Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Para comprender el significado del término “persona humana” es ú til trazar unas líneas de referencia
sobre la evolució n y la reflexió n filosó fica del concepto. El término “persona” deriva del griego
“prosopon”, que era la “máscara” que utilizaban los actores en las representaciones teatrales. En el
teatro en Grecia no había, claro está , micró fonos y la voz no era lo suficientemente potente como para
llegar a todos los espectadores. Entonces se usaban má scaras, cada una expresaba un sentimiento
mediante una mueca, tristeza, alegría… La má scara ademá s de permitir al pú blico identificar a cada
personaje, tenía el efecto de amplificar la voz del actor haciendo que resonara. Estas má scaras se
llamaban “per-sonare” = “per-sona”, “para-sonar” o “resonar de la voz.”
Los filó sofos del estoicismo tardío; entre los que está n Epícteto, Séneca y Marco Aurelio; aplicaron el
término persona al ser humano individual, movido por la ley universal (“Logos”) o el destino.
El derecho romano, por otro lado, llamaba persona al sujeto de derechos, en oposició n al esclavo y a
las cosas.
El sentido filosó fico de persona se fue esclareciendo posteriormente con el desarrollo de las
discusiones teoló gicas trinitarias y cristoló gicas del cristianismo antiguo, buscando aclarar en qué
sentido hay un só lo Dios en tres personas distintas o en qué sentido puede decirse que Dios se ha
encarnado (hecho hombre).
Al concepto latino de persona y griego de prosopon, se añ ade el de hipóstasis, o sujeto subsistente en
una naturaleza. Al respecto, el concilio ecuménico de Nicea (325 d.C.) sostuvo que en Cristo hay dos
naturalezas (humana y divina) pero una sola persona divina subsistente, y en la Trinidad, una sola
naturaleza (divina) y tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Es con Severino Boecio (s.V. d.C.), y por lo tanto con la filosofía escolá stica, con quien se ofrece por
primera vez una definició n formal del concepto de persona que será retomada posteriormente por
Tomá s de Aquino:
“persona est rationalis naturae individua substantia”.
El término dignidad proviene del latín “dignitas” = excelencia, grandeza, valor. Significa algo que es
valioso, lo que es estimado o considerado por sí mismo, y no en función de otra cosa. La dignidad
humana radica en el valor interno e insustituible que le corresponde al hombre en razó n de su ser, no
por ciertos rendimientos que prestara ni por otros fines distintos de sí mismo.
En el ámbito de la sola razó n natural descubrimos que todo hombre (ser humano) es digno por el
simple hecho de ser persona, es decir, todo hombre es persona humana, se trata de una cualidad
intrínseca a su propio ser, independientemente de su origen y de sus actos.
Pero ademá s esta verdad que se nos presenta a la razó n es ratificada y elevada por la Revelació n
divina, es decir por el dato de la fe. Por la Revelació n sabemos que la persona humana es “imagen de
Dios”.
El hombre, la persona humana, vale por lo que el mismo es, por su ser (sustancia). Ya hemos visto
que lo que caracteriza al hombre es su ser persona. Persona de naturaleza racional y libre, por
tanto, con voluntad.
La dignidad de la persona se funda en ella misma, en su ser persona. De aquí nacen todos los
derechos humanos y la igualdad en cuanto ser de hombre y mujer.
No se trata de una igualdad bioló gica porque claramente varó n y mujer son distintos, con rasgos
fisioló gicos y psíquicos distintos, por eso “complementarios”. Su igualdad se basa en que son
persona, esto es, tienen naturaleza racional, que los distingue del resto de seres vivos.
Las diferencias físicas, raciales y culturales no pueden ser motivo para excluir a nadie ni tener un trato
diferente, porque a pesar de esas diferencias, que en realidad son enriquecedoras, somos iguales en
dignidad. La dignidad de la persona es la razó n por la que no podemos tratar a las personas de
cualquier manera.
¿Qué entendemos por dignidad ontológica?
Supremacía ontoló gica o metafísica porque está en el ser mismo de la persona, en su naturaleza
racional que es superior a la de cualquier otro ser corpó reo. Cada persona tiene en sí esa dignidad
ontoló gica, pero también es verdad que cada persona toma conciencia de su dignidad personal a través
de su relació n con otras personas y precisamente cuando es amada. La persona tiene objetivamente
una dignidad eminente, pero la conciencia de esa dignidad depende de la experiencia de ser amada.
La relació n interpersonal no da el ser, pero coopera en la creació n de la interioridad de la persona.
La superioridad o dignidad de la persona humana, se manifiesta en el dominio que ejerce sobre el
mundo, a esto se refiere el libro del génesis cuando dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del
campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.» (Gén. 1, 26). La persona, a
diferencia de los demá s seres vivos, no tiene simplemente que adaptarse al mundo, sino que adapta el
mundo a sus necesidades, transformándolo para hacerlo a su medida. Esto no pretende negar el
hecho de la persona muchas veces administre mal el mundo y en lugar de mejorarlo lo degrade; pero
esto es lo mismo que sucede con respecto de sí misma: cada persona puede autorrealizarse o
autodegradarse, pero sea cual sea el resultado de sus acciones libremente elegidas y ejecutadas
indica que tiene una potencialidad de la que carecen los otros seres corpó reos.
El principio de la prioridad de la persona sobre las cosas dice que la persona es un bien mejor que
ha de ser preferido a cualquier cosa por valiosa que ésta sea. La persona constituye, como dice la
filosofía tradicional, un bien honesto (bonum honestum), es decir, un bien que vale por sí mismo,
que ha de ser querido por sí mismo, en cambio las cosas son un bien instrumental (bonum
instrumentale), en tanto que valen o son queridas en la medida que constituyen un medio para
alcanzar otro bien. La prioridad de la persona sobre las cosas significa también que la persona ha de
ser amada por sí misma y no como medio para obtener algú n fin.
En el derecho la primacía de la persona fundamenta la gran diferencia de tratamiento entre las
personas y las cosas. Las cosas (cualquier ser corpó reo, incluyendo seres vivos), como no tienen
dominio de sí, pueden ser objeto del dominio de otros y pueden ser, en consecuencia, objeto de los
actos jurídicos: pueden comprarse y venderse, arrendarse, cederse, donarse, etc.; en cambio las
personas no pueden ser objeto de un acto jurídico. Por eso se dice que la persona es inalienable.
La superioridad de la persona humana es algo que se establece en relació n a los demá s seres
corpó reos, pero no en relació n de unas personas con otras. Cuando se habla de dignidad humana en
relació n de unas personas con otras, no tiene ese significado de superioridad, sino un significado de
igualdad, no cabe decir que por razó n de su naturaleza haya unas personas, má s dignas que otras.
Todos los seres humanos: varones, mujeres, niñ os, adultos, ancianos, jó venes, enfermos, sanos,
nacidos, no nacidos (embriones, fetos), sabios, idiotas, discapacitados, deportistas, creyentes, no
creyentes, etc. Tienen la misma naturaleza, por consiguiente, la misma dignidad ontológica.
¿Qué nos enseña la Iglesia católica sobre la persona humana?
El catecismo de la Iglesia cató lica en su numeral 356 nos enseñ a que:
A manera de conclusión:
Todos estos rasgos propios del actuar personal que se ha analizado denotan la presencia y
preeminencia de un alma espiritual en la persona: no puede haber conciencia si no es por que existe la
inteligencia con capacidad reflexiva, no puede haber dominio de los actos, si no existe la voluntad que
es capaz de elegir, no puede haber autogobierno ni responsabilidad sin la inteligencia que permite
conocer el bien y la voluntad que puede amarlo y realizarlo, ni puede haber entrega de sí, si no es
mediante el reconocimiento de la persona como un bien honesto (bonum honestum), como el ú nico
bien que merece ser amado por sí mismo. Por eso una expresió n exacta de lo que es la naturaleza
humana mejor que la de “animal racional” es la de “espíritu encarnado” esta definició n coincide con la
definició n de Boecio: substancia individual de naturaleza racional, pues una substancia de tal
naturaleza es un espíritu encarnado, es decir con cuerpo y rostro.