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Cuando alguien moría en el antiguo Egipto, el funeral era un acontecimiento público

que permitía a los vivos llorar el fallecimiento de un miembro de la comunidad y le


permitía al difunto pasar del plano terrenal al eterno. No creían que el difunto dejase
de existir; sencillamente había dejado la Tierra para pasar a otro reino, el de los
Muertos.

Su religión y sus creencias se basaban en ideas duales y contrarias, por ejemplo: el


mundo de los vivos/mundo de los muertos, Occidente/Oriente de las costas del Nilo,
etc.

Para asegurarse de que llegaran a su destino, los egipcios desarrollaron unos rituales
para conservar el cuerpo, liberar el alma y ponerla en camino. Alrededor del 3500 AC
se empezó a practicar la momificación. Aunque a menudo se cree que se momificaba a
todo el mundo en Egipto tras la muerte, esta práctica era cara, por lo que solo la clase
alta y la nobleza se lo podían permitir.

En el Imperio Antiguo los reyes se enterraban en sus tumbas piramidales, Los sirvientes
habrían sido asesinados al llegar a la tumba para que pudieran seguir sirviendo al
difunto en la otra vida.

El cadáver y los sirvientes iban seguidos de los sacerdotes, en su procesión a la tumba,


y cuando llegaban a la orilla Oriental del Nilo, el cuerpo se colocaba en un barco
mortuorio junto con dos mujeres que simbolizaban a las diosas Isis y Neftis. Esto hacía
referencia al mito de Osiris, en el que su hermano Set lo mata y su hermana-esposa Isis
y su otra hermana Neftis lo devuelven a la vida. En vida al rey se lo asociaba con el hijo
de Osiris e Isis, Horus, pero en la muerte se lo asociaba con el Señor de los muertos,
Osiris. Las mujeres se dirigirían al rey muerto como las diosas hablándole a Osiris. El
barco navegaba de la orilla oriental, que representaba la vida, a la occidental, la tierra
de los muertos, donde atracaba y entonces el cuerpo se volvía a poner en andas para
ser transportado a su tumba. Un sacerdote ya habría preparado un ataúd o sarcófago a
la entrada de la tumba, y era entonces cuando se ponía el cuerpo dentro. El sacerdote
llevaría a cabo la Ceremonia de la apertura de la boca durante el que tocaba el cadáver
en varios lugares para poder restaurar los sentidos, de manera que el difunto podía
volver a ver, oír, oler, saborear y hablar.

La tumba tendría escrito el nombre del difunto, tenía estatuas e imágenes de él en


vida, y las inscripciones de las paredes (Los textos de las pirámides) contaban la
historia de su vida y proporcionaban instrucciones para la otra vida. Se hacían rezos
por el alma del difunto y alrededor del ataúd se disponían bienes; después se sellaba la
tumba. Se esperaba que la familia proveyera para continuar la existencia del difunto,
llevando ofrendas de comida y bebida y recordando su nombre.

Después los sacerdotes, la familia y los invitados se sentaban a un banquete a celebrar


la vida del difunto y su siguiente viaje al paraíso. Esta celebración se hacía fuera de la
tumba bajo una tienda erigida con tal propósito. La comida, la cerveza y el vino se
habrían llevado antes, y entonces se servía como un banquete o picnic elaborado. Se
honoraba al difunto con el tipo de festival que habría conocido y disfrutado en vida.
Cuando la fiesta terminaba, los invitados regresaban a sus casas y seguían con sus
vidas.

Para el alma del difunto, por otra parte, acababa de comenzar una nueva vida. Tras los
rituales mortuorios y el cierre de la tumba, el alma se creía que despertaba en el
cuerpo, sintiéndose desorientada. Las inscripciones en la pared de la tumba y en el
féretro, le recordarían al difunto su vida en la tierra y lo dirigirían a abandonar el
cuerpo y seguir adelante. Dado que para los egipcios todo lo que estaba escrito
cobraba vida al ser leído, decoraron sus tumbas (tanto reales como de la nobleza) con
escenas muy concretas. En el caso de las pirámides y sus templos referidas a las
actividades y función del soberano como mantenedor de la maat; en el caso de los
nobles con actividades, objetos y ofrendas que querían llevarse mágicamente con ellos
al otro mundo para disfrutar allí de una vida tan completa y perfecta.

Una pirámide tiene un simbolismo religioso y ciertamente político. El simbolismo


religioso es la representación de Ra, dios del Sol en todo su esplendor. Ra se encuentra
en la cúspide y llega al suelo mediante los lados de la pirámide y abarca toda la tierra
de Egipto. El simbolismo político sería la relación entre la divinidad y el faraón.
Constituye una masa cerrada, no tiene puertas ni ninguna manifestación al exterior.
Son edificios sin retorno.

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