Dickens fue un gran retratista de la Inglaterra victoriana, la de la primera
revolución industrial, una sociedad en plena transformación de clases y modos de vida. Pasando de ser predominantemente agraria a ser el primer gran país industrial del mundo. Este cambio brusco trajo hambre, miseria, delincuencia, pobreza, suciedad, trabajo infantil, agotadoras jornadas laborales de quince horas o más, accidentes en las minas y en las fábricas, despidos arbitrarios, abusos, etc. La burguesía se enriquece rápidamente gracias a los grandes latifundios y los proletarios como operarios de esas industrias crecen solo en número. Triunfa la moral calvinista, doctrina según la cual, ciertas personas están predestinadas por Dios a la salvación y otras, a la condenación. Durante el reinado de la emperatriz Victoria, la moral se vuelve pacata, puritana y dominada por la hipocresía. Disfrazando la terrible explotación de los trabajadores con la creación de asilos, casas de caridad, orfanatos, etc. Haciéndose de manifiesto una feroz explotación del hombre por el hombre. Por debajo, había hambre, enfermedad, vicio, corrupción, prostitución, delincuencia, amoralidad. Todo esto lo refleja Dickens en sus novelas y cuentos.