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LA VALENTÍA DE MARÍA Y LA CARIDAD DE SAN JOSÉ

Texto bíblico: (Lc 2, 1-5): “Sucedió que por aquellos días salió un edicto
de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este
primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José
desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que
se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta”.
Lucas nos describe la geografía que recorrieron, María que está
embarazada y José su esposo. Dice el evangelista que subieron, pues
tenían que atravesar la cadena de montañas de Israel; además de atravesar
el árido desierto de Samaría.
Sin duda, para nosotros nos es un tanto difícil imaginar lo que
significa cruzar un desierto, pero vamos a hacer un esfuerzo por ponernos
en la situación de una mujer embarazada en su noveno mes que tiene que
cruzar caminando o a lomo de mulo varios días de camino para ser
empadronada junto a su esposo, cumpliendo así un mandato real venido
desde sus opresores romanos, y así evitar las multas costosísimas.
Ante todo, diré que las dificultades que tiene que pasar una mujer
embarazada los entiende solo nuestras madres, hermanas, amigas y todas
aquellas que han tenido el privilegio grandioso de traer una vida al mundo.
El costo, el dolor agónico que tienen que pasar cuando sus piernas se les
hincha, el útero se les contrae, la respiración se les corta, entre otros
síntomas dolorosos que tienen que pasar. Y así, con esos síntomas María, la
joven nazarena que nos describen los Evangelios, tuvo que enrumbarse en
un camino tan peligroso y arduo.
Vamos a ver: en el desierto hay muchos peligros, no es solamente
una soledad silenciosa; sino que realmente, para unos peregrinos hay
innumerables peligros. Así, por ejemplo, hay fieras salvajes: los chacales,
las yenas, las serpientes, los escorpiones; hay otros peligros codiciosos,
como los ladrones que estaban al acecho para apoderarse de las
pertenencias de los desprotegidos y muchos casos incluso, se los mataban
sin motivo alguno. Otro enemigo de los peregrinos era el sofocante calor
de día y el frío de la noche que ponen en peligro a cualquier viajero.
A estos peligros tenían que enfrentarse María y José, a quienes los
vamos a imaginar caminando ellos solos por el árido y peligroso desierto,
que llevan cargado un pobre asno con los víveres y la leña necesaria que
sería utilizada para coser los alimentos y calentarse. Digo que ellos solos,
pues, era imposible unirse a una caravana por la situación de embarazo de
María, no podía ella seguir el ritmo de una caravana, ni caminando, ni
montada en el asno; a ello se suman los altísimos costos que había que
pagar a los que dirigían la caravana, porque eran ellos quienes brindaban
seguridad en el viaje.
Había que recorrer 140 km. para llegar de Nazareth a Belén, esto
equivaldría a 6 días normalmente al ritmo como iba una caravana. Pero,
ellos no podían ir al ritmo de una caravana como ya lo acabamos de
mencionar. Con toda esta situación adversa, Jesé, el hombre justo tenía que
arriesgarse a viajar solo, con su esposa embarazada, lo cual implicaba ir
más despacio, prolongando así, el tiempo de viaje, por lo menos tres días
más. Al respecto, quiero mencionar, que es de allí nace la tradición que a
partir del 16 de diciembre se celebran las Posadas de los Padres de Jesús,
en honor a los 9 días de su largo y duro recorrido, desde Nazaret a Belén.
Las condiciones climáticas del desierto obligaban a hacer el viaje por
la noche. Las altas temperaturas del día alcanzaban a más 40 agrados, lo
cual hacía imposible caminar durante el día. En las noches es todo lo
contrario, las temperaturas descienden a cero grados centígrados; en tales
condiciones muchos peregrinos morían de hipotermia. En tales condiciones
había que realizar de todas maneras el viaje por la noche.
Queridos hermanos, la imagen de José y de María que les estoy
presentando en esta noche, es muy distinta a las estampitas que tienen en
casa o la medallita que usted tiene en el pecho. Esas imágenes que nos
representan solo una Virgencita inmaculada, llena de pureza, lo cual es
cierto, pero no está ella con los pies llenos de ampolla y sus manos
encallecidas propias de una mujer campesina, llena de valentía y coraje que
se enfrenta a la dificultad. Tampoco es la imagen del tierno y pacifico José
que solo nos gusta imaginarlo sosteniendo tiernamente a niño Dios en sus
brazos y contemplarlo con una serenidad espiritual y angelical. La imagen
de mi San José es por ahora, una imagen de un hombre rudo y aguerrido
que se enfrenta con valentía a las dificultades, poniendo garra y esfuerzo
frente a los momentos de dura dificultad.
Por ello, estimados amigos, les invito al menos a imaginar la valentía
des San José y de María, su esposa, haciendo un viaje de esa magnitud de
riesgo. Por momentos María cabalgaba en el pobre asno, que jalaba José
con una soga, en otro trecho tendría que caminar sosteniendo su pesado
vientre donde portaba al Niño Dios. Y cuando ya no podía más, José
tendría que descargar el asno, armar una pequeña tienda, encender fuego
para que se caliente María, calentar un poco de agua para beber, y claro,
aprovechar en calentar la comida que llevaban.
¿Qué duro, ¿verdad?
JESUS NACE SIN TENER LUGAR EN LA POSADA
LC 2, 6-7: "Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los
días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en
pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el
alojamiento."
¿Cuál es esa posada donde no había lugar?
Esa posada eres tú, soy yo. Es la posada de nuestro corazón.
Queridas Hermanas, hemos vuelto a cometer los mismos erros de los
habitantes de Belén de hace dos mil años. Esa posada que ya estaba llena
donde no había espacio eres tú, soy yo. Los de Belén estaban ocupados
en los quehaceres del mundo, en su comodidad; y así también, ocupados en
sus odios, resentimientos y envidias. Su corazón estaba repleto de lo del
mundo, del hedonismo (sensualidad, el gusto el placer, en el comprar,
vender, en el trabajo, etc), estaba lleno dede resentimientos, envidias,
egoísmos. Entonces una vez más se repite el texto bíblico: “vino a los
suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11-12); no había sitio en la
posada, por estar llena de resentimientos y odios. A lo que yo quisiera
añadir, que este tiempo de Adviento y Navidad, hemos llenado nuestro
corazón con pasarlo bonito, con fiestas y meras costumbres de moda, donde
lamentablemente no hay lugar para el hijo de José y María.
Si en estas fiestas pascuales que vamos a celebrar, no hemos sido
capaces de perdonar, de abrirnos a las necesidades de los demás, Jesús
tampoco podrá nacer y (resucitar) en nuestro corazón, porque no hay lugar.
Porque quizá esté lleno de envidias, rivalidades, o celos, chismes,
calumnias, de habladurías, o rivalidades.
Navidad (la Cuaresma) es un tiempo de gracia, donde el Espíritu
Santo nos da la gracias de purificar el corazón de todo lastre de pecado. Así
Jesús necesaria y renacerá en nosotros en nuestros pensamientos y palabras.
Perdón hermanos, creo que nos estamos desviando del tema de
reflexión que nos ocupa. Entonces, volvamos al texto bíblico: “no había
sitio en la posada”: después de tanto cansancio del camino y todas las
puertas estaban cerradas. Imaginemos cómo se sentiría José al no poder dar
un lugar digno a Jesús y María. No dudo que le habrá dolido en lo más
profundo de su alma, tan solo de pensar que la mujer de su vida no podía
dar a luz al salvador del mundo en un lugar digno. ¡que dolor para el
Carpintero Nazareno!
Pero, ¡qué!: ¿se sentó, entonces, y se puso a llorar y ver como su
esposa sufría y a lamentarse por lo malos que eran los de Belén? Se resignó
acaso, pensando como muchos, que lo malo se les ocurre solo a él?
¡Pues, no! De ninguna manera lo podemos ni siquiera imaginar así
al gran San José. De inmediato empezó a limpiar la porquería del establo,
no se quejó diciendo esto está sucio, aquí no vale, mejor vamos a buscar
otro lugar. No dijo, esto apesta, uf, ¡qué asco!
¿Qué creen? Se arremangó el pantalón y las mangas de los brazos y
limpió el lugar donde tendría que nacer el Hijo de Dios.
Por eso queridos amigos, uno tiene que arremangarse como San José
y limpiar donde va a nacer Jesús, es decir, la posada de nuestro propio
corazón.
Seguramente encendió fuego a la entrada de la gruta, ¿y por qué a la
entrada? Para que cuando entre el aire frío, éste se calentara y así María y
Jesús a punto de nacer pudieran encontrar un ambiente agradable. Qué gran
hombre es José, no creen?
Una vez limpio, José cae en éxtasis a contemplar el Misterio, están
los ángeles cantando y alabando el Misterio que tenía que nacer. Este es
un momento solemne, donde toda la creación estaba en silencio
contemplando el acontecimiento nunca antes visto. El niño sale del vientre
de nuestra Madre, dejando intacta a nuestra a la Virgen Purísima, es como
la luz que traspasa el cristal sin hacerle daño.
Gracias a ese acontecimiento, tú y yo tenemos acceso a poder abrazar
y besar al hijo de María y José, al Hijo de Dios que se ha hecho hombre por
mí y por ti.

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