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Universidad Industrial de Santander

Escuela de Filosofía

Seminario filosofía del lenguaje

Nombre: Nathalia Andrea Becerra Suárez.

Director: Dairon Alfonso Rodríguez Ramírez.

Código: 2201554

Fecha: 04/09/23

Protocolo #1

Introducción

En el presente protocolo se procuró abordar los aspectos más importantes: dialéctica, la esencia de
los nombres, el convencionalismo, el naturalismo y finalmente la posición final del autor, aspectos
planteados tanto de la primera parte de la lectura del Crátilo de Platón, como de la discusión que
surgió durante las clases. El texto además fue organizado no con el orden cronológico de las dos
sesiones, sino que en su lugar el que la protocolante consideró más pertinente para una mejor
conexión y claridad en las ideas, teniendo siempre en cuenta el referente clave de la discusión: el
significado.

Crátilo

Es fundamental mencionar la manera en el que el texto se presenta, esto con la finalidad de


comprender mejor cuál es la intensión del texto, por qué se escribió de aquella forma y así de esta
manera poder profundizar más en los argumentos y en la conclusión. Para empezar, la dialéctica
presente en el texto de Platón, que se desarrolla con Socrátes, Crátilo y Hermógenes es una
dialéctica refutatoria, ¿cuál es la finalidad de esta dialéctica?, el contra-argumentar y proponer
contra-ejemplos tal como lo hace Socratés en la discusión, dicha acción implica que el sujeto
reflexione y ponga a prueba lo que consideraba válido y mediante los cuestionamientos se
produzca nuevo conocimiento, esto es, el nombre de una cosa debe revelar la
esencia porque este método lo que busca es acceder a la verdad. Platón utilizaba la ironía de
Socrátes para ridiculizar las posturas que resultaban inválidas desde su planteamiento por ser
contradictorias.

¿El nombre posee esencia?

Durante el primer fragmento de la clase se reflexionó a partir de una de las problemáticas más
persistentes en la filosofía del lenguaje: el nombre y lo nombrado, el trasfondo del significado, qué
es y cómo se les atribuye un significado a las palabras. Desde la lectura del Crátilo y la relatoría
expuesta en clase surge la pregunta, ¿posee el nombre una esencia o un significado?

Hay dos posturas que están presentes no solo en el texto de Platón, sino que en la filosofía en
general que hacen un intento por responder a la pregunta anterior, el convencionalismo (postura
adoptada en el texto por Hermógenes) y el naturalismo (adoptado por Crátilo), dado que cada
postura parece tener la respuesta acertada, sin embargo, dichas posturas quedarán en tela de juicio
con la postura final que presenta Socrátes.

El nombre surge por convención

La primera postura mencionada en clase es la convencionalista, lo que caracteriza a dicha postura


es que el nombre de las cosas surge por acuerdo de un grupo de individuos por medio de la
costumbre, o bien, por la manera independiente en el que un individuo quiere referirse a las cosas.
Como bien lo dice su nombre “Convencionalista” es la acción de nombrar, que se da por
convención y en la cual no existe una naturaleza presente en ello, puesto que el nombre es
arbitrario y no rescata ningún fundamento esencial de la cosa, como se mencionó durante la clase,
“el hombre es la medida de todas las cosas”. Además, es importante resaltar que para realizar la
acción de nombrar no existe un legislador que tenga enmendada esta tarea (designar). Sin
embargo, para cumplir con su propósito de destruir la postura del convencionalismo, Platón no se
esfuerza en tomar un poco más allá de un par de páginas en donde Sócrates con el método de la
mayéutica somete y expone los argumentos blandos de Hermógenes, puesto que Platón considera
que el convencionalismo lleva a la subjetividad, — termino poco agradable para el autor — ya que
no se garantiza la permanencia de una esencia en la palabra, que implica además, una oposición
innegablemente contra una de sus teorías principales (la de las formas). Platón toma lo más
extremo en el convencionalismo, una postura individualista en la cual lo nombrado adopta un
nombre distinto a partir de cada sociedad o cada persona particular, propuesta que
puede ser comparada con una teoría contemporánea cuyo nombre Humpty Dumpty hace referencia
al personaje ficticio de Alicia en el país de las maravillas, en el que las palabras significan lo que
el hablante quiera que signifiquen. Si cada cosa que intenta ser nombrada mediante el lenguaje se
hace de modo subjetivo, ¿no implica esto que no existe distinción entre una y otra cosa?, la sola
propuesta resulta absurda para Platón, debido a que las cosas varían dependiendo de cada
individuo, lo que no permite rescatar una esencia distintiva necesaria para la idea y el
conocimiento, por lo que a partir de la crítica que construye con la discusión entre Sócrates,
Hermógenes y Crátilo, intentará darle más extensión al que considera el contrincante más fuerte de
esta batalla: el naturalismo.

El nombre surge por su naturaleza

La posición naturalista da por hecho la existencia de una naturaleza o una esencia de la cosa en el
nombre, en la cual existe un legislador, con legislador Platón se refiere a: ”No es cosa de cualquier
hombre imponer nombres, sino de un nominador” pag 374 que posee el conocimiento para poder
designar, y a su vez, dicho nombre debe capturar la esencia, es decir, a cada cosa le corresponde
un nombre pues cada cosa tiene una esencia. Dado lo anterior, ¿quién es el legislador encargado de
tan importante tarea?, una cosa es segura, solo los dioses poseen la exactitud y verdad de las cosas,
y por ello es que el poeta que a través de sus registros escritos cumple el papel del legislador al
exponer aquellas palabras que capturan lo divino y la esencia que pueden ser utilizadas en el
lenguaje. Como se visualiza, existe una relación entre el poeta y los dioses, pero dicha relación
parece ser más obra una de la imaginación, ya que habla de la mística del mito, y no de una razón
que dé lugar a una certeza sobre la palabra del poeta, en el que se repele todo interrogante que
entre en oposición a la palabra del poeta, afirmando que la divinidad en su basta capacidad es
quien le ha dado una respuesta y por tanto no es su respuesta, sino la respuesta de los dioses y la
palabra de un dios no puede ser cuestionada. Pero ¿qué tan confiable es la veracidad del poeta?,
quizá no tan confiable, pues el punto de partida se encuentra entonces en el discurso poético, sin
embargo, para Platón no puede ser el punto inicial porque el discurso del poeta no posee logos, ni
Tecné, dos elementos fundamentales para de la comprensión de la naturaleza de las cosas,
naturaleza que busca la postura esencialista. Por un lado, el logos es aquello que permite al hombre
desprenderse de las respuestas que los dioses pueden dar, mediante el logos el hombre encuentra
su propia verdad a partir de la razón, y esto implica que el sujeto tenga que reconocer en sus
observaciones la naturaleza de la cosa por sí mismo. Por otra parte, la Tecné
implica la evolución en los procesos formativos del hombre, muy opuesto al discurso poético en el
que ya existía una verdad fija y determinada, manifestada por el dios (como en el oráculo de
Delfos, donde las pitonisas entraban en un trance eran poseídas para cantar la verdad), pero este
arte no se enseña, lo que implica que no se expresa una evolución de las técnicas.

Otra pregunta importante que surgió durante la discusión en el aula y que también parecería que
Platón se pregunta, es ¿qué tan capaz es el lenguaje de representar correctamente las palabras?,
como se mencionó con anterioridad desde el naturalismo las palabras deben garantizar la
permanencia de la esencia de una cosa para que su representación sea correcta, esto se lo logra
gracias a la etimología del nombre que por medio de un juego con la raíz de las palabras se les
atribuía antiguamente un significado “adecuado” que surge por la evocación de la idea, postura
bastante anticipada del autor ya que no existía un estudio de la lengua en la antigüedad. Sin
embargo, está claro que algunas palabras cambian o se adaptan con la finalidad de ser
embellecidas, lo importante en estos casos es que la raíz de las palabras se mantenga y que de este
modo no se pierda la esencia de lo que se quiere representar, como en el caso de la palabra beta
cuya letra “b” representa la esencia del nombre, y el resto de letras solo lo embellece. De acuerdo a
lo anterior, ¿se puede decir que el nombre permite distinguir la esencia? Desde el naturalismo se
podría decir que sí es posible, no obstante, se debe tener precaución ya que el nombre puede ser
tanto verdadero como falso según se emplee su uso, como claramente lo expresó el relator: “no se
puede hacer un plato de lentejas o una ensalada de pepino con el gancho de una retroexcavadora”.

Conclusión

Finalmente, se pueden reconocer las críticas que hace Platón hacia las dos posturas fuertes en el
lenguaje. En el convencionalismo no se reconoce una esencia en las cosas, debido a que su
determinación es por convención implica que no se reconozca la cosa por su esencia sino porque
un grupo de personas acordaron llamarlo de cierta forma, un grupo de personas fácilmente podría
acordar a un caballo llamarlo toro. Por otro lado, aunque parece ser más cerca el pensamiento de
Platón al naturalismo, el autor entra a hacer también una crítica al naturalismo porque pretende
encontrar una forma pura de la esencia en la cosa material, pero implica que al universalizar una
cosa con el nombre de “árbol” por ejemplo, pierda la esencia de ese particular al que se intenta
nombrar. No se reconocen solo las críticas a las dos posturas, sino también se
reconoce su estructura:

Bibliografía

Platón. (2021). Diálogos. Vol. II. Gredos.

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