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Pero, por más que en mí su fuerza pruebe, Cerca del Tajo, en soledad amena,
no tornará mi corazón mudable; de verdes sauces hay una espesura,
nunca dirán jamás que me remueve toda de hiedra revestida y llena
fortuna d’un estudio tan loable; que por el tronco va hasta el altura
Apolo y las hermanas todas nueve, y así la teje arriba y encadena
me darán ocio y lengua con que hable que’l sol no halla paso a la verdura;
lo menos de lo que’n tu ser cupiere, el agua baña el prado con sonido,
qu’esto será lo más que yo pudiere. alegrando la hierba y el oído.
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Movióla el sitio umbroso, el manso viento, Las telas eran hechas y tejidas
el suave olor d’aquel florido suelo; del oro que’l felice Tajo envía,
las aves en el fresco apartamiento apurado después de bien cernidas
vio descansar del trabajoso vuelo; las menudas arenas do se cría,
secaba entonces el terreno aliento y de las verdes ovas, reducidas
el sol, subido en la mitad del cielo; en estambre sotil, cual convenía
en el silencio solo se ’scuchaba para seguir el delicado estilo
un susurro de abejas que sonaba. del oro ya tirado en rico hilo.
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No perdió en esto mucho tiempo el ruego, Filódoce, que así d’aquéllas era
que las tres d’ellas su labor tomaron llamada la mayor, con diestra mano
y en mirando defuera, vieron luego tenía figurada la ribera
el prado, hacia el cual enderezaron; de Estrimón, de una parte el verde llano
el agua clara con lascivo juego y d’otra el monte d’aspereza fiera,
nadando dividieron y cortaron, pisado tarde o nunca de pie humano,
hasta que’l blanco pie tocó mojado, donde el amor movió con tanta gracia
saliendo del arena, el verde prado. la dolorosa lengua del de Tracia.
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y porque aqueste lamentable cuento, Más claro cada vez el son se oía
no sólo entre las selvas se contase, de dos pastores que venían cantando
mas dentro de las ondas sentimiento tras el ganado, que también venía
con la noticia desto se mostrase, por aquel verde soto caminando
quiso que de su tela el argumento y a la majada, ya pasado el día,.
la bella ninfa muerta señalase recogido le llevan, alegrando
y ansí se publicase de uno en uno las verdes selvas con el son süave,
por el húmido reino de Neptuno. haciendo su trabajo menos grave.
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TIRRENO TIRRENO
Cual suele, acompañada de su bando, El álamo de Alcides escogido
aparecer la dulce primavera, fue siempre, y el laurel del rojo Apolo;
cuando Favonio y Céfiro, soplando, de la hermosa Venus fue tenido
al campo tornan su beldad primera, en precio y en estima el mirto solo;
y van artificiosos esmaltando el verde sauz de Flérida es querido
de rojo, azul y blanco la ribera: y por suyo entre todos escogiólo:
en tal manera, a mí Flérida mía doquiera que sauces de hoy más se hallen,
viniendo, reverdece mi alegría. el álamo, el laurel y el mirto callen.
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ALCINO ALCINO
¿Ves el furor del animoso viento El fresno por la selva en hermosura
embravecido en la fragosa sierra sabemos ya que sobre todos vaya;
que los antiguos robles ciento a ciento y en aspereza y monte d’espesura
y los pinos altísimos atierra, se aventaja la verde y alta haya;
y de tanto destrozo aun no contento, mas el que la beldad de tu figura
al espantoso mar mueve la guerra? dondequiera mirado, Filis, haya,
Pequeña es esta furia comparada al fresno y a la haya en su aspereza
a la de Filis con Alcino airada. confesará que vence tu belleza.
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ALCINO
De la esterilidad es oprimido
el monte, el campo, el soto y el ganado;
la malicia del aire corrompido
hace morir la hierba mal su grado;
las aves ven su descubierto nido,
que ya de verdes hojas fue cercado:
pero si Filis por aquí tornare,
hará reverdecer cuanto mirare.
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Soneto XIII
Soneto XXIII