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Lacan no produce lucas, ni máquinas de guerra y, mucho menos, putas. Análisis crítico de
la propuesta Le Courtil y su posibilidad de accionar en Colombia.
fabricar mejores instituciones/modelos, sino aceptar el hecho de que no se sabe todo, no hay un a
priori a alcanzar, sino un niño que escuchar; se trata de fabricar una institución para cada sujeto:
No estarnos ahí para adaptar los sujetos a la institución -que representaría una especie de
modelo de la relación con el mundo- sino que estamos ahí más bien para adaptar la institución
a los sujetos, y permitirles organizarse en el mundo a partir de una institución que esté
adaptada a ellos (p. 30).
En consonancia, todos los operadores, que están en igualdad de jerarquía, tienen libertad de
cátedra y accionar, bajo la única condición de trabajar en equipo y compartirlo todo, “cada uno
organiza el grupo con su estilo, pero hay que discutir siempre sobre los efectos que eso produce”
(Otero & Brémond, 2014, p. 32).
Cabe resaltar, el trabajo en equipo, dentro y fuera de la institución, se utiliza, entre muchas
otras ventajas, por las cuestiones metodológicas mismas que propone Courtil, sobre transferencia,
contratransferencia, dispositivos terapéuticos, relaciones horizontales, etc. Para sus creadores, “es
entre varios que podemos acompañar a los niños en sus soluciones, ya que diferentes
transferencias, enganches, son posibles con el Otro (…) Puede haber así toda una red de personas
investidas por el sujeto. (Otero & Brémond, 2014, p. 86).
Justamente, Courtil propone trabajar en redes, con la comunidad, interactivamente. Han
articulado todo un engranaje, de relaciones sinérgicas con los sistemas sociales, educativos y de
salud, que los circundan. Involucran a los padres, pasantes, operadores, educadores, etc., tanto
como es posible/razonable. Todo esto, y más, por la invención de una solución:
Tratamos siempre de promover soluciones que sean exportables, para que los niños puedan
salir de la institución con su solución. Como esta joven artista que se fue con su solución; que
se volvió artista en el mundo. Si podemos salir de la institución con un oficio como solución,
es magnífico. Muchos se van con un síntoma que les permite inscribirse en una forma de lazo
social. Pero hay niños que salen con una solución que no podrán utilizar fácilmente en el
mundo. Será necesario que vayan a otra institución. Tratamos de encontrar entonces la
institución que más les convenga, una institución que acepte su solución (Otero & Brémond,
2014, p. 95).
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“parecería que nuestra violencia es un demiurgo, una esencia, capaz de producir su propia
realidad y aparecer con distintos ropajes” (Camacho, 1991, p. 24). Lastimosamente, explica
Moreno (2002) la cultura colombiana no encuentra excepcional los distintos tipos de violencias
que la ahogan, sean directas o indirectas, psicológicas o físicas, terroristas o mediáticas, sean
torturas o mutilaciones, fosas comunes o limpiezas sociales, desplazamientos forzosos o falsos
positivos, etc., por el contrario, las entiende como la cotidianidad misma. Siguiendo a este autor,
aquellas orgías violentas son factibles en un escenario social donde “el límite de los tabúes no
sólo se encuentra agujereado, sino que, en ciertos grupos sociales ha sido eliminado y
reemplazado por el culto a la destrucción de los enemigos” (p. 302).
por fenómenos psicológicos, “en 2009 fue de 4,63 por 100.000 habitantes, mientras que, en 2016,
fue de 17,42” (p. 11).
Además, explican Rojas, Castaño & Restrepo (2018) que en distintos países se invierte solo el
2 % del total de los recursos de la salud, lo que traduce a tres dólares por habitante, por cierto, en
los países tercermundistas se habla de 0,25 dólares por habitante. Según los autores, “casi la
mitad de la población del mundo habita en países donde se dispone de un psiquiatra o menos por
200 000 personas y en países de bajos ingresos hay menos de un especialista por millón de
habitantes” (p. 131).
Siguiendo a Rojas et al., “la salud mental ha sido la cenicienta en las políticas públicas en el
país” (2018, p. 131). Según los autores, desde el 93, llegando a proyectos del 2021, hasta
documentos que apuntan al 2030, se han construido distintos proyectos públicos y leyes que
buscan equidad, obligatoriedad, protección integral y calidad en la atención en salud. Sin
embargo, concluyen los investigadores, en concordancia con González et al. (2016) las
verdaderas innovaciones han sido minúsculas, ratificando la tendencia crítica a la incongruencia
entre las normas y las realidades. En Colombia se vanaglorian de hermosos párrafos burocráticos,
que, en realidad, carecen de poder para impactar un sistema panóptico (Novoa, 2012).
Por ejemplo, para González et al. (2016) la resolución 5521 de 2013, estableciendo supuestos
servicios equitativos al régimen contributivo y subsidiado, terminó reduciendo beneficios
potenciales esperados para la salud mental en ambos regímenes, vulnerando a los más pobres. En
cuanto a prevención y promoción, se registran impactos escasos, por no decir nulos, debido a
lineamientos superficiales, incoherentes con las realidades situadas, desarticuladas de las
estructuras gubernamentales respectivas y pobremente comunicadas a las comunidades (Novoa,
2012).
Igualmente, el ingreso de más medicación para múltiples diagnósticos psiquiátricos generó un
nuevo afán de oferta y demanda entre farmacéuticas, farmacias y hospitales;
demoras/complicaciones en las autorizaciones, restricciones o estimulaciones de diagnósticos
específicos, aprobados o no según Invima, afanes médicos por complacer dichas ofertas y
demandas, todo esto, traduciéndose en prevalencias e incidencias que responden al mercado y no
a los sufrimientos del paciente (Rojas, Castaño & Restrepo, 2018).
Adicionalmente, la concentración de especialistas de la salud mental en las grandes ciudades,
en especial en Bogotá, junto a las dificultades para obtener terapias psicológicas específicas,
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debido a la elitización de dichos servicios, producen barreras significativas para los mínimos
servicios de salud mental (González et al., 2016).
Por lo dicho, para Hernández & Sanmartín (2018) la salud mental colombiana es
contradictoria, está en permanente tensión, jalonada por derechos humanos, calidad de servicios,
lógicas financieras y estigmas culturales, expresándose en deficiencias estructurales, conceptuales
y socioculturales. Según los autores, se minimizan/reducen las expresiones positivas, relacionales
y colectivas de lo psicológico en relación a la cotidianidad, manipulando el enfoque hacia lo
económico, centrándose en la enfermedad, en tecnologías costosas y mínimo acceso.
En sintonía con todo lo expresado, Herazo (2022) concluye que la salud mental en Colombia
demuestra un matrimonio conveniente entre los paradigmas biomédicos y la expansión del
capitalismo, materializado en la psiquiatría industrial colombiana.
Igualmente, exponen Guerrero & Fandiño (2017) que la violencia colombiana tiende a los
extremos, con inusitada frecuencia, fácil/espontáneamente, una barbarie desmedida para lograr
fines modestos; tortura, violación, desaparición, desplazamiento forzoso, desmembramiento,
terrorismo, fosas comunes, minas antipersona, limpiezas sociales, sicariato, etc., son algunos
ejemplos clásicos.
Ahora, existe un ejemplo de ejemplos: los falsos-positivos. Para Gordon & Dolan (2020) la
escandalosa violación de Derechos Humanos y acentuada impunidad de dicho fenómeno “son
inherentes a la violenta exclusión del otro que se da en todos los segmentos de la sociedad
colombiana, específicamente de la población empobrecida y marginalizada” (p.111). En efecto,
Díaz, Salamanca & Carmona (2019) explican que los falsos positivos son dispositivos
biopolíticos, entretejidos al aglomerado social desde la vigilancia y el control, sustentados en una
ignorancia colectiva, una especie de imbecilidad colectiva, anomia social (Gaviria, 2008) o
civilización del espectáculo (Vargas, 2012). En sí, Colombia se ha extraviado en una historia
sangrienta que se tensiona, angustia y contradice, con más fuerza que nunca, frente a un
posmodernismo que promulga un sujeto sometido a regímenes de miedo y de terror
.
4. Análisis de la propuesta A Courtil, elementos que la sustentan, y reformulación de la
propuesta adaptada al contexto colombiano.
La propuesta elaborada en el texto, teniendo en cuenta el contexto social en el que se ubica,
presenta una pertinente adecuación de intervención psicoanalítica/psicodinámica beneficiosa para
la población intervenida. Creemos que el uso que se le ha dado a la teoría psicoanalítica
Lacaniana en Courtil, es de los primeros intentos exitosos de usar el conocimiento psicoanalítico
en función de los elementos que aparecen en la institución, elaborando desde el lenguaje un
trabajo que consiste en tomar en consideración la manera en que cada sujeto trata de lidiar con el
mundo, desde lo imaginario, lo simbólico y lo real (Otero & Brémond 2014).
De esta manera, es acorde a las propuestas elaboradas por la Política Nacional de Salud
mental en Colombia, en la cual se expresa que en 2005 el Ministerio de protección social junto
con otras entidades gubernamentales, se generaron unos lineamientos de seguridad y protección
social que acogen las necesidades de los Colombianos para establecer posibles abordajes que
sean acordes a los elementos presentados.
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para otro grupos, y se les brinde una intervención psicoanalítica enfocada en la comprensión de
su situación, y elaboración de herramientas para enfrentar las dificultades del mundo social.
Establecer alianzas entre las instituciones clínicas, centro de orientación psicológica,
instituciones educativas y los diferentes servicios de atención psicológica, para generar espacios
adecuados de atención, seguimiento e intervención similar a Courtil.
En el contexto actual de Colombia, hablar de salud mental tal como se presenta en Courtil es
hablar de una gran inversión económica por parte del gobierno Colombiano. Colombia sufre de
pocos profesionales formados en salud mental; por cada 100000 habitantes colombianos hay 2
psiquiatras, y por cada 10000 personas hay 5,1 profesionales especialistas en salud mental
distribuidos entre Bogotá, Antioquia, Valle del Cauca, Atlántico y Santander (Política Nacional
de Salud Mental, 2018).
Lo cual sugiere, que es inviable tener instituciones especializadas en temas de salud mental
con enfoque psicoanalítico Lacaniano, en el que se pueda realizar un seguimiento especializado
que garantice en el trabajo terapéutico la inversión realizada por los pacientes, que les permite
incorporarse activamente en el mundo social. En Colombia, existen más que nada instituciones
esquizofrénicas, que a través de medicamentos y entendimientos vagos de las patologías, se
intenta llegar a una cura o lo que se estima que es mejor para el sujeto.
Sin embargo, no implica que no se haya podido abordar los fenómenos sociales y
psicológicos desde otros campos, conservando en parte la metodología de Courtil. Desde la
perspectiva cultural construccionista, Jaramillo (2005) en su artículo La resiliencia de las familias
afectadas por el desplazamiento forzado en Colombia, ha trabajado con familias desplazadas por
el conflicto armado en la zona del Peñol, enfocándose no en exclusivamente en el sufrimiento
generado por el fenómeno social, sino en las fortalezas y competencias que poseen los grupos
familiares para generar una serie de estrategias orientativas que les permite posicionarse
nuevamente en la adversidad.
Para la autora, el trabajo está enfocado en la resiliencia de las familias; sus capacidades
regeneradoras en el cual se desarrollan recursos para minimizar el impacto disociativo como el
sistema de creencias, patrones de organización familiar y procesos de comunicación. En otras
palabras, los elementos que poseen los grupos familiares en las dimensiones de lo cotidiano les
permite desde lo simbólico, lo imaginario y lo real, re-posicionarse frente a tal evento traumático.
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Conclusión.
Después de todo lo expresado, teniendo en cuenta que Colombia es caracterizada por la
pobreza, desigualdad y violencia, que estas son sus caras, su real, imaginario y simbólico, se
evidencia la ingenuidad de pensar iniciativas sociales con enfoques en derechos humanos, de
género, psicosocial, etc. Efectivamente, en un mundo panóptico, estructurado intencionalmente
por las elites para el control de la masa, que ha llevado la lógica centro-periferia hasta estratos
simbólicos, resulta irrisorio proponer dispositivos anti-panópticos. De hecho, las narrativas y
lógicas humanistas, como Courtil, son utilizadas por dichas élites de dos maneras: articulando
dichos dispositivos para sus usos exclusivos, entramando todo su accionar/posibilidad de acceso
a límites infranqueables para las clases medias/bajas y reestructurandolos, en sus proezas, a los
panópticos paranoicos docilizantes. Una marranera como Colombia, finamente articulada para la
fabricación de máquinas de guerra, putas y mano de obra barata, obviamente no tiene energía,
tiempo, ni ganas de invertir en niños “especiales”; al menos, claro está, si son hijos de los ricos.
Lo cual sugiere, que las instituciones que podrían ser especialistas en temas
humanitarios/psicoanalíticos/psicodinámicos en pro de la reinserción social, solo tendrán
vigencia en escenarios controlados en los cuales la violencia, la agresión, y el oportunismo no son
parte de los elementos contextuales comunitarios.
Sin embargo, en los fenómenos sociales en los cuales hay una mayor afectación
poblacional como el desplazamiento forzado, la guerra entre pandillas, violaciones, el
narcotráfico, la discriminacion y la pobreza extrema, se pueden aplicar las orientaciones básicas
de instituciones como Courtil. En la cual, no se busca solucionar el problema de estas personas
como si se tratase de héroes sociales, sino enseñarles a lidiar con su traumatismo a través de las
invenciones que estas personas puedan generar con los recursos disponibles a su alcance y
capacidad.
Esto con el objetivo de convertir a las personas en agentes activos de su propio dolor y
problema, ya que se ha dejado en evidencia que las personas necesitan ser escuchadas para
comprender e interiorizar mejor su situación. Permitiéndoles entonces, sentir que al encargarse
ellos mismos de sus propios problemas a través de sus recursos, pueden hacer algo, aunque no
solucionen su situación ni recuperen lo perdido. En otras palabras, las intervenciones en pro de la
salud mental para los estratos medios/bajos, deben y podrán estar orientadas en el
reposicionamiento simbólico del sufrimiento, no en soluciones reales a los fenómenos sociales.
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