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Celebración de la Navidad

NAVI-DAD
Rondar por esos lugares poco frecuentados,
que no existen para los mercados
y están abandonados
de políticos, gobernantes y ricos.

Rondar por barrios periféricos,


parques tristes y sin alumbrado,
pabellones con nuevos esclavos
y campos de refugiados superpoblados.

Rondar por las costas del Mediterráneo


y ver pateras, cayucos y barcos a la deriva
llenos de hermanos nuestros
solo con lo puesto y el último soplo de vida...

Rondar por esos sitios olvidados


donde siguen naciendo niños
que tienen el futuro hipotecado
porque les negamos lo mínimo necesario.

Rondar por esos espacios cercanos,


con los ojos bien abiertos
y el corazón ardiendo,
para ver a los que se esconden o escondemos.

Rondar, saliendo de nosotros mismos


y de los belenes de exposición y concurso,
para encontrarnos con los sin techo
que son hermanos nuestros.

Rondar y estar despiertos,


porque Tú vienes, como vienen todos ellos,
sólo con lo puesto
MOTIVACIÓN

En estos días de Navidad, revivimos momentos muy


especiales de nuestra fe y cultura cristiana. Intentamos
una vez mas en quedarnos con todo lo positivo de
nuestras tradiciones y limpiemos esos añadidos que
traicionan el genuino mensaje del nacimiento de Jesús.

¿Tiene algo que ver la pobreza de Belén con el


despilfarro y el consumismo?

El mundo no necesita adornos espectaculares, montañas


de regalos y todo tipo de lujos.
La humanidad necesita descubrir cómo Dios, en
Navidad, nos muestra la locura de su amor por cada uno
de nosotros.

Que la ternura del “recién nacido” desmonte nuestra


coraza y nos traiga empatía y compasión.
ORACIÓN

Señor Jesús, el ángel que en Belén anunció tu


llegada, hoy nos invita a estar alegres, sin miedo,
porque tú ya estás entre nosotros.
Durante las semanas del Adviento nos hemos
preparado para recibirte en nuestro corazón y seas
tú quien oriente nuestras vidas.
Los Sabios de Oriente te llevaron regalos, y hoy
también nosotros queremos ofrecerte el regalo de
nuestra fe, de nuestro amor y de nuestra alegría.
Queremos agradecer a María y José, que por su
obediencia te recibieron en el seno de su amor y
están con su espíritu de ternura intercediendo por
nosotros, cuando sufrimos, cuando necesitamos
consuelo.
Celebramos felices tu venida, confiados en tu amor
que nos llena de paz y de esperanza.
Amén.
CELEBRACIÓN DEL PERDÓN

Al iniciar esta celebración, se debe disponer de las cuatro velas de


Adviento. Se debe apagar las luces del lugar, las cuales se irán
encendiendo a su debido tiempo, según como avance la celebración.

Jesús es la Luz que ilumina a todo hombre que


viene a este mundo. Pero nosotros, a veces,
preferimos vivir en las tinieblas. –se apagan
algunas de las luces de la capilla- Vamos a pedir
perdón al Señor por las veces que lo hacemos así.
Momento de silencio meditativo leyendo varias veces la siguiente
enseñanza de Jesús.

Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse


una ciudad construida sobre un monte. No se
enciende una vela para taparla con una olla, sino
que se pone en el candelero, para que alumbre a
todos los de la casa.
Luego cerramos los ojos y le pedimos con insistencia al Señor que nos
de la fuerza para ser luz en el mundo en el que vivimos. Lugo en voz
alta mencionamos algunas situaciones en las que no hemos sido luz
del mundo, después de cada una de estas menciones se enciende una
de las velas.

No hemos sido luz para los otros: con nuestros


actos hemos sembrado oscuridad en nuestras
relaciones, hemos antepuesto el yo al bien de
todos, nuestro interés frente al interés común.
se enciende la primera vela

CELEBRACIÓN DEL PERDÓN


No hemos sido luz en nuestra propia vida: en
aquellos momentos en que hemos olvidado los
valores que mueven nuestros gestos y
palabras, en los que hemos preferido ocultar
quiénes somos, como cristianos, antes de ser
testigos de verdad.

se enciende la segunda vela

No hemos sido luz ante Dios: y hemos preferido


la comodidad a la oración o al encuentro con
Él en la eucaristía o hemos optado por no
mirar al que tengo a mi lado como si fuera el
mismo Jesús que camina conmigo y no he
atendido a sus necesidades.
se enciende la tercera vela
No hemos sido luz en la familia: imponiendo
nuestras opiniones, faltando a la verdad,
mintiendo, favoreciendo el desencuentro.

se enciende la cuarta vela


Al encender la cuarta vela se escucha el villancico N° 1: Al mundo paz

SANTO EVANGELIO SEGUN SAN


LUCAS

En aquel tiempo salió un decreto del emperador


En aquel tiempo salió un decreto del emperador
Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.
Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino
gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada
cual a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David,


subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la
ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse
con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras
estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su
hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en
un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la
noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del
Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran
temor.
El ángel les dijo:
—No teman, les traigo la buena noticia, la gran alegría
para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha
nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tienen
la señal: encontraran un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que Dios ama.
Palabra del Señor.

CONTEMPLACIÓN

5 minutos reales de silencio delante de

El P brb
El Pesebre

¿Qué te dice el Pesebre


sobre Dios?

MEDITACIÓN

Belén, un
Belén, un mundo
mundo amado
amado
locamente por
locamente por su
su Dios
Dios
Es difícil, meditar sobre Belén. Porque ante esta
historia de un Dios que se hace niño en un portal, los
incrédulos dicen que es una bella fábula; y los
incrédulos dicen que es una bella fábula; y los
creyentes lo viven como si lo fuera.
Frente a este comienzo de la gran locura del amor de
Dios, unos se defienden con su incredulidad, otros con
toneladas de azúcar.
Porque de eso se trata: de defenderse.
Pues sucede que el ser humano no es capaz de
soportar mucha realidad. Y, ante las cosas grandes, se
defiende: negándolas o empequeñeciéndolas.
Dios es como el sol: agradable mientras estamos lo
suficientemente lejos de él para aprovechar su calor y
huir su quemadura.
Pero quién soportaría la proximidad del sol. ¿Quién
podría resistir a este Dios que «sale de sus casillas» y
se mete en la vida de los seres humanos?
Por eso —porque nos daba miedo— hemos convertido
la Navidad en una fiesta de confitería y borracheras.
Nos derretimos ante «el dulce Niño de rubios cabellos
rizados» porque esa falsa ternura nos evita pensar en
esa idea vertiginosa de que sea Dios en verdad.
Una Navidad frivolizada nos permite al mismo tiempo
creernos creyentes y evitarnos el riesgo de tomar en
serio lo que una visión realista de la Navidad nos
exigiría.
La idea de que, en su pasión, Jesús suba a la muerte
llega a conmovernos, pero el que Dios se haga hombre
nos produce, cuando más, una ingenua ternura. .

MEDITACIÓN

Belén, un
Belén, un mundo
mundo amado
amado
locamente por
locamente por su
su Dios
Dios
De este «salto de Dios» vamos a meditar. Y a él sólo
puede acercarse el ser humano por la puerta de la
sencillez.
Hay en la basílica de Belén una puerta —la única que
da acceso al templo— que se ha convertido en todo un
símbolo: Durante los tiempos de las Cruzadas era
frecuente que soldados musulmanes irrumpieran en el
templo con sus caballos embistiendo a fieles y
sacerdotes.
Entonces se construyo la gran puerta para impedirlo y
se dejó como única entrada una puertita de un poco
menos de un metro de altura.
Aún hoy hay que entrar a la Iglesia por esa
puerta, agachándose, aniñándose.
Así hay que acercarse a esta página evangélica:
aniñándose.
¡Ojo!: Aniñándose; no abobándose.
Porque en la historia de la Iglesia siempre han
llamado bobos a los santos y santos a los bobos.
Belén es un lugar no apto para mayores de edad;
Belén es una auténtica fiesta de locos.
Y es que hay que estar locos para poder entender lo
que Dios nos dice en el Pesebre y que vamos a
meditar.

MEDITACIÓN

00.. El
El Silencio
Silencio tras
tras el
el huracán
huracán
Cuando los ángeles se fueron, todo volvió a la rutina
en la casa de José y María.
No hubo apariciones ni milagros en los meses
siguientes.
Tanto que, si ellos hubieran tenido menos fe, habrían
llegado a pensar que todo había sido un sueño. Dios
era extraño: invadía como un huracán y luego se
alejaba dejando una desconcertante calma más
alejaba dejando una desconcertante calma, más
honda ahora, tras el temblor del momento terrible.
Todos los días esperaban que el ángel regresara con
más explicaciones, pero Dios debía de preferir la fe a
las cosas demasiado claras. Les dejaba así: con
aquellas medias palabras.

José y María daban vueltas en sus cabezas a aquellos


mensajes. Se los repetían el uno a la otra. Lo sabían
ya de memoria. Y era claro lo que era claro: que
aquella criatura que empezaba a patalear en el seno
de María era nada menos que el Esperado de las
naciones. Pero nada sabían de cómo vendría, de cómo
sería, de por qué les habían elegido a ellos, de qué
tendrían que hacer cuando viniese.
Buscaban entonces ayuda en los libros santos. Quizá
Zacarías había intentado explicárselo a María durante
los meses que pasó en Ain Karem.
Y José leería y releería —si es que sabía leer-- los
pocos rollos de los profetas que pudieran tener en su
casa o que hubiera en aquel pueblito de Nazaret. Los
sábados, en la sinagoga, beberían las palabras de los
escribas y todas les parecerían referirse a su Hijo.
¡Pero cuántos misterios quedaban en la sombra...!

MEDITACIÓN

00.. El
El Silencio
Silencio tras
tras el
el huracán
huracán
Lo que sí resultaba indudable era el peso creciente de
aquel niño en su seno. Y también aquella misteriosa
alegría que les invadía a los dos como un sol de
primavera.
Sin embargo, algo esperaban: ¿No estaba profetizado
que el Mesías vendría rodeado de majestad?
Poca majestad traería, si llegaba a nacer en su casa.
Tal vez un día vendrían los sacerdotes —celestemente
iluminados— para llevar a María al templo... Tal vez
l á l ll í l í d l i i
los ángeles llenarían el país de luminosos anuncios...
Tal vez...
Pero el tiempo pasaba y nada ocurría. El seno de
María iba hinchándose, sin que nada extraordinario
sucediese.

Las vecinas sonreían al verla pasar, pero como lo


hubieran hecho ante otra madre cualquiera. No se
arrodillaban las gentes a su paso; no florecían las
azucenas cuando ella rozaba sus varas al pasar; el sol
se levantaba en las mañanas y se ponía en las tardes
como si nada estuviera ocurriendo en el mundo.
María y José comenzaron a preparar la casa y la cuna,
convencidos ya de que ellos, y no los ángeles,
cuidarían al recién nacido.
¡Dios era extraño! o ¿todo estaba cambiando para
siempre?

MEDITACIÓN

2. Belén,
2. Belén, patria
patria de
de la
la infancia
infancia de
de todos
todos
Y un día, algo ocurrió: de Roma llegó una orden según
la cual el emperador ordenaba un censo que obligaría
a José a desplazarse hasta Belén.
Y emprendieron el viaje hacia Belén.
Todos los que nos llamamos cristianos tenemos un
rincón de nuestro corazón para esta ciudad. Se diría
que hemos vivido en ella de niños, conocemos sus
calles, sus casas.
En nuestro corazón hay un belén nevado, con ríos
alegres de papel de plata, con pastores que se
calientan en torno a rojas hogueras de celofán.
Tal vez por eso se decepcionan todos cuantos llegan
Tal vez por eso se decepcionan todos cuantos llegan,
viajeros, a la ciudad. El Belén de la realidad no es el
de nuestros sueños. Casi nunca nieva en Belén, casi
nunca nieva en Palestina. El Jesús, que imaginamos
nacido bajo la nevada, murió en realidad seguramente
sin haber visto nunca la nieve. Y no hay ríos de plata,
ni tejados rojos.
El paisaje que José y María vieron era el de un
pequeño poblado de no más de doscientas casas
apiñadas sobre un cerro, como un grupo de monjas
asustadas.
En las pendientes, suaves, que bajan al poblado, se
mezclan la roca calcárea y los bancales de olivos, que
descienden en sucesivas terrazas. Las casas, como
cuadritos blancos brillarían bajo un sol rojo ardiente
en un cielo muy azul. En torno a las casas, higueras
que, en aquel mes del año, estarían terminando de
perder sus hojas que yacerían en el suelo como una
colección de manos de plata. También los sarmientos
de las vides estarían secos y los olivos tan retorcidos
como hoy, cual si trataran de huir de la roca que todo
lo invade.

MEDITACIÓN

2. Belén,
2. Belén, patria
patria de
de la
la infancia
infancia de
de todos
todos
Pero, probablemente, José y María no tuvieron
siquiera ojos para el paisaje. Lo que a José le
preocupó es que, de pronto, su pueblo de origen le
parecía mucho más pequeño de lo que decían sus
sueños o sus recuerdos. Todos soñamos más grandes
y hermosos los lugares donde hemos sido felices o
donde fue más feliz nuestra familia. Pero aún le
preocupó más a José el ver que eran muchos los que,
como ellos, bajaban a la ciudad.
Actual Belén

MEDITACIÓN

3. No
3. No había
había sitio
sitio en
en la
la posada
posada
La tradición popular ha gustado imaginarse a José de
puerta en puerta y de casa en casa, recibiendo
negativa tras negativa de sus egoístas parientes.
Nada dice de ello el evangelio y la alusión a la posada
hace pensar que José no tenía parientes conocidos en
Belén y que fue directamente, con su esposa, a la
posada.
De nuevo viene a nuestra imaginación la figura del
posadero que, con rostro avariento, se asoma a un
ventanuco con un farol para examinar la condición
económica de quienes piden albergue. Y le vemos
cerrando la ventana, codicioso del rendimiento que
pueden producirle sus habitaciones, cedidas a
huéspedes mejor trajeados.
Pero otra vez nos engaña la imaginación, basada en
una incorrecta interpretación del «no había sitio» del
texto evangélico. En las posadas palestinas, en
realidad, siempre había sitio y a esa frase hay que
darle un sentido diverso. La posada --el Khan—
oriental, de ayer y aun de hoy, es simplemente un
patio cuadrado rodeado de altos muros
patio cuadrado, rodeado de altos muros.

En su centro suele haber una cisterna en torno a la


cual se amontonan las bestias, burros, camellos,
corderos.
Pegados a los muros entre arcadas a veces hay unos
cobertizos en los que viven y duermen los viajeros, sin
otro techo que el cielo en muchos casos. A veces
pequeños tabiques trazan una especie de
compartimentos, pero nunca llegan a ser habitaciones
cerradas.
El arqueólogo Giuseppe Ricciotti, dice en sus estudios:
"En aquel amasijo de hombres y bestias revueltos se hablaba de
negocios, se rezaba, se cantaba y se dormía, se comía y se efectuaban
las necesidades corporales, se podía nacer y se podía morir, todo en
medio de la suciedad y el hedor que aún hoy infectan los campamentos
de los beduinos en Palestina, cuando viajan"

MEDITACIÓN

3. No
3. No había
había sitio
sitio en
en la
la posada
posada
A este patio se asomó José y comprendió enseguida
que allí no «había sitio». Sitio material, sí. Jamás dirá
un oriental que no hay lugar.
Amontonándose con los demás, siempre cabe uno
nuevo. Lo que no había era sitio adecuado para una
mujer que está a punto de dar a luz.
A José no le molestaba la pobreza, ni siquiera el
hedor, pero sí aquella horrible promiscuidad. Su pudor
se negaba a meter a María en aquel lugar donde todo
se hacía al aire libre, sin reserva alguna.
Quienes han conocido el subarriendo saben que esa es
la mayor pobreza: la falta de intimidad para hablar,
para amar, para orar. José lo habría aceptado para un
simple pasar una noche, pero José sabía que tendrían
que pasar allí días, tal vez semanas. Y que uno de esos
días nacería su hijo.
Un poco de silencio, un poco de paz era lo menos que
podía pedirse. Tal vez preguntó al posadero si no le
quedaba algún cobertizo independiente. Y el posadero
levantaría los hombros y le señalaría con la mano
levantaría los hombros y le señalaría con la mano
aquel amontonamiento. Tal vez el mismo dueño de la
posada le dijo que había en los alrededores muchas
grutas abandonadas que se usaban para guardar el
ganado y que en una de ellas podría refugiarse. No es
siquiera imposible que el propio posadero soliera
guardar en ella su ganado. Lo cierto es que a ella
fueron a parar José y María.

MEDITACIÓN

4. La
4. La cueva
cueva sin
sin adornos,
adornos, ni
ni guirnaldas
guirnaldas
Y otra vez vuelven a jugarnos una mala pasada la
imaginación y el arte. El lugar donde Jesús nació no
es el alegre pórtico de columnas —con alguna pared
semiderruida, para dar impresión de abandono— que
gustan pintar muchos artistas.
Tampoco es el pesebre de confitería, color rosa y
crema, de nuestros nacimientos en el cual
encontramos una limpísima mula y un beatífico buey
haciendo oración en torno a un lindo y pulcro pesebre.
Tampoco fue —como lo pintamos algunos
melodramáticamente yéndonos al otro extremo— el
lugar más sucio del mundo lleno de excrementos y
montones de estiércol.
El lugar fue simplemente una gruta natural como
tantas que hay hoy en los alrededores de Belén.
Un simple peñasco saliendo de las montañas como la
proa de un barco y bajo el cual unas manos de
pastores seguramente han labrado una cueva para
guardarse de la lluvia o del sol.
Una gruta como la que se venera bajo la basílica de la
Una gruta como la que se venera bajo la basílica de la
Natividad en Belén —doce metros de larga, por tres y
medio de ancha-- y en la que los sacerdotes al
celebrar hoy no pueden elevar mucho el cáliz porque
pegaría en el techo.

Allí fue donde llegaron. El rostro de María —cubierto


del polvo blancuzco del camino— reflejaba cansancio.
José —como avergonzado y pidiendo perdón de algo
que no era culpa suya— preguntó a María con la
mirada. Ella sonrió y dijo: «Sí».

MEDITACIÓN

4. La
4. La cueva
cueva sin
sin adornos,
adornos, ni
ni guirnaldas
guirnaldas
Y estando allí, se cumplieron los días de su parto (Lc
2, 5). La frase del evangelista hace pensar que ocurrió
varios días después de llegar a Belén y no la misma
noche de la llegada, como suele imaginarse. José tuvo,
pues, tiempo de organizar un poco la cueva, de clavar
algunas maderas que protegieran del frío algún
rincón, de limpiar la paja del pesebre, de comprar
quizá algunas cosas necesarias para María y el niño
por nacer.
Según las tradiciones del pueblo de Jesús, un parto
era siempre un acontecimiento en los pueblos de
Palestina.
Todos los vecinos participaban en él y, a los ritos
religiosos, se mezclaban las más torpes supersticiones.
En torno al lecho de la parturienta alguna amiga
trazaba, con tiza o carbón, un círculo para preservar a
la madre de la influencia de los demonios. Y en
cuanto el niño nacía, se colgaban amuletos sobre el
lecho y en las jambas de la puerta para ahuyentar a
Lilith, el demonio femenino.
Si el parto era difícil, la parturienta apretaba en su
mano derecha un rollo de la Torá.
A l h d l t l f ili dí i it l
A la hora del parto los familiares acudían a visitar las
tumbas de los antepasados y, con frecuencia, se
medían los muros del cementerio y se enviaban a la

sinagoga tantos cirios como medidas tenían las


paredes.
Nacido el pequeño, todos los vecinos acudían a verle y
recitar oraciones sobre él. Y los niños del pueblo eran
obsequiados con manzanas, nueces y dulces.

MEDITACIÓN

5. El
5. El silencio
silencio de
de la
la noche
noche
Nada de lo anterior rodeó el
nacimiento de Jesús.
El evangelista, parco en datos,
señala claramente la soledad de la
madre en aquella hora. Fue casi
seguramente de noche (el
evangelista dice que los pastores
estaban velando) y muy
probablemente una noche de
diciembre (así lo avala una
antiquísima tradición, que precisa
—casi desde el siglo primero— la
fecha del día 25).
Haría ese fresco nocturno de los
países cálidos, que no llega a ser
un verdadero frío, pero que exige
hogueras a quienes han de pasar la
noche a la intemperie.
José habría encendido uno de estos
fuegos fuera de la gruta. En él
calentaba agua y quizá algún
caldo. Dentro de la gruta María
estaba sola, tal vez contemplada
por la mirada cándida de los
animales que había en el establo.
Su aliento formaba nubecillas de
blanco vapor en torno a sus
hú d h Sól l
p
húmedos hocicos. Sólo el
removerse de los animales rompía
el alto silencio de la noche. El
tiempo avanzaba lentamente.
Podríamos decir que
solemnemente, como si
comprendiera que aquella era la
hora más alta de la historia, la
HORA DE NUESTRA SALVACIÓN

MEDITACIÓN

5. El
5. El silencio
silencio de
de la
la noche
noche
Afuera, el fuego ardía juguetón, avivado por el
vientecillo que venía del sur.
José rezaría o pasearía nervioso, como han hecho
todos los padres de la historia y como seguirán
haciéndolo. Tal vez pensaba que debía haber llamado
a una comadrona, pero María se había opuesto con un
simple agitar negativamente la cabeza. Todo era tan
misterioso, que había obedecido sin rechistar.
Aunque ahora se preguntaba si había hecho bien.
Debió de sentir muchas veces deseos de entrar en la
gruta, pero la ley prohibía terminantemente que el
padre estuviera en el cuarto de la parturienta a esa
hora.
Además María había dicho que ya le llamaría cuando
hiciera falta.
Al fin, oyó la voz de su esposa, llamándole. Se
precipitó hacia la cueva, con la jarra de agua caliente
en la mano. Esperaba encontrarse a María tumbada en
la paja. pero estaba sentada junto al pesebre,
limpiándose tal vez el cabello. Sonreía y le hacía señas
de que se aproximase. La cueva estaba casi a oscuras.
Iluminada sólo por débiles candiles que no eran
capaces de romper tanta sombra (53 lámparas
iluminan hoy esa cueva en Belén, y sigue siendo
oscura). Por eso tomó uno de los candiles y lo acercó
al pesebre que María le señalaba.
Vio una tierna carita rosada, blanda y húmeda
aún, apretados los ojos y los puñitos, con bultos
rojos en los hinchados pómulos.
Al tomarlo en sus manos temió que pudiera
Al tomarlo en sus manos temió que pudiera
deshacérsele —¡así de blandito era!— y, mientras lo
colocaba en sus rodillas, en gesto de reconocimiento
paternal, sintió que las lágrimas subían a sus ojos.
«Este es —pensó— el que me anunció el ángel». Y su
cabeza no podía creerlo.

MEDITACIÓN

5. El
5. El silencio
silencio de
de la
la noche
noche
¿Cómo fue este parto que la fe de la Iglesia siempre
ha presentado como virginal? El evangelista nos lo
cuenta con tanto pudor como precisión: Se
cumplieron los días de su parto y dio a luz a .su hijo
primogénito y le envolvió en pañales y le acostó en
un pesebre (Lc 2, 6-7).
No nos dice que María estuviera sola, pero sí nos
pone a «ella» como único sujeto de los tres verbos de
la frase: ella le dio a luz, ella le envolvió, ella le
acostó.
No hubiera hecho la parturienta estas últimas
acciones de haber allí alguien más. Tampoco dice el
evangelista cómo fue el parto, pero la estructura de la
frase (tres verbos activos, unidos por esa conjunción
«y» que les da rapidez) insinúa mejor que nada que
todo fue simple y transparente.
Ella pudo hacerlo todo —envolverle, acostarle—
porque estaba fresca y entera, porque —como dice la
famosa frase del catecismo— el hijo había salido de
ella como el rayo de sol pasa por un cristal, .sin
romperlo ni mancharlo.
San Jerónimo lo expresará con otra bella imagen:
Jesús se desprendió de ella como el fruto maduro se
separa de la rama que le ha comunicado su savia, sin
esfuerzo, sin angustia, sin agotamiento.
MEDITACIÓN
6. Nuestra
6. Nuestra Salvación
Salvación es
es un
un Bebé...
Bebé... solo
solo un
un bebé
bebé
Allí estaba. María y José le miraban y no entendían
nada. ¿Era aquello —aquel bebé de carne blanda— lo
que había anunciado el ángel y el que durante siglos
había esperado su pueblo?
A este punto podemos preguntarle a estos dos
jovenes: ¿Se lo habían imaginado más grande?
Pero ¿qué es ser grande? A través de todas las
medidas que él recorre, va la magnitud de su destino.
La inmensidad de ser Dios.
Sí, el Dios que retumba en las nubes, se hace benigno
y viene en la forma de un pequeño bebé.
Pero José y María no lo entendían. Lo adoraban, pero
no lo entendían. ¿Aquel bebé era el enviado para
salvar el mundo? Dios era todopoderoso, el niño todo
blandito. El Hijo esperado era la Palabra; aquel bebé
no sabía hablar. El Mesías sería «el camino», pero éste
recién nacido no sabía andar. Sería la verdad
omnisciente, mas esta criatura no sabía ni siquiera
encontrar el seno de su madre para mamar. Iba a ser
la vida; aunque se moriría si ella no lo alimentase. Era
el creador del sol, pero tiritaba de frío y precisaba del
aliento de un buey y una mula. Había cubierto de
hierba los campos, pero este niño estaba desnudo.
No, no lo entendían. ¿Cómo podían entenderlo?
María le miraba y remiraba como si el secreto pudiera
estar escondido debajo de la piel o detrás de los ojos.
Pero tras la piel sólo había una carne más débil que
la piel, y tras los ojos sólo había lágrimas, diminutas
lágrimas de recién nacido. Su cabeza de muchacha se
llenaba de preguntas para las que no encontraba
respuestas:
-Si Dios quería descender al mundo, ¿por qué venir
por esta puerta trasera de la pobreza?
-Si venía a salvar a todos, ¿por qué nacía en esta
inmensa soledad?
-Y sobre todo ¿por qué la habían elegido a ella la
Y sobre todo ¿por qué la habían elegido a ella, la
más débil, la menos importante de las mujeres del
país?

MEDITACIÓN
6. Nuestra
6. Nuestra Salvación
Salvación es
es un
un Bebé...
Bebé... solo
solo un
un bebé
bebé
Ella no entendía nada, pero creía TODO ¿Cómo iba a
saber ella más que Dios? ¿Quién era ella para juzgar
sus misteriosos caminos?
Además, el niño estaba allí, como un torrente de
alegría, infinitamente más verdadero que cualquier
otra respuesta.
Porque, además, ningún otro milagro espectacular
había acompañado a este limpísimo parto.
Ni ángeles, ni luces. Dios reservaba sus ángeles ahora
para quienes los necesitaban, los pastores.
María tenía fe suficiente para creer sin ángeles.
Además, de haber venido ángeles a la cueva ¿los
hubiera visto? No tenía ojos más que para su hijo.
MEDITACIÓN
7. No
7. No hubo
hubo milagros
milagros en
en torno
torno al
al milagro
milagro
También esta vez los apócrifos han llenado de
milagros la escena. El evangelio del Pseudo-Mateo
nos dice: que el recinto se inundó de resplandores y
quedó todo refulgente como si el sol estuviese allí
dentro. Aquella luz divina dejó la cueva como si fuera
al mediodía y, mientras estuvo allí María, el
resplandor no faltó ni de día ni de noche.
Pero nada de esto ocurrió. Ninguna luz vieron los
habitantes que dormían en Belén, ningún prodigio
innecesario acompañó al soberano prodigio de un
Dios entre nosotros.
Porque de eso se trataba. La misma María no pudo
entenderlo plenamente hasta después de la
resurrección, pero nosotros lo sabemos. Era Dios, era
Dios en persona, un Dios hecho asequible, digerible,
Los hombres, siempre aburridos y seriotes, se habían
imaginado al Mesías anunciado de muchas maneras,
menos en forma de bebé.
Si hubiera aparecido con las vestiduras de pavo real
de los Sumos Sacerdotes, probablemente todos
habrían creído en él.
Si se hubiera mostrado sobre un carro de combate,
vencedor fulgurante de todos sus enemigos, hubiera
resultado «creíble» para sus compatriotas. Pero... ¿un
bebé? Esto tenía más aspecto de broma que de otra
cosa. ¡No era serio!
Y sin embargo aquel bebé, que iba a comenzar a
llorar de un momento a otro, era Dios, era la plenitud
de Dios. Y se había hecho enteramente hombre. El
mundo que esperaba de sus labios la gran revelación
recibió como primera palabra un llanto y una sonrisa.
¡Esta era, en verdad, su gran palabra! ¿Quién hubiera
podido creer en este niño-Dios si hubiera abierto sus
labios en la cuna para explicarnos que Dios era uno
en esencia y trino en personas?
MEDITACIÓN
7. No
7. No hubo
hubo milagros
milagros en
en torno
torno al
al milagro
milagro
Su no saber hablar era la prueba definitiva de que se
había hecho íntegramente hombre, de que había
aceptado toda nuestra humanidad, tan pobre y débil
como es. Su gran revelación no era una formulación
teológica, ni un altísimo silogismo, sino la certeza de
que Dios nos ama, de que el hombre no fue
abandonado a la deriva tras el pecado.
Descubríamos al fin, visiblemente, que ¡no estamos
solos! El cielo impenetrable se abría y nos mostraba
que no era tan solemne como en nuestro aburrimiento
le habíamos imaginado.
Dios era amor. Siéndolo ¿cómo no entender que
viniera en forma de bebé? El reinado de la locura
había comenzado.
Esta locura, como es lógico. tenía que escandalizar a
los «inteligentes». Ya el hereje Marción en los
primeros siglos se escandalizaría de este Dios indigno:
Quítenme esos lienzos vergonzosos y ese pesebre,
indigno del Dios a quien yo adoro.
El dios a quien él adoraba era más excelentísimo
señor, más faraón de Egipto, más empingorotado.
Por lo menos Marción lo decía con honestidad. Peor
son todos los que en lugar de cristianos, son
marcionitas y se dedican a buscar un «dios decente».
Aceptan quizá al niño de Belén, pero siempre que sea
guapito y rubio, siempre que crezca pronto y deje de
hacer pucheros y decir «buh-buh».
Pero el Dios verdadero es este bebé desarmado,
envuelto en los más humildes pañales, nacido en la
más total pobreza. ¿Por qué la riqueza habría de ser
más digna de Dios que la humilde sencillez de los
pobres?

MEDITACIÓN
7. No
7. No hubo
hubo milagros
milagros en
en torno
torno al
al milagro
milagro
Aquella noche se instauraba el reinado de la locura. A
la misma hora que Él nació, alguien se revolcaba en
las casas vecinas de aquel lugar, alguien contaba
monedas de plata en un palacio de Roma, algún sabio
daba en Alejandría los últimos toques a la piedra
filosofal, algún general demostraba en las Galias que
la espada es la reina del mundo.
Pero el bebé del portal comenzaba a dar a todas esas
cosas su verdadera medida: estiércol.
Traía una nueva moneda para medir las cosas: el
amor.
Sabía bien que nadie terminaría de aceptar del todo
esta nueva moneda (su nacimiento en una cueva era
ya una demostración) pero no por eso sería menos
verdadero que amar era el único verdadero valor.
Era Dios, era «nuestro» Dios, el único que como
hombres podíamos aceptar. El único que no nos
humillaba con su grandeza, sino que nos hacía
grandes con su pequeñez. Si Dios se ha hecho hombre,
ser hombre es la cosa más grande que se puede ser.
Era, sobre todo, el único Dios a quien los hombres
podíamos amar. Puede temerse al Dios de los truenos,
puede reverenciarse al Dios de los ejércitos, pero
¿cómo amarles?
Nadie puede amar una cosa a menos que pueda
rodearla con sus brazos. Y he aquí que ahora se ponía
a nuestra altura y podíamos rodearle como María lo
está haciendo ahora con su abrazo. En verdad que lo
difícil no es creer que Jesús sea Dios; lo difícil será
creer en Dios si no fuera Jesús.
Lo era. María lo sabía aunque no lo entendiera. Por
eso le miraba y remiraba, por eso le abrazaba con
miedo de romperlo, por eso cantaba, por eso reía, por
eso rezaba, por eso se le estaban llenando de lágrimas
los ojos, como a ti ahora.

MEDITACIÓN
8. La
8. La alegría
alegría de
de la
la Madre
Madre
g

Cuando, anunciados por los ángeles, sobre el


nacimiento del niño, llegaron los pastores, a María le
dio mucha alegría.

Necesitaba que el mundo supiera que su Hijo había


nacido y nunca se hubieran atrevido ella o José a
contarlo.
Además los pastores habían hablado de ángeles que,
por cierto, ni ella ni José habían visto este día. ¿Para
qué los necesitaban? Bueno era, sin embargo,
comprobar que Dios no les abandonaba.
Pero a María la venida de los pastores le alegraba
aún por otra razón. El que fueran ellos los primeros
llegados le parecía la mejor prueba de que su hijo era
Dios, el Dios de quien ella había hablado
proféticamente en el Magnificat, el Dios que derriba
del trono a los poderosos, ensalza a los humildes,
sacia de bienes a los hambrientos y despide vacíos a
los ricos (Lc 1, 52-53).
Los pastores pertenecían al grupo de los humildes y
en su alegría intuía ya María cómo entendería a Jesús
más tarde el pueblo sencillo.
María pensaba todo esto, le daba vueltas en su
corazón, almacenaba lo que veían sus ojos y oían sus
oídos como quien amontona un tesoro.
Los pastores habían regresado ya a Belén y contaban
a la gente lo que habían visto y todos «se
maravillaban» (Lc 2, 18). No dice el evangelista que
ninguno fuera a comprobarlo con sus ojos. Debieron
de pensar los más generosos que los pastores tenían
buena fantasía para pensar semejantes absurdos.
¿Cómo casaba el anuncio de los ángeles sobre el
nacimiento del salvador, con el nacimiento en un
pesebre? Bromas, sueños de pastores, deseosos de
llamar la atención, pensaron.

MEDITACIÓN
8. La
8. La alegría
alegría de
de la
la Madre
Madre
Belén siguió su vida rutinaria. Pocos debieron de
enterarse de aquel nacimiento. Cuando Jesús
i id úbli di l di á h h
comience su vida pública nadie aludirá a hechos
extraordinarios ocurridos durante su nacimiento. Ni
siquiera recordarán que nació en Belén. «El nazareno»
le llamarán.

Sólo María «conservaba estas cosas en su corazón»


(Lc 2, 19) dice Lucas, como citando la fuente de sus
informaciones.
Sólo María entenderá esta noche, hermosa más que la
alborada.
Esta noche en la que el Sol eterno pareció eclipsarse
en la carne de un bebé, para mostrarse más
plenamente: como puro amor.
Esta noche en la que el fulgurante Yahvé de la zarza
ardiendo se identificó en el regazo de una Virgen.
Pero el mundo estaba demasiado ocupado en pudrirse
en borracheras y comilonas para descubrir tanto
amor y alegría producto del DIOS CON NOSOTROS.

Al terminar esta meditación se propone escuchar el villancico N° 2 Emmanuel.

BENDICION DEL NIÑO JESÚS

Motivación: Dios llega hoy a hospedarse en nuestra


casa casa, hace 2022 años se decidió a poner su
morada entre nosotros. Él dueño del tiempo y de la
historia se sometió al espacio de nuestra carne mortal
y amándonos con un corazón humano-Divino nos
tó l t id d
rescató para la eternidad.

Todos, ¡estén alegres! porque hoy ha llegado la noche


esperada, la noche de dicha y de paz... donde todos los
corazones se encienden en el fuego del amor. Cada
hombre como una chispa de luz enciende su fe y se
ilumina con la luz de Dios. Ha llegado la noche del
Amor, es Dios que se ha encarnado, que hace vibrar al
mundo y nos envuelve en un clima de fraternidad y
de paz. ¡Que los buenos deseos y la alegría que se
comunica por doquier, sea una realidad entre
nosotros!
se ora un momento en silencio, después se recita la siguiente oración de
bendición:

Bendice, Señor, nuestros hogares para


que, ayudados con esta imagen que
durante este tiempo estará en nuestras
casas, nos acerque al Misterio de la
Navidad y crezca en nuestros corazones
el deseo de abrirlos a tu venida a
nuestra vidas. Ayúdanos a descubrirte
en la ternura y en la fragilidad, en la
necesidad y en la pobreza, en el extraño
y en el que está lejos, en nuestros seres
queridos y en los que viven alrededor
nuestro. Que descubramos a un Dios que
está a nuestro lado y que ha venido para
quedarse. Amén
Al terminar la oración de bendición se sugiere escuchar el villancico N° 3
Adeste Fideles y mientras se escucha, realizar un gesto de adoración. La
Iglesia conserva dos gestos de adoración a las imagenes del Señor:
Arrodillarse ante ellas o darle un beso.

VENERACIÓN DEL NIÑO JESÚS

Motivación: Participemos de la veneración y


reconocimiento del Nombre de Jesús que al
encarnarse se hizo uno de nosotros y fue proclamado
de diferentes formas, a cada invocación respondemos:
Bendito sea el Nombre de Jesús.

Bendito sea su Nombre: el Verbo de Dios.


Bendito sea su Nombre de Emmanuel: Dios con
nosotros.
Bendito sea su Nombre de hijo de David.
Bendito sea su Nombre de Mesías.
Bendito sea su Nombre de Enviado.
Bendito sea su Nombre de Hijo de hombre.
Bendito sea el Nombre indicado a María y a José.
Bendito sea el Nombre que le fue dado a los ocho
días después de su nacimiento.
Bendito sea su Nombre que nos promete la
salvación.
Bendito sea su Nombre de Cordero de Dios.
Bendito sea su Nombre en el cual somos
bautizados.
Bendito sea su Nombre, inscrito en nuestra frente.
Bendito sea su Nombre que nos reúne y les hace
presente en medio de nosotros.
Bendito sea su Nombre que levanta la persecución
del mundo.
Bendito sea su Nombre por el cual nuestras
súplicas son atendidas.
Bendito sea su Nombre que nos devuelve el
céntuplo de lo que le hemos entregado.
Bendito sea su Nombre que es el Amén, el testigo
fiel.

ACOSTAR AL NIÑO JESÚS


Para el rito de acostar al niño Jesús en el pesebre, se sugiere escuchar el
villancico N° 4 Gloria in Excelsis Deo. Mientras se escucha este villancico,
se lleva con mucho respeto y solemnidad la imagen del niño Jesús al
pesebre y se lo contempla junto a María y a José. Después se recitan las
peticiones.
1.Pidámosle al Niño Dios que, así como es el centro de
este nacimiento hoy, sea todos los días el centro de
nuestra familia y de nuestra vida. Oremos.
ERES EL DIOS CON NOSOTROS
2. Que Jesús, pudiendo nacer rico quiso nacer pobre,
nos enseñe a agradecer lo que tenemos. Oremos.
nos enseñe a agradecer lo que tenemos. Oremos.
ERES EL DIOS CON NOSOTROS
3. Que Jesús, que vino a perdonamos, nos enseñe a no
ser rencorosos con los demás. Oremos.
ERES EL DIOS CON NOSOTROS
4. Que Jesús, quien vivió en familia, haga que en la
nuestra reine siempre el amor, la unión y el deseo de
ayudarnos mutuamente y a las demás familias.
Oremos.
ERES EL DIOS CON NOSOTROS
5. Que el que nació en una cueva porque no había
sitio en la posada para su familia, se acuerde en esta
noche de tantos niños para los que no hay lugar en
los hogares, de tantos hombres y mujeres para los
que no hay lugar en las fábricas, de tantos refugiados
para los que no hay lugar en el mundo y de tantos
para los que no hay lugar en nuestro mundo moderno.
Oremos.
ERES EL DIOS CON NOSOTROS
6. Para que, al estar concluyendo este año del 2022,
podamos seguir dando testimonio en nuestra vida de
fe y esperanza. Oremos.
ERES EL DIOS CON NOSOTROS
se concluye recitando la oración del Padre Nuestro.
ORACIÓN FINAL
Dios nuestro, que hiciste resplandecer esta noche santísima
con el nacimiento de Cristo, verdadera luz del mundo,
concédenos que, iluminados en la tierra por la luz de este
misterio, podamos también disfrutar de la gloria de tu Hijo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén

BENDICIÓN FINAL

El Dios de infinita bondad


que por la encarnación de su Hijo disipó las tinieblas
del mundo
y por su glorioso nacimiento
iluminó esta Santísima noche
disipe las tinieblas del pecado
e ilumine nuestros corazones con el esplendor de las
virtudes.
R. Amén.
Él di d l á l i i l
Él, que por medio del ángel quiso anunciar a los
pastores
la gran alegría del nacimiento del Salvador,
llene de gozo nuestros corazones
y los haga mensajeros de su Evangelio.
R. Amén.
Él, que por la encarnación de su Hijo
unió la tierra con el cielo,
les conceda la abundancia de su paz y de su amor,
y los haga partícipes de la Iglesia celestial.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo,
descienda sobre nosotros y permanezca para siempre
R. Amén.

UNA ULTIMA MIRADA A MARÍA

Al finalizar se sugiere escuchar el villancico N° 5 De Luz Nueva.


FELIZ Y

Santa
Navidad

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