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Garcilaso de la Vega, Égloga III

Personas: TIRRENO, ALCINO

1. 5.

Aquella voluntad honesta y pura, En tanto, no te ofenda ni te harte


ilustre y hermosísima María, tratar del campo y soledad que amaste,
que’n mí de celebrar tu hermosura, ni desdenes aquesta inculta parte
tu ingenio y tu valor estar solía, de mi estilo, qu’en algo ya estimaste;
a despecho y pesar de la ventura entre las armas del sangriento Marte,
que por otro camino me desvía, do apenas hay quien su furor contraste,
está y estará tanto en mí clavada hurté de tiempo aquesta breve suma,
cuanto del cuerpo el alma acompañada. tomando ora la espada, ora la pluma.

2. 6.

Y aun no se me figura que me toca Aplica, pues, un rato los sentidos


aqueste oficio solamente en vida, al bajo son de mi zampoña ruda,
mas con la lengua muerta y fría en la boca indigna de llegar a tus oídos,
pienso mover la voz a ti debida; pues d’ornamento y gracia va desnuda;
libre mi alma de su estrecha roca, mas a las veces son mejor oídos
por el Estigio lago conducida, el puro ingenio y lengua casi muda,
celebrando t’irá, y aquel sonido testigos limpios d’ánimo inocente,
hará parar las aguas del olvido. que la curiosidad del elocuente.

3. 7.

Mas la fortuna, de mi mal no harta, Por aquesta razón de ti escuchado,


me aflige y d’un trabajo en otro lleva; aunque me falten otras, ser merezco;
ya de la patria, ya del bien me aparta, Lo que puedo te doy, y lo que he dado,
ya mi paciencia en mil maneras prueba, con recebillo tú, yo m’enriquezco.
y lo que siento más es que la carta De cuatro ninfas que del Tajo amado
donde mi pluma en tu alabanza mueva salieron juntas, a cantar me ofrezco:
poniendo en su lugar cuidados vanos, Filódoce, Dinámene y Climene,
me quita y m’arrebata de las manos. Nise, que en hermosura par no tiene.

4. 8.

Pero, por más que en mí su fuerza pruebe, Cerca del Tajo, en soledad amena,
no tornará mi corazón mudable; de verdes sauces hay una espesura,
nunca dirán jamás que me remueve toda de hiedra revestida y llena
fortuna d’un estudio tan loable; que por el tronco va hasta el altura
Apolo y las hermanas todas nueve, y así la teje arriba y encadena
me darán ocio y lengua con que hable que’l sol no halla paso a la verdura;
lo menos de lo que’n tu ser cupiere, el agua baña el prado con sonido,
qu’esto será lo más que yo pudiere. alegrando la hierba y el oído.

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9. 13.

Con tanta mansedumbre el cristalino Poniendo ya en lo enjuto las pisadas,


Tajo en aquella parte caminaba escurriendo del agua sus cabellos,
que pudieran los ojos el camino los cuales esparciendo cubijadas
determinar apenas que llevaba. las hermosas espaldas fueron dellos,
Peinando sus cabellos d’oro fino, luego sacando telas delicadas
una ninfa del agua do moraba que’n delgadeza competian con ellos,
la cabeza sacó, y el prado ameno en lo más escondido se metieron
vido de flores y de sombra lleno. y a su labor atentas se pusieron.

10. 14.

Movióla el sitio umbroso, el manso viento, Las telas eran hechas y tejidas
el suave olor d’aquel florido suelo; del oro que’l felice Tajo envía,
las aves en el fresco apartamiento apurado después de bien cernidas
vio descansar del trabajoso vuelo; las menudas arenas do se cría,
secaba entonces el terreno aliento y de las verdes ovas, reducidas
el sol, subido en la mitad del cielo; en estambre sotil, cual convenía
en el silencio solo se ’scuchaba para seguir el delicado estilo
un susurro de abejas que sonaba. del oro ya tirado en rico hilo.

11. 15.

Habiendo contemplado una gran pieza La delicada estambre era distinta


atentamente aquel lugar sombrío, de las colores que antes le habían dado
somorgujó de nuevo su cabeza con la fineza de la varia tinta
y al fondo se dejó calar del río; que se halla en las conchas del pescado;
a sus hermanas a contar empieza tanto arteficio muestra en lo que pinta
del verde sitio el agradable frío, y teje cada ninfa en su labrado
y que vayan, les ruega y amonesta, cuanto mostraron en sus tablas antes
allí con su labor a estar la siesta. el celebrado Apeles y Timantes.

12. 16.

No perdió en esto mucho tiempo el ruego, Filódoce, que así d’aquéllas era
que las tres d’ellas su labor tomaron llamada la mayor, con diestra mano
y en mirando defuera, vieron luego tenía figurada la ribera
el prado, hacia el cual enderezaron; de Estrimón, de una parte el verde llano
el agua clara con lascivo juego y d’otra el monte d’aspereza fiera,
nadando dividieron y cortaron, pisado tarde o nunca de pie humano,
hasta que’l blanco pie tocó mojado, donde el amor movió con tanta gracia
saliendo del arena, el verde prado. la dolorosa lengua del de Tracia.

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17. 21.

Estaba figurada la hermosa Mas a la fin los brazos le crecían


Eurídice, en el blanco pie mordida y en sendos ramos vueltos se mostraban;
de la pequeña sierpe ponzoñosa, y los cabellos, que vencer solían
entre la hierba y flores escondida; al oro fino, en hojas se tornaban;
descolorida estaba como rosa en torcidas raíces s’estendían
que ha sido fuera de sazón cogida, los blancos pies y en tierra se hincaban;
y el ánima, los ojos ya volviendo, llora el amante y busca el ser primero,
de su hermosa carne despidiendo besando y abrazando aquel madero

18. 22.

Figurado se vía estensamente Climene, llena de destreza y maña,


el osado marido, que bajaba el oro y las colores matizando,
al triste reino de la escura gente iba de hayas una gran montaña,
y la mujer perdida recobraba; de robles y de penas varïando;
y cómo, después desto, él impaciente un puerco entre ellas, de braveza extraña,
por mirarla de nuevo, la tornaba estaba los colmillos aguzando
a perder otra vez, y del tirano contra un mozo no menos animoso,
se queja al monte solitario en vano. con su venablo en mano, que hermoso.

19. 23.

Dinámene no menos artificio Tras esto, el puerco allí se via herido


mostraba en la labor que había tejido, d’aquel mancebo, por su mal valiente,
pintando a Apolo en el robusto oficio y el mozo en tierra estaba ya tendido,
de la silvestre caza embebecido. abierto el pecho del rabioso diente,
Mudar presto le hace el ejercicio con el cabello d’oro desparcido
la vengativa mano de Cupido, barriendo el suelo miserablemente;
que hizo a Apolo consumirse en lloro las rosas blancas por allí sembradas
después que le enclavó con punta d’oro. tornaban con su sangre coloradas.

20. 24.

Dafne, con el cabello suelto al viento, Adonis éste se mostraba qu’era,


sin perdonar al blanco pie corría según se muestra Venus dolorida,
por áspero camino tan sin tiento que viendo la herida abierta y fiera,
que Apolo en la pintura parecía sobr’él estaba casi amortecida;
que, porqu’ella templase el movimiento, boca con boca coge la postrera
con menos ligereza la seguía; parte del aire que solía dar vida
él va siguiendo, y ella huye como al cuerpo por quien ella en este suelo
quien siente al pecho el odïoso plomo. aborrecido tuvo al alto cielo.

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25. 29.

La blanca Nise no tomó a destajo Todas, con el cabello desparcido,


de los pasados casos la memoria, lloraban una ninfa delicada
y en la labor de su sotil trabajo cuya vida mostraba que había sido
no quiso entretejer antigua historia; antes de tiempo y casi en flor cortada;
antes, mostrando de su claro Tajo cerca del agua, en un lugar florido,
en su labor la celebrada gloria, estaba entre las hierbas degollada
la figuró en la parte dond’ él baña cual queda el blanco cisne cuando pierde
la más felice tierra de la España. la dulce vida entre la hierba verde.

26. 30.

Pintado el caudaloso rio se vía, Una d’aquellas diosas qu’en belleza


que en áspera estrecheza reducido, al parecer a todas ecedía,
un monte casi alrededor ceñía, mostrando en el semblante la tristeza
con ímpetu corriendo y con rüido que del funesto y triste caso había,
querer cercarlo todo parecía apartada algún tanto, en la corteza
en su volver, mas era afán perdido; de un álamo unas letras escribía
dejábase correr en fin derecho, como epitafio de la ninfa bella,
contento de lo mucho que habia hecho. que hablaban ansí por parte della:

27. 31.

Estaba puesta en la sublime cumbre "Elisa soy, en cuyo nombre suena


del monte, y desde allí por él sembrada, y se lamenta el monte cavernoso,
aquella ilustre y clara pesadumbre testigo del dolor y grave pena
d’antiguos edificios adornada. en que por mí se aflige Nemoroso
D’allí con agradable mansedumbre y llama '¡Elisa!'; '¡Elisa!' a boca llena
el Tajo va siguiendo su jornada responde el Tajo, y lleva presuroso
y regando los campos y arboledas al mar de Lusitania el nombre mío,
con artificio de las altas ruedas. donde será escuchado, yo lo fío".

28. 32.

En la hermosa tela se veían, En fin, en esta tela artificiosa


entretejidas, las silvestres diosas toda la historia estaba figurada
salir de la espesura, y que venían que en aquella ribera deleitosa
todas a la ribera presurosas, de Nemoroso fue tan celebrada,
en el semblante tristes, y traían porque de todo aquesto y cada cosa
cestillos blancos de purpúreas rosas, estaba Nise ya tan informada
las cuales esparciendo derramaban que, llorando el pastor, mil veces ella
sobre una ninfa muerta que lloraban. se enterneció escuchando su querella;

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33. 37.

y porque aqueste lamentable cuento, Más claro cada vez el son se oía
no sólo entre las selvas se contase, de dos pastores que venían cantando
mas dentro de las ondas sentimiento tras el ganado, que también venía
con la noticia desto se mostrase, por aquel verde soto caminando
quiso que de su tela el argumento y a la majada, ya pasado el día,.
la bella ninfa muerta señalase recogido le llevan, alegrando
y ansí se publicase de uno en uno las verdes selvas con el son süave,
por el húmido reino de Neptuno. haciendo su trabajo menos grave.

34. 38.

Destas historias tales varïadas Tirreno destos dos el uno era,


eran las telas de las cuatro hermanas, Alcino el otro, entrambos estimados
las cuales con colores matizadas, y sobre cuantos pacen la ribera
claras las luces, de las sombras vanas del Tajo con sus vacas enseñados;
mostraban a los ojos relevadas mancebos de una edad, d’una manera
las cosas y figuras que eran llanas, a cantar juntamente aparejados
tanto que al parecer el cuerpo vano y a responder, aquesto van diciendo,
pudiera ser tomado con la mano. cantando el uno, el otro respondiendo:

35. 39.

Los rayos ya del sol se trastornaban, TIRRENO


escondiendo su luz al mundo cara Flérida, para mí dulce y sabrosa
tras altos montes, y a la luna daban más que la fruta del cercado ajeno,
lugar para mostrar su blanca cara; más blanca que la leche y más hermosa
los peces a menudo ya saltaban, qu’el prado por abril de flores lleno:
con la cola azotando el agua clara, si tú respondes pura y amorosa
cuando las ninfas, la labor dejando, al verdadero amor de tu Tirreno,
hacia el agua se fueron paseando. a mi majada arribarás primero
qu’el cielo nos amuestre su lucero.
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40.
En las templadas ondas ya metidos
tenían los pies, y reclinar querían ALCINO
los blancos cuerpos cuando sus oídos Hermosa Filis, siempre yo te sea
fueron de dos zampoñas que tañían amargo al gusto más que la retama,
suave y dulcemente detenidos, y de ti despojado yo me vea
tanto que sin mudarse las oían cual queda el tronco de su verde rama,
y al son de las zampoñas escuchaban si más que yo el murciélago desea
dos pastores a veces que cantaban. la escuridad, ni más la luz desama,
por ver ya el fin de un término tamaño,
deste día para mí mayor que un año.

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41. 45.

TIRRENO TIRRENO
Cual suele, acompañada de su bando, El álamo de Alcides escogido
aparecer la dulce primavera, fue siempre, y el laurel del rojo Apolo;
cuando Favonio y Céfiro, soplando, de la hermosa Venus fue tenido
al campo tornan su beldad primera, en precio y en estima el mirto solo;
y van artificiosos esmaltando el verde sauz de Flérida es querido
de rojo, azul y blanco la ribera: y por suyo entre todos escogiólo:
en tal manera, a mí Flérida mía doquiera que sauces de hoy más se hallen,
viniendo, reverdece mi alegría. el álamo, el laurel y el mirto callen.

42. 46.

ALCINO ALCINO
¿Ves el furor del animoso viento El fresno por la selva en hermosura
embravecido en la fragosa sierra sabemos ya que sobre todos vaya;
que los antiguos robles ciento a ciento y en aspereza y monte d’espesura
y los pinos altísimos atierra, se aventaja la verde y alta haya;
y de tanto destrozo aun no contento, mas el que la beldad de tu figura
al espantoso mar mueve la guerra? dondequiera mirado, Filis, haya,
Pequeña es esta furia comparada al fresno y a la haya en su aspereza
a la de Filis con Alcino airada. confesará que vence tu belleza.

43. 47.

TIRRENO Esto cantó Tirreno, y esto Alcino


El blanco trigo multiplica y crece; le respondió, y habiendo ya acabado
produce el campo en abundancia tierno el dulce son, siguieron su camino
pasto al ganado; el verde monte ofrece con paso un poco más apresurado;
a las fieras salvajes su gobierno; siendo a las ninfas ya el rumor vecino,
adoquiera que miro, me parece juntas s’arrojan por el agua a nado,
que derrama la copia todo el cuerno: y de la blanca espuma que movieron
mas todo se convertirá en abrojos las cristalinas ondas se cubrieron.
si dello aparta Flérida sus ojos.

44.

ALCINO
De la esterilidad es oprimido
el monte, el campo, el soto y el ganado;
la malicia del aire corrompido
hace morir la hierba mal su grado;
las aves ven su descubierto nido,
que ya de verdes hojas fue cercado:
pero si Filis por aquí tornare,
hará reverdecer cuanto mirare.

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Soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían,


y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían


los tiernos miembros, que aún bullendo
estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,


a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!


¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena


se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la


vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera


el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,


todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

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