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Estudiante: Karen Ortega

Código: 1431631-3250

¿Logra la Teoría de las Ideas solucionar el problema entre convencionalistas y naturalistas?


La Forma y el nombrar: ¿Hay alguna intención detrás del estudio del nombre en Platón?
Bajo la concepción de corrección de los nombres en el Crátilo de Platón, hay intenciones
en el autor que han sido debatidas hasta ahora sobre la pregunta ¿qué buscaba concluir él en
el Crátilo? ¿Explicar y significar el nombre? ¿O lograr abordar su teoría de las formas
desde el mismo? Preguntarse sobre el lenguaje puede ser fácilmente anclado a la
lingüística, pero su estudio nos puede llevar a terrenos que no necesariamente están en este
campo, y aun así estar conectados con el mismo. Es decir, podemos de manera casi intuitiva
saber que, desde lo académico por lo menos, abordar el lenguaje como un objeto de estudio
implica investigaciones o indagaciones de carácter lingüístico. Pero esto, aunque necesario,
puede no ser el único campo al que nos lleve el estudio del lenguaje, en este caso el estudio
de los nombres. Mi lectura del Crátilo, me llevó a tratar de tomar con pinzas algunas de las
proposiciones socráticas presuntamente enunciadas desde la ignorancia. Y con ello, a
preguntarme de forma curiosa por primera vez sobre la filosofía del lenguaje. ¿Es el
lenguaje un objeto de estudio que trasciende más allá de la lingüística? Y preguntas aún
más complejas, como ¿Es útil estudiar los nombres para la investigación de la naturaleza de
las cosas?
Nombrar desde definiciones cortas podría referir a designar nombres que signifiquen las
cosas del mundo. Llevando entonces a alejar el mundo de la esencia, y atribuyéndole al
nombre el carácter de consenso que refleja lo que nos rodea. Sin embargo, esto se
problematiza al preguntarnos ¿cómo nombramos la realidad? ¿Qué parámetros hay al
nombrar? ¿Quién nombra? Leer el Crátilo nos lleva a la inquietud sobre el nombre, pero
¿es la intención última de nuestro autor? En el siguiente escrito pretendo explicar la
discusión entre el convencionalismo de Hermógenes y el naturalismo cratileano descrito
por Platón en el Crátilo. Sin embargo, no hay una pretensión de ahondar en las estructuras
argumentativas de los mismos, sino por el contrario, una búsqueda encaminada a conjeturar
sobre las posibles intenciones de Platón con el diálogo en sí. Para ello dividiré mi escrito en
tres puntos, a saber: I. El Convencionalismo de Hermógenes y Naturalismo de Crátilo
¿cuáles son sus diferencias frente al nombre y el nombrar? II. Teoría de la Forma: ¿qué
puede decir Sócrates frente al nombre? III. Conclusiones
I. Convencionalismo de Hermógenes y el Naturalismo de Crátilo: ¿Cuáles son sus
diferencias frente al nombre y el nombrar?
En los diálogos el Crátilo se posicionarán dos teorías frente al nombre. Una desde el
convencionalismo, y otra desde el naturalismo. La primera dirá que los nombres no se dan
más que por convención, teniendo en cuenta que el lenguaje está a merced del ser humano
y de la forma en la que lo use y cree para nombrar. La segunda afirmará que el nombre
guarda una suerte de esencia que trasciende la convención, y que de hecho, nada tiene que
ver con los consensos artificiales del nombre. Así será pues, que la primera será una
conclusión de muchas dudas por parte de Sócrates, y la segunda una con suficientes
afirmaciones contradictorias. Con Hermógenes y el convencionalismo tendrá insatisfacción
en su subjetividad al nombrar, esta insatisfacción reposará en la exactitud de los nombres
en relación con el individualismo extremo que Hermógenes defiende desde Protágoras.
Puesto que una cosa es adjudicarle el nombre a la cosa nombrada desde una convención, y
otra afirmar que cualquier nombre puesto por voluntad propia es exacto.
Por un lado, Sócrates se encuentra en refutación con Hermógenes frente a la concepción del
nombre desde la convención. Y será con ello, que contra argumentará desde preguntas
problema cada afirmación de Hermógenes. En este esqueleto argumentativo socrático
estará lo siguiente: Si el nombre es una herramienta del nombrar, y las herramientas se
crean para algo en particular con un debido proceso, entonces debe entenderse que como
herramienta el nombre busca ser adecuado para lo que se pretende usar. Tras la aceptación
de lo anterior por parte de Hermógenes, Sócrates proseguirá enunciando que hay un
proceso idóneo sobre una acción que propende a llevarse a cabo conforme la naturaleza,
usando las herramientas adecuadas para ello.
Una vez asentado esto con Hermógenes, Sócrates plantea que si el nombre no puede ser un
capricho artificial (Sánchez, 2012), entonces ¿qué nombres sí reflejan el ser de las cosas?
Y más aún complejo ¿quién posee la técnica para crear nombres? Ante estas preguntas,
Sócrates usa la doctrina del flujo heraclítea para contra argumentar. Pues este usa como
ejemplo el nombre Hestia (401 b10) para mostrar que las esencias están en movimiento. El
significado de Hestia es usado desde una doble significación por Sócrates a nivel
etimológico: se remite a la definición como verbo εἰμί (ser) –esencia de las cosas-, y
paralelamente, se refiere al significado ὠθέω (impulsar) denotando movimiento, (Sánchez,
2012). Al mezclar las etimologías de Hestia lleva su argumento a la refutación
convencionalista de Hermógenes. Argumentando pues, que los nombres sí obedecen a la
esencia de las cosas, sólo que esta no es estable. Es decir, las etimologías varían porque hay
un movimiento constante, pero este no deja a un lado la concepción esencialista de las
cosas, por el contrario, se conectan.
Desde aquí se abre camino a dos hipótesis sobre el nombre: la primera es que la búsqueda
sobre el nombre es fonética. Esta es descartada porque a partir de allí podríamos decir que
los animales no humanos nombran, volviendo de nuevo a que cualquier nombre sería el
correcto. La segunda es en la que profundiza. En ella afirma que el nombre es una
imitación, y que como imitación intenta mostrar la esencia de las cosas más que las
cualidades de la cosa nombrada. Con este argumento socrático, se abre camino a la
explicación de los nombres primarios y secundarios. Esto último será algo importante, pues
parte de la posición propia de Sócrates reside en esto.
Por otro lado, y después de haber sentado varias conclusiones con el diálogo que tuvo con
Hermógenes, Sócrates abordará ahora a Crátilo para hablar de nuevo del nombre. Al
ahondar en los argumentos cratileanos, Sócrates logra llevar a su interlocutor naturalista a
una contradicción. Pues Crátilo, tras muchas refutaciones a Sócrates, llega a afirmar que el
nombre en tanto es, es correcto –argumentando que los legisladores se rigen por el arte
gramatical que siempre intenta aproximar el nombre a la cosa nombrada-. Agregando
además, que hay suficientes ejemplos etimológicos que permiten mostrar que la esencia de
las cosas es abarcada por el nombre. Justificándose desde la postura del flujo heraclítea
abordada anteriormente. Y es con esto, que Sócrates empieza a realizar parte de su estocada
final. Pues si estos se siguen de lo etimológico y lo gramático para construir nombres,
¿cómo se basaron los legisladores al crear nombres primarios si antes no había nada? La
estocada que llevará a Crátilo a contradicción será aceptar la posición heraclítea que
Sócrates pone en la mesa a la hora de argumentar. A pesar de que Crátilo responde a la
pregunta de Sócrates afirmando la existencia de un ente superior que instauró los nombres
en relación con la esencia de las cosas, este no logra ya defender de forma fuerte su
posición. Sócrates argumenta que incluso secundando una entidad superior, esta hizo los
nombres contradiciéndose. Pues hizo nombres que abordan cosas que fluyen, y a su vez,
nombres que expresan estabilidad. Mostrando que ambas cosas no pueden coexistir, y por
ende una no es cierta. Así, mientras Crátilo admita que la exactitud de los nombres obedece
a que expresan que las cosas se encuentran en constante flujo, reconocerá también que el
conocimiento es imposible (Sánchez, 2012, p.241).
Ahora bien, las diferencias con respecto al nombre son claras; mientras una posición
considera que el nombre se da por medio de la convención, y adicional por medio de una
voluntad individual dada, la otra considera que no hay nada de consensos en los nombres,
sino esencias. Esta esencia hablada desde Crátilo llevará a confrontaciones con respecto a
su concepción naturalista. Por lo anteriormente dicho. Y nos llevará a intuir que Sócrates sí
considera que hay nombres más adecuados que otros al nombrar.
II. Teoría de la Forma: ¿qué puede decir Sócrates frente al nombre?
Todo rasgo argumentativo de Sócrates en los distintos diálogos nos lleva a desacuerdos por
su parte a ambas posiciones frente al nombre. Sin embargo, esta parte es valiosa analizarla
de una forma no tan general. Pues al refutar a Hermógenes su posición es naturalista con
argumentos que parten desde la esencia hacia una manera adecuada de nombrar, enraizada
en lo que va conforme a la naturaleza. Esta conversación es más bien breve en conformidad
con las respuestas de Hermógenes. Poco o nada refuta Hermógenes a Sócrates ante cada
pregunta o proposición que este último enunciaba. Sin embargo, con Crátilo hay una
terquedad más sentada –siento yo- en conclusiones íntimas frente al nombre. Tengamos en
cuenta que enuncio esto en relación con las conclusiones de Hermógenes que se notaban
más dichas desde aprendizajes someros de otros pensadores de la época, que de
pensamientos elaborados o ampliamente estudiados por parte de él. Al dialogar con Crátilo,
hay primero más argumentaciones que intentan contrariar a Sócrates, y segundo una
manera distinta de intentar convencer a Crátilo por parte de Sócrates. Pues si bien
Hermógenes es refutado desde su contenido argumentativo hacia su estructura, con Crátilo
hay una refutación de estructura argumentativa frente a la aceptación de ciertas premisas
anteriores. Y esto en parte, es lo que muestra que Sócrates sí considera que hay una
tendencia a nombrar en conformidad a la naturaleza.
Esto me lleva a cuestionarme las intenciones de Platón al escribir el Crátilo. Hay una
tendencia a hablar de la forma cuando se abordan los nombres primarios, mostrando que
estos son una suerte de aspectos esenciales de las cosas nombradas. Y con ello, no pude
evitar articular la teoría de la forma platónica con respecto a los nombres que sí logran
indicar de manera adecuada la cosa nombrada desde el nombre. Y es desde la lectura
primero de Sánchez (2012) que logro ver, por ejemplo, la posición heraclítea como un
ejemplo contra fáctico en el que Platón no quiere comprometerse, pero no rechaza la teoría
desde su utilidad argumentativa. Y aquí es donde puede verse tal vez, una necesidad de
abordar las aristas de lo que implica hablar de lo estable, y esto trasciende. No es pues sólo
en el nombre que Platón lo busca, sino que puede verse encaminar a preguntas
epistemológicas y ontológicas frente a la posibilidad de lo estable en el conocimiento y en
el ser.
Platón no puede estar seguro de predicarle estabilidad al mundo sensible y por eso se
traslada al terreno onírico para hablar de esta estabilidad, que es condición necesaria para el
conocimiento (cf. 439b10-440a4). Así, en el sueño de Sócrates (cf. 439c6-d1), introduce la
posibilidad de que Crátilo, que ya aceptó la doctrina del flujo perpetuo, considere que
existen cosas estables. Pero, ¿son todas las cosas estables o sólo algunas? Parece que el
texto sugiere la segunda posibilidad (Sánchez, 2012, pp. 242-243)
Hay por parte de Platón un deseo de ahondar en lo estable, que en últimas es una búsqueda
no sólo de los nombres adecuados, sino también de un conocimiento estable, abordar el ser
sin pasarse directamente a discursos sofistas. Como segunda lectura, Bravo (2008) logra
darle forma a esa conjetura sobre la intención de Platón. Pues este va más allá de la
corrección del nombre; busca tal vez establecer las condiciones de posibilidad de los
diferentes tipos de verdad y las vías de acceso a cada una de ellas. Porque no sólo se aborda
el nombre desde lo linguistico, se aborda la verdad desde varias dimensiones en relación
con este. Y esto no es muy lejano a los atisbos de la teoría de las ideas.
Esto en últimas puede verse como un ejercicio filosófico por parte de Platón, en donde
intenta anudar argumentos encaminados hacia la teoría de las ideas. La solución misma de
Sócrates al responderle a Hermógenes atañe a ella (386d8–390e.). Y sin embargo pienso
que en el diálogo desde la teoría de las ideas no se le da solución entera al debate sobre el
nombrar convencionalista y naturalista. Procedo a explicar por qué desde la base
argumentativa de los diálogos mismos, en forma de “conclusión”, a pesar de sentir que en
realidad no logro concluir nada.
III. Conclusiones
Si bien los nombres primarios y secundarios son la conclusión que permite mostrar
nombres que sí tienden a la esencia de las cosas, es inevitable no encaminarse bajo esta
línea de argumento en lo etimológico. Sócrates aborda la etimología de ciertas palabras
para preguntarlas y de ahí entender la posición de Crátilo. Crea ejemplos de palabras que
ilustran la fuerza mimética. Pero explica cómo en ciertos pueblos (eretrianos) el nombre
σκληρότης ('dureza') no se usa de esta forma –como para ellos es normal-, sino de una
manera distinta κληρότηρpor. Y ante ello, Crátilo contesta que son semejantes ρ y ς.
Ahondar en el tema lleva a Crátilo a conceder lo que Sócrates busca mostrar como
asumido: que lo anteriormente dicho son nombres primarios. Y ante ello hay enunciaciones
de carácter etimológico y de lengua griega que permiten mostrar cómo Crátilo acepta cada
proposición de Sócrates frente a las categorizaciones que hace con los ejemplos. Con esto,
Se espera que Sócrates contra argumente a Crátilo. Pues se podría afirmar que
σκληρότης no es un nombre primario sino secundario, compuesto de dos nombres
primarios, uno que contiene λ y el otro que contiene ρ, de modo que λ ya no entra en
conflicto con el significado del nombre completo. O podría tratar de rechazar σκληρότης
como un seudónimo, una mera pieza de ruido como 'Hermógenes'. (Ademollo, 2011,
p.394)

Y sin embargo no lo hace. No lo hace porque Platón piensa que puede llegar a haber un
impase en la refutación al ahondar en nombres que tengan las mismas dificultades. Pues si
bien en particular el ejemplo arriba sí alude a nombres secundarios, habrá muchos que bajo
el mismo esquema serían de forma indiscutible primarios. “El valor de la discusión
deσκληρότης 'debe tomarse como nada más que ilustrativo” Sedley (2003), es un solo
ejemplo que sirve para ilustrar, pero que no sirve para hacer una media o tendencia a la
equivocación. Cuando esto ocurrió, sentí en la argumentación un sesgo por parte de Platón
frente a los nombres conforme a la naturaleza. Y esto lo vi como un sesgo porque no se
refuta más en torno a ello, y hacerlo tal vez podría llevar a discusiones que vayan en contra
del nombre como representación de la esencia de las cosas. Y sin embargo, ese ejemplo
sigue siendo una “fuga” ante esa persecución de la esencia representada en los nombres.
Hablar de la forma desde Platón en relación con el nombre, es plantear que hay nombres
que logra indicar la esencia de la cosa nombrada, la forma de las cosas. Y para ello, debe
haber una suerte de certeza. Esta refutación aunque tomada como algo sólo ilustrativo deja
ver que puede haber desde la etimología de una palabra, referencias que no aludan a
nombres primarios, sino que se compongan de ellos, pero que al final resulten siendo
secundarios. ¿Puede haber nombres que contengan la forma de las cosas? ¿Serían estos
conceptos?
Leer el Crátilo y a Platón en general me lleva ahora a una especie de “ansiedad académica”
frente a la búsqueda de lo estable que pueda ser certero y por ende universal. Genera
malestar, porque es complejo hablar de la forma de las cosas teniendo en cuenta que las
cosas que están en el mundo, y el ser humano mismo todo el tiempo cambian. Hace ruido,
desde mi perspectiva, dar una suerte de respuesta frente a los nombres primarios y
secundarios. Pues decir que los primarios representan la esencia de las cosas y los
secundarios enraizados en los primarios hablan ya desde una convención, es concluir que
hay una dualidad inevitable y perdurable y por sobre todo identificable. ¿Hasta dónde llega
la forma de la cosa? ¿Qué es la esencia y cómo se identifican las cualidades de las que el
objeto puede prescindir cuando se habla de la forma del mismo?
Ahondar en el lenguaje de esta manera me ha llevado a encrucijadas con respecto a lo que
un concepto significa. Pues si el nombre –el primario- tiende a corresponder con la cosa
nombrada, logra entonces abarcar la cosa por completo. Pero, ¿ello es posible bajo el
entendimiento epistémico del sujeto cognoscente en relación con el objeto a conocer? ¿Qué
es la forma de las cosas y cómo puede llegar a ser un nombre que represente la cosa en sí?
Si un concepto es algo que puedo representarme mentalmente sin la necesidad de ver el
objeto, ¿cómo se logra estructurar una referencia que permita perseguir la forma de las
cosas sin las características sensibles? ¿Puede traerse esta misma pregunta a los nombres
primarios? Siento que la resolución en el debate sobre el nombre, desde la teoría de las
ideas, me lleva más a complejizar la situación frente al lenguaje y el nombre que a
resolverlo.

Bibliografía

Ademollo, F. (2011) Naturalism refuted and conventionalism defended (433b–


439b). The Cratylus of Plato. A Commentary (pp. 383-448). Cambridge
University Press.
Bravo, F (2008). Verdad y teorías del lenguaje en el Crátilo de Platón. Rev,
Filosofía Univ. Costa Rica, XLVII (117/118), 67-77
Gómez, G. (2017) Sócrates: Gesto y Palabra Política. Universitas Philosophica.
Vol. 34. No.69. https://doi.org/10.11144/javeriana.uph34-69.sgpp 

Sánchez, L. C. (2012). La filosofía heraclítea interpretada por Platón. Ideas y


valores, vol. 61, no.150. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-
00622012000300010&lng=es&tlng=es.

Platón (1983). Crátilo. Diálogos II (trad. Clavo, J.L.). Gredos.

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