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La religión egipcia, plasmada en la mitología, es un conjunto de creencias que impregnaban

toda la vida egipcia, desde la época predinástica hasta la llegada del cristianismo y del
islamismo en las etapas grecorromanas y árabe. Eran dirigidos por sacerdotes, y el uso de la
magia y los hechizos son dudosos.

El templo era un lugar sagrado en donde solamente se admitía a los sacerdotes y sacerdotisas,
aunque en las celebraciones importantes el pueblo era admitido en el patio.
La existencia de momias y pirámides fuera de Egipto, indica que las creencias y los valores de
las cultura egipcia se transmitieron de una u otra forma por las rutas comerciales. Los
contactos de Egipto con extranjeros incluyeron Nubia y Punt al sur, el Egeo y Grecia al norte, el
Líbano y otras regiones del Oriente Próximo y Libia al oeste.

La naturaleza religiosa de la civilización egipcia influenció su contribución a las artes. Muchas


de las grandes obras del Egipto antiguo representan dioses, diosas, y faraones, considerados
divinos. El arte está caracterizado por la idea del orden y la simetría.

Durante los 3000 años de cultura independiente, cada animal retratado o adorado en el arte,
la escritura o la religión es indígena de África. El dromedario, domesticado en Arabia, apareció
en Egipto al comienzo del II milenio a. C.

Aunque el análisis del cabello de momias del Imperio Medio ha revelado evidencias de una
dieta estable, las momias de circa 3200 a. C. muestran señales de anemia y desórdenes
hemolíticos, síntomas del envenenamiento por metales pesados. Los compuestos de cobre,
plomo, mercurio, y arsénico que fueron utilizados en pigmentos, tintes y maquillaje de la
época pudieron haber causado el envenenamiento, especialmente entre la clase
acomodada.[15][16]

Vida después de la muerte

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Véanse también: Antiguas creencias egipcias del más allá y Ritos funerarios del Antiguo Egipto.

Creían en una vida de ultratumba, y se preparaban para ella, tanto siguiendo unas normas
determinadas (Libro de los muertos) como preparando la tumba y el cadáver.

Creían que después de la muerte, el ka (doble en forma de espíritu) se dividía en ba (alma) y


akh (espíritu). El ba vivía en la tumba del difunto y era libre de ir y venir a voluntad. El akh se
dirigía directamente al inframundo donde seguía su juicio. El gran dios del inframundo Osiris se
encargaba de juzgar el espíritu del difunto. Anubis colocaba el corazón del difunto en un lado
de su balanza y Ma’at, la diosa de la verdad y la justicia, ponía su pluma de la verdad en el otro
lado. Si el corazón y la pluma pesaban lo mismo, el akh (espíritu) se iba al gran reino en donde
los buenos espíritus se mezclaban con los dioses en una vida de paz y armonía. Si no era así el
difunto sufriría una eternidad de castigo. Además los egipcios creían que todo difunto debía
tener una casa en su otra vida, era por esto que les construían pirámides e hipogeos a los
cadáveres. También como creían que la segunda vida era casi igual a la primera y uno seguía
haciendo lo mismo que en la primera, les dejaban en las tumbas sus joyas y alhajas, ropas,
alimentos y juegos. El otro temor de los egipcios (además del juicio de sus almas) era que
alguien saqueara la casa de su espíritu. Si su tumba era saqueada o su cadáver destruido, el ba
se quedaba sin hogar y tanto este como el akh experimentarían una segunda muerte mucho
peor. A veces se colocaban estatuas del difunto en las pirámides por si el ba se quedaba sin
hogar, permaneciera en la estatua y evitara la segunda muerte.[17]

Antiguamente solamente Los faraones tenían derecho a participar en la vida futura, pero al
llegar el nuevo imperio todos los egipcios esperaban vivir en el más allá, y se preparaban, de
acuerdo a sus posibilidades económicas, su tumba y su cuerpo; a los cadáveres se le extraían
los órganos, que eran depositados en los vasos canopos, y después cubrían el cuerpo con
resinas para preservarlo, envolviéndolo con lino. En la cámara funeraria se depositaban
alimentos y pertenencias del fallecido, para su uso en la otra vida.

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