 o 40 días de la llegada de un nuevo ser, la partera totonaca debe
presidir el ritual de “lavarle las manos a la comadre”, “levantar una flor”, “levan-
tar al infante” o “darle de comer a la comadre”, como se denomina entre los to
tonacos. Antaño, este ritual no debía faltar en la casa donde había brotado una
flor, dada su importancia cultural y social para que el bebé creciera sin enferme-
dades y libre de “suciedad”. Su celebración era muy significativa y compleja.
Según la costumbre, toda partera debía hacerlo cuando concluía su labor en el
hogar en el que sus servicios habían sido solicitados, porque desde el origen de
la humanidad hasta nuestros días así lo han venido haciendo quienes se dedican
al oficio de partear. Sin embargo, con el paso de los años, el ritual está desapa-
reciendo en forma paulatina. Ya son pocas las personas totonacas que lo deman-
dan, a pesar de su significado. Esto hace más vulnerable el papel de la partera
como sacerdotisa o purificadora, y como consecuencia, se desvanece también
una de las etnoteorías mesoamericanas sobre la ayuda que requiere el infante
totonaco para su desarrollo durante sus primeros días y años de vida.
Según puedo inferir de las invocaciones y de lo que se dice al respecto, el
ritual tiene varios propósitos y en él hallamos el complejo papel de las parteras
en el mundo sagrado y el primer propiciamiento del desarrollo del infante to
tonaco. Aquí solamente mencionaré algunos de sus objetivos:
qama’ o se niiqama’.
sabroso o no sabroso.
xataqatsin naski’niyaaw.
¿lo que completo le pediremos?
tu kintaawamaaquukan.
lo que nos están convidando.
Namaqamaqlhtinanaaw tu kiliikajnimaakan
Recibiremos nuestro respeto
11) Kastaklhi,
Que crezca,
katlankalh,
que se haga grande,
katawaxkaanalh.
que tome fuerzas.
chu niinamaqataatatlayaatit,
ahora no la enfermarán,
chu niinasakaatit,
ahora no la levantarán,
niinamaqatasayaatit.
no la harán llorar.
anta ni namaalhtatikan.
allí donde lo dormirán.20
Nakukumaaxkii’yaaw… xtsi’.
Lo dejaremos a la responsabilidad de su madre.
Nakukumaaxkii’yaaw… xtlaat,
Lo dejaremos a la responsabilidad de su padre,
Nintlaan nakinkaaputsaparakanan.
¿Dónde nos buscarán?
Nintlaan natapaqnuparayaaw.
¿Dónde seguiremos el rumbo?
Nintlaan nachaanparayaaw.
¿Adónde llegaremos?
wa nakwentaaliy
y ella lo cuidará.21
En la invocación 13, el paralelismo se utiliza para sellar la entrega del bebé a sus
progenitores, así como para retomar el caminar de la partera y los dioses. Hay
un par en el que los nombres tsi’, madre, y tlaat, padre, se oponen; y un triplete
en el cual las bases verbales putsa-, lo busca, tapaqnu-, seguir el rumbo, y chaan-,
llegar allá, se complementan en el cotexto. La manera como la partera construyó
su discurso tiene que ver con quiénes son sus receptores en el ritual. Si tenemos
en cuenta que los “hablantes diseñan su discurso de acuerdo con una evaluación en
marcha de su receptor, como miembro perteneciente a un grupo o clase de
terminados” (Duranti, 2000: 399), podemos argumentar que la maqchaqanáɁ-
hablante, mientras tiene en cuenta la identidad de su receptor principal —la ma-
dre—, más que dictarle una lista de obligaciones que debe cumplir para con su
hijo, pone de relieve una clara jerarquización de las actividades que les corres-
ponden a las deidades y a los humanos: las diosas y los dioses representados en
la partera ya cumplieron su labor, corresponde a la madre y el padre encargarse
de los demás cuidados y del desarrollo de “la flor”. Esto es, dentro del cosmos
totonaco, todos, dioses y humanos, tienen funciones específicas que les toca de
sempeñar en ese orden. Así, el tiempo en el que la partera debía cuidar al nuevo
ser ha llegado a su fin. Ella, como médica y representante de los dioses, ya no
puede hacerse cargo de “su flor” por más tiempo; ahora incumbe a los progenito
res encargarse de esos cuidados y de proporcionarle el alimento para su desarrollo.
Consideraciones finales
A lo largo de este capítulo se expuso que las parteras totonacas de Olintla cum-
plen diversos papeles conforme a las prescripciones de la cultura totonaca, en
consonancia con las etnoteorías relacionadas con el proceso reproductivo de los
totonacos y el desarrollo infantil temprano. Estos papeles han sido identificados
al analizar las invocaciones que estas mujeres utilizan a lo largo de su quehacer,
y de manera principal, durante el ritual para “levantar al infante”. En esta cere-
monia, las invocaciones cumplen una función central para “retirar” a las divi-
nidades de la casa en la que “brotó la flor”, para purificar, levantar y propiciar
el crecimiento de los infantes totonacos. Este último aspecto es determinante
para la constitución de la persona totonaca en su vida inicial y su desarrollo en
el mundo totonaco.
160 Jorge Tino Antonio
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Tlaan kapaqlhi, que brote bien; tlaan kaxanalh, que florezca bien 163
Introducción
Los estudios sobre socialización infantil (Ochs y Schieffelin, 1984; 2012; Brown,
1998, De León, 2005) han descrito el papel central que juega la lengua materna
en la socialización de los menores. Entre los géneros discursivos que socializan
a los menores están la conversación, el habla aniñada, el rezo, la argumentación,
el chisme, la narrativa y otros (De León, 1998; 2005; 2013: 126). En este capítu-
lo nos enfocaremos en el género discursivo, denominado también narrativa de
socialización o enseñanza (Arcos, 2013; De León y De la Torre, 2016; 2017), el
cual se asocia a saberes que previenen o curan a los infantes totonacos. Muchos
1 Entrevista con Xánat, niña totonaca de 12 años de edad, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz,
mayo de 2018. La palabra xánat significa flor.
165
166 Faustino Montes Castañeda
1) El primero se refiere a los escenarios físicos y sociales en los que vive el niño
o la niña, a los que se considera “formativos de conducta social, porque de-
terminan el tipo de interacciones que los menores tienen la oportunidad y la
necesidad de practicar” (1986: 552-554).
2) El segundo abarca las costumbres reguladas culturalmente sobre el cuidado
y la educación del menor, las cuales consisten en “secuencias de conductas
o acciones institucionales utilizadas por los miembros de la comunidad, de
tal modo que se incorporan a la cultura sin necesidad de racionalizarlas de
manera individual ni de transmitirlas en forma consciente” (1986: 554-556).
3) El tercero se refiere a la psicología de las personas que cuidan a los meno
res, e “incluye las etnoteorías de la conducta y el desarrollo del niño o la
niña, así como las orientaciones afectivas adquiridas de la experiencia de
ser padre. Lo más importante de las etnoteorías son las creencias relaciona-
das con la naturaleza y necesidades de los niños o las niñas, los propósitos
de los padres y de la comunidad en la crianza” (1986: 556-558).
168 Faustino Montes Castañeda
Los tres subsistemas se relacionan a su vez con la función del desarrollo del
individuo dentro de la cultura, y en este sentido, orientan la socialización de la
niñez.
Con este marco referencial, se han escrito distintas etnoteorías del desarrollo
infantil según las diversas culturas (Gaskins, 1999; Rogoff, 2003; De León,
2005; Flores, 2010: 109). Lourdes de León Pasquel (2005), por ejemplo, ha subra
yado que el desarrollo infantil está orientado por aspectos biológicos, sociales y
culturales, puesto que no puede hablarse únicamente de una infancia universal,
en el sentido sociológico, sino que también debe hablarse de infancias diversas,
que dependen del modo en el que cada grupo social las conciba (James, Jenks y
Prout, 1998). Por esta razón, los momentos clave del desarrollo de un infante no
pueden encasillarse de manera absoluta en una medida estandarizada. La socia
lización infantil debe enfocarse como “una unión entre los detalles del discurso
socializador y las teorías locales […], en torno a las cuales los niños se convier-
ten en seres humanos y miembros de una cultura” (De León, 2005: 29).
El estudio
El takúchun, la curación
Kakuchúnti púskat, nii tlaan laantáama láapat pii náchin qáwas misqá’ta,kaaj
púuru laktsúman minkáman, nawaniqóyan.
Cúrate mujer, no está bien que andes así, llegarás a tener un varón, solamente tienes
niñas, así te decían.8
A partir del ejemplo 1, se infiere la presión social sobre las mujeres como madres
para tener un hijo varón, del cual se espera que funja como heredero y se encar-
gue de cuidar a los padres cuando sean ancianos.
Cuando una familia no puede concebir un niño, la madre se cura mediante
la etnoteoría “de la placenta”, cuya finalidad es que llegue a tener un varón. La
señora Kináana explica que la partera es quien se encarga de depositar la pla-
centa de un recién nacido en el sombrero viejo del padre —también puede ser en
un machete, un morral o ropa que le pertenezcan—; después, el papá debe ente-
rrarlo en el patio de la casa. De este modo, el próximo bebé sería un varón.
Te dirán, tendrás un varón, cúrate con eso; la placenta del recién nacido la tienen
que depositar en un sombrero, de esta forma el próximo bebé será un varón, así te
decían.9
8 Ibid.
9 Ibid.
172 Faustino Montes Castañeda
A pesar de que los totonacos de Santa Ana tienen una etnoteoría local para
ayudarse a concebir un niño o una niña, en ocasiones, algunas personas expresan
sus dudas sobre su validez. En algún momento de nuestras conversaciones, la
señora Stáku llegó a cuestionar estas prácticas, con las cuales ella misma se so-
cializó: “nii kkanájlay nii talhqaméequy”, “no lo creo, no se convierten [en va-
rones, con las prácticas indicadas]”.10
Sin embargo, las narrativas y testimonios sobre experiencias vividas por los
miembros de la comunidad de estudio revelan también la credibilidad de las et-
noteorías, y más cuando estas curaciones fueron practicadas por familiares cer-
canos, como lo muestra el siguiente ejemplo:
Chúuna chaa xtlawáqoy, xwii chátum, áawii xpúskat T antánchu xáka’n kit taaq
chóqo kxchik, ktsújku xakwániit. Púuro laqqawásan tsúkulh chiin áama xtáala,
maan chátum tsúmat, nii xkátsi wix túku xliwánkan áama wanimáaka kíntse, taa
maaknúumaa, nii xkátsi túku áama maaknúuka.
Así lo hacían, existía alguien, la esposa del señor T, yo iba a pasear en su casa, toda
vía era chica. De pronto, empezó a tener [a llegar] puros varones. Una de sus hijas
me decía: “quién sabe por qué le están diciendo eso a mi mamá, le están ayudando
a enterrar, quién sabe qué habrán enterrado”. 11
10 Entrevista con la señora Stáku, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014. La
palabra stáku significa estrella.
11 Entrevista con la señora Kináana, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 10 de noviembre de 2012.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 173
Síguete amarrando el cabello, sólo no te enojes con ellas. Todos tus hijos serán
niñas. 13
Se piensa también que la semilla del chayote no puede ser consumida ni por un
niño ni por una niña, porque, si lo hace, la consecuencia será tener sólo niñas:
En este sentido, con las prácticas de la placenta, el cuerpo y el alimento, hay toda
una regulación de conductas que se enfoca en la procreación preferencial de va-
rones, en consistencia con otras regiones indígenas de México y otras culturas
del mundo, como indiqué anteriormente.
Áama láktsu káman tíku laqáwan qáwas, wánchu xtampútsni nikúma taktáni
naliipína nak qalhtuchóqo, paar tikúnchu xtlat tlaan paxtawákay, nalíinchu
xtampútsni na’an nataqjutámaa xapúulhman, na’an tatamáqjuy, nataa’qkútuy, na
taa’qtsinanpáray, kxníinchu nastáka áama áktsu qáwas pee mat xaskitíina náwan.
Cuando nace un varón y se le cae el ombligo seco, el papá lo tiene que llevar al río.
Si el padre puede nadar, tiene que llegar a lo más profundo del río, se tiene que su-
mergir y salir del agua. Cuando el varón crezca, será un buen pescador.15
Una vez que el padre llevó el ombligo de su hijo al río, lo tiene que regresar de
nuevo y colgarlo en un árbol mediano, y elevarlo lo más alto posible. De esta
manera, el varón no sólo adquiere la habilidad de ser un buen pescador sino tam-
bién la de ser un buen trepador de árboles; cuando crezca, ya no le tendrá miedo
a la altura. Sin embargo, los padres primerizos, a pesar de haber sido socializados
con las prácticas del takúchun, la curación, en ocasiones llegan a cometer ciertas
faltas y dejan el ombligo del infante al lado del río, como se admite en el siguien-
te ejemplo:
15 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 10 de agosto de 2014.
16 Entrevista con el señor Abe, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 7 de agosto de 2014.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 175
Las siguientes etnoteorías tienen que ver con la protección de los bebés durante
la noche, ya que se considera que en los primeros años de vida un infante tiene
un níinaj maqtliwáqa, un cuerpo indefenso, y un níinaj qoxotliwáqa, un alma
débil. Sobre todo, se piensa que en las noches los espíritus malignos son más
fuertes que de día. Para este fin, la madre pone en la gorra del bebé algunos ob-
jetos, como las tijeras, el espejo o el alfiler. De esta manera, el infante es asegu-
rado y protegido de chúulhna, un tipo de ave, como el guajolote, para que no le
robe el espíritu. Se cree que estos objetos impiden que chúulhna le haga daño al
bebé: la aguja le pica la lengua, la tijera le corta el veneno y el espejo confronta
su reflejo. En los ejemplos 8, 9 y 10, esta etnoteoría se explica en totonaco:
Cuando nacen los bebés, se les debe poner agujas o alfileres en la gorra, en forma
de cruz. De esta manera no se lo comerá el chúulhna o le quitará el espíritu/alma
al bebé.17
Chu tijera nalakchúkuy ksemáqat níku makámin xliskúwan. Pus watíya’ maqtáyi
wantúku akyáaxa. Nii laay túku tlawaníkan sqá’ta naa natalakchúkuy xliistákni
chúulhna.
17 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
18 Ibidem.
176 Faustino Montes Castañeda
La siguiente etnoteoría tiene que ver con el origen del gemido de los bebés. Se
piensa que, en los primeros años de su vida, su alma no es lo suficientemente
fuerte como para evadir las energías adversas, y por lo tanto, se pueden enfer-
mar. Por ejemplo, si una mujer está embarazada, puede afectar a un bebé recién
nacido y causarle alguna enfermedad, o en algunos casos, el gemido agudo. Para
remediar esta situación, los padres tienen que envolver dos piezas de olote y co-
locarlas en la cuna del bebé al dormir. De esta manera, toda la fuerza negativa
recaerá en los olotes:
Paar tíku sqá’ta pee púutla’, naqachiníiya pá’sma, namujuníiya, pus wa tíku taa
tatlajláama wa maqapútla’, porke mat péexla tsínka maqlhkátsi sqá’ta, ánii lii
tatatlaqúnchu, liipuqanánquy, liimaklhkúquy, pii pútlhmaa, pútlhmaa misqá’ta.
Paar tíku kaa nalaqátiy misqá’ta, naakxílha paar taatatlajláama túnkan na
maakukáaniiy sqá’ta, tsínka namaqlhkátsiy, natsukúnchu pútla’. Paar pii katsiya
tánchu naliimaakuchíya’, tunkúnchu kaqaachíinii pá’sma qántuy, qapatúunu na
tamaapíiya’ naqalhxtáqa chúuxla, napáatiy xla nikúma liiyáaka, wáxa napáatiy
pá’sma nialh katiputlínchu.
Cuando los bebés gimen mucho se les tiene que envolver unos olotes y colocarlos
en la cuna. Aquellas mujeres que están embarazadas son las causantes del gemido
de los bebés, pues le transmiten todo el peso de su embarazo. Por lo tanto, el bebé
recibe todo el efecto [del embarazo], se enferma, le da diarrea, fiebre o el gemido
agudo. Además, si alguien ve a tu bebé y le gusta, y más si está embarazada [una
mujer], empieza a gemir. Los bebés reciben todo el peso y por eso gimen mucho
[gemir]. Si tu visita está embarazada va a hacer que gima [tu bebé], y si ya sabes
cómo curarlo, inmediatamente le tienes que amarrar dos olotes y colocarlos en su
cuna [cuando duerma] y va dejar de gemir.20
19 Ibid.
20 Ibid.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 177
En los ejemplos 12 y 13 se presentan teorías sobre cómo curar al bebé que babea
mucho:
Pues tu abuela nos platicaba que [a] aquellos bebés que babean mucho, se les tiene
que quitar su baba, se la pones sobre el fogón, y así tu bebé dejará de babear.21
A los bebés que babean mucho, se les considera productos del talhqámin, la he-
rencia o la consecuencia de algo.
En relación con el desarrollo del bebé, existen prácticas para asegurar que
tenga una dentición buena y sana. Los totonacos de Santa Ana consideran que la
tuza es un animal que tiene dientes fuertes y filosos, sobre todo porque no se
le caen. A partir de esta referencia, se plantea lo siguiente:
21 Ibid.
22 Ibid.
178 Faustino Montes Castañeda
Cuando nace un bebé, se le tiene que poner los dientes de la tuza, dándole una so-
bada en la boca. Cuando sea un adulto, no se le caerán los dientes, incluso cuando
llegue a los 70 años de edad, no se le picarán los dientes, los tendrá fuertes [muy
duros].23
También hay que tomar precauciones respecto a los pañales de los bebés:
Cuando estás en la cama con tu bebé [en la cuarentena], no es bueno que se rasguen
las telas para el pañal, porque al crecer [el bebé] echará muchos gases, se converti-
rá en un pedorro [por el sonido de la tela rasgada] si se rasga una tela durante la
maternidad.24
En suma, hay una serie de teorías y prácticas para la protección del espíritu y la
salud del infante tierno.
En esta sección se examinan algunas etnoteorías relativas a los niños y las niñas
de 2 a 3 años de edad. Entre ellas, están las relacionadas con aprender a caminar,
con desarrollar el lenguaje, y algunas más específicas, relacionadas con el géne-
ro. En particular, se presentan las prácticas usadas para reforzar los modelos de
cuerpo preferidos: entre las niñas, los senos, y entre los niños, la barba.
Cuando un infante todavía no ha desarrollado la capacidad de caminar y
sigue gateando hasta los 18 meses, existe una etnoteoría del takúchun, la cura-
ción, para que camine pronto:
23 Ibid.
24 Ibid.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 179
Chu tikúnchu nii laay tlawampáray laqsqá’tan, maa tíku pee tatanqxaqatawíilley
tántaqx tántaqx a’n, naputsaparayánchu áama má’yak liitawákay kíwi’, xtáasyu
chichíni wánquy, lakpúulhman, lakxkayíiwan, kaa naliitasnuqpíiya, minkúchu
minkúchu nawaníiya, xliit xliit nalitaantawá’ya, akánchu nakatsíiya’ natsúkuy
tláawan misqá’ta, natsúkuy liitáaya par maqácha.
A aquellos bebés que no pueden caminar y todavía se arrastran de las nalgas, tienes
que buscar un bejuco que se da en los árboles; le dicen “el lazo de sol”, [sus hojas]
son largas y verdes. Con eso le tienes que pegar en sus nalgas, diciéndole: “tu sa-
nación, tu sanación” [lit. “tu medicina, tu medicina”]. Cuando uno se da cuenta, el
infante empieza a caminar apoyándose de la pared.25
Chu tíku nii laay chuwinampáray laqsqá’tan, xa’aqtúm ká’ata á’ytat, xa’aqtúy
ká’ata nii laay chuwinánquy, ásta xa’aqtúutu ká’ata maqapítsi, pus akánxla lá’ata
chaa laqáwan par xa’aqtúutu, a’qtáati pá’pa naliimaakilhtujwíya xasqá’ta chúula.
Existen infantes que no pueden hablar al año y medio, a los 2 años, o incluso hasta
los 3 años. Por ello es importante curarlos entre los tres o cuatro meses con los gua-
jolotes recién nacidos; con el pico de los guajolotitos se le unta en la boca del bebé.26
25 Ibid.
26 Ibid.
180 Faustino Montes Castañeda
Cuando empiezan a comer los niños, se les puede hacer sus tacos de máqlhchaqlh
[agua que se usa para remojar la masa cuando se hacen las tortillas], y cuando cum-
pla el año y medio, el [tu] bebé empezará a hablar.27
Respecto a las niñas pequeñas, se plantean dos etnoteorías relacionadas con los
senos de las mujeres y cómo se puede prevenir que crezcan mucho. Entre los to-
tonacos de Santa Ana, se considera que en una mujer los senos grandes no están
de acuerdo con el modelo totonaco de estética femenina. En este sentido, para
que las niñas no lleguen a tener los senos grandes en la adolescencia, se curan
desde muy temprana edad:
Áama xputájun juun kaliimaamakkuchíkan láktsu laktsúman, mat nii pee lakláanka
náwan xtsikítkan.
Con el nido del colibrí se cura a las niñas para que no tengan los senos grandes [se
les coloca el nido en los pechos].28
Así como los senos grandes no forman parte de la belleza esencial de una mujer
totonaca, aunque en otras culturas puede ser lo contrario, algo similar sucede
con los varones. En este caso, las barbas de un hombre totonaco no son parte
fundamental de su masculinidad, pues la mayoría de los totonacos son lampiños:
27 Ibid.
28 Ibid.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 181
A los bebés [varones] se les tiene que hacer una máscara de jícara y colocarles en
la cara, para que no sean barbudos cuando crezcan. Los que no son curados son
muy barbudos.29
La máscara tiene dos funciones principales: la primera es hacer que el niño sea
lampiño, pues su piel adoptará la textura lisa de la jícara; la segunda es evitar
que sea bizco, porque al tener puesta la máscara, el bebé sólo puede ver a través
de los orificios del antifaz; de esta manera, mantiene una mirada fija y recta.
Chu tíku pee tsulutamapáray, pus xpúput tsú’tsun naliitampustlawáya, naa nialh
tsulutamaparáquy káman.
[A] los [infantes] que todavía se orinan en la cama, se les unta en el ombligo la es-
puma [caliente] del tsú’tsun [tipo de árbol], con eso dejarán de hacerse en la cama.30
29 Ibid.
30 Ibid. Esta etnoteoría existe también entre los tsotsiles de Chiapas. Véase De León y De la
Tor re, 2016.
182 Faustino Montes Castañeda
Chu tikúnchu paar misqá’ta paar láktsu laktsúman wantíku pee aqlhtitíili nii túku
xchíxit namaakkuchíya, naswaqaníya pápas, xastáqa naliaqchaqáya.
A aquellas niñas que no tienen mucho cabello y son pelonas, se les tiene que moler
la papa cruda y con eso se curan.31
Cuando los padres salen a pescar al río y consiguen capturar un pez víbora, lo
usan para el takúchun, la curación, de las niñas. El pescado se enrosca en la ca-
beza de la niña durante unos minutos, sin echarlo a perder. De esta manera, las
niñas llegan a tener un cabello largo y hermoso:
31 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 183
El pez víbora se usa para curar, se les pone en la cabeza [de las niñas] y les empieza
a salir sus cabellos. Llegan a tener los cabellos más largos.32
Cuando las niñas son pequeñas, le tienen que aplaudir a la luna, [cuando tienen] 3,
4 o 5 años. Tu abuela te dice, o quien sea: “hija, apláudale a nuestro padre, salió muy
bonito”. Como son pequeñas y todavía no saben, con gusto le aplauden, le aplaudi-
rán a la luna. Cuando llegues a tener 6, 7 u 8 años empezarás a moler, y harás unas
tortillas bien bonitas, no se romperán en las orillas y te saldrán delgaditas, pero es
porque tienes las manos curadas.33
En cuanto a la preparación de las niñas para el parto, existen las siguientes etno-
teorías prácticas para facilitarlo, que se realizan desde que son pequeñas:
32 Ibidem.
33 Ibid.
184 Faustino Montes Castañeda
25) Las niñas se curan a edades tempranas para que no sufran en el parto
Chu maa láktsu laktsúman nakamaakuchíya lá’ata cha paar xaqatúnu ká’ata,
xá’aqtuy ká’ata uchíi xa’aqtúutu ká’ata, nachípay xtaan xtlat, lá’ata staknamájku
xtaan natanká’ya naliitankilhtlawáya xqálhni, paks naliipatlawáya chu naliitasnú
qa kstájan. Kxnínchu xataatátla nalatámay páala napáksa nii katipatíinalh porke
xtaan xla nii patíinan, ksqá’ta kaj patawákay.
Cuando las niñas son pequeñas, se curan a la edad de un año, 2 o 3 años. Su papá
tiene que cazar un tlacuache. Cuando el tlacuache todavía está vivo, le cortas la
cola, [tomas a la niña y] le untas la sangre en su estómago, en la espalda, y con la cola
del tlacuache se le pega. Cuando ella se embarace, se aliviará rápido y no sufrirá en
el parto, pues los tlacuaches no sufren, solo se cuelgan sus crías en su panza.34
Los totonacos de Santa Ana consideran que los gatos son los felinos más fuertes
e inmunes a cualquier enfermedad. Por lo tanto, cuando nacen los gatos, se les
dan a cargar a las niñas, con la finalidad de que adquieran el takúchun, la cura-
ción —o bien, el don o la vocación— de los gatitos. De esta manera, cuando las
niñas crezcan, no tendrán dolores en la espalda y la cadera durante el parto:
Mat lá’ata laqáwan mítsi nii nawaníiya paar mítsi namaqoqáya, kalíita milhá’qa’t
nawaniyánchu qóluj namaqchiníiya, áanu kakixtáqti nawaníiya, naa’n nchúxla mat
xtáaqa, máaski kakatsílhchu peer ey kuchuníita, chu táma nii katitankilhkátsalh,
nii katiaqlhchakátsalh.
Cuando nacen los gatos, se les tienen que dar a cargar a las niñas; no se les tiene
que decir que son gatos, sólo les dices: “trae tu ropa”, y en seguida se los enrollas. Le
34 Entrevistas con las señoras Chepa y Stáku, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto
de 2014.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 185
dices: “ve a dejarlo allá”, y ella se los lleva. Cuando se dé cuenta de que se trata de
unos gatos, ella estará curada y no tendrá dolores de cadera ni dolores de espalda.35
Cuando sale el agua del maíz por la mañana [maíz que se deja remojado durante la
noche], se usa para bañar a los niños. Al crecer, su sudor no apestará, pues los niños
que no son bañados con esa agua, el sudor huele mucho y muy fuerte, porque no los
curan [los bañan] con eso. El sudor que generan huele muy feo, como la de un ba-
rraco [puerco semental].36
35 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
36 Ibidem.
186 Faustino Montes Castañeda
El talhqámin, la herencia
37 La mayoría de los padres jóvenes tienen entre 13 y 30 años de edad, con estudios de secun-
daria o preparatoria, o bien, con una carrera universitaria terminada.
38 Nos llama la atención que a los niños no se les regaña cuando adquieren el talhqámin, la
herencia. Cuando están ingiriendo alguna comida, fruta o están sentados en un espacio sa-
grado, etcétera, sólo se les dice: “kuckúmpaat”, “te estás curando”. Tampoco se les dice por
qué no deben hacerlo, pues ellos se hacen conscientes de estas prácticas a partir de las inte
racciones familiares, ya que desde pequeños las escuchan en el discurso familiar, en los
chismes, los ritos, etcétera.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 187
Nii kaaqláqwa xla áama qalhxtájquy laqsqá’tan naa akán taatatlajlápaat, paar pii
naaqlhtampúsa aqlhtantsá’wat, nalhqámay misqá’ta.
Los bebés que babean mucho es por algo; cuando una mujer está embarazada y pasa
encima de aqlhtantsá’wat [tipo de espuma que se le cae a los árboles], eso hace que
el bebé babee mucho, talhqámiy, lo hereda.39
Chu laktsúman tíku taatatlajláama nii katiskakáwa’lh xalíway toro, porke mat
a’qtúm ká’ata nalatámaa, nii paar kanaséqna katiskakáwa’lh, nii paar jaka,
mat a’qtúm ká’ata nalatámaa nii pá’ala katipáksli. A’qtúm ká’ata liilaqáwan
ksqá’ta toro chu laqsqá’tan kaa a’qnajátsa pá’pa liisqá’tan chu séqna naa max
má’qas liikátlan, nachúna jáaka a’qtúm ká’ata liikátlan chu liitawákay a’qtúm
ká’ata.
Las mujeres embarazadas no deben de comer la carne de res por la noche, porque
su embarazo durará un año; tampoco el plátano macho ni el zapote mamey, por-
que su embarazo será de un año. Los becerros nacen en un año, mientras que los
bebés nacen a los nueve meses. El plátano macho madura en un año y el mamey se
da al año.40
39 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
40 Ibidem.
188 Faustino Montes Castañeda
Paar namaapuwa’yaníikan akchúkut akán tíku qanúuwii, akán nastáka áama áktsu
sqá’ta pee mat nawá’yan, nii katiqásli, wa’yámaa wá’yámaa peer nii qásmaa,
lhúuwa náwa’y chuj, peer nii katiqalhqásli.
Si a una mujer le sirven las tortillas en el xical durante la maternidad, cuando crez-
ca su bebé no se va a llenar, aunque coma y coma no se va a llenar; se comerá mu-
chas tortillas, pero no se llenará.41
Las siguientes etnoteorías tienen que ver con diferentes prácticas relacionadas
con la formación del género masculino o femenino. En los ejemplos 31 y 32 se
presentan los diferentes objetos del trabajo del hombre, que no deben ser tocados
por las niñas pues la comunidad totonaca considera que el alma o espítitu de la
mujer es diferente a la de un hombre:
Paar pii wáka tsaalh, paar naxáma tsúmat unatampitáxtuy, akán napína chaqa
náana nii katimaqapáati miskí’iti, kaa chuntíya napína tlaqwantamaqána nii kati
maqapáati porke chúna xwánquy laqqólon. Xla tsúmat nii xalakchúchut nii xálak
qalhtuchúqu kaj xálak chikíxa, wa xapeekwáxa, níku na’an naqtsánqa, xapéekwa
kqalhtuchúqu. Chaa laqqawásan qoxutliwáqa, xla níku na’an nii makpéekwan,
na’an tájuy kqalhtuchóqo nii katipéekwalh chu laktsúman tánu.
Si está colgada una atarraya [red para pescar], las niñas no la deben de tocar o pasar
por debajo, pues al salir a pescar [su padre] no agarrará nada, sólo se irá a cansar.
Así decían los abuelitos. Las niñas no son del agua, no están destinadas para me-
terse al río; son de la casa, “miedosas” [tienen el alma débil], casi no salen porque
41 Entrevistas con la señora Chepa y el señor Abe, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agos-
to de 2014.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 189
se pierden. Los niños tienen el alma fuerte, dondequiera que vayan no son miedo-
sos, entran al río sin miedo. Las mujeres son diferentes.42
33) Sobre jugar con las hojas y su efecto en los huevos de la gallina
Míntsi nawaníyan pii nii tlaan naleqamanána áama pálhma, nii tlaan namalaq
panqáya, akán namaalakatináana nii tántum mixtílan katitáxtulh. Áama kaj túwan
namalaqpanqáya peer natalhqamíiya’ wix. Chu míntsi kxtílan nii táxtuy, paks aq
panqtáma akán malakatínan chu kmalakatínan paks táxtuy nii tántum niiy kixtílan,
míntsi xakúchun xmákan.
Tu mamá te dirá que no es bueno jugar con las hojas [del árbol de cocuite], no es
bueno tronarlas, porque al incubar los huevos de la [tu] gallina, no saldrán los polli
tos [todos los huevos se revientan]. Aunque uno piense que sólo es tronar las hojas,
una persona talhqámiiy, lo hereda. ¿Por qué crees que a tu mamá no le salen sus
pollos cuando incuba su gallina?, todos se mueren. En mi caso [un hombre], cuando
incubo a la gallina, todos los pollos salen, no se mueren [porque no tronaba las ho-
jas]. La mano de tu mamá está curada del talhqámin, lo heredado [ella jugaba con
las hojas].44
42 Entrevista con el señor Abe, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
43 Ibidem.
44 Ibid.
190 Faustino Montes Castañeda
Paar pee nasitsíya’ naa nii táxtuy xtílan, paks akniitanúuquy, lá’ata kmaalakatínan
nii táxtuy.
Si una niña se enoja mucho, tampoco salen sus pollos; se mueren en el cascarón.
Cuando hago incubar a mi gallina [una mujer], no salen.45
Los siguientes ejemplos de etnoteorías tienen que ver con las normas de consu-
mo de la carne de las aves domésticas, como guajolotes y gallinas:
Tíku láktsu laktsúman pee patóqsa tájna, laa a’e’ natláway, chúuxa akán natláway
xqáala napúklhan, nalaqtsása xqáwit porke palóqsniit xtájna, lhqa’at namaqáwan,
namaqatíkxa xtájna.
Si las niñas pequeñas juegan con la panza del guajolote, cuando crezcan y preparen
su atole, éste se les echará a perder [apestará], al igual que su nixtamal, por haber
jugado con la panza del guajolote, pues lo hizo eructar y sacar los gases.46
No es bueno comer las patas del guajolote, porque te hará temblar [tener miedo], a
pesar de que no esté pasando nada. Por eso no es bueno dárselas a los niños, pues
45 Ibid.
46 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 191
cuando vaya a pedir la mano de su novia o se case, sus pies empezarán a temblar
como las patas del guajolote.47
Nii tlaan nawá’ya’ xpalúuwa xtílan porke nalhqamáyan, akán naskúja kpukúxtu
paks máyak natámaa kminkatakúxtu, nalhqamáyan kum wix qáwas, natalhqa
míi-ya’ porke nii tlaan nawá’ya’ xpalúuwa xtílan. Chúuxa laktsúman nawá’quy
xpalúuwa xtílan, utájna, usnáti péekwa chúuxa liixnujutnánquy, péekwa xnújut
kaataxtúniy, naa nii tlaan.
No es bueno comer las tripas de pollo; si un niño lo come, cuando trabaje en el campo
tendrá mucho bejuco en su milpa, natalhqamíiya, lo heredarás, por haber consumido
las tripas de pollo. En el caso de las niñas que coman las tripas del pollo, guajolote
o totola, tendrán muchas várices. Por eso no es bueno [comer esas tripas].48
Chu tíku laktsúman nawapáray xtaskúyat xtílan pee mat xlíiman xtan naqálhiy, naa
nii kamaxkíkan xtanqáxi xtílan porke mat pee tankilhniikíli náwan porke tsúmat.
Chu paar naa nawá’ya’ xaqxéqa xtílan mat luu xatónto, xaxúrut nawána, ajáa,
paar nawá’ya’ xaakskítit, xatónto nawána.
47 Entrevista con el señor Abe, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
48 Ibidem.
49 Ibid.
192 Faustino Montes Castañeda
Si te comes la cabeza del pollo serás muy tonto; y si te comes los sesos, serás muy
tonto y testarudo.50
Si te comes la molleja del pollo, tendrás la cara muy rasposa y gruesa, como la mo-
lleja del pollo.51
Chu maa klhwaká’ka’ xtílan paar nawá’ya’ pee mat nalakajakanáana, xwánqoy
laktsikánin nii katimaxkíqun, laktsúman chu laqqawásan nii tlaan wánquy.
No es bueno comer el hígado del pollo, porque te saldrán paños en la cara. Así de-
cían las abuelas. Las niñas y los niños no deben de comerlo.52
Laa aamánchu xchapára paar qáala paar aktsújku wix naqalhpuwána, nákwa’y
minqáala nawána, áaku chaalh nawaníiyan míntsi, nii tlaan nawá’ya’ kíntlat purke
kum nawá’ya’ pee naaktsasáya’ nawaníiyan, paar áaku chaalh qáala chu liicháli
nalaqaxqáqa nawá’ya’.
Nii xkinkaamaaxkikánan akínin, xákwa’y liicháali ásta nalaqaxqáqay. Wintíku
láktsu káman laa áaku chaalh per wá’maa túnkun, nchúuxa tíku kaa xaxqónu
káman náwa’y, namaqasiitsínan chu namaxkíkan, porke laqtasámaa, nii xakwá’yaw
50 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
51 Entrevistas con las señoras Chepa y Stáku, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de
2014.
52 Ibidem.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 193
akínin. Aber tíima kíntaala tsúmat nii aktsásay yaa qantúnu per aytalhmáana
xká’ata chu tíku qalhíquy úuku 20 año aktsasaqúya porke xwá’quy xachí’chi qáala.
Paar wat akchitkí’wi’ nii naslipíya xtámpin, porke natáxtuy mintámpin chúna
nawaniqúyan laqqólun, nii kaslípi xtámpin porke natáxtuy mintámpin.
Chu maa nii katiwa’yánti kxwáti porke pee mat nalaqastínan misqá’ta, chu wix
skitíipaat natsúkuy stiin misqá’ta.
Una niña no debe comer en el metate porque al tener a su bebé se hará del baño
cuando esté moliendo; mientras esté haciendo las tortillas, su bebé comenzará a
hacerse del baño.55
53 Entrevista con el señor Abe, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
54 Entrevista con la señora Chepa, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
55 Ibidem.
194 Faustino Montes Castañeda
Chu maa qáwas úsu tsúmat nii tlaan wá’yan kputáma pee náliin u’un kxáwat, paar
nakwa’yantámaa.
Los niños y las niñas no deben de comer en la cama porque su milpa se lo llevará
el viento, si come en la cama.56
Otras precauciones
Láktsu káman nii tlaan katitawiláqulh kxí’tat tíji luu xaqsaníina nawánquy.
Los niños y las niñas no deben de sentarse en medio de la puerta [del camino], pues
al crecer se convertirán en unos chismosos.57
Nii tlaan kamaachaníikan láktsu laqqawásan kíwi’ paar jáaka úusu puksnankíwi’,
mat naliistáka kíwi’, pá’ala stáka chu wix lakatsúku stáka nii xakimachaníkan kit.
Los niños y las niñas pequeños no deben de sembrar los árboles; ya sea el zapote
mamey o el cedro [o cualquier árbol], si lo llegan a hacer, les robará su alma, pues
los árboles crecen rápido y los niños crecen despacio. A nosotros no nos daban per-
miso de sembrar.58
Láktsu káman nii tlaan snátquy púuchup, paar nasnáata’ nalhqámay qalánka náwan.
Wii tíku luu xaxúutax nasnáata’ akán kájku qatsújku.
56 Ibid.
57 Ibid.
58 Entrevista con el señor Abe, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz, 6 de agosto de 2014.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 195
Los niños no deben de abrazar el árbol de pochote. Si lo hacen, cuando crezcan se-
rán muy gordos. Pues hay niños muy tercos y lo abrazan cuando está delgado.59
Etnoteorías en la adultez
Táma kíwi’ nikúma áaku kamíika mat nii tlaan naqalhtawiláya, xla áaku jaxaná
maa, áaku ká’aka’, aakúxla níimaa, paar natawiiláaya’ najulhmaníiyan, naa na
níiya’ uchíi nasnúqan u’un.
Una persona no debe sentarse en el tronco de un árbol recién cortado, pues todavía
sigue respirando; está recién cortado y se está muriendo lentamente. Si te sientas
en él, también morirás o te desmayarás.60
Los abuelos decían que al incubar a los pollos o los guajolotes se les tiene que poner
un machete viejo para que nazcan rápido. Cuando uno se da cuenta, todos los pollos
nacen [rápido] y no se mueren.61
59 Ibidem.
60 Ibid.
61 Ibid.
196 Faustino Montes Castañeda
Paar púuru púyu lakaskína natáxtuy xtílan nataamujúuya áama xakchichilíkit xtí
lan anánquy pálhma, xwan mináana, xakinkamakinikánan, xakpaxtumujuyáwnchu
xtílan, chu nalaqawanqúychu púuru púyu, nii pee lhúuwa xatsúmat. Nachúna paar
chíxku namalakatínan naa púuru púyu táxtuy.
Si una mujer quiere que sus pollos sean [puros] gallos, al incubar su gallina le tiene
que echar [en el nido] las hojas de cresta de gallo, así decía tu abuelita. A nosotras
nos mandaban a buscarlas y las colocábamos en el nido de la gallina. Cuando nacían
los pollos, eran más gallos que gallinas. También, si un hombre les construye el
nido de las gallinas, al incubarlas nacen puros gallos.62
62 Ibid.
63 Entrevista con Xánat, niña totonaca de 12 años de edad, Santa Ana, Chumatlán, Veracruz,
5 de mayo de 2018. Todos los ejemplos de esta sección provienen de este testimonio.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 197
Akít xla kaa xakqamáanmaw, máanchu kit, któolalh xlakátin maláakcha níku lak-
tlaawánkan, máanchu kiwaníinchu kíntsi nii katóola táanu, porke nii tlaan, kee ki
wáni. Chu kit kqálhskilh, túku qálhi kwaníinchu kit, pus wan chúuxla, pii mat pee
xaqsaníina nawána.
Xakqamáanmaw este kkínchik kintáala chu cháatum ktsuqáwas, chu áama aktsu-
qáwas nóqlhi túmin, máanchu, chu kíntsi wánilh, nii kasáaki nii tlaan wánilh, chu
kit kqálhskilh túku xlíinkwa’, mat nii kxníiku katiqálhi túmin, kiwáni.
Una noche, le comenté a mi mamá: “voy a cortar los chalahuites”; ella me respondió
que no era bueno, porque el chalahuite sólo se da una vez [al año], el chalahuite no
se madura rápido, y “el día que te embaraces, adquirirás la herencia”.
198 Faustino Montes Castañeda
Maan kiwánilh kíntsi kawá’ntíita, chu kit ktíiyalh kínchu kaa ktámaalh, chu kit kt
súkulh wá’yan, kiwaníinchu kíntsi katáaki nii tlaan nawa’ntapáaya’. Túku xlíinkan,
cháali tuxáma katamaqaxtóqti náliin u’un mixáawat kiwáni, kqostáakilh.
[En una ocasión] mi mamá me dijo: “ya come”; agarré mi comida y me acosté. Em-
pecé a comer en la cama y me dijo: “levántate, no es bueno que comas acostada”.
Le pregunté: “¿por qué?”. “El día de mañana que te cases y siembres tu milpa, el
viento se la llevará”. [Al escuchar esto,] me levanté inmediatamente.
Chu maa máqtum xakwá’maa séqna, chu kit knóoqli xastí’iyum, kmáaktilh maan
kiwáni kíntsi nii kapúuxti nii káwa’t táma porke nii tlaan kiwáni. Túku qálhi kwáni
chu kit, stí’iyun náwan minkáman, kiwáni.
Chu maqtúnchu kiisáqnalh kíntlat, líichilh áama xkíwi’ níinaa túuxla paaxkútmaa,
chu kit kmíincha klaktóolalh, xakáma laktóole kíwi’. Kiwáni kíntsi, nii kalaktóola.
Túku xlíinkan, luu qaastíina nanóoqlha mintaqólo kiwáni.
En otra ocasión, mi papá fue a leñar, mi papá trajo su leña y no lo desató luego, yo
me senté, me iba a sentar en la leña, luego mi mamá me dijo: “no te sientes”. Le
pregunté [por qué no era bueno]. Me dijo que iba a encontrarme un esposo muy
delgado/flaco.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 199
La otra vez, todos mis hermanos estaban comiendo, yo llegué y me senté en la es-
quina de la mesa. Mi mamá me dijo: “no te sientes ahí”. Le pregunté [por qué no],
“no sólo te casarás con una sola persona [sino con varios]”, me dijo.
Conclusiones
Las etnoteorías totonacas de Santa Ana, Chumatlán, abarcan diversos temas re-
lacionados con la socialización de la salud, la educación, el género, el trabajo, el
cuerpo y el alma o espíritu, y conforman un cuerpo de saberes y valores relacio-
nados con lo que representa nacer y crecer como persona totonaca. La investi-
gación indica que hay dos tipos mayores de etnoteorías, el takúchun, la curación,
y el talhqámin, la herencia, las cuales, a su vez, engloban una serie de saberes
específicos que regulan u orientan la vida desde la concepción hasta la vejez.
De acuerdo con el presente estudio, las teorías parentales totonacas del takú
chun, la curación, se asocian al periodo que va desde antes del nacimiento hasta
los 6 años de edad, aproximadamente, cuando se piensa que los infantes están
más expuestos a adquirir diferentes dones o vocaciones —es decir, predisposi-
ciones— para su desarrollo. Por otra parte, las etnoteorías del talhqámin, la he-
rencia, revelan la vulnerabilidad de las criaturas en ciertos contextos de su vida
cotidiana. El talhqámin se refiere a diversas prácticas de curación que comunican
200 Faustino Montes Castañeda
a los niños y las niñas las cosas que no deben hacer; por ejemplo, no amarrarse
el cabello o no comer la semilla del chayote, no comer acostados, no sentarse en el
marco de la puerta, entre otros. Muchas de estas etnoteorías revelan un marco
de valores en la socialización de la conducta apropiada de la niñez totonaca.
El takúchun se refiere a cuestiones de tipo espiritual, relacionadas con la
protección del nacimiento de los bebés, pues se les considera nii naj maqtliwáqa,
un cuerpo indefenso, o nii naj qoxotliwáqa, un alma débil, sobre todo durante la
noche, cuando chúulhna, un tipo de ave, como el guajolote, trata de robarse su
liistákni, su alma/vida.
Por esta razón, las madres y las abuelas tienen presentes los principios de
curar o cuidar el desarrollo de los niños y las niñas, con la finalidad de que ad-
quieran el don o la vocación de las entidades animadas —por ejemplo, los ani-
males, el agua, la luna, los árboles—. Por otro lado, las madres y abuelas consi-
deran que el talhqámin, la herencia, es una “herencia no biológica”, es decir, algo
que más bien se hereda o adopta de otras entidades, ya sea de los animales, las
frutas, las verduras, las plantas o la comida, entre otras posibilidades. Estas en-
tidades transmiten sus “poderes” o características al infante y ejercen un efecto
en ellos. Por ejemplo, si un niño o niña se come los sesos del pollo, “heredará”
la testarudez del animal. En particular, hay una variedad de alimentos cuyo con-
sumo se regula para evitar este tipo de consecuencias en la formación de los ni-
ños y las niñas o en la vida adulta (véase el cuadro 5.1).
Del análisis de estas etnoteorías se desprende la consideración de que detrás
de los temas de prevención está la preocupación de los cuidadores por asegurar
que sus hijos sean capaces de mostrar y comprender los comportamientos so
cialmente apropiados de su cultura (Ochs y Schieffelin, 1984). Los niños y las
niñas se socializan de acuerdo con las fórmulas discursivas que caracterizan
a las etnoteorías en eventos situados de la vida cotidiana, en la acción y en la
reflexión.
Este conjunto de cuerpos de saberes cobra sentido en los nichos de desarrollo
de pertinencia cultural, en los cuales se sustenta el hecho de nacer y crecer en la
comunidad totonaca de Santa Ana, Chumatlán.
El takúchun y el talhqámin: las etnoteorías en la socialización infantil 201
CUADRO 5.1
Tipos de comidas permitidas o no permitidas
Takúchun, la curación: Talhqámin, la herencia:
lo que se debe comer lo que no se debe comer
[número del ejemplo [número del ejemplo que
que lo ilustra] lo ilustra] Consecuencias
Tacos de máqlhchaqlh Las patas del guajolote Los varones no deben comer las patas
[18] [36] del guajolote porque les temblarán los
pies.
Las tripas del pollo [37] Las niñas no deben comer las tripas
del pollo porque les saldrán várices.
La rabadilla del pollo [38] Las niñas no deben comer la rabadilla
del pollo porque serán muy nalgonas.
La cabeza del pollo [39] Los niños y niñas no deben comer la
cabeza del pollo porque serán muy
tontos.
La molleja del pollo [40] Los niños y niñas no deben comer la
molleja del pollo porque su cara será
muy rasposa.
El hígado del pollo [41] Los niños y niñas no deben comer el
hígado del pollo porque les saldrán
paños en la cara.
La semilla del chayote [5] Los niños y niñas no deben comer la
semilla del chayote porque sólo
tendrán niñas.
El atole de camote [42] Si los niños y niñas se toman el atole
caliente, cuando crezcan les saldrán
muchas canas.
La carne de res, el plátano Las niñas no deben comer en la noche
macho y el zapote mamey carne de res, zapote o plátano macho
[29] porque su embarazo será prolongado.
El chalachuite [54] Las niñas no deben comer en la noche
chalahuite porque su embarazo será
prolongado.
Frutos mellizos [56] Los niños y niñas no deben comer
los frutos mellizos porque al crecer
tendrán hijos mellizos.
Referencias bibliográficas
Ejxtëm mejts mkiixyënk’aty, mëtoow yë’ëj mtätsk mkëpäjk, ka’t mtsënatyëkätst, ka’t
yë’ëj y’eya koo yë’ëj to’oxyënk nëkoo tsyënaayjyëtet koo jëtë’n m’ëtë’ts jaa
xtyëm’ëkejxt, koo ja’a yä’tyëjk ejx mwä’äyënëëj ka’t në’ejx xon mëtsëën’ätä’nya’,
jëtë’n mjätä’äny ejxtëm yë’ëj mteety ka’t yë’ëj mtääk tmëtsëëna’, kë’m yë’ëj mtääk
n’äjty tsyënatyëkäjtsnaaxy koo myëtsk’äjty jëpaty ja’a yäytyëjk ka’t xon myëtsëën’at
ya’, jëpaty mja’kyu’kët ka’t mtsënatyëkäts, jëts ja’ay mëët ey päät mëtsëën’ätët.
Mira hija, tú como mujercita, escucha bien con tu oreja y cabeza de lo que te voy a
decir. Como te he explicado, que en la hora de la comida no debes cambiarte de
asiento a cada rato; si lo haces, eso te traerá consecuencia cuando te matrimonies;
si no haces caso de lo que te digo, verás que cuando encuentres a tu pareja, no du-
rará tu matrimonio, te pasará lo mismo lo que le pasó a tu mamá con tu papá, ves
que ellos se separaron. Eso pasó porque tu mamá de niña siempre se cambiaba de
lugar y no me escuchó lo que le aconsejaba. Pero tú escúchame muy bien, hijita:
debes de disciplinarte a permanecer sentada en un solo lugar, y cuando ya tengas
marido, tu matrimonio será muy estable.1
Introducción
207
208 Toleda Martínez Jiménez
tificar las principales estrategias a las que recurren los cuidadores para socializar
y transmitir la lengua materna a los infantes, así como sus entornos de sociali-
zación cotidiana en el hogar. Esto me condujo a indagar sobre los saberes y prác-
ticas de crianza de los abuelos y cuidadores que aún siguen vigentes en la comu-
nidad de estudio.
Cuando me refiero a las etnoteorías parentales retomo el pensamiento, la
sabiduría y la filosofía de los abuelos y abuelas, quienes, de generación en gene-
ración, se han dado a la tarea de transmitir ciertas normas y prácticas culturales
que regulan la vida comunitaria, la educación y la socialización de los infantes
para incorporarse a la vida adulta en esta cultura.
Es cierto que estas normas y prácticas culturales no se encuentran registra-
das en folletos o libros, más bien están en la estructura de los saberes de los an-
cianos y las ancianas, quienes hacen lo posible para que las nuevas generaciones
preserven sus raíces originarias. Sin embargo, también es cierto que en la comu-
nidad mixe de estudio las familias de generaciones más jóvenes ya no le dan
tanta importancia a la transmisión de los saberes culturales, por lo cual es pro-
bable que éstos queden muy pronto en desuso entre las próximas generaciones.
Documentarlas antes de su pérdida es otra razón que justifica la presente inves-
tigación.
En este capítulo describo a grosso modo las prácticas de crianza asociadas
a las etnoteorías parentales mixes. En seguida abordo los temas del embarazo y
el nacimiento, la concepción en torno al parto tradicional, el entierro de la pla-
centa y el encuentro del cordón umbilical; describo también la mä’ätsy, la comi-
da colectiva,2 como alimento ritual de nacimiento; y la pä’äp, la memela espe-
cial, como alimento exclusivo para bebés. También hablo del päjx mëtuuk, la
llegada del bebé, y del jëkëëny, la huida/extravío/separación del ser creador del
infante. Se enuncian, además, los lugares sagrados para el llamamiento y la li-
beración del ser creador de los infantes y adultos. Finalmente, dentro de la des-
cripción de las prácticas de crianza, se indaga acerca de las etnoteorías parenta-
les enmarcadas en la cosmovisión filosófica mixe —ëyuujk— de los cuidadores
en relación con los infantes.
2 Se trata del platillo tradicional del machucado, conocido en la lengua originaria como
mä’ätsy, cuyo nombre hace referencia a un paso del proceso de elaboración de la comida.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 209
Marco teórico
Las etnoteorías parentales son modelos culturales que los padres tienen respecto a
los niños y las niñas, las familias y ellos mismos como padres. El término modelo
cultural, procedente de la antropología cognitiva, indica un conjunto organizado
de ideas que son compartidas por los miembros de un grupo cultural (Harkness
et al., 2010: 67-68).
Las teorías de los padres se relacionan de manera estrecha con aquellos aspectos
del medio ambiente culturalmente construidos para el infante, y los diversos com-
bebé cuando aún se encuentra en gestación. Durante este periodo, el bebé recibe
mucho afecto de sus hermanos y abuelos, de su papá, y en especial, de su madre,
quien constantemente se comunica con él mientras se encuentra en desarrollo
en su vientre, y le muestra afecto al tocarse el vientre con mucha frecuencia para
sentir de cerca los latidos de su corazón y sus movimientos corporales. Es decir
que, desde que el bebé se encuentra en gestación, ya se le considera un integran-
te más de la familia. Asimismo, los familiares empiezan a preguntar a la mujer
embarazada sobre el sexo del bebé a partir de léxicos especiales, como “jëtsän
paa?”, “¿va a hacer tortilla?”, para referirse a la posibilidad de que sea niña; o
bien, “jä’xänpaa?”, “¿va a cargar leña?”, para sugerir que puede ser niño.
Sin embargo, cuando los bebés están en periodo de gestación, el trato que
reciben no es uniforme, sino que éste depende del clima que se establezca en
cada uno de los hogares. En algunos lugares puede haber violencia intrafamiliar
o problemas de alcoholismo, lo cual repercute en que la mujer embarazada sufra
golpes, gritos o maltratos. Estos actos afectan el desarrollo del bebé, ya que, como
se cree en la comunidad, se le contaminará la sangre, y al nacer, reflejará la mis-
ma conducta que le hayan transmitido sus familiares en su etapa de desarrollo.
En esta sección se describe el parto tradicional como la última fase del embara-
zo. Además, la cosmovisión acerca de la placenta tiene sus implicaciones en el
contexto mixe de Cuatro Palos, como se explicará brevemente. Los datos en los
que se sustenta esta sección se obtuvieron de las entrevistas semiestructuradas
con las señoras de la localidad que colaboraron en el estudio. Todas ellas coinci
dieron en señalar que antes no había acceso a los servicios médicos y únicamente
se contaba con las parteras y algunas medicinas tradicionales, conocidas también
como remedios caseros. En esas épocas pasadas, durante el parto siempre esta-
ban presentes una partera y un acompañante, quienes tenían que seguir ciertos
protocolos para realizar esta labor tan compleja y delicada.
Así, cuando llegaba la actividad del parto, los familiares de la parturienta
recurrían a una persona especial, conocida como jä’äxp-tejp, persona sobadora
o persona moldeadora. Estas especialistas se encargaban de colaborar durante
la actividad del parto natural y básicamente asumían la tarea de apoyar a la par-
214 Toleda Martínez Jiménez
turienta para colocar y alistar la posición del bebé en el vientre para su llegada.
Estas rutinas de acomodo podían repetirse una y otra vez hasta que el bebé
quedara en la posición correcta. Además, a unos días de la llegada del nuevo in-
tegrante del hogar, los familiares recorrían los lugares sagrados, como Konktë
tyëketypy, la casa del máximo rey padre; Äptyëkääm, la casa de los ancestros, y
Tsäjptëketypy la iglesia. Estas prácticas tradicionales en torno al parto aún siguen
vigentes hoy en día en la comunidad de estudio, aunque al mismo tiempo la me-
dicina moderna está desplazándolas. Daniel Martínez Pérez (1988) describe una
de estas prácticas tradicionales, que se lleva a cabo en cuanto nace el bebé:
5 El temazcal es un recurso muy importante para preparar a las embarazadas y para acomodar
al bebé en la posición correcta. En la comunidad de Poxoyëm —Chichicaxtepec—, las mu
jeres en trabajo de parto se colocan una faja muy apretada en el vientre y se ponen en posición
de alumbramiento; es decir, hincadas, sosteniéndose de una silla, en la cual puede estar sentada
otra persona. Detrás se encuentra la partera para recibir al bebé, para sobar a la madre y re-
visarla hasta el momento en que se asome la cabecita del bebé (Rojas, 2012: 73-74).
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 215
6 Entrevista con Emiliana Nicolasa Guadalupe, 50 años de edad, ama de casa, Cuatro Palos,
Tamazulápam del Espíritu Santo Mixe, 25 de enero de 2015.
216 Toleda Martínez Jiménez
Otra de las prácticas culturales que distingue a los pueblos originarios de la re-
gión mixe es la variedad gastronómica que se ofrece en ceremonias de nacimien-
to, boda y entierro, entre otros eventos. Me concentraré aquí en la descripción y
explicación de la comida colectiva conocida como mä’ätsy, tradicionalmente
denominada machucado. Este platillo típico y sagrado contiene masa, chile de
7 Ibidem.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 217
árbol, jitomate, pepita molida y ajo. Va acompañado con quelite8 cocido y charal
o pescado asado. Su modo de preparación consiste en elaborar memelas9 grandes
y muy gruesas que, una vez precocidas, se tienen que volver a amasar en el me-
tate para luego darles la forma de un cubo o una montaña; finalmente, se echan
en un platón de barro que está puesto en el suelo, rodeado de brasas para mante-
nerlo muy caliente:
Mëtuukxëë, asignación del nombre protector pasados los tres días de nacido
10 La siguiente glosa morfológica describe con mayor claridad este concepto (abreviatura: asoc
= asociativo):
mëtuukxëë
më-tëkëëk-xëë
asoc-tres-nombre/fiesta/tiempo
“asignación del nombre protector pasado al tercer día de nacido del bebé”.
220 Toleda Martínez Jiménez
FIGURA 6.1
Diagrama del ritual de nacimiento pasado el tercer día de la llegada del bebé
Xyam
Mëtuukxëë
(hoy)
Jëpoom Mëjxtëjyky (pasados los tres días
Mëxu ’nk kya’xë ’ëky
(mañana) (pasado mañana) se celebra el ritual de
nacimiento del bebé
nacimiento del bebé)
Asignación del tëmëkëëny
tector zodiacal del recién nacido, conocido como jëkëëny, máximo ser creador.
Para clarificar el significado cultural y cosmogónico de la palabra jëkëëny, reto-
mo la descripción que de éste hace Juan Carlos Reyes Gómez (2015), de la si-
guiente manera:
Nuestros dioses padre y madre más antiguos, quienes son “Fin-Principio” o “Tér-
mino-Inicio” de todas las cosas que en el mundo existen, y que es nuestra misma
Diosa Madre jëkëëny la encargada de dar forma a nuestros cuerpos en el vientre de
nuestra madre a través de quien llegaremos finalmente a este mundo, es decir, que
acompaña a la madre desde el momento de la concepción y durante el periodo del
embarazo, cuidando de la madre y del bebé desde el momento en que nace y se que
da en casa durante los cuarenta días (dos veintenas). Señalando que durante este
lapso de tiempo establecido, que por parte de la familia debe haber absoluto respeto,
no deben pelearse, discutir, regañar, o golpear a los hijos, maltratar a los animales,
porque se pueden ofender y castigarnos enfermando a la madre o al bebé (2015: 7).
Como “Flor” y, de algún modo, como fruto (porque el fruto nace de la flor) y porque
el nombre de este día es el nombre de nuestra Diosa Madre más antigua, una diosa
de extrema belleza, quien es la encargada de formar nuestros cuerpos en el vientre de
nuestra madre. [Asimismo, como] “Nuestros dioses padres o madres más antiguos”
o como “Flor” y como un ser que se encuentra posicionado en el “vigésimo (20)”
del calendario ritual de los mixes (2015: 6).
6 oj ? et [tierra] 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12
(Continúa)
CUADRO 6.1
224
Los tres nombres sagrados que tienden a desaparecer son los siguientes:
el nombre dependerá del día de la semana en que haya nacido el nuevo miembro
de la familia. A manera de resumen, en el cuadro 6.3 se expone la clasificación
y descripción de los números sagrados de nacimiento asociados a los jëkëëny,
máximos seres creadores.
En el cuadro 6.4 se muestra la clasificación de los siete días de la semana que
toman como base los contadores del día para llevar a cabo la asignación del nom-
bre sagrado del bebé recién nacido.
Durante la ceremonia de asignación del nombre sagrado, la familia espera
que a su recién nacido se le otorgue un ser creador ligero, como el sexto creador
—tujt jëkëëny + tujt jëkëëny— o el décimo creador —mäjk jëkëëny + mäjk
jëkëëny—, pues estos seres se consideran muy armónicos y estables. En cambio,
cuando al infante le asigna un ser creador fuerte, como el de una víbora de carri
zo, de carrizo triangular —tu’uk tsä’äny-tu’uk, [tuuk] kapy—; el de una madre de
una víbora —tu’uk tääk-tu’uk tsä’äny—; el cuarto máximo ser creador —mäjks
jëkëëny—, o el quinto máximo ser creador —mojkx-jëkëëny—, se cree que el
infante estará expuesto a un peligro constante y que llevará una vida inestable
tanto en el trabajo como en el matrimonio.
Cuando a un infante se le asigna el nombre espiritual del ser creador fuerte,
muchos de los cuidadores tratan de cambiarlo. El proceso de cambio es posible
siempre y cuando se lleve a cabo con el apoyo de los xëëmaapy, contadores del día.
No obstante, cuando el cambio no resulta posible, los contadores del día dan cier-
tas orientaciones respecto a cómo mantener estable la relación del ser creador
fuerte con el infante, para que la conexión sea equilibrada. También se dice que
los seres creadores pesados están en una estrecha conexión con los poderes de
la madre naturaleza: poj, el aire; jëëtsuk, el trueno, y jëntotk, la mariposa de fue-
go, cuyo poder también se conoce como jënmo’ony, estrella fugaz. Se considera
que estos elementos son los posibles causantes de un daño al jëkëëny o máximo
ser creador del infante o de la persona. En la comunidad de Cuatro Palos, las per
sonas a quienes entrevisté señalaron que los infantes son los que están más ex-
puestos a perder su jëkëëny.
En el cuadro 6.5 se detallan los nombres de los lugares sagrados a los que
acuden los cuidadores para proteger el jëkëëny o máximo ser creador del infan-
te y de los adultos en la comunidad de estudio.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 227
CUADRO 6.2
Clasificación de los nombres rituales y números sagrados de nacimiento
en Cuatro Palos
Clasificación del orden de los nombres
y números sagrados de nacimiento
asociados a los máximos seres creadores (jëkëëny)
6 Tujt jëkëëny + tujt jëkëëny (día ligero) = el sexto máximo ser creador
10 Mäjk jëkëëny + mäjk jëkëëny (día ligero) = el décimo máximo ser creador
11
12
13
14
15
16
17
18
19
CUADRO 6.3
Clasificación de los nombres rituales y números sagrados
de los máximos seres creadores (jëkëëny)
Clasificación de los números sagrados de nacimiento
asociados a los máximos seres creadores (jëkëëny)
Fuente: Elaboración propia con base en datos que se obtuvieron de las siguientes personas de
la comunidad de Cuatro Palos: Emiliana Nicolasa Guadalupe, Constantino Martínez Ortíz,
Rosalía Pérez, Margarita Jiménez García y Daniel Martínez Pérez.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 229
CUADRO 6.4
Clasificación de los días sagrados de la semana
Los siete días sagradaos de la semana
Martes
Miércoles
Jueves
Domingo
Viernes
Sábado
Fuente: Elaboración propia.
CUADRO 6.5
Lugares sagrados para el ritual de nacimiento
Lugares sagrados Significación
En cada uno de estos lugares sagrados se debe juntar algún objeto simbólico
—ramas, hojas, etcétera—, al que se conoce como y’ay pyooxy, su hoja, su araña
del infante. Durante el recorrido, los cuidadores utilizan discursos especiales
para pedir la protección del máximo ser creador y del nagual o tona que le hayan
sido conferidos al recién nacido. Una vez que se termina de recorrer los lugares
sagrados, se acude a la iglesia para hacer ofrendas a los espacios denominados
nteety’äjt pëki’ipy, por debajo del máximo padre; nteety’äjt jëntuuny, por en-
frente del máximo padre, y nteety’äjt ëjxki’ipy, por detrás del máximo padre,
230 Toleda Martínez Jiménez
con lo cual se pide protección para el infante. Después, se llega al hogar del infan
te para realizar un ritual de cierre en el interior de la casa, y por último, se hace una
pequeña convivencia familiar para celebrar la llegada del bebé a la familia.
No cabe duda de que esta sabiduría heredada de los ancestros hoy en día aún
se preserva en la comunidad. No obstante, existen algunas familias que ya no le
dan mucha importancia a este conocimiento local y se arriesgan a tener a su infan-
te nëwä’äts, desprotegido, en su hogar. A consecuencia de esto, algunos piensan
que la vida del recién nacido está expuesta a cualquier peligro, incluso a la muer-
te. Para demostrar la pertinencia de esta ceremonia, se entrevistó a algunas cui-
dadoras, quienes compartieron sus anécdotas.
Por ejemplo, la señora Margarita narró que el mëtuukxëë consiste en que,
pasado el tercer día de nacido el bebé, el jefe de familia —el papá— o los abuelos
tienen que acudir al domicilio de las personas conocidas como xëmaapy, conta-
dores del día, dado que estas personas especiales son las únicas que tienen la
facultad de otorgarle al recién nacido su jëkëëny o máximo ser creador.12 La se-
ñora señaló que, si se pasa el día establecido en el que se acostumbra realizar el
ritual de mëtuukxëë, los cuidadores deben estar conscientes de que el pequeño
infante se ha quedado sin su máximo ser creador, y por lo tanto, carece de
nëwä’äts, protección. La preocupación de los cuidadores es velar por el recién
nacido, y una manera de protegerlo es asignarle su jëkëëny y su número ritual de
nacimiento (véase el cuadro 6.3). La señora Emiliana explicó que los xëmaapy
o contadores del día están facultados para realizar dicho ritual porque tienen
conexión con el poder de las deidades sagradas o supremas.13 Afirmó que el
contador del día consulta el maíz para realizar mejor su tarea durante la ceremo-
nia de la asignación del nombre espiritual sagrado o mëtuukxëë.
En la siguiente sección expondré lo que sucede cuando el infante corre el
riesgo de que su máximo ser creador se separe de él.
12 Entrevista con Margarita Jiménez García, 69 años de edad, Tamazulápam del Espíritu San-
to Mixe, s.f.
13 Entrevista con Emiliana Nicolasa Guadalupe, 50 años de edad, ama de casa, Cuatro Palos,
Tamazulápam del Espíritu Santo Mixe, 25 de enero de 2015. En el municipio de Tamazulápam
y sus nueve agencias, los xëmaapy desempeñan un papel muy importante para orientar sobre
diversos rituales, como el nacimiento, la pedida de mano, la muerte, la enfermedad, entre
otros.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 231
14 Entrevista con Virginia Domínguez Reyes, 25 años, Tamazulápam del Espíritu Santo
Mixe, s.f.
232 Toleda Martínez Jiménez
y las niñas de 1 a 6 años de edad son muy susceptibles a los espantos causados
por los ladridos y mordeduras de los perros, los movimientos del burro, los mu-
gidos y los movimientos de los toros, por la presencia de personas ajenas u alco-
holizadas, por el agua fría y por el mëku’u o diablo’, entre otras causas. Los niños
y las niñas más grandes, de 6 a 11 años de edad, sufren espantos ocasionados por
los perros, las personas, la lluvia, el trueno, la oscuridad, el viento y el agua, en-
tre otros elementos de la naturaleza. De León (2005) documenta algo análogo
respecto a los infantes zinacantecos:
Las caídas en los pequeños que aprenden a caminar producen la enfermedad lla-
mada komel, “quedarse” en la tierra, o balamil, “tierra”, o xi, “miedo, susto”. Los
miembros de la familia viven con el temor de la posible pérdida del alma o la posi-
ble muerte del pequeño, y lo cuidan celosamente tanto de miradas de extraños,
como en su tránsito por la casa y sitios fuera de ésta (2005: 129).
15 Entrevista con Margarita Jiménez García, 69 años, Tamazulápam de Espíritu Santo Mixe,
s.f.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 233
tyëyäxypy joo, koo yä’äxy mëjknaaxy yë’ë jä’äy yä’äxy, jëtë’n yë’ë jä’äy y’ënä’äny
[…] päjt nee::::::::::y mää jëtëë tpëtä’äky? mää jëtëë tyä’tspiky? päjt nee::::::::::y
jëtë’n yë’ë jä’äy yä’äxy jëtë’n jëtë’n, yäm jëtë’n tyeemy, yäm jëtë’n tyeemy, yäm
jëtë’n tyeemy, xon yë’ë u’nktsë’ëmy yë’ë tjëk’äwëtity tëyämiky jëts tëjëwojpjë’ëky
jyëxkë’n kijxypy täjëwojpjë’ëky jäjp yë’ë mëxu’nk jyëkjëwojpjë’ëky..tëë yë’ë tëë
yë’ë tëë yë’ë pyëtsiimy tëë yë’ë tso’okänpyë’ jëtë’n y’ënä’äny tso’okänp yë’ë, jëtë’n
jëtë’n tjëkkiixy […] PÄÄ::::JTNEE::::::Y, PÄÄ::::JTNEE::::::Y, mäjk jëkënyët mää
jetëë tyä’tspiky? mää jëtëë tyä’tspiky? mää jëtëë tsuu poj jyëktä’ätspikya’? pää::::
jtnee::::::y jëtë’n yä’äxy jëtë’n jëtë’n ja’a xëmaapy kyäjpxy jëtë’n jëtë’n yä’äxy,
yaxypy nja’a jä’äy jëtë’n yaxypy.16
Cuando las personas se enferman es cuando acuden a los contadores del día [xë
maapy] y orientan a los familiares del enfermo, expresándoles lo siguiente: “tu fa-
miliar fue atrapado por la naturaleza, por sus sueños, por el aire maligno; fue atra-
pado en el mismo lugar donde vive, en su mismo hogar; allí es donde quedó
atrapado su tona o nagual; y para poder liberar su máximo ser creador [ jëkëëny] se
necesita acudir a ese mismo lugar para realizarle su rito de liberación”.
Así es como dice el adivino: “tienen que conseguir un gallo y otras cosas extra
que se ocuparán para realizar el rito de liberación. También se necesitan tamales
para rituales [e’kxy], huevos y palillos [xatsy]”. Además, el adivino [xëmaapy] pide
una prenda del enfermo. Si se trata de un recién nacido, pide el rebozo de su cuida-
dora, y si es más grande, solicita cualquier prenda de vestir, ya que la persona le-
vantador/recogedor [wojpjë’kp] ocupa la prenda del enfermo de espanto para libe-
rar al máximo ser creador [ jëkëëny] de donde haya sido atrapado. El liberador del
susto azota el lugar donde el enfermo haya sufrido el espanto. Esta liberación la
hace con la prenda de la persona enferma de susto/espanto en el lugar donde se haya
quedado atrapado. Cuando el adivino se encuentra liberando al ser creador del niño
o del adulto enfermo, habla muy fuerte en discurso ritual de liberación. Mira, así
es como habla el adivino: “ENCUÉNTRENLO::::::::::: . ¿Dónde lo guardó? ¿Dónde
fue atrapado? ENCUÉNTRENLO:::::::::::. Diez guardianes, encuéntrenlo:::::::::::,
encuéntrenlo:::::::::::. ¿Dónde quedó atrapado? ¿Dónde quedó atrapado? ¿Dónde fue
atrapado en sus sueños y por el aire maligno? Encuéntrenlo:::::::::::”. Es así como los
adivinos llaman de regreso a los guardianes o tonas atrapados. Así es como tratan
de liberar a los guardianes o tonas atrapados. Así es como los adivinos liberan a los
guardianes o tonas que hayan sido atrapados en el lugar del susto.
Jëts koo yë’ë uktsë’ëkmë, wä’ä tsyë’ë jëkpëjkp wet tee n’äjty jam myëët tsyëpijxy
nyäjanë’nk, wyëtë’nk tsyë’ë jëkpëjkp jëts yë’ë jyëktëyä’äxy ee mëte’p wyet yë’ëts
jëktëwojkpjë’ëkp jëts yë’ë uk pëjk jyëkjëkeepy yë’ë ukpëjk yë’ë jëktëkëxänpa’ nyëë
yë’ë jëktëkëxänp, jëtë’n yë’ë tunmëta’ koo yë’ë jä’äy uk y’ëtsë’kyëta’. Koo yë’ë
jä’äy uk tsyu’utsya’, nyëtë’n jyëkwojpjë’ëky mää n’äjty jyëktsyu’utsy, nyëtë’n jä’äy
kyajpxy… mää jëtëë t’ëjow mää jëtëë y’ëtsë’kyëtëë, tëë tjëktä’ätspiky mää t’ëjow
mää t’ëtsë’ëka’ yäm twojpmiky yäm twojpmiky yäms nja’a twojpmiky ka’t ja’a jëtë’n
tyëmkyajpxy ka’t yë’ë tjëkpatneya’ ka’t patney yë’ëy tkäjpxy jaa yë’ë pätney tkajpxy
koo mëjk’amy pyikya’ koo yë’ë pä’äm myatsya’. Jä’y yë’ë twojpjë’ëky koo yë’ë uk
tee y’ëtsë’ëkya’, tsëkää koo tee y’ëtsë’kya’ jä’y yë’ë twojpjë’ëky xon yë’ë twojpmi
ky xon yë’ë twojpmiky xon yë’ë tyammiky xon yë’ë tyammiky xon yë’ë tyammiky,
jëtë’n yë’ë twojpjë’ëkmë tutu’tyë’nk tpu’y tutu’kyë’nk pyëtakypy tu’uk mäjts jëts
yë’ë mëzcal xoo::::n temy, yë’ë mëzcal yë’ë xon tyempy.
Cuando los niños y las niñas sufren del espanto de los perros, se les debe de quitar
alguna prenda de vestir, chamarra, gabán, camisa; puede ser cualquiera de estas
prendas para que el levantador/recogedor [wojpjë’kp] pueda hacer el rito de libera-
17 Entrevista con Margarita Jiménez García, 69 años, Tamazulápam del Espíritu Santo Mixe, s.f.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 235
ción en el lugar donde el infante haya sido mordido o espantado por el perro. Antes
de hacer esta liberación, se le debe cortar un poco de pelo al perro que haya mor
dido o espantado al infante; después, la persona encargada de liberar al infante que
haya sufrido el espanto o susto realiza una limpia consistente en una técnica de
ahumar con el pelo del perro para así liberar el susto del animal que haya espantado
al infante. En ese mismo lugar, el adivino tiene que pegarle a la espalda del infante,
tiene que pegarle, tiene que pegarle con su misma prenda del infante, en el lugar don-
de haya sufrido el infante el espanto. La única diferencia del susto ocasionado por el
perro es que en el discurso dice la expresión “encuéntrenlo” [tjëkpatneya]. Su uso
va más dirigido para los enfermos. Entonces, cuando los infantes se enferman úni-
camente se realiza el ritual de llamamiento o liberación de su ser creador [jëkëëny];
por decir, cuando los muerde algún perro, cuando los espanta el toro o cualquier
otro animal que provoque susto o espanto, el adivino golpea en el lugar con la pren-
da del infante una y otra vez, y a la vez, realiza el llamamiento una y otra vez. Este
ritual lo acompaña rompiendo uno o dos huevos en el lugar donde se haya dado el
espanto o susto y le riega bastante mezcal en la ofrenda que le haya servido al lugar
del espanto.
nuación, recupero la información sobre este tipo de lugares que recabé por medio
de entrevistas con las señoras Margarita, Emiliana, Modesta y Libia.18
Uno de los primeros lugares que se frecuentan para realizar el ritual de lla-
mamiento y liberación de los infantes y los adultos se llama Nëwey’okm, Lugar
de los Sauces. Desde ahí se llega a Ëëne’tsp, Lugar de los [Niños] Berrinchudos;
luego se sube hasta Jëpkjëp’am, Lugar de la Punta del Olote; se sigue a Pojtu’
u’äm, Lugar del Camino del Viento; en seguida, se debe ir a Jëtsuk’ajypky, Lugar
del Rayo; luego, a Täxtujknëë, Lugar de Nueve Ojos de Agua; hasta llegar a
Yeeny Tsyaa, Lugar de la Piedra Larga, al salir del cual se llega a Tsäkuy’am,
Lugar de las Piedras Trituradas. El siguiente destino es Äjkxkyë’am, Lugar del
Pescado, y después, Xu’ukxnë’m, Lugar del Colibrí. El recorrido termina en Xu
me’etsy Kyojpkëjxp, Lugar del Fruto Agrio. Éstos son los lugares más frecuentados
por las personas que realizan los rituales sagrados de llamamiento y liberación
de susto o alguna enfermedad, como el dolor de estómago, diarrea, fiebre y ane
mia, entre otras.
Durante la entrevista, la señora Margarita nos narró los pasos que se siguen
para el proceso de liberación del jëkëëny o máximo ser creador cuando éste ha
sido raptado por algún ente maligno:19
Koo yë’ë jä’äy yamta’ nëmäjtsk nëtëkëëk jyëtity koo jä’äy tä’tspikynyaaxy y’ity,
jëts yë’ë pä’äm jä’äy mäjts’ity yë’ë tëketypy y’ity jäjp yë’ë mäjts’ity jäjp yë’ë te
jy’ity y’ity tëketypy, jëtë’n yë’ë jyëkmääjëtity,jëts koo yë’ë xëmaapy ka’t myaaya’
jëti’iny et tjä’tyëkeey, ka’t myaaya’ ka’te pyetya’ tëë jä’äy y’ooky jä’äy, jëtë’n jëtë’n
yë’ë pä’äm ëyo’on. Yë’ë mëxu’nk ënäjk ënaaj ëtsë’kyëtëp yë’ë jëtë’n jëktä’tspëjkë
tëp, yë’ë ënaaj koo mëjknaaxy pyëjy, yë’ë jëktä’tspëjkëtëp, jëts yë’ë jä’äy
y’ëtsë’ëkyëta’ jëtë’n yë’ë jä’äy tsyëkëta’, ukët, tsëkääjët, nëëjët. Koo nëë y’ëtsë’ëk
ya’ nëëjetypy nyëtë’n jyëkyeemy, koo nëëjetypy tyëka’ koo nyëëtëka’ koo soojaty
jyaty, jajp nyëtë’n jyëkyampëtsiimy jëtë’n yë’ë tsë’ëk mëte’p jä’äy jëtë’n tsë’ëk tyi
jypy, jëts koo xëmaapy kyëmëtä’äky jëk’o’kp yë’ë tsë’ëk”.
18 En este capítulo sólo se utilizan fragmentos de las entrevistas con las señoras Margarita Ji-
ménez García y Emiliana Nicolasa Guadalupe.
19 Entrevista con Margarita Jiménez García, 69 años de edad, Tamazulápam de Espíritu Santo
Mixe, s.f.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 237
Recapitulación
20 Ibidem.
238 Toleda Martínez Jiménez
explora varios hilos de análisis sobre el embarazo, parto y nacimiento, así como
los rituales relacionados con éstos, en el marco de un cuerpo integrado de sabe-
res y prácticas. Para este fin, me basé en la definición del concepto de etnoteorías
parentales de Harkness et al. (2010: 67), quienes señalan que son “modelos cul-
turales que los padres tienen respecto a los niños y las niñas, las familias, y ellos
mismos como padres”.
Para comenzar, abordé las etnoteorías parentales de los mixes de Cuatro
Palos en relación con la concepción del embarazo y el nacimiento (Rojas, 2012).
En la sección del parto tradicional expliqué la importancia de la labor que de
sempeñan las parteras durante el nacimiento, el uso del temazcal y la relevancia
de los lugares sagrados para pedir salud por la parturienta. Asimismo, se descri-
bieron las implicaciones culturales de la placenta y el cordón umbilical. Un punto
importante fue mostrar que la placenta simboliza el ojo del ser humano y por tal
razón se tiene una serie de creencias que se deben seguir para darle tratamiento y
protección. También se explicó que cuando se desprende el trozo de ombligo no
se lo debe tocar, pues traería consecuencias negativas para el recién nacido.
Posteriormente, se documentó todo lo relativo al alimento ritual que se ofre-
ce tras el nacimiento, conocido como comida colectiva mä’ätsy, así como la co-
mida exclusiva de los bebés, conocida como memela especial pä’äp. En el caso
específico de la comida colectiva mä’ätsy, se mencionaron algunas implicacio-
nes culturales de su consumo, sobre todo en lo tocante a la socialización que los
adultos llevan a cabo con los infantes durante esta práctica. Otra práctica aso-
ciada al ritual de nacimiento es la asignación del nombre al tercer día de nacido
el bebé, conocida como mëtuukxëë. Para la descripción de este proceso ritual se
retomó a Martínez Pérez (1988), quien clasifica el ciclo de vida en seis etapas.
En este estudio se utilizaron sus dos primeras clasificaciones: la primera, më
jotëkey, ayuda ceremonial, que se hace dentro de la casa al nacer un niño, y la
segunda, mëjotëkey, que se hace en el periodo del mëtuukxëë, tercer día, fecha
en la que se presenta al recién nacido como un nuevo miembro de la sociedad.
A partir de estas dos clasificaciones, se describió todo el proceso que se si-
gue para la asignación del nombre al tercer día de nacido el bebé. Los xëmaapy,
contadores del día, son quienes llevan a cabo esta ceremonia para hacer la pre-
sentación del recién nacido ante la sociedad y la madre naturaleza.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 239
También se hizo una revisión del calendario ritual de los mixes de Rojas
(2012), basado en datos de la comunidad de Chichicaxtepec, para registrar los
números rituales de nacimiento asociados a los jëkëëny o seres creadores en la
comunidad de estudio. A su vez, se presentó una clasificación a partir de los se-
res creadores ligeros y pesados, en la que se muestran algunas de las implicacio-
nes culturales que conlleva su asignación.
Asimismo, se describió lo que implica el escape o separación del máximo
ser creador del infante. Aquí se señaló que los wojpjë’kp, levantadores/recoge-
dores, son los encargados de la labor de rescate de los máximos seres creadores
que hayan sido atrapados por los entes malignos. Como complemento del análi-
sis de este ritual, se mencionaron los lugares sagrados adonde pueden acudir las
personas cuando en sus hogares se enfrentan a esta situación, ya sea que se tra-
te de infantes o de adultos.
Todo el cuerpo de saberes integrado en este estudio conforma el conjunto
de etnoteorías parentales y prácticas de crianza de la comunidad mixe de estudio.
En particular, la complejidad sobre los rituales del calendario para la asignación
del nombre del niño o la niña enriquecen de manera especial el panorama de los
estudios de la infancia en Mesoamérica.
Los saberes aquí documentados siguen vigentes entre la generación de mayor
edad, pero empiezan a ser desplazados entre las generaciones más jóvenes, que
no los han aprendido. En este sentido, el presente trabajo representa una docu-
mentación imprescindible para conocer, mantener y enseñar a los jóvenes e in-
fantes mixes en el presente milenio.
En este apéndice presento las etnoteorías parentales que se obtuvieron de las en
trevistas semiestructuradas con las señoras que colaboraron en este estudio (véa-
se el cuadro 6.1).
4) Yë’ë määjts jam jyëkpëtä’kt mää wä’äts nëë yo’oy, jëts ntëkëwä’ jë’m jëts
yë’ë ween wya’tsy, yë’ë määjts wyenajtypy yë’ë mëxunkët.
La placenta se debe echar en una bandeja muy limpia y llevarla al río o al-
gún lugar donde brote el agua para que el bebé tenga ojos muy sanos. Se
dice que el ojo que porta el infante es su placenta.
7) Koo yë’ë mä’ätsy ka’t nyiiy tee, ka’tëk ja’ ënä’jk wyäy kya’pxy myiixy.
Cuando el machucado tiene poca salsa, al bebé no le nacerá completa su
cabellera.
14) Koo yë’ë päjx tsyëpaay ka’t y’ëkmëstujtyënë, yë’ë xyëë jä’äy jyëktëkäjtsëp.
Cuando el recién nacido ya no contiene su llanto, existe la posibilidad de
cambiar su ser creador/hacedor/moldeador y asignarle otro con el que sea
compatible.
15) Koojëk yë’ë määjts jyëknëtäjy, kä’tjëk yë’ë mëxunk wyeen y’ey jyën’ijxy,
jëts koojëk yë’ë määjts nëëjetypy jyëkpëtä’äky, eynyaaxy mëxu’nk
jyën’ejxä’äny.
Cuando se entierra la placenta, el infante tendrá problemas de la vista, y en
cambio, cuando la placenta se lleva a la orilla del agua, se cree que el infan-
te tendrá una vista perfecta.
16) Koo mtëëjts kya’at tëkëëk’ojk tëjk xnë’äwjëtet jëts xyo’okujt tëjkijxypy, jëts
koo ka’t, ka’t mtëëts myuxä’äny.
Cuando se te caiga tu diente de leche, debes dar tres vueltas al contorno de
la casa y en seguida aventarlo encima del techo para que nazca pronto el
otro diente.
20) Koo në’ëx xtëtsënët, ka’t ënä’ jk myëteey, ëmuun në’ëxën ja’y tsyëëna.
Si te sientas sobre el brasero [del comal u olla], se cree que los hijos o las
hijas no obedecen los mandatos de sus cuidadores y más bien se quedan
estáticos como el tronco del brasero.
22) Koo u’nk tsyutajtsnaaxy, ja’a tuunëp, ko ja’a jä’äxy jyëktënëjiky ja’a tyë
jkwiimpy, jëts ja’a ënä’ jk tsyuta’tsy ne’t pyätyä’ jëts koo yë’ë tsuutä’ätsy
myëstu’tët wenk tëjk yë’ëj jä’äxy jëkojk jyëkjukt’.
Cuando el niño o la niña se orina mucho en la cama, se cree que es provoca
do por la maldad de una persona que tira leña en el patio de la casa del in-
fante, y como consecuencia, el infante al que se le haya hecho la maldad
empezará a orinar en su cama. Para contrarrestar este mal se debe regresar
el trozo de leña a otra casa.
23) Jëts yë’ë pyutsk ka’t jä’äy yë’ë teny, ja’a koo yë’ë tii tyonaaxy kook ënäjk
pyutsk nto’onëm.
El pedazo del cordón umbilical no debe tocarse. Si por una u otra razón se
lo llegara a tocar, se cree que la niña o el niño serán muy tentones.
24) Ka’t ënäjk nëwä’äts njëkä’äyëm, jëts koo yä’äknët jaa jä’äy jëkojk nyëwän
patä’änya.
No permitir que los hijos coman sin ropa, ya que a futuro pueden tildarlos
de rateros o culparlos de algo que no hayan hecho.
Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 243
25) Kook ënäjk kaaky tyooy tkaay, wä’ätsjatyëk ja’a y’u’nk tpääty.
Cuando los niños o las niñas comen tortilla quemada, tienen hijos güeritos.
26) Koo to’oxy’ënäjk kanik tëkëyäty, ka’tjëk tyojkx jyejkxy pyëtsiimy ok ka’tëk
kaaky y’etyë’tsy.
A las niñas no se les permite jugar con canicas, porque de adultas, cuando
preparan la comida, ésta no agarra sazón. De igual manera, se les dificulta
tortear.
27) Kook yë’ë to’oxy’ënäjk yë’ë mijxy y’ënäjk tmëtkëyaty jëkteky’akpëk yë’ë ok
jëkteeky kyë’ëtspëk.
Cuando las niñas juegan con los niños, se les levanta el pellejo de los talones
de los pies.
28) Kook tan mkä’äty ka’tëk yë’ë kaaky nyënijkxy ok ka’tëk kaaky kyu’uxy.
Cuando se come parado, se cree que la tortilla se vuelve no nutritiva.
33) Koo tsamyijkxy xtsä’äty jëts xon jyëpëjy, ëtsijkxynyaaxy n’äjty m’etä’äny.
Cuando se asan los elotes tiernos en la brasa y se revientan los granos, será
muy risueña la persona.
Referencias bibliográficas
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Jëkëëny. Etnoteorías parentales y rituales del nacimiento 245
Introducción
* Este documento retoma y reelabora algunas partes centrales del capítulo 3 de mi tesis de
maestría titulada “Concepciones de infancia y prácticas comunicativas de socialización en
la niñez quechua de Cororo, Bolivia” (ciesas, 2002), dirigida por la Dra. Lourdes de León Pas
quel. A ella también agradezco sus comentarios para mejorar el presente documento. Los
datos para esta tesis fueron recogidos por la autora gracias al Programa de Investigación
Estratégica en Bolivia ( pieb), institución que financió la investigación “Formación Docente
y la Práctica Educativa en el Marco de las Relaciones Sociales Diferenciadas”, en la cual
participaron como investigadores senior, el Dr. Mario Yapu y la Mtra. Cassandra Torrico; y
como investigadores junior, Nery Fuertes, David Gamboa, Arturo Aliaga y mi persona.
1 El quechua boliviano corresponde al grupo Chinchay sureño, subgrupo Quechua IIC (Torero,
1970; 2007).
249
250 Carmen Terceros Ferrufino
Metodología
Cororo, T’ojlu Rancho y San Isidro comparten ciertos rasgos y difieren en otros.
La vocación agrícola y pecuaria a pequeña escala en un territorio rural de valles,
además de una población migrante a centros urbanos en Bolivia y el exterior, son
algunos rasgos compartidos. A continuación, se especifican las características
propias de cada una de estas zonas.
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 251
Cororo
los niños y las niñas no pueden andar solos por las calles con tanta libertad, debido
al mayor tránsito de transporte; los padres de familia o abuelos tampoco los dejan
solos hasta que al menos tengan 6 o 7 años de edad, al contrario de lo que sucede
en Cororo, donde se puede encontrar a un infante de 3 años jugando o andando por
las calles alrededor de su casa hasta llegar a la pequeña plaza, o bien, rondando
por la escuela y la normal.
Dentro de esta concepción general de la infancia quechua, se encuentran
otras concepciones más específicas, que dependen del grado de desarrollo físico
y psicomotriz de los infantes. Se distinguen dos etapas diferenciadas con cla
ridad por dos rasgos observables: infantes que amamantan e infantes que ya co-
mienzan a moverse —desde infantes que gatean hasta aquellos que caminan y
ya comienzan a hablar—. En especial durante la primera etapa, aquellos que
amamantan se conciben como angelitus, angelitos, dada su inocencia o la inexis-
tencia de “pecado” (Terceros, 2002; Bolin, 2006; Jenson, 2011). Por lo general,
los infantes que se hallan en esta etapa no representan turbulencia o caos en las
familias, de manera similar a lo que ocurre en otras culturas, como la australia-
na, la española o la italiana (Harkness y Super, 2006). El concepto de angelitos
puede obedecer a la influencia de la religión católica, con imbricaciones de la
cosmovisión andina, cuya filosofía se basa en una estrecha interrelación entre
naturaleza y seres humanos; por lo cual, los niños y niñas de los Andes cumpli-
rían el papel de mediar entre ambas entidades —por ejemplo, al salir a las calles
para pedir lluvia con rezos y cánticos, a fin de restaurar el equilibrio en época de
sequía prolongada— (Terre des Hommes, 2010).
En las tres zonas de estudio, los bebés que están amamantando también sue-
len considerarse sonsitus, zoncitos, o su equivalente en Cororo, phusnitus, ton-
titos, zoncitos. Por esta razón, el infante debe pasar la mayor parte del tiempo
bajo el cuidado de la madre, pues ella es quien debe amamantarlo por lo menos
hasta alrededor del año y medio o dos (Yapu y Torrico, 2003), y en otros ca-
sos, hasta los 3 años de edad (Terres des Hommes, 2010). El resto del tiempo,
estos niños y niñas están bajo el cuidado de los hermanos mayores, tal como
acontece con los del área rural ecuatoriana (Rindstedt, 2000). Más adelante, desde
el momento en el cual comienzan a gatear, es decir, a movilizarse por la casa,
reciben una referencia ambivalente: siguen siendo angelitus, pero a la vez tam-
bién son supaykuna, diablillos, porque, dada su capacidad de transportarse de
manera libre y más autónoma por los espacios de la casa, pueden deshacer cosas
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 255
que encuentren a su paso —por ejemplo, tirar la comida de las aves de corral,
arrojar o romper cosas frágiles— y muestran una voluntad indómita. Las
caracterizaciones que reciben también tienen ahora un sentido negativo. Por
ejemplo, en T’ojlu Rancho y San Isidro, los adultos usan el término usa qaras,
cueros de piojo, no solamente porque algunos tengan piojos, sino porque son pe-
queños que suelen ensuciarse con facilidad y sin control. A los ojos de los padres
de familia, el comienzo de la movilidad en los infantes representa asimismo un
comienzo más observable de desarrollo del yuyay o cuenta qukuy, de darse cuen-
ta, entender, pensar. Sin embargo, esta capacidad apenas emerge en esta etapa.
Desde la perspectiva de los padres de familia, juch’uy wawitaqa ma yuyayniyu
qraqchu, el niño o niña pequeño aún no tiene yuyay (Terceros, 2002: 30).
Yuyay
A la pregunta de qué es lo que los cuidadores consideran para saber cuándo los
niños y niñas deben comenzar a aprender determinado conocimiento y habilidad
relacionados con el trabajo productivo de la región, la respuesta de los padres de
familia fue yuyay, en Cororo,3 y cuenta qukuy, darse cuenta, en T’ojlu Rancho y
San Isidro.4 Se podría sostener que ambos conceptos son semánticamente equi-
valentes, puesto que incluso los pobladores de Cororo se referían a los dos de
manera alternativa, es decir, también como cuenta qukuy, para referirse a la adqui-
sición de entendimiento, memoria, pensamiento y sensatez. De acuerdo con los
adultos de estas tres zonas, esta capacidad es un principio común que orienta la
agenda sociocultural de aprendizajes y desarrollo hacia la madurez para la niñez
en las regiones quechuas de estudio. Como se podrá observar, el primer término
3 En Cororo, la pregunta específica fue la siguiente: “¿qué debe un niño aprender?”. En la res-
puesta, emergía la mención a la capacidad de yuyay vinculada al aprendizaje de las habili
dades productivas valoradas en la región, como, por ejemplo, lavar, cocinar, para las niñas
(entrevista con JF, Cororo, junio de 1997).
4 El término yuyay formaba parte del léxico cotidiano durante el año de mi trabajo de campo en
Cororo, en 1997. Por la misma década, dado que frecuentaba la región de T’ojlu Rancho, San
Isidro y otras comunidades del Valle Alto debido a los orígenes de mis padres, este término
aún se utilizaba entre los pobladores de esta región. Sin embargo, a la fecha, el denominativo
de cuenta qukuy reemplazó, en parte, a yuyay en las dos comunidades del Valle Alto, aunque
aún se usa de manera generalizada en su realización verbal de “recordar” y “pensar”.
256 Carmen Terceros Ferrufino
5 Patricia Ames (2013), en su trabajo sobre el Perú, menciona brevemente dicha noción, aunque
no en el término quechua sino en su traducción como “ser juicioso”.
6 Término incorporado del aymara al quechua en esta comunidad.
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 257
CUADRO 7.1
Yuyay: campo semántico
“Guarda todo en su memoria, “La gente se va cada día a la “Este mi Luisito pastea muy
no olvida”. chichería, no entra en bien las ovejas, ya se da
razón”. cuenta”.
(Continúa)
258 Carmen Terceros Ferrufino
CUADRO 7.1
Yuyay: campo semántico
Sustantivo Verbo Adjetivo
yuyay yuyay, yuyaychakuy, yuyariy yuyayniyuq, yuyaysapa
“Ellos están haciéndose casi “Recién nos viene a la “Elegimos a ese dirigente
aplazar nomás siempre, cabeza, pues […]. Después por ser sabio”.
medio que no piensan en recién me di cuenta, pues”.
pasar de curso, pues”.
Ejemplo:
Yuyayninta-chinkachin.
yuyay-ni-n-ta
memoria-euf-3s.sg-acu
chinka-chi-n
perder-cau-3s.sg
Abreviaturas: acu = acusativo, cau = causativo, dim = diminutivo, dur = durativo, disc = dis
continuo, euf = eufónico, ilat = ilativo, inf = infinitivo, lim = limitativo, pas =pasado, pl =
plural, pond = ponderativo, pp = participio pasado, s = singular, top = topicalizador.
Fuente: Reelaboración con base en Terceros, 2002: 51.
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 259
7 Entrevista con don Camilo, 60 años de edad, Cororo, 27 de junio de 1997. Véase Terceros,
2002: 51.
260 Carmen Terceros Ferrufino
Según la población quechua de Cororo, T’ojlu Rancho y San Isidro, los niños y
niñas ya nacen con esta capacidad de tener memoria, pero no necesariamente
con las capacidades hacia las cuales esta noción se extiende; es decir, de razonar
o reflexionar, darse cuenta, discernir, ser sensato o juicioso, ser inteligente —vivu,
vivo, vivaracho, inteligente—, o de pensar en las consecuencias de los actos
propios; acciones que, según los padres y madres quechuas, se producen en la
mente. Estas son las cualidades guía y meta de una gran parte de la socialización
de la niñez quechua, puesto que su adquisición paulatina es un indicador del de-
sarrollo de los niños y las niñas en pos de la madurez y la autonomía. Por dicha
razón, se entiende que el yuyay o cuenta qukuy es un principio quechua de acce-
so al conocimiento; a la capacidad de razonar sobre dicho conocimiento, con su
consiguiente toma de decisiones y actuación de manera autónoma. Según los
padres de familia, el yuyay se adquiere de manera progresiva, mediante la explo
ración del entorno, lo cual se amplía aún más mediante las capacidades de cami-
nar y hablar (Terceros, 1997; Torrico, 1997). En realidad, un infante de 1 año de
edad ya demuestra su adquisición al entender mandatos; por ejemplo, un directi
vo de alcanzar algún objeto a otra persona.8
Por otro lado, tanto en adultos como en niños y niñas, además de la realiza-
ción de actividades, el habla es una forma importante de visibilizar la capacidad
de darse cuenta, entender y guardar en la memoria. No es casual que en Cororo
esta capacidad también se conecte con otra, de índole narrativa, entre los niños y
niñas: willay, narrar, relatar (Terceros, 2002; Yapu y Torrico, 2003), así como con
la capacidad de razonar, de hablar con razón y fundamento, entre los adultos y
dirigentes comunales (Terceros, 2002), o bien, con chiqan parlay, hablar con
razón; hablar lo correcto, lo apropiado; entre las comunidades de T’ojlu Rancho
y San Isidro (Terceros, 2017).
9 “A key dimension of human understanding and acting in the world” (2015: 2).
262 Carmen Terceros Ferrufino
10 En un estudio enfocado en las habilidades de hacer adivinanzas en la niñez quechua del Perú,
Palmira de la Riva González (2013: 4-5) encuentra que, para la cultura quechua, lo cogni-
tivo —yuyay, la razón, el pensamiento, la conciencia—, el alma —animu— y el corazón
—sunqu— son interdependientes, y por ello están estrechamente interconectados. Es decir,
si un niño o niña pierde el animu, también pierde su capacidad de razonar, de pensar, de en-
tender. En la zona que se estudia en este capítulo aún hace falta profundizar en esta interde-
pendencia.
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 263
Cómo les vamos a ayudar, ellos siempre se dan memoria, pues. Aunque a veces, los
que saben leer…, sus profesores les están haciendo dar cuenta, les están indicando,
eso ellos están reteniendo [en su memoria], pues, ¿verdad? Después, nosotros, a
veces, les estamos haciendo entender también. Nosotros, cómo es nuestra vida,
cómo hay que vivir, esas cosas también les estamos diciendo nosotros: “así es, así
hay que decir”, les estamos diciendo también nosotros; les estamos reprendiendo
bastante, de a malas también les estamos haciendo entender, pues. Eso se agarran
los niños y niñas. Otros no se agarran. Están entendiendo siempre, pues […]. Le
ordenamos al que ya tiene memoria, pues (Terceros, 2002: 69).
externa, por medio de la acción socializadora de los diversos sujetos que rodean
al niño o niña. Por consiguiente, el yuyay no sólo se adquiere de manera natural,
como ocurre entre los gapun de Nueva Guinea, según quienes la capacidad de
save, es decir, de saber mantener las relaciones sociales, se adquiere sin inter-
vención adulta (Kulik, 1992).
Respecto a cómo aprenden los niños y niñas a desarrollar la capacidad de
entender o darse cuenta, los padres de familia de las tres zonas de estudio afir-
man que se la adquiere de manera gradual, a medida que ellos también van ad-
quiriendo conocimiento. Según los padres de familia, el conocimiento tiene
varias fuentes: la observación, la participación y la escucha de los niños y niñas
en las actividades cotidianas de la familia en el hogar, la escuela, en fin, esta ca-
pacidad se va adquiriendo a lo largo de toda la vida. Esto se relaciona con otros
reportes sobre las formas de aprendizaje comunitario (Rogoff et al., 2003).
Al mismo tiempo, se define una aproximación etaria para su plena adquisi-
ción: según los cororeños, alrededor de los 12, 14 o 15 años de edad. Esto coin-
cide con la mayoría de edad para los quechuas de Chilihuani en el Perú, que
ocurre alrededor de los 12 años (Bolin, 2006). No obstante, tanto los cororeños
de Chuquisaca como los de T’ojlu Rancho y San Isidro, en el Valle Alto de Co-
chabamba, manifiestan que coincide con lo que ellos denominan “población en
proceso de ser joven” y no necesariamente con la mayoría de edad —maltonsitus,
jovenyakuptin, “cuando llega a ser joven”—. En T’ojlu Rancho y San Isidro, en
especial, la plena adquisición de dicha capacidad viabiliza el ser personas de res-
peto, mediante la independencia económica, la posesión de tierras y la formación
de una nueva familia, con el matrimonio. En ambas comunidades, más que en
Cororo, los hijos de esta edad aún no han alcanzado la mayoría de edad, puesto
que aún están en proceso de culminar estudios en la secundaria, y como conse-
cuencia, tampoco cuentan con una profesión u oficio que les permita su indepen-
dencia económica. Por consiguiente, en estas zonas en reconfiguración social y
cultural, “darse cuenta” no necesariamente supone la mayoría de edad en los
tiempos actuales.
Es más, en estas dos comunidades del Valle Alto, se sostiene que la capaci-
dad de darse cuenta puede ser un proceso continuo, sin acabar. Se adquiere dicha
capacidad con las experiencias de la migración; al asistir a cursillos de capaci-
tación; al conocer nuevos lugares y experimentar nuevas formas de vivir; con
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 265
las experiencias cotidianas de uno mismo y de los demás.11 Por esta razón, la
noción de darse cuenta se abre también a una de las metas de socialización que
conjunta los saberes y competencias socioculturales locales-tradicionales con
aquellos procedentes del exterior: civilizakuy, civilizarse; ñawpaqman riy, desa-
rrollarse, progresar; tanto para habitar en su región como para la vida en general
—“kawsayta yachanankupaq”, “para que aprendan a vivir”—.12
En el siguiente apartado, con énfasis en los niños y niñas de 2 y medio a 10
años de edad, explicaré con detalle las actividades que realiza la infancia de Co-
roro, T’ojlu Rancho y San Isidro, según las etapas de desarrollo por las que atra-
viesan y la manera en la que la capacidad de darse cuenta o de entender emerge
en ellos.
Hay varios factores que permiten que los adultos y otros miembros más compe-
tentes de la comunidad hagan que los niños y niñas se inicien en el aprendizaje
de competencias y valores cultural y socialmente apropiados para su comunidad;
es decir, para que se inicien en su socialización (Ochs y Schieffelin, 1984; Cor-
saro, 2011). De manera general, estos factores responden a la existencia de un
sistema denominado “nicho de desarrollo” —developmental niche—, compues-
to por el entorno del niño o niña, el cual comprende tres subsistemas que inte-
ractúan entre sí: el entorno físico y social, las costumbres y prácticas de cuidado,
y la psicología de los padres, principalmente las etnoteorías parentales sobre la
niñez y su consiguiente desarrollo (Harkness y Super, 2006: 3). Las etnoteorías
parentales definen las elecciones de los padres en relación con el tipo de interac-
ción entre ellos y los niños y las niñas, los espacios o escenarios habitables, y las
competencias que los niños y las niñas deberán adquirir en su desarrollo (Hark
ness et al., 2010: 68).
Por lo que hemos dicho ya sobre la noción de darse cuenta entre los quechuas
de las tres zonas de estudio, el aprendizaje y la socialización infantil se producen,
en gran parte, mediante la interacción social, la experiencia y la observación
Esta etapa comprende a niños y niñas de cero a 3 o 4 años de edad, aunque al-
gunos autores señalan que en esta clasificación sólo ingresan los niños y niñas
desde que comienzan a caminar hasta que aprenden a hablar (Yapu y Torrico,
2003: 286).13 Sin embargo, el indicador común es la carencia de yuyay o cuenta
qukuy, es decir, de entender o darse cuenta, discernir, y por esta razón, además
de la incapacidad de darse cuenta o de discernir, corresponden a esta etapa los
niños y niñas que aún no conversan, que no interactúan con otros de manera
verbal, más que simplemente hablar; son niños y niñas que tampoco pueden ca-
minar sin caerse, que aún no pueden manejar las manos con firmeza, sin dejar
caer los objetos. Al respecto, una madre de familia de San Isidro manifestaba lo
siguiente:
De 2 años también donde sea se van; se caen; tienes que estar caminando en su atrás.
“¡Ay, sonsu! Maymanpis yaykuchkallanki”, nichkanku chaypi. Manaraq cuenta
qukunkuchu, a. “Ñapis pero yuyay jap’inqaña” wakinqa nichkanku. De 5, de 4 para
arriba, ya se dan cuenta, ya hablan, ya caminan, ya entienden, ya te hablan, pues.14
De 2 años también donde sea se van; se caen; tienes que estar caminando tras ellos.
Les están diciendo “¡ay, zonzo! Estás entrando adonde sea”. Aún no se dan cuenta,
pues. Otras [madres] están diciendo: “pero ya van a agarrar entendimiento”. De 5,
de 4 para arriba, ya se dan cuenta, ya hablan, ya caminan, ya entienden, ya te ha-
blan, pues.
13 Existe una subclasificación local que rige para los lactantes. Por ejemplo, en la comunidad
de Pisili, provincia de Yamparáez, Chuquisaca, Bolivia, se ha identificado la etapa denomi-
nada “de sullu wawa a chaki wawa”, que en realidad comprende desde los bebés prematuros
y lactantes hasta los niños y niñas que comienzan a moverse o a caminar (Yapu y Torrico,
2003: 286). En las tres zonas de mi estudio, Cororo, T’ojlu Rancho y San Isidro, las madres
de familia llaman a esta etapa ñuñuq wawas, bebés que lactan.
14 Entrevista con JE, San Isidro, junio de 2017.
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 269
diferencias de género entre niños y niñas que ya caminan y hablan. Sin embargo,
esta diferenciación aún no está muy definida, pues se observó que los niños va-
rones jugaban a las cocinitas y a los vende-vendes incluso hasta los 5 años de
edad con sus hermanas mayores. La diferenciación genérica también emerge
de manera explícita en el nivel discursivo: en los halagos, las llamadas de aten-
ción o los reclamos que adultos y hermanos mayores suelen dirigir a los niños.
Por ejemplo, un niño que aguanta golpes —suaves a esta edad—, come un poco
de comida picante, se cae y no llora, es considerado hombrecito —qhari, hom-
bre—, o también, “macho”. Si sucede lo contrario, es decir, que llora, recibe la
caracterización negativa de q’iwa, en Cororo, o su equivalente q’iwalu, maricón,
llorón, en T’ojlu Rancho y San Isidro.
Por otro lado, para los niños y niñas que ya muestran las habilidades de ha-
blar y caminar; es decir, que ya interactúan con otros, que ya dan mayores se
ñales de reacción ante su entorno, y con ello demuestran su carácter —entre los
2 y 3 años de edad—, ya se inician con claridad las valoraciones del ideal de niño,
niña y de persona, y con ello la aparición de rasgos moralmente valorados de
conducta humana. En Cororo, según las conductas demostradas, estos niños y
niñas pueden recibir caracterizaciones como las siguientes: k’acha wawa, niño
o niña agradable, cortés, amable; k’uchi wawa, obediente, hacendoso; llanu, hu-
milde, de carácter suave, no respondón; delikadu, que devuelve las cosas a su
dueño y no las esconde; coraje, sin miedo, valiente; vivu o viva, vivo, viva, des-
pierto, activo, ágil, con iniciativa; yuyaysapa o umayuq, muy inteligente, que
piensa, entiende y hace lo que se le ordena, en oposición a kalladitu, calladito, o
sonsitu, zoncito (Terceros, 2002). En T’ojlu Rancho y San Isidro rige la misma
apreciación en relación con estas cualidades. Los niños y niñas alternan sus acti
vidades entre el juego, la exploración-observación y la contribución, en relación
con otros miembros de la familia, en la medida de lo que pueden y se les permite.
En cuanto al manejo de los espacios, al contrario de lo que ocurre en Sara-
guro, Ecuador (Jenson, 2011), los adultos de estas tres zonas no les permiten
transitar solos por todos los lugares debido a la falta de yuyay o de capacidad de
darse cuenta, de saber reflexionar y discernir entre lo apropiado y lo inapropiado,
lo peligroso y lo seguro o lo confiable. Así, los adultos son quienes definen los
lugares permitidos y prohibidos para infantes pequeños que ya caminan. Por
ejemplo, se les prohíbe acercarse a las orillas de los ríos, debido a su peligrosidad
y al temor a que se caigan y se enfermen de susto, lo que ocasionaría que se
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 271
Ésta es una etapa en la cual, en las tres zonas de estudio, los adultos establecen
obligaciones para los niños y niñas de entre 5 y 12 o 14 años de edad. Esos niños
y niñas, al conversar, “entiendechikunkuña, aswan ch’uwataña parlanku”, “ya
se hacen entender, ya hablan más claro”. En Cororo, los niños y niñas mayores
de 7 u 8 años ya pueden relatar cuentos orales de la región con una trama estruc-
turada, o bien, como en T’ojlu Rancho y San Isidro, ya pueden explicar y dar
razones sobre sus acciones o las de los otros. Al mismo tiempo, a esta edad in-
crementan su fuerza física, y con ello, la capacidad de manejarse de manera más
independiente.
Respecto de lo que pueden realizar los niños y las niñas en esta etapa, alre-
dedor de los 4 o 5 años de edad, un niño o niña puede convertirse en un pequeño
kamachiq —en Cororo— o mandana —en T’ojlu Rancho y San Isidro—, es
decir, en cumplidor de encargos, de órdenes, en alguien que ayuda en las tareas
del hogar. Otros estudios sobre poblaciones quechuas e infancia coinciden en
esta clasificación, pero con ciertas diferencias en la demarcación etaria, que obe-
dece a la situación contextual y la dinámica familiar. Esto ocurre con los niños
y niñas de 4 años de edad pertenecientes a familias migrantes, en una zona pe-
riférica de la ciudad de Cochabamba, Bolivia, quienes ya contribuyen con toda
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 273
gada con un chicote por ser wasiwasi, ranchera—. Los padres prefieren las ame-
nazas en lugar de este tipo de castigos; por ejemplo, echarle agua a un niño
majadero que llora “para que los diablillos salgan de su cuerpo” (Terceros, 2002).
En un estudio sobre la niñez hablante del quechua como idioma materno en Cuz-
co, Apurímac y Ayacucho, en los Andes centrales del Perú, se reportan castigos
a edades más tempranas, como a los 4 o 5 años de edad, porque los adultos sos-
tienen que estos niños y niñas ya entienden (Ames, 2013: 399). Aunque en dicho
estudio no se hace mayor referencia a esta capacidad de entender, al parecer sus
consecuencias son morales, debido a que se espera que los niños y niñas de esta
etapa ya sepan discernir o distinguir entre lo bien hecho y lo mal hecho, y tomar
decisiones entre lo correcto y lo incorrecto, lo apropiado y lo inapropiado.
Por lo tanto, se observa que en esta etapa las categorías de darse cuenta-
responsabilidad-moralidad ya conforman un trío indisoluble para los padres de
familia de la región. El objetivo es que los niños y niñas con mayor capacidad de
darse cuenta respeten las normas establecidas para su propio bienestar, así como
para el bienestar de la familia. Esto es algo que coincide con lo observado en
otras investigaciones (Sichra, Arratia y Guzmán, 2007). Asimismo, también se
encuentran resultados parecidos en relación con el mantal, ‘mandatos’, ‘orienta-
ciones o guías verbales’, que se utiliza entre los cuidadores de los niños y niñas
tsotsiles en Chiapas, una vez que éstos adquieren la capacidad de conciencia o
entendimiento (véase el capítulo 2).
un esbozo del uso de la lengua en la crianza de la niñez quechua como parte de las
estrategias que intervienen en el proceso de su socialización.
En las tres regiones de estudio, la lengua que los adultos utilizan para dirigirse
a los niños y las niñas también responde a las concepciones de infancia de niños
o niñas tontitos, sin fuerzas, angelitos, y su antagónico supaykuna, diablillos. Por
esta última característica se requiere alentarlos, desafiarlos y monitorearlos, a
fin de controlar su voluntad y encaminarlos hacia los conocimientos necesarios
para su construcción como personas adultas. Por ello es indudable que la lengua
—y en su sentido más amplio y completo, el lenguaje—15 juega un papel crítico
en la socialización infantil (De León, 2005; Ochs y Schieffelin, 2012).
En esta sección, debido al uso mayoritario del quechua en Cororo, haré es-
pecial mención de las maneras particulares de usar ciertas formas comunicativas
en esta lengua por parte de los padres de familia, hermanos mayores y otros
adultos, con los niños y las niñas en edad preescolar. Para ello, presento prime-
ro el modelo de habla que se observa en la interacción familiar a la hora de la
cena, momento en el cual se reunía toda la familia en 1997, al menos en las fa-
milias que no tenían televisor. A manera de comparación, también haré algunas
observaciones acerca de las familias de T’ojlu Rancho y San Isidro.
Por ejemplo, el modelo de habla para la crianza de los niños y niñas de origen
quechua en Saraguro, Ecuador, es sociocéntrico (Jenson, 2011). En las comuni-
dades que se estudian aquí, se encuentra un patrón similar, aunque ello no ex-
cluye la existencia de la toma de perspectiva del niño o niña. En un sentido ge-
neral, se encuentra que el habla es sociocéntrica por el hecho de que la atención
de los adultos se concentra en los adultos; los adultos no ponen énfasis en la
interpretación de lo que los niños quieren decir, en especial desde que son bebés
hasta que adquieren las estructuras básicas de la lengua, entre los 3 y 5 años de
15 En este estudio me limito al uso de ciertas formas de la lengua quechua, no del lenguaje.
278 Carmen Terceros Ferrufino
Uso de la lengua
16 En Cororo, entre las familias que tenían un televisor en casa, esos momentos de interacción
y de compartir ya eran esporádicos, por el hecho de que los hijos tendían a comer viendo los
programas de televisión. Algo similar ocurre en la actualidad en T’ojlu Rancho y San Isidro,
aunque en las familias de estas dos comunidades algunos padres prohíben a los hijos mirar
televisión en horas de comida, por cuestiones de higiene, ya que, por lo general, los televiso-
res están en los dormitorios.
Yuyay: niñez quechua y etnoteorías parentales en los Andes de Bolivia 279
criben con niños y niñas en edad preescolar: uso del registro de habla infantil,
prácticas comunicativas y el uso de ciertos sufijos del quechua (Terceros, 2002).
Prácticas comunicativas
Entre las prácticas o rutinas comunicativas de uso cotidiano entre los padres de
familia y otros cuidadores con niños y niñas en edad preescolar, en especial con
niños y niñas menores de 4 años, se encontraron resultados similares a los repor
tados en aquellos estudios enmarcados en el enfoque de la socialización mediante
el lenguaje (Ochs y Schieffelin, 1984; Rindstedt, 2000; De León, 2005). Así, los
280 Carmen Terceros Ferrufino
adultos recurren a diferentes formas de provocación y manejo del enojo para llegar
a metas de socialización de los infantes pequeños, pero bajo denominativos propios
de la cultura quechua de su región; por ejemplo: chansakuy, chancearse; chistakuy,
hacer chistes, y transakuy, trancearse; amenazas, directivos, elicitaciones, ruti-
nas de avergonzamiento y de provocación del miedo. El comportamiento que se
espera en el niño o niña provocado, y también en cualquier otro participante
adulto, es que responda, que participe y sea asertivo en la réplica a la provoca-
ción (Terceros, 2002). Además de ello, rutinas o prácticas comunicativas como
las de la provocación del miedo y el enojo sirven para fortalecer el carácter de
niños y niñas, de manera similar a lo encontrado para la niñez tsotsil de Chiapas,
México, mediante rutinas que fortalecen el ch’ulel o alma de los infantes (De
León, 2005).
Estas prácticas comunicativas se usan para evitar el castigo físico de los in-
fantes pequeños, ya que un castigo de esa índole podría asustarlos y con ello
hacerles perder el animu, ánimo o alma, como también ocurre con los niños y
niñas mayas pequeños en Chiapas (De León, 2005).
En las tres zonas de estudio se observa el uso de ciertos sufijos en familias que
interactúan en quechua con niños y niñas “cuando se les habla con cariñito”;17
es decir, en situaciones de demostración de afecto positivo y juguetón. Dada la
obtención de datos más sistemáticos en Cororo sobre este tema, éstos se utiliza-
rán de manera preferencial (Terceros, 2002).
Diminutivos. Expresan afecto positivo y negativo; aunque, de hecho, existen
algunas diferencias de uso entre Cororo y las comunidades de T’ojlu Rancho y
San Isidro. En Cororo, tanto adultos como hermanos mayores usaban de manera
cotidiana el sufijo del español -ito, realizado como -itu en quechua, en los nom-
bres propios, en situaciones de demostración de afecto tanto positivo como nega
tivo, con independencia de su condición socioeconómica. Por ejemplo, en las
quejas y acusaciones ante un adulto sobre una conducta inapropiada de un her-
mano mayor o menor, se tenía la siguiente producción en acusaciones: “kay Ru
bisituyki, mamay!”, “¡éste tu Rubencito, mami!”. En amenazas: “willaykusaq
específicas que aún hace falta dilucidar mediante el análisis de datos interacti-
vos espontáneos.18
A su vez, el hecho de que se priorice un patrón de aprendizaje de tipo socio-
céntrico tiene consecuencias para desarrollar autonomía en el aprendizaje de
destrezas para la producción y formación de la persona como rasgo importante
de la niñez quechua en los Andes (Romero, 1994; Yapu y Torrico, 2003; Bolin,
2006; Zambrana, 2008; Jenson, 2011; Ames, 2013), con independencia de si
algunas culturas las desarrollan mucho más que otras, como ocurre entre los gua
raníes en Bolivia (Terre des Hommes, 2010). Quizá por ello algunos estudios
realizados en el Perú encuentran que, a los 12 años de edad, los chicos ya son
participantes plenos en la vida social de su comunidad (Bolin, 2006; Ames, 2013:
389). Sin embargo, esta participación plena no es independiente de los factores
contextuales y de contacto con valores urbanos a los que están expuestas las co-
munidades quechuas de la región de los Andes.
La reflexión que me planteo respecto de la autonomía es la siguiente: si au-
tores como Duranti (2015) afirman que la intersubjetividad es una dimensión
clave para comprender y actuar en el mundo, lo cual puede implicar la idea de
que se trata de una dimensión que se conecta no solamente con la capacidad
de autonomía, sino también con la de agencia, aunque no dé lugar a que esta úl-
tima se concrete en forma directa, entonces, ¿puede ser que niños y niñas que-
chuas de esta región ingresen temprano en ambas capacidades, de autonomía y
agencia? Responder a esta interrogante también puede servir de explicación para
entender por qué, además de la influencia del entorno, las etnoteorías locales dan
lugar a sostener que el aprendizaje depende más de la habilidad y el esfuerzo de
cada uno de los niños o niñas para aprender e interactuar, y que por ello no es
tan central asignarle mucha importancia a la “edad cronológica o la apariencia
física” —la fuerza— de niños y niñas (Ames, 2013: 405). Entonces, se puede se-
ñalar que la noción de yuyay equivale a la intersubjetividad quechua, planteada en
esta región de los Andes, porque orienta la agenda de aprendizaje de niños y niñas
en su camino a la madurez como personas idealmente responsables y sensatas,
con capacidad de discernimiento y de darse cuenta, lo cual supone autoconfianza
y confianza de los demás para hacer bien las cosas.
Conclusiones
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